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Título original: El Club de los Lagartos y otros artículos de humor © 2010, Daniel Samper Ospina © De esta edición: 2010, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Calle 80 N.° 9-69 Teléfono (571) 6 39 60 00 • • •
Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D. F. C. P. 03100 Santillana Ediciones Generales, S. L. Torrelaguna, 60. 28043, Madrid
Diseño de cubierta: Santiago Mosquera Mejía © Ilustraciones de páginas interiores y cubierta: Luis Carlos Cifuentes Todos los textos que acá se incluyen fueron publicados en las revistas JetSet y Semana, menos “De por qué este libro no tuvo un coctel de lanzamiento”, “Nuevas ideas para ahorrar agua” y “Las divertidas elecciones de 2010”, que son inéditos. ISBN: 978-958-704-988-6 Impreso en Colombia - Printed in Colombia Primera edición en Colombia, agosto de 2010 Primera reimpresión, agosto de 2010
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
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A Claudia
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Contenido
De por qué este libro no tuvo un coctel de lanzamiento... 11 Diatriba contra el coctel......................................................... 17 La corbata del Metropolitan................................................... 21 La pesadez de las frijoladas...................................................... 25 La pesadilla de los toros...........................................................29 La enfermedad de las páginas sociales.................................... 33 Mis reglas de oro para vestirme............................................... 37 ¿Es usted arribista?....................................................................41 Mis problemas con la nueva era (parte i)................................. 45 Mis problemas con la nueva era (parte ii)................................49 Diatriba contra las chimeneas................................................ 53 Instrucciones para ir a un almuerzo campestre..................... 57 Campaña cívica............................................................................ 61 Mis deseos para este año ...........................................................65 Zucarita ......................................................................................69
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Me lo dijo un pajarito ...............................................................73 Mi problema con la cata de vinos ............................................77 Cosas absurdas que solo hay en Colombia.............................. 81 La colada de Gloria Zea............................................................85 El encarte....................................................................................89 Mi propio coaching .....................................................................93 ¿Es usted culo?...........................................................................97 El viaje a Maputo .................................................................... 103 Réquiem feliz por la muerte del australiano ..................... 107 Nuevas políticas empresariales.............................................. 111 Fiesta de pareos ........................................................................ 115 Mi primera pesadilla del año ................................................. 119 Diciembre en Cartagena.......................................................... 123 Juan del Mar, torero................................................................ 127 Podio de mamertos ................................................................... 131 Los inmamables líderes juveniles.......................................... 135 El placer de no viajar .............................................................. 139 Contra las tunas . ................................................................... 143 Antología de planes sociales infernales (parte i)............... 147 Antología de planes sociales infernales (parte ii)............. 151 Lo que no entiendo de la moda............................................... 155 Juguemos lotería con las páginas sociales............................ 159 El placer de no salir de rumba................................................ 163 Pinchao en una frijolada ........................................................ 167 Sociales para extranjeros ...................................................... 171
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Contra los libros de motivación empresarial (y sus autores)............................................................................ 175 Las peores confesiones de mi vida........................................... 179 Una noche entre yuppies de la bolsa .................................... 183 Carta al Niño Dios . ................................................................ 187 La boda de Santo Domingo y los que no clasificamos ....... 191 Por una religión menos aburrida . ......................................... 195 El club de los lagartos ..........................................................199 ¿Qué tan nuevo rico es usted?............................................... 203 Instrucciones para mi funeral ...............................................207 ¡No más consejeros espirituales!............................................ 211 Operación Jaque: la película .................................................. 215 Cuando fui mamerto ............................................................... 219 Homenaje a la potra que lesionó a Uribe ............................. 223 El colombiano en un viaje en el exterior............................. 227 Bush y Cabas ............................................................................. 231 Otro chiste de Turbay ............................................................ 235 Si Obama fuera colombiano .................................................... 239 El mundo de las salas vip........................................................ 243 El patriótico oso de ser colombiano...................................... 247 Busco una mascota con urgencia............................................ 251 Dosis mínima ............................................................................. 255 Mi gripa porcina ....................................................................... 259 José Obdulio y los restaurantes ........................................... 263 Nombrémoslo rey .....................................................................267
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Una cena para Warhol ............................................................ 271 Palabras de consuelo a la hija de Michael Jackson . .......... 275 De por qué Colombia es un país subdesarrollado ............... 279 Se viene el fin del mundo ....................................................... 283 La uriburguesía ........................................................................ 287 La absurda caravana de Herbin Hoyos ................................. 291 ¿Quién quiere ser millonario?................................................ 295 Un coctel para empezar el año ..............................................299 Una cita con José Obdulio . .................................................... 303 Nuevas ideas para ahorrar agua . ...........................................309 Las divertidas elecciones de 2010.......................................... 315 No vote conservador, sea viejo verde............................... 319 Defensa del registrador..................................................... 323 El oso de Noemí.................................................................... 327 Mockus es posible................................................................. 331 Noemí y Juan Manuel ¡únanse!........................................... 335 No importa que esté enfermo y que le hagan zancadilla..339 Ideas para el próximo debate............................................... 343 Primera alocución presidencial de Juan Manuel Santos... 347 ¡Ahora sí voto por Santos!.................................................. 351 Santos y su repunte a toda marcha................................... 355 La angustia de ir por Mockus............................................. 359 Mockus contra el pícaro..................................................... 363 Pero sigo con Mockus..........................................................367 Reconozcamos el triunfo de Juan Manuel....................... 371
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De por qué este libro no tuvo un coctel de lanzamiento
Pensé en hacer un coctel de lanzamiento para este libro por
motivos humanitarios: hay un montón de gente allá afuera que vive de ese tipo de cosas; montones de intelectuales varados que leen en la invitación que habrá una copa de vino gratis y cuentan los días para que llegue la fecha; escritores como Juan Gustavo Cobo Borda que están esperando a que alguien, por caridad, les dé sus originales para que ellos puedan encargarse de la presentación. Sensible, como soy, estaba comenzando a ceder. Pobre gente, pensaba: ¿qué harán si uno les quita un lanzamiento de estos? ¿En dónde gorrearán quesos, en dónde pasabocas? ¿Ante qué fotógrafos posarán para unas sociales? Pero heme acá que, justo cuando estaba comenzando a organizar el lanzamiento, me rompí por dentro. Me deprimí. Imaginé la primera fila atiborrada de personajes tipo Andrés Hoyos, cada uno con la pierna cruzada como la cruza un in-
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El club de los lagartos
telectual, es decir, de una manera delicada en la que la parte de atrás de una rodilla se pega con la de adelante de la otra, de tal suerte que el pantalón queda levemente subido para que se asome, coqueto, sobre una media carmelita escurrida, un trozo pálido y lampiño de pantorrilla, y pensé que no iba a ser capaz. En todos los lanzamientos de libros sucede exactamente lo mismo. Se venden ocho libros, que son los que compran las tías, los primos y la mamá del escritor, que generalmente expresa en voz alta, y de una manera sobreactuada, la admiración que siente por su hijo, mientras él se derrite del estupor: ¿quería yo, acaso, que mi mamá me elogiara delante de William Ospina? ¿Iría William Ospina? ¿Cómo compaginar ese alto mundo intelectual con la modesta cultura general de mis tías? Recuerdo todavía a mi tía, la mayor, que, en una feria del libro, tan pronto vio que entraba Nahum Montt al recinto en que estábamos, se cruzó la cartera mientras me hacía gestos para que tuviera cuidado con la billetera. —Tía —tuve que explicarle—, no te preocupes: el intelectual criollo a veces tiene esa facha. Pero no hay de qué alarmarse. Estaba logrando calmarle el susto pero justo en ese momento entró al recinto mi amigo Efraim Medina mientras ella, ya al borde de la locura, huía despavorida al cai más cercano. Todos los lanzamientos son iguales: el presentador habla maravillas del libro y dice que desde Cien años de soledad no se
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Daniel Samper Ospina
había escrito algo tan importante en la historia de la literatura actual. No importa de qué estemos hablando: puede ser una novela de Carolina Sanín, y lo mismo la elogiarán como si fuera una pieza importante. Después el autor dice unas palabras que en el mejor de los casos son de simple protocolo, y en el peor se vuelven un material empalagoso y emotivo, lleno de una solemnidad pavorosa. Una vez oí a uno que decía que escribir un libro era como tener un hijo. Pensaba que exageraba, hasta que tuve este. Es cierto. Publicar un libro es como tener un hijo. Este, por ejemplo, cuando era chiquito hacía cosas un poco infantiles, cosas de libro infantil: pedía que uniera los puntos para encontrar una figura, por ejemplo, o que lo coloreara sin salirme de los bordes. De noche no dejaba dormir. Se despertaba llorando. Iba a ver qué le sucedía, y me encontraba con que tenía una página atascada. Pero con el tiempo fue creciendo y de un momento a otro maduró. Ya no parecía un libro de Juan Carlos Botero, sino un libro hecho y derecho. Sea como sea, trascendental o protocolario, al final de su intervención el autor agradece a quienes hicieron posible el libro tal como un ciclista lo hace luego de ganar una etapa. Saluda públicamente a su mamá. Saluda públicamente a William Ospina. Intercede para que los celadores suelten a Nahum Montt. E invita a la concurrencia a tomarse una copa de vino.
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El club de los lagartos
En todo lanzamiento de libro las primeras copas son servidas de vinos chilenos más o menos buenos, más o menos decentes. A partir de la segunda tanda corren por la sala torrentes de vino de caja que el intelectual colombiano sorbe hasta que se lo quiten de la boca. Es entonces cuando se materializa en el aire Fernando Toledo. No hay un lanzamiento de libros al que no vaya Fernando Toledo, se quede un buen rato y termine con las comisuras y los dientes morados, teñidos por el vino. Fernando Toledo, justamente, es uno de los que posará ante el fotógrafo de Cromos. Otro puede ser David Manzur, quien fue un importante pintor caldense que poco a poco se fue convirtiendo en el muñeco de ventrílocuo que vemos hoy en día, y que en todos los eventos culturales sube graciosamente las cejas cuando el fotógrafo de las sociales se acerca. Otro puede ser Alberto Duque, que posará brevemente y acto seguido se ubicará en un lugar estratégico para abordar a los meseros y dar cuenta de la mayor cantidad de los huevos de codorniz con salsa rosada que la editorial, con gran sentido de la generosidad, ha dispuesto para todos los invitados. Si el coctel es de nivel también pueden aparecer más personajes de la vida cultural. Ana Marta de Pizarro, por ejemplo. Para el que no sepa quién es, explico que se trata de la
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Daniel Samper Ospina
sucesora de Fanny Mikey, aquella argentina que se parecía a Annie, la huerfanita, porque se pintaba el pelo de rojo. Bien: en un acto de independencia frente a Fanny, ella también se pintó el pelo, pero de azul: ¿no es eso genial? También puede pasar Óscar Collazos, con quien hay que tener cuidado: en un lanzamiento de una obra reciente, ya no mi tía, sino yo mismo, cometí el error de lanzarme encima de él y darle un abrazo caluroso: —¡Qué maravilla de disco, maestro! —le grité exaltado—: ¡ese es el vallenato que me gusta! —¿Disco? ¿Cuál disco? —¿El maestro no es acaso Alfredo Gutiérrez? No, por desgracia no era Alfredo Gutiérrez, aunque parecía. Era Óscar Collazos en persona, que me tuvo dos horas hablándome de la época en que vivía en Barcelona. Hacia las once y media de la noche se irá levantando el coctel y quedarán grupos residuales, redactores prendidos que querrán más fiesta y que, ya entonados por el vino, deciden continuarla en Salomé bailando salsa. Soy una persona humanitaria. Pero de verdad esta vez no pude hacerlo. No me prestaré a que suceda una vez más lo que siempre sucede. Ya es suficiente con publicar un libro mediocre como para que además se vuelva motivo de celebración entre los desocupados de la cultura.
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Diatriba contra el coctel
Vine a saber que Jean Claude Bessudo era un ser humano
de carne y hueso hace poco, cuando me lo encontré en un coctel. Digo la verdad: hasta antes de ese encuentro, creía que era una silueta de cartón, parecida a la que había de Íngrid. Me imaginaba que iban arrastrando esa especie de dummie de Jean Claude por todos los cocteles, con la idea de que tras él fueran cayendo fotógrafos como moscas. Así somos de tristes.
Suponía eso porque crecí, como todos los colombianos, viendo a Jean Claude en la misma pose, con la misma sonrisa, haciendo la misma cara, una y otra vez, incesantemente, en todas las páginas sociales de las revistas nacionales: una y otra vez rodeado de diferentes personas, pero idéntico a sí mismo. Su cara ya me despertaba una familiaridad parecida a la que siento al ver al señor de Avena Quaker o al coronel de Kentucky Fried Chicken.
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El club de los lagartos
De modo que cuando lo vi aquella vez, desplazándose con piernas humanas y haciendo uso de sus funciones respiratorias, tuve una emoción profunda, parecida a la que sentí la vez que conocí a Pluto, en Disney World. No fui capaz de hablarle, pero me quedé mirándolo toda la noche, pálido y asombrado, y pude dar fe de su increíble talento para saludar a los demás. Al final no me aguanté las ganas y fui y lo toqué yo mismo. Lo que más sorprende cuando uno toca a Jean Claude es que sonríe. Es un fenómeno extraño, la verdad. Si se la pasa en cocteles, no tiene motivos para sonreír. Con esa manera de ir saltando de coctel en coctel hasta el domingo, yo sería incapaz de sonreír: tendría, al revés, la cara de retorcijón de Óscar Iván Zuluaga, el ministro de Hacienda. ¿Hay algo peor que un coctel? ¿Hay algo más aburrido que un coctel? Cada vez que me toca ir a uno me pasa lo mismo: deambulo con la misma presión interna de sentirme observado; me aferro a un grupito de gente a la que medio conozco para no sentirme tan a la deriva en medio de ese naufragio social; descubro que en el grupito se está peor, porque está conformado por personas que no tienen tema común y que están tan desesperadas como uno; saludo a quienes no conozco, soy desconocido por quienes saludo. Consigo llegar a donde el oferente y constato en persona que está distraído y que nunca recordará que estuve allí.
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Daniel Samper Ospina
De camino a la salida me topo con un tipo ebrio que me habla de cerca, me regaña por ser periodista, me expone con detalles un proyecto literario y, en medio de todo eso, me ametralla con pedacitos de los pasabocas que mastica sin pudor. A los cocteles nadie va por placer: todos van por obligación. En los cocteles nadie la pasa rico: solo quienes se cuelan y se emborrachan. Los cocteles siempre están atravesados: caen en martes o miércoles, durante los mejores partidos de fútbol o como preámbulo a los días en que hay que madrugar. Sin excepción, terminan flotando como un grumo en el flujo de una semana en la que uno solo sueña con llegar a su casa a ponerse la piyama. Y son un limbo: no son un espacio provechoso para hacer negocios, como los almuerzos, ni ameno para hacer amigos, como las parrandas. Recibo las invitaciones a cada coctel como si fueran antiguas cucharadas de sopa de ahuyama. Me he podido dar cuenta de que, escondida debajo de esas sonrisas, hay una sensación de incomodidad en todos los que van por estar haciendo visita de pie, bajo un ruido que impide oír y ante el cual es mejor asentir a todo como si uno hubiera oído. Por todo eso, confirmo públicamente mi no asistencia a ninguno de ellos. Y en caso de que se trate de algo obligatorio, delego públicamente a Jean Claude Bessudo como el enviado oficial que me representa.
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La corbata del Metropolitan
Fui al Metropolitan Club. ¿Han ido? ¿Alguien ha ido al Me-
tropolitan Club? Bueno: yo acepté una invitación, y fui. Y fui sin corbata. Y no me querían dejar entrar: ¿alguien creería que había que llevar corbata a un club que queda un par de arbustos más abajo de La Mazorca, un asadero al que sí vale la pena ir? Pues a la entrada hay un funcionario que ataja a las personas que no tienen corbata, y las remite a un escritorio en el que hay otro que le presta una al que no tenga. Creía que las corbatas solo eran obligatorias en la burocracia estatal, más ahora con la reelección, pero no me quejé: entendía que se trataba de uno de estos clubes en el que desde los mismos estatutos buscan que la gente sea elegante, ¿sí?, distinguida, ¿me siguen?, y por eso la corbata es obligatoria, porque eso le da, ¿cómo decirlo?, caché al club, distinción: ¿sí me entienden? El señor me ofreció dos: una morada con visos brillantes, parecida a las que se ponía Cuco Valoy, y otra azul celeste, de amebas. De amebas reales: no eran estampadas, sino extrañas
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El club de los lagartos
manchas vivientes, una suerte de compota hecha con los sobrados de comida que han caído sobre el poliéster, préstamo tras préstamo. Elegí la de las amebas porque tenía unos restos de albóndiga que me hacían juego con los zapatos, y también porque en este tipo de clubes, que son tan elegantes, las porciones de los almuerzos suelen ser muy reducidas y era bueno tener algo a mano, por si quedaba con hambre. De modo que, ya con la corbata puesta, entré. Y entonces uno entra allí, al recinto, y es lindo ver que todo el mundo es elegante y tiene corbata. Por ejemplo: vi pasar a un señor con una corbata delgadita de cuero, con el nudo diminuto, como se las ponía Billy Pontoni: era un tipo elegante, tenía su corbata. Y también vi pasar a otro señor, uno canoso, que tenía camisa y corbata gris brillante, del mismo color: era un señor elegante, tenía su corbata. Y a otro, más joven: su camisa negra y su corbata blanca. Elegante y distinguido porque tenía su corbata, cómo no. Y eso es lo bueno de estos sitios en los que exigen corbata: que uno sabe que está entre gente elegante, ¿sí?, distinguida, ¿me siguen?, y no entre patanes que andan por el mundo con el cuello libre sin saber que la elegancia depende únicamente de tener corbata. No soy muy amigo de las corbatas. Tampoco de los clubes. Mi placer negativo más grande es no ir a este tipo de clubes acartonados y clasistas como el Jockey: en el Jockey obligan a que uno entre con corbata y, si no estoy mal, hay un salón en el que les prohíben el ingreso a las mujeres: ¿no es un poquito homosexual ese impulso? Digo: ellos, que son tan machistas, ¿no se han puesto a pensar que están haciendo un club en el que uno debe estar lo mejor presentado posible
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Daniel Samper Ospina
para lucirse ante unos señores que toman whisky y tienen la nariz roja? No soy muy amigo de las corbatas ni de los clubes, digo, pero debo confesar que esta vez he aceptado con entusiasmo las invitaciones que me han vuelto a hacer al Metropolitan. Y que lo he hecho sin corbata. Y que pongo la misma cara de falso desconcierto cuando me dicen que así no puedo entrar, que me acerque al escritorio a que me presten una. Y que siempre elijo la misma, ¿qué puedo hacer si me encanta comer? Siempre elijo la misma, la lamo discretamente mientras llega la comida, y suspiro satisfecho de saber que ahora sí estoy a la altura de los estatutos de estos clubes, para nada arribistas, y que soy elegante, elegante, elegante, ¿sí?, distinguido, ¿me siguen?, con caché, ¿me entienden?
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La pesadez de las frijoladas
Hasta el día de hoy, 3 de septiembre de 2004, tengo un
mérito importante en mi vida: no he asistido a ninguna frijolada en la casa de doña Olga Duque de Ospina. Puede que tambalee de acá a unos días, que me resbale de esa dignidad y termine yendo a partir chicharrones con cuchillos de plata, pero hasta hoy, Dios mío, hasta esta mañana soleada y maravillosa de hoy, sigo puro y completo, lleno de mí, invicto. No sé de ellas más de lo que cualquier colombiano puede saber: que ocurren entre semana y duran toda la tarde; que suelen ir los mismos de siempre; que dan mucho trago. Y que todos posan felices al lado de la anfitriona para salir en las fotos de las páginas sociales. A mi jefe, Felipe López, por alguna razón que no entiendo, le fascinan. No sé si es doña Olga, sus hijas o los invitados. Pero no se pierde una frijolada de esas por nada del mundo. No tengo nada en contra de esta señora ni de quienes la rodean sonrientes, salvo que puestos así, en las fotos, el ambiente tiene algo de museo de cera: una quietud tan fija
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