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Introducción: Una simple lectura del cuarto evangelio demostrará las notorias diferencias que existen entre el mismo y los Sinópticos. Salvo el ministerio de Juan el Bautista, algunos relatos y la crucifixión y resurrección del Señor, la restante información es distinta a los sinópticos. Vale decir que prácticamente el 90 % de lo narrado en este evangelio no se encuentra en los restantes. Respecto al autor humano que fue inspirado por el Espíritu Santo es el apóstol Juan. Aunque, el escrito es anónimo, la evidencia interna demuestra que el autor debió ser un judío, contemporáneo de Jesús y testigo ocular de los hechos que narra. La evidencia externa, es decir el testimonio de los cristianos que vivieron cerca del tiempo en que este libro viera la luz, también lo autentica. Ireneo (nació en el año 140 d.C.) afirma enfáticamente que el apóstol Juan fue el autor. Cabe recordar que este destacado cristiano fue discípulo de Policarpo quien a su vez fuera discípulo del apóstol Juan. Si Ireneo se hubiera equivocado, las iglesias hubieran rechazado sus escritos, pero los mismos gozaron de gran aceptación. Otros testimonios de la época e inclusive los dichos de algunos herejes avalan la paternidad apostólica. Basta agregar sobre este tema que recién fue a principios del siglo pasado que algún autor se atrevió a negar que Juan fuera el autor y todos los que lo han hecho fue porque rechazan el mensaje fundamental de este libro: la deidad del Señor Jesucristo. El lenguaje empleado por el apóstol es sencillo pero profundo. La riqueza espiritual de este evangelio es única y esto nos alienta a leerlo y estudiarlo. Un bosquejo sencillo: I El prólogo de Juan (cap. 1:1-14); II El ministerio público (1:15 a 12:50); III La enseñanza privada a sus discípulos (13:1 a 17:26); IV La pasión y resurrección (18:1 a 20:31); V Epílogo (21:1-25). I. EL PRÓLOGO DE JUAN (1:1-14): Este pasaje es fundamental para entender el contenido del evangelio ya que en el mismo, el apóstol Juan, nos presenta el tema principal de su escrito. "El Verbo encarnado" podríamos decir que es el tema de esta sección. Formulare tres preguntas al texto sobre el Verbo: 1. ¿Cuál es el origen del término? Ésta ha sido una pregunta que por siglos los estudiosos se han formulado. Este término es empleado exclusivamente por Juan. El original griego es "Logos" y puede ser traducido como Verbo o Palabra. Un judío de Alejandría llamado Filón empleó el término por primera vez aplicándolo a Dios aunque con un significado muy distinto al dado por Juan. Los escritos de Filón debieron ser populares en Éfeso donde Juan escribió su evangelio. Es más probable que Juan empleara este concepto en relación a la sabiduría creadora de Proverbios 8. A este pasaje mencionado desde fechas muy tempranas se le dio una aplicación cristológica. 2. ¿Quién es el "Logos"? Para hacerlo más claro algunas paráfrasis sustituyen el término "Verbo" por Cristo y así se puede apreciar la magnitud de esta

declaración cristológica. Juan desde el comienzo mismo de su evangelio declara la deidad del Señor haciendo referencia "al principio" (ver Gn.1:1) lo cual no solo hace referencia a su participación en el acto creador y sustentador de creador del universo (comp. Col.1:15-18 y He.1:2-3) sino también a su eternidad. El Verbo o Cristo es la vida y luz de los hombres. Es el autor de la vida no solo por su acto creador sino por su obra redentora. Toda vida verdadera, como señala Meyer, es luminosa. La luz de Dios que ilumina las oscuras tinieblas de los hombres en pecado. Hay tinieblas por ausencia de luz o por ceguera espiritual pero en ambos casos el Verbo ilumina. 3. ¿Qué hizo el Verbo? Juan dice: "El Verbo fue hecho carne y habito entre nosotros". Este es el gran milagro que tanto los griegos de entonces como muchas personas a lo largo de los siglos del cristianismo pretenden negar. Tal fue la respuesta de la gran mayoría del pueblo de Israel, entonces ya que el evangelista declara: "A los suyos vino pero los suyos no le recibieron". Sin lugar a dudas este pasaje a quienes hemos creído nos debe motivar a la adoración y agradecimiento a nuestro Dios. II. EL MINISTERIO PÚBLICO (1:15 a 12:50): 1. El ministerio de Juan el Bautista: (1:15 a 1:35): Sin lugar a dudas, el ministerio de Juan el Bautista, fue importante para llamar la atención de una nación aletargada espiritualmente. Las profecías señalaban la necesidad de un precursor que preparase al pueblo para la llegada del Mesías. Juan el Bautista fue, como el mismo lo señala, el cumplimiento de tales profecías. Su mensaje, apariencia y el método utilizado (el bautismo) logró captar la atención de la nación de Israel. Los sacerdotes y levitas le preguntaron: ¿Eres tú Elías?, haciendo alusión a la profecía de Malaquías respecto a que Elías debía anteceder al Mesías. Llamativamente responde no, queriendo señalar que no era Elías en cuerpo y alma. El Espíritu que inspiró a Elías era el mismo que le inspiraba a él. En el lenguaje profético, el precursor, debía ser semejante al nombrado gran profeta de Israel. La nota destacada de este siervo fue su humildad y fidelidad al ministerio que se le encargó. Siempre procuró dejar en claro que él no era el Mesías limitándose a predicar el bautismo de arrepentimiento. Al día siguiente del interrogatorio, Juan vio a Jesús que venía a él y como profeta que era, hizo una asombrosa declaración: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Los corderos ofrecidos en sacrificio eran una figura de la obra redentora que el Mesías realizaría (ver Is. 53). El carácter universal de la obra del Cordero queda manifiesto en la declaración de Juan el Bautista ya que no lo limita, como creían muchos judíos entonces, a la nación de Israel, sino a todo el mundo. Públicamente reconoce a Jesús como Mesías y le bautiza. Jesús no tenía necesidad de bautizarse dado que no tenía pecados de los cuales arrepentirse. Hay quiénes piensan que fue como un acto de ordenación como sacerdote según lo estipulado en la ley. Pero quizás la explicación más acertada esté en considerar al acto bautismal como el momento en que el Espíritu Santo le unge para el ministerio. Tras las diversas declaraciones de Juan el Bautista sobre la deidad del Señor y la misma declaración audible del Padre, Jesús ya estaba preparado para

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iniciar su ministerio. La invitación que nos hace este pasaje es a imitar el ejemplo de Juan el Bautista: fidelidad y humildad en el servicio. 2. El llamamiento a algunos discípulos (1:35-51): Juan, como los restantes evangelistas, se ocupa de narrarnos algunos detalles sobre el llamado del Señor a sus discípulos. La importancia de tal llamamiento radica en que éstos habrían de ser quiénes pondrían el fundamento doctrinal de la iglesia bajo la guía del Espíritu Santo. Según Juan nos relata, los primeros discípulos del Señor habían sido previamente discípulos de Juan el Bautista. Convencidos de que sería más importante seguir al "Cordero de Dios", abandonaron a su antiguo maestro. Uno de esos jóvenes era Andrés y el otro, aunque no se nombra como es su costumbre, el propio Juan. Ambos fueron primeramente a sus respectivos hermanos y los trajeron a Jesús diciéndoles que habían encontrado al Mesías. Así se sumaron Pedro (hermano de Andrés) y según se puede deducir Jacobo (hermano de Juan). Al día siguiente, en Betsaida (lugar de nacimiento de Andrés y Pedro), el Señor, llamó a Felipe que sin titubear le siguió. Del mismo modo como habían hecho Andrés y Juan, Felipe, fue a su hermano, Natanael. Con mucha esperanza le narró que había encontrado al Mesías prometido en la ley de Moisés. Sin embargo, la respuesta no fue quizás la esperada: "¿Puede salir algo bueno de Nazaret?". Esto nos demuestra que Natanael era un hombre sincero pero, como señalara Don Walter Bevan, tenía sus prejuicios. "Ven y ve" y francamente, el encuentro de este discípulo con el Señor fue extraordinario. "Antes que Felipe te llamara estabas debajo de la higuera, te vi". Es posible que Natanael haya estado orando debajo de la higuera o que el encuentro con su hermano fuera debajo de dicho árbol. El texto da la idea de que no solo era imposible que le viera, dado que estaba fuera del alcance de su vista, sino también, como algunos observan, es posible que el Señor viera las preocupaciones del corazón de Natanael. Esto bastó para convencer al dubitativo discípulo quien de inmediato le reconoció como Mesías. El Señor declara que cosas aun mucho mayores verían las cuales les confirmarían en su fe. Como podemos apreciar, el Señor era la luz que atraía a los hombres, pero también vemos que aquellos que le siguieron desearon comunicar la buena nueva a otros. Este debe ser nuestro deseo también. Momento de Decisión

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