FRANCISCO'S DEATH LEFT LUCIA AND JACINTA deeply

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P REPARING FOR THE C ONSECRATION OF THE A RCHDIOCESE OF S AN F RANCISCO TO THE I MMACULATE H EART OF M ARY Part 39 FRANCISCO’S DEATH LEFT LUCIA AND JACINTA deeply heartbroken. They knew he was happy in Heaven, but they missed the support and comfort he provided to them in their own spiritual lives. Their three hearts were as one, focused on fulfilling the desires of the Immaculate Heart of Mary. Jacinta, in particular, missed her brother very much. “I think of Francisco and how I’d love to see him,” she would confide to Lucia. “But I think also of the war that is going to come. So many people will die and so many will go to Hell. Many cities shall be burned to the ground and many priests will be killed. Look, Lucia, I’m going to Heaven. But when you see that night lightened by that strange light, you also run away to Heaven.” “Don’t you see it’s impossible to run away to Heaven?” Lucia would reply patiently. “Yes, you can’t do that,” Jacinta would agree. “But don’t be afraid. I’ll pray a lot for you in Heaven, and for the Holy Father also, and for Portugal, for the war not to come here and for all the priests.” Indeed, the war never came to Portugal. And St. Jacinta has been known as a special intercessor for the holiness of priests! Jacinta’s condition deteriorated and her suffering grew more intense. She offered every bit of her suffering in reparation for sins and for the salvation of souls. “We must make many, many sacrifices and pray a lot for sinners,” the nine-year old girl confided to Lucia, “so that no one shall ever again have to go to that prison of fire where people suffer so much.” She remained deeply affected by the vision of Hell that she had seen on July 13, 1917. Jacinta’s final trial was to be marked, as Our Lady had told her, with visits to two hospitals. The first was the hospital in Ourem, where her parents took her in early June of 1919 to stay for two months of treatment. “Lucia,” she whispered through her tears, “if only you could come with me! The hardest thing to me is to have to go without you. Maybe the hospital is a house that is very dark, where we can’t see a thing! And I’ll be suffering all alone.” Indeed, loneliness was to be a particular suffering in the final trials of St. Jacinta. †

LA MUERTE DE FRANCISCO DEJÓ A LUCIA Y A JACINTA profundamente arruinados. Ellas sabían que él era feliz en el Cielo, pero ellas perdieron el apoyo y la comodidad que les proporcionó en sus propias vidas espirituales. Sus tres corazones eran como uno, enfocados en el cumplimiento de los deseos del Inmaculado Corazón de María. Jacinta, en particular, extrañaba mucho de menos a su hermano. "Yo pienso en Francisco y en cómo me gustaría verlo", le confiaría a Lucia. "Pero también pienso en la guerra que va a ocurrir. Mucha gente morirá y muchos irán al infierno. Muchas ciudades serán quemadas a tierra y muchos sacerdotes serán

asesinados. Mira, Lucía, yo voy a ir al cielo. Pero cuando veas que la será noche iluminada por una extraña luz, también corre al Cielo. - ¿No ves que es imposible correr hacia el Cielo? -Lucia le contestaría pacientemente. "Sí, no puedes hacer eso", Jacinta estaría de acuerdo. “Pero no tengas miedo. Yo rezaré mucho por ti en el Cielo, y también por el Santo Padre, y por Portugal, para que la guerra no venga aquí y por todos los sacerdotes”. De hecho, la guerra nunca llegó a Portugal. ¡Y Santa Jacinta ha sido conocida como una intercesora especial por la santidad de los sacerdotes! La condición de Jacinta se deterioró y su sufrimiento se hizo más intenso. Ella ofreció cada pedacito de su sufrimiento en la reparación para los pecados y para la salvación de almas. "Debemos hacer muchos, muchos sacrificios y rezar mucho por los pecadores", la niña de nueve años le confiaba a Lucia, "para que nadie vuelva a tener que ir a esa prisión de fuego donde la gente sufre tanto". Ella permaneció profundamente afectada por la visión del Infierno que había visto el 13 de julio de 1917. El juicio final de Jacinta debía ser marcado, como le había dicho Nuestra Señora, con visitas a dos hospitales. La primera fue el hospital de Ourem, donde sus padres la llevaron a principios de junio de 1919 para permanecer durante dos meses de tratamiento. – “Lucía -susurró entre lágrimas-, ¡sí solo tu pudieras venir conmigo! Lo más difícil para mí es tener que irme sin ti. ¡Tal vez el hospital es una casa muy oscura, donde no podemos ver nada! Y yo estaré sufriendo todo sola." De hecho, la soledad iba a ser en particular un sufrimiento en los juicios finales de Santa Jacinta. †