Gracias a las cintas de cromo grabadas en pletinas de radiocasetes. Gracias a la literatura en el colegio y los libros obligatorios de texto. Gracias a esas grandes estanterías repletas de libros de mis padres. Gracias a Natalia Walled, Arnau Sanz, VJSS y gracias a Fernanda Fernández. Gracias a David, el jefe, mi editor en jefe. Cómprate un bajo que a metal no suene. Gracias al regalo de mayoría de edad de mi abuelo Benigno y a sus viejos papeles. Gracias a 2015 por sentarme cara a cara con la muerte.
Disfruta el terror Disfruta el terror de tener que levantarte cada día a las siete de la mañana cuando tu sangre alcoholizada en tus tardes aburridas todavía no ha regado tus extremidades. Disfruta el terror de vivir de la mísera condescendencia de personas de las cuáles podrías perjurar y perjurar que estás seguro de que nunca han conocido a sus verdaderos padres. Disfruta el terror de ver que aquellos besos que sacrificaste por respeto no los puedes entregar en los labios a tu mujer puesto que los tiene con otros ocupados en las tardes.
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Disfruta el terror de encerrar tus ideas tras trescientas puertas sin llave con el afán de conseguir ese hueco en la tertulia de almas desconocidas en visitas solitarias a bares. Disfruta el terror de no rechazar que el mundo que se mueve a tu alrededor lo entretejen adultos amargados cuando todavía eres infante. Disfruta el terror de ver pasar la vida a través de un cristal que proyecta imágenes parpadeantes que nunca se hacen carne. Disfruta el terror de haber desechado páginas perfumadas de sabiduría que hubieran convertido tu retórica en una daga elegante.
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Disfruta el terror de no ser el último de tu especie y abrir los brazos, cegado por el sol del atardecer disfrutando de un sueño triunfante.