Estímulos y Umbrales

evolución de los seres vivos que condujo a la aparición del homo sapiens. El ojo, quizá el más preciso de nuestros órganos sensoriales y responsable de la ...
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Universidad Nacional de Tucumán Facultad de Filosofía y Letras Especialización en Comunicación para el Desarrollo Tucumán.Argentina

81. Estímulos y Umbrales. La energía que llega a los terminales del sistema nervioso periférico es de diversos tipos: mecánica (tacto, oído,equilibrio), electromagnética (vista, dermis), química (gusto, olfato). Estos estímulos pueden variar, tanto en calidad como en cantidad, así como también es variable la cantidad de terminales nerviosos que el organismo dedica a su recepción. Por ejemplo, los terminales sensibles a la luz localizados en la retina son varios millones y se encuentran distribuidos en forma no homogénea: existe una densidad notablemente más alta en la fóvea de la que encontramos en el resto de la retina. Los terminales sensibles al tacto también se distribuyen en forma irregular; existe mucha mayor cantidad en la yema de los dedos de la que encontramos en la espalda, debido a la función que cumplen las manos en los procesos de actividad psicomotriz para actuar sobre el mundo material exterior. Existe una relación casi lineal entre la cantidad de terminales nerviosos sensibles y la utilidad que el sentido presta a la supervivencia del organismo, como resultado del largo proceso de evolución de los seres vivos que condujo a la aparición del homo sapiens. El ojo, quizá el más preciso de nuestros órganos sensoriales y responsable de la mayor cantidad de información que contribuye a conformar nuestra conciencia, tiene diversos sistemas de protección. Los arcos supraciliares, las cejas, las pestañas y los párpados, más el aparato de secrección lacrimal, proporcionan protección mecánica. El iris, que regula la cantidad de luz que va a llegar a la retina, la protege de un exceso de este estímulo. Los demás terminales nerviosos carecen de este tipo de protección. Algunos, como el tacto, cuentan con sistemas de respuesta motora, inmediata y automática, a un estímulo excesivo: la mano se aparta sin necesidad de que se lo ordenemos de una fuente de calor intenso. Pero otros sentidos carecen de protección alguna. Para todos los sentidos se define un parámetro llamado sensibilidad: es la relación existente entre la intensidad del estímulo, medida con instrumentos físicos, y la respuesta determinada en términos de sensación perceptiva. En general, un incremento lineal del estímulo no es correspondido con incrementos similares de percepción. A veces se requieren incrementos logarítmicos para lograr aumentos lineales de la percepción.Pero para que se inicie la respuesta nerviosa que generará la percepción a nivel del sistema nervioso central, se requiere un mínimo de estímulo: a este estimulo mínimo, capaz de provocar una respuesta perceptiva, se lo denomina "umbral de percepción". En los casos del oído y el tacto, que reciben estímulos mecánicos, el aumento de dichos estímulos puede alcanzar el denominado "umbral de dolor": la rotura del tímpano o la lesión dérmica. En el caso de la vista, si bien no se alcanza un nivel de dolor intolerable, se produce la ceguera. En los casos del gusto y el olfato, un estímulo excesivo parece producir un fenómeno similar a la anestesia; el estímulo deja de ser percibido. Durante el procesamiento de las señales nerviosas producidas por los estímulos aparece un nuevo fenómeno que se relaciona con la sensibilidad. Cuando el mismo terminal nervioso es estimulado por más de una fuente, la sensibilidad relativa a cada una de ellas se ve reducida. Esto es más perceptible en aquellos sentidos que denominamos unidimensionales, como el oído, a diferencia de los pluridimensionales, como la vista.

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La sensibilidad y los umbrales no son constantes para todos los individuos, ni para un mismo individuo con el transcurso del tiempo. En el caso individual, lo más común es la pérdida de capacidad para procesar los estímulos con el aumento de edad; tanto en cantidad como en calidad. El oído es un caso muy claro. Desde la infancia, en que es posible percibir sonidos muy débiles y en frecuencias que varían entre 30 y 20.000 ciclos, y debido sobre todo a la exposición reiterada a estímulos sonoros de alta intensidad, se comienzan a reducir estas características, hasta no poder oír más que sonidos muy fuertes y entre rangos de 70 a 6.000 ciclos en edades más avanzadas. En general el habitante de la ciudad tiene una capacidad auditiva mucho menor que el hombre rural. Del mismo modo puede ver reducida su capacidad olfatoria, debido a la intensa polución que suele acompañar la vida en las ciudades. El ojo también suele experimentar cambios con la edad, si bien gran parte de los mismos son corregibles en la actualidad mediante sistemas ópticos que compensan las deficiencias y, en tiempos más recientes, mediante intervenciones quirúrgicas. Como veremos más adelante, las respuestas, sensibilidad y umbrales, de los instrumentos intermediarios para la producción de mensajes audiovisuales, están aún muy lejos de alcanzar los niveles de los sentidos, pero la tendencia es aproximarse a ellos. Como era de esperar, los niveles de determinación de la sensibilidad y de los umbrales en los instrumentos, han logrado una cuantificación y precisión que no siempre se alcanza en la medición de la percepción humana. Existen unidades cuantificadas e instrumentos de medición que, en ocasiones, han sido adaptados a algunos tipos de diagnóstico en las personas. El gusto y el olfato tienen un papel bastante reducido en los procesos de comunicación, pese a que algunos investigadores sostienen que ese papel fue significativo en los albores de la historia humana. El tacto, pese a las satisfacciones que puede proporcionar, desempeña un papel más importante en la generación y producción de mensajes en la etapa infantil que en los adultos, y es fundamental para la codificación de elementos perceptivos como la tridimensionalidad y las distancias. En los procesos de comunicación los sentidos que desempeñan un papel más importante son la vista y el oído. La primera es fundamental para el reconocimiento de las imágenes y su procesamiento como fuente de información y de conformación de mensajes. Resulta básica, por lo tanto, para el reconocimiento de los mensajes gestuales y de los mensajes escritos, salvo el caso de la escritura Braille, en la cual el tacto reemplaza a la vista. El segundo tiene un papel fundamental en la percepción de los mensajes verbales, de otros sonidos y, aunque parezca paradójico, del silencio. En general, salvo el caso del equilibrio, un incremento del estímulo pasa desapercibido hasta que se supera un umbral mínimo, por debajo del cual no se produce sensación. El posterior crecimiento del estímulo genera los correspondientes aumentos de percepción, hasta llegar al umbral superior, de dolor o daño, superado el cual el órgano sensorial deja de actuar. En el caso de ojo, encontramos una dimensión particular. Los terminales nerviosos de la retina son de dos tipos: los llamados conos, sensibles al color, pero con baja sensibilidad a los cambios de intensidades luminosas; y los llamados bastones, sin sensibilidad al color, pero con elevada respuesta a las variaciones de luz y a los desplazamientos de la misma. Cuando la intensidad de la luz que llega a la retina es baja, percibimos en matices de gris. Solo superado un determinado umbral de intensidad, comienza la percepción en color. De ahí una conocida expresión de la sabiduría popular: De noche, todos los gatos son pardos.

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