LA GRACIA DE DIOS EN MI FAMILIA Por: Nancy McKeeth Mi amiga, Ginny y yo habíamos pasado un rato gozando de una conversación sobre nuestros hijos. Cuando pregunté acerca de su hija, Abigail (Abby), ella me contó la siguiente historia. Abigail nació con el síndrome de Downs. El doctor les explicó que los niños con Downs se desarrollan, pero a un ritmo más lento. Con el paso del tiempo, Ginny pasaba horas con Abby en sus brazos, esperando el desarrollo que el doctor había prometido. El desarrollo nunca llegó. Abby nunca se ha sentado sola, nunca ha dicho una sola palabra, nunca ha podido comer sola ni dar un abrazo a su madre. Mientras Abby ha crecido física y mentalmente, ella ha quedado como un bebé de seis meses. Ya tiene 19 años y Ginny todavía pasa muchas horas atendiendo las necesidades de Abby. Como la mayoría de las madres con hijos enfermos, Ginny había pensado muchas veces que ella estaría dispuesta a cambiar su lugar con Abby, para darle una vida “normal”. Un día, Ginny empezó a meditar en cómo sería, en verdad, cambiar con Abby: de ir de una vida independiente, con movimiento y conversación, llena de música y colores, a vivir una vida completamente dependiente, atrapado en un cuerpo que no puede controlar, sin el poder de expresar ni un solo pensamiento. “En verdad,” pensaba Ginny, “Sería horrible.” En un rayo de comprensión, Ginny quedó sobrecogida. “La distancia que yo tendría que pasar para tomar el lugar de mi hija, Abby, es infinitamente pequeña comparada con la distancia que el Señor pasó para tomar mi lugar como ser humano, para darme vida espiritual. Mi corazón se llenó de gratitud por la gracia de Dios. Mi comprensión de la encarnación fue transformado.” Cada familia tiene una oportunidad de mostrar la gracia de Dios. Cada familia tiene una historia. ¿Cuál es la suya? Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.