Espectáculos
Página 2/Sección 4/LA NACION
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Sábado 11 de agosto de 2007
sentimental “Nunca entendí esta frase”, dice Eliseo Subiela en voz alta, tras recordar el eslogan publicitario de Love Story, el clásico romántico de los 70: “Amar es no tener nunca que pedir perdón”. Lo dice con gesto de “nunca entendí esto”, no obstante, tras observar la expresión de Guillermo Pfening, sentado a su lado, lanza una risotada. No es casual. Su última película, El resultado del amor, con Sofía Gala Castiglione y Guillermo Pfening, que ayer se estrenó en San Luis y el jueves próximo presentará en el resto del país Primer Plano, tiene algo de aquella película que reunió a Ryan O’Neal con Ali McGraw en 1970, un drama pasional, en aquel caso con final lacrimógeno. Sofía y Guillermo no están solos. El elenco de la película número doce del cineasta también incluye a Norma Argentina, Romina Ricci, Matías Marmorato, Fernando Roa, Hugo “Sapo” Cativa, Jorge D’Elía y la voz de Jean Pierre Noher. “Es un viejo proyecto que, por lo visto, tenía que hacer”, asegura el director, que hace veinte años, en plena crisis del cine local publicó una solicitada en la que explicaba por qué no quería irse a Hollywood. “Una amiga de Los Angeles que había leído una versión anterior del guión me sugirió presentarlo en un concurso de España, lo hice, fue premiado, pero lo volví a cajonear y un día aparece el productor Quique Santos y me dice que tenía la probabilidad de conseguir respaldo para una película en San Luis, y salió. Es evidente que tenía que hacerse”, reconoce. “Los actores no los tuve hasta último momento”, dice y aclara que el elenco fue armado por Carola Jalife, frecuente colaboradora de él. “Prime-
ro, me tiró el nombre de Guillermo y otro día me llama para decirme que encienda el televisor porque «…me parece que está Mabel». Lo hago y le digo, con sorpresa: «¡Pero si está Sofía Gala con Guinzburg!» . Me dice que la llame, hicimos una entrevista y una sesión de fotos… Después, sin que leyera el guión, sin contarle nada le tiré la escena más difícil. La tiramos al agua. «De ésta no pasa», pensé. «¿Y ésta de dónde salió?», dijimos entre nosotros. Y era Sofi.” Pfening tiene 28 años y su cotización sigue en alza. Si bien su imagen ya era conocida por la TV (El tiempo no para) y en el cine under (la muy under Perro amarillo), el mejor momento llegó con Nacido y criado, de Pablo Trapero. De aquel personaje torturado por la culpa pasó, así, de golpe, a este otro, un abogado que recuerda al de Daniel Hendler de Derecho de familia, pero que reacciona en un momento de crisis existencial –como en la vida real Facundo Arana– y sale a tocar saxo en las estaciones de subte. Dentro de una semana, en Formosa, Pfening se pondrá a las órdenes de Juan Bautista Stagnaro, como el militar y naturalista Luis Jorge Fontana. Sofía Gala, ahora así, incluso más allá del apellido Castiglione (el de su padre, el recordado humorista Mario Castiglione), trata de ser ella misma, incluso más
Por Claudio D. Minghetti De la Redacción de LA NACION
Sofía Gala, Guillermo Pfening y Eliseo Subiela cuentan intimidades del rodaje de El resultado del amor, la película que se estrenará el jueves y cuya idea andaba dando vueltas por la cabeza del director desde hacía veinte años
EMILIANO LASALVIA
Evocando a Hugo Soto
allá de lo que significa ser “la hija de Moria Casán”.
Todo un desafío Tiene 20 años cumplidos en enero, y a estas alturas ya registra algunos momentos profesionales importantes (en TV fue Sofía Estévez en Los Roldán y en 2006 Anita Toledo en El tiempo no para), pero hasta ahora nunca había actuado delante de una impiadosa cámara de cine. La química entre ambos va más allá de lo que Subiela les propuso ser en una villa miseria, en el interior de una casa rodante, en pasillos y salas de hospitales, y hasta en una capilla. En la mesa donde se hizo esta entrevista, y mientras el cineasta explicaba los porqués de su última propuesta, los dos jugaban, incluso a los manotazos, como adolescentes en la mesa de una pizzería. En esa circunstancia, el responsable de clásicos del cine argentino como Hombre mirando al sudeste y El lado oscuro del corazón, oficia de padre postizo, y pone orden, aunque él mismo termina compartiendo el entusiasmo que les da –está demás aclararlo– tener el mundo por delante y, al menos hasta ahora, no llevárselo puesto. “Pocas veces vi alguien tan seguro… «Pero ¿quién se cree que es?», decíamos con el ayudante… Nos sorprendía su relación con la cámara, su espontaneidad: «Parece que hubiese hecho varias películas», reconocíamos con la boca abierta”, recuerda Subiela. “Creo que viene de la comodidad que siempre me mostraron en casa respecto del trabajo de actor. Recuer-
Una chica piadosa La versatilidad de la hija de Moria Casán, como la chica que es violada en una iglesia y luego protagoniza una historia de amor con drama incluido, sorprendió a todos en el set de filmación
do a mis papás cuando era muy chica. Tengo un video de cuando tenía dos años en el que hago toda una obra Comiquísimos, que hacían mi papá y mi mamá, de memoria, con zapatos de ella. Decía cosas como «¡Estoy embarazada!», de las que no tenía ni idea… Hablaba todo entrecortado… Siempre fui como una esponja”, asegura. Pfening reitera su idea de que interpretar al hombre que enamora a Mabel “es algo incestuoso” porque en la teleserie Costumbres argentinas le toco hacer de hijo de Moria Casán. “Ya nos habíamos cruzado –explica–, pero había mala onda”, bromea. “Apenas me enteré de que iba a trabajar con Sofi, y porque cada vez que me encontraba con ella me ponía muy nervioso, me dieron muchas ganas de hacerlo.” “¿Nervioso?”, interrumpe ella. “¿Por qué… boludo?”, le pregunta. “Por esta cosa de la energía, que me moviliza”, le retruca. La paz, o algo parecido, volvió a reinar en la mesa, por un rato.
Mabel es una quinceañera nacida y criada en una villa. Fiel devota de la Virgen María, concurre con frecuencia a un santuario y en ese mismo lugar sagrado es violada. Mabel no sabe qué hacer. Pasan los años: la Virgen primero, Jesús, después, le dan algunas señales. Para superar el trauma se pone una nariz roja y una peluca naranja, para animar fiestas infantiles y así ganarse la vida. En su tiempo libre lo hace para los chicos internados en un hospital, a cambio de sonrisas. Como necesita dinero, sigue los pasos de su amiga, también payasa y, como prostituta, consigue algunos clientes. Una casualidad la cruza con Martín, un joven abogado que, cansado de todo, había dejado a su esposa y el trabajo en el estudio de su padre para tocar saxo en los andenes de subte o promocionar, disfrazado de pajarraco, un lavadero de autos. Coinciden, sin saberlo, en su necesidad de escapar. “Vámonos de acá”, se les escucha decir cuando ya no les queda aire. Y se van, pero se encuentran y comparten el amor en una casa rodante. No imaginan que la vida, o la muerte, que es inexorable y muchas veces no pide permiso para entrar, puede cambiarles el destino. “Al principio, la película tenía otro final”, confiesa el responsable total de la historia. “Después pensé que si el tema en algún momento tenía que ver con el sida, era preferible, y justo, ser optimista. A fin de cuentas mi película es un culebrón”, se justifica entre risas, las propias y la de los actores elegidos para sus criaturas. La historia incluye un homenaje al correntino Hugo Soto, el actor y artista plástico que murió en 1994, a los 41 años, víctima del sida, y a Rantés, el personaje protagonista de Hombre mirando al sudeste. Hugo, se llama el hermano de Mabel, interpretado por Matías Marmorato. Está internado en un hospicio y habla de extraterrestres. Si bien la historia transcurre en Buenos Aires y sus alrededores, Subiela filmó casi toda su película en San Luis, durante cinco semanas, a fines de 2006. “Pero para filmar las escenas en la villa de donde proviene Mabel tuvimos que hacerlo en Buenos Aires, porque en esa provincia, créase o no, no hay villas”, dice Subiela con una sonrisa, esta vez, algo pícara.