La Ciudad Luz hasta en sus rincones más oscuros

18 mar. 2007 - davía se recuerda al existencialismo y la canción Rive-Gauche de los años 50, le dan su atmósfera tan distinta al resto de la ciudad.
546KB Größe 10 Downloads 40 vistas
Turismo

Página 4/Sección 5/LA NACION

[ EN EL CINE ]

2

3

Domingo 18 de marzo de 2007

Un city tour diferente

La Ciudad Luz hasta en sus rincones más oscuros Con el film Paris je t’aime se puede recorrer cuadro a cuadro la capital francesa Por Pierre Dumas Para LA NACION Allá por 1930, Joséphine Baker, la Venus de ébano, cantaba que sólo tenía dos amores: Mon pays et Paris (Mi país y París). ¿Cuántos después de ella hicieron suyo este estribillo? La capital francesa no es sólo un lugar romántico, de moda y modas, sino también un mapa entrañable tocado por la varita mágica de la historia: en sus calles, fachadas, plazas y monumentos, cada uno encuentra su propia razón para amarla y querer volver a verla. Los productores de la película Paris je t’aime, que se estrenó esta semana en Buenos Aires, también lo sintieron así y decidieron exaltar los paisajes parisienses con un puñado de historias de amor y desamor, en todas sus formas, que sin duda no serían iguales sin París como decorado. Tras el éxito de Amélie, que mostró la ciudad como la sucesión de postales que bien sabe ser, Paris je t’aime está dirigida a todos aquellos que, de Buenos Aires a Tokio y de Nueva York a Moscú, quieren vivir su propio romance con esta capital. Y recorrerla, paso a paso, aunque sólo sea en el cine. Dieciocho episodios en 18 lugares.

Cada uno tiene una geografía y un carácter propios, donde muchas veces los sitios más conocidos y los monumentos más famosos sirven de fugaces guiños para ubicar una escena, dar una referencia o servir de corazonada: la Torre Eiffel, la basílica del Sacré Coeur o Notre Dame aparecen así en las repetidas escenas panorámicas de la ciudad.

Vida cotidiana No es posible elaborar un itinerario sobre las huellas de los protagonistas de cada capítulo, ya que se salta aleatoriamente de barrio en barrio; pero tal vez ésa sea la ventaja: cada uno se armará su propio recorrido. Una París donde hasta las calles anodinas se convierten en decorado gracias a sus infaltables brasseries, panaderías y las típicas fachadas Haussmann. El primer episodio se desarrolla en Montmartre, un barrio pintoresco para los turistas y artistas, pero no tanto para los automovilistas. En la película, hasta los aspectos negativos de la ciudad, como la falta de espacio para estacionar, la violencia callejera y hasta algunas reminiscencias góticas, son transformados en razones para celebrarla. A la manera de unos modernos Misterios de París, o de un ciclo a lo Victor

Hugo, los episodios cuentan de la vida parisiense en sus costados más cotidianos, haciendo más fuerte el contraste con su monumentalidad y universalidad. Un día soleado a orillas del Sena, una charla en una brasserie, un sándwich como almuerzo en los bancos del parque Montsouris, una cita en un bar de la Plaza de la Bastille, son tantos otros motivos para querer encontrarse en el lugar de los actores y disfrutar, como ellos, de París. Lo mismo pasa con los episodios filmados en un bar del Barrio Latino, en las calles atiborradas de neones y chicas de Pigalle, o en los pasillos grises del la berinto de tumbas de Père Lachaise. Para seguir a los pr tagonistas hay que cam nar por las veredas Montmartre. En sus lles angostas, donde p duran los recuerdos de La Bohème y de quienes hicieron de París la capital artística del mundo a principios del siglo XX, se puede visitar el Museo Picasso, ver el Bateau Lavoir (antiguo hogar de pintores impresionistas), o bien

Steve Buscemi, a la espera en la estación de Tullerías

mar una copa en el hat Noir o el Lapin gile, dos legendaos cabarets. Desde ahí se baja acia la llanura de París, por el barrio Pigalle. Como en la ecorrer sus calles eléctricas de noche, cuando la cruda luz del neón las hacen estallar en colores. Está ahí el Moulin Rouge, que estira sus alas rojas sobre un laberinto de sex shops y shows en vivo. De una calle a otra, el paseo por Pigalle recordará sin duda que este mismo barrio fue el decorado natural de Amélie. El paseo tiene que seguir hacia el Sur, rumbo al Louvre y el Jardín de las Tullerías. Difícil mostrar París sin su museo más famoso y su célebre pirámide. En la película, la acción se desarrolla bajo tierra, en la estación de metro Tuileries, mientras arriba un paseo por el parque permite cruzarse con parisienses de pura cepa y turistas de todo del mundo. Y pensar que resuenan todavía los recuerdos de las horas sombrías de la Revolución, cuando la familia real estaba confinada en este otrora lúgubre lugar. Del otro lado del Arco del Carroussel, la punta de la Pirámide emerge frente a las fachadas clásicas del palacio.

El centro de París, remodelado y como aferrado al gigantesco hueco de las Halles, el ex mercado central reciclado en centro cultural y comercial, rebosa de sorpresas, monumentos e historias. La antigua ciudad medieval aún se puede entrever bajo la moderna París del barón Haussmann.

Marais, Montparnasse Uno de los barrios más característicos de la zona es el Marais, detrás del Centro Pompidou. A la vez barrio judío, centro de fabricación del prêt-à-porter y barrio gay, es un lugar donde las boutiques no dejan de sorprender y los bares invitan a pararse en cada esquina. Otra película, La verita si je ments (La verdad de las mentiras), mostró la vida de la comunidad judía del barrio, un auténtico Once a la parisiense. En Paris je t’aime, la comunidad retratada es la asiática: es que en la Porte de Choisy, París tiene aires de China o Vietnam. No están lejos de ahí el Chinatown de Alfortville y sus centros comerciales. Volviendo al París convencional y turístico, el recorrido fílmico pasa por la Bastilla, con el ángel dorado que corona la Columna de Julio. Muy cerca está la señorial Place des Vosges, una de las más armoniosas de Europa, construida por Enrique IV y donde se

conserva la casa de Victor Hugo. Cruzando el Sena, cuyas orillas sirven también de escenografía, se llega al Barrio Latino. Las casas de libros de segunda mano, los bares, los minúsculos restaurantes griegos, los cafés donde todavía se recuerda al existencialismo y la canción Rive-Gauche de los años 50, le dan su atmósfera tan distinta al resto de la ciudad. Los bouquinistes son una etapa obligada en el cruce del Sena y en todo paseo por el Barrio Latino. Aunque para seguir nuevamente el itinerario que propone la pantalla grande, hay que pasar en realidad por los cementerios de París: empezando por el Père Lachaise, por supuesto: ahí están las tumbas de Eloísa y Abelardo, Marcel Proust y Oscar Wilde, protagonista de una de las historias de Paris je t’aime. La cámara también pasa por el cementerio de Montparnasse (donde descansa Julio Cortázar), en el que una turista norteamericana se entusiasma delante de las tumbas de Sartre y Beauvoir (a quien confunde con Simón Bolívar…), y de Porfirio Díaz. La vecina Torre Montparnasse es la mejor opción para tener una vista panorámica sobre toda la ciudad, y por supuesto sobre la Torre Eiffel, que no podía faltar en el recorrido ni en la película, a modo de simple emblema mirado y admirado.