La teoría del proceso de la civilización de Norbert Elias nuevamente en discusión. Una exploración de la emergente sociología de los regímenes* Fred Spier
Sin duda que la tarea de toda teoría sociológica es explicar las peculiaridades que son comunes a todas las posibles sociedades humanas. (Elias, 1987: 15)
INTRODUCCIÓN
Con su teoría de la civilización, Norbert Elias ha conseguido asiento entre los grandes sociólogos de nuestro tiempo. Sus ideas, sin embargo, no son incuestionables. Este texto es una versión adaptada de un artículo en holandés con el mismo ululo (Spier 1995c). La primera versión fue Spier 1994b. Las ideas que aquí se presentan se formularon en una discusión con Mart Bax v Joop Goudsblom a lo largo de años y, de hecho, resulla imposible señalar con precisión quién ha pensado qué. Debo agradecer también los comentarios dejonathan Fletcher y de la redacción del Amsterdnms Sociologisch Tijdschrift, en particular los de Nico Wilterdink. Para la traducción en español, le agradezco en especial a Vera Weiler, profesora de la Universidad Nacional de Colombia, no sólo por su excelente trabajo sino también por su muy estimulante discusión.
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Por el contrario, la teoría de la civilización ha dado motivo para controversias que aún se prolongan (para una visión de conjunto ver: Goudsblom 1987, 1994, Mennell 1989: 227-250). En el presente artículo quiero dirigir la atención ante todo a aquellos tipos d e crítica que m e parecen interesantes. También voy a hacer unos comentarios sobre aspectos de las réplicas que a mi m o d o de ver no facilitan un tratamiento fructífero de las objeciones planteadas. Luego me ocuparé de establecer en qué medida los problemas teóricos que quedan sobre el tapete pueden ser resueltos mejor con la ayuda de la emergente sociología de los regímenes.
EL PROBLEMA CENTRAL
La teoría de la civilización de Elias n o es aplicable a la historia entera de la humanidad. Ella trata de hombres que constituyen Estados, de tipos de sociedades que han desarrollado instituciones centrales relativamente estables que han monopolizado el ejercicio de la violencia legítima. Elias formuló su posición en los siguientes términos: La estabilidad peculiar del aparato de autocoacción psíquica, que aparece como un rasgo decisivo en el hábito de todo individuo civilizado, se encuentra en íntima relación con la constitución de institutos de monopolio de violencia física y con la estabilidad creciente de los órganos sociales centrales. Solamente con la constitución de tales institutos monopolices estables se crea ese aparato formativo que sirve para inculcar al individuo desde pequeño la costumbre permanente de dominarse; sólo gracias a dicho instituto se constituye en el individuo un aparato de autocontrol más estable que, en gran medida, funciona de modo automático. (1987: 453-454)
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Ahora bien, la formación estatal es, vista desde la perspectiva de toda la historia humana, un fenómeno bastante reciente. Los primeros Estados reconocibles como tales con alguna claridad se pueden detectar en varias par tes del mundo hace más o menos cinco mil años. La historia de la humanidad, en cambio, comprende un tiempo mucho más largo. Según algunos, tal vez lleva cien mil, o al menos cuarenta mil años, si se remontan al tiempo del surgimiento del Horno sapiens sapiens. Otros piensan más bien en un período de u n o a dos e, incluso, de cinco millones de años. Estas diferentes visiones están relacionadas con la cuestión sobre desde cuándo puede hablarse de seres humanos en la rama de la especie Homo. Pero independientemente de lo que se piense acerca de estas diferencias, está claro que durante la mayor parte de la historia los hombres han vivido sin Estado. Surge entonces el problema de cómo debe analizarse la economía afectiva de seres humanos que no han conformado un Estado. ¿Habría que partir de que en general no se han comportado de manera civilizada? Y si presentaron formas de comportamiento socialmente reguladas que en sociedades estatales se caracterizarían como civilizadas, ¿cómo deben explicarse estas entonces? Mirando atrás no resulta del todo sorprendente que ese tipo de crítica haya sido formulado primero por los antropólogos. Sus estudios suelen ocuparse ante todo de unidades sociales bastante pequeñas. Aun cuando todas estas a los ojos de las élites nacionales e internacionales en la actualidad forman parte de los Estados, en la práctica a veces experimentan una influencia bastante limitada de esta pertenencia. El antropólogo holandés ILU.E. Thoden van Velzen, quien estudió a los Dyuka de Surinam, observó que ellos muestran claramente formas de autocontrol, y concluyó que la teoría de Elias tenía que ser al menos incompleta (1982). Thoden van Velzen seguramente no fue el primer observador que haya registrado formas de cornportamien259
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to civilizado en la sociedad tribal. El antropólogo canadiense Leslie Drew narró la siguiente descripción (1982: 24): El oficial de marina español Jacinto Caarnano, enviado en 1792 desde la Nueva España hacia el norte para un viaje de reconocimiento a lo largo de la costa occidental de Norteamérica, reportó sobre la comunidad Heida (según el relato de Drew): «That ofall the Indians along the coas!, one couldn 't meet kinder people, more civilised in essentials or of better disposition» (Entre todos los indígenas a lo largo de la costa, no se encuentran otros más amables, más civilizados en esencia o con mejor disposición). Y más recientemente, el antropólogo holandés W.C.E.Rasing (1994) trajo a colación unas descripciones en las que los esquimales que vivieron y siguen viviendo a lo largo de la ahora costa más nororiental de Canadá, son caracterizados en términos análogos. Aunque Rasing se sirvió de una perspectiva figuradonal, planteó a propósito de su estudio interrogantes con respecto al alcance de la teoría d e la civilización (1994c: 278-279). A mi juicio, la crítica de Thoden van Velzen y Rasing es acertada. Sus observaciones sin embargo no llegan a afectar la trama original de la teoría de Elias, es decir, su estudio del proceso de la civilización entre las élites seculares en Europa Occidental desde cerca del año 800 hasta el 1800. Pero las objeciones presentadas por los antropólogos dejan ver claramente que este proceso no p u e d e ser visto como el modelo estándar de todos los procesos civilizatorios que se han dado en la humanidad. Elias se defendió subrayando siempre que no ha habid o sociedades sin alguna forma de civilización. El asunto del cual se había hablado era solamente el de distintos niveles de civilización. En todo caso, Elias nunca abordó sistemáticamente cómo y por qué las sociedades no-estatales habrían alcanzado sus formas de civilización. Así, a la teoría de la civilización de Elias n o se le puede atribuir una cobertura general, aspecto que subraya repetidamente el 260
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sociólogo holandés Goudsblom, el promotor más conocido de la obra de Elias. Por su parte, Goudsblom enfrenta el asunto señalando que, corno parte de su tentativa de resolver los problemas de la sociedad, todos los pueblos —tanto grandes como pequeños— han tenido que aprender y transmitir formas de autocontrol, o sea, de comportamiento coercionado. Aun cuando el carácter y la intensidad de estas formas de civilización a lo largo de la historia presentaron marcadas diferencias, ellas pueden, no obstante, ser vistas como parte de un solo proceso de civilización global (1992: 17-22). Es importante subrayar en qué sentido se distingue la visión que Goudsblom tiene de procesos civilizatorios de la de Elias. Para éste, los procesos de civilización se están dando donde el autocontrol se va haciendo más extenso, d o n d e éste va abarcando a todos los tipos de relaciones de modo más uniforme y más estable (Elias 1983b; 239-240; Israel et al. 1993: 14-15). El concepto de Goudsblom es más dilatado. Para él todas las formas de comportamiento controlado, si bien no responden a los criterios empleados por Elias, son parte del proceso civilizatorio. Para mí es una cuestión aún no resuelta establecer e n qué medida el abandono de las características de un proceso de civilización como lo define Elias nos ayudaría a concluir la discusión satisfactoriamente. Si se describen todas las formas de comportamiento controlado corno civilizadas, se corre el riesgo de una confusión aún mayor. ¿Cómo podríamos, por ejemplo, exponer de m o d o convincente que, en términos sociológicos, el manejo de los campos de exterminio en la Alemania nazi (que apeló claramente a ciertas formas de conducta autodisciplinada) debería ser descrito como una forma determinada de civilización o como la transición de unas condiciones más o menos pacíficas a u n estado de guerra civil, corno se ha podido observar en los últimos años en algunas regiones de América del Sur, África y Europa, caracterizadas por 261
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unas formas de conducta que la gente de sociedades muy pacificadas suele ver como bárbaras, o inhumanas inclusive? ¿Qué hacer con comportamientos de hombres atrapados en un proceso donde se impulsan mutuamente a actuar de m o d o cada vez más cruel y d o n d e no obstante ello surgen permanentemente nuevas formas de autocontrol, como el arte de manejar armas de fuego, por ejemplo? Para el antropólogo holandés Mart Bax, preguntas como estas han sido motivo para poner en discusión la conveniencia del término barbarizadón (1993, 1995, ver también Elias 1989: 391 ss.). Sin profundizar aquí más en esta discusión, me parece claro que el término civilización no es de una clase suficientemente general como para permitir u n análisis fértil de todas las complejidades del comportamiento h u m a n o . Para este propósito se necesita urgentemente un término más general y lo más neutral posible. En lugar del vocablo civilización, como término técnico general para todas las formas de comportamiento aprendido y transferido, yo propongo emplear ei término neutral complejo de regulación del comportamiento. Como u n a especie de abreviación del mismo podemos usar la expresión régimen mediante la cual m e refiero a todos los complejos de regulación del comportamiento que muestran una cierta regularidad. El término proceso de civilización podría ser empleado entonces de acuerdo con los criterios de Elias para referirse al proceso en cuyo curso la autocoerción se va haciendo más general, uniforme y estable. Este modo de ver concuerda bastante con el empleo del término en el lenguaje cotidiano. A pesar d e que no creo que por ese camino se resuelvan todos los problemas de aceptación, esta idea de proceso de civilización puede ayudar a evitar cierta confusión. Tal vez de esta manera también se pueda prevenir la idea de que para los sociólogos de los procesos todas las formas de comportamiento controlado sean civilizadas en
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el sentido en el cual se emplea la palabra en el lenguaje cotidiano.
REGÍMENES
El término proviene del latín régimen. Según Wolters Diccionario latín-holandés (Muller & Renkema 1986: 792-793) fue empleado en el sentido de: «1. Dirigir, por ejemplo, aparejar caballos; 2. Administración, comando, dirección y gobierno. El correspondiente verbo regó tenía el significado: 1. apuntar a algo, dirigir, gobernar; 2.a. Presidir, gobernar, dominar (tanto el gobierno público corno las pasiones); 2.b. Reprender, corregir (de errores y costumbres); y 3. Gobernar». Sería muy interesante hacer una comparación de las maneras en las cuales hoy en día se emplea el término régimen en las distintas lenguas europeas occidentales y americanas modernas, corno inglés británico y norteamericano, español y castellano, francés, italiano, alemán, y holandés. Ya que faltan datos suficientes, no se puede decir mucho corr certeza absoluta. Pero mi impresión es que especialmente en holandés, regímenes cada vez más es utilizado en un sentido que podría ser muy interesante para un posible uso sociológico. Entonces, tal vez valdría la pena reflexionar unos momentos sobre su uso en mi idioma materno. En holandés, según el Gran diccionario de la lengua holandesa Van Dale (Geerts & Hecstermans 1992: 2498) el término régimen se emplea actualmente corr la acepciém de: «1. Sistema de gobierno, sistema estatal; 2. Totalidad de prescripciones con relación al servicio interno en monasterios, internados, prisiones, etc.; 3. Dieta; 4. Ejercicio del gobierno; y 5. Tipo de corriente de u n río». En español, según María Moliner, Diccionario del uso del español (1990, II: 975), el término régimen, significa: «1. 263
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Conjunto de normas que reglamentan cierta cosa: "El régimen de visitas en la cárcel. Régimen alimenticio. Régimen de vida". Específicamente, conjunto de normas higiénicasf...] Modo regular o habitual de producirse cierta cosa: "Régimen de lluvias en una región"; 2. "Régimen político"; y 3. (gramática) Circunstancia de regir determinadas palabras tal cosa o tal preposición...». Con base en esta pequeña comparación, se podría concluir que las diferencias entre el español y el holandés no son tan grandes. Pero más recientemente, en holandés se ha dado una dilatación del significado en dirección a «el conjunto de prescripciones que caracterizan una relación». Así se habla, por ejemplo, de un «régimen más estricto de los vuelos nocturnos» alrededor del aeropuerto internacional de Amsterdam. No sería difícil añadir muchos ejemplos más de este tipo. En otras palabras, el significado del término régimen se está desarrollando cada vez más de gobierno hacia sistema regulado. Esto indudablemente refleja los cambios sociales recientes en materia de poder y dependencias, descritos por el sociólogo holandés Abrarn de Swaan corno transición d e una economía de mando hacia una economía de negociación. No sólo en el idioma holandés diario se le puede observar, sino también en el lenguaje sociológico. En los años ochenta Mart Bax (1982 et al.) y Abrarn d e Swaan (1982 et al.) han introducido, independientemente el u n o del otro, el término régimen en la sociología procesal con el significado de «sistema en determinada manera regulado». Desde entonces, el término ha venido ganando importancia entre los representantes holandeses del enfoque figuracional. En la actualidad hay regímenes religiosos (Bax), regímenes intelectuales (Heilbron 1995), regímenes médicos, regímenes de atención social (De Swaan 1982, 1985, 1989), regímenes pedagógicos (De Vries 1993), regímenes d e regulación d e drogas (Gerritsen 1993), regímenes ecológicos (entre ellos regímenes del fuego), regí264
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menes agrario-militares (Goudsblom 1989, 1992), y regímenes de reuniones (Van Vree 1994).' Seguramente esta enumeración no es completa. No es coincidencia qrte actualmente está decayendo en la sociología procesal el uso del concepto civilización basado en el trabajo de Elias. Mientras en este círculo de sociólogos los regímenes parecen estar sólo al comienzo de su carrera, la situación en el circuito internacional de politólogos es notablemente distinta. El concepto de régimen se viene empleando en numerosos análisis politológicos desde hace ya más de diez años. A pesar de que se había partido de una acepción del término en el sentido de dirección y gobierno, a comienzos de los años ochenta entre politólogos también se ha producido un cambio de significado hacia sistema regulado. Los politólogos de regímenes disponen de un considerable volumen de trabajos donde hace ya al menos quince años se teoriza sobre el surgimiento y el funcionamiento de regímenes; ahora no faltan quienes consideran que los regímenes se han acabado (ver por ejemplo: Cripta et al. 1993; Haas 1980, 1989; J u n n e 1992; Krasner 1982, 1983; Young 1982, 1986, 1989). Es de suponer que la razón de esta diferencia se encuentre en el hecho de que los politólogos antes que los sociólogos estuvieron en busca de un término apropiado para caracterizar toda clase de nacientes acuerdos y asociaciones supranacionales. En la sociología la atención ha sido dirigida ante todo hacia los Estados nacionales como unidad de análisis, naturalmente con la figuración como término más general. A diferencia de los politólogos, en la sociología procesal el término régimen se introdujo para señalar agrupaciones dentro de los Estados. Para agrupaciones supraestatales, es decir para relaciones mundiales, Según Heilbron, el término régimen intelectual ya fue empleado por el sociólogo Auguste Comte.
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algunos sociólogos figuracionales han desenterrado — siguiendo a De Swaan— el término stelsel, que no tiene equivalente en castellano pero cuya acepción es cercana a la del vocablo sistema (o régimen). Así se está pensando en sistemas de idiomas mundiales, un sistema cultural mundial y en un sistema deportivo mundial (De Swaan 1991; Van Bottenburg 1994), por ejemplo. Estos términos se ubican en la tradición del sistema mundial de André Gunder Frank e Imrnanuel Wallerstein. Algunos sociólogos procesales de procedencia británica, en especial Eric Dunning y Stephen Mennell, guardan algunas reservas frente al empleo del término régimen. Pero en los últimos años, especialmente Mennell muestra cada vez más interés en la aceptación de regímenes —tal vez se puede decir que él se encuentra en proceso de adaptación a este nuevo régimen lingüístico—. Historiadores y sociólogos norteamericanos trabajan en creciente medida con el término régimen aunque siempre de un modo laxo, al parecer casi no reflexionado. El sociólogo Thorstein Veblen hacia finales del siglo pasado ya hablaba de un régimen patriarcal (1953: 62) mientras que William Rathje y el periodista Colin Murphy (1992) presentaron un régimen de evacuación de basura para hablar del trato que los hombres dan a sus desechos. En otra parte me encontré con un régimen del uso de las tierras (W. H. McNeill 1978: 3) mientras J.R. McNeill más recientemente señaló u n régimen demográfico (1992: 3). Y corno ejemplo final: en la Cátedra Wertheim (1995) el antropólogo político norteamericano James Scott habló de property, tenure y labor regimes (20 de junio 1995, Knaw Amsterdam). A pesar de la fuerte y creciente popularidad del concepto régimen, hasta ahora la mayoría de los sociólogos figuracionales apenas se ha hecho cargo d e las implicaciones analíticas del concepto. El tratado teórico de firma politológica Determinants of Regime Formation (Gupta et al. 266
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1993) no conoce equivalente sociológico alguno. En rni opinión los aspectos teóricos de la emergente sociología de regímenes han sido muy subestimados. Por eso quiero detenerme en este punto antes de exponer mis ideas acerca de las ventajas que ofrece el término régimen en relación con la discusión sobre los procesos de civilización. Los regímenes pueden ser descritos, entre otros, como conjuntos de estándares de comportamiento en cierta medida compartidos. Esto en el sentido más general comprende tanto formas de conducta que los implicados consideran de cumplimiento obligatorio para otros o para ellos mismos, como otras formas de conducta que ellos u otros deberían abandonar. En otras palabras, los regímenes son complejos de coacción externa y de autocontrol. No es suficiente caracterizar los regímenes sólo como complejos de coacción externa y autocontrol. En cada situación social, la gente también experimenta formas de deseos, de inclinaciones de hacer ciertas cosas o dejarlas. Todos aquellos deseos son profundamente sociales, es decir, formados dentro de procesos continuos de coacción externa y autocontrol. Además, los deseos experimentados por unos se traducen fácilmente en el ejercicio de ciertas formas de coaccicm sobre otros, o de autocontrol de su propia persona. En términos muy generales, pues, se puede concluir que todos los regímenes sociales consisten en un constante juego entre deseos, coacción externa y autocontrol. Al mismo tiempo ellos son conjuntos de relaciones de dependencia. Estas relaciones comprenden conductas que rigen realmente tanto las relaciones mutuas corno los comportamientos esperados. Tanto los comportamientos efectivos corno los esperados tienen relación con las balanzas de poder como las que funcionan en estas relaciones. Sin embargo, las relaciones no pueden ser observadas, las conductas en cambio sí.
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Algunos regímenes pueden ser delimitados muy claramente. La legislación nacional por ejemplo define en términos formales un Estado nacional y así también la agrupación que todos los hombres forman dentro del Estado. De hecho las reglas de cualquier organización fijan en medida significativa el comportamiento prescrito que distingue a la respectiva comunidad de otras. Esto es válido por ejemplo para asociaciones deportivas, partidos políticos, universidades y empresas. Desde luego, en estas comunidades hay muchos comportamientos que no han sido cristalizados en reglas escritas y los reglamentos escritos a veces no son observados —o sólo parcialmente—. Otros regímenes, sin embargo, no cuentan con estándares de comportamiento escritos o disponen de ellos en forma apenas rudimentaria. Esto ocurre por ejemplo en el caso del régimen pedagógico, es decir, del trato entre adultos y niños. Los hombres en general forman parte de un gran número de regímenes. En otras palabras, los regímenes se traslapan mutuamente. Por ejemplo, siempre que ios hombres practican el fútbol se amoldan al régimen vigente en su club favorito. Cuando llegan a casa, allí se habla de otro régimen, mientras la situación laboral probablemente se caracteriza por una gama más o menos amplia de regímenes diversos. Se p u e d e constatar en general que el n ú m e r o de regímenes distinguible en u n a sociedad aumenta en la medida en que avanza la diferenciación de la misma. Este proceso de diferenciación de regímenes es muy largo, de hecho se prolonga durante toda la historia de la humanidad. Una consecuencia de esto consiste en el hecho de que mientras mayor es el número de regímenes de los cuales los hombres forman parte, más crece la necesidad de disponer de un comportamiento flexible para que se pueda adaptar a las diversas condiciones. Sin embargo, n o todos los regímenes se traslapan. Hasta hace poco en muchos países no era fácil, si no imposi268
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ble, tener dos nacionalidades. Este rígido deslinde recientemente estuvo en discusión en los Países Bajos, de manera que se puede preguntar por las razones de este cambio. Del mismo modo, los regímenes formados por las religiones mundiales tradicionales sólo se traslapan raras veces o nunca entre ellas. En la actualidad, por ejemplo, es imposible ser un cristiano declarado y un musulmán al mismo tiempo. Entonces surge el problema de cómo y por qué en el curso de la historia unos regímenes sí se traslapan mientras que con otros no ocurre lo mismo; cómo y por qué se distinguen unos de otros; y cómo y por qué esta situación en el curso del tiempo cambia y luego permanece bastante estable (ver Spier 1990, 1994 a, b; 1995 a, b, c). Los regímenes se distinguen no sólo en cuanto a su carácter sino también por su tamaño. Mientras algunos regímenes entre grupos de recolectores y cazadores al parecer fueron de dimensiones muy limitadas, con las crecientes posibilidades de comunicación actuales, algunos regímenes se extienden por todo el mundo. Esto n o sólo se refiere a organizaciones supranacionales como las Naciones Unidas. Se están formando también regímenes más informales d e dimensión mundial, como el de Internet, donde determinados estándares de comportamiento fueron fijados e impuestos a pesar de que ahí no existe ninguna autoridad institucional que haya asumido esta función. Aquí la imposición se produjo cuando se registraron infracciones contra determinados estándares de comportamiento (las pautas comerciales, por ejemplo, son un tabú en el correo electrónico) como el de hacer pasar rápidamente las diversas noticias. Los infractores fueron bombardeados por otros usuarios del correo electrónico con un sinnúmero de furiosos mensajes de tal manera que de hecho resultaron desacreditados y excluidos de la red. Aquí vernos —dentro de una comunidad sin institución central que contara con un monopolio de la violencia y que pudiera tomar la decisión de condenar a los infracto-
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res a la pena capital social (exclusión de Internet)— mecanismos tribales d e coacción civilizatoria en acción a escala mundial. Lo arriba expuesto ilustra que el término régimen es ampliamente aplicable. Tiene también un carácter mucho más distanciado que el del concepto civilización. Por lo menos en la Europa Occidental, el término regímenes se asocia mucho menos con un significado cotidiano de intenso colorido emocional que podría representar una carga contra la aplicación del término para el uso científico. Aunque el vocablo régimen con frecuencia es empleado en el sentido de régimen dictatorial, ésta seguramente no es su única acepción. Ciertamente se le asocia con coacción social, pero esto resulta conveniente. En todo caso no será necesario demostrar más detenidamente que el concepto de civilización de Elias presenta problemas mayores que el de regímenes, por su mayor divergencia con el sentido asociado en el lenguaje cotidiano con el término. Otro competidor bien consolidado es el término cultura, que parece haberse establecido exitosamente como un término científico neutral. En la conocida definición de Tylor, fa cultura c o m p r e n d e todo comportamiento aprendido y trasmitido. Cabe preguntar, sin embargo, si el término cultura se emplea sistemáticamente también entre antropólogos en ese sentido. Entre ellos el concepto de cultura designa ante todo u n comportamiento interiorizad o y una comunicación a través de símbolos. En el análisis de la coacción y el autocontrol en dicha comunidad se pone mucho menos énfasis. ¿Quién hablaría por ejemplo de la cultura del genocidio o sobre una cultura de cuadrillas de ladrones? En casos como este último, el término subcultura intenta ofrecer solución. En todo caso queda claro que el término cultura de ninguna manera es libre de apreciaciones valorativas. Puede que la afirmación resulte un tanto lúgubre pero, en realidad, tanto u n régimen de guerra como un régimen de fiesta suenan comparativamente 270
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descomplicados cuando se intenta reflexionar de modo más distanciado sobre cómo los hombres se comportan en circunstancias particulares. Y esto es muy necesario. Hay que estudiar justamente este tipo de regímenes —que suele evocar fuertes emociones— con la mayor distancia posible, al menos si se quiere conseguir una idea más profunda acerca de lo que en ellos ocurre. Como consecuencia de lo arriba expuesto, el término régimen debería volverse una pieza central de la formulación teórica en las ciencias sociales; esto con mayor razón por cuanto mediante este término se pvrede establecer una relación entre vínculos de dependencia y estándares de comportamiento. Aquí hay un potencial que ni siquiera el término de figuración logra igualar, y que para el caso de otros términos que aluden a redes humanas resulta aún menos claro. Ello no significa que esos términos cpieden de una vez eliminados. Pero el término régimen también merece un lugar en el firmamento teórico de las ciencias sociales. Girando se pretende entender cómo funcionan los regímenes, hay que enfrentar tres grandes preguntas: ¿cómo y por qué surgieron, se desarrollaron y desaparecieron los diversos regímenes? La explicación del surgimiento de regímenes es sencilla. Todos ellos se forman porque los hombres experimentan un problema y, en consecuencia, tratan de resolverlo desarrollando determinados estándares de comportamiento. Para este mecanismo propongo usar el término deformación de regímenes orientada por problemas. El mecanismo aludido puede registrarse por doquier —con variaciones desde los problemas que se presentan en cualquier familia basta la formación de organizaciones internacionales corno las Naciones Unidas, por ejemplo—. Como todos los aspectos de la existencia humana, los regímenes son compromisos, y esto significa que no concuerdan plenamente con los deseos de todos los implicados. Además todos los regímenes generan efectos no es271
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perados que pueden por su parte conducir a nuevas acomodaciones. Este proceso explica el desarrollo de regímenes en el sentido más general. En la medida en que los regímenes continúan desarrollándose son cada vez menos el resultado planeado d e esfuerzos por resolver problemas directamente experimentados. La Organización del Tratado del Atlántico Norte, Otan, ofrece un ejemplo apropiado para ilustrar por qué los regímenes pueden seguir existiendo aun cuando las circunstancias se modifiquen. Después de la caída del comunismo en Europa Oriental, algunos comentaristas describieron a la Otan como «una solución en busca de un problema». La creciente inestabilidad de algunos de los anteriores países comunistas, inclusive la guerra en la ex Yugoslavia, generó nuevos problemas y contribuyó de esta manera a la supervivencia de la Otan. Los problemas que aseguran la persistencia de un régimen entonces no son per se los mismos que estuvieron en la base de su formación. Esta situación, ampliamente descrita en la sociología organizacional, puede caracterizarse mediante el principio formulado por Stephen Jay Gould corno el de continuidad estructural y cambio funcional. Corno formulación más general se puede afirmar que los regímenes se desvanecen cuando desaparecen los problemas en cuya función surgieron, y cuando estos no son reemplazados por nuevos. Esto merece mucha atención, desafortunadamente todavía n o la atrae sino escasas veces. Los regímenes pueden deshacerse porque su conservación genera demasiados problemas. El caso del Pacto de Varsovia y la división de la Unión Soviética pueden ser descritos en estos términos. Ese tipo de disolución cuenta frecuentemente con gran atención pública.
REGÍMENES ECOLÓGICOS
Norbert Elias afirmó que hay tres tipos fundamentales de problemas con los cuales todos los hombres tienen que
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ver, y en relación con ellos hay tres formas fundamentales de control: se refiere al control del entorno extrahumano, el control de las conexiones interhumanas, y el control de los hombres sobre sí mismos a nivel individual, es decir, la autorregulación (Elias 1982b: 189-190). En analogía con esta clasificación pueden distinguirse tres tipos de regímenes: ecológicos, sociales e individuales (Ver Goudsblom 1992, 1994; Spier 1995a). Con esta tripartición se presenta la clasificación más fundamental de los regímenes. Los regímenes individuales no tienen que ser de carácter social o ecológico. Las personas a veces adoptan formas de conducta que nadie les exige. Por supuesto que todos los regímenes sociales son también regímenes individuales, pero no necesariamente tienen que ver con la naturaleza extrahurnana. Estos regímenes se desarrollaron en la corte española y francesa, por ejemplo (esta última ha sido ampliamente estudiada por Elias). Los regímenes ecológicos —todas las formas de comportamiento medianamente estables con que los hombres se enfrentan a la naturaleza n o humana— son sin excepción también regímenes sociales e individuales. En el opus rnagnum de Elias, los regímenes ecológicos no han jugado un papel de importancia. Pero un mejor concepto de ellos puede ayudar mucho a aclarar las cosas en la discusión acerca de la pregunta por el origen y desarrollo de las formas de civilización en sociedades sin Estado y acerca de los cambios surgidos con la formación de Estados. Un análisis general del papel de los regímenes ecotógicos en la historia de la humanidad en su conjunto revela que el concepto régimen puede ser un instrumento analítico suficientemente general (Ver Goudsblom el al. 1989).' " Mediante el término régimen —con u n significado algo modificado— puede resumirse de manera sencilla incluso tocia la historia cósmica, de la cual la tierra, la vida y la humanidad apenas forman una parte limitada (Ver Spier 1990).
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Los regímenes ecológicos son tan antiguos como la humanidad. En la fase primera y más larga de su historia los hombres vivieron como recolectores, cazadores y pescadores. Su régimen ecológico, es decir, su manera de enfrentar los problemas con el medio ambiente, estuvo en gran medida determinado y limitado por las posibilidades que les ofrecía su entorno; por los aspectos biológicamente establecidos de la naturaleza humana, su conocimiento y su experiencia. Esto último comprendía el conocimiento social, la forma y el grado de organización, al igual que el nivel del conocimiento técnico que ya habían alcanzado los hombres. A lo largo de esta fase de nuestra historia todos los hombres estuvieron directamente implicados en el régim e n ecológico. Todos ellos tenían que conformarse con las estaciones y los efectos que de ellas derivaban sobre el entorno natural que les rodeaba. Esto quiere decir: ellos tenían que luchar por la comida, mientras la superexplotación del medio ambiente conllevaba el peligro de minar la base de la propia existencia. En comparación con posteriores fases de desarrollo ahí había poca diferenciación social. La introducción de la agricultura y la ganadería significaba la transición a nuevos regímenes ecológicos al tiempo q u e el régimen de cazadores y recolectores fue perdiendo importancia, mientras en muchos casos desapareció p o r completo. No es claro en qué medida los hombres portadores de este régimen se extinguieron o se transformaron en agricultores y ganaderos. Pero independientemente de como haya transcurrido el proceso, no hay d u d a de que los portadores del nuevo régimen ecológico a lo largo de muchos milenios se volvieron dominantes en casi todas partes, mientras los cazadores y recolectores fueron cada vez más presionados hacia los límites del m u n d o habitable.
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En el nuevo régimen agrario, los hombres también se impusieron mutuamente y a sí mismos hacer algunas cosas y abandonar otros comportamientos. Goudsblom ha subrayado en otro lugar que para practicar exitosamente la agricultura y la ganadería los nuevos campesinos tuvieron que aprender nuevas formas de autodisciplina (1988: 104131 y Goudsblom et al. 1989, 1996). No podían seguir consumiendo toda la comida disponible, corno en muchos casos lo solían hacer los cazadores y recolectores, por lo menos los ambulantes, ya que para ellos fue de primera importancia poder ir hacia donde había comida. Por el contrario, el consumo desenfrenado de siembras y reservas para el comienzo de la siguiente cosecha conduciría inevitablemente a desastres. Aquellos hombres tenían que adaptarse en creciente medida al ciclo de la agricultura en desarrollo, en la que sembrar, desyerbar y cosechar en el período preciso se vuelve de importancia vital. Se hizo necesario desarrollar métodos para determinar con alguna certeza estos momentos. El éxito en la ganadería necesitaba otras formas de autocontrol. Por ejemplo, los hombres no podían sacrificar su ganado inmediatamente después de su nacimiento. Hubo que aprenderuna mayor previsión y muchas otras formas nuevas de autodisciplina. Todos estos nuevos estándares de comportamiento, resumidos por Goudsblom como régimen agrario, no eran innatos sino que había que aprenderlos. En el mismo período, los tempranos agricultores y campesinos ganaderos pudieron aflojar las riendas del régimen de los recolectores y cazadores, en particular el seguimiento de plantas y animales según las estaciones. En la medida en que desapareció este problema como condición central de la alimentación y, dado que éste no fue reemplazado por otros que hubieran podido perpetuar el régimen, el de los cazadores y recolectores en buena parte iba desapareciendo. De esta manera, simultáneamente con
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la formación del régimen agrario se debilitó y eclipsó el régimen de los cazadores y recolectores. En términos de Elias, este proceso de debilitamiento y eclipse de regímenes —que salta mucho menos a la vista que los procesos de formación y consolidación d e regímenes— se puede describir como una tendencia hacia la descivilización, o tal vez incluso, como un proceso de descivilización. Este tipo de procesos en general recibe poca atención académica pero, en mi opinión, una observación más detenida es esencial para conseguir u n cuadro equilibrado de los cambios de la economía afectiva y de los comportamientos d e los hombres, no sólo a través de la transición hacia una existencia agrícola, sino en principio siempre y en todas partes d o n d e se estudian procesos de civilización. Corno parte de estos desarrollos se incrementaron las diferencias en cuanto a las funciones sociales, los poderes y las pautas de prestigio. Especialmente el desarrollo de Estados tempranos condujo a una situación d e creciente diferenciación social, d o n d e cada vez más hombres resultaban dependientes entre ellos y d o n d e resultaban cada vez menos afectados directamente p o r el medio ambiente circundante. Príncipes y sacerdotes, comerciantes y artesanos tuvieron que ver en creciente medida con las relaciones interhumanas, mientras los campesinos experimentaban la presión directa del régimen ecológico. Las capas superiores y medias comenzaron a perder de vista el régimen ecológico. Asimismo, en este proceso se presentaron tendencias de civilización y de descivilización al mismo tiempo. La gran mayoría de la población —ante todo campesinos, pescadores y mineros— continuaron experimentando a diario la presión del régimen ecológico. Variando una caracterización de Goudsblom en relación con la «sociedad cortesana europea en su apogeo» (1994: 12) puede constatarse para muchas sociedades agrariornilitares que las capas medias de la sociedad sustentaban y 276
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formaban ante todo el régimen económico. El trato mutuo entre los cortesanos estuvo fuertemente orientado hacia la etiqueta, mientras los sacerdotes se convirtieron en expertos de la ética. Estos seguramente no eran los únicos regímenes de los cuales estos hombres formaban parte, pero tal vez eran los regímenes de los cuales derivaban la mayor parte de su identidad. Todos estos hombres miraban la vida campesina desde arriba, y lo mismo ocurría con el régimen ecológico que los campesinos representaban. Trabajar la tierra y el trabajo manual en general se tornaron profesiones con un bajo valor distintivo. La jerarquía de estatus resultó cada vez más determinada en la medida en que los hombres lograban conservar limpias sus manos y su vestimenta y, relacionado con esto, por ideas asociadas a la pureza y suciedad. Especialmente en la India, pero también en otras partes, la limpieza y el prestigio social llegaron a estar estrechamente entrelazados. Hasta el día de hoy, mucha gente que no trabaja la tierra ve la vida campesina y el régimen agrario como un modo de existencia propio de un estatus inferior. A lo largo del último milenio se intensificó y expandió el régimen económico, especialmente en sociedades noratlánticas. Ante todo, la tercera gran transformación ecológica —el paso a un modo de vida industrial basado en el amplio uso de fuentes de energía principalmente fósiles— contribuyó fuertemente a ello. Las posibilidades ofrecidas por la industrialización y también el hecho de que cada vez más gente iba a vivir en grandes concentraciones urbanas y no siguió trabajando el campo, estimularon un creciente sentimiento de independencia con respecto a la naturaleza no humana. En consecuencia, muchos hombres perdieron de vista cada vez más al régimen ecológico. El surgimiento de la conciencia ecológica, —y con ella el de nuevas formas de regímenes ecológicos— se originó por la aparición de nuevos problemas, porque unos pro277
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blemas ya existentes se agravaron, y por una nueva sensibilidad frente a problemas antiguos. La creciente contaminación del aire, del agua y del suelo y ante todo también la creciente percepción de los peligros que esto trajo consigo —el miedo al agotamiento de fuentes naturales consideradas de importancia vital, la extinción de familias enteras de plantas y animales y más recientemente la posibilidad de que el comportamiento humano cause daños serios al ecosistema terrestre entero— contribuyeron al surgimiento y desarrollo del actual nuevo régimen ecológico. En este nuevo régimen los hombres en muchos aspectos no dependen directamente de la naturaleza pero no obstante se han vuelto cada vez más conscientes de que su comportamiento p u e d e producir grandes efectos sobre el medio ambiente natural, los cuales pueden afectarlos a ellos mismos así como pueden influir negativamente sobre las posibilidades posteriores d e u n a vida en prosperidad y bienestar. Propongo denominar este tipo de régimen ecológico, que es nuevo en la historia de la humanidad, con el término de régimen ambiental (Ver Spier 1995a, c 1996). Como en todos los regímenes, también en éste los hombres experimentan deseos, hacen determinadas cosas y dej a n de hacer otras, y con esto también conforman y definen una constelación d e dependencia mutua. La difusión e intensificación del régimen ambiental puede ser interpretada como la ecologización de la sociedad (Ver Schmidt 1993; Gijswijt 1995, Aarts et al. 1995).
REGÍMENES Y PROCESOS DE CIVILIZACIÓN
La utilidad del término régimen en relación con la discusión sobre civilización y descivilización se encuentra entre otros en el mayor grado de abstracción con que pueden ser descritos procesos de comportamiento. Si un régimen se desarrolla en el sentido de Elias —es decir, en un auto278
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control más general, uniforme y estable—, entonces se puede decir cjue este régimen experimenta un proceso de civilización. Cuando se da el caso inverso, se trata de un proceso de descivilización. Y cuando los desarrollos sólo presentan algunas características, se puede hablar de tendencias de civilización y descivilización (Ver Fletcher 1994). Dos de los criterios de Elias para procesos de civilización, el del autocontrol más uniforme y estable, parecen evidentes. El tercer criterio —que el autocontrol tiene que tornarse más generalizado— presenta problemas. A mi juicio este último implica entre otros cine el autocontrol se expresa en cada vez más aspectos de la vida social. En otras palabras, deben estar e n j u e g o cada vez más regímenes diversos. La pregunta que resulta entonces es: ¿de cuántos regímenes se trata, y de cuáles? Es decir: ¿en cuáles situaciones se considera dominante el proceso de civilización, y en cuáles circunstancias se caracteriza por lo contrario (descivilización), dado que casi siempre estos procesos ocurren al mismo tiempo pero no en la misma medida? Para esto no he encontrado todavía una buena respuesta. El estudio empírico de Elias de los procesos de civilización en gran parte tiene relación con el trato mutuo obligatorio entre las élites de Europa Occidental durante el período que va desde la Edad Media hasta la Revolución Francesa. A pesar de que Elias seguramente tuvo un sentido agudo por la manera de proceder de la nobleza en relación con los subordinados, ésta juega un papel pasajero en la presentación de su material empírico. En su trabajo técnico tardío, en cambio, a esto le concede un lugar destacado (1983a: 190-192, 1983b: 311-330). El comportamiento noble frente a los dependientes fue con frecuencia claramente menos reservado que los intercambios fuertemente estilizados entre los cortesanos mismos. Y donde la postura frente a los inferiores se envuelve en una salsa de 279
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civilización, esto probablemente se debía más a condiciones circunstanciales en el círculo propio o en razón de estándares de comportamiento interiorizados y sentimientos generados por la coacción civilizatoria en la corte, que a necesidades o deseos de conseguir la benevolencia de los subditos. En el período arriba comentado el proceso de la civilización señalado por Elias conoció, pues, una dimensión social limitada y seguramente no se extendió completamente y en igual medida sobre todos los regímenes vigentes entre los implicados. Elias mismo ha subrayado eso. Dicho episodio permite reconocer claramente un proceso de restricción y refinamiento de los regímenes en el comportamiento entre las élites d e Europa Occidental. Si — siguiendo a Elias— estas modificaciones se describen como un proceso de civilización —lo cual me parecería justificado— ¿dónde ubicar entonces los límites? ¿Cuándo hablamos sólo de procesos d e restricción de regímenes? ¿Y cuándo d e tendencias o procesos de civilización? Ahí surge el siguiente problema. Los procesos de restricción y debilitamiento d e regímenes por lo común se presentarán de m o d o simultáneo y, a veces, incluso dentro del mismo régimen. El surgimiento de un régimen de guerra, por ejemplo, puede demandar un creciente autocontrol como es necesario para no ser alcanzado por balas o esquirlas de granada. Al mismo tiempo puede haber también una creciente presión para que se dé rienda suelta a las emociones y a la violencia. Esto es sin d u d a el caso d e las guerras europeas del pasado y del presente, así corno del pasado más lejano. El surgimiento del régimen guerrero medieval, por ejemplo, se caracterizó asimismo p o r formas tanto d e restricción como de debilitamiento de los regímenes. 3 Todos los regímenes guerreros así como los regímenes que se preparan para la guerra recurren a formas de autodisciplina. En el desarrollo (continúa en la página siguiente) 280
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En el régimen cortesano francés, en cambio, la violencia en el trato mutuo era fuertemente censurada. En razón del monopolio central de la violencia los cortesanos no se podían permitir alzar la mano entre ellos. La pelea se libraba con medios más refinados. Como ya se ha dicho, la transición de un régimen guerrero medieval a un régimen cortesano se puede describir en parte como un proceso de restricción y refinamiento de regímenes. Pero se trató también de diversas formas de debilitamiento y eclipse de regímenes. Los cortesanos ya no tenían que preocuparse más por la etiqueta guerrera, la presión de la guerra o las reglas de los torneos. En consecuencia, podían abandonar formas de autocoacción y refinamiento del comportamiento que habían sido relacionadas con aquellas presiones (Ver Maso 1982: 321-322). Estos desarrollos deben considerarse en los términos ya señalados de debilitamiento y eclipse de regímenes y tal vez también como tendencias o procesos de descivilización. La diferencia obviamente no consiste sólo en que durante el gobierno de Luis XIV haya habido menos guerras. No es tan claro. Pero lo cierto es que el régimen guerrero se modificó. Las guerras, entre otros, cobraron dimensiones mayores. La concomitante división de trabajo habilitó a los cortesanos franceses para delegar toda la presión del régimen de guerra a representantes especializados y, en consecuencia, también pudieron abandonar formas de comportamiento asociadas con la lucha directa.
de las organizaciones militares en el milenio concluido puede percibirse una clara tendencia en dirección hacia formas más universales, más uniformes y más estables de coacción externa y autocoacción, es decir, de una tendencia civilizatoria o de un proceso de civilización. La presión que hoy en día se siente hacia una cierta reserva, junto con el desarrollo técnico que crea una distancia cada vez mayor para matar y herir enemigos, forma parte de dicha tendencia.
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De m o d o comparable —si bien en m e n o r medida—, estos desarrollos se presentaron de la misma manera en relación con el régimen ecológico. Si bien la nobleza medieval probablemente pocas veces o nunca haya trabajado la tierra con sus propias manos, los guerreros tuvieron en todo caso un contacto mucho más directo con los campesinos que sus pares en la corte francesa. Estos últimos sintieron raras veces o nunca la presión directa del régimen ecológico. Los cortesanos se preocupaban ante todo por los esfuerzos de los subditos en el campo cuando estos les proporcionaban muy poca ganancia material. De esta manera, el régimen ecológico había casi completamente desaparecido del horizonte mental d e los señores. Y cuando se percataban d e él, lo consideraban con desprecio. Si definimos al ya comentado proceso de restriccicin de regímenes como un proceso de civilización, ¿en qué medida podrían considerarse entonces los mencionados procesos de debilitamiento y eclipse de regímenes como tendencias o procesos de descivilización? y ¿cómo denominarnos entonces el proceso en su conjunto? No sé las respuestas a estos interrogantes. Hacen falta criterios claros. Tales pautas pueden resultar quizás d e la discusión académica cuando vayamos a experimentar con estos términos. Las tendencias y los procesos espectaculares de descivilización europea son ante todo los que hasta el momento han llamado la atención académica europea, corno el surgimiento de la Alemania nazi y más recientemente el d e r r u m b e del o r d e n y d e la autoridad en Bosnia-Herzegovina. Los problemas d e violencia más agudos, más tempranos y más duraderos en América Central y del Sur escaparon casi por completo a los ojos escrutadores de los estudiosos europeos, ya que ellos no fueron afectados en forma más o menos directa por sus consecuencias. Las tendencias y los procesos de descivilización más corrientes y más pacíficos q u e se presentan con mayor fre282
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cuencia, en cambio, no han generado todavía la atención que merecen. Esto se debe al hecho de que no llama mucho la atención la desaparición de comportamientos que dejan de ser funcionales; significa también la desaparición de los problemas que formaban la base de los mismos. El surgimiento de nuevos problemas, en cambio —y con esto el surgimiento de nuevos regímenes—, atrae mucho la atención. Esto representa una lamentable deformación. Podemos conseguir un cuadro más equilibrado de los procesos de civilización tan sólo si los procesos de restricción y debilitamiento de los regímenes, tanto los más sobresalientes como los más escondidos, son investigados sistemáticamente.
DIVERSAS FUENTES DE CIVILIZACIÓN
Según Elias, la formación de un monopolio central sobre el ejercicio de la violencia legítima fue la causa principal del proceso de civilización en Europa Occidental, lo cual iba mano a mano con una creciente diferenciación social, división de trabajo, etc. Este concepto aquí no está en discusiém. Podernos preguntar, sin embargo, si Elias consideró en esta premisa todas las fuentes de procesos de civilización, incluyendo las formas de comportamiento civilizado en sociedades sin Estado que ya se ha señalado en los comentarios críticos de Thoden van Velzen y Rasing. Aunque no pueda presentar aquí un catálogo completo de todas las fuentes posibles de civilización, rne parece claro que Elias no prestó atención sistemáticamente a los impulsos civilizatorios provenientes de regímenes ecológicos, es decir, a las maneras como los hombres se enfrentan a su medio ambiente natural. Pero hay al menos un pasaje en la obra de Elias que indica que el viejo maestro seguramente tuvo ojo para los efectos civilizatorios del ré-
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gimen ecológico (1982: 190-191). Pero hasta d o n d e yo sé él nunca elaboró el terna. Vale la pena enfatizar que todos los regímenes ecológicos son también regímenes sociales. Todos ellos exigen formas de cooperación que representan formas de comportamiento controlado. Regímenes ecológicos semejantes —como por ejemplo, los regímenes de cazadores y recolectores, los regímenes de agricultores y ganaderos, el régimen industrial, los regímenes de pescadores y de mineros—, presentan cada uno determinadas características sociales. Así muchas, si no todas las sociedades de agricultores, tienen entre ellas más en común que con sociedades de cazadores y recolectores —que, por su parte, se parecen mucho entre ellas—. Lo mismo es válido mutatis rnutandis para todos los demás regímenes ecológicos. La misma cuestión se puede plantear también para subregímenes dentro de regímenes ecológicos grandes. Por ejemplo: ¿qué tienen en común pueblos que viven de la agricultura a base de irrigación? ¿Tienen más en común entre ellos que con otras sociedades agrícolas? ¿Hay regímenes semejantes para agricultores que construyen diques? ¿Qué formas de cooperación eran necesarias? ¿Qué formas de civilización surgieron corno resultado? Quisiera elaborar un poco más un tipo de régimen ecológico como fuente de civilización. En general, la agricultura exigía un modo de vida más sedentario que el régimen d e cazadores y recolectores. Las inversiones que se hacían en los campos, las herramientas, la cosecha recogida y la siembra hacían incómodo el andar d e u n sitio a otro. En otras palabras, independientemente d e si había un monopolio central d e la violencia o no, la actividad de la agricultura ató a los hombres a la tierra y reforzó también los lazos entre ellos mismos. Quizá a esto se deba el que los pueblos campesinos se parecen más a las sociedades cortesanas de lo que supondríamos a primer vista. Miremos al siguiente pasaje de La sociedad cortesana de Elias: 284
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[...] pues éste entabla en general, una relación duradera, de toda la vida, con cada uno de los demás miembros de su sociedad; todos estos hombres cortesanos están, sin posible escapatoria, en manos unos de otros, más o menos, según su posición en la sociedad cortesana, como amigos, como enemigos o como relativamente neutrales. Ya por esto necesitan tener siempre máximo cuidado en todo encuentro. Precaución o reserva es, en consecuencia, una de las dominantes más importantes de la cortesana manipulación de hombres. Justamente porque toda relación es, en esta sociedad, necesariamente una relación duradera, una sola expresión impensada puede tener efectos permanentes. (1982a: 149-150) Cuando, después de mi primer estadía en el pueblo surandino peruano de Zurite, leí esta descripción de regreso en Holanda, me atravesó un rayo de luz: esto yo lo había visto allí. Los campesinos andinos que en gran parte se autoabastecen son entre ellos —en muchos aspectos— extremadamente reservados y presentan toda clase de comportamientos estilizados que yo justamente con mucho esfuerzo me había apropiado, por lo menos hasta cierta medida. Estas formas de civilización campesina entre ciudadanos establecidos con orientación hispanohablante en la cercana ciudad de Cuzco están ausentes casi por completo y a veces incluso son desconocidas. El reservado comportamiento andino no puede explicarse del todo a partir del hecho de que Zurite y sus alrededores llevan siglos bajo formas de autoridad estatal. La vida social en el Cuzco también fue parte del Estado colonial y después peruano, y tal vez experimentó aún más sus presiones. Este complejo de comportamiento campesino surge en primer lugar a partir del régimen ecológico y del régimen social vigente en los Andes, con éste relacionado. Ambos vienen ya siendo bastante estables desde hace siglos. Como parle de este régimen, los campesinos y campesinas
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permanecen estrechamente dependientes entre sí desde su nacimiento hasta su muerte. Se necesita trabajar el campo en ayni, trabajo común, mientras se realizan tareas comunitarias casi siempre en una forma parecida, faina. Sin estos tipos de trabajo común no se puede sobrevivir en las circunstancias ecológicas tales corno rigen allí, dados ciertos niveles tecnológicos y sociales. Esto significa que es necesario evitar conflictos abiertos, ya que estos p o n e n en peligro la necesaria cooperación diaria. De ahí que estos campesinos guarden ciertas reservas entre ellos, y se comporten con fornras estilizadas. Hay más razones por las cuales los campesinos se mueven así en sus pueblos, como por ejemplo el compadrazgo, el cual funciona como colchón social. De igual manera produce formas estilizadas de comportamiento, y tal vez más en el campo que e n ciudades como Cuzco, ya que en la vida urbana siempre hay más escape, más espacio a d o n d e puede irse sin ser controlado por otros. En términos generales, los efectos civilizatorios del régimen ecológico pueden servir para explicar las observaciones que llevaron a T h o d e n van Velzen a la conclusión de que los Dyuka de Surinam también presentan ciertas características civilizatorias. De la misma manera puede entenderse p o r qué, en el análisis de Rasing, los esquimales canadienses presentaron todo tipo de comportamiento reservado. Este mismo hecho puede ayudar a comprender por qué Rasing pensaba reconocer tendencias de descivilización en razón de la incorporación de los esquimales en el Estado canadiense, pues al mismo tiempo feneció en buena parte el régimen ecológico hasta entonces vigente, al igual que el régimen social relacionado con éste. La presión civilizatoria por parte de las autoridades canadienses no tuvo la suficiente fuerza corno para mantener las riendas locales tan fuertes como había ocurrido en el caso anterior.
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No resulta extraño que Elias prestara relativamente poca atención a los efectos civilizatorios del régimen ecológico. Las élites sobre las cuales concentró su atención no estuvieron dilectamente afectadas por el régimen ecológico de su tiempo. En su proceso civilizatorio el régimen ecológico jugó un papel marginal y experimentó más bien un proceso de debilitamiento. A esto se suma lo siguiente: en el período en que Elias escribió su gran obra en la sociología no era de buen tono prestar sistemáticamente atención a las relaciones entre los hombres y su entorno natural. Esto puede entenderse a partir del hecho de que el régimen ecológico escapaba de la vista para cada vez más hombres de nuestra sociedad, y el estudio del mismo no gozaba de mayor prestigio. Pero a mediados de los años ochenta cobró fuerza la idea de que nuestras actividades económicas desenfrenadas conllevan efectos ecológicos no previstos, los cuales en creciente medida fueron considerados nocivos. Entonces, surgió una amplia atención para esta temática en la ciencia social.
C I V I L I Z A C I Ó N Y BARBARIZACIÓN
En su informe sobre los actos violentos en y alrededor del pueblo bosnio de Medyugorye (1993, 1995), Mart Bax advirtió que éstos estuvieron acompañados por nuevas formas de control y dependencia. ¿Cómo debe ser visto tal proceso en el cuadro de la teoría de procesos civilizatorios de Elias? ¿Se hablaba aquí sólo de un proceso de descivilizaciém o incluso de un proceso de barbarización? o ¿podían percibirse también tendencias civilizatorias? Los argumentos recientemente presentados por la científica social norteamericana Madeleine Fletcher (1995) pueden contribuir a comprender mejor esta cuestión. Pensando en lo que ella denominó la dicotomía, tribal-feudal 287
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afirmó que en sociedades tribales —que se caracterizan entre otros por la ausencia de un monopolio central sobre los medios legítimos de violencia— la seguridad de los individuos se garantiza por el grupo al que él o ella pertenece. Esta relación a menudo se define en importante medida en términos de consanguinidad. Si te sucede algo, el grupo torna venganza en los miembros del grupo al cual considera que pertenece el autor, y n o per se única y exclusivamente en el autor. En sociedades estatales, en cambio, quien ejerce el monopolio de la violencia asume la tarea de castigar a los autores por sus infracciones. Cuando, planteado en mis términos, se derrumba un régimen estatal —no importa por qué razones— puede el régimen tribal, y con él el mecanismo de la vendetta, surgir y llegar a prevalecer rápidamente. Tal vez ambos regímenes pueden encontrarse en muchas, si n o en todas, las sociedades estatales, aunque en la mayoría de los Estados noratlánticos los regímenes tribales muchas veces son muy débiles y su presencia apenas se siente. La situación en Irlanda del Norte y en el País Vasco, sin embargo, ofrece ejemplos de regímenes tribales relativamente fuertes en los Estados nacionales. También las pandillas callejeras —a veces muy violentas— que se presentan en los centros urbanos norteamericanos, lo mismo que todo tipo de agrupaciones terroristas, ptreden ser clasificadas bajo este denominador. La fuerza y dimensión de ese tipo de regímenes tribales presenta una relación directa con la solidez del régimen estatal del cual forma parte. Tal vez estos conocimientos puedan arrojar más luz sobre el problema señalado p o r Bax. Con respecto a Bosnia, constataba el derrumbe de la autoridad estatal. Este estuvo acompañado p o r el surgimiento y robustecimiento de regímenes tribales. Los clanes familiares se presentaron más estrechamente relacionados entre sí y sus miembros se vieron sometidos a pautas de comportamiento más rigurosas en su trato mutuo. Aquí se presentó un proceso 288
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de reforzamiento de un régimen tribal, una tendencia civilizadora, si se quiere. Al mismo tiempo cambió radicalmente el carácter del comportamiento frente a quienes fueron considerados cada vez más como extranjeros. Había cada vez menos necesidad de enfrentarse a los rivales de forma pacífica y reservada. Según Bax, ante todo en la fase inicial los enfrentamientos eran más fuertes regularmente. Pero ya pronto el conflicto se asumió de modo más calculado y disciplinado. Las relaciones interétnicas —que en cierta medida fueron redefinidas— experimentaron entonces procesos tanto de debilitamiento como de restricción de regímenes. Ahora, ¿cómo debe entenderse este proceso en su conjunto? Mientras entre los regímenes tribales se presentaba una creciente espiral de violencia, es decir, un proceso de descivilización o, quizás, un proceso de barbarización, se podían percibir también tendencias hacia la restricción del régimen. Asimismo, en cada clan se pusieron en marcha tendencias civilizadoras, es decir, que los respectivos miembros resultaron cada vez más dependientes entre ellos. En resumidas cuentas, los desarrollos entre los diversos regímenes n o se ajustan todos de igual manera a los criterios señalados por Elias para los procesos de civilización. La confrontación en Medyugorye llegó a su fin cuando una unidad paramilitar croata con mano dura introdujo una autoridad supratribal y, así, los sucesivos conflictos entre los restantes clanes en gran parte fueron despojados de sus aspectos violentos. Ahí se trataba del mismo mecanismo, pero con signos inversos. Tendencias de civilización y descivilización se presentaron aquí también de manera simultánea. H u b o una espiral de paz bajo la coacción externa. Esto plantea el siguiente problema. En situaciones de guerra, el comportamiento cruel frente a enemigos desamparados tal vez no sea causado únicamente porque los 289
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hombres pueden soltar las riendas culturales. La fuerte presión hacia la solidaridad interna d e los grupos en conflicto también puede jugar u n papel destacado en estos casos, pues todos los contrincantes están compenetrados porque su vida puede d e p e n d e r del grado de solidaridad que desarrollen sus copartidarios en situaciones de emergencia. En situaciones difíciles ellos son los únicos que pueden prestarles ayuda. Esto vuelve sobremanera riesgoso el sustraerse d e las crueldades cuando la poderosa mayoría de las propias filas se excede en la utilización d e la violencia. Un comportamiento evasivo p u e d e implicar una pérdida seria de prestigio dentro del propio grupo, lo cual reduce las propias posibilidades de supervivencia. En este tipo de situaciones puede desarrollarse entonces una fuerte presión social hacia un comportamiento despiadado que no debe equipararse única y exclusivamente con la eliminación de estándares civilizados de comportamiento y la concomitante admisión de impulsos directos. Queda sobre el tapete la pregunta de p o r qué —en tales circunstancias— comportamientos sin compasión pueden conllevar prestigio social mientras que cualquier intento de evitarlos puede afectar el propio estatus. C o m o sea, el surgimiento de un comportamiento cruel puede ir de la mano con formas de creciente autocohesión, o sea, con restricción de régimen. Este fenómeno probablemente se presenta en todas las guerras. Hablar de procesos de civilización o de descivilización depende también d e la unidad de análisis. Como la atención estuvo dirigida en primer lugar sobre la acción de algún clan, el derrumbe del Estado y el proceso de militarización sólo conllevaron a un proceso de restricción de régimen interno. Esto tal vez deba describirse corno una tendencia de civilización. Las relaciones entre familias ampliadas, en cambio, experimentaron durante el mismo período tendencias tanto de descivilización como de civilización. Para denominar el proceso en su conjunto se re290
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quiere establecer qué tendencia se considera como dominante. Queda la pregunta sobre cómo deben caracterizarse entonces los desarrollos que comprenden tendencias de civilización y de descivilización a! mismo tiempo, sin que ninguna de las dos se revele como la dominante. Un problema comparable surge cuando se quiere analizar la situación de los campos de concentración alemanes en términos de civilización y de descivilización. Los guardianes de los campos podían comportarse en relación con los presos despiadadamente. Pero al mismo tiempo los jefes desarrollaron determinadas formas de comportamiento calculado, es decir, disciplinado en relación con los encerrados. La élite además dependía más que antes de sí misma, lo cual asimismo conllevó a determinadas formas de comportamiento controlado. Y una vez en esta situación, también en este caso debió resultar difícil sustraerse a la presión de cometer crueldades. Este conjunto complej o de tendencias de civilización y descivilización en los distintos regímenes hace también imposible calificar al proceso en general inequívocamente sólo en términos de civilización, o descivilización, o incluso barbarización. Estos problemas de ponderación surgen en alguna medida también para el período estudiado por Elias. Mientras la sociedad cortesana francesa del siglo XVIII cultivó las más diversas maneras de comportamiento refinado, las guerras y otras formas de violencia entre sociedades europeas eran el pan de cada día, posiblemente en razón del crecido poder del Estado francés en su conjunto. La diferencia con la situación en Bosnia se halla sin embargo en el hecho de que los cortesanos mismos no estuvieron afectados directamente por estos conflictos, lo cual los puso en condición de distanciarse de ellos. T o d o esto formó parte de su proceso de civilización y estuvo directamente relacionado con el asunto de la creciente dimensión de las estructuras de interdependencias, sobre las cuales Elias tanto insistió. 291
Fred Spier CONCLUSIONES
El concepto de civilización no es de un grado suficientemente general como para describir satisfactoriamente el carácter y los desarrollos de todo comportamiento humano. A mi juicio el término régimen bien puede cumplir semejante función y sirve, empleado más sistemáticamente, para señalar complejos de estándares d e comportamiento. En los términos más generales, los regímenes surgen y se desarrollan como soluciones a problemas sociales, mientras desaparecen cuando los problemas que impulsaron su formación y desarrollo dejan de existir sin que se hayan presentado otros en su lugar. El proceso de formación, desarrollo y eclipse de diversos regímenes debería investigarse en forma sistemática. Pueden distinguirse tres tipos principales de regímenes: regímenes individuales, sociales y ecológicos. Ante todo los dos últimos tipos son fuentes d e civilización y descivilización. La influencia civilizadora del régimen ecológico ha sido atendida por Elias sólo muy de paso, pero se le puede reconocer un papel importante. Con ello pueden explicarse particularmente formas de comportamiento controlado en sociedades sin Estado. No estoy seguro de que con la introducción de regímenes ecológicos todas las posibles fuentes generales de comportamiento civilizado estén cubiertas, pero hasta el momento no se imponen otros. Un problema elaborado todavía insatisfactoriamente es la pregunta por la influencia mutua entre regímenes sociales y ecológicos. Los conceptos d e civilización y descivilización pueden servir como términos más específicos para indicar la dirección en la cual se desarrollan regímenes o sistemas (complejos) d e regímenes. Para finalizar, quiero subrayar que se puede ver el auge del término régimen en Holanda y la concomitante disminución del uso del de civilización como un indicio de la 292
La teoría del proceso de la civilización... presencia de dos regímenes académicos. De ambos, el eliasiano más ortodoxo está perdiendo influencia, mientras el o t r o continúa su ascenso. Dejo a los lectores o las lectoras juzgar si en este caso se trata de procesos de civilización o descivilización; o si la situación se c o m p r e n d e mejor dejando d e lado esta discusión y analizando estos procesos simplemente en términos d e regímenes.
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