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que este libro se llama «Reflexiones de un peregrinaje», porque son las historias que ...... hombre que fue testigo presencial del milagro de la lluvia, quien subió siete veces al .... evangélico, adventista o mormón? da lo mismo—, que de cuya.
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Gabriel Gil A.

reexiones de un peregrinaje Experiencias de un viajero en el camino de la vida

Prólogo por Dr. David Ramírez Editado por Daniel Medina G. K

Ediciones Kerygma

reexiones de un peregrinaje

Gabriel Gil Arancibia Prólogo por Dr. David Ramírez

reexiones de un peregrinaje Experiencias de un viajero en el camino de la vida

K

Ediciones Kerygma

REFLEXIONES DE UN PEREGRINAJE ©2015 Gabriel Gil Arancibia 1ra Edición 2015 Editor: Daniel Medina García Diseño de la portada: Ediciones Kerygma Imagen de la portada: Pixabay Revisión: Lucero Gastélum Ediciones Kerygma Culiacán, Sinaloa, México. Móvil: (+52) 6621 25 93 01 Correo: [email protected] Website: http://edicioneskerygma.weebly.com Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro— excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito al autor. Impreso en México

Contenido Prólogo por Dr. David Ramírez............................................ 7 ¿Cómo nació este libro?........................................................ 9 Decisiones y Emprendimiento 1. Cuando nuestro arroyo se seca........................................ 2. ¡Labán siempre querrá ganar más que tú!......................... 3. ¿Tienes las herramientas necesarias?................................ 4. ¡No más cerdos!............................................................. 5. Un año más y si no... ¡córtala!.........................................

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Vida espiritual 6. Enajenación espiritual ................................................... 7. ¡Serás como los dioses!.................................................... 8. ¡No te exijas tanto!......................................................... 9. ¿Yo pastor?..................................................................... 10. Seamos espirituales......................................................

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Desarrollo personal 11. Descubre tu brillantez.................................................. 63 12. ¡Levántate! Convierte tus fracasos en éxitos................... 68 5

Contenido

13. Trabaja la higuera que hay en ti..................................... 73 14. Un mendigo nos da lecciones de liderazgo Kayzen........ 78 15. Mentalidad de víctima, releyendo la parábola del hijo pródigo............................................................................. 83 Para hombres y mujeres 16. ¡Acuéstate conmigo!.................................................... 88 17. ¿Tentaciones de mujer? Sólo para ellas.......................... 92 Fe, Perseverancia y Acción 18. Doce años................................................................... 19. Esa pequeña nubecita.................................................. 20. ¡Jesucristo es la respuesta!............................................. 21. No te olvides de mí...................................................... 22. El desierto no podrá conmigo....................................... 23. Eso que los triunfadores llaman disciplina..................... 24. Aunque la higuera no florezca....................................... 25. En el cepo.................................................................... 26. Disciplinando la decepción.......................................... 27. ¡Sigue subiendo!..........................................................

99 104 108 111 115 120 124 128 131 137

Entrenamiento y Mentoría 28. El entrenamiento de Aspenaz....................................... 144 29. ¿A quién entrenar de manera especial en las organizaciones?........................................................................... 151 30. Consejo de mentores................................................... 156

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Prólogo Conocí a Gabriel Gil cuando era sólo un joven buscando el horizonte. Seguramente el horizonte desde donde Gabriel lo miraba era sólo una ilusión, que a pesar de cautivar su imaginación, era practicante imposible acerarse a él. Desde su realidad precoz, el horizonte era para otras personas, para los con «suerte», para los nacidos en cuna de oro, para aquellos que aprendían los atajos y eran favorecidos por su propia picardía o «viveza criolla». Desde el principio me llamó la atención su sobriedad, determinación y sentido de equilibrio. Gabriel era joven, muy joven, pero con cara de persona recorrida, aunque su inocencia e ingenuidad lo llevaban siempre a hacer las preguntas de rigor, éstas lo posicionaban para aprender en serio. Tengo la impresión que este sistema de aprendizaje se ha convertido en la base de su sistema pedagógico, para ayudar a otras personas a descubrir su identidad en Dios y el plan de vida para su paso por la Tierra. En esta obra Gabriel nos invita a caminar con él, una jornada por el sendero de la existencia. Un viaje entretenido que nos va llevando con la maestría del lenguaje por pasajes muchas veces ignorados… lecciones de vida descritos con su característica sutileza enfrentándonos a las situaciones que por lo general 7

Prólogo

queremos evitar, aquellas preguntas que no deseamos hacer, esos momentos que preferimos esquivar o las realidades que más bien nos gustaría negar. Su conocimiento bíblico/teológico, su amor por la vida en todas sus etapas y su intuición creativa de cómo interpreta la cultura, lo hacen un compañero para el camino al estilo de Jesús con los discípulos de Emaús. Al final terminamos descubriendo lo esencial para vivir nuestra vida con plenitud y con un claro sentido de misión.

David E. Ramirez Siervo Facilitador Director para Latinoamérica Iglesia de Dios.

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¿Cómo nace este libro? Mentiría si les digo con exactitud quién fue la persona que me dijo: «Gabriel, deberías poner tus reflexiones en un libro», y digo esto, porque no fue una sino varias personas que me animaron a hacer lo que hoy tienes en tus manos, mi primer libro. Por mucho tiempo he venido escribiendo artículos para revistas, reflexiones en distintas redes sociales, sermones para mis feligreses y cátedras para mis alumnos. Por lo tanto escribir no me resulta ajeno, es más, me relaja pues cuando me siento a escribir pareciera que el tiempo no avanza... es mi esposa quien muchas veces baja a mi oficina —en el primer piso de mi casa—, para decirme: «Amor, ya es tarde, has estado cinco horas seguidas en el computador, ven a acostarte». Y bueno, ella tiene razón, las horas se pasaron volando, pero yo ni cansado. No obstante, como buen marido le hago caso y subo a mi recamara. Así las cosas, los relatos que estás a punto de leer son fruto de mis experiencias en la vida, algunas buenas otras no tanto, pero experiencias a fin de cuentas. Es más, estos relatos me han acompañado en momentos críticos, de transición y de fe; de ahí que este libro se llama «Reflexiones de un peregrinaje», porque son las historias que han surgido de mi caminar por este mundo. Y es que cuando escribo vienen a mí recuerdos, analogías, metáforas 9

¿Cómo nace este libro?

y por supuesto, enseñanzas, las cuales trato de compartir a los demás porque creo que algo bueno se puede extraer de ellas. ¿Hago catarsis en mis escritos? —me preguntó un fiel lector—. Sí, creo que cada uno de mis relatos encierra un poco de confesión pues, ¿a quién más podría contar mis cosas sino a mis fieles lectores que al parecer se identifican conmigo? Por eso es que hay ciertos relatos que parecen provocar lágrimas, otros asombro y algunos un tanto de controversia, porque en cada uno plasmo enseñanzas para la vida, enseñanzas que debí aprender en mi peregrinaje, enseñanzas que aún estoy aprendiendo pues no he terminado de caminar. Hay un escrito en particular que encontrarás aquí adentro que me identifica plenamente y quizá resume magistralmente el sentir de esta obra, se trata de «El desierto no podrá conmigo», ¿sabes por qué? porque así me veo, como un nómada que va caminando por el desierto, intentando llegar al siguiente oasis para beber, descansar y seguir la marcha. Lo bueno de este peregrinar por el desierto es que no estoy solo, Dios va conmigo, Él es un excelente compañero de viaje que me anima, me fortalece y me muestra la ruta a seguir. Y no obstante, no soy el único en este camino, miles son los peregrinos que al igual que yo estamos yendo a la próxima parada. Es mi deseo que estas reflexiones te ayuden en la jornada.

Gabriel Gil Arancibia Autor

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A veces cambian las circunstancias para guiarnos a un nuevo lugar, a una relación mejor, o a un ministerio productivo, pero no será posible si permanecemos estancados en el arroyo.

Decisiones y Emprendimiento

1. Cuando nuestro arroyo se seca

1 Reyes 17:6-7. «Por la mañana y por la tarde los cuervos le llevaban pan y carne, y bebía agua del arroyo. Algún tiempo después, se secó el arroyo porque no había llovido en el país». Querida Roxana Roxana había estado en la organización por muchos años, sirviendo fiel y diligentemente a sus empleadores, sus compañeros y haciendo el mejor trabajo posible. Ganaba un sueldo que la mantenía y que le ayudaba a pagar sus deudas, pero no era suficiente. Gozaba de privilegios pero también de responsabilidades que cada vez eran más y más. Los horarios se hacían interminables y no hallaba la hora de salir de su puesto para irse desbocada a casa, como huyendo quién sabe de qué. Unos diez años habían transcurrido desde que trabajaba allí, pero en el último período algo había cambiado, no era lo mismo —se decía ella—. No sabía qué era con exactitud, sólo tenía la certeza que ya no estaba cómoda en ese lugar. No le placía llegar, ni mucho menos laborar allí, sentía que había perdido el entusiasmo, las ganas y la pasión. 11

Re exiones de un peregrinaje

Avancemos cinco años más en el futuro, ¿qué será de nuestra Roxana? Allí está ella, con un puesto diferente, con un sueldo un poco más elevado, pero en la misma organización. ¿Es feliz? Los pensamientos de antaño de algo no anda bien aquí, fueron ahogados por la indiferencia, apatía, el atontamiento laboral en el que ella se había sumergido. Sabía que debió haberse salido hace años de esa empresa pero no lo hizo, ¿por qué? por el mismo sentimiento que embarga a todos los que están contemplando la idea de un cambio pero no se atreven, un sentimiento llamado miedo. Y el miedo es bueno si se le sabe aprovechar, es un mecanismo de supervivencia. De hecho, el miedo puede salvar nuestras vidas al provocarnos huir de peligros o situaciones catastróficas, pero también puede paralizarnos a tal punto de no correr para salvar el pellejo. Roxana sabía que debió salir en el tiempo que su corazón le había dictado, pero pesaron más las preguntas típicas de nosotros los humanos: ¿Y si salgo... de qué voy a vivir? ¿Cómo encontraré otro trabajo? ¿Debo botar al tacho de basura tantos años invertidos aquí? ¿Quién querría contratarme a esta edad? Estas preguntas —motivadas por el miedo—, le impidieron ver que su arroyo se estaba secando, o peor aún, se había secado ya. El profeta Elías El arroyo había sido la provisión de Dios para Elías, su fuente de seguridad y futuro; pero cuando le quiso guiar a otro lugar, hizo que el arroyo se secara. En otras palabras, el lugar de residencia del profeta era momentáneo, Dios le tenía preparado un lugar mejor. Sí, aunque salió de allí para vivir al alero de una viuda, el Señor siempre tiene algo mejor para los que confían en Él. Cuando nuestro arroyo se seque necesitamos acercarnos a Dios para cerciorarnos si debemos quedarnos o salir, pedir 12

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discernimiento para abandonar o seguir. Él nos guiará de nuevo a las aguas, o bien, nos dirá que debemos continuar donde estamos. En el caso de Elías fue mejor salir puesto que el arroyo se hizo lodo. ¿Qué habría pasado si se hubiese quedado? La respuesta es lógica, habría muerto. Muerto como muchas personas que siguen en ese trabajo que ya no aguantan, en esa sociedad que sólo les ha traído dolores de cabeza, en ese negocio que no fructifica, en esa relación que los está matando en vida, en ese noviazgo que nadie aprueba, en ese proyecto que no tiene pies ni cabeza, en fin, en ese arroyo que se está secando. Pero los humanos somos necios, vemos que la situación va de mal en peor y dudamos en salir. Creo que muchas veces el Arquitecto divino utiliza el sentido común para comunicarnos su voluntad. ¿Cuál es tu arroyo? ¿Cómo distingues cuando éste se está secando? ¿Cómo saber si debes abandonarlo o quedarte? ¡Mira las circunstancias! Las circunstancias hablan por sí mismas, claro está, a menos que Dios tenga un propósito al mantenerte allí. Lección aprendida Supongamos que hemos perdido nuestro trabajo o que nuestro negocio ha quebrado. Una respuesta bastante común es la de preocuparnos y actuar en temor, pero Jesús nos mandó a que no nos preocupásemos (Leer Mateo 6:25-34) y recordó a sus discípulos que las aves del cielo no se preocupan de donde ha de venir su próxima comida porque Dios las alimenta. Jesús nos dijo: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33). Dios usa a menudo las circunstancias de nuestro entorno laboral, familiar, eclesial, organizacional, etcétera, para: Mostrarnos el camino Enseñarnos a confiar en Él Motivarnos a buscar discernimiento 13

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A veces cambian las circunstancias para guiarnos a un nuevo lugar, a una relación mejor, o un ministerio productivo, pero no será posible si permanecemos estancados en el arroyo. Señores, señoras, sólo una estrecha relación con Dios —que no se consigue de la noche a la mañana—, nos asegurará reconocer cuándo debemos movernos, en qué tiempo y hacia dónde. Pero si no pasamos tiempo de calidad con el Padre, no esperemos discernir su voluntad con total claridad, incluso cuando el arroyo esté seco no seremos capaces de verlo. Las señales Muy a menudo Dios nos muestra señales a lo largo del camino, son como esas señaléticas que encuentras en las carreteras y que le indican al conductor a qué velocidad ir, si se aproxima a zona de curvas o incluso cuando debes parar. Los conductores experimentados sabemos que es imprescindible saber leer esas señales y mejor aún respetarlas, de no hacerlo, se corre el riesgo de sufrir algún accidente. Así mismo la vida te ofrece señales visibles que puedes leer para saber en qué dirección ir, son como las estrellas que guían a los navegantes en el mar. Estas señales suelen ser las circunstancias en tu lugar de trabajo, el clima laboral, gestos, palabras y hasta revelaciones especiales de Dios cuando te envía un sueño. No descartes las mil formas en que Dios quiere comunicarte cuando es tiempo de salir, pero no te confundas, Dios es lo suficientemente claro para indicarte el camino.

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2. ¡Labán siempre querrá ganar más que tú!

¡Tramposo y embustero!, pero al n de cuentas dejó en libertad a Jacob, no le quedaba otra, ¿cómo podría retener a uno que estaba destinado a ser grande? ¡Imposible!

Reflexión para aquellos que ya son emprendedores o están pensando serlo, y lo digo desde mi corazón porque yo mismo me considero un emprendedor, no en vano hace dos años que me independicé totalmente y ahora soy dueño de mi propia empresa, un sueño que me costó duras decisiones y más aún, acciones radicales, pero que al final han significado ganancias integrales para mí y los míos. Acompáñame en esta narración. ¡Basta ya! Entonces Jacob le gritó a su suegro todo lo que tenía en el fondo de su corazón y que nunca le había dicho, quizá por temor, vergüenza o qué se yo; simplemente se lo había guardado por años. Pero ese día, el enojo acumulado hizo erupción en él —bendito sentimiento que bien canalizado puede llevarnos a conseguir más de la vida, el enojo nos permite expresar ¡basta ya!—. Fue así que le dijo: «tú bien sabes cómo he trabajado, y cómo gracias a mis desvelos han mejorado tus animales. Lo que tenías antes de mi llegada, que era muy poco, ahora se ha 15

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multiplicado enormemente. Gracias a mí, el Señor te ha bendecido. Ahora quiero hacer algo por mi propia familia» (Génesis 30:29-30), y podemos imaginarnos que su pecho agitado comenzó a calmarse, las lágrimas que rodaron por sus mejillas ya no estaban, y el color rojo de su cara producto del ofusco, comenzó a desaparecer..., la bestia que llevaba dentro había salido al fin. Pero Labán no quería perderlo, así que ignoró esa altanería, «sería un imbécil si permito que se vaya» —se dijo para sus adentros—, no en vano su yerno era el mejor de sus trabajadores, con ciertas regalías por ser esposo de sus dos hijas y padre de sus nietos, pero empleado al fin. «¿Cuánto quieres que te pague?» —le dijo—, un tanto desconcertado, porque nunca nadie le había hablado así. Pero la respuesta de su interlocutor lo dejó más perplejo aún: «No tienes que pagarme nada, pero hagamos un trato» (v. 31), y el resto de la historia ya la conocemos. Las señales Empero ahí no termina la aventura de nuestro personaje. Luego de quedarse y comenzar a formar su propio ganado según lo acordado con su ex–jefe y ahora socio, las cosas anduvieron bien algunos años, pero llegó un momento en que las circunstancias declaraban a todas luces que era tiempo de salir. ¡Qué importante es poner atención a las señales que te da la vida! Si hiciéramos esto nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza. Hay personas que siguen por años en la misma empresa u organización, cuando hacía tiempo que debieron salir, pero siguen allí como esperando «un cambio», pobres ilusos incapaces de discernir los estadios y luego se quejan del porqué sus vidas son tan sombrías.

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Primera señal: Los hijos de Labán andaban diciendo que Jacob se había enriquecido a costa de su padre, sus propios cuñados hablaban mal de él (31:1). ¿Cómo creen que esto le hizo sentir? Segunda señal: Labán ya no lo trataba como antes (31:2). ¿Te ha pasado esto, cuando percibes que algo se «rompió» en tu empresa, cuando el encanto ya no está en la organización a la que perteneces? Tercera señal, y la más clara de todas: Dios le habló claramente y le dijo que se fuera a tierra de sus padres (31:3). Sólo los rebeldes y obstinados persisten en algo que Dios ya ha desechado. Cuarta señal: Su suegro y socio lo seguía tratando como a un jornalero, además de engañarlo y cambiarle el sueldo muchas veces (31:7). Fue Silvester Stallone, quien en la película Rocky VI desafía a su hijo con estas palabras: «Si crees que vales más de lo que te pagan, entonces sal y consigue lo que tú crees que vales, pero debes estar dispuesto a recibir los golpes que la vida te dará», este diálogo sencillamente me encanta y nos haría bien en anclar. Quinta señal: Sus esposas —Raquel y Lea—, apoyaban cien por ciento a Jacob en la nueva aventura que se estaba gestando, es decir, salir de la sombra de Labán pues «ni ellas mismas recibían buen trato de parte de su padre» (31:14-16). Y debo agregar: Cuando un hombre es respaldado por su esposa en cualquier emprendimiento, ten por seguro que tienes hartas probabilidades de triunfar.

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La discusión nal Finalmente Jacob huye de Labán —un paso no recomendado; si deseas comenzar un proyecto propio, es mejor renunciar de frente, con dignidad—. Y es que «el usurpador» estaba acostumbrado a huir, pero alabado sea el Señor porque incluso «los perros viejos pueden aprender nuevos trucos», tal fue el caso de Jacob, pero eso es material para otra reflexión. En Génesis 31:36-43, vemos a Jacob sacando la voz una vez más, enfrascándose en otra discusión con su suegro: «Veinte años han pasado desde que llegué por vez primera a tu casa» —le dijo—, (v. 38) y a pesar de que he aprendido el negocio y me he enriquecido... no soy feliz (esta última línea es mía, es parte del guión). Y es que Jacob necesitaba independizarse, ser su propio jefe, expandir su tienda a diestra y siniestra sin tener que pedir permiso de nadie, salvo a Dios. ¡Jacob era un emprendedor y su corazón así lo indicaba! Recomiendo leer los versículos 36 al 42, los conmoverá, pues allí encontramos el relato de un trabajador cansado de los abusos, la rutina, la poca valoración, la desmotivación, la poca paga, etc., situaciones que quizá más de alguno de ustedes ha vivido en carne propia. En el versículo 43, notamos la arrogancia de Labán: «Estas mujeres son mis hijas —refiriéndose a Raquel y Lea—, los muchachos son mis nietos; mías también son las ovejas; todo lo que ves me pertenece», dijo altaneramente. ¿Todo te pertenece Labán? ¡Qué arrogancia de este tipo!, y es que ya se los dije en el título de esta reflexión, «Labán siempre querrá ganar más que tú». Para él todo era suyo, una mentira tan absurda que ni él mismo podía creer, fue así que para salir del paso y no reconociendo su derrota, le ofreció a Jacob un pacto (v. 44), algo así como, «Jacob, permito que renuncies, y que no se diga que soy mal jefe, sigamos en paz, ¿bien?». ¡Tramposo y embustero!, pero al fin de cuentas 18

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dejó en libertad a Jacob, no le quedaba otra, ¿cómo podría retener a uno que estaba destinado a ser grande? ¡Imposible! Los emprendedores siempre quedarán en posición de emprender y ningún Labán podrá retenerlos. ¿Quién es tu Labán? Ahora bien, debemos ser justos al señalar que no todos los jefes, socios, organizaciones o empresas son como Labán, algunas en cambio, actúan como verdaderos mentores que potencian tu vida, te ayudan a despegar y hasta cuidan de tu familia; pero si a todas luces te encuentras trabajando para un Labán descriteriado que lo único que busca es su beneficio y a ti te desvaloriza, es tiempo de salir y comenzar tu propio emprendimiento, a fin de cuentas estarás mejor fuera —a pesar de todos los sacrificios que tengas que enfrentar al principio—, que dentro de la tienda de Labán, ¿no lo crees?

Oración Ayúdanos Señor a reconocer si estamos trabajando para un Labán que sólo nos perjudica, y si es así, danos fuerza, valentía y decisión para dejarlo y con ar en tu sustento diario el cual nunca nos dejará. Sí Dios, permítenos adquirir nuestro propio rebaño. Amén.

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3. ¿Tienes las herramientas necesarias?

La vida se construye día a día, me re ero a nuestros sueños, metas, proyectos, todo se construye poco a poco. Para esto es que debemos tener las herramientas necesarias.

Cuando era niño, solía ir a la bodega de mi abuelo. Me encantaba pasar tiempo allí, pues había toda clase de cosas extrañas en ese lugar. Cuando fui creciendo, me dijeron que lo que llamaban mi atención eran sus herramientas de trabajo: un azadón, una pala, un rastrillo, una hoz; mi abuelo trabajaba la tierra, plantaba y vendía flores, por tanto en su bodega habían herramientas de un agricultor. Mi abuelo partió de este mundo, pero dejó su legado aquí en la Tierra. Mi padre también se hizo —y tiene aún—, una bodega de herramientas con las más diversas de ellas. Debo confesar que aún recurro a él para pedirle ayuda cuando debo hacer arreglos domésticos en mi casa, y bueno, papá siempre llega con la mejor disposición y las herramientas adecuadas para ayudarme. A mi padre le encanta invertir tiempo y dinero en adquirir las herramientas, que a juicio de él, le ayudarán «en cualquier situación que se presente», hombre sabio del cual tengo mucho que aprender todavía. Esto me recuerda un viejo proverbio oriental que dice: «Sin bueyes el granero está vacío; mas por la fuerza del buey hay abundancia de pan» (Salomón). Ahora bien, la mayoría de 20

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nosotros no trabajamos en granjas como para entender esta frase. Quizá la siguiente interpretación nos ayude a entenderla: «Sin las herramientas apropiadas, el trabajo no da fruto; con buenas herramientas se saca mejor provecho». Ahora sí está mejor, ¿cierto? Pero, ¿qué lecciones extraemos de esta máxima y de qué nos sirve? Al menos dos principios. Primer principio: Adquiere las herramientas necesarias «Sin las herramientas apropiadas, el trabajo no da fruto». Para lograr un mejor trabajo —cualquiera sea éste—, debemos contar con las herramientas adecuadas. Ya sea un serrucho o un computador, las herramientas son indispensables para que el trabajo que realizamos sea productivo; por supuesto las herramientas deben estar acordes a nuestro trabajo: un martillo para el carpintero, pinceles para el pintor, libros para el profesor, calculadora para el contador. Y es que no hay nada más necio que trabajar con las herramientas equivocadas, hacerlo así no dará ningún fruto. Por eso, ¡consigue las herramientas necesarias, no repares en gastos!, los resultados te sorprenderán. Segundo principio: Tus herramientas deben estar en buenas condiciones «Con buenas herramientas se saca mejor provecho». Todo cambia cuando las herramientas están en óptimas condiciones, de lo contrario significará pérdida de energía, recursos y dinero. Es como querer cortar madera con un hacha que ha perdido el filo, ¡que pérdida de tiempo! «No te olvides de afilar el hacha» —me dijo un mentor—, refiriéndose a mantener en excelentes condiciones mi vida. Y es que con las herramientas en buen estado, los resultados son mejores y nuestra capacidad de creer en nosotros mismos crece, ¿por qué? Muy sencillo, cuando 21

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conseguimos los logros planteados —utilizando las herramientas que tenemos—, aumenta nuestra autoestima. ¡Qué importante es tener herramientas en óptimas condiciones! Finalmente... La vida se construye día a día, me refiero a nuestros sueños, metas, proyectos. Ya sea reparar nuestro matrimonio, componer la relación con nuestros hijos, aumentar las ventas de nuestro negocio, bajar de peso, mejorar nuestra salud mental o desarrollar nuestra vida espiritual, todo se construye de apoco, pues a fin de cuentas, todos somos constructores. No obstante, algunos preferirán mantener su status quo, no cambiar nada, pues así están felices, aunque en su fuero interno saben que algo no anda bien. Actuar así, es más cómodo porque no requiere esfuerzo, sacrificio o voluntad; es más fácil rechazar la potente consigna —«si sigues haciendo lo mismo, no esperes diferentes resultados»—, que ponerla en práctica (hay consejos que haríamos bien en oír y hacer, como el que acabas de leer). Afortunadamente hay otras personas —a los que yo llamo triunfadores—, que prefieren adquirir las herramientas necesarias para que su «cosecha sea abundante». Estas personas invierten tiempo, dinero, emociones y todo tipo de energía en conseguir los utensilios necesarios para que su vida mejore. Herramientas tan diversas como un libro, una charla de motivación, un seminario de mejora continua, la contratación de un mentor, o simplemente cambiar sus malos hábitos por buenos hábitos harán la diferencia entre un tipo de persona y otra. ¡Los triunfadores siempre llenan su bodega con las herramientas apropiadas y en buenas condiciones! Seleccionar, adquirir y mantener las herramientas necesarias en tu vida, conllevará sacrificio, es cierto, pero las rentas serán 22

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fantásticas. Un hombre de negocios y amigo personal me dijo en alguna ocasión: «Del tamaño de tus inversiones serán tus ganancias». Así pues, nuestros proyectos de vida serán más exitosos si procurásemos tener las herramientas adecuadas y en buen estado. Entonces, ¿cuáles son las herramientas que necesitas para mejorar tu vida?

Oración Oh Dios, dame sabiduría para hacerme de las herramientas necesarias que me ayudarán a construir una vida mejor para mí y los míos. Que las herramientas que adquiera sean las óptimas, ¡guíame Señor!

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4. ¡No más cerdos!

Anda, no más cerdos, sacúdete, puedes reprogramarte con la ayuda de la providencia divina.

Un día Javier se despertó, miró a su alrededor y se dijo: «¿Cómo llegué aquí? ¿Qué rayos he hecho con mi vida?...» lágrimas corrieron por sus mejillas y un nudo apretó su garganta cuando pensó: «No hay salida para mí». Conocer el trasfondo de estas preguntas es algo que podemos imaginar. Javier llegó a estos cuestionamientos después de un peregrinaje largo y sufrido por el «valle de la muerte», peregrinar que él mismo buscó cuando tomó malas decisiones, cuando escuchó a quien no debía, cuando se apartó de Dios. Sí, Javier era —o es—, cristiano. Pero su vida había terminado muy lejos de cómo él había soñado. Estaba solo, financieramente arruinado, divorciado de su mujer, sus niños lo odiaban y para peor, su relación con Dios rota. ¿Le recuerda esta historia a alguien? Es la historia del hijo pródigo de Lucas 15, pero también es la historia de varios de mis lectores, mi propia historia inclusive, quizá no con los mismos matices, pero se parece un poco a la mía en ciertas épocas. Y tal como dice el filósofo: «La historia de un hombre es la historia de los demás». Podemos identificarnos con el pródigo porque todos lo hemos sido en algún momento o quizá lo estás encarnando ahora mismo. 24

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Pero hay una buena noticia... con la ayuda de Dios puedes cambiar tu vida en cualquier momento, puedes sacudirte el barro de tu espalda, «el olor a cerdo que impregna tu piel» y ponerte en pie para volver a mirar con esperanza, sin culpas ni remordimientos, puedes dejar tu estado deplorable para comenzar uno nuevo, en cero, sí, es posible. Pero, ¿cómo? 1. Sigue un plan En la parábola del hijo pródigo encontramos algunos lineamientos que pueden ayudarnos a elaborar un plan de vida, un plan de acción que nos lleve al logro de la meta planteada. ¿Cuál era la meta del pródigo? En palabras sencillas: «Volver a casa de su padre y conseguir su perdón». He aprendido que entre más específica y clara es tu meta tienes más posibilidades de que ésta se cumpla, pero no basta con tener una meta clara, debes realizar un plan —paso a paso—, que te conduzca a su logro. Y es que un plan es la ruta que fija tu camino, ni más ni menos. Mira lo que dice Proverbios 21:5, «Planes bien pensados ¡pura ganancia! Planes apresurados, ¡puro fracaso!». Imagino que si nuestras vidas fuesen más planificadas podríamos disfrutar de más beneficios. En fin, el pródigo elaboró una serie de pasos sencillos pero efectivos que lo condujeron de regreso a casa, quizá tú también podrías hacer lo mismo, ¿o deseas seguir viviendo y comiendo con los cerdos? Paso 1: Reconoce tu situación, es decir, el estado en que te encuentras (versículo 17). Ya sabemos que has probado las algarrobas y los cerdos y saliste manchado con el inmundo barro, ¿cierto? Así que ya eres consciente de tu situación y no te gusta. El hijo pródigo se dio cuenta que estaba entre los cerdos, despertó 25

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un día y dijo: «¡qué diablos he hecho con mi vida!» Así que lo primero es lo primero, date cuenta del estado en que estás. Reconoce tu situación. Si te gusta tu vida como está déjala así, si no, te animo a mejorarla. Y recuerda, con la ayuda de Dios puedes mejorar tu situación, ¿lo crees? Paso 2: Decide cambiar tu vida (versículo 18). El pródigo dijo, «Tengo que volver a casa de mi padre...». La decisión es algo fundamental en las personas que quieren cambiar. No basta con reconocer tu estado deplorable, debes decidir cambiar. En este caso el pródigo decidió lo correcto... ¡volver! Es decir, comenzar de nuevo, hacer las cosas bien, volver a Dios, recomponer el matrimonio, dejar de fumar, no más pornografía ni tragos, dejar el mal estado de salud, las malas compañías, los hábitos nocivos... ¡basta de excesos! No obstante, son pocos los que en verdad «cambian el chip» en su interior, algunos consciente o inconscientemente, siguen con sus vidas por muchos años, perdiendo toda fe y esperanza. Paso 3: Sigue el plan (versículos 18 y 19). No basta con elaborar un plan, debes seguirlo paso a paso, de lo contrario, ¿para qué hiciste uno si no lo vas a seguir? En este verso notarás que el pródigo elaboró detalladamente lo que iba a decir a su padre. Él se dijo: «le diré a mi padre esto, esto y aquello». En otras palabras, elaboró un plan para su regreso. Amigo, eso es justamente lo que diferencia a los emocionales de los triunfadores. Las personas emocionales dicen «lo haré» y se entusiasman, lloran, lo publican; los triunfadores en cambio idean un plan ¡y lo llevan a cabo! Paso 4: Se levantó y se fue (versículo 20). En la vida hay tres tipos de personas, a) Las que no se dan cuenta de su situación, b) Las que saben su situación, c) Las que cambian su situación. 26

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El pródigo no se quedó sólo en «reconocer», «decidir» y «planear»... él fue. En otras palabras, accionó, hizo, concretó, llevó a cabo su plan maestro. ¿Qué es aquello que aún no haces y que de hacerlo cambiaría tu vida drásticamente para bien? 2. Celebra tus logros ¿Será que el pródigo logró su cometido? ¿Pudo dejar los cerdos y esa vida tan mala que llevaba? ¡Claro que sí! Pero lo que sucedió a continuación fue aún mejor... «su padre hizo una gran fiesta para celebrar el regreso de su hijo». Esto nos enseña que debemos celebrar nuestros avances, por más pequeños que sean, debemos festejar, pero algo debemos hacer que nos indique que logramos lo que nos propusimos. ¿Por qué? Porque cuando celebramos le enviamos un mensaje a todo nuestro cuerpo, le estamos diciendo que es posible triunfar, es posible llegar a la meta, es posible tener éxito. Este mensaje es como una inyección de energía para quienes celebran, pues se dan cuenta que todo el sacrificio valió la pena. Encontré este relato en un blog que llamó mi atención, quizá porque el autor es entrenador personal, él de corredores que buscan ser más rápidos, yo de personas que buscan mejorar sus vidas: Uno de mis principales defectos es que no celebro nada. No celebro mi cumpleaños, ni le doy importancia al de los demás, me resultan indiferentes las fiestas y celebraciones populares y cualquier celebración familiar o personal de terceros, sólo me interesa en la medida que mi presencia sea relevante para el anfitrión. Igualmente no necesito celebrar ningún éxito profesional o deportivo, me basta con la satisfacción interna del 27

Re exiones de un peregrinaje trabajo bien hecho. ¡Error! En esta vida hay que celebrarlo todo, lo grande y lo pequeño, reconocer explícitamente el esfuerzo invertido, implicar a los demás en esos éxitos, saborear el momento. Porque eso motiva a la gente a seguir, a ser más optimista, a superarse y a disfrutar de lo que hace. Celebrar es importante Vicente Ubeda, entrenador nacional de atletismo.

Es muy fácil auto–criticarte cuando algo no hiciste bien, yo también lo hago, ¿pero sabes? no es muy saludable. Lo mejor es ocupar esa misma energía en celebrar los éxitos que has tenido. Te propongo algo, al final del día y antes de acostarte anota con tu puño y letra tres logros que has experimentado durante el día, explica en qué consistió ese logro y las emociones que sentiste, luego ora a Dios y agradece, te aseguro que tu dormir será más placentero y tu levantar con mucho más energía. Anda, no más cerdos, sacúdete, puedes reprogramarte con la ayuda de la providencia divina.

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5. Un año más y si no... ¡córtala!

La decisión fue radical, algo difícil, pero ella debía continuar: —¡Hemos terminado!— fueron sus palabras.

Ella, una chica adorable, tierna y hermosa. Él, un chico de los muchos que abundan por allí. Por capricho del destino se conocieron y se amaron (al menos eso cree ella); fundieron sus cuerpos en uno solo y ahora son inseparables —para bien o para mal—, se tienen el uno al otro y se buscan casi con desespero. Ella, sin embargo, sufre de una enfermedad maldita, más común de lo que quisiera aceptar, enfermedad que por alguna razón afecta a mujeres bellas e inteligentes, ¿o no tanto? Ama a alguien que no le corresponde con el mismo nivel de amor. «Ya cambiará», dice ella..., pobre ingenua. Mientras tanto sigue entregando su cariño, su amor de mujer, su cuerpo, mente y espíritu. Ella le pertenece y él lo sabe, pero no hay un ápice de cambio, no, no lo hay. El mundo lo ve con horror, «¿qué podemos hacer?» —preguntan los amigos—, y la respuesta ya está escrita en el libro de la vida: «Si no te gustan los resultados que estás obteniendo en la vida, haz algo diferente». ¿Te suena este cuento algo familiar? Pues claro que sí, es la típica historia de «enamorados» donde uno de ellos ama en verdad, el otro sólo juega. Es el cuento de nunca acabar de muchas parejas que caminan juntos por años e incluso decenas, pero que en su peregrinar se hacen pedazos y mueren casi al unísono. 29

Re exiones de un peregrinaje

No obstante ¡hay esperanza! Sí, siempre hay esperanza. Mis ojos lo han visto, he visto los cambios en él, las ganas por recuperar a la mujer que cansada de perdonarlo se fue, dejando el nido para salvarse a sí misma. No se trata de cobardía de parte de ella, sino de dignidad, supervivencia, inteligencia. Él se dio cuenta demasiado tarde del tesoro que tenía a su lado cada vez que despertaba en las mañanas y veía su rostro en aquella almohada blanca... ¡deliciosa paloma reposando en el nido! Pero ya no está, se ha ido y ahora él, la busca para recomenzar su vida, ¿lo logrará? Ella escuchó una charla o conferencia quizá, donde su ser entero se estremeció. Se dio cuenta que su relación no iba a ninguna parte, estaba remando con un solo remo. El conferencista le habló de un cuento antiguo, de un hombre que le dio «un ultimátum a la higuera que no daba frutos», entonces ella entendió: «Esta relación es la higuera, y yo el dueño del fundo..., si la relación no ha funcionado por tantos años, ¿qué hago aquí?». Y se levantó del salón convencida de lo que tenía que hacer. Ahora él la buscaba para recomenzar su vida. ¿Lo logrará? Un viejo Rabí contó esta parábola cientos de años atrás: Un hombre tenía una higuera en su viñedo y un día fue a ver si tenía higos, pero no encontró nada. Entonces le dijo al encargado del viñedo: «He venido tres años seguidos a ver si esta higuera tiene higos, pero nunca los he encontrado. Por eso, córtala. ¿Para qué desperdiciar ese pedazo de tierra?». El encargado le respondió: «Patrón, déjela aquí por un año más. Déjeme aflojar la tierra a su alrededor y ponerle abono. Entonces si el próximo año tiene frutos, la dejamos allí, pero si no tiene frutos, la puede mandar cortar» Lucas 13:6-9. 30

Gabriel Gil A.

¿Qué aprendemos de esta parábola? Éstas son mis interpretaciones, aunque puedes sacar tus propias conclusiones. Yo he obtenido algunas verdades que son aplicables no sólo a una situación sentimental, también lo son para un proyecto, un trabajo, una sociedad, etc. Verdad 1. La viña soy yo: No se trata pues de una sola viña, sino de una plantación de viñas; es decir, un terreno extenso donde había un viñedo grande. El viñedo representa nuestra vida. Verdad 2. El dueño plantó la higuera: La higuera en el viñedo fue plantada intencionalmente por el dueño. La higuera puede representar un proyecto, una situación o una persona que es parte de tu vida o una relación, nos enseña que nosotros mismos provocamos situaciones que luego son improductivas... ¡sembramos nuestro propio mal! Verdad 3. La higuera en el viñedo: Esta higuera es peculiar, no daba frutos, era estéril. Interpretación: Hay situaciones que no son productivas para nosotros, personas cuya compañía son nocivas y proyectos que no dan resultado produciendo sólo un gasto emocional, físico y financiero. Verdad 4. Tres años seguidos: El dueño del viñedo había venido tres años consecutivos a ver sus viñas y aprovechaba para comer del fruto de la higuera pero nunca encontraba. Yo interpreto que hay situaciones infértiles que llevan mucho tiempo en nuestra vida, tiempo que no se recupera (como la relación nefasta de él y ella). Verdad 5. ¡Córtala!: El dueño de la hacienda es un tipo orientado a los resultados. Se dio cuenta que la higuera no 31

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produciría más, por eso prefirió cortarla. Interpretación: Aprendamos a ser decididos y radicales con ciertas situaciones, personas o proyectos, ¿para qué dar largas? Verdad 6. ¿Para qué desperdiciar este pedazo de tierra?: ¡Sorprendente! El dueño del viñedo sabía muy bien el valor del tiempo, de la tierra, de los recursos; y esta higuera en cambio era un «pasivo», no un «activo» (no generaba ingresos de ningún tipo). Debes llenarte de activos y evitar los pasivos que sólo roban tu energía (lenguaje de contabilidad). Interpretación: Hay pensamientos, situaciones, personas, relaciones amorosas, trabajos, proyectos y actividades, que no producen nada bueno en tu vida, que sólo ocupan espacio. ¿Hasta cuándo seguirás así? Verdad 7. Plan de Acción: Este verso es críticamente importante. El encargado del viñedo; es decir, el empleado del dueño, le dice al patrón que le dé la oportunidad de remediar la situación, le pide un año más para la higuera, pero además de tiempo le dice al patrón: Ablandaré la tierra, la abonaré, la podaré, la desparasitaré, etcétera. En otras palabras le ofrece a su patrón «un plan de acción para enfrentar la situación». Interpretación: Aprendemos de este sencillo hombre que hay situaciones que podemos remediar siempre y cuando nos decidamos a hacerlo... «dame un año», y más aún si a la intención de cambiar la situación le sumamos un plan de acción sencillo: «Ablandaré la tierra y la abonaré». ¡Cuántas situaciones y circunstancias de la vida siguen tal como están porque no tenemos un plan! Seguimos arrastrando tareas, postergando decisiones, alimentando una relación sentimental absurda, aplazando compromisos como creyendo ingenuamente que con unas cuantas oraciones el asunto se solucionará. Cuidado, quien piensa así es víctima de la procrastinación. 32

Gabriel Gil A.

Verdad 8. Una meta «medible» : «Entonces el próximo año si tiene fruto la dejamos vivir, si no, manda a cortarla». ¡Que sabiduría encontramos aquí! Este empleado no sólo elaboró un plan de acción (un año, cultivar, abonar); sino se puso una meta para medir su avance... él dijo, «en un año mediremos los resultados». Interpretación: Aprendamos a ser honestos con nosotros mismos y medir nuestros avances en la vida, a prestar atención a los resultados que estamos dando o la ausencia de ellos. ¿Esta relación amorosa va para algún lado? ¿Cómo sabré si estoy avanzando en esta situación? ¿Cuáles son los cambios que espero en él, en ella o en mí? ¿Tengo futuro en esta empresa, negocio, ministerio? ¿Cuánto tiempo más debo esperar para ver un avance? ... El campesino se puso como meta un año, ¿cuánto tiempo necesitas para ver tus resultados? ¿O eres de los que prefiere que las cosas sigan tal y como están? Conclusión Finalmente, ella y él se volvieron a juntar, ¿será que hubo cambios y que todo resultó bien, ya saben, el viejo cuento de Disney: «vivieron felices para siempre»? ¡No, no fue así! Él no hizo los cambios necesarios y ella supo entender que era el tiempo de acabar..., la higuera era él y estaba ocupando espacio en su viña, en su corazón. La decisión fue radical, algo difícil, pero ella debía continuar: —¡Hemos terminado!— fueron sus palabras. Y ambos se alejaron llorando, y sin embargo, algo en el interior de la muchacha le decía, que había hecho lo correcto.

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Vida espiritual

6. Enajenación espiritual

Llegué a creer que todo el mundo era malo, eso incluía a mi familia. Andaba por las calles hablando en lenguas, reprendiendo y temblando por la presencia de Dios, al menos eso creía yo.

La conocí años atrás, y aunque su caso es radical, representa a muchos que viven encerrados en su propio mundo. Ella asistió por años a una iglesia de dudosa doctrina, donde todo lo del mundo era malo y sólo los que asistían a esa congregación eran buenos. Tal era el poder de convencimiento de sus líderes, que todos creían en sus enseñanzas a pies juntos, sin cuestionamientos, dudas u observaciones. La palabra del pastor era ley, y él hacía y deshacía en la vida de sus feligreses con plena autoridad. No somos secta —afirmaban—, pero la vida de sus adeptos parecía decir otra cosa. Una característica en común rodeaba a todas las ovejas de este corral, vivían en una especie de esfera donde nadie podía entrar, sólo ellos y sus hermanos de fe; una esfera invisible pero real -al menos para ellos-, donde las luchas con huestes celestiales, reprensiones a Satanás y revelaciones divinas eran el pan de cada día. Los servicios dominicales, y también los de entre semana, eran sólo eso: luchar, luchar, luchar... ¿con quién? Anda a saber, pero ellos luchaban alzando sus voces con gritos espeluznantes, ademanes con las manos y pies, emitiendo sonidos guturales, induciéndose el vómito para ser liberados e incluso cayendo al 34

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piso en una especie de éxtasis paranormal. Toda esta descripción parece invento mío pero no lo es, es algo que existe «aquí y en la quebrada del ají» (chilenismo). La mujer con la que comencé el relato logró salir de esa iglesia, gracias a Dios. Con lágrimas en los ojos nos relató a todos los que participábamos de la cátedra «Análisis de la Guerra Espiritual y Teología de la Prosperidad», cómo llegó a ese grupo, cómo iniciaron el lavado de cerebro (cita textual) y su posterior deterioro. Estábamos atentos a sus relatos pues parecían obra del mismo Hitchkoc. Susana —así la llamaremos—, nos dijo: —Llegué a creer que todo el mundo era malo, eso incluía a mi familia. Andaba por las calles hablando en lenguas, reprendiendo y temblando por la presencia de Dios, al menos eso creía yo. Nos dijo también: —A veces cuando conversaba con personas, sentía cosas raras en mi interlocutor y no tenía reparos en comenzar a «reprender al diablo» mientras la otra persona me preguntaba que si estaba bien, qué me pasaba y por qué decía esas cosas. Debo reconocer que escuchar a esta dama fue una de las partes más tétricas y apasionantes de la clase, lo digo con propiedad porque yo era el profesor de ese curso. Pero la tragedia no había terminado aún, todo acabó cuando sus hijos debieron internarla en una casa de reposo bajo un diagnóstico siquiátrico: ¡se había enajenado! ¿Existe la Guerra Espiritual? Respecto a esta pregunta no sería justo responderla en un párrafo o dos, al menos con la seriedad que se merece. El curso que dicté en aquel seminario contenía al menos veinticinco horas presenciales, además de bibliografía para leer, ejercicios en clases, 35

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trabajos grupales, debates, exposiciones de temas y también tuvimos invitados especiales que nos relataran sus puntos de vista. Todo esto hizo que la clase adquiriera peso académico, además de sensibilidad espiritual. Dentro de los alumnos había unos tres «bandos» o estilos de pensamientos. Estaban los que opinaban que la guerra espiritual sí existe con demonios, luchas, reprensiones, revelaciones y demás, aunque guardando un equilibrio sano. También estaban los alumnos que sostenían que esta guerra era más bien interna, la lucha del cristiano con sus propios demonios; es decir, consigo mismo, con sus malos hábitos, pensamientos y actitudes. Y había un tercer grupo, quizá los más jóvenes, que aún no tenían fundamentos claros para tener su propia opinión. Cabe mencionar que los alumnos en su mayoría eran personas con experiencia pastoral y misionera transcultural, no ha de juzgarse entonces como si se tratase de académicos de oficina ridiculizando una postura, al contrario, siempre se manejó la seriedad del caso. Características del Movimiento Guerra Espiritual Un estudio al respecto distingue las principales características del movimiento «Guerra Espiritual», que lejos de desaparecer sigue más vigente que nunca, características que pueden encontrarse en iglesias, ministerios, agrupaciones, congregaciones independientes e incluso denominacionales. Se debe distinguir entre Guerra Espiritual como estrategia misionológica y la lucha ordinaria de los creyentes con sus pasiones. 36

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Para los integrantes del movimiento existe una jerarquía satánica, con niveles de autoridad, según los demonios y las ubicaciones geográficas donde radican. El movimiento sostiene que existe territorialidad de los demonios. Así entonces cada país, estado, provincia o región, es gobernado por una hueste, siendo unas más poderosas que otras. De lo anterior, —dicen— el evangelismo sólo será efectivo si antes se limpia el lugar a evangelizar por medio de reprender, atar y enviar al hombre fuerte al fondo del mar. La oración de guerra es indispensable para este movimiento. Sus adeptos deben estar siempre orando, ya sea en la casa, en la Universidad, mientras conducen, en el trabajo. Reprender al diablo no ha de considerarse una opción, sino una obligación. De ahí que los guerreros espirituales siempre están reprendiendo, incluso si están conversando contigo, lo más probable es que te estén atando mentalmente. Los más radicales no tienen tapujos en reprenderte en voz alta, así estén conversando contigo en una cafetería, por ejemplo. La confesión positiva también es parte del movimiento. Los adeptos siempre confiesan bendiciones. Un ejemplo: ¡No estoy enfermo! ¡No soy pobre! ¡Soy princesa de Dios! ¡No soy gordo! Y bueno, los 130 kilos dicen lo contrario, pero a ellos no les importa lucir así. Negación de situaciones. Los que entran de lleno a la Guerra Espiritual constantemente niegan situaciones difíciles por las que está atravesando, culpando sus desgracias al diablo u otros cristianos menos espirituales. A esto se le conoce como escapismo. 37

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La regresión es parte de este movimiento, aunque es practicada a menudo por los líderes en retiros espirituales herméticos, muy místicos, donde sólo los elegidos pueden entrar. En estos encuentros se practica cierto tipo de «hipnosis colectiva», donde los adeptos son llevados por sus maestros a reconocer episodios tristes en sus vidas de niñez o adolescencia, para practicar la sanidad interior. Muchos de estos maestros espirituales ni son médicos, ni siquiatras o sicólogos. ¡Cuidado! Por lo general los servicios en las iglesias de tipo Guerra Espiritual, son cargadas de alabanzas de guerra, profecías y gritos. Los adeptos no encajarían en otras iglesias porque las encontrarían poco espirituales. Se ha de considerar que las iglesias guerreras pueden fácilmente cantar hasta dos horas sin parar antes de entregar al predicador. ¿Qué ocurre con los feligreses? Sicólogos afirman que las canciones repetitivas, con un mismo tono y por largo tiempo, provocan una especie de sugestión colectiva. Promesas y más promesas. Las iglesias de tipo Guerra Espiritual mueve sus enseñanzas y predicaciones en base a promesas de bendición a sus adeptos; es decir, en los cultos siempre se habla de la bendición de Dios que «ya viene», «que esta vida ya va a pasar y viene la verdadera vida allá en los cielos», y que «todo se arreglará en Dios». No obstante esto y más, provoca serios daños en los guerreros, ¿cuáles? Consecuencias en los adeptos del Movimiento Guerra Espiritual Existen consecuencias sociales como la enajenación o pérdida del contacto con la realidad, como lo fue el caso de 38

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nuestra Susana. Esto es muy peligroso porque los adeptos crean su propio mundo, ¿por qué lo hacen? Al no estar conformes con su vida construyen una «vida paralela», donde luchando son felices. Esto es muy perjudicial para el individuo y su familia. Existen consecuencias médicas al rechazar la intervención de la medicina en caso que la necesiten. Se ha sabido casos de personas que han muerto. Existen consecuencia de fe, pues el adepto tergiversa sus creencias llegando incluso, a la confusión total. Existen consecuencias morales, pues el adepto evita la responsabilidad del pecado culpando a otros. También juzga a quienes no son tan espirituales como él, provocando así rechazo por parte de los demás. Cansancio físico y mental. Al estar siempre en guerra es lógico —dicen los expertos—, que estos individuos anden cansados todo el tiempo, aunque ellos lo negarán, pero sus cuerpos dirán lo contrario. A menudo están propensos a enfermedades gastro–intestinales. También hay consecuencias de testimonio. Los adeptos a este movimiento, por lo general, llevan vidas muy diferentes a las que se espera de un verdadero cristiano, no son creíbles. Disfrazan su falta de espiritualidad con una obra teatral llena de gritos, oraciones y demonios por doquier. Las personas no cristianas se dicen para sus adentros: «¿este es un cristiano? Si así son los cristianos yo no quiero ser uno». 39

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Conclusión Medir la espiritualidad de una persona es tanto complejo como arrogante, pero «los resultados no mienten». La verdadera espiritualidad se pesa en base a nuestra relación con Dios que se refleja en nuestro comportamiento diario, no sólo en el templo, sino en la cotidianidad de la vida. Una persona espiritual es aquella que ha sometido todo su ser a la guianza del Espíritu y demuestra con creces el fruto, el fruto del Espíritu declarado en el libro de Gálatas 5:22-23. Quiero animar a aquellos cristianos espirituales a amar, respetar y ayudar —hasta donde sea posible—, a aquellos cristianos que están viviendo «enajenados espiritualmente». Ya vimos las características del movimiento, las mismas que pueden estar ocurriendo en algún familiar tuyo, compañero de trabajo, hermano de la iglesia, o con sus propios líderes. Ojo, muy atento a las manifestaciones de enajenación espiritual, al primer síntoma debes estar alerta.

Oración Oh Padre celestial, dame el discernimiento para aprender a pelear la buena batalla sin que ésta me descoloque, sino más bien, manténme con los pies en la tierra sin desconocer las esferas espirituales que también son una realidad. Amén.

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7. ¡Serás como los dioses!

Una vez a salvo, lo abrazó y le dijo: «Perdóname padre por creerme un dios, por jugar a ser como tú. ¡Cuánto me falta para parecerme siquiera un poquito a ti...»

Acto 1: El encuentro Se me acercó tan sutilmente que no me di cuenta cuando estaba junto a mí, o tal vez no quise percatarme. Se pegó a mí y me abrazó, su boca en mi oído comenzó a emitir un sonido, un susurro en realidad; hablaba y yo escuchaba. Me tenía como hipnotizado. Su voz era espeluznantemente seductora, que podía sentir el calor de su presencia, a tal grado que mi piel se erizaba. Intenté zafarme pero al mismo tiempo me gustaba esa sensación, era el sabor de la tentación que me embriagaba hasta enloquecer haciendo que mi mundo se estremeciera. Finalmente pude entender lo que me decía y lo que estaba ocurriendo. ¿Acaso se trataba de una visión, un sueño o una teofanía? Quizá era todo al mismo tiempo. Mis sentidos se pusieron alerta cuando oí aquellas maquiavélicas palabras: ¡Serás como los dioses! Y fue entonces que comprendí que fue la bestia antigua quien había salido a mi encuentro. Debo confesar que constantemente oigo su voz, ese sonido que viene hacia mí y me habla, pero con quien lucho preguntándome siempre, si podré vencer hoy. Entonces exclamo desde lo más profundo de mi ser como de un sentenciado a 41

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muerte se tratara: «¡Ayúdame oh Dios, porque la serpiente es astuta y seductora! Ella me dice que seré parte de las deidades del cosmos, que podré reinar junto a ti, que Tú y yo somos iguales. Ayúdame porque soy débil y ella no se rinde; ayúdame Señor porque sus palabras me seducen» (de profundus clamo adite domine). Por fin la voz se detuvo, ya no escucho más susurros, ni verdades mezcladas con mentiras, no más intrigas; “me ha dejado en paz” —pienso—, pero dentro de mí sé que es sólo por ahora. Acto 2: Los cinco deseos La primera vez que tomé conciencia real de la frase «serás como los dioses», fue en una clase de Antiguo Testamento, con mi profesor Tito Apéstegui (una eminencia en el campo de la teología veterotestamentaria). Los alumnos estudiábamos el libro de Génesis y estábamos profundizando en el tema de la teología del mal según el Pentateuco, fue allí que ese haz de luz iluminó mi ser. Sí, en medio del salón y mientras Tito nos explicaba —magistralmente por cierto—, mi espíritu se conectó con el Creador y recibí ese rhema bendito, esa palabra que me hizo empatizar con la injustamente criticada Eva. A Eva se le ha tildado de débil, falsa y la propiciadora de la caída del hombre, ya saben, puras conjeturas machistas que poco o nada tienen que ver con el mensaje escritural. La pobre de Eva ha tenido que soportar en silencio todo tipo de improperios que predicadores, teólogos, pastores y laicos han lanzado sobre ella. Es cierto, Eva aspiró a lo que todo hombre y mujer quiere en esta vida, aunque no esté consciente de ello o quiera admitirlo: ser un dios. Por lo tanto, me atrevo a afirmar que si yo hubiese estado en ese momento y en circunstancias similares, también hubiese cedido a la tentación, ¿a quién quiero engañar? Es más, la tragedia 42

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de Eva se repite día a día y de generación a generación en la especie humana..., somos esclavos de nuestras pasiones. La serpiente despertó en los seres humanos —representados en Eva—, la bestia que todos llevamos dentro, ese maldito Mister Hyes que deambula por las calles cometiendo los crímenes más bajos, esa sombra siniestra que tenemos escondida pero que de tanto en tanto sale y nos avergüenza sin piedad. ¡Esa bestia, esa sombra no es otra cosa que los cinco deseos! «Serás como los dioses» —dijo—. Pero, ¿qué implicaba esto? Esta frase encierra la ambición de alcanzar los cinco deseos que han gobernado al hombre desde su creación, deseos que han sido los iniciadores de toda clase de males, problemas, crisis, atrocidades y guerras, cinco deseos réprobos que —debo confesar—, a veces también me hacen tambalear. Estos deseos no son otra cosa que privilegios reservados para los Elohim del Universo, ¡y Eva los quería todos! » Poder » Conocimiento » Dominio » Vida eterna » Autonomía Acto 3: ¿Los quieres todos? ¿Quieres ser como un dios? —me dijo—. Yo puedo convertirte en uno. Mira, escoge uno de estos dotes, mejor aún, puedo dártelos todos. Te haré poderoso, sabio, señor, eterno y autónomo... serás la envidia de los demás. ¿Quieres ser un dios como yo? Su voz era convincente, pero no me dejé llevar porque recordé a un Rabí que fue tentado de igual manera: «Todo esto te daré, si postrándote me adorares» (Mateo 4:9). Cuando recordé ese versículo mi espíritu tomó fuerza. 43

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Veamos los cinco deseos ególatras: Poder: Palabra que denota capacidad, autoridad, supremacía, señorío; los cuales, los seres humanos anhelamos todos estos. Bien lo sabía el adversario cuando le dijo al Maestro: «Todo esto te daré si postrado me adoras». Bandido y mentiroso, pero fue un buen intento hay que reconocer, aunque sabemos con certeza que el Rabí no se dejó engañar. Ojalá pudiésemos decir eso mismo de nosotros, ¿verdad? No obstante, varios han buscado el poder y se han extraviado del camino; conozco a algunos en esta triste realidad. El poder mal habido corrompe al más santo de los santos, por eso ¡cuidado con lo que deseas! Conocimiento: Es esa búsqueda frenética del ser humano por llenarse de información, datos, inteligencia, discernimiento. Sin embargo, la mucha investigación no garantiza el éxito. Bien lo saben quienes han dedicado su vida al mero conocimiento, desplazando a un tercer plano cosas tan o más importantes que esto, como olvidando que «toda virtud en exceso se convierte en maldición». Lo mismo sucede con el conocimiento, pues si éste no se lleva a la práctica en beneficio de los demás, se vuelve estéril, putrefacto y vacío. Dominio: Cuantas guerras existen hoy por este deseo carnal, el deseo de ser señor sobre el otro no importando el costo de aquello. Hemos interpretado de mala manera el versículo que dice; «señoreé en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gn. 1:26). Sí, hemos mal interpretado a sabiendas. El espíritu correcto no es «enseñorearse de todo», sino «administrarlo de la mejor manera posible» (eficiencia). 44

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Pero no, nos encanta dominarlo, subyugarlo, someterlo todo bajo nuestros fatídicos pies. ¡Qué brutos nos volvemos cuando nos hacemos señores! Vida eterna: «Haznos entender que la vida es corta, para así vivirla con sabiduría», declara el Salmo 90. Y pareciera que esto irrita a muchos, pues ya no es raro encontrar en la ciencia, en la farándula y en la política, toda clase de intentos por vivir eternamente; ya sea en una cámara criogénica, en la reproducción por medio de la clonación o viajando hacia las estrellas en busca de la fuente de la eterna juventud. Como sea, el ser humano ha procurado este deseo desde siempre. ¡Queremos vivir por la eternidad! Y no obstante, esto es exclusivo del Único y Soberano Dios, ¿algún día lo comprenderemos? Por otro lado, la iglesia también busca este deseo, lo anhela con ganas de verdad: «Más allá del sol yo tengo un hogar...», cantamos. Pero, ¿por qué no vivir bien aquí y ahora? Porque requiere compromiso, cambios y un gran sacrificio. Autonomía: Algunos son adolescentes de por vida, ya saben, medio rebeldes, anarquistas y malcriados. Pero es tiempo de madurar, es tiempo de llegar a la edad adulta. Y sin embargo, la autonomía es otro de los deseos más buscados, ¡no queremos rendir cuentas a nadie! Menos a un Dios que ni siquiera vemos. Nuestro anhelo de libertad es fuerte, potente y hasta desquiciado, no entendiendo que la única libertad es aquella bajo el dominio del Señor del Universo, el Amo y único Dios. Reconozcamos pues que «Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos» (Salmos 100:3). Toda independencia conlleva un precio, ¿estamos dispuestos a pagarlo? No lo creo, sólo basta ver las noticias para darnos cuenta que poco o nada hemos hecho de bien con nuestra supuesta libertad. 45

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Acto 4: ¡Sálvame que perezco! Las palabras del apóstol Pedro retumban en mi mente, su grito de auxilio es tan humano, tan real y tan profundo que desgarra mi ser; es como si se tratase de mí mismo cuando me estoy hundiendo en mis propias necedades. Entonces, cuando tengo problemas hasta el cuello, cuando ni el poder, ni el conocimiento, ni el señorío, ni la eternidad ni la autonomía pudieron ayudarme recuerdo que existe un dios, pero no uno con «d» minúscula; sino, el verdadero y Único Dios del universo. Levanto mi mano temblorosa y apenas puedo emitir palabra, porque la bestia quiere ahogarme, pero Él oye mi súplica: «sálvame Señor que me muero». Y su mano poderosa, como de un Titán se tratase se extiende hacia mí, sin reparos, sin reprimendas, sin condenas, simplemente me rescata del hoyo en el que estoy metido. Pero la bestia me jala los pies, es una asesina que busca mi muerte y casi lo ha conseguido. Una vez a salvo lo abrazo y le digo: «Perdóname Padre por creerme un dios, por jugar a ser como tú. ¡Cuánto me falta para parecerme siquiera un poquito a ti!». Y oigo la voz del Creador diciendo a los cuatro vientos: «Porque mi hijo estaba perdido y lo he encontrado». La bestia, aquella que susurraba ha guardado silencio, ¿quién se atrevería a interrumpir al Logos eterno? Y me duermo en sus brazos como un niño en el seno de su madre. Entonces me invade la paz eterna y puedo estar seguro que he vencido a la sombra, la voz que susurra, la bestia asesina.

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8. ¡No te exijas tanto!

Me di cuenta que sufría de «autoexigencia desmedida», años atrás cuando daba clases en Semisud. Allá fui profesor de varias cátedras y según dicen algunos de mis ex-alumnos era buen docente, pero algo no andaba bien en mí... ¡creía que podía ser el mejor!

Quizá por la manera en que me formaron mis padres (lo cual agradezco mucho) siempre he luchado por hacer las cosas bien, ya saben, buscar la excelencia en todo, lo cual me ha llevado a querer más de la vida, no conformarme -pero sí contentarme-, aspirar a lo mejor dejando de lado lo bueno. Este tipo de comportamiento me ha dado grandes ganancias de todo tipo: Una esposa maravillosa, dos hijas bellas, sanas e inteligentes, salud firme, hábitos productivos, una red de contactos que me permiten disfrutar de su compañía, una profesión que me gusta (teólogo), una vocación que me permite cumplir con mi propósito en la vida y finanzas suficientes para llevar una vida cómoda; sin embargo, las consecuencias han sido a veces desgastantes. El síndrome de la autoexigencia es muy común en personas como yo, que buscamos más, pero que de no controlarnos podemos llevar nuestra vida a la ruina y acarrear a nuestros seres queridos al abismo de la perfección. Sí, la perfección es un espejismo bello en medio del desierto de la mediocridad, pero es eso... un espejismo, nada más que una ilusión engañosa que atrae a ingenuos viajeros sedientos de excelencia, logros, metas y sueños. ¿Es malo entonces exigirse a uno mismo? ¡Claro que no!, pero todo en su justa medida. 47

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Me di cuenta que sufría de «auto–exigencia desmedida», años atrás cuando daba clases en Semisud, un importante seminario teológico en Quito, Ecuador. Allá fui profesor de varias cátedras y según dicen algunos de mis ex–alumnos era buen docente. Pero algo no andaba bien en mí... ¡creía que podía ser el mejor! El ego– docente se había apoderado de mí. Lo disimulaba tan bien que yo mismo me lo creía, pero por dentro luchaba por ser el mejor catedrático, dar las mejores clases, las más «sabias reflexiones», los aportes más profundos, y en ese correr llegué a exigirme más de la cuenta, a leer más páginas de las que mi cerebro podía asimilar, a decir «sí» a demasiados compromisos. Acepté más cátedras de las que mi cuerpo podría soportar, fui a dar clases al extranjero y también a otros seminarios locales; lo estaba logrando, mi «fama» —suena ridículo, pero el ego-docente es un arma sigilosa—, se estaba extendiendo. Sin embargo, los costos serían muy altos, mi salud física, emocional y mental se verían afectadas. La auto–exigencia se había apoderado de mí hasta que por fin el ataque de estrés vino, mi cuerpo se desplomó y mi espíritu se quebrantó, había puesto en peligro mi vida, ¡qué estúpido fui!... ¿Qué hacer? Desde aquel bendito país, Ecuador (mi segunda casa), lucho por no sucumbir ante la auto–exigencia desmedida. Por eso escribo estas sinceras líneas porque quizá te sirva, pero te ayudará mucho más la lectura de un pasaje bíblico que dice lo importante de buscar el equilibrio en la excelencia: «Así que, ¡no seas demasiado bueno ni demasiado sabio! ¿Para qué destruirte a ti mismo?» (Eclesiastés 7:16) Este versículo me dice a mí: «Gabriel, no te exijas tanto, no seas demasiado rígido contigo mismo, no te pongas metas tan altas, estándares muy elevados, objetivos muy pesados... ¿quieres destruir tu vida?». No saben lo potente que es leer esto y entender que Dios mismo me está cuidando, protegiéndome de mí mismo, es 48

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el Señor quien me enseña a «no tomarme la vida tan en serio», frase que había escuchado de mis mentores pero que no me gustaba y por lo mismo no la aplicaba, pero hoy sí; en realidad, hace años que vengo practicando esto de equilibrar mi vida entre la exigencia y la tolerancia. No obstante, no es fácil. Es una batalla mental que viene a mí día a día, ¿pero saben qué? Lo estoy logrando, estoy venciendo, Dios me ayuda a disfrutar la vida, a reír más, permitirme errores, fallas y caídas —pero sin abusar—, porque al fin de cuentas entendí que soy polvo. ¡Somos polvo que muestra la excelencia de Dios, no la nuestra! Amén. Algunos tips de interés que pueden ayudarte 1. Cuídate de la perfección ¿Perfección? Alcanzarlo puede conducir al individuo a un estado de estrés, angustia y al agotamiento físico y mental; sin embargo, no son las únicas consecuencias, la autoexigencia desmedida puede arruinar tu vida. Las personas autoexigentes sostienen un alto nivel de aspiración que las liga a un estado permanente de ansiedad, tensión y frustración. Todo ello hace que sufran un malestar significativo y su comportamiento condiciona su vida familiar, afectiva y laboral; así lo define Silvana María especialista de la Escuela de Psicología Social de la Universidad de Quilmes en Argentina. 2. Autoexigencia, lo bueno y lo malo Como todas las cosas, ser autoexigente refiere a dos lados opuestos de una moneda, por un lado la autoexigencia trae consigo algo positivo, ya que gracias a ella te pones metas, objetivos y logros que has alcanzado, es como si fuera una pila que te da energía para continuar esmerándote y superándote en 49

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tus actividades y relaciones, es un afán de perfección que te ayuda a sobrellevar los errores y conseguir el éxito; pero cuando es exagerada y se trata de tenerlo todo bajo tu control, es peligrosa para ti, así como para los que conviven contigo. Una exigencia desmedida es más el afán de hallar la perfección en cualquier aspecto de la vida. Entonces una actitud que podría ser sana y hasta virtuosa pasa a constituirse en patológica, conduciendo a la angustia, agotamiento físico y mental, y hasta a un fuerte cuadro de estrés. 3. Metas en su justa medida Proponerse metas a sí mismo es bueno para alcanzar sus objetivos, pero requerimientos altos que a veces no son realistas y terminan por frustrarlo, le harán sentir que nunca alcanza sus propios objetivos, por ello se sentirá mal cada vez que no puede cumplir algo. Fije metas de acuerdo a sus intereses a corto, mediano y largo plazo teniendo en cuenta sus posibilidades y habilidades. 4. Técnica de externalización Las personas con tendencia a la perfección se centran únicamente en la tarea que tienen entre manos, dejando de lado el entorno en que se desarrolla esa situación. Si te fijas, a tu alrededor existen un conjunto de aspectos que no tienes en cuenta, que te podrían ayudar a no obsesionarte buscando el fin más adecuado. Aprende a mirar a tu alrededor y no sólo con visión de túnel. 5. Errores, parte de aprender Equivocarse es humano. La mayoría de los errores que se cometen en un día no suelen tener consecuencias trágicas, sino que se pueden subsanar. Desdramatiza los errores y lo trágico de la realidad, para ser más tolerante contigo mismo. 50

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6. Una persona vale más allá de lo que tiene o logra Si bien todos quieren ser aceptados y queridos, los afectos no son exclusivos al éxito laboral o económico. Quienes nos quieren, lo hacen por lo que somos, no por lo que hacemos o por cómo nos va. 7. Elimina de tu vocabulario la palabra «pero» Es una palabra empleada por personas perfeccionistas en donde se antepone lo negativo a lo positivo. 8. Da el valor que tienen las cosas Propónte no preocuparte tanto por los resultados, sino estar más atento al proceso. Ponle el acento en el sentido que tienen las cosas y dale la importancia que realmente merecen. 9. Desacelera Vamos por la vida a 140 kilómetros por hora, haciendo mil cosas a la vez, de un compromiso a otro, de una actividad a otra. Si no pones atención a este estilo de vida lo inevitable vendrá, te vas a estrellar. Ante esto hay una solución sencilla pero requiere compromiso de tu parte: Poner el freno, decir «no» más seguido y permitirte descansar sin sentirte culpable. 10. Entrega tu carga a Dios Esto es lo primero en realidad pero lo puse al final intencionalmente. A los perfeccionistas les encanta tener el control de la situación —cualquiera sea ésta—, no obstante, has de entender que hay situaciones que simplemente escapan a tu control. Lo más sabio que puedes hacer es entregar tu lucha a Dios... «vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, yo les haré descansar» (Mateo 11:28). 51

9. ¿Yo pastor?

«El pastor cristiano, es una persona designada por Dios para cuidar, alimentar y guiar a los feligreses de una iglesia local, para que aporten a la construcción de un presente y mejor futuro de la sociedad»

Fue en marzo del año 1999 en una pequeña iglesia de Santiago de Chile cuando por primera vez un feligrés me dijo «pastor». Lo recuerdo como si fuera ayer, el nombre de esa bendita alma es Verónica Miranda, tía de mi amigo Israel Miranda, ¡qué linda familia de mujeres fieles! Verónica viajaba largas distancias desde su casa junto con sus hijas para apoyar la obra que mi esposa y yo intentábamos liderar, lo hacían no importando el calor, el frío o la lluvia. Fueron misericordiosas con nosotros pues sabían que era nuestra primera experiencia como pastores, y ellas por tanto nuestras primeras «ovejas». Errores y aciertos son los que tuve con esa primera iglesia. Felices recuerdos de aquella escuela de aprendizaje. Todos los miembros adultos de esa congregación me sobrepasan en años, era a su parecer un niño y es que tenía apenas veinticuatro años de edad. «Pastor» —me dijeron—, que lindo sonaba ese nombre en boca de mis ovejas pero, ¿comprendía yo realmente lo que significaba? Lo dudo. En el seminario donde me habían entrenado hicieron un trabajo fantástico académicamente hablando, pero saltar del aula a la práxis es algo muy distinto. Había estudiado con los mejores profesores de teología, Biblia, 52

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liderazgo, homilética, historia eclesial, liturgia, etcétera; todos expertos en sus distintas áreas y, de lo cual, estaré eternamente agradecido, fueron mentores que guiaron mi vida; pero la escuela de la vida se encarga de darte aquellos conocimientos que serían imposibles de adquirir en otro lugar que no sea el ejercicio práctico. En 1998 me gradué como licenciado en teología pero no como pastor. El título de pastor es algo que no consigues en un centro de entrenamiento teológico o misionero, es un don divino que sólo puede ser aprobado o rechazado por la iglesia, por los propios feligreses que ven en ti a un pastor de verdad o a uno que cree ser pastor, pero en verdad no lo es. ¡Cuántas personas andan por ahí dirigiendo iglesias, ministerios o liderazgos sin ser en verdad pastores! Son buenas personas, cristianos que aman el servicio pero están sinceramente equivocados. Creo que algunos erraron su profesión. No digo esto en sentido de crítica irresponsable, mi opinión no es mía sola, pertenece a varios expertos en pastoral que ven con asombro como cada vez hay más personas que se auto-reclutan como pastores sin tener en cuenta lo que éste término implica. Nos haría bien leer a Rogelio Nonini en su magnífica obra «Tarea Pastoral». Ahora bien, también es cierto que muchos pastores son pastores de verdad, hombres y mujeres genuinamente llamados al ministerio —no «silbados»—, que ejercen bien su llamado, su don, su vocación. Pastores y pastoras que atienden el rebaño con responsabilidad, pasión y seriedad. En mis pocos años de ejercicio pastoral (y digo pocos porque hay quienes me duplican) he visto excelentes pastores de la grey de Dios, y a otros que les hubiera ido mejor como futbolistas, médicos, abogados o cualquiera otra profesión.

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Algunas de niciones básicas Pastoral La palabra «pastoral» se refiere al ejercicio del trabajo del pastor, por lo tanto, definiremos los términos Pastor, Ministro y añadiremos uno que no puede desligarse de ninguna manera de los dos anteriores, siervo. Pastor El término proviene del vocablo hebreo ra'ah, que significa: «Uno que cuida, alimenta y guía». Se refiere a los pastores de ovejas que en Israel cuidaban los rebaños de ovejas. En griego la palabra pastor proviene de poimen, y significa: «Un apacentador, guiador de ovejas; uno que cuida, dirige, guía, atiende, alimenta y protege un rebaño». En castellano la palabra pastor significa, según la Real Academia de la Lengua Española: «Persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el de las ovejas». Así entonces ra´ha, poimen y pastor, involucran tres palabras que describen la función del pastor: Cuidar, alimentar, guiar. Si tuviésemos que utilizar estas palabras para construir una definición que aclare el concepto de «pastor evangélico, o pastor cristiano», ¿Cómo sería dicha definición? Una buena definición del oficio «pastor cristiano» o «pastor evangélico» sería: «Pastor cristiano, es una persona designada por Dios para cuidar, alimentar y guiar a los feligreses de una iglesia local, procurando hacer de sus seguidores y de él mismo discípulos de Cristo, personas que aporten a la construcción de un presente y futuro mejor de la sociedad». Ahora bien, el Nuevo Testamento usa el término para identificar al ministro o pastor de la iglesia, a cuyo cuidado y 54

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liderazgo se someten los creyentes voluntariamente (leer Efesios 4:11). El término se aplica metafóricamente a Cristo (Juan 10:11; Juan 10:14; Juan 10:16; Hebreos 13:20; 1 Pedro 2:25). El término ra´ah en el Antiguo Testamento poco a poco se comenzó a utilizar para referirse a Jehová como el «Pastor de Israel». Son muchos los versículos que respaldan esto pero el más emblemático lo hallamos en Salmos 23:1, «Jehová es mi pastor, nada me faltará…». Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo se definió a sí mismo como «el buen pastor» (Juan 10:11; 14), ¿por qué eligió ponerse un título —en apariencia—, tan sencillo? Evidentemente el oficio de pastor conlleva la idea de servicio y liderazgo; es decir, el pastor de ovejas es uno que lidera, guía, conduce a sus ovejas por medio de los valles, pero también las cuida, las alimenta, las sirve. De ahí que el pastor cristiano es, o debería ser «un líder siervo», al menos ese fue el ideal del Maestro. Para completar esta idea debemos estudiar —brevemente—, dos términos más, ambos conectados con la palabra pastor. Ministro La palabra proviene del vocablo griego leitourgos. Éste se compone de dos términos. — Laos: Gente, pueblo. — Ergon: Trabajo, servicio. De aquí que leitourgos significa «trabajando para la gente». Con el tiempo la palabra significó «un servidor público», «un ministro». De hecho en latín la palabra ministro viene de minus, que significa «menos, menor», da la idea de «uno que sirve». 55

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Siervo La palabra viene primeramente del hebreo ebed y del griego doulos. En hebreo significa «esclavo», mientras que en griego habla de «uno que sirve a los demás». Los esclavos de la antigüedad, los ebed, eran personas sin derecho alguno, su único propósito en la vida era servir a sus amos. Cada cierto tiempo los ebed podían ser liberados por sus amos judíos (fiesta del jubileo), pero si éstos se negaban a quedar en libertad podían pedir a sus amos que los dejaran como «esclavos voluntarios», para esto los amos perforaban, con una lezna, el lóbulo derecho de la oreja de sus ebed. Esto quedaba como señal de que el ebed se había hecho esclavo por voluntad propia, rechazando la libertad que el amo le había ofrecido. «Pero si tu esclavo, porque te ama a ti y a tu familia, y le va bien contigo, te dice: No quiero dejarte, entonces tomarás un punzón y apoyándole la oreja contra una puerta, le perforarás el lóbulo. Así se convertirá en tu esclavo de por vida» (Deuteronomio 15:16-17). En el Nuevo Testamento existía el término doulos, el cual se podía explicar con dos metáforas: — Doulos, «el que camina a través del polvo». — Doulos, «el que rema hasta morir». Tanto ebed como doulos se pueden resumir perfectamente en la exhortación de Cristo a sus apóstoles respecto al liderazgo de servicio en Marcos 10:35-45.

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10. Seamos espirituales

«Pensamos que una persona espiritual es aquella que pasa mucho tiempo en la iglesia, o que levanta su voz cuando ora, que realiza movimientos espasmódicos cuando alaba a Dios, o siente ‘su presencia’ más que otras»

En cierta ocasión, una persona cuestionó mi cristiandad por los escritos «poco espirituales» que publicaba en las redes sociales virtuales, a su juicio debía incluir más términos como «santidad», «Biblia», «Jesús», «Dios» y por supuesto, «Espíritu», ya saben, un lenguaje más evangélico. Entonces me pregunté si esta persona había entendido el verdadero significado de la espiritualidad cristiana, bueno, no hace falta ser teólogo para saber la respuesta. Pero no la culpo, no, pues yo mismo en mis inicios de vida cristiana tenía un concepto harto extremista de lo que —en mi propio parecer—, era la espiritualidad. Pensaba yo que las personas espirituales eran aquellas que se la pasaban orando (entre más horas de rodillas más espirituales), leyendo la Biblia durante todo el día, asistiendo en lo posible todos los días a la iglesia, diciendo ¡Amén!, ¡Gloria a Dios! y ¡Aleluya!, en todas sus conversaciones, ya sea en un templo o en una cafetería..., ¡si hasta pensaba que los espirituales eran aquellos que caminaban con la cabeza gacha, casi encorvados!, pues así demostraban humildad.

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Mi concepto fue cambiando lentamente, fue un proceso que agradezco en sobremanera pues me ayudó a entender que la espiritualidad es mucho más que rezos, un vocabulario piadoso y «flotar sobre el piso» para no contaminarse con lo inmundo de este mundo. Y fue precisamente en el seminario a donde fui a estudiar, que el concepto de «persona espiritual» aterrizó a una realidad más mundana, más del aquí y ahora. Fue allí donde comprendí que los santos son tan propensos a las mundanidades como cualquier otro mortal, pero con una diferencia, «tratamos de vivir una vida que agrada a Dios en el día a día». Jesucristo enseñó algo muy cierto cuando dijo: «no solo de pan vive el hombre» (Mateo 4:4) haciendo alusión que la vida del ser humano consiste más que en cuestiones materiales o físicas. Somos seres espirituales y por tanto, también tenemos necesidades en esta índole. Entender, desarrollar y expresar nuestra espiritualidad es tan necesario como respirar o comer. Sin embargo, muchas personas no creen en esto, quizá por ignorancia, temor, pereza o falta de dirección. Buscar intencionalmente el desarrollo de nuestra espiritualidad es algo que los cristianos deberíamos hacer. San Agustín de Hipona dijo: «Hay tanto ruido en la ciudad que no puedo escuchar la voz de Dios». Y entonces el santo se retiraba aparte para intentar buscar la comunión con Dios. Pero no hace falta ser un monje o vivir en un desierto para desarrollar nuestra espiritualidad cristiana, lo podemos hacer incluso viviendo entre edificios, congestión vehicular y smog. El Espíritu está más que dispuesto a guiarnos en medio de nuestra agitada vida si así lo deseamos.

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1. Espiritualidad en general El término espiritualidad (del latín spiritus, espíritu), depende de la doctrina, escuela filosófica o ideología que la trate, así como del contexto en que se utilice. Espiritualidad es la condición y naturaleza de espiritual. Este adjetivo (espiritual) se refiere a lo perteneciente o relativo al espíritu. La noción de espíritu, por su parte, está vinculada a una entidad no corpórea, al alma racional, a la virtud que alienta al cuerpo para obrar o al don sobrenatural que Dios concede a ciertas criaturas. Por ejemplo: «La espiritualidad es algo muy importante en mi vida», «La vida moderna suele descuidar la espiritualidad, pero debemos recordar que no podemos vivir sólo pensando en las necesidades físicas y materiales», «No conocí a otra persona de espiritualidad tan rica como la Madre Mabel». El concepto de espiritualidad, por lo tanto, puede referirse al vínculo entre el ser humano y Dios o una divinidad. La religión suele ser el nexo que permite desarrollar esta relación. Puede decirse que los sacerdotes, los pastores y diversos gurúes, por lo tanto, hablan de espiritualidad cuando tratan asuntos religiosos. No hace falta, de todas formas, adherirse a una religión determinada o seguir a una institución religiosa (como la Iglesia) para desarrollar la espiritualidad. El vínculo entre el hombre y Dios puede ser personal e íntimo, sin manifestaciones exteriores ni rituales. Y no obstante, congregarse en una iglesia o comunidad cristiana ayuda a desarrollar la vida espiritual, propicia los espacios para ello. En la filosofía, la idea de espiritualidad se entiende a partir de la oposición entre materia y espíritu. Puede asociarse la espiritualidad a una búsqueda del sentido de la vida que trasciende lo mundano. 59

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2. Espiritualidad cristiana, desde una óptica académica Eduardo Llorens Núñez, director del Centro de Espiritualidad de Javier de Navarra, nos ayuda sobre la espiritualidad cristiana con las siguientes líneas. «Es aquella experiencia mediante la cual el cristiano entra en un proceso de relación con Dios y la posesión de su verdad. La Palabra de Dios adquiere su dimensión y realización más plena y específica en el oír y obrar cristiano, es decir: oración y acción; contemplación y acción. De ahí que la espiritualidad cristiana es unidad y diversidad. Unidad por ser realización única del cristianismo y diversidad por realizarse de diferentes formas. Son las diferentes maneras de experimentar y fomentar la vida en Cristo». No debemos entender la espiritualidad cristiana como una experiencia para pocas personas con cualidades excepcionales, o algo propio de grupos elitistas dentro de la Iglesia, o una dimensión accidental del cristianismo. Todo cristiano sea cual fuere su estado o condición, es llamado a la plenitud de la vida cristiana. El cristianismo no se limita a la práctica de la fe de una manera mediocre o reducida, que implicaría la observación de los preceptos, normas o mandamientos únicamente. El cristiano es llamado a vivir plenamente la vida del Espíritu. 3. Espiritualidad cristiana en la vida diaria Pero, ¿cómo explicamos lo anterior a personas sencillas y comunes, aquellas que luchan con perseverar su vida cristiana en medio de las tentaciones, sufrimientos y aceleramiento enfermizo? ¿Qué deberíamos decirle respecto a la espiritualidad cristiana en la cotidianidad de la semana? ¿Qué ejemplo podríamos utilizar para aclarar esta cuestión?

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Cuando una persona nace de nuevo, ésta recibe el Espíritu Santo, el cual, sella al creyente para el día de la redención: «En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo salvación, y lo creyeron, fueron marcados por el sello que es el Espíritu Santo prometido» (Efesios 1:13), «No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención» (Efesios 4:30). Jesús prometió que el Espíritu Santo nos guiaría «a toda la verdad» (Juan 16:13). Parte de la verdad a la que el Espíritu nos guía, es a tomar las cosas de Dios y aplicarlas en nuestras vidas. Cuando se hace esta aplicación, el creyente entonces toma la decisión de permitir que el Espíritu Santo lo controle, lo gobierne. La espiritualidad cristiana se basa en la medida en que el creyente nacido de nuevo, permita al Espíritu Santo dirigir y controlar su vida. 4. Seamos llenos del Espíritu Santo A veces pensamos que una persona espiritual es aquella que pasa mucho tiempo en la iglesia, o que levanta su voz cuando ora, que realiza movimientos espasmódicos cuando alaba a Dios, o siente «su presencia» más que otras; o creemos que una persona espiritual es aquella que cita la Biblia a la perfección o que nombra a Dios en cada una de sus conversaciones. ¿Qué tan cierto es esto? El apóstol Pablo dice que los creyentes deben ser llenos del Espíritu Santo. «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18). La oración en este pasaje es continua, y por lo tanto, significa «mantenerse lleno del Espíritu». El ser llenos del Espíritu, es simplemente permitir que el Espíritu Santo nos controle, en vez de entregarnos a los deseos de nuestra propia naturaleza carnal. Cuando alguien es controlado por el vino, se embriaga y manifiesta ciertas características, tales como un hablar incoherente, 61

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un caminar vacilante, e imposibilidad para tomar decisiones. Así como distingues a una persona que está ebria por las características que exhibe, así un creyente nacido de nuevo que es controlado por el Espíritu Santo, también mostrará sus características. Encontramos estas características en Gálatas 5:22-23, donde se les llama «fruto del Espíritu». Este es el carácter cristiano, producido por el trabajo del Espíritu en, y a través del creyente. Este carácter no es producido por esfuerzo propio —aunque debemos ser intencionales en buscar la obra del Espíritu en nosotros—. Un creyente nacido de nuevo que es controlado por el Espíritu Santo, manifestará un hablar juicioso, un caminar espiritual consistente, y la toma de decisiones basadas en la Palabra de Dios. A modo de conclusión: Seamos cristianos espirituales Por lo tanto, la espiritualidad cristiana es una elección que hacemos de «conocer y crecer» en nuestra relación cotidiana con el Señor Jesucristo, mediante el sometimiento al ministerio del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esto significa que como creyentes, debemos tomar la decisión de mantener clara nuestra comunicación con el Espíritu, a través de la confesión (1 Juan 1:9). Cuando contristamos al Espíritu por el pecado (Efesios 4:30; 1 Juan 1:5-8), erigimos una barrera entre Dios y nosotros. Cuando nos sometemos al ministerio del Espíritu, nuestra relación no se apaga (1ª Tesalonicenses 5:19). La espiritualidad cristiana es una consciencia de la comunión con el Espíritu de Cristo que no es interrumpida por la carnalidad y el pecado. Por lo tanto, un cristiano espiritual es un creyente nacido de nuevo, quien hace una consistente y continua elección de rendirse al ministerio del Espíritu Santo.

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Desarrollo personal

11. Descubre tu brillantez

Esas personas no se dan cuenta que sus vidas son como un carro diseñado para correr a grandes velocidades, en cambio, decidieron dejarlo guardado, de ese modo sus vidas nunca llegarán a las metas que estaban diseñadas.

Todos hemos sido bendecidos con talentos, habilidades o destrezas. Una gran parte de nuestra vida consiste en descubrir cuáles son para después utilizarlos y aplicarlos de la mejor forma que pueda, de esta manera su vida será edificada y el mundo entero se beneficia, al mismo tiempo que glorificamos al Padre con nuestras vidas potencializadas. Al hacer esto, su vida adquiere «dirección». Sin embargo, algunas personas nunca llegan a aprovechar verdaderamente sus talentos. En consecuencia sus vidas son menos plenas. Recuerdo mi propio caso. Por muchos años me pregunté, ¿para qué soy bueno? Y es que se había apoderado de mí el nefasto pensamiento de que Dios se había equivocado al darme la vida, ¡nada más lejos de la verdad! Con el correr del tiempo, y luego de un peregrinaje espiritual hacia mi interior, descubrí para lo que en verdad era y soy bueno, «guiar a las personas hacia Dios ayudándolas a mejorar sus vidas», y desde ese día me dedico en cuerpo y alma a alcanzar este objetivo. Estas personas —las que no aprovechan sus capacidades—, tienden a vivir en una constante lucha interna, porque pasan la mayor parte de su tiempo en trabajos, negocios, relaciones, 63

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liderazgos o ministerios, que no están hechos para sus fortalezas y a la larga, no prosperan, mientras culpan a otros por sus desgracias; con el tiempo la amargura se apodera de ellas. Es como forzar una pieza del rompecabezas para ubicarlo en un lugar que no es el suyo, no funciona y causa mucho estrés y frustración. Enfócate en lo que eres bueno, desarróllate en el liderazgo, ministerio o negocio para el que fuiste diseñado... ¡brilla en el lugar donde el Arquitecto divino te ha puesto! Y sobre todo, «duplica tus habilidades, así serás considerado para bendiciones mayores». Fundamento bíblico Mateo 25:15-27 ¹⁵ El hombre sabía muy bien lo que cada uno podía hacer. Por eso, a uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil, y a otro mil. Luego se fue de viaje. ¹⁶ El empleado que había recibido cinco mil monedas hizo negocios con ellas, y logró ganar otras cinco mil. ¹⁷ El que recibió dos mil monedas ganó otras dos mil. ¹⁸ Pero el que recibió mil monedas fue y las escondió bajo tierra. ¹⁹ Mucho tiempo después, el hombre que se había ido de viaje regresó, y quiso arreglar cuentas con sus empleados. ²⁰ Llegó el que había recibido cinco mil monedas, se las entregó junto con otras cinco mil y le dijo: «Señor, usted me dio cinco mil monedas, y aquí tiene otras cinco mil que yo gané». ²¹ El hombre le dijo: «¡Excelente! Eres un empleado bueno, y se puede confiar en ti. Ya que cuidaste bien lo poco que te di, ahora voy a encargarte cosas más importantes. Vamos a celebrarlo» ²² Después llegó el empleado que había recibido dos mil monedas, y le dijo: «Señor, usted me dio dos mil monedas, y aquí tiene otras dos mil que yo gané» ²³ El hombre le contestó: «¡Excelente! Eres un empleado bueno, y se puede confiar en ti. Ya que cuidaste bien lo poco que te di, ahora voy a encargarte cosas más importantes. Vamos a celebrarlo» ²⁴ »Por último, llegó el empleado que había recibido mil monedas, y dijo: «Señor, yo sabía que usted es un 64

Gabriel Gil A. hombre muy exigente, que pide hasta lo imposible. ²⁵ Por eso me dio miedo, y escondí el dinero bajo tierra. Aquí le devuelvo exactamente sus mil monedas» ²⁶ El hombre le respondió: «Eres un empleado malo y perezoso. Si sabías que soy muy exigente, ²⁷ ¿por qué no llevaste el dinero al banco? Así, al volver, yo recibiría el dinero que te di, más los intereses» Mateo 25:15-27

¿Qué aprendemos de este pasaje? En un párrafo anterior les mencioné que inicié un peregrinaje espiritual hacia mi interior, buscando respuestas al porqué de mi existencia, y es que no me bastaban las «máximas» elaboradas que suelen dar los predicadores, yo necesitaba saber en qué podía brillar y así dar verdadera gloria al Padre, pues el sólo hecho de ser hijos de Dios no es suficiente. Así entonces, llegué a este pasaje que fue uno de los varios que me ayudaron a perfeccionar mis habilidades y adquirir otras poco a poco. Las lecciones que extraje para mí se las comparto ahora a ustedes: A cada uno de nosotros se nos ha dado capacidades y debemos trabajarlas, pero sólo algunos las explotan... (Mt. 25:15). ¡Dios es el mejor de los inversionistas! Y Él da a unos mayores capacidades que a otros, pero las mismas oportunidades para todos (Mt. 25:15). Cuando escribo acerca de «las mismas oportunidades para todos», tú puedes cuestionar lo que digo y está bien, pero piensa en esto: ¿acaso no todos los seres humanos tenemos 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas al año, muchos años para vivir? ¿Acaso no sale el sol para todos? Las oportunidades están ahí, pero sólo algunos son capaces de verlas. 65

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Algunos trabajan en sí mismos y duplican sus capacidades, adquieren habilidades y así optan a bendiciones mayores: «En lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré». Esta es una ley cósmica e irrefutable: «Si quieres ser soberano sobre mucho debes antes ser fiel a las pocas cantidades» (Mt. 25:21 y 23). Otros prefieren enterrar sus capacidades, ignorarlas o simplemente no darse el tiempo para descubrir sus potencialidades, ya sea por miedo, pereza, mediocridad o desconocimiento (Mt. 25:25). ¿Las consecuencias? Una vida reprobada por Dios, una vida a medias, picoteando por aquí y por allá, olvidando que fuimos destinados a vivir la abundancia (Juan 10:10). Dios es como un entrenador duro que exige a sus atletas para sacar lo mejor de ellos, «que recoge donde no sembró»; en otras palabras, pide de nosotros hasta lo imposible (caminar la segunda milla, por ejemplo). Es una forma de entrenarnos para la vida donde sólo los disciplinados triunfarán (Mt. 25:24). Al que tiene más siempre se le dará más. En otras palabras, Dios es el Inversionista Sabio que respalda a quienes demuestran sacrificio, ganas, disciplina, estrategia y productividad (los resultados sí importan). Su respaldo consiste en más ideas, contactos, recursos de todo tipo y su bendición. Pero a los mediocres, aquellos que no se esfuerzan en superarse, sólo les espera una vida de reprobación (Mt. 25: 28, 29 y 30). ¿A qué le tienes miedo? Siempre me pregunté por qué algunas personas nunca descubren su verdadero potencial, por qué no desarrollan sus habilidades innatas y adquieren otras mientras van creciendo. En sí todos 66

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fuimos dotados con dones, y los usamos, pero no al máximo que podrían usarse. He visto personas que —utilizaré una metáfora aquí—, pudiendo correr a 100 kilómetros por hora o más en el carro súper potente que tienen, se limitan a conducirlo a 40, como atemorizados que si aprietan el acelerador algo malo les ocurrirá. Esas personas no se dan cuenta que su vida es un carro diseñado para correr a grandes velocidades, en cambio, decidieron dejarlo guardado en el garaje almacenando polvo, de este modo sus vidas nunca llegarán a las metas que estaban destinadas para ellas. Un sicólogo me dijo en cierta ocasión, que hay personas que le tienen miedo al éxito y que esto les impide tomar riesgos, uno de ellos es, superarse a sí mismos.

Oración Padre, cuantas gracias te doy porque me diseñaste con talentos, capacidades y destrezas. Gracias también porque pones en mí el deseo de superarme y adquirir nuevas habilidades que utilizo para glori car tu nombre, bendecir a los que me rodean y crecer como persona. Ayúdame Señor a descubrir mi brillantez, y una vez hecho esto, perfeccionarme hasta alcanzar la excelencia en eso para lo que soy bueno. Amén.

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12. ¡Levántate! Convierte tus fracasos en éxitos

“El fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito” (Henry Ford, industrial estadounidense)

¿Qué es el fracaso? El diccionario de la Real Academia Española lo define de una manera austera, seca y hasta déspota, pero de forma real: «Fracaso, es no tener éxito». Algunos sinónimos para fracaso son: «revés, decepción, caída, fallo, hundimiento, frustración, descalabro». Y bueno, quien escribe sabe con experticia lo que significa esto del fracaso, lo he experimentado más de lo que quisiera en mi vida. Ahora bien, no estoy solo en esto, pues todos los que leen estas líneas, sin ser necesariamente expertos en la lengua española, han experimentado el fracaso, en mayor o menor magnitud, con mayores o menores consecuencias en sus vidas, ¿o me equivoco? No lo creo. El fracaso es parte de nuestras vidas, no lo podemos evitar, es «la otra cara de la moneda». Así que, a menos que seas un extraterrestre, el fracaso ha sido parte de ti desde tus primeros meses de vida, ¿verdad? En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que fracasaron, a pesar de contar con todas las condiciones para lograr el éxito, personas con las mismas oportunidades para triunfar como tú, pero no lo hicieron.

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Sansón, el fracaso de un héroe En Jueces capítulo 16 hallamos la vergonzosa historia de Sansón y Dalila. Como ustedes saben, Sansón era un hombre hebreo que fue designado por Dios para guiar a su país, Israel, hacia la victoria contra los filisteos. Para esto, el Señor dotó a Sansón de una fuerza física extraordinaria, algo así como un Hércules o un Superman. La fuerza de este sujeto era realmente extraordinaria; sin embargo, tenía una debilidad: Se dejaba seducir por el placer sensual del sexo. En otras palabras, el fracaso estaba a las puertas de la vida de este hombre. Y de hecho, la Biblia no duda en mencionar que Sansón cayó en un estado de fornicación vergonzoso, aún para nuestros tiempos. Dalila, una encantadora joven filistea lo condujo al punto del quiebre, la caída y al pecado total. Sí mis amigos, la Biblia nos dice que Sansón fracasó en su misión de liberar a Israel, Sansón fracasó a pesar de contar con el respaldo de Dios, su familia, sus compatriotas. ¿Qué pasó con él? No nos apresuremos a condenarlo —algo muy típico en nosotros los humanos—, Sansón era tan hombre como muchos. La Biblia, si bien condena el pecado, enseña un mensaje de esperanza para el pecador; es decir, siempre muestra una salida para quienes han fracasado. Entiéndame bien, no estoy justificando el hecho de pecado entre Sansón y Dalila, mas bien, trato de rescatar la persona de Sansón como un hombre que fracasó en su vida. Una mujer de dudosa reputación Veamos otro caso, ¿recuerda usted el pasaje donde Jesús dijo: El que esté libre de pecado arroje la primera piedra? (Juan 8:1-11). Ese pasaje se refería a la mujer sorprendida en adulterio. Según el relato bíblico, los residentes de la ciudad se apresuraron a condenar el acto lo cual no debe ser motivo de admiración, ¿cuántas veces nosotros los propios cristianos nos apresuramos 69

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a criticar el fracaso de una persona? Volviendo a Jesús, el pasaje bíblico nos enseña que aquellos que condenaban a la mujer se retiraron uno a uno y finalmente quedaron solos Jesús y ella. ¿Alguien se recuerda lo que Cristo le dijo? «Mujer, ¿dónde están los que te condenan? Ni yo te condeno, vete y no peques más» (Juan 8:11). ¡Esta respuesta es sencillamente genial! Tanto Sansón en el Antiguo Testamento y la mujer adúltera en el Nuevo Testamento, fueron redimidos por Dios, si bien pagaron cada uno las consecuencias. Lo que quiero decir con esto, es que la Biblia habla de hombres y mujeres que fracasaron, pero también habla del amor de Dios que perdona y restaura. ¿Cuántos de nosotros hemos experimentado el dolor del fracaso? Estoy seguro que hay personas que han vivido el dolor del fracaso en su matrimonio, el fracaso con sus hijos, el fracaso en su empresa, el fracaso en sus estudios, el fracaso en su vida personal. ¡Hey, yo también he fracasado! Pero algo te digo: En su voluntad perfecta Dios utiliza nuestro fracaso como una segunda oportunidad para triunfar en la vida. El fracaso como una oportunidad para crecer Al escribir este libro estuve investigando algunas frases de personas célebres que experimentaron el fracaso, éstas son sus palabras: «Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender» (Charles Dickens, escritor británico). «El fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito» (Henry Ford, industrial estadounidense).

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«El fracaso fortifica a los fuertes» (Antoine de Saint, escritor francés). Pero la Biblia también habla acerca del fracaso. En Proverbios 24:16 se nos enseña que aun siendo cristianos podemos caer, fallar, errar el blanco, fracasar, equivocarnos; sin embargo, también ese versículo nos enseña que tenemos derecho a levantarnos, sacudirnos el polvo de la vergüenza y rehacer nuestras vidas en algo mejor... «siete veces cae el justo, pero vuelve a levantarse». No obstante, esto de levantarnos no es tan simple. El común de las personas pasan mucho tiempo, tal vez toda su vida, lamentando su fracaso; son pocas quienes aceptan haberse equivocado y toman la decisión de comenzar de nuevo. ¡Qué difícil es esto! Algo pasa en nuestras vidas que nos impide levantarnos después de las derrotas, y esto es algo extraño, pues fuimos diseñados por Dios para levantarnos cada día, no para quedarnos en la cama. Esto lo vemos marcadamente en los niños pequeños, específicamente en los bebés. Todos nosotros fuimos bebés en el principio de nuestras vidas, y todos nosotros aprendimos a caminar a tropiezos. Y sin embargo, cada vez que nos caíamos nos volvíamos a levantar. Esta conducta en los bebés no es algo aprendido, sino innato, es la semilla de Dios en el hombre. La Biblia nos dice que no importa cuántas veces fracasemos, Dios siempre estará dispuesto a levantarnos, Dios siempre estará ahí para socorrernos.

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Sigamos los siguientes consejos para convertir nuestros fracasos en éxitos: 1. Acepta que de tanto en tanto cometerás fracasos, no eres perfecto. 2. No te exijas tanto, ¿para qué destruirte a ti mismo? Haz todo con mesura. 3. Una vez que fracases, sécate las lágrimas y pregúntate: ¿Por qué fracasé? ¿Qué aprendo de este error? ¿Qué haré la siguiente oportunidad para no tomar el mismo camino? 4. Deja de culpar a los demás por tus equivocaciones, hazte cargo de tus actos o la falta de ellos. 5. Entiende que eres un ser en formación y que cada caída es una forma de avanzar, dolorosa por cierto, pero avanzar al fin. 6. Da gracias a Dios cada vez que te equivoques, porque es una lección que el Maestro divino te está dando. 7. Levántate, no te quedes en la amargura ni la autocompasión.

Oración Oh Señor, ayúdanos a convertir nuestros fracasos en experiencias que nos conduzcan al éxito, en lecciones de vida que podamos atesorar; que nuestros fracasos nos enseñen que el éxito está cerca. Sí, que así sea.

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13. Trabaja en la higuera que hay en ti

Tener un trabajo está bien, pues eso te da de comer, pero trabajar en ti mismo es mejor, pues te dará una fortuna integral.

Corría el año 1998, yo era estudiante de la carrera Licenciatura en Teología en Semisud (Quito, Ecuador). La cátedra que correspondía estudiar era Liderazgo, con el Dr. David Ramírez, director de esa época (magnífica clase y expositor también). Como parte de las tareas le asignó a cada estudiante leer un libro de liderazgo de su biblioteca personal. Yo elegí uno que se llamaba «Enciclopedia de la Excelencia» del autor Miguel Ángel Cornejo. Lo leí completo y debo decir, se produjo un click en mi interior. Fue mi primer acercamiento al «liderazgo interior, auto– liderazgo, gerencia personal» o como quieran llamarle. Ese libro y esa cátedra en particular combinada con todas las otras de la malla curricular construyeron en su servidor, y trataré de decirlo de manera sencilla para que no suene arrogante, un líder mejor. Por supuesto que había otras clases que me cautivaban como Antiguo Testamento, Historia del Cristianismo y Teología de la Iglesia (ramos que hasta ahora me apasionan), y veía que éstas aportaban muy bien al tipo de liderazgo que se estaba gestando en mí. Desde ese año a la fecha he venido buscando ser mejor en todo aspecto, ya saben, practicar la excelencia como un modo de vida. No ha sido fácil por cierto, pues he debido enfrentarme a un 73

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enemigo formidable, un titán que se levanta como un poderoso guerrero encaprichado en destruirme... yo mismo. Sin embargo, a pesar de mis valles y grietas, con la ayuda de Dios y siguiendo los principios bíblicos, he podido mejorar mi vida en mis tres áreas vitales: espíritu, alma y cuerpo. Y en eso estoy en la actualidad, «trabajando en mí», pero no como un ególatra narcisista, sino que he comprendido lo siguiente: «Tener un trabajo está bien, pues eso te da de comer, pero trabajar en ti mismo es mejor, pues te dará una fortuna integral». Porque cuando uno trabaja en sí, ya saben, para mejorarse, puede hacer un trabajo de excelencia cualquiera sea éste, lo cual incluye el trabajo en la obra de Dios. ¡Cuando mejoramos nuestra vida podemos hacer la missio Dei de manera excelente! Pero, ¿hay fundamento bíblico–teológico para todo esto que estoy diciendo? ¡Claro que sí! Pero este no es el medio ni el lugar para exponer mi cátedra «Teología del Desarrollo Personal y del Emprendimiento», porque requiere varias horas. No obstante, quiero citar un versículo que me invita a un cambio: «El que cuida de su higuera comerá de sus frutos» (Proverbios 27:18). Hace poco escribí una interpretación de este versículo, pero lo apunté hacia administrar el proyecto, trabajo, ministerio o negocio que Dios nos ha dado, pero ¿saben? este versículo también se lo puede aplicar a uno mismo, a saber: 1. La higuera eres vos El principal recurso con el que Dios te ha bendecido para hacer Su obra eres tú mismo. Eres como un árbol plantado en el huerto del Señor, destinado a crecer y llevar mucho fruto, pues como dijo Einstein «Dios no juega a los dados con el universo», por tanto, todo tiene un propósito en su creación, y tú no eres la excepción. Sin embargo, la creación está inconclusa, te ha dado el privilegio de construirte a ti mismo, con Su soberana ayuda claro está, porque solo no puedes. 74

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2. Cuidar la higuera Es tu deber y de nadie más, podar la higuera, cuidarla, abonar la tierra, desparasitarla, es decir, gerenciar tu vida de tal manera que crezcas frondoso, fuerte, alto y con muchos frutos, convertirte en un árbol admirable. Respecto a «gerenciar tu vida», me refiero a invertir en tu mejora continua en las tres áreas vitales. Pon atención: a) Cuida tu espíritu: Avivar la relación con el Creador, ser intencional en buscarlo y acercarnos a Él, debe ser considerado la prioridad alfa en todo cristiano que desee ver su vida mejorada, ¿por qué? porque cuando uno se acerca a Dios todo mejora, la vida se compone, se es más feliz, pleno y productivo. Si tan sólo entendiésemos esto, de seguro pasaríamos más tiempo en oración, leyendo la Biblia a diario, ayunando de tanto en tanto para provocar crecimiento espiritual, meditando y apartándonos a lugares solos a pensar. En fin, no hay excusas para no trabajar esta área (Mateo 11:28; Mateo 6:33; Salmos 5:3; Proverbios 1:7). b) Cuida tu alma: Disciplinar tu mente y tus emociones será crucial en el auto–cuidado; de no hacerlo terminarás como la mayoría de los humanos, botando a la basura los planes que Dios tenía para ellos. Poner atención a tus pensamientos y sentimientos, te ayudarán a ver la vida con otros ojos, a decidir con sabiduría, a no dejar que te controlen los impulsos (Romanos 12:2; Proverbios 23:7; Proverbios 19:11; Filipenses 4:8). c) Cuida tu cuerpo: Enseñarle a tu cuerpo a someterse a los designios del Espíritu es una tarea que no puede esperar, pero la verdad es que damos mucho cariño al cuerpo, lo consentimos demasiado, o bien nos vamos al otro extremo, lo destruimos (lo dejamos dormir más de la cuenta, o dormimos poco, le damos 75

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bebidas alcohólicas y gaseosas, le damos carne en abundancia y pocas verduras... ¡un desastre!). Olvidamos que el cuerpo es solo el «envase», pero aún este envase debe ser trabajado con una buena dieta, ejercicios físicos, mantenerlo hidratado con abundante agua, limpio, que huela bien y dándole un aspecto saludable (1ª Corintios 6:19; 1ª Corintios 9:27) Pero, ¿de qué manera el cuidado del espíritu, el alma y el cuerpo influye en una vida mejor? 3. Comerás de sus frutos El proverbista es sabio, nos dice que las personas que cuidan de su árbol comerán los frutos que éste les dé. Esto lo aplicamos de la siguiente manera: «Cuando procuramos mejorar nuestra vida —en espíritu, alma y cuerpo—, es inevitable que cosas buenas pasen para nosotros y quienes nos rodean, es una ley cósmica e irrefutable». La razón es muy sencilla, «la vida tiende a dar más frutos a aquella tierra que ha sido trabajada con más disciplina, que aquella que ha sido dejada a la ventura», lo mismo ocurre con la vida de las personas. Una vida trabajada, optimizada, mejorada, gerenciada, administrada..., dará más fruto porque su tierra es mejor, y «lo mejor siempre produce lo mejor», no hay vuelta atrás, no hay otra explicación. Déjame darte un ejemplo: Un pastor que ha descuidado su aspecto físico —se puso gordo—, ¿podrá hacer la misión de Dios? ¡Claro que sí! pero su rendimiento será menor a uno que dedica tiempo a cuidar «el templo del Espíritu», ya que su estado de salud se lo impedirá. Lo mismo puede aplicar a uno que mantiene su cuerpo en forma pero es flojo para orar, podrá ser vigoroso físicamente, pero sus sermones carecerán de poder espiritual. Todo debe hacerse en equilibrio perfecto (Eclesiastés 7:16).

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Conclusión No me sorprende encontrarme con ex-compañeros de seminario y ex–alumnos, que pudiendo haber triunfado en su vida, hoy viven amargados, enojados y culpando a otros por los malos resultados en sus ministerios (trabajos, proyectos, negocios) o la ausencia de ellos; o bien, viviendo con su potencialidad a medias, ¿por qué? porque no cuidaron su higuera, ¡no cuidaron su vida, no la podaron, regaron, desparasitaron, abonaron! Dejaron que su agua se estancara albergando toda clase de malezas y alimañas. Ahora bien, también debo ser justo al mencionar que me he encontrado con ex–colegas y ex–alumnos que vaya, se dispararon hasta el cielo consiguiendo toda clase de logros en su vida personal, familiar, profesional, ministerial, trabajando en la Misión y bendiciendo a muchos. Cuando me he entrevistado con ellos —los que han tenido la gentileza de invitarme un café—, y les pregunto el porqué de su prosperidad integral, la mayoría me ha dicho con sus propias palabras lo que yo resumo así: «ellos decidieron trabajar su higuera». Así como los vendedores mejoran sus habilidades de venta para conseguir más clientes y con ello ganancias financieras, así mismo todos debiéramos mejorar nuestra vida entera —no importando el trabajo que ejerzamos—, pues así comeríamos más y mejores frutos. Preguntas de aplicación personal ¿Estás cuidando tu higuera? ¿Estás contento con los frutos de tu vida? ¿Cuáles debieran ser los cambios necesarios para que tu higuera —tu vida—, crezca al nivel que fue diseñada por Dios? Sé sabio, ¡cuida tu higuera! 77

14. Un mendigo nos da lecciones de liderazgo Kayzen

Y Bartimeo comenzó a seguir a Jesús por el camino..., puedo imaginar que toda clase de bendiciones le esperaban, porque cuando uno se acerca a Dios, la vida mejora.

Bartimeo era un hombre que deambulaba por el camino de salida de Jericó. Era ciego, lo cual le impedía ganarse la vida con un trabajo digno, esto lo obligó a mendigar para poder subsistir. Triste realidad para cualquier persona; sin embargo «hay algunos principios de mejora continua (Kayzen)» que podemos extraer de su interesante historia narrada en Marcos 10:46-52, principios que pueden aplicarse a cualquier persona que busque un crecimiento personal en sí mismo, una mejora continua. Pero además, la historia de este fascinante personaje nos deja algo en claro: ¡Tus limitaciones no son impedimento para mejorar! Veamos pues los principios de liderazgo Kayzen que encontramos en Bartimeo. Principio uno: Los líderes Kayzen están alertas (v. 47). El mendigo Bartimeo era ciego, pero eso no le impidió estar alerta, expectante de cualquier oportunidad que ocurriera a su alrededor que le permitiera mejorar su condición de vida. Notamos que el ciego no vio, pero si oyó que Jesús venía. Pregunta de aplicación: ¿Qué tan alerta estás a la vida, a las oportunidades, a las posibilidades de crecimiento? A veces se nos van oportunidades por no estar despiertos, por no estar listos. 78

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Principio dos: Los líderes Kayzen son proactivos (v. 47) Steven Covey enseña que las personas proactivas son aquellas que «hacen que las cosas sucedan y se hacen responsables de ellas». En este verso leemos que el ciego se puso a gritar, por lo que llamó la atención del Maestro. No se limitó a enterarse de que un «sanador» pasaba por su camino, se propuso mejorar su destino, su vida y su futuro, ¿cómo? gritando a todo pulmón para que este Profeta se volviera a él. Pregunta de aplicación: ¿Eres de los que esperan que las cosas buenas sucedan o las provocas? Tu futuro dependerá de lo que hagas en el presente. Principio tres: Los líderes Kayzen no se dejan desanimar por las adversidades (v.48) El ciego nos da una tremenda lección aquí, «no dejarse deprimir por las circunstancias negativas que nos rodean». La multitud comenzó a callarlo y puedo asegurarles que no fueron amables con él, ¿qué hizo el ciego? En ningún momento vemos que Bartimeo se puso a discutir con la multitud, tampoco se puso a defender sus derechos ni tampoco lloró, ¿sabes qué hizo? ¡Se puso a gritar más fuerte! O sea, no desmayó en su empresa, siguió intentando. Pregunta de aplicación: ¿Cuánta energía gastamos discutiendo con personas que se nos oponen en vez de seguir avanzando? ¿Cuánto tiempo derrochamos en deprimirnos por situaciones que no podemos cambiar en vez de seguir luchando? ¿Cuántas veces permitimos que las circunstancias determinen nuestro futuro en vez de aprender de ellas? Principio cuatro: Los líderes Kayzen se focalizan (v.48) Este principio va de la mano con el anterior. Bartimeo gritó más fuerte, ¿sabes por qué? Porque estaba "focalizado". Su objetivo era claro, llamar la atención de Jesús porque sabía que ahí radicaba una oportunidad de crecimiento, una oportunidad de mejorar su vida. 79

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Bartimeo no perdió el tiempo oyendo a su alrededor, seguramente escuchó algunas voces que lo maldecían, que lo mandaban callar, tal vez había quienes lo escupían, pero a él no le importó, estaba focalizado. Aplicación: ¡Déjalos que te maldigan, que hablen mal de ti, que hagan chistes a tus espaldas! Pero tú concéntrate, no te distraigas... ¡focalízate! «A los perrillos se los calma con unas cuantas migajas, no pierdas tu pan». Principio cinco: Los líderes Kayzen insisten y así consiguen sus objetivos (v.49) Finalmente todo el sacrificio valió la pena, el Maestro se detuvo y lo mandó llamar. Esto nunca habría ocurrido si Bartimeo no hubiese sido insistente, perseverante y constante. Muchas personas deberían mejorar sus habilidades en ser más disciplinados, de seguro conseguirían más y mejores logros. Pregunta de aplicación: ¿Qué tan insistente eres en tus proyectos, en tus sueños, en tus metas? Recomendación: Actúa como Bartimeo, o mejor aún, sé como la viuda y el juez injusto (Lucas 18)... ¡Insiste, insiste, insiste! Nota aparte: El versículo 49 narra que le dijeron al ciego, «¡Ánimo! ¡Levántate! Te llama». ¿Quién crees que le dijo esto? Los mismos que minutos antes lo maldecían. Una cosa es cierta, «las masas son tontas y cambiantes». Principio seis: Los líderes Kayzen se despojan de sus anclas (v.50) El versículo dice que «arrojando su capa dio un salto». La capa representa aquí aquellas situaciones, circunstancias, personas, relaciones, sociedades, pensamientos, etc, que no te dejan avanzar en la vida. El ciego sabía muy bien que la capa podía convertirse en un impedimento para avanzar rápido hacia Jesús, podía 80

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tropezar en ella. Bartimeo no quería perder la oportunidad de presentarse ante el Maestro por culpa de una tonta capa, así que hizo lo que todo líder Kayzen haría... ¡la arrojó lejos! Pregunta de aplicación: ¿Cuáles son aquellas cosas, situaciones, sociedades, personas y relaciones que te anclan, que no te dejan avanzar a nuevos y mejores puertos? Principio siete. Los líderes Kayzen son especí cos (v.51) Este versículo conmueve mi corazón porque es algo que todavía debo aprender: «Oraciones específicas, respuestas específicas. Peticiones ambiguas, respuestas ambiguas». ¡Así mismo es! Y el ciego lo sabía, por eso ante la pregunta del Rabí, «¿qué quieres que haga por ti?» el ciego no se confundió, no tartamudeó, no vaciló, simplemente le dijo lo que necesitaba de forma específica: ¡quiero ver! Nota que no le pidió «por favor bendíceme, sáname, cúrame, hazme feliz», nuestras típicas oraciones al Padre, el ciego Bartimeo nos da una lección de liderazgo: Debemos ser específicos en nuestras oraciones, pero también en todas las demás áreas de nuestra vida. Si fuéramos específicos y no nos fuéramos por las ramas, muchas cosas buenas nos sucederían. Santiago declara, «pedís y no recibís porque pedís mal...». Aplicación: Sé específico con tu esposo, con tus hijos, con tu jefe, con las personas a tu alrededor, con tu mascota. Sé específico con Dios, los resultados te sorprenderán. Un poco de la vida de Bartimeo Es interesante notar que si bien la Biblia no nos habla con lujo de detalles quién fue este personaje, sí podemos deducir algunas cosas al leer lo que sí aparece de él. Bartimeo fue hijo de un tal Timeo. ¿Por qué se menciona el nombre del padre y sobre todo en el libro de Marcos, un evange81

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lista que no estaba interesado en genealogías judías? Es muy probable que Timeo fue un personaje ilustre de la comunidad. Si así fuese, qué triste la vida de Bartimeo, de «príncipe a mendigo». El relato nos dice también que merodeaba en las afueras de la ciudad, por tanto, era un marginado de la sociedad, un excluido de la vida. Bartimeo no era acepto por los suyos. Era ciego, ¿de nacimiento o perdió la vista en algún momento de su vida? Los evangelistas no se ponen de acuerdo, y no obstante, lo importante de su historia es que la recuperó milagrosamente. Posteriormente a su sanidad, el evangelista nos dice que se dedicó a seguir a Jesús. Linda manera de terminar una historia, seguramente toda clase de bendiciones le esperaban en el camino, ya que, cuando uno se acerca a Dios, cosas buenas suceden en tu vida (Job 22:21).

Oración Señor, te lo imploro, ¡hazme ver! Unge mis ojos para que vean más allá de mis limitaciones, para que la vida adquiera un nuevo signi cado. Oh mi Dios, limpia mis ojos del alma para conectarme contigo y así ser una persona e ciente, un líder que mejora cada día más, sabiendo que Tú estás conmigo. Amén.

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15. Mentalidad de víctima, releyendo la parábola del hijo pródigo

La Biblia dice algo que no gusta a quienes «padecen esta enfermedad social», ¿sabes qué enseña? Esto: «Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas a Dios de sí» Romanos 14:12.

«Cuanto me duele el estómago, por Dios, quisiera que alguien me diera de comer aunque sea la comida de los cerdos. Si hasta se ve apetitosa. ¿Qué tan malo puede ser probar siquiera un poquito? ¡No! Dignidad ante todo... ¿Dignidad? Mírate cómo estás: flaco hasta los huesos, sucio, hediondo, arruinado y más encima, cuidando cerdos. ¿Cuándo imaginé verme así? Ah pero todo es culpa de mi padre, ¿cómo se le ocurre darme toda la herencia a mí, un muchacho todavía, un joven inexperto? Hablando en serio, ¿qué tipo de padre tengo? ¿En qué cabeza cabe darme todo el dinero con tan sólo pedírselo? ¡Debería demandarlo por incompetencia paternal! Sí, que buena idea; así podría sacar algo de dinero y largarme de este inmundo lugar, al fin de cuentas él es responsable de mí ante las leyes, yo sólo he sido víctima de un padre irresponsable y de un hermano mayor que no supo orientar a papá. ¡Excelente! Mi dilema está resuelto. Me levantaré e iré a mi padre y le diré: "Padre, has pecado contra mí, ya no eres digno de ser llamado mi papá. Aceptaré en compensación un millón de dólares, quizá con eso puedas reparar el error cometido, salvar mi inocencia perdida que por tu incapacidad has perjudicado». Pero bien, sabemos que el Pródigo no pensó así, al contrario, asumió su error (Lucas 15:11-21). No obstante, no pocas personas 83

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prefieren culpar a otras por sus desgracias, victimizarse cuando las cosas no resultan como esperaban. Nación de víctimas Charles Sykes ha recopilado los siguientes casos reales que ayudarán a comprender de qué estoy hablando, casos que pueden sonar a comedia, pero que encierran una tragedia que abarca a no pocas personas. «Un agente del FBI se apoderó indebidamente de dos mil dólares y posteriormente los perdió apostando en los casinos de Atlantic City (New Yersey, EE.UU.). Aun cuando fue despedido, el agente fue re–contratado una vez que logró convencer a la Corte que su tendencia al juego con el dinero de los demás era una «incapacidad» y por lo tanto, estaba protegido por la ley Federal». «Un joven se roba un carro de un estacionamiento y la policía lo mata cuando el delincuente les dispara y trata de escapar. Su familia demandó al propietario del parqueadero porque falló al no tomar las medidas necesarias para prevenir este tipo de robos. La familia ganó el juicio». «Un maniático que admite haberse desnudado en público más de mil veces (y habiendo sido encarcelado más de treinta), fue rechazado en su solicitud de empleo como ayudante de un estacionamiento de vehículos debido a su registro de conducta impropia. Pero él, demandó basado en el argumento que, 'él nunca se había desnudado en un estacionamiento' (solamente en bibliotecas públicas y lavanderías automáticas). Los funcionarios laborales de Wisconsin estuvieron de acuerdo. El maniático fue considerado una víctima de discriminación laboral ilegal». 84

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«Un hombre en Chicago (Illinois, USA) se quejó ante una oficina de la División de los Derechos de las Minorías Raciales de la Fiscalía General de los EE.UU., que los restaurantes McDonald's violaban las leyes federales de protección de igualdades, porque los asientos de sus restaurantes no eran suficientemente anchos para la descomunal anchura de su trasero (la demanda sigue en disputa)». ¿Qué nos está pasando? Hoy, vemos con asombro cómo las personas buscan culpar a otros de sus propios errores. Culpan a sus padres, a sus familias, a su pasado, a la sociedad presente, al futuro desesperanzador; en fin, la civilización del siglo XXI parece sentirse muy cómoda con este tipo de accionar. La mentalidad de víctima es tan común hoy en día, que no nos percatamos de ella, pasa inadvertida. Se trata de una actitud hacia la vida, una actitud de creer y actuar como mártires, perjudicados, damnificados de la sociedad. Pero en realidad, ¿enfrentamos a nuestros problemas o sólo estamos rehuyendo de ellos? El asunto es que la mentalidad de víctima siempre culpa a alguien más, no asume, no se responsabiliza, mucho menos pide perdón, ¿por qué hacerlo si soy víctima de una enfermedad, incapacidad, carencia, discriminación? Este tipo de comportamiento busca liberarse de toda culpa, pero lo único que consigue es hundirse en su propio lodo, un lodo compuesto de excusas, acusaciones, llantos y rabias conte-nidas. Las personas con mentalidad de víctima están por doquier, ya sea dictando clases en los colegios —o recibiendo clases—; dirigiendo una ciudad en la alcaldía —o siendo uno de los ciudadanos de dicha ciudad—; liderando una compañía —o siendo un empleado de la empresa—; o incluso pastoreando una congregación —o siendo un feligrés de esa comunidad—. Las «víctimas crónicas» deambulan por aquí y por allá. 85

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¿Cómo reconocer si tengo este tipo de mentalidad? Según Marta Corral, columnista de «Club Optimista Total», los rasgos más característicos de la «mentalidad de víctima» son los siguientes: Sensación de que el mundo escapa a nuestro control, de manera que estamos a merced de los acontecimientos. Consecuentemente, sensación de impotencia. Tendencia acusada a responsabilizar a los demás (personas, instituciones, situaciones, grupos…) de nuestras circunstancias y nuestro sufrimiento. Inmovilidad, falta de energía, dificultad para pasar a la acción. En muchas ocasiones esto se acompaña de tristeza, amargura o ira, o una combinación de las tres. También puede experimentarse miedo al futuro y a lo que sucederá. La persona tiende a imaginarse todo tipo de catástrofes, o a ser alarmista. El libro sagrado La Biblia dice algo que no gusta a quienes «padecen de esta enfermedad social», ¿sabes qué enseña? Esto: «Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas a Dios de sí» (Romanos 14:12). ¿Qué significa? Muy sencillo... ¡basta de buscar culpables fuera de sí! Debes reconocer que la vida que llevas —con los resultados que tienes o la falta de ellos—, es por tu propia responsabilidad. Así piensan los triunfadores, aquellos que se hacen cargo de su propia existencia, hombres y mujeres que tienen éxito en todo lo que emprenden pero también enfrentan el fracaso con madurez, buscando en qué se equivocaron sin apuntar con el dedo a nadie más que a ellos mismos, para luego hacer las enmiendas del caso. 86

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Un día daremos cuentas al Todopoderoso por las habilidades, talentos, capacidades, destrezas y recursos depositadas en nosotros. ¿Qué le diremos en aquel glorioso día? No seamos como aquel abogado que argumentó: «Mi cliente admite que ha asesinado a ocho personas. Pero nosotros probaremos que él no tuvo otra alternativa —cruel e inhumanamente no tuvo otro recurso—, a causa de haber sido criado y mantenido por un padre cariñoso y amoroso» («Viva la vida, no sobreviva», de Ron Jenson). Mentalidad de víctima... ¡fuera de aquí!

Oración Señor, te lo imploro de rodillas..., no me dejes padecer esta enfermedad, ¡no!, aleja de mí tal aberrante comportamiento. Más bien que mi vida sea una que glori que tu nombre al hacerme cargo de mis palabras y actos. Sí, que mis hijas puedan decir de su padre: «nunca se hizo la víctima, siempre asumió su responsabilidad». Mi Dios, ayúdame a ser consecuente y valiente, que mi vida entera re eje madurez no importando las consecuencias que esto demande. Amén.

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A veces nos imaginamos a los personajes bíblicos con alas, aureolas en sus cabezas y otando a treinta centímetros del suelo... nada más lejos de la realidad.

Para hombres y mujeres

16. ¡Acuéstate conmigo!

El relato bíblico de José y la esposa de Potifar (Génesis 39), simplemente me encanta. En esta narración, hay algunos aspectos que sobresalen con importancia. Veamos algunos. La mujer de Potifar No sabemos exactamente cómo era —físicamente hablando—, pero sí sabemos que era controladora, abusiva e infiel, además, la relación con su esposo no estaba bien. Expertos en Biblia, aseguran que se trataba de una mujer madura, de unos 45 años de edad, que mantenía relaciones sexuales con algunos de sus esclavos, como era la costumbre de las damas de la alta alcurnia egipcia de la época. Esta mujer, pasaba la mayor parte del día sola en casa, pues su marido era funcionario del palacio y jefe de la guardia real, por lo tanto, acostumbraba a salir en campañas por varios meses. Con esto no quiero decir que las damas de esa edad, que pasan mucho tiempo solas o tienen problemas con su esposo, se asemejen a esta mujer, estoy describiendo un caso particular, el caso de la esposa de Potifar. En la Biblia leemos que «después de un tiempo la esposa de su patrón empezó a echarle un ojo y le propuso: Acuéstate conmigo» (v. 7). Pero esta no fue la primera 88

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«directa» de la patrona, ella fue insistente: «Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella...» (v. 10). Potifar Un hombre adinerado, súbdito de confianza del faraón, a tal punto que trabajaba como jefe de la guardia real; es decir, pasaba mucho tiempo cerca de su majestad, dejando su casa a solas por cumplir su rol. Era un terrateniente, con tierras, cultivos, animales y esclavos. José No hablaremos de toda la vida de José, para eso mejor leemos la Biblia. Sin embargo, en este relato descubrimos algunas cosas interesantes. José era un esclavo hebreo, que había sido comprado por el gran señor egipcio Potifar. Se describe que Jehová estaba con él y que todo le salía bien, dicho en otras palabras, su administración era tanto efectiva como eficiente (v. 2). José es calificado como un hombre digno de confianza (v. 4), por ello, Potifar lo asignó como mayordomo de toda su casa, de sus tierras, ganado, esclavos y de todos los bienes en sus propiedades, a excepción de su mujer. A causa de José, los bienes de Potifar prosperaron (v. 5). Además de lo anterior, José es descrito como un hombre de cuerpo atractivo, era guapo (v. 6). No sabemos cuáles eran los cánones de belleza para esa época, quizá muy diferente a lo que hoy se nos muestra en Hollywood o las revistas de moda. El asunto es que el tipo era más guapo que yo, ¡eso es seguro! (broma). Lo más interesante de esta verdadera novela pasional, es que José se negó a acceder a la petición de esta mujer. Piensa en esto por un momento: José era joven, guapo, era el mandamás en todas las tierras de Potifar, próspero, bueno para los negocios y 89

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además de eso, traía loca a una superwoman, que lo único que quería era tener sexo con él, o sea, era un hombre «exitoso» según los patrones mundanales (nótese las comillas). Pero lo mejor de todo es que era un triunfador. José logró conquistarse a sí mismo, dominar sus impulsos varoniles, doblegar los pensamientos inmorales, que seguramente cruzaban por su mente cuando veía a su patrona seduciéndolo, tocándolo, mostrándole su cuerpo. ¡Vamos señores, no seamos mojigatos! Hay que tener los pantalones bien puestos para rechazar una oferta tentadora como la que tuvo José. Nuestro guapo amigo tomó la mejor decisión: Huyó. A veces imaginamos a los personajes bíblicos con alas, aureolas en sus cabezas y flotando a treinta centímetros del suelo... nada más lejos de la realidad. ¿Acaso no crees que ver a esa mujer egipcia, desnuda o posando para él, no despertó ciertos instintos en José? ¿Crees que José no sentía su piel en llamas cuando la mujer del patrón le susurraba palabras indecentes al oído? ¿O es que nuestro José era eunuco? Claro que no, era tan hombre como tú o yo, con ojos para ver, manos para tocar y una mente que se dispara rápidamente ante imágenes que despiertan nuestro ego varonil. Muchachos, quien les escribe es hombre, con sentimientos, emociones y pensamientos. Y aunque no he tenido «una mujer de Potifar» acosándome —Dios me libre—, al igual que ustedes, debo luchar para mantenerme fiel en primer lugar a Dios, en segundo a mi esposa y en tercero a mis hijas. Una lucha que ocurre en mi mente y en mi cuerpo, una lucha que he logrado ganar en la medida que mi fe madura y que mi esposa y yo hemos avanzado en edad, pues una cosa es cierta, mi amada es más que suficiente 90

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para mí, pues la amo con locura y pasión; pero eso no quita que pueda flaquear, ¿o acaso no han leído a Pablo cuando dice, «el que esté firme mire que no caiga?». No obstante, la sociedad de hoy nos bombardea con imágenes, palabras y situaciones reales donde un roce, un toque de manos, un abrazo demasiado apretado, un escote, una sonrisa seductora, una falda ajustada puede ser el detonante para gatillar una tragedia en algunos varones que luchan con estas cosas. ¿Qué hacer? Luchar, pedir ayuda, vencer. En mi carrera pastoral he tenido buenos mentores quienes sin decir una palabra, me han enseñado cómo tratar con el sexo opuesto, cómo mostrarse caballero con las damas de la iglesia sin emitir señales equívocas, mentores que han marcado límites para sí mismos y para sus seguidoras. ¡Cuánto he aprendido con esos maestros!, les agradezco. Pero con tristeza he visto también que algunos colegas no soportaron y cayeron, a los tales no juzgo, sólo aprendo.

Oración Oh Dios, ven a nosotros y socórrenos de toda tentación, ayúdanos a ser fuertes y resistir porque somos débiles. Que podamos sentirnos orgullosos de haber triunfado, mirando a nuestras esposas a los ojos y que nuestros hijos vean que fuimos rmes. Amén.

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17. ¿Tentaciones de mujer? Sólo para ellas

Re exión realizada con la ayuda de cien mujeres, contactadas por medio de las redes sociales y que con agrado respondieron a algunas preguntas; como resultado escribo las siguientes líneas que «las describen».

Posiblemente uno de los más grandes mitos que rodean el concepto que tenemos los varones acerca de las mujeres es que ellas son más espirituales que nosotros, y que por tanto, son más santas, casi inmaculadas diría yo. ¿Será tanto así? Una cosa es cierta, innegable e incuestionable, las féminas son tan humanos como los hombres y, por tanto, con pasiones muy similares a las del sexo opuesto. Pasiones que de no dominarlas pueden convertirse en tentaciones, pecados ocultos que ellas saben guardar con maestría a diferencia de nosotros. Sí señores, las mujeres también tienen tentaciones y deben luchar con ellas si quieren salir victoriosas, de no hacerlo caerán a las profundidades del abismo tal como su madre Eva quien no supo decir «no» a la serpiente, no al pecado, no a la tentación, acarreando con ello muerte a la humanidad entera. Pero seamos justos, Eva no pecó sola, también lo hizo su marido quien aceptó gustoso la sugerencia de su amada. Reconozcámoslo, ¡ellas tienen un poder de influencia muy poderoso sobre nosotros! Y en muchos casos nos gusta, nos seduce, nos encanta. Atención mujeres, su influencia puede ser para bien o para mal.

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¿Qué es una tentación? Vamos mar adentro, ¿qué es una tentación? Según el Diccionario Básico de la Lengua Española: «Impulso o estímulo que induce a hacer algo que no se debería hacer». Nótese frase, «algo que no se debería hacer». Y por alguna razón que desconozco —pues no soy mujer—, a ellas les encanta lo prohibido, lo oculto, lo místico. ¿Será por su naturaleza curiosa? Es lo más probable. Sin embargo, hay conocimientos que convienen no saber, cosas que es mejor no tocar y situaciones en las que es prudente no inmiscuirse, así de simple. Pero, ¿porqué les cuesta tanto a nuestras amigas mujeres? Mejor preguntemos a ellas. Por cierto, una fiel lectora me dijo que «a las mujeres nos encanta saber más de la cuenta, los detalles, lo que es bueno pero también nos hace meter en problemas». ¡Qué interesante! En fin... ¿qué es lo que no deberíamos de hacer? Aquí van algunos ejemplos. 1. No sentirse amada «¡Oh, amada mía, eres hermosa! ¡Eres realmente muy hermosa!» (Cantares 1:15) Cuando la mujer piensa que no vale lo suficiente para ser amada, respetada o tomada en cuenta, entonces puede tender a llenar ese vacío con otras cosas, o bien, adoptará estereotipos con tal de llenar la necesidad de aprobación. Lo explico de esta manera, y desde mi óptica como varón: Es como aquella mujer bella e inteligente enamorada de un imbécil que no la quiere, no la valora, no la dignifica. ¿Saben qué me produce esto? Una mezcla de sentimientos, por una parte dolor, por otra coraje con ese tipo de mujeres. Pero no estoy aquí como juez, no podría, Dios me ha bendecido con tres mujeres maravillosas, mi esposa y dos hijas. No quisiera que ninguna de ellas experimentara la tentación

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de sentirse no amada. ¡Oh Dios ayúdame a amarlas y que ellas sientan mi amor! Amigas, ámense, dignifíquense, siéntanse amadas por Dios, y si su hombre no las ama, bueno, eso es otro tema que no describiré aquí. 2. Fijarse en modelos falsos... ¡estereotipos tipo Hollywood! «La gracia y la belleza son engañosas, pero la mujer que respeta al Señor es digna de alabanza» (Proverbios 31:30) Es tan común que mis amigas mujeres caigan en esta tentación que de seguro las que por misericordia me están leyendo asentirán con su cabeza: La sociedad de la moda, la prensa rosa y los programas de farándula han vendido una imagen de mujer por debajo de lo que realmente es una mujer. Ya saben, se nos ha hecho creer que la mujer debe tener ciertas medidas, algunas lindas curvas o con una imagen tal, que al verla los hombres caeremos deslumbrados... ¡pamplinas! Las mujeres reales son aquellas que se ven reales, la belleza verdadera no se mide por el aspecto físico —el cual no es menos importante, pero no lo es todo—. Algunas mujeres se dejan arrastrar por la tentación de parecerse a tal o cual «estrella», aquel pobre estereotipo de mujer hollywoodense. ¡A la basura esos modelos falsos! Acéptate tal y como eres y da gracias a Dios. Puedes mejorar tu cuerpo si quieres, pero no te obsesiones. 3. Concentrarse en la comida «Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería...» (Lucas 21:34) Este punto lo obtuve de una sicóloga y me pareció genial: «Ésta es otra tentación en la que caemos para llenar vacíos. Como nos hace falta algo pero no sabemos qué es, entonces probamos con salir a compartir una vida social y comer fuera, a veces gastando más de 94

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lo que nuestro presupuesto permite. ¡Pero sentimos que necesitamos comer esos deliciosos chocolates, golosinas, helados, pasteles y pan! Lo peor de todo esto no es comer sino el sentimiento que nos genera, porque después de haber comido nos empezamos a lastimar, diciéndonos cosas como: «¡Qué gorda!» o «¡Me siento culpable de haber comido tanto!». La culpa se convierte en un látigo que nos hace sufrir y nos hace vernos como no dignas de ser amadas y, por lo tanto, menos deseables. Si éste es tu caso recuerda que lo que haces diariamente determina en lo que te conviertes» (Claudia Cuyún). 4. Creer en el cuento del príncipe azul «Esposas, respeten a sus maridos como conviene en el Señor» (Colosenses 3:18). Según el escritor y profesor de literatura Severino Calleja, el personaje nace con este nombre en «una leyenda rumana del siglo XIX llamada El Príncipe Azul de la lágrima». El príncipe azul es un personaje tipo que se originó en varios cuentos de hadas. Es un príncipe que va al rescate de la dama en apuros, y típicamente debe emprender una búsqueda para liberarla de un malvado hechizo. Se ha llamado así a los héroes de varias historias del folclore tradicional, entre ellas Blancanieves, La bella durmiente y Cenicienta. Pero chicas, esto es un cuento, no existe en realidad. Seguramente sus maridos o enamorados tendrán algunas características de este personaje, pero uno exactamente igual al príncipe azul no hay. Sin embargo, algunas mujeres me han confesado que siguen esperando que sus parejas se comporten como este hidalgo caballero. ¿Saben qué produce una expectativa como esta? Frustración.

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5. Dar oído a palabras dulces de otros hombres «Así que voy a seducirla, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón» (Oseas 2:14). Una estimada me dijo: «Si a los hombres se los tienta por la vista a nosotras por el oído». ¿A qué te refieres? —le pregunté—. Me dijo que las palabras dulces, románticas y aduladoras pueden ser muy tentadoras cuando no acostumbran escucharlas de sus maridos. ¡Asombroso! pensé yo, que importante es que nosotros los maridos piropeemos más a nuestras esposas, porque «siempre habrá alguien dispuesto a hacerlo por nosotros». No obstante, las mujeres deben luchar contra esa tentación, la tentación de dejarse seducir por otros hombres que no sean su esposo. Estas son las seis necesidades básicas de una mujer: Cariño: Las mujeres responden al estímulo, al afecto, a eso que se llama «cariño». Las caricias, los mimos, los abrazos, los detalles, los besos y los detallitos son cruciales en las vidas de las féminas. ¿No me cree? Deberías ver la cara de mi mujer cuando me pongo agrio y no me acuerdo de ser más cariñoso. Y si no es ella quien me lo recuerda, es mi hija de 16 años quien me dice: «Papá, ¡qué frío eres!, debes ser más cariñoso con mamá». Oh Dios mío, ¿por qué me has bendecido con tantas mujeres? Y Dios me responde, «deberías ver a mi hijo Verlo Antonio, a Él sí que lo bendije» (broma para mi amigo que tiene cinco hijas, una nieta y una esposa). Conversación uida: Cuando un hombre llega a casa después de un día de trabajo su mujer le pregunta, «¿cómo te fue?». La respuesta inmediata y muy nuestra es, «bien». Y para nosotros eso es todo, pero no para las mujeres; repito, no para las mujeres. Ese

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«bien», las mata. Ellas quieren saber todos los detalles de tu día. ¿Saben qué? ¡Los detalles me matan! Pero bueno, debo ser más comprensible, a ellas les gusta conversar más. Sin embargo mujeres, ¿saben ustedes lo que ellos quieren cuando llegan del trabajo a casa? Sólo tres cosas: Comida, ver televisión y sexo. Cuando una mujer en una conferencia para matrimonios me preguntó, «¿en qué orden pastor?», los varones allí reunidos nos pusimos a reír. Honestidad y transparencia: No hay cosa que detesten más las mujeres que un hombre poco honesto. Por lo demás que ellas saben descubrir muy bien cuando uno está mintiendo. Muchas veces se hacen las locas, pero créanme, ellas saben cuándo has mentido. Ser honestos y transparentes es lo mejor. Así lo pide Dios, así les gusta a ellas. Sostén económico: Aunque hoy muchas mujeres son independientes, financieramente hablando, siempre agradecen cuando el hombre asume un rol de proveedor en el hogar, y mucho más cuando él no les presume que mantiene el hogar, económicamente hablando. Un esposo que las ame, pase tiempo con ella y los hijos: Este punto es para mis amigas mujeres casadas. Muchas me han dicho que pueden tolerar casi cualquier defecto de sus maridos, si éstos demuestran genuino amor por ellas, y si pasan tiempo de calidad con los niños. Y es que las mujeres han sido diseñadas para preservar nuestra especie, de ahí que «siempre elegirán machos que cuiden a la descendencia». ¡Wow! Qué interesantes son las mujeres.

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Liderazgo: En una relación perdurable debe existir liderazgo. Las mujeres gustan de un hombre que asume como líder alfa, como aquel que «sabe para dónde va». Mi bella mujer me dijo una vez: «Te seguiré a donde vayas, con tal de que sepas a dónde ir». Tal pensamiento no es exclusivo de mi esposa, son muchas las que agradecen, siguen y necesitan un liderazgo marcado en sus compañeros varones. Conclusión Mujeres, esta reflexión no la hice solo. Pregunté a muchas de ustedes «cuáles eran las principales tentaciones de una mujer», ¿recuerdan? Este es el resultado de vuestras gentiles respuestas. Espero no decepcionarlas.

Oración Doy gracias a Dios por ustedes las mujeres, sí, Amén.

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“¿Quién querrá a un estropajo humano como yo?”— se decía cada vez que se miraba al espejo—, mientras limpiaba su sangre que chorreaba piernas abajo.

Fe, Perseverancia y Acción

18. Doce años

Despertó empapada en sangre una vez más. Sus caderas, piernas y sábanas estaban estilando de ese líquido rojo oscuro y espeso que se mezclaba con un olor pestilente que emanaba de ella. Se levantó como siempre, desganada, descompuesta y asumiendo su enfermedad, que para esa altura, ya era una maldición, por lo menos así se lo habían hecho creer los religiosos de la época, ustedes ya los conocen, aquellos que se creen capaces de juzgar la vida de los demás, sin ver la porquería de sí mismos. —Eres una mujer maldita— le gritaban, mientras esas palabras calaban hondo en ella a tal punto, que ya no buscaba el rostro del Altísimo. —¿Cómo voy a orar y con qué fin si Dios ya me ha abandonado?— se decía así misma aquella mujer, al mismo tiempo que miraba en el espejo su rostro, que una vez fue bello, pero que ahora estaba arrugado por completo; sus ojos estaban caídos y sus pómulos sobresalían con un aspecto cadavérico. —No sólo soy una maldita, también soy criatura abominable— fueron sus palabras cuando intentó peinar su desordenado y escaso cabello, que dejó de hacerlo pues no 99

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encontraba sentido hacerlo. Muchas veces ni siquiera se atrevía a ver su reflejo pues se avergonzaba de sí misma. No obstante esa mañana fue diferente. Hace tiempo que rondaba por su cabeza un rumor que había escuchado quien sabe dónde, que un sanador había visitado la ciudad, un rabí diferente, es lo que había escuchado. ¿Un sanador?, ella conocía muy bien esta palabra, puesto que por años había recurrido a innumerables médicos, curanderos y charlatanes, con un solo objetivo: sanar de ese sangrado que no la dejaba vivir en paz. Algunos expertos han llegado a afirmar que esta enfermedad bien podría haber sido un cáncer de útero, pues le producía sangrado vaginal excesivo, antes, durante y después de su menstruación. Doce años eran en los que había gastado todo lo que tenía; doce años donde perdió su dinero gastándose física, emocional y espiritualmente. Pobre miserable, a quien su propia familia había abandonado. —¿Quién querría estar al lado de una inmunda, hedionda e infecciosa como yo?— decía ella, justificando el actuar de los suyos, al tiempo una lágrima rodaba por su mejilla. —Escrito está, nada puedo hacer para cambiar mi suerte— se dijo, los muchos años de vivir enferma confirmaban sus equívocas conclusiones. Los doce años de enfermedad habían logrado su objetivo. Ella estaba escuchando voces incorrectas y con ello, estaba siendo adoctrinada por los maestros equivocados; había sido idiotizada al extremo de pensar que ella misma era una buena para nada. —¿Quién querrá a un estropajo humano como yo?— se decía cada vez que se miraba al espejo, mientras limpiaba su sangre que chorreaba piernas abajo. Esto era un rito que practicaba día a día, un rito que la había doblegado y que la obligaba a ver su sangre, tocar y oler la pudrición de su cuerpo, olor que no podía controlar. 100

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Pero su cabeza estaba dando vueltas ese día. Su corazón palpitaba rápidamente. Parecía que sus sienes iban a reventar. —¡Este día será diferente!— dijo esa mañana al levantarse. Aunque triste todavía, temblaba de agotamiento y manchada en su propia inmundicia, sabía que ese día sería diferente. No sólo era un rumor vago, sino que cada vez escuchaba más y más información de este médico de médicos, quien atendía gratuitamente y que ya había sanado ciegos, cojos y leprosos. Muchos le decían a la mujer que era un médico diferente, al tiempo que alguien le gritaba desde el callejón de la vuelta «sí, tal hombre es un sanador milagroso». Todo esto la tenía muy expectante. La mujer por fin estaba oyendo las voces correctas. La mujer llegó a la calle con dolor y temor. Como de costumbre, la gente la criticaba. Hombres, mujeres y niños la señalaban y la apuntaban con el dedo diciendo: —¡Inmunda, inmunda, inmunda!— gritaba la multitud, pero ella seguía avanzando. Sabía que el rabí pasaría por esa calle; lo podía oír, lo podía sentir. Una voz interna le decía que estaba en lo correcto. Haría hasta lo imposible por ser sanada. —Aunque me golpeen, me empujen, me maldigan, qué más da, no tengo nada que perder— se decía para darse ánimo, mientras sentía la sangre salir de su cuerpo y el olor la delataba. Sin embargo, ella seguía esperando, mirando y buscando con sus ojos tristes la oportunidad de su salvación. La oportunidad llegó cuando vio a la multitud que se amontonaba alrededor de un sujeto menos atractivo de lo que ella imaginaba. Más bien, parecía un tipo sencillo que no tenía aspecto de médico, sin embargo, no le importó a la mujer, pues estaba segura que él podía ayudarla. —Ni siquiera necesito una cita con él… si tan sólo logro tocar por lo menos el borde de su manto seré sana, ¡sí!, tan sólo 101

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tocarlo será suficiente—. Benditos pensamientos que agolpaba a su mente, pensamientos correctos que se habían gestado días atrás, cuando decidió escuchar la información correcta. Quizá por eso el apóstol dijo: «la fe viene por el oír, el oír la palabra de Dios». Fue entonces que se abalanzó en medio de la multitud. Fue difícil, pues la gente no le daba paso y la empujaban. La botaron al piso de una fuerte cachetada mientras alguien le gritaba ¡muérete! Sin embargo, a pesar de los atropellos, comenzó a gatear sin hacer caso a las voces externas. Se abría paso y no permitiría que le robaran la oportunidad de ser sanada. Bien sabía que no habría otra alternativa, pues ese día, era el día de su sanidad. De repente, su mano ensangrentada por las pisoteadas, la extendió temblorosa para tocar tímidamente el manto de ese profeta que avanzaba. De pronto, como si despertar de una pesadilla se tratase, doce años de miseria, frustración y vergüenza, acabaron en apenas diez segundos. En un abrir y cerrar de ojos. La sangre dejó de salir, el olor ya no estaba. Su cuerpo recuperó fuerzas. —¡Estoy sana, estoy sana!— dijo para sus adentros, casi incrédula y asustada por lo acontecido. Entonces el mundo se apagó para ella. Ya no había voces, ni escupitajos, ni blasfemias, sólo escuchó la voz de ese hombre parado frente a sí. Palabras que jamás podría olvidar: ¿Quién me tocó? El resto de la historia ya la sabemos. Mis amigos, la mente es un organismo fantástico, ésta puede ser una herramienta poderosa que nos ayuda a conseguir nuestros sueños más elevados, pero también, puede convertirse en una

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enemiga mortal de nosotros mismos. De ahí, que es importante adoctrinar correctamente los pensamientos que entran y circulan por nuestra cabeza. ¿Será por eso que el sabio Salomón nos invita a cuidar lo que pensamos? (Proverbios 4.23). Una cosa es cierta: «la mujer enferma, había acondicionado su mente a la de una persona sin esperanza ni razones por las cuáles vivir». Una criatura triste y solitaria está confinada a la desgracia. Los doce años de decepciones, gastos extremos y fracasos reiterativos, le habían hecho pensar que era voluntad de Dios vivir así.

Oración Ayúdanos oh Dios a sanar no sólo mi cuerpo, sino más importante aún, nuestros pensamientos; para que así nuestra vida entera cambie. Amén.

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19. Esa pequeña nubecita

«Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre» 1 Reyes 18:44

En esta ocasión abriré mi corazón. No pretendo hablar acerca de Elías, sino del siervo del profeta; este personaje del cual no se dice mucho pero que acompañó a Elías en su ministerio. Algunos han llegado a sostener que se trata de Eliseo, pero esto se contradice con el pasaje de 1 Reyes 19:19 donde al parecer Elías y Eliseo se conocieron por primera vez. Este siervo, mayordomo o esclavo, llama mucho mi atención y es que me representa en algunos aspectos de mi vida. Lo reafirmo, me identifico con este ser invisible. En la fantástica historia narrada en 1 Reyes 18:41-45 se nos muestra a Elías como el gran héroe, el hombre de la oración fervorosa, el profeta de la visión amplia. ¿Qué hay del siervo? ¿No merece acaso alguna mención? A menudo, como en el relato, ignoramos a los pequeños, a las cosas chicas, es decir, lo que no es impresionante, sin embargo, en las Sagradas Escrituras vemos a Dios glorificándose a través de los pequeños, de los insignificantes, de aquellos que la sociedad desprecia por ser «invisibles». Tal es el caso de un Moisés, despreciado por los coterráneos hebreos y peor aún, por los egipcios, a pesar de ello, Dios utilizó a este tartamudo para hacer 104

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que Su voz se escuchara en el mundo entero. Veamos el caso de Naamán el sirio, en 2 Reyes 5.:-4 donde una joven que servía como criada de la mujer del gran general, le contó acerca de un profeta de Israel que sanaba y que podría ayudar a su patrón con la lepra que éste padecía. Más tarde, en ese mismo relato, vemos a unos trabajadores del propio Naamán convenciéndolo a seguir las indicaciones de Eliseo para recibir sanidad (2 Reyes 5.13-14). Notemos el caso de Isaías y los Cantos del Siervo Sufriente (Isaías 42:1-4, 49:1-6, 50:4-9, 52:13 y 53:12) donde se manifiesta que la voluntad de Dios es salvar a su pueblo por medio de un simple esclavo. Pero ¿qué vemos en estos ejemplos y en otros más que aparecen en la Biblia? Esto es lo que los teólogos han llamado «la Teología de lo Pequeño» (Tito Apéstegui, Semisud, 1998). Por ello, quiero concentrarme en este pequeño siervo, este hombre que fue testigo presencial del milagro de la lluvia, quien subió siete veces al Carmelo hasta que por fin dijo: «yo veo una pequeña nube». Nótese que no vio la lluvia, pero al menos la nube traía el agua. Respecto a esto, el comentarista Matew Henry nos dice: Una nubecita apareció por fin; pronto se desparramó por los cielos y regó la tierra. Las grandes bendiciones suelen surgir de comienzos pequeños, las lluvias abundantes de una nube como la palma de la mano. Que nunca despreciemos el día de las cosas pequeñas, antes bien, esperemos con la esperanza que de ellas salgan grandes cosas. ¡Que de comienzos pequeños han surgido grandes cosas! Así es en todos los bondadosos procedimientos de Dios con el alma. Escasamente se notan las primeras obras de su Espíritu en el corazón, pero crecen y dejan maravillados a los hombres, y logran el aplauso de los ángeles (2013).

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Recuerdo muy bien cuando asistí a una conferencia de la red R.E.Y.E.S. en Santiago de Chile, en esa ocasión fui asistente y no como orador. El expositor era mi amigo Verlo Araya, reconocido empresario de la fruta y un hombre de bondadoso corazón. En cierta parte de su charla —muy emotiva por cierto—, dijo: «Recuerda amigo y nunca lo olvides, dedico este versículo para ti, tómalo... 'aunque tu principio fue pequeño, tu futuro será enorme'», citando el conocido versículo de Job 8:7. Si bien, estábamos varios escuchando a este simpático personaje, sentí que ese versículo en efecto era para mí. Fue tal el nivel de energía que había en la voz del orador y el ambiente espiritual que era tan sublime, que pude sentir como a Dios mismo hablando a mi vida. Sí, la Teología de lo Pequeño se manifestó en mí aquel día. El principio de las grandes cosas, ideas, proyectos y metas, siempre es pequeño… nunca lo olvides. Así nos lo deja ver el caso del siervo de Elías. Por un momento me pregunto, ¿qué estaría pensando el siervo mientras subía una y otra vez a la cumbre del Carmelo? Su señor se había quedado abajo, orando con la cabeza entre las rodillas mientras el siervo había recibido la orden de subir y mirar con dirección al Mediterráneo. Así lo hizo el siervo, sin protestar ni cuestionar, al menos la Biblia no menciona esto. El siervo se limitó a obedecer, sin embargo, esta acción no ha de ser considerada poca cosa, pues él hizo lo que muchos de nosotros no hacemos… obedecer en silencio. Me encantaría tener la fe de Elías, pero soy sincero conmigo, aún no llego a esa etapa, aunque tengo ganas de ello. Por esta razón me conecto con el siervo del profeta, quizá porque está más a mi nivel, un nivel “más humano”. Por otro lado dice el relato, que el siervo subió siete veces al Carmelo. Quiero creer que estoy en proceso, que Dios está trabajando conmigo, y si bien no logro ver la tormenta que Elías vio, al menos veo una nubecita en mi 106

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horizonte. Doy gracias porque puedo ver siquiera algo. Sigo subiendo, sigo escalando, sigo caminando y mientras más subo, más fe tengo. El siervo del profeta no vio nada las primeras seis veces que subió al Carmelo, pero la séptima vez, la séptima subida, vio el milagro. Cuantas veces he mirado pero sin ver… ¡ayúdame Señor! Por eso me siento feliz con la nube pequeña que he logrado ver en mi vida. En ocasiones me invaden los sentimientos de culpa por no ver la tormenta al estilo de Elías y otros héroes de la fe, pero de inmediato el Espíritu me susurra al oído y me dice: «no seas injusto contigo mismo, con esa nubecita está bien… por ahora». Entonces sigo mi camino, sin desmayar, porque aunque no veo la lluvia, sé que viene, que está allí, asomándose en el horizonte. Sigamos subiendo el Carmelo, ¡qué importa si no ves nada aún!, pronto verás esa nube pequeña, esa puerta abierta, esa respuesta, esa palabra que tanto necesitas.

Oración Señor, aunque no tengo la fe de Elías, tengo la obediencia del siervo de Elías. Ayúdame a seguir subiendo la cumbre del Carmelo —sin protestar, criticar o dudar—, hasta ver esa pequeña nubecita como la palma de la mano de un hombre. ¡Muéstrame esa nube oh Dios! Amén.

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20. ¡Jesucristo es la respuesta!

¡Jesucristo es la respuesta! —a rma la Iglesia-, Perdón, pero… ¿cuál es la pregunta? —responde la sociedad.

Hace algún tiempo atrás escuché una historia, no recuerdo dónde ni tampoco si es real o ficticia, a pesar de ello permíteme contártela «Un transeúnte caminaba por las calles de la ciudad, cuando de pronto se encuentra frente a un templo —¿católico, evangélico, adventista o mormón? da lo mismo—, que de cuya pared exterior colgaba un cartel que rezaba la leyenda: 'Jesucristo es la respuesta'. Movido por la curiosidad y también por algo de picardía, nuestro personaje ingresó al edificio y preguntó a unos feligreses que allí estaban: —Perdón, pero cuál es la pregunta— dijo el transeúnte. Los santos que se encontraban en el templo, simplemente no supieron qué responder». Pensarías que ahí termina nuestra historia, pero qué hacemos con ella. Hay dos opciones. La primera, y más simple, dejemos esta historia tal y como está. La segunda, pero más complicada, hagamos el intento de interpretarla, diseccionándola en varias partes. ¿Será esto posible, sabiendo que la hermenéutica es una ciencia tan inexacta? Aunque esto sea así intentémoslo, aunque claro, con los prejuicios que esto conlleva. Sin embargo, 108

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debo advertir que los siguientes párrafos son conclusiones personales. Tú puede obtener las propias. Primero: Los personajes El transeúnte: Este sujeto representa al peregrino por excelencia, nosotros. Aquella criatura que deambula de un lugar a otro en busca del sentido de la vida, haciendo preguntas y buscando respuestas. Martin Bubber, teólogo y filósofo dice respecto a esto: «Somos seres en búsqueda». El templo: ¿A quién podría representar sino a la Iglesia institucionalizada?, que por cierto, poco o nada tiene que ver con la Iglesia que Cristo tenía en mente hace dos mil años atrás. Triste realidad con la que debemos lidiar. Los feligreses en el templo: Simples mortales que intentan acercarse a Dios por medio de la religión institucionalizada, o bien, personas con un verdadero anhelo de encontrase con el Dador de significado. Segundo: El cartel El cartel que cuelga desde uno de los muros del templo, es la médula espinal de esta historia. En realidad, lo central en este relato, es el mensaje contenido en dicho cartel. «Jesucristo es la respuesta». Sin lugar a dudas, los cristianos estarán de acuerdo con esta declaración, pues a menudo creen que los problemas se solucionan sólo con nombrar este fantástico nombre, como si fuera una especie de conjuro mágico. ¡No se puede estar más lejos de la verdad! Sin embargo, quiero ser claro en este punto, Jesucristo sí es la respuesta, pero muchas veces nosotros, los mensajeros, no sabemos dónde ni cómo ofrecerla, ¿por qué? Respondámoslo a continuación. 109

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Tercero: La pregunta del transeúnte Me resulta difícil creer que este personaje se haya tomado el tiempo de entrar en el templo y preguntar a los que allí estaban. A pesar de ello, debo admitir que esto hace interesante esta historia. ¡Dios bendiga a los curiosos, los críticos y a todos aquellos que tienen las agallas de confrontar nuestras verdades y estilos de liderazgos! Y si lo hacen en un tono adecuado, asertivamente, ¡cuánto mejor! Pero veamos, el transeúnte movido por su curiosidad, picardía, rabia o necedad, le pregunta a los feligreses: «—Perdón, pero cuál es la pregunta». Esto es simplemente maravilloso. Nuestro amigo, no objetó en ningún momento la capacidad de Cristo como alivio a los males de este mundo, tan sólo quería saber cuáles eran esos males, problemas, dramas, circunstancias y tormentos a los cuales sus seguidores dicen, puede solucionar. Finalmente, la interpretación de la historia Permíteme unas pocas líneas aquí, no deseo robar el gusto de aquellos que quieran a ayudarme a magnificar la interpretación final, ésta es la mía: «Muchas veces la Iglesia, las iglesias, los líderes, los organismos eclesiales y todo lo que huele a cristianismo —distíngase de Cristo—, suelen ofrecer soluciones envasadas, listas para servir, sin antes conocer cabalmente el problema en sí. ¿Cuál es el resultado? No hay que ser teólogo para responder: una desconexión total entre el problema y la solución, entre la Iglesia y la sociedad, entre el cristianismo y su entorno. ¿Jesucristo es la respuesta? Sí, lo creo y lo afirmo, pero, ¿hemos logrado conectarlo con la problemática real?».

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21. No te olvides de mí

El miedo, la desesperanza y la desolación rondaron en el corazón de José como un fantasma que buscaba atormentarlo...

¿Te has sentido olvidado de alguien a quien hiciste un favor o con quien has sido bueno? ¿Le has pedido a un amigo, compañero o familiar, que recomiende tus servicios, tu trabajo, tu producto, tu idea, pero nada pasa? ¿Te hiciste expectativas de que la fortuna te volvería a sonreír porque una persona prometió ayudarte pero nunca lo hizo? Si te sientes identificado —al igual que yo—, déjame decirte que esto mismo le ocurrió a un personaje bíblico, uno que fue recto en su manera de vivir pero que igual fue a dar a la cárcel por un crimen que no cometió. En prisión conoció a un alto funcionario del gobierno a quien interpretó un sueño que se cumplió a cabalidad. Este funcionario a quien las Escrituras lo identifican como "el jefe de los coperos del faraón", salió en libertad, pero antes de su partida el joven José le dijo suplicante: «Yo le ruego que no se olvide de mí. Por favor, cuando haya salido de aquí, háblele usted al faraón para que me saque de esta cárcel» (Génesis 40:14). ¿Cómo culmina esta historia?: Alternativa A: El copero una vez instalado en el palacio intercedió a favor de José para que lo sacaran de la cárcel. Lo hizo 111

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porque recordó la fidelidad de José, su buen trabajo y su don especial para interpretar sueños. Alternativa B: El copero no intercedió por él, en vez de eso oró todos los días por la vida de José, ya saben, la típica frase evangélica, «estaremos orando por usted», ¡anda a saber si de verdad oran por ti! Bueno, debo ser justo en esto, hay personas que en verdad oran por uno cuando lo dicen, pero son pocas (doy fe que hay personas que oran por mí y lo agradezco). Alternativa C: El copero echó al olvido a José, no se acordó más de él. Se dio la gran vida mientras el otro se pudría en el calabozo como un maldito de la sociedad. Bueno, no hace falta ser exégeta para saber la respuesta, pero si tenemos dudas quizá debamos leer el versículo 23 de Génesis 40 que dice: «Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo». ¿Te ha sucedido esto? ¿Has sentido el olvido, el abandono y la marginación de aquellos a quienes has ayudado o a quienes serviste o sirves aún? Ahora ya sabes lo que sintió José. ¿Qué sentimientos se produjeron en la mente de este hombre? ¿Cuáles fueron los pensamientos que cruzaron por su mente? ¿Se habrá sentido decepcionado de todo y de todos? Es posible, por qué no. Nos encanta idealizar a los personajes bíblicos y elevarlos a alturas que a nosotros, como simples mortales, nos sería imposible llegar. Me atrevo a afirmar que el miedo, la desesperanza y la desolación rondaron el corazón de José como un fantasma que buscaba atormentarlo, ¡Oh Dios, yo mismo he sentido esos sentimientos! Y sin embargo, Dios no olvida, el hombre sí. 112

Gabriel Gil A.

La Biblia dice que «dos años más tarde, el faraón tuvo un sueño... Entonces el jefe de los coperos le dijo a faraón: Ahora me doy cuenta del grave error que he cometido» (41:1 y 9). El error al que se refiere el jefe de los coperos, es que dejó en la cárcel —sin hacer nada por él—, a su compañero de celda. A pesar de que José le había encargado que no se olvidará de él, una equivocación le costó dos años de vida del pobre José. Claro, nosotros nos apresuramos a interpretar, que esos años Dios estuvo con él y por tanto, fue para beneficio del mismo José («a los que aman a Dios todas las cosas ayudan a bien»), ¡por qué debemos pasar por adversidades lacerantes cuando hay gente que tiene el poder para ayudarnos! Es inconcebible. Quizá estoy empatizando con José, quizá hablo por mí mismo, o tal vez, estoy interpretando el dolor de más de algún alma que me está leyendo hoy. Pero debemos aprender que si tenemos la oportunidad y la capacidad de ayudar a otros, sobre todo a quienes nos han ayudado a nosotros, hagámoslo sin demora. No sigamos reteniendo la bendición. El olvido es parte de la naturaleza humana, es algo que va intrínsecamente en nuestro ser. Si el mismo Cristo fue olvidado por los suyos allá en la Cruz del Calvario, ¿dónde quedaron los minusválidos sanados? ¿Los leprosos limpios? ¿Los ciegos que ahora pueden ver? Apenas un puñado de valientes mujeres se mantuvieron fieles a Jesús hasta el final, pero todos aquellos que recibieron beneficios por parte del Maestro se olvidaron de Él. ¿Será por eso que el crucificado exclamó con tanto dolor... ¡eloi eloi lama sabactani!? Él también experimentó el dolor del rechazo, del abandono, de la marginación, la decepción y las ilusiones rotas. Y si Cristo fue olvidado, cuánto más nosotros. No obstante hay que ser justos, hay un Dios que estuvo con José allá en el pozo profundo y con el Nazareno en ese vil madero, es el Dios que dijo «nunca te dejaré, jamás te abandonaré» 113

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(Hebreos 13:5), y que a diferencia del copero real, cumple sus palabras en el tiempo perfecto, en el kayros divino.

Oración Oh Señor, ayúdame a lidiar con la decepción, con los sentimientos de abandono, con la tristeza de ver cómo las promesas hechas por el hombre no se cumplen; pero dame con anza y alegría de saber que a veces tardas, pero no olvidas. Amén.

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22. El desierto no podrá conmigo

Yo soy Agar e Ismael también, he vivido la experiencia del desierto, quizá la vivo todavía. Ha habido preguntas en mí, dolor, queja y amargura, pero he sido levantado por el Padre amoroso.

El sol quemaba la piel de cualquiera que osara desafiarlo, el polvo de la tierra estaba tan caliente cual olla hirviendo en una fogata, hasta los pocos animales escapaban buscando refugio de los letales rayos; era el desierto de Beerseba que recibía con sus brazos cadavéricos a Agar, la pobre mujer cuyo único pecado fue entregarse al patriarca y parir un hijo para él. Mientras erraba por el desierto de un lugar a otro se preguntaba: ¿Dónde estás oh Dios? Seguía caminando con sus pies hinchados y mirando a su hijo para ver si continuaba con vida mientras se decía: »el desierto no podrá conmigo«. Sara fue astuta, claro que sí. Sabía muy bien que no podía expulsar al hijo primogénito de su esposo, las leyes de Nuzi lo impedían y Abraham las obedecía. »¿Qué hacer? –se dijo ella–, "¿cómo hago para que esa esclava desaparezca de mi vista?". Un día Ismael se burló de su hijo y Agar la miraba con desprecio –o al menos eso percibía ella–, y en cuestión de percepciones todo puede suceder». «Esta es la razón que necesito«, dijo para sí. Sin embargo, su motivación primera no era proteger al niño Isaac de las burlas del adolescente Ismael, sino asegurar la herencia completa a su hijo, pues según un código legal antiguo, el 115

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mayor de los hijos se llevaba casi todo e Ismael era primogénito por nacimiento, por lo que ella ¡no permitiría tal cosa! «¿En qué estaba pensando cuando entregué a esta cualquiera en los brazos de mi esposo?», se reprochaba constantemente cuando la veía joven, al menos muchos años menos que ella. Y como si de un arquitecto dibujando los planos para una construcción se tratase, la tal Sara ideó un plan maquiavélico para deshacerse de la amenaza. Tenía que buscar el momento preciso para hacerle ver a su marido la peligrosa situación que corría Isaac —¿o quizá ella?—. Así que sin tapujos ni remordimientos le dijo: «¡Echa de aquí a esa esclava y su hijo! El hijo de esa jamás tendrá parte con la herencia de mi hijo»; y él, muy sometido así lo hizo... expulsó a Agar y al joven de 14 años, Ismael, su hijo... ¡su propio hijo! Las leyes de Nuzi decían que sólo el esposo podía dar carta de divorcio a la primera o segunda esposa, y al expulsarla del hogar los hijos de la expulsada quedaban sin herencia, «sin pan ni pedazo». De nada le sirvió al anciano patriarca angustiarse por su hijo, a fin de cuentas, igual los expulsó sin miramientos; seguramente lloró cuando les comunicó la noticia, pero fueron «lágrimas de cocodrilo». Me pregunto entonces, ¿qué sentimientos y resentimientos se produjeron en la vida de Ismael al ver a su padre actuar así? Pero Dios tenía un plan oculto, mejor que el de Sara por cierto: se haría cargo de la tamaña irresponsabilidad de Abraham, como suele hacerlo con las estupideces de los humanos. «Oh Dios, perdóname por las tonteras que a veces cometo y ayúdame a asumir la responsabilidad de mis actos». Partió pues Agar y su hijo, expulsada como una maldita al destierro, condenada a muerte pues el desierto no perdona, y a muerte digo por el inclemente clima que le aguardaba como por la raquítica provisión que Abraham le había preparado, apenas un pan y un poco de agua puso en su hombro. ¡¿En qué rayos pensabas anciano senil?! ¿Crees que con esa mísera porción 116

Gabriel Gil A.

sobrevivirían madre e hijo? Los entregaste a los chacales y tú bien los sabes. Y con eso en mano, inició la caminata del suicidio, arrastrando emociones, sensaciones y desilusiones; su marido la había desechado como si de un objeto cualquiera se tratara, pero ella se decía, «el desierto no podrá conmigo», mientras una lágrima rodaba por su mejilla. ¿Cuantos días vagaron por los valles de Beerseba? No lo sé con exactitud, pero lo suficiente como para acabar la provisión que llevaban y luego dejarse morir. ¿Días o semanas?, da lo mismo, las jornadas en el desierto son todas iguales, ¡terriblemente espantosas!, y ella vagó con su hijo como fantasmas en busca de consuelo. Agar, espantada con la sola idea de ver a su hijo sufrir las secuelas de la inanición y el calor sofocante del desierto —ingredientes para un deceso seguro— lo dejó debajo de un arbusto para luego retirarse a una distancia prudente y verlo morir... y es que, ¿qué madre tiene la fortaleza suficiente para ver a su hijo partir del mundo de los vivos? Entonces Ismael comenzó a llorar, apenas derramaba lágrimas porque estaba deshidratado, pero aun así él gemía. El adolescente lloraba y parecía un animalito herido, y su madre lo oía desde lejos, se tapaba los oídos para superar el tormento y se daba de cabezazos contra el suelo como intentando perder la razón porque la angustia era mucha, pero los alaridos del niño llegaban hasta su corazón y nada podía hacer para ayudarlo. Y el niño–adolescente seguía llorando, gimiendo, gritando de dolor..., la muerte venía por él y lo estaba atormentando. Y mientras descendía al Seol, Ismael se preguntaba: «¿Dónde estás papá? ¿Qué hice mal para que te enojaras conmigo? ¿Tan malo soy que no me quieres?». Y su mente saltaba de escena en escena, su vida pasaba frente a sus ojos en fracción de minutos. De ser príncipe ahora era un mendigo moribundo. 117

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Aquí hago un respiro, confieso que me identifico con ambos, sí mis amigos lectores, yo soy Agar e Ismael también, he vivido la experiencia del desierto, quizá la vivo todavía. Ha habido preguntas en mí, dolor, queja y amargura, pero he sido levantado por el Padre amoroso. ¿Soy el único que he transitado por el desierto o habrá alguien más que se identifica con estos personajes? De pronto, y de la nada misma, un ángel de Dios le dijo a la mujer: «¿qué te pasa Agar?». Ella pensó que se estaba volviendo loca, que estaba delirando producto del hambre, la sed y el calor, y antes de responder el ángel le dijo: «No temas, Dios ha escuchado los sollozos del niño...». Y como si fuese algo mágico, Agar pudo ver a la distancia algo parecido a un pozo de agua. ¿Estaré soñando? —se dijo restregándose los ojos para ver mejor—, es que había pasado por ese lugar ya tres veces, pero recién ahora veía su salvación, ¡era agua en un pozo de nómadas! (Las leyendas judías decían que Jehová lo había creado el viernes de la Creación Cósmica para este preciso momento, anda a saber si es verdad, es lo que investigué para hacer esta narración). Madre e hijo sedientos como nunca antes en su vida se abalanzaron al pozo, temblando de piernas y brazos apenas pudieron sacar el líquido vital que entró por sus gargantas apagando el fuego que allí estaba. Una vez aplacaron su sed la madre exclamó: «hoy he comprobado las misericordias de Dios para mi vida y la de mi hijo», y lo acarició con sus quemadas manos mientras el niño–adolescente se recostaba en su pecho encontrando el alivio que tanto necesitaba, las penas del alma y el cuerpo parecían desaparecer con lentitud allí en el desierto de Beerseba. Su padre lo había rechazado, pero el Padre Celestial cuidaba de él y haría

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del niño una nación tan grande como la de su hermano menor. Su madrastra había urgido un plan diabólico, pero Dios utilizaría ese plan en su favor; y su querida madre había sido humillada, no obstante que Dios es padre de huérfanos y esposo de viudas. Narración basada en Génesis 21:8-21

Oración Señor, en tus manos encomiendo mi vida y la de mi familia. Ayúdame cuando camine por el desierto, no me dejes en el día de mi angustia. Escucha mi gemir, mi llanto, mi pena. Cuando me sienta abandonado por mis seres queridos y traicionado por mis amigos, ayúdame a encontrar el agua de tu Espíritu, esa agua bendita que refresca el alma, compone los pensamientos y da fuerzas al cuerpo. Sí Señor, abre mis ojos para ver ese pozo –esa oportunidad, posibilidad, idea, recurso, ayuda, conexión, asociación–, que la angustia no me deja ver. Aplaca los sentimientos encontrados porque el desierto ha sido duro, la vida implacable, el destino déspota, pero en ti estoy seguro cual niño en el seno de su madre; contigo acompañándome en mi peregrinar puedo decir, «el desierto no podrá conmigo». Amén.

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23. Eso que los triunfadores llaman disciplina

«Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida exitosa —justa y recta—, para los que han sido entrenados para ella» Hebreos 12:11.

Pregúntale a cualquier persona que haya tenido éxito en una o varias áreas de su vida —deportes, profesión, matrimonio, vida espiritual, proyectos, otros—, cuál ha sido el secreto para obtener sus logros, seguramente te dirán... disciplina. Quizá utilicen otras palabras para definirla, pero en esencia la característica que separa a los ganadores de los perdedores es la disciplina. Pregúntales también si el camino al éxito ha sido fácil, todos te dirán «no». Lágrimas, decepciones, desaliento, cansancio físico y mental son por lo general las pruebas que surgen de una vida disciplinada, pero el resultado final opaca todo eso. Esas personas te dirán, «valió la pena». 1. ¿Qué es la disciplina? Se conoce como disciplina a la capacidad que puede ser desarrollada por cualquier ser humano y que implica, para toda circunstancia u ocasión, la puesta en práctica de una actuación ordenada y perseverante, con el objetivo de obtener un bien o fin determinado. Es decir, para conseguir un objetivo en la vida, cualquiera que nos propongamos, por más perseverancia o fortaleza que se tenga y que claro ayudará a lograrlo, resulta indis120

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pensable tener o disponer de un orden personal que nos organice para alcanzarlo de un modo más concreto, prolijo y sin fisuras. (Fuente:http://www.de nicionabc.com/)

2. Biblia y disciplina En la Biblia encontramos al menos cuatro tipos de disciplina: la disciplina del Señor, la disciplina de la iglesia, la disciplina personal y la disciplina en la familia. Las Sagradas Escrituras nos dan suficientes instrucciones sobre todas ellas, pero voy a focalizarme en la disciplina personal. Mira lo que dicen estos versículos al respecto, ¿qué te dicen a ti? «Cada uno mire cómo sobreedifica» (1ª Corintios 3:10b). «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse» (2ª Timoteo 2:15a). «Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues si anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a mí» (1ª Corintios 9:27). «Daniel propuso en su corazón no contaminarse» (Daniel 1:8). Cuando leo estos versículos pienso, «Gabriel, si quieres conseguir aquello que tanto anhelas, debes esforzarte un poco más... ¡caminar la segunda milla!». Y bueno, la caminata nunca es algo fácil, requiere dedicación, compromiso, tenacidad, ya saben: «disciplina». 3. Let's go! Una cosa es muy cierta, muchas veces no conseguimos, no alcanzamos y no avanzamos no porque Dios así lo determinó, sencillamente porque no fuimos lo suficientemente discipli121

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nados. Y es que hace falta constancia para levantarse temprano para hacer los ejercicios físicos que modelarán tu cuerpo, perseverancia para estudiar en la universidad y a la par trabajar para pagar tus estudios, insistencia para pedirle a Dios todos los días te ayude con tus problemas. Sí señores, la disciplina no es algo que ocurre de la noche a la mañana, se construye a diario. Las personas disciplinadas son conscientes de que con esfuerzo se consiguen las cosas: ¿Tu universidad queda lejos de casa y debes viajar a diario? Aprovecha de dormir en el bus y así reparar fuerzas, aprovecha de estudiar, poner las ideas en orden, orar. Nadie te dijo que sería fácil... ¡Vamos! ¿Trabajas como empaquetador de supermercado para pagar tus estudios y te pagan una miseria? No te compadezcas, sacúdete la cabeza y mira hacia el futuro, tu título se ve hermoso colgado en la pared de tu oficina... ¡Vamos! ¿Estás levantando tu propia empresa y las cosas no resultan como esperabas? Bienvenido al club de los emprendedores, no te rindas tan rápido, sigue sembrando... ¡Vamos! ¿Estás harta de tu cuerpo? Cuidado, primero agradece a Dios que tienes un cuerpo funcional, luego ponte a trabajar en una rutina de ejercicios de manera constante para lograr el cambio deseado, anda, no seas floja... ¡Vamos! ¿Te deprimes porque tu relación con Dios no es la mejor pero haces poco por mejorarla? No seas testarudo, ponte de rodillas todos los días, no tiene que ser una hora, pero comienza con algunos minutos a diario, luego verás cómo esos pocos minutos se transforman en un devocional potente... ¡Vamos! 122

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4. La vida es una carrera San Pablo estaba familiarizado con los deportes olímpicos de los griegos. Bien sabía que los atletas de verdad —no aquellos que corren sólo cuando arrancan de los terremotos—, se preparan a conciencia, se abstienen de cosas que los dañan y fijan un objetivo, la meta. De ahí que compara la vida de los cristianos con una carrera olímpica: “²⁴ Ustedes saben que, en una carrera, no todos ganan el premio, sino uno solo. Pues nuestra vida como seguidores de Cristo es como una carrera, así que vivamos bien para llevarnos el premio. ²⁵ Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo lo que pueda perjudicarlos. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para siempre. ²⁶ Yo me esfuerzo por recibirlo. Así que no lucho sin un propósito. ²⁷ Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues si anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a mí". 1ª Corintios 9:24-27 ¿Qué tan disciplinado eres? ¡Vamos que se puede!

Oración ¡Quiero, quiero, quiero!, dicen las personas, pero muy pocas disciplinan su vida para conseguir aquello que quieren. Ayúdame Dios para que esto no sea así conmigo, que lo que realmente quiero sea algo que me cueste, que me lleve al límite de mis fuerzas, porque sólo así habré aprendido el camino de la disciplina. Amén.

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24. Aunque la higuera no orezca

De pronto estaba de rodillas, mi rostro en tierra en señal de humillación, las lágrimas no cesaban y mi pecho comenzó a calentarse, era mi espíritu quien quería hablar y lo hizo con estas palabras...

Me levanté antes del amanecer, pues la noche anterior no había podido dormir, ¿cómo podría si los gritos de las mujeres violadas se escuchaban a la distancia? ¿Cómo podría si los llantos de las madres por sus hijos asesinados te hacían poner «la piel de gallina»? ¿Cómo podría dormir, si sabes que en cualquier momento pueden entrar a tu casa y matarte? Y así he estado por varios meses, en ascuas, asustado y deprimido porque al parecer Dios nos ha abandonado, no escucha nuestras súplicas, no se apiada de los débiles —eso decimos cuando nos reunimos en la plaza y comentamos nuestra suerte—. En vez de eso, sólo veo destrucción, injusticia, maldad... ¡Dónde estás Jehová, santo de Israel! Corría el fatídico año del 609 a.C. y mi país estaba siendo devastado por Babilonia. Nuestro rey había conducido a la nación a la peor de sus épocas, donde la inmoralidad social, sexual y religiosa, alcanzaba niveles vergonzosos aún para nuestros tiempos. ¡Oh Joacim, tu corona sólo nos ha traído males! Protegido por la oscuridad de la mañana me dirigí a mi parcela, una herencia que mis padres me habían dejado con tanto esfuerzo y cariño (afortunados ellos que ya habían partido al seno de Abraham y no ven los horrores que yo estoy viviendo). 124

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Llegué con la esperanza de que no le hubieran hecho nada, en mi corazón se abrigaba un destello de luz pues sirvo a Dios y Él prometió cuidar a los suyos, no en vano esa tierra era lo único que me quedaba. Caminé unos tres kilómetros, lleno de miedo porque sabía que podían capturarme, pero al fin llegué. Me detuve en seco, un nudo en la garganta me asfixió por unos segundos y un cuervo a la distancia hizo sonar su espantoso graznido, entonces comprendí la realidad, los soldados habían arrasado con mi campo sin dejar en él nada. No lo podía creer, una mezcla de sentimientos se apoderó de mí, el corazón comenzó a palpitar más rápido cuando veía lo que mis ojos se negaban a creer. Lo primero en revisar fue mis árboles frutales, los que con tanto amor habían sido sembrados; higueras y viñas, nada en ellas había quedado. Sus troncos fueron descuartizados como por una bestia salvaje, pero ni aún los animales se comportaban así. Miré de reojo porque tenía temor de ver bien, y ahí estaba mi campo, totalmente destruido. Corrí luego al establo para ver si mis animales se habían salvado, pero no encontré ninguno allí; las vacas y las ovejas, ¡todas habían sido robadas! Recordé entonces, que en la bodega tenía unos barriles de aceite de olivo, con el rostro endurecido y guardando aún esperanza, abrí la puerta y allí estaban los barriles, ¡Dios es bueno conmigo! —exclamé—, pero al mirar más detenidamente pude percibir que eran sólo los envases pues el contenido de éstos había desaparecido. Atontado por las imágenes que había visto, fui hasta mi pozo, necesitaba beber agua, necesitaba que este trago amargo pasara rápidamente. Lancé el balde dentro de la cisterna pero solo escuché el eco al golpear el fondo, miré entonces, y el fondo del pozo estaba blanco, saqué el balde que venía pegoteado con una sustancia rara... ¡era cal mezclada con agua! Ahora comprendía, habían secado el pozo y envenenado el agua. 125

Re exiones de un peregrinaje

El sol había salido y pude contemplar en detalle lo acontecido. No sólo mi parcela sino la de todos mis vecinos, había desaparecido. Humo por todas partes enralecían el ambiente, y personas deambulaban como fantasmas buscando lo mismo que yo, algo para comer, ¡una señal de esperanza!, pero lo único cierto era la desolación en la que nos encontrábamos. A lo lejos pude ver a un hombre colgado desde una higuera, estaba tieso y se movía cual péndulo por el viento que soplaba. Pensé, «pudo más el desconsuelo que la esperanza. ¿Acabaré así yo también mi Señor?»; pero no hubo respuesta, como no la había desde hace muchos meses ya, era evidente que el Creador había abandonado a su creación, o al menos esas eran mis conclusiones. Oí entonces un grito a lo lejos, era una madre llorando la muerte de su hijo, el cual había muerto de hambre, de eso estoy seguro. Ya no podía más, mi pecho se apretaba. Entonces lo comprendí todo, estábamos condenados a muerte, ninguno de nosotros sobreviviría, atrás quedaron los tiempos de abundancia, de gozo, de paz. Mis lágrimas comenzaron a caer suavemente al principio, luego eran una cascada y lloraba cual niño alejado de sus padres. Concluí entonces que no sacaba nada con quejarme, cuestionar, o dudar los designios de Dios, la única forma de sobrevivir era manteniéndose fiel a Jehová, abrir los labios sólo para alabar, no para murmurar; bendecir y no maldecir, ¿podré hacerlo? —me dije—, y es que adorar a Dios y mantenerse firme es fácil cuando lo tienes todo, pero cuando sabes que todo se ha acabado... ¡qué difícil es! «Ayúdame Señor a ser fiel aunque me falte todo» —le dije con palabras entrecortadas producto del llanto—. De pronto estaba de rodillas, mi rostro en tierra en señal de humillación, las lágrimas no cesaban y mi pecho comenzó a calentarse, era mi espíritu quien quería hablar y lo hizo con estas palabras: 126

Gabriel Gil A. «Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar».

Llegué a esta conclusión, después de mi peregrinar espiritual, después de haber experimentado el infierno en mi propia vida: la única forma de sobrevivir al exterminio en el que nos encontrábamos era siendo fiel, sí, ya que «el justo por su fe vivirá». Si tan sólo logro mantenerme fiel a Dios a pesar de las adversidades quizá pueda vivir, quizá el Señor se acuerde de mí. Y de pronto las lágrimas ya no estaban, habían sido reemplazadas por una tímida sonrisa que partía mi cara... ¡había decidido contentarme cualquiera fuera mi situación!

Oración Señor, enséñanos a ser eles a Ti en esos momentos difíciles, en esos momentos de necesidad, carencia, desánimo y desconsuelo. Dame la disciplina de Habacuc, de no ignorar mi realidad, sino alabarte en medio de ella. Que cuando me falte el sustento, el dinero, la salud, la paz, pueda comprender que todo es pasajero, que no será así para siempre, que en tus manos reposa mi futuro. Gracias Señor porque aunque sólo tenga una taza de café y nada más para comer, puedo ver que tu amor no me ha dejado, y aunque la higuera no orezca más, como fue el caso de Habacuc y sus contemporáneos, que mi espíritu siga alabándote por siempre. Amén.

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25. En el cepo

«¡Maldito el día en que nací! ¡Maldito el día en que mi madre me dio a luz! ¡Maldito el hombre que alegró a mi padre cuando le dijo: Te ha nacido varón! Jeremías 20:14-15.

Denle una lección que nunca olvide, a ver si así se le pasa eso de andarse llamando profeta y prediciendo los males que dice nos vendrá. Y luego de terminar con él ya saben qué hacer. Tales fueron las órdenes de Pasur, quien colmado por los constantes arrebatos de Jeremías, sus profecías de mal agüero y por infundir miedo al pueblo, ordenó que no le dejaran huesos sanos. Los hombres obedecieron gustosos, hace rato que querían callar a este bocón que lo único que hacía era atemorizar a mujeres y niños. Su vida excéntrica era algo a lo que ya se habían medio acostumbrado, pero atreverse a ir al templo de Jerusalén y en pleno patio gritar a los cuatro vientos que Dios les enviaría toda clase de males, eso había sido la gota que rebasó el vaso, y alguien tenía que parar el asunto. «¿¡Cómo se atreve este pobre infeliz decir que nuestro Dios hará con nosotros como hizo con otros pueblos!?» Eran los argumentos que corrían con rapidez por la mayoría de los judíos allá en el 627 a.C. Así que al escuchar las órdenes del sacerdote Pasur, era como si hubieran escuchado al mismo Yahvé dándoles permiso para exterminar a este hombre, una piedra en el zapato para la nación entera. 128

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Los golpes no se hicieron esperar. Puñetazos, bofetadas, patadas e insultos cayeron sin misericordia sobre Jeremías. Mientras lo golpeaban le decían: «Profeta, dinos ¿quién te golpeó? ¿Dónde está el Dios al que sirves?». Lo increparon recordándole de qué se iba a morir y todos sus ancestros fueron llamados por su nombre; las risas enloquecidas de sus verdugos hacían que no sólo el dolor se sintiera duro, sino también la humillación. Los gemidos no les impidió seguir con la paliza hasta que uno de ellos dijo: «¡basta! Recuerden que Pasur nos dijo que le diéramos una lección, no que lo matemos. Anda, paren ya, me duelen mis manos de tanto darle a este bufón». Y pararon, no por clemencia, sino por cansancio. Sangre a borbotones salía por el rostro del así llamado Jeremías. Más de un hueso le habían lastimado en serio, pero su calvario no terminaba aún. Pusieron sus manos y pies en un tosco cepo, donde debió estar toda la noche a vista de todos. Allí, en posición de esclavo debió soportar el clima de la noche, mientras que sus moretones aumentaban y la hinchazón se hacía evidente por todas partes. ¡Bien hecho! —decían los que pasaban por allí. ¡Urra! gritaban las mujeres. Sólo los más antiguos sentían algo de compasión, pero luego se acordaban de todo lo que había dicho y atinaban sólo a menear la cabeza, reprobando no sólo los mensajes de este hombre, sino su ser entero. ¿Qué pasa por la mente de alguien que es torturado? ¿Qué pensamientos se producen una vez terminado el episodio? ¿Qué lecciones se obtienen, si es que se puede aprender algo de tal situación? En verdad no lo sé. Quisiera creer que Jeremías se mantuvo firme, con dignidad, ya saben, alabando a su Dios, pues al fin y al cabo se encontraba en estas circunstancias por cumplir su mandato. Quizá Jeremías cantaba mientras sus torturadores hacían estragos con él, o tal vez rezaba en silencio. Se me antoja 129

Re exiones de un peregrinaje

creer que exclamó: «Perdónalos porque no saben lo que hacen». Pero no, nada de eso, nuestro profeta hizo todo lo contrario: maldijo su suerte. Lo hizo con todas sus fuerzas, desde adentro sacó toda la rabia contenida, la impotencia que le causaba verse así, golpeado y humillado. Maldijo, maldijo y maldijo todo lo que podía hasta que se cansó. Sacó la bestia que tenía dentro, los golpes habían despertado en él una parte que no conocía de sí. Sus lágrimas corrían, sus dientes chirriaban de tanto apretarse y botaba saliva mientras vociferaba su destino. No cayó al suelo sólo porque el trozo de madera lo sostenía, pero su espíritu estaba doblegado... Por el momento. «¡Maldito el día en que nací! ¡Maldito el día en que mi madre me dio a luz! ¡Maldito el hombre que alegró a mi padre cuando le dijo: Te ha nacido un hijo varón!» Jeremías maldijo su vida y mandó al «diablo» a todo y a todos. ¿Debemos escandalizarnos por tal conducta? En ninguna manera. Hay que estar en las sandalias de este hombre para siquiera atrevernos a opinar qué hubiésemos hecho nosotros. Me atrevo a afirmar que Jeremías actuó como cualquiera de nosotros, un simple hombre. Por fin su rabia dio lugar al sosiego, su cuerpo adolorido pudo más que las emociones contenidas en su alma, y con huesos lastimados y todo, se durmió, o quizá perdió la conciencia; nunca lo sabremos. Las luces se apagaron, la ciudad se fue a dormir tranquila porque el «loco» yacía preso. Pero, ¿cómo este sacerdote que otrora había gozado del beneplácito del rey Josías había llegado a tal situación? ¿Por qué lo odiaban tanto en palacio y en la plebe? ¿Qué oscura verdad encierra este personaje? Era simplemente un hombre que había decidido obedecer a Dios y esto significó ganarse el odio de todo el pueblo, pues la obediencia del profeta fue radical, con lo cual me pregunto, ¿cuántos hubiésemos soportado tamañas circunstancias? 130

Disciplinando la decepción

Jeremías es como un peregrino del desierto, un ser raro pero rme, capaz de soportar los golpes físicos y los emocionales también, uno de ellos, la decepción.

¡Terror por todas partes! se escuchaba que decía Jeremías, en cada oportunidad, en cada ocasión, en cualquier lugar; su mensaje era siempre el mismo. Y bueno, no estaba equivocado, el horror se había apoderado de Judá, sus enemigos habían hecho de la ciudad el infierno mismo (Jer. 6:25; 20:10; 46:5). ¿Y Dios? ¿Qué era de Él? Apenas un fantasma que rondaba los pensamientos de los residentes, pero no así en Jeremías. El profeta seguía siéndole fiel a pesar de las muchas decepciones. ¿Cómo lo logró? La clave —pienso yo—, fue focalizarse en su tarea más que en el Dios que le dio la tarea, ¿le suena esto a herejía? A mí también, pero no lo es. A veces «dependemos tanto de Dios» que olvidamos que Él mismo demanda de nosotros proactividad, ya saben, las cosas no caerán del cielo, hay que hacer que las cosas ocurran. Esto sucedió porque Jeremías sabía desde un principio que nadie escucharía su mensaje, antes bien lo rechazarían de plano. Ya sabiendo esto tuvo que armarse de valor para «emprender una causa perdida». Entonces me pregunto, ¿quién en su sano juicio pondría manos a la obra en algo que ya está destinado a morir? Ninguno otro sino Jeremías, un hombre con temple de acero, esperanza férrea, y una vida tan disciplinada que dejaría pequeño hasta al más pequeño de los monjes medievales. Ah, pero 131

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disciplinar la decepción no es cosa fácil, sólo los «maestros de vida» son capaces de tamaña hazaña. Jeremías arremetió con su tarea, pero no descuidó su relación con Dios, ese mismo Dios quien en apariencia lo decepcionaba una y otra vez lo hacía volver al ring de combate, ¿te ha ocurrido algo parecido? La decepción Permíteme hablarte acerca de esto. Para muchos «la decepción es un estado de ánimo, un sentimiento muy habitual entre los seres humanos y, que se caracteriza especialmente por sentir insatisfacción cuando aquello que se había planeado o que se esperaba sucediera finalmente no ocurre, o bien, sucede del modo que no se esperaba». Una definición sencilla pero directa sería también, «frustración que se da al desengañarse de lo que no satisface nuestras expectativas». La decepción es como quedarte vacío, sin saber qué hacer. Y díganme, ¿quién no se ha decepcionado alguna vez ya sea de una persona, una situación o incluso una cosa? Es más, sería anormal si así no nos ocurriera. La decepción es parte de nuestras vidas, lo queramos o no, es parte del crecimiento, del desarrollo personal; sin embargo, es una de las emociones más difíciles de manejar. Recuerdo en cierta ocasión, cuando era niño que esperaba con ansias un regalo prometido, o más bien, un regalo que yo mismo deseaba y que pensaba que mis padres lo comprarían para mí (nunca dijeron que lo comprarían, yo me había hecho ideas). Me había hecho tantas ilusiones que el día esperado llegó, y sin pensarlo dos veces abrí el envoltorio con fuerza despedazando el papel, y ya saben lo que pasó cuando no era lo que esperaba. Mi rostro no disimuló el sentimiento de «decepción». Fue una situación desagradable tanto para mí como mis padres. En fin, «logré sobrevivir» a esa magna decepción —broma—, pero la vida me depararía decepciones 132

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realmente grandes, y creo que aún faltan algunas por venir. Sólo espero tener la fuerza de Jeremías para soportarlas y seguir cumpliendo la misión encomendada en esta vida. Lo cual me hace pensar a cuántas personas yo he decepcionado también. ¡Oh Dios ayúdame! Con respecto a Jeremías, hubo otro profeta más antiguo que él, uno al que llamaban Elías, oriundo del norte, de la tierra de Israel y que sirvió en el tiempo de Acab, uno de los peores reyes registrados en la historia de esa nación. Pues bien, Elías también debió enfrentar la decepción una vez se dio cuenta que a pesar de todos sus esfuerzos, el pueblo seguía adorando dioses paganos y practicando toda clase de ritos sangrientos, como quemar en fuego a sus hijos vivos en honor a Moloc. Fue tal la decepción que Elías huyó al desierto donde cansado de todo y de todos, deseó morirse. Elías no supo manejar la decepción, fue sobrepasado por ella al punto de derrumbarse hasta los huesos... ¡qué gran diferencia con nuestro Jeremías! ¿Cuál ha sido aquella decepción que ha hecho brotar lágrimas en tus ojos? ¿Quizá un esposo que ya no te quiere? ¿Una hija embarazada que truncó sus estudios de secundaria? ¿Un hijo que abandonó la universidad? ¿Un socio comercial que hizo trampa y te estafó? Tal vez tu decepción tiene que ver contigo mismo. ¿Intentas luchar contra ese hábito y cada vez te vence más? ¿Procuras hacer lo bueno pero tu cuerpo hace lo malo? ¿Prometes que cerrarás tu boca pero una vez más tu lengua te traiciona? La decepción es como un remordimiento que nos come, nos consume, nos jala hacia abajo, a los valles de desesperanza total. Y no obstante, podemos aprender a salir de allí si miramos la vida de nuestro profeta, él aprendió a disciplinar su decepción y podemos imitarle.

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Jeremías supo disciplinar su decepción La pregunta que siempre me he hecho es cómo hacer yo lo mismo, es decir, disciplinar, manejar, controlar la decepción. Y bueno, cuando leo a Jeremías veo a un hombre que desbordó en emociones, no se guardó nada, hizo catarsis cuantas veces quiso; inclusive mandó al carajo a todos. No obstante, hay algo en particular en este hombre que me apasiona: Jeremías sabía que la respuesta a su mensaje no dependía de él, ni de Dios... sino de los propios oyentes. Fue así que logró disciplinar el rechazo, las burlas, los escupitajos, los golpes y las amenazas de muerte, convirtiendo todo eso en bombas de energía que lo estimulaban a seguir. Jeremías predicaba y llamaba al arrepentimiento, pero bien sabía que nada podía hacer para que los judíos cambiaran de actitud. No se trata de que no le importaba si había cambio o no, sino que comprendió que la respuesta debía venir de ellos mismos. Esto provocó -en cierta medida- alivió en vez de dolor. Pero tengamos en claro que hay cosas que sí dependen de uno, otras no. Es recomendable por tanto, concentrar tus fuerzas en aquellas situaciones sobre las que puedes hacer algo, ¿para qué mortificarte por algo o alguien por el cual nada puedes hacer? Esto puede resultar difícil de entender, sobre todo en aquella gente orientadas a las personas: pastores, capellanes, líderes espirituales, religiosos o comunitarios. Los pastores sobre todo, deben entender que por más que quieran a un feligrés y deseen su bien, lo máximo que pueden hacer por él o ella es influir -quizá-, pero la toma de decisiones dependerá exclusivamente de «la oveja pastoreada». A veces las acciones de nuestros dirigidos pueden disgustarnos, asombrarnos o aterrarnos, pero no debieran decepcionarnos, ¿por qué? Sencillo, tratamos con humanos y la decepción es parte de nuestro ADN. Por eso hay muchos pastores y líderes espirituales enfermos emocionalmente, porque se sienten culpables al ver que sus congregaciones eligieron el mal camino. 134

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Un viejo dicho japonés reza así: «Si tu mal tiene solución, ¿por qué te preocupas? Si tu mal no tiene solución, ¿por qué te preocupas?». Me gusta lo último, e imagino que Jeremías descubrió este secreto antiguo, lo cual le sirvió para no volverse loco. Recuerdo el caso de otro profeta, mucho más antiguo que Elías y Jeremías, a este lo conocen como Samuel, uno de los gigantes del profetismo del Antiguo Testamento. En cierta ocasión, Samuel les dijo a los israelitas que decidieran si querían seguir siendo gobernados por Yahvé (en realidad por él), o bien, por algún rey a elegir de entre el pueblo. La nación escogió la segunda opción. El relato bíblico dice que la amargura se apoderó del anciano Samuel, se sintió rechazado, desplazado, hecho a un lado; en otras palabras, decepcionado. ¿Cuál fue la respuesta de Dios? ¡Magnífica! Le dijo: «Me rechazan a mí, no a ti». ¿Se dan cuenta que es lo mismo que venimos diciendo? Decepción y trabajo Pero Jeremías no se detuvo en su decepción, no se sentó a lamerse las heridas cual perro herido, aunque derramó lágrimas y algo más, siguió adelante, trabajando, haciendo, predicando; no se dejó estancar. Su misión era clara: ¡derribar, arrancar, destruir! ¿Qué cosa? El orgullo arrogante que la nación tenía de sí misma, pues se creían superiores a sus pares internacionales, y pensaban que habían «domesticado a Dios». Ellos afirmaban, «¡Templo de Jehová, Templo de Jehová, Templo de Jehová es éste!». Con lo cual afirmaban que era imposible que ningún ejército les hiciera daño porque «Dios, el Dios del Universo estaba contenido en el edificio sagrado». Tal era su pensamiento herético, pensamiento que debía morir junto con toda la casta de altaneros que lo propiciaban. De ahí que Jeremías sabía que su tarea era detestable, era como el recogedor de basura, un trabajo indeseable pero que alguien debía hacer. 135

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Jeremías lo asumió en pleno, sabiendo que la decepción era en parte el pago que recibiría por ejercerlo. Y sin embargo, hizo un trabajo fabuloso soportando cuestionamientos externos e internos también. ¿Acaso no creen que no se preguntó dónde estaba su Dios cuando más lo necesitaba? Por favor, ¡claro que sí! Si hasta el Crucificado exclamó en cierta ocasión: «¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», cuanto más Jeremías. Jeremías es como un peregrino del desierto, un errante con destino que atraviesa campos infértiles, valles de huesos secos con muerte a su alrededor; un ser raro pero firme, capaz de soportar los golpes físicos y los emocionales también, uno de ellos la decepción. ¿Decepcionado? ¡Pamplinas! Sigue trabajando, liderando, haciendo, soñando. ¿Quién te dijo que la vida sería rosas y arcoíris? Vamos Jeremías que tu jornada aún no termina.

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27. ¡Sigue subiendo!

«Sube el primer peldaño con con anza, no tienes que ver toda la escalera, sólo sube el primer peldaño» Martin Luther King

¡Sigue subiendo! —le dijo el amo a su criado—, y así lo hizo, sin quejarse, ni maldecir, sin siquiera hacer gestos de desagrado. Él obedeció y emprendió la séptima subida, porque en las otras anteriores «no había visto nada». ¿Y qué es lo que tenía que ver? No lo sabía con exactitud, pero su amo sí, de eso estaba seguro porque ya antes lo había visto orar de la manera en que lo estaba haciendo allá abajo, postrado en tierra y con su rostro entre las rodillas. Así las cosas, Elías, el gran hombre de Dios le había dicho a Acab que se preparara porque una gran lluvia vendría sobre el país, lluvia que no había caído en los últimos tres años. El profeta había recibido la orden de Dios y ahora debía transmitirla a este funesto rey: «Anda a tu casa, y come y bebe, porque ya se oye el ruido de un torrentoso aguacero» (1 Reyes 18:41). Y así lo hizo el rey, tan rápido como un rayo se fue a «comer y beber» —a pesar de la calamidad en la que su nación se encontraba por la grave sequía—, en cambio, el profeta se fue a orar en las faldas del monte llamado Carmelo; ¡cuán diferentes eran los estilos de liderazgo de ambos!

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Pero para que quede claro lo que aquí estoy escribiendo es preciso investigar —aunque brevemente—, el contexto histórico de esta narración. Contexto histórico Por generaciones Israel fue gobernado por tres reyes, Saúl, David y Salomón, a este período se lo conoce como «Reino Unido», pero en el 930 a.C. el reino de Israel se dividió en dos: Reino del Sur, cuya capital pasó a ser Jerusalén, y Reino del Norte, cuya capital pasó a ser Samaria. Cada uno de estos reinos fue gobernado por sus propios reyes, unos lo hicieron bien, otros, bueno..., fueron un asco. El Reino del Norte, llamado Israel, iba cayendo de picada hacia el abismo del pecado. Sus reyes habían gobernado desastrosamente a la nación y por ende, las personas sufrían las consecuencias; y es que cuando los gobernantes no hacen bien su trabajo, es el pueblo quien paga sus errores, esto es una verdad innegable que viene ocurriendo desde hace siglos hasta nuestros tiempos. En el año 874 a.C. subió al trono un nuevo rey, uno llamado Acab, y por las investigaciones realizadas sabemos que fue malo en todos los sentidos, incluso peor que sus antecesores, y ojo, esto no lo digo yo sino que está registrado en 1 Reyes 16:30. Ahora bien, Dios respondió al peor de los reyes de Israel levantando a uno de los más grandes y poderosos profetas del Antiguo Testamento, «Elías tisbita». Lo de tisbita alude a que era de la ciudad de Tisbe, en Galaad. Su nombre significa «Jehová es mi Dios», qué lindo nombre ¿verdad? Mientras que Acab y su esposa Jezabel adoraban y promovían el culto a Baal, un dios pagano que «supuestamente

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controlaba las lluvias», Elías luchó durante todo su ministerio para que Israel se volviera al único y verdadero Dios, Jehová. ¿Saben que aprendemos de esto? En nuestra vida encontraremos personas que intentarán apartarnos del camino de la verdad, pero también habrá personas como Elías que nos impulsarán a encontrarnos con Dios, reconciliarnos con Él. Esto es lo que debes hacer: «¡Júntate con los Elías y aléjate de los Acab!», vas a ver cómo tu vida va a mejorar. Continuando con la explicación histórica de esta narración, Dios le ordenó a Elías que profetizara que no volvería a llover sobre Israel en mucho tiempo, lo cual sucedió tal cual, pues no llovió en la región durante 3 largos años. Esto ocurría porque la nación se había vuelto en contra del Señor adorando a Baal, el supuesto dios de las lluvias. Es como que Dios les dijo: «Okey, ustedes adoran a ese dios que controla la lluvia, ¡entonces pídanle a él que les conceda agua del cielo!». Y bien sabemos que Baal no pudo hacerlo porque en realidad no era un dios, porque como todos saben el único Dios es Jehová, el resto son simples espectros. Entonces, al ordenar el Señor el cese de las lluvias estaba dando un duro golpe a aquellos que creían en este supuesto dios de las lluvias. Y así ocurrió, por tres años no llovió en Israel y Baal nada pudo hacer para solucionar esto. Esta sentencia de Dios la encontramos en 1 Reyes 17:1. ¿Qué aprendemos de esto? Una gran lección: Cuando nos apartamos de Dios, comenzamos a experimentar sequía en nuestros campos, en nuestra tierra, en nuestros cultivos; o sea, en una o todas las áreas de nuestra vida. Pide a Dios que te devuelva la lluvia, que no la retarde, que el agua bendita de su amor inunde tus campos para que así tus frutos sean abundantes, pero ojo, ni creas que esto va a ocurrir «si sigues adorando a Baal»; en otras palabras, la lluvia no vendrá a ti 139

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mientras no te entregues por completo al único y verdadero Dios. En fin, resumiendo el contexto histórico, la nación de Israel estaba padeciendo una de las peores sequías de su tiempo. Dios ordena lluvia En 1 Reyes 18:41-45 encontramos la fantástica escena de cómo Dios hace que vuelva a llover sobre la región, una escena que ni los genios de Hollywood se les habría ocurrido. Y si bien, cada uno de los versículos encierra una verdad en sí, y que me gustaría explicar con detalle -Dios sabe que sí-, quiero concentrarme en apenas dos versos, los cual son los motores de esta historia y que dieron origen al título de esta narrativa, me refiero al 43 y el 44. El versículo 43 dice así: «—Ve y mira hacia el mar —le ordenó a su criado. El criado fue y miró, y dijo: —No se ve nada. Siete veces le ordenó Elías que fuera a ver». Aprendemos que «entre más grande sea la meta a conquistar, más fuerza deberás poner»; pero esto no es fácil porque muchas veces las circunstancias nos impiden ver la cumbre, y eso es lo que pasó con el siervo del profeta, no veía nada quizá porque no sabía a ciencia cierta qué buscar. Cuántas veces abandonamos a cincuenta metros de coronar la montaña, a un paso de la victoria, necesitamos por tanto persistencia y, eso se consigue sólo de un modo: «subiendo». Ya sea un negocio, un proyecto de vida, un ministerio, una carrera profesional, «las cosas buenas cuestan», y por tanto, deberás hacer un esfuerzo extra para conseguirlas, de ahí que Elías le ordenó a su siervo subir hasta la cumbre de la montaña siete veces hasta que lograra ver la bendición del Señor..., ¡la lluvia que ya venía! 140

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Te animo a seguir subiendo, escalando, creyendo, haciendo, orando, vendiendo, ayudando, sirviendo, enseñando, soñando, planificando..., sólo así lograrás ver la meta en el horizonte, no hay otro camino. Sé como el siervo, sigue subiendo a pesar de que aún no ves nada. El versículo 44 dice así: «Y la séptima vez el criado le informó: —Desde el mar viene subiendo una nube. Es tan pequeña como una mano. Entonces Elías le ordenó: —Ve y dile a Acab: “Engancha el carro y vete antes de que la lluvia te detenga”». Finalmente, a la séptima subida del criado y mirando hacia el mar pudo ver una pequeña nube, tan pequeña dijo él, como la palma de la mano de un hombre. ¿Saben que aprendemos de esto? “A menudo las grandes bendiciones suelen surgir de comienzos pequeños”. El libro de Job 8:7 lo declara de esta manera: «Aunque tu principio fue pequeño, tu futuro será enorme». Pero para lograr ese futuro, para conquistar esa meta debes subir la montaña, y a pesar de ti mismo, de tu incredulidad, cansancio o inconstancia, si sigues subiendo adquirirás cada vez más fe, te harás más fuerte y más disciplinado, por eso es tan importante seguir subiendo. La verdad es que el siervo nunca habría visto esa pequeña nubecita si no hubiese obedecido al Profeta, si no hubiese subido la séptima vez, y ya sabemos que esa simple nube se transformó en una tormenta de bendición para los residentes de ese país. Conclusión El Dr. Martin Luther King dijo: «Sube el primer peldaño con confianza, no tienes que ver toda la escalera, solo sube el primer peldaño». 141

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Formidable afirmación que he aplicado en mi vida muchas veces y que tú mismo puedes aplicar también; se refiere a no esperar a tener todas las condiciones para empezar un proyecto, pues a menudo las condiciones, recursos y posibilidades se van dando en el camino..., «cuando estás subiendo». Yo no sé ustedes, pero me identifico mucho con el siervo de Elías. Confieso que quisiera ser como el profeta, ya saben, con esa capacidad espiritual de visualizar la bendición, o sea, ver la meta y hasta oír todo lo que conquistar la meta implica, ¿qué bueno sería verdad?; en cambio, soy más del estilo del siervo, uno que sube la montaña. Ahora bien, tanto el profeta como el siervo, nos ofrecen dos tipos de fe. El uno nos habla de una fe sobrenatural, potente, sublime; mientras que el otro nos declara una fe cotidiana, del día a día, una fe que se manifiesta en la obediencia, constancia, disciplina; ¡hay que tener fe para subir la montaña sin quejarse, sin desmayar y sin cuestionar siete veces! Si eso no es fe entonces no sé qué es. Yo estoy subiendo mi montaña porque deseo ver en la cumbre esa pequeña nubecita que es la señal de Dios de que viene una bendición grande. Pero también estoy orando como el profeta, pues esto nos enseña que «oración y acción» deben ir de la mano. Mientras el profeta oraba, su siervo subía; bendito equilibrio entre fe y obras. No nos sintamos mal porque no vemos nada, no nos creamos poco espirituales porque estamos subiendo la montaña, yo sé que muchos quisieran ser como Elías, yo también, pero Dios sabe que en este momento de mi vida -y quizá de la tuya, estoy como el siervo, subiendo la montaña. No te descalifiques, no te desanimes, tu fe irá madurando en la medida que sigas subiendo.

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Agradezcamos a Dios de que a pesar de nuestras flaquezas seguimos en la lucha, y que si bien la subida se hace larga y pesada, con la ayuda divina podremos conquistar la cumbre, mirar hacia nuestro futuro y ver que allá, a lo lejos se levanta una pequeña nube que es la prueba de que Dios te ama y tiene para ti bendiciones abundantes que se derramarán cual lluvia en un campo. Te lo pido, ¡sigue subiendo!

Oración Gracias mi Dios porque me ayudas a subir, a seguir en la lucha. La montaña se me hace grande, llegar a la cumbre me resulta agotador, pero lo haré porque sé que la única manera de triunfar en esta vida es seguir subiendo. Amén.

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«Trabajar en un trabajo está bien porque te dará de comer, pero si trabajas en ti mismo es mejor porque te dará una fortuna» Jim Rohn

Entrenamiento y Mentoría

28. El entrenamiento de Aspenaz

Algunos me llaman pastor, otros me dicen profesor, hay personas que me han dado el título de mentor —cosa que agradezco mucho y no creo merecer—, pero últimamente me han dicho que he sido para muchos un «entrenador». Linda palabra pero, ¿qué significa? o más bien, ¿qué implica ser un entrenador? Investigando en el diccionario encontré que los entrenadores se dedican a preparar a las personas —o animales en el caso de los entrenadores de mascotas—, para realizar alguna actividad física específica, realizarla de manera excelente. Ahora bien, quien escribe estas líneas no es un entrenador físico, sino «un entrenador de vidas», al menos eso me han dicho los que han sido direccionados por mí. Pero, ¿qué hace un entrenador de vidas? Al igual que los entrenadores físicos, los entrenadores de vida preparan a las personas para vivir la vida de mejor manera, asesorándolas, dándoles dirección, desafiándolas a afrontar retos específicos y enseñándoles técnicas que los ayudarán a vivir a plenitud todo el potencial con el que fueron diseñados. Bueno, esta reflexión trata de un «coach life» de la antigüedad, su nombre es Aspenaz y ésta es su historia. 144

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«Luego llamó a Aspenaz, el jefe de los funcionarios al servicio de su corte, para que eligiera algunos jóvenes de la nobleza y de la familia del rey de Israel. Estos jóvenes debían ser bien parecidos, y poseer una inteligencia sin defecto. Ya debían ser entendidos en toda clase de sabiduría y ser capaces de manejar el conocimiento. Debían ser fuertes y tener facilidad para servir en la corte del rey. Nabucodonosor quería que recibieran educación en la lengua y literatura de los caldeos. El rey les asignó una ración diaria de su propia comida. Serían educados durante tres años y luego quedarían al servicio del rey» (Daniel 1:3-5). Corría el año 605 a.C. y Babilonia arrasaba con cuanto reino se interpusiera en su loca carrera de conquista y expansión. Asiría iba en declive pero el Imperio Babilónico se alzaba cual gigante guerrero. El Reino del Sur, Judá, cayó en las manos de esta fatídica nación y, Jerusalén, la ciudad Santa, fue violentada sin misericordia. Así fue como Daniel, Ananías, Misael y Azarías llegaron a la gran urbe producto de la primera deportación. Ya en Babilonia por voluntad divina fueron seleccionados para un entrenamiento que cambiaría sus vidas para siempre. La estrategia de Nabucodonosor El rey del Imperio ordenó a Aspenaz iniciar un proceso de capacitación para varios jóvenes esclavos, no solo hebreos y no solo los cuatro mencionados, sino de otras nacionalidades también. Así entonces, Nabucodonosor es uno de los primeros en la historia en iniciar un «Posgrado en Liderazgo Avanzado», pues los seleccionados ya eran líderes en sus países, pero a juicio del rey debían ser mejorados... ¿para qué? Para servir en su palacio y en los asuntos del Imperio. ¡Sencillamente genial este Nabucodonosor! ¡Qué visión! ¡Qué estrategia! ¡Qué mirada de futuro! Bien sabía el rey que si 145

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no preparaba a una nueva generación de líderes, inteligentes, sanos, de buena imagen, bilingües y masters en relaciones interpersonales, su organización por más grande que sea se vendría abajo. Sí, el rey sabía lo críticamente importante de preparar a su gente, a la generación de recambio, a aquellos que tarde o temprano tomarán los puestos, el poder, las decisiones. Nabucodonosor sabía que no estaría para siempre en esta Tierra por eso quiso proyectar su liderazgo en otros, en aquellos con la suficiente inteligencia para dejarse entrenar. ¿Y qué hizo entonces? Encomendó esta tarea a un hombre de su confianza, a Aspenaz, el cual debía seleccionar a los que iba a entrenar. Nótese que el rey no los seleccionó en persona, tenía otros asuntos que atender, pero designó esta importante misión a su fiel colaborador. La narración de Daniel nos dirá que Aspenaz tuvo buen ojo, no se equivocó al elegir a los líderes a entrenar, de seguro sabía bien cuáles eran las características que el rey buscaba y que el Imperio requería. ¿Quieres saber estas características? La Biblia las señala una a una. Jóvenes Procedente de la aristocracia y de la familia real de Israel Bien parecidos Con una inteligencia sin defecto Entendidos en toda clase de sabiduría Capaces de manejar el conocimiento Fuertes Facilidad para servir en la corte del rey

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¿Cómo interpretamos estas características? ¿Cómo las contextualizamos al día de hoy? En otras palabras, eran líderes con trayectoria No eran novatos, ya tenían experiencia académica, diplomática y cultural; sin embargo, debían mejorar. Estos candidatos al posgrado (se me antoja Maestría en Liderazgo Organizacional Imperial) eran los mejores en Israel, pero en Babilonia eran sólo «buenos», y Nabucodonosor no quería rodearse de gente buena, sino de gente superior. Él sabía que las grandes organizaciones, las que sobreviven en el tiempo y el espacio son aquellas que se renuevan a sí mismas convirtiéndose en mejores, superiores, excelentes, y para ello se ha de conseguir lo mejor. El rey quería las mejores tierras, los mejores carros de combate, los mejores puertos, las mejores embarcaciones, pero también los mejores líderes; una consigna que muchas iglesias, seminarios y denominaciones han olvidado. Nos conformamos con tener «gente buena» en puestos estratégicos relevantes cuando «los mejores» pasan desapercibidos, o bien, nunca entrenamos a los buenos para que se hagan mejores, ¡qué error! Nabucodonosor no permitió esto y consiguió para sí un producto «Premium», a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Nabucodonosor tuvo «ojo de inversionista» y vio más allá de sus fronteras, él amplió la búsqueda fuera de su zona cómoda llegando incluso a Jerusalén. Está bien, ya sé que estos cuatro fueron llevados contra su voluntad a Babilonia y que estuvieron en calidad de esclavos, pero vamos, Dios usa hasta las circunstancias más crueles para nuestro beneficio, ¿lo crees? Pero seamos justos y démosle crédito a Aspenaz. Si bien la idea nace en Nabucodonosor (1:3), fue Aspenaz quien debió identificar a los candidatos e iniciar el proceso de entrenamiento 147

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con ellos. ¡Difícil tarea! Pero ya dijimos que el producto final fue óptimo; ¡qué ojo de este Aspenaz! Con este entrenador personal se puede aplicar el refrán, «tus resultados no mienten». El entrenamiento El posgrado duró tres años, tiempo durante el cual los mentorizados fueron sometidos a un entrenamiento duro. ¿Quién dijo que educarse es fácil? Los mejores programas no son aquellos tipo microondas, son los que se toman el tiempo para dar seriedad, profundidad e investigación a los estudios. Así lo hizo el Coach Aspenaz... ¡los sometió a tres años de estudio intenso! La Biblia afirma que debían estudiar lengua y literatura caldea. Algún iluso podría preguntar, «¿eso no más?» Por favor no hagas esa pregunta que me dan ganas de llorar... ¿eso no más? ¡Pamplinas! En realidad fue mucho más que literatura y lengua, que por cierto ya son asignaturas fuertes. El entrenamiento involucraba método matemático, algebra avanzada, astronomía I, II y III (el movimiento del Sol, los ciclos de la Luna, el mapa estelar), cultura babilónica, historia de Caldea, Pensamiento babilónico, Reglas parlamentarias, entre otras. La idea de Aspenaz era convertir a estos «buenos líderes» en «líderes superiores», a la altura de los sabios babilónicos cuya fama era mundial, dignos de presentarse ante Nabucodonosor el Grande y servir en cuestiones del Imperio. ¿Lo consiguió? ¡Por supuesto! Leamos el resto del libro y veamos cómo Daniel fue puesto como gobernador sobre la provincia y gozaba de privilegios reales (2:48), pero también sus compañeros fueron «promovidos a un alto puesto en la provincia de Babilonia» (3:30). Aspenaz lo había conseguido. Eligió, separó y entrenó a varios candidatos y luego, cual profesor orgulloso de sus alumnos 148

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los graduó con honores. Aprendemos de esto que la nueva generación necesita mentores, no sólo directivos lo cual está bien, sino gente que camine con ellos, que los escuche, pero que también los desafíe a ser mejores. Conclusión Creo que la vida siempre nos da oportunidades para crecer, para estudiar, para mejorar, para ser entrenados; ya sea en un seminario, en una universidad, en un programa formal u otra instancia, pero la oportunidad existe. No obstante, no todos la aprovechan. Algunos están muy ocupados, otros demasiado cansados, otros con «cuestiones más importantes» y algunos sencillamente no quieren o son demasiados flojos para interesarse. ¿Sabes qué es lo gracioso de esto? Las oportunidades no se pierden, siempre habrá otros dispuestos a decir ¡heme aquí! Fue eso lo que ocurrió con los convidados al gran banquete, en la narración de los evangelios. Uno a uno los invitados comenzaron a excusarse y esto enfureció al anfitrión que le dijo a su mayordomo: «Ve pronto por las plazas, las calles y los callejones y trae a mi fiesta a los cojos, los mancos, los ciegos y las prostitutas. Ellos disfrutarán mi fiesta» (Lucas 14:21). He viajado a varios países de América Latina y muchas ciudades en Chile dando conferencias, seminarios y talleres, en donde he conocido muchísimos líderes «moros y cristianos» y el patrón es el mismo; el 97% de las personas son los que dicen «estoy bien como estoy» (no quieren crecer ni les interesa), pero sólo el 3% son como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, sólo el tres por ciento está dispuesto a pagar el precio, a desvelarse, a levantarse de madrugada y acostarse tarde, a sufrir e incluso llorar porque saben que al final verán la recompensa.

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¿Por qué tener días como tiene la mayoría? Yo no quiero, ya no. Atrás quedaron las críticas, los cuestionamientos y los chismes, ni siquiera los escucho. Tomé el arado y no miro el pasado, sigo avanzando, quiero ser mejor —con la ayuda de Dios—, y avanzar en esas áreas donde sé que puedo avanzar y rendir al Señor mi ser entero diciéndole, «soy barro nada más Señor, soy barro que te sirve con amor. Moldéame, crea en mí un espíritu recto». Termino con estas palabras: «Trabajar en un trabajo está bien porque te dará de comer, pero si trabajas en ti mismo es mejor porque te dará un fortuna» Jim Rohn.

Oración Señor mi Dios, te doy gracias por tu entrenamiento en mí. Reconozco que todo lo que he vivido ha sido parte de la formación, sí, me estás equipando con más y mejores herramientas. Ayúdame porque a veces me canso, hay ocasiones en las que deseo renunciar, pero sé que es para mi bien, que al nal me levantaré como un líder superior, me habré graduado con honores porque tú me has entrenado personalmente. Amén.

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29. ¿A quién entrenar de manera especial en las organizaciones?

«Tiempo después Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. Luego nombró a doce de ellos y los llamó sus apóstoles» Marcos 3:13-15

Cuando fui Director Nacional de Educación Teológica en la organización eclesial a la que pertenezco, tuve la oportunidad de viajar por casi todo el país, fue un tiempo especial porque además de conocer muchos lugares, también conocí muchas personas. Mi misión consistía en provocar en la gente el deseo de prepararse bíblica y teológicamente, lo cual intenté por diferentes medios. Incluso en el seminario que yo dirigía creamos varios programas de entrenamiento para capacitar a las personas; sin embargo, con el paso del tiempo me di cuenta que, si bien la capacitación es un valor que debe hacerse a todos los integrantes de una organización —cualquiera sea ésta—, sólo algunos apreciarán el significado de esto y por tanto, aceptarán el desafío del entrenamiento. De ahí que me pregunté, ¿a quién se debe entrenar «de manera especial» en las organizaciones? Pongo énfasis usando comillas para afirmar la siguiente máxima: «En toda organización debe existir capacitación a todos sus integrantes, pero un entrenamiento especial sólo debe darse a algunos». Esto me lleva a dos preguntas más: 1) ¿Por qué sólo a algunos? y 2) ¿A quiénes? Una de las verdades que me costó aprender de mis maestros de coaching y mentoring es que «se debe ayudar no a quien lo 151

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necesite, sino a quien se hace merecedor». Esto por supuesto no calzaba en mi comprensión cristiana pues se me había enseñado a «ayudar sin mirar a quien», noble pensamiento pero no muy práctico, a nivel organizacional me refiero. En toda organización (civil, militar, política o religiosa) existen personas deseosas de aprender, con ganas de avanzar, con suficiente disciplina para tomar los desafíos de un entrenamiento especializado y además con una trayectoria sobresaliente. Es precisamente a estas personas a las que se les entrena de forma especial, diferente, con más intencionalidad. ¿Le parece esto discriminatorio? Bueno, veamos el caso de Jesús y sus doce apóstoles. A mi parecer todos eran iguales ante el Rabí —me refiero a su dignidad humana—, pero escogió a tres en particular con quienes pasó más tiempo, se les reveló de manera distinta y los llevó «a un seminario intensivo de capacitación» donde mostró su gloria celestial (el caso de la transfiguración). ¿Por qué no hizo esto con los otros nueve? ¿Fue discriminador el Maestro? No, pero sí fue selectivo, que es muy diferente. La Biblia no señala si estos tres apóstoles eran mejores que los otros, ni creo que ése fuese el caso; me atrevo a afirmar que Jesús vio algo distinto en ellos, ciertas características, señales, luces distintas que los distinguieron del resto. Nótese que el Maestro pasó tiempo con los doce, enseñó a los doce, y hasta corrigió a los doce, pero entrenó de manera especial a tres: Pedro, Juan y Santiago. Le guste a quien le guste, algo es claro en el mundo de las organizaciones inteligentes, siempre habrán empleados, colaboradores, jefes, gerentes y directores que destacarán del resto de manera positiva... ¡a esos precisamente hay que entrenar de manera especializada! ¿No me crees? ¿No estás de acuerdo conmigo? ¿Te parece esto clasista, discriminador, selectivo? 152

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Bueno, y entonces ¿qué hacemos con Mateo 13:11-13; Lucas 19:26; Marcos 4:25... «al que más tiene, más se le dará»? Hay muchas formas de interpretar esos pasajes, yo los interpreto desde mi especialidad, el coaching de vida y el mentoring en las organizaciones. Las personas que destacan en las «organizaciones inteligentes» ya sea por su lealtad, proactividad, efectividad y eficiencia suelen recibir premios, ascensos, capacitaciones y gerencias. A estas personas que «más tienen, más se les da»... ¡más se las entrena! Ahora bien, siendo sinceros y no pudiendo tapar el sol con un dedo, así como en las organizaciones de todo tipo están las personas que destacan por las características ya mencionadas; también están las que marcan el paso, las que pertenecen a la organización pero sin un mayor aporte, que sólo critican, que esperan que el gerente, director o jefe haga algo por ellos, siempre pidiendo y no dando mucho... simplemente existiendo. ¿Gusta esto último? ¡Claro que no! ¿A quién le gusta que le digan que es un elemento que sólo marca el paso? Respuesta... ¡a nadie! Pero bien sabemos que hay personas así. Y esto ocurre en la Iglesia, en el gobierno, en el municipio, en el colegio, en la universidad, en las Fuerzas Armadas, etc. Ojo, no estoy apuntando a nadie en particular con esta reflexión, recuerden estimados lectores que me desenvuelvo no sólo en una denominación, sino también en varias iglesias, me muevo también en el medio secular de las empresas, en los colegios, universidades, municipalidades y otras entidades, así que... «al que le calce el poncho que se lo ponga» (chilenismo). Jesús mismo dijo que «al que no tiene, aún lo poco que tiene le será quitado» (Marcos 4:25). Confieso que este pasaje me perturbaba, me hacía pensar en un Dios injusto. ¿Cómo puede él quitarle lo poco a alguien que no tiene? Y sin embargo, cuando 153

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escuché una interpretación distinta a la clásica todo en mí se ubicó: «Hay personas que se esfuerzan, se educan, se capacitan, son fieles, son colaboradoras, son proactivas, son eficientes... ellas tienen mucho y por tanto, la vida los recompensa con más. Más responsabilidades, más privilegios, más influencia, más imagen, más capacidad de liderazgo, más becas, más oportunidades de crecimiento, etc. En cambio los que no tienen, los que se la pasan llorando, culpando a otros por sus desgracias, los que critican a sus líderes y colegas, los envidiosos; esos tienen poco, ¿qué podrían entregar? ¡Nada! A los tales se les cierran puertas, se les relega, se les rechaza, no son elegibles para cargos no por falta de aptitud, sino por carencia de actitud; se les quita lo poco que tienen pues son ellos mismos los que se han causado todo esto; no obstante, prefieren culpar a otros». Duras palabras pero interesantes. Por favor no las descartes todavía, mastícalas un poco más. No te pido que estés de acuerdo conmigo, pero analiza esta afirmación: «la vida responde no a lo que necesitamos, sino a lo que merecemos». Los líderes de alta gerencia, los que han llegado a las esferas elevadas saben muy bien que entrenar a un colaborador es una inversión. Una inversión de tiempo, recursos financieros y energía. Por tanto, elegir cuidadosamente en quién invertir más y en quién invertir menos es una decisión críticamente importante para el futuro de la organización. A esto se lo conoce como «el efecto Mateo». Los líderes de «organizaciones inteligentes» destinarán recursos para capacitar a todo su personal, a los destacados, a los no destacados y a los que están en proceso de destacar. No obstante —e insisto en esto—, los que han hecho méritos en la organización son a los que comúnmente se les separa para misiones especiales, ascensos, recibir instrucciones específicas y un entrenamiento especial. Por supuesto que los empleados no 154

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destacados se molestan cuando ven que ciertos compañeros son «tomados en cuenta», critican y hasta pueden obrar en descrédito de sus directores; es un riesgo que debe ser asumido por los líderes. Otros empleados, en cambio, se esforzarán más para también ser tomados en cuenta el año que viene pues al ver que sus compañeros van subiendo se sienten estimulados a hacerlo ellos también; y por otra parte, están los que ni siquiera les importará lo sucedido porque prefieren marcar el paso. Triste realidad que afecta a moros y cristianos. Para terminar afirmo que las personas que «no tienen» actitud, disposición, ganas, lealtad, compromiso, esfuerzo; jamás reconocerán que «no se les da el entrenamiento especial» porque su carencia misma les impide ver esto. En cambio, un empleado o colaborador de la organización que está en proceso de crecimiento siempre buscará formas de crecer, contribuir, apoyar y ser parte de la solución y no del problema... ¡a esos hay que entrenar de manera especial! Entonces, «¿a quién se debe entrenar de manera especial en las organizaciones?» Yo he sido claro, pero no sé si estás de acuerdo conmigo o no, eso es algo que no podemos discutir aquí.

Oración Dios amado, cuantas gracias te doy por el entrenamiento que me has dado y por el que viene más adelante. Sí Señor, yo sé que todo este tiempo has sido un coach para mí y he visto mi crecimiento, mi desarrollo, mi superación personal. Te pido que no me sueltes, que continúes en mí ese proceso que iniciaste y que estoy seguro producirá en mí un discípulo mejor. Amén.

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30. Consejo de Mentores

«Cuando el alumno está listo, aparece el maestro» Autor desconocido

A medida que fui avanzando en mis niveles de liderazgo me di cuenta que necesitaba más ayuda que nunca, tanto para tomar ciertas decisiones de tipo organizacional, otras respecto a mi vida espiritual y para enfrentar algunas situaciones de índole personal. Recordé entonces las emblemáticas palabras del conocido conferencista en desarrollo personal Brian Tracy: «Pedir ayuda es el medio más poderoso que existe —y el menos utilizado—, para conseguir lo que quieres en la vida». ¡Gran verdad! Y así lo hice. Comencé a escribir, llamar y agendar reuniones con personas a las que admiraba —y lo sigo haciendo—, y que de alguna manera fueron parte de mi formación. Constituí una especie de «consejo de mentores» donde los integrantes son líderes experimentados en diferentes áreas, ya sea la pastoral, el liderazgo organizacional o la mentoría. Fue así que hasta el día de hoy recurro a este «consejo» cuando la situación lo amerita, y debo decir con sinceridad, que estas personas siempre han estado ahí cuando las he necesitado. A esto es lo que Toni Robbins se refiere cuando dice: «Las personas verdaderamente exitosas son aquellas que estarán gustosas de enseñarte cómo consiguieron el éxito». 156

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Ahora, ¿saben estas personas que son parte de mi consejo de mentores? No. No es necesario. Sin embargo, en reiteradas ocasiones les he dicho claramente que las considero mis mentores en un área en particular, pues no todas son expertas en todas las áreas que necesito, de ahí que no tengo uno, sino varios mentores. ¿Me ha ayudado esto? Sí, y mucho. Es más, siempre me he preguntado por qué los líderes organizacionales no forman su propio consejo de mentores, ya saben, alguien —o varios—, a quien pedir dirección. Y la respuesta es sencilla: porque hace falta intencionalidad de hacerlo, no basta con pensarlo, hay que pedir ayuda. Ahora bien, el mentor seleccionado debe ser justamente eso, «seleccionado», no a cualquiera lo puedes llamar mentor, te lo dice uno que se dedica al mentoring organizacional y de vidas. 1. El origen de la palabra mentor La palabra mentor, es usada de manera popular en el inglés, no es muy conocido en el portugués y poco usado en el español. El concepto popular de la palabra mentor en portugués es «la inteligencia que hay tras un plan, el pensador que desarrolla la estrategia para el éxito de un emprendimiento». El diccionario Mejoramientos, se acerca más a la definición usada en inglés cuando dice que «es una persona que orienta, aconseja, enseña o guía». La figura del mentor tiene sus orígenes en la mitología griega en la obra de la «Odisea» escrita por Homero, millares de años atrás. Ulises, el gran héroe, confió el cuidado de su fijo infante Telémaco, a su mejor amigo Mentor, antes de partir para la guerra de Troya. Mentor quedó responsable por enseñar a Telémaco «no solamente las enseñanzas contenidas en libros sino también en el mundo». La tarea de Mentor era proveerle la educación no solo de la mente, sino también del alma y del espíritu, una educación en 157

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formación (sabiduría) y no solamente en información, preparándolo para asumir el papel de su padre en el manejo de sus tierras si él no volviera. —¡Hazlo un hombre!— le dijo Ulises a Mentor, «cuida a mi hijo, protégelo, guíalo, acompáñalo, hazlo crecer». Para los hebreos de la antigüedad, existía otro término que expresaba en parte el espíritu de Mentor. Me refiero a ra'ah, que hace alusión a los pastores de ovejas muy comunes en su tiempo. Estos personajes —aunque sencillos—, cumplían una labor importante en la sociedad judía. Ellos eran los encargados de cuidar, alimentar y guiar a las ovejas; lo que significaba alimento para las aldeas y sustento económico. Con el tiempo, las iglesias cristianas —Católica, Ortodoxa, Protestante y Evangélicas—, denominaron a sus líderes religiosos «pastores», porque eran los encargados de pastorear a sus feligreses. De hecho, Jesucristo mismo cumplió funciones de pastor hacia sus apóstoles. Y puedo asegurarles algo, un pastor bien puede convertirse en un mentor si se especializa en ello. Me atrevo a sostener incluso que, muchos pastores y líderes espirituales necesitan con urgencia a un mentor a su lado. 2. Diferencia entre las palabras «mentor» y otras parecidas Aunque mentoreo no es una palabra común en América Latina, hay varias palabras mejor conocidas que usadas en contextos diferentes expresan la esencia del mentoreo: entrenador, asesor, consultor, consejero, líderes pastorales. He aquí una recopilación de términos según los diccionarios de la lengua española. Mentor: Persona que dirige, aconseja, enseña o guía de forma personalizada e individualiza a otra persona. Alguien que cree en otra persona, viendo más allá de lo que ellos mismos 158

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perciben, dando soporte y ayudándolo, estimulándolo y capacitándolo, para alcanzar su potencial, dentro de los propósitos de la organización o de la vida misma. Entrenador: Una persona responsable de entrenar otro, o en otras palabras, proveyendo a otro con los necesarios conocimientos, habilidades y técnicas. Originalmente la palabra viene desde el contexto de deportes, pero hoy es usada para hacer referencia a alguien que evalúa, dirige, y mejora el desempeño de ejecutivos de los negocios corporativos. Es usado para hacer referencia a un servicio de consultoría individualizado, bien anunciado en el mundo de los negocios como coach life, coach business, coach integral, otros. Asesor: Un especialista en cierto campo, quién dirige a otros a trabajar en ese campo o da discernimiento a otro sobre la base de su especialidad. Consultor: Un especialista, generalmente pagado para capacitar a un líder y su compañía o departamento en obtener una productividad más alta. Consejero: Una persona, normalmente capacitado en cómo comprender o ayudar a las personas, que los ayuda a solucionar problemas personales, sea del pasado o del presente. En el mundo de los negocios, a veces un consejero ayuda a profesionales en las épocas del mayor cambio, en la toma de decisiones difíciles, o simplemente en las preocupaciones comunes de altos ejecutivos.

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Líderes pastorales: Líderes que tienen el papel de mentor tanto como cierta autoridad espiritual. Tratan de tener cuidado del bienestar de la vida de otros. Su autoridad no es generalmente organizacional, sino más bien informal y relacional. La relación mentor–mentoreado ocurre a través de la interdependencia y no la imposición. Puede ocurrir en el contexto de una iglesia, sinagoga, mezquita, u otro espacio de expresión litúrgica. 3. ¿Qué hace un mentor por ti? Se ocupa de la persona a mentorear, guiándola, acompañándola y creciendo junto con ella; la discipula, entrena y equipa para afrontar la vida —o una situación en particular—, de mejor manera. Lo hace por medio de: La escucha activa: El mentor escucha atentamente a su mentorizado para así tratar de entender la problemática del individuo. Con su experiencia acumulada estimula —motiva, fomenta—, el aprendizaje del profesional mediante una mezcla de preguntas y diálogo, sin presiones, proselitismo de ningún tipo. Empatizando con el mentorizado de manera genuina, no fingida. Brindándole asesoría, consejería y motivación dependiendo de las situaciones que esté viviendo su mentorizado. Jack Canfield —especialista en crecimiento personal—, nos dice de manera sencilla cómo un mentor de verdad, y no uno que cree serlo, te da su apoyo: Cree en ti Te motiva 160

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Te desafía Te inspira Te mueve de la zona de confort Desafía tus creencias limitantes Sigue tus objetivos Te ayuda a mantener el compromiso con tus metas Te confronta con tus miedos Saca lo mejor de ti Conclusión Así entonces, un mentor es capaz de ejercer un nivel de influencia en ti mucho más potente que un líder organizacional, departamental o gerencial; puede enseñarte, exigirte y apoyarte más que tu propio líder superior, pues el mentoreo es un arte que requiere no sólo habilidad social, también espiritual y emocional, y sólo algunos pueden llegar a este nivel tan gratificante como es ser parte de tus mentorizados. Qué curiosa es la vida. Así como yo tengo mi propio consejo de mentores a los que recurro de tanto en tanto, al parecer yo también soy parte del consejo de algunos de mis seguidores, o al menos eso me han dejado entender cuando cariñosamente me llaman... mentor. Si aún no tienes un mentor, mi recomendación es ésta: consigue uno, los resultados en tu vida se dejarán ver. «Busca un buen consejo al hacer tus planes, se necesita una buena estrategia al librar una guerra» (Prov. 20:18).

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Sobre el libro «Reflexiones de un peregrinaje» es una compilación de reflexiones sencillas sacadas de experiencias propias y ajenas en mi peregrinaje por la vida, aunque debo aclarar que no soy viejo ni muy recorrido todavía. Sin embargo, he vivido la vida con intensidad y he convertido estas experiencias en mini historias, relatos y analogías que entregan enseñanzas prácticas para vivir la vida de mejor manera. Encontrarás en mi libro que hay relatos más extensos que otros, y algunos contienen plegarias a Dios porque fueron escritos en momentos críticos donde mi única esperanza era, y sigue siendo, Dios. No se trata pues de una obra religiosa, doctrinal o teológica, sino más bien de páginas que plasman una espiritualidad práctica, sencilla, aplicable al aquí y ahora. Por lo demás, debo advertirte que este libro es el primero de mi autoría, y por el riesgo que has tomado al adquirirlo te digo sinceramente..., ¡Gracias!

Sobre el autor Gabriel Andrés Gil Arancibia es de nacionalidad chilena, casado con Fabiola, padre de dos hijas nacidas en Ecuador, país donde junto a su esposa se desempeñó como docente-administrativo de una prestigiosa casa de estudios teológica (Semisud). De profesión Teólogo, especializado en Coaching Integral Sistémico y Mentorías de Vidas, Gabriel es además Obispo de la Iglesia de Dios, pastor, profesor de Biblia, Teología e Historia de la Iglesia; imparte conferencias a nivel nacional e internacional sobre el Desarrollo Personal y Liderazgo Mentor, su propósito en la vida es «Guiar a las personas hacia Dios, ayudándolas a mejorar sus vidas». Es presidente fundador de la consultora en desarrollo humano, MENTHOR (www.menthor.cl).