COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA II Trimestre de 2015
El libro de Lucas Lección 7 16 de mayo de 2015
Jesús, el Espíritu Santo y la oración Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá” (Lucas 11:9, 10).
Introducción La doctrina del sábado es uno de los temas del gran conflicto vigente en los últimos días. Es el asunto principal. Pero otro punto cuestionado es el Espíritu Santo, si es, o no, un Ser divino. Lucas aporta, tanto para el tema del sábado, como para el tema del Espíritu Santo, para afirmar la verdad sobre estos dos asuntos. Es el autor evangélico que más hace referencia al sábado y al Espíritu Santo. Sólo en su evangelio, y en el libro de los Hechos, este autor hace referencia en 74 ocasiones al tercer Integrante de la Trinidad. Tal como lo afirma la lección, Lucas vio, e incluso entendió, la relación entre Jesús y el otro Ser integrante de la Divinidad. Por cierto, debemos aprovechar en estudiar este tema en esta semana, pues al final, en tiempos de crisis, es cuanto más necesitaremos fuerza de lo Alto, de las orientaciones seguras de Dios, y cuanto más tendremos que entender a esta tercera Persona de la Trinidad, su función, y finalidad de su ministerio entre nosotros. “El príncipe del poder del mal puede ser mantenido en jaque únicamente por el poder de Dios en la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo” (Special Testimonies, Serie A, Nº 10, p. 37, año 1897; citado en El evangelismo, p. 448).
Jesús y el Espíritu Santo Hubo una importante y significativa relación entre el Espíritu Santo y Jesús. La primera evidencia de esa relación es la concepción de Cristo. Esto fue un acto del Espíritu Santo. María no quedó embarazada por un ser humano, sino de un Ser divino. Fue la única mujer del mundo en tener esa experiencia. Llevaba en su vientre a un ser humano (en estado fetal), pero que no había sido engendrado por otro ser humano pecador, pues Jesús no heredó la naturaleza pecadora. Vino al mundo en el mismo estado de Adán y Eva, sin pecado, aunque ya con los efectos vigentes del pecado. El envejecía, podía quedar enfermo, se cansaba, y podía morir. Sólo se diferenció de nosotros en que lo fue pecador. En lo demás, fue igual a nosotros. Para ser diferente en no ser pecador, Jesús, al ser engendrado, su embrión no debía ser fecundado por otro ser humano, sino Recursos Escuela Sabática ©
por un Ser divino, que era Dios, o sea, integrante de la Trinidad. Ni un ángel, ni otro espíritu superior servirían para esa misión. Algunas personas se refirieron a la obra del Espíritu Santo en la vida de Jesús. Fueron dos más. Simeón, el anciano que habló cuando Jesús fue circuncidado al octavo día, y Elizabeth, la madre de Juan el Bautista, que se refirió a Jesús como su Señor. En el bautismo de Jesús se manifestaron las autoridades divinales. Allí estuvieron presentes los tres integrantes de la Trinidad: el propio Jesús, quien estaba siendo bautizado; el Padre, confirmando que Aquél era su Hijo divino; y el Espíritu Santo, en forma de paloma. En momentos muy importantes y solemnes, la Trinidad se une como una confirmación de su obra conjunta. Jesús afirmó que el Espíritu Santo estaba sobre Él, en Nazaret, cuando fue rechazado. Y Él prometió enviar a ese Ser divino a todos los que se lo pidieran (Lucas 11:13). También hizo una severa advertencia respecto de no creer o no aceptar al Espíritu Santo, considerándolo un pecado mortal, sin retorno. Y esto es así porque ese Ser integrante de la Divinidad, tiene la función de enseñare a la persona los pasos para el arrepentimiento rumbo a la vida eterna. No obstante, es evidente que si alguien no acepta las advertencias del Espíritu Santo, ¿cómo podría entonces ser conducido por Él? ¿Y cómo podría ser salvo?
La vida de oración de Jesús Jesús pasó, en algunas instancias, noches enteras orando; en otras, oró solo por algunos segundos. Pero todas esas ocasiones fueron cruciales en su vida, para su misión en la tierra como Salvador del mundo. Fueron momentos en los que pudo haber fallado.
• En su primer importante oración, Él oró en ocasión de su bautismo (Lucas 3:21). Esa no fue una oración de entrega a Dios para no desear pecar más, sino para nunca pecar, y así poder probar que es posible vivir, como ser humano, en obediencia a la Ley de Dios. De esa manera, Él vencería a Satanás.
• En la segunda oración importante, Él oró para escoger a los Doce apóstoles (Lucas 6:12, 13). Pasó toda la noche orando. Fue una larga plegaria. ¿Será que habrá funcionado? Pues escogió a Judas, quien finalmente lo traicionó. “ES necesario, pues, que del os hombres que nos acompañaron todo el tiempo en el que Jesús anduvo entre nosotros, empezando desde el bautismo de Juan, hasta el día en que fue llevado al cielo, uno de ellos sea testigo con nosotros de su resurrección. Y propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, de sobrenombre Justo, y a Matías. Y oraron: ‘Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra cuál eliges de estos dos, para que tome el cargo de este ministerio y apostolado, del que cayó Judas por transgresión, para irse a su lugar’. Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías, y fue contado con los once apóstoles” (Hechos 1:21-26). La elección de Judas fue por opinión de otros discípulos, y Jesús los escuchó en este punto. Recuerdo haber leído sobre este asunto en alguno de los escritos de Elena G. de White, pero no recuerdo dónde.
• Otra ocasión de oración fue momentos antes de preguntarle a los discípulos quién decía el pueblo que era Él, y qué era lo que ellos pensaban al respecto (Lucas Recursos Escuela Sabática ©
9:18). Seguramente su oración fue para que ellos dieran la respuesta correcta, y que especialmente tuvieran la comprensión correcta de su misión, y de la parte que debían cumplir.
• Jesús también oró antes de la transfiguración (Lucas 9:28-36). La apariencia de su semblante resplandeció durante la oración. Al orar, grandes respuestas a integrantes del pueblo de Dios le fueron dadas, tal como fue el caso de Daniel, al interceder por su pueblo en el exilio (Daniel 9:23).
• Jesús oró en el Getsemaní (Lucas 22:39-46). Esa fue la oración más dramática, pues precedió a la batalla final entre Él, sólo, y el demonio y sus agentes espirituales y humanos, todos aliados contra el Salvador. En esa ocasión sólo uno de los dos saldría derrotado para siempre, Jesús o Satanás. De allí la enorme importancia de esa oración. Al final, Jesús tendría que soportar la presión enemiga en un proceso de debilitamiento en sus capacidades físicas y mentales, hasta la muerte.
• En la cruz, Él oró entregando su vida en las manos de Dios (Lucas 23:46). Esa fue una oración de quien llegaba al final de una gran guerra y en ocasión de la última batalla. Como si Él hubiera dicho: “He cumplido tu voluntad para la salvación de la humanidad. La lucha ha terminado”. Si bien Él no sabía si había resultado vencedor o no, lo sabría al tercer día, cuando ascendería al cielo.
• Hay todavía otra importante oración, que no está registrada en Lucas, sino en Juan 17. Fue pronunciada luego del lavamiento de los pies y la cena del Señor, y antes de encaminarse hacia el Getsemaní para orar, una vez más. En esta oración pastoral, Él hizo tres pedidos: por Él mismo, por los discípulos, y por todos los que se seguirían. En esa oración estuvimos nosotros incluidos. Tal vez el motivo de la oración por los discípulos que Jesús hizo, todavía sea lo que podría hacer por nosotros hoy. “Cuando fue dejado solo, Jesús "subió al monte apartado a orar." Durante horas continuó intercediendo ante Dios. Oraba no por sí mismo sino por los hombres. Pidió poder para revelarles el carácter divino de su misión, para que Satanás no cegase su entendimiento y pervirtiese su juicio. El Salvador sabia que sus días de ministerio personal en la tierra estaban casi terminados y que pocos le recibirían como su Redentor. Con el alma trabajada y afligida, oró por sus discípulos. Ellos habían de ser intensamente probados. Las esperanzas que por mucho tiempo acariciaran, basadas en un engaño popular, habrían de frustrarse de la manera más dolorosa y humillante. En lugar de su exaltación al trono de David, habían de presenciar su crucifixión. Tal había de ser, por cierto, su verdadera coronación. Pero ellos no lo discernían, y en consecuencia les sobrevendrían fuertes tentaciones que les sería difícil reconocer como tales. Sin el Espíritu Santo para iluminar la mente y ampliar la comprensión, la fe de los discípulos faltaría. Le dolía a Jesús que el concepto que ellos tenían de su reino fuera tan limitado al engrandecimiento y los honores mundanales. Pesaba sobre su corazón la preocupación que sentía por ellos, y derramaba sus súplicas con amarga agonía y lágrimas” (El Deseado de todas las gentes, p. 342).
La oración modelo – 1ª parte Hace un tiempo, un hermano nuevo en la iglesia, me pidió que le explicara cómo debía orarse a Dios. Además, no sólo me preguntó eso. Dijo que uno o dos minutos podrían Recursos Escuela Sabática ©
alcanzar para haber dicho todo, o sea, para hacer todos los pedidos y agradecimientos, por lo que la oración se terminaba. Esa fue la preocupación de los discípulos. Ellos no sabían orar. Y Jesús, como su Maestro, como formador de líderes, esperó que ellos se lo preguntaran, que ellos sintieran la necesidad, y se interesaran por el tema. Fue entonces que les mostró su oración modelo, o sea, que sirviera para hacerla, para estudiarla, para aprenderla, para enseñarla, acerca de cómo orar. Eso, sin embargo, no quiere decir que debamos convertir esa oración en un rezo, repitiéndola indefinidamente, pues en ese caso perdería su sentido, tal como el propio Jesús nos orienta en Mateo 6:7. Personalmente, prefiero la versión de Mateo 6:9-13: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Perdona nuestras deudas, como nosotros también perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. [Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos, Amén]. Esta última parte en corchetes no fue pronunciada por Jesús, sino un añadido posterior. Iremos por partes, analizando esta oración: 1. La expresión “Padre nuestro que estás en los cielos” declara dos puntos importantes. En primer lugar, Jesús enseña a considerar a Dios como un Padre, no como un jefe o dictador. Un padre siempre es visto como alguien que desea protegernos, ver nuestro progreso, y de ayudarnos en nuestras dificultades. También, como Padre, Dios es originador de todas las cosas, es el Creador y el Sustentador y, en Jesús, es el Redentor. Y ese Padre está en el cielo. 2. “Santificado sea tu Nombre”. Eso quiere decir que debemos respetar a Dios, partiendo de su Nombre. Por lo tanto, y como ejemplo, siempre debiéramos evitar repetir en vano ese Nombre, tal como lo afirma el Mandamiento. Muchos tiene la mala costumbre de, en cualquier situación, exclamar: “Dios me libre”, una frase sin sentido y contenido, a no ser para que llene un vacío de comunicación. Esa frase aparece con frecuencia en nuestro medio. Días atrás escuché un sermón de un pastor jubilado con orientaciones acerca de esto, y fue muy bueno, aunque había pocos que estaban allí con ánimo de aprender. 3. “Venga tu Reino”. Jesús vino para explicarnos acerca de ese Reino. Ése Reino era Él mismo, o sea, que surgiría a partir de Él, el Rey. Quien lo siga, irá a ese Reino, y cuando Él vuelva, buscará a esas personas para que estén con Él en ese reino, por la eternidad. Debemos desear ese Reino, y esa es la razón para el pedido que de que venga, o sea, para que Jesús entre en nuestra vida. 4. “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. O sea, en una sola palabra, obediencia. Esta es una declaración de que deseamos obedecer a Dios en todos los momentos y en todos los lugares.
La oración modelo – 2ª parte 5. “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. Esto quiere decir que confiamos en Dios, siendo que –como criaturas y especialmente como pecadores– somos totalmente deRecursos Escuela Sabática ©
pendientes de Él. Como humanos, dependemos no solo de la provisión del sustento y la vida divinales –tal como también dependen los seres no caídos– sino que también dependemos del perdón y la salvación. Esto es una providencia divina, del Padre Celestial, quien nunca nos ha abandonado. Si nosotros, como padres humanos, somos capaces de hacer cosas buenas para nuestros hijos (no todos, y no siempre), Dios es mucho más capaz de hacerlo (Lucas 11:13). Podemos, por ello, confiar plenamente en Dios. 6. “Perdona nuestras deudas”. Un punto más de la dependencia divina: el perdón para poder merecer, por medio de Jesús, el Salvador, la vida eterna a través de la redención. El perdón es la esencia del plan de salvación. Y no es un perdón barato, que no costó nada. Jesús, para poder perdonar, tuvo que vivir aquí en la tierra, como hombre sujeto a las tentaciones y pecados, y morir sin pecar. Y fue así como realmente sucedió. Él puede, por lo tanto, perdonar a sus hermanos humanos. Entre los miles de millones de seres humanos, Él es uno más, pero diferente, pues aun siendo tentado al extremo, resistió obediente la Ley, sin caer en el pecado. 7. “No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal”. Las tentaciones o –en otras palabras– las atracciones del mal, el ofrecimiento a caer en pecado, las seducciones, nuestras inclinaciones, etc., existen, y no podemos evitar su existencia. Aunque en muchas ocasiones podamos evitar aproximarnos a lugares de tentación, como por ejemplo, apagar la televisión cuando aparecen ciertos programas, eso no siempre ocurre. Hay tentaciones que no podemos evitar que ronden alrededor de nosotros. Por ejemplo, un vehículo de propalación que pasa por la calle ofreciendo una entrada al circo a mitad de su valor. No es posible evitar que ese vehículo pase por donde estamos. En muchas ocasiones, estando dentro de la iglesia, somos sometidos a mensajes negativos que nos llegan de la calle. Por eso este pedido en la oración de Jesús: que Dios nos libre del mal, o que nos dé fuerzas para que no caigamos en las tentaciones. En su oración modelo, Jesús les enseñó a los discípulos que podemos aprender que Dios es perfectamente confiable, y que nosotros podemos vencer en la vida espiritual, profesional y social, por medio de una comunión efectiva con Él. Fue así como Jesús venció.
Más lecciones sobre la oración Un punto que nos enseña la Lección es recordarnos que la oración debe ser humilde. O sea, debemos exponernos delante de Dios, aunque Él nos conozca totalmente. Pero nosotros, como pueblo de Dios –y la historia aporta evidencias de esto– somos duros de cabeza, esto es, temerosos. Y la comparación entre las dos oraciones comentadas por Jesús, la del fariseo y la del publicano, es muy provechosa. Los fariseos eran estudiosos de las Escrituras, y ponían todo en práctica, además de seguir rigurosamente las orientaciones de las tradiciones. Eran especialistas en ello. A su vez, los publicanos, los cobradores de impuestos, eran conocidos por ser corruptos, puesto que cobraban indebidamente los impuestos (en aquellos días, su cobro no estaba muy bien regulado), y llenando sus bolsillos con el dinero del pueblo. Generalmente se los consideraba ladrones, personas mal vistas por la sociedad, y hasta detestados. Nadie habría admitido que un publicano se salvaría. La gente los condenaba y los repudiaba. Recursos Escuela Sabática ©
A tal punto había llegado el enojo hacia los publicanos, que el fariseo llegó a mencionar eso en su oración, agradeciendo no ser como aquél publicano pecador. Pensaba que merecía por ello la aprobación divino, pero no se le pasó por lamente que él estaba en la misma situación que la del publicano. El fariseo salió feliz y contento de la sinagoga, pero en verdad estaba en la senda de la perdición, reprobado, y con los pecados sobre sí mismo. El publicano se creía un pecador miserable, deudor de Dios, condenado, necesitado urgentemente del perdón divino. Se pegaba con su mano en el pecho, suplicando por misericordia. Estaba haciendo lo correcto, pues al orar debemos reconocernos como pecadores y pedirle a Dios que nos ilumine respecto de los aspectos que debemos cambiar en nuestra vida. Él salió aprobado, pues se reconocía como lo que realmente era, un pecador. Mientras que el fariseo pensó que no lo era, y se consideró un hombre santo y sin pecados.
Resumen y aplicación del estudio I.
Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? Como pueblo de Dios, que tenemos la esperanza de la pronta redención, tenemos la necesidad de mantener una relación estrecha con Dios. Ese vínculo puede darse de diversas maneras, pero el principal, sin duda alguna, es a través de la oración, cuando hablamos con Dios, y recibimos –de algún modo– respuestas. Es necesario que oremos todos los días, para que seamos sustentados y transformados gradualmente, cambiando nuestra manera de vivir. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Si mantenemos los mismos hábitos perjudiciales a lo largo de meses, o incluso años, es porque no estamos siendo transformados. Y así es, es porque no estamos orando lo suficiente. 3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________
II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? Al aprender con Jesús, debemos orar más cuantas más necesidades y desafíos tengamos para enfrentar, y no tanto cuando esas situaciones se hayan resuelto. Pero todos los días, con mayor o menor intensidad, debemos orar. 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Recursos Escuela Sabática ©
El entrañable pastor Siegfried Hofmann decía: “Poca oración, poco poder; mucha oración, mucho poder”. Y más aún: “Necesitamos más Biblia y más oración en nuestra vida”. 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Dios tiene una iglesia en la tierra que está elevando en alto su ley pisoteada, y presentando al mundo el Cordero de Dios que quita los pecados de la humanidad. La iglesia es la depositaria del tesoro de las riquezas de la gracia de Cristo, y por medio de ella finalmente se hará manifiesta la revelación postrera y plena del amor de Dios al mundo que ha de ser iluminado con su gloria. La oración de Cristo de que su iglesia fuera una como él y el Padre, finalmente será contestada. La rica dote del Espíritu Santo será dada, y mediante su influencia constante a los hijos de Dios, éstos llegarán a ser testigos en el mundo del poder de Dios para salvar” (Testimonios para los ministros, p. 47). 5. Conclusión general Un día, después de haber sido salvados y transformados completamente, ya no tendremos que orar más. Por lo menos, no del modo en cómo lo hacemos hoy. En ese momento hablaremos cara a cara con Dios, viéndolo y escuchándolo. Pero por ahora, necesitamos hablar con Él de un modo algo restringido, incluso hasta precario. Pero como pecadores que somos, es lo mejor que tenemos al alcance de la mano para que, a través de ese medio, contactarnos con frecuencia con Dios, y que es la fuente de nuestra fuerza espiritual para vencer en la vida, para desvincularnos del pecado y para ser cada día transformados hasta ser salvos por Jesús. 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________
Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©
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