Hacia una Educación Mediática “más verde”: la dimensión medioambiental en la Educomunicación Fernando Tucho. Universidad Rey Juan Carlos / Aire Comunicación
Resumen El objetivo de esta comunicación es plantear una serie de reflexiones que conduzcan a incluir entre las dimensiones de la Educación Mediática un aspecto que se encuentra ausente actualmente de nuestros principales objetivos como educomunicadores: el impacto que tienen los medios y las tecnologías de la información y la comunicación sobre nuestro medioambiente. Incluir la dimensión medioambiental en el seno de la Educación Mediática nos ayuda a tender puentes entre el uso de las pantallas, omnipresente en la vida de muchas personas, especialmente los más jóvenes, y muchas de las cuestiones más acuciantes que nuestras sociedades afrontan en la actualidad.
El imparable avance de la “Sociedad de la Información” y su impacto sobre el medioambiente Las cifras que nos informan del avance de la “Sociedad de la Información” en cuanto a penetración y uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en nuestras sociedades no dejan de crecer. Solo en España, el número de internautas aumentó en 2010 en un 7% superando ya los 22 millones de usuarios, de los cuales 19 millones acceden a la red semanalmente (la mayor parte de ellos a diario)1. Por no hablar de las cifras record de penetración de la telefonía móvil o del éxito dentro del ocio digital de los videojuegos (muchos de ellos en red), una de las industrias más lucrativas del planeta. Esta “revolución tecnológica” afecta especialmente, como bien sabemos, a los más jóvenes, bien conocidos como “nativos digitales”. Desde las instituciones en general se celebra con júbilo el imparable avance de las TICs entre la población y se hacen esfuerzos educativos y económicos para reforzar el acceso entre aquellos sectores sociales más desfavorecidos, reduciendo las diversas “brechas digitales”. El impacto, tanto positivo como negativo, de esta explosión de las TICs sobre el individuo en particular y la sociedad en su conjunto se ha convertido desde hace años en materia preferida de estudio entre la comunidad científica. La Educación Mediática, sumida durante décadas en los medios tradicionales como la prensa o la televisión, está sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos e incorporar entre sus ocupaciones el dar respuestas educativas a los retos planteados por este boom tecnológico. Así, la Educación Mediática se ha volcado en desarrollar nuestras competencias individuales como usuarios de estas tecnologías sin perder de vista los retos que éstas nos plantean como sociedad. Hasta aquí, nada nuevo, breve estado de situación. Sin embargo, esta revolución tecnológica no solo supone un gran impacto en el nivel individual y en el nivel social. Las organizaciones ecologistas vienen incorporando una tercera dimensión que estaba faltando en la ecuación: el impacto sobre el medioambiente, al que poco a poco tanto las administraciones como la propia industria están dando —con mayor o menor entusiasmo— algunas respuestas. Los estudios y las cifras del impacto de este imparable avance tecnológico abundan. Sirvan los siguientes datos a modo de ejemplo2: 1
Datos extraídos del Instituto Nacional de Estadística y de Red.es
2
Datos extraídos de: “Revealed: the environmental impact of Google searches”. The Sunday Times. 11/1/2009. Accesible en: http://technology.timesonline.co.uk/tol/news/tech_and_web/article5489134.ece “How you can help reduce the footprint of the Web”. Alex Wissner-Gross. The Sunday Times. 11/1/2009. Accesible en: http://www.timesonline.co.uk/tol/news/environment/article5488934.ece “Powering a Google Search”. Google Blog. 11/1/2009. Accesible en: http://googleblog.blogspot.com/2009/01/powering-googlesearch.html « Harvard Physicist Sets Record Straight on Internet Carbon Study ». TechNewsWorld. 12/1/2009. Accesible en: http://www.technewsworld.com/story/Harvard-Prof-Sets-Record-Straight-on-Internet-Carbon-Study-65794.html “Un Google energético”. Revista Integral. 23/6/2010. Accesible en: http://www.larevistaintegral.com/5265/un-googleenergetico.html
Según Gartner, consultora estadounidense especialista en investigación en tecnologías, las emisiones de CO2 de la industria de las TICs se sitúan en torno al 2% del total mundial de emisiones, superando ya en 2007 por primera vez a las realizadas por la industria de la aviación. Gran parte de estas emisiones corresponden a los macrocentros que alojan los servidores que alimentan Internet. En palabras de Evan Mills, del Lawrence Berkeley National Laboratory en California, “los centros de datos están entre las instalaciones de mayor consumo energético imaginable”. Según Greenpeace, los centros de datos y las redes de telecomunicaciones consumirán en el 2020 casi dos billones de kilowatios/hora, el triple de lo consumido actualmente y más que el consumo realizado por Francia, Alemania, Canadá y Brasil juntos. Con estas cifras, no es de extrañar que Greenpeace lanzara una campaña cuando Facebook anunció en febrero de 2010 su intención de abrir un nuevo centro de datos en Oregón alimentado por energía procedente del carbón3. Según estimaciones de Alex Wissner-Gross, físico de la Universidad de Harvard, el mero hecho de navegar por cualquier web generaría 20 mg de CO2 por segundo. Si esa página contiene además animaciones o vídeos (como sería el caso de Youtube, líder en visitas), las emisiones podrían ascender a los 300 mg. Una simple búsqueda en Google estaría entre los 200 mg según estimaciones de la propia compañía o los 5.000 o 10.000 mg según estimaciones de Wissner-Gross, incluyendo el consumo del equipo del internauta que lanza la búsqueda4 (el modo de funcionamiento de Google replicando la búsqueda en diversos servidores que “compiten” entre sí primando la velocidad en la respuesta sobre otros criterios no ayuda a reducir su consumo energético; no en vano se estima que el gigante Google consume el 3% de toda la energía de Estados Unidos)5. Multipliquemos estas cifras por las horas semanales o diarias de un internauta habitual por los cientos de millones de internautas en el mundo y podremos hacernos una idea del impacto que el uso solo de la web genera sobre nuestro medioambiente. No es de extrañar que hayan surgido buscadores “verdes” como Ecosia o Znout que aun usando tecnologías de Yahoo o Google, respectivamente, buscan compensar sus emisiones invirtiendo en acciones positivas para el medio ambiente, o webs como CO2stats.com que ofrecen un servicio para hacer más eficiente energéticamente la web de cualquier empresa o particular. Estas alarmantes cifras sobre consumo energético y emisiones de CO2 deben verse dentro del impacto global que supone el ciclo de vida de las tecnologías, desde su producción hasta dónde y cómo terminan sus desechos. Así por ejemplo, Greenpeace elabora un ranking anual de cuán “verdes” son las compañías fabricantes de aparatos tecnológicos en función de tres criterios: el uso de componentes tóxicos en su producción, sus procesos de reciclaje y su “Facebook usa carbon”. Revista Integral. 17/1/2011. Accesible en: http://www.larevistaintegral.com/6337/facebook-usacarbon.html 3
Véase “Facebook: unfriend coal”. Greenpeace International. Accesible en: http://www.greenpeace.org/international/en/campaigns/climate-change/cool-it/ITs-carbon-footprint/Facebook/?thingstodo 4
Para poder hacerse una idea comparativa del consumo que esto supone, hacer hervir una tetera de agua implica una emisión de 15.000 mg de CO2. 5
A diferencia del caso comentado de Facebook, Google pretende convertirse en adalid de las renovables. Ya en 2007 lanzó su estrategia RExC (Renovables por carbón). En 2010 fue autorizado por el órgano competente en EEUU para actuar como operador energético en ese país con la intención de generar electricidad renovable y barata para sus propias instalaciones. Según informa la compañía, su campus en Mountain View, Georgia, tiene instalada una de las mayores plantas solares del país.
política global en torno al cambio climático (en la última edición de este ranking, fechada en octubre de 2010, Nokia ocupaba el primer lugar con 7.5 puntos sobre 10 frente al último puesto de Microsoft y Nintendo con 1.9 y 1.8 puntos respectivamente de un total de 18 compañías multinacionales estudiadas)6.
Estos datos son solo un pequeño ejemplo de la trascendencia del impacto de las TICs y de todo lo que las rodea sobre nuestro entorno. Si desde la Educación Mediática estamos ocupados en formar ciudadanos y ciudadanas competentes y críticos en el uso de los medios y las tecnologías, si nos preocupa la repercusión que esta revolución tecnológica tiene sobre nuestras vidas y nuestras sociedades, ¿podemos no incluir la dimensión medioambiental en nuestro trabajo?
La dimensión medioambiental en la Educación Mediática A falta de obtener resultados de una investigación más detallada, ahora mismo en proceso, la primera impresión es que esta dimensión medioambiental no está muy presente en los programas de Educación Mediática, no forma parte de nuestras preocupaciones como educomunicadores. Para Antonio López, pionero en proponer una Educación Mediática “más verde”, Educación Medioambiental y Educación Mediática sin duda tienen objetivos en común y los defensores de la Educación Mediática se sumarían sin duda a los objetivos de la sostenibilidad, pero lo cierto es que en la práctica esto no parece darse. Para él, las causas de esta separación estarían, de un lado, en que en general los estudios en comunicación no han tenido muy en cuenta issues provenientes de las ciencias naturales (López, 2011). A este respecto podríamos señalar cómo se ha escrito mucho sobre Ecología de Medios, siendo una corriente como tal dentro de los estudios de comunicación, con autores reputados como McLuhan y Postman, entre muchos otros, pero muy poco sobre “medios ecológicos”. Estudiamos desde la comunicación cómo las tecnologías afectan a los ambientes comunicativos o cómo los ambientes comunicativos afectan a las personas (Islas, 2009) y sus ambientes pero no cómo el desarrollo tecnológico y su consumo por parte de las personas afectan al medioambiente natural (con algunas excepciones provenientes del campo de la Environmental Communication) por lo que no terminamos de cerrar un verdadero ciclo ecológico. Atendiendo a la Ecosistémica, según la cual todos los hábitats operan como sistemas interdependientes, focalizar exclusivamente en cómo las tecnologías afectan sobre nuestras vidas o cómo afectamos nosotros sobre el desarrollo tecnológico sin tener en cuenta el contexto tanto social como natural en que estos procesos se producen son visiones reduccionistas que perpetúan la tradicional dicotomía entre “lo humano” y “lo natural” que quizá a estas alturas de la historia no deberíamos permitirnos. Desde las Ciencias de la Comunicación, en general, y desde la Educación Mediática, en particular, hemos tenido claro desde hace mucho la necesidad de utilizar enfoques socioeconómicos pero el componente ecológico que permita una visión ecosistémica completa se 6
“Guide to greener electronics”. Accesible en: www.greenpeace.org/electronics
nos ha quedado habitualmente fuera. Un primer paso en este camino sería, pues, en lo que nos toca a los educomunicadores, comenzar a integrar la conciencia de la relación existente entre el ambiente comunicativo en el que nos desempeñamos, donde ya —como hemos señalado— llevamos incorporada la visión socio-económica, y el entorno global (ecosfera) en el que se desarrolla (unas interacciones que ya se producen, lógicamente, la cuestión es poner consciencia sobre ello, pues como afirma la doctora Natalia Eres “si el criterio esencial de la Ecosistémica es considerar un organismo-entorno como una unidad en la que no hay entorno independiente del organismo y viceversa, significa que el organismo que destruye su ambiente se destruye a sí mismo” (Eres, 2011: 54).
Otra de las causas que para López explicaría esta separación entre Educación Mediática y Educación Ambiental es que, a su entender, la crítica de la tecnología no estaría bien vista dentro de la Educación Mediática, como si no se pudiera usarla y criticarla, como si criticarla fuera cosa de neo-luditas. Esto último aplicaría, a nuestro entender, entre los tecnofílicos defensores de una Educación Mediática basada únicamente en el uso de las tecnologías como herramientas pero no dentro del enfoque crítico de la Educomunicación. A estas causas añadiríamos como hipótesis la simple falta de toma de conciencia por parte de los educomunicadores pues aunque los medios tradicionales que antes nos ocupaban por completo también tenían su impacto medioambiental7 éste nunca fue de especial interés para los defensores del medioambiente y por tanto tampoco para nosotros. Por tanto, nunca formó parte de los programas de la antes conocida como Educación en Medios de Comunicación. Los nuevos programas de Educación Mediática nacen de las bases tradicionales de la Educomunicación adaptadas a las peculiaridades de las pantallas que ahora nos ocupan. La inclusión de la dimensión medioambiental, por tanto, necesitaría de una toma de conciencia específica sobre la relevancia de esta cuestión. De otro lado, como educomunicadores es habitual que hagamos por nosotros mismos un uso intensivo de las TICs. Introducir esta nueva dimensión comenzaría por cuestionarnos el impacto ambiental de nuestro propio uso y consumo de las tecnologías, algo que también podría frenar la implementación de esta dimensión en nuestros programas de trabajo.
Integrando la dimensión medioambiental en la Educación Mediática Integrar la dimensión medioambiental dentro de la Educación Mediática nos abre un campo amplio de posibilidades en pos de nuestros objetivos de una ciudadanía más activa, crítica, creativa y consciente en el uso de los medios y las tecnologías, donde la relación con ellas nos sirva tanto para conocernos mejor a nosotros y nosotras mismas como para construir sociedades y entornos más sostenibles y acogedores para todos los seres vivos. A nuestro entender, la Educación Mediática debe incluir siempre este fin último que no podemos perder 7
Podríamos hablar, por ejemplo, del importante coste medioambiental que está suponiendo la moda de dejar los televisores tradicionales en pos de las pantallas planas, mucho más contaminantes (“El cambio a la tele plana”. Revista Integral. 19/5/2009. Accesible en: http://www.larevistaintegral.com/2247/el-cambio-a-la-tele-plana.html). O de lo que ha debido suponer toda la transición a la televisión digital terrestre, un gran negocio para la industria pero no tan bueno para el medioambiente.
de vista en la maraña de tecnologías y competencias que esta explosión tecnológica nos ha traído encima. Esto es especialmente importante en tiempos donde abundan los cheerleaders que simplemente se dedican a celebrar las nuevas tecnologías, en feliz expresión de Clarke (2011). Así lo defendieron pioneros como Freire o Kaplún y así lo sostenemos muchos educomunicadores en la actualidad. En palabras de Fraser y Wardle, editores de la obra colectiva Manifesto for Media Education, “la Educación Mediática debe tener un propósito y debemos ser más explícitos acerca de cuál podría ser ese propósito” (2011). Con esta mirada de fondo, incluir la dimensión medioambiental dentro de la Educación Mediática podría servirnos para tratar un amplio abanico de posibilidades; sugerimos dos líneas a modo de ejemplo: 1. En primer lugar, obviamente, reflexionar y concienciarnos sobre el impacto que tiene nuestro uso de las tecnologías sobre el medioambiente. Esto podría llevarnos a realizar un uso más consciente, moderado, sostenible y útil de las TICs. En días donde todo se twittea, se sube a Youtube, se cuelga en Facebook y otras redes sociales, cuando las direcciones se buscan en Google aunque nos las sepamos de memoria, se utilizan diccionarios y traductores online aunque tengamos edición en papel junto al escritorio, cuando preferimos trabajar “en la nube” en lugar de en local y pasamos horas muertas vagando por Internet, entre otras muchas cosas, quizá deberíamos pasar de la simple celebración por este amplio uso que la ciudadanía realiza de las TICs a cuestionarnos si realmente es necesario y útil cada acción que hacemos en la Red. Amén de otras consideraciones en torno al tiempo empleado, la dependencia generada, la contribución a la infoxicación que realizamos y un largo etcétera de motivos que podemos asumir individualmente como que “nos merecen la pena”, asumir que cada uno de estos usos tiene un impacto sobre el medioambiente y que por tanto va más allá de cuestiones individuales nos puede ayudar a reflexionar sobre la necesidad de este consumo. No se trata en ningún caso, por supuesto, de frenar el uso del amplio potencial positivo que tienen las TICs para nuestras vidas sino de hacer un alto en el camino y pararnos a pensar si realmente es necesario todo lo que hacemos en la Red. Desde aquí se abriría un espacio de reflexión también para cuestionarnos en general nuestra relación con el medioambiente.
2. Ya en otro lugar defendimos la importancia que para la Educación Mediática debe tener el atender a los procesos de producción a la hora de seleccionar nuestro consumo mediático (Tucho, 2007). Incluir la dimensión medioambiental implicaría tomar en cuenta cómo se han elaborado los productos tecnológicos antes de adquirirlos, atendiendo tanto a su impacto social como a su impacto medioambiental. Esto nos llevaría, por ejemplo, a hablar de la “huella ecológica” de los diversos productos tecnológicos8. Ser consumidores críticos y responsables 8
Véase por ejemplo el caso del IPhone: su posición líder en el mercado también le hace ser uno de los más estudiados desde el punto de vista medioambiental. El blog especializado en tecnologías Geekaphone realizó un estudio sobre la sostenibilidad social y medioambiental de este teléfono móvil (en su versión 4), extrayendo datos como los siguientes: 300.000 trabajadores en China ganan menos de 10 dólares al día ensamblando IPhones; más de 30 empresas en 3 continentes distintos participan en su proceso de producción; los IPhones comprados en 2010 contribuyeron con 2.350 millones de kg de CO2 lanzados a la atmósfera (con todo, el IPhone 4 supuso un importante descenso en emisiones frente al IPhone 3); cargar solo una vez los 47 millones de IPhones vendidos en 2010 supone un consumo equivalente al de dejar una bombilla común encendida durante 357 años, … (Fuente: “How green is the IPhone?”. Accesible en: http://geekaphone.com/blog/green-iphone).
pasa inevitablemente por tener en cuenta las condiciones de producción de los objetos consumidos pues cada decisión de compra que hacemos implica apoyar un modelo de producción u otro, consciente o inconscientemente. Informes como el elaborado por Greenpeace sobre las multinacionales de la electrónica nos da una información muy valiosa para determinar nuestras compras en un sentido u otro, parándonos siempre a pensar primero si realmente necesitamos, por ejemplo, cambiar de móvil cada año por más que nuestra compañía nos llene de puntos para obtener uno nuevo gratis. De igual forma, atender la cuestión de la producción también nos permitiría hablar, por ejemplo, de cuestiones como la “obsolescencia programada” de los productos industriales9 y en general del funcionamiento de nuestra sociedad de consumo (abriéndonos a interesantes debates como crecimiento vs decrecimiento, el papel del movimiento slow incluyendo los slow media, etc., etc.). En definitiva, ganar libertad como consumidore/as y ciudadano/as.
Estos son solo algunos ejemplos de las posibilidades que nos abre incluir la dimensión medioambiental dentro de la Educación Mediática para tratar algunos de los temas más relevantes de nuestra era actual. Dado el importante papel que ocupan los medios y las tecnologías en las vidas de las personas en general y de los jóvenes en particular, se constituyen como la vía regia para trabajar sobre estos temas, acercándolos a su realidad más cercana. Los medios se convierten en verdaderos “medios” para acercar a los jóvenes hacia esas cuestiones. En palabras de López, la Educación Mediática se convierte en una suerte de “homeopatía” para ir introduciendo a nuestros educandos en temas sobre los que cualquier ciudadano y ciudadana del siglo XXI debería reflexionar (López, 2011a). Para todo ello, el primer paso es que los educomunicadores tomemos conciencia de lo fructífero —y necesario— que puede ser incluir esta dimensión medioambiental dentro de la Educación Mediática. ¿Pensamos en ello?
9
Véase a este respecto, por ejemplo, el exitoso documental “Comprar, tirar, comprar” accesible www.rtve.es
Referencias Clarke, Alan (2011): "You can’t eat a BlackBerry". Manifesto for Media Education Project. Accesible en http://www.manifestoformediaeducation.co.uk/2011/04/alan-clarke/. Fecha de acceso: 11/06/2011. Eres, Natalia (2011): "Oncología integrativa". Integral, nº. 377, 48-55. Fraser, Pete y Wardle, Jon (2011): “Why a manifestó?”. Manifesto for Media Education Project. Accesible en http://www.manifestoformediaeducation.co.uk/why-a-manifesto/ Islas, Octavio (2009): "La convergencia cultural a través de la ecología de medios". En Comunicar. Revista científica iberoamericana de Comunicación y Educación, XVII (32): 25-33. On line: http://www.revistacomunicar.com/index.php?contenido=detalles&numero=33&articulo=332009-04&mostrar=resumen#resumen Lopez, Antonio (2011): "Greening Media Education". Manifesto for Media Education Project. Accesible en http://www.manifestoformediaeducation.co.uk/wp-content/uploads/ManifestoAntonio-Lopez.pdf. Fecha de acceso: 11/06/2011. Lopez, Antonio (2011a): "Media literacy as ecological homeopathy". Mediacology. Accesible en http://mediacology.com/2011/03/03/media-literacy-as-ecological-homeopathy/. Fecha de acceso: 14/06/2011. Tucho, Fernando (2007): "Géneros de simulación de realidad o el negocio del canibalismo televisivo". En Manipulación y medios en la Sociedad de la Información, eds. Aparici, Roberto; Díez, Angeles y Tucho, Fernando. Madrid: Ediciones De la Torre.