Guía de pautas psico-educativas en caso de Catástrofe Natural. Introducción: Las pautas psico-educativas descritas en este folleto han sido especialmente diseñadas para personas que como usted, han cursado por la experiencia de un desastre natural y que buscan una guía sobre qué hacer y qué no hacer durante y después del evento. Así mismo, encontrara una descripción general sobre las posibles reacciones y comportamientos que pueden surgir o manifestarse de forma inmediata o al cabo de unos días tanto en niños y adolescentes, como en adultos, para que usted pueda comprender e identificar que es normal y que no es en situaciones críticas de esta índole. Finalmente, encontrara información de utilidad sobre los diferentes servicios de atención que están a su disposición. Cuando el ser humano se ve expuesto a una reacción esporádica de la naturaleza como es un terremoto, inundación, tsunami etc, es del caso verse confrontado con la pérdida de seres queridos, la destrucción masiva de su pueblo o ciudad, la pérdida de sus bienes personales e incluso puede estar herido física, mental y emocionalmente. Es natural entonces, que en este tipo de situaciones, la mayoría de personas se sientan temerosas, desorientadas, abrumadas e incluso se vean afectados sus patrones de sueño y alimentación. Es importante recordar que no todas las personas se verán afectadas del mismo modo, y que cada persona responde de forma diferente, expresándose y manifestando sus emociones a su manera. Sin embargo, existen reacciones y comportamientos propios de la edad y desarrollo biológico del ser humano que debemos comprender como normales ante un incidente critico como lo es un desastre natural.
Niños de 0 a 3 años de edad: Los niños de esta edad requieren de la compañía permanente de sus progenitores o adulto de referencia que le proporcione tranquilidad, atención y cariño. Frente a una catástrofe, los niños de esta edad pueden tener problemas para dormir y comer, pueden gritar más de lo normal, tornarse hiperactivos, rabietas e incluso estar de mal
humor o irritables. Pueden presentar desinterés al no querer jugar o hacer nada; su llanto puede ser más frecuente y puede llegar a hacer uso de verbalizaciones de odio y ser agresivo con el adulto de referencia. Se recomienda establecer una rutina de sueno adaptada a la situación; que procure realizar las comidas en un ambiente tranquilo y que no los obligue a comer. Es importante también ponerle limite razonable a las rabietas descontroladas; que procure realizar actividades positivas con el niño(a); que lo/la escuche cuando el niño(a) le hable, le permita tener el control de cosas pequeñas y ayudarlo a expresar sus sentimientos por medio de actividades lúdicas como jugar y dibujar.
Niños de 3 a 6 años de edad: Frente a una catástrofe, los niños de esta edad pueden reaccionar hablando más de lo normal o no hablar del todo, pueden expresar sus emociones a través del juego, perder su autonomía y tornarse inseguros; así como puede presentar alteraciones del sueño (pesadillas, no querer dormir solos) y una regresión en comportamientos previamente aprendidos como orinarse en la cama, no saber vestirse o no comer bien solos. Es vital que usted comprenda que los niños a esta edad visualizan la muerte como un ‘sueno’ del cual es difunto puede despertar. Trate de asegurar la comodidad y descanso del niño. De muestras de cariño frecuentes, háblele en voz baja y suave, utilizando un lenguaje propio para su edad; procure realizar actividades relajantes y de distraerlo con elementos de su mundo imaginario; y explíquele la diferencia entre ‘sueno’, miedos y la vida real, que la muerte es de carácter permanente y que esta causa tristeza. Póngale nombre a las emociones y trate de mantener rutinas familiares. No lo obligue a hablar y permita que participe en rituales culturales, religiosos y de duelo. Permítale realizar tareas productivas que estimulen su autonomía.
Niños de 6 a 9 años de edad: Las conductas esperables de los niños de esta edad ante una catástrofe natural son similares a edades más tempranas, con respecto a las alteraciones de sueño y alimentación. Adicional a esto se pueden presentar pensamientos retraídos sobre el incidente (sobre todo si es su primer contacto con la muerte) y es posible le surgirán inquietudes y preguntas sobre que ocurre después de esta. Puede mostrarse más callado
de lo normal y puede presentar miedos a estar solo, en ir a lugares desconocidos y a separarse de sus cuidadores. Puede además presentar dificultad a la hora de hablar sobre el suceso. Por eso, es importante que el niño logre un equilibro entre ventilar sus emociones adecuadamente y un control racional; para esto es necesario propiciarle un ambiente tranquilo y relajado donde pueda recoger y colocar nombre sus emociones. Háblele en voz baja y pausada y ayúdele a recordar situaciones previas donde el niño pudo controlar sus miedos y ofrézcale motivos y razones que le ayuden a tranquilizarse. Utilice palabras y explicaciones simples; responda TODAS sus preguntas y no le suministre más información de la que el niño le esté pidiendo. Trate de averiguar que sabe el niño sobre el incidente y en caso de que haya enfrentado la muerte de alguien, aborde el tema con el/ella de forma directa y sin rodeos.
Niños de 9-12 anos de edad: Con los pre-adolescentes es importante recordar que ellos ya han adquirido una consciencia plena sobre la muerte, es decir, que esta afecta a todo ser vivo incluso a ellos mismos. En esta edad en particular, suelen surgir problemas de comunicación con los adultos ya que se sienten más identificados con su grupo de iguales y por ello suelen reaccionar con mayor irritabilidad e impulsividad así que evite decirles cómo actuar o como sentirse; deje cierto espacio para que ellos estén solos por un tiempo y déjeles saber que usted está allí para ayudarlos cuando ellos lo necesiten. Use lenguaje adulto, pero sencillo y responda con claridad y sin evasivas a sus preguntas. Aborde el tema de la muerte de forma directa. Ayúdele a recordar momentos en los que se ha antepuesto a situaciones de dificultad con éxito.
Advertencia: Si la sintomatología y comportamientos mencionados no disminuyen al cabo de aproximadamente 4 semanas tras la experiencia del desastre natural (en niños de 0 a 9 años de edad) y de aproximadamente 6 a 10 semanas para pre-adolescentes, consulte a un psicólogo especialista es estrés agudo y/o trauma infantil o adolescente.
Adultos: Las reacciones de estrés de un adulto frente a una catástrofe natural, pueden aparecer durante o inmediatamente después del evento, así como pueden manifestarse de forma retardada (al cabo de unos días). Entre los síntomas más comunes se encuentran, la confusión, desorientación, presenta dificultad a la hora de realizar tareas que antes se le facilitaban; puede tener pensamientos recurrentes sobre el hecho ocurrido así como puede presentar síntomas físicos como dolores musculares,
de
cabeza
etc;
tener
explosiones
emocionales,
y
comunicarse con silencios prolongados. Por otra parte, cuando los síntomas aparecen al cabo de unos días, es posible que hayan crisis de llanto, irritabilidad, alteraciones del sueño y en la alimentación, pensamientos intrusivos y bajo libido. En el caso de los adultos, por lo general trascurren una etapa de afrontamiento (4-6 semanas tras la incidencia del desastre) en la que se digiere lo ocurrido; si pasado este periodo, la sintomatología antes mencionada persiste, busque ayuda de un profesional en psicología. Recuerde que usted cuenta tanto con recursos personales, como externos (organismos nacionales e internacionales - Naciones Unidas, UNICEF, Cruz Roja) que le ofrecen ayuda médica, sanitaria, psicológica y comunitaria (entre otras) para usted y los suyos, la cual se acomoda a sus necesidades; la ayuda se encuentra disponible para usted cuando la considere necesaria. Ante todo
es vital cuidar y atender sus propias necesidades en primera
instancia: Duerma, coma, y descanse, antes de atender la de sus seres queridos y miembros de su comunidad. Por último, no olvide que usted no ha sido el único afectado en esta situación de catástrofe, usted cuenta con la red de apoyo de su comunidad quienes se encuentran en la misma situación que usted, y con la cual se puede brindar apoyo mutuo y oportunidades para compartir relatos y vivencias, que propician un ambiente de bienestar y progreso. Los desastres naturales son eventos que se dan sin previo aviso, y aunque se sienta impotente frente a estos, recuerde que usted tiene el control de su propia vida.