La crisis continúa

14 nov. 2015 - ... Religión por la. Andrews University. Profesor en Teología y Coordinador del curso de Teología en el Instituto Adventista de Paraná, Brasil.
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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática IV Trimestre de 2015 Jeremías

Lección 7 (7 al 14 de noviembre de 2015)

La crisis continúa Dr. Márcio D. Costa

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Introducción Cuando Jeremías fue llamado al ministerio profético, el reino de Judá estaba procurando retornar a los buenos tiempos de la prosperidad. Pero la guerra, la corrupción y el colapso político estaban destruyendo a la nación. Luego de una serie de predicaciones “en las ciudades de Judá” (Jeremías 11:6), los compatriotas de Jeremías intentaron quitarle la vida (Jeremías 11:21). Luego de establecer lugar de residencia en Jerusalén para escapar de las amenazas, sufrió otro atentado. Su osada predicción de que el templo quedaría como Silo, enfureció a los sacerdotes y a los falsos profetas quienes – junto con el pueblo– exigieron que Jeremías fuera muerto (Jeremías 26:6-11). Jeremías fue el profeta de la religión sincera. No hubo dicotomía entre la vida de Jeremías y su libro. Lo que el profeta escribió, lo vivió; y vivenció lo que escribió. Sus mensajes fueron un constante llamado a que el pueblo se distanciara de lo que es externo y superficial y se volviera a lo que es interno y verdadero. Enfatizó que una transformación del corazón sólo sería posible por medio del acto creador de Dios (24:7; 31:33, 34).

Razones para gloriarse Jeremías, como fiel profeta de Dios, siempre estuvo empeñado en denunciar el pecado, en términos bien claros, pero no dejó de insistir en el valor del arrepentimiento, proclamando de manera incisiva la condescendencia y la compasión de Dios (Jeremías 3:12). Se enfrascó en combatir las herejías destructoras, en la predicación del culto interior y puro a Dios, en la conducta sincera y en la responsabilidad personal, pero la serie de reformas proclamadas no alteró el espíritu decadente de la nación. La experiencia de Israel desde los tiempos del Éxodo estaba siendo ligeramente reavivada, pero el rechazo de la verdad estaba produciendo la actual condición decadente. El profeta hizo alusión a los flagelos de una guerra: “Aprestan su lengua como un arco, para lanzar mentira” (Jeremías 9:3), “saeta mortífera es su lengua” (versículo 8); “y enviaré espada en pos de ellos” (versículo 16), para mostrar la calamidad que se aproximaba debido a su desobediencia a las leyes de Dios.

Licenciado en Teología, con Maestrías en Administración y Religión y Doctorado en Religión por la Andrews University. Profesor en Teología y Coordinador del curso de Teología en el Instituto Adventista de Paraná, Brasil. Recursos Escuela Sabática © 1

Para evitar lo peor, Jeremías procuró llamar la atención al pueblo hacia los consejos de Deuteronomio 11. Insistió que sólo la reforma del corazón evitaría la condenación, pues sus rituales religiosos se habían vuelto vacíos, falsos y no podían expiar el pecado. “Vana sería la confianza que pusiesen en el templo y sus servicios. Los ritos y las ceremonias no podían expiar el pecado”. 2 El arrepentimiento que tanto predicaba el profeta implicaba el reconocimiento, o sea, suponía una tristeza por el pecado y el apartamiento de él. En su propuesta, la aceptación de la influencia del Espíritu Santo permite que la conciencia sea despertada y el pecado comience a discernir la santidad de la ley de Dios. Las palabras de Jeremías 9:23, 24 muestran que los motivos por los cuales las personas se estaban gloriándose de nada valdrían en el día de la desolación. Aun así, Dios insistió al pueblo: “Estas palabras demuestran vívidamente la poca voluntad que tiene el Señor para castigar. Retiene sus juicios para suplicar a los impenitentes”. 3 A pesar de la prosperidad, el conocimiento de la paz, la justicia y la bondad divinas ejecutadas en la tierra, por encima de todo le fue recomendada al siervo de Dios (Jeremías 9:24) como práctica agradable en obediencia a la voluntad de Dios.

¿Criaturas o el Creador? ¿Por qué razón Dios pide que lo adoremos? Una de las razones es que Él es el único Ser cuya adoración no nos conduce a la degeneración. Como seres humanos, somos los seres creados en la posición más elevada en este planeta. Por lo tanto, nuestra tierra no contiene nada que podamos adorar y así promover nuestro progreso. Adorar cualquier cosa o ser de la tierra nos lleva meramente a nuestra propia degradación. 4 En Jeremías 10:1-15 vemos la nulidad de los ídolos construidos por los hombres en contraste con la soberanía universal de Dios. Inevitablemente, los ídolos hechos por manos humanas no pasan de ser mentiras personificadas. El hombre que los hace desea ver en su obra una representación de quien lo creó. Esos objetos, por ser inanimados y sin vida (Jeremías 10:4, 5), se transforman en dioses imaginarios semejantes a los que los adoran. Al contrario de esos objetos, Dios es la Verdad personificada, tiene vida en sí mismo, la fuente de su existencia está en su propio Ser, y todos los seres vivientes viven “en Él” (Juan 5:26; 14:6; 17:3). Así, Jeremías enseñaba que la corrupción tiene su origen en un corazón perverso (Jeremías 17:9) y que, sin un nuevo corazón, nuevo espíritu y nuevas intenciones, el ser humano es incapaz de actuar con bondad (Jeremías 13:23). Tal cambio sólo es posible a través de un acto creador de Dios (24:7; 31:34). Desgraciadamente, la desolación del país y el exilio de sus habitantes ya habían comenzado.

Un llamado al arrepentimiento En una de las fiestas que había reunido a los adoradores de todas partes de la nación, vino palabra del Señor a Jeremías para transmitir un mensaje de arrepentimienElena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 304. Ibíd., p. 304. 4 Timothy R. Jennings, Simples Demais, p. 30. Recursos Escuela Sabática © 2 3

to y un llamado a la obediencia. El mensaje era tan serio que fue reforzado por la expresión, en relación a sus palabras: “No retengas ninguna” (Jeremías 26:2). Es posible imaginar que el mensaje debía contener algo que Jeremías, en su fuero íntimo, no quería decir. La responsabilidad del profeta era enseñar las exigencias de las leyes divinas al pueblo, de modo que lo pudiera comprender con claridad. Jeremías declara: “Y aunque el señor os envió a todos sus siervos los profetas, una y otra vez, no oísteis, ni prestasteis ninguna atención” (Jeremías 25:4). Esto significa que el mensaje profético fue presentado con sinceridad y de modo continuo. Esta es una expresión peculiar de Jeremías quien, a pesar de sus esfuerzos, encontró a un pueblo que no quería escuchar, sin importar cuánto hablara Dios. Esta puede haber sido una de las razones de la vacilación de Jeremías en proclamar el mensaje: “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír; extendí mi mano, y no hubo quien atendiera” (Proverbios 1:24). A través de sus propios esfuerzos, los israelitas habían procurado ser justos, pero el proceso se mostraba inútil. Conociendo esa tendencia humana de querer resolver todo a su modo, el Señor les prometió un “nuevo pacto”, en el que el hombre no puede llegar a la santidad por sus propios esfuerzos, sino a través de la fe en el Redentor y Santificador. La idea clave del arrepentimiento es la de volver atrás, como un cambio claro de dirección, simbolizado en un retorno a la Fuente de la vida y del discernimiento moral. Por el reconocimiento de su condición pecaminosa (Salmo 51:3, 4; Lucas 18:18, 19), el transgresor pasa a comprender que Dios es “bondadoso y clemente, lento para la ira, grande en amor y pronto para desistir del castigo” (Joel 2:13). El resultado práctico del apartamiento del pecado es lo que la Biblia denomina “frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8; Ezequiel 33:14, 15), involucrando una radical y completa transformación de la vida. Eso retira al pecador (o sea, yo), del centro de las decisiones y pone a Cristo en la posición central. La propuesta es que el “yo” muera, y Cristo sea el Soberano en tu vida.

El llamado para muerte Los verdaderos profetas y predicadores de la Palabra siempre presentarán sus mensajes como provenientes de Dios y no de sus propias ideas o voluntades. Las acusaciones contra Jeremías, respecto de que él había afirmado que el Templo, el orgullo y la gloria de la nación hebrea (Jeremías 7:4) sufriría el destino del antiguo santuario de Silo, fue un pensamiento tan “insoportable que todo el pueblo se unió contra el profeta. 5 Las acusaciones de los príncipes contra Jeremías tenían como base su negación de la inmunidad del Templo. Al declarar que había sido el Señor quien lo había enviado para proclamar ese mensaje, Jeremías también dejo en claro que, si se arrepentían y reformaban sus caminos, Dios, en su autoridad, todavía podía impedir la destrucción que los amenazaba (Jeremías 26:12, 13). Cuando Jeremías fue confrontado, su valentía al decir: “Estoy en vuestras manos” (versículo 14), conquistó el respeto del pueblo, y los príncipes se pusieron de su lado. Los propios príncipes argumentaron con los sacerdotes y los falsos profetas para mostrar que las extremas medidas que ellos estaban defendiendo, de matar a Jeremías, serían muy insensatas. “Si el profeta se hubiese dejado intimidar por la actitud amena5

Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 4, p. 482. Recursos Escuela Sabática ©

zante de los que tenían gran autoridad, su mensaje habría quedado sin efecto, y él mismo habría perdido la vida”. 6 Así, Dios levantó a defensores en favor de su siervo. Debido a su fidelidad a la Palabra de Dios, Jeremías estuvo dispuesto a enfrentar la misma muerte, si hubiera sido necesario, pero no dejaría de transmitir el mensaje que Dios le había confiado, a fin de que el pueblo se arrepintiera. En su aflicción y miseria, cuando fue tentado a decir “pereció mi fuerza”, recordó que “gracias al amor del Señor no somos consumidos, porque su compasión nunca falta” (Lamentaciones 3:18, 22-26).

Jeremías escapa El principal vínculo entre un profeta y Dios es el amor. Gracias a la certeza del amor divino, Jeremías permaneció firme, a pesar de sus propias emociones, miedos y el conocimiento de que su actitud lo podía llevar a la muerte. El llamado de Jeremías a “los príncipes y a todo el pueblo” (Jeremías 26:2), los llevó –especialmente a los príncipes– a vacilar en derramar la sangre inocente de aquél que no hablaba por sí mismo, sino en nombre de Dios. 7 En caso de que la situación empeorara, y le fuera quitada la vida al profeta, habrían cometido un gran mal contra sí mismos, pero gracias a la reprensión y el cuestionamiento de los “ancianos” (versículo 17), pudieron valerse de la sabiduría para no caer en ese grande mal. Cuando los príncipes les recordaron a los sacerdotes y profetas cómo Ezequías había prestado oídos a los consejos de Miqueas, y toda la nación se había arrepentido, evitando un desastre (Jeremías 26:18, 19), eso abrió camino para que Jeremías continuara su ministerio, debido al gran apoyo de “Ahicam, hijo de Safán”, al profeta. Las reacciones al mensaje de Jeremías dejan en claro que “no es el plan de Dios enviar mensajeros que agraden o halaguen a los pecadores; no comunica mensajes de paz para arrullar en la seguridad carnal a los que no se santifican”. 8 El plan divino es que, teniendo la conciencia acusada y el alma mortificada, profundicemos la sensación de nuestra necesidad de Dios, para exclamar “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30). La mano que permite que caiga el castigo sobre su pueblo como consecuencia de sus propias elecciones, es la misma que levanta al penitente y al abatido.

Dr. Marcio Costa Profesor Coordinador del curso de Teología Instituto Adventista de Paraná (Brasil) Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA

White, p. 308. Ibíd. 8 White, p. 321. 6 7

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