la anciana - Otsiera

Preocupado, se dirigió al desierto de Judea; allí vivía retirado su primo Juan. ... En el desierto Jesús compartió el sufrimiento de esa gente, vio cómo Juan les ...
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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

LA ANCIANA Guía de trabajo

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

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Unidad 5: LA ANCIANA

PRESENTACIÓN

Esta unidad nos permitirá trabajar una actitud que es esencial de cara al crecimiento interior: la autenticidad. Y el texto que la ilustra es una parábola de Jesús. Nos pondremos, pues, en contacto con Jesús y la tradición cristiana. En un contexto cultural en el que Jesús no es un desconocido, hemos querido presentarlo como maestro: Jesús como maestro del desarrollo interior. En la línea de lo que se ha trabajado en las otras unidades, pondremos de relieve la aportación de Jesús como maestro del crecimiento en profundidad, maestro del ser “personas de verdad”.Este es un rasgo de interés que puede ser explorado y compartido por el conjunto de niños y niñas, sea cual sea el marco de referencia, cultural y religioso, de su entorno familiar. Las enseñanzas de Jesús están llenas de referencias a la autenticidad, a hacer las cosas de verdad, a no quedarse en el nivel de las apariencias, ni guiarse por los juicios de los demás; referencias a una autenticidad interior que no puede medirse por criterios externos. Si hay algún tema que cruza los Evangelios de punta a cabo es éste. El amor y el interés por los demás –tan presentes también-, son tales si nacen de la autenticidad interior. Y el propio grado de autenticidad sólo lo conoce cada uno. Esta es una actitud esencial del crecimiento interior y del desarrollo de la autonomía personal que vale la pena poder trabajar en el aula. Mostrando, también, que es un tipo esfuerzo que genera gozo y satisfacción. Las primeras actividades son una invitación a descubrir cómo cambia el valor de las cosas según el contexto. Un primer paso que abre el camino a poder ver que lo mismo sucede con las actitudes. Trabajaremos este aspecto a partir de la parábola de las ofrendas en el templo, una narración que deja en evidencia que el valor de lo que se hace, dice, u ofrece, no tiene un valor en sí mismo sino en función del esfuerzo o de lo que representa para cada uno, desde las circunstancias de cada uno. A continuación se amplía la información sobre Jesús y la tradición cristiana presentando los Evangelios, con especial mención a las parábolas, como ejemplo de “texto especial”, de recurso, pista…: unos textos que invitan a la reflexión personal, evitando dar unos significados cerrados. Las actividades finales (Somos iguales, somos distintos) están al servicio de poder abordar el sentido de la expresión “quererse como hermanos”, en un marco más lúdico, que permita hacer una experiencia vivencial relacionada con la diversidad y la profunda comunión de la gran familia humana de la que formamos parte.

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

OBJETIVOS • Reflexionar sobre el valor a las cosas. • Tener noticia de Jesús como Maestro. • Presentar los Evangelios y las parábolas en relación a la figura y las enseñanzas de Jesús. • Favorecer la conciencia de todo lo que compartimos como seres humanos.

CONTENIDOS • La autenticidad como actitud valiosa para favorecer el crecimiento interior. • Maestros y discípulos: Jesús y el cristianismo. • Los Evangelios y los cuatro evangelistas. • Las parábolas como un recurso dicáctico importante en la enseñanza de Jesús.

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Unidad 5: LA ANCIANA

ACTIVIDADE S ACTIVIDAD PREVIA

¿Qué valor tienen las cosas? El objetivo de esta actividad es poderse dar más cuenta de que hay muchos factores que modifican o condicionan el valor que damos a las cosas (las circunstancias, la edad, las capacidades, las diferentes situaciones y posibilidades...). Tener un lugar para sentarse, no representa lo mismo para una persona mayor, o para una embarazada, o...; que para otra que es joven, que anda ligera, no está enferma... Las imágenes que se ofrecen en el cuaderno están al servicio de la reflexión y el diálogo. Cuanto más se pueda ir tirando del hilo del tema, cuantos más ejemplos, cuanto más se pueda ir ahondando, más posibilidades de que la comprensión de este punto les penetre. Para poder profundizar un poco más desde otra perspectiva, a través de otras imágenes proponemos la reflexión sobre lo que impregna de valor los objetos, las situaciones, las experiencias. Un ramo de flores: no es lo mismo verlo que comprarlo, que recogerlo, que regalarlo, que recibirlo... También cambia según quién te lo regale, o el motivo; si te gustan esas flores o no. Si está sobre una mesa en casa, o en la habitación de un hospital... Los resultados de una evaluación. ¿Tienen el mismo valor para todo el mundo? ¿Qué representa una nota, cada nota? ¿Cada resultado implica el mismo esfuerzo?, etc. ¿Qué da valor a las cosas, a las personas, a las situaciones, a las experiencias? Nos parece que es un tema al que vale la pena prestarle atención, sin darlo por supuesto; es subjetivo y sutil, pero muy importante. Evidentemente esto es sólo un principio, pero esta unidad puede ser una buena ocasión para dedicarle un tiempo y todos los recursos que tengamos al alcance para tratarlo lo mejor posible. En el cuaderno de actividades se ofrecen una serie de imágenes para facilitar la conversación, pero se pueden usar otras, o recoger más entre todos. O llevar al aula algún objeto e imaginar el valor que tendría desde situaciones diferentes. O reflexionar sobre alguna situación real y cercana que tenga que ver con el tema de la valoración. Lo importante es lograr unos ratos de diálogo y reflexión vivos, en los que realmente participen los niños y niñas, y puedan relacionarlos con su experiencia personal.

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

LECTURA DE LA NARRACIÓN: LA ANCIANA Como esta vez la narración que nos presenta Muchaescucha proviene de Jesús, antes de comenzar la lectura podríamos dedicar un rato a recoger lo que saben de él. Preguntarles si han oído hablar de Jesús e ir atendiendo a los conocimientos previos que puedan tener sobre él. A partir de aquí nos dispondremos a escuchar (leer) la historia de la anciana y su ofrenda. En el texto original la protagonista es una viuda. Viudas (y huérfanos) eran el puro símbolo de la miseria en un sistema social en el que la mujer dependía económicamente del marido. Una antigua historia que ocurrió hace unos 2.000 años, en los tiempos de Jesús, frente al templo de Jerusalén…

La anciana Un día, estaba Jesús sentado frente al Templo. Observaba a la gente que se acercaba al arca del tesoro para ofrecer sus donativos: unos entregaban monedas, otros pieles, y todo tipo de objetos de valor. Un depositó unas copas de oro bien brillantes y estaba la mar de satisfecho mientras le felicitaban por su gran generosidad. - Mira, ahí llega Ananías, con las mulas bien cargadas. - Tararí, tararí, tarará...-las trompetas avisaban de la llegada del señor Ananías y de sus mulas. Mientras todo el mundo andaba distraído con el cortejo de Ananías, nadie se fijó en una anciana que, poco a poco, se acercó hasta el arca con la mano derecha bien cerrada. Abrió la mano y entregó dos monedas de las más pequeñas, de esas que casi ni se ven. Jesús, que no perdía detalle, preguntó a sus discípulos: - De toda esta gente, ¿quién os parece que ha dado más? Adaptación del Evangelio de Lucas. (Lc. 21, 1-4)

Proponemos detener aquí la lectura, antes de la respuesta final de Jesús. Que cada uno se sienta interpelado por la pregunta: “¿Quién os parece que ha dado más”? ¿Por qué? Dejaremos unos momentos para pensarlo individualmente y luego compartirán sus reflexiones. Para, finalmente, leer la respuesta de Jesús recogida en el evangelio.

¿Qué responde Jesús? Jesús dijo: Aquella anciana es quien más ha dado. Todos los demás han echado de lo que les sobraba. Ella, en cambio, ha entregado todo lo que tenía.

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Unidad 5: LA ANCIANA

A poder ser, sería interesante que llegaran a relacionar la respuesta de Jesús, y las suyas, con las reflexiones anteriores sobre lo que “da valor a las cosas”. A continuación la propuesta es que lean un breve texto del Corán y que lo relacionen con la afirmación de Jesús.

No estropeéis vuestras limosnas dando dinero sólo para que os mire la gente. Quien así lo hace, es como una roca recubierta de tierra, que al caer la lluvia se queda desnuda. En cambio, los que ofrecen lo suyo por amor, son como un huerto plantado sobre una colina que, cuando llueve, da cosecha por las dos laderas. (Corán 2, 264-265, síntesis)

Queremos insistir en la importancia de acompañar y estimular la reflexión, pero dejando que sean los niños y niñas quienes realmente puedan hacer el proceso, que sean ellos quienes piensen y encuentren las palabras para expresar la sintonía profunda entre un texto y otro. Habrá que dejarles tiempo y recoger con respeto todas las aportaciones, cualquier reflexión hecha con seriedad, todos los intentos de expresar y comunicar. Es después de haber llevado este trabajo a cabo cuando tendrá sentido completar la frase final, si no sería una simple copia de un texto al otro. Si Muhammad viera a la abuela del tiempo de Jesús, ¿con qué la compararía? La anciana sería como ............................................................................................................ .......................................................................

M______

ES QUIEN ENSEÑA, D _ _ _ _ _ _ _ _ QUIEN APRENDE

El hecho de presentar así el título, para que completen, es simplemente, un recurso que nos ha permitido dejar abierto el género de los sustantivos. Se puede comentar, y que cada uno los complete en la forma masculina o femenina, como quiera, o utilizando la fórmula doble: maestro/a, discípulo/a. Como ya se ha dicho en la presentación de la unidad a la hora de hablar de Jesús hemos querido poner el acento en “Jesús como Maestro”. Nos parece que vale la pena transmitir la importancia de la función de acompañar y dar pistas que orienten en el proceso de desarrollo “en profundidad”. Jesús -y las historias de la relación que mantenía con los que se le acercaban- es un buen ejemplo de ello. Al mismo tiempo estamos evidenciando que el crecimiento interior no queda circunscrito a una determinada etapa de la vida: siempre podemos seguir creciendo, aprendiendo, ahondando... En otras unidades hemos hablado de sabios, sabias, sabiduría… Desde la perspectiva del acompañamiento en el proceso de aprendizaje, los sabios son “maestros”, llevan a cabo esa función. En esta actividad se trata de leer y comentar lo que Muchaescucha comenta sobre Jesús y su maestría.

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

Jesús no enseñaba ni naturales ni sociales, tampoco trabajaba en una escuela, ni daba clases... Y aun así, le llamaban maestro. • ¿Cómo es eso? ¿Por qué le llamaban maestro? ¿Y por qué los que estaban con él eran sus discípulos? Él decía a sus discípulos y a cualquier persona que quisiera escucharle:

Amarás a los demás como a ti mismo.



¿Qué nos debe querer decir? ¿A qué se refiere?

Lo que Jesús decía son cosas importantes, porque nos da pistas para aprender a ser personas de verdad. • ¿Qué es para ti una pista? ¿Qué podemos hacer con una pista? ¿Para qué nos sirve?

Maestros son los hombres y las mujeres que nos enseñan; nos dan pistas para ser personas de verdad. • ¿Conoces a alguien que para ti sea maestro o maestra? ¿Por qué te lo parece?

Cuidaremos la mejor manera de presentar y reflexionar sobre la frase del amor. Nos movemos en un contexto en el que esas expresiones de Jesús se han oído y utilizado mucho: demasiado sabidas y repetidas para poder estrenarlas fácilmente y dejar que en verdad nos interpelen. Bienvenido sea cualquier recurso que pueda ayudar a renovar su significado. Un apoyo podría ser abordar esa idea de amor universal desde otras palabras y otras voces. No hemos querido cargar el Cuaderno con más textos y más propuestas, pues el itinerario de trabajo dependerá del tiempo del que podamos disponer. Pero he aquí un par de ejemplos que pueden resultar útiles. Dijo Rabí Hilel: De la primera letra a la última, lo que enseñan las Escrituras es esto: “no hagas a los demás lo que no quieras para ti”. Esto es lo más importante. De la tradición de los indios de Norte América: Nosotros sabemos que la Tierra no pertenece a los seres humanos, sino que el ser humano pertenece a la Tierra. Esto lo sabemos muy bien. Todo está unido, como la sangre que une una misma familia. Todo está unido. (de la carta que escribió el jefe Seattle al Presidente de los EEUU, 1855) Y en la conversación: ¿alguien recuerda quién era rabí Hilel? ¿Y Otsiera? ¿De qué nos hablan estos textos? ¿Qué nos quieren decir? Otra posibilidad puede ser elegir uno de los tres textos (Jesús, Hilel y el de Seattle) y expresar su significado con el cuerpo, con gestos; quizás por grupos.

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Unidad 5: LA ANCIANA

¿QUÉ NOS CUENTA UN DISCÍPULO DE JESÚS? En esta actividad, a partir de la lectura, trataremos de ir destacando algunos aspectos importantes de la enseñanza de Jesús. También hablaremos de los evangelios y los cuatro evangelistas. En la Unidad 5, en la presentación de los libros especiales y de la Biblia, ya aparecían los evangelios. Ahora será el momento de detenerse un poco más en el tema.

Me llamo Lucas y fui discípulo de Jesús. Las enseñanzas de Jesús corrían de boca en boca, pero después de unos años nos pareció que sería mejor escribirlo todo, para no olvidar nada. Los libros que recogen lo que Jesús dijo e hizo son los Evangelios. Evangelio es una palabra griega que significa “buena noticia”. Lo que Jesús enseñaba era una buena noticia porque intentar ser personas del todo, y aprender eso, nos hace sentir felices. En la Biblia hay cuatro Evangelios, y cada uno lleva el nombre de un discípulo de Jesús. Además del mío, están también el Evangelio de Mateo, el de Marcos y el de Juan. Cuando Jesús nos quería enseñar algo, a menudo lo hacía con ejemplos y relatos. Son las “parábolas”. Las parábolas son como enigmas, encierran algo que hay que descubrir. Jesús nos pedía que pensáramos en ellas de todo corazón. Él decía que lo más importante es hacer las cosas de verdad, y amar a Dios y a los demás como quisiéramos que nos amasen a nosotros, porque todos somos hermanos.

Puede ser interesante comentar el sentido etimológico de la palabra “evangelio” como “buena noticia”, relacionándolo con todo el trabajo que los niños y niñas están llevando a cabo. Todo lo que nos ayude a crecer interiormente, a ser “personas de verdad”, es una “buena noticia”, algo que nos aporta mucho y genera satisfacción. Vale la pena esa toma de conciencia de un tipo distinto de “satisfacción” y de “felicidad”, no basado en ganancias materiales sino en nuestro propio andar en una dirección que nos enriquece de una manera sutil pero muy real. Una dirección con sabor a autenticidad. En ese sentido, es una muy “buena noticia”… Como posible actividad complementaria, añadimos una hoja con la parábola del sembrador. Según el tiempo de que se disponga, puede ser un buen momento para trabajarla, tanto como ejemplo de “parábola” como de “pista” para investigar. O puede quedar en reserva para otra ocasión. Si anteriormente hemos trabajado la Unidad 5 ya sabemos lo que es mirar un texto sólo por fuera o escuchar lo que nos dice por dentro, y es algo que podemos poner en práctica con ésta o con cualquier otra parábola del evangelio.

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

¡SOMOS IGUALES, SOMOS DISTINTOS! Una actividad que parte de la observación de unas imágenes y que puede concluir con la lectura del cuento de Gianni Rodari “Uno y siete”. El objetivo es propiciar de alguna manera la experiencia de la semejanza profunda que compartimos como seres humanos, del sentido de la afirmación de que somos “hermanos”, más allá de repetir esas palabras sin sabor alguno de experiencia. Procuraremos que el tono de la actividad sea lúdico, ágil. No se trata de echar un sermón, sino de una actividad de observación y descubrimiento. Les invitaremos a observar cada grupo de fotografías, buscando las diferencias y semejanzas entre ellas. Tras unos momentos de observación personal, les podemos pedir que las enumeren, comenten, etc. Las diferencias que mencionan, ¿se refieren a algo fundamental o secundario? ¿y las semejanzas? Insistimos en que lo que se pretende es una llamada de atención sobre la que pueda apoyarse una afirmación como “quererse como hermanos”. En la página de las fotografías de manos, queda espacio vacío para poder añadir un dibujo de la propia mano o la de alguien de la clase o una fotografía de las manos de alguien del entorno familiar. De la misma manera completaremos las fotografias de las caras, facilitando así que la actividad y la mirada se vuelvan hacia lo cercano. Las fotografías de las caras forman parte del proyecto Humanae, de Angélica Dass. Esta fotógrafa ha querido mostrar que no hay fronteras entre los infinitos matices de color de la piel humana. Para ello selecciona el color de cada piel y busca a cuál corresponde en el catálogo internacional de colores (Pantone). Y da ese color al fondo de la fotografía (http :/ / humanae.tumblr.com /). Si hay posibilidad de ello, vale la pena echar un vistazo a los cientos de fotos del proyecto, con todos sus matices. Y finalmente, el cuento de Gianni Rodari. Una lectura para disfrutar de él! Seguramente ya no es momento de añadir más palabras; una lectura de la que se desprendan dibujos, un collage de imágenes, un corro.

UNO Y SIETE He conocido a un niño que era siete niños. Vivía en Roma, se llamaba Paola, y su padre era un tranviario. Pero vivía también en París, se llamaba Claire, y su madre trabajaba en una fábrica de automóviles. Pero vivía también en Moscú, se llamaba Yuri, y su padre era albañil y estudiaba matemáticas. Pero vivía también en Bamako, se llamaba Amadú, y su madre era profesora. Pero vivía también en Nueva York, se llamaba Mary, y su padre era cocinero en un restaurante. ¿Cuántos he dicho ya? Cinco. Me faltan dos: uno se llamaba Ciú, vivía en Shangai y su padre era un pescador; la última se llamaba Ester, vivía en Buenos Aires, y su madre era informática. Paola, Claire, Yuri, Amadú, Mary, Ciú y Ester eran siete pero siempre la misma persona que tenía ocho años, sabía ya leer y escribir y andaba en bicicleta sin apoyar las manos en el manillar. Paola tenía el cabello castaño, el de Claire era rubio, y negro el de Amadú, pero eran la misma persona. Yuri tenía la piel blanca, Ciú la tenía amarilla, pero eran la misma persona. Ester iba al cine en español y Mary en inglés, pero eran la misma persona, y reían en el mismo idioma. Ahora los siete han crecido, y no podrán hacerse la guerra, porque los siete son una sola persona.

(Adaptación de un cuento de Gianni Rodari, Cuentos por teléfono. Juventud, pgs.126-127. En la versión original los protagonistas son siete chicos, con sus siete padres. Hemos introducido algunas niñas y madres, y también a Amadú, para incorporar a África en el relato.)

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Unidad 5: LA ANCIANA

Información complementaria

La tradición religiosa a la que hace referencia esta Unidad es el cristianismo y la figura que la inspira: Jesús de Nazaret; una tradición tan presente y conocida en nuestro entorno cultural -y de la que tenemos al alcance tanta información como queramos-, que este apartado seguramente está de más. De todas formas, a modo de recordatorio, ofrecemos aquí un pequeño esbozo biográfico de Jesús (que fue publicado en: T. Guardans; O. Puigardeu. Una historia de las religiones. Octaedro, 2009. p. 82-86) así como alguna referencia más a los evangelios.

Jesús de Natzaret Estamos en el siglo I. Durante más de cinco siglos la tierra de Israel había pasado de mano en mano: control asirio, babilónico, persa, griego… Desde el año 63 a.C., se hallaba bajo el dominio del Imperio Romano. El pueblo judío se preguntaba cómo librarse del yugo de Roma: ¿cómo recuperar el favor de Dios? ¿Cómo volver a ser libres? “Por las armas” –decían unos–. “Cumpliendo la Ley, la voluntad de Dios” –decían otros–. La mecha revolucionaria prendía cada vez con más fuerza. En medio de esa tensión se levantó una voz hablando de la prosperidad y del reino en un código totalmente distinto… era la voz de Jesús. No hagáis como ellos, porque dicen y no hacen. Echan cargas muy pesadas a las espaldas de la gente, mientras que ellos no mueven ni un dedo. Sólo actúan para ser vistos y alabados. Cuando ayunan ponen cara de hambrientos; cuando rezan ocupan los primeros asientos; cuando dan limosna se ha de enterar todo el mundo… ¡Hipócritas! Pues si eso es lo que quieren ¡ya tienen su recompensa! Vosotros, si hacéis algo, procurad que no se note. Al dar, ¡no vayáis tocando la trompeta para que todos lo sepan y os admiren! Y cuando vayáis a orar, entrad en vuestra habitación y cerrad la puerta. Vuestro Padre que ve en lo secreto, os recompensará. Porque la verdadera recompensa llega en lo secreto; es como una perla escondida de un valor incalculable, una perla que, cuando la encuentras, sabes que vale más que cualquier otro tesoro. ¿Quién era ese que se atrevía a criticar abiertamente a los “expertos en Dios”? Yeshua ben Josef, Jesús, hijo de José, el carpintero. Jesús estaba preocupado, dolido, indignado… Esos “justos” (o pharisei) no entendían. Estaban tan pendientes de las normas, que olvidaban el sentido de las palabras. Condenaban y marginaban a todo el mundo. Por eso levantaba su voz. Algunos eran hipócritas. Pero no todos. Los había simplemente duros de corazón y de mollera. Y eso les impedía comprender. Tenían sus argumentos. El pacto con Dios estaba fallando pues las cosas iban de mal en peor. Para ellos la culpa era de los que no seguían bien las instrucciones o de los que llevaban el mal en su interior, que no eran pocos. Pues en aquel tiempo se creía que muchos males y enfermedades venían del demonio…

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

La opinión de los guerrilleros –los llamados zelotas- era otra: a los ejércitos romanos había que ganarlos con las armas. Quien no empuñara la espada, traicionaba a su pueblo. Jesús no estaba de acuerdo ni con unos ni con otros. Por si no bastaban los romanos, la gente tenía que soportar, además, el desprecio y la exclusión por culpa de la Ley y las muertes fratricidas… Preocupado, se dirigió al desierto de Judea; allí vivía retirado su primo Juan. Juan acogía a quien se le acercaba en busca de consejo y de ayuda. Les daba ánimos. Enseñaba que Dios siempre estaba dispuesto a perdonar. Como símbolo de purificación y liberación, les bautizaba; les echaba agua por encima bendiciéndoles en nombre de Dios. Por eso le llamaban “Juan el bautizador” (el Bautista). “Cambiad, ¡convertíos! –les decía- el Reino de Dios está cerca, muy cerca”. En el desierto Jesús compartió el sufrimiento de esa gente, vio cómo Juan les ayudaba, pasó noches y días rezando y meditando. Moisés había insistido en que buscar a Dios era procurar el bien de todo y de todos, amar a los demás como a uno mismo. ¿Cómo podía alguien juzgar y excluir a nadie en nombre de Dios? Y así fue cómo comprendió que el Reino del que tanto hablaban todos, no tenía nada que ver con los romanos ni con las espadas. El verdadero Reino era otra cosa… tan fácil y tan difícil de ver… un verdadero tesoro escondido. Padre nuestro y rey nuestro, que nos amas sin límite, muéstranos tus caminos, une nuestros corazones para amar –esas eran las palabras de la primera bendición de la mañana–. Une nuestros corazones para amar… La gente tenía que comprender las palabras: eran ¡hijos de Dios!, ¡merecían vivir como tales! ¿Qué padre impondría a sus hijos unas obligaciones imposibles? Todas esas cargas no venían de Dios sino de los hombres ¡La gente debía saberlo! Jesús se sentía empujado a proclamarlo. Le pidió a Juan que le bautizara. Juan, derramando el agua sobre su cabeza, pronunció la bendición tradicional: “Hijo eres del Señor tu Dios, que Él te bendiga y te guarde, repose sobre ti su mirada, te muestre su Rostro y te conceda la paz. Así sea”. Aquél debió ser un momento muy especial. Jesús tenía entonces unos treinta años. Desde aquel día, hasta su muerte, no dejó de enseñar. Aunque no fue mucho tiempo, sólo tres años, pues no tardaron en callarle. Su voz resultaba demasiado incómoda. De todo ello hablan los Evangelios, los escritos que narran los hechos de aquellos años. De lo que hizo antes, poco se sabe. Según cuenta la narración, Jesús habría nacido en los alrededores de Belén, la población a la que se dirigían sus padres, José y María, para empadronarse. Pasó la infancia y la juventud en Nazaret, en la región de Galilea, con su familia. Después de despedirse de Juan, Jesús se dirigió hacia Cafarnaúm, un pueblo situado a orillas del lago de Tiberíades, no lejos de Nazaret. Fue allí donde empezó a hablar de ese Reino que nada sabía de espadas ni de condenas y del Padre que acogía a todos. A la gente se les cambiaba la cara cuando le oían. Y cada vez eran más los que se le acercaban llevando hasta él a los parientes enfermos, y a los que sufrían, para que los ayudara. Uno de sus primeros discursos es el que se conoce como “sermón de la montaña” -o “bienaventuranzas”-. Había muchísima gente con él, en lo alto de una colina cerca de Cafarnaúm. Y Jesús les dijo:

El Reino no es de los que se consideran superiores, ni de los ricos, ni de los que se creen en posesión de la verdad. Bienaventurados los pobres de espíritu pues suyo es el Reino. Bienaventurados los que sufren porque recibirán consuelo.

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Unidad 5: LA ANCIANA

Bendita la gente de corazón limpio que no actúa con falsedad. ¡Un corazón limpio sí que verá a Dios! Benditos los misericordiosos, los que aman, pues alcanzarán misericordia. Benditos los que buscan la paz, suyo es el Reino. Ellos sí merecen el nombre de hijos de Dios y no los que dicen: “éste es mi linaje, yo soy hijo de Abraham”. Benditos los perseguidos por procurar la justicia. Suya es la verdad, suya es la paz, suyo es el Reino. ¡Bienaventurados seáis! Yo no pretendo cambiar la ley de nuestros padres, sino llevarla hasta el final, vivirla en verdad. Hay quien dice: “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”, pero no es así, lo tergiversan todo. Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os odien, para que seáis hijos de vuestro Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos. Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto. ¡Daros cuenta! Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se desvirtúa ¿con qué se la salará? Andad con la cabeza alta. Sois la luz del mundo, ¿quién enciende una luz para esconderla? ¡Que brille vuestra luz, que por vuestras obras pueda verse la gloria de vuestro Padre! No temáis, no os faltarán las fuerzas. Él os bendice. Que su mirada repose sobre todos vosotros, os muestre su Rostro y os conceda la paz.

Oírle hablar así era como quitarse un gran peso de encima, ver las cosas desde otra perspectiva. Un día y otro, Jesús se esforzaba por hacerles entender aquello que sólo puede verse con los ojos del corazón. Les hablaba en parábolas, con comparaciones: ese “reino” era como un tesoro escondido en un campo por el que valía la pena dejarlo todo –les decía-; pequeño como un grano de mostaza, del que podía nacer un gran árbol; más fácil le sería a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico dar con ese reino… A orillas del lago Tiberíades reunió a sus primeros compañeros, unos pescadores: Simón, Andrés, Jaime, Juan... Acompañado de un pequeño grupo de hombres y mujeres recorría los caminos de Galilea, Samaria, la Decápolis, Judea… anunciando estas cosas, ayudando a los que se le acercaban, dándoles fuerzas, sanándoles. Cada vez eran más los que le seguían, pero también aumentaban sus enemigos. Los escribas y maestros de la ley temían por la integridad del pueblo de Israel, pues ese hombre no cumplía con las tradiciones, no guardaba el sabbat como era debido, se acercaba a los impuros, comía con ellos… “¿Cómo es que entras en casa de impuros?” –le preguntaban escandalizados–. “No son los sanos los que necesitan un médico sino los enfermos” –respondía él. --

”¿Cómo es que los tuyos no hacen las abluciones prescritas antes de comer?”

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“No es lo que entra por la boca lo que convierte en impuras a las personas, sino lo que sale de ella”.

Respuestas como éstas no hacían más que confirmar que ese nazareno no hacía ningún caso de la voluntad de Dios. Era un auténtico peligro. --

“Lo que sale de la boca, viene del corazón –explicó luego a los suyos-. Un corazón con malas intenciones es lo que hace impuro al ser humano; no si se lava las manos o no. Cuidad vuestro corazón, eso sí es importante.”

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¿Y TÚ QUÉ ME CUENTAS?

Tampoco tenía las simpatías de los sacerdotes del Templo de Jerusalén pues también se metía con ellos. Las pompas del Templo, los impuestos, el tesoro…, todo ese negocio era otro del los blancos de sus críticas. Hasta que, un día, llegó la gota que colmó el vaso. Subía Jesús a Jerusalén para las celebraciones pascuales. Corrió la voz de que se acercaba y la gente salió a esperarlo a la entrada de la ciudad. Agitando ramas de palmera y de olivo, comenzaron a aclamarlo como rey y salvador. “¡Es el mesías!” –decían. Por si faltaba algo, cuando llegó a la explanada del Templo y vio a los cambistas de moneda, los precios en las paradas de animales para los sacrificios, todo ese mercado en “nombre de Dios”…, su ira estalló: “¡Ladrones, más que ladrones! ¡Habéis convertido la casa de oración en una apestosa cueva de ladrones! ¡Fuera todos de aquí!” –les gritaba mientras volcaba todo lo que encontraba a su paso: mesas, toldos, dinero, jaulas de pájaros, cestos… ¡la que se lió! ¡Ni un día más!, no iban a soportarlo ni un día más. El consejo de sabios (el sanedrín) se reunió y le sentenciaron a muerte. Sólo había que encontrar la manera de matarle. Jesús y los suyos se reunieron aquella tarde en una casa de la ciudad para celebrar la cena pascual. Probablemente él intuía que la situación se estaba poniendo muy difícil, pues narran los evangelios que durante la cena les habló como si se despidiera de ellos. Les recordó que eran hijos de Dios, que se amaran unos a otros, tal como él había hecho, hasta llegar a dar la vida si hacía falta. Que fueran uno, unidos con el Padre como él lo estaba. Bendijo el pan y el vino y, mientras lo distribuía, les dijo que así como repartía el pan y el vino, así entregaba él su vida, su cuerpo y su sangre por sus amigos. Y al acabar la cena salió fuera, como era su costumbre, buscando un sitio tranquilo donde poder rezar. Y se adentró en un huerto de olivos, un lugar llamado Getsemaní. Fue allí donde la guardia del Templo le arrestó. Sólo la autoridad romana podía condenar a alguien a muerte. Así que lo llevaron preso ante Pilatos, el procurador romano. Le contaron que se trataba de un revolucionario a punto de organizar un levantamiento. El procurador no les dio mucho crédito pero no quería problemas con toda aquella gente: – Allá vosotros, haced lo que os parezca. –Y se lavó las manos. Permiso concedido, eso les bastaba. Jesús fue torturado y murió clavado en una cruz, crucificado. No tenía más de 32 o 33 años. Corría el año 18 de Tiberio. Pocos tuvieron el valor de quedarse a su lado hasta el último momento: sólo su madre -María-, alguna amiga, algún amigo… Los demás se escondieron atemorizados. José, un hombre rico de Arimatea y seguidor suyo, pidió permiso al procurador para poder enterrarlo. Se lo concedió. Depositaron el cuerpo en un sepulcro excavado en la roca, bloqueando la entrada con una gran piedra. Cuentan los Evangelios que, una vez transcurrido el sabbat, algunas discípulas (María de Magdala, Salomé, otra María…) se dirigieron hacia el sepulcro. Lo encontraron abierto y vacío. Quedaron desconcertadas y, a la vez, sintieron una gran alegría, pues tuvieron la certeza de que estaba vivo. Corrió la voz: había resucitado…

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Unidad 5: LA ANCIANA

Los Evangelios Se podrían decir muchas cosas acerca del proceso de redacción y de selección de los cuatro evangelios canónicos, así como de los evangelios que quedaron fuera del canon y el porqué de la selección de unos y no de otros. Pero no es este el momento. Tan sólo indicar que cada uno de los cuatro textos no es tanto la obra de una sola persona como el fruto de una comunidad que se siente identificada, de un modo u otro, con la figura del discípulo que da nombre al texto: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La redacción escrita de todo ese material se inicia a partir de la dispersión de los seguidores de Jesús, con motivo de la derrota judía del año 70, entre el año 70 y el 100. El de Marcos sería el más antiguo y el de Juan el último. Como ya hemos dicho, “evangelio” significa “buena noticia”, en griego. En los primeros siglos circularon muchos de estos textos. De todos ellos, en el siglo IV se seleccionaron cuatro, considerándolos los más fiables. Los evangelios que no fueron seleccionados reciben el nombre de evangelios “apócrifos” (“supuestos”, “ocultos”). El relato de Lucas no se limitaba a la vida de Jesús sino que continuaba con la narración de lo que hicieron sus primeros discípulos. Esta segunda parte se fue copiando por separado bajo el título de Hechos de los Apóstoles. Este texto forma parte del Nuevo Testamento, se encuentra a continuación de los cuatro evangelios, y antes de las cartas (o “epístolas”, del término griego). La mayoría de las cartas las escribió y envió Pablo de Tarso a distintas comunidades, pero también se incluye alguna de Jaime, Pedro, Juan, etc. “Apóstol” proviene de la palabra griega “enviado”. Según la narración, Jesús envió a sus discípulos más cercanos a predicar. La tradición recoge el nombre de doce hombres: cuatro pescadores, los hermanos Pedro y Andrés y los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Tomás, Felipe, Bartolomé, Santiago hijo de Alfeo, Judas Tadeo y Judas Iscariote, Simón y Mateo (un recaudador de impuestos). Pero –en sentido amplio– los apóstoles fueron muchos más, tantos como discípulos de Jesús extendiendo su mensaje: los evangelistas Marcos y Lucas, María de Magdala, Susanna o Salomé, Esteban, Pablo de Tarso, los familiares de Jesús ... y tantos otros.

En la siguiente hoja, ofrecemos la parábola del sembrador, por si se quiere trabajar sobre ella.

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He aquí otra parábola que podéis encontrar en el evangelio de Lucas.

Se iba reuniendo mucha gente para escuchar a Jesús. Llegaban desde todos los pueblos de alrededor. Un día les dijo: Salió un sembrador a sembrar y, al sembrar, una parte de las semillas cayó a lo largo del camino, fue pisada y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó entre espinos y cardos, que crecieron al mismo tiempo que las semillas y las ahogaron. La otra cayó en tierra buena , y las semillas crecieron y todas dieron fruto. Y después de decir esto, añadió: - El que tenga oídos para oír, que oiga. (Lc. 8, 4-8)

• ¿A qué se refiere? • ¿En qué os hace pensar?

Imagen: Padre David Cabral

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