Izquierda / Derecha ¿De bandera del relato a rótulo vacío?

20 abr. 2014 - es el de republicanismo-visiones de- legativas del gobierno, que es el in- tento de UNEN para articularse.” Hay todavía más distinciones, que.
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enfoques

América latina Una región que se piensa de centro

Según el Barómetro de las Américas 2012, una encuesta realizada por el Proyecto de Opinión Pública de América latina (Lapop), de la Universidad Vanderbilt, entre 46.000 personas de 26 países del continente, la gran mayoría de los ciudadanos se ubica en posiciones cercanas al centro ideológico. En Argentina, la media se ha movido levemente hacia la derecha en los últimos dos años.

| Domingo 20 De abril De 2014

6.2

colombia

Adhesión partidaria en la Argentina

5,8 5,7

méxico argentina peru

27%

5,6

venezuela ecuador

5,4 5,3

brasil

5,3

bolivia

Cercanía a un partido Sólo ese porcentaje de los argentinos dice simpatizar por un partido político. El dato varía en gran medida en la región.

5,2 5,1

chile

4,9

uruguay

62,2% izq.

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der

Simpatía oficialista De ese 27%, más de 6 de cada 10 dijeron adherir al Frente para la Victoria, y el 12,7% al justicialismo.

política

Izquierda / Derecha ¿De bandera del relato a rótulo vacío? Viene de tapa

Mientras UNEN prepara su lanzamiento oficial para pasado mañana, más o menos cerca de Pro, y el peronismo clásico decide si puede sumar a Massa, hay quienes advierten que, paradójicamente, quizá sea hora de volver a colocar las incombustibles nociones de izquierda y derecha –tan presentes en el lenguaje político como en el del sentido común– de nuevo en juego. Porque aunque parezcan desactualizadas o inocuas para los votantes, su inspiración siempre está. “La dicotomía izquierda-derecha nunca sirvió para aclarar la división política en nuestro país, donde conservadores y radicales, o peronistas y antiperonistas, resultaron más aproximadas a los hechos. Pero creo que nuestro vocabulario político perdería poder descriptivo e interpretativo si, simplemente, abandonara esa distinción”, apunta a la nacion Carlos Altamirano, sociólogo y director del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes. Es una dicotomía que, desde luego, tiene un tercer término salvador: el centro. En la Argentina –que no en otros países, como Francia o Inglaterra, Chile o Colombia– hay una cierta identificación vergonzante con ambos extremos. Por una falta de legitimidad en ejercicio –vinculada con las dictaduras y el fracaso económico del menemismo–, la derecha suele esconder su nombre y se hace llamar “centroderecha”, y al mismo término medio se acerca en el discurso buena parte de la izquierda, preocupada por no quedar al lado de los “revolucionarios” y así abonar el sentido común de que “no puede gobernar”. Hay, en efecto, raíces históricas para explicar la confusión: los par-

tidos tradicionales en la Argentina (el PJ y la UCR) han sido lo que la ciencia política llama “atrapatodo”, convocando de conservadores a progresistas. Y, a la vez, la derecha arrastra desde principios del siglo XX su dificultad para articularse en un partido orgánico de alcance nacional. “Lo que ha caracterizado al radicalismo y al peronismo han sido el sincretismo y la hibridación ideológicos”, apunta Altamirano. Y va más allá: “¿Habla esto sólo de la Argentina? Pensemos en América latina: si se deja de lado el caso de Chile y, en las últimas décadas, el de Uruguay, me parece que la dicotomía izquierda / derecha debería ser acotada y contextualizada para que resulte una buena clave de lectura de las fuerzas políticas en nuestros países”. Gobierno-oposición ¿Qué otras categorías pueden usarse entonces para mirar el tablero político actual en el país? “Creo que la competencia política tiende a articularse entre gobierno y oposición. Dentro del peronismo y de otros partidos existen gobierno y oposición. Para los ciudadanos, las elecciones son una suerte de plebiscito sobre la marcha de un gobierno. Si las cosas van bien, que sigan los que están. Por eso, quienes propone el Gobierno como candidatos, incluso para una elección legislativa, son intendentes, ministros y gobernadores, porque son quienes gestionan. En las campañas no se habla de izquierda y derecha, sino de quién está en mejores condiciones para gobernar –apunta el politólogo Gerardo Scherlis, investigador del Conicet y profesor de la UBA–. Claro que lo que en distintos momentos y

países aparece como lo mejor sí puede tener que ver con una ideología. En los 90, hablar de privatización o integración al mundo era lo que se percibía como necesario para solucionar problemas. Eso puede vincularse con ideas de derecha, pero no significa que la sociedad se había vuelto de derecha. Si eso fracasó y se opta por políticas más estatistas, eso no significa que la gente se volvió de izquierda de pronto.” Eliminada la ideología como distinción, los partidos y alianzan tienen cada vez más dificultades para explicar a los votantes sus diferencias. La “gestión”, justamente, se ha convertido en, para muchos, el comodín “ocultaideologías”. “Una cosa es hablar de reconstruir el Estado, algo que puede ser más atribuido a la izquierda. Pero cuando se ve lo que Macri hizo en gestión estatal, en recuperar cuadros técnicos y capacidad de inversión en infraestructura, ya no es tan clara esa distinción. Hay demanda de capacidad de realización”, señala Miguel Braun, director de la Fundación Pensar, el think tank de Pro. Ernesto Laclau, el intelectual inspirador del kirchnerismo, fallecido hace una semana, solía hacer otra distinción: populismo-institucionalismo. “El eje populista es el de la movilización y el institucionalismo trata de darle a esa movilización formas permanentes de acción. Un proyecto de cambio tiene que modificar el aparato institucional”, dijo en una entrevista en Enfoques, en 2012. Izquierda y derecha siguen siendo, para muchos, una distinción relevante y reveladora de muchos sentidos de la política. “Eso, a condición de que se haga otra distinción: entre medidas progresistas y regresivas.

El escenario político se sigue definiendo por la proximidad o cercanía al gobierno La cuestión invita a preguntarse qué significa el cambio en la política argentina

Un gobierno de derecha puede apoyar medidas progresistas y un movimiento de izquierda puede defender postulados regresivos para darle autoridad total a un dirigente”, apunta el politólogo José Nun, ex secretario de Cultura del kirchnerismo entre 2004 y 2009. “El escenario político argentino se sigue definiendo por la proximidad o lejanía con respecto al gobierno. Lo que no está tan claro es que, más allá de la bandera de honestidad-corrupción, gente-políticos, el conjunto de los espacios opositores sumen demasiado más. Es muy poco lo que contienen esos espacios hacia su interior más allá de ese rechazo”, afirma Gerardo Aboy Carlés, sociólogo e investigador del Conicet. “Otro eje es el de republicanismo-visiones delegativas del gobierno, que es el intento de UNEN para articularse.” Hay todavía más distinciones, que al menos en la superficie también

prescinden de la ideología. “En las democracias modernas hay matices entre gobiernos de centroizquierda y centroderecha. Hay malos y buenos instrumentos que aplican malos, buenos y regulares gobiernos. Hay gobiernos más tradicionales y otros más abiertos a aplicar saberes tecnocráticos; hay gobiernos más políticos y más vanguardistas”, enumera Sergio Berensztein, director de Poliarquía. La ausencia de izquierda y derecha en las campañas electorales –salvo para la izquierda del extremo, que se apropió del nombre, uno de los partidos más exitosos en las últimas elecciones– probablemente se expliquen por una constatación que repiten los analistas de opinión pública. “Estas categorías no interpelan a la gente, que no siente cercanía por las fuerzas políticas en general. Había épocas en que se votaba a la UCR o al PJ independientemente de los candidatos. Ya no”, dice Berensztein. El intento kirchnerista ¿Qué impacto tuvo el kirchnerismo, que desde sus inicios planteó un intento de ordenar el espacio político con estas coordenadas? “Creo que el mayor impacto lo tuvo en el ámbito de las izquierdas, sean políticas, intelectuales o periodísticas, donde desató el debate de si el gobierno kirchnerista era verdaderamente de izquierda, si era la izquierda real frente a la imaginaria de los pequeños grupos o, por el contrario, si constituía una gran estafa a los ideales de la izquierda”, resume Altamirano. En las urnas, el relato de posicionamiento en la izquierda y denostación de la “derecha neoliberal” no siempre se mostró traducible

Si no es la ideología, las prácticas distinguen a los partidos

S

i no es por una ideología diferenciada y reconocible, los partidos políticos en la Argentina sí se distinguen por prácticas y formas de organización interna que les dan una identidad propia y derriban la idea repetida de que, como actores políticos, dejaron de ser relevantes. Un punto donde comprobar que los partidos políticos están vivos y son diferentes entre sí es en los fiscales que cada uno aporta para controlar la transparencia de los comicios. Así lo hizo el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), que en las elecciones legislativas del 27 de octubre pasado encuestó a 1082 fiscales y observó el desarrollo de la votación en 380 mesas del conurbano bonaerense, en el primer estudio cuantitativo de estos actores revelantes en cual-

quier elección, pero de los que se sabe bien poco. La fuerte presencia territorial del peronismo, en todas sus formas; la persistencia de la izquierda como un partido orgánico y más tradicional, y el peso de los oficialismos para movilizar a su gente y lograr mayor presencia en la elección son algunas conclusiones. Según los resultados, sólo el peronismo puede alcanzar una cobertura total de los centros de votación con sus fiscales y tener alguna forma de presencia prácticamente en todas las mesas. En efecto, la cobertura de fiscales del Frente Renovador, cuya lista encabezaba Sergio Massa, fue del 95% y la del Frente para la Victoria, que llevaba a Martín Insaurralde en el primer lugar, fue del 92%. Muy por detrás estuvo la cobertura de otros frentes: el 50% para De Narváez, el 21% para el Frente Progresista Cívico y Social,

y el 5% para la izquierda. ¿Quiénes son los fiscales? También depende del partido. “El Frente para la Victoria y la izquierda son los que más militantes tienen, mientras en el Frente Renovador, una alianza muy nueva, los que se definen como militantes son pocos, uno de cada cuatro”, dice Julia Pomares, directora del Programa de Instituciones Políticas de Cippec. Sólo el 10% y el 6% en los frentes de De Narváez y el Momo Venegas se dijeron “militantes”. Esos dos frentes, justamente, fueron los que más debieron apelar a la remuneración para compensar a sus fiscales (algo más del 40%). Sólo el 10% dijo haber recibido compensación en el Frente para la Victoria y el Frente Progresista, mientras en la izquierda, de manera esperable, nadie recibió dinero por ese trabajo. El dato, sin embargo, tiene que ser matizado con otro: “En los dos

frentes que se disputaron la elección hubo una participación importantes de fiscales que dijeron tener ocupación en el sector público, en general como empleados estatales”, dice María Page, coordinadora del programa (el 44% en el kirchnerismo y el 37% en los fiscales de Massa). “Sin pensar necesariamente en que sea clientelismo o coerción, se trata de recursos. Los frentes que tenían intendentes en sus listas y una base municipal fuerte convocaron a sus empleados. Quien está en el gobierno tiene mayor posibilidad de fiscalizar la elección”, apunta Pomares. Los datos ponen en cuestión, además, el concepto de “afiliado”. “El 36% de todos los fiscales encuestados dijo estar afiliado a algún partido. Es difícil evaluar esa cifra sin datos anteriores. Pero pareciera que la gente que colabora habitualmente con los partidos ya no se afilia”,

advierte Pomares, mientras Page señala que la izquierda, con pocos afiliados, tiene una vida organizativa muy activa. El dinero no parece ser la fuerza que más moviliza: los frentes como el de De Narváez y Venegas, que gastaron muchos recursos en remunerar a sus fiscales, no lograron tampoco cobertura total. “Los partidos están vivos, pero el peronismo está más vivo que el resto. Sobre todo, porque tiene una territorialidad que no tiene ninguna otra fuerza en el conurbano”, analiza Pomares. ¿Alguien que no sea el peronismo puede fiscalizar una elección en el conurbano? Según los datos de Cippec, no. En una elección reñida entre dos frentes peronistas, como fue la última, el dato puede no parecer preocupante, pero si distintas expresiones peronistas se unieran en un mismo frente electoral, debería pasar a primer plano. ß

en votos. “En términos electorales no le redituó mucho, porque, a pesar de su discurso ideológicamente orientado, sus triunfos en las urnas tuvieron poco que ver con él. El voto duro del kirchnerismo profundizó el voto del menemismo: pierde en los grandes centros urbanos y saca mucho más en regiones periféricas, como Santiago del Estero o La Rioja, Eso no tiene que ver con valores de izquierda”, dice Scherlis. “El kirchnerismo intentó establecer clivajes más homogéneos y fracasó, como al intentar absorber el progresismo del radicalismo, lo que fue imposible. El fracaso de querer usar esquemas binarios es elocuente en el kirchnerismo, porque la política argentina es mucho más complicada”, describe el sociólogo e historiador Marcos Novaro. Si, para todos, la condición de izquierda y derecha de cada fuerza es siempre cuestión de debate, quizás sea la distancia entre relato y experiencia lo que relativizó las apelaciones ideológicas del kirchnerismo pasados los años. “Néstor Kirchner nunca hizo hincapié en esa distinción. Sí se tomaron medidas para paliar la desocupación y la pobreza, se recuperaron puestos de trabajo, pero no se hicieron modificaciones estructurales como hubiera hecho un gobierno de izquierda –apunta Nun–. Hay iniciativas de Martínez de Hoz que nunca se modificaron, como la ley de inversiones extranjeras y la reforma impositiva, que es una de las más regresivas del mundo.” Aunque las distinciones ideológicas parezcan más reducidas a analistas y elites políticas que a los votantes, no desaparecen y, a pesar de que se oculten para la foto del frente opositor, en cuanto se pase de las coincidencias generales a los planes para llevarlas a cabo, serán más visibles que nunca. ¿O no? “Una pregunta anterior a los límites de las coaliciones es si se puede gobernar sin ellas. Hoy en el mundo es raro encontrar un presidente que no sea fruto de una coalición. ¿Qué tan elástico se puede ser con la ideología? Hay aspectos y momentos para ser más flexible o más riguroso, pero Argentina necesita discusiones prepolíticas (independencia de la Justicia, prensa libre); no hay un conjunto de reglas de juego para discutir políticas, hay que discutir las reglas. Ahí tenés menos en qué pelearte”, describe Berensztein. De cómo se mueva el resto de las piezas dependerá el juego. “Hay que ver qué rol va a jugar el kirchnerismo en 2015. Si tuviera un candidato fuerte, UNEN y Pro tendrían menos limitaciones para unirse, porque claramente habría un eje gobierno-oposición. Si no es así, si hay un candidato que quiere presentarse como el cambio, como ya está haciendo Scioli, no está claro que la batalla sea oficialismo-oposición y se podría presentar un límite”, analiza Scherlis. “Si se unen, deberían justificar bien que se trata de la continuidad K versus el cambio.” Un costado menos explorado de la cuestión, y que excede al kirchnerismo, es preguntarse cómo juega en el país la identificación entre izquierda y progreso, y qué significa cambio en la política argentina, tan atada a la idea de un pasado dorado que irremediablemente perdimos y al que habría que volver. “La sociedad argentina parece haberse vuelto más afín a la izquierda, pero no más entusiasta con los cambios o con mirar al futuro. El kirchnerismo tuvo una agenda de cambios en ampliación de derechos, pero en verdad no tuvo una idea de futuro en otros terrenos, y la sociedad tampoco se lo reclamó. En general diría que sigue siendo una sociedad temerosa del cambio en muchos campos”, afirma Novaro. Dicen los politólogos que los términos izquierda y derecha son un atajo para ubicar rápidamente a los dirigentes y partidos en un espectro ideológico y tomar decisiones con mínimo esfuerzo. Quizás el problema en la Argentina hoy sea que el sentido común de unos ya no es común al de otros.ß