Floralba Cano, Escritos - Ascofapsi

... la mecánica cuántica y más tarde las investigaciones sobre la consciencia, la psicología profunda, las in- ...... la puerta de su casa. Se ponía la frontera del ...
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Universidad de San Buenaventura Cali

Johnny Javier Orejuela Gómez EDITOR ACADÉMICO

Floralba Cano Escritos

Universidad de San Buenaventura cali

Floralba Cano Escritos Johnny Javier Orejuela Gómez –Editor académico–

2013

Floralba Cano. Escritos Floralba Cano. Escritos / Editor Johnny Javier Orejuela Gómez.-Cali : Editorial Bonaventuriana, 2013

384 p. ISBN: 978-958-8785-19-6

1. Psicometría 2. Psicología cognitiva 3. Pruebas psicológicas 4. Pruebas de inteligencia 5. Evaluación psicológica 6. Evaluación por competencias 7. Entrevistas en psicología 8. Teoría de campo (psicología social) 9. Teoría psicoanalítica 10. Cano, Floralba I. Tít. 152.8 E74e

Editorial Bonaventuriana, 2013 © Universidad de San Buenaventura Floralba Cano. Escritos © Editor académico: Johnny Javier Orejuela Gómez Grupo de investigación: Estéticas urbanas y socialidades Facultad de Psicología, Universidad de San Buenaventura Cali Colombia © Editorial Bonaventuriana, 2013 Universidad de San Buenaventura Coordinación Editorial Cali Calle 117 No. 11A-62 PBX: 57 (1) 520 02 99 - 57 (2) 318 22 00 - 488 22 22 e-mail: [email protected] www.editorialbonaventuriana.edu.co Colombia, Sur América Los autores son responsables del contenido de la presente obra. Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio, sin permiso escrito de la Editorial Bonaventuriana. ISBN: 978-958-8785-19-6 Tiraje: 300 ejemplares Cumplido el depósito legal (Ley 44 de 1993, Decreto 460 de 1995 y Decreto 358 de 2000). 2013

DEDICADO A Floralba Cano, por ser una mujer pionera de la psicología en Colombia y por toda una vida dedicada a la enseñanza. A todas las mujeres, madres y psicólogas que, como Floralba, contribuyen cada día desde diferentes lugares a construir la historia de la psicología en el país. A todos los que, de una u otra forma, hemos sido alumnos de la Chatica… y a los que lo serán en adelante a partir del presente.

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Preámbulo Floralba, ¿por qué nunca has escrito un libro? Pienso que por pereza; porque nunca he sentido como importante lo que escribo. Entonces, una vez que lo escribo ya resolví el problema. Generalmente escribo a petición y lo que escribo –porque me nace– queda en las solapas de los libros o en una hojita que meto allí y no más. Pero eso se llama falta de disciplina como escritora. Algunas personas me dan la queja o me tildan de envidiosa por lo que ellos llaman no querer compartir lo que se supone que sé. Cuando me lo piden doy abiertamente las cosas, pero no se me ocurre ofrecerlas. Es decir, pienso que he tomado el trabajo como algo que se hace para otros; que tiene beneficio para ti pero se hace para otros y siendo eso una labor importante siempre espero el pedido, porque para mí el pedido significa que eso que voy a hacer puede ser no sé si importante, pero me esfuerzo por hacer lo mejor que pueda, por hacer algo útil. Entonces, pensar que yo me ponga a escribir… A veces me dan ganas porque veo que hay algo que entiendo más allá de lo que afuera se entiende o más allá de lo que normativamente se entiende y ¡ah, qué bueno!, y comienzo… pero todo se queda en sueños. A eso se llama falta de disciplina. He visto que el principal rasgo de mi personalidad es la pereza absoluta.

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Agradecimientos En primer lugar y ante todo, nuestros agradecimiento a la Universidad de San Buenaventura Cali, por su confianza en este proyecto y su respaldo para llevarlo a cabo. Agradecimiento especial a la doctora Carmen Elena Urrea, Decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de San Buenaventura Cali, por su, una vez más, apoyo incondicional para el logro de esta publicación de tanto valor para nosotros y para las generaciones venideras de estudiantes de nuestra Facultad de Psicología y las demás del país, que, sin duda, se beneficiarán de este libro. A la apreciada profesora Natalia Becerra Cano, por la generosa e impecable escritura del prólogo, en el que hace un perfecto balance de la escritura de la profesora Floralba, representada más que bien en la imagen del atractor –también de su autoría– la cual nos cedió generosamente. Floralba, además de ser su madre, fue también su profesora y directora de tesis en psicología en la Universidad Nacional y esas dos condiciones la autorizan, de sobra, para ser ella quien presente la obra de la profesora Cano. A mi dilecto amigo y colega, el profesor Carlos Calle, docente de la Universidad Javeriana Cali, por la generosa lectura del trabajo y sus valiosas sugerencias para su organización. Valoro el particular compromiso del profesor Calle con este proyecto editorial, el cual, sin duda, es de su mayor aprecio toda vez que se trata del libro de quien considera también su maestra y por quien conservamos en común un profundo afecto que nos impulsa a seguirla visitando de vez en cuando en su casa de Chorro de Plata; un privilegio que ella nos concede. A mi querida auxiliar de investigación, Alejandra Melo, por su generoso esfuerzo y tesón en la trascripción de los textos de la profesora Cano que rebuscamos por todas las universidades del país y en su archivo personal, para consolidar el volumen en formato digital y llevar a cabo su proceso de edición.

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Al equipo de la Editorial Bonaventuriana, en especial a Claudio Valencia por su apoyo y diligencia; a Carlos Castilla por la corrección de estilo y a Edward Carvajal por su compromiso con el diseño gráfico. Finalmente, a la misma profesora Floralba –nuestra Chatica– por haber aceptado este proyecto editorial, ayudarnos a concebirlo al facilitarnos de manera generosa el acceso a sus archivos personales y dedicado tiempo a pensar la mejor manera de hacer este libro de ella y para ella. Mil gracias, Floralba, por permitir que este alumno suyo, quien le admira y respeta profundamente, no se haya quedado con las ganas de tener en sus manos un libro de su autoría; infinitas gracias por ser la cómplice de este deseo de su alumno. Johnny Orejuela Editor académico

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Tabla de contenido 13

Prólogo. Por: Natalia Becerra Cano

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Presentación. Por: Johnny Javier Orejuela Gómez

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Apertura. Es absolutamente imposible ser psicólogo sin ser en esencia un clínico. Johnny Javier Orejuela Gómez conversa con Floralba Cano PARTE I. PSICOMETRÍA

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Elementos de estadística al servicio de la evaluación de alto rendimiento (1971)

77

Los test psicológicos y su valor ante la ley (1983)

85

Manual de construcción de pruebas de conocimientos (1996)

123

Manual de construcción de preguntas objetivas por competencias Ecaes Psicología 2005-2006 (2004)

163

Comprendiendo las competencias (2005)

177

Una visión para comprender el sentido de la construcción de un instrumento de medida (2007)

PARTE II. METODOLOGÍA

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La subjetividad como objeto de estudio de la psicología y los modos de investigación (1988)

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PARTE III. DOCENCIA

207

Organización de un servicio de aconsejamiento psicológico a nivel universitario (1968)

229

Caracter y estatuto de la entrevista como instrumento de admisión de estudiantes a posgrado (1995)

239

Apuntes para la toma de decisiones sobre el ciclo profesional (1995)

249

Factores asociados al logro cognitivo de los estudiantes: grados 3º y 5º, 1993-1994 (1997)

279

Entrevista a la profesora Floralba Cano (2010)

PARTE IV. SUBJETIVIDAD Y PSICOLOGÍA ANALÍTICA

287

La conciencia: ¿condición o manifestación del ser? (1999)

333

Desvictimizar: nueva perspectiva en las representaciones sociales y culturales sobre el sujeto (2002)

341

Psi de psicología: una realidad simbólica (2008)

PARTE V. OTROS ESCRITOS

353

¿Estimulación adecuada o comprensión del desarrollo? (1987)

369

Prólogo al libro Incertidumbre laboral (2009)

APÉNDICE

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Curriculum vitae

379

Tesis dirigidas por Floralba Cano

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Bibliografía

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Prólogo El mundo no es un espectáculo, sino un misterio marcado por el sello de la palabra creadora. Murice Cocagnac

Los textos concebidos por la misma autora y ordenados en el tiempo lineal ordinario, develan los hilos de su pensamiento, de su sentir, de sus intuiciones, de su realidad y de cómo cambian de ayer a hoy y a mañana. Pero aun así, lo que permite entrever la urdimbre son los “núcleos conceptuales” que evidencian el “atractor1 personal”(en la imagen) de quien los crea. Es decir “su sello”, “su huella”, porque el tiempo de la creación no es lineal, aunque la visión del mundo de la autora esté relacionada sincrónicamente con el espíritu del tiempo en un lugar específico de la Tierra. El “primer núcleo conceptual” de este atractor tiene que ver con la construcción de instrumentos de medición psicológica de los que el psicólogo no puede prescindir, ya que su práctica profesional no se salva de la “estandarización” del mundo –que impone con fuerza la globalización de la economía–, el aumento de la población –al cual debemos dar respuestas–, la potencia de la tecnología y la interconexión global. Por ello, es importante observar que en todas las secuencias textuales que hablan de construcción de instrumentos objetivos, de cómo usarlos en la práctica profesional y de su sentido, la autora nos hace reflexionar sobre algunos “mitos” que giran a su alrededor y se mantienen en el tiempo. Estas creencias implícitas 1. Representación metafórica en un espacio abstracto multidimensional, cuyos parámetros están definidos por una serie de características y no tienen valores numéricos. He sustituido la palabra “ecuación” por “atractor”, porque me parece que esta última representa mejor la creación "intelectual" que a mi modo de ver se "comporta" como un sistema dinámico cuya configuración se organiza alrededor de un "pozo potencial" que contiene todas las configuraciones posibles.

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justifican, determinan y dan sentido a modos de quehacer profesional, al tiempo que se muestran potentes al estar arraigadas profundamente en el hábito. Los test psicológicos aún son usados para legitimar decisiones que obedecen más a criterios de conveniencia que a juicios técnico-teóricos. El primer “mito” tiene que ver con lo que se entiende por medida. Medir es cuantificar y en este sentido se opone a cualificar. Esto ha llevado al abuso de los instrumentos de medición, porque sólo la cuantificación nos salva de los elementos subjetivos de quien mide, a saber, el profesional; en consecuencia, se le asigna al test un valor absoluto. Su supuesta objetividad implica, necesariamente, decisiones objetivas e imparciales tomadas sin que medien procesos de interacción social. O, nos lleva al otro extremo: no utilizarlos como fuente de información psicológica dado que no respetan la subjetividad de los sujetos “medidos” y en consecuencia no se les asigna valor alguno. Erróneamente, en el ámbito de la investigación psicológica se cree estar haciendo investigación cualitativa. En pocas palabras, cuando hablamos de pruebas objetivas percibimos una vez más la dicotomía objetivo-subjetivo; y es este el segundo “mito”: una extensión de la idea de qué es lo que se considera verdadera ciencia (una y solo una), en contraposición a las disciplinas que no lo serían. Es decir, el conocimiento objetivo, aquel reproducible, demostrable experimentalmente, repetible bajo circustancias definidas de antemano, verdadero (¿?) que, en últimas, nos muestra la realidad tal como es; frente al conocimiento subjetivo, vale decir, único y no verdadero (¿?).2 El tercer “mito” postula que la estandarización es el procedimiento de transformación de los puntajes brutos en puntuaciones estandar, visión que coincide con la definición literal de estandarización dada por el diccionario: “ajustar varias cosas semejantes a un tipo o norma común”. Sin embargo, la estandarización es un término técnico alusivo a la medición en psicología que va más allá y engloba todo el proceso de construcción del instrumento de medición. La autora pone en serias dudas la validez de estos “mitos” (siguiendo siempre una línea discursiva a pesar de lo procedimental) y lo hace a tráves de los escritos que muestran los procedimientos de construcción de los test; como por ejemplo, el manual de construcción de pruebas de conocimiento o elaboración de preguntas objetivas para los Ecaes o bien señalando el modo como se puede evaluar el aprovechamiento dicente y los ejemplos prácticos de cómo resolver 2. La idea de objetividad científica absoluta descansa en la presunción de un mundo externo que está "allá afuera" en oposición al "yo" que está "aquí adentro". Véase, Zucav Gary (1999). La danza de los maestros de Wu Lí. Madrid: Gaia Ediciones.

Prólogo

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problemas específicos con la ayuda de la estadística. No obstante, desarrolla importantes argumentos para ayudar al lector a comprender el sentido de la construcción de un instrumento de medida en psicología Para terminar, el golpe de gracia lo da con un análisis crítico de los test y su valor ante la ley. En este artículo, la autora hace un aporte en aras de un uso más cauteloso de los instrumentos de medición –no obstante su valor práctico, ya que a partir de ellos se toman decisiones sobre las personas– para obtener información de manera rápida y poco costosa. A pesar de haber sido escrito hace cuarenta años, su vigencia en el mundo de hoy es incuestionable. Otro “núcleo conceptual”, que se entrelaza con el anterior, tiene que ver con el estatuto epistemológico tanto de la observación como de la entrevista, ya sea esta clínica o no. Con respecto a la primera, la autora aclara que la observación (diferente de fijar la atención visualmente) como técnica de investigación u obtención de información sobre el sujeto para la toma de decisiones en el campo profesional, es específica y depende del tipo de acercamiento a la realidad que se privilegie: con observador externo, acercamiento en tercera persona o acercamiento técnico; con observador conocido e implicado, acercamiento en primera y segunda persona o clínico. Bien sea que se utilice la primera o la segunda, es necesario que el diseño de investigación defina la manera como resolverá las "limitaciones" que plantea cada una de ellas si se desea conseguir resultados válidos en el ámbito de la investigación psicológica. Lo mismo se aplica para una toma de decisiones con respecto a las personas; eso sí, más ética y basada en criterios técnico-teóricos de cuya comprensión depende. En lo que atañe a la entrevista como técnica, la autora remarca que esta es, por excelencia, el intrumento que permite al psicólogo "averiguar la realidad del otro en su significado más profundo", pues implica un acercamiento en primera y segunda persona; es la interacción social el medio para significar la realidad del otro. Sin embargo, para diferenciarla de una conversación común y corriente la entrevista debe ser efectuada por el psicólogo, quien debe conocer sus objetivos y propósitos y tener claridad acerca de su papel: quién controla la situación. En palabras de Piaget, el psicólogo debe saber observar y al mismo tiempo buscar algo preciso...tener en todo instante una hipótesis de trabajo, una teoría... El siguiente “núcleo conceptual” tiene que ver con el objeto de estudio de la psicología y los modos de investigación que permiten la confrotación de los datos con la teoría que la orienta. Por un lado, interroga acerca de los modos de acercamiento al objeto de estudio que respetan su “naturaleza”; es decir, las fórmulas que privilegian un acercamiento en primera y segunda persona: yo/tú (acerca-

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miento clínico). Por otro lado, señala cómo el acercamiento en tercera persona: él (acercamiento técnico), no respeta el hecho de que “se es sujeto siempre y en todo caso” y en consecuencia, plantea un problema espistemológico porque asumir él “como si fuera un sujeto” no es lo mismo que asumirlo como lo que es. Sugiere, entonces, un acercamiento genético entendido como aquel que parte, para la significación e interpretación de un hecho psicológico, de cómo este se construye en el niño y cuándo (incluido el ser sujeto). Es el método genético propuesto por Piaget o el acercamiento clínico (el modo de investigación-acción) de la psicología profunda. Los dos párrafos anteriores cobran sentido cuando Cano nos revela –pero no completamente– “cómo” es ese objeto de la psicología: es subjetivo; se percata que se percata; es sujeto psicológico; es simbólico... es sujeto (estado de conciencia alterada en el que los objetos que nos rodean toman un significado único y por unos instantes el tiempo se detiene). Es el sí mismo, “entendido” como una construcción del sentido para el camino de la vida que está en función del “allá afuera", del otro (tú), de lo otro, en el que uno se mira y es mirado; que permea siempre y en todo momento nuestra vida y es en sí mismo un símbolo; “aquello que solo está presentido, pero aún no está claramente sabido”.3 Afirma, además, que existe una "realidad psíquica" (el campo de estudio de la psicología) y por añadidura, “iliteralizable”, según mi punto de vista. El sentido en que es experienciado el objeto de la psicología, está amarrado a la manera como Floralba Cano concibe la “estructura” epistemológica del conocimiento, no solo desde el punto de vista etimológico, sino inspirada por la ciencia védica. Así pues, nos habla de cómo la unidad del conocimiento involucra una relación entre el sujeto (observador, conocedor) y el objeto (lo observado, lo conocido, lo “observándose”, diría yo); proceso de conocer (método científico, operaciones cognitivas) cuyo “resultado” es, por un lado, el conocimiento objetivo y por el otro, el conocimiento subjetivo. Esta unidad del conocimiento se configura como un sistema, una totalidad, cuyos “elementos” no son unidades concretas como tal, sino más bien propiedades, estados o cualidades, sucesos que se relacionan sinérgicamente. Por tal razón, cuando hablamos de cada uno lo hacemos de todos y de ninguno; es esto y eso, pero diferente de esto y de eso. Sus reflexiones llegan como anillo al dedo en un momento cuando muchos de los supuestos de la llamada ciencia objetiva –la racionalidad científica– se están viniendo abajo.4 Algunos de ellos, expresados en palabras de la autora, son: 3. Carl Jung. Tipos psicológicos. 2ª edición, Buenos Aires, 2000. 4. Este momento inició a comienzos del siglo XX cuando aparecen en escena la mecánica cuántica y más tarde las investigaciones sobre la consciencia, la psicología profunda, las in-

Prólogo

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– En el “principio” no hay alguien, sino “algo” (cosa) y “ley”. – Si la naturaleza es “algo”, cosa tocable, ese algo no puede ocultarse y permite ser iluminado por la razón que al hacerlo, "conoce". – El “principio de objetividad” asume: a) objeto y sujeto separados e independientes; b) un sujeto “sin subjetividad” y un objeto desdoblado en "apariencia" y "esencia". A través de los fenómenos nos acercamos a la “esencia” y encontramos que en el interior de los fenómenos hay "sustancia" (cosa) y "ley" que se estructura en la causalidad del sentido común. – Lo que se dice del “objeto” es saber; por lo tanto, los términos de la estructura epistemológica del conocimiento son tres: “objeto”, “sujeto” y “saber”. – En el interior del sujeto hay pensamiento, que es el acto por el cual el interior mira al interior…y no encuentra nada, a no ser que se ponga “algo”. – La ciencia tiene método porque cree que hay "objeto". Así, el "método" es el camino entre el "sujeto" y "objeto", en el acto de “conocer”. – Todo tiene una causa y la conexión sincrónica de los acontecimientos queda afuera de la compresión del mundo. – Lo que ocurre lo hace en un espacio y tiempo medibles y separables y por lo tanto representables. – Lo objetivo lo es sin el concurso del sujeto. – Materia y mente o materia y consciencia son separables. – La verosimilidad de las explicaciones descansa en que están respaldadas por hechos suceptibles de reproducirse experimentalmente. Estas reflexiones epistemológicas, entre otras cosas, llevan a la autora a afirmar que la psicología es una ciencia subjetiva que se sitúa por fuera de la lógica implícita en los supuestos anteriores, lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo se puede objetivar su objeto de conocimiento? ¿Qué expresiones de esa realidad psíquica se pueden objetivar? ¿Qué es lo que queremos decir con objetivarse? Para concluir, sostiene que en lo anterior radica la tragedia de la psicología, lo cual a mi modo de ver, es también el drama de la ciencia, pues incluso las “ciencias duras” se están cuestionando supuestos que hasta ahora se creían sólidos (incluidos la misma materia y el estatuto que le damos a “la realidad”). No obstante, pondero que concebir la unidad del conocimiento en los términos planteados es un paso a favor en la resolución de los enigmas expuestos a la cursiones de la física en campos que se consideraban exclusivos del misticismo, el contacto de la ciencia occidental con el oriente y el diálogo "tú a tú" con las culturas indígenas.

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racionalidad científica en general y a la psicología en particular. La cuestión queda abierta, porque incluso estos asuntos tan “terrenales” están inmersos en una realidad que sigue siendo ante todo simbólica y que por ello mantiene vivo el espíritu de búsqueda de las ciencias fuera de las convenciones en que ellas mismas, muy a su pesar, se han visto atrapadas. El último (¿?) “núcleo conceptual” se entrevé en los textos creados por Floralba en los últimos años. En ellos se evidencia una marcada inspiración en las ideas de Jung, Hillman y algunos autores postjunguianos, quienes marcan un camino en su búsqueda personal, como ella misma lo afirma. Sobre sus ideas adelanta la discusión acerca del símbolo y de la realidad simbólica, de la que es también una “expresión” el sonido psi de psicología, porque anticipamos lo intangible y resbaladizo de su objeto. Pero además, el sonido psi en su representación visual (la letra psi griega, en azul y rojo en sus dos versiones) evidencia la interdependencia de lo femenino y lo masculino, como arquetipos implicados en las cuatro funciones orientadoras de la mente que forman parte de toda conciencia humana. En este orden de ideas, nos entrega un bellísimo texto en el cual podemos intuir ese sujeto que es el objeto de estudio de la psicología, gracias a lo que ha dejado en los lectores y lo que ellos miran en los otros que ha dejado la lectura de unos cuentos de Monterroso, además de sus reflexiones sobre ellos. En “ellos leídos por alguien”, el sujeto se cuela por todas partes y hace sentir su presencia, pero al mismo tiempo se esconde porque se niega a ser literalizado. ¿Qué más apropiado para presentirlo que la “ficción”? Para concluir este cuadro, me parece que este libro insiste –sin hacerlo explícito y a través de todos sus “núcleos”–, en el hecho de que es tarea del psicólogo (y llegar hacerlo puede llevar toda una vida) volverse “guardián de las diversidades psíquicas” porque solo así honorará psique. Y ser “guardián de las diversidades psíquicas” significa, sobre todo, contribuir a desencadenar procesos de resiliencia global... para “salvarse” y “salvar” a los otros de las consecuencias que trae consigo una globalización de la economía que busca solo ganancias monetarias: la “estandarización” del mundo en todas sus dimensiones, la negación de las realidades locales, la subvaloración de las realidades psíquicas y el colapso de este modo de vivir que podría eventualmente arriesgar la vida sobre el planeta Tierra. Ojalá que lo consigamos y que sea así por el bien de todos y del Todo. Natalia Becerra Cano Augusta, Italia Noviembre de 2013

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Presentación El efecto de una insistencia; el tributo a un legado He aquí el libro que muchos deseábamos y creímos que nos quedaríamos esperando; por fortuna no fue así. Floralba Cano. Escritos, es un libro efecto de la insistencia, un tributo al legado de la profesora Cano y también el signo y el gesto de gratitud que hago en nombre de todos sus alumnos, por toda su enseñanza. De antemano presento excusas por el estilo íntimo que puede cobrar por momentos esta presentación. Sé que no es usual en el campo académico escribir en primera persona y aludir frecuentemente a las anécdotas y al ámbito de los afectos, pero debo confesar que han sido precisamente estos últimos los que me ligan a la profesora Floralba y me han impulsado y sostenido en esta empresa editorial. Apelo a su amable comprensión. Alguna vez le pregunté a Floralba que por qué no escribía un libro (me refería a un libro de psicometría) en el que se condensara todo su saber alrededor de un tema que había sido objeto de una cátedra suya a la que asistí como alumno regular en 1994, materia que por lo demás fue reconocida ampliamente y se mantuvo con el énfasis y el espíritu que ella le imprimiera (la elaboración de instrumentos de medida) durante muchos años en la Universidad del Valle, en la Universidad Nacional y en muchas otras universidades del país. Sin embargo, en mi percepción, esta cátedra ha ido perdiéndose con el tiempo y desplazándose a una formación de postgrado sin considerar las implicaciones que tiene para la formación del psicólogo, esto es, reconocer la importancia de conocer y comprender los fundamentos teóricos y técnicos de la construcción de pruebas psicológicas, un instrumento de frecuente uso en los distintos campos del ejercicio profesional, sobre todo –y para muchos– en los primeros años de vida de ejercicio de la psicología. Es posible que ninguno de nosotros saliera

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de aquella cátedra hecho un experto en psicometría como lo era la profesora Cano, pero lo que sin duda sí dejaba esta cátedra como efecto pedagógico era la sistematización del pensamiento, la condición de nunca olvidar que para el diseño de todo instrumento es preciso, en primer lugar, definir un claro propósito y una estructura coherente, condiciones fundamentales en las que se cifran las cualidades científico-técnicas básicas de los instrumentos de medición, a saber, la validez y la confiabilidad, para indicar sólo lo mínimo. Le insistí en ese entonces a la profesora Floralba que escribiera un libro sobre psicometría, a lo que ella me contestó tal y como lo indicara en su artículo de 1971 aquí compilado: “Chatico, hay suficiente literatura y de fácil acceso para profanos en cuestiones de psicometría”. Con eso me quería dar a entender que no valía la pena escribir un libro más sobre un asunto del que había suficiente ilustración; sin embargo, si reflexiono acerca de mi demanda de aquel momento creo que lo que yo quería no era un libro de psicometría ¡sino un libro de Floralba Cano!.. que condensara en un solo volumen la originalidad de su pensamiento. Sabía que un libro de Floralba no sería un libro más sino uno hecho a su manera, a su estilo, ese estilo en el que uno se sumerge y que se podrá apreciar en cada uno de los textos de este volumen y que muy amablemente ha prologado, por sugerencia de la misma Floralba, su hija la también psicóloga e investigadora Natalia Becerra Cano, a quien agradecemos su diligencia. Este libro nace, entonces, con una clara intención: rendirle un tributo a Floralba Cano por su legado como maestra y como profesora e investigadora de excelencia en el campo de la psicología en Colombia, un reconocimiento que estamos en mora de hacerle, incluso mediante el otorgamiento de un doctorado honoris causa. No obstante, mantengo la esperanza de que alguna universidad caiga en la cuenta de esta deuda simbólica y con diligencia haga algo a este respecto. Se trata del reconocimiento a nuestra profesora Floralba Cano, una mujer que contribuyó significativamente a la formación de muchas generaciones de psicólogos del país. Floralba es una de las pocas mujeres de su generación que, siendo madre y normalista, se formó en psicología y contribuyó a la construcción de la disciplina en el país. Se trata de una mujer en una disciplina cuya historia parece hecha solo por el protagonismo de los hombres. Esto también vale la pena resaltarlo. Creo que no queda duda alguna de que la profesora Floralba tiene un lugar en la historia de la psicología en el país con sólo echarle un vistazo a su currículum vítae (incluido también aquí). De su lectura se desprende que fue una de las primeras psicólogas, investigadoras y autoras en psicología en Colombia, como lo registran los anales de psicología colombiana en los que se muestran

Apertura

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sus dos primeros artículos publicados en 1968 y en 1971 como contribuciones a la Revista colombiana de psicología de la Universidad Nacional, su alma máter a la que recuerda con profundo afecto. Y en ese mismo sentido nos lo señala José Rodríguez Valderrama al hacer una historia de la medición en Colombia y referir cómo Floralba en el Icfes, en su cátedra de Psicometría y Estadística y en la dirección de múltiples tesis en las universidades Nacional y del Valle sobre psicometría se convierte en la pionera de la medición en Colombia. Confirma también su lugar en la historia el acta de fundación de Ascofapsi que conserva su inconfundible firma como miembro fundador. Lo muestra también la historia de la disciplina en Colombia, pues en 1984 fue galardonada con el Premio Nacional de Psicología, distinción que fue refrendada en el 2007 por las universidades del Valle y Nacional al hacerle sendos reconocimientos por su amplia y valiosa trayectoria académica y docente. Para mí, particularmente, Floralba pasará a la historia como psicóloga y maestra por ser la primera que afirmó, enseñó y demostró a través del sencillo ejercicio de responder a la pregunta “¿cómo se pega un botón?” que cada respuesta es singular; que el objeto de estudio de la psicología es la subjetividad, es decir, un objeto-sujeto. Afirmar eso tres décadas atrás era subversivo en medio de una academia dominada por la lógica hipotético-deductiva y la experimentación; en suma, por el positivismo (en su versión conductista y criptoconductista) para el cual el objeto “natural” de estudio de la psicología como ciencia era el comportamiento cuando no la conducta a secas. Por lo menos así me lo había hecho saber mi profesor de historia de la psicología, y otros muchos, sin detenerse en consideraciones ni especificar nada respecto de los enfoques psicológicos y el debate epistemológico. Por tanto, decir que el objeto de estudio de la psicología, lo que la singularizaba como disciplina era la subjetividad significaba estar adelantado a su tiempo y al mismo tiempo correr un riesgo académico. Puede que hoy sea un lugar común expresar que la subjetividad es el objeto de estudio en momentos como los actuales cuando un autor como Fernando González Rey ya lo ha afirmado suficientemente (autor al que ella misma me confesó había tomado como referencia para su planteamiento cuando en el país no era tan popular y que junto con Christiane Guilleron, una pospiagetiana, fue su inspiración o más bien la confirmación de su comprensión sobre el objeto de la disciplina) o cuando en el campo general de las ciencias sociales está de moda la subjetividad en clave de identidad. Floralba Cano tiene un lugar en la historia porque siempre le preocupó el sujeto, sentimiento que podemos apreciar en sus escritos –sobre todo en los últimos– y que se constituyó en el legado más importante que le dejó a la disciplina y a sus alumnos. Logró ubicar una especificidad del objeto que superó la discusión de los enfoques no por haberla negado o descuidado, sino porque siempre supo que la psicología, por definición, es un disciplina paradigmática. En este sentido tuvo una claridad envidiable,

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aquella con la que debería iniciar cualquier cátedra de historia de la psicología, epistemología o metodología de la investigación, aunque me temo que esto no sea necesariamente así. Decía que a lo largo de este libro se podrá apreciar el estilo singular de Floralba, aquel que en muchas ocasiones empieza por aclarar lo que es aparentemente obvio, pero sobre lo cual ella sabe que existe demasiado malentendido que hay que advertir y superar. No son lo mismo individuo, sujeto y persona; no es lo mismo clínico que terapéutico; tampoco lo es el análisis de caso y el estudio de caso. La entrevista puede ser un instrumento de indagación o de intervención y un término y un concepto se diferencian claramente; lo mismo un concepto de un constructo, el aprendizaje no es un proceso cognitivo aunque involucre varios de ellos. Y así por delante, como se verá. Su estilo, en la mayoría de los casos, inicia con el rastreo de las definiciones etimológicas de los términos implicados en la discusión para posteriormente derivar –y comprender– el sentido de los conceptos en juego y su constelación con otros. Para esto el diccionario etimológico de Joan Corominas ha sido su amigo inseparable, amigo que no cesa de recomendarnos. El estilo de Floralba se caracteriza igualmente por combinar de manera magistral la erudición científica con los ejemplos extraídos de la vida cotidiana, consolidada en expresiones en las que demuestra un conocimiento profundo de la lengua española y su uso elocuente que demuestra en expresiones cargadas de sensibilidad poética: “Buenos días, en este día que dista solamente tres del sexto plenilunio del año al anochecer de este milenio. Quizás este saludo nos recuerde al anochecer llevar nuestra mirada al cielo por encima del nivel del cemento, para recuperar por unos instantes nuestra conexión con el universo y acceder al sentimiento de ser uno con él. O “Las oportunidades de trabajo se calibran en unidades de incertidumbre, las posibilidades se esfuman, la verdad de la complejidad se vive, la amplitud de la toma de decisiones se estrecha”. En suma, su estilo es sencillo, cotidiano y accesible pero profundo, sin sacrificar la elocuencia ni su fino sentido del humor: … Guardaba las señas de sus raíces indígenas embluyinado de piernas y pies en tenis, pulcro en todo sentido, no parecía cerebro recuperado: además, se negaba a calarse un traje formal […] prejuicios de clase que no parecían se ejerciesen a nivel consciente, conseguimos para él un empujoncito: una tarjetica manuscrita de esas que comprometen siempre a quien las recibe y casi nunca a quien las envía...” En cada artículo que escribe y de manera sistemática (y sin decirlo) Floralba es una cazadora de mitos, para usar la expresión de Norbert Elias. Se esfuerza por poner de manifiesto los mitos sobre muchos aspectos en los que abundan el prejuicio, el desconocimiento y la ideología para desmontar poco a poco y con ilimitada erudición el error, los vacíos, las inconsistencias y las imprecisiones. Opera como la buena piagetiana que también es: introduciendo el conflicto

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incluso desde los títulos: ¿Estimulación adecuada o comprensión del desarrollo? La conciencia, ¿condición o manifestación del ser? Floralba es una sigilosa cazadora de ficciones relacionadas con la psicometría, el uso y valor de los test psicológicos, la metodología de la investigación, la epistemología, la docencia, la evaluación, el desarrollo, el logro cognitivo y la subjetividad a la que concibe como el objeto de estudio que particulariza la psicología como ciencia y profesión, valga la insistencia. Con algunas sutiles ironías llama la atención y cuestiona sin reservas, pero con el compromiso de esgrimir razones de peso. Muchos de sus textos los cierra con preguntas sesudas que cuestionan y apuntan a la ruptura epistemológica, a la sensibilidad ética y a la superación de prejuicios infundados, pero que a su vez abren el debate a reflexiones que considera insoslayables: ¿Cuántos de los instrumentos de medida utilizados en la selección de empleados y en la calificación de méritos han sido validados para predecir éxito en el empleo o eficiencia o responsabilidad en el mismo?¿Cuántos profesionales escogen pruebas para mil propósitos a partir de los nombres de las pruebas? ¿Cuántos solamente se informan sobre el contenido y aprenden la manera de trasladar un puntaje bruto a uno relativo, sin saber lo que ello significa? O, guardadas las proporciones, ¿se nos ocurriría entrenar un niño contra el estornudo dándole a oler pimienta para enseñarle conductas apropiadas o para enseñarle que es estornudar?, por citar solo algunas. Muchos de sus escritos son derivados de preparaciones de ponencias (generalmente participó en jornadas académicas nacionales como una invitada especial; todo hay que decirlo) y tienen la cualidad que caracteriza a los clásicos: han sido hechos en tiempos pretéritos pero mantienen una actualidad indiscutible; son de profundo y amplio espectro, a la vez que útiles en nuevos contextos. Trascienden en el tiempo y no pierden su vigencia, lo cual hace legítimo el que volvamos editarlos ahora bajo este nuevo formato. Creo que muchos de los profesores, investigadores y psicólogos jóvenes –y también los avezados–, encontrarán en los escritos de Floralba la repuesta a muchas de sus inquietudes, así como preguntas suficientemente desafiantes, argumentos que despejan dudas de manera precisa, referencias técnicas y conceptuales claras, precisas y muy oportunas, además de ayudas pertinentes para muchos cursos de psicología, psicometría, pedagogía, evaluación y metodología, si así se quisiera; sin duda son textos resonantes. Los artículos de Floralba poseen gran envergadura académica y se destacan por su originalidad e impecable escritura, lo que los hace absolutamente inteligibles a pesar de tratar temas densos relacionados con la estadística como modalidad de las matemáticas y el cálculo de probabilidades, temáticas a los que algunos psicólogos “les sacamos el cuerpo” –como se dice usualmente– porque están relacionados con los números, ese gran “fantasma” que hace que algunos incautos opten por la psicología con la falsa ilusión de que en esta disciplina no

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se toparán con ellos. También aborda con original elocuencia contenidos que muchos consideran “ladrilludos” y a los que se les tienen resistencia dada su complejidad, como son la metodología de la investigación o la epistemología, pero la calidad, la profundidad y la claridad con que los aborda hacen de ellos una referencia en el campo psicológico nacional e internacional. Escribió sobre lo que investigó o simplemente sobre lo que fue objeto de su quehacer profesional así como de lo que hizo parte de su trayectoria docente y lo hizo en un nivel de calidad y originalidad tan indiscutible que la hacen pionera en la investigación psicológica en Colombia, todo ello sin necesidad de haber cursado un doctorado lo que particular y paradójicamente no le ha impedido asesorar a muchas personas que hacen sus estudios a este nivel. Ella, como nos lo dice en la entrevista, no encontró uno en su momento que le fuera suficientemente atractivo y viable, lo cual no me impide considerar que Floralba tiene sin duda alguna, el nivel de un doctorado (y más que eso), y por ello concederle un doctorado honoris causa es un deuda con ella que lo tiene más que merecido. Ya quisiéramos muchos de los que ostentamos el título de doctores tener el nivel de erudición y sabiduría de nuestra estimada Floralba. Ya mencioné que le solicité a Floralba un libro de su autoría cuando era su monitor en la Escuela de Psicología de la Universidad del Valle a mediados de los noventa y le insistí de nuevo en el 2009 durante una conversación en su casa lo que dio lugar a la entrevista que abre este volumen. Sin embargo y como consta en el preámbulo, me dijo que no lo hacía porque le faltaba “disciplina académica” dado que un rasgo de su personalidad es “la absoluta pereza” y además “no sentía como importante lo que escribía”; siempre “escribía a pedido” con el convencimiento de que eso podía ser más útil. Con todo respeto por la maestra Floralba, disiento de sus apreciaciones y creo que hay suficientes razones para hacerlo. Además –y de ello estoy convencido– no soy el único, pues si hay un atributo que caracteriza la trayectoria académica de Floralba es su enorme capacidad de trabajo. Fue una trabajadora infatigable que no pasó “de agache” y comprometida hasta la saciedad con la trasmisión responsable del conocimiento y con la calidad de la formación de los psicólogos, aspectos que no permitirían creer que haya sido exactamente una indisciplinada y menos una persona signada por la pereza. Por el contrario, muchos de sus escritos y ponencias que hizo para atender las demandas de los que consideramos que su palabra es invaluable, no solo tuvimos una respuesta diligente y efectiva a nuestro requerimiento, sino una oportunidad de enriquecer nuestra comprensión sobre lo psicológico, la metodología, la subjetividad o la docencia. Ello no solo es una demostración clara de que no era perezosa, sino que además tenía una palabra más que autorizada en esos asuntos. Así que mi insistencia en su libro era porque sabía de su capacidad, de su compromiso y de la calidad de su trabajo académico; por el indudable valor de lo que tenía para comunicar a la

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comunidad universitaria, y bueno… porque esperaba que lo hiciera ya que se lo estaba demandado. Esto último, curiosamente, no lo atendió, razón por la cual debía inventarme algo para lograr eso que yo deseaba y que ella merecía. Finalmente, Floralba no hizo el libro, entre otras, por las razones que esgrimió, respetuosamente inaceptables para mí, pero tampoco se opuso a mi deseo de hacerlo por nosotros, por ella y por las generaciones futuras; y claro, también se dispuso a colaborarme en el proyecto. Creo que no oponerse a la aspiración de su discípulo y por el contrario tenerla en cuenta y relanzarla es lo que la hace de ella una verdadera maestra. Floralba no escribió el libro que yo y seguramente muchos otros quisimos y esperábamos. Siempre ha sido modesta con su saber aunque atinada y contundente en su crítica a lo que según ella “no anda bien en el campo”; a las explicaciones ramplonas o no suficientemente meditadas; a las apreciaciones apresuradas que denotan ignorancia y que hacen eco de prejuicios, simples racionalizaciones ideológicas que aspiran, infructuosamente, a constituirse en aserciones aparentemente teóricas o técnicas. Aunque a decir verdad (y esto lo supe tiempo después) Floralba sí escribió antes no un libro, sino dos. El primero, Manual de evaluación de programas académicos, lo escribió en compañía de su colega Victoria Kairuz Márquez en 1979 cuando trabaja para el Icfes. El segundo, Factores asociados al logro cognitivo de los estudiantes: grados 5˚. y 3˚. (1993-1994) es el resultado de una investigación publicada por el Ministerio de Educación Nacional en 1997 de la que también existe un resumen a manera de capítulo titulado Factores de logro cognitivo en la escuela primaría colombiana. Estudio realizado sobre una muestra de planteles, grados 3˚. y 5˚. (1993-1994) y da apertura a un libro de F. Javier Murillo Torrecilla intitulado Eficacia educativa en Iberoamérica: 15 buenas investigaciones. En este Floralba es coautora pero aparece de primera y sabemos que en la organización de un libro eso no es arbitrario. Pero deseaba un libro de Floralba sobre los múltiples asuntos en los que demostraba su erudición de la cual yo era testigo privilegiado como su pupilo. Comprensiones interesantes que ella misma “entiende más allá de lo que normativamente se entiende” y muy valiosas para la disciplina psicológica. Siempre juzgué que lo que ella sabía en un nivel epistémico merecía ser publicado y que no nos lo podíamos perder. Le insistí en el 2009 y ella me dio aquella respuesta que reseñé atrás; sin embargo, mi demanda había cambiado. Ya no era un libro de psicometría, ahora quería un libro sobre todo lo que ella sabía. De hecho, uno en el que se apreciara todo lo que había escrito a lo largo de su trayectoria, incluidos algunos textos que yo conocía y que ella me había regalado en la época

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de mi monitoría, pero que otros colegas ni sabían que existían. Algunos de ellos hasta ahora inéditos, están aquí hoy por primera vez publicados. Esta vez, conocedor como era de las contingencias de la escritura, le propuse que me permitiera entrar a su archivo personal para tomar todos sus escritos, organizarlos y reeditarlos en un solo volumen a la manera de los escritos de Lacan. Ella me dijo que sí con un dejo de “hazlo tú, si quieres, pero yo no me voy a meter en eso”. Desistí, entonces, de ir a su casa a “emburujar” su archivo físico porque soy consciente de lo celosa que es con su espacio íntimo y preferí ser prudente. Más bien retomé los textos que de ella conservaba y que había coleccionado durante toda mi vida académica, incluida la ya amarillenta revista de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional (hoy Revista Colombiana de Psicología) que contenía su segunda publicación de 1971 y que me regaló el día de su jubilación y entrega en 1996 de su oficina en Univalle. Me di, entonces, a la tarea de buscar en las bibliotecas los artículos que no tenía pero que sabía había escrito. Muchos de ellos los conseguí en Cali o en bibliotecas de otras ciudades; otros, lamentablemente, se habían perdido o no había registro disponible. Me hubiese gustado publicar, por ejemplo, su investigación sobre hábitos de estudio en estudiantes de Univalle que contenía un completísimo y estrictamente diseñado cuestionario de indagación al respecto o el estudio sobre evaluación del puntaje del examen de Estado como criterio predictivo para la selección de estudiantes de psicología de la Universidad del Valle. En fin, al revisar su hoja de vida se advierte todo lo que ha quedado, lastimosamente, sin publicar. Los escritos que pude conseguir junto con los que ya tenía, los tomó mi monitora Alejandra Melo (a quien agradezco inmensamente su dedicación) y los transcribió en su totalidad en formato electrónico para facilitar su edición, pues muchos son de la época en la que no estaba popularizado el computador; de hecho, varios de ellos están escritos con puño y letra de la misma Floralba. Durante esa pesquisa me fui a la Universidad del Valle y cual ratón de biblioteca me sumergí en la búsqueda de otros documentos de los que Floralba había sido –por naturaleza– coautora: tesis de grado que había dirigido (veinticuatro en total) y con la información recabada elaboré la tabla que aparece al final de este libro. Con ella quiero mostrar la amplitud de visión de Floralba, pues guió tesis en múltiples campos de la psicología, y de paso hacer un reconocimiento a sus alumnos. Espero me disculpen si por error no incluí algunos de los psicólogos que se sienten igual que yo, orgullosos de haber sido orientados por la profesora Floralba. De las tesis por ella tuteladas en la Universidad Nacional lamentablemente solo pude acceder a tres, entre las cuales está la de su hija Natalia Becerra Cano, quien prologa este texto, las cuales relaciono en la tabla al final.

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Conclusión: Floralba no va a materializar el libro que yo deseo, pero yo quiero hacer (editar) la obra que ella se merece y de la que muchos podrán disfrutar. Así nació la idea de este volumen que ahora tiene entre manos o ante sus ojos (por si está viendo la versión digital). Floralba Cano. Escritos es, entonces, la compilación de una parte significativa de la producción de la profesora Floralba durante cuarenta años de trayectoria profesional. Su primer escrito data de 1968 y consiste en su tesis de graduación como psicóloga la cual hizo junto con su colega, su "mompa", Guillermo Quiroga Cardona y publicada por la Revista Colombiana de Psicología en el mismo año bajo el título de Organización de un servicio psicológico a nivel universitario. Este texto está compilado aquí solo en su primera parte debido a su amplia extensión; sin embargo, está disponible en el portal web de la revista. En estos cuarenta años de trayectoria Floralba escribió sobre muchos temas de psicología y asuntos afines de interés de los psicólogos, en particular, y de los educadores y científicos sociales, en general. Los hemos agrupado en cinco ejes y en orden cronológico en cada apartado: psicometría, metodología de la investigación, docencia, subjetividad y otros trabajos; asuntos que ha investigado, en los que se formó (no olvidemos que Floralba es maestra normalista), sobre los cuales dictó cátedra, aquellos que simplemente le llamaron poderosamente la atención o que alguien le pidió que dictara un conferencia o escribiera un documento con un contenido específico. El primer escrito data de 1968 y el último –que es inédito– del 2008 y es el resultado de una conferencia que ofreciera el 2 de noviembre del 2007 en el acto conmemorativo de los sesenta años de la psicología en Colombia y durante el cual fue condecorada. Sé que es obligación de quien hace una presentación indicar la estructura del texto y presentar cada apartado. Permítanme resistirme a esa obligación esta vez y acéptenme la breve explicación que he dado atrás acerca de la organización del libro. Cada artículo de Floralba se explica por sí solo desde el título. Pero además, me aprovecho de la excelente presentación que ha hecho Natalia en el prólogo, con lo que creo que es suficiente. Quizás podría parecer que hubo un giro en las reflexiones de Floralba desde Elementos de estadística al servicio de la evaluación del rendimiento a Psi –de psicología– una realidad simbólica, pues habría pasado del campo de la psicometría al de la psicología profunda en clave jungiana. Pero quizás este cambio solo sea aparente, pues como ella misma nos lo revela en la entrevista aquí presentada, la psicometría fue en principio un arte cercano a la psicología profunda en cuanto se trataba de inferir y describir la esencia de una persona y lo que era ella en profundidad a partir de sus objetos de pertenencia. Floralba nunca le ha quitado

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el ojo a la subjetividad como objeto de estudio de la psicología dado que imprime una continuidad entre la psicometría y la psicología profunda, esto sin olvidar que Jung fue uno de los primeros psicólogos en desarrollar un test psicológico (el de asociación de palabras), así que la psicometría y la profundidad analítica nunca han sido tan lejanas como se tiende a suponer. Mas existe otra curiosidad en relación con la trayectoria académica de la profesora Floralba, como si se tratara de un pasar de lo inicial a lo inicial, pues su tesis de graduación en psicología versó sobre el montaje de un servicio de consejería psicológica a nivel universitario como estrategia de bienestar para evitar la deserción estudiantil y en este sentido curiosamente su último trabajo formal transcurrió en el mismo campo en el 2011. De esto hay un texto titulado Rendimiento académico de los estudiantes de pregrado de la universidad Eafit (no compilado aquí pero disponible en línea) en el que aparece como coautora en calidad de asesora; como quien dice, circunscribió su trayectoria a una preocupación por ayudar a comprender por qué desertaban los estudiantes y cómo ayudar a mantenerlos en el contexto universitario, preocupación a la que no solo se dedicó como investigadora, sino que se comprometió con ella silenciosamente y día a día durante toda su trayectoria como docente de la Universidad Nacional y de la Universidad del Valle, como parte del equipo técnico del Icfes y como asesora del Ministerio de Educación Nacional. La consagración de Floralba como docente se tradujo en el ofrecimiento de lo mejor de sí como académica, como investigadora y como maestra, a la vez que en la exigencia a sus estudiantes de dar lo mejor de ellos. Seguramente no habrá discípulo suyo que no tenga una anécdota curiosa (y en algunos casos un poco dramática) que contar respecto de lo que significó sentarse en un aula de clase con la profesora Floralba Cano. Creo que los que nos consideramos sus alumnos (sobre todo los más cercanos) tuvimos con ella una experiencia en el sentido psicoanalítico del término; es decir, un acontecimiento que no nos dejó intocados, que nos movilizó como sujetos. Sostengo que es imposible olvidar a la Chatica. Primero, porque dejó una impronta imborrable en la mente de varias generaciones de psicólogos del país, muchos de ellos hoy también académicos; segundo, porque tenía un apelativo singular y cariñoso para nosotros sus alumnos: “chatico”, con el cual disculpaba el no recordar nuestros nombres. Apelativo por el que en sentido inverso comenzó a ser reconocida en el concierto nacional: la Chatica. De esa manera configuraba una relación de profundo aprecio y respeto “sin que pasara por el ámbito de la amistad” como ella misma decía. Y eso es contundetemente cierto. Algunos de sus alumnos que aún mantenemos contacto con ella sabemos que no es nuestra amiga pero que sigue siendo nuestra maestra, a quien nos liga un profundo lazo de admiración, respeto, reciprocidad y gratitud.

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El lazo profundo de aprecio que me liga a Floralba como mi maestra también une a muchos de sus alumnos y colegas con los que comparto hoy la vida académica y en muchas de nuestras conversaciones Floralba suele ser evocada con respeto y admiración. Carlos Calle, a quien agradezco su sugerencias para mejorar este libro, Carmen Elena Urrea quien apoyó desde un principio esta edición, Érico Rentería, Ulises Cuéllar, Juan Diego Duque, Gloria Milena Londoño, Dulfay González, Patricia Lasso, Nelly Astudillo y Óscar Ordóñez (por nombrar solo algunos de los más cercanos que vienen a mi mente en este momento; los demás sabrán disculpar que me traicione la memoria) son conocedores de cómo el aprecio y la gratitud fueron la fuerza que impulsó la organización de esta obra y de mi obsesión por un libro de Floralba, empeño en el que me sumergí hasta lograrlo. Nunca imagine que sería yo el que hiciera con ella el libro que le pedí un día de cuclillas al lado de su escritorio. He aquí el efecto de una demanda no atendida y de la fuerza de la insistencia de un deseo. Floralba, por su parte, tiene el libro, evidencia de un tributo más que merecido por todo lo que ha legado a la psicología en el país, que refrenda el lugar especial que ella ocupa en la historia intelectual de Colombia. Este libro es signo de gratitud y un tributo a la maestra de maestras y sin duda una contribución a las nuevas generaciones de psicólogos que quizás no hayan sido sus alumnos pero que también podrán tenerla como su maestra a través de sus escritos sobre temas de psicología. Estos escritos fungen como una fuerte estrategia de defensa contra el implacable paso del tiempo que tiende a condenarlo todo al olvido. Yo por mi parte no podré olvidar a mi maestra Floralba y espero estar contribuyendo con el presente a que su enseñanza trascienda a las nuevas generaciones de psicólogos los cuales, intuyo, tampoco podrán olvidarla. El presente es, sin duda, un ejercicio de recuperación y mantenimiento de la memoria. Para no olvidar a una mujer que contribuyó hasta el cansancio a escribir la historia de la psicología en Colombia. Johnny Javier Orejuela Editor académico Cali, 2013

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Es absolutamente imposible ser psicólogo sin ser en esencia un clínico* Johnny Orejuela conversa con Floralba Cano Cali, 2009

Floralba Cano es recordada en los medios académicos con el cariñoso mote de la Chatica. Experta en psicometría y referente en todo lo relacionado con la metodología de la investigación para muchos psicólogos de Bogotá y Cali, nos abre en esta ocasión una ventana para contarnos algo de su vida personal, de sus padres, de sus hijos, de su trayectoria profesional, de su derivación hacia la psicología y la psicometría y su posterior viraje hacia Jung. También nos habla de lo que piensa hoy de la subjetividad como objeto de estudio de la psicología y de lo que, en su opinión, es el desafió de formar psicólogos en nuestros días, de sus estudios, de la relación con sus estudiantes y de cómo ha recibido los reconocimientos que se le han otorgado, amén del espinoso asunto de los exámenes Ecaes, objeto de numerosos debates en todo el país. Agradecemos a Floralba el habernos permitido esta “toma” de su vida y podrá estar segura de que esta entrevista hará parte de los reconocimientos que sus estudiantes hemos hecho y seguiremos haciendo a quien, sin duda, ha sido guía y norte en nuestra formación y un ícono de la psicología en Colombia. Johnny Orejuela: Profesora Floralba. Para empezar, nos gustaría que nos contara un poco acerca de su vida personal, su familia de origen y la relación que hay entre su historia y su decisión de estudiar psicología. ¿Cómo llega usted a volverse psicóloga? Floralba Cano: Yo creo que mi decisión de estudiar psicología no estuvo ligada, dijéramos, a que fuera un objetivo o algo que se vislumbrara en conversaciones *

Tomado de: Orejuela (2009). "Entrevista a la profesora Floralba Cano". Revista Guillermo de Ockham, vol 6, pp. 129-142.

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hogareñas. Si hubiera seguido esa corriente habría estudiado artes a pesar de que a papá no le parecía bien la idea no obstante ser mi abuelo cofundador de la Escuela de Bellas Artes. Como buen paisa opinaba que los modelos, o sea, conectarse uno con el desnudo bien fuera masculino o femenino era una cosa que podía ser difícil de asimilar para una mujer, según él. Es decir, su decir fue “no artes”, porque uno no puede saber si de viejo le iba a ir mejor. Por identificación con papá me centraba en el área de las matemáticas porque desde muy temprano él me acercó a los números, tanto así que mis recuerdos más tempranos (cuatro años) evocan el solar de mi casa en Bogotá –esas casas tenían zaguán, primer patio, segundo patrio, tercer patio y solar– y yo, sentada en la raíz de un gran brevo, observaba el cielo y los espacios donde no había nubes los llenaba de números, porque estaba trabajando la idea que le había oído a papá de que los números no terminaban, que eran infinitos y yo quería mostrarle que sí terminaban. Entonces, mi intención era llenar el cielo de números hasta que no cupiera ni en un rotico otro número más. Yo no sabía qué eran los números –supongo que para ese tiempo eran garabatos pero para mí eran números– y siempre quedaban espacios por llenar. Sin embargo, mi lucha era demostrar por ese medio que los números sí terminaban. …Y bueno, hay series finitas, ¿no? Eso es para demostrarte que la inclinación era por las matemáticas y también porque papá me explicaría más tarde durante las pocas charlas que pude tener con él, cómo podía lograrse la existencia con un arco y por qué los puentes tenían... o el río pasaba entre arcos en los puentes; o sea, también son ideas ligadas a las matemáticas. Si hubiera seguido la línea de las conversaciones en casa hubiera sido artes o sido matemáticas. Comencé a estudiar psicología ya casada cuando la menor de mis hijas tenía alrededor de año y medio, y lo hice por circunstancias puramente contingentes. Por necesidad económica decidí trabajar y no ser mujer alimentada y la única opción era la docencia ya que mi título previo en secundaria era de institutriz superior, otorgado por el Ministerio de Educación y por el Instituto Pedagógico, que fue por mucho tiempo una escuela piloto de ensayo y experimentación controlada sobre sistemas pedagógicos, especialmente alemanes. La primera rectora del colegio que recuerdo era alemana, la doctora Raquel, a quien recuerdo después de recapitular doce o quince años de mi vida que creía absolutamente borrados. Al tener solo el título de maestra la opción era trabajar en el magisterio. Me presenté, entonces, a uno de los primeros programas de selección de maestros los cuales se hacían con pruebas en la Secretaría de Educación del distrito de Bogotá. Saqué el primer puesto y me dieron el enganche como docente en una escuela primaria en un barrio al noroccidente de Bogotá que me acercó a la pobreza extrema. Era una escuela para los hijos de los conductores de buses

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municipales, que en ese entonces tenían un estatus laboral relativamente alto. Pero esa experiencia me contrastó con la pobreza insólita en desmedro de la administración de la escuela. De allí –porque no lo pude resistir– me mandaron a un colegio mejor, se supone, y mejor situado, que era un colegio para las hijas de los educadores del distrito. Allí no había pobreza en las instalaciones físicas; había pobreza en la entrega, en la tarea de ser docente. No se disponía de material pedagógico y yo, por mi formación en el Instituto Pedagógico, venía con un imaginario completamente diferente de disponibilidad de materiales, de tiempo, de cursos que no pasaban de veinticinco estudiantes, condiciones estas en las que uno hacía sus prácticas o se hacía maestro. Claro, eran situaciones experimentales, situaciones piloto y yo suponía que toda la educación era así, de esa clase. Un día decidí ir a la Secretaría de Educación a pelear porque no había para segundo grado ni un mapa del distrito especial de Bogotá del cual podía disponer para enseñar y listo. En esas me encontré con una psicóloga que era una de las personas que habían hecho los exámenes de de selección para el magisterio y me dijo: “Estamos haciendo un curso de especialización para el magisterio. ¡Ah, sí!, tú sacaste el primer puesto, ¿quieres entrar?” “Ah… pues… sí...” le respondí. “Pues entonces, te desenganchas de tus obligaciones laborales y vienes y estudias”. Fue así como hice ese curso sin que paralelamente tuviera obligaciones de docencia y me fue muy bien y como premio –me dieron muchos premios– me otorgaron la representación del magisterio de Bogotá en el Consejo Técnico de Educación. Ya no me acuerdo, pero tenía algo que ver con la política y esa la razón por la cual no me acuerdo. Fue una gran oportunidad de estudiar, de tener una comisión o de hacer estudios profesionales y para ello había que hacer algunos ajustes o aceptar irme por menos tiempo a hacer una especialización en el exterior. Con seis hijos esa opción quedaba descartada y la que quedaba era hacer estudios en Colombia con ciertas adecuaciones porque la beca era para dos años y para ese tiempo los estudios profesionales eran de cuatro años. Como no había hecho el bachillerato –que después se llamó clásico– sino un grado como maestra, no podía optar ni por ingeniería ni por arquitectura, que eran mis opciones de vida. Lo que podía hacer con un título de normalista eran especializaciones en educación, pedagogía o psicología y también enfermería. Esta última me llamó la atención pues yo inicialmente había comenzado la carrera de enfermería pero en mi casa no permitían despegar. De todas maneras la enfermería no entraba dentro de las expectativas que se abrían para la Secretaría de Educación. Total, mi olfato estaba más bien centrado en el prestigio –el prestigio es importante para cualquiera– que mis estudios trajeran a la educación y en ese prestigio la psicología juega un papel importante. Entonces, fíjate, fue algo absolutamente

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circunstancial; no había intención, creo que la única intención que permaneció fue la de ser maestra. Johnny Orejuela: Bien, usted me cuenta su historia, pero en general yo siempre le escucho hacer referencia a su padre y poca a su madre. ¿Por qué? Floralba Cano: Porque mis relaciones con mi madre fueron pésimas. Mamá tenía pautas de crianza tremendamente adustas y dolorosas que no hicieron en mi construcción de vida una relación feliz con ella. Con mi papá la relación era racional; con mi mamá las relaciones eran absolutamente irracionales. Pero, mirá, cómo es la cosa, una irracionalidad que algo tenía que ver con la psicología. Si tú ves que mi primera opción en la enseñanza en la universidad fue la psicometría y el vocablo psicometría se aplica por primera vez en su sentido primigenio, es para referirse a la capacidad, al don o la vocación de ciertas personas para predecir o anticipar cosas acerca de las personas a través de los objetos personales sintiendo esos objetos, algo que hoy llamarían en las series de televisión “los psíquicos”. Entonces, la psicometría en su fuente original significaba eso, la capacidad de adivinación, de dónde está, quién es, qué le pasa, cuál es su futuro, cuál su pasado, a través de la información que pueda dar; es decir, de alguna manera ligada al arte de la adivinación intermediada por un objeto. Con mi madre éramos dobles irracionales y con ella, obviamente, no iba mi manera de ver el mundo. Pero presente simultáneamente con una lógica de ingeniero como la de mi padre y creo que de las dos lógicas soy fruto. Johnny Orejuela: ¿Cuál creería usted que fue la marca que dejó en su subjetividad la relación con sus padres? Floralba Cano: ¡Ah!, la relación con el misterio. Y eso es femenino. El siempre ver que detrás de las cosas que uno siente hay más. Pienso en la flexibilidad o la amplitud para tratar con los animales y con las plantas como seres dotados de habla, como seres con los que se puede interactuar íntima y directamente. Eso estaba presente en otros miembros de mi familia paterna, la relación específicamente con los pájaros, con los perros, con los gatos y con cualquier animal, como buenos campesinos que fueron, campesinos zipaquereños, en relación directa con la labranza y el cuidado de animales, donde los animales son personas y tienen estatuto humano. Johnny Orejuela: Bien. Y ahora pasando a otra parte de su familia, sus hijos, ¿cómo ha sido su relación con ellos? Floralba Cano: La gente se extraña mucho cuando ve el grado de independencia que yo guardo respecto a mis hijos. Cuando tengo un problema solo en última instancia pienso en que puedo pedirle auxilio a uno de mis hijos y ellos, creo,

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se acostumbraron a eso y respetan ese límite que he puesto. Cuando los estaba criando y a la vez trabajaba, eran tantas las exigencias de trabajo, tantas las tareas para sobrevivir que copaban por completo el día. Mis hijos continúan en la línea familiar de tener como primer valor el trabajo y pienso que son buenos trabajadores; como diría mi abuela, a Dios gracias. No con todos mis hijos la relación es la misma. Obviamente con la mayor, María Lourdes, y con Natalia que está en Italia y es psicóloga también, guardamos una estrecha relación basada en lo científico, en lo académico, en los libros que leemos; hay una buena línea de libros que circulan por toda la familia. A veces, cuando un libro es interesante, suelo comprar tres, cuatro o cinco para regalárselos a cada una de mis otras hijas; no menciono a Juancho porque murió. Con Juan compartía más que una vida intelectual una bien vida afectiva y era el recipiente de sus cuitas. Con mis otras hijas, sobre todo con Margarita –que está en Estados Unidos– comparto temas, no líneas disciplinarias; comparto algo de arte, de su interés por los mitos y por las pinturas vernáculas. Con la “banquera”, Carolina, no hay tema que me una, porque a ella le interesa el dinero y eso a mí no me importa. Desde que pueda sobrevivir para mí es suficiente el dinero. Pero con ella comparto el interés por los gatos, el cuidado de las flores y el jardín y en un tiempo –y con mucha exigencia de parte de ella– la elaboración de vestidos; ya no, ¡afortunadamente! Pero son más cosas las que comparto con ella; son cosas de la vida común. Con mi otra hija, Adelaida, comparto lo relacionado con el cuidado de las matas, de la naturaleza y el interés por los tejidos y los bordados. Creo que cada quien tiene su vida propia. Yo cultivé por formación –y creo que un poco exageradamente– el ejercicio de la autonomía, ser autosuficiente y esforzarse en conseguir por medios propios la solución a un problema. Mi tendencia es a abastecerme a mí misma y eso a lo mejor me hace parecer como distanciada de otras personas que miran con otros valores la relación madre-hija. Johnny Orejuela: Usted alguna vez me contó que les dijo a todos sus hijos que a los veintiún años tenían que marcharse de casa… Floralba Cano: ¡Ah, sí! Para mí era muy importante la independencia y la libertad y para mí libertad es no tener que despedirse de nadie y cuando se está fuera no tener que pensar: “regreso porque me están esperando”. Para mí eso es libertad. Y es algo muy profundo que brota aquí y allá; todo el tiempo se vive ese sentimiento. Entonces, si tanto valor tenía para mí supuse que mis hijas también lo querrían. Ellas sabían que después de graduarse del bachillerato y una vez entraran a la universidad les quedaban cinco años como máximo y si hacemos cuentas ese lapso lo cumplirían a los veintiún años; terminaran o no

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terminaran se les acababa el “hotel mama”. Sabían que bajo de ese nido no podían seguir; debían crearse y vivir su propia vida… y lo respetaron. Johnny Orejuela: Floralba, volvamos a la Universidad Nacional. Recuerdo que usted se refiere al profesor Federichi con particular afecto, ¿podría contarnos un poco de su relación con él? Floralba Cano: Federichi tiene para mí una cercanía inmediata porque fue profesor de lógica matemática. Por aquel entonces se enseñaba en los medios escolares lo que se llamaba la teoría de conjuntos y sorprendentemente mientras yo era estudiante de Federichi de lógica matemática, dos de mis hijas también eran sus alumnas en la Pedagógica, la una en quinto y la otra en primero. Y eso me facilitaba mucho la guía y orientación de sus tareas, además de que se ufanaban de compartir el mismo docente conmigo. Por otro lado, Federichi era un magnífico docente. No se quedaba dentro de la lógica ni dentro del cuadro matemático. Cada concepto lo explicaba con ejemplos de la vida diaria y uno como estudiante no tenía con qué pagarle ese salto hacia el afuera, ese tocar la cotidianidad. Y ahora que reflexiono, eso me quedó como modelo en el ejercicio de la docencia al oír de mis antiguos estudiantes las reflexiones de lo que significó la asignatura de Psicometría en su formación: tocar ese hilo de pensamiento con la cotidianidad. Creo que eso lo tomé sin ser consciente de Frederichi; apenas lo hago ahora que hablo contigo. Johnny Orejuela: ¿Y qué más recuerda de su paso por la Nacional? Usted se gradúa allí y después queda como profesora. Cuéntenos cómo fue ese tránsito. Floralba Cano: A la docencia en el Departamento de Psicología llegué haciendo un puente, porque después de graduada o concomitante con la graduación fui monitora desde cuarto semestre en el laboratorio de neurofisiología. Debía preparar, imagínate, cortes de cerebro de peces para seguir la filogenia de los centros nerviosos. Entonces se me ocurrió cocinarlos para aplicar el principio de que las proteínas se coagulaban. Me dije: “¡Ah!, pues si esto es una proteína pues cocinémosla, coagulémosla y después la sacamos”. Utilicé un alfiler para abrir el pequeño cráneo del pez y cuando mi profesor me preguntó cómo lo había hecho le dije: “pues cocinándolo”, a lo que me responde: “eso no se le ocurre sino a una mujer”. La otra monitoría fue en psicolingüística con un profesor que como el anterior fue el único profesor de talla universitaria que conocí. Tuve excelentes docentes, pero en mi sentir el que establecía una relación de independencia, de pensamiento y de palabra, de autonomía en la palabra, fue Ómar González. Él no era psicólogo pero la forma como desarrollaba el programa, como hacía

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los exámenes, como argumentaba en clase y como la preparaba hacía de él el único docente realmente universitario. Los otros eran de escuelas superiores o de escuelas medias a nivel superior. Explicaban bien y eso es importante, pero no pasaban de allí: “Esta es la bibliografía, esta es la tarea; ¡chao!”. Eso de confiar el desarrollo de un programa a la intuición propia o al desarrollo propio y poder responder en un examen frente al compromiso inicial es solo fruto de Ómar González. Nunca he dictado una clase así, nunca, a pesar de que es un modelo que aprecio. Hubiera podido hacer algo más, pero no tenía la suficiencia de conocimientos que tenía Ómar para poderlo hacer. Llegué a la docencia, entonces, por las monitorías. Pero, realmente el primer trabajo como psicóloga fue en la división de admisiones de la universidad por allá por los años 1967 o 1968, no recuerdo muy bien. En todo caso mi práctica profesional supervisada fue en el laboratorio de pruebas del Distrito y como yo sabía de la medición y la construcción de pruebas me llamó el director de admisiones, el doctor Isaac Levy, antiguo profesor mío de Psicometría. Él me inició en la técnica a partir de la clasificación de Bloom, es decir, cómo se hacen las preguntas según esa clasificación, pero sin ligar la estructura, sin ligar la teoría, sin ligarla al tratamiento, sin ligarla a los conceptos de validez y de confiabilidad, sin ligarla a la restricción de normas; solo la simple técnica de construcción. Como psicóloga que dirigía los grupos de docentes de secundaria de colegios oficiales bajo una estructura que él daba –bueno... él no daba la estructura; la daba yo– redactaba las pruebas de admisión de la Universidad Nacional, que eran además de las pruebas de aptitud, las de conocimiento en las áreas de las ciencias naturales y ciencias humanas. La estructura la puse yo porque la había aprendido. Cuando él se ausentó por comisión de estudios tuve que remplazarlo en la dirección. Yo me gradué en tenis y en traje de friega. Un día como a las cuatro de la tarde, me llamaron de la decanatura: “Floralba, el decano está listo para graduar” y en ese momento estaba ensamblando las pruebas de admisión para la Universidad Nacional. Cuando el doctor Levy estaba fuera en comisión, hubo la necesidad de hacer unos exámenes de habilitación en Psicometría a veinte estudiantes, entonces me llamaron para que hiciera esos exámenes. Era la primera vez que eso ocurría, que aplicaban un examen de esos y parece los estudiantes encontraron las preguntas interesantes, de esas que hacían pensar. Como resultado me quedé con las cátedras de Estadística I, II y Psicometría que anteriormente dictaba el doctor Levy y a partir de allí yo fui docente de esas materias. Lo que recuerdan mis estudiantes de la Nacional es precisamente la experiencia del examen y cuando había exámenes de ensayo estos eran de respuesta libre pero controlada, no solamente en el tiempo sino en la posibilidad de com-

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poner la respuesta o de encontrar los conceptos de su aplicación en el momento, porque eran ciertos problemas nodos, eran de desarrollo con consulta abierta. Entonces, fíjate, fueron casualidades, fueron oportunidades más que cuestiones intencionales las que me mantuvieron durante toda mi vida útil como trabajadora dentro de la docencia. Johnny Orejuela: ¿Y cómo pasa al Icfes? ¿Cómo es esa historia con el Icfes? Floralba Cano: En uno de esos famosos bochinches que hacía “la plaga” –así se llamaba el grupo de estudiantes que lideraba revolucionariamente el movimiento estudiantil– me di cuenta de que trabajar en la Universidad Nacional sería difícil. Además, me había atrevido a hacer unas denuncias ante la Contraloría y la Procuraduría por los malos manejos del personal de cafetería y ello devino en una serie de amenazas lo que me obligó a pedir protección al DAS. Todo decía que no podía volver a la universidad. Fue entonces cuando el joven Ministro de Educación Luis Carlos Galán me dio una audiencia y me preguntó: “¿Para dónde quiere ir?” En vista de mi silencio me volvió a preguntar: ¿Qué quiere hacer?” Creo que él interpretó bastante bien mi cara de sorpresa y lo único que atiné a decirle fue: “¿Dónde le firmo?” Ante eso me dijo: “Bueno, déjeme que yo resuelvo las cosas”. Poco después me llamaron para decirme que el doctor José Rodríguez Valderrama había solicitado que me pasaran para el Icfes y fue así como fui a parar a la división de pruebas del Icfes donde trabajé once años. Y en la Nacional quince años larguitos, solo que dos de ellos como docente de Estadística I, II y Psicometría por hora cátedra. Pero en un momento dado, por cuestiones de salud debido al agobiante el ritmo de trabajo, renuncio al Icfes y me quedo solamente con tiempo completo en la Nacional. Cierto día me encontré con Carlos López, quien fue decano y rector de la Universidad del Valle y me propuso venirme para el Valle. Para mí la oferta me llegó como anillo al dedo porque ya tenía serios problemas de salud y aquí había medicina alternativa y ofrecían tratamientos que no tenía en Bogotá y la medicina ortodoxa no podía hacer nada. Así llegué a la Universidad del Valle en 1980. Johnny Orejuela: Ya que menciona el año de 1980, usted obtiene en ese entonces el Premio Nacional de Psicología… Floralba Cano: Sí, aquí en Cali que me lo dieron. El recinto... –no sé por qué visualizo el recinto pero no recuerdo nada–…¿Cómo se llamaba ese edificio? A ver, a ver… ¡La FES!

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Johnny Orejuela: ¿Y por qué le dieron el premio? Usted participó en una convocatoria... Cuéntenos un poco la historia. Floralba Cano: Yo creo que eso fue como el reconocimiento que me hicieron hace poco, más bien como expresión de afecto de mis estudiantes. No siento que hubiera salido del seno de la entonces Federación Colombiana de Psicología. Fueron mis estudiantes los que insistieron, creo que por mi actividad en ese año antes de venir a Cali como presidenta de la Federación. Era un premio que daba el cuerpo directivo de la Federación, pero por los rumores de pasillo pienso que se debió a la presión de mis estudiantes. Con ellos guardaba lazos muy profundos de afecto pero no de amistad. Fue una modalidad que encontré aquí, en el Valle, que era extraña para mí. Uno puede tener lazos muy profundos de relación sin amistad. Pero el reconocimiento fue a mi docencia; creo que más vieja es mi hoja de vida; creo que soy un ventarrón, porque no había razón. Para mí fue sorprendente. La otra cosa que pienso es que era un reconocimiento después del adiós al ejercicio de la psicología en Bogotá. Realmente no veo la decisión muy racional sino más bien afectiva. Lo mismo que el premio reciente, aquí, en el Valle... Johnny Orejuela: ¿El de noviembre pasado? Floralba Cano: Sí, el de noviembre, sí; el de la celebración de los sesenta años de la psicología en Colombia. Johnny Orejuela: ¿Cómo recibe usted ese reconocimiento? Floralba Cano: Con sorpresa, porque no me lo esperaba. Mis nexos con... además no lo entendí muy bien, porque cuando me llaman yo entiendo; puede que me lo hayan dicho bien pero yo entendí otra cosa por desinformada que estoy de lo que pasa fuera de mi casa. Entendí que se celebraban los 50 años de la Universidad del Valle y me decía: “pero si esos ya pasaron”; para mí era confuso. En todo caso cuando me llamó el director del plan de Psicología para preguntarme que si podía decir algunas palabras lo vi con sorpresa. Lo supe porque alguien me dijo que había sido por acuerdo de todos los directores de los programas de aquí del Valle. Fue solamente durante el momento de la celebración del acto de los sesenta años de la psicología en Colombia cuando por el discurso de Lelio Fernández como dueño de casa del recinto de la celebración y después más claramente por lo dicho por Telmo Peña como acto de celebración (Universidad Icesi) de los sesenta años de la psicología en Colombia, que me di cuenta de que el Colegio de Psicología había decidido dar un premio a la Universidad del Valle para subrayar el valor de la universidad pública como centro cultural y de conocimiento de la región suroccidental. Y dentro de ese

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premio a la universidad estaba el reconocimiento por decisión de los directores del programa. Para mí fue sorprendente porque ya me habían dejado con los crespos hechos en una anterior invitación. Confuso, porque yo iba pensando en otra cosa y aclaré durante la ceremonia la verdadera razón. Y después quedé más confusa con las palabras inmerecidas de la placa: “Reconocimiento a mi docencia y a mis magníficas relaciones humanas” porque de lo estoy segura es de que yo no tengo magníficas relaciones humanas (risas). Pueda que con los estudiantes tenga relaciones cercanas y creo que me pongo en su sitio en el sentido de su aspiración al conocimiento, no desde el punto de vista ético de sus aspiraciones y realizaciones como personas; esas son dos cosas que yo separo. Entiendo las aspiraciones de tipo intelectual que son entrañables para mí, pero para otro tipo de aspiraciones soy más bien cáustica. Johnny Orejuela: ¿Ha tenido otro tipo de premios además de estos? Floralba Cano: Sí, me lo dio la Universidad Nacional. Y ese sí que fue una sorpresa mayor porque fui anunciada después de que acababa de recibir la sorpresa de Cali. Unos días después entendí la razón de una encuesta del Colegio de Psicólogos que yo había contestado para renovar mi tarjeta profesional. En esa encuesta nos pedían que dijéramos cuáles de nuestros profesores recordábamos y la respuesta se daba por correo electrónico. Total, un día me llamó Olga Rodríguez, que había sido funcionaria de Icfes y colega mía en una de las asesorías al Ministerio de Educación, para decirme que si podía enviar a un miembro de mi familia o señalar a uno de mis amigos psicólogos para que recibiera el premio que me habían dado en reconocimiento a mi docencia en la Nacional. Creo que fue por votación de los que fueron mis alumnos que se enteraron que podían votar electrónicamente. Los que no se enteraron me escribieron cartas muy sentidas. En fin, yo les dije que iría pues era el premio de mi alma mater donde pasé muchos años; es decir, un lugar ligado a historias de construcción de vida, a vicisitudes, al cuerpo, a los lugares imposibles de olvidar; entonces me pareció imposible no ir. El acto resultó sumamente serio y conmovedor y lo recuerdo con especial valor. Me conmovieron los discursos de la decana de humanidades y ciencias sociales y del rector, que a pesar de ser ingeniero químico supo situar el significado de la creación de la psicología alrededor de la psicometría, campo de mis afectos. Johnny Orejuela: Floralba, si bien usted lo ha dicho entre líneas ¿cómo caracterizaría su relación con los que fueron sus estudiantes, sus alumnos? ¿Me podría aclarar de dónde sale la expresión “chato”?

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Floralba Cano: ¡Ah, sí! Es un recurso a mi pésima memoria para retener los nombres. No puedo retener los nombres pero sí son inolvidables las acciones de las personas, sus realizaciones. Puedo recuperar las personas a través de sus realizaciones, pero si lo hago por el nombre es imposible. “Chato” es una palabra bogotana paralela al “chino”, pero ese “chino” tiene doble valencia: es despectivo, pero además coloquial y afectivo; entonces, el que queda como en un terreno neutro es “chato”. El “chato” es el joven querido, el niño querido y si es “chatico” es doblemente querido y eso obviaba el tener que decir fulano, sultano o perencejo. Y como odiaba llamar a lista pues menos posibilidad tenía de recordar los nombres. Lo que hacían mis estudiantes, cómo se relacionaban, cuáles eran sus dificultades, dónde se sentaban en los salones, cuáles eran sus grupos de amigos, las tensiones que habían entre los grupos de amigos; eso fácilmente se recupera en la memoria. Yo diría que formalmente solo me preocupaban en cuanto pudieran dar cuenta de la cháchara de la clase; pero en esencia, me preocupaban más como personas y cuando me preocupaban mucho me parecía imprudente dar un consejo que no se me había pedido. Si había una razón formal para regañarlos, tomaba como excusa el campo del desarrollo personal. Yo no sé si consciente o inconscientemente, pero yo me las ingeniaba… Johnny Orejuela: Para meterse ahí por un momento y decir algo… Floralba Cano: Sí. Y es la relación como yo la comprendo, muy parecida a la relación con mis hijos. Cuando había problemas en casa porque alguien estaba desadaptado y se necesitaba que el grupo asumiera el control –porque yo sola no lo podía tener ya que estaba trabajando– se hacía una reunión familiar que llamábamos “consejo estudiantil”. “Mami, cita a consejo estudiantil”; “esta noche hay consejo estudiantil, todos temprano”. Creo que con ustedes tuve la misma relación que la que tuve con mis hijos, solo que a ellos les daba sus coscorrones y a ustedes no (risas). Pero sí, de ahí viene el famoso “chatico”. Johnny Orejuela: ¿Y usted sabe que le dicen la Chatica? Floralba Cano: Claro, así me decían en la Nacional: “Llegó la chatica”. En verdad se tejían lazos afectivos entrañables sin necesidad de pasar por la amistad, entendida como participar en fiestas, en decir “feliz cumpleaños” o tocarle en la puerta de su casa. Se ponía la frontera del mayor hacia al menor, ¿no? Johnny Orejuela: Floralba, usted tiene un recorrido importante y una serie de escritos dispersos en diferentes publicaciones, pero no hay un libro suyo en particular. ¿Por qué no escribió un libro? Floralba Cano: Pienso que por pereza; porque nunca he sentido como importante lo que escribo. Entonces, una vez que lo escribo ya resolví el problema.

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Generalmente escribo a petición y lo que escribo –porque me nace– queda en las solapas de los libros o en una hojita que meto allí y no más. Pero eso se llama falta de disciplina como escritora. Algunas personas me dan la queja o me tildan de envidiosa por lo que ellos llaman no querer compartir lo que se supone que sé. Cuando me lo piden doy abiertamente las cosas, pero no se me ocurre ofrecerlas. Es decir, pienso que he tomado el trabajo como algo que se hace para otros; que tiene beneficio para ti pero se hace para otros y siendo eso una labor importante siempre espero el pedido, porque para mí el pedido significa que eso que voy a hacer puede ser no sé si importante, pero me esfuerzo por hacer lo mejor que pueda, por hacer algo útil. Entonces, pensar que yo me ponga a escribir… A veces me dan ganas porque veo que hay algo que entiendo más allá de lo que afuera se entiende o más allá de lo que normativamente se entiende y ¡ah, qué bueno!, y comienzo… pero todo se queda en sueños. A eso se llama falta de disciplina. He visto que el principal rasgo de mi personalidad es la pereza absoluta. Johnny Orejuela: ¿Por qué no se doctoró? Floralba Cano: ¡Ay, no! Creo que hubo circunstancias prácticas. Todo el tiempo se iba en preparar conscientemente las asignaturas, en responder por ellas y cuando tenía la capacidad física para hacerlo estaba el impedimento de la crianza de mis hijos. Ya después, la manera de hacerlo era lograr una admisión en una universidad y pedir una beca (lo llaman solicitar la comisión). Si yo hubiera estado en la Universidad Nacional ten la seguridad de que lo hubiera hecho, porque allá con solo cumplir los requisitos tiene uno el “sí” asegurado. Debes saber que una de las tareas de la Universidad Nacional ha sido la de formar personas para que se dediquen a la docencia o tengan una docencia con más autoridad. Pero pensar en hacerlo en la Universidad del Valle era muy complicado. No tenía cómo competir, creo que aún desconozco la cultura subterránea que se teje alrededor de eso y que se manifiesta en las pugnas de los docentes cuando están consiguiendo una comisión. Sí, me interesó, y alguna vez estuve estudiando la posibilidad de hacer una maestría en estadística, pero siempre se me atravesaban la urgencia de rendir y responder a mi obligación como docente; entonces, nunca saqué tiempo. Y también porque eso, fíjate, corresponde a mi rasgo perezoso. Johnny Orejuela: Floralba, en un escrito suyo acerca de la subjetividad como objeto de estudio de la psicología discute el asunto de la construcción del objeto y que el objeto de estudio de la psicología es la subjetividad. ¿Mantiene esa postura aún?

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Floralba Cano: Es posible, en parte, que sí lo sea. La subjetividad como objeto de la psicología es propuesta realmente por González Rey. Mi postura es que la psicología es más una ciencia subjetiva que cualquier otra cosa, por eso me atreví a decir que es una ciencia sacra, sacando lo sacro del concepto religioso confesional. Es imposible hacer una disciplina psicológica objetiva y que la presión de la problemática de la construcción del cuerpo de lo psicológico lo que ha llevado en un momento dado a reconocer la intersubjetividad como un nivel de la construcción de la objetividad, y porque la intersubjetividad sería la manera de transar entre esas dos posiciones no resueltas (yo no me atrevería a decir que son las dos) como son el racionalismo y el empirismo. El problema de todas las ciencias –para unas más que para otras– es que la construcción del objeto está mediada por el instrumento. La física cuántica nos dio en este sentido un apoyo. Pero para el psicólogo el problema es la psique y yo me pregunto cómo una psique puede ser objetivada, cómo es que un comportamiento puede objetivarse, qué expresiones del psiquismo pueden objetivarse. Pero, ¿qué es lo que estamos diciendo con “objetivarse”? Quiere decir mediado por el instrumento que le dio la información. Con el correr del tiempo caí en la cuenta de por qué completé la línea en epistemología y por qué la había iniciado, sin ser consciente de haberla iniciado en psicometría. Yo asumo que la construcción del objeto de la psicología es la construcción de lo que mis colegas del Ceic llaman “sujeto psicológico”. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que sea subjetividad, porque no son los procesos que tienen como punto de referencia el sujeto, la subjetividad que estudia la psicología. Las colegas del Ceic lo llaman el “sujeto psicológico”, quizás para distinguirlo del sujeto epistémico en el andamio de la construcción del conocimiento; o sea, para hacer la diferencia entre sujeto con mayúscula –que es el término de la tríada en la construcción del cuerpo de la epistemología– y sujeto con minúscula, el sujeto empírico. Pero ese sujeto, quiéralo o no, refiere el mundo, calcula el mundo, juzga el mundo, actúa en el mundo frente a lo que él construye del mundo, y eso, si no estoy mal, es un riesgo de perspectiva. Construyendo el mundo, se construye él mismo y eso es lo que las psicólogas del Ceic llaman “sujeto psicológico”. Yo creo que ese concepto es muy parecido a lo que Jung toma como el “sí mismo”, aún cuando el sí mismo para Jung es el centro de la psique, como la totalidad de la vida psíquica del sujeto. Pero pienso yo que eso depende, como dice Hillman, de las fantasías teóricas que uno construye; entonces, en la fantasía teórica de Jung el objeto de la psicología es la psique.

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La psicología es una ciencia subjetiva así parezca un exabrupto, porque para que fuera ciencia tendría que ser objetiva. Afirmo que es subjetiva porque ese testimonio nos lo da lo clínico y es absolutamente imposible ser psicólogo sin que en esencia se sea clínico. Yo me pregunto –con perdón de los behavioristas– si ellos no están en dificultades al distinguir su psicología de la etología humana. ¿En qué se diferenciaría? Si buscas “sujeto” en un diccionario de etimología, no encuentras ni “objeto” ni “sujeto”; encuentras “abyecto” o “lo que yace” y como derivaciones están sujeto, objeto y proyecto; o sea, son las valencia de cómo yace la realidad. ¿Quieres algo más lindo? Con el solo análisis etimológico, ¿por qué está proyecto? Por allí tú enlazas por qué se te pide para la investigación, que es lo que da cuenta de la construcción de un objeto, un proyecto. Johnny Orejuela: Bueno, Floralba, Usted viene hablando de Jung, pero en lo que nos ha contado ha hecho un recorrido de su trayectoria y nos ha mostrado insistentemente la presencia de la psicometría. ¿Cómo se da ese giro hacia Jung en esta última etapa? Floralba Cano: Jung era un nombre, no más, sin significar y obviamente que lo tuve en las clases de psicoanálisis. Creo que mi propia problemática personal por aquel entonces me hacía vivir la corriente psicoanalítica como algo lejano e incómodo. Recuerdo que huía porque no tenía escapatoria. Una cosa significaba eso y también lo contrario y eso en un pensamiento lineal como el mío resultaba incompatible con el psicoanálisis en ese momento. Fue con la lectura de El universo o el cosmos creativo –o algo así– que encontré una referencia de Jung y como padre de una idea que me pareció absolutamente iluminadora. Esto fue lo que me llamó la atención y me enganchó. Y así como el rechazo a las corrientes psicoanalíticas correspondió a un momento de la vida, a una instancia de de mi desarrollo como persona, el encuentro con Jung obedeció esta vez a otro momento. Y allí encontré un libro en especial: La naturaleza de la psique y me sorprendió que en ese texto se testimoniara el rigor por el cual Jung había pasado en la llamada psicología experimental, de los conceptos de estadística; y cómo había llegado a ver la naturaleza de la psique desde el punto de vista estrictamente clínico y subjetivo para terminar en la propuesta de construcción del eje de la sincronicidad como un cuarto en la construcción del cuerpo de las ciencias: tiempo, espacio, causalidad y sincronicidad. Al atreverse al verificar la hipótesis de la influencia en los matrimonios según el signo zodiacal, obviamente calló en los terrenos no científicos, pero sí en los terrenos de mi familia. Eso me sedujo y me sorprendió haber sabido que uno de sus primeros ejercicios psicométricos fue crear la escala de asociación para

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identificar los complejos psicológicos y tener una referencia de ellos. La psicometría y el misterio y mi familia otra vez. Johnny Orejuela: Y entonces, ¿cuáles son sus intereses ahora? Floralba Cano: En este momento todo lo que sea texto jungiano; pero son como siete jungianos no más. Tampoco leo todo lo jungiano. Me seducen por completo la investigación de los mitos y he encontrado que las construcciones teóricas de Kerényi sobre los mitos son tan esclarecedoras que dejan la superficie de lo que uno puede encontrar en todo, pero siempre superficial frente al tratamiento que hace Kerényi. Especulo que los que más se acercan a este interés por el estudio de los mitos son obviamente los antropólogos, porque son parte de la expresión cultural de su disciplina, pero hace falta una visión psicológica y de hecho Jung va y viene en las alusiones de los antropólogos. Eso hace falta para completar la formación de una visión psicológica porque igual que los sueños y los arquetipos son expresiones matriciales de la psique que hoy tienen en nosotros una expresión aparentemente diferente; bueno, yo diría que es la misma pero expresada en otras palabras. Entender lo psíquico es como entrar en el Olimpo griego… Eso lo aprendí de Hillman, quien tomado ciertos conceptos jungianos no los ha trascendido porque no los cambia; los toma pero los desarrolla para el mundo de hoy. Me parece que Hillman tiene una palabra tremendamente importante en la construcción de la psicología. Es necesario entender la dinámica psíquica y sobre todo desposeerla de toda esa contaminación del concepto de alma en religión. Pero lo otro es también esa mirada hacia lo nuestro, hacia lo que está en nuestras raíces; sin embargo, como psicólogos no tenemos acceso directo a esos objetos y a esos terrenos. O sea, por ahora estamos mediados. Johnny Orejuela: Y en ese mismo sentido ¿cómo comprende la formación de psicólogos hoy en día? Floralba Cano: Yo haría un cambio terrible. Aquí me confieso al asumir la línea de formación de los jungianos del Instituto Carl Jung. Y es que en verdad sería seria la formación en las bases de antropología, pero no un resumen de la antropología, sino de ciertos aspectos necesarios para entender la psique, como son las mitologías y las religiones. Ese terreno y el de lógica matemática serían fundamentales porque forma los procesos de pensamiento. Eso para sería la forma como llenaría las llamadas asignaturas en humanidades. En sociología o antropología me parecen bien ciertos contenidos, pero no el pedacito, no el resumen de lo que suelen estudiar los antropólogos, que es lo que a uno le dan.

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La sociología o la antropología tendrían que verse en el sentido de establecer qué es lo que le aportan a la psicología para comprenderla mejor. Comprender cuál es esa frontera que aproxima la sociología a la psicología, es decir, cómo pasamos de lo sociológico a lo psicológico. La formación en matemáticas –independientemente de que el psicólogo utilice verificaciones de tipo experimental o numérico– debiera ser tenida en cuenta para entender lo cualitativo, que es la otra cara de la moneda de lo cuantitativo. Entonces después se vuelve a lo cualitativo en psicología como aquello que se disuelve en la palabra y no se construye. Por eso las investigaciones en psicología cualitativa son tan extrañas y se resuelven en la retórica, entendida como palabrería y no como un grupo de poder para asir una realidad de mil formas, como nos lo mostraría la retórica del pensamiento. La otra cosa que reformaría sería el famoso curso de historia de la problemática y metodología psicológica que se ha vuelto como un rompecabezas que no se puede armar porque no hay referencia orientadora. Yo pienso que por avanzar y por tener un espacio más reposado en la formación de la base psicológica se derivó en ello, a espaldas de la historia de la psicología y del espíritu del tiempo en el cual surgió como fue la construcción de la psicología en Grecia. ¿Quién puede entender el significado de la psicología? ¿Qué le queda? Ya pasó el tiempo de la formación básica y cuando no nos repartimos en los famosos enfoques, damos las teorías psicológicas existentes en relación con ciertas posturas, dijéramos, teóricas de la psicología, como ¿qué es la personalidad?, o las etapas del desarrollo, de la psique o de la persona. Entonces allí se legitima diciendo que esas materias tienen usos prácticos, es decir, van derecho a la aplicabilidad. ¿Por qué? Porque ya pasamos la base. Por eso tenía sentido la propuesta que muy pocas universidades llevaron (la que la está llevando a cabo en Colombia es la Nacional) cual es tejer el hilo curricular a través de problemas importantes que ellos llaman laboratorio, por núcleos de problemas. Porque amarra, por lo menos, a través de problemas y lo práctico de las aplicaciones tienen su referente teórico construido no como referente sino como la acción del estudiante al tener que resolver los subproblemas que hacen un gran problema. Las pujas burocráticas dentro de la universidad han hecho que se conserven cursos obsoletos o mal planteados. Y en verdad, no lo hacen a conciencia ni piensan en lo pedagógico ni en las fracturas necesarias que hay que hacer en relación con el tiempo; ni piensan en la articulación de los niveles. Y ve uno saltar las manos, cada uno peleando, ¿qué?, su zona. ¿Qué representa su zona?

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La papita del mes. ¡No hay derecho¡ Hablo crudamente, pero eso es ahora mi imaginario de lo que fue vivir mi docencia. Johnny Orejuela: Floralba, ¿qué les recomendaría a los profesores de psicología de hoy, a los que enfrentamos estos nuevos jóvenes? En relación con el ejercicio de la formación, ¿qué pistas nos daría? Floralba Cano: Yo estoy muy alejada de eso. Tengo apenas el pálpito, porque a veces como que irrumpe sobre las problemáticas enormes de esas juventudes sin posibilidad de enlace; haciendo una carrera sobre el absoluto presentimiento de que quizás no sirva para nada (de esa manera tienen bastante para que “mis papás me sigan alimentando”); con un profundo desprecio hacia sus docentes a quienes ven como un sirviente (sobre todo en la universidad privada) y no como un servidor. Es muy duro hacer seductora la universidad frente a los otros focos de seducción que hay por fuera; y no solamente por fuera de los muros, sino en la universidad. Creo que una de las formas es planteando las cátedras a través de problemas reales, que es lo que traza la metodología de la formación por competencias. Así sean los problemas que al profesor le parezcan que son importantes y que logra que sean compartidos por sus estudiantes; sin eso no se puede. Esos problemas deben implicar un esfuerzo en su solución por parte del estudiante y disciplina en el profesor para que el estudiante sienta que es responsable de eso y que tiene toda la ayuda. Pero si él no ara no va a tener cómo sembrar. Pero eso es cambiar completamente la relación alumno-profesor. Otra de las cosas es dar la asignatura trayendo contenidos de otras disciplinas que puedan ser tratadas por la psicología para que ellos vean el enlace. Ellos dicen: “Lo único que necesito es el título, después puedo hacer con él lo que quiera; o, mejor dicho, me sirve para conseguir empleo”. Me sorprende su facilismo; tienen algo para resolver y lo primero que hacen es coger el teléfono para saber de qué manera otra persona puede darles o indicarles cómo hacer trampa, cómo lograr eso sin esfuerzo. Entonces es lo primerito que piensan. Creo que si hay una manera de seducirlos es seguir esos campos de placer y hacer propuestas que les fueran atractivas. Hay docentes que lo están haciendo en la primaria y en la secundaria. Uno de mis nietos está en Bogotá en un colegio así. Johnny Orejuela: Para terminar, usted fue asesora del Ministerio de Educación y del Icfes. ¿Qué opinión tiene sobre el proceso que se adelanta actualmente con los exámenes Ecaes? Floralba Cano: Creo –por los rumores de pasillo– que los Ecaes entraron en crisis. La crisis se aligeró porque esa estrategia de regalar preguntas después de que les había costado tanto trabajo a los profesores hacerlas llegó a su límite. Por otro lado, lo festejaron, creo que muy inconscientemente, sin saber qué

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significaba eso sin saber qué era la pérdida del banco de preguntas tan pronto pasaba el examen. Para cada edición de los Ecaes se habían pedido solamente dos estructuras de prueba completa; o sea, en el primer año ya se quedaron con uno solo examen. Y eso cuesta mucho. Eso obedecía a ciertas imaginaciones que decían que eso era muy fácil y que de esas preguntas nadie se acordaría después y lo único que teníamos que hacer en ese afán era engordar un poco las preguntas en su enunciado y hacerlas por disciplinas para constituir un banco. Esa sí era una verdadera fantasía burocrática y política. Ahí quedaban ésas preguntas y ya después ni necesitamos los profesores de cada carrera porque una pregunta de biología es de biología, independientemente de que esté en el currículo del psicólogo o no, y lo mismo para el ingeniero. Entonces, entre todas las preguntas es muy fácil armar a voluntad cualquier examen sacando solamente por especificación el tema como de debajo de la manga, solamente porque el hilo conductor son las competencias interpretativa, argumentativa y propositiva. Esa fue la fantasía fatal. También se ufanaban otras personas no psicólogos pero en cuestiones destacadas, que se había podido hacer muy rápido. No, una pregunta necesita por lo menos dos años para pulirse y decían: “Imposible, si lo pudimos sacar en seis meses pues sigámoslo haciendo, pues seis meses es mucho dentro de una técnica de producción industrial, pues, mañana serán horas”; ese era un pensamiento. El otro era que se podía proponer un Ecaes alrededor de una sola pregunta, la pregunta estrella, como la estructura de una prueba de una pregunta de competencias que se nuclea a través de la formulación de un problema. Se suponía que podía entregarse como formulación un gran problema central de representar a todo el contexto disciplinar; eso es una fantasía. Pero eso alcanzó a ser una propuesta del director del Icfes y decía: “A lo sumo cinco preguntas”. El proceso debe ser democrático, pero es que costelar –como diría Jung– es muy difícil. Entonces, la crisis comenzó por allí, porque obviamente no había más dinero para pagar a los grupos y las universidades. Era falso que los Ecaes costaran lo correspondiente a la cifra que daba el Icfes para la construcción de cada edición de Ecaes al grupo que se ganaba la convocatoria, porque había que sumar todo lo que le costaba a cada universidad la liberación de sus profesores en tiempo para asistir a talleres para los procesos de construcción: los viajes a Bogotá, los viáticos de los profesores, etc. Parecería que eso no le costó a nadie, y les costó a las universidades, al aparato educativo, y no siempre fue usufructuado ese costo porque muchas personas iban a esos talleres por los viáticos y se estaban dos o tres horas y no regresaban y lo que después enviaban era una cosa que no servía. Muchas de estas de propuestas de preguntas se quemaron por ese origen.

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Yo pienso que el único mérito de los Ecaes proviene del juicio social acerca de su importancia. Evidentemente, si esto es una cosa hecha por el gobierno tiene más credibilidad que el mismo título que da cada universidad. Esto tiene sus más y sus menos, porque su lado perverso es utilizado según la interpretación de cada quien desde el punto de vista del puesto que a cada universidad o a cada disciplina le da el Ecaes. Johnny Orejuela: El ranking... Floralba Cano: Exacto. Y es utilizado perversamente. Yo pienso que un examen estatal es necesario para el control, por ello la aparición de los Ecaes frenó el número de universidades que surgían en Colombia y el número de programas de todo tipo y alcance que surgían sin discriminación ni calidad. Esas perversiones se derivan del sistema. Y no solamente es una perversión nuestra; en los Estados Unidos eso es motivo de indagación permanente. Como control social del quehacer educativo es necesario, pero el contenido debería ir más allá de las competencias lingüísticas que el Icfes llama académicas. Competencias en el manejo de la lengua no necesariamente son competencias en el manejo de las disciplinas. De alguna manera, cada grupo de disciplinas debería explicitar sus competencias profesionales. Me parece que es como si se repitieran los ciclos, claro, con otras formas de expresión. Es posible que a los Ecaes les caiga por necesidad la seriedad. La seriedad desde el punto de vista del uso de la disciplina psicométrica, no desde otro punto de vista. Pero, ¿quién sabe? Porque al Icfes le pasó lo mismo que al Sena. La cosa se cae completamente cuando pasa de los técnicos a los políticos, cuando lo que importa es el puesto y no el dominio técnico. Johnny Orejuela: Bueno, Floralba, yo creo que hemos terminado ¿Quiere agregar algo más? Floralba Cano: No. No se me ocurre. Acuérdate que yo hago las cosas ha pedido. Creo que fue resuelto muy coloquialmente, pero también con toda sinceridad. Johnny Orejuela: Le agradezco mucho. Floralba Cano: Con todo gusto, Johnny; tú sabes que ha sido con todo gusto.

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Elementos de estadística al servicio de la evaluación del rendimiento* Bogotá, 1971

Cuando un profesor tiene a su cargo una clase, un cursillo o una cátedra, es su deber planear su contenido, atender a su desarrollo lógico y metodológico e idear las ayudas didácticas tendientes a presentar lo que desea enseñar de tal forma que asegure el mayor nivel de asimilación por parte del estudiante y, por supuesto, evaluar ese nivel para determinar si ha alcanzado el grado deseado. De esta manera obtiene una medida objetiva de su propia capacidad para transmitir conocimientos. Con frecuencia, la evaluación del rendimiento escolar o académico se lleva a cabo con instrumentos que a “juicio” del profesor le permiten obtener una “medida” del conocimiento alcanzado por el alumno sin que ello lo lleve a preguntarse sobre el grado de confianza que tal medida le brinda. Las características de validez y confiabilidad se adscriben como indispensables solo en los instrumentos estandarizados ya que tales conceptos no están lo suficientemente generalizados como para que sean motivo de preocupación de un profesor común y corriente, cuando emite una calificación indicativa del caudal de conocimientos de un alumno. Tal es la situación y tan primitiva, que la calificación es el producto de transformaciones lineales simplísimas de una medida obtenida contando el número de respuestas correctas, cuyo patrón de referencia es “lo que el profesor piensa que el alumno debe saber”, sin tener en cuenta “lo que realmente pudo aprender” o sin pensar si no sería prudente que la evaluación tuviera en cuenta estos dos patrones de referencia o por qué uno y no el otro. Las operaciones matemáticas que ese tipo de evaluaciones conlleva se satisfacen con un razonamiento equiparable * Texto tomado de la Revista de Psicología de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional (1971). Vol. 16. Nos. 1 y 2.

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al de un niño de cinco años cuando reúne objetos y los redistribuye en grupos, y a pesar de que a partir del primer año de primaria el nivel de razonamiento que implica lo que el profesor enseña se torna elaborado y complejo, este utiliza un estilo operacional de agrupación y repartición concreto para evaluar lo aprendido. Si hacemos una analogía, es como si el médico al hacer un examen físico, diera el dato sobre la estatura del paciente en “dedos”. Este artículo está, entonces, encaminado a hacer algunas reflexiones sobre la evaluación del aprovechamiento dicente y dar ejemplos prácticos de cómo resolver problemas específicos con la ayuda de estadísticas elementales y para el caso de evaluaciones con exámenes objetivos. No es nuestro propósito dar indicaciones precisas de cómo elaborar exámenes objetivos de conocimientos puesto que sobre el particular hay suficiente literatura de fácil acceso para profanos en cuestiones de psicometría.

Cómo y cuándo evaluar En un sentido general, siempre que el profesor emite juicios sobre un alumno lo está evaluando sin importar si el juicio se traduce o no en una apreciación cuantitativa. Sin embargo, cuando se piensa en evaluación se hace en términos cuantitativos y se entiende como sistemática; así se toma cuando se piensa en exámenes de tipo tradicional o de los llamados objetivos. Uno y otro tipo tienen sus ventajas y sería aconsejable utilizar ambos, precisamente para controlar entre sí los vicios derivados de la utilización de un único tipo de examen. Si para el examen tradicional es indispensable pensar en preguntas que no tengan sino una sola interpretación, porque de lo contrario se podría obtener una serie de respuestas correctas que bien pudieran no referirse al conocimiento que se desea explorar, para el examen objetivo hecho con preguntas de escogencia múltiple, es necesario que a juicio de varios peritos en la materia que se desea evaluar, entre la posibilidades de respuesta esté la “más acertada”. Hacer un examen objetivo no es fácil ni puede improvisarse ni elaborarse sin conocer las reglas de construcción; es preferible un examen tradicional si no se tienen los conocimientos técnicos o el tiempo para elaborar uno objetivo. Un examen tradicional mal elaborado es, en muchos casos, más útil que uno objetivo defectuoso, porque la respuesta libre en un examen tradicional da mayores indicios que el objetivo elaborado sin conocer los principios que rigen su construcción, ya que este puede dar, simplemente, puntajes o calificaciones producto de la adivinación o del simple azar. Por otro lado, evaluaciones hechas con un solo tipo de exámenes son arriesgadas. Hay ciertas indicaciones que pueden ayudar al respecto:

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1. Preferir el examen tradicional para contenidos de poca extensión y los objetivos para contenidos mayores. 2. Evaluaciones frecuentes son preferibles a una única; es aconsejable un examen por cada unidad lógica dentro del contenido general. 3. Los exámenes de diagnóstico, o sea, aquellos que se hacen sin previo aviso y con el fin de averiguar cuáles contenidos se han asimilado o requieren mayores explicaciones por considerarlos básicos en la adquisición de nuevos, deben tener un peso mínimo en la evaluación final ya que las distribuciones de estos exámenes tienden a comportarse como las de azar. Sin embargo, no deben ignorarse porque son un incentivo del rendimiento y control en el desarrollo metodológico del programa. 4. Los exámenes objetivos deben tener como mínimo veinticinco preguntas, sobre todo cuando no se trata de preguntas probadas con anterioridad; debe recordarse que exámenes relativamente largos son más confiables que los cortos. Como regla general, puede estimarse que el número de preguntas sea tal que provean un margen suficiente para medir el rendimiento del mejor de los alumnos. Si al elaborar un examen de veinticinco preguntas se encuentra que el alumno lo ha contestado correctamente, se tendrá evidencia suficiente de haberse quedado “corto” en la medida; no se sabe, para una situación particular, cuál hubiera sido el nivel máximo de rendimiento. 5. Los exámenes de pregunta única y los de preguntas dependientes, es decir, aquellos en los que la respuesta correcta a una de las preguntas es esencial y sin la cual no se puede resolver correctamente la siguiente, deben evitarse. 6. Exámenes que arrojen distribuciones normales no son aconsejables para evaluar conocimientos. Las de distribuciones asimétricas negativas, que discriminan mejor entre los alumnos de bajo rendimiento, deben preferirse para los exámenes finales. Las distribuciones asimétricas positivas para los primeros exámenes de curso discriminan mejor entre los alumnos de buen aprovechamiento.

Cómo escoger las mejores preguntas Esto se refiere específicamente a preguntas para elaborar exámenes objetivos, Alguna vez un profesor tiene que comenzar a diseñar su primer examen objetivo. La primera vez que lo haga las preguntas tendrán como única referencia su propio criterio y juicio, siempre y cuando se trate de una materia de la cual sea el único profesor. Si hubiere más de un profesor, el examen debe construirse con el criterio de todos ellos.

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Una vez que el examen objetivo se haya aplicado por primera vez, se tendrán indicios objetivos sobre cómo se entendieron o interpretaron las preguntas, cuáles fueron contestadas por la mayoría, cuáles por ninguna persona, cuáles por la minoría de los mejores, cuáles por los peores y cuáles por los mejores solamente. Sin necesidad de hacer cálculos estadísticos, solo utilizando el sentido común y un gráfico para apreciar cómo se comportaron las preguntas, un profesor puede escoger las mejores y así tener mayor seguridad al momento de hacer futuras escogencias, que aquellas hechas al “ojo de la espontaneidad” Los siguientes pasos pueden ayudar a escoger las mejores preguntas: 1. Después de corregir los exámenes, se ordenarán en forma descendente según el número de respuestas correctas. 2. En un papel cuadriculado se dibuja un tablero de doble entrada de tal manera que sobre el eje X se disponga de una casilla para cada una de las preguntas y en el eje Y una para cada individuo. 3. Se anotan las respuestas correctas de cada individuo en una barrita vertical en la casilla correspondiente a cada pregunta; es decir, se elabora una matiz de respuestas correctas. 4. Con las sumas verticales se obtendrá el número de veces que ha sido correctamente contestada cada pregunta. Observando toda la matiz, se tendrá información acerca de si las preguntas tienden a ser bien contestadas por los alumnos que obtuvieron altos puntajes, por los de bajos puntajes, por casi todos o por muy pocos. 5. Con las sumas horizontales se obtendrá el número de respuestas correctas para cada individuo. La suma de los totales verticales y de los totales horizontales deben ser iguales, si la matriz ha sido bien elaborada. 6. Se divide la matriz en tres grupos iguales. El tercio superior constituirá el grupo alto y el tercio inferior, el bajo; el tercio medio no se tendrá en cuenta. Así, se prepara el material para escoger las preguntas por un procedimiento que utiliza la comparación de grupos extremos, en este caso el tercio superior frente al tercio inferior. Este procedimiento será más seguro en la medida en que más individuos intervengan en la matriz de puntajes. Si se tiene información sobre grupos muy pequeños (de quince individuos) se acopiará el material de grupos diferentes siempre y cuando guarden condiciones iguales. Para situaciones habituales en una escuela con grupos cercanos a los cincuenta individuos, se puede en hacer un análisis por grupos extremos.

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2 / / / /

/ /

/

7

10

1

11

8

10

11

PB 9

10 / / / / / / / / / /

/

1

10

9 8 8 7 7 7 5 5 5 5 4 4 4 3 2

Alto

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

1 / / / / / / / / / / / / / /

Gráfico 1 Matriz de respuestas correctas Preguntas 3 4 5 6 7 8 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

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Bajo

Individuos

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7. Se descartan para futuras aplicaciones las siguientes preguntas: a. Aquellas que han sido contestadas por casi todos los individuos; por ejemplo, la pregunta numero 1, a menos que se desee incluirla para crear confianza al alumno. En este caso, debe tenerse en cuenta que es como si el examen tuviera tantas preguntas menos cuantas de estas se incluyen, para efectos de la fiabilidad de la medida. b. Aquellas que han sido contestadas por menos del 10 % del grupo total, a menos que se desee hacer exámenes muy difíciles. Es bueno recordar que exámenes de dificultades extremas disminuyen las probabilidades de ser contestados correctamente porque aumentan las respuestas por adivinación. c. Aquellas que han sido contestadas en igual proporción por individuos del grupo alto y del bajo; por ejemplo, las preguntas 1 y 3 de la matriz. Este fenómeno se define todavía más y tiene mayor significación cuando se trata de grupos numerosos. d. Las contestadas por mas individuos del grupo bajo que del alto. Ejemplo, pregunta 9 de la matriz.

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Las preguntas que tienen las anteriores características no son deseables porque no permiten distinguir los alumnos de alto rendimiento de los de bajo rendimiento, puesto que han sido contestadas por todos, por ninguno o por igual número de altos que de bajos. 8. Se prefieren preguntas que han sido contestadas correctamente por mayor número de altos que de bajos. Ejemplo, preguntas 2, 5, 6 ,7 y 10 de la matriz, cuyo orden de bondad es 6, 2, 7, 10 y 5. 9. Se reordena la matriz de respuestas correctas de tal manera que las preguntas aparezcan ordenadas de las más fáciles (contestadas por la mayoría) a las más difíciles.

10 11 12 13 14 15

/ / / / /

/

14 X

11 V

/ /

/

/ / / 11 ?

/

/ / /

/ / /

PB 9 9 8 8 7 7 7 5 5 5

/

/ 10 V

10 V

10 X

8 V

7 V

/ 1 X

/ 1 X

5 4 4 4 3 2 83

Alto

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Gráfico 2 Matriz de respuestas correctas (reordenada) Preguntas 1 5 8 7 10 3 6 2 4 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

Bajo

Individuos

10. Para futuras aplicaciones se acumulan las preguntas buenas, las que puedan mejorarse o las que se desee ensayar nuevamente. Se conserva también información acerca de su comportamiento en diferentes exámenes y en diferentes grupos, por lo cual es necesario asegurarse la estricta seguridad de los exámenes para evitar su conocimiento previo por parte de los estudiantes. De esta forma se construye un banco de preguntas que en lo sucesivo proveerá material para elaborar exámenes confiables que sirvan a los propósitos que se tengan en mente y con las características deseables.

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I N F O R M E S

Los escritos aquí presentados, concebidos por la misma autora y ordenados en el tiempo lineal ordinario, develan los hilos de su pensamiento, de su sentir y de sus intuiciones; de su realidad y de cómo cambian de ayer a hoy y a mañana. Pero aun así, lo que permite entrever la urdimbre son los núcleos conceptuales que evidencian el “atractor personal” (en la imagen) de quien los crea. Es decir, “su sello”, “su huella”, porque el tiempo de la creación no es lineal, aunque la visión del mundo del autor esté relacionada sincrónicamente con el espíritu de su tiempo. Este libro insiste, sin querer necesariamente hacerlo explícito, y a tráves de todos sus “núcleos”, en el hecho de que es tarea del que es psicólogo –y llegar hacerlo lleva toda una vida– volverse “guardián de las diversidades psíquicas" porque sólo así honorará psique. Y ser “guardián de las diversidades psíquicas” significa, sobre todo, contribuir a desencadenar procesos de resiliencia global... para “salvarse” y “salvar” a los otros de las consecuencias que trae consigo una globalización de la economía, que busca sólo las ganancias monetarias: la “estandarización” del mundo en todas sus dimensiones, la negación de las realidades locales, la subvaloración de las realidades psíquicas y el colapso de este modo de vivir que podría eventualmente arriesgar la vida sobre el planeta Tierra. Ojalá que lo consigamos y que sea así por el bien de todos y del Todo.

NATALIA BECERRA CANO

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