La exhibición completa y final

pecados delante de Jehová” (Levítico 16:29, 30). La estructura del santuario, en sí misma, era limpiada “de las impurezas de los hijos de Israel”, mientras que ...
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CAPÍTULO 9

La exhibición completa y final

¿P

or qué estamos todavía aquí? Hace 2.000 años que Cristo “murió por nosotros” (Romanos 5:8), que “nos redimió de la maldición de la ley” (Gálatas 3:13) y que exclamó: “Consumado es”. La respuesta a la gran controversia involucra más que la redención de la humanidad lograda en el Calvario, o la reconciliación de la humanidad con Dios o incluso que la cruz misma. Los temas en juego en relación con el pecado, la rebelión y la ley de Dios incluyen a todo el universo inteligente que tiene intereses en la resolución del conflicto. Sólo captando esta perspectiva cósmica es que podemos explicar la continuidad del mal tanto tiempo después de la victoria de Cristo en favor de nosotros.

Abrahán en Moriah En el sacrificio abortado en el monte Moriah aparece una indicación del interés del universo en el plan de salvación. Luego de la orden de ofrecer a Isaac como sacrificio, Abrahán lo ata al altar; mientras levanta el cuchillo para matarlo, el “ángel de Jehová” exclama: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas

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nada; porque ya conozco que temes a Dios” (Génesis 22:12). El ángel testificó que había aprendido algo nuevo acerca de Abrahán: Abrahán temía a Dios. ¿El ángel tenía razones para dudar? Abrahán le había mentido a Faraón acerca de la identidad de su esposa y tomó a Agar para producir un hijo en lugar de creer en la promesa de Dios de que Sara sería “madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella” (Génesis 17:16). Ahora, después que Abrahán colocara a su hijo sobre el altar y que levantara el cuchillo, cualquier duda que el ángel hubiera tenido acerca de la fe de Abrahán, desapareció. “El sacrificio exigido a Abrahán no fue sólo para su propio bien”, escribió Elena de White, “ni tampoco exclusivamente para el beneficio de las futuras generaciones; sino también para instruir a los seres sin pecado del cielo y de otros mundos. El campo de batalla entre Cristo y Satanás, el terreno en el cual se desarrolla el plan de la redención, es el libro de texto del universo... Los seres celestiales fueron testigos de la escena en que se probaron la fe de Abrahán y la sumisión de Isaac... Todo el cielo presenció, absorto y maravillado la intachable obediencia de Abrahán”. 1 La declaración del ángel: ‘‘Porque ya conozco que temes a Dios” revela el interés cósmico por lo que sucede en la Tierra, “el libro de texto del universo”. Esta idea aparece también en Job. Satanás acusa dos veces al patriarca delante de “los hijos de Dios” (Job 1:6; 2:1), por lo que estos seres cósmicos deben haber sido testigos del drama aquí en la Tierra. Pablo refuerza esta realidad del interés del universo por lo que ocurre aquí cuando escribió: “Pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles, y a los hombres” (1 Corintios 4:9).

Jesús en la cruz ¿Por qué está interesado el universo observador en lo que ocurre aquí, y qué papel desempeñó la cruz para responder el interrogante de ellos?

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“El plan de salvación”, escribió Elena de White, “tenía un propósito todavía más amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la Tierra sólo por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo”. 2 Satanás desacreditó el carácter de Dios despertando preguntas acerca de su gobierno, su ley y su justicia. Cristo vino para “vindicar el carácter de Dios ante el universo”. ¿Resolvió el universo, con la vida y la muerte de Jesús, todas sus preguntas acerca del carácter de Dios? Los seres celestiales vieron cómo su amado comandante era golpeado, azotado, burlado y escupido. Vieron a quien ellos alababan en su gloria celestial, condenado por su propia creación. Fueron testigos del mayor ejemplo de amor desinteresado manifestado en la historia de la eternidad. Sin embargo, no todas las preguntas del universo con respecto al bien y al mal, a lo correcto e incorrecto, a la ley y a la justicia, fueron contestadas. “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales” (Efesios 3:10, NVI). Luego de describir la muerte de Cristo, y de explicar cómo fue desenmascarado Satanás como asesino y cómo había “perdido la simpatía de los seres celestiales”, Elena escribió que, sin embargo, “Satanás no fue destruido entonces. Los ángeles no comprendieron ni aun entonces todo lo que entrañaba la gran controversia. Los principios que estaban en juego habían de ser revelados en mayor plenitud. Y por causa del hombre, la existencia de Satanás debía continuar. Tanto el hombre como los ángeles debían ver el contraste entre el Príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas”. 3

Esta idea no disminuye la realidad de que Jesús pagó por nosotros en la cruz la pena completa y plena por el pecado. Tam-

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poco compromete la promesa de que cada pecador, no importa cuál sea su pecado, puede ser aceptado y completamente perdonado por lo que Jesús logró en la cruz. Y ciertamente no debilita el amor incomprensible manifestado en el Calvario. En lugar de ello, prueba que todo el universo espera el ajuste final de todos los temas en juego relacionados con la gran controversia. Por supuesto, la soberanía del rey del universo no depende de la fidelidad humana. “¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:3, 4). En su sabiduría y previsión infinitas, el Señor ha escogido usar a la humanidad caída como parte de su plan para resolver la gran controversia de una manera abierta y equitativa, que respondiera para siempre las acusaciones de Satanás. Pero su vindicación no tiene que depender de nosotros. Más bien, el Señor sabía lo que podría hacer en su pueblo, y cumplirá sus propósitos en él (véase Filipenses 1:6). Sin embargo, si dentro de los límites que el Señor se había puesto para tratar con el pecado no hubiera podido usar a la humanidad, entonces habría encontrado otro camino para satisfacer las preguntas despertadas en el universo observador.

La multiforme sabiduría de Dios No obstante, el Señor ha elegido usar a su iglesia para resolver la gran controversia. Pero, ¿cómo? “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto”, dijo Jesús (Juan 15:8). “Y me dijo: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré” (Isaías 49:3). Estos versículos prueban que Dios es glorificado por las obras leales y el desarrollo del carácter de su pueblo. “Cantad loores, oh cielos, porque Jehová lo hizo; gritad con

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júbilo, profundidades de la tierra; prorrumpid, montes, en alabanza; bosque, y todo árbol que en él está; porque Jehová redimió a Jacob, y en Israel será glorificado” (Isaías 44:23; véase también Isaías 61:3, 60:21; Ezequiel 36:22). “El honor de Dios”, escribe Elena de White, “el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo”. 4 Observe el verbo que ella usa: “comprometer”. El carácter del pueblo de Dios no es el único factor que tiene que ver con el honor de Dios. Aunque la cruz, por lejos, constituye el centro y el foco del evangelio, el mismo plan de salvación involucra preguntas que van más allá de sacarnos meramente de este planeta. La preocupación real tiene que ver con el carácter de Dios. ¿Es justo y equitativo? ¿Merece el culto, la lealtad y la adoración de su creación? El Señor quiere usar a su pueblo, que tiene una experiencia de nuevo nacimiento que los conecta con su única fuente de poder (véase Juan 15:5; Filipenses 2:12; Colosenses 1:27), para ayudar a responder estas preguntas. “Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter [el de Dios]”. 5 Sin embargo, podemos vindicarlo sólo por causa de la cruz. La vindicación viene sólo cuando nos rendimos diariamente a las provisiones de la salvación puesta a disposición de nosotros por los méritos de lo que Jesús logró para nosotros en el Calvario. No está involucrada ninguna gloria humana. Este concepto está inseparablemente unido a los mensajes de los tres ángeles: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno... diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:6, 7). Comienza con “el evangelio eterno”, que tiene su fundamento en la cruz. Luego debemos “dar gloria a Dios”, y podemos hacerlo sólo a través de la experiencia de la conversión que resulta en obediencia, razón por la cual el mensaje del tercer ángel dice: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los

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mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). Sólo por fe en Jesús puede el pueblo de Dios permanecer leal a la observancia de sus mandamientos y glorificar así a Dios delante de los hombres y de los ángeles.

La hora de su juicio El clamor del primer ángel de que “la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7), significa no sólo que Dios está juzgando sino que él mismo está siendo juzgado: la hora de su juicio ha llegado (quizás esa sea una de las razones por las cuales se nos dice que le demos gloria). En el Salmo 51, la súplica de David pidiendo misericordia, purificación y desaparición de sus pecados se interpreta por medio de una sección que forma un paréntesis: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (versículos 3, 4). Sin esta sección, los versículos dicen: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad... Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”. Pablo cita este salmo: “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado” (Romanos 3:4). La versión Dios habla hoy dice: “Serás tenido por justo en lo que dices, y saldrás vencedor cuando te juzguen”. Aunque el contexto inmediato del Salmo 51 es el arrepentimiento de David luego de su lance con Betsabé, cuando se menciona el borrar los pecados y la idea de que “juzguen” a Dios, esto evoca la idea del juicio preadvenimiento, cuando Dios permite “ser juzgado” mediante la forma en que él nos juzga a nosotros. La escena del juicio previo al advenimiento de Daniel 7, en la que “el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (versículo 10), ocu-

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rre delante de “millares de millares... y millones de millones” de seres celestiales, quienes son testigos del juicio en el cielo. El clamor “la hora de su juicio ha llegado” de Apocalipsis 14:7 se oye antes del fin del tiempo de gracia, porque es seguida inmediatamente por la advertencia en contra de la marca de la bestia y el llamado a guardar los mandamientos de Dios. Sin embargo, en Apocalipsis 15, después que “fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio [que es el segundo departamento del santuario celestial donde se lleva a cabo el juicio]... del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas” (versículos 5, 6). Para este momento el juicio ya debe haber terminado, y también el tiempo de gracia. Ahora los ángeles, saliendo del edificio celestial, derraman estas horribles calamidades sobre la humanidad no arrepentida. Al haber sido testigos ellos mismos de la escena del juicio, están convencidos de la justicia y la misericordia de Dios, razón por la que exclaman: “Oh, Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas” (Apocalipsis 16:5). No sorprende que la Biblia diga: “Pero Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio” (Isaías 5:16). A través de todo el Apocalipsis aparece esta perspectiva cósmica. Se ve a los seres celestiales adorando a Dios delante de su trono. “Santo, santo, santo”, exclaman las cuatro bestias, “Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apocalipsis 4:8). Usando las imágenes del juicio de Daniel 7, Juan habla de ángeles alrededor del trono de Dios: “Y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:11, 12). El juicio investigador sólo cobra sentido con la perspectiva cósmica. El Señor no necesita un juicio para conocer “a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19), así como no necesitaba el monte Moriah para conocer la profundidad de la fe de Abrahán. Sin embargo, las inteligencias celestiales no son omniscientes y no co-

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nocían mejor el corazón de Abrahán de lo que conocen los temas en juego en la gran controversia. El juicio investigador, al aumentar la revelación, forma parte del plan global de Dios para tratar el pecado y la rebelión de una manera justa y equitativa que responderá sus preguntas eternamente. Por esta razón, el santuario en el cielo es real, no porque Dios lo necesite para sí, sino porque los seres celestiales lo necesitan como testimonio de la manera en que Dios trata con el pecado y el proceso por el cual él salva a los pecadores. Por medio del santuario Dios permite que el universo observador vea claramente otro paso en la resolución de la gran controversia. “Ajuicio del universo”, escribe Elena de White, “Dios quedará libre de toda culpa por la existencia o continuación del mal”. 6

El despliegue completo y final Esta perspectiva cósmica también ayuda a descubrir el sentido del Día de la Expiación antitípico. En el santuario terrenal, éste era purificado, simbolizando el juicio preadvenimiento, cuando se purificaría también el santuario celestial (véase Daniel 8:1-4). En el sistema terrenal, sin embargo, no sólo el santuario era purificado, ¡sino también las personas! “Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas... porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová” (Levítico 16:29, 30). La estructura del santuario, en sí misma, era limpiada “de las impurezas de los hijos de Israel”, mientras que las personas debían ser “limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová”. Es así como este ritual anual producía juntamente un santuario limpio y un pueblo limpio: “Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación” (versículo 33). Además de la cruz, el Señor está usando dos factores para ayu-

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dar a aclarar los asuntos en juego en la gran controversia: el desarrollo del carácter de su pueblo y el juicio investigador. En el Día de la Expiación alcanzan su clímax estos dos elementos. Dios tendrá un pueblo limpio sobre la Tierra, quienes por haber permitido que Dios los limpie de su pecado, le traen honor y gloria a él; simultáneamente, en el cielo, cuando el santuario sea limpiado de pecado durante el juicio, Dios también será glorificado. El Día de la Expiación es el único momento en que ambas cosas ocurren simultáneamente en un grande y glorioso clímax delante del universo observador. Además de la limpieza que ocurría en el santuario mismo, simbolizando el juicio celestial, el Yom Kippur terrenal era un ejemplo en miniatura de lo que Dios tendrá masivamente: un pueblo fiel que lo glorifica delante del universo observador. Si una persona puede glorificar a Dios por el desarrollo de su carácter (“En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto” [Juan 15:8]), ¿cuánto más toda una generación? Lo que Dios hizo con las personas del antiguo Israel típicamente, a pequeña escala simboliza lo que Dios quiere hacer con su pueblo moderno en la realidad y a gran escala. Esta demostración del amor de Dios es el punto culminante del plan de salvación, cuando los asuntos en juego son resueltos suficientemente en las mentes del universo no caído como para que Dios pueda derramar con justicia las plagan devastadoras sobre el planeta, y al mismo tiempo resucitar y trasladar a multitudes innumerables a la presencia de los seres sin pecado. “La iglesia”, escribió Elena de White, “es la depositarla de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aun a ‘los principados y potestades en los lugares celestiales’, el despliegue final y pleno del amor de Dios”. 7

La última generación Desafortunadamente, la idea de una generación final, fiel, se enseña generalmente en el contexto de la soteriología y del per-

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feccionismo, no desde la escatología. Sin importar el carácter que desarrolle la última generación, no importa cuán estrictamente guarden “los mandamientos de Dios” y ejerciten “la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12), son salvos sólo por lo que salvó al ladrón en la cruz: la justicia que Jesús forjó para ellos, en lugar de ellos, independientemente de ellos, hace 2.000 años en el Calvario. Cualquier otra cosa es salvación por obras. Dios no está tratando de perfeccionar a una generación para que llegue a ser suficientemente santa como para ganarse su entrada al cielo; más bien, busca a aquellos que por la contemplación de él reflejarán su carácter y permanecerán leales a él de manera tal que lo honren y glorifiquen delante del universo observador. La obediencia a la ley, o aun la perfección del carácter, nunca puede borrar el pecado. Sólo puede hacerlo la justicia sustitutiva de Cristo. La obediencia llega cuando amamos a Dios y queremos glorificarlo delante del universo espectador. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3).

El cuadro completo El adventismo sólo funciona en el trasfondo de este panorama cósmico. La cruz, y la reconciliación que ésta trajo, tienen más sentido sólo en el contexto de la revelación de Dios tanto de su justicia como de su misericordia delante del universo espectador. El ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote en un Santuario literal, incluyendo el juicio preadvenimiento, se vuelve más significativo cuando se lo entiende como otro paso en la finalización de la gran controversia de una manera abierta y justa delante de las inteligencias celestiales. El énfasis en un remanente leal y una generación justa, estudiados en el contexto de las preguntas del universo con respecto a la ley de Dios, su justicia y misericordia, lejos de entrar en conflicto con la verdad de la justificación por la fe, llevan esa verdad a su grandiosa finalización.

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Quizás el aspecto más importante de la dimensión cósmica, desde una perspectiva humana, sea la motivación. Cuánto mejor es esforzarse por alcanzar la santidad, no como un seguro contra incendios, sino por amor a Dios y por el deseo de glorificarlo delante de la humanidad y de los ángeles. Podemos esperar entonces que la generación final esté compuesta por los que están tan conmovidos por el sacrificio de Cristo que decidan obedecerle, sin importar los costos, para que “el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en [ellos]” (2 Tesalonicenses 1:12).

Referencias 1

Elena de White, Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1955), pp. 150, 151. 2 Ibíd., p. 55. 3 El Deseado de todas las gentes, p. 709. 4 Ibíd., p. 625. 5 Joyas de los testimonios (Buenos Aires: ACES, 1975), tomo 2, p. 111. 6 El Deseado de todas las gentes, p. 40. 7 Los hechos de los apóstoles (Buenos Aires: ACES, 1977), p. 9. A menos que se observe lo contrario, todas las citas de la Biblia han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1960, y todos los énfasis en las citas han sido puestos por el autor. Este artículo apareció originalmente en Ministry, Octubre de 1994.

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