Artículos Literatura
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La Escritura de Jean-Marie Gustave Le Clézio en Haï por Dra. Yvonne Cansigno Gutiérrez
Reseña
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De la Devastación Amorosa: La Sangre Erguida de Enrique Serna y la “Carta de una Desconocida” de Stefan Zweig: por Dr. Antonio Marquet Montiel
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Entre la Memoria y el Recuerdo: El Evangelista de Federico Gamboa
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Literatura e Historia en la Nueva Novela Histórica Latinoamericana
por Mtro. Alfredo Moreno Flores
Escribir Como Mujer Entre Hombres. Historia de la Poesía Femenina Mexicana del Siglo XIX, de Lilia Granillo por Dr. Oscar Mata Juárez Cómo nos Describen los Hombres, Cómo nos Ven: La Mirada Femenina de Sara Beatriz y los Clásicos por Dra. Liliana Fort Chávez, Dra. Lilia Granillo-Vázquez
Estudios de Género
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Violencia a Mujeres Indígenas en la Ciudad de México: La Indiferencia Pura por Mtra. E. Violeta Hernández Bautista, Mtro. Tomás Bernal Alanis
por Mtra. Brenda Morales Muñoz
Historia
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La Mirada Crítica de Pedro Castera Sobre los Males de los Mineros en el Siglo XIX por Dra. Edelmira Ramírez Leyva Un Discurso Creado para las Diversiones de 1876 por Dra. Guadalupe Ríos de la Torre
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Literatura
Dra. Yvonne Cansigno Gutiérrez
La Escritura de Jean-Marie Gustave Le Clézio en Haï 1 Dra. Yvonne Cansigno Gutiérrez2
Haï: un simbolismo mágico
Introducción
E
l conjunto de ensayos y libros de J. M. Le Clézio dedicados al México prehispánico y contemporáneo, ha suscitado continuamente un interés particular de especialistas e intelectuales que observan en su obra novelesca, una escritura episódica y marginal. Es el contrapunto de un estilo reconocido a quien le fue otorgado el premio Nobel de Literatura en el año 2008 por su brillante y productiva trayectoria literaria. En palabras de la Academia sueca, al otorgarle el Nobel, se afirmó con beneplácito que el escritor ha sido capaz de “rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano y devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial”. Las obras de Le Clézio denuncian la barbarie, la explotación, la destrucción, y lo precario de todo un mundo violento que coexiste actualmente. Cada personaje de sus historias da pauta para reflexionar y evocar la libertad en oposición a la pérdida y menoscabo de identidad que han tolerado habitantes de África, de países del este de Europa, de América Latina, de las Antillas, de la Isla Mauricio, de Asia y Oceanía, debido a problemas, guerras y genocidios vividos en diferentes épocas históricas. Las traducciones de las referencias que se hacen al libro Haï son responsabilidad de la autora del artículo. 2 Profesora-investigadora del Departamento de Humanidades UAM-Azc. 1
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dibuja un dualismo profundo entre ellas y nuestro mundo occidental contemporáneo, industrializado, desarrollado, sediento de progreso, relegado de sus raíces y amputado frecuentemente de sus orígenes. El interés principal del presente artículo, es el de mostrar, la mirada, la visión y la representación del indio mexicano que elabora J-M.G. Le Clézio en su libro Haï, editado en Francia en 1971, pero que curiosamente están aún presentes en una serie de problemáticas en 2011. A partir de numerosas estancias del autor en México y por la convivencia estrecha con comunidades autóctonas, Le Clézio logra plasmar en Haï, la importancia y el simbolismo mágico del silencio, de la mirada, del arte, de la belleza, de la música y del canto dentro de la concepción del mundo indio.
El francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008 http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http:// bibliotecavilareal.files.wordpress.com/2010/11/jeanmarie_gustave_le_clc3a9zio-press_conference_ dec_06th_2008-2. El escritor pretende cautivar en el lector un compromiso personal que no sólo despierte su imaginación, sino también su reflexión con respecto a él mismo y al mundo que lo rodea. Los textos mexicanos de Le Clézio constituyen el vínculo central de una escritura que se abrevia, de manera reiterativa, en los orígenes de las civilizaciones tradicionales, que toman su impulso y su amplitud a partir de una reflexión profunda y de un serio trabajo historiográfico que se orienta a esperar la regeneración individual y colectiva. Cada obra da testimonio, en efecto, del descubrimiento de culturas tradicionales y
(1984), en la publicación de Tres ciudades santas (1980) , del Sueño mexicano o el pensamiento interrumpido (1988), Pawana (1992), La fiesta mexicana (1997) en la visita de sitios arqueológicos por diversas regiones de la República Mexicana, así como en la observación paciente y crítica que conjuga con la convivencia directa y plena en diversas poblaciones purépechas y mayas. Para un escritor extranjero, esta experiencia sugiere también una comprensión de la grandeza y la tragedia del Indio en la época precolombina y la recuperación de la imagen de un Indio que sobrevive a más de quinientos años de conquista y colonización españolas.
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La representación que Le Clézio hace en sus textos mexicanos, se inicia desde la investigación en archivos y fuentes originales, en publicaciones europeas que realzan la mirada del conquistador, en la traducción al francés de la Relación de Michoacán (1976) y de Las Profecías del Chilam Balam
El Sueño Mexicano o El Pensamiento Interrumpido (1988) http://www.iberlibro.com/servlet/ FrameBase?content=/es/imagegallery/imagegallery. shtml?images=http://pictures.abebooks.com/ AMARTINIC2/1353383775.jpg El autor explota de manera prudente la idea de confrontación entre la tradición y la modernidad, de tal modo que elabora una imagen idílica del indio mexicano partiendo de sus raíces históricas, de sus ritos y costumbres, asumiendo que los indios vivos Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 5
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vienen a ser el motor fundamental de nuestra identidad. Para dar una visión general del tema, el texto elegido para nuestro estudio es Haï, y constituye una de las primeras publicaciones leclezianas donde el autor tiende a recrear una dimensión indispensable para comprender la imagen inherente de la indianidad, cuya cosmología mágica parece penetrar en un pasado universal sin memoria, presente en la modernidad actual.
Las profecías del Chilam Balam (1976) http://www.amazon.fr/gp/product/ images/2070294471/ref=dp_image_0?ie=UTF8&n=3 01061&s=books Para entender el ámbito del indio mexicano que recupera Le Clézio en Haï, es preciso considerar la imagen que el autor le confiere en gran parte de sus textos mexicanos. El hombre Indio es visto sobre todo como un hombre desnaturalizado y devastado por la conquista y la colonización. Esta imagen la concibe en el encuentro paroxístico entre dos mundos y dos modos de pensar totalmente ajenos el uno al otro: “El sueño de oro de los españoles, sueño devorador, implacable 6 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
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que alcanza a veces la extrema crueldad y el sueño antiguo de los Mexicanos, sueño tan esperado, cuando vienen del este, del otro lado del mar, esos hombres”. (El sueño mexicano, p. 11) Para el escritor, la conciencia histórica del indio es fundamental, la expresión de su mundo y la reconsideración de su identidad en la época actual constituyen toda una filosofía universal. En este contexto, el autor se permite reproducir en toda su obra, una serie de temas estrechamente relacionados al drama y al aniquilamiento del Indio mexicano: la violencia, el rapto, la violación, el errar, el exilio, el abandono, la pobreza, el silencio, la soledad y la identidad perdida. El autor reivindica el lazo íntimo que lo une a la figura del indio sufrido, agredido, humillado, conquistado, desposeído, traicionado, colonizado y privado de su identidad cultural, y todavía oprimido actualmente. Asimismo, el escritor elabora, bajo la forma de “revelación documentada”, esa imagen idílica del Indio mexicano que refleja su cosmología ante el mundo moderno, representada por un vínculo mágico con el universo.
Tres ciudades santas (1980) http://www.amazon.fr/gp/ product/images/2070218112/ ref=dp_image_0?ie=UTF8&n =301061&s=books
Le Clézio emprende así una búsqueda arqueológica, etnológica y lingüística con objeto de
mostrar el aniquilamiento sucesivo de las civilizaciones devastadas e irremediablemente perdidas. Explora las fuentes primarias, es decir aquellos testimonios documentales como los códices, así como los vestigios arqueológicos. Posteriormente, continúa con las fuentes secundarias, cuyo punto de vista refleja el imponente trabajo de crónicas, anales, relaciones e historias, así como otras memorias redactadas en español durante el siglo XVI, incursionando en fuentes de segunda mano, compiladas desde esa época hasta nuestros días. De este modo, empieza a escribir a partir de su experiencia como viajero, erudito y traductor. No es curioso observar que en el conjunto de las obras mexicanas de Le Clézio se articula, la noción de armonía prehispánica, que no busca solamente penetrar los mundos indígenas para exhumar su “autenticidad”, sino también evaluar tres siglos de influencia occidental. Para explicar la armonía prehispánica, él evoca un periodo de comunión del hombre con el reino de los dioses, constituido por un régimen politeísta y representado por seres sobrenaturales que poseían una curiosa mezcla de rasgos humanos y animales con diversos elementos de la naturaleza, así como de seres fantásticos conjurados del reino de ultratumba cuyo fenómeno fue único en Mesoamérica. Los paisajes mexicanos surgen como lugares privilegiados en donde la armonía prehispánica prevalece, caracterizada por la belleza de sitios y zonas arqueológicas, de ciudades, de ruinas y de centros ceremoniales profanados por el mundo occidental. Intenta mostrar el simbolismo de una edad de oro en la que reinaban los hombres y el poder de los dioses, sitio donde el cielo se confundía con la tierra y la tierra era el paraíso.
La Relación de Michoacán (1984) http://www.amazon.fr/gp/ product/images/2070700429/ ref=dp_image_0?ie=UTF8&n =301061&s=books
Con el contacto del mundo amerindio, Le Clézio tendrá la suerte de conocer y compartir ritos, costumbres y vida cotidiana de pueblos indios y mestizos, experiencia que no sólo enriquece su periodo de escritor en México, sino también lo pone en contacto con la indianidad. A partir de Haï, Le Clézio empieza a hablar de armonía y fundamenta dicha noción con la naturaleza y la relación que ésta guarda con el indio, su palabra y su silencio: “El encuentro con el mundo indio, actualmente ya no es un lujo. Se ha convertido en una necesidad para quien quiera comprender lo que pasa en el mundo moderno”. (Haï, p.11) Esta experiencia lo lleva a describir paisajes de ensueño, tiempos de historia, mundos alusivos a ritos y tradiciones mágicas por medio del encuentro con lo autóctono. Y es por medio de Haï que Le Clézio muestra el pasado mítico de una vida salvaje, primitiva y edénica, el de los mexicanos de antes del diluvio europeo de la Conquista española. Haï es el encuentro con esa edad de oro que el escritor añora, con sus propósitos de ecología, de equilibrio del hombre con la naturaleza, entre lo mágico y lo real, de equilibrio entre la vida y la muerte, entre el individuo y la sociedad, y entre toda una serie de equilibrios . (Ailleurs, p.124)
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los indios se deshacen de ellos. El significado de estos objetos ejemplifica esta noción y capacidad de desprendimiento que posee el indio y que se opone al sentimiento de posesión y de propiedad que caracteriza al mundo occidental.
La fête chantée (1997) http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http:// ecx.images-amazon.com/images/I/41X8ESR0Y7L._ SL500_AA300_.jpg&imgrefurl El indio de Haï es así un indio universal, ilimitado y armonioso, que no tiene nacionalidad y que no conoce los espacios cerrados. Este indio cierra sus puertas al hombre occidental puesto que es el Occidente el que violó la naturaleza y no preservó su entorno: “Las propiedades son violadas. Las ciudades no desaparecen, extienden su paisaje de hierro y de hormigón, recubren las llanuras aluviales y las colinas. Van con rapidez de un extremo al otro de la tierra, quizás este es el tiempo de las ciudades nuevas, en las que la fuerza de la vida domine. Un mundo hostil rodea al indio y lo aparta de la humanidad occidental que lo ha considerado durante largo tiempo como un ser salvaje.”. (H., p.18) Para enriquecer el contenido del libro, el texto está ilustrado con objetos que tienen una significación particular con respecto a la concepción de vida de los indios. Los objetos para ellos son seres vivos, envejecen y son perecederos. Tienen una función en la vida cotidiana, en sus ceremonias y en sus ritos: sólo sirven cuando son usados, quemados, barnizados o rotos. Cuando ya no son útiles, 8 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
Haï traduce una palabra que pretende ser natural, atemporal, inmaterial, que se manifiesta libre, espontánea, depurada y sublimada, ajena a la experiencia occidental vivida en la temporalidad y en la producción de los bienes materiales Esta visión permite considerar que los indios habitan su mundo, separados de la civilización occidental, con un pensamiento mágico donde la idea de armonía logra preservar la comunión de los indios con el cosmos sin ataduras. El texto sugiere que por medio de la desnudez del cuerpo, los indios manifiestan lenguajes simbólicos que son a la vez múltiples y difícilmente enseñados o aprendidos por las culturas occidentales. Por medio de estos lenguajes, los indios traducen su pensamiento mágico. Desafortunadamente La Conquista de México marca esta diferencia y violenta todo, aniquilando esta armonía mágica. Le Clézio confirma que lo que nos ha separado verdaderamente de los indios, es su pensamiento mágico por medio del cual se establece una armonía del ser con el universo. Haï, constituye así un libro de autoaprendizaje y conduce hacia un camino de espiritualidad cercana a la naturaleza, donde los poderes del silencio en la comunicación del indio son posibles a través de varios lenguajes, en la escucha de varias voces, con el contacto de la naturaleza: los pájaros , las plantas, los ríos, los árboles, la tierra , el sol.
Le Clézio descubre en Haï las tres etapas del ceremonial indio que intentan recuperar toda la noción de armonía prehispánica que sigue el ceremonial de curación de los indios: el canto y el exorcismo: Tahu sa, “el ojo que ve todo”, Beka, “la fiesta cantada” y Kakwahai, “el cuerpo exorcizado”.
El ojo que ve todo: TAHU SA Haï describe la mirada silenciosa del indio que forma parte de su conducta habitual. Se trata principalmente del ojo que ve todo, en el que la mirada del indio ocupa un lugar esencial. Como en la mayoría de las iniciaciones, es el iniciado quien va a aprender a ver más allá. Le Clézio describe esta capacidad del indio como una experiencia sensorial que sobrepasa la capacidad perceptiva común de la gente. A través del ojo es como el indio ve todo y es capaz de ver lo que la mirada no logra ver: “Los ojos ven y no hacen otra cosa. Los ojos no quieren elucidar el misterio. Son iguales a frutos, o a flores. Han atravesado quizás las centenas de biombos de las apariencias, y ya nada los engaña. No se desgarran jamás para abrir las puertas del alma. El alma es inútil ahora, y los ojos ya no la necesitan para expresarse”. (Haï, p. 32-33)
que permite interpretar todos los signos incomprensibles que el indio capta en la naturaleza, por medio del aire, la tierra y el agua. Para el indio no hay lugar para la mirada directa, no hay espejo y no hay manera de mirar al otro: Los ojos ven, pero no ven verdaderamente: son iguales a dos ventanillas de submarino que filman la oscuridad. No hay un secreto, esto es el secreto el mundo visto desde el exterior. (Haï, p.22) Haï muestra explícitamente, con esta primera etapa, que la iniciación que debe seguirse para llegar a una armonía perfecta y a un verdadero conocimiento de sí mismo, implica una reeducación de los sentidos. El verdadero ver es el resultado de un proceso de maduración al cual llega el indio y mediante el cual puede pertenecer al mundo y estar en comunión y armonía con él. En esta manifestación del ser, el pensamiento del indio es un acto ligado a las fuerzas naturales que deja de lado el lenguaje articulado y da prioridad a la mirada silenciosa. Esto recuerda el valor que la naturaleza y el universo tienen para el indio: su mirada los penetra para fundirse en ese mundo.
En este contexto, la capacidad del indio se opone a la percepción del hombre común. Aparece como el único ser que conserva el don de ver todo aún lo que podría venir: La ferocidad, la voracidad de nuestros ojos filman sin cesar el mundo para encerrarlo en sus cajas. ¡Ojos que buscan el sufrimiento, el placer, el horror! Se abren después de esto, ojos ávidos de historia. La mirada es tan sólo la lectura de los signos. (Haï, p.33) El texto muestra que ver para el indio, es también traspasar toda clase de murallas o de trampas; y es una realidad verdadera
Belleza y silencio de la mujer india http://www.absolut-mexico.com/tradicionesmexicanas-4/
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La mirada silenciosa del indio revela el mundo sin expresarlo, sin fragmentarlo. Es un auténtico ver que permite seguir las diferentes fases de la iniciación. En este mundo donde uno ya no se mira y en el cual el indio se expresa por medio del silencio, la belleza se inscribe en la noción de desprendimiento y de armonía por oposición a la concepción de posición y movimiento en la vida occidental. Esta belleza se da naturalmente, en un ambiente de libertad que el indio o la india poseen en su vida cotidiana. La belleza india forma parte íntima de su libertad: “Ilustración de la naturaleza misma, como lo son los pájaros, las flores, las hojas, los insectos. Es una actividad, un movimiento, un deseo. La belleza de la mujer india es el efecto de su libertad”. (Haï, p. 28) Asimismo, el silencio parece ser una espera que se inscribe en el campo del mito y que se explica, en el caso de los indios, como una rebelión inconsciente contra la colonización española. Es un refugio y un reproche mudo y aplastante frente a la agresión que sufrieron las comunidades amerindias. Desde un punto de vista simbólico, el silencio es también preludio a una revelación, que quiere salvaguardar un mundo de esplendor aniquilado. Es igualmente, una facultad de callar sus pensamientos y sus sentimientos puesto que para el indio, se trata de ir más allá del destino, como lo dice el libro El sueño mexicano: “salvando del olvido lo que puede ser salvado”. (Haï, p.63) Ese silencio se vuelve la santificación del mundo y una inserción en un tiempo sagrado que recubre el espacio. El texto confirma que el indio no necesita palabras: “Por el silencio el indio sabe otras lenguas. Sabe hablar pájaro, planta, árbol; sabe hablar tierra, río y sol. Cuando no dice nada con su boca, quizás dice otra cosa sus manos, con su espalda, con sus narices”. (Haï, p.40) 10 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
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El indio de Haï aprende a vivir en el silencio que es su silencio, elemento ontológico por excelencia, que lo caracteriza y que le permite la comunión con el universo. En el interior de ese mundo silencioso, el indio concibe la comunicación: “Las palabras en el silencio son grandes e inmutables como árboles, ninguna agua las arrastra . Las palabras no pertenecen a nadie, no son para vender”. (Haï, p. 39)
La fiesta cantada: BEKA La fiesta cantada (Beka), segunda etapa del ceremonial indio de Haï, se manifiesta sobre todo a través del canto indio y ofrece también ejemplos precisos de esa armonía prehispánica evocada en el libro. Hay que mencionar que Le Clézio vivió esta fiesta cantada desde su estancia en Panamá y conoce todo el simbolismo. Es una experiencia que parece estar más allá del lenguaje mismo. Mirada, belleza y silencio se enriquecen con el lenguaje simbólico de la fiesta, de la música y del canto. Esto revela el espíritu del indio, lazo entre el microcosmos y el macrocosmos. En esta dimensión del mundo indio, diferente a la del mundo moderno, la mirada que la sociedad occidental dirige a la sociedad india no interesa. El público no existe para el indio y todas las manifestaciones culturales representadas por el arte y el teatro en Occidente interrumpen la verdadera comunicación según la armonía india. El valor de igualdad para el indio forma parte de su idiosincrasia y sugiere una energía cósmica que permanecería ciega y desprovista de sentido, si el indio no tuviera la necesidad de expresarse de acuerdo a su manera particular de ser: “Los pueblos indios aprendieron a reconocer estos signos, saben del lenguaje, de la pintura y de la música está en estas crisis. No se trata de inventar palabras o formas”. (Haï, p, 47).
Se observa que el indio habla, se libera y lanza sus vibraciones por medio de la representación mágica del canto: “los tres actos principales del alma, en el curso de las semanas: iniciación, canto, exorcismo”. (Haï, p.48) Estos tres actos son experiencias que le permitirán cumplir su destino en términos de unión cósmica. Se trata de un juego ritual y armonioso que permite el acceso a lo sagrado, y en el que movimientos y actitudes corporales exigen una comunión, una participación y una conexión del cuerpo con la materia. Contrariamente al silencio que obsesiona y caracteriza a los indios, su canto los lleva a un estado particular en el que el lenguaje y el acto se fusionan de una manera mágica, profunda y llena de armonía. Por medio del canto es como el indio se muestra: Muestra el redoblamiento de esa alma: primero exhibiéndola por las palabras del lenguaje, luego por la tonalidad y la animalidad de la voz. (Haï, p. 79) Su música toma así un papel particular que no es lo contrario del silencio sino su complemento. Desde esta perspectiva el papel del canto, de la música, de la melodía, de la voz, de la armonía, en las comunidades indias es solo una expresión de la misma cosa. Los indios no conocen los instrumentos de música convencionales, pero sienten la música y forman parte de ella a través de su canto. La melodía y la armonía no interesan al indio ya que no busca que su música sea bella o escuchada o notada: Rehúsa mostrar una historia. (Haï, p. 58). Su música no tiene sentido. No tiene duración. No tiene principio, ni fin, ni alma. No es una diversión. No es un privilegio. (Haï, p. 59) Para el indio la música existe desde siempre y está presente en el interior de cada hombre y de cada mujer, se le conoce desde siempre: “No se aprende ya que existe desde el nacimiento
del ser, es omnipresente, permanente, habita en la naturaleza misma para recrear el mundo para estar en armonía con el microcosmos y el macrocosmos. Tiene varias identidades: plantas y animales, sólo tiene tres notas es una necesidad para recrear el mundo para luchar contra lo invisible, lo peligroso”. (Haï, p 58 y 60). Así es como la música india se manifiesta en una palabra liberada, vacía de cualquier pasión, de cualquier sentimiento y de cualquier deseo: es útil inmediatamente. (Haï, p.60) y mata al lenguaje. (Haï, p. 64). A través de este acto espontáneo es como el indio imagina todos los instrumentos, todas las músicas y entra en competencia con las voces animales (Haï, p. 63). Para el indio, el canto está ligado a un estado de contemplación que se manifiesta de acuerdo a la naturaleza y no representa ni expresa nada sino que es por sí mismo un grito creador que lo caracteriza, y también es una voz que efectúa el recorrido que le permite acceder al mundo de los dioses, de la magia y por consiguiente, de la armonía cósmica. En Haï el lenguaje articulado aparece como un falso poder de la sociedad occidental porque es una noción contraria que no puede llevar a la armonía. El único medio y la única creación admirable para alcanzarla es el lenguaje indio en el que las palabras no nacen ya en las bocas y las orejas ya nos escuchan más las palabras y el ritmo ya no es un ritmo sino que es un lenguaje interpretado en un cierto modo cuyo original quedará siempre sin traducción. El canto indio es una expresión que alcanza el Universo y una vez que se manifiesta, es un estado puro del lenguaje que posee también el poder de curación a través de su paso por el cuerpo en donde opera: una especie de anestesia que paraliza pensamientos y deseos, que destruye el miedo, el sufrimiento, la muerte. (Haï, p.63) Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 11
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El canto estridente del indio alcanza el silencio (Haï, p.100) puesto que es un canto estridente de vida, de una lógica simbólica donde lo sagrado se evoca como una manifestación de absoluto invisible. Frecuentemente la cultura occidental se encuentra todavía lejos de comprender estos hábitos, estos gritos, estas danzas, este ruido de flautas que caracterizan siempre a los indios de nuestra época. Esta experiencia muestra también que la voz no tiene ya la debilidad de la palabra y que la voz ya no es humana sino que el canto es cantado por otro hombre, otro indio que habita su cuerpo. Por otra parte, el canto indio no es musical, según el criterio occidental de la música: el Indio encontró en la música y en el canto lo que era más rápido y más verdadero que la armonía o la melodía: la magia. (Haï, p.84)
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Es pintura que se completa al mismo tiempo que se elabora: “Pintura mágica, incansablemente repetida, siglo tras siglo, hombre tras hombre, no busca testimoniar, ni reprimir es paralela al tiempo. (Haï, p.110) Esta expresión artística se concibe en forma de magia, donde los indios viven las representaciones de los misterios, siguen las huellas pintadas, hablan, comen, se aman y se unen según las indicaciones que da la magia”. (Haï, p. 42-43)
El cuerpo exorcizado: KAKWAHAI Otro elemento que caracteriza también la noción de armonía prehispánica se desarrolla a en la tercera etapa de Haï: el cuerpo exorcizado (Karwahai). Es una experiencia que existe entre el hombre y el arte como realidad desligada del mundo occidental. Intenta restablecer la idea de armonía y de equilibrio entre el indio y el Universo a partir de su arte que se explica como la unión entre ambos y que se manifiesta por un lenguaje pictórico sagrado y propio de cada comunidad autóctona. El arte indio, en particular tal como lo viven los indios y tal como Haï lo describe, no pretende despertar la admiración y la necesidad de mostrarlo. El texto describe como el hombre indio posee las líneas y los colores que le son necesarios, una doble unión que lo une al mundo puesto que el indio “rige las formas, las pliega a su deseo, las ordena. Y asimismo no inventa sino aquello que el mundo le ordena inventar”. (Haï, p. 109) 12 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
Dibujos y colores: presencia mágica de la naturaleza (huicholes) Página de origen de imagen: http://www.absolutmexico.com/tradiciones-mexicanas-1/ Cabe mencionar que la escritura, los dibujos, los colores y todas las formas realizadas y utilizadas por los indios son vividos como actos naturales enlazados a las fuerzas naturales y se reflejan en su pintura mágica:“Palabras, signos, colores incansables, mil veces repetidos, cicatrices, marcas que se agregan unas a otras, que esconden su sempiterno mensaje”. (Haï., p. 123). En estas actividades sin firma, en las que el hombre talla, corta, troncha, esculpe y la mujer pinta y traza los
signos, ambos conmemoran la fusión de su ser con el universo: cada hombre, cada mujer es una especie de cuadro y la única verdadera tela es su piel: “al pintar su cuerpo, al hacer de sus cuerpos obras de arte, viven en el arte, se confunden con la pintura”. ( Haï, p.132) El indio pinta su cuerpo, porque es la experiencia de conciencia más grande imaginada por el hombre: “La piel es el espectáculo de su vida, que ofrece a los ojos de los demás, y al mismo tiempo la protección de su cuerpo contra las agresiones y las inquisiciones del mundo exterior”. (Haï, p. 135) Cabe señalar que el último soporte de la pintura india es en efecto la piel. La piel es el soporte de sus sueños, la única verdadera tela virgen, el único espejo en donde se refleja el espectáculo que el indio brinda a los ojos de los otros. Sirve también de protección contra el mundo occidental que los ataca. La pintura de su piel se vuelve una conciencia, hecho difícilmente imaginado por el hombre occidental. Esta pintura corporal lo obliga a reconocer en cada ocasión el milagro de la piel, membrana frágil que pide que se le proteja y que se le prepare con minuciosidad para su escritura mágica. Así es como la piel de los indios debe prepararse con el fin de poder desarrollar ese arte armonioso antes de revelar que la magia es la única manera de encontrar la armonía con el exterior. El negro, el rojo y el blanco son los colores que bastan al indio. Con ellos trazan las líneas, cerrándose en círculos, encierran las formas vivientes, evocan dibujos y colores que no les pertenecen, conjuran imágenes y sombras, creando signos que desfilan y dan movimiento tras movimiento. Este arte libera a los indios de sus represiones y de sus miedos y al mismo tiempo es una belleza viviente que existe por sí misma, sin tener
que ser reconocida, exhibida, vendida. (Haï, p. 151). Lo más importante para el indio y la india es el hecho de saber que llevan sobre la piel los signos cotidianos, la expresión de su belleza y de su libertad. Así es como el arte indio nos recuerda la comunión entre el hombre y el mundo, el útil y el artista, también evoca la esclavitud que han sufrido las comunidades indias desde hace siglos, y que se percibe como un acto sublimado a través de una pintura hereditaria en la que todos los indios son pintores y artistas.
Conclusión La cosmología del indio se manifiesta en Haï, por medio de su silencio, de su canto, de su música, de su arte y de sus fiestas. La imagen del indio es evocada por medio de la memoria de los vestigios del mundo precolombino y la búsqueda de los pueblos indios que han quedado, hasta cierto punto, intactos, lejos de las grandes corrientes de la industrialización del mundo occidental. Cada comunidad indígena resurge como una palabra viviente, como la fuerza mística que han sentido los pueblos que viven en el silencio, y por consiguiente, en la armonía. Es en el silencio indio donde se encuentra de nuevo la armonía primordial, cuando los hombres, los animales y las plantas eran uno, un simbolismo sagrado que nos habla de vida cósmica y de tiempo. Le Clézio logra mostrar con cada descripción una cuestión profética en el mundo actual: el reflejo del drama planetario del indio y del destino de un sinnúmero de culturas que reclaman históricamente, de un modo nostálgico, la esperanza de un regreso a sus orígenes por la vía de una mística de la vida.
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Con Haï parece borrarse el tiempo histórico buscando una realidad que creíamos desaparecida y que el escritor quiere recuperar con el texto, no solamente para él, sino también como un mensaje para la humanidad. Cabe señalar que la problemática amerindia continua abrumando la identidad profunda de los indios, ya sea a nivel local o a nivel planetario, sea de orden lingüístico o cosmogónico considerando civilizaciones que han sufrido crueles procesos de colonización. En América, bastaron algunos meses de conquista para desencadenar uno de los más grandes cataclismos de la historia de la humanidad donde el amerindio tuvo la desgracia de ser trágicamente aniquilado y posteriormente asimilado por la vulnerabilidad de su pensamiento mágico frente al poder destructor del conquistador occidental.
Bibliografía LE CLÉZIO, JEAN-MARIE GUSTAVE 1971 Haï. 1971, Genève, Col: Skira. _____________________________ 1976 Les prophéties du Chilam Balam. Paris, Gallimard, Col: Le Chemin. _____________________________ 1984 Relation de Michoacan. Paris, Gallimard, Col: Tradition. _____________________________ 1988 Le rêve mexicain ou la pensée interrompue. Paris, Gallimard, Col : NRF Essais.
De la Devastación Amorosa: La Sangre Erguida de Enrique Serna y la “Carta de una Desconocida” de Stefan Zweig: Dr. Antonio Marquet Montiel1
O
bra dentro de la obra, más particularmente, representación teatral dentro de la narración, “Carta de una desconocida” ocupa un lugar central en la trama de la novela Sangre erguida (2010) de Enrique Serna. Después de comer con su familia catalana, reina en Juan Luis Kerlow un “buen estado de ánimo” y decide ir al teatro.
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[Juan Luis] Quería ver una pieza profunda y seria que le aportara algo enriquecedor, no un sainete ramplón con monigotes de paja. Eligió Carta de una desconocida, la adaptación teatral de un relato de Stefan Zweig, que daban en el teatro Romea. (p. 81)
1980 Trois villes saintes. Paris, Gallimard, 1980, Col : NRF. _____________________________ 1992 Pawana. Paris, Gallimard, Col: NRF. ______________________________ 1993 Diego et Frida. Genève, Editions Stock. _______________________________ 1997 La fête chantée. Paris, Gallimard, Col : Le Promeneur.
La pieza despliega un tipo de relación y perfila un tipo de mujer que si bien contrasta con las opciones que propone una novela de Serna llena de hallazgos, todos los desenlaces no se distinguen para nada por su optimismo. La noveleta austriaca plantea una relación sin esperanza, quizá en función de una pasiva entrega total de la amante. En la novela de Serna, ninguna de las mujeres (Romelia, Laia, Judith…) se entrega de esa forma extrema, quizá porque las contrapartes masculinas (Bulmaro, Ferrán, Juan Luis) no están en una posición central como el escritor anónimo,
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Profesor-investigador del Departamento de Humanidades UAM-Azc.
ni son objeto de un fuerte proceso de idealización.
Enrique Serna escucha los argumentos de Alberto Ruy Sánchez, presidente del jurado del premio Antonin Artaud. Foto tomada por Antonio Marquet. Ninguno de los tres protagonistas de Sangre erguida es admirado: por el contrario, Laia no puede tolerar la idea de verse casada con un actor porno que además la ha engañado haciéndose pasar por investigador; Ferrán, en tanto que impotente, provoca en todo caso lástima o solidaridad; está estigmatizado y se protege bajo la imagen de un solterón. Ninguno de ellos goza de esa completud narcisística con la que está envuelto el escritor austriaco: se trata de un ingeniero mecánico, un actor porno, en calidad de extranjeros, sudamericanos, en Barcelona. Y de un contador, empleado de una compañía de bienes raíces. En este espacio reflexionaré Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 15
Literatura
sobre las características de un póquer de historias de amor que llegan hasta la autoinmolación en el contexto de la más reciente novela de Enrique Serna.
Dr. Antonio Marquet Montiel
aunque sin quererlo, está llena de deseos y exigencias. En particular, le señala cómo estuvo con él en tres ocasiones, sin que él la reconociera como alguien con la que ya había cruzado más de una palabra; sin que él se percatara de que ya había sostenido relaciones sexuales con ella. Aunque para sus adentros ella suplica: “‘¡Que me reconozca, que me reconozca!’, gritaba mi mirada.” Desde la perspectiva del escritor, ella no es nada más que una aventura; una relación de una noche.
Enrique Serna dedicando un ejemplare de La sangre erguida (Planeta, 2010), en la Residencia de la Embajada de Francia, el 15 de marzo de 2011. Foto tomada por Antonio Marquet.
nada en el mundo se parece al amor, inadvertido para todos, de una chiquilla oscura; amor sin esperanza, y tan servil, tan modesto, tan vigilante y apasionado como jamás puede llegar a ser el de una mujer ya hecha que, 16 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
el viejo me comprendió mejor que tú en una vida entera. Todos, todos los hombres me han querido; todos han sido buenos para mí, menos tú, tú, que me has olvidado; sólo tú, ¡que nunca me has conocido! La entrega absoluta de ella, contrasta con la absoluta indiferencia de él. Ella le dice que ha tenido muchos pretendientes, a los que ha rechazado en aras del intenso amor que siente por él. Incluso como prostituta (se vende para pagar la escuela privada de su hijo) ha tenido una serie de pretendientes que le han ofrecido casarse con ella:
En “Carta de una desconocida” (1927), una mujer que permanece en el anonimato escribe una carta a un escritor mundano del que se enamora y con el que tiene un hijo. Le escribe justamente el día que muere su hijo, mientras espera que llegue el servicio funerario. En la carta, le cuenta su historia de amor absoluto y sin esperanza hacia el escritor al que ella idealiza fuertemente. Un amor disimétrico en el que las diferencias se multiplican no solo por la edad, una adolescente y un hombre adulto; sino por el contraste entre un ser fuertemente idealizado frente a una chica que se pinta desprovista de atributos:
después cuando trabaja en un taller de costura, y luego como prostituta. Tiene la convicción de que como joven, obrera o prostituta, no puede aspirar a que un escritor tan mundano del que se ha enamorado perdidamente, se fije en ella o quiera retenerla a su lado. Su entrega es tan pasiva como total: ella nada le pide en ningún momento; lo único que le reclama es que él nunca la haya reconocido, nunca se haya fijado en ella, en contraste con su sirviente del escritor amado que sí la reconoce:
Enrique Serna en la Residencia de la Embajada de Francia, en la ciudad de México, el 15 de marzo de 2011. Ceremonia de entrega del Premio Antonin Artaud a su más reciente novela, La sangre erguida (Planeta, 2010). Foto tomada por Antonio Marquet. Finalmente él la utilizó, puesto que ella se mostró totalmente disponible, puesto que no puso ningún freno a sus requerimientos sexuales: “… fui yo misma la que me ofrecí, la que me lancé a tu pecho, la que me arrojé a mi destino…”. En las tres ocasiones, ella pasó la noche con él. Primero cuando ella regresa a su antigua casa y le entrega su virginidad; años
me he vendido. No he llegado a ser eso que se llama una chica del arroyo, una mundana, pero me he vendido. Tenía amigos ricos y galantes. Primeramente los busqué yo, y después me buscaron ellos, porque yo era- ¿no lo habías notado?- una mujer muy bonita. Cada uno de aquellos a quienes me entregaba me tomaba cariño; todos se enamoraban, todos se mostraban adictos y me querían todos, excepto tú, amor mío. Entre sus amantes destaca, por ejemplo, un marqués que se encarga de la educación de su hijo quien estudia en el mejor establecimiento de Viena...
Enrique Serna en la Residencia de la Embajada de Francia, en la ciudad de México, el 15 de marzo de 2011. Ceremonia de entrega del Premio Antonin Artaud a su más reciente novela, La sangre erguida (Planeta, 2010). Foto tomada por Antonio Marquet.
Un oscuro anonimato Un hecho digno de resaltar es que en la carta no haya un solo nombre. Es decir que una parte de no reconocerla se deriva del hecho de que ella no le da su nombre, esperando que el escritor tenga la cortesía de preguntárselo. Ella le reprocha que: No preguntaste cuál era mi nombre ni dónde vivía: de nuevo era yo para ti una aventurera, un ser anónimo, una hora apasionada que se pierde en el humo del olvido sin dejar el menor rastro tras de sí. Al final de la carta, le revela que era ella quien le enviaba, anónimamente, un ramo de rosas blancas en cada uno de sus cumpleaños, en recuerdo de las rosas que él le dio la primera noche que pasaron juntos: siempre al llegar tu cumpleaños te enviaba un ramo de rosas blancas exactamente iguales a las que me diste después de nuestra primera noche de amor. En estos diez u once años transcurridos, ¿Te has preguntado alguna vez quién te las enviaba? ¿Has recordado alguna vez a aquélla a quien Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 17
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diste unas rosas iguales? No lo sé ni lo sabré jamás. Enviártelas desde un oscuro anonimato, hacer revivir aquella hora una vez cada año, era para mí suficiente. Es sintomático esa pertinaz estrategia de retener el nombre. Ella actúa como si preparara para la auto-inmolación final. Se entrega al escritor para que goce de ella como cuerpo solo, desprovisto de las coordenadas simbólicas en las que el sujeto es ubicado a través del nombre. Ella se ofrece como cuerpo para gozar una noche. Esta instauración relacional extrema, infrecuente en parejas heterosexuales, que no corresponde a las maneras de la relación institucionalizadas como el noviazgo, el matrimonio, el concubinato, permite evocar otros goces, como el amor que no puede decir su nombre. En este contexto, no son infrecuentes las relaciones desprovistas de correspondencia, afectividad y duración. Al prohibir a las parejas del mismo sexo la estabilidad afectiva en una relación consolidada y reconocida por los códigos, se produce la multiplicación de parejas sexuales. La proliferación de relaciones de la redactora de la carta es una exploración de las posibilidades afectivas cuando uno de los integrantes se ofrece sin condiciones. ¿Habría que corresponder con la misma devoción a alguien que se entrega tan pasiva y totalmente? En el fondo, ¿lo que ella quisiera es que le correspondiera de manera similar? ¿Puede alguien responder con algo equivalente a lo que el otro ofrece? Es decir ¿existe en las relaciones la correspondencia o un asomo de retribución? Uno ama; otro es amado... Ella tiene mucha información del escritor. A pesar de haberla gozado, él no ha registrado
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su existencia. Ella lo ha convertido en eje de su vida. Para él, ella no es sino una aventura a la que ni siquiera puede sumársele otra aventura. Solo después de mi muerte recibirás este legado mío, el de una mujer que te ha amado más que a nadie y a la que nunca has conocido, el de una que siempre te ha esperado y a la que no has amado nunca. ¿El amor tan intenso del amante puede obligar al amado, ingratitud y goce en estado puro? Es digno de destacar también que por una vez, ella será la escritora, invirtiendo los papeles. Uno puede circular anónimamente, hacer sexo anónimamente, vivir anónimamente, pero cuando se escribe hay que jugársela, jugarse en primer lugar, implicarse totalmente. Ella sin embargo no da su nombre, ni el de su hijo, o las coordenadas donde está enterrado su hijo. Busca culpabilizar al otro. Hacer que sienta su frivolidad, su falta de sensibilidad, cuando ya no puede hacer nada por remediarlo. La revelación final tiene como objeto atizar fuertemente el sentido de culpa. Tras el amor que dice porfesarle, aparece el odio más siniestro: ella quiere que el amado cargue con la muerte de un hijo que nunca conoció y con su propio suicidio. Enrique Serna en la Residencia de la Embajada de Francia, el 15 de marzo de 2011. Ceremonia de entrega del Premio Antonin Artaud a su más reciente novela, La sangre erguida (Planeta, 2010). Foto de Antonio Marquet.
Una desconocida; tres proyectos de goce en el crepúsculo
— Es maravillosa –dijo--, me ha pegado fuerte.
Para articular la “Carta de una desconocida” de Stefan Zweig con la trama de La sangre erguida2, es importante señalar que Juan Luis Kerlow haya conocido a Laia, la única relación con final relativamente feliz en la novela de Serna, en una adaptación para teatro de este relato. Emocionado por lo que acababa de ver, identificado con el escritor: “Juan Luis temblaba de zozobra metido en su piel” (p. 82), ¿Juan Luis buscaba a una mujer que fuera capaz de entregarse de esta manera a él? “¿Y si alguna de ellas lo adorara desde la penumbra con esa abnegación heroica?” (p. 82) En todo caso, hay un pacto de lágrimas, es decir, una creencia de ambos (el actor porno y la chica del guardarropa) en una relación de entrega total, en torno a esta historia que forma el piso emocional en el que se conocen Laia y Juan Luis:
— Yo también lloré en el estreno –dijo la chica, virando al español, y le ofreció un pañuelo desechable para secarse las lágrimas.
Sin advertir la estupefacción de Juan Luis, la muchacha le preguntó en catalán si había disfrutado la pieza.
2
Hay que señalar que “Carta de una desconocida” se presentó en Barcelona en 2007. “El próximo 27 de septiembre el Centre d’Arts Escèniques de Reus (CAER) estrenará en el Teatre Bartrina de Reus CARTA D’UNA DESCONEGUDA, de Stephen Zweig. El montaje, dirigido por Fernando Bernués, está protagonizado por Emma Vilarassau, Marta Marco, Carlota Olcina e Ivana Miño, que dan vida a diferentes momentos vitales de un mismo personaje. Después de su paso por Reus, la obra se presentará el 3 de octubre en el Teatre Borràs de Barcelona y también hará gira por Cataluña.” http://www.artezblai.com/artezblai/200709145280/ estreno-de-carta-de-una-desconocida-de-stephenzweig-dirigida-por-bernues.html
— Gracias, deberían repartir pañuelos junto con las entradas… (p. 83) Si, dada su profesión y sus atributos físicos, a Juan Luis las mujeres le piden que las satisfaga y pagan por ello; ¿quisiera el estudiante fracasado convertirse en el hombre al que se le entregan las mujeres sin pedir absolutamente nada a cambio? Los polos en los que se organizan las figuras femeninas en los que se mueve Juan Luis es por un lado una mujer poderosa, concreta, que no solo paga la tarifa, sino que exige calidad en los servicios; frente a una mujer imaginaria que se inmola; que se satisface dándose y dándolo todo (y carga la factura al amado con el suicidio, con una enorme dosis de culpabilización). Juan Luis, como todos los personajes en Sangre erguida han logrado o están en busca de un cambio radical3: Ferrán Miralles se transforma de impotente en burlador; de víctima en victimario. De exhibido como impotente, en exhibidor en redes sociales de sus amantes en videos que les tomó clandestinamente. Bulmaro Díaz abandonó la prisión de alta seguridad que es la felicidad marital en la que él era el patriarca proveedor, el padre, el propietario de un negocio asentado en el que se realizaba como ingeniero mecánico para partir siguiendo a una cantante dominicana 3
“El papel de científico en viaje de estudios le había gustado más, mucho más que el de estrella declinante de cine porno. Tal vez necesitaba parecer otro para empezar a serlo.” (p. 80) Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 19
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sin futuro (cuya voz no es espectacular) a Barcelona4 donde no puede siquiera rentar un local para establecer un negocio similar al que tenía en Veracruz. Bulmaro dejó la estabilidad emocional, económica y profesional para convertirse en un ilegal que terminará como vendedor ambulante de sustancias restringidas, enredado con la mafia china y finalmente acusado de tráfico y fraude. Ninguna de las mujeres, Romelia (la dominicana por la que padece Bulmaro) Judith (la compañera que exhibe al adolescente Ferrán) se comporta como la anónima protagonista que escribe la “Carta de una desconocida”.
El rostro siniestro del amor Siendo la desconocida quien define tanto el inicio como el final de la relación ¿por qué opta por ocultarse, es decir, por qué revela su historia sólo ante la muerte de su hijo y la inminencia de la suya propia? ¿Por qué colocarse en una situación en que tiene cero derechos, despojándose hasta quedar en cero atributos, sin esperanza de nada y crea un escenario para representar la imposibilidad de ser correspondida? De acuerdo con su propio relato, la desconocida pierde todo: a su hijo, el respeto social, su vida familiar, sus posibilidades profesionales… a cambio de casi nada: excepto que la penetren en tres ocasiones y un ramillete de rosas blancas. Su relato se articula como degradación permanente, segura, total. Rechaza todo aquello que puede paliar el ritmo del paulatino descenso. Su proyecto de ruina total, sólo perceptible desde el momento de la escritura de la carta, 4
Bulmaro “… se había sumado en calidad de comparsa al proyecto existencial de Romelia.” (p. 24)
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le lleva poco más de una década pero logra acercarse hasta la muerte o al menos a una forma de melancolía patológica. Cuando puede mostrarse en la desolación absoluta, decide trazar su trayectoria y esto porque posibilita una nueva manera de arruinarse: Escribir significa para ella exhibir sus fracasos en serie en una vitrina. A este riguroso encadenamiento de daños, ella le llama amor rendido, entrega total, pasión amorosa: puro simulacro. En realidad, la carta remite a un narcisismo siniestro, puesto que se coloca en un más allá del rescate, del remedio, de una solución positiva, de cierta negociación. Ella decide escribir cuando ya no hay posibilidad alguna de reparación; no permite rectificación o alguna forma de desagravio. Aunque no hay que perder de vista que cada uno de los entuertos que padece es producto de su decisión (no proporciona datos sobre las circunstancias de la enfermedad y muerte de su hijo, que está sometido a ser el reflejo del padre). Por otro lado, un ser tan idealizado como el escritor está en relación inversa directa con el envilecimiento de la emisora de la carta. El proceso de idealizar al otro se lleva a cabo a fuerza de autodegradarse, de entregarse como objeto… Resulta claro que entregarse de esta forma significa renunciar a seducir al otro, desistir a conquistarlo, declinar la posibilidad de tener el mismo estatus que el otro. Desde el principio, ella cultiva la disimetría. Desde su punto de vista, el amor implica una renuncia total. La narradora opta por la disimetría amorosa, elige un escenario masoquista (¿solo es posible acercarse al otro si hay una entrega como objeto; solo en tanto que objeto cosificado habría una oportunidad)? Al entregarse como objeto, ella obliga al otro a que la utilice como objeto.
¿Qué significa ofrecer durante diez años un ramo de rosas de cumpleaños y luego intentar sumirlo en la culpa de por vida? La amante anónima le reclama que el escritor no la haya reconocido. Sin embargo, se puede argumentar que sí la reconoció: es decir la trató como objeto invisible, irreconocible, tal como ella se presentaba. No fue sólo una vez que la utilizó, que pasó una noche de placer: fueron tres. Lo suficiente para establecer otro tipo de relación, si hubiera querido. ¿Cómo logra mantenerse como desconocida?, ¿cómo logra transformarse en sujeto-adisposición-total? El enamoramiento se produce cuando es menor de edad; la entrega cuando es mayor… La amante desconocida acecha al amado, pasa largas horas ante su domicilio para verlo pasar; lo espía. Quien corteja es ella y lo hace de una manera porfiada: la seducción pronto se transforma en persecución. Ella logra convertirse en un sujeto no-amable; a ninguno de sus parejas le permite que la ame. Es un sujeto siniestro. De la misma manera que no se conoce su nombre, no se conocen los límites de sus acciones, emprendidas siempre de manera unilateral, obsesiva, extremista. Más que amor, se trata de una obsesión en que el objeto amado ocupa toda la mente. El escritor amado se convierte en coartada para que ella pueda prostituirse, degradarse moralmente, aislarse socialmente. Un amor del tipo que profesa la desconocida, no construye al sujeto. Por el contrario, lo empobrece, lo aísla, lo destruye. ¿Cómo es el amante en La sangre erguida? Sin duda, mucho menos radical, pero a fin de cuentas, no se queda demasiado lejos de ese frenesí pasional autodestructivo de la mujer “desconocida”.
El gusto transgresivo del veracruzano Bulmaro Díaz lo lleva a dejar la estabilidad de su familia; a abandonar los incontables beneficios que le reporta su figura patriarcal, para ir a fregar trastos y recoger bragas en Barcelona; luego plantar la cara cuando le niegan un préstamo en el banco (del cual lo echan de manera poco cortés); improvisarse como vendedor ambulante de sustancias controladas; ser detenido por la policía con un billete falso; convertirse en prófugo de la justicia, para finalmente ser aprehendido y encarcelado, no sin antes falsificar sus documentos. Para decirlo de manera popular: soporta todos estos males por andar de caliente. Ferrán Miralles por su parte, va de la impotencia a la cárcel, de ser el hazmerreír de sus compañeros por haber fracasado con Judith, bastión en el que no pocos de sus compañeros triunfaron, a ser golpeado por violar a una menor musulmana; ser despedido de su empleo por colgar en Youtube las intimidades de la cliente principal de la compañía (“por error”), a darse cuenta de que no era por el viagra por lo que superó el problema de impotencia. Irónicamente pasó toda su vida en el engaño, alimentando amarguras y resentimientos. La caída preside también el sino de la estrella del porno, Juan Luis Kerlow quien después de pasar por una etapa crepuscular como actor en Los Ángeles, hace el ridículo públicamente al no tener erección durante el rodaje en Barcelona, pierde la estima familiar, es sorprendido como mentiroso por su esposa; atraviesa por un episodio psiquiátrico en un hospital, antes de probar las mieles de un final feliz un poco forzado. Las tres historias de amor que constituyen La sangre erguida dan cuenta de los desfiladeros por los cuales transitan tres hombres sumidos Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 21
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en la crisis de la edad madura. El precio que pagan los cuarentones es particularmente elevado: dos de ellos lo arriesgan todo por breves instantes de satisfacción sexual. Aunque cumplen sus fantasías, dos terminan en la cárcel y otro hace escala en un hospital psiquiátrico con producción delirante y tratamiento de estabilización.
un barrio elegante de Viena. Cada monólogo perfilaba con mayor hondura la magnitud de ese amor sublime y desesperado: la ilusión de la niña que observa con arrobo al hombre maduro y triunfador hasta deificarlo en la fantasía, la pasión de la jovencita que le entrega su virginidad sin esperar nada a cambio, el dolor de la mujer madura que a pesar de haber tenido un hijo con él, prefiere arrastrar su reputación por el fango con tal de no someterlo a un chantaje emocional. (p. 81)
Entre la Memoria y el Recuerdo: El Evangelista de Federico Gamboa Mtro. Alfredo Moreno Flores1 La búsqueda del recuerdo muestra efectivamente una de las finalidades principales del acto de memoria: luchar contra el olvido, arrancar migajas de recuerdo a la rapacidad del tiempo. La memoria, la historia y el olvido. Paul Ricoeur Un romancier n’est, au fond, qu’un historien de gens n’ont pas d’histoire.
Detrás de lo gracioso que puedan resultar los diálogos de Bulmaro Díaz con su pene; o lo excitante que pueda aparecer el itinerario del actor porno que domina a voluntad sus erecciones, las trayectorias son devastadoras. Los personajes caminan a la ruina total alentados por risueñas fantasías de goce. En este contexto vale la pena preguntarse: Enrique Serna en la Residencia de la Embajada de Francia, en la ciudad de México, el 15 de marzo de 2011. Ceremonia de entrega del Premio Antonin Artaud a su más reciente novela, La sangre erguida (Planeta, 2010). Foto de Antonio Marquet. La representación de la “Carta de una desconocida” introduce en el escenario al amor como entrega total; también anuncia el desastre emocional, legal, económico al que tendrán que enfrentarse los protagonistas: … le permitió comprender el texto de cabo a rabo y compenetrarse anímicamente con la desconocida del título, una mujer de temperamento romántico, enamorada desde la pubertad de un famoso escritor que ocupa un piso vecino al suyo en 22 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
Moi, j’ai entendu dire Que l’amour fait souffrir, Que l’amour fait pleurer, A quoi ça sert d’aimer?
Bibliografía SERNA, ENRIQUE 2010 La sangre erguida, México, Planeta. ZWEIG, STEFAN “Carta de una desconocida”, Edición electrónica. __________________ 1992 “Lettre d´une inconnue” en Romans et nouvelles, trad Révisée par Brigitte Vergne Cain y Gérard Rudent, Le Livre de Poche, La Pochoteque.
Edmond de Goncourt
http://www.literatura.inba.gob.mx/ literaturainba/diccionarios/images/ uploads2/federico_gamboa.jpg
En 1920 era elegido presidente el primer caudillo triunfador de la Revolución, el sonorense Álvaro Obregón, miembro de un sector social no ligado a la oligarquía sobreviviente de la “dictadura honrada” (Pacheco, 1999, 19) de Porfirio Díaz, el que ya encumbrado en el poder presidencial bromeaba con anécdotas sobre su niñez: “En mi casa éramos tantos que cuando había queso gruyère a mí sólo me tocaban los agujeros” (Krause 1998, 271). A diferencia de su antecesor en la más alta magistratura y último resabio del porfirismo, 1
Profesor-investigador del Departamento de Humanidades UAM-Azcapotzalco.
Venustiano Carraza, el general Obregón era un caudillo de nueva generación. El vencedor de Pascual Orozco, Victoriano Huerta, Emiliano Zapata y Francisco Villa; representaba una nueva generación de políticos surgidos del movimiento armado que terminó con una era en la que se habían implementado medidas que permitieron la consolidación del Estado. Éstas, llevadas a cabo por la gran habilidad política del “héroe del 2 de abril” que supo atraerse o reprimir, según fuera el caso, a personajes de los distintos grupos políticos que se formaron a la muerte de Benito Juárez y al posterior gobierno de Lerdo de Tejada, así como a sus propios simpatizantes.
El general Obregón encabezando el desfile militar en honor al presidente de la Huerta. http://www.inehrm. gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-agua-prietagaleria La paz porfiriana duraría desde 1877 hasta 1910 y tendría como rasgos positivos un crecimiento económico, hasta lograr un inusitado superávit, acompañado del auge en las exportaciones y una incipiente modernización en infraestructura y en comunicaciones que
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posibilitaron el crecimiento de las primeras industrias mexicanas. Por el contrario, hubo una desigual repartición de la riqueza; los propietarios –en muchos casos extranjerosy latifundistas crecieron bajo la protectora sombra del gobierno. Los desfavorecidos fueron los sectores bajos del campo y la ciudad que conformaron un nuevo “ejército” de jornaleros que sólo contaban con su fuerza de trabajo para subsistir. Al final, en 1910, el sólido sistema de recompensas y represión porfiriano no pudo con el paso del tiempo, la gerontocracia oligárquica fue suplida por una generación más joven y con ideas muy diferentes, emanada de una década de combates y luchas de facción. En un periodo análogo al de la dictadura porfirista vivió Federico Gamboa (18641939), testigo privilegiado del auge y la caída de un sistema de gobierno que después de largas luchas internas, guerras, invasiones y anarquía pudo dar los primeros pasos hacia la cimentación de instituciones republicanas. Lo anterior, junto a un proceso de secularización que fundamentó su legitimidad a través de un aparente respeto a la legalidad. También, el régimen pactó con los grupos de poder: la Iglesia, los caciques locales y a su vez controlaba al aparato represivo. José Emilio Pacheco nos señala algunos momentos cumbre de la vida de Gamboa: En 1876, ya de 12 años, Gamboa se encierra a piedra y lodo con su familia para ver el primero de sus desfiles salvajes: la entrada en México del vencedor, el chinaco Porfirio Díaz, de cabello largo y barba sin cortar. La irrupción de la plebe y su jefe máximo en el mundo de la decencia capitalina es tanto más aterradora en cuanto que Díaz no sólo ha derrotado a Lerdo de Tejada, sino a José María Iglesias que se consideró el presidente legítimo, y es el hermano de la madre de Gamboa […] Al comenzar 1913 Gamboa está en Bruselas, en Bélgica 24 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
y Holanda [...] Aborrece a Madero, que lo ha conservado en el puesto, y lo juzga un demente cuya debilidad lleva a México al abismo. Lo horroriza el segundo desfile salvaje: el cuartelazo de la Ciudadela, la destrucción de la hermosa capital porfiriana, los asesinatos de los hermanos Madero y el vicepresidente Pino Suárez. Le repugnan Huerta y la intervención del embajador Henry Lane Wilson, con quien ya había chocado desde 1909 (Pacheco 1999, 16).
Ambos personajes, pues, sufrieron penurias y orfandad en sus primeros años,3 aunque no formaban parte de la misma generación. Obregón nació en 1880 y su entorno fue diferente por necesidad: ranchero y emprendedor. En cambio, Gamboa con quince años más, fue educado en un ambiente citadino y culto, aunque lleno de privaciones hasta que su padre logra conseguir un empleo que lo obliga a trasladarse con toda la familia a Nueva York, lugar en donde Gamboa aprendería inglés y francés, bases que le sirvieron en su camino de literato, pasando por el ejercicio del periodismo. La sucinta comparación biográfica entre Gamboa y Obregón tiene como finalidad subrayar el choque ideológico y generacional entre los últimos porfiristas y los nuevos revolucionarios.
centro económico, político y cultural que era la ciudad de México no gozó de las ventajas y prebendas por lo que, si bien reconocía la estabilidad del periodo, no tenía lazos emocionales ni políticos y menos formaba parte de la burocracia del régimen. Para Gamboa la dictadura significó estabilidad y oportunidades de mejoría inusitada. Sin embargo, el respeto por la tradición y al orden del escritor no será compartido por el revolucionario sonorense, como ejemplo las acciones implementadas a su arribo a la ciudad de México, en 1914, al mando de sus batallones yaquis: impuestos al clero y expulsión de curas; empréstitos a los ricos y a los extranjeros; y a éstos últimos una segunda humillación: “barrer las calles” (Krause 1998, 283). La ciudad para Gamboa era inspiración y lugar propicio para la moralización de la sociedad, para Obregón la ciudad era sinónimo de traición y decadencia.
El momento de la escritura, la evocación recurrente y el horizonte enunciativo Patio de Palacio después de la aprehensión de Madero http://bicentenario.com.mx/?p=915 Pese a lo anterior y al horror que manifiesta Gamboa en sus diarios, algunas circunstancias lo acercaban a Obregón, la más clara, una admiración por Porfirio Díaz. De hecho, el caudillo sonorense señaló que lo único que se debería achacar al dictador fue que se puso viejo.2 Además, la familia de Obregón sufrió la pérdida de buena parte de su patrimonio después del triunfo liberal de 1867 por simpatizar, como fue el caso de la familia Gamboa, con el Archiduque Maximiliano. 2
Incluso Obregón no luchó en la primera fase de la revolución al primer llamado de Madero; será hasta 1912, cuando éste triunfa, que se une a las filas revolucionarias (Krause 1998, 275).
Porfirio Díaz en las fiestas del centenario http://www. ayeryhoydf.com/coleccion Así pues, el entorno cultural coadyuvó a que el literato formara parte de la élite ilustrada y reconociera como necesaria la dictadura de Díaz; el ingeniero empírico, en cambio, sin medios ni conexiones sociales, alejado del 3
A los trece años Obregón cultiva tabaco e instala una pequeña fábrica de cigarros, aprende fotografía y carpintería, la necesidad lo hace “monedita de oro” (Krause 1998, 271).
El apartado anterior ayuda a comprender algunos puntos que, al igual que separan a Gamboa y Obregón, apartan a los porfiristas de los revolucionarios. En 1920 el literato mexicano era ya muy conocido por su novela naturalista Santa y podía vivir –con apuros casi perennes según cuenta en su diario- de las regalías de sus otras novelas que eran traducidas y seguían editándose (Gamboa 1996, 9). Un año después escribe –aunque se publica hasta 1922- la que sería su última novela: El evangelista. Conviene señalar que tenía un subtítulo: novela de costumbres mexicanas,4 algo que no puede ser una simple 4
En todos los tomos de los diarios, en su edición moderna (1996), aparece una “Cronología” y en la que corresponde a 1922 se asienta el subtítulo que desaparece en la edición de El evangelista publicada en 2005 y que es retomada en la versión en línea: http://www.lanovelacorta.com/evtp.php. Consultado el 20 de diciembre de 2010. Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 25
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guía editorial, sino una de las pretensiones del autor y que adelante se desarrollará. El tema se le había ocurrido años atrás, incluso sabía las posibilidades genéricas: 15 de mayo [1921].He comenzado el cuento destinado a Pictorial Review, de Nueva York; se llamara “El evangelista”, y es un viejo argumento arrumbado en el archivo de mi memoria, que tanto puede dar una novela corta como una larga, un drama o una película (Gamboa 1996, 24). La cita no sólo sirve para fijar el momento exacto de la escritura de la novela. También, permite reconocer que la temática estaba presente en Gamboa y potenciar el horizonte enunciativo. En este sentido, hemos tomado el concepto de Gadamer, que propone una lectura y concepción de horizonte, al cual se accede por medio del círculo hermenéutico. De manera breve, se puede señalar que el horizonte no sólo es el punto hasta donde la mirada alcanza a “ver” (comprender), también se relaciona con las limitaciones que nuestra visión puede presentar (interpretar) y que es resultado de nuestra situación histórica y social. Con base en lo anterior, y considerando los pocos datos existentes sobre El evangelista en lo relativo a su recepción e impacto en la literatura nacional,5 es pertinente, y con la aspiración de re-construir su horizonte enunciativo, acudir al apoyo de otros géneros 5
Poco es lo que se sabe de su recepción, no se ofrecen datos en la introducción a la edición de 2005 editada por la UNAM. Por otro lado, Verónica Hernández en la presentación en línea señala “su última novela, la que insiste en recordar el pasado, es totalmente ignorada por las historias de la literatura mexicana”. http://www.lanovelacorta.com/ evtp.php). Consultado el 20 de diciembre de 2010.
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discursivos utilizados. El antes aludido es el diario personal que comienza a escribir Gamboa en Buenos Aires en 1892, aunque su publicación será hasta 1908. Por cierto, a diferencia de las innumerables reediciones y adaptaciones cinematográficas y teatrales de Santa, los varios volúmenes de su diario no gozan de semejante popularidad. José Emilio Pacheco señala que el Diario fue “una libreta de apuntes del narrador naturalista, un cuaderno para practicar sus credo estético, recoger en vivo historias, personajes, escenas, frases lugares, atmósferas” (Pacheco 1995, XXVIII y XXIX). El Diario de Gamboa es un cruce entre la autobiografía y las memorias, registros cercanos que se cultivaron durante todo el siglo XIX. Aunque es necesario resaltar que las fronteras entre ellos es subjetiva y móvil, ya que en los dos géneros la narración de lo vivido es llevada por alguien que cuenta su vida o experiencia. La distinción radica en que mientras la autobiografía narra lo que se ha dicho y se ha hecho, las memorias dan cuenta de lo que se ha visto, hecho y conocido (May 1982,150). En el caso del escrito por Gamboa la frontera es más difusa, lo personal cruza con el entorno, revelando logros y miedos, pero muy poco de intimidad profunda; parece que el cuidado que tuvo el escritor fue motivado por considerar que serían publicadas y leídas.6 Son sus memorias hermosas justificaciones que nos permiten conocer aspectos -por fuerza idealizados- del entorno social y de los juicios del autor sobre su tiempo. En este sentido, encontramos algunas opiniones que nos sirven. La primera de 1894: Y suponiendo que a Zola su obra y sus teorías le salgan equivocadas y 6
Así lo refiere en la dedicatoria del primer tomo de su diario firmado en 1903: “Para mi hijo, cuando sepa leer” (Gamboa 1994, 5).
defectuosas, no veo por qué ha de barrerse con el sistema en que milita él, en que han militado los clásicos de todos los tiempos, el sistema honrado, valiente, de decir la verdad, decir lo vivido, lo visto, lo que codeamos, lo que nos es familiar. Demuéstrese la falsedad de la escuela, demuéstrese que la verdad es falsa, y entonces sí habrá que someterse al fallo de sus enemigos, de los que prefieren los castillos feudales y los trovadores pálidos y películas empolvadas [que] nos quedan a millones de distancia, los conocemos mal, al través de lecturas no digeridas, mientras que las tragedias contemporáneas –morales y materiales- están a nuestro alcance (Gamboa 1994, 150). La anterior, no sólo era una clara defensa del naturalismo, era una crítica a la “idealización romántica” que producía “engendros calenturientos” (Gamboa 1994, 151). Pero Gamboa no se quedaría ahí, señalaba lo que debería ser un novelista: un obrero que recoge los materiales del camino, los arrebatados a su familia, a sus amigos, a los conocidos y que debería trabajarlos hasta “darles belleza artística”, a diferencia del novelista de “ayer” que era un “enfermo que se torturaba el cráneo hasta extraerle algo formidable y enmarañado” (Gamboa 1994, 151). En aquel periodo finisecular, el novelista –por oposición al anterior- debía plasmar lo observado y vivido, buscando una verdad como la que buscaban las ciencias exactas, con el naturalismo francés como modelo, considerando las diferentes circunstancias entre la Francia de Napoleón III y el México de Porfirio Díaz. Así pues, el primer deber del artista/escritor, según el literato mexicano, era retratar lo mejor posible, el mundo social
que le ha tocado atestiguar, en una tonalidad naturalista y “sincera” (Gamboa 1994, 151) copiándolo lo más posible. Sin embargo, el escepticismo “experimental” que profesa Gamboa en 1894 no es el mismo en 1922, como bien señala José Emilio Pacheco, después de Santa ya nada sería igual, el escritor adquiere por derecho propio título y trato de “don Federico” (Pacheco 1994, 148) atrás quedaron las noches de crápula y gozo con hetairas idealizadas. En plena consolidación de los gobiernos posrevolucionarios un Gamboa curado de su escepticismo retoma con fuerza la tradición y el dogma católico, junto a suspiros melancólicos por el viejo régimen porfirista.
Homenaje a Gamboa por Santa http:// circulodeestudios-centrohistorico.blogspot.com Con la idea de fundamentar lo referente a un suceso muy particular en la vida de Gamboa y que parece trascender en el mundo diegético de El evangelista, conviene hacer mención que en su primer texto autobiográfico Impresiones y Recuerdos, el escritor señalaba que la época de la Intervención Francesa “ofrec[ía] una mina inagotable y apenas explotada” ya que eran hechos que todos “deberíamos sabernos de memoria” (Gamboa 1994, 148). Pero, sin Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 27
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duda, un dato de mayor importancia es que diez días después del señalamiento sobre el comienzo de la escritura de la novela, por casualidad, el escritor encuentra -al hojear El Diario del Imperio- una nota, que reproduce íntegramente en su diario, dirigida a su padre, con fecha de marzo de 1866 y firmada por el mismísimo Emperador Maximiliano, en la cual se entera que su progenitor fue nombrado “gran oficial de la Orden Imperial de Guadalupe” por sus buenos servicios y en un tono de afable encomio (Gamboa 1996, 25). El literato mexicano confiesa que leyó la nota con “acendrada devoción”. La nota es de relevancia no sólo para la memoria familiar de Gamboa sino que explicaría, en parte, las muestras de afecto por el aciago Emperador que más adelante aparecen en el diario, un ejemplo: lamenta que la prensa no haga mención o recuerde el fusilamiento en el cerro de las campanas al cumplirse su aniversario.7 Esta admiración por Maximiliano y el reconocimiento que le hace éste a su padre, abre la posibilidad de considerarla como uno de los motivos que tuvo Gamboa para incluir en El evangelista al Emperador como único personaje histórico que, además de aparecer en primer plano, su actuar es determinante tanto en la trama como en el personaje principal, Moisés Torrea.
7
“19 de junio [1921]. No hay periódico que siquiera aluda al aniversario de hoy, en que se cumplen cincuenta y cuatro año del fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía, en el Cerro de las Campanas. ¡El odio es una ponzoña que todos llevamos dentro, salvo muy raras excepciones en nosotros los hombres!” (Gamboa 1996, 28).
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Portada del Harper’s Weekly de Agosto de 1867 http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Execution_of_ maximillian_mejia_miramon.png
José Luis Blasio, Querétaro fin del Segundo Imperio Mexicano, 2005, p.109
De lo anterior, han quedado claros dos hechos: a Gamboa el Segundo Imperio en México y la figura del Emperador lo atraen por motivos personales –además, su primo José Luis Blasio fue secretario particular de Maximiliano y estuvo con él durante el sitio de Querétaro8 - y que el argumento de su última novela estaba presente en sus recuerdos desde 8
Anota Gamboa, en su diario, correspondiente a 1922 y 1923, señalamientos recurrentes al parentesco que tiene, y a la relación cercana de Blasio con Maximiliano, hasta que anuncia la muerte de éste: “falleció en Tacubaya José Luis Blasio, mi pariente y muy viejo amigo” (Gamboa 1996, 129).
largo tiempo antes de su escritura. No parece, pues, que la escritura obedezca a penurias y preocupaciones puramente financieras como las que de manera intermitente asoman en su diario en ese año.9 Entonces, podemos considerar que los elementos clave que soportan la escritura de El evangelista caen dentro del recuerdo y de la memoria, tanto en un sentido individual como social. Por lo anterior, conviene traer a cuento un estudio panorámico de perspectivas y posiciones contemporáneas sobre la memoria.10 Hoy se considera, a pesar de que existe más de un siglo de investigaciones sobre la memoria, que no hay una teoría definitiva sobre la misma desde distintas perspectivas como la que aportan la neurología, la psicología o la filosofía. Sin embargo, lo que se puede enunciar son los diversos elementos que comparten, y guardan relación, la dimensión de lo ya “ido”: recuerdo, olvido, percepción y aprendizaje, por señalar los más importantes. Siguiendo a Siegfried Schmidt, es posible concebir la memoria como una construcción social que rebasa al individuo y que es la base de la continuidad cultural. Es decir, hay Escribe Gamboa en su diario: “Entregué en la joyería La perla para su venta mis candelabros que compré en Bruselas. La necesidad me obliga a ello, pues las monedas siguen bastante escasas, desgraciadamente.” En el mismo sentido anuncia: “14 de julio [1921]. Sin que al fin me condonaran las contribuciones atrasadas, es decir con una erogación de 1000 pesos, hoy consumé ante notario la venta de mi casita de la calle de Fresno (Gamboa 1996, 20y 31). 10 Específicamente el artículo de Siegfried J. Schmidt, “Investigaciones sobre la memoria: posiciones, problemas, perspectivas”, Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana, 2000, pp. 265-324. 9
algunas certezas sobre lo que es la memoria desde la perspectiva de las ciencias duras, y especulaciones, más o menos sustentadas, desde las ciencias humanas.11 Aunque un punto en común es pensar a la memoria como una compleja red neuronal que re-construye episodios idos, y no como un archivo en espera de ser utilizado (Schmidt 2000, 267-268). Lo anterior, se torna imposible por la complejidad del funcionamiento del cerebro y por los tres elementos estructurales que lo hacen funcionar: genéticos, medioambientales y epigenéticos. Además, el proceso de recordar, como el de aprender, no son necesariamente actos regulados por la conciencia; se tiene certeza sobre redes neuronales, no sobre redes conceptuales y menos aún sobre el lugar exacto de la memoria (Schmidt 2000, 281) si acaso ésta puede ser entendida como una red de estructuras cognitivas duraderas. La memoria, desde esta perspectiva, no conserva el pasado, en todo caso lo actualiza.12 Como Ricoeur señala, el recuerdo no consiste: “en evocar el pasado, sino en efectuar saberes aprendidos, ordenados en un espacio mental” (Ricoeur 2003, 40-41). Sin embargo, parece adecuado suponer que la memoria está unida a los procesos Una de las más profundas y detalladas está en la propuesta de Ricoeur que enriquece de manera extensa y crítica. Un ejemplo de esto último: “La fenomenología de la memoria no puede ignorar lo que [se llama] la trampa de lo imaginado, en la medida en que esta configuración en imágenes, que se acerca a la función alucinatoria, constituye una especie de debilidad, de descrédito, de pérdida de fiabilidad para la memoria” (Ricoeur 2003, 79). 12 Aquí habría que señalar que la consideración abarca a la denominada memoria a corto plazo y la de largo plazo (Ricoeur 2003, 286). 11
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de percepción y deducción (Schmidt 2000, 296) por lo que se entiende el motivo de que algunos conciban a la memoria como función neurofisiológica y al recuerdo como una construcción cognitiva. En todo caso, memoria y recuerdo mantienen una relación que, para fines prácticos, podemos concebir inseparables. Como lo señala Schmidt, el proceso de construcción de la memoria es más cercano a una narración constructivista que a la salida de un archivo: Operamos no con el pasado, sino con historias, en cuya construcción participan las representaciones que nos hacemos de las condiciones del pasado. Estas representaciones, no el pasado, nos dan la dimensión de referencia de nuestros recuerdos (Schmidt 2000, 299 y 305). Entonces, es posible considerar a las vivencias y recuerdos asentados en los diarios de Gamboa, más que verdades absolutas, como actualizaciones sobre hechos pasados que se mezclan con el presente y circunstancias del escritor que potencian su marco enunciativo y permiten enriquecer el análisis de El evangelista con apoyo de un género discursivo (las memorias) más cercano al literario que al histórico. No debe dejarse de lado que los diarios de Gamboa mantenían cercanía con los realizados por los hermanos Goncourt, pero los del escritor mexicano trascienden el ámbito literario para dar cuenta de lo político y de lo social según señala José Emilio Pacheco (1994, XXVI).
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aparecen determinados socialmente y son, pese a sus esfuerzos, incapaces de eludir un destino que los aplasta, resultado de su condición social. Han pasado casi diez años desde que Gamboa conoció a Zola en París, el 4 octubre de 1893, y a pesar de lo breve y superficial de una entrevista que lo decepciona, Gamboa agradece que el escritor francés le firme un álbum y escriba: “Une oeuvre d’art est une coin de la nature vu à travers un temperament”, además, decide no dejarle ninguna de sus novelas, ya que Zola lee “con dificultades grandísimas” el español a excepción de artículos periodísticos que dan cuenta de sus obras (Gamboa 1994, 110). Menos decepcionado, Gamboa se reúne, días después, con otro escritor admirado: Edmond de Goncourt, el que se muestra menos parco y más abierto a charlar, incluso critica abiertamente a Zola: es un ingrato y un afortunado. Al final, también él firma el álbum de Gamboa y escribe: “Un romancier n’est, au fond, qu’un historien de gens qui n’ont pas d’histoire” (Gamboa 1994, 114). Frase que bien se puede aplicar a las pretensiones de El evangelista y que será sustentada.
La memoria como receptáculo de la tradición En 1902, fecha de la publicación –en Barcelona- de Santa, todavía encontramos claros elementos naturalistas. Los personajes
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Edmond de Goncourt dans son cabinet de travail, http://fr.academic.ru/dic.nsf/frwiki/56478
Portada de ejemplar de Pictorial Review, http://www.atticpaper.com/proddetail.php?prod=1921pictorial-review-cover-earl-christy Del mismo modo, y a través de sus diarios, que conocemos la fecha aproximada del inicio de la escritura de su última novela, así pasa lo mismo con el final: Gamboa señala en su diario, el 4 de agosto de 1921, que fue notificado, por Pictorial Review, de que El evangelista sería publicada y, más adelante, el 6 de octubre señala que ha recibido el cheque de 60 dólares como primer pago de una “novela exquisita”.13 La brevedad de la novela no impide que haya un amplio recorrido temporal de medio siglo en el universo diegético del personaje principal: Moisés Torrea, viejo escribano que en el presente de la narración, 1918, se enfrenta a una modernidad que poco a poco lo sobrepasa. La trama de la novela así se resume: una voz narrativa omnisciente da cuenta de los principales sucesos de la vida de Torrea cuando conoce al emperador Maximiliano en Querétaro, en 1867, y decide unirse a sus tropas en un arrebato juvenil 13
Un segundo pago, de monto similar, lo recibiría en enero de 1922 (Gamboa 1996, 38 y 55).
irresistible. Es muy importante señalar que la anécdota -suceso primordial de la tramaen la cual Maximiliano es condecorado con una medalla de bronce, en pleno sitio de Querétaro en marzo 1867, es validada por estudios históricos recientes y del momento14 y nos parece afortunado el que Gamboa haya escogido un hecho que bien le pudo contar el secretario particular del Emperador, su primo, José Luis Blasio. También pudo haber consultado una de las fuentes originales que dan cuenta del suceso, una de ellas las memorias de príncipe Salm Salm publicadas en México desde 1869, por cierto, fuente en la que varios historiadores se han basado para dar cuenta del acto.15 El suceso es así narrado en El evangelista: Lo que vino a determinar la súbita resolución de Moisés [unirse a las tropas monárquicas], fue la solemne distribución de la medalla del Mérito Militar, que el Emperador en persona llevó a cabo el día 30, en las anchuras de la Plazuela de la Cruz […] allí, el Emperador, en medio de aplausos, aclamaciones y vivas que los cañonazos opacaban, una por una fue prendiendo en muchos pechos fieles que nunca palpitaron de miedo y entonces palpitaban de emoción, la medalla diminuta de oro, de plata, La anécdota es corroborada por el Conde Egon Corti en Maximiliano y Carlota (originalmente publicada en alemán en 1924) 2003, p. 569. En el mimo sentido es corroborado por Konrad Ratz, incluso hay una fotografía de la medalla, en Querétaro fin del Segundo Imperio Mexicano, 2005, p. 180. 15 La ficha completa es: Félix de Salm Salm, Mis memorias sobre Querétaro y Maximiliano, México, Imprenta de Tomás F. Neve, 1869. 14
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de bronce -primera, segunda y tercera clase- que premiaba la lealtad y el valor. Concluida la imponente ceremonia, el general Miramón (según Moisés oyó que apellidaban al apuesto militar), previa venia del soberano, le prendió a éste una de aquellas medallas, pero no de las de oro o plata que fulguraban en los dormanes y guerreras de oficiales y jefes, sino una de la de bronce que habían correspondido a los humildes, los soldados y “clases” (Gamboa 2005, 14-15).
Formación militar imperial en Querétaro y foto de Maximiliano con medallas durante el sitio en Konrad Ratz, Querétaro fin del Segundo Imperio Mexicano, 2005, pp. 102 y 191. El episodio será la base histórica de la que parte el narrador que continúa dando cuenta de los diferentes hechos en la vida de Torrea: siguen algunos lances militares en los que participa, incluyendo su ascenso. 32 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
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Posteriormente, el flamante alférez es herido y queda inválido de una pierna, además de proscrito, al triunfo de los liberales. Se enamora de su cuidadora, la cual le regala “la delicadísima flor de su pureza” (Gamboa, 2005, 23). Después de un largo periplo de 17 años por el país, regresa a Querétaro y conoce a su hija. Decide trasladarse solo a la ciudad de México y comenzar un negocio en Santo Domingo como escribano hasta el presente diegético en 1918. La narración se presenta al lector en forma de analepsis; son las vivencias de medio siglo de vida y las experiencias de un hombre al que la historia le pasa factura al haber estado en el bando perdedor y nos muestra, también, el proceso de cambio y modernización de la sociedad mexicana.
Plaza de Santo Domingo a finales del siglo XIX, http://www.ayeryhoydf.com/postales/plaza-de-santodomingo Han pasado dos décadas desde el debut triunfal de Santa y se nota un cambio en las posibles intenciones del autor y en diferentes niveles que resaltan si la comparamos, aunque de manera sucinta, con El evangelista. Vale recordar que al inicio del siglo XX el contexto y las circunstancias que rodean a Gamboa y al país son muy diferentes, él se encuentra en Centroamérica gozando las ventajas de la diplomacia, y en México el régimen dictatorial de Porfirio Díaz goza aún de reconocimiento y buena salud. Santa da cuenta de la vida
nocturna y pecadora de los señores, en muchos casos “decentes” que acuden a las casas de citas, a los teatros y restaurantes so pretexto de una bohemia que lejos está de los preceptos morales que la buena sociedad mexicana sostiene, y que continuamente son recalcados por una voz narrativa que juzga sin piedad a hetairas y solicitantes. Una voz narrativa que no sólo otea lo que narra, sino que se erige como autoridad inatacable, casi como un demiurgo, que muestra lo que puede sucederle a los que optan por sumergirse en el pecado de la carne: un camino sin retorno. Por eso, Santa no puede redimirse, no puede ser amante o querida y dejar de ser una prostituta, ni el amor/deseo de El jarameño -español y torero- ni el dinero del “decente” señor Rubio la redimen. Escapa de ambos para entregarse al pecado de la lujuria, Santa no puede escapar a su destino, el narrador apunta: “Igual a lo que se pudre o apolilla y que, en un momento dado, nadie puede impedirlo ni nada evitarlo, así fue el descenso de Santa rápido, devastador, tremendo” (Gamboa 1992, 267). La hetaira, en su caída, pasa por todos los niveles del mundo de la prostitución citadina.
lectura censurable e inadecuada para “ser leída por señoras”; a lo que Gamboa contesta: “…le garantizo a usted que mi pobre Santa no es un libro inmoral, muy al revés, y para convencerse de ello, tómese usted pena de leerlo” (Gamboa 1996, 19 y 20). En ese mismo año, y a través, de su diario, conocemos qué tanto la vida y circunstancias del escritor como del país, y por supuesto de la ciudad más porfiriana, han cambiado.
Al final, el castigo ejemplar, un cáncer irremediable que el amor obsesivo del ciego, y pianista, Hipólito no pueden combatir, ni siquiera con el pago de una operación de emergencia, a la cual no sobrevive Santa. El narrador siempre se mantiene en un nivel moral, incluso, por encima del lector, parece recordarle lo que le pasa a las mujeres que optan por vivir de la lujuria y a los hombres que gustan de esos lugares en donde el placer se compra y se vende. El mensaje moralista es más que claro. Por eso, Gamboa se ofenderá en 1921, señala en su diario, que en el entierro de su amigo Manuel Sierra Méndez un sacerdote jesuita –cuyo nombre se “le escapa”- le comenta, con supuesto pesar, que varias señoras, en confesión, se han acusado de leer Santa, razón por la cual le parece una
La década de 1920 es para Gamboa un tiempo de retroceso: se queja de no le alcance el dinero; de su viudez; de su mala salud; de una pensión no reconocida por sus 25 años de servicios al gobierno; de que sus amigos y conocidos se vayan muriendo. No soporta que los revolucionarios, especialmente los sonorenses, aspiren a la presidencia, y particularmente recala en contra de Villa, ante el cual claramente se horroriza; espera que triunfe el candidato de Carranza. Sin embargo, las relaciones con la elite porfirista le permiten acceder a una cátedra en la escuela Nacional Preparatoria, sus amigos son “Pepe” Portillo y Rojas, “Pancho” Sosa, [Emilio] Rabasa, Carlos Díaz Dufoo; por el contrario, se queja de los nuevos intelectuales como Ezequiel A. Chávez y especialmente de José Vasconcelos.
Imagen de Santa, versión fílmica de 1931, cinetecanacional.net
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Se escandaliza por “el día del maestro”; de que haya un enésimo levantamiento contra el gobierno –ahora en Oaxaca-; de que ande circulando un panfleto en la ciudad llamando a una “degollina de frailes, ricos y reaccionarios (Gamboa 1996, 28); de que el Partido Socialista le intente cobrar diez pesos para ser miembro de éste; de que hayan destituido a Antonio Ramos de su cátedra de Jurisprudencia por alabar, en un discurso frente a Obregón, a Iturbide. Hay una aflicción que los ingresos de sus novelas y su vida social no pueden atenuar. De hecho, señala: “[En] cuantas palabras pronunció en público, se asoman la desesperanza y la amargura que llevo dentro frente a la obra destructora de mi pobre México” (Gamboa 1996, 37). Entonces, parece plausible sostener que al escribir El Evangelista Gamboa tiene en mente dar respuesta a los que están destruyendo “su México”. La voz narrativa no es la incuestionable y flamígera de Santa; ahora se trata de una voz nostálgica que busca rememoración y que busca respeto por una tradición construida por la gente bien. En particular, se queja de que a nadie parezca importarle los imperios idos ni el propio porfiriato.16 No es casualidad que la virtud esté representada en el viejo escribano monárquico que con amargura observa, día 16
De hecho, desde los polémicos textos de Francisco Bulnes -especialmente contra la figura histórica de Juárez, en 1906- y con las múltiples respuestas, algunas de ellos igual de furiosas, en el momento de la escritura de El evangelista, no existen publicaciones relativas al Segundo Imperio. Será hasta finales de la década que comiencen a ser publicados artículos relacionados con el tema en Excélsior y sobre todo El Universal, uno de ellos escrito por Victoriano Salado (Pani 2004, 125-176).
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a día, los cambios que arrasan personajes e instituciones de un pasado, siempre percibido como mejor. Al analizar los personajes que aparecen en El Evangelista no encontramos a los miserables, de medios o de moral, sometidos por el pecado que encontramos en Santa, casi todos -a excepción de las dos “ahijadas” del liberal y sucintamente inmoral don Herculano- pertenecen a diferentes segmentos de la clases decentes de la sociedad mexicana,17 hasta el elemento sensual de “pornógrafo” por el que atacarían a Gamboa desaparece. El protagonista, Moisés Torrea, sufre por un presente que no entiende y al que no parece querer asimilarse, incluso su refugio y centro de trabajo lo “protege” de la modernidad desordenada por el ir y venir de diferentes huestes revolucionarias que
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En el siguiente listado se da cuenta de los personajes que aparecen en El Evangelista, comenzando por el nombre, oficio, ideología y clase social a la que pertenece: Moisés Torrea: ex militar monárquico y escribano “evangelista” en los portales de Santo Domingo, conservador/ media; Herculano Paz, ex militar liberal retirado y comerciante de una miscelánea en los mismos portales, liberal/media; Don Bartolo, padre de Moisés, administrador de la hacienda “La Puerta”, sin ideología/media; Doña Nicolasa, madre de Moisés, ama de casa, moderada/media; Jesusa y Catalina Calatrava, primas de Doña Nicolasa solteronas queretanas, monárquicas/media; Emperador Maximiliano, Líder carismático del Segundo Imperio, monárquico/liberal/alta; Consuelo, jovencita hermosa, nieta de Moisés, mecanógrafa-taquígrafa y su compañía en el año de 1918, sin ideología/media baja; Rosario Murcia, madre de Tules y abuela de Consuelo, conservadora/media; Tules, Hija de Rosario y Moisés, Sin ideología/media.
no respetan a los “catrines” de la ciudad de México. Pero Torrea no sólo es mudo testigo, es guardián de una memoria que no debe olvidarse, el evangelista le cuenta hasta la saciedad su historia de lucha, amores, personajes y hechos inolvidables a su nieta Consuelo, que por amor filial no se lo reprocha. Hay en todos los niveles de la novela una devoción por el pasado inmediato. Por ejemplo, en lo relativo al espacio se da cuenta, además, de la plaza de Santo Domingo y calles circunvecinas (Calle de Granada 14, “adentro” y “con vista a la calle” o del cementerio de Dolores, “en la zona municipal y gratuita”) de los lugares en los cuales Torrea conoció y combatió al lado de las fuerzas conservadoras en Querétaro. Parece que así como la ciudad conservadora fue el último reducto de los imperialistas, así Torrea es el guardián de la memoria y de la tradición constituida en medio de la paz porfiriana, esa que se menciona y que se representa en el subtítulo: “novela de costumbres mexicanas”. Para bien o para mal, los derrotados son parte de ese nuevo país que surge después de la revolución y de los caudillos, no se les puede borrar, sobrevivirían, así como han sobrevivido los portales de Santo Domingo. Al final, la labor de contar la historia de los que no la tienen, como Goncourt señalara, se percibe en al leer El evangelista. El escritor francés cuenta la de los desposeídos y Gamboa de los vencidos que tampoco se pueden olvidar.
Al margen Con lo anterior, es posible considerar que las memorias/autobiografías de Federico Gamboa son documentos que enriquecen, y amplían, el estudio del horizonte enunciativo al momento de escribir El evangelista. Aunque se pretende un carácter veraz a este tipo de narraciones autorreferenciales, en el
caso de los escritos por Gamboa, lo cierto es que son construcciones verbales que recogen sólo lo que le interesa al autor que se sepa de su vida, están construidos para lo público y no únicamente para lo privado. Tienen, por extensión de lo anterior, una lógica verosímil y reivindicativa, no son testimonios desvalorizados. Pero, sin estos documentos sería muy complicado aspirar a una reconstrucción que aspire a ser profunda, no sólo del estilo o del tono utilizado por el autor, son juicios y prejuicios en el sentido que Gadamer propone; son las grietas por donde queda expuesto el ser histórico del novelista y de la tradición a la que pertenece. Además, hay que considerar que pese a lo que sus recuerdos pudieron ayudarle, Gamboa en 1867 tenía tres años y es improbable que no haya recurrido a las memorias, orales y escritas, de protagonistas que vivieron los sucesos y que de buena gana le contarían sobre el suceso histórico sobre el que se fundamenta la trama novelesca. Tampoco se puede dejar de lado que el agradecimiento por parte de Maximiliano a su padre no tuviera nada que ver con la escritura de la novela. Al comparar ambos géneros discursivos, encontramos dos formas diferentes en las cuales se hace presente la memoria que pasa de lo puramente individual a lo social; accedemos a dos maneras de construir la memoria social. El evangelista es la prueba de que Gamboa podía crear ambientes y personajes, fuera del ámbito moralista y pecaminoso de su más famosa Santa. Moisés Torrea tiene historia porque a Gamboa le interesa que la tenga, no es un simple personaje que aparece en un momento determinado; toma una decisión que, si bien le resulta en tribulaciones, sufrimiento y nostalgia, tiene la potestad de elegir, es decir, la historia no le pasa por encima, es resultado Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 35
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de su propia voluntad. Aunque al final, un inexorable progreso y una modernidad que no entiende lo sobrepasan, y aunque su amada nieta lo abandone por culpa de amor, lo cierto es que dolido y traicionado fue el guardián fiel de la memoria y de la tradición. Una tradición que sigue viendo con nostalgia, incluso en la actualidad, esa época de contrastes, tiranía, paz, represión y progreso que fue el porfiriato.
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a historia y la literatura se han desarrollado a la par desde los tiempos más remotos, como es posible apreciar desde las primeras manifestaciones épicas de la cultura occidental. Ambas surgen de la epopeya, donde mito y relato eran fondo y forma de una narración compartida en sus técnicas y procedimientos. Sin embargo, su relación ha sido siempre confusa, algunas veces muy cercana y otras veces antagónica. La intención de este trabajo es abordar los vínculos que se dan entre éstas dos disciplinas en la nueva novela histórica latinoamericana, así como exponer brevemente los rasgos que la caracterizan y el contexto en el que surge esta corriente literaria. En la primera mitad del siglo XX, en América Latina aparecieron algunas novelas de corte histórico como Las lanzas coloradas (1931) de Arturo Uslar Pietri y El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier2 que comenzaron a
Profesora-investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México. 2 Diferentes teóricos, como Seymour Menton, Peter Elmore o Fernando Aínsa consideran a Alejo Carpentier como el precursor de la nueva novela histórica en América Latina. Véase La nueva novela 1
perfilar una nueva forma emergente de novela histórica alternativa a la tendencia tradicional del género. Sin embargo, esta nueva tendencia sólo fue dominante hasta la década de los años ochenta con la consolidación de la corriente conocida como nueva novela histórica. Las obras que se insertan en esta corriente comparten un denominador común: plantean la pertinencia de hacer una relectura de la historia.3
histórica de la América Latina 1979-1992, La fábrica de la memoria: la crisis de la representación en la novela histórica latinoamericana y Reescribir el pasado: historia y ficción en América Latina, respectivamente. 3 Entre este tipo de novelas destacan: Terra Nostra (1975), Gringo Viejo (1985) y La Campaña (1990) de Carlos Fuentes; El general en su laberinto (1989) de Gabriel García Márquez; Los pasos de López (1982) de Jorge Ibargüengoitia; Santa Evita (1995) de Tomás Eloy Martínez; Noticias del Imperio (1987) de Fernando del Paso; Los perros del paraíso(1983) de Abel Posse; La tragedia del generalísimo (1983) de Denzil Romero; El entenado (1983) de Juan José Saer; La guerra del fin del Mundo (1981) de Mario Vargas Llosa; Yo el Supremo (1974) de Augusto Roa Bastos; 1492: Vida y tiempos de Juan Cabezón de Castilla (1985) de Homero Aridjis; La corte de los ilusos (1995) de Rosa Beltrán; Madero, el otro (1989) de Ignacio Solares, entre otras. Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 37
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Portada de “El reino de este mundo”, Editorial Universitaria, Chile, 2010.
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a la población. En este contexto, la literatura fue un medio utilizado para aglutinar a estas sociedades heterogéneas en las que se fincaban las nuevas naciones. No obstante, la literatura, como todo arte, no podía mantenerse al servicio de intereses políticos, por lo que hacia finales del siglo XX, cuando la situación había cambiado notablemente, ya no era posible continuar con ese discurso.
1. Propuestas y características A grandes rasgos, se puede afirmar que la nueva novela histórica propone hacer una revisión del discurso historiográfico oficial, muchas veces reductor y maniqueo. Para lograr este objetivo utiliza recursos como mostrar el lado anti heroico de los protagonistas de la historia e incluir voces tradicionalmente excluidas, en palabras de María Cristina Pons: “no sólo plantea el problema de incluir en la reescritura de la historia lo excluido, lo silenciado, olvidado y reprimido por y en la historia, sino que el pasado se recuerda desde los márgenes, desde los límites, desde la exclusión misma”4. Así, el pasado histórico que recupera no es el pasado de los tiempos gloriosos ni de los ganadores, sino el de las derrotas y los sinsabores. En América Latina la novela histórica tradicional tuvo su auge en el siglo XIX, época en la cual los distintos países llevaron a cabo varias tentativas de fundar estados nacionales creando símbolos que identificaran y unieran 4
María Cristina Pons, 1996, p. 260.
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Fotografía de Ricardo Piglia, tomada del sitio www.aletheiamuip.com En este sentido, el connotado escritor y crítico argentino Ricardo Piglia, sostiene que los estados construyen ficciones y manipulan ciertas historias toda vez que necesitan construir consenso, por lo que borran cualquier forma de disidencia. Sin embargo, las ficciones estatales no pueden sostenerse durante mucho tiempo. Frente a ellas, la literatura elabora relatos alternativos que intentan salvar la memoria ocultada, deformada o ignorada por la historiografía oficial: “a los relatos del Estado se le contraponen otros relatos que circulan en la sociedad. Un contra-rumor de pequeñas historias, ficciones anónimas, micro-relatos, testimonios que se intercambian y circulan”.5 5
Ricardo Piglia, 2001, p. 25.
Piglia considera imperativo oír y transmitir estos relatos populares y, al mismo tiempo, desmontar y desarmar el relato encubridor del estado a través de las nuevas novelas históricas. Por su parte, el escritor Tomás Eloy Martínez coincide con su coterráneo en cuanto a que, en el contexto latinoamericano, es de suma importancia escuchar los relatos alternos que están alejados del poder ya que: “en países donde la desconfianza por la veracidad de los documentos está en relación directa con la desconfianza que suele suscitar el poder político, lo que cuenta es lo que la comunidad, por un consenso tácito, subterráneo, establece como verdadero, a veces a contramano de lo que se predica en los diarios o en los discursos oficiales”.6 Debido a la crisis de consenso a la que se enfrentó la historiografía oficial hacia finales del siglo XX, la literatura insistió en desmitificar a los grandes íconos patrióticos y en reconsiderar periodos cruciales. Las nuevas novelas históricas delataron, con su propia existencia, que las mitologías nacionales latinoamericanas habían perdido su poder de persuasión y su capacidad de convocatoria. Así, esta corriente literaria apostó por el abandono de la historiografía legitimadora de un único relato oficial y se inclinó por la utilización de recursos como la disensión, el redescubrimiento y la humanización de los grandes personajes a quienes: “rescata y les otorga la existencia imaginativa, el diálogo, la humanidad que el relato de legitimación nacional o latinoamericano les negó para encubrir el pasado histórico de una retórica maniquea de buenos y malos, de 6
Ibid., p. 7.
héroes y antihéroes, de grandes y pequeños hombres.”7 Una gran diferencia entre la novela histórica tradicional y la nueva es la que plantea Fernando Aínsa, quien explica que los autores de la primera se permitían inventar en las zonas vacías, en los ámbitos privados e íntimos de los personajes históricos, en la vida cotidiana de la gente anónima. El objetivo de la invención era completar, matizar y criticar, pero nunca llegaba a contradecir las versiones historiográficas vigentes sobre el suceso o personaje novelados. En cambio, precisamente al intentar subvertir las narraciones oficiales, la nueva novela histórica altera consciente y voluntariamente las versiones generalmente aceptadas de los hechos, las características de los personajes históricos, sus actitudes y motivaciones y el resultado de los acontecimientos. Se puede concluir, entonces, que estas novelas reflexionan sobre la posibilidad de conocer y reconstruir el pasado histórico aparentemente inamovible, recuperar los silencios de la historia y presentar el pasado desde una perspectiva diferente, o, como explica Eugenia Revueltas: “rompen con el discurso oficial de estatua de mármol en torno a los héroes o a los personajes, sobre todo con el discurso de la historia oficial, para posibilitar al lector otra manera de acceder al conocimiento de la historia, y de tales personajes.”8 Aunque la mayoría de los críticos literarios y estudiosos del tema coinciden en que los Marco Aurelio Larios, “Espejo de dos rostros. Modernidad y postmodernidad en el tratamiento de la historia”, en Karl Kohut, 1997, p. 134. 8 Eugenia Revueltas, 2000 p. 160. 7
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puntos destacados antes son los rasgos más representativos de esta corriente literaria, los desacuerdos no han estado ausentes cuando de precisiones se trata. Un ejemplo claro es la polémica desatada debido a un elemento que el Seymour Menton considera primordial. Para el académico norteamericano las nuevas novelas históricas son: “aquellas cuya acción se ubica total o por lo menos predominantemente en el pasado, es decir, en un pasado no experimentado directamente por el autor”.9
Portada de “La nueva novela histórica en América Latina”, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. Esta aseveración encontró varias oposiciones, diversos críticos aseguraban que con ella Menton limitaba al subgénero y señalaban como principal argumento en contra que lo histórico se relaciona menos con el pasado y más con la memoria. Al respecto, Alexis Márquez Rodríguez sostiene que:
Lo que le da carácter histórico a una novela es la presencia de personajes y episodios históricos, tratados de un modo tal que sufran un proceso de ficcionamiento. Y no que relate hechos de un tiempo que ya era pasado para el autor. El que determinados sucesos y personajes sean históricos no puede depender de quien los narra haya sido actuante o testigo de ellos, o de que, contrariamente, correspondan a tiempos mas o menos remotos con respecto a él. Lo que hace históricos a ciertos hechos es que hayan tenido una determinada trascendencia, que hayan influido en el desarrollo posterior de los acontecimientos.10 En medio de esta polémica Noé Jitrik acuñó el término de novela histórica catártica para denominar a aquella que responde a necesidades de solucionar problemas inmediatos de la relación entre el presente y el pasado referido, en donde: “hay un acercamiento a una zona oscura del referente histórico considerándolo como laguna, como un campo de sentido incompleto, que falta para entender un conjunto mayor y que lleva al escritor a tratar de examinarlo para completarlo”.11 Todos los hechos son pasado, que sea reciente o no es irrelevante. En general, los críticos arriba mencionados no consideran que sea fundamental establecer una distancia claramente delimitada entre el momento histórico al que alude el texto literario y el presente histórico del autor porque no determina la historicidad de la novela histórica.
10 9
Seymour Menton, 1993, p. 32.
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11
Alexis Márquez Rodríguez, 1991, p. 40. Noé Jitrik, 1995, p. 70.
Las obras que refieren un pasado cercano al autor no dejan de ser históricas por esa falta de distancia temporal, la diferencia radicaría en el las fuentes, ya que cuanto más remoto sea el pasado, mayor será la dependencia de la novela histórica de la historia textualizada. En cambio, en el caso de que la novela histórica refiera a un pasado inmediato, se recurriría a otras fuentes como los testimonios orales. La mayor cercanía respecto de la ubicación temporal del referente retira algo de pesadez histórica pues se produce una interacción de contextos que lo aligera. A la inversa, la mayor distancia acentúa el peso de la historia, lo cual implica paradójicamente menores posibilidades de transformación del referente. Este debate se mantuvo, pero la idea general del objetivo de la nueva novela histórica sí era compartida, ésta es resumida por Barrientos de manera clara y concreta: “se trata de conocer la historia entre telones y a los personajes históricos en la intimidad, de llenar los huecos de los libros de historia.”12
2. Auge La fuerza que tomó la nueva novela histórica hacia finales del siglo XX puede explicarse por la confluencia de diversos factores, entre los que destacan el V Centenario del descubrimiento de América, la posmodernidad y el cambio al interior de las humanidades, principalmente de la historia como disciplina. Con respecto al primer factor, Seymour Menton afirma que con la aproximación del quinto centenario del descubrimiento de América se dio una mayor conciencia de los
12
Juan José Barrientos, 2000, p. 17.
lazos históricos compartidos por los países latinoamericanos como un cuestionamiento de la historia oficial. Justo en esta coyuntura histórica se consideró necesario elaborar una historia que invirtiera los términos culturales con los que los países latinoamericanos habían vivido durante 500 años sin cuestionarlos, puesto que la historiografía sobre el proceso de conquista y colonización había sido escrita y configurada desde la perspectiva ideológica y cultural del conquistador. Había quedado pendiente hacer la otra historia y una de las vías para ello fue la nueva novela histórica, entre cuyos objetivos está consolidar en los latinoamericanos la conciencia de su propio valor, sin posicionarse inferiormente al mundo histórico europeo. Es decir, hacer una historia propia reconstruyendo la historia europea que siempre había dominado en la formación del intelectual latinoamericano. La posmodernidad también influyó en el auge de esta corriente. Antes de entrar en la explicación, cabe subrayar que suele ser problemático el uso de éste término porque en su acepción más básica se refiere a la cultura de las sociedades en la era postindustrial, lo cual es evidentemente ajeno a América Latina. En esta región existe una gran diversidad en las condiciones económicas y sociales de un país a otro, el pasado y el presente conviven y coexisten elementos de la sociedad postindustrial con los de una sociedad atrasada. Con este escenario difícilmente pueden catalogarse como sociedades poscapitalistas, puesto que donde no se ha arraigado la modernidad no puede haber posmodernidad. Por eso este concepto no se puede transferir a las sociedades y culturas periféricas sin
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sufrir transformaciones, pues la realidad es muy distinta. La solución más convincente a la paradoja señalada es la de suponer una evolución discontinua de las diferentes sociedades de los diferentes mundos. Así se explicaría que la cultura de los países latinoamericanos, distintos entre sí en cuanto al desarrollo industrial, muestre rasgos que la crítica internacional reconoce como posmodernos.
afectando la vida diaria de sus habitantes […] Por lo tanto, en una realidad insatisfactoria, en un presente cargado de urgencias, no se puede hablar del hastío o de parálisis de la Historia porque su crítica es un punto de partida para las visiones del futuro. Lo que es necesario es la reevaluación de esta Historia, de su discurso y de sus estrategias.13
Otra particularidad de la posmodernidad latinoamericana es que está marcada por la desilusión profunda que vino después del periodo de enorme entusiasmo causado por el triunfo de la Revolución Cubana y el acceso a la presidencia de Salvador Allende en Chile, entre otros sucesos. Las esperanzas se frustraron con el resurgimiento de las dictaduras militares, y, a nivel mundial, con la caída del bloque socialista y el fin de la Guerra Fría. Todos estos aspectos tuvieron repercusiones en la construcción del pensamiento que estuvo marcado por la reflexión sobre el pasado, como explica Magdalena Perkowska-Álvarez:
Al chocar con la realidad y quedar en evidencia que no es posible acceder a una única verdad, se presenta un rechazo a la razón totalizante. Ya no era posible creer en lo real y lo verdadero como principios absolutos. Se abandona la idea de una sola historia y se da una fragmentación de la que surgen innumerables historias pequeñas.
Fotografía de Salvador Allende y Fidel Castro tomada del sitio www.cubadebate.cu Los residuos del pasado persisten en el presente y recuerdan las heridas, las llagas, los dolores que nunca se curaron por completo y que siguen 42 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
La posmodernidad también implica vivir la temporalidad de otra manera porque la masificación de los medios de comunicación acelera la percepción de los acontecimientos convirtiéndolos en pasado casi de inmediato. Recursos como la discontinuidad, la fragmentación, la indeterminación y las estrategias del cuestionamiento político e ideológico son retomados por las nuevas novelas históricas para reconceptualizar la historia mediante una escritura paródica que expone sus simplificaciones, omisiones y exclusiones. Estas novelas, influidas por el pensamiento posmoderno que desafía todo relato simplificador, ponen en tela de juicio la homogeneidad y proponen una articulación más compleja del espacio histórico, pues este es concebido como un espacio en el que la historia incluye realidades alternativas- experiencias de los marginados, acontecimientos sin 13
Magdalena Perkowska Álvarez, 1997, pp. 31-32.
trascendencia, lo privado, lo popular, lo irracional- es decir, resaltan lo aparentemente insignificante como materia prima de la historia. Es posible afirmar entonces que las nuevas novelas históricas latinoamericanas comparten con la posmodernidad la idea de una ruptura con las formas y contenidos del pasado; la rebelión contra patrones establecidos como forma de denunciar la insuficiencia de éstos para reflejar el caos y la pluralidad de la realidad; la inclinación por el pluralismo, tanto a la hora de elaborar la historia, como a la hora de ofrecer soluciones; y el descarte de las visiones unilaterales por medio del recogimiento de distintas voces complementarias y contradictorias de la historia. Finalmente, el auge de la novela histórica se vincula con el debate de la nueva historia dentro de la historiografía mundial. Al ser un género especialmente sensible a las transformaciones en los modelos historiográficos, en él se proyectan de forma clara las nuevas teorías sobre la historia. El desarrollo de estas novelas ha sido paralelo a la apertura de la historiografía a otros campos de la historia social, cuando las barreras epistemológicas que separaban a la historia y a la literatura como disciplinas se empezaron a difuminar. La nueva historia comienza en las década de los 70, periodo en el que la reacción contra el paradigma tradicional se extendió a todo el mundo. El consenso es que su origen se remonta a 1929 con la fundación de la revista Annales d’Histoire Économique et Sociale, por Marc Bloch y Lucien Febvre en Paris.
Portada de Annales d’Histoire Économique et Sociale, 1929 En dicha revista se comenzó a impulsar una nueva forma de pensamiento historiográfico. Probablemente la característica más importante del cambio de paradigma en la historia como ciencia consistió en definirla como discurso y no como suceder. Esta transformación también implicaba la idea de que el pasado sólo era cognoscible a través del discurso y rechazaba que la historia fuera reducida al ámbito político, por lo que planteó que se tomaran en cuenta las estructuras socio-económicas y las manifestaciones culturales. Con todo, los historiadores científicos de los Annales no lograron desprenderse por completo de la historia de bronce impartida en las escuelas oficiales, ni tampoco pudieron hacer que todos los historiadores abrieran los ojos hacia otro tipo de temas más ligados a la vida común y en apariencia carentes de relevancia nacional.
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Sin embargo, propuestas como el rechazo a las explicaciones deterministas, la extensión del campo de la historia a la vida cotidiana, la visión de los acontecimientos desde la periferia, el cuestionamiento de la supremacía del documento (y el consecuente recurso a otro tipo de fuentes), la aceptación de los límites y de la imposibilidad de hacer una historia objetiva, entre otros, fueron consolidándose a través del tiempo hasta concretarse en la nueva historia en los años ochenta. Buena parte de esta historia abandonó los cánones clásicos de la disciplina para escuchar atentamente otras problemáticas y compartir territorios con otras disciplinas afines. El esfuerzo por recuperar la totalidad del hecho histórico precisaba de una relación más orgánica entre historia, economía, geografía, etnología y la propia literatura. En este sentido, Ignacio Corona explica que: La irrupción masiva de la nueva novela histórica no sólo expresa, en cierto modo, una crisis de representación de la realidad, que es también la del propio lenguaje como representación, sino que coincide con un cambio de paradigma en las humanidades a finales de los setenta…[el cual] dio como resultado una ampliación del panorama de la historia, que se comenzó a abrir a la interdisciplinariedad en terrenos hasta entonces privativos de los teóricos de la cultura, los antropólogos, los sociólogos, los psicólogos sociales, etcétera.14 La apertura interdisciplinaria también dio una cierta indefinición a la historia concebida 14
Ignacio Corona, 2001, p. 98-99.
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como ciencia y por eso se ha vio obligada a consentir la disidencia en su seno, a aceptar las historias alternativas frente a la oficial que había dominado. La historia volteó la mirada hacia las ciencias sociales con las que había compartido muchos de sus objetivos como la etnografía. En este sentido el estudio de los mitos ha servido para reconocer que éstos son un medio para transmitir mensajes, aglutinar identidades y que son las formas más auténticas de conocimiento y comunicación al permanecer inmersos en el subconsciente colectivo. Hacia finales de la década de los ochenta las historias temáticas se multiplicaron, encontramos historias de la religión, del poder, de los sistemas políticos, de las estructuras, de la cultura material, del desarrollo urbano, de la alimentación, de la locura, de la sexualidad, de la familia, de género y de la vida cotidiana, sólo por mencionar algunas. A continuación se señalarán dos ejemplos de cómo el acercamiento a otras disciplinas ha enriquecido a la historia.
grandes personalidades. En muchas de las microhistorias publicadas recientemente se usa con destreza el lenguaje narrativo popular que sin duda acerca el arte novelesco a ellas. Es significativo que la nueva novela histórica haya tenido tanto éxito a finales del siglo XX, puesto que cada fin de siglo lleva una carga simbólica y es una época en la que la revisión del pasado se vuelve indispensable para rescatar las marcas determinantes que refuerzan el legado cultural con el que se inicia el paso hacia el futuro. Como ya se apuntó, en América Latina esta época estuvo marcada por grandes transformaciones, en la que muchos de los ideales que se persiguieron durante varios años quedaron borrados por las circunstancias históricas y políticas. De esta manera se hizo necesario repensar la realidad y revisar el pasado para entender el presente lleno de cambios, en el que ya no hay absolutos, sino incertidumbre y vacíos.
3. Frontera diluida
El primero de ellos es el vínculo establecido con el psicoanálisis, mediante el cual fue posible que se escuchara la voz de los hombres locos, los privados de su libertad, los marginados de la estructura social, capaces de decir lo que las convenciones omiten o disimulan. Gracias a esto el propio historiador pudo abordar los problemas de la vida secreta de los personajes históricos haciendo que la historia ya no sólo se enfocara en la vida pública de sus personajes, sino que develara su intimidad.
Hacia finales del siglo pasado el acercamiento que tuvieron estas dos disciplinas quedó reflejado en muchos sentidos. En la nueva novela histórica la vieja rivalidad entre la historia “posible” que escribían los novelistas y la historia “real” a la que aspiraban los historiadores desaparece. Los primeros se acercan cada vez más a la verdad de los hechos y los historiadores reconocen que la imaginación tiene una fuerte presencia en su quehacer y aceptan que la literatura tiene un valor especial por su subjetividad.
El segundo es la microhistoria, quizá la más cercana a la narrativa histórica ficcional, con quien comparte el esfuerzo por reconstruir la vida cotidiana de un pueblo cualquiera desposeído de archivos o de
Los historiadores hicieron suya la idea de que toda narración debe tener una estructura y una trama, y fueron despojando al discurso histórico de su estilo frío, rígido, e incluso tedioso para darle una orientación más
literaria y amena con el ánimo de hacerla más accesible. Los novelistas de esta corriente evidenciaron así que las tareas de historiadores y literatos no están tan alejadas. De hecho consideran que esta postura es obsoleta pues se remonta a la famosa distinción de Aristóteles, quien sostuvo que la historia narra científicamente hechos sucedidos, mientras que la poesía finge, entretiene e inventa una realidad alternativa, no verdadera: “en efecto, el historiador y el poeta no difieren por el hecho de escribir sus narraciones uno en verso y el otro en prosa-se podría haber traducido a verso la obra de Herodoto y no sería menos historia por estar en verso que en prosa-; antes se distinguen en que uno cuenta los sucesos que realmente han acaecido y el otro los que podían suceder.15 A partir de este planteamiento, si el campo de los discursos verdaderos, objetivos y factuales sobre el pasado fue tomado por la historia, a la literatura le quedó la ficción, palabra que se asociaba con la mentira y la invención. Por eso, además de diferenciarse entre sí, estos discursos se jerarquizaron. Mientras la historia era considerada una disciplina que aspiraba a conocer la verdad y se invistió de la misión de transformar el pasado en modelo de presente y del futuro, los literatos eran tomados como mentirosos, como personas dedicados a entretener. Aunque su actividad suponía la construcción de una trama y alcanzaba un valor universal porque su terreno no era lo real, sino lo posible, el producto final no dejaba de ser visto como una imitación de la realidad.
15
Aristóteles, 1972, p. 28. Tiempo y Escritura No.20 | Literatura 45
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En contraste, para finales del siglo XX, se difuminan las líneas que las separan, y se reconoce que, tanto literatos como historiadores, hacen labores profundas de investigación y de interpretación además de que ambos utilizan a la narrativa como medio para dar a conocer sus ideas. Es un hecho que los historiadores adoptan procedimientos técnicos y retóricos de la narración literaria y que ninguna historia es inocente, al igual que ninguna novela, pues todas las palabras que están presentes en un texto cumplen una función.
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independencia del entorno y de los conflictos personales. Eugenia Revueltas señala que: “los historiadores configuran nuevas galaxias, el caso de la literatura es similar, el creador construye y crea nuevos universos, así historia y literatura son los surtidores de una interminable galaxia, en la que, cada día y a cada nueva lectura encontraremos mundos nuevos que nos expliquen”.16 La nueva novela histórica, situada entre las dos disciplinas, puede narrar y explicar los acontecimientos con viveza y emoción, sin la gravedad del relato puramente histórico. Puede revivir el pasado, infundir vida nueva a ese material y penetrar en los caracteres principales de una época o una sociedad. Esta corriente literaria nos confirma que no existe una incompatibilidad entre historia y literatura, sino complementación. La historia supone rigor, fidelidad, exactitud, y la novela fantasía e imaginación. Queda claro que aunque el estudio de la literatura y el de la historia tienen sus propios objetos, sus conceptos y sus métodos, hay una relación estrecha.
Aristóteles: Busto en piedra semipreciosa en el Palacio Altaemps, Roma. Original de greco di Lisippo Cualquier narración-histórica o ficcionalno es neutra ya que ha sido elaborada de acuerdo con filtros epistemológicos e ideológicos de los autores que seleccionan de entre los hechos aquello que, a su juicio, merece ser integrado en un texto. Por lo tanto, no es posible dar cuenta de ninguna realidad, presente o pasada, en estado puro, incontaminada de la perspectiva cultural del observador y ajena a un orden discursivo. Cada escritor es testigo de su propia época, igual que el historiador; ambos son prisioneros de sus propias creencias y es imposible la 46 Tiempo y Escritura No.20 | Literatura
La nueva novela histórica, en tanto busca en la memoria, no nos acerca al hecho verdadero y no disipa dudas, sino que privilegia una conciencia histórica de posibilidades más que de certezas. Provee otra perspectiva histórica, deja ver que es imposible acceder a una sola verdad absoluta, sino que, mediante el acercamiento a diferentes perspectivas, podemos recrear mejor el pasado. En América Latina esta corriente cambió paradigmas, pues en ella se redimensionaron figuras históricas y se llenaron vacíos porque,
16
Eugenia Revueltas, op. cit., p. 157.
al poseer una mayor libertad, pudo incluir o inventar hechos que en la historia no tienen cabida. La gran ventaja de este tipo de narraciones sobre las históricas, es que, al no tener que responder a un proyecto nacional concreto y no tener que constreñirse a ciertas fuentes, puede permitirse dudas y ambigüedades, y es capaz de presentar a los personajes históricos con diversos matices que hacen que podamos entenderlos mejor. No debemos olvidar que se trata de obras de ficción, pero tampoco debemos descartar que a través de las novelas podemos adquirir conocimiento de una manera distinta al que adquirimos a través de la historia y no por ello es menos válido. Para concluir cabe señalar que la historia y la literatura han recuperado una gran y vieja aproximación en la nueva novela histórica. Tras estas breves reflexiones observamos que ya no existe la rígida frontera que antaño las separaba. Estas disciplinas, que durante mucho tiempo se consideraron opuestas, ahora son valoradas en los puntos que tienen en común. Lo que las une, para Tomás Eloy Martínez, es que: “tanto la historia como la ficción se construyen con las respiraciones del pasado, rescriben un mundo que ya hemos perdido, y en esas fuentes comunes en las que abrevan, en esos espejos donde ambas se reflejan mutuamente, ya no hay casi fronteras”.17 Ambas sirven para conocer al hombre y para acercarse al mundo, ambas son puertas para penetrar al pasado.
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i bien durante el extenso periodo presidencial de Porfirio Díaz el país tuvo un progreso económico y una estabilidad evidentes, sobre todo si se compara con
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la inestabilidad de la primera mitad del siglo XIX, también fueron notorias las desigualdades sociales de algunos sectores nacionales, generadas, en gran medida, a partir de la explotación extrema de las clases trabajadoras, lo que marcó al Porfiriato en una forma indeleble.
Profesora-investigadora del Departamento de Humanidades UAM-Azcapotzalco.
Cabe apuntar que durante el mencionado siglo, la mortalidad de la población en general era muy elevada, y aunque en la segunda mitad empezó a descender el promedio de vida era muy breve en comparación con el de los europeos, de tal manera, mientras que en la ciudad de México era de veinticuatro años y medio, en París era casi del doble. (González Navarro 1985, 52). Entre las causas de tal situación se pueden mencionar: la insalubridad, la miseria, el hambre, la falta de agua, la tala de los montes, la ignorancia y los vicios endémicos como el alcoholismo (González Navarro, 1985, 55 et passim). Tiempo y Escritura No.20 | Historia 49
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A lo anterior hay que agregar, como ya se dijo, las inadecuadas condiciones de trabajo de los obreros y la falta de protección sanitaria gubernamental, las cuales propiciaban enfermedades y accidentes. Un buen ejemplo de ello se puede encontrar en el trabajo en las minas. Según Cardoso y Hermosillo había tres grandes categorías de obreros en el siglo XIX: en primer lugar los trabajadores especializados, que por lo mismo recibían un mejor salario y que constituían una minoría; en segundo lugar los que recibían salarios medios, que eran los que tenían algún adiestramiento; y en tercer lugar los no calificados, que eran la mayoría, quienes “eran muy mal pagados y realizaban las tareas más rudas y pesadas (barreteros ordinarios, peones de la pepena, peones por contrato, peones por día, amalgadores de panes, quebradores de la pepena, limpiadores por máquina, cajoneros, mandones, atecas, paleros, azogueros, horneros, planilleros, tenateros, veladores)” (Cardoso y Hermosillo 1996, 32).
Dra. Edelmira Ramírez Leyva
Cuando un minero enfermaba o se accidentaba, resultaba sumamente costoso para ellos y sus familias, sobre todo cuando tenían que dejar de trabajar, pues era su única fuente de ingresos; y cuando esto sucedía, familias enteras quedaban en la miseria y en el desamparo, ya que en las condiciones de contratación el gobierno dio manos libres a los empresarios. En realidad eran los mismos compañeros quienes se solidarizaban e iniciaban “colectas o contribuciones más o menos formales para contrarrestar, aunque fuera mínimamente, los peligros o riesgos profesionales, y emprender obras que claramente competían a las autoridades civiles” (Nava, loc. cit.)
vivirmexico.com Aparte, hay que agregar los riesgos específicos del oficio, ya que 50 Tiempo y Escritura No.20 | Historia
Guanajuato, ya que según la leyenda fue en la veta de San Bernabé cuando en 1548 se encontró plata a nivel superficial” (Serrano Espinoza, loc. cit.)
además de las inundaciones e incendios propios de la industria, los mineros tuvieron que afrontar otros originados por descuidos de la explotación, que hicieron más difícil y penosa su labor. Por lo general solían carecer de un buen equipo de trabajo […] condiciones de trabajo tan desfavorables traían como consecuencia, en el mejor de los casos, enfermedades que minaban la salud, y que no se combatían a tiempo por ignorancia o falta de recursos (Nava 1992, 347).
Un retrato literario de todas estas cuestiones laborales de los mineros y los males que derivaban de ellos, lo ofrece el novelista Pedro Castera en varias de sus obras. Aquí se revisará sólo una de sus novelas: Los maduros, publicada en 1882 (y reimpresa en 1982), de la cual afirmamos que más que ficción es en realidad un testimonio y una denuncia de la situación de los mineros en la segunda mitad del siglo XIX.
La Luz logró tener un gran auge en la segunda mitad del siglo XIX y dio trabajo a un buen número de pobladores de la zona, que llegaban a trabajar allí atraídos por su bonanza, incluso “la Veta de la Luz rivalizó por la cantidad de sus rendimientos y por la antigüedad de sus fundos [sic] con la Veta Madre” (Serrano Espinoza, ibidem). Al parecer, la mina tenía una buena producción y estaba en una etapa de auge, en la novela se dice que producía por semana de cinco a seis mil cargas, que valían cien mil pesos en plata pasta. Como se mencionó anteriormente, Los maduros no es el único texto que Castera dedica a dicho tema, esto debido en gran medida a su carrera profesional, ya que fue ingeniero en Minas y Química, y tuvo la oportunidad de trabajar en diferentes minas del país, por lo que pudo adentrarse en el quehacer de los mineros durante la segunda mitad del siglo XIX. La acción de la novela se desarrolla en una mina llamada La Luz, en Guanajuato, la cual realmente existió, al parecer desde el siglo XVI, pues como afirma Serrano: “es en la Sierra de Santa Rosa por donde se desplaza uno de los tres sistemas de vetas más productivas del distrito minero, cuyos desarrollos corren y compiten entre sí de forma paralela: la Veta de Santa Rosa, la Veta de la Luz y la celebérrima Veta Madre” (Serrano Espinoza 2007, en línea). La Veta de la Luz es el sistema más occidental del distrito minero de Guanajuato, “y tiene el privilegio de ser considerada por la tradición como la descubridora de las minas de
ccg.org.mx El Mineral de la Luz en Guanajuato En Los maduros se describen las condiciones laborales de diversos tipos de trabajadores de las minas (en cuanto a estos tipos, Castera ofrece una clasificación más específica que la citada en párrafos anteriores); de hecho, existía una jerarquía de los mineros según el trabajo que desempeñaban. Así, se habla de los quebradores, de los barreteros y los maduros, cada uno de ellos realizaba un tipo de faena diferente que presentaba diverso tipo de dificultad, y que incluía también el espacio en donde se realizaba, y en función de esto se asignaba la paga; los maduros eran los que
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recibían el mejor salario, pero a la vez estaban expuestos a mayores peligros. Pedro Castera detalla con precisión el trabajo de dichos mineros y las condiciones en que lo hacían, que por su naturaleza, casi siempre los conducía a la enfermedad y en la mayoría de los casos a la muerte. Como se dijo anteriormente la mina de La Luz daba trabajo a la población del lugar, de tal manera que en el día solía verse en el patio central un gran movimiento, pero de todos los tipos de personas que ahí se movían destacaban los maduros, la novela los describe de la siguiente manera: Algunas veces en las mañanas, se veía atravesar por entre aquella multitud turbulenta y alegre, un hombre extrañamente delgado, harapiento, sucio y cuya fisonomía, si era blanco presentaba un color pálido, amarillento o pálido verdoso, y si era moreno, un color de cobre semi ceniciento; en ambos se advertía cierta transparencia en el cutis que desagradaba, un aire enfermizo, una debilidad y un cansancio que inspiraba compasión […] Tenía su lividez, sus ojos opacos y algo de su mal olor… ¿Quién es ese hombre?, preguntaba uno al verlo con estremecimientos de disgusto. Un maduro2 … contestaban las pepenadoras— ¿Un que… —Un maduro, repetían.— ¿Pero eso qué es? Un enfermo Siñor, un barretero de la labor de los maduros. (Castera 1982, 28). En la descripción se ofrecen los signos de enfermedad de este tipo de trabajadores. El por qué llegaban a esa situación se puede deducir fácilmente a través de la descripción de los 2
Se conservaron las cursivas del original.
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factores ambientales, y muy específicamente del espacio y las condiciones en las que laboraban: En los planos más profundos de las minas o, como si dijéramos, en el último círculo del Infierno descrito por el inmortal poeta de Florencia [sc. Dante Alighieri], se estaba abriendo en la veta un cañón de pozo y patilla, o lo que es igual, un taladro en el cuarzo, de dos metros por la do y con una inclinación de 45 grados sobre el horizonte. Las paredes o testeras imitaban perfectamente la sangre humana. Estas manchas que se cruzaban en todas direcciones, como el sistema venoso del cerro, eran producidas por el metal llamado por los mineros, rosicler sangre de toro y por los químicos, sulfo arceniuro de plata. Daba una ley variable, entre el setenta y ochenta por ciento de su peso bruto en plata pura. (Castera 1982, 29).
vaaleespoongee.blogspot.com Como puede deducirse por las sustancias mencionadas, el nivel de toxicidad a la que estaban expuestos los trabajadores era muy alto, y se agravaba por las condiciones
espaciales en las que desarrollaban su trabajo: hasta aquel cañón apenas llegaba el aire de los tiros, el calor era elevado, los hombres trabajaban desnudos, bañados de sudor y con el agua cayéndoles en finas gotas sobre sus cabezas y espaldas; las velas de sebo se fundían por la alta temperatura, y estaban reemplazadas por pequeñas cazuelas llenas de manteca líquida, en las cuales había una mecha produciendo más humo que claridad. (Castera loc. cit.)
La toxicidad de las sustancias que se desprendían se agravaba por la presión atmosférica, la temperatura y la humedad, pues como es sabido: “las sustancias químicas son absorbidas de manera más rápida a través de la piel […] húmeda con sudor y con un flujo sanguíneo elevado en respuesta al calor y a la humedad (La Dou 1993, 168). La respuesta tóxica debida a la alta concentración de las sustancias químicas era evidente no sólo en el protagonista de la novela, sino en todos los trabajadores que laboraban en esa zona de la mina: Se ponían pálidos, débiles, enfermizos y con aquel veneno aspirado lentamente bajo diversas formas, la muerte celebraba opíparos festines. Por la semejanza que el color de los semblantes, presentaba con el color de un perón cuando dicen vulgarmente que está acitronado, los barrenderos designaban aquella enfermedad con el nombre de maduración y aquel cañón con el de la Labor de los maduros (Castera loc. cit.)
Un problema central en todas las minas era la cuestión de la ventilación que, mezclada con las diversas sustancias que se manejaban, propiciaba un aire contaminado altamente tóxico para los trabajadores: El aire viciado por los miasmas de la mina apenas servía, tanto para la combustión que produce la luz, como para la combustión que en los pulmones produce la vida. El trabajo duraba ocho horas taladrando el cuarzo durísimo a fuerza de golpes, pegados por los martillos contra las barrenas. El calor, la fatiga y la humedad, el aire ya viciado, viciándose aún más por las emanaciones del sudor, por el carbono suministrado por las mechas y por las respiraciones, por los gases sulfurosos y arsenicales desprendidos del rosicler, con la violenta combustión de la pólvora en los barrenos, iba envenenando la sangre de aquellos hombres, que por vigorosos que fueren, no podían resistir más de dos o tres meses de aquel trabajo (Castera loc. cit.)
Como afirma La Dou: “durante el siglo XIX gran número de personas estuvieron expuestas a sustancias tóxicas, con un grado de exposición prolongado que redundaban en serios problemas de salud. En aquella época los efectos adversos eran irreversibles” (La Dou, 1993, 2). Por lo que toca a la iluminación, ésta era pésima: “en medio de la sombra, las candilejas de manteca apenas daban una luz rodeada de una aureola amarillenta, que acentuaba la lividez de los semblantes” (Castera 1982, 56).
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condiciones higiénicas”: demasiado pequeñas, mal construidas y llenas de basura, daban también albergue a los animales domésticos, especialmente los cerdos; y las aguas de deshecho y las deyecciones humanas facilitaban, al acumularse en las cercanías, el desarrollo de las enfermedades trasmisibles que atacan preferentemente a los niños. Pero la causa principal de la muerte prematura era la miseria, que era un mal congénito que afectaba a la gran mayoría de los trabajadores en la época (González Navarro 1985, 49).
pueblomartir.wordpress.com En la novela de Castera se puede observar que los mineros se rehusaban a trabajar en la sección de los maduros, “porque sabían que los trabajadores del pozo se morían rápido,” pero los patrones se ingeniaron para captar trabajadores: “La cuestión se resolvió fácilmente. Aumentóse el salario a dos pesos por barretero, en lugar de cuatro reales, y los desgraciados abundaron. La miseria y el hambre sirvieron de anfitriones a la muerte” (Castera 1982, 29-30)
Además del espacio tóxico en el que laboraban los maduros, hay que agregar otras circunstancias de riesgo que podían ocasionar que en cualquier momento tuvieran diversos accidentes, simplemente el descenso a los planes3 implicaba ya de por sí un riesgo evidente: La mina tenía su puerta y su camino escalerado para bajar a los planes, pero los maduros preferían bajar por lo que llaman chorizón; lo cual consistía en que a un cable de bajada se ligaban treinta o más hombres, separados entre sí por una distancia de una o dos varas. El cable comenzaba a desenredarse de su malacate y a sumergirse en el agujero vertical del tiro. Algunos llevaban teas para alumbrar a los demás y para ver las paredes, contra las cuales, por el movimiento de péndulo que tomaba el cable, podían fácilmente estrellarse […] Los hombres anudados al cable
Los mineros aceptaban trabajar en esa zona peligrosa de la mina para ganar un poco más de dinero, pues la miseria y el hambre afectaba a sus familias, las que habitaban en casuchas muy reducidas, insalubres y miserables, por lo mismo eran presa fácil de cualquier enfermedad. Todavía en 1904, en el Congreso sobre la mortalidad infantil realizado en Tulancingo, Hidalgo (México), se describían así las habitaciones de los peones: Con mucha frecuencia las chozas de los peones estaban en “pésimas 54 Tiempo y Escritura No.20 | Historia
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En minería, conjunto de labores a una misma profundidad. (DRAE)
por la cintura, se llamaban por el momento chorizos y al calabrote así engarzado, chorizón, que podía estar conformado por sesenta trabajadores (Castera 1982, 55).El descenso era muy profundo, pues el lugar al que tenían que llegar los mineros se hallaba “a unas doscientas varas de profundidad” y durante el tiempo de descenso podían presentar diferentes síntomas y accidentes. Así, por ejemplo, Luis, el protagonista de la novela a las veinte varas de profundidad empezó a desvanecerse, por eso el minero que iba debajo le preguntó:-Te sientes mareao? (con vértigos). - Sí…mu…cho…, contestó con voz opaca. - ¿Quieres voltear la peseta? (Sientes náuseas.) - No…siempre que ba…jo me pasa lo mis…mo - Vienes bien amarrao con el caballo? (sujeto al cable). - Sí… - Entonces no hay cuidao, dijo aquel hombre sin hacerle ya caso. El Quebrador se sujetaba con ambas manos del cable y cerraba los ojos para desvanecerse menos. En algunos minutos llegaron al despacho y desnudándose, siguieron su camino llegando a su respectiva labor (Castera 1982, 56).
mtiblog.com Pero, además, el trabajo en sí implicaba otros riesgos. En la conversación que sostiene el Quebrador, esto es, el protagonista de la novela con un compañero se explicitan los riesgos: Su compañero le decía: - Pélate bien el Jalisco (abre los ojos) no vayas a descuacharrangarme una mano (despedazármela con un golpe) - Miro bien. No temas” (Castera loc. cit.) Así, el Quebrador “continuó pegando martillazos contra la barrena, que su compañero sostenía [durante] ocho horas de incesante afán” (Castera 1982, 57). Otra posibilidad de tener un accidente se propiciaba por el uso de pólvora, que podía provocar incendios o estallidos, como le sucedió a Luis,
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el Quebrador:El quebrador4 […] se puso a cargar el barreno […] Introdujo unas doce onzas de pólvora en el taladro, después un puñado de tierra y tomando en su mano izquierda el atacador comenzó a golpear encima de éste con la mayor precaución posible…pero a los primeros golpes, alguna chispa arrancada del cuarzo por el roce del fierro, inflamó la pólvora y el taladro sin romperse y como un cohete, arrojó una lluvia de fuego sobre la cara del quebrador. Éste cerró los ojos violentamente y cayó hacia atrás (Castera 1982, 57-58)
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Sus compañeros lo sacaron por el tiro “y el médico lo reconoció. En el acto dijo que no había ningún peligro y que a los ocho días estaría absolutamente sano” (Castera 1982, 58). Sin embargo, la realidad era que Luis se había quedado ciego, lo cual significaba una verdadera tragedia para él, pues su familia dependía totalmente de él y la seguridad laboral de hecho no existía. Aunque el médico los asistía, en realidad su intervención médica era posterior al accidente. Y a finales del siglo XIX en México, no había vigilancia de salud, ni mucho menos una profilaxis eficaz para los cientos de trabajadores que laboraban en las fábricas o en las minas. No les proporcionaban equipo protector ni se mencionan programas de seguridad que se dieran en el trabajo; antes bien, sólo existían condiciones de explotación, con todas las ventajas para el patrón.
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En la novela, el término “quebrador” en sustitución del nombre del protagonista, es escrito indistintamente con minúscula o con mayúscula.
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Como puede deducirse de la novela de Castera, si las condiciones del trabajo de los mineros en el siglo XIX eran ya de por sí delicadas, porque estaban expuestos a los innumerables accidentes y enfermedades propias del trabajo minero, verdaderamente aquéllas se incrementaban por las condiciones en que ellos laboraban y, en donde no se aplicaban programas de seguridad y mucho menos de prevención de enfermedades; a lo que hay que añadir los miserables sueldos que no correspondían ni al esfuerzo realizado ni a las horas de trabajo, lo cual los colocaba como trabajadores explotados. Por desgracia existía otro serio problema de salud, que afectaba no sólo a los mineros sino a toda la población: las epidemias. Durante el siglo XIX varias epidemias asolaron al país, como la de viruela, tifo, fiebre amarilla,
disentería, sarampión, cólera morbus e influenza (Bustamante 1994, en línea). En Los maduros de Pedro Castera se relata una epidemia de cólera. El narrador afirma: Hacia algunos días, en efecto, que el cólera morbo diezmaba la población de Guanajuato; y esa noche había comenzado en el Real de La Luz y en la mina de la cual tomaba el nombre, no sólo con cólera, sino con desatinada furia. Habían muerto unas treinta y [sic] cuarenta personas en doce horas, pero como sucede siempre, el terror exageraba el número, haciéndolo subir a más de cien (Castera 1982, 51). Al parecer se trata de una extrapolación que el autor hace en cuanto a las fechas de aparición de la epidemia, o bien, una síntesis de las tres grandes epidemias de este mal: la más conocida por las consecuencias y las implicaciones que tuvo fue la pandemia de 1833; la epidemia de 1850, menos grave que la primera; y la de 1866, además de un brote en el Sureste en 1882 que afectó a Oaxaca, Chiapas, Tabasco y el Istmo de Tehuantepec. (Bustamante, op. cit.). González Navarro (1985, 55) afirma que estas epidemias, tan sólo en Oaxaca, causaron el 6 por ciento de todas las defunciones y Celia Maldonado López (1995, 41) sostiene que “el cólera siguió manifestándose a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, pero sus efectos no fueron tan devastadores como en 1833 y 1850”. Al respecto, Pedro Castera en su novela refleja su conocimiento sobre los estragos que podía ocasionar una epidemia de “cólera morbus”, incluyendo la forma en que el pueblo intentaba
exorcizar el terrible mal. El narrador describe cómo los muertos por cólera eran sacados de la mina al término de la jornada laboral: …Cuando el pueble [sic] de noche acabó de salir, tocóle su turno a la comitiva fúnebre. Cada barretero llevaba sobre sus espaldas a uno de sus compañeros ya cadáver. Las caras lívidas, amoratadas, descompuestas, que presentaban todavía las contracciones de aquellas agonías terribles, se iluminaban de un modo lúgubre con los rayos dorados del sol naciente. Un montón minero se formó con rapidez en el patio y la multitud se amotinó rodeándolos y gritando: ¡Los coléricos! ¡Los coléricos¡ (Castera 1982, 52). Y, entonces, ocurría una especie de intento de exorcismo popular de la enfermedad, que consistía en bailar el jarabe de los calambres: Era una danza fantástica, hija legítima de las danzas indianas, en las que todo se permitía al bailador. Las mujeres y los hombres se mezclaban sin orden alguno, haciendo visajes, cabrioles y contracciones variadísimas, en las que se procuraban copiar las agonías terribles de los coléricos. Muchos llevaban la exageración hasta el grado de caer, revolcándose en el suelo, en medio de convulsiones horrorosas y algunos, sea que en aquel momento los atacase el cólera o sea que lo llevasen ya en su sangre, imitaban los calambres tan al natural que no volvían a levantarse jamás. Se les aplaudía furiosamente y la danza volvíase epiléptica (Castera 1982, 53). Tiempo y Escritura No.20 | Historia 57
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Como afirma María Leonor González: “la medicina y la literatura son disciplinas humanísticas ligadas desde el momento en que el hombre tiene la necesidad de comunicar sus inquietudes, angustias y temores acerca de la enfermedad y la muerte. Los temas médicos son un recurso frecuente en las obras literarias” (González Arrieta 2004, 225).
azull.com Cólera Morbus En realidad, no se podría hablar de una danza terapéutica, sino más bien catártica, a través de la cual muchos de los enfermos se encontraban con la muerte: Las mujeres imitándolos, torciéndose los brazos con desesperación y cantando estrofas obscenas, se les atravesaban en todos sentidos, bailando a la vez que los calambres, lo que llaman vulgarmente el zapateado. Los Maduros y los Morongos, los unos como los fantasmas de la muerte y los otros como sus larvas, se mezclaban en el tumulto, en cuyo centro permanecía inmóvil el repugnante grupo de cadáveres. Era una orgía desenfrenada que saludaba estrepitosamente la proximidad de la tumba (Castera loc. cit.) Esta breve aproximación a la novela Los maduros de Pedro Castera, permite observar cómo la literatura puede considerarse una fuente para la investigación de la historia de la medicina, adicionando una perspectiva humanística que complemente los puntos de vista estrictamente científicos.
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Pedro Castera aporta, a través de su novela y sus conocimientos especializados en el campo de la minería, un testimonio valioso para el estudio de lo que actualmente se conoce por “medicina laboral” o “medicina del trabajo”; así como para el conocimiento histórico de las epidemias que aparecieron en la segunda mitad del siglo XIX en México. En suma, como diría Barbado Hernández, (2007, 196) “la literatura nos ayuda a conocer las enfermedades desde otras ‘miradas’”. Bibliografía AGOSTINI, CLAUDIA 2002 “Práctica médica en la ciudad de México durante el Porfiriato; entre la legalidad y la ilegalidad” en Cházaro G, Laura, editora. Medicina, ciencia y sociedad en México, siglo XIX. Zamora, Mich, El Colegio de Michoacán/ Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. BARBADO HERNÁNDEZ, F.J. 2007 “Medicina y literatura en la formación del médico residente de medicina interna” en Anales de Medicina Interna, Madrid, vol. 24, núm. 4, p. 196. [En línea]: scielo.isciii. es/pdf/ami/v24n4/enseñanza.pdf [Consultado: 3 abr. 2010]
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Dra. Guadalupe Ríos de la Torre
Un discurso creado para las diversiones de 1876 Dra. Guadalupe Ríos de la Torre1
Aún así, la clase baja contribuyó a la construcción de la identidad porfiriana ya que las clases altas incorporaron la cultura y el comportamiento de los estratos bajos en su propia definición de lo que la sociedad no era. Los sectores privilegiados idearon expedientes morales en los que creaban lazos sociales entre los acusados y los residentes empobrecidos de las colonias marginales de la ciudad al relacionar los bajos fondos imaginarios con los pobres de la ciudad. (Guerrero 1908,90) Gabinete de Porfirio Díaz Fuente: México en el Tiempo. Fisonomía de una Ciudad. México, Talleres de Excelsior, 1945.
1
Profesora-investigadora del Departamento de Humanidades UAM-Azcapotzalco
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Los poderosos pensaban que el centro de la ciudad de México era ejemplo del progreso moderno y, en su esfuerzo por mantener fuera los elementos que causaban el desorden, colocaron agentes de policías en cada esquina. Las pretensiones de superioridad moral de la élite fueron minadas por las acciones tomadas por la policía y por el gobierno. Son importantes narraciones culturales que nos dicen mucho sobre el Estado, a través de los representantes de su élite, inventaron ideas sobre el crimen, la suciedad y sociedad. Por lo tanto lo que resulta al final es un mundo complejo vincula íntimamente al Estado con la vida de actores históricos que antes eran invisibles.(Vázquez199,169)
E
l discurso elucubrado por las élites corrió paralelamente a la visión oficial, reforzando la concepción de la ciudad “ideal “y haciendo posible que la élite estableciera fronteras firmes entre ellos y el otro lado. El discurso porfiriano dominante valoraba el orden y progreso y exaltaba la cultura extranjera (particularmente la francesa) al tiempo que devaluaba la participación de la gente del pueblo de la ciudad de México. (González Navarro1974, 78)
El miedo a que el crimen inundara los espacios ordenados de la ciudad y llegara a las clases educadas constituyo el dilema para los encumbrados, quienes reflexionaron sobre la manera más efectiva de patrullar la frontera imaginaria entre la ciudad ideal y la imaginaria, es decir, de la sociedad decente e indecente.
José Guadalupe Posada, Hoja suelta. Los poderosos también acusaron a los pobres de la ciudad de “invadir el corazón comercial de la capital y cometer robos, aunque muchos de estos incidentes palidecían en comparación con los crímenes cometidos por la clase media.
Sin embargo, la modernización no sólo exigía innovar la ciudad sino también organizar a la sociedad e incidir en los hábitos y el aspecto de sus habitantes.
Por lo tanto, no es extraño que los nuevos sistemas reglamentarios para controlar las diversiones encontraran eco en las propuestas del Segundo Imperio (1864-867). Éstos se venían desarrollando en Francia, como un instrumento de control social. El Consejo Superior de Salubridad creó la oficina de Inspección de Sanidad-centro administrativo para el control y registro de las diversiones, paseos, salones de baile, pulquerías, por citar algunas. Y encargado del cobro de impuestos fijados por el Estado para autorizar los centros de esparcimiento de la ciudad de México. (Archivo del Ayuntamiento 1865 legajo 1) Se inicio entonces el reglamentarismo, como conjunto de disposiciones jurídicas que registraron, marcaron clasificaron las diversiones en decentes e indecentes.
Diversiones La fiesta brava era considerada una diversión que excitaba una serie de perversos instintos del público y lo hacían alegrarse con la muerte del animal y con los peligros y daños a la salud del torero. Causa por lo que al inicio de la era porfiriana el espectáculo fue prohibido en el Distrito Federal y en algunos estados, como Veracruz y Zacatecas.
Durante esa época se emitieron un considerable conjunto de leyes y decretos, la mayoría con tendencias a modernizar la nación en casi todos los aspectos.
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Historia
Cabe mencionar que en la fiesta brava convivían diferentes sectores sociales, aunque en espacios separados, pues eran mucho más costosas las localidades para los sitios de sombra. En la ciudad de México las peleas de gallos se efectuaban casi a diario en plazas dedicadas a ese espectáculo. (Torres 1996, 213-214) ¡Silencio, señores! Cierren las puertas con ese grito se iniciaban las peleas de gallos. De acuerdo a la tradición el Consejo Superior de Salubridad respeto los diversos tipos de trabajadores: los colaboradores de puerta, los cuidadores de plaza, los despejadotes, los adiestradores… los amarradores y los soltadores. Junto a ellos aparecía el imprescindible gritón (dato curioso es que el Consejo exigía que la voz del gritón fuera grave y varonil), quien anunciaba las peleas, los pesos de los animales, sus nombres, el modo de pelear y, en general, todo lo que debía saber el público. Nombrado por los jugadores, el juez era también un personaje central, ya que vigilaba el cumplimiento del reglamento. En las plazas, donde se mezclaba clase sociales, razas y sexos, se apostaban grandes cantidades y las trampas y engaños eran bastante comunes. (Archivo del ayuntamiento,1901, legajo 89)
Reglamento de peleas de gallos
Dra. Guadalupe Ríos de la Torre
Las clases sociales nuevamente se dividieron, se desligaron definiendo sus gustos en los escenarios, estadios y salones de baile. En la ciudad de México existieron una serie de salones de baile y allí acudieron la aristocrática sociedad mexicana. De vez en vez, el público de los salones de bailes se inscribía a los concursos de polka, vals, pasodoble.(Archivo del Ayuntamiento 1904, legajo 1)
• Contar mínimo con un gato para evitar la visita de ratas y ratones.(Ríos 2004, 151) No sólo se bailaba en esos salones, sino también en las barracas, en los patios típicos de las vecindades, lugar de fiestas y jolgorios, como los que había en la colonia Guerrero.
El cine siguió cumpliendo con su función moralizante y, por lo tanto, las damas y niños pudieron seguir asistiendo a tan moderno entretenimiento sin ninguna recriminación. En gran parte a esto debe su éxito al espectáculo. La censura del Consejo Superior de Salubridad comentaba al respecto: Colección Alvear de Baca. Baile popular Colección Alvear de Baca. Damas voluntarias del porfiriato Se emitieron normas de higiene necesarias para los establecimientos de la capital los encargados de dictar las medidas sanitarias fueron el Departamento de Salubridad Pública y el Consejo superior de Salubridad. • Debe practicarse diariamente el barrido cuidadoso de los pisos de teatros, cinematógrafos, salas de baile y todos los centros de reunión para diversiones públicas. El barrido deberá hacerse humedeciendo el suelo con una solución de bicloruro de mercurio. • Deben colocarse tubos ventiladores en la parte alta de los edificios para procurara
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una corriente continua que haga cambiar constantemente el aire viciado por aire puro.
Desde luego, la moral alzó la voz para criticar los centros de mala muerte que habían proliferado en la capital al H Consejo Superior de Salubridad: …suplícale se sirva ordenar la clausura de todas estas vecindades y barracas se prohíba que se realizan estos bailes públicos.
El éxito obtenido a la labor de los escritores permite en los empresarios ofrecer al público asuntos literarios de mérito. Pero no comprendemos por qué se han de tomar como temas únicamente las inacabables intrigas de adulterios y desvergüenzas, ni tampoco aceptamos que se borden argumentos con hazañas de rateros y policías. (Ibíd, 123)
El cinematógrafo impresionó al espectador. Ejerce igual fascinación sobre el niño que sobre el anciano, y atrae con igual fuerza al hombre culto que al obrero llegó a todos los niveles, al igual que las salas de exhibición se propagaron por toda la capital, como fue el elegante Salón Casino, El Wilton, El Buen Tono.( de los Reyes 1984,163) Colección Grajales. Cartel cinematográfico. Tiempo y Escritura No.20 | Historia 63
Historia
En el discurso de los moralistas respecto a esta diversión se hacían hincapié en que debía ser familiar. Los niños eran los que concurrían a las salas de proyección y por esta razón se debía cuidar el tema de las vistas. En algunas diversiones convivieron varios grupos sociales, como en el circo y las presentaciones aerostáticas. Unos de los más importantes fue la compañía norteamericana de los hermanos Orrin que arribó a la ciudad de México en 1878. En las funciones de circo se presentaban, contorsionistas, payasos, trapecistas, acróbatas y los animales amaestrados. Por lo que el H Consejo de Salubridad exigió “que se establecieran fuera de la zona habitacional, porque el rugido de los leones no deja dormir a los vecinos” (Chapultepec 1909, 8)
Dra. Guadalupe Ríos de la Torre
Otro pasatiempo clásico de la época fue la demostración aerostática. Las ascensiones en globo, comunes a diversas poblaciones, casi siempre se realizaban dentro de los circos. Con el tiempo los artefactos sirvieron para la publicidad de algunos artículos como los cigarros “El Buen Tono”.
que se suscitan a diario, mucho de los cuales, por no decir todos, terminan a balazos entre policías y los soldados que concurren a dichas diversiones públicas. (Macedo 1987, 4) A esta bohemia mexicana asistían clases privilegiadas y grupos medios, entre los que destacaban literatos como Federico Gamboa, el compositor Abundio Martínez y él joven José Vasconcelos. (Sesto 1958, 67-68)
Fuente: Colección Emma y Silvina García. Fue una época de búsqueda de normas, comisiones, campañas y reglamentaciones. El primer reglamento para prostitución en general localizado, data de la época del Segundo Imperio en México y fue el que creó la oficina de Inspección de Sanidad, centro administrativo para el control y registro de prostitutas y burdeles, encargado del cobro de impuestos que generaba la prostitución para el Estado, pero el que mejor sintetiza las principales medidas es el de 1899, que especificaba como deberes de las mujeres dedicadas al oficio de la prostitución, las siguientes obligaciones:
Fuente: Colección Alvear Para los capitalinos que buscaban diversión sana no sólo estaban atenidos a establecimientos fijos, como los cafés cantantes La voz de México, La flor de orquídea que eran salones grandes de techo bajo, con luz tenue, mesas y sillas donde se escuchaba música. O bien existía una amplia oferta de recintos que contaban con una pequeña pista de baile, en ocasiones amenizado con música de pianos se hicieron famosos: el salón Degollado, Bucareli, La Alhambra y Cuauhtemotzín, salón que por cierto producía frecuentemente numerosos escándalos, de los que los vecinos se quejaban:
Grabados de José Guadalupe Posada, Anuncios del circo 64 Tiempo y Escritura No.20 | Historia
Algunos vecinos de las calles de Cuauhtemotzín van a dirigir una carta a las autoridades con el fin de que ordenen la suspensión de los bailes públicos que han establecido en aquellos rumbos. Los vecinos se quejan por los continuos escándalos
• Inscribirse como prostituta ente el Comisario de la Oficina de Inspección de Sanidad. • Someterse a un examen médico semanal practicado por los médicos de la Oficina de Sanidad y pagar por ello. Fuente: Colección Emma y Silvina García.
• En caso de enfermedad, permanecer internadas forzosamente en el hospital de
Tiempo y Escritura No.20 | Historia 65
Historia
San Juan de Dios, después Morelos hasta curarse. • Pagar al Estado semanalmente, una cuota por el permiso para ejercer el trabajo de acuerdo a tasas medidas según juventud, edad y atractivo. • Presentar libreta de tolerancia cuando les fuera requerido. (Suárez 1991, 78)
Dra. Guadalupe Ríos de la Torre
personas. ¿Quiénes iban a estos lugares? En realidad dependía de la posibilidad económica del cliente para poder pagar de acuerdo a la clasificación del burdel hecha por el Consejo de Salubridad.
policías de burdeles estaba obligada a ejercer su actividad dentro de las redes de corrupción que se fueron tejiendo desde muchos antes en la famosa Ciudad de los Palacios. (Ríos, op.cit., 123)
Los clientes que frecuentaban los burdeles de primera y segunda eran por lo regular militares, la burguesía capitalina, la naciente élite revolucionaria y también el sector letrado de la capital. Los visitantes de los burdeles de tercera solían ser los obreros, la tropa o en algunos casos los residentes de la zona, o gente que provenía del interior. Los clientes jamás fueron perseguidos, registrados o encarcelados, a pesar de que trasgredieron la norma establecida por la sociedad mexicana. (Franco 1973, 80)
Para lograr estos objetivos estimularon una serie de operaciones, y además la ley se convirtió en el utensilio mediante el cual buscaba efectuar su proyecto, así como regular la vida social e incluso algunos aspectos de la vida privada. Así, los legisladores emitieron leyes y reglamentos que afectaron los juegos de azar, las diversiones públicas y la limpieza de la ciudad, y que de manera indirecta incidieron en la forma en que se comportaban los hombres y mujeres.
Archivo Histórico de la Secretaría de Salud. Reglamento de Prostitución Las autoridades fijaron de acuerdo con el reglamento de Prostitución, las llamadas zonas de tolerancia, dentro de las cuales se permitiría la casa no santa. La intención era fijar un solo perímetro circunscrito, lo más lejano posible de las áreas habitadas por la gente decente, el cual quedó como sigue: Primera, segunda y tercera zona. Ríos, op. cit., 211) El reglamento también dividía a las casas donde se ejercía la prostitución en tres tipos: burdeles, casas de asignación y de cita. Las nuevas normas establecieron además un cuerpo de policía especial para vigilar las casas de prostitución, y tareas específicas para los empleados de la Oficina de Inspección de Sanidad. Los clientes que asistían a esta clase de diversión en busca de sexo en forma individual, o en grupo de hasta cinco o más
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Archivo Histórico de la Secretaría de Salud. Prostituta de primera clase De acuerdo con los valores en boga, la sexualidad sucia, e ilegítima había que esconder, tolerar, ocultar. La sociedad siguió vigilando el ejercicio de la prostitución e hizo surgir, como en tiempos pasados, la creencia de que el hombre estaba al abrigo del contagio. Las autoridades siguieron con más rigor a las prostitutas que se salían de la zona de tolerancia. Así, la mujer caída bajo la vigilancia de la Inspección de Sanidad y de los
junto a la desmedida fe en la ciencia, el progreso y sus posibilidades, la ruina de la religión, el descenso de la vida familiar y el fin del orden social se perfilaba como una sombra.
Bibliografía ARCHIVO HISTÓRICO DE LA SECRETARÍA DE SALUD DE LOS REYES, AURELIO 1984 Los orígenes del cine mexicano /1896-1900), SEP, (Lecturas Mexicanas 61). FRANCO GUZMÁN, RICARDO 1973 La prostitución, México, Diana.
Conclusiones
GONZÁLEZ NAVARRO, MOISÉS
Así, los habitantes de los barrios permanecieron al margen de la modernidad, al igual que grupos como los criminales, los mendigos o las prostitutas. Por lo tanto, para la mayor parte de la población de las grandes ciudades mexicanas la prosperidad era más aparente que real.
1974 Población y sociedad en México (1900-1975), México, UNAM.
Por último, con el tiempo surgieron modas o hábitos que no provenían de épocas anteriores sino que, por el contrario, resultaban novedosas, aunque también se alejaban de lo que era considerado como deseable. Como muestra, los jóvenes practicaban nuevos bailes o se vestían de una forma que era considerada como escandalosa. Asimismo, se multiplicaron las posibilidades de la farándula, la vida nocturna o la bohemia propia de los bajos fondos parisinos. Todo ello parecía advertir la decadencia moral de la sociedad. En este sentido se puede decir que la modernidad no sólo generó sueños esperanzadores sino que despertó negras pesadillas:
GUERRERO, JULIO 1908 La génesis del crimen en México, París, Vda. Ch Bouret. MACEDO, MIGUEL 1987 La criminalidad en México: medios de combatirla, México, Secretaría de Fomento. RÍOS DE LA TORRE, GUADALUPE 2004 Sexualidad y prostitución en la ciudad de México durante el ocaso del porfiriato y la Revolución Mexicana (1910-1920), México, UNAM, [Doctorado] SESTO, JULIO 1958 La bohemia de la muerte, México, Libro Español.
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Historia
SUÁREZ ESCOBAR, MARCELA Y GUADALUPE RÍOS DE LA TORRE 1991 “Criminales, delincuentes o víctimas. Las prostitutas y el Estado en la época porfiriana” en Revista Fuentes. Revista Semestral del Departamento de Humanidades de la UAM-A, año1, núm. 2. 1Semestre.
Hemerografía Chapultepec
Escribir Como Mujer Entre Hombres.
Historia de la Poesía Femenina Mexicana del Siglo XIX, de Lilia Granillo Dr. Oscar Mata Juárez
VÁZQUEZ MANTECÓN, MARÍA DEL CARMEN 1999“Charros contra” “gentleman”. Un episodio de identidad en la historia de la tauromaquia mexicana “moderna”, 1886-1905, México, UNAM.
RESEÑA DEL LIBRO: Molina, Silvia, Matamoros. El resplandor en la batalla, México, Grijalbo, 2010, 270 pp.
1
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Profesor-investigador del Departamento de Humanidades de la UAM Azcapotzalco y Doctor en Literatura Mexicana por la UNAM. Ha publicado varios libros de creación y de crítica literaria, así como artículos en suplementos culturales y revistas especializadas.
En mi calidad de investigador literario, el siglo XIX mexicano siempre me ha parecido un continente apenas explorado, una vastísima tierra en la que cada nuevo hallazgo o descubrimiento sobre todo nos muestra lo poco que sabemos de ella. Para no muchos se trata de un siglo ingenuo y ciertamente lo es, por la falta de conocimientos y la nula experiencia con las que el naciente país inició sus tareas como nación independiente; otros lo ven como una época heroica, que también lo es, porque a pesar de tener tantos factores en contra, México bien que mal, o mal que bien pudo trazarse un camino. En 1821, sólo uno de cada diez mexicanos sabía leer y escribir. Sin embargo, en muy poco tiempo aparecieron docenas de revistas, la mayoría dirigidas al “bello secso”, que no obstante su efímera existencia, dejaron constancia de los nuestras primeras empresas editoriales y literarias como nación independiente. Quizá buena parte del fracaso de estas publicaciones, que buscaban la preferencia de las mujeres, residía en el hecho de que estaban hechas por hombres, quienes se habían formado su propia figura femenina, en la cual prevalecía la hermosura, pero que no correspondía a las potencialidades ni a las expectativas de las mujeres. Tuvieron que pasar dos generaciones, para que en las últimas décadas del siglo XIX hubiera revistas literarias femeninas, así como escuelas y asociaciones literarias, como El álbum de la mujer y las célebres Violetas del Anáhuac. Tiempo y Escritura No.20 | Reseña 69
Reseña
El camino no fue fácil, pues consistió en demostrar que las mujeres son perfectamente capaces de escribir tan bien como cualquier hombre –y obviamente tan regular y tan mal como ellos; y no se diga de las mañas, como la suplantación y el plagio, amén de los suicidios por cuestiones de amores, un terreno en el que las féminas no cantan nada mal las rancheras… En Escribir como mujer entre hombres, Lilia Granillo demuestra que existe una escritura femenina mexicana, que no es de segunda clase, como algunos piensan, sino digna compañera de la producida por los varones. La obra de Rosario Bosero no desmerece ante la de José María Lacunza y Laura Méndez de Cuenca como narradora está al nivel de Rafael Delgado, amén de que como poetisa tiene más estro que su patrón, Justo Sierra. Naturalmente esta literatura escrita por mujeres posee características propias, como las afirmaciones de género, los motivos emancipadores, la solidaridad gremial y la justicia laboral. Sin embargo, a fin de cuentas no es sino el testimonio de un ser humano ante el mundo en que le tocó nacer y vivir. Tuve la oportunidad de conocer el trabajo de Lilia Granillo hace casi diez años, cuando ella estaba a punto de doctorarse. Llamó mi atención la minuciosa investigación que había llevado a cabo, que ofrecía muestras de casi un centenar de poetisas decimonónicas mexicanas. De esa manera, Lilia ampliaba el número de autoras reunidas por José Maria Vigil en su Antología de Poetisas Mexicanas, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, en la cual se da noticia de 81 poetisas del México independiente y 13 de la época colonial. La obtención del doctorado no significó el fin de sus afanes, pues prosiguió su búsqueda en archivos españoles, gracias a lo cual puede conjuntar una antología con selecciones de 70 Tiempo y Escritura No.20 | Reseña
Dr. Oscar Mata Juárez
cien poetas, un número redondo que bien pudo ser mayor, pero Lilia decidió no utilizar cerca del 40 por ciento del material recabado.
En resumidas cuentas, el siglo XIX tiene todavía muchas cosas que decirnos. Mención aparte merece la edición de Escribir como mujer entre hombres. Historia de la poesía mexicana del siglo XIX, a cargo de la Coordinación de Difusión y Publicaciones de la DCSH de la UAM-Azcapotzalco. El ensayo de Lilia Granillo se presenta en un volumen de 366 páginas; viene acompañado de un CVD que contiene una Nueva antología de poesía femenina mexicana del siglo XIX. Cien poetisas en la literatura nacional; la sola antología editada en forma de libro sería un volumen espléndido, pues brinda el más completo panorama de la obra poética de las mexicanas
en el siglo XIX. El DVD también contiene un nutrido Corpora, con valiosos y reveladores documentos relativos las primeras poetisas del México independiente. Lilia del Carmen Granillo Vázquez. Escribir como mujer entre hombres. Historia de la poesía femenina mexicana del siglo XIX. México, UAM-A, DCSH, 2010. 366 pp y DVD (Serie Estudios, Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades).
Lilia Granillo centro. http://www.mundodexalapa.com/ noticias/images/stories/25021104.jpg Un trabajo como el de Lilia Granillo necesariamente abre caminos, muestra temas todavía no tratados por investigadores y críticos literarios. El primero sería necesidad de conocer más a nuestras literatas del siglo XIX, nos hacen falta biografías de nuestras tatarabuelas y bisabuelas, lo mismo que de nuestros tatarabuelos y bisabuelos literarios. México necesita saber más de Esther Tapia de Castellanos y de Laurena Writht, así como de Eufemio Romero y de Florencio M. del Castillo. Hace poco Milana Bazant publicó una espléndida biografía de Laura Méndez de Cuenca, a la que bien podía unirse una de Isabel Prieto y otra de Manuel Sánchez Mármol, para sólo dar algunos nombres. Otro tema sería el de las relaciones entre literatas y literatos en el siglo XIX; o sea, los amoríos, las complicidades, los matrimonios y las relaciones de trabajo de mujeres y hombres dedicados a las letras, la manera en que estos bichos raros para la sociedad se pusieron en contacto y desarrollaron sus potencialidades artísticas y humanas. Tiempo y Escritura No.20 | Reseña 71
Reseña
Dra. Liliana Fort Chávez, Dra. Lilia Granillo Vázquez
Cómo nos Describen los Hombres, Cómo nos Ven: La Mirada Femenina de Sara Beatriz y los Clásicos Dra. Liliana Fort Chávez, Dra. Lilia Granillo Vázquez El proyecto de la inclusión de las mujeres en la cultura, y el intento de que las mujeres sean reconocidas como parte de la humanidad sigue resultando incompleto. Aun podemos y debemos seguir cuestionando el concepto de humanidad en el que se nos pretende incluir , y el significado de una emancipación que se reduce a una integración social sin modificar sus estructuras ni su forma de reproducción. Rubí de María Gómez, 2005
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Profesoras investigadoras de la UAM-Azcapotzalco. Cuerpo Académico CA-UAM-105, Estudios culturales: género, lenguajes y sustentabilidad. Parte de esta reseña fue leída en la presentación del libro Sara Beatriz Guardia, Una mirada femenina a los Clásicos, Lima, CEMHAL, 2010, en el VII Congreso Internacional Multidisciplinario de Estudios de Género, INAH, 4,5 y 6 de octubre de 2010, Ex Convento del Carmen , San Ángel, México.
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Como una Virginia Woolf del Tercer Milenio, Sara Beatriz Guardia se ha preguntado acerca del discurso masculino sobre las mujeres en lengua española. Escribió Una mirada femenina a los Clásicos, dos capítulos y un prólogo que desentrañan el sentido masculino de lo femenino para Nuestra América, como nos llamaba José Martí. Es un gusto leer estas 240 páginas que descubren la visión varonil sobre la vida, el trabajo y las ilusiones femeniles. Prometen ser tan trascendentales para la cultura latinoamericana como Un Cuarto Propio, el discurso woolfiano aquel, que descubre las maneras en que los varones que hablan y escriben sobre las mujeres, construyeron la entelequia de “Mujer ideal” desde la Antigüedad Británica. Con el sentido comunitario repartido en ambas orillas del Atlántico, la Dra. Guardia, peruana, académica de la Universidad San Martin de Porres de Lima, que dirige desde hace décadas el Centro de Estudios La Mujer en la Historia de
América Latina , preside ahora La Comisión del Bicentenario Mujer e Independencia en América Latina. Su mirada de género sobre los clásicos que están detrás, debajo, encima y delante de la identidad femenina en Nuestra América, describe, narra y argumenta la óptica, la percepción de cuatro grandes escritores, cuatro clásicos castellanos, columnas culturales de ambos mundos. Desde el Prólogo, Sara Beatriz, cuyo nombra convoca a dos figuras míticas clásicas femeninas, aclara que la idea del libro surgió de interrogantes propias, de inquietudes personales –para las mujeres todo es personal, incluso la política y la filosofía—. Cuenta que hacía tiempo que cada vez que leía un libro (“Casi todos los libros los escriben los hombres” –nos decía la Woolf--) se preguntaba cómo nos ven los hombres, cómo nos describen, cómo se relacionan los escritores con la otredad femenina. Un libro tan importante para las latinoamericanas, sirve para fundamentar las discusiones de género de las identidades femeninas latinoamericanas. Los Clásicos cuentan las historias del género humano que custodia su futuro, y de las mujeres cuando son compañeras y semejantes en la aventura de la reproducción y civilización en el planeta. Siempre hemos tenido necesidad de hablar, de escribir, de educar, de civilizar. Esto es lo que pone en relieve Sara Beatriz en su libro en donde nos cuenta de mujeres reales e imaginarias en el mundo y, en especial, en la sociedad limeña. Preservar el género humano a través de la civilidad de los hijos es la meta de los procesos de producción y reproducción de la cultura, de las culturas. Pero el ideal de la civilidad universal no siempre se ha realizado. En su lugar, se inserta la misoginia, el machismo que con sus afanes de sometimiento de las mujeres, de lo femenino, usurpa el vinculo,
pervierte el re-ligar, el sentido de comunidad, e instaura la fuerza que sojuzga y debilita, esclaviza y encierra a las mujeres. Surgen iglesias que no predican la palabra que enlaza y transforma, el significado trascendente de la existencia humana –por ejemplo, el trabajo como co-creación-- sino la sumisión de los fieles, comenzando por las mujeres. No solo en Perú, sino en el mundo existen miriadas de mujeres esclavas de estas iglesias. Salvar a las mujeres del dogmatismo se hace necesario. Sara Beatriz nos refiere la lucha y las ideas de liberación de Manuel González Prada: “para salvarlas hay que apoyarlas para que piensen. Al lograr que las mujeres piensen, que se eduquen e integren en el proceso civilizatorio el género humano alcanzará la plenitud de la equidad, lo que nos une, lo que nos liga, los auténticos intereses de la especie y de las dos modalidades de esa especie: los hombres y las mujeres, mediante relaciones educadas. Garcilaso de la Vega, cuenta Sara Beatriz, pudo hacer una síntesis de las culturas y sus diversas –a veces encontradas—expresiones. A los ocho años de la conquista de Perú, nació de un capitán extremeño y Chimpu Ocllo, sobrina de los últimos incas del imperio vencido. Su padre se casó con una española por órdenes de la corona y se fue, abandonó a la madre y al hijo. En la intimidad de su hogar, Garcilaso aprendió la historia de sus antepasados a través de las conversaciones con su madre. Allí fue afirmando su identidad con el indio. Siempre conservó la admiración y afecto por su padre. Partió para España a los veinte y no regresó. Allí dio noticia de las leyes y gobierno de los incas, realizando una mediación entre sus creencias antiguas y la religión católica. Indudablemente el Perú fue el destinatario de su obra en donde celebró a la vida y la reverenció como madre universal o Pachamama. Esta mirada femenina nos Tiempo y Escritura No.20 | Reseña 73
Reseña
deja ver que el literato no fue hijo del amor propiedad sino del amor filial, por lo que pudo hacer la síntesis de su vida en sus textos. Mariategui, padre de Gloria, mantiene una relación respetuosa y estable con su madre. Tuvo mala impresión de las mujeres de partido, las que tomaban partido. Tal vez las miró como aquellas que piensan según lo hace el hombre al que siguen, las sumisas, las sometidas por su voluntad, como las caracterizó Cervantes. Como Cervantes piensa de Dulcinea, Mariategui mira a las mujeres como si fueran la emergencia de la poesía. Desde una Ruth desconocida con la cual se cartea, hasta una danza en el cementerio de Lima, por la cual Norka Rouskaya y él fueron arrestados. A partir de la mirada de ella, Mariátegui transformó su vida. Su visión sobre la mujer admiró su sensibilidad y posibilidad de comunicar. No pensó que las mujeres se pudieran reducir a sus funciones hogareñas. Anna Chiappe, fue la Primavera de Botticelli, en el cual él renació y se sintió dueño de su destino. No fue una relación de propiedad del otro, sino de amor filial, en donde educó no solo a sus hijos biológicos sino de aquellos que han de llamarse humanos. Imaginó un género humano en donde amos sexos se complementan. Por eso es el gran educador, el clásico latinoamericano, el buen padre. Sara Beatriz acude a Cervantes, para contar la historia de una mujer con poder frente a los hombres, cuyo insensato enamorado se suicida, “porque ella no quería…”. Todos llamaban ingrata a Marcela, la ven con odio, como a una malvada, los acomete el deseo de verla sometida. Para defenderse, Marcela manifiesta cuan fuera de razón están los que la acusan. Ella se sabe hermosa y deseada por todos, pero eso no les da derecho a ser amados por ella. El amor es voluntario y
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Dra. Liliana Fort Chávez, Dra. Lilia Granillo Vázquez
no forzoso. Ella no había dado esperanza a ninguno, por ser libre elegía el mundo pastoril en donde se dedicaría a platicar con las zagalas. Marcela defiende su autonomía. Realmente, las mujeres tienen una querella conciente o no, desde hace mucho tiempo, que es necesaria resolverla, antes que se separen definitivamente ambos sexos o se destruyan entre sí. La mirada femenina de Sara Beatriz, se dirige hacia las modernidades latinoamericanas a las que les falta trascender el poder de la iglesia católica. Nos muestra tantas iluminadas que se convirtieron en herejes y así fueron maltratadas. Hacia 1870 surgió la presencia femenina en la literatura y periodismo. Múltiples mujeres de letras surgieron fundando sus revistas y suplementos literarios, como Catalina Freyre. En ese clima de hegemonía e intolerancia destacan Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera. Ambas denunciaron los poderes tradicionales de la iglesia. En las veladas literarias se realizó el tránsito de lo privado a lo público, fueron el espacio para que mujeres dialogaran con lo masculino y la ciudadanía, para ir más allá de las supersticiones y formar identidad o religarse a la humanidad a través de la palabra escrita. “La influencia de la mujer en la civilización” como tituló Mercedes Cabello a su texto. La educación fue el medio para lograr la justicia social y la equidad para todos. Se trataba de que la mujer fuera incluida en la vida pública y en la toma de decisiones, como reflejo que es de un mundo humano en donde nadie se apropia de nadie ni lo somete. Casi una Edad de Oro en donde las doncellas y la honestidad andaban dondequiera, solas y señeras, sin temor de la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscaben. Esto es lo que evoca el libro de Sara Beatriz, con tino, narra lo que ha visto su mirada de mujer al
leer los clásicos, los verdaderos maestros que señalan el rumbo verdadero, el camino real donde encontramos que necesitamos el amor a las mujeres y hemos de rechazar la idea de apropiárselas y someterlas. Si queremos heredar un mundo mejor a las nuevas generaciones, sigamos esta visión de las masculinidades: los hombres y sus señales de concordia, aceptación y amor auténtico por las mujeres. De estilo fluido y organización clara, miremos con deleite el panorama de Sara Beatriz. Resta ahora esperar el libro de la mirada a las clásicas, las grandes maestras de América Latina que eduquen a las mujeres para civilidades co-creadoras.
“Rubí de María Gómez, “Analógica sexual” en Ana Luisa Guerrero Guerrero y Dora Elvira García González, Hermenéutica analógica yd e género, Torres Asociados, El Ajusco México, 2005; p. 68 “Entelequia”: (Del lat. entelechĭa, y este del gr. ἐντελέχεια, realidad plena alcanzada por algo). 1. f. En la filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona. 2. f. irón. Cosa irreal. Diccionario de la Real Aacademia Española, 23 ed. http:// buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_ BUS=3&LEMA=entelequia, septiembre 12 de 2010 webserver.rcp.net.pe/cemhal/ septiembre 12 de 2010
Tiempo y Escritura No.20 | Reseña 75
Estudios de Género
Mtra. E. Violeta Hernández Bautista, Mtro. Tomás Bernal Alanis
Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad 099, Poniente. 2 Profesor-investigador del Departamento de Humanidades UAM-Azcapotzalco. 1
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ginnya79_hotmail. over.blog.es
290 42 No especificado
24,690 12,669
50,000
MUJERES
Superior
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HOMBRES
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150,000
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300,000
86,637
350,000
222,894
380,072
400,000
Medio superior
La migración puede ser explicada por diferentes razones como: las históricas, étnicas y económicas; pero uno de los móviles más relevantes, fue y es la búsqueda de nuevas y “mejores” oportunidades, en particular, las económicas. Las razones para esta movilidad son voluntarias e involuntarias, lo que si es importante resaltar, es que este evento es un acto violento en sí mismo, es violento, porque las migrantes dejan atrás
PEA TOTAL POR SEXO, SEGÚN NIVEL DE INSTRUCCIÓN
Secundaria
A la complejidad de la problemática debemos agregar la escasez de estudios y estadísticas que muestren una cuantificación del problema, las cifras registradas en instituciones de salud o de procuración de justicia son apenas
La situación de violencia es todo un proceso y comprende varios momentos, quisiéramos señalar algunos que están en estrecha relación con la población indígena. Debemos recordar que como parte del gran desarrollo industrial que tuvo lugar en la ciudad de México a mediados de los años 40’s y los 50’s, esta situación generó una gran migración, en este fenómeno familias enteras fueron atraídas por las luces de la gran ciudad.
134,177
Nuestra intención no es hablar en nombre de las mujeres, porque sólo ellas podrían expresar como han vivido y sentido las violencias de las que han sido objeto; así como de las repercusiones que éstas han tenido y tiene en su vida diaria.
En primer lugar, quiero hacer algunas acotaciones sobre el concepto de violencia, pues muchas veces se utilizan términos o conceptos como sinónimos, que en realidad no lo son y que, más bien, tienen que ver con la forma en cómo se concibe la problemática, y las formas de atacarla. Ésta la entendemos como la coacción que se realiza hacia otra persona, la cual, puede ser tanto física como psicológica. De tal forma que la violencia de género incluye maltrato, abuso y hostigamiento sexual en el entorno doméstico y público.
Pero revisemos en que condición llegan estas familias o mujeres a la ciudad que será en mucho lo que definirá su “incorporación”. El perfil socio-educativo que registró el Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática (INEGI), en el conteo de 1995, así como en la Encuesta Nacional de Empleo en Zonas Indígenas3 (ENEZI, 1997) realizada en 1994, que aplicó el extinto Instituto Nacional Indigenista hoy, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, no es muy alentador.
Primaria Completa
E
n este breve escrito queremos exponer algunas inquietudes que a lo largo de nuestra estancia en la ciudad de México hemos conocido y también hemos tratado de sistematizar. Difícilmente en estas breves cuartillas pretendemos, decir, explicar, resumir, etcétera lo que sucede con las mujeres indígenas que viven en la ciudad de México.
Muchas de las mujeres indígenas han vivido una “violencia invisible”, por estar ésta, relacionada con el abuso emocional y psicológico; entre este tipo de violencia encontramos: los insultos, decirles palabras altisonantes en público, frases crueles y amenazantes y la crítica a comentarios y acciones que desarrollan en cualquier ámbito sobre su persona.
Primaria Incompleta
Sheila Rowbotham
un referente inicial, pues por lo general, no captan las situaciones de violencia, ya sea, porque las mujeres no realizamos la denuncia o porque durante muchos años el problema se mantuvo en el ámbito de lo privado, y no era una problemática a considerar en las estadísticas institucionales, sin dejar de mencionar que existen aún dificultades para identificar y “medir” los tipos de violencia, de las que son objeto.
Una vez en la ciudad, las familias migrantes indígenas buscan a algún familiar o paisano, por ser un espacio-territorio en donde podrán tener un lugar de aceptación, de no ser así, este monstruo compuesto por grandes avenidas, calles interminables, edificios, es decir, el gran asfalto, los devoraría sin ninguna contemplación.
244,941
Ninguna mujer puede alzarse sola y exigir la liberación para la demás, porque al hacerlo les sustrae a otras su capacidad de organizarse y de hablar por sí mismas.
su matria, la comunidad, su pequeña parcela, familiares, amigos y un sin fin de objetos que forman parte de su historia.
169,086
Mtra. E. Violeta Hernández Bautista Mtro. Tomás Bernal Alanis
El avance conceptual que representa identificar la violencia hacia la mujer como de género, es que se asume que las relaciones asimétricas de poder que existen en la sociedad entre hombres y mujeres representan uno de los factores más relevantes para entender la gravedad y dimensión de la violencia hacia la mujer. La característica de este tipo de violencia es que, a diferencia de los otros hechos delictivos violentos, el factor de riesgo o vulnerabilidad lo constituye principalmente, el hecho de ser mujer.
Sin instrucción
Violencia a Mujeres Indígenas en la Ciudad de México: La Indiferencia Pura
FUENTE: INEGI, Encuesta Nacional de Empleo en Zonas Indígenas, 1997. INI: Subdirección de Investigación 3
Encuesta realizada a nivel nacional en Coordinación con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (PNUD-INI)
Tiempo y Escritura No.20 | Estudios de Género 77
Estudios de Género
Estos datos pueden no estar actualizados, pero no hay mucha encuestas al respecto, además de señalar que los cambios en este rubro no han sido relevantes, razón por la cual, me pareció interesante presentar esta información. Esta gráfica habla por sí misma, del perfil y los niveles educativos de la población indígena encuestada; se aprecia que la mayoría de las mujeres se encuentra en el rubro con primaria incompleta. ¿Pero esto qué relación guarda con la violencia?. En principio, en las comunidades marginadas las posibilidades de acceder a la educación son mínimas, fenómeno que también lo vemos en la población que migra a la ciudad, porque generalmente migran para trabajar, no para estudiar.
Mtra. E. Violeta Hernández Bautista, Mtro. Tomás Bernal Alanis
La violencia que sufren en el hogar, no es tan diferente del que sufren las mujeres “urbanas”, sin embargo, el estigma que se tiene de ellas, es sin lugar a dudas evidente, son los indios, los de afuera, los extraños, a pesar de que México, ha reconocido ser uno de los países que cuenta con una población indígena importante en términos históricos y culturales y de reconocerse como un país multicultural. El trato de violencia hacia las mujeres indígenas es histórico, pero más que hacer un recuento, quisiera retomar el trabajo realizado a mediados de los años setenta, por la doctora Lourdes Arizpe4, quien hace referencia de los indígenas en la ciudad de México, y en particular, de las mujeres.
Estos datos nos dan una pequeña referencia de las condiciones a las cuales las mujeres y la familia, en general, se tienen que enfrentar en el momento en que toman la decisión de –o deciden por ellas- salir de sus comunidades de origen. No cuentan con “herramientas” que les permitan acceder a un empleo, servicio público, escuela, etcétera, por lo que las actividades a las que se incorporan son: el trabajo doméstico y/o de vendedoras ambulantes.
El trabajo recupera de manera interesante, las actividades económicas en las que se tienen que ocupar e insertar ellas. El estudio hace referencia a la población indígena del Estado de México, como: mazahuas, otomíes y nahuas. Lourdes Arizpe nos da elementos para recuperar la forma en que se da la discriminación hacia las mujeres, asimismo, quiero resaltar que aunque el estudio no habla propiamente de la violencia, si refleja la forma en que la violencia se pone de manifiesto en las actitudes que los citadinos “urbanos”, llevan a cabo hacia este grupo de mujeres, al ser objeto de vejaciones, humillaciones, insultos de toda índole, de manera directa e indirecta. Expresiones como: “dan mal aspecto”, “huelen mal”, para que tienen tantos hijos”, las hemos escuchado reiteradamente, así como miradas que descalifican porque no son iguales a nosotros, no son iguales a la “norma”, no sólo por los bellos trajes que algunas todavía portan, sino el acento y el incierto español que las identifica, si bien es una cuestión muy subjetiva, no hemos reflexionado en el daño que esto genera. En donde los actores urbanos “dueños” de la imagen de la ciudad han hecho escarnio. Si bien la investigación data de los años setenta, la situación ha variado de manera mínima, los principales sectores de ocupación, están relacionados con el comercio; con un pequeño “local”, como ambulante y/o como trabajadora doméstica.
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Esta situación se confirma en la primera Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, que llevo a cabo la Secretaria de Desarrollo Social (CENADIS)5 en 2005, la 5
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Arizpe S., Lourdes. Indígenas en la ciudad de México. El caso de la “Marías”. México, SEP, 1975.
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Esta encuesta fue realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y la Secretaria de Desarrollo Social en 2005.
cual, arrojo datos muy crudos. Por ejemplo, se registró que el 40% de los entrevistados manifestó estar dispuesto a organizarse con otras personas para solicitar que no se permita a un grupo de indígenas establecerse cerca de su comunidad. O el hecho de que el 43% de los mexicanos opinan que los indígenas tendrían siempre una limitación social por las características raciales, es decir, siempre serán vistos como los extraños y ajenos al entorno urbano, por su color, su tono de voz, su vestimenta y cualquier rasgo que los señale como indígenas. Esta situación de alguna manera ha contribuido al creciente subempleo y desempleo en el que se encuentran los sectores marginales que viven en esta ciudad, y permite explicar y enmarcar porque las mujeres indígenas se tienen que insertar en la subocupación.
elinformador.com.mx “Muchas mujeres indígenas se emplean en el trabajo doméstico, donde las relación entre patrones varia, de una actitud paternalista que “educa” a las niñas en el modo de vida urbano, hasta aquellos que mantienen una actitud agresiva y de mal trato”….”otras más se emplean en el comercio informal…” (Oehmichen, 2006, 177).
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Queremos señalar que la violencia de la que son objeto concierne tanto a la esfera pública, como a la esfera privada, sin embargo, no hay aún un reconocimiento de la forma tan sutil en que las acciones que realizamos tanto de manera particular como en el ámbito institucional se pudieran materializar en programas educativos y de salud que vayan en contra de toda esa violencia.
elinformador.com Así mismo, Oehmichen, nos recuerda la figura de “la india María”, personaje cómico que apareció en televisión mostrando una imagen que ridiculiza a las mujeres indígenas y de manera particular a las mazahuas. Pero que en el fondo va a quedar en el imaginario social como un personaje que carece de estudios, que sólo sirve para ser sirvienta, por lo tanto, revive y recrea a ese indígena que durante toda la vida ha sido sujeto de atropellos y burlas.
Lo anterior, es sólo un ejemplo de lo que sucede en las calles, habría que agregar lo que sucede al interior de las familias, históricamente debemos reconocer que la estructura patriarcal ha marcado de manera importante la forma en que está organizada la familia, en donde la asignación de roles ha definido el papel de las mujeres en la estructura y funcionamiento de la familia en general.
como: vendedoras de dulce, trabajadoras domésticas, comerciantes, entre las más importantes.
Todo esto se debe a la falta de sensibilidad de los servidores públicos, y de la propia sociedad, en la medida en que es evidente la discriminación de la que son sujetos los indígenas, por tal razón:
Este proceso de exclusión trasciende en varios planos, la que va en el trabajo, en los espacios en los cuales pueden habitar, pero todo en un marco de construcción cultural en donde el rechazo, violencia, inseguridad hacia los indígenas muestra la poca o nula voluntad política, de tal forma que los indígenas se les presenta como los inadaptados y ajenos al México moderno hoy en pleno siglo XXI, como lo fue a principios del siglo XX.
“… quienes son identificados como tales se enfrentan a situaciones de discriminación, abuso y malos tratos, así como a desventajas en su lucha para el empleo, la vivienda, la educación, la salud, la justicia, los servicios y otros ámbitos de la vida social”. (Oehmichen C. 2006, 175)
Bibliografía ARIZPE S, LOURDES 1975 Indígenas en la ciudad de México. El caso de las “Marías”, México, SEP. BARBIERI, MARTHA TERESITA DE S.P.I Notas para el estudio del trabajo doméstico de las mujeres, el problema del trabajo doméstico.
Por eso el trabajo doméstico, es un espacio donde son explotadas, humilladas, muchas veces ultrajadas, sin que se presente denuncia alguna, por temor, por desconocimiento, por lo ajeno y difícil que les resulta la estructura institucional.
CAHUE, HORTENCIA S.P.I. Oportunidades de trabajo para mujeres profesionales.
elinformador.com.mx
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les ponen el dispositivo sin su consentimiento; cuando se atreven a denunciar, las autoridades las regañan y las tratan mal:
En cuanto a la violencia institucional que reciben por ser indígenas se puede señalar: maltrato en los hospitales por no “saber” expresarse correctamente, el que los médicos no les expliquen los padecimientos ni sus tratamientos, podemos señalar que se han registrado casos en los cuales las operan o
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Si bien no se puede hacer una afirmación de manera categórica, se puede considerar que debido a la red social a la que se integran, los hace más vulnerables , en la medida en que esta puede considerarse como básica, al reducirse a sus paisanos o algún pariente, las razones son muchas, pero una fundamental es que siguen siendo ajenos a esta ciudad, la violencia a través del desprecio que se ha manifestado explícita e implícitamente es evidente, a lo que habría que agregar el tipo de actividades a las que se integran,
GONZÁLEZ MARÍN, MARÍA LUISA (Coord.) 1995 Los mercados de trabajo femeninos: tendencia recientes. México, UNAM/ DGAPA/CONMUJER, INEGI, Conteo de Población y Vivienda. OEHMICHEN, CRISTINA 2006 “Violencia interétnica y racismo en la ciudad de México” en Anales de Antropología, Vol. 40, No. 1, México, UNUAM-IIA, pp. 167-190.
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