PROPUESTA DE MANIFIESTO DE UNA PLATAFORMA GLOBAL CONTRA LA GUERRA (Se intentó en el 2012, pero el momento de llevarla adelante es ahora mismo) Porque el 1% de la humanidad le ha decretado una guerra global y permanente al otro 99%. Porque si no queremos ser mercancías en manos de ladrones, tampoco ningún ser humano debe de ser ganado para inmolar en los mataderos de sus guerras. Porque si el robo de los mercados, del capital financiero, de las oligarquías nos indignan…el delito supremo del crimen bélico para el saqueo nos debería de horrorizar. Porque ambos delitos, crimen y robo, por orden de gravedad , son consustanciales a este sistema caduco. Porque ahora mismo la apelación a unos supuestos derechos humanos formales con aspiración a universales está actuando de cortina de humo para impedir el ejercicio del más sagrado de todos: El derecho a la vida. Porque muchas organizaciones no gubernamentales, subvencionadas, creadas y dirigidas por los mismos instigadores de la guerra, utilizan el arma arrojadiza de los derechos humanos occidentales para arremeter sin pruebas veraces contra quienes determinan los subvencionadores de esas mismas ONG, preparando el terreno de la opinión para justificar así las intervenciones armadas. Porque esos crímenes amenazan no sólo a los pueblos poseedores de materias primas, sino por extensión a toda la humanidad: Si son capaces de todos los horrores en sus futuras colonias, también serán capaces de implementarlos llegado el caso en la propia metrópoli. Porque es necesaria más que nunca una reactivación moral, cívica; que unifique a la humanidad por encima de visiones partidistas y sesgadas en el objetivo común y principal de la paz, de la evitación de una guerra que puede llegar a ser la definitiva. Porque tenemos que poner en marcha un proyecto de ingeniería colectiva que aporte toda la imaginación y reflexión necesaria para conseguir el objetivo de pararle los pies al monstruo de la guerra. Porque no creemos en la exigencia que se nos hace del “pequeño sacrificio” cuantitativo de la guerras humanitarias sucesivas, puesto que en el fondo pretenden convencernos de la inevitabilidad del gran holocausto que viene a continuación. Porque la guerra no es el último recurso, no es un recurso. Quienes se supone que están para evitarla, no deben de instigarla, obviando el respeto entre los estados, la no injerencia y la convivencia pacífica. Porque al final hemos comprobado que somos tolerados los antibelicistas porque ellos han establecido un techo que no podemos ni hemos sabido romper. Queremos levantar opinión fuera de las catacumbas a las que nos relegan, unificar el discurso y que pueda ser tan mediático cómo nos resulte posible con la ayuda de intelectuales, personalidades, organizaciones; seres humanos capaces de generar opinión y de catalizar las fuerzas que terminen con el impulso bélico. Porque si la guerra es global, nuestra fraternidad en contra de ella también debe de serlo. Se irán constituyendo plataformas en los distintos países en ésta línea y nuestro trabajo será conjunto y coordinado en este proyecto antibelicista. Porque nos interesa sobremanera que el pensamiento antibelicista irrumpa sobre todo en las entrañas de la bestia, para que en los países responsables directos de las guerras surja una cuña que intente romper por dentro los planes belicistas. Porque no podemos decir sin sonrojarnos “que en tiempos de crisis profunda ya sabemos que siempre se sale con una guerra mundial”. El horror de la guerra no encuentra mejor complemento que estas afirmaciones hechas sin reflexionar y para esquivar nuestra parte de responsabilidad en la
llegada de la barbarie. Porque albergando la esperanza de un mundo nuevo, sólo será posible si desenmascaramos a las fuerzas destructivas que desde el interior de este sistema en crisis letal; agoniza en estertores de sangre y fuego. Porque nuestra “sociedad del bienestar” sólo es nostalgia de lo que nunca llegó a ser del todo y si lo fue, existió sobre el dolor de millones de seres humanos. Sólo nos llevará hacia adelante el impulso de repensarlo todo y en primer lugar, sus perversas “guerras humanitarias”, que “salvan civiles” a base de hacerlos perecer. Sólo en Libia más de 60.000 civiles, más del 1% de su población; “salvados” durante 8 meses de asedio cobarde y perverso, con la colaboración de una opinión pública narcotizada a embustes y una intelectualidad que se equivocó completamente y que todavía no ha vencido a su soberbia incapaz de admitir este error tan colosal. Porque hechos cómo el de Libia, crímenes execrables de inusitada cobardía y maldad, han podido cometerse bajo el perverso argumento de la “salvación de los civiles”; gracias a la carta blanca que desde posturas tradicionalmente progresistas han recibido los poderosos. Ni ellos mismos esperaban un éxito tan clamoroso, que les permite repetir este guión “en cualquier país que determinen”, tal y cómo se jacta Obama. Porque el silencio miedoso o irreflexivo frente a tanta maldad, además de constatación de ésta, nos hace cómplices y se convierte en el refuerzo moral que esperan para garantizar así su triunfo. Porque es inadmisible desde los supuestos fundamentos de las “democracias” occidentales que sólo aparezca el discurso beligerante en todos los medios sin excepción, el de la propaganda de guerra. Debemos de exigir que las opiniones contrarias a la guerra y documentadas incluso con todas las dificultades, puedan aparecer en los medios de comunicación públicos. Porque sabemos de las trágicas consecuencias de la irrupción del discurso irracional y emocional en política, reivindicamos la ética y el raciocinio que la debe de acompañar. En las afirmaciones sin fundamentar, en las crónicas que no mencionan fuentes, en la ocultación de lo que no interesa que se conozca, se mantiene en esa estructura ideológica la misma voluntad de poder, la misma carga perversa capaz de sembrar de muertos el mundo. Porque somos conscientes que la misma marea humana que se manifestó en contra de la guerra de Irak , “caudal humano hacia otra luz” en palabras de Blas de Otero, sigue odiando las guerras y sabe quienes las provocan y para qué. Hay que reactivar ese sentimiento y pasar de las palabras a los hechos. Lo que sabemos en privado tiene que decirse en público, en beneficio nuestro y de los demás. Porque debemos de invertir los términos hasta el extremo de que quienes fomenten desde los medios las mentiras que legitiman la guerra y que abogan de manera clara por ella, puedan ser procesados por instigación a crímenes contra toda la humanidad. Porque debemos de contrarrestar el aluvión de la propaganda de guerra y a través de nuestros propios medios, suministrar información alternativa a la opinión pública y a las organizaciones que de manera tradicional se han opuesto a las guerras hasta ahora. Porque además de habernos secuestrado la economía y la historia, de decidir sobre la vida y la muerte, los poderosos nos han robado la ética. Se la han apropiado y la utilizan de falso señuelo para que de manera infantil lleguemos a creer que los responsables de los crímenes de Irak, Afganistán, Libia, Siria…son ahora filántropos a los que no podemos cuestionar en sus “buenas intenciones”. Porque sólo los poderosos pretenden tener desde el inmenso poder mediático y militar el supuesto don de representar a las “víctimas”. Ese tremendo poder es el fin en si mismo y la hecatombe que “libera”, una acción salvadora en el delirio que alimenta su ambición. Porque un gobernante no puede convertirse en un verdugo universal, desde supuestos valores más falsos que sus coartadas bélicas, más muertos que las almas de los inductores al crimen y de quienes lo aceptan desde el subconsciente colectivo. En esto ha devenido el verdadero poder “ejecutivo” de las democracias controladas por las oligarquías: En su capacidad directa de decidir sobre la vida y la muerte de los demás, asesinando de manera impecable y selectiva a quienes deciden, con los
inevitables “daños colaterales”. Porque ya no vale la condescendencia, ni se nos pueden perdonar las falsas creencias “humanitarias”, que pueden ser cuestionadas por el mero hecho de la parálisis que fomentan. No nos disculpa el alegar “que siempre fue así”, puesto que del “siempre” estos bandidos nos pueden hacer saltar al “nunca” de una devastación planetaria. Porque debemos de despertar de la falsa disyuntiva humanitaria, arma de destrucción masiva diseñada por la neurociencia y sus psicosociólogos del control social, que apela a los buenos sentimientos para convertirnos a nosotros mismos en cómplices de crímenes mayores, sin conciencia de serlo. Porque ya no podemos quedar impasibles a sabiendas de que nuestra pasividad es también una respuesta, es el beneplácito a cualquier aberración criminal que la ambición de unos pocos genere y que aboca a toda la humanidad a sufrimientos sin límite. Porque es necesario despejar falsedades, prejuicios e ignorancia y por que tenemos que volver a la ética, al aprendizaje de la experiencia, al raciocinio y a la visión del conjunto. Y si todo esto suena a un esforzado trabajo espiritual, en esta tesitura, es posible que recuperar el simple instinto de supervivencia nos ayude mucho