La crisis continúa

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COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA IV Trimestre de 2015

Jeremías

Lección 7 14 de noviembre de 2015

La crisis continúa Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocer, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jeremías 9:24).

Introducción Hay dos cosas para destacar: ¿Qué habría sucedido si los judíos hubieran obedecido a las amonestaciones del profeta? Y, además, ¿qué podemos aprender a partir lo que ocurrió con ellos, para reflexión nuestra, en nuestros días? En primer lugar, respondiendo a la primera pregunta, Nabucodonosor no los habría invadido. Él lo hizo en tres ocasiones. Las dos primeras fueron como advertencias divinas, para que ellos dieran un giro de 180 grados, de la idolatría a la verdadera adoración. La tercera invasión es que concretó la destrucción de Jerusalén, la capital, los palacios reales, los grandes edificios, las casas, el muro, y –especial y lamentablemente– del Templo. Hubo muchas advertencias durante los reinados de los hijos de Josías, pero que cayeron en el vacío, sin un resultado práctico. La segunda pregunta puede responderse de este modo: ¡Jesús volverá muy pronto! Tenemos una gigantesca obra para hacer. Tal como los hebreos, que se entregaron a la idolatría, nosotros –pueblo de Dios de estos días finales– al menos muchos de nosotros, nos entregamos a modas y prácticas inaceptables a los ojos de Dios. Por eso somos una iglesia tibia. Para que esta enorme tibieza sea eliminada, debemos volvernos a Dios y obedecer sus orientaciones que nos llegan a través de la Biblia y el Espíritu de Profecía. Pero, como ya sabemos, el trigo sólo será separado de la cizaña con el fuerte zarandeo que llegará luego de la promulgación del decreto dominical. Este decreto será para nosotros lo que para los judíos fue la invasión de Nabucodonosor. Separará a los verdaderos creyentes de los superficiales.

El que se hubiere de alabar… No había ninguna razón para que alguien del pueblo se alabara. Pero Judá se gloriaba en lo que hacía, pensando cada uno que todo estaba absolutamente bien. Se imaginaban a sí mismos como fuertes y protegidos por el Templo de Jehová y el arca del pacto. Pensaban que, como pueblo de Dios, eran impunes, y que nada malo les sucedería. Sus reyes eran descendientes de David, por lo que pertenecían a Dios. Creyeron que podrían Recursos Escuela Sabática ©

hacer lo que quisieran, que nunca verían la desgracia nacional, tal como ya le había ocurrido a Israel. ¿Qué hicieron, qué fue lo que los llevó a la ruina? Su corazón duro. No obedecieron a la Ley de Dios. Urdían trampas para sus semejantes. Eran falsos y mentirosos. Se burlaban unos de los otros, especialmente de los profetas y, con ello, de Dios. En la práctica de la falsedad, se rehusaron a conocer a Dios. Eran adúlteros. Practicaban la iniquidad. Ese era el cuadro, en síntesis. Jeremías sufría al ver la tendencia en dirección al inminente fracaso nacional. Un país entero estaba listo para desaparecer. El profeta sabía lo que le había sucedido al país del norte, Israel. Esta nación ya no existía más. También había sido pueblo de Dios. El profeta también sabía de otras naciones que habían dejado de existir a causa de las guerras. La desaparición de una nación, en aquellos tiempos, era algo común. Un poder superior atacaba a otra nación inferior, mataban a todos los hombres, tomaban a las mujeres y los niños, y hacían lo que se les daba la gana con ellos, haciéndolos esclavos. También era práctica en aquellos tiempos saquear todas las riquezas de los pueblos y ciudades vencidos, enriqueciendo de este modo al poder opresor. Era común que los poderes seculares invadieran territorios de otros pueblos para apoderarse de lo que habían construido y beneficiarse de obra de mano barata, como lo eran los esclavos. Entonces no es de extrañar lo que finalmente le ocurrió al pueblo judío. “Dentro de pocos y cortos años el rey de Babilonia iba a ser usado como instrumento de la ira de Dios sobre el impenitente Judá. Una y otra vez Jerusalén iba a quedar rodeada y en ella entrarían los ejércitos sitiadores de Nabucodonosor. Una compañía tras otra, compuestas al principio de poca gente, pero más tarde de millares y decenas de millares de cautivos, iban a ser llevadas a la tierra de Sinar, para morar allí en destierro forzoso. Joaquim, Joaquín y Sedequías, esos tres reyes judíos iban a ser por turno vasallos del gobernante babilónico, y cada uno a su vez se iba a rebelar. Castigos cada vez más severos iban a ser infligidos a la nación rebelde, hasta que por fin toda la tierra quedase asolada, Jerusalén reducida a ruinas chamuscadas por el fuego, destruido el templo que Salomón había edificado, y el reino de Judá iba a caer para nunca volver a ocupar su puesto anterior entre las naciones de la tierra” (Profetas y reyes, p. 311).

¿Criaturas o el Creador? En esta sección abordamos la cuestión de cuán ridícula es la idolatría. Acompáñame en la siguiente descripción: Algunas personas, seres humanos falibles, se dirigen a un bosque y con una motosierra, derriban un árbol. Llevan el tronco hasta su casa y lo cortan en partes, siguiendo un proyecto. De estas partes, los hábiles artesanos, con sus herramientas de trabajo, hacen estatuas, con imágenes de seres humanos. Pintan esas imágenes, de modo tal que quedan muy hermosas. Entonces venden estas obras de arte a quienes quieran pagar el precio. Y estas imágenes son adoradas por las personas que las adquirieron, con si fueran dioses. Reflexionemos. Tales imágenes fueron confeccionadas por seres humanos. Por lo tanto, son obras inertes, sin vida, sin capacidad de hacer alguna cosa, ni siquiera moverse. Entonces, surge la pregunta: ¿Cómo es que alguien puede ser tan necio como para “comprar” una imagen fabricada por otro ser humano, y adorarla? Sí, ¿cómo puede el ser Recursos Escuela Sabática ©

humano, en su rol como creador, adorar su criatura? ¿Cómo lo superior puede adorar lo inferior? La narración previa es real, sucedió, y todavía se repite. Está descripta en Isaías 44:14-20. Si quieres reírte de algo ridículo, lee estos párrafos de Isaías. Tenemos una pregunta bien radical: Todavía peor de lo que lo hacen los paganos, ¿cómo es que el pueblo de Dios, que conoce la verdad, que conoce al Dios vivo, que tiene la Biblia, que sabe acerca de la creación del universo por parte de ese Dios, que tiene el conocimiento de las promesas de la restauración de la perfección, que también conoce acerca del sacrificio de Jesús en la cruz, cómo es que personas así rechacen al Dios verdadero, cambiándolo por ídolos ridículos como los que se ha descripto anteriormente? ¿Tenemos nosotros, pueblo de Dios de los tiempos actuales, algún problema con los ídolos? Pues bien, probablemente no tengamos que enfrentar la tentación de adorar algún ídolo de madera, o de cualquier otro material. En cuanto a eso hemos adquirido capacidad de distinguirlo. Pero, muchos de nosotros servimos a otra clase de ídolos más sutiles. La cuestión no es si nos postramos o arrodillamos ante alguna cosa, sino en qué confiamos. Por ejemplo, muchos confían en tal o cual partido político, más que en Dios. Por mi parte, no encuentro nada interesante en confiar en cualquiera de ellos. Muchos de nosotros confían en artistas de toda clase. Otros entregan buena parte de su tiempo a presenciar luchas de artes marciales mixtas (MMA), telenovelas, internet y sus vastos atractivos. Otros, confían en el dinero. También están los que adoran títulos, honores, medallas, distinciones. ¿Y no hay quienes adoran sus automóviles? ¿Y el lujo en las casas? Muchas de esas cosas son lícitas, pero se convierten en motivo de adoración en la medida en la que pasan a tener más importancia que el Dios creador. La gran cuestión, en nuestros días, es: ¿En qué o en quién depositamos nuestras esperanzas y nuestra confianza? ¿En Dios o en alguna cosa idealizada por seres humanos?

Un llamado al arrepentimiento Hay dos cosas elementales que debemos hacer: arrepentirnos y abandonar el pecado. Hay más cosas para hacer, pero esas dos son las fundamentales. Por ejemplo, debemos andar en comunión con Dios, ayudar a otros a hallar la verdad, incentivar a otros a mantenerse dentro de la iglesia, etc. Dios le dijo al pueblo, a través de Jeremías, que si se arrepentía de sus pecados, Él no les traería los males que había anunciado (Jeremías 26:1-6). Por lo tanto, el pueblo debía arrepentirse y no practicar más los pecados. Existen los pecados acariciados, que se convierten en nuestros compañeros de vida, pasan a formar parte de nuestra rutina. Estos son, especialmente, los que debemos abandonar. Es difícil dejar tales pecados, pues hemos pasado a gustar de ellos, se han convertido en algo íntimo a nosotros. Lo que Dios quiere de nosotros es que demos un buen testimonio como cristianos. Contamos una experiencia al respecto. Hace un tiempo teníamos un negocio. Como cristianos adventistas, jamás evadimos algún impuesto, ni siquiera un centavo. Cuando mi esposa volvía de viaje, en ómnibus, desde el estado de Santa Catarina, como de costumbre, fue detenida en el puesto fiscal para averiguar la procedencia de la mercadería que traía, y quedaron allí las respectivas facturas fiscales. Como todo era comprado con la factura correcta (nunca utilizamos facturas falseadas), al llegar a nuestra ciudad, al constatar que se había dejado las facturas en el puesto fiscal, los demás comerciantes comentaron: “Es la única que hace todo bien, y mira lo que le pasa”. La gente percibe Recursos Escuela Sabática ©

cómo actuamos, y comparan eso con nuestra profesión de fe. Por lo tanto, debemos reconocer nuestra tendencia al pecado, y desear que el Espíritu Santo nos transforme en personas nuevas, a semejanza de nuestro Señor Jesucristo.

El llamado para muerte Para Dios es un dilema. Él no puede, ni debería hacerlo, continuar bendiciendo a un pueblo rebelde y desobediente, que no presta atención a los mensajes de sus profetas. Si Dios lo hiciera, estaría incentivando la rebeldía, y también la vinculación con el demonio pues, al fin y al cabo, aun estando con el enemigo, estarían recibiendo los favores de Dios. Sería una completa incoherencia de parte del Creador. ¡Con esto Satanás estaría tomando ventaja! Por más que Dios ame a sus criaturas, y desee hacerles el bien, hay un límite para la bendición a estas criaturas. Ese límite aparece cuando dejan de obedecer su voluntad. El pueblo de Jerusalén era obstinado. Un pueblo terrible. No se puede entender su comportamiento. Después de todo lo que Dios había hecho con ellos, desde la salida de Egipto, a lo largo de la historia, se volvieron a ídolos muertos que ellos mismos se habían construido, y eso ya era demasiado. ¿Cómo explicar tamaña rebeldía? Pareciera que hasta querían confrontar al Dios verdadero porque Él no había sabido conducirlos. Pareciera que estaban ofendidos con Dios, por algún mal que les habría hecho. Esta actitud del pueblo es inexplicable e injustificable. Así sucede con muchos de nosotros, en nuestros días. ¿Qué hicieron entonces con Jeremías? Por haber profetizado contra Jerusalén, con un mensaje proveniente de Dios, quisieron arrestarlo, conducirlo ante el tribunal, y condenarlo a muerte. Fue acusado de traidor por haber proclamado una profecía de Dios. Como no podían arrestar a Dios, intentaron hacerlo con su representante. Hicieron lo mismo con Jesús, años más tarde, arrestándolo, juzgándolo y matándolo. Una vez más surge la pregunta: ¿Cómo se explica tamaña rebelión en contra de Dios? ¿Qué clase de odio es ese que todo el tiempo se vuelve en contra de quien los había creado y quien los quería redimir de la desgracia del pecado? ¡Cuánta incoherencia! Jeremías, que en muchas ocasiones se había quejado a Dios de su injusto sufrimiento, en esta ocasión tuvo coraje. Enfrentó a aquellos rebeldes con la cabeza erguida. Reafirmó el mensaje de Dios, no lo suavizó ni siquiera con una palabra, y los desafió, diciendo que hicieran con él lo que quisieran. Eso, por cierto, asustó a aquellos malos hombres. Jeremías les advirtió que si lo mataban, derramarían sangre inocente sobre la ciudad, y eso traería consecuencias terribles. Y les notificó que su mensaje provenía de Dios, por lo que si él no lo decía, sería condenado, y si lo decía, sin que ellos escucharan, ellos serían los responsables de las consecuencias. Y entonces se asustaron de estas palabras, pero no se arrepintieron.

Jeremías escapa El estado de ánimo entre los judíos cada vez estaba más encendido. El odio contra el profeta Jeremías aumentaba, y él no paraba de proclamar nuevos mensajes de parte de Dios. Dios no dejaba de enviar amonestaciones a través de Jeremías. Cuanto más hablaba el profeta, más irritaba a los enemigos de él y de Dios. Lo peor es que todos los enemigos de Jeremías pensaban que estaban en la buena senda, aun estando en flaRecursos Escuela Sabática ©

grante error. Esta es una tremenda advertencia para nuestros días. Jamás debemos olvidar que hay tres posturas dentro de la iglesia (dos de ellas equivocadas): el liberalismo (equivocado), el fanatismo (equivocado) y el equilibrio (correcto). No hace falta mucha atención para percibir que el liberalismo es la postura que más se expande, pero también el fanatismo viene creciendo, de manera temible. Los equilibrados pareciera que hasta están desapareciendo. Por un lado, nuestro pueblo viene debilitándose por falta de conocimiento; por otro, otra parte del pueblo viene siendo endurecida por actitudes extremistas en la aplicación del conocimiento. Esto debe esperarse en el tiempo en el que nos estamos acercando a la promulgación del decreto dominical y del fuerte pregón. La iglesia se está preparado para ser perseguida de una manera más severa, por personas que provienen de ella misma. Pero, en aquellos tiempos, sucedió algo casi increíble. El profeta Jeremías, acusado de profetizar en contra de la capital, Jerusalén, y que por ello fue considerado reo de muerte, fue auxiliado por los príncipes del pueblo. A ellos se unió el pueblo (aunque no todos), incluyendo a muchos de los ancianos, los más experimentados. Actuaron con sentido común. Razonaron con fundamento, y recordaron la historia pasada. Se dieron cuenta cómo, en el pasado, en los casos de los reyes Ezequías y el profeta Miqueas, el rey había escuchado el mensaje de Dios y terminó revirtiendo el escenario profético anunciado por Miqueas. Entonces, ¿por qué no escuchar a Jeremías y, tal vez, con ello evitar la destrucción de Jerusalén? ¿No sería conveniente evaluar mejor los dichos de Jeremías y debatir, orar, pedir más instrucciones, tener sentido común y conducir la situación de una manera más equilibrada? Pero la gente estaba dividida. De un lado, se posicionaron por Jeremías y el pueblo, los ancianos y los príncipes, y lograron salvar su vida. Del otro lado estaban los profetas, todos falsos, y los sacerdotes. La postura de los falsos profetas no debe generar asombro en nosotros pues, al ser falsos, jamás podría esperarse otra cosa de ellos. Pero en el caso de los sacerdotes, que eran los encargados de todo el ceremonial que anunciaba la llegada de Jesús, que eran descendientes de Abraham, que habían sido escogidos por Dios para ese oficio sagrado, genera una tremenda perplejidad que albergaran tanto odio contra el hombre de Dios. Aquellos que debían enseñar a través de los ritos y la palabra el camino recto, fueron los más duros contra los profetas de Dios, en varias ocasiones. Condujeron a la nación a una tragedia. No nos referimos únicamente al desastre que terminó en la destrucción de Jerusalén, sino especialmente al rechazo de Jesucristo como Mesías, e incluso a lo que sucede en nuestros días. ¿Hay algo peor que le podía acontecer a la nación escogida por Dios en su historia que la de rechazar a su Salvador? El pueblo estaba dividido. Una parte apoyaba a Jeremías, pero había otra parte que estaba del lado de los sacerdotes y los falsos profetas. Además de Jeremías, había otro profeta, menos conocido, que también profetizaba reafirmando los dichos de Jeremías. Era Urías, hijo de Semaías, de Quiriat-jearim. También fue perseguido, y huyó a Egipto. Pero el rey Joaquín ordenó que lo buscaran y lo mataran. Esto fue una señal para Jeremías, el profeta principal, de lo que le sucedería si insistía con las profecías de Dios. Un hombre valiente y justo salvó a Jeremías. Fue Ahicam, hijo de Safán. Lo ayudó, protegiendo a Jeremías para que la parte del pueblo que se mantenía rebelde no lo alcanzara y lo matara. De no haber sido por este hombre, el profeta habría sido muerto. Realmente Dios protegió a su profeta, aunque permitiera la muerte de Urías. ¡Cuán difíciles fueron esos tiempos para los siervos de Dios! Como en nuestros días.

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Resumen y aplicación del estudio I.

Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? El enfoque principal de esta semana podría ser el odio de los líderes judíos contra Jeremías y, a su vez, contra Dios, a quien ellos habían jurado seguir. Pero no es el modo en el que deberíamos encarar este estudio. Detrás del odio mortal, hay un motivo mayor que debiéramos distinguir: el amor de Dios. Aquél pueblo tal vez haya sido el más rebelde contra Dios de toda la historia. Sin embargo, Dios envió mensaje tras mensaje para traerlos de nuevo a la razón. Por lo tanto, lo más importante que debiéramos distinguir en esta semana es “conocer a Dios, su amor, y su voluntad hacia nosotros”. Especialmente en estos últimos días en los que la ambigüedad se vuelve cada vez más compleja en nuestra iglesia, y en el mundo en general. Lo más seguro es establecer una comunión cada vez más estrecha con nuestro Dios, en una experiencia viva y real cada día, siempre basados en la Biblia, y con mucha oración. Así, con seguridad no seremos engañados por los falsos líderes, falsos profetas y falsos ídolos de estos últimos días. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Jeremías es un ejemplo de fidelidad a Dios. Demostró ser una persona real, humana, con flaquezas, con luchas, con miedos, a veces depresivo, pero que nunca abandonó, como lo hizo Jonás, su misión. Llegó a reclamar a Dios, a decir que había sido engañado, como si la misión hubiera sido más difícil de lo que Dios le había dicho, pero se mantuvo firme hasta el fin de sus días. Nos dejó un ejemplo de cómo debemos conducirnos en estos últimos días, en los que la situación del mundo y la iglesia sea tal vez aún más perpleja que la de aquellos días. Al fin y al cabo, estamos dirigiéndonos a la última batalla. 3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________

II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? Especialmente, que en la lucha entre el bien y el mal, Satanás está intensamente empeñado en debilitar la iglesia verdadera. Trabaja con todos, desde el liderazgo superior, hasta los miembros. Si pudiera engañar a los escogidos, lo hará. Por lo tanto, ¡cuidado! 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Como ya lo hemos afirmado, debemos tener mayor comunión con nuestro Señor Jesucristo cada día, con oración, comunión entre los hermanos y Cristo, y una firRecursos Escuela Sabática ©

me convicción de que tenemos que cambiar todo aquello que descubramos que esté equivocado en nuestras vidas. 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Como fue en los días de Cristo, así es hoy; los fariseos no conocen su indigencia espiritual. A ellos llega el mensaje: ‘Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez’ (Apocalipsis 3:17, 18). La fe y el amor son el oro probado en el fuego. Pero en el caso de muchos, el oro se ha empañado, y se ha perdido el rico tesoro. La justicia de Cristo es para ellos como un manto sin estrenar, una fuente sellada. A ellos se dice: ‘Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido’ (Apocalipsis 2:4, 5)” (El Deseado de todas las gentes, p. 246). 5. Conclusión general “La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y angustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. El profeta Jeremías, contemplando en santa visión nuestros días, dijo: ‘Hemos oído voz de temblor: espanto, y no paz... hanse tornado pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él: tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado’ (Jeremías 30:5-7)” (Patriarcas y profetas, p. 199). 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________

Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © [email protected] Recursos Escuela Sabática ©