Europa y España en la encrucijada de 1962-1963: los

hace 5 horas - sus implicaciones, desde luego que lo era (Tusell, 1984: 125). Así, por ejemplo, en la crisis política española de 1957 se dio la salida de.
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Herman Steinkamp y los inicios en Países Bajos en 1959-1964 Vicente Montojo Montojo Introducción Conocí a don Hermann Steinkamp en su casa de Ámsterdam en 2007. Él guardaba aún recuerdos de su época de estudios en Alicante y Murcia, como también de las dificultades que se presentaron en los inicios de su llegada a Países Bajos, pues según su reseña: “recién ordenado sacerdote, empezó en 1959 él solo la labor en Ámsterdam, hasta que dos años más tarde pudieron unírsele otros y se erigió el primer centro” (Romana, 2013, 139-40). Ahora bien, según él mismo: “El 7 de octubre de 1959, siendo yo … un joven sacerdote, llegué a Ámsterdam con la bendición de San Josemaría, para comenzar la labor con una residencia de universitarios. Pronto, se me unieron otros con la intención de permanecer en Holanda realizando su trabajo profesional […] Un colega sacerdote me dijo por aquel entonces: ¿Pero tú qué vienes a hacer a Holanda? Si nosotros aquí ya lo tenemos todo. En un ambiente de clericalismo muy extendido había gente que no entendía el espíritu secular del Opus Dei” (Steinkamp, 2013: 595). Pues bien, en febrero de 1946 Josemaría Escrivá de Balaguer pidió permiso al obispo de Cartagena para abrir una residencia en Murcia, a lo que el prelado accedió y en cuya licencia hizo constar que esperaba buenos efectos de ello, y al cabo de unos meses el primero estuvo en Murcia, junto con don Álvaro del Portillo, por razón de una contrariedad que tuvo en relación a algunos comentarios de un sacerdote de la ciudad, pero la residencia no se abrió hasta 1961. De un año al otro tuvo lugar el traslado de Escrivá a Roma, donde fijó su residencia, y una frecuente presencia en diversos países de Europa Occidental, en que preparó la apertura y desenvolvimiento de numerosas residencias de estudiantes y profesionales.

Figura 1: Documento del Archivo Diocesano de Murcia (Diócesis de Cartagena) El paso del tiempo, ahora ya cincuenta años, está dando lugar a la apertura del acceso a la documentación de los archivos españoles del periodo 1962-1965, que se caracterizó por una gran tensión internacional (la crisis de los misiles y la Guerra de Vietnam).

Hubo además un mayor radicalismo en la reivindicación de libertades y el enfrentamiento verbal que se manifestó sobre todo en la crisis de mayo francés de 1968. “A comienzo los años sesenta se desencadenó una fuerte campaña contra la Obra. San Josemaría estuvo muy atento a la situación y escribió algunas cartas a sus hijos. El 20 de marzo de 1964 dijo en una de sus cartas: Cuando el Señor permite que se desahoguen, con tantas cosas calumniosas, esos grupos de fanáticos, es señal de que vosotros y yo hemos de saber callar, rezar, trabajar, sonreír … y esperar. No deis importancia a esas insensateces: quered de veras a todas esas almas (Steinkamp, 2013: 596; Vázquez, 2003: 530). ¿A qué se refería con estas palabras relativas a calumnias?. Lo veremos a continuación, pues se trató de manifestaciones de secularización iniciada antes y: por contraste, durante aquel tiempo decisivo [1963, la segunda sesión del Concilio Vaticano II], estaba teniendo lugar en algunos países tradicionalmente católicos, como España, Canadá y Holanda, una honda crisis eclesial (Cejas, 2016: 570).

El arzobispo de Utrecht, Mons. Willem Eijk, el 24 de junio de 2009 describía en una homilía la situación de la iglesia holandesa a mediados del siglo pasado: … La iglesia aparentaba ser una organización floreciente. Las iglesias estaban llenas, las Misas también. El 12 por ciento de todos los misioneros del mundo eran originarios de nuestro país. Pero esto no duraría largo tiempo. Cuatro años más tarde [1963] llegó el gran cambio. Era el comienzo de una nueva tormenta iconoclasta. Una cuarta parte de los sacerdotes abandonó su vocación. Pero esa situación no vino de repente: los que estaban al tanto sabían que desde la segunda mitad de los años cuarenta los católicos sufrían ya una profunda corriente de secularización (Reilige, 2009: 4-5). ¿A que se refería el arzobispo con lo del comienzo de una nueva tormenta iconoclasta? Pues pienso que hacía una comparación o referencia a la rebelión holandesa iconoclasta de 1566-1568, protagonizada sobre todo por calvinistas contra las autoridades católicas españolas, como el duque de Alba, enviado por Felipe II de España, que procedió contra los tumultos religiosos y contra algunos nobles colaboracionistas, como Egmont. Pero en lo que se refiere a nuestro tema hay que decir que hubo en cierta manera una confluencia de factores holandeses y españoles, como entre los primeros una situación de descomposición interna y de rechazo a una institución que era identificada con España, y en ésta se produjo la perplejidad en la prensa de los sectores falangista y carlista que apoyaron la dictadura del general Franco y otros que se pusieron contra ella o esperaron una apertura del régimen hacia posturas más próximas a las de las democracias de muchos de los países de Europa Occidental, como Holanda. Así me lo explicó el Dr. Hermann Steinkamp haciendo referencia al cuestionamiento que se hacía en Holanda de la intervención de algunos ministros llamados tecnócratas, a quienes se identificaba con el Opus Dei, en el gobierno del general Franco, cuando en realidad ese cuestionamiento ya se había dado en 1946 sobre la colaboración de católicos propagandistas y de Acción Católica: En estas condiciones no puede extrañar que surgieran quejas en los círculos católicos no españoles acerca de la supuesta politización de los medios católicos oficiales españoles: No somos políticos, decía el órgano de la Acción Católica española. Indudablemente, tenía razón al considerar que su actitud no nacía de una voluntad partidista, pero al mismo tiempo, en sus implicaciones, desde luego que lo era (Tusell, 1984: 125). Así, por ejemplo, en la crisis política española de 1957 se dio la salida de políticos de adscripción católica propagandista, como Alberto Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, y Joaquín Ruiz Jiménez, de Educación, la de este último un poco anterior (febrero 1956), que habían conseguido el Concordato con la Santa Sede en 1953 (Ídem: 390, 416-417 y 430). Pero en Estados Unidos y Europa Occidental se dio en 1962 la brisa de la era Kennedy, de aquel ingenuo optimismo de la idea de una gran sociedad: lo podemos conseguir todo, si nos lo proponemos y ponemos medios para ello (Blanco, 2012: 253, nota 36). De ello se derivó en Holanda que: En los años setenta, en Holanda el ambiente estaba marcado por una gran confusión doctrinal y moral, propagada por los medios de comunicación e incluso a través de la predicación. En la década anterior, la asistencia a la Misa dominical había decaído de un 64 por ciento en 1966 a menos del 40 por ciento en 1972 (Steinkamp, 2013: 596).

La finalidad de este texto es dar a conocer algunas fuentes documentales sobre los problemas políticos y laborales sólo mencionados, mediante un método heurístico (localización de fuentes) y archivístico, referido al objeto de contemplar el testimonio de un pequeño problema reflejado en la documentación: la polémica sobre el Opus Dei en los Países Bajos en 1964. En cuanto a las repercusiones de las dificultades de los inicios de la labor en Holanda se pretende exponerlas a través de algunos testimonios en los documentos del Gobierno Civil de la Provincia de Murcia, en el Archivo Histórico Provincial de Murcia (Montojo, 2007). 1. Orígenes de la problemática: La influencia de la situación europea en 1962-1964 En 1959 y 1960 se trasladaron algunos miembros del entonces instituto secular Opus Dei a Ámsterdam (Holanda), cuyos inicios fueron dificultosos, en el sentido de que obligaron a hablar un nuevo idioma, a adaptarse a unos usos horarios y calendarios distintos, incluso a un tipo de alimentación diferente. Países Bajos era un nudo de puertos y ríos de acceso al centro de Europa, una zona de gran densidad financiera, comercial e industrial, y de complejidad política y económica, pues en ella se mezclaban zonas de gran tradición luterana y calvinista, como Ámsterdam y Leiden, sedes de una antigua universidad y viejos mercados, con otras de gran tradición católica, como Maastricht y el Bravante. La situación internacional se había complicado en 1962, con la crisis europea provocada por el levantamiento del muro de Berlín, más el problema del despliegue de los misiles de la URSS en Cuba (octubre). En 1964 se agravó la guerra fría con el inicio de la Guerra de Vietnam (Blanco, 2012: 268). España dejó de estar aislada internacionalmente por razón de la dictadura del general Franco (1945-1953), cuando en Europa Occidental se empezó a construir la Comunidad Económica Europea (tratados de París y Roma de 1951 y 1957). Por otra parte, Francia hubo de reconocer la independencia de Argelia (1962) tras una guerra sangrienta y grandes problemas internos que llevaron a la V República. Alemania sufrió la dimisión de Adenauer (1963) tras el escándalo Spiegel (1962), quien poco antes había conseguido un tratado del Elíseo de alianza con Francia. En el Reino Unido el partido conservador, que gobernaba desde 1951, tras el final del gobierno de Macmillan por el escándalo John Profumo (1963), experimentó la pérdida de las elecciones en 1964, que dio paso al gobierno del laborista Harold Wilson (1964-1970) (Jonson, 1988: 585-608). En Países Bajos se sufrían también graves problemas por la descolonización (Judt, 2008: 413-4), cuando iniciaron la labor de la Obra de Dios el Dr.Hermann Steinkamp y D. Guillermo Schnell. A ella contribuyó también José María Hernández Garnica. Según su biógrafo: Una vez instalado en Alemania como base de operaciones, empezó con su nuevo trabajo en ese país y en otros cercanos. Por ejemplo, ayudó mucho en los inicios de Holanda. Se trataba de un país de honda raigambre cristiana, que en aquellos años atravesaba una crisis intensa. Resaltaba Dr. Steinkamp que D. José María Hernández Garnica estuvo con cierta frecuencia en Holanda entre 1961 y 1969. El año 1961 Holanda era

Delegación dependiente de Comisión Regional de Alemania. En ese año, D. José María fue nombrado Delegado y, por este motivo, viajó en varias ocasiones desde Colonia, para pasar con nosotros algunos días en Ámsterdam. La primera vez que vino llevábamos solo unos meses viviendo en la Residencia universitaria Leidenhoven (Martín, 2012: 176-8). Otro testigo de estos inicios Francesco D’Agostino declaró, sobre estas primeras visitas a Holanda, que: Era muy sencillo. Venía, ayudaba en la casa y apenas tenía relaciones sociales en Ámsterdam. Estaba con nosotros. Eran pocos y en esos comienzos hubieron de tener mucha paciencia. Tanto en Países Bajos como en Alemania se vivía una crisis intelectual y religiosa que se manifestó muy pronto en torno a la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), por ejemplo en lo que se refiere a la apertura hacia los países comunistas. Según D. Julián Herranz: La situación doctrinal religiosa de Europa en los años 60 se fue deteriorando […] envuelta, desde hacía siglos, en una gran crisis intelectual, que el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial no había aclarado, sino confundido más (Herranz: 105). En lo que se refiere a la trayectoria de san Josemaría en los años 1962-1964 dice uno de sus biógrafos: Ni su ausencia de España [desde 1946] ni sus silencios en Roma mantuvieron tranquilos a ciertos sectores, que se exasperaban, sin motivo alguno. El tratamiento injusto que se daba al Fundador de la Obra, o las calumnias que le dedicaban algunos periódicos no le quitaban la paz, no le importaban gran cosa. Pero llegó un momento en que los ataques contra la Obra se volvieron contra la Iglesia; y el Fundador, por salir en su defensa, cambió aquella su vieja táctica de soportar en silencio las injurias. Esto ocurrió en los primeros meses de 1964, cuando se desencadenó en Holanda una durísima campaña contra el Opus Dei, con repercusiones internacionales. ¿El motivo? Que la princesa Irene, una hija de la reina de Holanda, se había convertido al catolicismo; un sacerdote del Opus Dei había sido instrumento de Dios para su conversión. El Padre, para borrar tristezas y temores en sus hijos de Holanda, les escribía repitiéndoles el programa que tan buen resultado le había dado en su vida: […] callar, rezar, trabajar, sonreír … y esperar (Vázquez, 2003: 530). Poco después se agravaron las circunstancias. Según el mismo autor: De la gravedad y vileza de dicha campaña da idea la carta que el 27 de marzo de 1964 escribió el Fundador a Mons. Jan Van Dodewaard, Obispo de Haarlem, para felicitarle la Pascua de Resurrección: Continúan llegándome publicaciones de esa querida Nación [tierra de los tulipanes la llamaba], en la que se nos llena de injurias, de falsas interpretaciones y de calumnias, tan descomunales que, a pesar de ser casi un anciano sacerdote, no había podido jamás imaginármelas, ni siquiera de lejos. Pero no se preocupe, Excelencia, porque esto me hace amar aún más a Holanda y a todos los holandeses. Una parte de las incomprensiones de Holanda procedía de la situación política y social de España, donde hubo una situación conflictiva en torno a las huelgas de 1962 y la confluencia de algunos problemas en la Universidad de Madrid entre el SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios) y la FUDE, según una abundante documentación (cartas o correspondencia, informes, expedientes, dossier de prensa) de la secretaría particular, de gran interés político, que se conserva en el Archivo Histórico

Provincial de Murcia, dentro del fondo del Gobierno Civil de la Provincia de Murcia (AHPM, Gobierno Civil, caja 7296, n. 5, 5-5/1-6-1962)(Montojo, 2012). Desde Países Bajos, como desde algunos otros países de Europa Occidental, se relacionó esta situación con la oposición de algunos sectores a algunos de los ministros llamados tecnócratas, que eran identificados con el Opus Dei. En determinados medios católicos de otros países europeos se criticaban: las relaciones del Vaticano con España, porque las interpretan como la consolidación, la justificación de una dictadura que impone a los españoles una privación intolerable de las libertades personales (Díaz, 2010: 146). Fue el caso, entre otros muchos, del filósofo Jaques Maritain. A ello se añadió una situación de gran complejidad, tanto en España como en los otros países de Europa Occidental. Por ejemplo, las huelgas de 1962 fueron apoyadas en algunas regiones de España (Asturias, Murcia) por sacerdotes de las Hermandades Obreras de Acción Católica, que se mostraron beligerantes con el régimen de Franco: La tensión que podía haber entre la jerarquía de la Iglesia y las autoridades del régimen tendería a incrementarse, ya que la organización del Estado español se entrometía en los intereses espirituales de los obispos y de los católicos. Rafael Calvo intuía que se iba a crear un clima general de presión, tanto en la Jerarquía como entre los sacerdotes. Que, como tú recordarás, tuvieron en la huelga de 1962 una actuación decisiva a favor de los obreros. Por otra parte, las conferencias y publicaciones del escritor José María Gironella, difundidas a veces por diarios católicos, provocaron reacciones de rechazo por determinados sectores, como las hermandades de alféreces provisionales, que persistían en concebir la Guerra Civil de España como cruzada (AHPM, Gobierno Civil, caja 7295, n. 7, 14-6-1962). Otro de los sectores beligerantes fue el carlista. De resultas de algunas peripecias, como las manifestaciones carlistas de Montejurra, decidió Monseñor Escrivá de Balaguer hablar claro, entre otros a Francisco Javier de Borbón-Parma: Alteza, He recibido sus afectuosas líneas y, con mucho gusto, voy a ponerle esta carta, para decirle que no debe V.A. darme las gracias porque no he hecho otra cosa que cumplir con mi deber de sacerdote, que me hace servir a todas las almas sin tener presente ninguna otra consideración, y menos si es temporal o política –como he dicho de viva voz a V.A.-, cosa bien lejana de nuestra Obra, que es sólo y exclusivamente espiritual y apostólica[…]. Siento de veras esos inmerecidos ataques que, en Holanda, hacen a la Princesa; a nosotros, contra nosotros –sin ningún motivo razonable- hay en ese país, que yo amo, una continuada campaña de calumnias groseras y de insultos inauditos, que ofrecemos a Dios con alegría por aquellas buenas almas y por nuestra santificación. Omnia in bonum!. [Todo es para bien]. Y en nota aparte: Me llama poderosamente la atención, aunque soy muy amigo de la libertad política y muy respetuoso con lo que piensan todos, que en la reunión de Montejurra no haya habido más que unas cuantas pancartas en las que se insultaba a unos hijos míos que, en uso de su libertad, piensan honradamente como les da la gana. Sobre todo cuando en España son tantas las personas que no coinciden con los carlistas. Renuevo mi maravilla, y no puedo entender esa predilección. Respeto, sin embargo, la libertad disgustosa de esos señores de Montejurra, y no presento ninguna queja. Sin embargo, llegó a mis manos una hoja que se llama Boina Roja –sin pie de imprenta, pero con contenido carlista-, n. 89, año 12, con un artículo titulado A los españoles, y

firmado por Unos excombatientes, en donde se ataca calumniosamente a la Obra. No lo puedo tolerar: y me avergüenza que personas que pertenecen a la llamada Comunión carlista se presten a difamaciones de este estilo. Espero que, como es de justicia cristiana, los jefes de la organización evitarán sucesos como el que lamento (Vázquez, 533). El mencionado escrito A los españoles denunció el debilitamiento de la Falange y que avanzaban otros: Como no podía ser menos, a favor de esta confusión y de este debilitamiento cuyos síntomas son cada vez más inquietantes, avanza el marxismo, avanzan los progresistas, avanzan los monárquicos anti-franquistas y avanza la reaparición de importantes focos separatistas en Cataluña y las Vascongadas. Avanza también –a una velocidad que sobrecoge- el Opus Dei. Si miramos a nuestro alrededor y poseemos un mínimo de información advertiremos que las cátedras, los puestos de mayor relieve técnico en los Ministerios –cuando no son las propias carteras ministeriales-, los grandes periódicos, los Consejos de Administración de las industrias básicas, los Colegios Mayores Universitarios, todo aquello que determina la fisiología y la moral de los órganos vitales de la nación, va cayendo en las manos del Opus Dei. El Opus Dei ha jugado su baza a favor del capitalismo oligárquico y está ganando la partida. Con el camuflaje adecuado ha sabido infiltrar en las altas estructuras de la Falange a individuos que, tras la apariencia de un falangismo amable y complaciente, esconden la obediencia ciega a unas consignas de alta traición. Es así que casi puede decirse que en estos instantes el Opus Dei controla en lo político, en lo económico, en lo técnico, en lo universitario, la vida de España. Y allí donde permite que permanezca algún falangista es para que sobre él recaiga la responsabilidad de los posibles errores (AHPM, Gobierno Civil, caja 7295, n. 57). El contenido crítico de este texto planteó la dificultad de una concepción política del Opus Dei, que era difundida por determinados medios periodísticos de Europa y negó la naturaleza espiritual del Opus Dei, una institución católica de carácter formativo espiritual y apostólico (como una gran catequesis) y que fomentaba la libertad y el pluralismo de sus miembros, fuera en la teología católica o en la política. Fueron estas ideas de libertad y pluralismo, junto con las de fidelidad a Dios y a la Iglesia Católica, las que destacaron por entonces en las entrevistas concedidas a los medios de comunicación por Monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Una de las manifestaciones de su postura ante la situación tan delicada de la Iglesia fue la de hablar claro en público, fuera en reuniones que se hicieron cada vez más numerosas o en entrevistas periodísticas, que se prodigaron en esos años, o en poner el ejemplo de santa Catalina de Siena y acudir a su intercesión, como ejemplo de mujer valiente, sincera y deslenguada, que con sus advertencias al papa Gregorio consiguió que volviera a Roma, abandonando el llamado destierro de Aviñón, en 1378. Fue esta nueva postura un cambio radical e innovador en el escenario eclesiástico de ese y los siguientes años, en que fueron raras las intervenciones y entrevistas en defensa de la Iglesia Católica, en medio de la contestación interna y defecciones que se dieron. 2. La repercusión en Europa Siguiendo con los acontecimientos de Holanda, hay que señalar que entre los documentos de la secretaría particular del gobernador civil de Murcia hay algunos que

se refieren a las dificultades que tuvieron los primeros sacerdotes que iniciaron la labor espiritual del Opus Dei en Países Bajos. En concreto, uno de ellos hace referencia a que la princesa Irene de Holanda, hija de la reina Juliana, se había acercado al catolicismo a través de la orientación de un sacerdote o siguiendo el ejemplo de su abuela materna, complicando las relaciones familiares entre Irene y su madre Juliana. No nos consta si este asunto tuvo más repercusión en la prensa, pero en ella (La Verdad, diario católico de Murcia) sí salió una noticia que daba a conocer las dificultades entre la reina Juliana y su hija Irene. Un artículo hacía saber que Irene no había acudido al aeropuerto de Schipol, para un viaje a Méjico, y que la reina la había esperado media hora, saliendo finalmente con su marido Bernardo y la princesa Beatriz de Holanda. Según la misma fuente un comunicado de la secretaría particular de Irene hizo saber que había decidido llevar una agenda propia, aconsejada por su futuro marido (Carlos de Borbón Parma), deslindando sus actividades de la Casa Real y otras. En la correspondencia del mencionado gobierno civil se refleja además la confusión que hubo en Holanda entre algunas autoridades con el asunto de la conversión de la princesa Irene. En el impreso Documento en defensa de la verdad, de 16 de febrero de 1965, firmado por un jesuita, se llega a decir: Que un obispo lamente el que la Princesa se haya convertido al catolicismo español (cuando no hay [más] que un catolicismo), es para irritarnos, pero a la vez también para hacernos más amable a esta Princesa. Vea la respuesta que el Dr. Morcillo le dio a este obispo holandés, el de Bois-le-Duc, a quien aludo. Este impreso fue una carta dirigida al Padre Ignacio Elizalde, jesuita, residente en Zaragoza, lamentando la publicación del artículo Sobre la conversión de la Princesa Irene en Hechos y dichos, una revista en la que participaba el primero. Ése y otros artículos de periódico que siguieron en contestación, según el autor del Documento en defensa de la verdad: ponen en tela de juicio la sinceridad y libertad de la Princesa Irene y la rectitud y buena fe de la familia Borbón-Parma, a la vez que retratan al Príncipe Carlos como un ambicioso desprovisto de escrúpulos. El autor anónimo del impreso defiende sobre todo a los Borbón Parma, quienes habían tenido buenas relaciones con los jesuitas: Creo, pues, que un jesuita, por más alejado que esté del carlismo, debe mostrar en sus publicaciones un mínimo de respeto y gratitud, particularmente respecto de las personas que lo representan. Pone varios ejemplos de como el Duque de Parma fue el único Borbón que se negó a la extinción de la Compañía de Jesús en 1773, y de que su sucesor fue el primero que llamó a los jesuitas en la época de san José Pignatelli (AHPM, Gobierno Civil, caja 7297, carpeta Panfletos políticos, años 1964 y 1965). Pignatelli fue quien restauró la Compañía de Jesús, tras muchos años de disolución y destierro. La conversión de la princesa Irene se había atribuido en el origen de la polémica a que: había conferenciado con un sacerdote español en octubre, si podía conocer el catolicismo a través de su abuela la Princesa de Lippe, católica; si estaba en contacto con grupos ecuménicos, argumentación con la que el padre Elizalde había manifestado

no estar de acuerdo. El autor del Documento en defensa de la verdad declaró que: son todos ellos datos suficientes para poder deducir que la Princesa [Irene] conocía el catolicismo tal vez mejor que muchos católicos (Ídem). Estas noticias de Holanda se mezclaron con otras del Concilio Vaticano II sobre sus últimas sesiones y su clausura, así como sobre figuradas fricciones entre algunos padres conciliares, que se agrandaron en la prensa como si se tratara de pugnas entre partidos políticos, o entre fracciones ideológicas opuestas. Países Bajos fue un país del que salieron muchos misioneros en las décadas centrales del siglo XX, pero a partir de 1965 se experimentó un gran descenso en la práctica sacramental de la población católica. Algunas de las incomprensiones que experimentaron los primeros del Opus Dei que se instalaron en Ámsterdam tuvieron como motivo la confusión del desenvolvimiento de la institución con la situación política de España y otras tuvieron su raíz en la no aceptación de su carácter secular y en la polémica difusión de la conversión de la princesa Irene. Los problemas de este tipo se prolongaron durante tiempo, pero en otros estados como Reino Unido y en la propia España se veían de otra manera. El secretario particular del gobernador civil de Murcia hubo de experimentar en 1963 una acumulación de papeles y telegramas desconocida hasta entonces. La recepción de noticias se hizo más intensa que nunca por razón de la actualidad política y social. Los periódicos difundían eventos muy especiales, a pesar de la censura. La sucesión de huelgas se hizo interminable desde Cartagena hasta Cieza: los trabajadores de la Empresa Nacional Bazán, los sufridos perjudicados por la crisis de la producción de esparto. Por contraste, el crecimiento de la industria conservera de Molina de Segura era fermento de reuniones de obreros de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica). En medio de estas dificultades, al gobernador civil le llegaban noticias de otros problemas en el resto de España, sobre todo en el Norte: las huelgas de los mineros en Asturias, o dificultades entre falangistas y carlistas. Precisamente en relación con estos últimos le llegaron algunas cartas y documentos cuyo sentido era más complicado de contextualizar. Así un escrito mecanografiado, firmado por un jesuita anónimo, sobre la conversión al catolicismo de la princesa Irene de Holanda y de la intervención de un sacerdote al que criticaba el autor, por razón de la postura contraria de la reina Juliana a la mencionada conversión. La protesta podía tener relación con la campaña de prensa holandesa que había polemizado sobre el asunto de la conversión de la princesa y se dirigía contra el Opus Dei, al que se acusaba de tener un poder político fáctico en España, por razón de la presencia de algunos ministros en el gobierno desarrollista o tecnocrático de Franco que pertenecían a la asociación, como los López (López Bravo y López Rodó). Era aquella la Europa comunitaria (la surgida del tratado de Roma de 1957), pero aquejada del grave problema político de la descolonización (España con respecto a Marruecos, o Francia con Argelia, Gran Bretaña con Kenia y Malasia, Bélgica con el Congo, Países Bajos con Polinesia), la del papa Juan XXIII, que en la Pacem in terris abogaba por la paz en la descolonización y el Concilio Vaticano II se desarrolló en el

contexto de la ostpolitik, política del este o de apertura a la izquierda. Sobre esta última, en 1958 hubo una Asociación Católica Progresista de Checoeslovaquia, promovida desde el régimen comunista, que según un artículo del mencionado diario católico La Verdad llamado Publicaciones dañinas (Condena de un periódico seudocatólico de Checoeslovaquia, Katolicke Noviny), hizo referencia a la persecución del clero en 1950, con la operación K, para Klaster (monasterio), que consistió en el confinamiento de los clérigos y religiosos, y la clausura de los monasterios (St.Glejdura). La guerra fría, situación tensa del enfrentamiento entre Estados Unidos y la URSS tras la Guerra de Corea (es decir, desde 1953), envenenó las relaciones internacionales, pues tanto el capitalismo como el comunismo aprovecharon la descolonización, procurando influir en los dirigentes y los intelectuales, y poco a poco se difundió una mala conciencia en las sociedades más avanzadas sobre el papel nocivo desempeñado por las grandes potencias a través del colonialismo. Es decir, el pacifismo fue una de las reacciones sociales, aunque muy pronto surgirían otras: el movimiento hippy y el mayo francés de 1968, o el revisionismo comunista tras la Primavera de Praga. En España, inmersa en la dictadura de Franco, hubo un giro eclesiástico, de tal forma que fueron nombrados algunos obispos auxiliares contrarios al régimen franquista. La realidad política y social de España cambió en lo que se refiere a la contestación al régimen, no sólo por parte de obreros y estudiantes, sino también de grupos políticos como los carlistas y los monárquicos. Estos cambios se reflejaron bien en la información que se gestionó en el Gobierno Civil de Murcia de los años 1963-1968. Primero impresionaron las huelgas de Cartagena y Molina de Segura, la implicación de sacerdotes de la HOAC además de los obreros, su extensión a Cieza. A todo ello se sumó la situación nacional: las huelgas en otras regiones y las controversias de los estudiantes de la Universidad de Madrid. Se añadió la polémica carlista y la internacional. Un presunto jesuita fue el firmante de un impreso que criticó la conversión de la princesa Irene de Holanda al catolicismo, en relación a la oposición de la reina Juliana y parte de la clase política de Países Bajos. El sacerdote afectado era Hermann Steinkamp, alemán de origen y estudiante en España (primero en Murcia, después en Madrid), que a finales de 1959 se había instalado en Ámsterdam. Este tipo de información se mezcló incluso con otra que llegaba del Concilio Vaticano II, inaugurado en 1962, a través de la prensa española.

Fig.2: Documento del Archivo Histórico Provincial de Murcia, Gobierno Civil Murcia Resumen: Se plantea en este texto una aportación documental sobre algunos problemas de los inicios de la labor del Opus Dei en Países Bajos a partir de documentos resultantes de la

gestión política de un Gobierno Civil provincial de España, el de Murcia. Manifiestan el interés de las autoridades españolas por este tipo de asuntos y precisamente por ello resulta de ellos una información original y significativa, en concreto de problemas eclesiásticos que se mezclaban con los políticos, como la delicada situación informativa en torno al Concilio Vaticano II y a los planteamientos opositores de los carlistas. Esta problemática se proyectaba en realidad en otra más amplia, como fue la de la explosiva situación española de 1963-1968, tras las huelgas de 1962 y la participación de las Hermandades Obreras de Acción Católica en ellas, o en los problemas que plantearon determinados grupos carlistas.

Abstract Arises in this text a documentary contribution to some problems of the early work of Opus Dei in Netherlands from documents resulting from the political management of a provincial Civil Government of Spain, and Murcia. They show the interest of the Spanish authorities for such matters and it is precisely because of them original and meaningful information, specifically ecclesiastical problems mingled with politicians, as the delicate informative situation around the Second Vatican Council and opponents of the Chartists approaches. This problem is cast in a broader reality, as was the explosive 1963-1965 Spanish situation after the strikes of 1962 and the participation of the Workers' Brotherhood of Catholic Action in them, or issues raised by certain groups Carlists.

Palabras clave: Historia contemporánea (siglo XX), Historia política, Historia social Keywords: Contemporary History (XX century), Political History, Social History Bibliografía Pablo BLANCO SARTO, “El concilio de Joseph Ratzinger. Notas sobre su actividad durante el Vaticano II”, Anuario de Historia de la Iglesia, 21 (2012), pp. 245-281. Rafael CALVO SERER, Mis enfrentamientos con el poder, Barcelona, Plaza&Janés, 1978. José Miguel Cejas, Cara y cruz, Madrid, San Pablo, 2016. Onésimo DÍAZ HERNÁNDEZ y Fernando DE MEER LECHA-MARZO, Rafael Calvo Serer. La búsqueda de la libertad (1954-1988), Madrid, Rialp, 2010. Heilige Josefmaria Ecrivá, Bulletin, 1, 2009, pp. 4-5. “Hermann Steinkamp”, Romana, 56, 2013, 139-140. Paul JOHNSON, Tiempos modernos, Buenos Aires, Javier Vergara editor, 1988. Tony JUDT, Postguerra, Madrid, Taurus Historia, 2008. José Carlos MARTÍN DE LA HOZ, Roturando los caminos. Perfil biográfico de D. José María Hernández Garnica, Madrid, Palabra, 2012. Vicente MONTOJO MONTOJO, “El archivo objeto de la archivística: El Archivo Histórico Provincial de Murcia en su 50 aniversario”, Murgetana, Revista de la Real Academia Alfonso X el Sabio 117 (2007), pp. 169-187. Vicente MONTOJO MONTOJO, “Gobierno y situación político-asociativa en España y Murcia (1959.1963)”, Murgetana, Revista de la Real Academia Alfonso X el Sabio 3 (2012), pp. 105-114. St.GLEJDURA, “La Ostpolitik del Vaticano”, pp. 203-219: www.intratext.com/IXT/ESL0266/_PT.HTM [Consultado: 4.11.2016] Hermann Steinkamp, “Holanda”, en Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, José Luís Illanes coordinador, Burgos, Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, 2013. Javier Tusell, Franco y los católicos, Alianza Universidad, Madrid, 1984. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, III, Rialp, Madrid, 2003.