Palabra normativa La formación del Canon de la SE
¿Cómo se compuso la colección de obras que forman nuestra “Biblia”?
¿Por qué estos libros y no otros? ¿Cuáles fueron los criterios de discernimiento
para aceptar un libro como sagrado? ¿En base a qué razones se descarta una
obra como “apócrifa”?
Con este tipo de preguntas se plantea la tan compleja como importante cuestión del “canon” “de las Escrituras”
Comencemos preguntándonos por el significado de la palabra “canon”
La palabra “canon” es la transliteración del vocablo griego “kanon” cuyo sentido primario era “caña” o “caña de medir”
El término designaba originariamente una medida o un instrumento de medición
Ur-Nammu, soberano de Ur de fines del III Milenio a.C., relató que su dios, al ordenarle que construyera un templo para él y al darle las instrucciones pertinentes, le habría entregado una vara de medir y un rollo de cuerda para el trabajo
La misma idea aparece
en el Libro del Apocalipsis
Allí se indica que a un ángel se le entrega una “caña de medir”
y se le ordena “medir” el santuario, el altar y a los que adoran en él …
Planta de cálamo “Luego me fue dada una caña de medir (kálamos) parecida a una vara, diciéndome: «Levántate y mide el Santuario de Dios y el altar, y a los que adoran en él” (Apocalipsis 11,1)
Se entiende que el término griego “kanon”
derivaría, a su vez, de un término semítico –probablemente del sumerio “qanu”– un patrón o unidad de
medida central
No es de extrañar que el sentido primario de “canon” –en cuanto instrumento de medición– derivara pronto en diversas
acepciones metafóricas…
Por ejemplo, cuando se emplea “canon” para indicar una “norma”, una “regla”, un “patrón”, un “modelo” destinado a determinar, “regular”, “medir” la calidad de ciertas actividades
Así, los filólogos alejandrinos formularon un “canon de escritores” en lengua griega que
debía servir de “norma”, de “modelo” para aquellos que pretendían formarse
literariamente
Otro significado metafórico de “canon” pronto desarrollado fue el de “lista”, “registro”, “catálogo” Así, por ejemplo, se hablaba de los “pínakes” de Calímaco (monumental catálogo crítico de la literatura griega) o de las tablas astronómicas de Ptolomeo como “cánones”
El Almagesto de Quintiliano llamó “canon” una aTolomeo la lista de en autores edición del siglo XVI “clásicos” establecida por los alejandrinos
Cuando se habla del “Canon de las Sagradas Escrituras” se tienen en
cuenta estos dos sentidos metafóricos…
El sentido (activo) de “norma”, “regla”, “modelo”
El sentido (pasivo) de “colección”, “catálogo”, “lista”
Desde esta perspectiva, se dice que un libro es “canónico”… …tanto por ser “norma” activa de fe y de vida… …como por pertenecer a la colección de los libros “inspirados” que forman la Sagrada Escritura
Aclaremos entonces… En la terminología actual, un libro “canónico” es un libro al que la iglesia reconoce como inspirado por Dios y por ello lo incluye en la lista de libros sagrados. En cuanto tal, ese libro tiene valor normativo para la fe y la moral de la comunidad. Un libro, pues, es “canónico” en dos sentidos: En cuanto es regla de creencia y de conducta. En cuanto es recibido oficialmente en la Biblia en su catálogo de libros inspirados.
El “canon bíblico” es la colección de los libros inspirados por Dios, recogidos por la iglesia y considerados por ella como regla de verdad en virtud de su origen divino. “(…) la santa madre Iglesia, por fe apostólica, tiene por sagrados y canónicos los libros íntegros del Antiguo y Nuevo Testamento, con todas sus partes, como quiera que, escritos por inspiración del Espíritu Santo (cf. Jn 20,31; 2Ti 3,16; 2Pe 1,19-21; 3,15-16) tienen a Dios por autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia misma” (DV 11)
Por último… La “canonicidad” es la propiedad que tienen los libros inspirados, de haber sido destinados a la iglesia para que fuesen norma de su fe y de su obrar y luego efectivamente reconocidos por ella.
Algunos libros obtuvieron este reconocimiento en fecha muy temprana, otros tardaron en ser aceptados, dado que se planteaban muchas dudas acerca si eran o no inspirados. Así, en la terminología católico romana, los libros del AT se dividen en “protocanónicos” (39) y “deuterocanónicos” (7)
Los “proto-canónicos” ( o simplemente “canónicos”) son los que fueron admitidos en el canon sin que mediara ninguna (o muy escasa) discusión
Los “deutero-canónicos” son aquellos libros canónicos que, antes de ser definitivamente admitidos en el canon, fueron alguna vez objeto de discusión
Libros Deutero-canónicos • • • • • • • •
Tobias. Judith. 1 y 2 Libros de los Macabeos. Sabiduría. Eclesiático (Sirácida). Baruc. Ester 10,4-16,24 y Daniel 3,24-90; 13-14. Aunque no se acostumbre a llamarlos así, también fueron objeto de controversia los siguientes libros o pasajes del NT: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Apocalipsis y Mc 16,9-20 y Jn 7,53-8,11.
“Apócrifo” significa en realidad “oculto” o “secreto” o “privado”. El término indicaba las obras que sólo podían ser leídos y meditados por los iniciados. Eran los libros destinados al uso privado de los adeptos a una secta. Luego, la palabra vino a designar a los libros de origen dudoso, cuya autenticidad se impugnaba. Finalmente, el término significó escrito sospechoso de herejía o, en general, poco recomendable.
El término “apócrifo” se reservó entre los católicos para designar a los libros que por su título y contenido se aproximaban a la escritura canónica (del AT y del NT) pero que no fueron admitidos en el catálogo oficial de la iglesia
Ahora bien… ¿Cómo se determina la “canonicidad” de un libro? ¿Qué criterios permiten reconocer
su carácter “normativo”, (debido a) su “origen divino”?
¿Quién (o quiénes) tienen autoridad legítima
para proponer un “catálogo” de “libros inspirados”?
Una respuesta adecuada a esta cuestión requiere necesariamente complejas consideraciones de orden teológico Implica nociones de Revelación, de Fe, de Inspiración. Depende de problemáticas eclesiológicas, pneumatológicas, antropológicas…
Sin embargo, aceptando presupuestos mínimos, cabe plantear esta cuestión
también desde la perspectiva de la historia, la literatura y la sociología…
…es decir, desde “el acontecimiento” que de hecho “se dio”
El establecimiento definitivo de un “canon” de libros sagrados –con exclusión de
otros no reconocidos como tales– siempre es competencia de una
autoridad religiosa legítima
Sólo que la decisión final de una autoridad religiosa legítima y competente sobre el “canon” de los libros sagrados es un momento final, un punto de llegada de un largo “proceso de canonización” Viene a “sancionar”
algo que ya se había impuesto de una u otra manera con anterioridad
Si bien es muy importante analizar en qué circunstancias históricas y por qué motivos
teológicos se han producido las decisiones de la autoridad competente…
…para comprender acabadamente el sentido de la decisión final es conveniente –¿necesario?– entender todo el proceso anterior
Mucho antes de que una autoridad legítima sancione definitivamente el “Canon de las Escrituras Sagradas”…
Existe proceso histórico, muy largo, complejo y difícil de reconstruir, en el marco del cual ciertos libros se fueron imponiendo a la conciencia y
comunidad creyente…
Este marco cronológico es muy diferente al reconocimiento por parte de las distintas comunidades y luego como parte del canon.
…sea por su autoridad y prestigio, sea por el reconocimiento de su “origen divino”, sea por su particular utilidad
al momento de explicar y/o plasmar la propia identidad de fe
Por ejemplo… El Libro Segundo de los Reyes relata
que en tiempos del rey Josías (hacia el 622 a.C.) se encontró un libro en el Templo: “El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: „He hallado en la Casa de Yahveh el libro de la Ley´” (2Re 22,8)
El rey Josías convocó a todo pueblo
y, tras la lectura solemne del libro en el Templo, todos se comprometieron
“con todo el corazón” a cumplir lo que allí estaba ordenado…
“El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, 22,2 y subió el rey a la Casa de Yahveh con… los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las Palabras del libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh.
22,3 El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo confirmó la alianza”
Esto significa que ya existía la convicción de que determinados escritos eran “regla de fe y vida” para el pueblo de Israel y que debían, por tanto, ser objeto de un trato muy especial
Este testimonio
muestra a las claras como, mucho antes de que una autoridad religiosa legítima determinara el “canon” de “escritos sagrados”…
…se iba creando firmemente la conciencia de que ciertos libros tenían un valor sagrado al momento de
expresar la propia identidad
¿Se puede intentar reconstruir cómo se fue dando de hecho el proceso que desembocó en la determinación definitiva de un “canon” de “Escritos
Sagrados”?
Indicaremos los datos sobre los cuales existe razonable consenso El “hallazgo” del “Libro de la Ley” en el Templo significa el primer acto de constitución progresiva de un cuerpo de libros sagrados
En el período llamado del “Segundo Templo”, en la época persa (538-333), entre otras cosas… - Se promulga la TORÁ como PENTATEUCO (ver Nehemías 8)
- Se separa el Deuteronomio de la “Historia Deuteronomista”
- Se comienza a reconocer el valor normativo de los “Libros Proféticos” Luego se afirmará que en esta época “se extinguió” la profecía - Se comienza a reconocer el valor normativo de algunos de los “sapienciales”
En el período “del Segundo Templo”, en la época “macabea” (167-37 a.C.) A este período corresponde una delimitación cada vez más clara
de las tres colecciones que se impondrán en
el “canon” de la Biblia Hebrea”
Época “macabea” (167-37 a.C.)
El traductor del “Libro de Ben Sirá” (o “Eclesiástico”), nieto del autor, atestigua la devoción con la que se conservaban y traducían las colecciones de "la Ley", "los Profetas" y "los otros Libros” (un tercer grupo no bien definido)
Texto Hebreo del Libro de Ben Sirá
Época “macabea” (167-37 a.C.)
En ese mismo libro, –escrito presumiblemente hacia el 180 a.C.– se encuentran claras alusiones a la existencia de colecciones de libros sagrados, por ejemplo, la de Los “Doce Profetas Menores” (ver Sirácida 49,10)
En el período “del Segundo Templo” época “herodiana” (37 a.C. - 70 d.C.)
En algunos ambientes judíos
–por ejemplo, el del judaísmo helenista– se observa una tendencia a ampliar la colección de libros sagrados
Época “herodiana” (37 a.C. - 70 d.C.)
Los manuscritos de Qumrán
parecen poner de relieve no sólo la variedad de formas textuales sino tambien la imprecisión de la frontera entre “lo canónico” y lo más tarde considerado
como “apócrifo”
Época “herodiana” (37 a.C. - 70 d.C.)
Los hallazgos de Qumrán no permiten hablar de un “canon
cerrado”
El período cercano a la “Guerra” entre los judíos y los romanos (ca. 70 d.C.) La situación cambia radicalmente, Se va imponiendo la tendencia a limitar la cantidad de libros
recibidos como “sagrados”…
…aunque sin llegar al extremo de la posición samaritana, que sólo recibió como sagrado
el libro de la Tora
Veamos el testimonio de FLAVIO JOSEFO “No existen entre nosotros infinidad de
libros en desacuerdo y contradictorios entre sí, sino solamente 22 […] De la muerte de Moisés hasta Artajerjes …los profetas que vinieron después de Moisés han contado la historia de su tiempo en 13 libros. Los 4 últimos contienen himnos a Dios y preceptos morales para los hombres” [Contra Apión I 8.38-41]
ESOS 22 LIBROS QUE MENCIONA FLAVIO JOSEFO SON, PROBABLEMENTE…
- Los 5 del Pentateuco - Josué // Jueces + Rut // Samuel // Reyes // Isaías // Jeremías // Lamentaciones // Ezequiel // Profetas Menores // Daniel // Esdras // Nehemías // Crónicas - Salmos // Proverbios // Job // Cantar
Quedan fuera sólo QOHÉLET Y ESTER,
cuya “canonicidad” será discutida en los años siguientes.
El período rabínico sin Templo (70 – 135 d.C.) En este período se reconoció el “carácter canónico” de los libros de Qohélet, Ester y Cantar de los Cantares –sobre los que pesaban algunas dudas hasta entonces–
…se excluyó expresamente
el Libro de Ben Sirá (Eclesiástico) y se
impuso definitivamente en llamado “canon
breve” (TaNak)
Este debate sobre la
“canonicidad”… –iniciado con HILLEL Y SHAMMAI a comienzos del s. I d.C.–
…se prolongó al menos
hasta RABI AQUIBA, quien, con su autoridad, parece haber cerrado el debate a comienzos del s. II
¿Qué criterios se emplearon en el debate? No es fácil de determinar, Pero sin duda se ha dada la escasez de tenido en cuenta la testimonios antigüedad y la autoridad del (presunto) autor de la obra
Se reconoció carácter “sagrado” a aquellos libros que podían acreditar un origen mosaico o profético… Es decir, según se creía, a la muerte de Malaquías, en tiempos de Artajerjes
…y que se remontaban a una época anterior al momento en que
la cadena sucesora de los profetas habría quedado definitivamente interrumpida…
Además, se entiende que también se tenía en consideración…
Si el contenido concordaba con la Ley de Moisés y no era herético Si había sido escrito anteriormente
a la época de Esdras
Si había sido escrito en Palestina Si había sido escrito en lengua hebrea o aramea
Pero esto no significa que todos los grupos judíos tuvieron los mismos criterios
¿Qué libros recibió como Sagrados la iglesia cristiana naciente del pueblo judío? Si bien las colecciones de la “Torá” (cf. Neh 8-10) y los “Profetas” estaban más o menos fijadas antes de la obra del Sirácida (s. II aC; cf. Sir 46,149,10) es necesario insistir en el hecho de que entre las comunidades judías de la época circulaba una rica literatura religiosa –no sólo en hebreo sino también en griego– que no tenía fronteras canónicas claras y definidas, ni en cuanto a la cantidad de los libros ni en cuanto a que el texto en sí fuera intocable.
Así lo indica, por ejemplo, la comparación del texto hebreo –llamado “masorético” (TM)– con la traducción griega de los “Setenta” (LXX), que ofrecen diferentes formas textuales.
En la época de la predicación de Jesús había todavía alguna fluctuación entre los judíos en lo que se refiere a la determinación de cuáles eran los libros que formaban la Sagrada Escritura. Los Saduceos y los Samaritanos admitían solamente el Pentateuco En Alejandría se admitían también los libros que entre los católicos se llaman “deutero-canónicos”, además de otros libros
En la comunidad de los Esenios, junto al Mar Muerto, parecería que admitían un número mayor de libros que los que admitían los demás judíos Más tarde, ya en época cristiana, los judíos determinaron el „canon‟ de las Escrituras, rechazando los libros que se conservaban sólo en griego
Esa era la situación en el momento en que el naciente cristianismo recibía las Escrituras del pueblo judío. La Iglesia recibió las Escrituras de los judíos pues, tal como ellos las aceptaban a comienzos del s. I, es decir, con contornos no muy precisos y grupos que no consideraban que el canon estuviera definitivamente cerrado. Luego no se consideró vinculada a las decisiones y a la actitud del judaísmo post-cristiano. Además, al final del canon judío añadió los libros del Nuevo Testamento, lo que modifica sustancialmente el sentido de todo el conjunto.
Desarrollo y nacimiento del canon del Nuevo testamento
Es claro que en todos los escritos neotestamentarios aparece como aceptada y normativa la Sagrada Escritura heredada del judaísmo. También es claro que las Escrituras judías se leen e interpretan a la luz del acontecimiento Cristo (Lc 24,27.32) y la predicación apostólica (Mt 28,19-20)
En Lc 1,1-4 se expresa con claridad que ya existían otros escritos sobre “lo acaecido entre nosotros, tal como nos lo transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra”. Lucas, por su parte, se propone ofrecer esa tradición “para que conozcan la solidez de las enseñanzas que has recibido”. Se trata pues de presentar un escrito que, al recoger las enseñanzas de los apóstoles, tiene conciencia de exponer palabras y hechos normativos (canónicos) para la comunidad cristiana.
También Jn 21,23-24 –y el epílogo original del EvJn en 20,30-31– refleja una “conciencia canónica” del redactor 2Pe 3,14-16 alude a las cartas de Pablo situándolas a un mismo nivel de autoridad que el resto de las Escrituras
La conciencia de una literatura normativa en la comunidad en que nació la Biblia y que la aceptó como Sagrada Escritura es pues, muy antigua y tiene como raíz única la voluntad de someterse a la Palabra de Dios, que no se expresa sólo como palabra oral sino también como palabra escrita. La aparición de una literatura canónica parece provenir de la confrontación entre la comunidad en la que perviven determinadas tradiciones antiguas y los escritos en que ella encuentra reflejadas tales tradiciones.
¿En qué se basó la Iglesia para recibir determinados libros como canónicos, rechazando al mismo tiempo otros? ¿Se usaron algunos criterios concretos para ello? Durante los primeros siglos de la Iglesia se utilizaron diversos criterios para decidir la aceptación de un libro como canónico, entre los que el más importante es sin duda el que reconoce el “origen apostólico” de una obra
Se puede seguir la historia de la canonicidad de los textos del NT a partir de criterios presentados por K. H. OHLIG, que elaboró un importante trabajo sobre esa cuestión, que puede servir de guía, clasificando esos criterios en tres grandes grupos: CRITERIOS “EXTERNOS” CRITERIOS “INTERNOS” CRITERIOS “ECLESIALES”
CRITERIOS “EXTERNOS” • APOSTOLICIDAD. • ANTIGÜEDAD (sobre todo si se remonta a los testigos presenciales). • APROBACIÓN APOSTÓLICA. • ORTODOXIA tanto eclesiástica como doctrinal. • CONCORDANCIA CON LA ESCRITURA (el AT y algunas obras del NT ya recibidas en determinada época). • FUNCIÓN CONSTRUCTIVA Y EDIFICANTE. • Que no sean escritos meramente circunstanciales sino que tengan valor para todas las iglesias. • Que puedan ser leídos públicamente (legibles, comprensibles, con sentido) y que no contengan fantasías imaginarias y sin sentido.
CRITERIOS “INTERNOS” • Este tipo de criterios trata de buscar en la lectura misma de los libros bíblicos el indicio de su inspiración y, consiguientemente, el fundamento de su canonicidad. • Los padres de la Iglesia hablan de la “experiencia pneumática” que la Iglesia tiene del testimonio del Espíritu Santo en medio de la Sagrada Escritura, como de algo “interno” a la Escritura que la Iglesia experimenta al contacto con la obra
CRITERIOS “ECLESIALES” • El reconocimiento de un libro como escritura “canónica” en un número en lo posible grande de Iglesias antiguas. • Su citación como Escritura por autoridades reconocidas. • Su empleo en la liturgia. • Su reconocimiento por autoridades eclesiásticas oficiales.
J. TREBOLLE BARRERA, “Historia de las colecciones de libros canónicos del NT”, en La Biblia judía y la Biblia cristiana, 248253. Distingue cinco períodos en la formación del canon: 1- Hasta el año 70 dC, período en el que la Iglesia naciente no tenía más Escritura que “la Ley y los profetas”, aunque leídos a la luz de la cristología y la escatología cristianas.
2- Desde el año 70 hasta el 135 dC, época en que se formaron los dos núcleos iniciales del canon: la colección de los evangelios y la colección de cartas paulinas (las demás tradiciones que se remontaban a Pablo fueron recogidas en las cartas deuteropaulinas). Se formó también la colección definitiva de los escritos joánicos. Hechos –que mostraba el carácter “apostólico” de la figura de Pablo–, “Católicas” y Apocalipsis habrían circulado en principio como escritos sueltos, no integrados en ninguna colección.
3- Período del gnosticismo naciente, desde el 135 hasta la muerte de Justino en el 165 dC, época en que la cristiandad se despega de sus raíces judías. El gnosticismo –que sostenía que había “tradiciones apostólicas secretas” abriendo puerta a todo tipo de doctrinas y escritos– hizo insostenible el limitarse a la tradición oral. Marción convirtió la cuestión del canon en algo urgente. El proceso que desembocará en el canon será básicamente una cuestión “anti-gnóstica”.
4- Período anti-gnóstico: Ireneo (con su aporte con relación a la hermenéutica cristiana), Clemente de Alejandría y Orígenes (reconociendo como inspirados o al menos discutidos Didajé, Bernabé, I Clemente y Pastor de Hermas y discutiendo textos como Sant, Jds, 2Pe y 2y3 Jn) e Hipólito de Roma.
5- Constitución definitiva del canon en el s. IV dC: Atanasio, Eusebio de Cesarea.
CÓDICES Y PAPIROS DEL NUEVO TESTAMENTO
http://webs.ono.com/codices200 4/pagin2.htm
Testimonio extra-bíblico más antiguosacerca de la existencia de una colección
del Nuevo Testamento
Aproximadamente del 180 se ha
conservado el testimonio del llamado “Canon de Muratori”
Fragmento Muratoriano ... en éstos, sin embargo, él estaba presente, y así los anotó. El tercer libro del evangelio: según Lucas. Después de la ascensión de Cristo, Lucas el médico, el cual Pablo había llevado consigo como experto jurídico, escribió en su propio nombre concordando con la opinión de [Pablo]. Sin embargo, él mismo nunca vio al Señor en la carne y, por lo tanto, según pudo seguir..., empezó a contarlo desde el nacimiento de Juan.
Fragmento Muratoriano El cuarto evangelio es de Juan, uno de los discípulos. Cuando sus co-discípulos y obispos le animaron, dijo Juan, "Ayunad junto conmigo durante tres días a partir de hoy, y, lo que nos fuera revelado, contémoslo el uno al otro". Esta misma noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que Juan debería escribir todo en nombre propio, y que ellos deberían revisárselo.
Fragmento Muratoriano Por lo tanto, aunque se enseñan comienzos distintos para los varios libros del evangelio, no hace diferencia para la fe de los creyentes, ya que en cada uno de ellos todo ha sido declarado por un solo Espíritu, referente a su natividad, pasión, y resurrección, su asociación con sus discípulos, su doble advenimiento - su primero en humildad, cuando fue despreciado, el cual ya pasó;
Fragmento Muratoriano su segundo en poder real, su vuelta. No es de extrañar, por lo tanto, que Juan presentara de forma tan constante los detalles por separado en sus cartas también, diciendo de sí mismo: "Lo que hemos visto con nuestros ojos y oído con nuestros oídos y hemos tocado con nuestras manos, éstas cosas hemos escrito". Porque de esta manera pretende ser no sólo un espectador sino uno que escuchó, y también uno que escribía de forma ordenada los hechos maravillosos acerca de nuestro Señor.
Fragmento Muratoriano
Los Hechos de todos los apóstoles han sido escritos en un libro. Dirigiéndose al excelentísimo Teófilo, Lucas incluye una por una las cosas que fueron hechas delante de su propios ojos, lo que él muestra claramente al omitir la pasión de Pedro, y también la salida de Pablo al partir de la Ciudad para España.
Fragmento Muratoriano “En cuanto a las epístolas de Pablo, cuáles sean, desde qué lugar o por qué causa fueron dirigidas ellas mismas lo declaran a los que quieren entender. En primer lugar, a los Corintios, prohibiendo la herejía del cisma; después a los Gálatas (prohibiendo) la circuncisión; a los Romanos escribió más extensamente intimándoles el orden de las Escrituras y cómo el principio de ellas es Cristo.
Fragmento Muratoriano No necesitamos discutir sobre cada una de ellas, ya que el mismo bienaventurado apóstol Pablo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, sólo escribió nominalmente a siete iglesias, por ese orden: la primera, a los Corintios; la segunda, a los Efesios; la tercera a los Filipenses; la cuarta, a los Colosenses; la quinta, a los Gálatas; la sexta, a los Tesalonicenses; la séptima, a los Romanos.
Fragmento Muratoriano Y aunque a los Corintios y Tesalonicenses escriba dos veces para su corrección, sin embargo se reconoce una sola iglesia difundida por todo el orbe de la tierra; pues también Juan en el Apocalipsis, aunque escribe a siete iglesias, habla por todos.
Fragmento Muratoriano Asimismo son tenidas por sagradas una (carta) a Filemón, una a Tito y dos a Timoteo, que, aunque hijas de un afecto y amor personal, sirven al honor de la iglesia católica y a la ordenación de la disciplina eclesiástica. El fragmento muratoriano, o fragmento de Muratori, también llamado canon muratoriano es la lista más antigua conocida de libros considerados canónicos del Nuevo Testamento. En la lista figuran los nombres de los libros que el autor consideraba admisibles, con algunos comentarios. Está escrito en latín. Fue descubierto por Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y publicada por él mismo en 1740.
Declaraciones del Magisterio de la Iglesia acerca del “canon” CONCILIO DE LAODICEA (Hacia el 360) CONCILIO DE ROMA (382) CONCILIO DE FLORENCIA (1442) CONCILIO DE TRENTO (1546)
“El sacrosanto ecuménico y general concilio Tridentino, legítimamente congregado en el Espíritu Santo ... proponiéndose que, expurgados los errores, se conserve en la Iglesia la pureza del Evangelio, que, prometido antes por los profetas en las Sagradas Escrituras, Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios promulgó con sus propios labios, y después por sus apóstoles, como fuente de toda verdad salvadora y de toda disciplina de costumbres, mandó predicar a toda creatura; viendo que esta verdad y disciplina se contiene en los libros escritos y sin escrito en las tradiciones que, recibidas por los apóstoles de la boca del mismo Cristo o por los mismos apóstoles al dictado del Espíritu Santo entregadas casi en mano, han llegado hasta nosotros;
siguiendo los ejemplos de los padres ortodoxas recibe y venera con el mismo piadosos afecto y reverencia tanto los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, por ser el mismo Dios el autor de uno y otro, cuanto las dichas tradiciones que se refieren a la fe o a las costumbres, como dictadas que fueron oralmente por Cristo o por el Espíritu Santo y conservadas en la Iglesia católica por no interrumpida sucesión”.