exposición - Cabildo de Gran Canaria

rica herencia pictórica de su padre, uno de los grandes pintores de bodegones florales del barroco, Juan de arellano. Bodegón con frutas y caza, del siglo XViii,.
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La definición más común de bodegón, es aquella que describe una composición artística que representa objetos sin vida en un espacio concreto, tales como animales de caza, frutas, flores, útiles de cocina, libros, cestos, etc. Los objetos se disponen mayoritariamente sobre un fondo de interior -aunque algunos integran fragmentos de paisajes-, permitiendo al artista hacer uso del color y el dibujo con cierta libertad compositiva. La terminología empleada para designar a este tipo de pinturas ha variado continuamente a lo largo de los siglos, en los que se ha utilizado el término bodegón tanto en un sentido general, como de manera más particular o descriptiva, hasta integrar definitivamente el concepto foráneo de naturaleza muerta. Lo cierto es que el bodegón ayuda a descubrir los elementos configuradores del mundo doméstico, es un auténtico balcón para asomarse a una parte privada del ser humano, además de una especialidad artística nutrida de significados, por la carga simbólica o alegórica de algunas de sus representaciones. Si realizamos un pequeño paseo histórico-artístico, vemos que a finales del siglo XVI nace el bodegón como género independiente, de manera paralela en las sociedades aristócratas y burguesas, cuando el resto de las categorías pictóricas ya habían conseguido su independencia. El siglo XVII fue el del triunfo de este género pictórico en casi toda Europa, para ya en el XVIII continuar con fuerza, con un carácter cada vez más decorativo y realista, abandonando las connotaciones religiosas y alegóricas. En el XIX, los movimientos realista e impresionista, en su valoración de la cotidianidad, lo revalorizan, mientras que las vanguardias del siglo XX, estarán más interesadas en los valores estructurales de las formas que en su significado. Los bodegones son en la actualidad uno de los temas más cultivados por los artistas, con intenciones decorativas al usar elementos fácilmente reconocibles y apreciables, pero también para especular formalmente, experimentar con las formas y expresar sensaciones.

Horarios: Lunes a viernes de 10.00 a 21.00 horas. Sábados de 10.00 a 18.00 horas. Domingos y festivos de 10.00 a 15.00 horas. Cerrada: 24, 25, 31 diciembre 2015, 1 y 6 enero 2016.

Casa de Colón C/ Colón, 1 · 35001 Las Palmas de Gran Canaria Tel. 928 312 373 / 384 / 386 [email protected] www.casadecolon.com

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LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

La exposición “bodegones en la Colección de la Casa de Colón”, propone una aproximación al género desde el siglo XVII hasta finales del siglo XX. El tránsito desde el siglo XVII al XIX, se realiza mediante cuatro magníficas piezas, un Bodegón con frutas y caza, de inicios del XVII y origen flamenco, donde la exuberancia, el dinamismo y el vivo colorido es fiel reflejo de una burguesía de comerciantes, que tiende al lujo y la ostentación; un cesto de flores del pintor José de Arellano (1665-1710), depósito del Museo del Prado, que recoge la rica herencia pictórica de su padre, uno de los grandes pintores de bodegones florales del barroco, Juan de Arellano. Bodegón con frutas y caza, del siglo XVIII, y Bodegón con frutas y hortalizas, de Damián Nágera, realizado en 1864, donde se hace patente la grandeza de un género y su valor decorativo. Integran esta muestra obras de algunos autores nacidos en el siglo XIX, como Nicolás Massieu y Matos (1876-1954) donde su propuesta plástica crea una pareja de

bodegones con pinceladas posimpresionistas; Tomás Gómez Bosch (1883-1981) con una paleta más sobria, con trasfondos pardo oscuros, pero con una descripción de frutas y flores minuciosa y colorista, o Carlos Luis Monzón (1887-?) y sus subyugantes composiciones. Por otro lado de entre los autores nacidos en el siglo XX, podemos destacar las formas planas y limpias, moduladas mediante el color y la luz, del grancanario Jorge Oramas (1911-1935), una pintura reconocible plena de misticismo. El Bodegón del botijo y el Bodegón de la perdiz de Juan Guillermo (1916-1968), dentro de su línea clásica, transmiten una profunda conexión con la tierra y sus frutos, presentados sobre blancos manteles enmarcados con sutiles paisajes. En esa estética tradicional podríamos insertar la obra de un joven César Manrique (1919-1992), en la que la maestría del dibujo y el dominio de las formas crean un bella composición, Bodegón, fechada en 1946.

El resto de las piezas, realizadas entre 1948 y 1989, discurren en una dialéctica entre la tradición y la modernidad, plasmadas en diversos lenguajes visuales. Del colorido y la herencia cubista de las composiciones de Gina Berndtson; la apuesta por una estética propia de Antonio Padrón (1920-1968) -como podemos apreciar en su Jareas de 1966- , la esencia sobria del realismo de Baudilio Miró Mainou (1921-2000) en Bodegón con pescado y almirez; a las nuevas formas de expresión que retuercen, transforman, reinterpretan y magnifican la esencia del bodegón, como Hermann König, Rubén Darío Velázquez, Pino Falcón, Juan Guerra o Luis Arencibia con sus Vanitas. En definitiva todo bodegón es una declaración. Los frutos de la tierra nos aguardan detenidos en una fracción de tiempo, y se nos presentan ante nosotros en todo su esplendor. Esta belleza, de alguna forma cautiva, nos descubre la fugacidad del momento, de la vida.