II. LA TRANSMISION DE LA PALABRA DE DIOS No podemos pretender conocer una Revelación distinta de la que nos fue transmitida. Dios en su benignidad dispuso que cuanto El reveló para la salvación de todos los hombres permaneciera íntegro y se transmitiera a todas las generaciones. (D.V. 7) La Revelación bíblica cristiana se puede y se debe datar y localizar y, sin embargo, es una Revelación destinada a todos los hombres, de todo tiempo u lugar (como la Salvación). Unicamente para algunos testigos el Verbum Salutis fue una revelación inmediata. Y, solamente a partir de ellos, dispuso Dios que llegase a todos los hombres la Palabra de Salvación. Por lo tanto, el mismo concepto bíblico de Revelación (en la historia y a través de la historia) implica el concepto de Tradición o Transmisión. Somos sujetos activos de la Tradición en cuanto Iglesia o comunidad evangelizada y evangelizadora: lo que os transmití es lo que a mi vez recibí... (1Cor. 15).
4) LA TRADICION EN EL TIEMPO DEL A.T. Y DEL N.T. En la actual Economía Salvífica, Dios asume el modelo humano: el homo loquens es también e inseparablemente homo socialis y por lo tanto homo culturalis, homo tradens. A. La tradición estructura humana y estructura de la Religión. Los hombres no viven aislados sino que dependen unos de los otros, forman parte de un mundo. Esta estructura de interdependencia humana o mediación fraterna, es característica de la condición humana y cristiana. Entendemos por cultura ese ambiente artificial, secundario que el hombre superpone a la naturaleza, y que comprende el lenguaje, costumbres, ideas, creencias, hábitos, organización social, predisposiciones heredadas, procedimientos técnicos, valores y actitudes. Se trata de una herencia social que el hombre recibe y transmite. Heidegger ha insistido en la dependencia que los hombres tienen respecto de esta existencia transmitida, la que ofrece la posibilidad de comprensión que influye no sólo sobre las decisiones prácticas sino también sobre la autocomprensión fundamental del hombre. Con la transmisión de la vida, se transmite también el sentido de la vida, su autocomprensión, el sentido de las relaciones fundamentales y por ende, de su relación trascendental, relación con la Trascendencia, que fundamenta su dimensión religiosa; y vertebra todo el organismo cultural. La tradición humana es también necesariamente tradición religiosa; religión y tradición se encuentran vinculadas por su misma naturaleza, pues la religión es un fenómeno social. Así se expresan y comunican el sentido profundo de los mitos, arcanos y doctrinas y el continuo repetirse de los ritos garantiza su continuidad y subsistencia a lo largo de las generaciones. Siempre a la base de la tradición, como instrumento de conservación de la religión, está la experiencia originaria de lo sagrado que inició la comunicación divina, a través de la figura representativa del soberano, sumo sacerdote, caudillo o profeta. Y este suceso está destinado por expreso mandato divino a recorrer el tiempo a lo largo de toda una serie de consignas y pasajes, una escala coherente y religiosamente autorizada y garantida, dado el carácter hierático o sacro que tiene el mismo tradere. Esta tradición religiosa, como vis tradens, va propiamente aneja a la misma verdad religiosa, por su carácter de veritas tradenda. Se encuentra siempre en la trama de dos formas: Tradición oral y tradición escrita, gozando de la disponibilidad y función siempre plena y actual de la primera y de la competencia apologética y vinculante de la segunda. B. La Tradición en la Religión de Israel. Es una ley, un imperativo de Dios: la Lex Narrandi (Sal. 78,3-4). El mandó que lo enseñaran a sus hijos, para que lo supiera la generación siguiente (v.5s)
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La Tradición de la historia de las intervenciones de Dios y de las respuestas de Israel está garantizada por la memoria viva, afín de que todos los hijos de Israel pongan su confianza en Dios. Tradición oral-vital y Tradición escrita son las dos formas de esta memoria. La composición del Antiguo Testamento viene precedida por una larga historia de tradiciones orales o de unidades menores aisladas, y aun después de formados los libros permanece paralelamente una tradición viva, si bien no puede pretenderse que tenga la misma autoridad normativa que la Sagrada Escritura; se trata de una tradición eminentemente interpretativa al servicio de la actual Revelación escrita, con el cometido de desarrollar la virtualidad y adaptación a la contemporaneidad. a) Se trata de una tradición viva, que se expresa en forma variadas y cambiantes: tradición oral, unidades literarias menores, tradiciones escritas, libros, tradiciones interpretativas y actualizantes. b) el ambiente lo constituye la vida del Pueblo de Dios, principalmente la familia, el culto (Ex 13,8.14), los santuarios, el Templo, la corte del Rey, etc.; es lo que se denomina Sitz im Leben. c) el contenido está determinado desde el comienzo por la conciencia de la Elección y de la Alianza con YHWH, después se va enriqueciendo y va sufriendo reinterpretaciones de distintos tipos. Tras la fijación del texto se transmite la exégesis auténtica de la Escritura. d) Combina dos carácteres complementarios: la estabilidad, sus elementos fundamentales son fijos, en materia de fe, de derecho y de culto; y el progreso, la misma Revelación se desarrolla a medida que nuevos enviados divinos van completando la obra en función de las necesidades concretas de su tiempo. Dos polos que no pueden ser aislados. C. La Tradición en los orígenes del Cristianismo. La lex narrandi se continúa en el tiempo de la revelación neotestamentaria; involucra la Revelación auténtica de Israel y la nueva y definitiva Revelación llevada a cabo en y por Jesucristo. Jesús es decidido adversario de los abusos de la tradición puramente humana (Mc 7,7-9). Pero no de la auténtica tradición de Israel, fijada en la Ley y los Profetas (Mt 5,17-19) ni de la tradición interpretativa de la Escritura (Mc 1,44): Haced y observad todo cuanto os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque dicen y no hacen (Mt 23,3). a) Tradición de Jesús Jesús con sus palabras y obras da origen a una tradición nueva. Es una nueva interpretación que él da de la Escritura; recupera el sentido de la voluntad originaria de Dios:... Al principio no fue así... (Mc 10,6) y su orientación al corazón del hombre (Mc 7, 14-23). Pero es sobre todo su actividad y predicación la que constituye la radical novedad: Jesús tiene la pretensión y la conciencia clara de ser el portador definitivo de la Revelación y de la Salvación y como tal habla y obra. Pero yo os digo... (Mt 5,21) como superación de la le, o como imperativo en las curaciones (Mc 2,11;9,25) o en el envío de sus apóstoles (Mt 10,16) o como expresión de aliento (Lc 22,52). Esto, unido a la conciencia de su autoridad, prepara ya la reivindicación de Jesús según la cual la salvación o la condenación se deciden en referencia a El (Mt 10,32). De la forma fija (y, por tanto, fácilmente memorizable) dada por Jesús a sus palabras, de la convocación de apóstoles y discípulos, con misión autoritativa y mandato de predicar, concluimos que en un sentido verdadero e histórico, al principio fue Jesús de Nazaret y la tradición de Jesús... b) Tradición de los Apóstoles Sobre Jesús. A raíz de la Resurrección y Pentecostés se inició la predicación postpascual y con ella la tradición sobre Jesús. El método de la historia de las formas ha permitido recuperar críticamente el fenómeno de la tradición y el ambiente de su formación. El evangelio sobre Jesús ha sido vivido y predicado primero, antes de haber sido puesto por escrito. La recopilación evangélica indica fundamentalmente una ya existente tradición de Jesús; pero conserva siempre el carácter de predicación (D.V. 19) con todas las exigencias que un tal género de actividad comporta. El contenido de la tradición biforme (oral-vital y escrita) sobre Jesús es cualitativamente el mismo; se trata de dos formas no materialmente sino formalmente distintas de la Revelación (13,4.b1).
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c) Tradición de la Iglesia Apostólica Tiene como contenido la doctrina, la vida y el culto de la misma. Los apóstoles han recibido de Jesús la misión autoritativa, sostenida por el influjo del Espíritu Santo de Jesús resucitado, de dar testimonio de la paradosis de Jesús, conservarla, explicarla y aplicarla... San Juan expresa esta continuidad entre las tradiciones de Jesús y sobre Jesús, en términos de "fidelidad a lo que era desde el principio" (Jn. 2,24;3,11), o "comunión con los Apóstoles y por su medio con la Santísima Trinidad" (1Jn. 1,1-4). San Pablo la llama "Tradición recibida y a la vez transmitida" (1Co. 11,23;15,3). En las cartas pastorales se sustituye el término parádosis por el de paratheke, es decir depósito confiado (1 Tm6, 20; 2Tm1, 13ss), que no puede recibir elementos realmente nuevos, sino explicitar las virtualidades ocultas en el depósito apostólico. Solamente los apóstoles, en su calidad de testigos de la Resurrección, son sujetos de tradición en el sentido estricto; sus sucesores han sido establecido por ellos, para estar al servicio de la Tradición apostólica. D. Confrontación entre la Tradición del AT y del NT. Surgen notas comunes: tradición viva biforme, con caracteres de estabilidad y progreso. Pero también hay diferencias importantes derivadas de la distintas pretensiones religiosas que las dos corrientes presentan: a) La T. Veterotestamentaria vive y espera para el futuro el cumplimiento históricamente verificable de la misma. La T. neotestamentaria, en cambio, sabe que la cumbre de la intervención divina ha quedado ya a sus espaldas: El Mesías ya ha venido y esperamos su retorno glorioso al final de los tiempos. b) La T. NT tiene un carácter definitivo (ha comenzado el eón definitivo) y todo anuncio ulterior debe brotar del testimonio divino apostólico original y debe mantenerse en sintonía con él. Posee una singular eficacia, pues tiene el dinamismo de realizar aquello que sus palabras dicen; comunica al creyente la realidad de la Salvación anunciada, en virtud del Señor resucitado, quien por medio de su Espíritu sigue presente y actuante. c) La T. judeo rabínica se caracteriza por la cesación del Espíritu y la sustitución de los profetas por los doctores de la Ley. La Parádosis de Jesús, en cambio, continúa siempre bajo la moción constante del E.S. en la Iglesia y la responsabilidad última de la continuación y pureza de la Parádosis no depende de los transmisores mismos, sino del Espíritu y del Señor Resucitado (Jn 14, 16; DV 8) Para ampliar: F. ARDUSO, “Tradición”, NDT (Cristiandad, Madrid) P. LENGSFELDT, Mysterium Salutis I (Cristiandad, Madrid) 287ss. P. GRELOT, La Biblia Palabra de Dios (Herder, Barcelona) 36ss. L. ALONSO SCHÖKEL, (ED.), Comentario a la Dei Verbum (BAC, Madrid) passim.
5. LA BIBLIA: MEMORIA ESCRITA DEL PUEBLO DE DIOS La Tradición escrita es la segunda forma privilegiada o especial (DV 8) de las tradiciones bíblicas. Se escribe para recordar aquello que se ha vivido y ofrecerlo como lección a las generaciones futuras. Judíos y Cristianos abren sus libros para leer en ellos esa Palabra de Dios que se remonta a los orígenes de la historia humana, imprimiéndole una dirección irreversible y un significado definitivo. Para los creyentes, la Revelación está en la Sagrada Escritura, lo mismo que un suceso está en la noticia que nos lo da a conocer. La Biblia no es un libro caído del cielo o dictado por un ángel. Fue escrito por decenas de autores, hombres reales, algunos conocidos y la mayoría desconocidos, durante más de diez siglos. Las épocas, ambientes y autores a las que pertenecen los libros crean continuos problemas; pero es claro que todos tuvieron la común preocupación de contar y testimoniar las gestas milenarias de su pueblo, al que Dios había elegido como su pueblo. Hay una íntima conexión entre el devenir de una
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historia y el progreso de su comprensión y la formación de su memoria, primero oral-vital y después escrita. Y así lo vemos en Israel:
Como
se
formó
el
Antiguo
Testamento
A. De Abraham a Moisés Todo comenzó con Abraham, peregrino de Dios. Su migración de Mesopotamia a la tierra de Canaán puede parecer a los ojos de la historia, bastante normal. En los siglos XIX o XVIII la existencia para los clanes seminómades como el de Abraham, al margen delos grandes imperios mesopotámicos, se hará cada vez más problemática. La búsqueda de pastos tranquilos pudo llevar al Patriarca de Ur a Jarrán y después a Hebrón en Canaán. Pero todo auténtico "llamado" ordena de muy diversas maneras su propia existencia, en medio de mil condicionamientos imponderables. La marcha de Abraham fue una "respuesta" a la llamada de Dios (Gn 12,1ss). Cuando sucedió tal cosa -y pudo suceder en las más diversas circunstancias, las mayorías de las cuales son indemostrables documentalmente- el corazón del creyente está ya regenerado, su existencia ha experimentado una transformación. Ésta sí es documentable y queda ahí como un signo ofrecido a los ojos de la fe. Los Patriarcas, Abraham, Jacob, Isaac, cuentan sus aventuras al atardecer, fuera de sus tiendas. Los hijos escuchan de la boca de sus padres una historia pintoresca y viva, y aprenden una sublime lección: su vida y su historia están en las manos de Dios, dirigida por Él hacia un gran futuro que interesa a toda la familia humana. Estas tradiciones orales cargadas de verdadera inspiración religiosa y llena de promesas, como todavía se pueden reconocer en las páginas del Génesis, constituyen probablemente la etapa más primitiva de la formación del AT. La familia de Jacob se traslada de Canaán a Egipto, donde su hijo José ha sido elevado al más alto rango de la corte del Faraón, en el momento de la dominación de los Hycksos, raza semita que ocupó el poder desde el año 1720 hasta el 1550 a.C. Después sobreviene un silencio que ocupará varios siglos. Tal vez la historia parezca detenerse, especialmente cuando las cosas marchan bien. La marcha de Abraham, el antiguo Patriarca, parece que no tuvo mayores conflictos con el clan de los israelitas pacíficamente instalados en el rico delta del Nilo. Pero a comienzos del s.XIII a.C. sucede una crisis saludable. Los nuevos faraones, que ya no son semitas, condenan a la esclavitud a los extranjeros descendientes de Jacob. De nuevo un "llamado", de nombre Moisés, escucha en el desierto la voz del Dios de sus Padres que enciende en él y en sus hermanos hebreos la sed de la libertad. Exodo fue el de Abraham; éxodo fue de nuevo el de Moisés, que ahora va a guiar, no a un clan, sino a todo un pueblo, abriendo ante él los difíciles senderos de la libertad: liberarse de los impedimentos externos para servir a Dios libremente y a la promesa universal de salvación. Nos encontramos hacia el 1250 a.C. Las antiguas tradiciones orales sobre las vicisitudes de los patriarcas forman un grueso capítulo: la narración popular y el recuento de los abusos de los egipcios contra los israelitas y la maravillosa liberación de los hebreos de aquella tierra de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés. El Dios de los Padres ha roto el silencio y Moisés ha conocido su su nombre: Yahweh, que significa "El que es", "El que está presente" para actuar y llevar a cumplimiento su antigua promesa. Se ha trazado un puente que une largos siglos: el Dios de Moisés es el mismo que el de Abraham, Isaac y Jacob. Dios ha pasado para salvar, Israel pasa de la esclavitud a la libertad. Es la primera Pascua, que significa paso. Moisés guía a los liberados a través del desierto hasta el Sinaí, donde todo Israel vive una experiencia decisiva: un pueblo entero oye la voz de Dios que, por medio de Moisés, lo convoca y establece con ellos un pacto o Alianza (Ex 19,24). Dios quiere ser "el Dios de Israel", para hacer de Israel "el pueblo de Dios". Un Pacto exige un documento escrito, y Moisés lo redactará como testimonio de un compromiso comunitario y oficial. En la trama del documento de la Alianza se hallan las bases de la urdimbre de toda la Torâ (el Pentateuco): una historia de elección y de salvación gratuita por parte de Dios; la Ley como respuesta obediente a Dios que ha llevado a cabo la salvación, el rito que sigue el pacto, las bendiciones y las maldiciones, según que se cumpla o quebrante el Pacto. Moisés muere sobre el monte de Nebó en la tierra de Moab, frente a Jericó, con una doble nostalgia: la de ver el rostro de Dios (Ex 33,18ss) y tocar la tierra prometida; pero tiene que contentarse con verla de lejos (Dt 34).
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B. De Josué a Salomón Josué recoge la herencia de Moisés, pasa el río Jordán y procede a la conquista de la tierra de Canaán (del 1220 al 1200 aprox.a.C.). En torno a los antiguos santuarios cananeos se transmiten las narraciones que exaltan algunos episodios de la conquista de la tierra (Jos) y también otros menos relevantes posteriormente (Jue). La misma legislación se desarrolla a medida que se va aplicando concretamente esa ley fundamental dada por Moisés en el Sinaí y de acuerdo con las diversas exigencias de la nueva situación del pueblo que se ha vuelto sedentario. Con la llegada de la monarquía se inicia la historia "oficial" de Israel que tiene su correspondiente en los documentos extrabíblicos. Saúl, el primer rey (1030-1010) acaba trágicamente. David (1010-970) conquistó Jerusalén y la convirtió en la capital del reino. Salomón (970930) construyó el famoso templo y favoreció el desarrollo cultural de Israel. El Estado creó sus anales, los archivos que harán posible la historia y las narraciones de los siglos posteriores. Páginas bellísimas sobre la aventura de Saúl, sobre la subida de David al trono y sobre el reinado de Salomón, que confluirán más tarde en Sm y Re (1-11). A finales del reinado de Salomón, entra en escena uno de los más expertos narradores del AT, a quien los críticos bautizaron el yavista (J). Con él la memoria religiosa de Israel realiza un salto formidable. Sobre la base de antiguas tradiciones orales y fragmentos poéticos puestos ya por escrito, y llevando a cabo una relectura crítica de los mitos cosmogónicos de las culturas circundantes, el yahvista reelabora una historia de la salvación que, partiendo de la creación y pasando por la historia de los Patriarcas y de Moisés, llega hasta la conquista y entrada en la tierra. Análogamente un siglo más tarde, un autor desconocido o el ambiente de un santuario recoge las tradiciones orales desde Abraham hasta Josué, que habían andando tratando de instalarse en las tribus del Norte (el Elohista). El genio poético hebreo, que ya se había manifestado en los cantos épicos (Ex 15; Os 10,12-13; Os 5 etc.) canta himnos religiosos en el siglo segundo antes de Cristo. Del mismo modo que los sabios del área cultural de la Medialuna Fértil, también los escribas reales de Israel se ejercitaron en las máximas sapienciales. Así es como se forma la parte central del libro de los Pv (10-19), cuya última redacción aparecerá después del exilio de Babilonia. El año 931 el magnífico Rey Salomón muere e Israel se divide en dos reinos. El del Norte con Samaría por capital, que durará dos siglos aproximadamente (931-721) y el del Sur, con Jerusalén por capital, que sobrevivirá ciento cincuenta años hasta el 587; fecha en que Jerusalén, asediada por Nabucodonosor es destruida juntamente con su templo. El pueblo de Israel camina al exilio en Babilonia. C. Los Profetas Pre-exílicos Sobre las dos zonas en que había quedado dividido Israel velaron hombres nuevos y extraordinarios, los profetas, de los que el mundo no era digno (Hb 11,33-38). Heraldos de Dios y de las radicales exigencias del pacto, los profetas permanecen "aferrados" a Dios y son enviados por Él a Israel para ponerlo en guardia contra la ruptura de la Alianza, para amenazarlo, lanzarle un "ultimátum". A la luz de la historia de la salvación del pasado, ellos interpretan el presente, el hoy de su propia historia. Como el centinela de Isaías (21,11-12), el p. tiene que anunciar la llegada de la noche tenebrosa (el juicio) pero también las primeras luces del alba (la salvación). La Alianza puede ser quebrantada por Israel, pero la Promesa de Dios permanece indefectible. La mirada del p. se dirige al horizonte futuro de la salvación hasta perderse en la lejanía de la salvación mesiánica. Elías y Eliseo, que no escribieron, predicaron en el Norte. Las palabras y gestas de estos dos las podemos leer en el libro I y II de los Reyes: maravillosa y colorista pintura literaria, el "Ciclo de Elías " (I Re 17-22; II Re 1-2) y un libro de "florecillas", "el Ciclo de Eliseo"(II Re 2,19-8,15). A partir del siglo VIII y hasta el destierro de Babilonia, la voz de los profetas escritores se derrama como un río de lava incandescente sobre la historia de Israel. Al Norte, Amós y Oseas; al Sur, Isaías (1-39 y Jeremías, entre los profetas mayores; Miqueas, Sofonías y Habacuc, entre los menores. Todos estos pronunciaron oralmente sus "oráculos" e incluso a veces los pusieron por escrito. Pero en general, los libros actuales de los P. son obras de discípulos y redactores, que fueron recogiendo sucesivamente los oráculos del Profeta maestro. A lo largo del s. VII, se pone por escrito la parte central del actual Dt (12-26: llamado Códice Deuteronómico), representa la Torah de Moisés compuesta sobre las bases de las antiguas tradiciones escritas y a la luz de la teología pronunciada por los profetas. La idea central que subyace es la de la Alianza don gratuito de Dios y al mismo tiempo llamada que exige una fidelidad responsable por parte
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de Israel en su vida y en su historia. Israel estará a salvo, gozará de la tierra que Dios le ha otorgado, mientras permanezca fiel al pacto. Pero, en cuanto cae en la infidelidad, las maldiciones de la Alianza comienzan a desencadenarse con todas sus consecuencias y la ruina se abate sobre Israel. Las etapas de esta ruina progresiva son: la división de los dos reinos (931), la caída de Samaría y del Reino del Norte (721), la caída de Jerusalén, el final del Reino de Judá y el consiguiente exilio a Babilonia (587). Ésta es la teología que inspirará la Obra Deuteronomista, que comprende Js, Jc, 1-2Sm, 1-2R. Toda esta larga historia desde la ocupación de la tierra prometida hasta el Exilio de Babilonia está elaborada y por lo tanto redactada de acuerdo con las categorías de interpretación de la historia propias del Dt, sobre las bases de anteriores tradiciones orales y escritas y de documentos oficiales de archivo. La obra deuteronomista pudo estar compuesta hacia mediados del siglo IV, durante el Exilio: una especie de balance después de la catástrofe. D. El Período del Exilio de Babilonia Durante el exilio, que constituye la crisis más grave de su historia, Israel permanece anclada en el pasado, única grandeza que le queda en un momento en que el presente se ha vuelto mezquino, en el que únicamente abundan las lágrimas y ni siquiera se consuela con los "Cantos de Sión", ya que resultan imposible cantarles en tierra extranjera (Sal 137). La conversión de Israel durante los cincuenta años del destierro fue ante todo una reconciliación con la memoria de pasado. Es precisamente cuando Israel se vuelve mas escritora que nunca. La Historia deuteronomista, como ya hemos dicho, le permite captar la impresionante sucesión de sus desastres hasta culminar con el destierro. Los círculos sacerdotales son asistidos y mantenidos por un profeta, un simple sacerdote Ezequiel. Su larga profecía comienza describiendo la visión de la Gloria de Dios que abandona el Templo y la ciudad de Jerusalén, en dirección al oriente: es el signo del destierro; pero termina con la visión de la vuelta de Gloria del Señor a la ciudad santa y al Templo: es el signo del retorno, de la inminente liberación. La esperanza renace en el corazón de los desterrados y otro profeta, el Deuteroisaías (Is 40-45), poco antes del edicto del rey persa Ciro (538 a.C.), canta con acento lírico la inminente vuelta de Israel a su patria, como si se tratase de un éxodo más exultante que el primero. Al final del exilio aparecen las Lamentaciones, llamadas de Jeremías, que evocan el dolor, el arrepentimiento y la humildad de Israel ante las ruinas de la Ciudad Santa. E. El período del Judaísmo La vuelta de los desterrados a Jerusalén el 538, está plena de exultante gozo: "la boca se nos llena de risas, la lengua de cantares (Sal 126). Pero la restauración política y religiosa de Israel se hizo más problemática que lo previsto. Transcurrirán varios decenios antes de que se reconstruya el templo y, apenas reconstruido, los viejos no podrán menos que lamentarse del perdido esplendor del antiguo (Esd3,12-13; Ag 2,3). Se reedificaron las murallas de la ciudad y las defensas de los muros externos pero la verdadera independencia política nunca más volverá. Para su propia historia y su vocación Israel deberá buscar otras bases, diversas de las que le proporcionaban sus estructuras políticas. Se convierte en una comunidad eminentemente religiosa: así nació el Judaísmo. Se da un paso en orden a la espiritualización de la esperanza. La comunidad de los repatriados recibe su organización estable del gobernador Nehemías y de Esdras, el sacerdote-escriba, a lo largo del siglo V a.C.; tampoco le falta la asistencia de los profetas: Ageo y Zacarías (1-18), el Tritoisaías (56-66), Abdías, Joel, Malaquías y el DeuteroZac (9-14). Este es el período en que la mayor parte de los libros del AT recibe su definitiva redacción; en torno al Libro Sagrado se busca la reconstrucción de la comunidad religiosa. Con la fusión de las diversas tradiciones con la base del trazado histórico P, uno o varios redactores dan vida al actual Pentateuco. A finales del siglo V nace la llamada Obra Cronística, que comprende I y II Cr, Esd y Ne y abarca como complejo literario el más extenso período de la Historia Santa: desde la Creación (1Cr 1-9 y una serie de genealogías desde Adán a David) hasta la reconstrucción del Templo y la restauración del Judaísmo. La intención de hacer historia no es ajena al cronista, pero lo que él pretende sobre todo es dar una justificación a los fundamentos de la vida judaica: la Ley, (gracias a él da lugar al Pentateuco), las instituciones que giran alrededor del culto y el sacerdocio de Jerusalén y la esperanza (centrada en el mesías davídico). Los mismos escritos de los profetas tanto pre-exílicos como exílicos sufren retoques y añadidos de mano de los redactores. Después del exilio se desarrolla la Literatura sapiencial, la recopilación de los Salmos y Proverbios se completa en torno a los distintos núcleos. Llegan los escritos de Job, Qohelet, el Cantar de
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los Cantares y el Sirácida. El libro de la Sab es el último en componerse, en la lengua griega hacia el año 50 a.C. Aparece el género literario del midrash, una libre utilización de la tradición y de los datos de la historia antigua, con el fin de edificar y de instruir para la vida y expresar temas o tendencias. Es el caso de los libros de Tobías, Ester, Judith, Jonás e incluso tal vez el de Ruth. F. El Helenismo Con la superación del régimen persa se abre el último período de la historia del AT: el helenismo. La violenta persecución religiosa de Antíoco IV Epífanes provoca la gloriosa insurrección de los Macabeos (167-135), testimonios de esta época heroica de la fe de Israel son el I y II Mac. Los tiempos de crisis, como éstos, son muy propicios para la literatura apocalíptica, que gusta ampliar los horizontes más allá de las posibilidades de la historia, decididamente desilusionante. Se da así un paso decisivo a la escatologización de la esperanza. Un ejemplo es Dan 7-12: el glorioso triunfo de Dios sobre los enemigos de Israel. Entretanto hacía mucho tiempo que se había apagado la voz de los profetas. El último, Dt-Zac, que escribe a finales del s. IV, dejaba ya entrever e fin del profetismo (13,2-3). Amós en el siglo VIII había anunciado días oscuros en los que Israel "andará errante de mar en mar y de oriente a occidente en busca de la Palabra de Dios sin poderla encontrar" (8,18). Israel se lamenta ahora por la ausencia de un profeta (Sal 74,9). Sin el aliento de la palabra del profeta todo se vuelve incierto y difícil (Mac 4,46; 9,27; 14,41). Después que los profetas se habían echado a dormir (Apoc. de Baruq Sir 8,3) los judíos creen que Dios habla solamente a través del eco de su voz, endeble susurro de su Palabra.
Cómo
se
formó
el
Nuevo
Testamento "Antes debe volver Elías": la profecía. Después de un largo silencio, finalmente "la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto" (Lc 3,2), Juan Bautista es el último profeta del AT enviado por Dios a preparar el camino del Señor, para dar testimonios de la Palabra de Dios que se ha hecho carne en Jesús de Nazareth. Estamos aproximadamente en el año 28 o 30 de la era cristiana. A. Jesús de Nazareth El nuevo Maestro de Nazareth, una vez recibido el bautismo de Juan, da comienzo a su misterio de Mesías Salvador. Actúa y habla. Sus palabras y los milagros que realiza impresionan a la multitud y a los jefes de los judíos. Obraba y hablaba con una AUTORIDAD (Mc 1,22-27), jamás conocida en un profeta. Perdona a los pecadores, a todos sin distinción; y plantea a la gente las cuestiones más graves acerca de las relaciones con Dios y con los hermanos. Abre el corazón de sus discípulos, llamados por El para que le sigan, para que puedan comprender la original novedad de su persona y los compromete en la construcción del Reino de Dios. Había comenzado diciendo: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15). El R. de D. implica dos cosas al mismo tiempo: Presencia de Dios como acción salvífica en el presente (soberanía o reinado de Dios) y también estado final escatológico que pondrá fin al mundo viejo, dominado por el pecado y la muerte y que inaugurará el mundo nuevo de la resurrección universal e incluso cósmica, (Reino de Dios). La soberanía de Dios es para el presente, convoca y compromete en el tiempo presente; se oculta mediante la fe, nos libera del mal y para el bien. El Reino de Dios (con el Juicio final, la Parusía del Señor, y la Nueva Creación) es para el futuro, es "Adventus". No obstante, no puede decirse que exista una total separación: aquello que en el mundo futuro será plenamente visible y transparente, se encuentra en obra aquí abajo, aunque de manera oculta. Jesús de Nazareth no se limita a contarnos "las parábolas del Reino". Toda su persona y su vida constituyen por si mismas una desconcertante parábola del Reino: "El R. de los cielos está ya en medio de vosotros"(Lc 17,21). Toda su vida queda marcada de forma repentina y coherente como por el efecto choque, enfrentamiento, como se en Mc 2,1-3,6. Se dan cinco pasajes desconcertantes que obligan a los testigos presentes a adoptar posiciones: el perdón de los pecados al paralítico, comer con los pecadores y los publicanos, la defensa de los discípulos que no ayunan y que recogen espigas durante el descanso sabático y una curación en sábado.
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La conclusión de estos cinco pasajes anticipa ya lo que va a ser el fin "Y los fariseos salieron de repente con los herodianos y celebraron consejo contra él para hacerle morir (Mc 3,6). Sobre todo de él, el Profeta, directamente el mundo no era digno (Hb 11,38). La fe cristiana es también adhesión no fácil a lo imprevisible, escandalosa manera de inaugurar el Reino por parte de Jesús. Jesús debía morir rechazado y crucificado por los dirigentes del pueblo como El mismo lo había anunciado, pero había dicho además que "al tercer día resucitaría de entre los muertos". Su resurrección confirmó definitivamente a los ojos de sus discípulos la verdad de sus palabras y la autenticidad de su misión, como enviado de Dios y Mesías de Israel y como Señor de la vida. Los discípulos reconfortados por las apariciones del Resucitado e iluminados por el Espíritu Santo en Pentecostés, proclaman ahora con abierta franqueza su fe: Jesús no es solamente el Cristo, Mesías, sino que es el Señor y Salvador único porque es el Hijo de Dios hecho hombre. Muchos de entre los judíos creerán en Jesús y la Iglesia se desarrollará rápidamente; pero la mayor parte rechazarán a Jesús y a su Iglesia naciente. S. Pablo, un auténtico israelita, es llamado por Cristo para llevar el Evangelio más allá de las fronteras de la Palestina, a los gentiles, a los centros más importantes del mundo grecorromano, al rechazo de Israel le da el nombre de "Mistero" porque aun en ello se realiza el misterioso plan de Salvación universal. B. La predicación de los Apóstoles. Los Escritos de Pablo Al comienzo la predicación de los A. fue solamente oral. La Sagrada Escritura era al comienzo, tanto para los apóstoles como para Jesús, la misma que para Israel, es decir, el AT. El órgano transmisor del mensaje cristiano es la Iglesia, jerárquicamente estructurada en torno a los Doce y a Pedro su cabeza, unidos a la tradición viva: culto e instituciones. Sin embargo, los primeros escritos cristianos no tardaron en aparecer, como testimonio e instrumentos de esa viva tradición. Los primeros se deben al apóstol Pablo, que dirige diversas cartas a la comunidades fundadas por él y con las cuales trata de mantener la comunicación. Entre los años 50 y 60: 1-2Tes, 1-2Cor y Flp (otros la ubican entre las cartas de la cautividad), Gal y Rm. Del año 61 al 63, mientras S. Pablo está prisionero en Roma: Col, Ef y Flm. La última serie de cartas tienen como destinatarios personas particulares, pastores de diversas iglesias, de ahí su nombre de Cartas Pastorales: 1-2Tm y Tt. Nos encontramos en el año 63 o 67, en el caso de estas cartas sean inmediatamente de mano de Pablo; ya que la crítica ve un lenguaje muy distinto y un cambio en el estilo respecto a las otras epístolas del apóstol, que no se explica del todo por el cambio de situación histórica y eclesial, que haría que se adaptaran mejor al último decenio del S.I: algún discípulo podría haber utilizado algunos apuntes y escritos de Pablo. Todo este conjunto de S.Pablo constituye un maravilloso testimonio de cómo el Evangelio transforma a las personas y a las comunidades. El lector queda sobrecogido por él: las esperanzas de la comunidad naciente, sus éxitos, los conflictos internos y el enfrentamiento constante con las religiones y culturas externas son en el fondo las mismas de la Iglesia de siempre, incluso de la nuestra. La carta a los Hebreos, obra de un discípulo de Pablo, escrita poco antes de la destrucción de Jerusalén del año 70, desarrolla una grandiosa tesis sobre la universal mediación sacerdotal de Jesucristo y anima a los cristianos tentados de apostasía. C. Los Evangelios sinópticos La Redacción definitiva de los tres primeros evangelios (llamados sinópticos porque, dispuestos en columnas paralelas, los podemos leer de un golpe de vista sin diferencias notables) marca otro período literario, que va del 65 al 80 d.C. La fundamental conformidad de estos se explica gracias a la existencia de una tradición oral común, homogénea, y bien estructurada, que ha precedido a la puesta por escrito de los evangelios, al empleo de fuentes comunes escritas y a la dependencia de Mateo y Lucas respecto de Marcos. Las divergencias, por su parte, son debidas a la diferente personalidad de cada uno de sus autores, a su respectivo punto de vista o a las diversas circunstancias y problemática de las comunidades a las cuales se dirigen (DV 19). El ev. de Marcos está escrito para cristianos provenientes del Paganismo. Con un lenguaje narrativo popular, de estilo vivo y pintoresco, que pone al lector en contacto inmediato con los hechos, objeto primordial de su narración, el evangelista se propone develar progresivamente el misterio de Jesucristo "el Hijo de Dios", culminando en la pasión donde se revela esta verdad al centurión pagano. Se ha hablado de Mc como el ev. del catecúmeno, una guía para introducirlo gradualmente en el
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misterio del Reino de Dios (Mc 4,11) por un camino de fe y de seguimiento nada fácil, a imitación de los doce apóstoles. Mateo esta escrito para judeocristianos y presenta a Jesús como el Mesías anunciado por las Escrituras hebreas: Jesús es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, afirmación que abre (1,23) y cierra (28,20) el evangelio. Convencido de que el verdadero judío es el que se hace cristiano y entra en la Ekklesía, es el único que pone en boca de Jesús la parábola de la Iglesia - edificación de Dios (16,18 y 18,17). Al referirnos a las parábolas de Jesús, reagrupadas en cinco grandes discursos, el evangelista está pensando en la vida de la comunidad; es el Ev. del catequista, una larga catequesis que guía a los cristianos hacia la formación de la comunidad y que nos da un código de vida comunitaria. Lucas alcanza su singularidad en el hecho de ser el primer cuadro de un díptico: el Evangelio, que desarrolla el tiempo y la historia de Jesús y los Hechos de los Apóstoles, que desarrollan el tiempo y la historia de la Iglesia. Cuando Lucas escribe, se ha madurado ya en el sentido de una Iglesia extendida en el tiempo de la Historia de la salvación y comprometida en la obra de la evangelización y conversión. Su ev. invita a la Iglesia a contrastarse con la solidez de los orígenes, con la auténtica tradición de Jesús, la única que garantiza una verdadera contemporaneidad de la Iglesia en cualquier momento de la historia. El Jesús de Lc es ante todo el Señor y el Salvador de todos los hombres, un Cristo misericordioso en continua búsqueda de los pecadores, los pobres, los marginados; pero cuya misericordia no atenúa la radical exigencia del Ev. destacada particularmente por Lucas y que el creyente deberá traducir en la vida de todo los días (9,23). Después del Ev. del catecúmeno y del catequista, tendríamos en Lucas el Evangelio del cristiano que da testimonio en el mundo. Los Hechos son una continuación del Ev. La Buena Nueva de Jesús Salvador de todos los hombres se hace la Buena Nueva de la salvación anunciada y testimoniada por la Iglesia apostólica ante todos los pueblos entonces conocidos. Son una obra abierta, un libro que no tiene conclusión: el apóstol S.Pablo se halla prisionero en Roma, confinado en una casa "con un soldado de guardia y sujeto con una cadena..."(Hch 28,16-20) mientras anuncia el Reino de Dios y enseña las cosas relativas al Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento alguno (Hch 28,31). La antinomia de Pablo, prisionero pero evangelizador, es la perenne antinomia salvífica de la Iglesia. D. Las Epístolas Católicas Otros escritos apostólicos (St, 1 y 2 Pe, 1,2 y 3 Jn, Jds) se agruparon después del s.IV, bajo la denominación de cartas católicas, es decir, universales, ya que no estaban dirigidas a comunidades particulares, sino a los cristianos en general. Son mensajes, en forma de carta, escritos por apóstoles o por hombres de su círculo más cercano, que todas las generaciones de creyentes deben acoger y vivir: la fe es verificada por medio de obras (St), los falsos doctores están ya juzgados (Jd); debemos estar prontos a dar razón de nuestra esperanza a cualquiera que lo exija (1 Pe), vivir a la espera del día del Señor (2 Pe), vivir en el amor y amar en la verdad (Juan). En cuanto a la 2Pe,la crítica está de acuerdo en atribuirla a un discípulo del apóstol que escribiría hacia fines del s.I o comienzos s.II. E. Los Escritos de Juan La obra joánea cierra la colección de los escritos del NT. Además de las cartas ya mencionadas, la tradición cristiana ha atribuido al apóstol el cuarto evangelio; un escrito lentamente madurado a lo largo de sucesivas redacciones, las cuales todavía conservan viva e intacta la impronta del testigo ocular, el apóstol Juan, su primer autor. Su fuerte personalidad y la tradición paralela pero independiente respecto de aquélla que concluyó en los sinópticos; el nuevo contexto cultural y eclesial, una reflexión más madura sobre la persona de Cristo sólo posible a finales del S.I; todo esto explica suficientemente la diversidad del Ev. de Juan, que Clemente de Alejandría llamó evangelio espiritual. Podría decirse que es el Ev. del creyente contemplativo, que ha llegado a una experiencia cristiana madura. Esta vivencia tan profundamente humana de Jesús de Nazareth culmina en la pasión y muerte que constituyen su Hora, donde se hace visible y tangible la Gloria de Dios, la Presencia de la Verdad y de la Vida que son de Dios y vienen de Dios a través del Verbo encarnado y se ofrece a la acogida de la fe. Juan se dirige expresamente al lector ya conocido, llamándolo a entrar en el juego dramático de pronunciarse en pro o en contra de Jesús; "Jesús realizó también delante de sus discípulos muchos otros signos, que no están escritos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y creyendo tengáis Vida" (20,30). Al leer el Cuarto Evangelio se tiene la impresión de que se asiste a un prolongado proceso, resultado de una revelación progresiva por medio de acciones y palabras de Jesús, que pone al espectador en estado de alerta y de lucha y que concluye en un juicio (crisis), es decir, en un
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discernimiento o separación: la incredulidad culpable de "los judíos" por una parte, y la fe de "los discípulos" por otra. Pero el proceso continúa; los contemporáneos de Jesús representan a los hombres de todos los tiempos, en cuyo corazón sigue desarrollándose el mismo drama. La Palabra de Jesús no deja a ninguno indiferente. La fe o la incredulidad culpable anticipan el juicio final (3,19; 12,31). El Apocalipsis es un libro profético (1,3; 22,7) singular, escrito en un lenguaje simbólicomisterioso que intenta despertar la conciencia de la Iglesia en los tiempos difíciles de la persecución de Domiciano y al mismo tiempo escapar de la censura y el control de los perseguidores. En el ambiente privilegiado de la asamblea litúrgica (1,3) la Iglesia es urgentemente llamada a la conversión y a la purificación (2-3); así purificada estará en disposición de "comprender desde el punto de vista de Dios las cosas que habrán de suceder" (4,1), entender cuál es su hora dentro de la H. de la salvación. El libro sellado que el Cordero inmolado pero victorioso abre y lee para la Iglesia, traza las líneas de su plan en la historia; la Iglesia peregrina en el mundo, testigo y mártir en un perpetuo itinerario pascual, camina hacia la nueva Jerusalén, ciudad de Dios y de los hombres (21). Conclusión El devenir de la Biblia corre paralelo al devenir de la historia del antiguo y del nuevo Israel. En los sucesivos cursos de Exégesis se podrá profundizar entonces en la historia bíblica y en la formación literaria de los grandes complejos y de cada uno de los libros de la Biblia y, sobre todo, en el mensaje religioso de una historia profética que se levanta hoy como un reto lanzado a la Iglesia y al mundo.-
6. EL LENGUAJE HUMANO DE BIBLIA La Biblia es ante todo y en toda su extensión palabra humana. También el historiador no creyente puede y debe servirse de ella como fuente literaria para la historia de las civilizaciones y culturas del Próximo Oriente. Se trata de una vasta colección de libros muy diversos unos de otros, tanto por su forma, como por su contenido: narraciones en prosa, códigos de leyes, proverbios y máximas morales, epistolarios, poesía lírica y dramática, un género que puede llamarse profético, una literatura litúrgica, propiamente cultual, etc. Al creyente que lee la Biblia puede parecerle tan humana que llegue a escandalizarle: imperfecciones, lagunas, limitaciones científicas y filosóficas e incluso religiosas, una historiografía poco seria, muchos rasgos que aparecen folklóricos y legendarios, principios morales notablemente superados. ¿Cómo conciliar esto con la Verdad característica de la Palabra de Dios y la inerrancia de la Sagrada Escritura? El Espíritu Santo no ha seguido un método de investigación histórica y la inspiración no es el resultado de la indagación científica. En la Biblia se trata de la Palabra dentro de la palabra. “Las Palabras de Dios expresadas por medio de lenguas humanas se hacen semejantes al lenguaje humano, lo mismo que el Verbo del Eterno Padre, habiendo tomado la debilidad de nuestra naturaleza humana, se hizo semejante a los hombres”. Se trata de un aspecto de la Encarnación de la Palabra (Dei Verbum 13). Fidelidad al Misterio de la Biblia significa ante todo que hay que ser consecuente con él hasta el fondo de su misma humanidad, bajo pena de caer en un monofisismo bíblico (v. Charlier o.c ). La palabra humana en la Biblia no ha sido absorbida por la Palabra de Dios sino que ha sido asumida. No encontramos la Palabra de Dios sino tocando y atravesando todo el espesor de la palabra humana. A. Las Lenguas de la Biblia La Biblia habla tres lenguas: el Hebreo, el Arameo y el Griego. En hebreo está escrito casi todo el A.T; en arameo: Esd 4,8–16,18 ; 7,12-26; Dn 2,4–7,28; dos palabras en Gn 31,47 y una frase en Jr 10,11. En Griego: Sb; 2Mac; hay algunos libros o parte de ellos, cuyos textos originales se han perdido y han llegado a nosotros sólo en sus versiones griegas: 1Mac , Jdt, Tb, Dn 3,24-90; 13-14; Est 1,1; 3,13; 4,17; 5,1-2; 8,12 y de 10,3 hasta el final. El libro del Eclesiástico o Sirácida se encuentra en situación muy especial, porque se presenta como una traducción griega del texto original y
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efectivamente, se han encontrado a lo largo de las investigaciones arqueológicas, amplios fragmentos del texto hebreo en Genizah, Qumrán y Massadá. La lengua no constituye solamente un sistema convencional de signos que un grupo social utiliza para comunicarse. Una lengua es ante todo, un modelo interpretativo de la realidad y que, como tal, configura las características espirituales de un pueblo, su sensibilidad frente a las cosas, refleja y supone una determinada actitud ante el mundo y la existencia : es expresión de la cultura de un pueblo. Esto no quita que entre las diferentes lenguas sea posible una comunicación, dado que el espíritu humano en general y fundamentalmente el mismo; pero las lenguas son irreductibles entre sí, ya que los diversos aspectos de la experiencia del hombre se nos presentan y entregan de forma diferente, hasta tal punto que para comprender otra lengua es preciso realizar un verdadero esfuerzo de distanciamiento de si mismo y de acercamiento al otro. Toda traducción implica cierta alteración del contenido, empobrecimiento y adulteración de lo escrito por el autor. Es una mera ayuda, necesaria sí; pero nadie puede afirmar que conoce bien una obra literaria si no la ha leído en su lengua original. Como ejemplo más claro, el lenguaje poético (v. L. ALONSO SCHÖKEL, Estudios de poética hebrea); Is 5,1-7: Canción de amor contrariado que Dios canta su Pueblo, que contiene un trágico juego de palabras en la rima original esperaba mishpat: justicia y recibió mishpat: derramamiento de sangre, se esperaba sedaqah: rectitud y recibió solamente sedaqah: opresión. a) El Hebreo Es una lengua semítica alfabética. Como en todas las lenguas semíticas, su estructura nos la da la palabra raíz, compuesta de tres letras consonantes, que expresan el significado básico de todas las palabras derivadas. Estas se construyen mediante la adición de prefijos o sufijos ; lo mismo para los verbos que para los sustantivos o adjetivos. La escritura del hebreo arcaico no utilizaba más que consonantes ; fueron los rabinos del alto medioevo los que inventaron un sistema de vocales por medio de puntos que se aplicó a la Biblia hebrea para facilitar su lectura. El hebreo es una lengua sencilla, no es rica ni matizada en cuanto al vocabulario y sintaxis, como nuestras lenguas occidentales. Aunque posee conjunciones subordinadas (ki, ’asher = “ya que”, “a fin de que”; ’im, lu’ “con el objeto de”, “para que no”, si lule’ = “si...no”, etc.) el hebreo emplea principalmente la coordinación: el lector debe suplir adivinando el sentido sugerido a partir del contexto. Por ej. Gn 7,6: “Tenía Noé 600 años cuando sobrevino el diluvio”, literalmente: “era Noé de 600 años y llegó el diluvio”. Gn 18,13: “¿De veras voy a dar a luz siendo tan vieja?”, literalmente: “¿Es posible que yo de a luz si yo soy vieja?”. El Hebreo tiene adjetivos: gadol = grande; qatón = pequeño; kabed = pesado; con todo, el adjetivo se suele sustituir muchas veces con un complemento del nombre: para decir “lugar santo” dice meqom haqqodesh = “lugar de santidad”; para “rey clemente” dice malke hesed = “rey de clemencia”; para “una casa eterna” dice bet ’olam = “una casa de eternidad”. Falta en hebreo la forma del comparativo que suele expresarse no por medio de una modificación del adjetivo, sino únicamente por medio de una confrontación, es decir poniendo al final de la frase la preposición min. Por ej.: “más grande que todo el pueblo” se dice “grande más que (min) todo el pueblo”. El superlativo relativo no existe y las soluciones que sedan son muy diversas: • repitiendo el adjetivo: Is 6, 3 “el tres veces santo” = “santísimo”; • con una construcción en genitivo: “el Cantar de los Cantares” = “el cántico más bello”; • poniendo el articulo delante del adjetivo: “el joven de los hijos” = “el más joven de los hijos”. Resulta característico también el uso del infinitivo para reforzar el sentido de un verbo: Gn 2,17 “morir morirás” = “ciertamente morirás”; una expresión análoga en Lc 22,15 (semitismo): “con deseo he deseado” = “he deseado ardientemente”. También el adverbio resulta raro y a veces se sustituye por un verbo cuasi auxiliar. Así para traducir nuestro “de nuevo” usa el verbo shub = “volver”; para decir “él excavó de nuevo dice él volvió y excavó” = wayyashab wayyahpor en Gn 217; para decir “ella será nuevamente…” dice: “y ella volverá y será” = weshaba wehayetá en Is 6,13. Tampoco son frecuentes las palabras abstractas. En su lugar se emplean plurales concretos : “cosas perversas” = tapukôt, para indicar perversidad; “cosas viejas” = zequnîm, para indicar vejez. Tenemos también la palabra derek, que en su sentido originario significa “vía, camino”, pero que
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después pasa a significar “actividad, modo de obrar, manera de pensar, regla de vida”, y en este sentido las encontramos en el N.T, con mucha frecuencia: hodós en griego. El verbo es rico porque es apto para expresar muchos matices y aspectos, pero es pobre en el sentido de que no posee todos nuestros tiempos y modos. El verbo qatal = matar, dentro de esta única raíz de tres consonantes nos proporciona material para tres formas distintas: 1. Forma Simple : Matar 2. Forma Intensiva : Asesinar 3. Forma Causativa : Hacer Matar Cada una de ella se puede conjugar no solo en la forma activa (qatal, quittel, hiqtil), sino también en pasiva (niqtal, quittal, hoqtal) y en la reflexiva (niqtal y hitqattel). Sin embargo de hecho nos encontramos con siete formas, ya que el causativo reflexivo no existe y el simple pasivo desapareció para dar lugar al reflexivo. Como se ve, de la primera forma simple, que expresa el modo más elemental de la acción o del significado de la raíz, han derivado las formas, mediante el desarrollo o evolución de dicha raíz: o por desdoblamiento de una de las radicales (intensivo, activo y pasivo), o por la adición de una sílaba (activo y pasivo, causativo y reflexivo simple) y en todos los casos por cambio de vocal. Una vez reconocidas las siete formas verbales hebreas, la conjugación es cosa sencilla: posee dos tiempos y en el indicativo un imperativo, un doble infinitivo y un participio. Los dos tiempos son el perfecto, que indica la acción terminada o completa, y el imperfecto, la acción imperfecta o incompleta. Pero indirectamente sirven también para expresar otros matices: acción instantánea y única (perfecto), o acción duradera o repetida (imperfecto). A pesar de todo, la lengua hebrea, siendo tan rica en la matización del verbo, resulta muy imprecisa a la hora de localizar el tiempo en que se realiza la acción o el estado que se considera. b) El Arameo Es una lengua estrechamente ligada, emparentada con el hebreo, por lo tanto también una lengua semita nor-occidental ; pero no es, como se ha pensado a veces, una corrupción o dialecto del hebreo, que los israelitas trajeran de babilonia. El Arameo es una lengua original, lo mismo que el hebreo; en cierto aspectos más arcaicas y en otros más evolucionada. Fue la lengua de las tribus nómades que durante el segundo milenio ante de Cristo, invadieron sucesivamente la alta Mesopotamia y Siria, y en el primer milenio, bajo el nombre de Caldea invadieron la Babilonia meridional. Estos Arameos actuaban como intermediarios del intercambio comercial que se desarrolló entre Mesopotamia, Asia Menor y las Costas del Mediterráneo. Así es como su lengua se convirtió en la lengua del comercio internacional y a partir de la mitad del primer milenio, en la lengua de las cancillería y diplomáticos. A partir de la época del exilio, los hebreos, no sólo en Babilonia, sino también en su propia patria, hablan el arameo junto con el hebreo. Así después del exilio el arameo llega a suplantar al hebreo, que queda como lengua de la tradición, la literatura sagrada y la liturgia. El arameo fue la lengua materna de Jesús, los apóstoles y la Iglesia primitiva de Jerusalén ; y por tanto ésta es la base de las palabras de Jesús y de ahí que en el Evangelio solamente son griegas las palabras, no la mentalidad y cultura. c) El Griego Bíblico El griego de la Biblia se distingue en ciertos aspectos del griego de los clásicos. Constituye una de las fases de desarrollo tardío del griego que, a partir de la época de Alejandro Magno, o sea a partir de la segunda mitad del S. IV a. C se convierte en toda la cuenca oriental del mediterráneo, en la lengua comúnmente hablada y escrita: koiné. Con relación al griego clásico, la koiné tiende a simplificar y a suprimir las dificultades, sobre todo desde el punto de vista sintáctico. Se prefiere mucho más frecuentemente la coordinación a la subordinación, las frases se hacen más breves, el estilo más directo y una cierta libertad conduce a los escritores a permitirse numerosas licencias lingüísticas (muy propicias para los hebraísmos del N.T). Con todo, el griego bíblico no es pura y simplemente el de la koiné, sino una koiné semitizada. Porque ha recibido de los escritores bíblicos y de su ambiente, una forma mentis y un bagaje de ideas, de imágenes y de procedimientos, característicos de la lengua hebraico-aramaica. No es de extrañarse que en el evangelio nos encontremos con frecuentes hebraísmos, como: él habló 22
diciendo, y sucedió que, los hijos de la luz, vaso de elección ;así como muchos vocablos directamente tomados del arameo : Gehenna, Satán, shabbat, amén, etc. Expresiones griegas que cobran un sentido nuevo: “cáliz” para indicar suerte; “lengua” para decir pueblos; “caminos” para indicar doctrinas. Y así también vocablos griegos que se cargan de valores nuevos y de significado propiamente cristianos, como: justicia, gracia, paz, amor, gloria , redención, creer, carne, espíritu, día, etc. B. El Genio Creador Hebreo La lejanía del lector moderno respecto de la Biblia no es sólo temporal sino también cultural. La Biblia es un libro oriental; su clima sociológico y cultural y el ambiente donde ha nacido y se ha desarrollado son semitas. Si queremos acercarnos a la Biblia, debemos despojarnos de nuestra mentalidad occidental y realizar una especie de conversión psicológica y cultural, una especie de aclimatación. Para entender el mensaje debemos asumir y aprender su código. No se trata de canonizar una lengua o cultura frente a las otras. El paso del hebreo al arameo o al griego dentro de la misma Biblia es prueba de que el plan bíblico de salvación es susceptible de traducción y de ser pensado en todas las culturas. Este problema se hace especialmente importante en algunos casos, como el de la concepción antropológica bíblica y el fondo filosófico propio de la inmortalidad del alma y de la resurrección de los muertos. La concepción del hombre como unidad compuesta y concreta es uno de los rasgos más característicos y se mantiene y no es nunca desechado ni siquiera cuando el lenguaje cultural helenístico entra expresamente en el libro de la Sabiduría, escrito originalmente en griego. Y es precisamente esa no adulteración de la constitución unitaria del hombre, que sólo se ha dado en este lenguaje de corte semítico, la que ha permitido la reinterpretación que la tradición tomista ha hecho del dato bíblico. Por lo que se refiere al lenguaje, es ineludible la creación de un modo de lenguaje, un modo concreto de expresión adecuado a las exigencias de la Revelación; lo que se ejercita en primer lugar, sobre la base de una lengua particular (el hebreo), cuyas estructuras ha usado Dios para manifestársenos y cuyos valores propios asumió ; después prosiguió en el cuadro de la lengua griega. En cada una de las etapas ha ido permeabilizándose de la mentalidad, del ambiente cultural. La realidad divina que se nos ha entregado en un lenguaje humano por medio de ideas y palabras cuyo significado y valor hay que ponderar cuidadosamente en función del ambiente cultural en que la Revelación tomó cuerpo. (P. GRELOT, Biblia y Teología). C. Las Formas Literarias Cuando entramos en una biblioteca moderna, vemos que los libros se hallan clasificados según el género literario: novelas, historia, biografías, obras de teatro, etc. La Biblia, producción literaria de una cultura que duró cerca de dos mil años, se asemeja un poco a una pequeña biblioteca: contiene cuarenta y seis libros pertenecientes al A.T y veintisiete que pertenecen al N.T, pero sobre todo abarca una infinidad de formas literarias. Una especie de reconocimiento implícito de las diversas formas literarias de la Biblia se hallaba ya en la base de la clasificación hebrea del A.T en Ley, Profetas y Escritos y en la cristiana se consideraba Libros Históricos, Proféticos y Sapienciales y Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis. Sin embargo esta distinción resulta extremadamente simple. Un análisis literario más aquilatado de los textos y además, el descubrimiento de la literatura de los pueblos contemporáneos al mundo bíblico nos han permitido distinguir en el complejo conjunto de los libros de la Biblia una cantidad notablemente más rica de géneros literarios. a) La investigación de los Géneros Literarios en la Biblia Esta investigación ha recibido, dentro de la ciencia bíblica moderna, el nombre de crítica de las formas. Fue H. Gunkel (1862-1932) profesor de A.T en las facultades de Giessen y Halle, quien aplicó este estudio al campo de la Biblia y dio un impulso decisivo al estudio de los Géneros Literarios en el A.T. Principalmente en la obra Introducción a los Salmos, Günkel expuso los principios y criterios para determinar un género literario que él ve caracterizado por: a) una serie de ideas y
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emociones dominantes; b) unas fórmulas estilísticas y sintácticas particulares; c) un vocabulario típico, fácilmente conocible y d) una circunstancia típica en la vida social o una situación vital común (en alemán: Sitz im Leben), de la cual suele brotar el género literario y en la que la gente la emplea cada vez que se encuentra en la misma circunstancia de la vida social. De aquí procede la definición, o mejor, la descripción de género literario que suele darse actualmente: las diversas formas o maneras de escribir usadas comúnmente entre hombres pertenecientes a una determinada época y región que viven en relación constante con determinados contenidos. Aquello que es decisivo y específico a la hora de determinar un género literario es el evidente vinculo existente entre la forma literaria y el contenido que se quiere transmitir y expresar y la situación vital que determina, tanto la forma como el contenido. Quien quiera conocer el significado (contenido) de la páginas bíblicas, no tiene más remedio que tener en cuenta los géneros literarios. Su uso ha sido una cosa obligada, aún para los católicos, a partir de la encíclica Divino Afflante Spiritu de Pío XII y de la constitución Dei Verbum. Günkel había aplicado la crítica de las formas a los salmos y al Génesis. M. Dibelius, K. L. Schimd y R. Bultmann lo aplicaron a los Evangelios Sinópticos. Se trataba en todos estos escritos, de destacar del actual cuadro relacional, cada uno de los diversos fragmentos o unidades menores (milagros, parábolas, etc.) y establecer las características de los géneros literarios y formas a las que pertenecían los fragmentos, presuponiendo siempre como su ambiente vital la primitiva comunidad cristiana, con su predicación su culto y sus problemas. La investigación de los géneros literarios en el A. T y N. T prosiguió sin descanso tanto en el campo protestante como en el católico. Por su prestigio se destacan : H. Gressmann, O. Eissfeldt ; J. Schildenberger ; L. Alonso Schökel ; H. Zimmermann, etc. b) Una Clasificación de los Géneros Literarios de la Biblia § O. Eissfeldt divide su clasificación en dos grandes partes. 1. Estadio Preliterario ( la unidad mínima de las formas orales y su ambiente de origen) Reconoce : • Formas Prosaicas que comprenden discursos, sermones, oraciones, documentos, narraciones poéticas ( mitos, fábulas, cuentos, novelas, sagas, leyendas ) y narraciones históricas. • Dichos, que a su vez se subdividen en : dichos legales, fórmulas cultuales, dichos proféticos, proverbios, acertijos y dichos sapienciales. • Cantos, entre los que hay que contar sobre todo los cantos reales, los cantos cultuales y la poesía sapiencial. 2. Prehistoria Literaria de los libros del A. T Considera : • Los libros Históricos, recopilaciones de leyes ; • Los libros Proféticos y Apocalípticos ; • Los libros Poéticos y Didácticos. § L. Alonso Schökel propone la siguiente clasificación: 1. Poesia Popular : En la que predomina el canto del Trabajo (Num 21,17-18), el cántico del Amor (Ct), el canto del Vigilante (Is 21,11-12), la Sátira (Is 23,15-16), el cántico de la Victoria (Ex 15), la Fábula (Jc 9), las Bendiciones y Maldiciones (Gn 49), los Proverbios (1Sam 10,12), los Enigmas (Jcs 14,12 ), Bienaventuranzas (1Re 10,8 ), el Juramento (Sm y Re). 2. Prosa Oficial: Predomina el pacto (Dt 5), el símbolo de fe (Dt 26), leyes casuísticas y apodícticas ( Cf. Alt y B.J nota a Ex. 20,22), la causa judicial (Sal 50), la instrucción o Toráh (Lv 1-8), la parénesis (Ag 2,12-14), la guerra sagrada (Dt 20), el catálogo (genealogías del Gn), las cartas (Esd 4-6). 3. Narraciones: Predomina el Mito (presente en la Biblia sólo con imágenes míticas: Is 14), Fábulas (presente sólo en cuanto a determinados elementos: Nm 22 ), la Saga ( referida a un lugar: Gn 19), leyenda (Gn 28,10-22), la etiología (Cfr. saga, leyenda), anales y crónicas (Re), la noticia y la información, la anécdota, la memoria ( Ne ), noticias autobiográficas (Jr 20), historiografía (Sam), narraciones ficticias (Est, Tb).
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4. Literatura Profética : Predomina el Oráculo (oráculo de salvación y oráculo contra el pueblo ), la visión (Am 7-8), el sueño (Jr 23, 31-32), la unidad escatológica (Is 34-35), la apocalipsis (Dn). 5. Géneros Sapienciales : Recuerda al proverbio que se halla a la base de todos ellos. § Especialmente en los Salmos, a partir de Günkel y gracias al trabajo de Kraus, su clasificación literaria ha gozado de cierta estabilidad. J. Sabourin propone la siguiente: 1. Himnos: distinguiendo entre himno propiamente dicho, salmos del YHWH Rey, cánticos de Sión. 2. Salmos Individuales: Salmos de súplica, de confianza, de acción de gracias. 3. Salmos Colectivos: Con la misma subdivisión. 4. Salmos Reales 5. Salmos Didacticos: Salmos sapienciales, históricos, exhortaciones, salmos proféticos y litúrgicos. § Para el NT, Zimermann propone la siguiente : 1. Evangelios Sinopticos. Distinguiendo dos grupos : • Tradición de la Palabra: dichos proféticos, dichos sapienciales, preceptos, parábolas, dichos “yo“ (Ich-worte), dichos populares, composición de dichos. • Tradición de la Historia: paradigmas (narraciones breves, completas que se empleaban como ejemplos en la predicación) disputas, narraciones de los milagros, narraciones históricas, historia de la Pasión, composición de narraciones. 2. Cartas • Material litúrgico de la Tradición: himnos, confesiones de fe, textos eucarísticos. • Patrimonio Parenético de la Tradición: catálogo de virtudes y vicios, preceptos para la familia, catálogo de lugares. • Fórmulas: homologías (aclamaciones al Señor exaltado y presente en su Iglesia), fórmulas de fe (que expresan un suceso salvífico del pasado), doxologías (frases breves de alabanza y agradecimiento a Dios o a Cristo - Señor). 3. Hechos de los Apóstoles: Dice que este libro no puede clasificarse entre los de las antiguas praxis y en concreto dentro de la literatura cristiana de las Actas. Los Hechos constituye una obra única en su género, un género neotestamentario sui generis, incluso porque junto con el evangelio puede considerarse todo ello como una obra única. R. Fabris cree poder distinguir dentro del mismo libro varios géneros tanto en el material narrativo como en el material verbal. 4. Apocalipsis de Juan: por su originalidad cristiana, tiene un puesto dentro de la literatura apocalíptica, género que se halla presente en los profetas, sobre todo en Dn y en los Sinópticos y en muchos apócrifos. Es característico de este género dar una serie de visiones simbólico-alegóricas en las que juega un papel preponderante la simbología de los números; describe el momento presente dominado por grandes males, y el juicio divino y la felicidad de los elegidos en el mundo venidero. Tiene como finalidad robustecer a los lectores en su fidelidad al Señor y a Cristo, en la paciente perseverancia contra el amenazante poder de Satán. 5. Evangelios de la infancia: Con genealogías, esquemas de anunciaciones y el midrash.
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