hábitat y arquitectura - Colombia Aprende

expresiones de la cultura y de la historia de una comunidad. ... hábitat y arquitectura, factores económicos y ... políticas económicas en la transformación de los.
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H Á B I TAT Y A RQUITECT URA

esde su llegada a lo que hoy es Colombia, la gente africana humanizó los entornos naturales en donde vivió. El proceso de adaptación a los bosques tropicales colombianos dio como resultado que amplias franjas de manglares del Caribe y del Pacífico, fueran transformadas en un paisaje de asentamientos humanos que siguen el curso de ríos, caños, ciénagas, ensenadas y esteros. Este hábitat sinuoso y disperso de las áreas rurales selváticas se combina con ciudades populosas de los litorales cuya densidad de población es en su mayoría afrocolombiana. Cartagena de Indias, Buenaventura, Tumaco, Turbo, Barranquilla son apenas algunos ejemplos. Sin embargo, tanto en los poblados de la selva como en los barrios urbanos, la gente afrocolombiana recrea tipos de vivienda y sistemas de organización del espacio privado y público, semejantes. Esta permanencia de estrategias de apropiación y transformación de los espacios de vida atiende a las exigencias de la familia extensa y se apoya en las redes de solidaridad que aseguran la sobreviviencia de



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cada uno de los miembros de las parentelas. Por otra parte, el triunfo de la creatividad y de la capacidad de adaptación de estos pueblos deslumbra en su arquitectura y en la delicada ornamentación que la acompaña. La arquitectura es una de las más preciadas expresiones de la cultura y de la historia de una comunidad. Es una referencia espacial de la memoria. Es por ello que el paisaje urbano y rural, sus parques, plazas, casas, calles encierran códigos muy especiales de la identidad cultural de los afrocolombianos. Su estudio también permite comprender que a lo largo de la costa pacífica o caribeña existen subregiones culturales cuyas diferencias también se escenifican en la forma de los poblados y en su arquitectura. Cuando de llevar a cabo una obra se trata, la gente afrocolombiana conforma equipos comunales que, además de las faenas de la construcción, comparten alegría, comida y licor. Diferentes acciones y obras se logran en virtud de las relaciones laborales y sociales basadas en la solidaridad y el trabajo en común. La

> Una familia de San Antero (Córdoba) foto F. Caicedo, El Espectador, Bogotá, 13 de diciembre de 1987

Casas a orillas del río Sinú, Lorica (Córdoba) foto El Espectador, Bogotá, noviembre de 1987

Corregimiento de La Gloria en Carolina (Cesar) foto Jairo Higuera, El Espectador, Bogotá, 5 de mayo de 1987



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construcción de viviendas, de casas comunales y el arreglo de caminos se cuentan entre ellas. En las aldeas típicas de pobladores afrocolombianos, las actividades domésticas se realizan en los espacios colectivos: la calle, las zonas comunales y el solar. En estos espacios apilan el arroz y el maíz, secan la ropa y el pescado. El río ha sido el lugar tradicional de encuentro de las mujeres lavando la ropa y la loza, oficios animados por largas y animadas conversaciones. No obstante estas semejanzas respecto a la vivencia del espacio, el hábitat y la arquitectura afrocolombianos son tan diversos como las regiones en las cuales se han desarrollado sus culturas. Así por ejemplo en el Archipiélago de San Andrés y Providencia las viviendas guardan claras similitudes con la arquitectura de las grandes Antillas anglófonas. Por su parte, en el Pacífico sur colombiano, la vivienda sobre palafitos asegura el hogar de las inclemencias de las grandes mareas.



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EL LITORAL CARIBE Los sistemas rurales y urbanos del Caribe se han moldeado al ritmo de las crecientes y sequías en los valles fluviales y de los flujos y reflujos del mar. Las aldeas más antiguas y las ciudades más modernas se transforman atentas a las interacciones entre los ecosistemas marinos y fluviales. En el Archipiélago de San Andrés y Providencia, la fragilidad coralina, los tornados y la insularidad también tienen que ver con sus propios paisajes. La vivienda afrocolombiana rural caribeña se realiza en madera con techos de palma. Estas casas tienen solares en donde se halla la cocina y están rodeadas de empalizadas. Esta misma estructura se conserva en las ciudades aun cuando la madera y la palma sea reemplazadas por ladrillos y tejas de zinc. Se sabe que a principios de siglo XX en Necoclí (Córdoba) las viviendas eran sencillas construcciones de palma amarga. El techo y la armazón eran en caña de flecha armada con bejucos. Las paredes se cubrían con caña de flecha y una mezcla de arena y estiércol de vaca. A partir de 1955 estos materiales fueron reemplazados por los ladrillos y cementos que llegaban de Cartagena, la piedra que provenía de Tortuguilla y Puerto Escondido y la gravilla procedente del poblado de Zapata. Pero además de la relación entre naturaleza, hábitat y arquitectura, factores económicos y políticos han incidido en la configuración de los espacios de vida de la gente afrocaribeña. El caso de la región caribeña del Urabá es bastante útil para comprender los impactos de las políticas económicas en la transformación de los paisajes. A principios del siglo XX, esta región recibió oleadas masivas de inmigrantes que precedían del departamento de Bolívar. Al mismo

Barú (Bolívar) foto El Espectador, Bogotá, 21 de agosto de 1996

San Benito de Abad (Sucre) foto El Espectador, Bogotá, agosto de 1992

Ferry en el río Sinú, Montería (Córdoba) foto Humberto Pinto, El Espectador, Bogotá, 23 de octubre de 1996

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tiempo llegaban personas de los ríos del Chocó para instalarse en las zonas fronterizas con Panamá. Había comenzado la construcción del canal. Años más tarde hicieron su aparición los primeros enclaves económicos con capital extranjero. Se trataba de la agroindustria del banano, y de la caña de azúcar. Ésta última se procesaba en el ingenio de Sautatá (Chocó). Estas actividades económicas incentivaron flujos de población chocoana hacia la región y fueron surgiendo nuevos asentamientos en la toda la zona del golfo. A lo largo de todo el siglo XX, procesos de migración laboral de las comunidades afrocolombianas comparables al anterior han dejado huellas en la arquitectura de los lugares en donde habitan de manera permanente o temporal. El color y la ornamentación de sus viviendas decoran la zona bananera, los pueblos costeros de pescadores, la región algodonera y las grandes ciudades del Caribe colombiano. Estos atributos hacen parte constitutiva de su estética. Y ésta no sería como es si no fuera por la omnipresencia del mar Caribe y sus diálogos con ríos caudalosos e islas coralinas. Estas antiguas relaciones del agua salada con el agua dulce han forjado manejos ambientales, espaciales y



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estéticos propios de culturas cuya identidad se define respecto al mar. Los hábitats y arquitecturas caribeños se ordenan en función de distancias que no se desenvuelven en tierra firme sino en el tiempo propio de la navegación. Este hecho particular hace que el poblamiento y las tipologías de asentamientos caribeños estén casi siempre definidos respecto al agua, a su cercanía o distanciamiento respecto al sitio de habitación. El río Magdalena y el Canal del Dique son dos grandes protagonistas de la región. Desde finales del siglo XVII, el Canal del Dique representó una nueva vía para unir el mar Caribe con la tierra firme. La vía natural hasta entonces había sido la desembocadura del río Magadalena en las Bocas de Ceniza, que lamentablemente quedaban muy alejadas de Cartagena de Indias, principal puerto comercial del territorio de la Nueva Granada y del imperio español. Estas vías fluvial la una, natural la otra, fruto de la ingeniería española colonial, representan salidas directas desde la tierra adentro hacia el mar Caribe, que conecta a la región y al país con el mundo exterior. A nivel regional, existen numerosas redes de intercambios de mercancías, productos agrícolas, animales y personas que se transportan entre los poblados fluviales ribereños. O entre éstos y las poblaciones costeras que se hallan al borde del mar. En ambos, el pescado, el arroz y el plátano se comparten por igual. Las culturas que se han desarrollado en estas regiones han sido llamadas anfibias porque la vida cotidiana de sus habitantes es un eterno vaivén entre el agua y la tierra. Las crecidas de los ríos Magdalena, Cauca, Sinú y San Jorge inundan las tierras sabaneras alejadas de los litorales. Este hecho natural ha obligado a los moradores de las riberas a crear sistemas adecuados que les permitan salvaguardar sus vidas y patrimonios cuando el agua desborda sus límites. Las casas son construidas de tal modo que en su interior se pueda colocar una especie de balsa en el momento en que suben las aguas. En la balsa se colocan los enseres personales y las personas donde estarán a salvo hasta que los niveles del agua desciendan. Por su parte, la gente de las costas ha aprendido a protegerse de los vientos fuertes o de los tornados que se atacan pueblos y ciudades procedentes de alta mar. La solidez de sus sitios de habitación debe garantizar esta salvaguarda.

Tipos de asentamientos



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Los asentamientos lineales costeros son pueblos antiguos dispuestos de forma lineal a las playas. En caso de estar situados en pequeñas bahías adquieren un carácter semicircular arropando así la pequeña ensenada que abriga el poblado. La playa y pequeñas plazoletas

componen el espacio público que es tanto de uso familiar como colectivo. En algunos pueblos existe una pequeña capilla situada al final de la plazoleta. Los asentamientos mixtos son poblados construidos en la confluencia de ríos o quebradas y el mar. Fluviales y costeros, comparten la cercanía al agua dulce y al agua salada. Los estudiosos de este tipo de hábitat afirman que estos asentamientos surgieron como poblados fluviales situados casi siempre en las desembocaduras de ríos o quebradas. Y sólo poco a poco se expandieron hasta alcanzar la proximidad de la costa. La forma como esta distribuido el espacio en estos poblados deja ver la combinación de herencias españolas que se expresan en el damero rectangular con manejos de espacios privados de claro acento africano. Muchos pueblos afrocaribeños están organizados siguiendo la cuadrícula española compuesta por las cuadras y las manzanas, en cuyo centro se halla una gran plaza, lugar de la alcaldía y la iglesia. Pueblos antiguos fundados desde el siglo XVII, como Barú, Santa Ana, Tolú, y otros como Puerto Escondido, San Bernardo del Viento, o los de gran tradición de pesca como Taganga presentan esta disposición del espacio público. Sin embargo, al entrar en la intimidad de una residencia el espacio se transforma. Los ámbitos de la vida familiar y social giran alrededor de la cocina situada en el solar de la casa. En las casas de la gente afrocaribeña en Colombia, la cocina es una edificación aparte del resto de la vivienda. Casi siempre se trata de una sólida enramada, con techo de palma sostenido por troncos de madera. Es el lugar de reunión por excelencia y centro de transmisión de valores e informaciones básicas sobre la identidad. Al igual que en el África occidental, los solares en donde se hallan las cocinas son lugares de sombra gracias a sus árboles. En los días calurosos del trópico, el solar representa un refugio de frescura y de encuentro. La presencia del árbol en los espacios privados de las familias afrocolombianas es de gran significación puesto que para sus ancestros africanos, el árbol es símbolo de la memoria familiar. Debajo de grandes ceibas, manzanillos u otras especies, las mujeres y los ancianos afrocolombianos han trasmitido a sus hijos todo cuanto saben sobre el mundo y sobre el más allá. El Caribe no sólo es un espacio de confluencias entre los ríos y el mar. Allí también han convergido personas de muy diversos orígenes. La presencia de grandes zonas de interacción entre gente de origen africano e indígena es una de sus características más importantes. Córdoba, Sucre, César, La Guajira son departamentos cuya población es en gran parte afro-indígena. Ganaderos y agriculturos, pescadores de agua dulce, la gente sabanera tiene una larga tradición arquitectónica que combina el

conocimientos ancestrales indígenas y africanos. Lamentablemente no existen estudios sistemáticos sobre estas tradiciones. Es evidente que sus contactos remontan a los tiempos de la Conquista. También es claro que las tradiciones culturales afro-indígenas poseen rasgos que las diferencian de los pueblos de ascendencia africana que se tuvieron mayores contactos con los europeos o entre ellos, como es caso de ciudades como Cartagena de Indias o numerosos pueblos de ganaderos, agricultores y pescadores afrocolombianos de la región. Existe otro tipo de asentamiento costero que a diferencia del anterior se caracteriza por haber surgido a orillas del mar de donde sus habitantes obtienen los recursos necesarios para vivir. La vida cotidiana de estos pueblos costeros transcurre en la playa, espacio público por excelencia. Debido a los movimientos de población de las áreas rurales sabaneras hacia las costas, estos pueblos han crecido y sus estructuras urbanas originales se han ido transformando. Por eso se habla de ellos como asentamientos costeros complejos. Una de las mayores transformaciones de estos poblados

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Dos aspectos de San Basilio de Palenque (Bolívar) < foto Freddy Elles, El Espectador, Bogotá, 3 de marzo de 1995

consiste en la introducción de edificaciones institucionales como colegios, canchas, hospitales, alcaldías. Lamentablemente en muchos casos no se respeta la arquitectura tradicional.

El Palenque de San Basilio El Palenque de San Basilio es un poblado fundado por cimarrones quienes al mando de Domingo Biohó huyeron al monte para recuperar su libertad. Estos hechos sucedieron en el siglo XVII, en lo que hoy es el municipio de Mahates (Bolívar). Los rebeldes se ubicaron en los pequeños valles de los Montes de María. Su elección estuvo relacionada con las abundantes lluvias que bañan la región nutriendo los caudales de los arroyos que proveían y aún proveen de agua a sus habitantes. El arroyo Caballito es un lugar de gran importancia para la cultura palenquera. Allí han encontrado la manera de satisfacer sus necesidades como el baño y el lavado de la ropa. Pero el agua que se utiliza para el hogar y la alimentación no se toma directamente de la corriente. En los playones del arroyo, las mujeres



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cavan pocitos llamados cacimbas. Gracias a la filtración se llenan de agua más cristalina que las mujeres transportan en unos cilindros de latón. Las casas del Palenque se construyen hoy con palma amarga, lata y bejuco malibú. Antes de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), las manzanas del lugar contaban con un mayor número de casas. Pero el paso de tropas del general Jaramillo incendió todo el poblado en represalia por la ayuda que sus moradores le habían prestado al general Robles, jefe de un batallón hostil al gobierno. Ese mismo día incendiaron a Plan Parejo, situado en la mitad del camino que conduce de Palenque a Malagana, donde existían alrededor de unas sesenta casas de pobladores afrocolombianos. A raíz del título mundial de boxeo obtenido por Pambelé en 1974, el gobierno instaló el servicio de energía eléctrica en la población y en 1978 se inauguró el servicio de acueducto cuyo funcionamiento esporádico no ha cambiado las costumbres de ir al arroyo para lavar la ropa y conversar. La construcción del coliseo de boxeo fue otra de las obras que dejó el campeón mundial en San Basilio. En 1979 el poblado tenía siete calles, dos de las cuales salen de una inmensa plaza, en cuyo

centro se levanta una iglesia de zinc. El cementerio se encuentra en la entrada de la población. Para esa fecha existían 308 viviendas construidas en bahareque. La casa típica palenquera es de planta rectangular con techo a cuatro vertientes. Todo el material utilizado en la construcción lo suministra el entorno. El techo es de palma amarga y las paredes de lata, las cuales se colocan verticalmente, bien acopladas y sujetas con bejuco malibú a varas gruesas y dispuestas de manera horizontal. En términos generales recubren las paredes interiores y exteriores con una mezcla de estiércol con arena. Es costumbre en el lugar que la construcción de las vivienda esté bajo la dirección de un maestro de obras y lo usual es que tal labor se lleve a cabo en forma comunal. EL ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS, PROVIDENCIA Y SANTA CATALINA En tiempos de los asaltos de los piratas a la isla, los africanos fugados de las plantaciones se ubicaron en las partes altas del lugar. Vivieron en casas que armaron con bejucos, ramas, hojas de palma de coco y mangle y madera.

Puente de madera entre Providencia y Santa Catalina foto El Espectador, Bogotá, 20 de junio de 1991



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Las viviendas típicas del archipiélago corresponden a un estilo de marcado acento afroanglo-caribeño. Estas construcciones se hacen en madera de pino machihembrado la cual es importada de Nicaragua o del sur de los Estados Unidos. Su montaje se hacía mediante trabajo compartido entre familiares y vecinos. Más de la mitad de las casas estaban pintadas de blanco, predominando los acabados en colores vivos, que imprimen un toque pintoresco al paisaje. La ornamentación es refinada y sus adornos llaman la atención por la delicada combinación de sus colores. Las casas se edifican casi siempre sobre pilotes o troncos de árboles, en soportes de concreto o en bloques de piedra basáltica como en Providencia. Levantar la casa permite aislarla de la humedad. Estos pilotes las levantan del suelo de 0.60 a 1.2 metros. Se encuentran ubicadas entre las palmas de coco, a la vera de los caminos o en la orilla del mar. Los jardines y antejardines, en ocasiones encerrados con cercas vivas, están sembrados con flores ornamentales del trópico. También tienen árboles de mango o de naranjo que crecen silvestre. El balcón es el sitio de descanso, hecho para disfrutar de la brisa y de la sombra, ver pasar el día desde las hamacas y reunirse con los vecinos, son estas algunas de las razones por las cuales se continúa con la tradición de construir el balcón, que se ubica en la parte anterior o alrededor de las viviendas. Las residencias tradicionales han ido desapareciendo con la migración de gente del continente que llega atraída por el comercio del puerto libre.

La casa afrocaribeña de las islas El equilibrio entre la arquitectura y la naturaleza resulta de la unión perfecta entre los colores de la vegetación y los tonos vivos de las fachadas. La vivienda típica afro-caribeña de San Andrés y Providencia responde a las exigencias de un clima húmedo y de altas temperaturas, que decolora las fachadas y que hace necesario pintarlas a menudo. Además, su solidez le permite salir bien librada de la acción de tormentas, brisas y fuertes lluvias tropicales. El estilo de casa más popular es de planta rectangular, de madera machihembrada que se coloca de manera horizontal en las paredes. El espacio interior se divide en tres o cuatro compartimientos. Posee una puerta de entrada en el centro, con frente a la calle y grandes ventanas.. El eje de la cerca del techo va paralelo a la calle, de tal manera que las culatas quedan hacia los lados. Los techos de paja de otro tiempo, han sido reemplazados por tejas de zinc o eternit corrugadas y también por tejas de madera. Los canales que recogen las aguas lluvias del techo, descargan directo en cisternas, en su mayoría de concreto, pues también las hay de madera como

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Panorámica de la isla de San Andrés foto Elizabeth Jiménez, El Espectador, Bogotá, 26 de febrero del 2001

Casa isleña (Providencia) foto El Espectador, Bogotá, 20 de junio de 1991



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barriles gigantes, localizadas en la mayoría de los patios frente a las culatas de las casas. La adopción del concreto y bloques de cemento como materiales de construcción amenaza con desaparecer el llamativo estilo arquitectónico tradicional de las Islas. En estos materiales ya se han construido, numerosas casas para la atención de servicios públicos como escuelas, el hospital, el Instituto de Seguros Sociales y numerosas edificaciones para hoteles, teatros y almacenes de todo género. La isla de San Andrés se encuentra bordeada por una carretera, llamada de circunvalación, que la recorre en medio de una arboleda de cocos. Hacia el norte se encuentra el aeropuerto, en la misma vía se encuentran los restaurantes típicos y la fábrica de grasas. Bordeando la costa oriental se llega a San Luis y después al Apostadero Naval.

Una casa en el archipiélago foto Archivo Sena, San Andrés

Iglesia en la Bahía de San Andrés foto tomada de San Andrés, Providencia, misión cumplida, Manuel Castellar Benlloch, Bogotá, Editorial Andes, 1976



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Panorámica de Condoto (Chocó), 1991

Mercado en la playa del río Atrato, Quibdó (Chocó), 1991

EL LITORAL PACÍFICO El poblamiento del Pacífico colombiano se realizó en múltiples oleadas que pueden catalogarse en dos grandes ciclos. El primero es el llevado a cabo por las culturas amerindias las cuales desde el siglo XVI comenzaron a decaer bajo el impacto de las operaciones militares españolas. El segundo, ciclo calificado como afroamericano, se inicia en el siglo XVII cuando los españoles dominan a los pueblos indígenas quienes les hicieron la guerra por más de un siglo para defender sus territorios. Vencidos son ubicados en las cabeceras los ríos principales y de sus afluentes, mientras que en las orillas de los ríos principales, los españoles levantan campamentos mineros con trabajadores africanos y sus descendientes. A partir del siglo XVIII, las familias esclavizadas comienzan a comprar sus cartas de libertad y sus amplias parentelas empiezan a migrar en busca de nuevas tierras en donde instalarse lejos de sus antiguos amos. Esta expansión territorial de los afrocolombianos de entonces los llevó a instalarse en regiones como el Alto Baudó en abandonaron sus prácticas mineras por la agricultura, la recolección de moluscos y la cacería. El siglo XVIII representa un periodo de gran expansión demográfica y territorial de las poblaciones afrocolomabianas en todo el litoral. Durante el siglo XIX, las leyes de abolición propiciaron nuevas migraciones de libertos en toda la región. Con el inicio de la colonización agraria y de la minería independiente impulsada por cimarrones y luego por libertos y manumisos, el poblamiento alcanzó su pleno desarrollo a comienzos del siglo XX, todo ello gracias a diversas estrategias adaptativas que idearon sus moradores a lo largo del litoral. Desde el siglo XVIII, cimarrones, libertos y manumisos se lanzaron a la conquista pacífica de las selvas. Fundaron numerosas estancias ribereñas para el cultivo de maíz, caña, coco, arroz, yuca y plátano. Poco a poco se agruparon en pequeños focos residenciales a lo largo de los ríos, creando así un hábitat longitudinal y de vecindad que le da fisonomía al actual sistema aldeano. La concentración en pequeños asentamientos es la característica predominante del poblamiento moderno del Pacífico, Chocó y las costas del Valle del Cauca, Cauca y Nariño. La malla urbana está estructurada a partir de un conjunto de centros menores con rasgos de aldea y miles de caseríos vinculados a las áreas productivas, adscritos a cabeceras rurales que están entre 2000 y 3000 habitantes. La gente del Pacífico, está sometida a la acción permanente de las fuerzas de la naturaleza: maremotos y lluvias torrenciales que desencadenan incendios y aislamiento de las vías. Caseríos situados en áreas de mucha vulnerabilidad, viven una amenaza permanente



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Panorámica de Puerto Saija (Cauca), 1991

Viviendas palafíticas desde el mar, Buenaventura (Valle del Cauca), 1991



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Plan de la iglesia que se requiere en el pueblo de Quibdó 1783, tinta sobre papel, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 585A

Catedral de Quibdó (Chocó), 1991

por la eliminación de los manglares de sus bordes que cumplían funciones protectoras y de alimentación básica. Los desastres naturales generan migraciones de poblaciones enteras que se reconforman alrededor de nuevas circunstancias generalmente urbanas. El abandono de sus pueblos y tierras también llega por el declive o la quiebra de empresas nacionales o extranjeras explotadoras de los recursos naturales. Cuando se cesa la producción extractiva la gente empobrecida va a buscar nuevas posibilidades en otros lugares. Tal es el caso de Barbacoas y Lloró con sus casas de balcón y su rica arquitectura de madera símbolos de una pasado de riqueza minera hoy en ruinas. Esta misma situación vivieron los complejos mineros de Andagoya y Condoto. Sus calles y sus casas, hoy sólo son huellas de una prosperidad fugaz basada en los ciclos de bonanza y crisis de las economías extractivas. Las políticas económicas y los ciclos de producción extractiva hacen que la tipología espacial de los asentamientos afrocolombianos del Pacífico cambien de manera constante, sufriendo en ocasiones serias rupturas que llevan a desaparecer los modelos urbanísticos autóctonos tradicionales. No obstante, sus tradiciones culturales de raíces africanas, han consolidado estos pueblos gracias a los sentimientos de identidad y de pertenencia territorial de sus habitantes.

Los asentamientos fluviales Los asentamientos fluviales son característicos del poblamiento afro del Pacífico. La mayoría de estos pueblos se originaron como resultado del ordenamiento territorial impuesto por la economía minera colonial. A lo largo de la Colonia y durante toda la República las tasas de natalidad de estos pueblos permitieron que llegarán a ser hoy la población predominante a lo largo de ríos y quebradas. El pacífico colombiano es una región irrigada por ríos que configuran extensos deltas y una trama de circuitos acuáticos por donde es posible navegar y desarrollar múltiples actividades de intercambio social y comercial. Este paisaje permite rememorar las costas occidentales africanas, de manera especial, las costas del golfo de Guinea de donde llegaron Ararás, Carabalíes y Minas a trabajar en las minas del pacífico colombiano. Es muy posible que sus memoria botánicas y zoológicas del mismo modo que los manejos de ecosistemas fluviales y marítimos les hubiera permitido reconstruir la cultura del agua de la cual eran portadores. De ahí que sus poblados se presenten al observador como una sinuosa trama lineal paralela a los ríos. Esta dinámica de poblamiento afrocolombiano



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Iglesia de Tadó (Chocó), 1991

se conoce como sistema aldeano fluvial. Además, de su linealidad respecto al río, se caracteriza por el manejo de espacios colectivos que representan el 75% del área ocupada por las aldeas. Las viviendas son separadas entre sí. La cercanía al agua de río o quebradas o al agua del mar, las viviendas están siempre expuestas a las inundaciones. De ahí que la vivienda sea palafítica, es decir, alzada en pilotes a alturas que pueden variar de 0.60 a 3.5 metros. Las casas elevadas están comunicadas por medio de puentes de madera. En la calle principal contigua al puerto sobre el río, se desarrollan las actividades cotidianas de la comunidad: el mercado, el lavado de ropa, los servicios sanitarios flotantes y el servicio de transporte. En estos poblados el río es el sitio de referencia y la vía de comunicación natural de los habitantes del lugar. Muchos de los poblados fluviales asentados sobre los ríos Atrato, San Juan, Baudó, Telembí o Güelmambi tienen viviendas palafíticas para protegerse de la humedad, de los bichos y de las permanentes inundaciones. Las casas se comunican mediante una red de puentes que unen las terrazas. Estos puente son una prolongación de las áreas comunes de las viviendas. En ellos se realizan actividades familiares y sociales. Riosucio (Chocó), presenta un tipo más elaborado de asentamiento fluvial. Su desarrollo urbanístico lo ha convertido en centro regional. Su crecimiento se hizo por calles paralelas a la principal sobre el río hasta llegar a la parte posterior del poblado en donde se hallan las ciénagas. El caso de los asentamientos fluviales modernos es bastante común en todo el litoral. En general la vivienda de estas pequeñas ciudades en la selva corresponde al ancho de la manzana que conforman las viviendas apareándose o dejando una especie de zaguán. Es decir que las manzanas sólo se encuentran separadas por pequeños callejones. Los edificios institucionales de arquitectura similar a las de las viviendas, sólo se diferencian en el tamaño y son casi siempre construcciones de dos niveles. En el Bajo Baudó también se configuran los caseríos alineados a lo largo de las orillas de los ríos. Lo que es una constante en el Pacífico Colombiano.

El espacio público: lugar del encuentro



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La noción y el manejo del espacio público en los poblados del Pacífico es muy intensa por pues representa una extensión del espacio privado familiar. Esta apropiación social del espacio público marca de manera notable las relaciones que los articulares hacen de ese espacio. Algunos rasgos característicos de esta socialización del

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espacio público se refleja en la carencia de linderos, y en la ausencia de una separación clara o determinante entre unas áreas y otras. El solar de la casa se constituye en el primer nivel del espacio social caracterizado por ser el centro de actividades de la vivienda, donde se concentran sus moradores para el desarrollo de varios oficios. Este ámbito privado e íntimo en la cual se desenvuelve la vida cotidiana de la gente afrocolombiana del Pacífico, se extiende hacia los espacios catalogados como exteriores: la terraza, la acerca y el corredor se llenan de sillas al atardecer para ver pasar a los conocidos, jugar a las cartas y comentar los sucesos más importantes del lugar. Al igual que en los solares, las casas tienen árboles de sombra sembrados para dar sombra. De esta forma, el núcleo de habitación de la vivienda afrocolombiana es relegado a un plano funcional destinados sólo para las actividades diarias como dormir y asearse. La cocina en el solar y la terraza delantera o corredor son los espacios en donde se desarrolla la vida en sociedad. En el caso del Chocó existe una variante de estos espacios sociales que se conoce como la paliadera. Se trata de una terraza elevada situada en la parte posterior de la casa, donde se realizan las actividades relacionadas con el agua y que antes tenían lugar en el río. Ese mismo lugar cumple la función de huerta casera. allí se encuentran sembradas las plantas y hierbas medicinales. También se extiende la ropa y se desarrollan algunas actividades de socialización. En dichos espacios se da continuidad a las

actividades que se desarrollan en el río como el baño y el lavado de las ropas. Las paliaderas son espacios que se hayan en la frontera entre lo público y lo privado, dando así un toque particular a la vida en las aldeas del Pacífico colombiano. El hábitat de esta región se articula sobre un vecindario residencial multifamiliar, embrión de un pueblo. Su subsistencia depende del cultivo en huertos caseros conocidos como azoteas situados alrededor de la vivienda. También cultivan sus colinos familiares. Allí siembran plátano, el principal alimento, cocotero, papachina, caña de azúcar, yuca ñame y frutales. Complementan su alimentación con lo obtenido durante las actividades de pesca, caza y recolección de frutos del bosque. Esta relación con el entorno describe un orden que va de los espacios domésticos a los de la vida silvestre.

Casa en madera de dos pisos Puerto Merizalde (Valle del Cauca), 1991

Los caseríos en hilera continua ó discontinua, con solares y huertas serpentean los ríos y las costas del Pacífico colombiano. El desarrollo del comercio y las actividades administrativas se diversifican y se empieza a dar la división social del trabajo, favoreciendo la conformación de un centro comarcal que tal vez sea elevado a la categoría de nuevo municipio.

Vivienda, tecnología y medio ambiente Las construcciones del Pacífico actuales manifiestan aportes de otros pobladores de la región. Se distinguen, los tambos de la gente embera, la casa campesina anfibia ubicada en las márgenes del Atrato y el San Juan, la vivienda de tenderos antioqueños radicados en las cabeceras municipales, las casas vacacionales de la gente del centro del país y la casa campamento originada con la presencia de empresas como la Chocó-Pacífico y la United Fruit Company. En estas construcciones tanto como en las llevadas a cabo por la gente afrocolombiana de la selva. se reconocen básicamente tres tipos de materiales de construcción: Los primeros, son catalogados como autóctonos, es decir, los materiales que se aprovechan luego del desmonte o que son extraídos del entorno inmediato. Se emplean mayor transformación o en algunos casos se utilizan con una adecuación realizada en función de la obra. Así la madera se combina con hojas y esterillas de palma, bambú o chonta, horquetas, palos redondos, cintas y varetas de cañabrava, guadua y latas de la misma.



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Los materiales llamados tradicionales son aquellos obtenidos en la selva. A diferencia de los llamados autóctonos, los tradicionales son pulidos y transformados de manera en talleres familiares artesanales. Las maderas son labradas con hacha. Son de uso tradicional en la región las maderas rollizas bien cortadas y con recubrimientos de esterilla de barro. Entre las maderas más usadas se encuentran el guayacán, huino, abarco, cedro, alisal, aporrejado, aceite, corcho y también se utiliza la madera de mangle para la construcción de viviendas que levantan sobre pilotes. Los otros materiales se conocen como industriales o modernos. Entre ellos se destacan el cemento, las tejas de asbesto y las láminas de zinc. Entre 1910-1915 las compañías extrajeras de minería como la Chocó-Pacífico difundieron su uso en la zona del Atrato. A partir de 1971, en este modelo se prolonga la cocina con la paliadera donde está instalada la llave del acueducto domiciliario recién inaugurado, y se cambia paulatinamente el techo pajizo por la cubierta en tejas asfálticas corrugadas o en asbesto-cemento de eternit.

Sistemas utilizados en la construcción



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En esta región los carpinteros quienes en muchos casos se desempeñan como maestros de obra emplean maderas finas. Utilizan dos sistemas estructurales: el de estructura apoyada en el piso y el de estructura independiente del piso. De aquí parten para resolver las distintas situaciones que les plantea el oficio de la construcción. La casa chocoana rural se distingue por el uso de horcones, plataforma en palma, lo mismo que el cerramiento, cubierta en palma. A diferencia del indígena, la gente afrocolombiana cierra completamente sus viviendas y abre ventanas laterales y una puerta central. Por lo general la estructura es de madera rolliza. Las divisiones son en madera se realiza con listones de 2 x 2 pulgadas. En un mismo poblado y aún en una misma casa, es posible encontrar mezclas de formas y materiales autóctonos, tradicionales e industriales. Entre los problemas más frecuentes que hacen optar por nuevos materiales se ha identificado, por ejemplo, que la esterilla deja pasar el aire a través de las paredes, mientras que las tablas ofrecen más protección contra la intemperie aunque aumentan la temperatura interior de la vivienda. La cubierta vegetal refresca los interiores, pero requiere mantenimiento y arreglos continuos costosos. La cubierta metálica, es mucho más durable pero es caliente y costosa y aumenta las necesidades de ventilación y aislamiento térmico por medio de cielorraso, ventanas y celosías frontales y

Fachada con calaos, Quibdó (Chocó), 1991 Dos hombres aserrando madera, río Micay (Cauca), 1991 Tablones aserrados, río Micay (Cauca), 1991

> Balsadas de madera, río Micay (Cauca), 1991 > Fachada de una casa palafítica en Togoromá (Chocó), 1991

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laterales. Sin embargo, en las áreas urbanas de población afrocolombiana de bajos recursos económicos, estas últimas se eliminan a menudo quedando las viviendas cerradas en tabla y techadas en zinc o aluminio con poca ventilación. Así tratando de resolver algunos problemas se crea uno nuevo, el del calor excesivo en las alcobas y en la cocina, producido por el uso de zinc, además, de la falta de cielo, carencia de rejillas de ventilación y de ventanas e insuficiencia del espacio. Puede anotarse también que la prolongación de las paredes interiores y exteriores hasta la altura del cielo y de las vigas que soportan el techo, impide la circulación transversal del aire; también los cielorrasos horizontales en peinemono, muy bajos, aislan el calor, pero reducen el volumen de aire.

De las vigas mamas a la vivienda moderna en el Pacífico Igual que sucede en la cuenca del río Güelnambí afluente del Telembí en Nariño, en el Chocó existen unas piezas enormes de madera que se legan de generación en generación para la construcción de las viviendas. Son una vigas patrimoniales y son las primeras en rescatar en caso de incendio. Estos horcones de trúntago (variedad del guayacán) de cientos de años de edad son indicadores de oleadas de poblamiento que se originaron en el río Quitó afluente del Atrato hacia el Baudó a principios del siglo XVIII. Sin embargo, los procesos de modernización hacen que la permanencia de la tradición se combine con los retos de la modernidad. De este

modo paso de la vivienda rural a la semiurbana y la urbana se caracteriza por un proceso de transformación del predio, donde el esquema funcional y espacial cambia de acuerdo a las necesidades de la familia. La relación entre el núcleo construido de vivienda y el espacio libre que alberga las actividades de producción o interrelación de sus habitantes permite identificar etapas de mutaciones en la vivienda del Pacífico chocoano. Con el producto de una cosecha de arroz, plátano o con el de una pesca extraordinaria, se amplían las casas. Se empieza por cambiar techo de palma por láminas de zinc o asbesto-cemento, se cierran salas o cocinas con tablas aserradas y arregla el piso. La casa crece con agregados posteriores, laterales o frontales y con cobertizos separados, a medida que la familia o las cosechas exigen nuevos espacios de vida y producción. Levantan los aleros para tener unas áreas cubiertas para el almacenamiento de maíz, el plátano o arroz. La cocina se cierra o se construye una nueva para cambiar la destinación de viejo espacio; la cubierta se extiende hacia los lados para disponer de depósitos o más cuartos; el interior se prolonga hasta la marranera y el gallinero, el trapiche, el secadero de arroz, cacao o pescado, el embarcadero-lavadero y los cobertizos para los productos agrícolas. De esta manera cambia la vivienda de forma y volumen y se van diferenciando poco a poco las actividades y funciones residenciales y productivas.

El trabajo ornamental La capacidad creativa de la gente afrocolombiana del pacífico se manifiesta cuando busca soluciones a los retos que le impone el clima. Su sensibilidad estética y su conocimiento de los materiales afloran de manera especial cuando se trata de proteger su vivienda. Soluciones tecnológicas y de diseño permiten la adecuación de elementos arquitectónicos a las características propias del medio. Creando así objetos de gran estética que engalanan balcones y ventanas mediante el uso de un amplio repertorio formal y cromático. La ornamentación se trabaja a partir de formas geométricas, partiendo de variaciones en los listones de las maderas utilizadas. En las barandas aparecen composiciones que se repiten en pequeños módulos copiados, de la casa campamento. La fachada principal de las viviendas recibe la mayor decoración, los laterales no se decoran, ni se pintan, se utilizan para ventilar y abrir pequeñas ventanas. Vanos, ventanas, puertas, tragaluces y celosías conforman las fachadas compuestas a partir de juegos de figuras que evocan los calados sofisticados de la filigrana del oro. El martillo, la



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caladora manual, el berbiquí, el serrucho, la hachuela y el machete son suficientes para hacer gala de destreza e imaginación. La ornamentación de las fachadas se viste de colores vivos que se utilizan en vanos, rejillas y detalles de ventilación que contrastan con las paredes claras y alimentan la apariencia simple de estas viviendas. Así, la solución a las necesidades de ventilación e iluminación se convierten en una posibilidad figurativa y creadora donde cada habitante recrea la búsqueda estética en su fachada. El entorno urbano se convierte entonces en una paleta cromática donde las viviendas se mezclan con la rica vegetación del paisaje. Estos decorados en madera, comúnmente conocidos como calados manifiestan y expresan el proceso de diversificación laboral que en los caseríos marca las diferencias individuales o familiares de las actividades económicas. La ornamentación de las fachadas sirven de propaganda para los establecimientos comerciales y expresan distinción social.

Vivienda aldeana afrochocoana



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La vivienda aldeana afrochocoana es una unidad compacta de uno o dos niveles, que alberga los sitios de descanso, relación y trabajo. En el primer nivel se halla un gran salón que se utiliza tanto para secar el arroz como para los velorios. A veces existe una terraza de oficios, o depósito para la producción agrícola y un local comercial. La distribución interna es muy sencilla, los cuartos ocupan el área central, se ubican a un costado o en el segundo nivel en caso de que exista. La cocina está localizada en la parte posterior de la casa y tiene un techo independiente. El hábitat rural está compuesto por una parcela de una o varias hectáreas. Concentra la totalidad de las actividades de la vida doméstica. Incluye algunos espacios para el almacenamiento de productos. En las aldeas el espacio familiar se extiende hasta el solar con el gallinero, el tendedero de ropa y la zotea para el cultivo doméstico de hierbas aromáticas o medicinales. También se beneficia de la calle y de los lugares públicos, donde se seca el pescado, el arroz, el cacao o el maíz y se realizan actividades como el pilado. Los elementos que tienen las familias dentro de las viviendas, son una evidencia de la distribución de las actividades económicas de acuerdo al sexo. Es así, como en las afueras de los ranchos, a manera de “colgaderos”, se encuentran las redes de pesca colocadas sobre travesaños de madera al término de las faenas o extendidas para su reparación. En las horas de la tarde, los pescadores reconstruyen sus mallas usando agujas fabricadas en madera, revisan las boyas y

los plomos para las nuevas jornadas, construyen faros y canaletes, e impermeabilizan o calafatean sus embarcaciones recubriendo con brea el cuerpo y las junturas de madera de las mismas. Pequeños tibungos o neveras de icopor se mantienen en algunas viviendas para la conservación temporal del pescado. El municipio costero de Nuquí del Pacífico chocoano (Golfo de Tribugá), se encuentra poblado en su mayoría por afrocolombianos, que habitan en casas de madera levantadas sobre pilotes. Las viviendas siguen el curso de los esteros que casi rodean el poblado. El corte indiscriminado del manglar ha debilitado los barrancos y su constante erosión ha obligado a los habitantes a construir muros de contención. Este poblado costero está compuesto por casas organizadas y alineadas que forman cuadras. Las nuevas casas de material le da un acento urbano aunque el uso del espacio sigue siendo bastante tradicional. Predominan las casas que suelen intercalarse en medio de un paisaje de palmeras, árboles frutales y ornamentales que le regalan sombrío a sus habitantes. Como en algunas otras localidades de la costa Pacífica, Nuquí cuenta con un pequeño aeropuerto. En ese mismo sector de la localidad se encuentra la sede de la alcaldía, el juzgado, el hospital, las oficinas de las empresas aéreas y algunos restaurantes.

Dos aspectos de las fachadas y los balcones en Timbiquí (Cauca), 1991

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EL SUR DEL PACÍFICO

El Pacífico vallecaucano Los cursos de los ríos Anchicayá y el Raposo fueron los sitios donde los españoles sometieron indígenas y africanos esclavizados para la explotación del oro. Estos territorios después se convertirían en el lugar de asentamiento de población afrocolombiana. El poblamiento en la región costera del Pacifico sur se concentra en la cabecera municipal de Buenaventura. La población rural se distribuye a lo largo de los ríos o sobre las playas y las bocanas. Su distribución es longitudinal configurando una red de caseríos dispersos y unos cuantos nucleados con bajas densidades poblacionales. La colonización de la llanura del Pacífico, ha sido propiciada por diferentes condiciones en épocas diferentes, y esto ha hecho que en los ríos Yurumanguí y Naya se hayan registrado olas de inmigrantes dispuestos a poblar áreas de difícil acceso. Puerto Merizalde, La Bocana, Málaga, Juanchaco y Ladrilleros figuran como algunos de los pueblos más representativos de la región.

El Pacífico caucano Sus habitantes han sido actores de un proceso de poblamiento registrado desde finales del siglo XVIII generado por el auge de la explotación de las minas y el aniquilamiento de las poblaciones indígenas con presencia en la región desde tiempos prehispánicos. La actividad social y económica de los afrocolombianos de esta región se desarrolla a lo largo de una intrincada red que conforman los ríos, los esteros y el mar, principales canales de comunicación y rutas para el intercambio comercial y de relaciones sociales. Habitan en caseríos ribereños, alineados sobre las orillas de los ríos o del mar. Sobre el río Guapi, hacia la desembocadura se ubica el municipio de su mismo nombre y sobre sus márgenes hacia arriba, los corregimientos de Belén Calle Larga, Choare, El Atajo y la cabecera municipal de Guapi. El río Micay, en el municipio de López desemboca en el Pacífico y la vía de comunicación que conecta once corregimientos: Dos Ríos, San Isidro, Santa Rosa, Taporal, Zaragoza, Guayabal, Santa Ana, Noanamito, San José Candelaria y el Coco. Entre sus afluentes el Napi, San Francisco de la Vuelta, Juan Cobo, Capilla y Guacarí, permitieron el asentamiento de comunidades costeras. Sobre el río Timbiquí se encuentran los caseríos de Santa María, San José, Coteje, Cheté, el Charco Cuerval y la cabecera municipal de Timbiquí.



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El Pacífico nariñense El hábitat de los afrodescendientes en esta región está conformado por los ríos que desembocan en la costa nariñense: Patía, Mira, Satinga, Sanquianga y el Iscuandé, sobre los cuales se ha desenvuelto la historia económica y social de sus habitantes. Allí mismo establecieron poblados y caseríos dispersos de diversa magnitud, construidos sobre las márgenes de los ríos o en las áreas de manglar. Estos lugares habitados desde la antigüedad por grupos indígenas, pasaron a ser poblados por los africanos y sus descendientes quienes idearon sistemas sociales en concordancia con las condiciones ambientales que debían afrontar. Sus vivienda están construidas en madera sobre pilotes y con techos de palma de jícara, chalar, cortadera, naidí o corozo. Tumaco es el centro urbano más importante de la zona. Fue establecido en 1640. Cuando los centros mineros coloniales de Barbacoas e Iscuandé declinaron, Tumaco adquirió relevancia como puerto y ciudad de importancia en el Pacífico, en un proceso que se aceleró hacia la segunda mitad del siglo XIX, con el despegue de las explotaciones de tagua, el caucho negro y la balata. En el plano aluvial que forma el río Mira, se ha desarrollado un poblamiento lineal a lo largo de la carretera donde se encuentran inmigrantes provenientes de Antioquia y Nariño. En esta zona se encuentran miles de hectáreas plantadas en palma africana lo cual ha causado una fuerte concentración de población en las inmediaciones de la carretera. De acuerdo a las cercanía del mar y en respuesta

Itsmina (Chocó). Vista desde el río San Juan, 1991 Una calle en Timbiquí (Cauca), 1991 Vivienda palafítica, bajo San Juan (Valle del Cauca), 1991



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Un aspecto del puerto de Buenaventura (Valle del Cauca), 1991

Hotel Estación (Buenaventura, Valle del Cauca), 1991 •

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al régimen de mareas, construyen sus casas sobre pilotes de 1 a 4 metros, las paredes de tabla (tulapuesta), los pisos de listón y los techos de zinc o de tela asfáltica resisten las intensas lluvias de todo el año. Los ríos Satinga y Sanaquianga presentan asentamientos poblacionales determinados en gran medida por los lazos familiares y de parentesco. Sus habitantes conservaron y adaptaron elementos culturales de la memoria africana a las condiciones de la vida republicana. Las veredas La Victoria, Barbacoitas y Gembao, a orillas del río Satinga, y Naidizales y Guavillales a orillas del río Sanquianga, poseen asentamientos en grupos donde, a partir de una matriz principal, el proceso hereditario y la repartición de la tierra permiten que los hijos construyan sus viviendas cerca del grupo familiar inicial. Este asentamiento gregario determinado por el parentesco tiene otra connotación de mayor trascendencia: la contribución mutua con fuerza de trabajo sin mediación de dinero, donación de alimentos entre las unidades familiares, apoyo en caso de enfermedad y captación de recursos del Estado en obras como escuela, hogar comunitario y dispensario. •

Existe otro tipo de asentamiento familiar más amplio en términos espaciales; las viviendas se ubican a lado y lado del río, bastante distanciadas entre sí, y llegan a ocupar toda una vereda, incluyendo habitaciones aisladas no pertenecientes al mismo tronco familiar. Estas comunidades viven de la práctica de patrones tradicionales que han sobrevivido a través de los años. Se transportan en canoas y motores fuera de borda; sus ingresos en dinero se obtienen de la minería del oro, actividad que realizan mediante el lavado de las arenas de los ríos y de los aluviones auríferos.