ENFOQUES
Domingo 11 de octubre de 2009
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EE.UU.
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La esclavitud y las raíces de Michelle Obama RACHEL SWARNS Y JODI KANTOR THE NEW YORK TIMES
E
n 1850, el anciano dueño de una propiedad de Carolina del Sur tomó en sus manos su pluma y realizó concienzudamente la división de sus bienes. Entre ruecas, guadañas, manteles y ganado que legó a sus múltiples herederos se hallaba una niña esclava de 6 años valuada poco después en 475 dólares. En su testamento se la describe simplemente como “la niña negra Melvinia”. Luego de la muerte del anciano, a ella se la separó de la gente y sitios que conocía y se la envió a Georgia. Cuando era aún una adolescente, un hombre blanco la embarazó de su primer hijo en circunstancias perdidas en el tiempo. En los anales de la esclavitud norteamericana, esta penosa historia sería completamente irrelevante salvo por una razón. Esa unión, consumada unos dos años antes de la guerra civil, marcó los orígenes de una línea familiar que se extendería desde la Georgia rural a Birmingham, en Alabama, hasta Chicago y, finalmente, la Casa Blanca: Melvinia Shields, la joven esclava y analfabeta, y el desconocido hombre blanco que la embarazó son los padres del tatarabuelo de Michelle Obama, la primera dama. Considerada por muchos como un poderoso símbolo del avance de los negros, Michelle creció sólo con un vago sentido de sus orígenes, según afirmaron sus familiares y allegados. Durante la campaña presidencial la familia supo sobre uno de sus tatarabuelos paternos, un ex esclavo de Carolina del Sur, pero el resto de sus raíces siguieron siendo un
misterio. La historia recientemente descubierta de sus ancestros maternos, una madre esclava, un padre blanco y su hijo mestizo, Dolphus T. Shields, relaciona por primera vez a la primera dama con la historia de la esclavitud, después de rastrear cinco generaciones. El descubrimiento, revelado por la genealogista Megan Smolenyak, y The New York Times, confirma lo que Michelle ha llamado persistentes rumores familiares sobre un antepasado blanco. Mientras los antecedentes blancos del presidente Barack Obama han atraído considerable atención, el linaje de su esposa, que incluye también líneas de aborígenes norteamericanos, destaca la complicada historia de la mezcla racial, a veces surgida de la violencia, o la coerción que se encuentra en la línea de sangre de muchos afronorteamericanos. “Ella es representativa de cómo hemos evolucionado y de lo que somos”, señaló Edward Ball, historiador que descubrió que tenía familiares negros, descendientes de sus ancestros que tuvieron esclavos, cuando investigó su historia personal en el libro Esclavos en la familia. “En Estados Unidos no somos tribus separadas de latinos, blancos y negros”, manifestó Ball. “Estamos todos mezclados, y lo hemos estado durante generaciones”. Las pruebas documentales de la historia familiar de Michelle Obama desde el siglo XIX incluyen datos sueltos, amarillentas actas de casamiento, fotos descoloridas y recuerdos de ancianas que conocieron a la familia. De la docena de familiares que identificó, Smolenyak aseguró que fue la niña esclava la que más claramente le llamó la atención. “De todas las raíces
FOTOS DE THE NEW YORK TIMES
Una compleja historia que se pierde en el siglo XIX revela una línea genealógica originada en una esclava adolescente embarazada por un hombre blanco en un campo del Estado de Georgia. Esa línea familiar llegó ahora a la Casa Blanca
Michelle Obama en la Casa Blanca, un reflejo de los cambios en la sociedad norteamericana
Con sus padres y su hermano
Dolphus Shields, el tatarabuelo
de Michelle, Melvinia es la que está pidiendo ser encontrada”, dijo. Cuando su dueño, David Patterson, murió en 1852, Melvinia se encontró rápidamente en una granja de 80 hectáreas con nuevos dueños, la hija de Patterson y su yerno, Christianne y Harry Shields. Era un mundo extraño y desconocido. En Carolina del Sur había vivido en una propiedad con otros 21 esclavos. En Georgia era una de los tres esclavos de la propiedad que hoy es parte de una subdivisión en la ciudad de Rex, cerca de Atlanta. Ni en la casa ni en los campos faltaba allí trabajo: trigo, maíz, batatas y algodón para cultivar y cosechar y tres caballos, cinco vacas, 17 cerdos y 20 ovejas para cuidar, según datos de 1860. Es difícil decir quién podría haber embarazado a Melvinia, que dio a luz a Dolphus alrededor de 1859, cuando tendría unos 15 años. En ese entonces, Henry Shields tenía más de 40 y sus cuatro hijos varones entre 19 y 24, pero también otros hombres podrían haber pasado algún tiempo en la granja. “Nadie debería sorprenderse al enterarse de la cantidad de violaciones y de abusos sexuales que tenían lugar durante la esclavitud;
era una experiencia diaria”, afirmó Jason A. Gillmer, profesor de leyes de la Universidad Wesleyan, de Texas, que realizó una investigación sobre las relaciones entre los esclavos y sus dueños. “Algunas de estas relaciones pueden ser realmente muy complejas.” En 1870, tres de los cuatro hijos de Melvinia, incluido Dolphus, aparecen en un censo como mulatos. Uno nació cuatro años después de la emancipación, lo que sugiere que la relación que produjo esos niños duró hasta después de la desaparición de la esclavitud. Ella les dio el apellido Shields, lo que podría ser señal de paternidad o deberse a la costumbre de los esclavos de tomar el apellido de sus patrones. Luego de ser liberada, Melvinia continuó trabajando en un campo vecino al de Charles Shields, uno de los hijos de Henry. Pero en algún momento, a sus 30 o 40 años, un censo muestra que se alejó y se las ingenió para reunirse con ex esclavos que eran conocidos de infancia en la propiedad de los Patterson: Mariah y Bolus Easley, que se establecieron con Melvinia en Bartow County, cerca del límite con Alabama. Dolphus se casó con una de las hijas de los Easley, Alice, que es la tatarabuela de Michelle. Así, una comunidad que “había sido separada por la fuerza, llegó a reunirse nuevamente”, observó Smolenyak. Melvinia parece haber vivido sin resolver su origen. Su certificado de defunción, en 1938, firmado por un familiar, dice “no se sabe” en el espacio para los nombres de sus padres, lo que sugiere que puede no haberse enterado nunca de quién era. En algún momento antes de 1888, Dolphus y Alice Shields continuaron su migración a Birmingham, una próspera ciudad con ferrocarril, minas de hierro y acero y fábricas que atraían a ex esclavos del sur. Dolphus tenía alrededor de 30 años y su piel era bastante clara – algunos afirman que parecía blanco–, era carpintero y asistía a la iglesia, podía leer, escribir y progresar en una ciudad industrializada. Ya en 1900 poseía su propia casa, según el censo de la época. Para 1911 había abierto
su carpintería y un negocio de afilar. Fue cofundador de la Iglesia Bautista Trinity, que luego participó en el movimiento por los derechos civiles. “Era el decano de los diáconos de Birmingham, dijo Helen Heath, de 88 años, que iba a la iglesia con él. Dolphus condujo a su familia a la clase obrera, al mudarse a un barrio segregado de negros trabajadores, propietarios o inquilinos. En su casa no se fumaba, no se maldecía, no se comía goma de mascar ni se usaba lápiz labial. Las mujeres no vestían con pantalones y no se escuchaban blues en la radio, reservada para los himnos religiosos, recordó Bobbie Holt, de 73 años, que fue criada por Shields y su cuarta esposa, Lucy. Agregó que era como si la familia fuera “todas las noche a la iglesia”. Dolphus Shields creía que las relaciones interraciales mejorarían. “Va a llegar un día en que estemos juntos” decía a menudo, según recordó Holt. Cuando murió, en 1950, a los 91, el cambio estaba en camino. El 8 de junio de 1950, día en que su obituario apareció en The Birmingham World, el diario negro también sacó un titular que decía: “La Corte prohíbe la segregación en comedores y en la educación secundaria”. También proscribió los sitios separados en trenes y en universidades en Texas y Oklahoma. Su nieto, un pintor llamado Purnell Shields, el abuelo de Michelle Obama, había llevado a su familia a Chicago, donde había mejores oportunidades. Con los años, sus descendientes perdieron contacto con el pasado. Hoy, Dolphus Shields yace en un abandonado cementerio negro donde el pasto crece hasta las rodillas. Holt afirmó que él se le apareció en un sueño el mes pasado. Entonces ella sacó a relucir una foto suya sin saber que pronto se enteraría de que Dolphus Shields era el tatarabuelo de la primera dama. “Oh, Dios”, exclamó al enterarse de la noticia. “Siempre lo admiré, pero no hubiera imaginado algo así. Alabado sea Dios, hemos recorrido un largo camino”. © LA NACION
Traducción de María Elena Rey