Informers: están aquí para quedarse

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Texto Yaiza Saiz

Responsabilidad digital Durante el pasado mes de enero, los Mossos d’Esquadra recibieron seis denuncias relacionadas con Informer y Gossip, todas ellas relacionadas con injurias. En un comunicado a la prensa constataron que “pese a poder ser ofensivo, la mayoría del contenido que se difunde a través de estas dos aplicaciones no es constitutivo de delito”. “La relevancia penal de estas conductas es bastante dudosa, sólo pasarían a considerarse delito algunos casos muy graves”, explica Josep María Tamarit, catedrático de Derecho Penal de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) y presidente de la Asociación Catalana de Victimología. Los contenidos de estas páginas y aplicaciones en muchos casos no llegan a poder ser considerados como amenazas, también son difíciles de catalogar como injurias, y si el acceso a la intimidad de la persona en torno a la que gira el rumor no ha sido ilegal, no se puede considerar delito. “Pretender resolver por la vía penal cosas que suceden en un entorno tan incontrolado como es internet, es algo imposible”, afirma el catedrático. Pero en caso de que el asunto

Quién no haya cotilleado jamás, que tire la primera piedra. ¿Qué persona no ha hablado alguna vez, para bien o para mal, sobre la privacidad de sus coetáneos? ¿Quién no ha prestado atención a un rumor o incluso ha sido partícipe de la difusión del mismo? Rumorear y cotillear es tan antiguo como el ser humano, que ha sentido siempre intriga por conocer lo que ocurre en la vida de los demás, convirtiendo al acto social del chismorreo y la crítica en un fenómeno natural. Si tradicionalmente los chismes se transmitían oralmente, y a las palabras se las llevaba el viento, ahora el rumor y el cotilleo han dado su gran salto al formato escrito de internet donde lo que queda, queda. Los chismorreos que antes inundaban las puertas y paredes de muchos lavabos públicos se han trasladado a otros muros, los de las páginas de Facebook denominadas Informer. Universidades, institutos, discotecas e incluso pueblos enteros, cuentan desde hace pocos meses con su propia web de cotilleo anónimo en la que es tan posible ligar con aquel desconocido que cada mañana cruza la calle, como airear la privacidad del vecino o difamar. Estas páginas que tanta polvareda y alarmismo han levantado, sobre todo dentro de la comunidad educativa, poco a poco están comenzando a desinflarse. La fiebre Informer va pasando, pero puede que los chismorreos o rumores acaben trasladándose a otro lugar de la web, ¿será el comadreo 2.0 un fenómeno perdurable en internet? “Rumores en la red han existido desde siempre, lo novedoso es que comiencen a existir páginas especialmente dedicadas a ellos”, explica Dolors Reig, psicóloga social, docente y especialista en Web 2.0. Facebook u otras redes sociales similares nacieron para que sus usuarios fisgonearan sobre la vida de los demás; muchísimos blogs se alimentan de contenidos basados en rumores no confirmados y desde hace ya algunos años las discotecas cuentan con foros en los que, tras una alocada noche, la gente deja sus comentarios para tratar de encontrar a esa persona especial que conocieron en la barra. “En Buenos Aires, en todas las plazas públicas el Ayuntamiento ha colocado carteles para indicar cuál es la página de Facebook en la que se puede hablar sobre lo que ocurre en dicha plaza –afirma Reig –; eso es el Informer allí”. El fenómeno de chismorrear en la red es imparable e inevitable, lo novedoso de las nuevas páginas de cotilleo como Informer o de las aplicaciones móviles como Gossip (rumor, en inglés) es que introducen la idea de hacerlo desde el anonimato.

Informers: están aquí para quedarse Cotilleos y rumores abandonan sus lugares tradicionales de circulación para propagarse por internet. Páginas y aplicaciones como Informer o Gossip han desatado la polémica en los últimos meses. Ahora, pasado el debate, los expertos advierten que están aquí para quedarse

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EN FAMILIA

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transcendiera a los tribunales, ¿quién sería responsable de las calumnias o injurias publicadas en estas páginas de cibercotilleo? ¿El autor del contenido? ¿El administrador de la página, o el servidor que la acoge? “Los proveedores de servicios por internet, como Facebook, tienen capacidad de respuesta para poder controlar lo que sucede dentro de sus páginas, lo que reconoce que tendrían algún tipo de responsabilidad –explica Tamarit–; estas empresas son las que deberían establecer una serie de mecanismos para que, en caso de que existiera una reclamación de denuncias, se pudieran cerrar las páginas”. En cuanto al dios omnipotente y anónimo, el administrador de la web, que controla y decide qué contenidos se van a publicar, “se debería investigar si esa persona está propagando los rumores que le llegan a la página a sabiendas de que las informaciones son falsas”, asegura Tamarit. Si en un juicio se probara que esta persona era consciente de lo que sucedía y aún así no decidió cerrar la página o controlar el contenido, también podría tener responsabilidad penal.

anonimato en línea puede convertirse en arma de doble filo: al igual que contribuye a perjudicar y herir a los demás desde la sombra, también puede ayudar a vencer la timidez a la hora de expresar pensamientos que nos avergüenzan y que no tienen por qué ser siempre negativos. Este fenómeno psicológico, denominado “efecto de desinhibición on line”, resulta positivo para muchas personas con problemas de timidez e inseguridades.

EL MUNDO EDUCATIVO ESTÁ OJO AVIZOR CON INFORMER Y GOSSIP

En el caso de Informer, una o varias personas son las responsables de administrar y convertir en anónimos los mensajes privados que llegan a la página de Facebook. Algo contradictorio a las políticas de privacidad de esta red social, que exige conocer los datos personales de cada uno de sus usuarios para poder intervenir en caso de que se injuriase o difamara dentro del servidor. Pero ¿qué hace tan morboso al hecho de hablar mal de los demás de forma anónima? “El hecho de ser crítico con algo o alguien deja al desnudo a la persona que lo hace –explica Vega González, psicóloga y gerente de AIS (centro de Atención e Investigación de Socioadicciones) con sedes en Barcelona y Madrid– por eso se prefiere utilizar el anonimato antes que el propio perfil de Facebook, en el que tratamos de mostrar nuestra cara amable a los demás”. El

El efecto se asemeja al objetivo inicial de Informer, “poder desvelar de forma anónima esos secretos personales que tanto aterra comunicar de otra forma”, cuentan las creadoras de El Informer de la UAB, la primera de estas páginas que en tan sólo tres días contaba ya con más de 12.000 seguidores. Las universitarias Karina Sassi, Laura Gómez, Rashida Al-Massaoudi y Ruth Sánchez garantizan que “en ningún momento la intención era que se convirtiera en una página de cotilleos a través de la cuál se pudiera criticar, difamar o rumorear sobre los demás”. Informer pretendía ser una herramienta de contacto entre los jóvenes universitarios, “un lugar on line donde poder compartir las cosas que suceden en el campus”, explican. La controversia surge cuando la moda de estas páginas se extrapola a otros ámbitos al margen del universitario, como a institutos por ejemplo, y pasan a ser administradas por adolescentes menores de edad. En el 2007, un fenómeno similar a Informer sacudió a la comunidad educativa norteamericana. Matt Ivester, un estudiante de la Universidad de Duke (Carolina del Norte), puso en marcha Juicy Campus (campus jugoso), una web de cotilleo juvenil que alcanzó a otros 500 campus del país. “Inicialmente, pensé que no había ningún peligro en publicar chismes ofensivos sobre personas mayores de edad, con capacidad de asumir o contraargumentar cualquier comentario negativo”, asegura Ivester. Pero reconoce que pronto se le fue de las manos, y “comenzaron a llover en la página entradas sobre la vida sexual de algunas personas, acusaciones de consumo de drogas y otros rumores salaces”, recuerda. El 8 de diciembre del 2007, desde un ordenador de la Loyola Marymount University (Los Ángeles, California), un estudiante registró la presunta amenaza de disparar a los estudiantes del campus al azar. La frase decía: “Voy a disparar y matar a tanta gente como pueda hasta que esté incapacitado o muerto”. Afortunadamente, la policía detuvo al sospechoso. Tan rápido como creció, Juicy Campus se convirtió en foco de la polémica hasta el punto de llegar a ser investigada en dos ocasiones por la Fiscalía. Ivester comenzó a sentirse desbordado para continuar, pero no podía dejar caer la página en quiebra por la gran inversión de capital riesgo desembolsada. “Aprendí que los rumores on line no son como los rumores tradicionales y, por mucho que me esforzaba por mitigar los daños ocasionados, la página comenzó a estar fuera de control”, explica. Dos años más tarde del cierre de Juicy Campus en el 2009, Ivester decidió plasmar en el papel su experiencia publicando lol...OMG!: what every student needs to know about online reputation management, digital citizenship, and cyberbullying... (Lol... OMG!: todo lo

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que los estudiantes deben saber sobre reputación on line, ciudadanía digital y cyberbullying –de venta sólo en inglés a través de Amazon–), el libro sobre ciberacoso más vendido en EE.UU. “El ciberbulling es un problema muy serio –explica–; a diferencia de la intimidación tradicional que terminaba al salir de la escuela, los estudiantes de hoy están conectados a la red 24 horas al día, los 7 días de la semana”. No hay vía de escape, los ciberacosadores pueden llegar a sus víctimas en cualquier momento y lugar. Por eso, la polémica sobre el uso de herramientas como Informer o aplicaciones como Gossip ha calado hondo en la comunidad educativa, al punto de que en Catalunya la Generalitat ha llegado a activar un protocolo de actuación para frenar el ciberacoso escolar generado por el fenómeno del cotilleo 2.0. Algunas páginas Informer, como la del instituto Torre del Palau de Terrassa, han sido ya cerradas e incluso se ha creado una plataforma de padres afectados por Gossip. “Esta aplicación es especialmente peligrosa partiendo de la base de que su propio nombre indica su función de difundir rumores –asegura la psicóloga Dolors Reig–; no es que los adolescentes tomen una herramienta y la saquen de sus objetivos iniciales, como en el caso de Informer”. De hecho, la empresa Crows & Dogs (cuervos y perros, promotora de la aplicación) se enfrenta en estos días a su primera demanda judicial. “Puede que la justicia acabe con Informer o Gossip, pero el fenómeno de que sigan apareciendo otras aplicaciones o páginas de la misma naturaleza es imparable”, afirma Reig. En muchas pequeñas ciudades de Estados Unidos, esta nueva moda de chismorreo 2.0 ha destrozado en los últimos dos años muchas parejas y familias al interferir en sus vidas privadas. Allí, los rumores han dejado las peluquerías y cafeterías para colarse en los foros de Topix, una web que propaga por localización geográfica los cotilleos tan rápido como la conexión a internet lo permite. Poco importa cómo se llamen estas páginas de cotilleo, seguirán reproduciéndose. Lo primordial “es acostumbrarnos a ignorar ciertos comentarios y a entender que estamos en un entorno en el que la nueva comunicación en red a veces puede resultar nociva”, aconseja Reig. De nada sirve alarmarse ante este fenómeno, hay que aprender a convivir con él. Pero sí que pueden existir fórmulas para evitar el ciberbulling o el ciberacoso. Al margen de las sanciones legales, la mejor prevención viene emparejada con la educación. “Es importante trabajar en las escuelas el tema de la empatía para que nuestros hijos aprendan a ponerse en el lugar del otro –explica la psicóloga–, además hay que jugar con la idea de la reciprocidad, de que todos podemos acabar sufriendo la burla o la crítica”. s