SINCERO. “A veces, hay que saber decirles que no a Chabrol o Tavernier”, dice Frémaux
CINE | THIERRY FRÉMAUX
“Hay que llevar comedias a Cannes” Es el hombre que elige las películas en el festival más célebre de la industria cinematográfica. Aquí habla de su trabajo y de la pantalla grande como reflejo del mundo
POR PABLO DE VITA Para La Nacion - Buenos Aires, 2010
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hierry Frémaux es el máximo responsable de la selección de films del festival de cine más famoso y prestigioso del mundo. En diálogo con adncultura, explica la perspectiva del cine ante el cambio tecnológico y los secretos que convirtieron el Festival de Cannes, que culmina mañana, en sinónimo y marca registrada del cine de calidad. –¿Cuál es el futuro del cine? –El cine enfrenta un gran desafío porque el mundo cambió y la virtualidad es cada día más fuerte. A eso debemos sumarle que la legitimación que antes brindaba el cine ahora también puede encontrarse en la televisión, en los DVD, en el Blu-ray, en los video bajo demanda que permiten el acceso a contenidos multimedia de manera personalizada, e indudablemente en Internet. El cine ya no está sólo en el mundo de las imágenes. Pero el concepto “cine” es muy resistente y todo el mundo, incluso los artistas plásticos y los escritores, quieren hacer películas. El film es un objeto frágil que debemos proteger pero también, conceptualmente, posee gran resistencia por su naturaleza inolvidable. –¿Y el futuro de los festivales? –Hay muchos inventores anteriores o contemporáneos de los Lumière, pero su invención tiene una característica especial: permite compartir algo fuera de casa y de manera colectiva, desde las emociones del mundo. Ésa es la esperanza del cine, y los festivales son conscientes de eso. Con los músicos ocurre algo parecido: no es lo mismo presenciar un recital que escuchar un CD, y el espectador debe comprender que ingresar en una sa20 | adn | Sábado 22 de mayo de 2010
la cinematográfica para ver una película es como ingresar en una sala de conciertos porque, en su ámbito, una película es un “objeto viviendo”. Roland Barthes dijo que una obra de arte cambia con los ojos de quien la mira, y en Cannes recuerdo que eso pasó con Michael Moore y su Fahrenheit 9/11. Fue tan fuerte y excepcional su recibimiento que el jurado consideró que debía obtener la Palma de Oro, y Moore ganó por su película pero también porque 2500 personas fueron entusiastas cuando la vieron. Como es un arte industrial, no hay cine sin público. –La historia del Festival de Cannes parece atravesada por circunstancias políticas. –Los artistas desde siempre hablan del mundo. Pablo Picasso hizo el Guernica y con él quiso dar testimonio de la Guerra Civil Española. El resultado es una obra maestra como pintura y también por su mensaje. En ese sentido, Cannes tiene una tradición, porque la primera película que ganó el premio especial del jurado fue La batalla del riel, de René Clement, sobre la ocupación alemana, y recordemos la Palma de Oro a El hombre de hierro, de Andrzej Wajda, sobre el sindicato Solidaridad; o el maravilloso ejercicio de Laurent Cantet con Entre los muros, a la que considero una película política francesa pero de formas muy libres. Por eso, no creo en la discusión entre el cine formal y el de narración. –Giovanni Sartori considera que la sociedad transita del homo sapiens al homo videns. ¿Coincide? –Sí. Pero el cine añade un elemento a las imágenes que se ven cotidianamente y es su diversidad, porque abarca la mirada de los directores jóvenes y también la de Billy Wilder. El arte tiene un plus en la comprensión del ser humano por-
que está en contacto con la vida. Por eso pienso que el arte de la comedia está entre los más difíciles de lograr. Necesitamos llevar comedias a Cannes para terminar con el comentario de los críticos que dicen: “¡Cómo vamos a ir a Cannes a ver comedias, por favor!”. Hoy Lumière es Jean-Luc Godard, Maurice Pialat, Robert Bresson, Abbas Kiarostami, el Murnau de Tabú… y Méliès es Federico Fellini, Stanley Donen y Jean-Pierre Jeunet. Unos miran el mundo tal cual es y los otros sueñan con cómo podría ser. Pero necesitamos de los dos. A mí me encanta que el cine sea un arte menor e inmensamente popular, porque en su historia se resume la historia del mundo. –Casi una década al frente de Cannes debe haberle dejado grandes enseñanzas. –Es un aprendizaje constante. La selección no se basa en mi opinión sino en la decisión de las películas, que me dicen: “Hola, existo, aquí estoy”. Cannes es una fotografía de un momento del cine y cada temporada debe brindar al menos la mitad de las películas más importantes. Cuando Gilles Jacob me llamó para ofrecerme el festival, me resistía porque no quería abandonar mi trabajo junto a Bertrand Tavernier. Por suerte no tuve que hacerlo, porque la vida con Cannes es muy loca y volver al Instituto Lumière en Lyon me ayuda mucho. –¿Qué cambios introdujo en el festival? –Definí de manera más decisiva la participación de la animación y del documental, porque considero que una película es una película y punto. Gracias a entender de manera amplia el cine, pudimos programar una joya como Vals con Bashir, que es una combinación de ambas. Hoy que existe más contacto entre
el público masivo y autores como Martin Scorsese y Steven Spielberg, pero también Lee Tamahori. Cannes es como una librería, hay best-sellers junto a obras de pequeño formato pero significativas. –¿Cómo se logra el equilibrio de la programación entre los grandes autores y los nuevos talentos? –Básicamente a través de las secciones: la oficial competitiva, la oficial fuera de competencia, Una Cierta Mirada, Cinéfondation y la Quincena de Realizadores. Es como una cena donde se sirve el plato principal y algo que acompaña que no parece significativo aunque, en realidad, es importante porque completa ese conjunto. Reconozco que no se puede proyectar una película pequeña de autor en la función de apertura porque Cannes dice lo que es el cine en este momento, desde Alain Cavallier hasta La guerra de las galaxias o Up. Eso hace que el punto de vista de Cannes sobre el cine contemporáneo sea único. –¿Y cómo es la experiencia de tratar con los grandes nombres del cine que usted admira? –Lo importante es ser sincero, lo que no significa ser duro. No es tan fácil decirles no a Claude Chabrol, a Bertrand Tavernier o a Jean-Luc Godard. Por suerte nunca me pasó, pero veo 1500 películas por año, de las que selecciono cincuenta aunque me gustan muchas más que ésas. Pero seleccionar es una cuestión técnica que no pasa por mi gusto sino por determinar qué película necesitamos. No hay presiones, solamente los llamados de los productores que me dicen que la película que voy a ver es muy importante. Eso no está mal, me gusta porque tienen amor por el cine y, en definitiva, por la vida. Y luchan por eso. © LA NACION