OPINIÓN | 33
| Domingo 20 De abril De 2014
El dramático stand up de la impotencia
Jorge Fernández Díaz —LA NACION—
E
n un electrizante ataque de nervios, con 140 pulsaciones por minuto y al borde mismo del llanto, el ultrakirchnerismo abrió su dramático stand up de la impotencia y se exculpó de los crecientes asesinatos callejeros y del fenómeno completamente instalado del tráfico de estupefacientes: los pibes chorros son hijos de Menem y los narcos son producto de Duhalde. “El que se está ahogando no repara en lo que tiene a mano para agarrarse”, sentenciaba con lucidez el general San Martín. Y el kirchnerismo se está ahogando. Al menos ésa es la sensación que dejó el estremecedor paso por la televisión del ex piquetero y actual operador mediático de la Secretaría General de la Presidencia, Luis D’Elía, quien esta semana expuso como nadie el temperamento reinante dentro de Balcarce 50 y la línea argumental que utilizarán los acorralados. Este repentino heraldo de la paz, este insólito vocero presidencial del amor, es la misma persona que copó una comisaría, trompeó a un manifestante, fue agente entusiasta del régimen antisemita de Irán y le sugirió públicamente a Maduro que fusilara al principal dirigente opositor de Venezuela. Con defensores así, la paz y el amor están en problemas. Pero más allá del carácter simbólico que tuvo este viralizado acting que aconteció en las pantallas de América, y también de la bizarra personalidad del mensajero, lo esencial del asunto es que el cristinismo siente angustia frente a los números de todas las encuestas: la inmensa mayoría de los argentinos lo acusa de ser inoperante, insensible e indiferente frente a estos graves azotes. Y ante ese Waterloo estadístico, el truco es el de siempre: sacar algún muerto (político) del sarcófago y agitar su fantasma. El menemismo hizo daño social y multiplicó el desempleo, pero se fue del poder hace ya catorce años y parece que la gran “década ganada”, con tasas chinas y cacareada inclusión, no ha tenido lugar: la desigualdad se consolidó y la marginalidad fue infiltrada por mafias de diverso pelaje. El duhaldismo feneció de muerte prematura un año después de haber alumbrado a Néstor y Cristina, cuando los hijos dilectos traicionaron al padre y lo pulverizaron. La política bonaerense, que según D’Elía propició la estrategia narco, no ha sido manejada durante estos diez años por Duhalde sino por los máximos caudillos del Frente para la Victoria: a la sazón el matrimonio gobernante. Y a lo sumo por su fiel delegado y amanuense, el gobernador Daniel Scioli. De manera que es muy difícil para el oficialismo desprenderse de este sambenito. De hecho tampoco puede hacerlo el socialismo de Santa Fe. Por más razón que lo asista en el sentido de que el gobierno federal efectivamente se borró de la lucha contra las drogas, es innegable que las administraciones de Binner y de Bonfatti permitieron que anidaran en Rosario temibles organizaciones del crimen. La sociedad argentina es proclive a los chivos expiatorios, que le permiten cada tanto demonizar el pasado y autoexculparse con elegancia. El kirchnerismo ha explotado mucho esa patología. La última dictadura militar es un hito nefasto de nuestra historia, pero los grandes partidos de la democracia no pueden seguir achacándole treinta años después las taras políticas y económicas del presente. Las otras “herencias recibidas”, aunque más frescas, tampoco sirven de cobertura para las negligencias actuales ni para cierta estupidez colectiva que nos suele frecuentar. La Argentina es una continua aventura fracasada, y la impotencia kirchnerista quizá se deba a que ya es un proyecto en bandeja de salida, y a que sus militantes presienten lo peor: pronto las pirañas les harán lo mismo que ellos les hicieron a sus antecesores. Y ese sólo presagio les sube las pulsaciones a 140.
Existen asimismo otras señales de la época. La asunción de Milani hace juego con la idea del soldado Kunkel: una ley para prohibir piquetes y cacerolazos que hasta hizo arrugar la cara al histriónico dramaturgo de Laferrere. La ocurrencia de Cristina puede ser leída como un globo de ensayo, como una maniobra con fines distractivos y hasta como un guiño a los sectores medios, que vienen pidiendo un orden racional de convivencia ciudadana. Pero sugiere principalmente el gran temor de la jefa del Estado a los desbordes que traerá este fuerte ajuste económico, sobre todo después de agosto, cuando los dólares de los sojeros y la anestesia mundialista se apaguen al unísono. Milani asegurará para entonces la lealtad del ejército; Kunkel garantizará tener la ley de su lado cuando las papas quemen. Previsora y consciente de las debilidades del otoño gestionario, la Presidenta espera un frente de tormenta y se pertrecha. La política, sin embargo, se debe una profunda discusión sobre cómo poner coto a la anarquía de la protesta indiscriminada. Una caja de Pandora que el kirchnerismo abrió y alimentó con combustible verbal y también con prebendas y con efectivo. En el país del consignismo, cualquier límite significaba “criminalizar la protesta”. Claro, la mayoría de los grupos que cortaban rutas y calles no lo hacían contra los intereses del Gobierno. Ahora que gremios, activistas y consumidores se cruzaron de vereda, es bruscamente necesario cuidar el tránsito y determinar cuáles de esas acciones son legítimas y cuáles no lo son. A propósito, ¿es posible confiar en el criterio de un gobierno que ha consagrado la arbitrariedad y que ha tomado el Estado con objetivos personalistas? La desconfianza es precisamente lo que congela inversiones y buenas nuevas hasta después de 2015. El oficialismo, con todo, no debería estar tan nervioso como D’Elía. Puede hacerle mal. Las encuestas también muestran que una parte considerable del pueblo argentino lo desecha como he-
La desconfianza es precisamente lo que congela inversiones y buenas nuevas. El kirchnerismo, con todo, no debería estar tan nervioso como D’Elía rramienta de poder, pero que no tolerará en el próximo turno más que cambios parciales. El común de la gente no tiene por qué saber que el nuevo gobierno recibirá una bomba de tiempo y un campo minado. A vista de pájaro, las mayorías sólo piden lo imposible: altos salarios, pleno empleo e hiperconsumo, conjugado con baja inseguridad y nula inflación. El país perfecto. Sin un estallido, el electorado parece flotar en aguas similares al ocaso menemista: lo único que pretendía era una convertibilidad con cierta moral, por eso votó a la Alianza y eludió al enemigo de la criatura, que entonces era Eduardo Duhalde. El pueblo se quedó al final sin el pan y sin la torta, pero la historia no tiene por qué repetirse. ¿O sí? Asoma de manera acrítica e inconsciente un neokirchnerismo, y eso se debe al trauma de la derrota aliancista y sobre todo al pensamiento mágico de los argentinos, que no están dispuestos a revisar el retrógrado sistema de partido único que legalizaron, ni la cultura social que los domina. Sería sencillo, una vez más, decir que el cristinismo es el culpable de que confundamos autoridad con autoritarismo, hagamos un culto de la transgresión a la ley, nos encante vivir por encima de nuestras posibilidades, miremos para otro lado cuando tenemos los bolsillos llenos, caigamos en el facilismo de hablar sin hacer, votemos una dirigencia millonaria y corrupta, mostremos indiferencia frente a la educación y las instituciones, y anomia frente a la mentira pública; olvidemos nuestra responsabilidad con los que menos tienen y le demos vía libre al Estado sanguijuela. Pero no sería honesto. El kirchnerismo fue sólo el traje de ocasión. Del traje sólo quedan harapos, compañero D’Elía, pero la enfermedad continúa.ß
pascuas por Nik
Un debate crucial para el poskirchnerismo
Joaquín Morales Solá —LA NACION—
L las palabras
Me importa un piquete Graciela Guadalupe “Los cortes de ruta eran una forma de pedir trabajo en una Argentina en la que había 25 por ciento de desocupados y jubilados con recortes de haberes. Hoy la situación mejoró.” (Del diputado kirchnerista Kunkel, coautor del proyecto de ley para regularizar las protestas callejeras.)
E
l kirchnerismo más duro acaba de ponernos frente a una nueva tipificación de los malestares sociales: los buenos y los malos, los conducentes y los destituyentes; en definitiva, los “legítimos” y los “ilegítimos”. Así define a los piquetes y cortes de ruta el proyecto de ley presentado por diputados oficialistas, que ahora pretenden regular lo que provocativamente el Gobierno que representan siempre dejó fluir para no “criminalizar la protesta”. La terminología elegida para definirlos ancla sus intenciones en otras hondonadas abiertas por el kirchnerismo cuando habla de “justicia legítima” para contraponerla a la que no juzga como a él le place, o cuando empuña sus índices de inflación, pobreza, indigencia y crecimiento del PBI como los únicos fiables en un país donde los destroza la realidad más lineal. ¿Hay realmente una contradicción del relato de la retirada? ¿Es este nuevo volantazo un disimulo
atormentado del deterioro de poder de Cristina Kirchner? Según el ensayista Alejandro Katz, este proyecto de ley “es un indicio más de la fragilidad de la conversación pública en la Argentina. El kirchnerismo tiene pánico del conflicto. Si puede, lo aparta de la vida civil. Pero si no puede, se lo apropia”. La única excepción parece ser cuando lo promueve. Es allí donde se siente más fuerte. Por ejemplo, al poner al frente del Ejército a alguien sospechado de haber violado derechos humanos. Es muy interesante la mirada de Katz. Pone luz sobre otras conductas del kirchnerismo que, a simple vista, parecieran inexplicables. ¿Qué otra cosa sino un profundo sentimiento panicoso frente al avance del enemigo político hizo que el Gobierno pusiera a Berni a hablar de inseguridad cuando siempre la negó o a montar un show contra un narcotráfico del que nunca antes se había hecho cargo, o a impulsar beneficios para reducir el brutal índice de trabajo en negro, de chicos que ni estudian ni trabajan, y de familias por debajo de la línea de pobreza en una década supuestamente exitosa, o a salir al mundo a pedir dinero cuando quiere convencernos de que nos sobra la plata? El 18 de agosto de 2013, Cristina Kirchner dijo esta frase: “En la vida hay que elegir y, en la política, no hay que mentir más”. Al que le quepa el sayo…ß
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UNA GRAN UNIVERSIDAD
as últimas gestiones para un acercamiento, o un eventual acuerdo, entre Daniel Scioli y Sergio Massa han fracasado. El voto peronista camina, por primera vez desde 2003, hacia su propia división. Esa perspectiva, que es ahora la más segura para las elecciones presidenciales del próximo año, anuncia que habrá segunda vuelta. Sería, en tal caso, la primera vez que eso sucedería desde que se instauró en la Constitución el sistema de ballottage. El debate sobre la unidad del no peronismo, que abrió franjas diferentes en la alianza UNEN, es fomentado por la certeza de la división peronista y de la segunda vuelta. Cristina Kirchner estaría más cómoda con la división peronista. La improbable unidad significaría la absorción de Massa por parte del peronismo. Massa es y será su enemigo permanente. La presencia de él en un acuerdo entre todos los peronistas pulverizaría, además, el proyecto presidencial de agrandar un bloque de diputados nacionales de absoluta disciplina al cristinismo después de 2015. Hasta legisladores no kirchneristas aseguran que la Presidenta tiene ahora unos 40 diputados, que continuarán hasta 2017, que le son muy leales. Cristina aspira a ampliar ese número con 20 o 30 más en las elecciones del próximo año. Ese proyecto podría concretarse en las listas de diputados de Scioli, que ella pretende que sean compartidas por el resto de los candidatos presidenciales del Frente para la Victoria. En rigor, el único rival en serio que tendrá Scioli es Florencio Randazzo, el ministro del Interior y Transporte, que no objetaría la idea de listas comunes de diputados entre todos los candidatos del partido oficial. En síntesis, Cristina aspira a liderar la primera minoría de los diputados nacionales cuando ella ya no esté en el poder. Esa ambición cierra en la teoría y en la actual aritmética parlamentaria; habrá que ver si las lealtades pasan luego la prueba de un liderazgo político sin poder en la administración del país. Massa llega por otro camino, pero converge con Cristina. Él también es absolutamente contrario a participar de las elecciones internas del peronismo y, mucho menos, del oficial. Cree que el mayor caudal de votos le vendrá siempre desde los que no quieren más kirchnerismo. Elige los temas más populares para distanciarse del cristinismo, como la seguridad, y los personajes más emblemáticos, como el juez Raúl Zaffaroni, para enfrentarlos. Massa contesta a muy pocos de sus críticos, pero no deja sin respuesta ninguna alusión a él por parte de Zaffaroni. Sabe que el juez es para importantes sectores sociales el referente y el maestro de una escuela judicial demasiado permisiva con la condena del delito. El propio Zaffaroni suele aceptar que Massa lo eligió como su adversario. El debate del juez con el candidato presidencial molestó a sus colegas de la Corte. Una cosa es Zaffaroni hablando de política, al que siempre se considera como un expresión aislada del máximo tribunal de Justicia del país, y otra cosa es debatiendo públicamente con un dirigente político sobre cuestiones de derecho penal. La Corte eliminó cualquier posibilidad de confusión: la mayoría de sus miembros decidió mantener firme la reincidencia como una carga para el condenado. Zaffaroni había propuesto, en el proyecto de reforma de Código Penal, todo lo contrario: la eliminación de la reincidencia como agravante de las condenas. Esa decisión de la Corte no fue una casualidad; fue, al revés, un claro mensaje para diferenciarse de Zaffaroni y de los fuertes debates que promovió dentro de la política. Scioli prefiere un acuerdo con Massa, siempre que no incluya la lucha por la presidencia. ¿Scioli candidato a presidente y Massa candidato a gobernador? Esa sería una fórmula ideal para el gobernador, pero es la única que nunca será ni siquiera evaluada por Massa, que quiere la presidencia después de haber conocido el sabor de la victoria. Scioli nunca romperá con la
Presidenta y ése es otro obstáculo, pero cree que Massa se volverá más flexible si ellos empataran en la intención de votos en las encuestas. Massa tiene la certeza de que eso no sucederá nunca. Los dos tienen un conflicto. Reciben una enorme presión de gobernadores e intendentes peronistas. La división de ese voto pone en peligro la conservación de gobernaciones e intendencias, porque para ganar en esos distritos no se necesita segunda vuelta. Gana el que más porcentaje sacó en la primera vuelta. Pero, ¿qué pueden hacer los gobernadores frente a Massa si éste no quiere escucharlos? La división del voto peronista y la eventual segunda vuelta no excluye, sin embargo, la posibilidad de que el ballottage se dirima entre dos peronistas: Massa y Scioli. Ese es el fantasma que sobrevuela sobre los que nos son peronistas. La pionera propuesta de Elisa Carrió de sumar a Pro de Mauricio Macri tuvo dos adhesiones importantes en las últimas horas. Una era conocida, la del dirigente radical de Córdoba Oscar Aguad; pero la otra es una novedad, la de Julio Cobos, aunque menos entusiasta. Cobos avanza con ritmo muy cauteloso. Esa misma posición es sostenida desde hace varios meses por el dirigente de la Capital Enrique Nosiglia, que suele conversar con Macri cuando la casualidad los halla juntos. Otra parte importante del radicalismo, sobre todo la que proviene de la provincia de Buenos Aires, es francamente renuente al acercamiento con Macri. En una posición más prudente entre ambas posiciones se inscribe el presidente del partido radical, Ernesto Sanz, quien prefiere una gestión lenta. Consolidar lo que hay para después avanzar. Paso a paso. Lo que hay por ahora es el documento de UNEN, que se divulgará pasado mañana. Invocará las culturas perdidas (la del trabajo, la ética, el diálogo y el consenso) y promoverá la productividad de la economía. “Si pudiéramos ofrecer a Cobos o a Macri en una propuesta conjunta, la segunda vuelta será nuestra”, se entusiasmó uno de los acuerdistas.
El kirchnerismo expresó un progresismo más incoherente que consistente, pero la idea de que eso se llama progresismo se instaló en vastos sectores sociales Sanz teme que el apresuramiento por el final destruya el recorrido. Ésa es la diferencia más notable. Macri espera. Entre tanto, se ocupa de construir una estructura nacional. Dirigentes radicales se manifestaron sorprendidos por el trabajo subterráneo del macrismo en todos los distritos del país. “Eso de que no tiene estructura es un prejuicio del pasado”, dijo uno de ellos. Hay un delegado del macrismo en cada provincia y en casi todos los municipios. Los radicales cordobeses están trabajando en una prueba que se hará en septiembre en un municipio de Córdoba, Marcos Juárez. Podrían hacer una alianza con el Pro local. Aseguran que están en condiciones de ganarle a una vieja alianza peronista-vecinalista que gobierna esa ciudad. El potencial acuerdo no sólo tiene ideólogos radicales. Hay dirigentes municipales y provinciales del radicalismo que presionan por esa alianza porque sería la única manera de vencer en sus distritos. Podrían ganar, aseguran, Córdoba, Tucumán, Formosa y Santa Cruz, entre otras provincias, si ellos se acercaran al macrismo. Pero la fuerza de los reacios no es menor. Los socialistas de Hermes Binner, una parte significativa de los radicales y la izquierda de Pino Solanas prefieren que UNEN sea una constelación progresista y no una alianza antiperonista. El problema de éstos es que el péndulo social empieza a moverse. El kirchnerismo expresó un progresismo más falso que verdadero, más incoherente que consistente. Pero la idea de que eso se llama progresismo se instaló en vastos sectores sociales que quieren despedir en 2015 a la Presidenta, a sus ideas y a sus apariencias. La conclusión es injusta para el progresismo auténtico. No hay remedio. La política está hecha de injusticias y sinrazones.ß