IMPACTO DEL TTIP EN EL SECTOR AGRARIO Desde el primer momento se identificó que uno de los aspectos más controvertidos del posible acuerdo Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) sería el impacto en el sector agrario en la Unión Europea. No se puede obviar que la Política Agraria Común ha sido un elemento clave del proceso de construcción de la UE. La agricultura en todas las regiones del mundo ha sido y debe seguir siendo considerada como un sector estratégico, y la UE no puede mantenerse al margen de la exigencia de soberanía alimentaria, principio por el cual las naciones tienen que defender el derecho a producir los alimentos en la cantidad y calidad que requiere su población. LA LIBERALIZACION DEL COMERCIO EN EL SECTOR AGRARIO. La liberalización de la regulación del comercio internacional en el sector agrícola se impulsó de forma extraordinaria a través del acuerdo NAFTA (North America Free Trade Agreement) de 1994 y el acuerdo agrícola en la Ronda Uruguay del GATT, alcanzado en 1995. Mediante estos acuerdos se redujeron los sistemas de protección arancelaria, facilitando el dumping. En países poco desarrollados se abrió el camino a la inversión a empresas transnacionales que desarrollaron sistemas agroindustriales vinculados a la exportación desmantelando el tejido de agricultura familiar. La competición por la adquisición de tierras de interés agrícola expulsó a pequeños propietarios a favor de las grandes corporaciones y fondos de inversión que comprendieron las oportunidades de negocio que suponía el comercio mundial liberalizado de materias primas. Esta desregulación del mercado originó un nuevo fenómeno: el incremento de la volatilidad de los precios de las materias primas y alimentos, cuyo máximo exponente fue la grave crisis alimentaria de 2007-2008 por incremento de los precios a nivel mundial. La excesiva volatilidad de precios dificulta la inversión a medio plazo en sistemas agroecológicos, más sostenibles y resilentes frente a desafíos como el cambio climático. El TTIP supone un nuevo paso en el camino de la liberalización comercial, pero con un impacto muy grande debido a la entidad de las partes que lo pueden llegar a firmar, y debido a que la vocación confesa de los promotores del mismo es que sirva de senda que diseñe las relaciones comerciales también para el resto de países. El impacto de este posible tratado, por lo que al sector agrario se refiere, habrá que evaluarlo no sólo atendiendo al impacto económico directo en la actividad, derivado de una liberalización en el comercio de materias primas agrícolas y alimentos procesados, sino también teniendo en cuenta el impacto en los estándares de seguridad alimentaria, bienestar animal y protección del medio ambiente que la legislación comunitaria establece para la actividad agraria en Europa, y que ha configurado lo que se conoce como modelo europeo de producción agraria.
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IMPACTO ECONOMICO DIRECTO EN EL SECTOR El estudio del Centre for Economic Policy Research (CEPR) de 2013, uno de los que que sirve de base para el impulso de esta iniciativa, concluye que, gracias a un tratado como el que se propone, la exportación de alimentos procesados elaborados en la UE se incrementaría en un 9%. No obstante, el mismo informe reconoce que la producción global de los sectores agrícola, forestal y pesquero únicamente se incrementaría en un 0,06 %. Dicho de forma más clara: el incremento en el flujo comercial no significará un incremento en la producción. Además, el propio informe advierte de que en ciertos subsectores se pueden generar efectos negativos, con reducción del empleo, recomendándose estudios específicos sobre estos aspectos. Semejantes conclusiones sobre el escaso impulso a la producción agroalimentaria alcanza el estudio ECORYS que en 2009 analizó el escenario de reducción de barreras no arancelarias en el comercio entre UE y EEUU. El informe de impacto sobre el Tratado de la propia Comisión de marzo de 2013 no incluye referencias específicas a este sector, mientras que sí dedica en su capítulo 5.5.3 un espacio a los sectores de electrónica, servicios de seguros e industria automovilística. Más recientemente, el 14 de mayo pasado la Comisión publicó en su página web su posición negociadora en cinco aspectos (productos químicos, cosméticos, vehículos, productos farmacéuticos y productos textiles), pero no se incluyeron los productos agrarios y alimentarios. Uno de los objetivos principales del TTIP es reducir o eliminar las barreras arancelarias entre ambas zonas económicas, partiendo de la base de que en general, estas barreras tienen ya actualmente escaso peso. Pero por lo que se refiere específicamente al sector agrario, hay importantes salvedades a tener en cuenta. Estas se encuentran identificadas en el artículo que en marzo de este año, Jacques Berthelot publica en Solidarité. En el artículo titulado “la locura de integrar la agricultura en el TTIP” realiza una fundamentada crítica sobre la metodología utilizada por el CEPR, que utiliza valores medios para las tasas de aranceles utilizadas en el comercio de productos agrarios entre EEUU y la UE sin tener en cuenta la enorme variabilidad entre las distintas líneas agrícolas, lo que lleva a conclusiones equivocadas sobre un posible impacto reducido en la eliminación de dichas tarifas arancelarias. Dicho impacto sería negativo en el caso de la UE, ya que sus tarifas son bastante más elevadas que las de los EEUU. También señala en este trabajo la importancia de considerar las diferencias en las ayudas al sector, así como el impacto que la extensión del acuerdo a nivel mundial tendría sobre los países menos desarrollados, incapaces de aproximar el nivel de ayudas existente en la agricultura europea y norteamericana. Para que seamos conscientes del impacto que puede tener la iniciativa de libre comercio en el sector agrario basta mostrar las grandes diferencias en las estructuras productivas entre EE y la UE. Así, mientras en EEUU existen del orden de 2.200.000 de explotaciones agrarias, en la UE hay registradas 13.700.000, con una diferencia enorme de dimensión entre ellas. Así, en EEUU la dimensión media es de 169 Ha, mientras que en la UE es de 12,6 Ha. Esta estructura dibuja dos modelos muy diferentes de producción: un modelo agroindustrial en EEUU, con uso intensivo de los input productivos, y un modelo de agricultura familiar en la UE, con una utilización más
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intensiva del factor trabajo. En un escenario de libre comercio la agricultura europea se vería obligada a acelerar el proceso de concentración de la producción para mantener la competitividad, con efectos negativos importantes en el medio ambiente y en el empleo en el sector, e incrementando la desertización de las áreas rurales de Europa. Pero además hay que reflexionar sobre los posibles beneficiarios de un acuerdo de esta naturaleza. Para ello, debemos de conocer la dualidad en la estructura de las empresas agroalimentarias en la nueva zona comercial que se pretende crear. Baste tener en cuenta este dato: las empresas transnacionales representan un 1% del total de empresas de alimentos y bebidas, pero son responsables del 52% de las transacciones comerciales, mientras que el 99% restante son pequeñas y medianas empresas que se reparten el 48% del volumen de negocio en el sector. No obstante, la Comisión argumenta que serán las pequeñas y medianas empresas las principales beneficiarias de la eliminación de las barreras no arancelarias, facilitándoles las exportaciones a través de la homogeneización de las normas aplicables. IMPACTO EN EL MODELO DE PRODUCCION Como ya se ha comentado anteriormente, el TTIP presenta también como objetivo eliminar barreras no arancelarias, es decir, conseguir compatibilizar las normativas de EEUU y la UE que en la actualidad pueden suponer un impedimento al libre tránsito de mercancías. Por lo que se refiere al ámbito agrario y alimentario, un informe del parlamento europeo ya ha identificado varios aspectos en los que la normativa europea y de EEUU es sustancialmente diferente y que por lo tanto, podría verse influenciada por el Tratado, como puede ser el caso de los Organismos Modificados Genéticamente o la utilización de tratamientos químicos en la higienización de la carne de aves de corral. Pero a estos dos aspectos, cabe añadir otro grupo de materias sensibles en las que la normativa difiere de manera importante: estándares de bienestar animal, uso de antibióticos como promotores de crecimiento, utilización de hormonas en producción animal, sistemas de trazabilidad, límites a la utilización de fitosanitarios… El modelo de producción agrario europeo se ha configurado a través de incorporar principios éticos en la producción animal y unos estándares muy elevados de seguridad alimentaria a lo largo de toda la cadena de producción de alimentos. La máxima expresión de este modelo es el establecimiento del principio de precaución mediante el cual la UE en el desarrollo normativo puede tener en cuenta posibles riesgos para la salud, aún cuando la información científica disponible no sea concluyente en la evaluación de ese riesgo. El mantenimiento en el futuro de este principio puede estar en cuestión ante un eventual TTIP en el que la equiparación de los estándares no se realice por arriba (debiera ser la exigencia de los consumidores), sino por abajo (como podría ser el interés de las empresas de exportación). Otro aspecto controvertido es la resistencia de los EEUU a respetar el sistema de indicaciones geográficas desarrollado en la Unión Europea.
CONCLUSION
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El TTIP puede tener importantes consecuencias para el sector agrario europeo. La recientemente aprobada reforma de la Política Agraria Común se inspiró en unos principios de mayor sostenibilidad social y medioambiental de la agricultura europea, fortaleciendo el modelo de agricultura familiar por considerarla generadora de bienes públicos (externalidades positivas) e impulsando los canales cortos de distribución entre productores agrarios y consumidores. Si bien el acuerdo final de aplicación de la PAC adoptado por los EEMM fue ciertamente decepcionante respecto a las expectativas generadas, esto no invalida la filosofía bajo la que se inspiró la reforma. Esos principios han sido refrendados por los ciudadanos europeos en distintas consultas (EUROBAROMETROS) efectuadas a lo largo del proceso de reforma de la PAC. La senda que dibuja el TTIP no parece que se encamine en el mismo sentido de las preferencias que han mostrado los ciudadanos europeos. Finalmente, recomendamos la lectura del informe de 2014 del relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter que realiza una serie de recomendaciones sobre el acceso a recursos (tierras, semillas), sobre el apoyo a sistemas agroalimentarios locales (inversiones, agroecología, apoyo a pequeños productores), y respecto al contexto internacional (volatilidad de los precios, comercio internacional, control de la concentración de poder), que ofrecen una trayectoria diametralmente opuesta a la que se propone con los tratados de liberalización comercial.
En Oviedo, a 20 de mayo de 2014
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