Estado y sociedad. El futuro de un dilema

democrática del mercado, control del conflicto social) por mencionar sucintamente ...... 1949 su famosa novela “1984”, de carácter anticipatorio, en la que dibu.
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DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

N.2 93

OCTUBRE-DICIEMBRE 1993

Consejero Delegado: Fernando Carrasco del Río Director: Francisco Salinas Ramos Consejo de Redacción: Javier Alonso Enrique del Río Carlos Giner Miguel Roiz María Salas José Sánchez Jiménez Colectivo lOE EDITA CARITAS ESPAÑOU San Bernardo, 99 bis, 7.­ 28015 MADRID CONDICIONES DE SUSCRIPCION Y VENTA 1993 ESPAÑA: Suscripción a cuatro números: 3.200 ptas. Precio de este número: 1.200 ptas. Extranjero: Suscripción 80 dólares. Número suelto: 25 dólares. (IVA incluido) DOCUMENTACION SOCIAL no se Identifica necesa­ riamente con los juicios expresados en los trabajos fir­ mados

EL FUTURO QUE NOS AGUARDA

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

Estimado suscriptor: Tenemos que comunicarle que para este año 1994 el pre­ cio de la suscripción a esta publicación sera de 3.300 pesetas (cuatro número). Si la fórmula de pago elegida por usted es la de giro, por correo aparte se le enviará el impreso de giro postal, con sus datos de suscriptor. En cualquier Oñcina de Correos, puede rea­ lizar la imposición. Si le fuera más cómodo puede enviarnos un cheque a nombre de Cáritas Española, haciendo constar: DOCUMENTACION SOCIAL. Si el sistema que ha elegido para abonar la suscripción es el domicilia bancada, se los pasaremos al cobro a través del Banco

Depósito legal: M. 4.389-1971 Artes Gráficas Campillo Nevado,S.A. (Madrid) Diseño de Portada; M.- Jesús Sanguino Gutiérrez

SUMARIO P r e sen ta c ió n 1

El fu tu ro e s u n p r e se n te c o n tin u o Enrique del Río

2

El fu tu ro d e la p o lític a Jean Degim be

43

• 3 El fu tu ro d e la p o lític a so c ia l n o se ju ega e n la s m etáforas Rafael Aliena Miralles

57

• 4 T ra n sfo rm a cio n es so c io e c o n ó m ic a s y p o lí­ tica so cia l: la seg u n d a reestru ctu ra ció n d e l E stado d e B ien esta r G regorio Rodríguez Cabrero

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5

El fu tu ro d e l e m p le o y d e l trabájo André Gorz

83



6

D esa fto s d e l e m p le o y d e l trabajo Juan N. García París

99



7

E stado y so cied a d . El fu tu ro d e u n d ilem a José Antonio Caride Góm ez

ll6

• 8 P resen cia s in q u ie ta n te s e n e l fin a l d e sig lo : F u n d a m en ta lism o s y e so te r ism o s Lluis D uch

131



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Los v a lo re s q u e se tra n sm iten Jesús Conill Agustín Domingo

Octubre-Diciembre 1993

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R e fle x io n e s crítica s e n to r n o a l m o d e lo d e so cied a d p ro d u cid o p o r la s tec n o lo g ía s para la in fo r m a c ió n

Santiago Lorente 11

C o m p o sició n y d istr ib u c ió n d e la riq u eza d e lo s h o g a r e s

José Manuel Naredo Pérez 12

El d e so r d e n s e d isp a ra

Ramón Fernández Durán 13

La riq u eza y la p o b reza c o m o fe n ó m e n o p la ­ n e ta rio

Ildefonso Camacho 14

D esa rro llo , cu ltu ra y m ed io am b ien te: N otas para u n e n fo q u e h o lís tic o

Julio Alguacil 15

R enta, riq u eza y e m p le o

J. Almunia J. M. Naredo J. Carabaña 20

B ibU ografía

Presentación

Documentación Social dedica el cuarto número de 1993 ci ana­ lizar EL FUTURO QUE NOS AGUARDA. Con él quiere contribuir a la reflexión que se viene haciendo sobre elpresente para construir elfutu­ ro. Se es consciente de la dificultad que supone hablar sobre el fu tu ­ ro, pues en ningún momento se quiere “j'^gar a profeta”. La redac­ ción de la Revista ha asumido el reto y ha planteado a varios autores que plasmen sus reflexiones sobre temas que se les han propuesto. El lector puede juzgar y hacer su propio diagnóstico y sobre todo contri­ buir a que el futuro sea de bienestar para todos. Esta presentación tiene dos partes. Por un lado, se da información sobre la evolución de la distribución de la renta en la década de los ochenta y por otro, se expone cada uno de los temas tratados en los artículos. LLace unos días se ha presentado la publicación de las Actas del L Simposio sobre Lgualdad y distribución de la renta y la riqueza. Son once volúmenes que recogen medio centenar de trabajos de investi­ gación sobre múltiples facetas delfenóm eno de la igualdad. Los volú­ menes LLy LLLse refieren a la distribución de la renta y de la riqueza respectivamente. En el primero se dice que “entre 1980 y 1990 se ba producido en España un ligero descenso de la desigualdad global, cifrado en un 5% por el índice de G iniy en un 11% por el de Theil, aplicado en ambos casos a los gastos monetarios. También se ha registrado una caída de los índices de pobreza, que pasan del 19,6% al 17,6% para las perso­ nas y del 19, 7% al 18,6%para los hogares”. Así lo señalan los traba­ jos de L. AVALA, R. MARTLNEZy J. RULZ-HUERTA.

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Continúan diciendo que “los niveles de desigualdad y pobreza observados son superiores cuando se utilizan datos de gastos que si se manejan datos de ingresos. En función de los ingresos, la disminu­ ción de los índices de G iniy Theil resulta de un 7% y de un 14% res­ pectivamente. Por su parte, el porcentaje de personas por debajo del umbral de pobreza se rebaja desde el 18,4% de 1980 basta el 15,1% de 1990para laspersonas y del 16,2% al 13%pci'^vi los hogares. Aunque algo aumentó en cifras absolutas el número de hogares pobres, su tama­ ño medio es menor que hace diez años, lo que puede estar relaciona­ do con cambios en el patrón de pobreza dentro de la tendencia a la mejora de los indicadores de pobreza y desigualdad”. El crecimiento económico y el nivel de renta alcanzado no garan­ tizan por sí solos la mejora de la redistribución, sigue diciendo el infor­ me. Esta depende generalmente de las políticas redistributivas asumi­ das en cada modelo político-social, lo que apoya la idea de que no exis­ te un único modelo de desarrollo, sino que el crecimiento puede pro­ ducirse de diferentes form as y con diferentes efectos sobre la distribución de la renta. Así, España ha mejorado a pesar de que era a principios de los ochenta el país menos desarrollado y el menos igualitario de entre los países de la OCDE, si bien un dato llamativo es que la renta disponi­ ble media de España e Irlanda se sitúa por debajo del umbral de pobre­ za estadounidense. Mientras que las políticas neoliberales de Estados Unidos y Reino Unido incidieron posiblemente en que losfrutos del cre­ cimiento favorecieran más a los más neos, en España lasfases de ajus­ te y recuperación de la economía coincidieron con el desarrollo de la protección de los parados y de la tercera edad, colectivos que tradi­ cionalmente representaban una posición muy vulnerable, contra­ rrestando parcialmente los efectos negativos de la crisis y el fuerte aumento de la misma. Los 14 artículos que conform an el presente volum en de Docum entación Social dedicado a EL FUTURO QUE NOS AGUALU9A nos abren las puertas a la esperanza y se nos dice que “la form a de vivir es más importante que la vida misma. El cómo se vive es más importante que el hecho de vivir, si no la vida deja de tener sentido. Es decir no basta durar y sobrevivir, sino que hay que vivir de acuer­ do con nuestras convicciones y sentimientos... ”(E. DEL LUO). En el artí­ culo “El futuro de la política social”J. DEGLMBE, recuerda que la

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Comunidad Europea se esfuerza por definir mejor los objetivos que deberían darse en política social a nivel de la Comunidad. Constata también que la crisis actual golpea duramente a los trabajadores y se puede temer que en 1994 la Comunidad cuente con 20 millones de parados, la situación más difícil que la Comunidad haya conocido. R. ALIENA dice que, en Política Social, se vive un nuevo “espíritu de la época’' y que no se puede pensar bien en su futuro sin conocer el nuevo escenario, en el que las metáforas ocupan un papel importan­ te, de ahí el título del artíado Elfuturo de la política social no se ju e ­ ga en las metáforas. G. RODRIGUEZ CABRERO afirma en su artículo que “ni es posible la sociedad del bienestar sin el Estado de Bienestar, pues éste cumple funciones de racionalidad social incuestionables, ni este último puede intervenir sin tener en cuenta criterios de eficiencia económica y participación social que obligan a un reforzamiento de los papeles de los agentes sociales”. Concluye diciendo que “el debate en torno a la política social no es el delfuturo del Estado de Bienestar ni como puede ser sustituido por la sociedad civil del bienestar, sino cómo este modelo puede adecuarse a una situación internacional que obliga a redefinir las form as de intervención del Estado”. Ni el retor­ no al mercado es la solución, afirma el mismo autor, ni el retorno a la sociedad civil, sino fórm ulas mixtas de producción del bienestar. A. GORZ dice que elfuturo del trabajo-empleo tiene que pasar por la “plena actividad”. La distinción entre trabajo y actividad, es pro­ pia de la modernidad y dice que es esencial tenerpresente la diferencia entre “trabajo ” en el sentido moderno y actividades no económicas. En este mismo sentido va el artículo de J. GARCIA NIETO: “Desafíos del empleo y del trabajo”. En él se dice que el empleo, para amplios sectores de la sociedad, se transforma en desempleo y el trabajo se infor­ matiza y robotiza deform a espectacular. En la segunda parte de su artículo describe y analiza el concepto y contenido de plena actividad como alternativa al pleno empleo: las ocupaciones socialmente útiles, nuevos valores y modelos de crecimiento alternativos. En la tercera par­ te sugiere pistas sobre las estrategias y propuestas alternativas para apo­ yar, fom entar y potenciar ocupaciones alternativas socialmente útiles en la perspectiva de la plena actividad. J. GARCIA ROCA dice que “el dilema entre lo público y lo privado (Estado y Sociedad), ha sido incapaz de comprender las variadas y múltiples manifestaciones en las que se expresa la riqueza de cada uno de ellos e impide advertir la profunda pluralización de la realidad.

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así como las form as diversificadas de titularidad que trascienden los dos espacios tradicionales”. Su artículo ‘‘Estado y Sociedad. El futuro de un dilema” concluye diciendo que “ninguno de los elementos (Estado, Mercado, Mundos Vitales) puede funcionar hoy independiente de los demás ya que se da entre ellos una conexión compleja; cada uno está asociado al otro de algún modo, e intercambian influencias recíprocas y transacciones ”. LL. DUCH, en su artículo: “Presencias inquietantes en el fin a l de siglo.fundamentalismos y esoterismos”, indica que éstos “son respues­ tas a la crisis global de la sociedad moderna; una crisis que no es selec­ tiva, que no es percibida y sufrida exclusivamente por unos pocos ele­ mentos radicales o marginales, sino que, de maneras harto diferen­ ciadas, todos los miembros de la sociedad actual son, al mismo tiem­ po, elementos activos y pasivos de esa situación de desestructuración simbólica”.]. CONIL YA. DOMINGO en su artículo “Los valores que se transmiten ”, analizan la desintegración de los valores y la necesi­ dad de sentido así como las claves para el discernimiento valorativo, concluyen con A. MORTAL diciendo que, “(...) Etica no hay sino en la medida en que uno asume responsabilidades de cara a sus semejan­ tes y las desempeña conforme a las propias convicciones libremente asumidas. Pero para que haya ética no basta con que haya libertad. Tiene además que haber solidaridad. La cláusula de la solidaridad exi­ ge que preguntemos a cada postura y a cada tradición qué aporta y cómo contñbuye al bien de los otros, de todos, especialmente de los des­ favorecidos”. S. LORENTE en “Reflexiones críticas en torno al modelo de socie­ dad producido por las tecnologías para la información, ” afirma que las tecnologías “están contribuyendo deform a muy esencial a mol­ dear la sociedad actual en prácticamente todos los ámbitos, tanto eco­ nómicos, como políticos y sociales, aunque muestren algunas lagunas importantes”como se comenta en el artículo. Los cuatro últimos artículos analizan situaciones diferentes. J.M. NAREDO estudia la “composición y distribución de la riqueza en los hogares españoles”. R. FERNANDEZ DURAN constata que el desorden se apodera de las grandes metrópolis, que “la magnitud de los proce­ sos de descomposición y empobrecimiento de gran parle de las socie­ dades de la Peñferia hace que la conflictividad social adquiera un espe­ cial relieve en el ‘s ur”'. I. CAMACHO, analiza en su artículo “La rique­

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za y la pobreza como fenómeno planetario”, el hecho de que la pobre­ za en el mundo no es algo nuevo, aunque se presenta con dimensio­ nes y características nuevas./. ALGUACIL dice que '‘nos enfrentamos a una problemática global, planetaria, una crisis ecológica sin pre­ cedentes, una crisis en cascada... ”Para lo cual concluye diciendo que “es necesario articular la acción local con exigencias de carácter glo­ bal”. El número termina con una selección bibliográfica. Documentación Social agradece a todos los autores que han cola­ borado y hecho posible este número y deja constancia que no nece­ sariamente se identifica con las opiniones que se expresan en ellos. Francisco Salinas R am os D irector de D ocumentación Social

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El futuro es un presente continuo Enrique del Río

L- REPENSEMOS ALGUNAS CUESTIONES CLAVES DEL PRESENTE 1.- ¿Crisis de qué?.- Desde que tenemos uso de razón vivimos en crisis. Se podría decir que hemos crecido con crisis y que nunca hemos conocido un período sin ella. Solamente una vez pasado un largo perío­ do de años, alguien nos dice que ahora de verdad estamos en crisis y empezamos a pensar que antes estábamos mejor. La palabra crisis se convierte poco a poco, en un pretexto bastan­ te socorrido para justificar cualquier medida, sin tener que dar dema­ siados argumentos que podrían ser discutibles y a veces inaceptables. Nuestro sentido del deber nos obliga a sentirnos responsables y acep­ tar, sublimando, que en aras de la historia y del futuro, e incluso para evitar males mayores que pudieran desestabilizar la situación, es nece­ sario asumir la crisis y apoyar las medidas que nos propongan. Como la crisis es normalmente administrada por los mismos que la anuncian, se sobrentiende que les damos un margen de confianza a aquellos que la administran para que nos saquen de ella, de tal mane­ ra que todos dependemos de los controladores de dicha crisis. Así asis­ timos sin intervenir al espectáculo de la crisis, como si no fuéramos los protagonistas de ella, pero en cualquier caso hay que diagnosticarla e identificarla, para saber en qué consiste, de quién es, y a quién corres­ ponde solucionarla. Si no tenemos puntos de referencia preestablecidos por todos, habrá que preguntarse ¿bajo qué parámetros o medidas, se puede diag­ nosticar la crisis ?. ¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a la crisis?. ¿Nos estamos refiriendo por casualidad a crisis de beneficios en la banca?. ¿ O hablamos de crisis de empleo entre la población acti­ va?.etc.etc....

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Dicen que las crisis traen crecimiento, e incluso a nivel popular se cita el ejemplo de los niños, que después de estar enfermos “pegan un estirón”. Sin embargo en nuestro contexto lo que parece “estirarse”, o crecer más, son las finanzas, la especulación, la insolidaridad y los con­ flictos de intereses. Posiblemente la crisis sea de inmadurez y estemos a punto de crecer en la conciencia,para dar paso a otro tipo de rela­ ciones mas solidarias y respetuosas. ¿ Será que a estas alturas de la his­ toria, hemos alcanzado ya el privilegio de vivir en los umbrales del auténtico crecimiento y estamos viviendo sin darnos cuenta, la crisis de la crisis?. Quizás la crisis se note más en los vacíos de respuestas a las cues­ tiones claves de la vida, a la falta de sentido coherente, que tienen la mayoría de las reglas del juego de la sociedad que vivimos y compar­ timos. Nos habíamos aprendido de memoria las respuestas acomoda­ ticias, justificativas de casi todas las cuestiones económico-políticosociales y de pronto descubrimos que ya no nos sirven las mismas res­ puestas aprendidas, porque nos han cambiado todas las preguntas importantes. ¿Cómo podemos cambiar el presente, si vivimos y pensamos con esquemas del pasado? ' 2- El m odelo de desarrollo ¿a quién sirve?.- En definitiva la cri­ sis a la que tanto se alude, está intrínsecamente relacionada con el mode­ lo de desarrollo global, que nos afecta a todos y que parece insosteni­ ble. Nuestro modelo de desarrollo, podríamos compararlo a una coli­ flor: mucho volumen aparente, pero apenas tiene raíces y además, cuan­ do intentas coger un trozo por separado del otro, se te deshace en pequeñas partículas inconexas que parecen imposibles de recompo­ ner y de dar forma coherente a la misma coliflor. En este modelo se olvidan algunos principios fundamentales como son, la interdependencia (todos formamos un sistema de vasos comu­ nicantes y cuando alguien se lleva más, es porque alguien se lleva menos), la población (compuesta por millones de personas que pueden pensar, decir, decidir, actuar y optar por responsabilizarse, pero son muy a menu­ do considerados como meros factores económicos y estadísticos, prisio­ neros en los documentos de los que planifican el crecimiento). Cuando no se tiene en cuenta nuestra capacidad como personas (tanto nuestra dimensión íntima, como nuestra dimensión colectiva),se

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llega a diseñar y aceptar modelos de vida que están determinados por intereses excesivamente particulares, coyunturales, que olvidan ele­ mentos básicos de desarrollo de la colectividad humana. Así vemos cómo se diseñan planes de desarrollo que concentran a millones de personas en una misma ciudad, sin prever o sin impor­ tar al parecer las terribles consecuencias de todo tipo, que esa forma de planiñcar conlleva: problemas de especulación de terreno que favo­ recen las aberraciones urbanísticas, por citar algún ejemplo: falta de par­ ques, plazas para el tráñco en lugar de sitios de convivencia y encuen­ tro, enorme encarecimiento de las viviendas, diñcultad seria de abas­ tecimiento alimenticio de calidad y escasez de agua potable (no deja de ser llamativo el aumento del consumo de las botellas de agua mine­ ral como garantía de evitar enfermedades contagiosas), cuantiosa pér­ dida de tiempo en el transporte, concentración de humos y aüdos, ano­ nimato y masificación en las relaciones sociales y caldo de cultivo para la agresividad, encarecimiento en las inversiones para servicios públi­ cos, y un largo etc.etc. 3.-No hem os resuelto los problem as planteados por las Nuevas Tecnologías.- La inmensa mayoría de los sistemas productivos serán sustituidos por otros y si aún no lo están es porque los responsa­ bles político-económicos no saben que hacer con la gente que sobra. Las nuevas tecnologías amenazan con hacernos cada vez más inne­ cesarios, ya que pueden sustituir nuestra intervención en los procesos productivos. Los descubrimientos biológicos pueden acabar con todo nuestro sistema clásico de agricultura, pero, ¿qué hacer con los agri­ cultores que sobrarían ?. Los automatismos han ido más deprisa que la capacidad que se tie­ ne hoy de reorganizar la sociedad y dar salida al desempleo. La adap­ tación de la sociedad a las exigencias planteadas por las nuevas tec­ nologías, ha sometido y adecuado el mercado laboral en función de ellas para asegurar su amortización y rentabilidad, aunque el precio sea prescindir de una enorme cantidad de mano de obra. Igualmente problemático resulta la ocupación del tiempo libre de la población. Los grandes “adivinos” del futuro tecnológico, nos vati­ cinan el aumento del desempleo en toda Europa, la desaparición de una enorme cantidad de las profesiones que hoy conocemos....Es decir, se reducirán los contratos de trabajo.

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De todas formas conviene matizar que no todas las profesiones van a desaparecer, sino que se van transformando y que muchas de ellas se desmenuzan en múltiples ocupaciones que pueden aprenderse en procesos más cortos, a condición de tener una buena formación gene­ ral de base, que permita adaptarse o especializarse. 4.-La creación de riquezas no beneficia a todos.- ¿Qué quere­ mos decir por generar riquezas ?. Responder a todas las necesidades de las personas en todas sus dimensiones: económicas, alimenticias, de salud, de medio ambiente sano, de cultura, de saber, de educación y ciencia, intelectuales, relaciónales, de hábitat, etc. Según predicciones hechas en un estudio realizado durante 1992, por un equipo del Ministerio de Industria de Francia,no hay ningún pro­ blema de abastecimiento alimenticio, ni energético en el planeta Tierra en todo el siglo XXI. Hay capacidad de producción alimenticia para más del doble de la población actual, según ese mismo estudio. El proble­ ma es de distribución de esos alimentos. Lo mismo ocurre con el resto de los bienes de consumo necesa­ rios. Tenemos conocimientos y adelantos tecnológicos suficientes como para producir todo lo que necesitamos y además trabajando todo el mundo menos tiempo. ¿Qué ocurre?. Sencillamente que no tenemos resuelto el problema de la distribución de los bienes. Nada menos. Así podemos estar viviendo en la sobreabundancia y la escasez al mismo tiempo, según en qué parte del mundo vivamos y en qué sec­ tor de la población estemos integrados. Hacemos compatibles los superbeneficios, con las crisis económicas, el consumo de lo superfluo, con la carencia de lo más necesario, el tirar millones de toneladas de ali­ mentos al mar para que no bajen los precios, con las campañas contra el hambre en el mundo organizadas desde los mismos países donde se tiran o queman alimentos. La distribución efectivamente no es cuestión fácil y no se puede plantear sin atacar las bases del sistema que, regula nuestras normas de convivencia y nuestro modelo económico. Desde hace tiempo, el mercado no tiene como primera prioridad el generar riquezas para que éstas sean consumidas y dejen beneficio en el proceso de oferta-demanda, sino que el capital invertido en gran­ des sumas, necesita beneficios más jugosos para compensar la enor­

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me cantidad arriesgada y el camino más fácil y seguro que ha encon­ trado es la especulación. Es decir, inversiones de miles y miles de millones de pesetas se dedi­ can a negocios que no producen nada, sino que aumentan de valor sim­ bólico y se convierten en beneficios reales por el simple hecho de jugar con los cambios de valor en el mercado; acciones en bolsa, terrenos, compañías enteras, líneas de mercado, patentes,etc.etc.. 5 - Las m igraciones y el racism o, un espejo donde m irarnos.Fruto de este modelo de crecimiento desigual, millones de personas tienen que abandonar sus lugares de nacimiento, en busca de alguna posibilidad que les permita sobrevivir o mejorar su calidad de vida. Este desplazamiento masivo, lejos de ser un factor intercultural enriquecedor, se convierte en un rechazo por parte de los habitantes del país de acogida, que ven en los emigrantes a extraños que invaden su espacio vital, con costumbres diferentes . Incluso se les percibe como competidores que amenazan nuestros puestos de trabajo, al aceptar condiciones laborales menos exigentes y salarios más bajos. La movilidad, en lugar de una conquista (llamada en Europa la 4libertad ), es símbolo de desigualdad económica y de inferioridad por parte de aquellos que viajan obligatoriamente en busca de horizontes mejores. 6.- El m edio am biente y la econom ía.- Durante muchos años el tema del medio ambiente estaba intrínsecamente ligado a perso­ nas que defendían un entorno más natural, pero poca gente plantea­ ba la indisoluble relación entre el crecimiento económico y una for­ ma de plantearse la producción y los modelos de desarrollo de mane­ ra que fuera en consonancia con el respeto radical al planeta que habi­ tamos. Como ya se señala muy bien en el número 89 de Documentación Social, sobre DESARROLLO Y SOLIDARIDAD, no se puede concebir el desarrollo como el crecimiento a cualquier precio, arrasando la natu­ raleza y expoliando las materias primas no renovables o provocando riesgos químico/biológicos desmesurados: contaminación de la atmós­ fera y disminución de la capa de ozono, recalentamiento del planeta, agotamiento del subsuelo y sobreexplotación de los bosques tropica­

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les, polución de los ríos y mares,etc.,etc. Cayendo en la enorme con­ tradicción del deterioro del planeta, por el abuso y despilfarro de mate­ rias primas para el mercado de los que pueden consumir y, al mismo tiempo, la enorme ausencia de atención médico-sanitaria-educativa en grandes partes del mundo. En resumen la gestión medio ambiental está en la base de cualquier sistema de crecimiento y cualquier modelo de desarrollo. Incluso en lo que respecta a la creación de empleos, la utilización de medidas más acordes con el medio ambiente es una fuente impor­ tante de utilización de mano de obra. Algunos expertos españoles (1) deñenden que el transporte público genera más empleos que el trans­ porte privado, igualmente la agricultura biológica mas que las tradi­ cional.... El problema se plantea a nivel de rentabilidad de una empresa en particular, que no podría competir con los precios de mercado, ya que en general los procesos productivos de este otro tipo de tecnologías son más costosas en una unidad de producción, pero no así en térmi­ nos macroeconómicos, donde el ahorro sería considerable a favor de este tipo de producción más respetuosa con la naturaleza. Por citar algu­ nos ejemplos: vasos de barro y cristal en lugar de vasos de plástico, ser­ villetas de tela en lugar de las de papel.... n.- ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL REPARTO DE TRABAJO 1.- La rentabilidad en tela de juicio.- Hoy, cuando todo el mun­ do está preocupado con la falta de empleos para todos, aparecen pro­ puestas de toda índole intentando mitigar la situación: *Prolongación de la edad estudiantil para retrasar la incorporación laboral de los jóvenes y así reducir su presión sobre el mercado de tra­ bajo.... * Jubilaciones anticipadas para descargar la masa laboral de las empresas.... *Reducción de la jornada de trabajo para repartir el trabajo que hay... * Se intenta convencer a los empresarios para que inviertan y con­ traten y se les estimula a través de reducciones en sus aportaciones a

( 1)

Antonio Estovan y otros en El País, Julio de 1993.

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la Seguridad Social y con subvenciones a fondo perdido si crean algún puesto de trabajo.... * También se regulan leyes que permitan flexibilizar las diferentes formas de contrato, pensando que así se facilita y estimula el aumen­ to de empleo. De hecho en España, ha habido un aumento conside­ rable de contrataciones a partir de la flexibilización. Dada la actual situación de precariedad en el empleo, con todas las modalidades de contrataciones eventuales, parece obvio que la nue­ va conquista no consiste en asegurar la estabilidad de empleo en la empresa, sino estabilidad de empleo en el mercado laboral, aunque haya que rotar prestando nuestros servicios a diferentes empresas suce­ sivamente. En cualquier caso, es evidente que no son las simples leyes del mer­ cado las que pueden arreglar el problema, puesto que son precisamente sus propias reglas del juego, las que están detrás de la presente situa­ ción. No es cuestión tampoco de liberalizar más el comercio para que las empresas gocen de más protagonismo, puesto que ya lo tienen (las más poderosas), ni menos intervencionismos del Estado, puesto que son ellas mismas quienes lo reclaman cuando algún factor es deficita­ rio y exigen la aportación de la Administración como mecanismo com­ pensador y regulador. A la vista de los resultados, todas las medidas parecen abocadas al fracaso, porque el “ quid” de la cuestión está intrínsecamente rela­ cionado con la rentabilidad de cada hora de trabajo. En un mer­ cado total-único, a escala mundial, gana quien consigue reducir sus costes de producción y éstos dependen de muchos factores que no son únicamente los salarios, aunque éste sea un elemento importan­ tísimo. Llegados a este punto no hay más remedio que preguntarse ¿por qué en Japón se plantean m edidas bastante diferentes a las que se plantean en el resto de los países?. En Japón desde hace muchos años se realizan jornadas laborales muy largas y en Alemania acaban de sugerirlo (aunque no ha sido aceptado por el momento). Parece que la cuestión clave para ellos reside, en que el precio-hora de sus pro­ ductos es mucho más rentable que en los demás países. ¿Por qué?. La respuesta a ese interrogante merecería un debate en el que se impli­ quen todos los sectores de la población, incluyendo en él las organi­ zaciones sociales, sindicales y políticas.

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2 - Reducir la jornada laboral no basta: Hay que hacer el tra­ bajo más rentable, si se quiere competir dentro del mercado al que per­ tenecemos. Dicho de otra manera,la reducción de horas no rentables sigue siendo el reparto de la no rentabilidad para todos. Lo que cier­ tamente sí se consigue, es que haya más personas que se reparten tra­ bajo pero con menos horas y lógicamente con menos ingresos, algo que rio parece ser del agrado de muchos. 3 - ¿ Adelantar la edad de jubilación de los más mayores?.- Sí, pero ¿por qué?. Jubilarse no puede ser sinónimo de inutilidad, sino de conquista, de premio a la contribución que se ha hecho a la sociedad generando riquezas para todos. ¿Por qué no jubilarse un poco todos los años, meses, semanas y días?. ¿Cómo armonizar y equilibrar la apor­ tación de trabajo necesario por parte de todos, de manera que toque­ mos a menos pero durante todo el tiempo útil de nuestra vida?. ¿Por qué es necesario agotarse rápido, a “destajo”, y acabar como un coche al que se le ha dado la vuelta completa al cuenta-kilómetros y se le ha sacado el jugo antes de tiempo?. Visto desde la perspectiva de la contabilidad nacional, no parece que la jubilación anticipada solucione muchos problemas, ya que el dinero necesario para pagar el creciente número de pensionistas, pro­ voca un aumento del presupuesto nacional que a su vez, ejerce una reacción en cadena incrementando los impuestos y reteniendo por tan­ to a los empresarios en su estímulo por ampliar actividades. Al mismo tiempo este aumento impositivo frena el consumo de la población y como consecuencia a su vez, parece incidir reduciendo la actividad comercial de las empresas. 4.-El deber de trabajar y el retraso de la incorporación labo­ ral de los jóvenes.-La medida bastante extendida en todos los países industrializados occidentales, de retrasar la entrada de los jóvenes al mundo del trabajo para aliviar así la presión sobre el mercado laboral y reducir las cifras del desempleo, además de camuflar la situación real, tiene unos efectos perniciosos sobre la cultura de la sociedad y la men­ talidad de los propios jóvenes. El trabajo reconocido en la Constitución española como un dere­ cho - suponemos que en casi todos los países -, es también un deber esencial. ¿Cómo se va a apreciar el valor de las cosas producidas a lo

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largo de la historia, mediante el esfuerzo de generaciones, si no se tie­ ne la oportunidad de valorarlas participando a través del propio esfuer­ zo?. ¿Cómo apreciar un árbol, una cabina telefónica, un parque, un bolí­ grafo, un cuaderno, o una ventana por citar algunos ejemplos, si nun­ ca se ha tenido la oportunidad de colaborar a su existencia?. Si nuestra sociedad está organizada fundamentalmente, según la lógica del trabajo asalariado, ¿ cómo sentirse parte de esta sociedad o forjarse una identidad o un status social, al margen de un empleo remu­ nerado y valorizador ? Quizás no haya contratos para todos los jóvenes que desearían tra­ bajar, pero seguro que habría ocupaciones para todos si lo planteára­ mos de otra manera. Es una cuestión de óptica, de visión del trasfon­ do de los temas sociales-político-culturales, que tienen su traducción en la política económica, por supuesto. 5.- El concepto “viciado” sobre el trabajo y el em pleo.- La cul­ tura que tenemos sobre el trabajo, condiciona bastante nuestra forma de afrontar el tema del desempleo y nos limita en una sola dirección a la hora de buscar soluciones. Ya desde pequeños, tanto en la familia como en la escuela y en el conjunto de la sociedad, se nos explica el hecho de trabajar, como una necesidad, un medio, a través del cual obtenemos el dinero que nece­ sitamos para vivir. El trabajo adquiere por tanto todo el sentido de un contrato, es una mercancía que damos a cambio de dinero, mediante un acuerdo con alguien. Se estudia generalmente para tener un título que permita tener un buen contrato -un buen puesto- ya sea en la empresa privada o en la Administración. Sin embargo, no aprendimos, ni se nos explicó lo suficiente en la escuela, ni en la universidad, ni en la familia, que el trabajo es el medio de generar riqueza y aún menos se nos explicó, que esta riqueza es para satisfacer las necesidades de toda la población. Visto así, aunque suene a cruel ironía, habría que convenir que hay desempleo porque hay escasez de contratos, no porque estén cubier­ tas todas las necesidades de la población, ni porque falten actividades a realizar para mejorar la calidad de vida de todos, empezando por los más desfavorecidos o desprotegidos.

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Baste señalar algunos ejemplos, aunque parezcan tópicos: limpiar los bosques para evitar incendios, redes de carreteras para los pueblos que están mal comunicados( sobre todo en invierno), plantar árboles autóctonos que eviten la desertización progresiva que estamos sufrien­ do, extender la educación de la salud a todos los rincones para preve­ nir enfermedades, construir viviendas para tanta gente que aún no pue­ de acceder a ella ( sobre todo los más jóvenes), controlar la seguridad y las condiciones de trabajo para evitar tantos accidentes y tanto des­ pilfarro de vidas humanas, controlar y prevenir los ruidos, humos y ver­ tidos en las ciudades, etc., etc. Seguramente no faltará quién piense que este tipo de trabajos tie­ nen problema de financiación, y aunque reconozcan que son social­ mente interesantes, no son económicamente rentables. Bastaría sacar la calculadora y empezar a deducir del presupuesto nacional los gas­ tos de farmacia, hospitales, médicos y demás personal sanitario, pen­ siones de invalidez, compensaciones por desastres, etc., que nos aho­ rraríamos para financiar largamente esos puestos de trabajo, además de capitalizar el recurso más precioso que son las personas y en mejor situación de calidad de vida.

m . - 1 PERSONAS, CIUDADANOS O SUBDITOS ?

1.- Ciudadanos económ icos.- Cada vez más, los ciudadanos esta­ mos registrados en los ordenadores que controlan los diferentes aspec­ tos de nuestra vida. Ministerio de Hacienda, del Interior...Parece lógi­ co, ya que según funciona nuestra sociedad, nosotros mismos exigi­ mos estar bien “fichados” en la máquina que controla los subsidios o nuestra antigüedad en el desempleo, o nuestra declaración de la ren­ ta o nuestro curriculum. Nos acostumbramos a estar “impresos”, iden­ tificados, registrados, normalizados, e incluso nos preocupa que no este­ mos bien en regla. Lógicamente, parece normal que en contrapartida, estemos igualmente bien fichados en la máquina que controla los impuestos, las contribuciones, tasas, etc. Sin embargo, no estamos acostumbrados a “controlar”, o registrar nosotros a la sociedad y aceptamos sumisamente que sean otros los que nos administren. Así ocurre que la población, ni controlamos, ni par­ ticipamos en la toma de decisiones importantes, ni se nos consulta por ejemplo, si estamos de acuerdo o no con la instalación de centrales

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nucleares, ni dónde se entierran los residuos radioactivos, ni podemos decir nada sobre los medios de información y comunicación, ni sobre las prioridades de inversiones públicas, ni sobre la política de coope­ ración internacional, ni sobre el servicio militar y la mejor forma de ser­ vir a nuestro país. Y así un largo etcétera. Si es cierto que las formas de representación democráticas, son importantes para evitar los mesianismos totalitaristas (tanto desde el poder como desde la oposición), será necesario reconocer que a nivel económico no existe democracia. No basta con votar y elegir cada cua­ tro años a nuestros representantes y que luego éstos decidan todo lo que atañe a nuestras vidas. ¿Cómo podemos llegar a que los ciudadanos seamos también ges­ tores de la economía?. IV.- LAS ORGANIZACIONES SOCIALES Y POLITICAS, SIN DISCURSO ALTERNATIVO. l.-El “autism o social”.- No hay comunicación multidireccional, sino información “empaquetada”, elaborada, unidireccional, dirigida a otros. Cada cual lanzamos mensajes anónimos a la población para que nos admiren, nos compren, nos voten o asistan a las asambleas de nues­ tras organizaciones, sin que seamos capaces de escucharnos, sentirnos, preocuparnos, o de sintonizar unos con otros. Estamos viviendo un período de auténtico “autism o social”. El prójim o es un elemento de negocio y especulación, a quien vamos a ofrecer nuestro producto, pero pensando por y para él, aun­ que sea por su propio bien, no tiene nada que decirnos, ni que ense­ ñarnos, pero nos hace falta, porque le vamos a vender o comprar algo. Si hacemos referencia a las tan citadas crisis, veremos que las orga­ nizaciones reproducen el papel que los administradores de las crisis les asignan y se convierten en frontones de pelota de los problemas que se anuncian, retomando el papel de representantes de los sufri­ dores de la crisis. La población a su vez, asistirá al espectáculo de la crisis, como el espectador que asiste a un partido o una obra de teatro, sin implicarse, porque aunque ella sea el argumento y el motivo de la obra, son otros los actores que la representan.

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2 - La cultura de la reivindicación crea dependencia.El “cor­ sé” cultural que nos aprisiona, no nos ha permitido descubrir la tram­ pa que supone el esquema reivindicativo como proceso de cambio. Hemos estado detrás de las migajas de la sociedad. Es decir, hemos reivindicado aumento salarial para los que traba­ jaban, pero al mismo tiempo no teníamos instrumentos para controlar los precios que absorbían esos aumentos. Hemos pedido viviendas, pero nunca hemos controlado el suelo, ni los procesos especulativos. Se han reivindicado hospitales, pero no se ha controlado la cali­ dad de los productos alimenticios, ni se ha permitido el desarrollo de las medicinas naturales. Ni siquiera el pueblo ha educado su cultura de la salud. No basta con tener más escuelas, hay que controlar los contenidos y su organización. En definitiva, con la cultura de la reivindicación, las organizacio­ nes populares y de clase, están a la defensiva, gestionando las crisis en lugar de las alternativas. 3 - El poder político, cortina de hum o.- Durante muchos años las Organizaciones populares se han planteado la conquista del poder político y éste, aunque tenga su importancia es un poder pequeñísimo dependiendo de otros poderes. Una prueba la tenemos en las varias experiencias históricas de la conquista del poder político con los votos populares (Chile, Perú, España, Tanzania ...), o la toma del poder por un levantamiento en el que después una minoría ejerce ese poder político (Cuba, Países del este de Europa...), o incluso cuando una mayoría lo ejerce (la Nicaragua Sandinista...). No hay que confundir el poder con el Gobierno. A veces se gobier­ na para los que tienen el poder real. Es decir se ha conquistado el poder político, pero no el económico, cultural e ideológico y al final no cam­ bia nada de lo fundamental. Desgraciadamente no hay un poder real que venga de abajo, no hay presión cultural o ideológica y mucho menos económica, que venga de la población organizada. Durante muchísimos años, se ha descuidado el implicar a los ciudadanos en la gestión de la Cultura y de la Economía y poco

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a poco hemos llegado a una situación de complicidad, donde la población está inhibida de “la política”. Así parece im posi­ ble, que ningún gobierno, pueda hacer cambios sustanciosos en nom bre de una población que no presiona, porque carecería de fuerza para hacerlos. Claro que si pidiera los votos para hacer los cambios fundam entales que harían falta, posiblem ente tam ­ poco tendría el apoyo necesario de la población, que ya se ha acostum brado a no plantearse la responsabilidad de los temas que le conciernen y prefiere delegar en otros que se lo arreglen desde “arriba”. 4 - La plusvalía social ¿a quién pertenece?.- Hemos atacado durante años la plusvalía económica, condenando la apropiación inde­ bida del valor que generaba el esfuerzo del trabajador y aún no hemos conseguido cambiar esa interpretación del principio de propiedad pri­ vada, que soporta tal enajenación. Sin embargo no se oyen voces que critiquen la “plusvalía social”, que igualmente consiste en la apropiación indebida del esfuerzo de los ciudadanos, que se han organizado y han luchado, para mejorar la situa­ ción de todos. Tantos miles y miles de personas, que durante años, con sus corres­ pondientes miles de horas y días, dedicados a organizarse en la empre­ sa, en el barrio, manifestarse, organizar actividades, reuniones, deba­ tir con vecinos y compañeros, pegar carteles, vender periódicos, repartir propaganda, hacer rifas, solidarizarse de infinitas formas, han sido muchas veces utilizados por otros, que se han beneficiado de ese “valor social añadido”, apropiándose de ello para sus propios intere­ ses políticos particulares. ¿Hasta cuándo puede continuar esa enajenación entre el que pro­ duce el valor político-social y el que se aprovecha de él?. Quizás si enten­ diéramos la participación como algo más que simplemente asistir o afi­ liarse, se podría invertir esta lógica. Aunque parezca un juego de palabras, sería importante con­ venir que para que haya participación, tiene que haber implica­ ción y para eso es necesario que todo el mundo , a la medida de su capacidad, p articip e en la p la n ifica ció n de su p rop ia par­ ticip a ció n .

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V.- LOS VALORES EN ALZA ¿VALEN?.Los valores se viven.- El quehacer cotidiano, la rutina diaria, va creando hábitos de comportamiento, que se convierten en actitu­ des habituales que interiorizamos e integramos. Esas actitudes son la práctica diaria de los valores que se convierten en legitimizadores éti­ cos de nuestro comportamiento diario. En general toda persona y toda población, cree en unos valores y practica unas actitudes, a través de su modo de vida cotidiana, que son la expresión de aquello que cada uno valora. Los valores que valen.- Los valores son los puntos de referencia del sentido de la vida de un pueblo o una colectividad y configuran el marco de su cultura. Hay valores universales, como el respeto a uno mismo o el respeto a la vida, y valores que dependen de la cultura de cada país, étnia, territorio o colectividad. Así varía el valor del trabajo, de la familia, de la propiedad de tierras y casas, el rol-figura del anciano, el sentido de la hospitali­ dad, el orden y la autoridad,etc., según el contexto de la sociedad donde vivamos. Pero en cualquier caso, no es lo mismo identificar los valores a partir de lo que la gente valora, según se manifiesta por sus comportamientos, que identificarlos a partir de sus discur­ sos. *.- Los que se predican, pero no existen o no se encuentran.De un lado está la realidad diaria que nos impone unos hábitos y nos genera unas actitudes que finalmente se convierten en nuestros valo­ res prácticos y por otro lado, convivim os con unas contradiccio­ nes que nos hacen dispersarnos en la vida, sin permitirnos avanzar en una dirección elegida por cada uno de nosotros. Así por ejemplo, nos creamos una aureola, im a autoim agen, que pretendemos proyectar como trozos de cristal cuando reflejan la luz del sol: somos democráticos, pacifistas, ecologistas, creemos en el desa­ rrollo y apoyamos las nuevas tecnologías como factor de progreso, modernidad y motor de la economía. Y sin embargo al mismo tiempo, vivimos cotas altísimas de inhibición y abstencionismo, estamos rodea­ dos de conflictos bélicos y terrorismo, el planeta está siendo destruido impunemente, están creciendo las finanzas sin que crezcan las perso­ nas y aumenta el desempleo al mismo ritmo que avanzan los automa­ tismos.

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Se busca el triunfo, el éxito, el prestigio, pero no hay puntos de referencia claros . A veces se confunde el prestigio con aparecer en los medios de comunicación, pero el ser conocidos no significa gozar del prestigio de los que nos rodean. Se busca la seguridad, pero ésta se centra demasiado a menudo en la garantía material, en tener un puesto de trabajo y es lógico, pero cuando se tiene esto se sigue inseguro, porque en el fondo se busca fuera de uno mismo y es bastante difícil encontrar esa seguridad en una sociedad hostil, si es que uno no es capaz de encontrar la seguridad en sí mismo. Con el pretexto de encontrar la felicidad se busca la satisfacción inmediata, se vive con prisas, en permanente huida para no tener que enfrentarse con la realidad. Los que se practican pero da vergüenza reconocerlos.Llegamos a prácticas que luego condenamos públicamente: el opor­ tunismo, “el enchufe”, el avasallamiento, la insolidaridad, los favores a cambio de algo, la sumisión. Vivimos con miedo, tratamos con super­ ficialidad los asuntos importantes que nos conciernen y reaccionamos pasionalmente con sentimentalismo sensiblero, ante las situaciones gra­ ves que nos exigen objetividad y lucidez. *.- Los que se exp resan pero no se asum en.- Dentro de esa contradicción que supone la dualidad a la que estamos acostum­ brados en la vida diaria, hay valores que nos suenan bien, porque tienen un “eco” positivo en nuestro interior. Algo nos dice que son buenos para nosotros y cuando los hemos oído nos hemos sentido identificados con ellos. Sin embargo no podemos asumirlos porque no nos sentimos capaces de ello, no sabemos como vivirlos, haría falta educarnos en ellos. Nos identificamos con la solidaridad pero necesitaríamos edu­ carnos en el afecto y en la gratuidad para acostumbrarnos a vivirla. Igualmente defendemos el pluralism o, pero nos falta practicar la tole­ rancia para superar nuestro dogmatismo y ése es un camino largo que exige extirpar viejas raíces y malas hierbas. Muy unido al anterior valor, querríamos ser defensores del respeto a los demás, pero nos es dema­ siado cuesta arriba (no sólo porque los programas deportivos y políti­ cos están llenos de antagonismos incitadores ), porque nos respetamos poco a nosotros mismos, nos queremos poco. No estamos educados en la autoestima.

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VI.- NUNCA ES TARDE PARA VOLVER A APRENDER 1- Aprender a saber.- Casi al filo del siglo XXI parecería que nues­ tros descubrimientos científicos y tecnológicos nos tendrían al cabo de la calle de todo lo que hay que saber y sin embargo no es así. Cada vez sabemos menos de lo que nos es fundamental conocer y al mismo tiem­ po acumulamos cantidades enormes de información, lista para ser con­ sumida y almacenada. No es que los medios informatizados sean nega­ tivos, ni mucho menos, sino que éstos no pueden sustituir nuestra capa­ cidad de razonar y de aprender permanentemente. Si queremos vivir con calidad y dignidad, tenemos que adquirir los conocimientos adecuados al mundo actual que queremos interpretar y dominar. Lógicamente es necesario saber lo que uno quiere aprender y huir del consumo sistemático de la oferta de conocimientos indiscrimina­ da, sin haberse parado a pensar si es eso lo que uno necesita. Cierto que “nuestro disco duro” tiene una capacidad enorme de registro y memoria, pero no menos cierto es que cuanto más le llenemos de infor­ maciones no seleccionadas, menos tiempo y espacio dejamos libres para aprender aquellas que queremos saber. Hay que partir del principio de que la formación es un proceso per­ manente indispensable. La cuestión es saber en qué, para qué y por qué aprender y cóm o hacer ese aprendizaje. Este proceso permanente, supone una actitud serena y valiente ante la vida, que nos permita des­ cubrir nuestras capacidades y debilidades sin complejos, con la con­ fianza de que somos capaces de encontrar soluciones a las dificulta­ des que vivimos. Como ejemplos podríamos plantearnos algunos puntos de refe­ rencia: * formarse para conocer, interpretar y dominar nuestra vida. No tener miedo de enfrentarse a la realidad, con una actitud positiva de querer conocerla a fondo, saber por ejemplo cómo y por qué funcio­ na así la economía, por qué estamos en paro una cifra de personas tan enorme,por qué tenemos fronteras, por qué tenemos ese tipo de urba­ nismo, por qué no diseñamos, dirigimos y gestionamos todo lo que nos concierne. * formarse para cambiar a mejor esta forma de funcionar la eco­ nomía, la cultura y la sociedad.

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* formarse para gestionar esa mejora-cambio desde la actividad pro­ ductiva (no especulativa, que de eso ya sabemos demasiado), intro­ duciendo otros conceptos de trabajo productivo y de rentabilidad eco­ nómica y social. Es decir generando riquezas para todos. * formarse para acceder a los puestos de trabajo cualificados, esta­ bles y bien remunerados, para los que el reciclaje y la formación con­ tinua serán herramientas indispensables si quieren mantenerse en ellos. * formarse para la cantidad de trabajos no demasiado cualificados que seguirán haciendo falta, por muchas innovaciones tecnológicas que haya y para las ocupaciones clásicas que no desaparecen, aunque cam­ bie la forma de organización del trabajo. * formarse para encontrar una ocupación en lo que hay, ciertamente, pero también abriendo camino ocupacional donde aparentemente no lo hay, creando su propio trabajo. La formación no puede garantizar el empleo, porque el empleo no depende de la formación, pero cuan­ to mejor formado se esté, mayor posibilidad se tiene de encontrar un empleo bien remunerado. * formarse para gestionar nuevas empresas de economía más soli­ daria. Esto llevaría a una generación de nuevos empresarios, más com­ prometidos con la economía como un medio que se da la sociedad para satisfacer las necesidades de todos y no como un negocio especulati­ vo simplemente. * formarse para crear ocupaciones-trabajos socialmente útiles, de mejora de la calidad de vida, que aunque algunos no sean económi­ camente rentables (como ya hemos señalado en apartados anteriores), son socialmente necesarios. * formarse para crear , diseñar y comprometerse con planes de desa­ rrollo que impliquen a la población, mejoren y respeten la naturaleza y hagan compatible el crecimiento con el desarrollo de todos. Es decir, que el desarrollo de unos no suponga el empobrecimiento de otros. * formarse sobre todo para vivir sacando el jugo a la vida, disfru­ tándola de otra manera, sin considerar el ocio como el tiempo que no se tiene la obligación de trabajar o estudiar, sino el tiempo donde se es libre. Evidentemente no hay recetas respecto a todo lo anterior, pero sí parece fundamental el que desarrollemos nuestra capacidad de inves­ tigar, razonar y analizar, para poder escoger y precisar el tipo de for­

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mación que deseamos. Tenemos que huir del dogmatismo ideológico y de la superficialidad simplista de interpretar que las cosas son tal y como nos las han contado, así sin más, o que son verdades rigurosas porque están escritas o porque las ha dicho tal autor, o tal experto. Debemos pasar todo por nuestro filtro personal y recuperar nuestra capacidad de observar, captar, discernir, opinar, contrastando con otras personas nuestros descubrimientos, opiniones y conclu sio­ nes flexib les. Hay que crecer en la tolerancia y avanzar con nuestras incertidumbres, sin complejos y sin dogmatismos frívolos. En definitiva debemos aprender a saber lo que querem os y para eso es necesario perder el miedo a pensar, aunque se nos destruyan mitos y se nos caigan ídolos. Podemos y debemos ser profundos en nuestros análisis, tanto con la cabeza, como con el corazón para pen­ sar y sentir en armonía, al mismo tiempo, sin separar nuestras capaci­ dades, so pena de crear la monstruosidad de pensar en dirección opues­ ta a lo que sentimos y sentir de espaldas a lo que pensamos. 2.- Aprender a crear.- Desde hace ya algunos años, las empresas multinacionales vienen denunciando en instancias internacionales (sobre todo a nivel europeo), que el sistema educativo no sirve. Llegan incluso a enumerar una serie de capacidades básicas que los trabaja­ dores deben adquirir, para estar a la altura de las exigencias que la pro­ ducción de hoy requiere. La lista de capacidades es enorme, reveladora y digna de análisis, puesto que rompe con los mitos clásicos en los que se afirmaba que en las empresas sólo se querían brazos y espaldas y que no hacía fal­ ta gente con capacidad de pensar y trabajar en equipo. Refiriéndose a los trabajadores llegan a precisar actitudes y capacidades tales como: creativo, capaz de interpretar y anticiparse, habilidoso para operar con la abstracción, con capacidad de pensar y razonar ordenadamente, ima­ ginativo, comunicativo, capaz de enfrentarse a problemas no estruc­ turados, analizarlos críticamente y tomar soluciones, con capacidad de trabajo autónomo y con iniciativa. Y así un largo etcétera que desbor­ da bastante el lenguaje utilizado anteriormente,(al menos durante dos siglos). Como consecuencia lógica de ese planteamiento, formulan planes de formación acordes con esas exigencias. Sin embargo hay aspectos fundamentales que quedan implícita y descaradamente fuera de esa pla­ nificación formativa, como son: la capacidad de gestión, de globali-

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zar los análisis parciales, de em prender y crear en cualquier aspec­ to de la vida y no sólo en los escenarios preestablecidos por otros, de aglutinar y liderar, de audacia contra la resignación y el fatalismo, de investigar en cualquier cosa que nos concierne. Y así habría otro largo etcétera de capacidades fundamentales a desarrollar para nues­ tro propio beneficio. En definitiva se trata de asumir nuestra responsabilidad de enfren­ tarnos a las situaciones y experimentar fórmulas organizativas ade­ cuadas a cada aspecto que concierne nuestra vida. Cada organización debe ser autogestionada por todos los afectados y concernidos. Nadie debe sustituir a nadie, porque (como dice una canción de Luis Pastor) en la vida no hay suplentes. No se trata de asistir, colaborar o afiliarse simplemente, sino de participar en la planificación de la partici­ pación, como ya hemos señalado. No se trata de empezar todo de nuevo y pensar que nada de lo que existe es verdadero o valedero. Lo que se plantea, es una implicación en el tejido socio-económico-cultural que no se puede separar y que supone gestionar la parte que nos corresponde por derecho y por deber, de todo aquello que nos concierne. Habrá que crear aquellas infraestructuras que no existan, reforzar aquellas que existen y nos sir­ ven y reorganizar aquellas que existiendo no funcionan adecuadamente o simplemente dejando que mueran aquellas que no nos sirven. Cada cual que juzgue y decida. 3.- Aprender a creer.- Hemos crecido en un ambiente cultural en el que se nos ha inculcado el culto a creer en lo que no dominábamos. Se ha abusado de nuestra ignorancia, para hacernos aceptar lo que decía el dirigente, el experto, el libro, el maestro, el médico, el secretario gene­ ral, el director, el párroco, etc., haciendo una “pirueta” ciega de salto en el vacío, casi “kami-kaze”, separando absolutamente nuestra razón de aquello en lo que había que creer como principio intocable. La ver­ dad estaba fuera de nosotros, los otros eran más importantes. Hemos sido cómplices de nuestra inseguridad y nosotros mismos hemos colaborado con el miedo que se nos ha proyectado: . miedo a enfrentarnos con la realidad porque no sabemos cómo afrontarla solos, . miedo a lo desconocido, porque para nosotros todo lo que igno­ rábamos lo considerábamos inalcanzable y mágico, miedo al ridículo, por la inseguridad que nos proporcionaba nuestra ignorancia.

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. miedo a tocar otras dimensiones mas allá de nuestros ojos físicos, porque siempre otros han “visionado” por nosotros, . miedo a enfrentarnos con nosotros mismos porque somos unos perfectos desconocidos y otros han jugado con nuestros sentimientos y nuestra voluntad, . miedo al futuro, porque creemos en el determinismo de manera fatalista. Sería muy grave pensar que en definitiva nos tenemos miedo a nosotros mismos. ¿Por qué no creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades potenciales? ¿Por qué no experimentar a mirarnos para adentro y descubrir que todo lo que creemos desconocer se encuen­ tra en nuestro interior?. Si aprendiéramos a creer más en nosotros, descubriríamos la armonía que hay entre nuestras capacidades físicas, intelectuales y espirituales y perderíamos el miedo a lo desconocido. Si experimentáramos nuestra responsabilidad de gestión en todos los aspectos de nuestra vida, descubriríamos nuestra enorme capaci­ dad de saber, pensar, razonar, dominar y crear. Haríamos la síntesis entre nuestra autonomía individual, nuestra dimensión íntima y nuestra dimensión colectiva, indisolubles entre sí. Si creyéramos que somos personas conectadas armónicamente con todo el universo, no gastaríamos nuestras energías en defender la pro­ piedad privada de un pedazo de tierra por encima de toda la pobla­ ción. En resumen, si ejerciéramos una pequeña parte de lo que somos capaces, la economía, la cultura, la política, la sociedad sería una aven­ tura apasionante donde creceríamos como personas y no como súb­ ditos. 4.- Aprender a querer.- Resultaría difícil entender que cuando hablamos de una sociedad mejor,más equitativa, más humana,etc., esta­ mos pensando sólo en los demás. Se supone que estamos pensando fundamentalmente en nosotros. De ahí la importancia que expresemos realmente nuestros sentimientos más profundos, para comparar si la sociedad que queremos se parece un poco a lo que sentimos. Y si de verdad lo que sentimos no se parece a lo que tenemos, habrá que pre­ guntarse el por qué. Si partimos de nuestros sentimientos profun­ dos, auténticos, veremos seguramente que hay muchas cosas que nos sobran y nos molestan y que no nos basta con repetir los slogans de los modelos de sociedad que nos dicen, por muy de moda que estén.

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Seguramente nos molestará una sociedad tan controladora, aunque sea so pretexto del buen funcionamiento democrático. Si nos atreviéramos a creer en nuestra ternura, veríamos como el afecto, la amispad, el amor en toda su dimensión, invadirían nuestras relaciones personales y políticas, poniendo en desuso la explotación, la utilización del prójimo, y la mentira como moneda internacional de cambio. ¿No resulta increíble pensar que podemos querernos y respetarnos los unos a los otros, si no somos capaces de querernos a nosotros mis­ mos? ¿Por qué no querernos un poco más, escuchándonos a nosotros mismos sobre lo que nos gusta y lo que no nos gusta? 5.- En resum en, aprender a vivir.- Entre los valores que se apun­ tan hoy con fuerza, está el concepto de felicidad en permanente evo­ lución y cada vez con una tendencia más acusada hacia la consecución de metas palpables, sentidas, disfrutadles inmediatamente y casi siem­ pre materiales, aunque sean caducas. Se aferra más la gente a vivir “como sea”, con tal de vivir. Se confunde el vivir con el durar. Hay que plantearse que la forma-de vivir es más importante que la vida misma. El cómo se vive es más importante que el hecho de vivir, sino la vida, deja de tener sentido. Es decir no basta durar y sobrevivir, sino que hay que vivir de acuerdo a nuestras convicciones y senti­ mientos y eso supone, una forma de vivir la cultura, la economía, la política, las relaciones sociales. Una forma de entender la salud,y por tanto de cuidar la alimentación, el medio ambiente, el equilibrio eco­ lógico.... ¿Por qué no buscar la felicidad a través de la satisfacción que pro­ duce el vivir de acuerdo a lo que uno cree y siente?. La imagen de la felicidad sería algo así como la luz eléctrica, que sólo enciende la bom­ billa e ilumina cuando se unen los dos cables. Es decir cuando uno vive de acuerdo con lo que cree y siente, se enciende la chispa de la cohe­ rencia, que es la que da gusto a la vida y satisfacción de felicidad pro­ funda.

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El futuro de la política social Jean Degimbe Bruselas

La Comunidad Europea se esfuerza actualmente por definir mejor los objetivos que deberían darse en política social al nivel de la comu­ nidad. El Comisario encargado de los Asuntos Sociales, M. Elynn, da el últi­ mo toque a un LIBRO VERDE sobre la política social que deberá pre­ sentar en otoño de 1993. Se trata, parece ser, de presentar las grandes tendencias de la política social que la Comisión de la Comunidad Europea considera esenciales para los próximos años y provocar a este respecto, en el curso de los próximos meses, un gran debate con los medios afectados. La Comisión deberá presentar en el curso del pri­ mer semestre de 1994 un LIBRO BLANCO que presentará las propuestas que la Comisión considera debe contener para traducir concretamen­ te los principios contenidos en el LIBRO VERDE. El mismo Consejo de Ministros de Trabajo y Empleo será entonces, él mismo, llamado a deba­ tir en el curso del segundo semestre de 1994, período durante el cual la República Eederal de Alemania asume la Presidencia de la Comunidad. Por otra parte, el Consejo y la Comisión trabajan juntos para mejor determinar las condiciones de una reactivación del empleo. Se trata, esencialmente, como lo han pedido los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre de Copenhague, de desarrollar a la vez el crecimiento, la competitividad y el empleo. Este “triángulo”fija bien los objetivos que

Traducción del francés: Cecilia Sanz. Servicio de Documentación. Cáritas Española.

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debe asignarse a medio plazo la Comunidad en materia a la vez eco­ nómica y social. Es en esta perspectiva donde el Presidente Delors ha sido encar­ gado de elaborar, en vista de la próxima Cumbre de Bruselas, un Libro Blanco sobre la estrategia a medio plazo en favor del crecimiento, de la competitividad y del empleo. Lo hará a la luz de los ocho puntos que ha propuesto como marco de referencia con ocasión de la Cumbre de Copenhague: - Mantener el rumbo hacia la Unión Económica y Monetaria, - Una Comunidad abierta y solidaria en el mundo. - Una cooperación creciente en materia de Investigación y de Desarrollo. - Una red de la infraestructura de los transportes y las telecomuni­ caciones de elevadas características. - Un espacio común de información: la revolución tenológica que se inicia. - Una adaptación profunda de los sistema de educación. - Hacia un nuevo modelo de desarrollo. - Políticas más activas del mercado del trabajo. Por otra parte, los Ministros de Einanzas han recibido el mandato de la Cumbre de Copenhague de elaborar grandes orientaciones en vis­ tas a permitir al Consejo Europeo de Bruselas definir las medidas a medio y a largo plazo encaminadas a promover la competitividad y el empleo. Los Ministros de Empleo, por su parte, que en los Estados Miembros están directamente encargados de la política del empleo, han conside­ rado que ellos estaban total y directamente afectados por la problemá­ tica comunitaria del empleo. Madame Smet, Ministra belga de Trabajo, encargada de la Presidencia del Consejo durante el segundo semestre de 1994, ha decidido entablar un debate a este respecto, de una parte en el Comité Permanente del Empleo del 22 de septiembre (Instancia comunitaria que reagrupa los Ministros de Trabajo, los representantes de los empresarios, los representantes de los sindicatos y la Comisión), y de otra parte, en las próximas reuniones formales e informales de los Ministros de Trabajo. Estos debates y las conclusiones que se saquen, se sitúan en la perspectiva de la Cumbre de Bruselas, en el curso de la cual los Jefes de Estado y de Gobierno deberán establecer al más alto

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nivel político de la Comunidad, las condiciones de la puesta en escena del triple objetivo de crecimiento, de competitividad y de empleo. Se ve pues que al nivel de la Comunidad, esto no es más que has­ ta finales de este año, para las perspectivas de una política de empleo, y en el curso del año 1994, para las pespectivas más globales de la polí­ tica social, que se pueden conocer los objetivos que se fijan la Comunidad Europea y más particularmente la Comisión. Es pues difícil decir hoy cómo se presentará exactamente de aquí a doce meses la política social tal como la habrán definido las Instancias comunitarias. Se puede, sin embargo,trabajar sobre algunas reflexiones relacio­ nadas con los objetivos esenciales que debe fijar una política social comunitaria global que no debe limitarse al único aspecto del empleo, incluso si éste es primordial y determinante a la vista del futuro de la política social. Pero ésta debe al mismo tiempo continuar desarrollán­ dose teniendo en cuenta la dimensión del gran mercado en el seno del cual circulen en adelante libremente los capitales, las mercancías, los servicios y las personas. Es en este nuevo medio ambiente comunita­ rio donde la política social debe precisamente jugar todo su papel. La finalidad de este gran mercado es asegurar bien el desarrollo eco­ nómico de la Comunidad y crear empleos. En una primera fase de 1985 a 1990, la dinámica del gran mercado ha generado cerca de 8 millones de empleos, sin por eso hacer bajar el paro en las mismas proporcio­ nes. Pero la crisis actual golpea duramente a los trabajadores y se pue­ de temer que en 1994 la Comunidad cuente con 20 millones de para­ dos,la situación más difícil que la Comunidad haya conocido nunca en materia de empleo. Los trabajadores esperan de la Comunidad que se preocupe de su empleo. Este es en adelante uno de los objetivos esenciales de la Comunidad, como se ha indicado anteriormente, con los objetivos de crecimiento y de competitividad. No es posible, en el contexto de este artículo, entrar en detalle de una nueva problemática comunitaria del empleo, pero parece que tres puntos esenciales deben imperativamente ser puestos en consideración al nivel de la Comunidad: Una disminución o alivio de las cargas socia­ les que pesan sobre las empresas, una nueva organización del merca­ do del trabajo a fin de aumentar la flexibilidad y un esfuerzo crecien­ te por la formación.

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Todas las iniciativas tomadas en estos tres aspectos deberán ser orientadas hacia la creación de nuevos empleos, particularmente para los jóvenes. La mayor parte de las iniciativas subrayan a título de subsidiariedad comunitaria, la responsabilidad de los Estados miembros o de las empresas. Pero la Comunidad debe contribuir a despejar los puntos de vista convergentes entre Estados miembros sobre la mane­ ra de reducir las cargas sociales sin perjudicar en lo esencial a la pro­ tección social de la que se benefician los ciudadanos de la Comunidad, vigilando al mismo tiempo para que los recursos libres sirvan, en parte, en todo caso, a la creación de empleo para los jóve­ nes. Lo mismo ocurre con la reflexión que se debe hacer sobre la fle­ xibilidad que se debe dar a la organización del trabajo por el recuso al tiempo parcial y por el recurso a otras formas de organización del tiempo de trabajo, tales como por ejemplo, para los jóvenes, el tra­ bajo combinado de la formación en alternancia, la noción de inte­ rrupción de carrera, de contratación a “tiempo parcial” a partir de la edad de 55 años, compensada por los contratos de jóvenes. Estas medidas apuntan igualmente a la función pública. En este esfuerzo, las agencias de empleo deberán desarrollar más que lo hacen ahora, un papel de consejeras al lado de los demandantes de empleos. La Comunidad, a través de su red EURES, debe aportar una ayuda sig­ nificativa a este respecto. , Por ñn la formación, para la cual nuevas medidas presupuestarias importantes acaban de ser liberadas con ocasión de la reciente refor­ ma de los Fondos Estructurales, debe beneñciarse con una atención par­ ticular por parte de los Poderes públicos, pero también de las empre­ sas y de las organizaciones sindicales a ñn de unir la necesidad de desa­ rrollar una formación unida a los cambios estructurales y tecnológicos, con la de asegurar una formación a los jóvenes poco o mal formados a la vista de las necesidades actuales del mercado de trabajo. Es nece­ sario, desde este punto de vista, pensar no solamente en la evolución de las técnicas, sino también en las potencialidades del sector no comer­ cial al cual muy pocos jóvenes están sensibilizados. Si el empleo y la formación constituyen sin ninguna duda, los ejes esenciales de la política social, tanto a nivel de la Comunidad, como a nivel de los Estados miembros,no debemos perder de vista, como se ha indicado más arriba, que éstos no son los únicos elementos de la política social comunitaria. Esta debe ser considerada como un elemento clave del gran mercado que no puede tener su pleno valor para el con­

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junto de los ciudadanos y los trabajadores europeos que desarrollan a la vez una dimensión económica y una dimensión social. La política social comunitaria no puede concebirse más que constitui­ da por elementos complementarios indisociables incluso si, en ciertos momentos, el acento deber ser temporalmente puesto sobre cualquiera de entre ellos, como es el caso hoy del empleo y la formación. Este era el obje­ tivo esencial del programa de acción de la Comisión respondiendo a la Carta comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores. Desde este punto de vista es importante, primeramente, no perder de vista que la dinámica del gran mercado que organiza la libre circu­ lación de capitales, servicios, mercancías y personas, debe permitir tam­ bién a los trabajadores circular libremente y sin trabas administrativas sobre todo el territorio de la Comunidad y más tarde de la Comunidad ampliada. Es un derecho reconocido por el artículo 49 del Tratado de Roma y organizado por el reglamento comunitario 1612/68. Pero es nece­ sario velar por mejorarlo y adaptarlo a la evolución del gran mercado. Una nueva dimensión de la libre circulación será la apertura de diver­ sas funciones públicas nacionales a los naturales de otros países de la Comunidad. El movimiento se ha puesto en marcha en ciertos sectores como los transportes, la salud pública, la educación, la investigación. Otros aspectos deberán sin duda abrirse al futuro. Lo mismo ocurre con la seguridad social de los trabajadores migrantes, sistema de coordina­ ción entre los Estados miembros, regido por el reglamento comunita­ rio 1408, que permite a los trabajadores que van a ejercer sus activida­ des a un país de la Comunidad, distinto de su país de origen, benefi­ ciarse ellos mismos y sus familias de una protección social de la misma naturaleza que la de los ciudadanos de las naciones del país conside­ rado. Como en el aspecto de la libre circulación, es importante que, a la vista de los desarrollos de los diferentes sistemas de seguridad social, la reglamentación comunitaria sea adaptada constantemente. Por otra parte, la libre circulación no debe ser obstruida por una insuficiente equivalencia de los diplomas o de las calificaciones entre países de la Comunidad. Grandes progresos han sido realizados en el curso de los últimos años, especialmente por la equivalencia acorda­ da a los diplomas sancionando los estudios BAC+3. Sería deseable que esta equivalencia se extendiera al BAC+2. Al ser el gran mercado una creación de progreso, es importante ase­ gurar a los trabajadores de la Comunidad, mejores condiciones de vida

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y de trabajo. El Acta Unica, y más concretamente el articulo 118A, han permitido al Consejo de Ministros establecer un número importante de directivas que representan desde ahora un Cuerpo legislativo comu­ nitario que cubre lo esencial de los problemas concernientes a la pro­ tección de la salud y de la seguridad de los trabajadores sobre el lugar de trabajo. Se trata particularmente de la Directiva marco concerniente a la pro­ tección de la salud y la seguridad en el lugar de trabajo, de la Directiva enfocada a los lugares de trabajo, de la Directiva concerniente a los equi­ pamientos de protección individual, de la relativa a las cargas pesadas y la que concierne a las pantallas de visualización. Se trata, por otra par­ te, de directivas enfocadas a la protección de la salud de los trabaja­ dores contra los riesgos provenientes del amianto, del plomo, del rui­ do, de las sustancias químicas, de los agentes biológicos, de las sus­ tancias cancerígenas. Se trata también de directivas enfocadas a la dota­ ción médica de los buques, así como a la seguridad sobre los astilleros temporales y móviles. Esta lista por sí misma muestra la importancia del arsenal legislativo comunitario. Otros progresos deberán sin duda hacerse para extender la pro­ tección a otras áreas donde nuevos peligros pudieran aparecer, para adaptar las disposiciones existentes a la evolución de las técnicas. Pero un punto esencial para el futuro inmediato es asegurar la puesta en prác­ tica de estas directivas sobre el terreno a nivel de las empresas. Las ins­ pecciones de trabajo de los países de la Comunidad, así como los Comités de Higiene y de seguridad, deberían ser objeto de una acción específica de información y de sensibilización por la parte de la Comisión de las Comunidades que tiene ante ella un nuevo campo de acción a desarrollar. Ocurre sin duda lo mismo respecto a una acción de sensibilización permanente de la opinión pública y los medios afec­ tados que debería responder al excelente año europeo, en cuanto a la seguridad, la higiene y la salud sobre el lugar de trabajo, organizado en 1992. Por otra parte es un aspecto en el cual la Comisión no ha obteni­ do muchos éxitos estos últimos años. Es el de las propuestas de direc­ tivas para las condiciones de trabajo y para su organización. La Presidencia belga se esfuerza en hacer balance de las proposi­ ciones de directivas que están actualmente en discusión en el Consejo: trabajo atípico, desapego de los trabajadores, comité de empresa euro­

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peo, protección de los jóvenes en el trabajo. Los próximos meses per­ mitirán ver si se han podido realizar esos progresos. Es preciso señalar que en estos diferentes asuntos, así como en varios otros invocados más abajo, el Protocolo Social del Tratado de Maastrich, cuya entrada en vigor tendrá lugar en el curso del segundo semestre de 1993, da la posibilidad a los once Estados miembros que han querido este Protocolo, tomar decisiones, a partir de ahora, por mayoría cualificada. El Protocolo en su artículo 2 prevé en efecto el pro­ ceder de la mayoría cualificada para cinco asuntos: - protección de la salud y la seguridad de los trabajadores; - condiciones de trabajo; - información y consulta de los trabajadores; - igualdad entre hombres y mujeres en lo concerniente a los cam­ bios en el mercado de trabajo y el tratamiento en el trabajo; - integración de las personas excluidas del mercado del trabajo. La Comisión, tiene en adelante, pero para once países solamente, una gran competencia en el aspecto social. Conviene recordar que la Comunidad se ha dotado de un número importante de nuevas directi­ vas en el terreno de la protección de la salud y de la seguridad de los trabajadores, precisamente con el Acta Unica que prevé las decisiones de la mayoría cualificada sobre la base del nuevo artículo 118A. Pero la gran novedad del Protocolo social reside en la posibilidad acordada de ahora en adelante, a los agentes sociales (art. 3 y 4 del Protocolo) negociar ellos mismos los acuerdos en las cinco materias recuperadas por el Protocolo. La Comisión debe, en efecto, en el marco del Protocolo, consultar a los agentes sociales sobre sus propuestas de directiva y los agentes sociales pueden, habiendo tenido conocimiento del contenido de la propuesta, decidir tomar ellos mismos la iniciativa de negociar entre ellos un acuerdo sobre la base de la propuesta de la Comisión. La ini­ ciativa pasa entonces de la Comisión a los agentes sociales, cuyo acuer­ do puede entonces ser transformado en legislación comunitaria por decisión del Consejo tomada por la mayoría cualificada. Es demasiado pronto para poder estimar el impacto que este nue­ vo proceder puede tener sobre la política social comunitaria. La capa­ cidad de negociar de los agentes sociales confrontados a una práctica comunitaria nueva que no corresponde siempre a sus prácticas nacio­

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nales, será sin duda determinante a este respecto. Cae de su peso que la Comisión cuyo papel de iniciativa es más importante que nunca a la vista de este nuevo proceder, tiene un papel motor en este nuevo enfo­ que querido por los firmantes del Tratado de Maastrich. Se trata, en todo caso, de un nuevo enfoque de la política social comunitaria. El Protocolo apunta igualmente a las materias relativas a la igual­ dad de oportunidades. Es un terreno en el cual, a iniciativa de la Comisión, la Comunidad ha innovado, desde 1974, haciendo adoptar por el Consejo dos directivas importantes concernientes de una parte a la igualdad de tratamiento en materia de salarios,y de otra parte, á la igualdad de tratamiento en el acceso al empleo. Sin embargo, estos últi­ mos años, el tema de la igualdad de oportunidades ha suscitado menos el interés, tanto de las instancias comunitarias como de los gobiernos de los Estados miembros. Es un dossier al que convendrá sin duda estar atentos en el curso de los próximos años para evitar que, en la realidad del mercado de trabajo, se instauren de hecho prácticas discriminatorias al respecto de la población femenina. Terminando esta presentación de los principales temas que pare­ ce deben retener la atención cuando se reflexiona en el futuro de la política social, conviene señalar que la Comunidad está confrontada a tres problemas que tomarán cada vez más importancia en el curso de los próximos años: la exclusión, el problema de las personas mayores y la política migratoria. La Comisión se preocupa activamente del problema de la exclu­ sión. El objetivo 3 del Fondo Social prevée en adelante que sean ele­ gibles para las ayudas de los Fondos los excluidos del mercado del tra­ bajo. Pero el problema de la exclusión es más amplio. La Comunidad cuenta con 40 ó 50 millones de excluidos, parados de larga duración, jóvenes faltos de formación de base, marginados, familias monoparentales. La exclusión se ha convertido en un problema social para la Comunidad y los doce países que la componen. Sin duda en nombre del principio de subsidiariedad, la iniciativa pertenece sobre todo a los poderes nacionales, regionales o locales. Pero la Comunidad no pue­ de desinteresarse de la suerte de ciudadanos europeos que represen­ tan en lo sucesivo un 15% de la población de la Comunidad. Ocurre lo mismo con los problemas de las personas mayores. La Comunidad Europea, contará pronto, según los Estados miembros con

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una persona sobre 3 ó 4 de más de 60 años. Es, de alguna manera, una nueva sociedad que se constituye al lado de lo que se llaman los acti­ vos. Cuenta con un número de ciudadanos tan importante que convie­ ne reflexionar seriamente en su encuadramiento y en su acompaña­ miento. Dos aspectos, al menos, deben ser considerados: Por una parte la situación de las personas muy mayores o enfermas, con los proble­ mas de protección social y de cuidados de salud, y , por otra parte, el acompañamiento social y cultural y los nuevos tipos de actividades -se puede dejar desaparecer una experiencia profesional, a menudo muy cualiñcada- de una población tan numerosa que ha dejado la vida activa. De nuevo, el principio de subsidiariedad impone, sin duda, que las accio­ nes sean más nacionales o regionales que comunitarias, pero la Comunidad debe, por ejemplo, catalizando las experiencias, desarro­ llando proyectos pilotos, contribuir a deñnir la problemática europea de las personas mayores tanto más cuanto que hay sin ninguna duda, en este nuevo sector de acción, importantes oportunidades de empleos, especialmente para las mujeres y los jóvenes. En ñn, la política social no puede desinteresarse de la política migra­ toria considerada más particularmente bajo el ángulo del acompaña­ miento educativo, social, cultural de los inmigrantes que viven en el territorio de la Comunidad. Será necesario, sin demora, encontrar un equilibrio entre la responsabilidad de los Estados miembros y la orga­ nización de una indispensable coordinación comunitaria. Empleo y formación, pero también reflexiones e iniciativas sobre el lugar de la política social en el desarrollo del gran mercado deben ser, me parece a mí, los ejes de la reflexión que conviene desarrollar a nivel de la Comunidad. La labor es particularmente difícil en este período de crisis económica para los que tienen a todos los niveles las responsa­ bilidades de la política social. Pero una Comunidad donde lo social no tuviera su lugar respondería ciertamente menos a las preocupaciones profundas de los ciudadanos europeos.

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El futuro de la política social no se juega en las metáforas. Rafael Aliena Miralles Universidad de Valencia

Vivimos un nuevo “espíritu de época” al respecto de la política social. El nuevo medio en el que, a partir de un momento, comenzó a moverse el pensamiento político, está preñado de desaforos (falta equi­ librio en el análisis de las actuales dificultades del Estado benefactor, decía HIRSCHMAN hace unos años) y valora la tragedia por encima de otros géneros (“el capitalismo no puede existir ni con ni sin el Estado del Bienestar” es una conocida afirmación de OFEE), pero es el que tenemos, y, además, tiene a su favor el haber suscitado un fructífero debate. No podemos pensar bien el futuro de la política social sin cono­ cer este nuevo escenario (con sus posibilidades y limitaciones), en el que las metáforas ocupan un papel importante. Con todo, no bastan las metáforas; algunas incluso “sobran”.

M etáforas fu n d a m en ta les Si queremos abordar la naturaleza del Estado de Bienestar vamos a encontrarnos con metáforas con un alto componente religioso. El Estado seculariza lo sagrado y provoca, en el tiempo, dos reacciones: primero asombro ante su aspecto fascinante, más tarde repulsión hacia su aspecto terrible. “Estado providencia” es un término bien significativo. Aparece en Francia en torno a 1865 en la obra de algunos pensadores liberales hos­ tiles al crecimiento de las atribuciones del Estado, aunque igualmente críticos frente a una filosofía individualista demasiado radical. “El Estado se erige en una suerte de providencia”, declaró uno de éstos, partida­

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rio, por cierto, del desarrollo alternativo de las asociaciones de previ­ sión. La expresión tuvo buena acogida en medios conservadores: “Querer suprimir la miseria es condenar la Providencia”, parece ser que contestó algún opositor finisecular a las primeras reformas sociales en el país vecino. En cualquier caso, el término permaneció y fue bien asumido por los defensores de este tipo de Estado. ¿Secularización de la Providencia?: “Pour quoi pas?” Lo cierto es que la Providencia se seculariza al socaire de una visión futurista (el futuro es el único fundador de sentido) que atribuye al Estado el papel de garante del porvenir. Si antes era la Providencia la que regía nuestros destinos desde la cuna a la tumba, ahora iba a ser el Estado. (Dicho de paso. De la cuna a la tumba, aquella utopía fabiana de fines del XIX, se toma hoy como ejemplo máximo de anti-utopía.) Hoy acentuamos el aspecto terrible de lo sagrado. Vuelven a ser los críticos quienes acuñan los términos: el Estado ya no es el Dios de los cristianos, sino el Moloc de los cananeos (que recibía el sacrificio de niños) o el monstruoso Leviatán fenicio.

METAFORAS PARA LA CRISIS La mitología griega ayuda a explicar el fracaso del Estado de Bienestar. El Estado no sólo no consigue sustituir a la Providencia, sino que encima provoca la furia de los dioses. ¿Cuántas veces hemos oído hablar en este contexto de la hybris, de la fatal arrogancia del hombre que quiso ser Prometeo y recibió el castigo de los dioses, la Némesis? Entre quienes usan esta imagen, encontramos a autores de talantes bien diversos. Citaremos tres: HAYEK, BELL E ILLICH. El fracaso de la política social -se nos dirá- es el fracaso del inge­ niero que debió haber sido médico. Desde diversos frentes, se sugiere que los problemas sociales se describen mejor en los términos del médi­ co (no precisamente del cirujano) que del ingeniero (la expresión “inge­ niería social” adquiere un tono despectivo). El paralelo no es preciso, pero quiere capturar la noción de que la política social es algo a apli­ car a un sistema orgánico, no un proceso de martilleo de piezas diver­

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sas en un molde deseado. Las alusiones médicas se multiplican: lo que un día fue medicina hoy ya no cura, es más, se ha vuelto veneno. Si de lo que se trata es de explicar la escasa eñciencia de nuestras políticas tenemos la analogía del cubo agujereado. El dinero debe lle­ varse desde los ricos hacia los pobres en un cubo con agujeros. Una parte de él simplemente desaparecerá en el tránsito, de modo que los pobres no recibirán todo el dinero detraído a los ricos. En este terreno, el dilema del prisionero es la estrella. Estamos todos presos en un clima de círculos viciosos y de laberintos inextricables, en un dilema del prisionero tan grave que todas las soluciones pro­ puestas se nos presentan como inadecuadas o contradictorias, cuando no utópicas o evasivas. Si se desmantela el Estado de Bienestar se crean enormes problemas sociales, si no se hace, la espiral inflacionista sigue en ascenso y se corre el riesgo de bancarrota del Estado. El “prisione­ ro” no tiene libertad de elección. La solución óptima debe ser busca­ da más allá de la estructura interactiva existente. Hemos de encontrar un hilo de Ariadna para salir del laberinto. El dilema del prisionero sirve también para explicar la dificultad de la acción colectiva y caracterizar al ciudadano del Estado de Bienestar. Buscando una explicación estructuralista a la supuesta crisis de soli­ daridad que padecemos, este tipo de imágenes se vuelve prominente. El dilema del prisionero entusiasma y hace olvidar al hombre-que-quiso-ser-Prometeo, del mismo modo que el free-rider de OLSON intere­ sa más que el peregrino de H irschman , pues parece más actual.

EL PELIGRO DE LAS METAFORAS Las ciencias no pueden prescindir de las metáforas, que han esta­ do siempre en el origen de las más importantes teorías y que son exce­ lentes arietes para asaltar paradigmas desfasados o convenciones esclerotizadas. Sin metáforas no estaríamos pensando en torno a una nue­ va política social. Las metáforas tienen una fuerza retórica imposible en una demos­ tración. ILLICH podrá no tener razón, pero tras leer su Némesis médi­ ca, nada es igual que antes; la idea del límite se graba en nuestra men­ te. Las metáforas son, asimismo, pedagógicas. Recientemente, tratan­

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do de sistematizar la literatura sobre los límites de la política social, yo mismo no encontré otro medio que usar metáforas. Las diferentes ver­ siones del “límite de la política social” podían ser clasificadas metafó­ ricamente: límite de velocidad, de carga, jurisdiccional y de aforo. Sin embargo, más allá de un punto, nos entrampan intelectual­ mente. ¿Qué hay de malo en las metáforas en torno al Estado de Bienestar? Para empezar, su (inevitable) filiación religiosa. Quizá no sea banal recordar que en política social no estamos debatiendo sobre la muerte de Dios. Nos importarán, sin embargo, otros dos males: dua­ lismo y simplicidad. ¿Providencia o Leviatán? No nos ofrecen elección. ¿Por qué no hablar de Jano bifronte, fascinante y terrible a la vez? En nuestro deba­ te sobre la política social somos incapaces de ir más allá del pensamiento dicotómico. Pensar el futuro de la política social nos obliga a ser más cautos, menos trágicos, a convertir los dualismos en dualidades, a admi­ tir la ambivalencia. Simplicidad. ¿No lo es presumir que la situación característica del ciudadano contemporáneo es la del prisionero cogido en una trampa de la que no puede escapar? Esto no es generalizadle: cierto para muchos casos, no tanto para otros. El prisionero del dilema tiene toda la información pero no puede comunicarse, lo que le vuelve un caso particular. Con él aprendemos lo que los hombres pueden hacer cuan­ do se encuentran en una situación que no pueden cambiar, y no lo que harán cuando tengan autonomía para erigir sus propias instituciones, con sus propias normas y sanciones. Pareciera que no existe el equilibrio. Pasamos de la libertad abso­ luta (deísmo) a la total esclavización, del sujeto soberano al reactante pasivo, del voluntarismo al fatalismo, sin acabar de encontrar el cen­ tro. (O lo que quizá es peor, nos quedamos anclados en los primeros términos, impermeables a las ideas de límite y determinación de la acción colectiva.) Durante años, no existían los efectos perversos; hoy resultan ubicuos (“los efectos perversos son los amos”). Del desprecio pasamos a la fe trágica (“el Estado de Bienestar muere cuando triun­ fa”); de la esperanza en lo que nos traería el “ángel del bien”, pasamos a la condena del “demonio del bien” (“el infierno está empedrado de buenas intenciones”). Corremos otro riesgo: que las metáforas, y más en general la retó­ rica, sustituyan el análisis o la investigación. El debate en política social

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se parece a menudo a una conversación (en un sentido amplio y no necesariamente real) en la que los que participan intentan convencer y que sus afirmaciones resulten plausibles. La política social -y más por ser altamente normativa- hace un uso intensivo de la retórica, y no hay nada que objetar en ello. Pero necesitamos también (y quizá, llegados a este momento, sobre todo) investigación y análisis: estamos obliga­ dos a probar por lo menos algunas de las cosas que decimos y, desde luego, a razonar en términos más analíticos.

METAFORAS PRESCRIPTIVAS Otras metáforas pasarían la prueba. Son metáforas prescriptivas del tipo “reengastar la solidaridad en el seno de la sociedad”, tan precio­ sas (ésta proviene de la joyería) como poco operativas. Durante años no importó: la metáfora era auto-referente. Hoy necesitamos saber qué, cómo y dónde reengastar, es decir, necesitamos teoría (apoyada empí­ ricamente). Una metáfora que no alimenta un programa de investiga­ ción sirve para poco. Soy profesor y espero tener algo diferente que decir á mis alumnos dentro de -pongamos- cinco años. (Metáforas de este tipo son: el retorno de la sociedad civil, la autonomización de la sociedad, la política social sinérgica o “To Empower People”. Gracias a ellas hemos aceptado que el Estado moderno debe ser modesto y bus­ car la animación y la catálisis. Hemos leído: Estado relacional, desfor­ malizado, abierto, refundado. La lista es larga y rezuma talento y pers­ picacia.) La acusación, si no se matiza, parecerá injusta. Estas metáforas pro­ bablemente expresan una idea-fuerza de nuestro tiempo, una idea con un gran poder humano de atracción. Los ideales, una vez concebidos y deseados, se convierten a veces en fuerzas reales que contribuyen a superar la realidad misma. Nadie pide a un ideal que sea operativo. Sí podemos pedir, sin embargo, que el ideal alimente un programa de investigación. De nuevo, es un problema de desproporción: si algo fal­ ta no son metáforas. No podemos, por ejemplo, seguir proclamando que la gente tiene que ser más autónoma. Necesitamos una teoría apoyada empíricamente de las formas de acción colectiva auto-organizadas y autogobernadas que ilumine tanto los problemas con que se encuentra esa acción, como

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los factores que respaldan o entorpecen los esfuerzos de quienes la emprenden. Esa teoría debería partir del estudio de casos (de éxito y de fracaso) de acción colectiva autónoma. Debemos -se nos dice- abandonar el déficit model (que interviene sólo después de los fallos, para reparar exposths carencias de los indi­ viduos y las familias) para desarrollar aproximaciones que pongan el acento sobre los objetivos de refuerzo preventivo de las capacidades de autonomía de los individuos y sus familias (empowering model), a través de sus propios recursos o de su agrupación o asociación con otros (gaipos de self-help, organizaciones formales, etc.). Como lema no está mal: ahora necesitamos teoría. Necesitamos -ya lo hemos apuntadocontestar al qué, cómo, cuándo, cuánto, dónde. El Estado -leemos- debe catalizar las energías e iniciativas de los ciudadanos. ¿Dónde está la teoría del Estado catalizador? ¿Cuáles son las reformas que hace falta tomar para pasar del étatprotecteur al état catalisateurF ¿De qué experiencias podemos aprender? Seguramente, hasta el presente, no hemos podido sino plantear los problemas en términos muy generales. Pensar el futuro de la política social nos obliga ahora a un esfuerzo intelectual de otro tipo.

METAFORAS CON FUTURO Nos extendemos aquí en -a nuestro entender- dos de las metáfo­ ras más importantes de los últimos tiempos: el Estado modesto y la auto­ rregulación de MICHEL CROZIER. De la lectura de las obras de este autor* sí extraemos un (inicial) programa de investigación y una estra­ tegia de cambio (o más bien, un esbozo de ella). CROZIER es sociólo­ go de las organizaciones y su interés se centra en lo que funciona o no en ellas y en cómo -en términos institucionales- se operan los cambios. Las propuestas siguen siendo muy generales, pero ésta es una insufi­ ciencia que queda compensada por la riqueza de las pistas que ofrece y la pertinencia de uno de sus lemas más populares, que acercamos a

* Utilizamos aquí dos de sus obras, No se cambia la sociedad por decreto (1984) y Etat modeste, Etat modeme. Stratégies pour un autre changement (1987) (existe edición mexicana de este último libro)

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nuestro costado del modo siguiente: para pensar y diseñar el futuro de la política social hay que invertir, sobre todo, en conocimiento; “Necesitamos por contra un Estado modesto, deseoso de invertir en el largo plazo, al servicio de una sociedad a la que escu­ cha, capaz de borrarse y retirarse cuando los propios actores con­ siguen tener éxito en una actividad. Esto implica un estilo de acción menos glorioso, pero que requiere muchos más conocimientos, esmero, preparación e inteligencia.” (CR02IER 1987: 59) A CR02IER le preocupa la impotencia de nuestros actuales medios institucionales. Obtenemos escasos resultados en relación con los medios invertidos (es como si existiera un umbral, superado el cual los rendimientos comienzan a ser decrecientes). Es más, con frecuencia, los efectos producidos son contrarios a los esperados (efectos con­ traintuitivos o perversos). Por otra parte, cada vez hay que superar más obstáculos y cumplir más procedimientos para llevar adelante una acción, lo que se traduce en la mayor lentitud y diñcultad de las inter­ venciones públicas (hay que tener en cuenta un número creciente de presiones; hemos descubierto asimismo el medio, el ecológico, pero también el social). Nuestras sociedades se han vuelto mucho más com­ plejas: “la complejidad de los problemas ha aumentado enormemen­ te y la capacidad para tratarlos se ha degradado” (CROZIER 1984: 36). Los instrumentos clásicos de intervención se adaptan mal a las nuevas tareas. Ante este panorama no sirve ninguna de las siguientes cuatro solu­ ciones: (1) Reforzar los actuales medios institucionales, pues esto sería algo así como “más de lo mismo”, como batirse en una guerra aplicando los principios de la guerra precedente. (2) Eliminar o hacer retroceder la presencia pública, al modo como autores del tipo de IVAN ILLICH proponen: “Si es verdad que se pueden obtener mejores resultados a menor coste, es sólo a condición de invertir en conocimiento, en expe­ rimentación y en gobierno. Paradójicamente, cuanto más simple y efi­ caz se quiere un tratamiento, más falta hace disponer de una infraes­ tructura institucional compleja” (CROZIER 1984: 33)- (3) No podemos tampoco abandonarnos a la rutina. Todo sistema social abandonado a sí mismo, está condenado a la degradación y la entropía. (4) La huida a la ideología o al enfrentamiento en lo absoluto de los valores es tam­

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bién inútil: no son las teorías las que cambian el mundo, pasó ya el tiem­ po de los grandes “proyectos de sociedad”. ¿Por dónde van pues las soluciones? Nuestro autor nos proporcio­ na algunas pistas para la reflexión: (1) Hay que cambiar los medios institucionales. De lo que verdadera­ mente se trata es de desarrollar nuevos medios de regulación y de gobierno que puedan sustituir a los modos tradicionales: “es más importante elegir una nueva capacidad de acción que elegir obje­ tivos” (CROZIER 1984: 28). (2) Hay que dar prioridad a cuatro principios de acción: invertir en conocimiento (éste es el imperativo de los nuevos tiempos), des­ prenderse del optimismo, incorporar el largo plazo e introducir la experimentación.

LA METAFORA DE LA AUTORREGULACION Y de aquí pasamos al principio de autorregulación. Existe -razo­ nará CROZIER- una diferencia importante entre reglamentar y regular. Los sistemas sociales necesitan, desde luego, mecanismos correctores que mantengan su existencia. El error consiste en creer que estos meca­ nismos sólo pueden ser bien mercantiles o “automáticos”, bien estata­ les o reglamentarios. No se concibe otra forma de regulación que el mercado automático y abstracto de los liberales o la intervención regla­ mentista de los poderes públicos. Ese espacio intermedio, no obstante, existe. La regulación de los sis­ temas sociales no es ni automática, ni el subproducto de la intervención estatal. CROZIER, cogiendo el caso de la construcción de algunos mer­ cados sectoriales, concluye (con implicaciones que son transportables a otros casos) que llegar a fórmulas más neutras, más abstractas y más racionales (el ideal liberal) requiere muchos esfuerzos y mucha inter­ vención. El mercado, por tanto, es una “construcción”, no un “dato”. Pero esa construcción -añade- no puede ser (casi) nunca el resultado de la imposición desde arriba de un modelo más racional. Sólo puede ser eñcaz si son los propios actores del terreno quienes la desarrollan. Conclusión: regulación sí -ni natural ni impuesta-, pero autorregulación. Llevemos esta inquietud al terreno de la protección social.

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Aquí los problemas -nadie lo duda- están presentes: inflación de los costes; asimilación de la absurda mecánica del siempre más gasto, bien sea en sanidad, asistencia o educación; ignorancia del principio de realidad que gobierna toda actividad humana, que no es otro que el reconocimiento de los límites y las presiones de un universo ñnito. Este es el diagnóstico de CR02IER. ¿Cómo abordar este cúmulo de pro­ blemas? No sirve la racionalidad por la introducción de mecanismos de mer­ cado. Este movimiento es seguramente indispensable, pero insuñciente, y corre el riesgo de volverse rápidémiente contraproductivo, pues la par­ te de lo relacional y lo cualitativo en estas actividades es muy impor­ tante. Estos sistemas sociales están dominados por regulaciones de natu­ raleza muy diferente a las que rigen la economía, por lo que aquellos mecanismos sólo podrán actuar parcialmente. Tampoco sirven las medidas de control y reorganización impues­ tas desde arriba, de modo autoritario. Estas reformas no serán jamás más que paliativos, pues chocan con la imposibilidad de hacer inte­ riorizar a los operadores -profesionales y clientes- límites y apremios que no aparecen sino a nivel global. ¿La alternativa? Primero, reconocer que la inflación de los costes vie­ ne generada por una mala organización, dicho de otro modo, por la existencia de regulaciones humanas que escapan al principio de rea­ lidad. Después, tratar de corregir y transformar esas regulaciones. A CROZIER -sociólogo de las organizaciones- no le resulta difícil explicar la fuente de la mala organización de los sistemas de protec­ ción social. Estos sistemas, que han llegado a coger tanto peso, se autogobiernan corporativamente. Sus miembros -profesionales o aspiran­ tes- se gobiernan por sus propias reglas deontológicas, no por la san­ ción de sus resultados tal y como son apreciados por sus clientes. Están al servicio del público en general, sin depender de sus clientes parti­ culares. El cliente se vuelve un ser dependiente. Un cliente dependiente, confrontado a un mundo que establece sus normas más allá de su expe­ riencia, es terreno abonado para la alienación. El único modo que tie­ ne de añrmarse activamente consistirá en seguir el juego del sistema: utilizar sus derechos al máximo y pedir siempre más. Se hipertrofia aquella relación de consumidor que tanto se critica del mercado. El sis­ tema no puede encontrar su equilibrio, está condenado a la locura de las reivindicaciones de siempre más.

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¿Cómo corregir este defecto de regulación? Entre otras cosas, intro­ duciendo al cliente en la regulación del sistema. No habrá autorregu­ lación de lo social si el alumno, el enfermo, el asistido, no se convier­ ten en verdaderos clientes a cuyo servicio se trabaja, dejando de ser administrados dependientes de sistemas corporativos que los infantilizan. Sólo así, será posible el control de las derivas financieras y otro reparto de cargas. ¿Una respuesta definitiva? No, sólo una pista.

MAS ALLA DE LAS METAFORAS: EL PAPEL DEL ESTADO Si optamos por la autorregulación de los sistemas sociales, ¿qué papel queda para los poderes públicos? Importante, aunque diferen­ te. El Estado debe aportar informaciones, conocimientos y capacida­ des de investigación susceptibles de contribuir al desarrollo de los sis­ temas humanos; en definitiva, apoyar a estos sistemas en su búsque­ da de mejores regulaciones. En lugar de decidir tecnocráticamente las mejores fórmulas, deberá ayudar a las partes afectadas a experimen­ tarlas y ponerlas en marcha. Este nuevo papel requiere, para empezar, una transformación de las lógicas de la acción estatal, en el terreno de la economía, cierto, pero también en el de la sanidad, la asistencia social o la cultura: “Si queremos tener éxito en la modernización de nuestra socie­ dad, o más bien en su adaptación al mundo en gestación, es esen­ cial que comencemos por transformar radicalmente esas lógicas. El Estado modesto que debemos crear no es un Estado del “laissez-faire”, es un Estado que actúa no para imponer los puntos de vista apriori de sus tecnócratas por el mando o la reglamentación, sino para ayudar a la transformación de las regulaciones profun­ das de los sistemas humanos reales. Esta acción no es menos impor­ tante, noble ni difícil, bien al contrario; pero no exige ya la misma situación de poder y superioridad” (CROZIER 1987: 135) Ese nuevo papel del Estado reclama también, por un lado, una rup­ tura del modelo tradicional de gestión pública, cuestionado por la evo­ lución. Esta evolución demanda más servicios colectivos, pero más

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especializados, flexibles y dúctiles, servicios cuyo objetivo prioritario ya no sea la protección o la regularización, sino el desarrollo de la acti­ vidad individual y la innovación. Por otra parte, es precisa -al entender de CROZIER- una nueva filo­ sofía de la reglamentación, fundada sobre dos ideas: sólo la colabora­ ción activa de los ciudadanos y de los profesionales puede permitirle al Estado cumplir su tarea; sólo la simplicidad de las reglas permite res­ ponder a la complejidad de los problemas. Se razona -nos dirá CROZIER- como si el único modo de controlar la complejidad fuera opo­ nerle una complejidad aún más grande de reglas. Ahora bien, la refle­ xión moderna sobre los sistemas humanos y sociales comienza a hacer emerger la idea paradójica de que la única respuesta eficaz es la de la simplicidad. Esto implica un esfuerzo mucho más considerable de cono­ cimiento y experimentación. Las reglamentaciones más eficaces son las que se apoyan sobre las regulaciones ya existentes del sistema huma­ no en cuestión. No tienen por objeto más que garantizarlas y reforzar­ las. Un mejor conocimiento de estos hábitos, costumbres y regulacio­ nes conducirá a limitar sensiblemente la reglamentación necesaria y a promulgar reglas más simples (CROZIER 1987: 146-147).

NOTAS 1. El dilema del prisionero es un juego que se describe del siguien­ te modo: Dos sospechosos están bajo custodia policial sin posi­ bilidad de comunicarse entre sí. El fiscal del distrito está conven­ cido de que son culpables de un determinado delito, pero no tie­ ne las pruebas necesarias para llevarlos a juicio. Informa a cada prisionero de las dos posibilidades que tienen: confesar o no con­ fesar el crimen. El fiscal les hace saber que si ninguno de los dos confiesa, les acusará de algún delito menor (hurto o posesión ile­ gal de armas), lo que supondrá una condena pequeña para cada uno de ellos; si ambos confiesan, serán procesados, pero el fiscal no solicitará la sentencia más severa; pero si uno confiesa y el otro no, el confesor recibirá un trato indulgente y el otro recibirá todo el peso de la ley. ¿Qué hacer cuando no es posible la comunica­ ción con el otro prisionero? En términos de años de presidio, el problema estratégico se reduce a lo siguiente:

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Prisionero 2 Prisionero 1

No confiesa

No confiesa

1 año para cada uno

Confiesa 10 años para el prisionero 1 3 meses para el prisionero 2

Confiesa

3 meses para el prisionero 1

8 meses para cada uno

10 años para el prisionero 2

El dilema del prisionero fascina en los medios académicos. La paradoja de unas estrategias racionales individuales que conducen a resultados colectivos irracionales parece poner a prueba la fe fundamental en que los seres humanos puedan alcanzar resultados racionales. Sugiere que es imposible que los seres racionales cooperen. free-rider áe OLSON (normalmente traducido como “gorrón”) es el individuo que hará lo posible por obtener beneficios gratuitos a cos­ ta de terceros (y que se resistirá a costear nada que no le beneficie). El peregrino de HIRSCHMAN no distingue entre costes y beneficios (para él, el esfuerzo del largo viaje a pie es parte de la recompensa). No resul­ ta difícil imaginar la diferencia entre, digamos, un gorrón que se las arre­ gla para viajar gratis en autobús y un pedestre peregrino lleno de fe. La contraposición clásica es, por otra parte, entre free-rider y zealot (fanático, militante, alguien firmemente convencido de algo).

2. Reproducimos in extenso a Crozier a este respecto:

“El movimiento hacia los servicios y lo sociocultural va a introducir otro desequilibrio: la inadaptación de los modos de gestión de los hombres y de los mecanismos de decisión a la naturaleza de las tareas y de los problemas a resolver. Un número creciente de actividades públicas va a ser consagrada a tareas concernientes con la gestión, el desarrollo, la salud, las comunicaciones, el bienestar, los problemas sociales, el tiempo libre, la cultura. Todas estas tareas tienen en común el tratar pro­ blemas humanos relativamente complejos, que implican una simbio­

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sis parcial entre el funcionario, que es también el prestatario de los ser­ vicios, y sus administrados, que son como sus clientes. Al funcionario clásico con su rol de notable, al experto en las nuevas funciones eco­ nómicas y sociales, deberá añadirse en adelante un nuevo rol: el de ani­ mador, Pero de momento no es posible que un animador pueda sub­ sistir cierto tiempo en el marco de la función pública francesa. Muchos de nuestros funcionarios poseen las cualidades requeridas, incluso si su formación les ha alejado de ellas; pero la barrera de las oposicio­ nes, el modo de gestión de la carrera, el tipo de recompensas y de san­ ciones, los métodos de organización del trabajo y el estilo de decisión, paralizan totalmente a las personas mejor dotadas. La politización actual va a contribuir a añadir algunas diñcultades suplementarias. La distin­ ción entre el animador y el agente político no resulta nada fácil. Su con­ fusión en los nuevos roles que van a desarrollarse suscitará reacciones muy vivas que agravarán el descontento. La Administración, por un refle­ jo comprensible, contribuye a ahogar todas las actividades que ella no es capaz de gerenciar. Pero con todo, el desarrollo indispensable (pién­ sese en los problemas del empleo) no podrá realizarse sino mediante la transformación del mundo administrativo.” (CROZIER 1984: 81).

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Transformaciones socioeconómicas y política social: la segunda reestructuración del Estado de Bienestar Gregorio Rodríguez Cabrero Universidad de Alcalá de Henares Facultad de Ciencias Económicas

1. EL ESTADO DE BIENESTAR COMO PROBLEMA Y COMO SOLUCION A LA CRISIS.

El Estado de Bienestar no sólo es un problema para el sistema capi­ talista, sino también una parte sustancial de su solución. Como seña­ la de manera expresiva OEEE: “El delicado secreto del Estado Social consiste en que, aunque su virtualidad puede resultar destructiva del proceso capitalista de acumulación (tal y como demuestra tan enfáti­ camente el análisis conservador) su eliminación resultaría a todas luces disruptiva (una circunstancia que la crítica conservadora ignora siste­ máticamente). La contradicción consiste en que el capitalismo no pue­ de coexistir con el Estado Social ni subsistir sin él” (1). Por ello el Estado de Bienestar es tanto un problema, como una solución. Después de veinte años de crisis económica y de crisis del Estado de Bienestar es lo cierto que ni se ha producido un desmantelamiento de dicha forma de organización socio-política, ni ha tenido lugar una crisis fiscal y de legitimación que derive en una quiebra del modelo. En cierto modo se podría decir que ha sido más relevante la crisis inte­ lectual, la crisis ideológica del modelo, que la crisis real. En muchos sentidos el Estado de Bienestar es una realidad irreversible en térmi­ nos relativos por cuanto aún ni se ha definido un modelo alternativo

(1) C. O ffe , ”La s o c ie d a d d e l tr a b a jo ’', Alianza, Madrid, 1992,379-380.

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con capacidad política real para sustituirlo, ni las grandes mayorías pare­ cen estar dispuestas a prescindir de un factor básico de su vida coti­ diana - la satisfacción institucional de determinadas necesidades socia­ les - que forma parte de la cultura política, ni cabe pensar hoy por hoy en el desmantelamiento de un modelo que arrastraría a la vez el siste­ ma de democracia política de masas tal como THERBORN Y ALBER han señalado (2). En la agenda política de la década de los noventa el pro­ blema no se centra en el desmantelamiento del Estado de Bienestar sino en una reestructuración institucional y reorientación político-ideológi­ ca de dicho modelo, es decir, en una adaptación pragmática de dicho modelo a los nuevos condicionantes endógenos y exógenos de las transformaciones del sistema industrial capitalista. En este caso se tra­ ta de una segunda reestructuración que profundiza rasgos contradic­ torios tales como una remercantilización de actividades de bienestar y una resocialización de actividades de la sociedad civil,dos formas muy diferentes de privatización que,a su vez,tienen muy diferentes inter­ pretaciones: desde la introducción del principio de eficiencia produc­ tiva en los servicios colectivos y la socialización participativa en la pro­ ducción del bienestar, hasta otras interpretaciones que hacen del mer­ cado la única solución y el retorno a la familia patriarcal el modo fun­ damental de socialización del bienestar. Durante la década de los ochenta el hipercriticismo de los discur­ sos sobre el futuro del Estado de Bienestar fué sustituido por el prag­ matismo como práctica de contención, racionalización y reestructura­ ción de los sistemas de protección social adaptándolos a los nuevos requerimientos del mercado y de la estructura social. Nuevamente y bajo un contexto de agudización del problema del paro y de crisis genera­ lizada nuevos hipercriticismos preparan el terreno no al desmantela­ miento del Estado de Bienestar, pero sí una readaptación a las exigencias de la restructuración industrial y a los nuevos cambios en la estructu­ ra social a los que luego haremos referencia. El neopragmatismo de los años noventa parece orientarse a un dete­ rioro de la intensidad protectora o minimización de los contenidos mate­ riales de los derechos sociales, al favorecimiento de las fuerzas del mer-

(2 )

J. A l b e r , ’ls th ere a crisis o f th e W elfare State?. C ro ssn a tio n a l e v id e n c e fr o m Europe, N o rth A m e r ic a a n d J a p a n . E u ro p e a n S o c io lo g ic a l R eview , 4 (3)\ G. T h e r b o r n , ’W e lfa r e S ta te a n d c a p ita lis t m a r k e ts ”, Acta Sociológica, 330(3/4), 1987.

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cado como reguladoras de una reproducción social más segmentada y al reforzamiento de ideologías que priman la competencia frente a la cooperación, justificado tanto por los límites financieros del sector público,como por las presiones de un mercado internacional global. El neopragmatismo,en cuanto defensa verbal de un sistema de pro­ tección que en la práctica se constriñe, es la nueva ideología justifica­ dora del retroceso de la reforma social, de la rentabilidad ampliada de zonas de protección y del establecimiento del nuevas formas de con­ trol de grupos sociales débiles considerados ahora como potencial­ mente defraudadores de las prestaciones sociales. Frente a la presente ofensiva de freno y remercantilización del Estado de Bienestar,de retroceso en suma de los derechos sociales, cabe oponer una lectura alternativa que consiste en considerar al Estado de Bienestar como una parte sustancial de la solución a los problemas de remodelación, que afronta en estos momentos el sistema industrial y el sistema político en el capitalismo tardío, tal como sucedió en el perí­ odo de reconstrucción y auge económico (1950-73) y tal como ha suce­ dido en el período de reestructuración industrial y de paro estructural del período 1973-1991. Solución en términos económicos (socialización de la inversión en capital humano, organización del mercado de tra­ bajo, vivienda social) sociales (establecimiento de sistemas de solida­ ridad intergeneracional, apoyo a la familia) y políticos (legimitación democrática del mercado, control del conflicto social) por mencionar sucintamente algunos. Funciones hoy estratégicamente necesarias para el desarrollo y estabilidad política de países que articulan mercados transformados, sistemas partidistas de democracia y sociedades civiles densas. Obviamente, ser una parte de la solución reformista de la actual crisis del sistema industrial y político no significa que la solución de los años noventa pueda ser como la del período anterior. Por el contra­ rio, la complejidad de los cambios actuales conlleva una redefinición de la reforma social, en cuanto articulación contradictoria entre capi­ talismo y democracia, lo que implica una nueva extensión de la mis­ ma a otras instancias (modelos mixtos más complejos) que puede tan­ to favorecer como obstaculizar la materialización de los derechos socia­ les, así como la profundización en determinados contenidos tentati­ vam ente desarrollados durante la década de los ochenta (descentralización, participación, personalización). La solución no puede ser la misma que antes y el Estado de Bienestar se ve obligado a asumir nuevos cambios cuya dirección dependerá no sólo de las iner-

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sino de los constreñimientos económicos y las presiones políticas del presente. Para poder imaginar esa necesaria y distinta solución al desa­ rrollo de la reforma social es preciso mirar al pasado inmediato del que podemos extraer algunas lecciones sobre la dinámica del Estado de Bienestar. 2. LA SEGUNDA REESTRUCTURACION DEL ESTADO DE BIENESTAR. Entre 1973 y 1991 ha tenido lugar la primera reestructuración del Estado de Bienestar en la casi totalidad de los países con modelos de este tipo en sus diferentes categorías. Durante este largo período pri­ mero tuvo lugar un áspero debate político e ideológico, durante la segunda mitad de los setenta, y posteriormente durante la primera mitad de los años ochenta la aplicación de políticas de contención en el rit­ mo de crecimiento del gasto social, racionalización de estructuras y servicios, extensión de sistemas privados y fomento de ideologías indi­ vidualistas en detrimento de las de solidaridad. El Estado de Bienestar no fué desmantelado en ningún país ni sufrió fuertes retrocesos por razones harto conocidas: la capacidad del Estado de Bienestar para paliar los efectos de la crisis (la cobertura y control del paro estructural no es el único, pero si el más importante objetivo político de este modelo), también debido a la maduración de los sistemas de pensiones y su coincidencia con un progresivo enve­ jecimiento de la población en los países industrializados y la propia resistencia de la opinión pública a prescindir de un complejo sistema de garantía de rentas y servicios colectivos. Pero el Estado de Bienestar tuvo que reestructurarse como con­ secuencia de los cambios en el sistema productivo, el mercado de tra­ bajo y en la estructura social. Los límites de rentabilidad del sector productivo y la expansión de los servicios como áreas de producción condujeron a una presión privatizadora en parte directa y sobre todo indirecta vía concierto, es decir, la producción privada de servicios financiados por el Estado. Por otra parte, la segmentación del mer­ cado de trabajo ha producido diferenciales de renta y de acceso a los servicios y prestaciones: los grupos de renta elevada y media han demandado formas complementarias de servicios de bienestar al mar­ gen de los circuitos estatales de provisión, al mismo tiempo que la

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precariedad de las prestaciones sociales, cuando no la exclusión, ha sido la otra cara de la moneda en este proceso de diferenciación social interna del Estado de Bienestar. Finalmente, la adhesión colectiva al Estado de Bienestar ha estado acompañada de una amplia crítica popular a los efectos perversos del modeloiburocratización, centra­ lización y escaso espacio para la actuación de la sociedad civil tanto en su forma de movimientos sociales como, en sus formas organi­ zadas. En definitiva han coincidido tres procesos de cambio que han pre­ sionado en favor de la reestructuración del estado de Bienestar: las pre­ siones del mercado organizado, la diferenciación interna de los mer­ cados de trabajo y las resistencias de la sociedad civil a los efectos nega­ tivos del Estado de Bienestar. Como consecuencia de estos cambios el Estado de Bienestar tuvo que remodelar sus mecanismos institucio­ nales haciéndose más mixto, profundizando en una división plural de la producción de bienestar con más espacio para el mercado y para el sector social y ha tenido que reorientar sus mecanismos de decisión acercándose más al ciudadano que añade a tal condición la de consu­ midor o usuario. Desde la perspectiva actual tales cambios pueden ser juzgados en cuanto a sus efectos como ambivalentes. En efecto, el sistema de Estado de Bienestar ha ampliado el margen de elección, sobre todo para los grupos de renta elevada, e introducido progresivamente el necesario mecanismo de la eficiencia productiva, pero el sistema también es aho­ ra más complejo y opaco en múltiples sentidos, más subordinado a la política económica y con lógicas sociales de exclusión nada desdeña­ bles. El modelo reestructurado ha facilitado el desarrollo de las enti­ dades sociales, pero éstas son más dependientes económicamente del Estado y en cierto modo instrumentos estatales de reducción del cos­ te de los servicios. Finalmente, la reorientación actual apoyada en la descentralización y la cercanía al ciudadanos ha facilitado una mayor extensión de los derechos sociales, pero su materialización ha sufrido una profunda diferenciación interna. El modelo reestructurado de Estado de Bienestar fué así durante los años ochenta la resultante de las inercias institucionales de la his­ toria del bienestar, de las presiones privatizadoras, del pragmatismo de los gobiernos y de los cambios en el mercado de trabajo y en la estruc­ tura social. De este modo el Estado de Bienestar siguió estando tan pre­ sente como siempre aunque bajo nuevos condicionantes mientras que

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ni el libre mercado, ni la sociedad del bienestar ni una mayor estatalización del bienestar lograban sustituirlo. (3) Una vez agotado el ciclo alcista de la segunda mitad de los años ochenta y, bajo el peso de los crecientes deñcits del sector público, el debate sobre el futuro del Estado de Bienestar entra en una nueva fase de hipercriticismo y áspera ideologización política. Nuevamente no se trata de afrontar una reforma del Estado de Bienestar o, mejor, de redeñnir los objetivos y contenidos de la reforma social, sino de un nuevo proceso de adaptación del modelo a los nuevos condicionantes del mer­ cado internacional, a las exigencias de los mercados internos y a los cambios en la estructura social acaecidos durante los últimos años. En efecto, la actual crisis económica ha agudizado la competencia internacional en el marco de la economía global de manera que los paí­ ses tratan de abaratar sus costes laborales y, entre ellos, los de protec­ ción social al mismo tiempo que la crisis diñculta la financiación de los servicios y prestaciones sociales. Recortar o limitar, al menos, el creci­ miento de las prestaciones por desempleo es un objetivo estratégico de las políticas públicas compartido por todo tipo de gobiernos en la Unión Europea. En segundo lugar, las fracturas, que no dualización, de la estructura social durante los años anteriores, han consolidado la mayor diferenciación entre la clase obrera y sectores de la clase media urbana sobre cuya ímplicita articulación descansaba la legitimidad del Estado de Bienestar. En el propio seno de la clase obrera las diferen­ ciaciones han sido importantes facilitando la exclusión y precariedad de los colectivos menos organizados y cualificados. En tercer lugar, la experiencia reciente en la Europa comunitaria nos muestra la dificul­ tad de los acuerdos corporativos entre organizaciones empresariales, sindicatos y gobiernos. Einalmente, los costes del envejecimiento y, sobre todo, de los costes sanitarios son un último mecanismo de pre­ sión en favor de la contención del Estado de Bienestar. Esta nueva situación ha provocado una amplia deslegitimación del Estado de Bienestar por parte de los defensores a ultranza de las bon­ dades incuestionables del mercados, si bien la legitimidad de este mode­ lo sigue siendo mayoritariamente apoyada. En este nuevo contexto

(3) G.

R

o d r íg u e z

C

a brero

e id e o lo g ía ” en G. t a r ”, Icaria, fiama,

Ro

,

”E sta d o d e B ie n e s ta r y S o c ie d a d d e B ie n e sta r. R e a lid a d C a b r e r o (Comp. ) “E stado, p r iv a tiz a c ió n y b ie n e s­

d r íg u e z

1991.

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social, económico y político todo parece indicar que se ha iniciado la segunda reestructuración del Estado de Bienestar, que constituye un nuevo reto para las sociedades con amplios y complejos sistemas de protección social. ¿En qué consiste la segunda reestructuración?. Todo parece indicar que las presiones desreguladoras del mercado interna­ cional, la consolidación de mercados de trabajo segmentados y la cri­ sis de los pactos sociales conducen a una mayor privatización del Estado de Bienestar, es decir, no sólo a una contención del gasto social, sino sobre todo a una mayor presencia del mercado en la producción de bienestar, a un retroceso de la universalidad del Estado de Bienestar y a una mayor importancia del cliente frente al ciudadano de derechos sociales. Desde una óptica alternativa a esta reestructuración o adap­ tación pragmatista del Estado de Bienestar a los nuevos condicionan­ tes externos e internos del mercado, cabe hacer una aproximación, que aún coincidiendo en paite con los hechos referidos, no los tome como indiscutible punto de partida, como realidad dada o naturales, y pue­ dan ser repensados y comprendidos desde un enfoque que asume que los derechos sociales no sólo son irrenundables, sino que además su extensión y profundización constituyen un objetivo a largo plazo de la reforma social, necesarios en cualquier proyecto político democráti­ co y civilizatorio. En el desarrollo de la política económica los Estados naciones están perdiendo posiciones como consecuencia tanto de la transnacionali­ zación económica, como de la descentralización productiva. Los mar­ cos supranacionales y las regiones ganan posiciones de ventaja deci­ soria respecto de los Estados centrales. A su vez la complejidad actual de los sistemas de bienestar a la que se añade la emergencia de los paí­ ses industriales del sur de Asia y las consecuencias del fin de la guerra fría tanto en el Este como en Oeste reorientan los análisis de las polí­ ticas sociales en marcos supranacionales y regionales. Tal como sos­ tienen PFALLER, GOUGH y THERBORN (4) la contradicción entre la creciente competencia internacional y el Estado de Bienestar, hace que desde hace unos años hasta hoy, los países con bajos costes sociales tanto salariales como prestaciones sociales, tengan una clara ventaja comparativa, de tal manera que el Estado de Bienestar es un obstácu(4) A. P faller , i . G o u g h , G. T herborn (Ed. ), "Can th e W elfare S ta te Compete?. A comparartive study of five advanced capitalist countries”, Macmillan:Basingstoke, London, 1991-

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lo inicial para lograr incrementos competitivos de productividad, al menos, mientras no se logren estructurar nuevos marcos de coordina­ ción internacional o los actualmente existentes se consoliden tal como el de la Unión Europea. Con lo cual las políticas sociales se ven obli­ gadas a ser a la vez más convergentes (marco supranacional) y más divergentes (regionalización de las políticas sociales). La convergencia de las políticas sociales es en parte una respuesta necesaria a la cre­ ciente regulación del capitalismo global(5); la diferenciación de las polí­ ticas sociales a nivel regional viene a ser una respuesta a la desregula­ ción interna dentro de los anteriores mercados nacionales en el marco del Estado nación. Al mismo tiempo que el grado de autonomía de las políticas sociales estatales se reduce en favor de las fuerzas antes men­ cionadas. En conjunto, la tendencia global de la política social parece estar orientándose en un triple sentido: mercantilización de la produc­ ción de bienestar, facilitando una extensión de la oferta privada hacia áreas de rentabilidad; reforzamiento del principio de aseguramiento como respuesta a la segmentación del mercado o adecuación del ajus­ te social al ajuste estructural (6); y minimización de la intensidad pro­ tectora asistencializando el contenido de los derechos sociales. En defi­ nitiva, más mercado y distinto Estado, una mayor categorización pro­ fesional de los sistemas de protección y un deterioro de los derechos sociales de los ciudadanos (universalismo) en favor de los derechos del usuario, desplazándose el principio de la necesidad en favor del prin­ cipio de la capacidad de pago (7). ¿Suponen estas tendencias un declive del Estado de Bienestar?. La evidencia de los últimos veinte años indica que tal declive no se ha pro­ ducido. Lo que ha cambiado y en los próximos años puede cambiar es la forma de intervención del Estado de Bienestar, reduciendo las fun­ ciones de producción de bienestar en favor del mercado y las entida­ des sociales, mientras que se mantienen las funciones de financiación estatal con una mayor implicación de los ciudadanos en la financiación de los servicios. Se trataría de la consolidación de un modelo estatal de bienestar en el que el Estado de Bienestar pierde consistencia en

(5) L. Sklair, “S o cio lo g y o f th e G lo b a l S y s te m ”, H arvester , London, 1992. G. Standing y V. T okm an , "Tow ards s o c ia l a d ju stm en P .L a b o u r M a r k e t issu es in s tr u c tu r a l a d ju s tm e n t”, ILO, Geneva, 1992. (7) OECD D evelopm ent -Cen tre , ”C b a lle n g e s f o r tb e M id - 1 9 9 0 s ”, OECD, París, 1993. (6)

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favor de un más extenso Estado Asistencial ampliándose las funciones de control social del Estado mientras que el mercado, para ciertos estra­ tos sociales, y la familia y las entidades humanitarias, para otros muchos, asumen funciones de producción de bienestar en las que los derechos sociales ciudadanos pierden su carácter político y subjetivo frente al precio, el vínculo o la solidaridad espontánea. El Estado de Bienestar de los años noventa estará más privatizado y asistencializado, con menos margen de maniobra económica e ins­ titucional frente a las presiones de la globalización y regionalización, pero en modo alguno parece que esté condenado a su quiebra por cuanto de la misma participaría el sistema de democracia política de masas. Obviamente, la tradición de cada país en lo referente al Estado de Bienestar, los factores políticos y conflictos sociales, serán tanto más determinantes que la globalización económica en el devenir del Estado de Bienestar. Desde este punto de vista el Estado de Bienestar no puede ser sustituido por una hipotética Sociedad de Bienestar de la que sólo sabemos su enorme diversidad interna, la diñcuitad para materializar en su seno los derechos sociales, su dependencia finan­ ciera del Estado y los costes que para la emancipación de la mujer ten­ dría un retorno sin rumbo a la inexistente sociedad civil. Entendemos que tal sustitución no es posible pues la racionalidad social demanda una institución capaz de garantizar unos derechos sociales básicos en sociedades democráticas. Pero es posible y deseable la complementariedad entre las diferentes formas de producción de bienestar: la inter­ vención del mercado es necesaria como mecanismo de eficiencia y per­ sonalización de necesidades, la intervención de la sociedad civil es exi­ gióle como vía de participación en la definición de los contenidos y modos de satisfacción de los derechos sociales. La división social del bienestar es hoy una realidad, pero su centro sigue siendo y proba­ blemente seguirá siendo el Estado o Administración Pública, en cuan­ to conjunto de instituciones democráticas capaces de extender con garantía los derechos sociales, consideradas como un capital social y cuya dinámica desborda las consideraciones puramente económicas. Además la desprotección de los parados de larga duración, la impor­ tancia cuantitativa y cualitativa de los nuevos pobres y las nuevas for­ mas de exclusión social hacen radicalmente necesaria la intervención del Estado. El problema es que ahora derecho, elección individual y participación son tres elementos sustanciales en la materialización

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democrática de los derechos sociales y ello, conlleva una redefinición de los sistemas de bienestar en formas institucionales más plurales. Pero tal como señala HARRIS en su Justificación del Estado de Bienestar el “Estado de Bienestar es, en términos ideales, un reconocimiento insti­ tucional de la solidaridad social. . . un cierto Estado de Bienestar es un elemento esencial en una economía de mercado (8). Todo ello complejizará sin duda la gestión colectiva del bienestar pues, como seña­ la TOURAINE (9) “no hay solidaridad sin acción colectiva y sin inter­ vención del Estado, pero tampoco hay política social eficaz que no esté cada vez más individualizada y, sobre todo, que no tienda a reforzar la capacidad de acción autónoma de cada individuo y especialmente de los más débiles”. 3. BREVES REFLEXIONES EN TORNO AL CASO ESPAÑOL. El Estado de Bienestar está en el centro del debate político tanto en la discusión sobre el pacto social, como en el debate presupuesta­ rio así como finalmente en la preparación del próximo congreso del Partido Socialista. Todo ello nos muestra cómo estamos ante un pro­ blema crucial para la sociedad española de los próximos años, aunque como siempre el hipercriticismo de los discursos no podrá cambiar a capricho la realidad histórica heredada. El Estado de Bienestar español emerge durante los años sesenta con el proceso de modernización capitalista de la economía española, se expande y consolida en el tardofranquismo, crece intensamente y se democratiza durante el período de la transición política y se universaliza de manera incompleta y racionaliza durante los años ochenta. Por lo tanto, el Estado de Bienestar tiene una larga historia de treinta años después de fracasos repetidos en el desarrollo histórico de la reforma social. Primero, desde arriba, como Estado Autoritario de Bienestar y, posteriormente, como Estado Democrático de Bienestar, el Estado de

D. H arris , ’L a ju s tif ic a c ió n d e l E sta d o d e B ie n e s ta r ” (Estudio introductorio de J. J. Fernández Cainzos), lEF, Madrid, 1990. (9) A. T o u rain e , ”La iz q u ie r d a a g o ta d a ”, El País, Jueves 29 de Abril de 1993, Temas pag. 8. (8)

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Bienestar ha creado un conjunto sólido de instituciones que desarro­ llan funciones económicas y políticas que no sólo son difícilmente des­ montables, sino que además constituyen una condición previa de todo proceso social reformador . A ello hay que añadir una ciudadanía socia­ lizada en los derechos y prácticas de los derechos sociales, con todas sus limitaciones y la elevada funcionalidad que el mismo ha tenido en la gestión de los mercados de trabajo y en la regulación de la deman­ da agregada. En suma, aunque aquí no podemos extendernos con mayor detalle(lO), hay que insistir en que el Estado de Bienestar no es un recién llegado al concierto de Estados de Bienestar, tiene una his­ toria institucional y un azaroso desarrollo de los derechos sociales como consecuencia de conflictos sociales y políticos, necesidades de la indus­ trialización y urbanización acelerada y la presión indirecta de las cla­ ses medias urbanas. Una vez consolidado el Estado de Bienestar como Estado Democrático de Bienestar y, demostrada su capacidad de inte­ gración social y legitimación política, en la segunda mitad de los años setenta, bajo un contexto de crisis ideológica del modelo y de con­ tención del crecimiento del gasto social en el entorno internacional, se inicia un período de crecimiento, cambio y racionalización de las ins­ tituciones de bienestar durante la década de los años ochenta. Tales cambios pueden sintetizarse así: 1. Un proceso de descentralización de las competencias e institu­ ciones desde la Administración Central a las Regiones y, en menor medi­ da hacia los Municipios (en este último caso las crecientes competencias no tienen el adecuado soporte ñnanciero) que hacen de la política social un eje de intervención creciente por parte de las CC. AA. 2. Un proceso de universalización de servicios (educación, sanidad) y prestaciones(pensiones, desempleo) incompleto por las lagunas del sis­ tema de protección y de baja intensidad protectora, que conduce a una creciente asistencialización de las funciones de bienestar. 3. Un proceso de parcial privatización vía mercado, de carácter selectivo y con fuertes garantías de soporte ñnanciero por el sector público y, de parcial socialización vía ONGs también altamente depen­ dientes de los recursos públicos. A esto se añade una creciente racio­ nalización en la gestión de los servicios y prestaciones de bienestar.

(10) G. R od ríg uez Ca brero , "Entre la p r o te c c ió n s o c ia l y el b ie n e s ta r social" en W . AA. (ISE) “R eflex io n es so b re p o lític a eco n ó m ica " , E. Popular, Madrid, 1990.

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4. Un proceso parcial de exclusión y fragmentación social que aun­ que tiene su origen en las diferenciaciones del mercado de trabajo, sin embargo, es también una consecuencia más de políticas sociales esca­ samente coordinadas que de la limitación de recursos económicos . Teniendo en cuenta estos cuatro procesos, podemos señalar que la política social de los diferentes gobiernos socialistas del decenio 1983-93 ha tenido una doble naturaleza: Por una parte, ha tenido lugar una extensión y universalización de servicios (ley de Sanidad 14/1986 de 25 de Abril, las diferentes leyes de expansión de la educación hacia las edades tempranas y las posteriores a los catorce años, las leyes de servicios sociales de las CC. AA. ) y prestaciones sociales (ley 26/1990 sobre pensiones no contributivas, pensiones mínimas de la Seguridad Social) si bien incompleta en lo referente a la protección por desem­ pleo de largo plazo y muy limitada en lo tocante a vivienda, al menos hasta 1990. Hay que tener en cuenta, además, que la aceleración del proceso de universalización, es en gran medida una consecuencia de la huelga general del 14 de Diciembre de 1989 de la que arrancan tres medidas signiñcativas: el RDL 3/1989 sobre Medidas Adicionales de Carácter Social que extiende la protección por desempleo y mejora la cuantía de las pensiones contributivas y asistenciales, el RD 1088/1989 mediante el que se unlversaliza la atención sanitaria y la aprobación de la ley de 26/1990 sobre pensiones no contributivas. Las elecciones generales de 1989 no hacen sino reforzar una tendencia de mejora cla­ ra de la cobertura del gasto social, (hoy considerada por diferentes medios como la gran y única causante de los problemas de la crisis y el déficit público, sin considerar otras variables estructurales de la eco­ nomía española y del propio sector público) y de reorientación de polí­ ticas como las de vivienda, en la que con el Plan 1991-94 se trata de invertir los resultados del boom especulativo de la segunda mitad de los ochenta, consecuencia de una liberalización económica incon­ trolada y negadora en la práctica de la vivienda social, en favor de una política más coordinada y que tenga en cuenta los niveles de ren­ ta tal como señalan diferentes autores (11) . Por otra parte, a esta universalización se corresponde una mayor división social interna en el Estado de Bienestar que, en términos ins(11) Veánse los diferentes trabajos del núm ero m onográfico 85/1991dee Documentación Social “La vivienda, ¿Un problema?”.

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titucionales, se traduce en la extensión y consolidación de un sistema o nivel asistencial que realiza funciones sociales y políticas cruciales, pero que al mismo tiempo segmenta y selecciona los colectivos de bene­ ficiarios, sin solventar el problema de la exclusión de aquellos grupos menos favorecidos de la población a los que la política social no ha sido capaz de ofrecer una solución coordinada, siendo las CCAA las que de manera muy desigual y sólo tentativa están ofreciendo la solu­ ción de las rentas mínimas de inserción. En términos prácticos la baja intensidad protectora de las prestaciones sociales es la otra cara de la extensión de la cobertura. Esta doble naturaleza se puede explicar en base a la doble presión que ha tenido lugar sobre el Estado de Bienestar: Una presión por el lado de la política económica que al primar (12) la flexibilidad del mer­ cado de trabajo, liberalización económica y financiera y políticas mone­ tarias dentro de un contexto global de globalización económica, pre­ sionan al control y reducción del gasto social. Por otra parte, el gasto social ha tenido una presión por el lado de la demanda social y sindi­ cal a lo largo del período (Junio de 1985, Diciembre de 1988, Mayo de 1992, por citar momentos cruciales), que aceleran el proceso de uni­ versalización del Estado de Bienestar como antes señalábamos en un momento de quiebra de la negociación colectiva centralizada (desde el AES en 1986 no se ha firmado ni un solo acuerdo a nivel central). Por el contrario, los acuerdos sociales han sido posibles a nivel de las CCAA de los que son un ejemplo importante el establecimiento en die­ ciséis de las diecisiete CC. AA las rentas mínimas de inserción entre 1990 y 1992. En definitiva, podemos afirmar que la inercia adaptativa a las con­ diciones económicas internacionales, en parte inevitables, pero con­ sideradas como un punto de partida indiscutible, y el pragmatismo polí­ tico han supuesto que las políticas sociales, propuestas en los dife­ rentes programas electorales del partido en el Gobierno, hayan sido en parte frenadas por los condicionantes de la política económica y en parte im pulsadas por las presiones sociales y sindicales; el primer proceso se ha traducido en la baja intensidad protectora del sistema y el segundo en una extensión de los derechos sociales.

(12) F. E steve y R. M uñoz del B ustillo , ''La p o lític a e c o n ó m ic a d e los a ñ o s 8 0 y p e r s ­ p e c tiv a s d e f u tu r o " D ocum enV dción Social N. 88/1992.

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Como consecuencia, y aquí no podemos ni pretendemos hacer una evaluación exhaustiva del impacto de las políticas sociales, el gasto social ha crecido durante los últimos años, después del período de estancamiento de 1985-88, como expresión de una materialización extensiva incompleta de los derechos sociales, pero su intensidad pro­ tectora ha sido lo suficientemente limitada como para que su contri­ bución a la lucha contra la pobreza haya sido muy modesta;de hecho, aunque el porcentaje de personas en situación de pobreza ha descen­ dido muy ligeramente, el porcentaje de hogares pobres se ha incre­ mentado también levemente. Es decir, que a pesar de que entre 1980 y 1990, como señala BANDRÉS MOLINÉ (13), las prestaciones sociales han pasado de ser del 25, 3% al 33, 7% de la renta familiar disponible, sin embargo, su contribución a la lucha contra la pobreza ha tenido un efecto más de contención que de reducción;gracias a lo cual la dualización social no se ha producido, pero no se han logrado avances glo­ bales en la lucha contra la pobreza, si bien es cierto que en conjunto la posición relativa de los pensionistas (entre ellas las viudas) ha mejo­ rado notablemente. Los nuevos problemas sociales que la actual recesión está origi­ nando y la consolidación de la cultura ciudadana de derechos socia­ les, hacen que un retroceso político del Estado de Bienestar sea una hipótesis poco probable. Sin embargo, el freno, contención y racio­ nalización del mismo sí son posible. Una vez agotado el ciclo de cre­ cimiento económico del período 1986-1991 el gasto social ha seguido creciendo debido a inercias institucionales, compromisos políticos y presiones sociodemográficas y todo parece indicar que la contención del gasto social y su reducción en términos reales es un claro objetivo político. La ley 22/1992, conocida en su forma previa de RD como el Decretazo, es el punto de arranque de una política de contención cuya dimensión y contenidos no logran ser acordados por los agentes socia­ les y el Gobierno en la nueva singladura de intento de pacto. Evidentemente, una política de contención puntual y ordenación del gasto social en un marco económico restrictivo debe tener en cuenta algunos criterios, además del estrictamente monetario, tales como: el criterio político de la necesidad de que la política de gasto sea fruto de (13) E. B andrés M o lin é , ”G a sto P ú b lic o y d is tr ib u c ió n ”, I Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza, Fundación Argentaria, versión provi­ sional en mimeografiado.

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un pacto lo más amplio posible entre los agentes sociales, que sea con­ sensuado no sólo en el Parlamento, sino en la sociedad;el criterio social de que las nuevas necesidades sociales obligan a que, el principio de solidaridad no sea sustituido por el de una liberalización privatizadora que, impida la materialización de los derechos sociales en cuanto núcleo material de una sociedad democrática;el criterio económico de considerar que la reducción de los derechos sociales, lejos de mejo­ rar nuestra competitividad centrándola en el logro del dumping social, puede a medio plazo deteriorar las condiciones de trabajo e innova­ ción humana, base de toda política de calidad de vida en los centros de trabajo sobre las que se puede lograr una mejora de la eficiencia eco­ nómica; el criterio ideológico de que convertir en sospechosos de defraudadores a los parados o prestatarios de subsidios sociales, no sólo implica una doble e intolerable moral y medida comparativa, sino tam­ bién deteriorar la legitimidad del sistema democrático en el medio pla­ zo, facilitando la segregación y fragmentación de los colectivos en el Estado de Bienestar. Por último, ha de ser tenido en cuenta un criterio organizativo según el cual la complejidad de los nuevos problemas sociales, el envejeci­ miento de la población y la integración de colectivos de riesgo, obli­ gan a una ampliación social de la producción de bienestar en la socie­ dad española, con una mayor presencia de la sociedad civil y de los entes locales. La privatización selectiva y la socialización dependiente no son soluciones a los retos de una división pluralista del Estado de Bienestar, sino fórmulas magras al problema. Ni es posible la socie­ dad del bienestar sin el Estado de Bienestar, pues éste cumple funciones de racionalidad social incuestionables, ni este último puede intervenir sin tener en cuenta criterios de eficiencia económica y participación social que obligan a un reforzamiento de los papeles de los agentes sociales. No se trata de que frente al fracaso supuesto del Estado de Bienestar se oponga su sustitución por el mercado y la sociedad civil, pues éstas no son entidades abstractas, sino históricas, de manera que hoy el mercado libre se concreta en un mercado transformado en tor­ no a los grandes centros y organizaciones de decisión y, la sociedad civil es una sociedad de masas, compleja y corporativa. La complementariedad y no la sustitución es la nueva política en la que al papel extensivo de los derechos sociales constitucionales se corresponde su plural materialización para lograr no sólo la máxima racionalidad social, sino también la máxima efectividad social. En definitiva, el debate en

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torno a la política social no es el del futuro del Estado de Bienestar ni como puede ser sustituido por la sociedad civil del bienestar, sino cómo este modelo puede y debe adecuarse a una situación internacional que obliga a redefinir las formas de intervención del Estado y a una situa­ ción interna, en el caso español, en la que los nuevos problemas socia­ les y los retos del envejecimiento y de la integración social presionan en favor de una nueva rearticulación de los agentes institucionales y sociales en la producción y distribución del Bienestar. Ni el retorno al mercado es la solución (la liberalización a ultranza no sólo produce más problemas sociales que los que pretende solucionar, sino que a medio plazo se vuelve contra el propio mercado), ni tampoco el retorno a la sociedad civil (en la medida que en sus versiones conservadoras pue­ den frenar la plena emancipación de la mujer al hacer de ésta el pilar de atención a los grupos más necesitados de la sociedad), sino fórmu­ las mixtas de producción del bienestar que, en el caso español, por los propios avatares históricos de la reforma social, hacen que la inter­ vención del Estado siga siendo fundamental en la extensión de los dere­ chos sociales, pero insuficiente en una sociedad en la que la comple­ jidad social y cambios de valores obligan a nuevas formas de inter­ vención por parte de la sociedad civil.

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El futuro del empleo André Gorz París

La economía moderna no se ha planteado jamás como objetivo el crear empleo, el dar trabajo, el distribuir salarios. Su objetivo, desde que se ha emancipado del poder de los príncipes y de la Iglesia, es poner en práctica, tan eficazmente como sea posible, los factores de pro­ ducción, es decir, crear el máximo de riquezas con el mínimo posible de recursos naturales, trabajo y capital. Las economías del mundo indus­ trializado progresan, con una rapidez sin precedentes, en la persecu­ ción de este fin. En el curso de los diez últimos años, la economía fran­ cesa, entre otras, ha aumentado en más del 30% su producción anual de riquezas, mientras se ha disminuido en el 15% el número total de horas de trabajo anuales (el “volumen de trabajo”) que ha necesitado. En treinta años, la economía alemana ha multiplicado por tres su pro­ ducción anual de riquezas, mientras ha disminuido en un 30% el volu­ men anual de trabajo que ha necesitado. Esta evolución no está próxima a detenerse, ni aún a disminuir. A las economías de horas de trabajo en la industria, se añaden, desde hace algunos años, las economías de trabajo, cada vez más importantes en los servicios (especialmente, el comercio, las administraciones, los ban­ cos y los seguros). La contracción del volumen de trabajo permitirá a las empresas privadas americanas disminuir en 1993, en un 30%, la masa salarial total que distribuyen (1). Esta contracción se consigue, entre otras causas, por la introducción de la “lean production” (en francés: producción ligera), la cual permite producir más, mejor y más depri(1) J enice Castro . Disposable Workers en Time, 19 de abril de 1993. . Traducción del francés: Alberto Manzanares.

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sa, con menos de la mitad de trabajo, de capital y de superficie edifi­ cada (2). Uno de los principales aspectos de la “lean production” resi­ de en la eliminación, tan completa como sea posible, de cualquier stock incluso los stocks de mano de obra. Cada empresa no conserva más que un pequeño núcleo de asalariados permanentes, empleados a tiempo total, y hace gravitar alrededor de este núcleo estable un núme­ ro variable de trabajadores periféricos, empleados temporalmente, y de los que el tiempo de trabajo y el salario varían en función de las nece­ sidades momentáneas de la empresa. Así, la rama californiana de la Bank America (28.000 asalariados en California), se prepara a no conservar más que un 19% de empleados fijos, a tiempo total, convirtiéndose el 81% restante en temporales, a tiempo parcial (menos de 20 horas por semana, en el 60% de los casos) (3). Este ejemplo no tiene nada de excepcional. En las 500 empresas americanas más grandes, el personal fijo, a tiempo total, no represen­ ta, actualmente, más que el 10% de los efectivos empleados en el trans­ curso del año. A principios de 1993, el 95% de los empleos creados eran empleos precarios, a tiempo y salario parciales. Según las previsiones actuales, a finales de este siglo, la mayoría de los asalariados no traba­ jarán más que de modo intermitente y a tiempo parcial. Ya no perte­ necerán más a una empresa; su relación con sus empresarios será momentánea, aleatoria, contingente. Se convierte, pues, en imposible el identificarse con el empleo que se ocupa, el ver en él el sentido de la vida o la actividad más importante. El “job” no asegura ya más al asa­ lariado su puesto en la sociedad. Por otra parte, en las encuestas inter­ nacionales (alemanas, escandinavas, italianas, francesas) sólo una redu­ cida minoría (el 15% de los asalariados, 35% de los ejecutivos, en Alemania) considera el trabajo como lo más importante en la vida de una persona, situándose las actividades del tiempo libre (y principal­ mente la vida familiar y la realización de sí mismo), muy ampliamen­ te, en cabeza. El trabajo-empleo corresponde, en consecuencia, hoy más que nunca al “trabajo abstracto”, “trabajo en general”, “trabajo sin frases” descrito por MARX. La relación salarial tiende a ser despojada de su aspecto contractual y aparece como una relación de dominación.

(2) Según el informe de P. Wonmach y Coll, MIT, 1991. (3) Según G. Pascal Jachary y Bok Ortega. Out of Work in the West, serie de artícu­ los en The Woll Street Journal, primeros de marzo de 1993.

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poniendo al asalariado al servicio de los fines que no son los suyos. Esta evolución no es totalmente negativa, en la medida en que ésta devuelve su actualidad al tema de la liberación del trabajo e impide ya considerar a éste como un valor en sí mismo. La cuestión de la supe­ ración de la sociedad fundada en el trabajo, de la vida centrada en el trabajo, de la obligación de trabajar para vivir -esta cuestión está basa­ da en los hechos y es rica en potencialidades liberadoras-. Denunciar o deplorar las economías en tiempos de trabajo, no tendría ningún sen­ tido. Porque el trabajo-empleo no ha sido y no puede ser jamás un fin por sí mismo. Desde la llegada de la modernidad y más precisamente desde la generalización del asalariado, el trabajo ya no es más la actividad pro^pia por la que los hombres y las mujeres producen su subsistencia o realizan su propia obra. El trabajo asalariado es, desde el punto de vis­ ta del empresario, una actividad para la cual él emplea a alguien. Los fines, las modalidades y las condiciones de esta actividad son defini­ dos previamente por el empresario. El trabajador tiene que adaptarse a un trabajo que le preexiste. Desde el punto de vista del asalariado, el empleo es una tarea pre­ definida, en función de objetivos determinados por otros que no son él y que él tiene que servir sin poder hacerlos realmente suyos. Yo he demostrado, por otra parte, que la acumulación capitalista, pero tam­ bién la racionalización económica y el desarrollo industrial, no han sido posibles más que gracias a la separación de los trabajadores de los pro­ ductos de su trabajo, de los medios producidos, en consecuencia, de su propio trabajo. Lo propio del empleo es, en consecuencia, disociar el trabajo de los fines propios de la persona que lo realiza, ponerlo al servicio de fines que le son ajenos y pagarla por este trabajo, considerado como una mercancía, es decir, como un medio de intercambio, un medio de “ganar su vida”. Por lo dicho, yo no quiero decir, de ningún modo, que el trabajo se realiza, necesariamente, sin dignidad, ni interés, ni atractivo para aquellos y aquellas que lo realizan. Yo digo solamente que está en la esencia del trabajo-empleo el tener como fin primario el salario (es decir, el intercambio mercantil)- Esto no excluye, de ningún modo, que el asalariado busque o también encuentre en el trabajo una satisfac­ ción, un placer, una plenitud personal; pero éstos no pueden ser para

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él más que fines secundarios. Lo que distinguirá siempre el trabajoempleo, de la actividad del militante, del artista, del investigador, etc., es que ésta tiene su valor y su recompensa en sí misma; no puede, por esencia, convertirse en posibilidad de otra cosa, posibilidad de inter­ cambio. Esta distinción entre trabajo y actividad, es propia de la moder­ nidad. En las civilizaciones premodernas, dicha distinción no existía, porque la producción era (o es todavía), ante todo, autoproducción para las necesidades propias de la comunidad familiar o ciudadana y sólo accesoriamente para el intercambio mercantil. Desde que la pro­ ducción mercantil se convierte en dominante, el trabajo tiende a diso­ ciarse de la actividad y se racionaliza económicamente con vistas a permitir la obtención de un máximo valor de uso, con el menor gas­ to de trabajo posible, es decir, en el menor tiempo de trabajo (4). Es sobre la base de esta disociación como se ha podido desarrollar el capitalismo y la industria, del que ésta es la hija. La disociación del trabajo y de las actividades que no tienen como finalidad primaria el intercambio mercantil y la remuneración, es una de estas “diferen­ ciaciones del mundo vivido” en esferas de actividad y de vida que se desarrollan según racionalidades distintas, diferenciaciones de las que hablaremos después, que MAX WEBER demuestra que son lo propio de la modernidad (5). Es esencial tener presente en la mente la diferencia entre “trabajo” en el sentido moderno y actividades no económicas, para no cometer el gran contrasentido que es la afirmación: “Nosotros carecemos de tra­ bajo”, “no hay bastante trabajo”. La racionalidad propia del trabajo, en efecto, es buscar su propia disminución por unidad de producto. Esta disminución la busca el empresario (desde el punto de vista del capital) con el fin de reducir los costes salariales unitarios; dicha disminución la busca el asalariado con el fin -todo a la vez- de trabajar menos, ganar más y vivir mejor. Yo no me detendré aquí en el antagonismo entre las racionalidades res­ pectivas del capital y del trabajo, ni en las contradicciones inherentes

(4) Ver, en relación con este tema, Jacques Bidet,Théorie de la Modernité, París, PUF, 1991. (5) JüRGEN H aberm ans , Theorie des Kommunikativent Hundelus, Frankfurt aur Main, Luhrkamp, 1981.

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a la primera. Lo importante, aquí, es resaltar que el trabajo, por esen­ cia, es para ser economizado y que las economías de trabajo, en últi­ mo análisis, no tienen sentido más que si liberan y pretenden liberar tiempo para actividades distintas del trabajo: las que HANNAH ARENDT, lo mismo que MARX y los fundadores de la economía política, llama­ ban las “actividades superiores”. Cuando una sociedad industrializada y rica dice “carecer de trabajo”, mientras que con cada vez menos tra­ bajo produce riquezas crecientes, no es, en realidad, el trabajo pro­ piamente dicho el que le falta. Lo que le falta es la capacidad política de redistribuir entre todos un volumen decreciente de trabajo y un volu­ men creciente de tiempo libre, de forma que todos puedan ganarse la vida trabajando, pero trabajando cada vez menos, desarrollando sus acti­ vidades sin fin económico y teniendo derecho cada uno a su parte de las riquezas socialmente producidas. La resistencia persistente a una tal política de redistribución, se debe al hecho de que implica transformaciones sociales y culturales que sus­ traen la vida de cada uno y la sociedad misma al dominio preponde­ rante de lo económico. Actualmente, un trabajo a tiempo total no repre­ senta más que de 1.500 a 1.600 horas por año, en vez de 3-500 horas en 1870 y 2.200 horas en 1950. Una sexta parte solamente del tiempo que está despierto un adulto, transcurre en el trabajo, contra un tercio, recién acabada la guerra. Las actividades del tiempo libre se hacen pre­ ponderantes en la vida de cada uno, pero la sociedad las confina toda­ vía en la esfera privada. Se niega a reconocer que estas actividades, que no dependen ya de la necesidad económica, sino de la libre elección, deben convertirse en estructurantes para la organización social, pro­ ducir nuevas relaciones sociales y formas sociales de cooperación, crear riquezas que no son mensurables en dinero y desarrollar intercambios que no tienen por finalidad la ganancia. La disminución de la importancia del trabajo con finalidad eco­ nómica, la contracción de su volumen y de su duración, anuncian la posibilidad de una sociedad “post económica” que dejará de estar sojuzgada por las correcciones de la producción comercial, en la que el poder económico -el del capital, el del dinero- cesará de dominar la vida de todos. Negándose a esta transformación, nuestras sociedades reservan la plena ciudadanía, el derecho a un sueldo completo y a una plena pro­

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tección social a aquellos y aquellas que ocupan permanentemente un empleo a tiempo completo . De esta manera, permiten que la ple­ na ciudadanía, la plena protección, el derecho a un sueldo normal, se conviertan en privilegios cada vez menos accesibles; y dan al capi­ tal (a las empresas, a los empresarios) el poder de conceder o de negar estos privilegios en función del imperativo de rentabilidad y de competitividad. La sociedad se divide así en dos: Por un lado, la clase cada vez menos numerosa de los ciudadanos de primera categoría, que conti­ núan viendo en el trabajo el fundamento de su pertenencia social y de sus derechos y, por otro lado, la masa creciente de los ciudadanos de segunda categoría, más o menos completamente excluidos de la sociedad fundada en el trabajo -de la sociedad salarial-, sin que les sean ofrecidas otras formas de pertenencia y reconocimiento social. En lugar de reconocer que únicamente la superación de la socie­ dad salarial permitirá eliminar la causa de la marginación y la exclu­ sión sociales, los Gobiernos se han esforzado, hasta ahora, en enmas­ carar ésta con astucias miserables, tales como la creación artificial de falsos empleos y la transformación en empleos de actividades perte­ necientes a la vida privada. Los falsos empleos, en primer lugar, con­ sisten en confiar a los hombres tareas (por ejemplo, taquilleros, encar­ gados de un surtidor de gasolina, cajeros, clasificadores, etc.) que las máquinas pueden atender igual de bien y con menor coste. Los asala­ riados que ocupan estos empleos antieconómicos, en general fastidiosos y sin posibilidades de evolución profesional, no pueden no darse cuen­ ta de que la sociedad no tiene, realmente, necesidad del trabajo que les solicita, que derrocha el trabajo para “crear el empleo”, que ellos son parados disfrazados. Este tipo de empleo no puede cumplir una función de integración social por el trabajo. Esta integración no está ase­ gurada tampoco por muchos servicios a las personas, cuyo desarrollo se ha considerado, a menudo, como el remedio más prometedor para el paro. Una gran proporción de los servicios a las personas tienen, en efecto, como función, descargar a las personas que trabajan a tiempo pleno de las tareas de su esfera privada, domésticas y familiares. Ahora bien, asumir las tareas privadas ajenas, es lo propio del trabajo de ser­ vidor. Este está al servicio, no de la sociedad propiamente dicha, sino de las personas que trabajen al servicio de ella. Asiste a estas personas, no como individuos sociales, en su vida y su trabajo públicos, sino sola­

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mente en su vida y sus tareas privadas, haciendo para ellas lo que no importa quién es capaz de hacer (6). Esta clase de división del traba­ jo, implica una jerarquización social evidente; por un lado, aquellas y aquellos a los que su función socialmente valorada coloca directamente al servicio de la sociedad; por el otro lado, aquellas y aquellos a los que su función coloca al servicio personal de los primeros; por un lado, los señores descargados de las tareas triviales, que, además, no importa quién pueda asumirlas; por el otro lado, los servidores encargados de estas tareas triviales por cuenta ajena. La función de servidor, por más que sea institucionalizada y socia­ lizada por convenios colectivos y por la creación de empresas de pres­ tación de servicios a las personas privadas: el servidor, sin embargo, per­ manece como un ciudadano de segunda clase, consagrado al “trabajo de reproducción”, relegado a la posición subalterna, tradicionalmente asignada a las mujeres por las sociedades patriarcales. Es su trabajo subal­ terno el que impide a los servidores demostrar y desarrollar sus capa­ cidades superiores y no su incapacidad para adquirirlas. Una creciente proporción de pequeños trabajos y de empleos subalternos, es asumida, de ahora en adelante, por ejecutivos en paro, jóvenes titulados de las enseñanzas secundaria y superior. La “sociedad de servicios” es una sociedad desigualitaria, en la que una masa creciente de personas de cualquier edad y de cualquier nivel de formación está constreñida a disputarse el “privilegio” de alquilar sus servicios a aque­ llos y aquellas que todavía se ganan decentemente su vida. Esta “dualización” o “sud-africanización” de la sociedad, se atestigua por la conti­ nua baja de los salarios individuales (7), único medio, según los econo­ mistas liberales, de crear un grandísimo número de empleos de servicio. Existe, sin duda, otro medio; es el de instituir -como lo había hecho la socialdemocracia sueca- los servicios domésticos como servicio púhli-

(6) La asistencia a las personas mayores o minusválidas, incapaces de asumir sus tareas privadas, tiene, evidentemente, un sentido fundamentalmente diferente al del trabajo como servidor; ésta forma parte de las actividades de ayuda y cuidado con personas, a menudo aisladas, cuyas necesidades deben ser reconocidas social­ mente como un derecho a la ayuda y a los cuidados institucionales. (7) En los Estados Unidos, éstos habían caído en 1992 al nivel de 1961. El 80% de los empleos creados durante los años 1980 eran empleos de servicio a las personas (la mitad de ellos en la restauración) y el 60% estaban remunerados con salarios inferiores al nivel de pobreza.

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co y en ellos remunerar a los asalariados con las mismas tarifas que a los otros trabajadores. De esta manera, se enmascara la función socialmen­ te subalterna del trabajo de servidor y se evita la agravación de las desi­ gualdades del sueldo; pero esto al precio de una presión fiscal muy fuer­ te (60% del producto interior bmto) y de una pesada burocratización. La extensión de los servicios a los trabajos domésticos, se justifica por la fal­ ta de tiempo que padecen los hombres y mujeres generalmente emplea­ dos a tiempo completo. Y su empleo a tiempo total queda justificado por la existencia de los servicios domésticos, cuyo desarrollo tiene también como función reconocida proporcionar empleos a las personas que no encuentran otro trabajo. En la preocupación por perpetuar a toda costa la sociedad salarial, esta política llega a profesionalizar, no solamente las actividades que cada persona podría asumir también por sí misma, si tuvie­ ra tiempo, sino también las actividades de relaciones familiares, educati­ vas, de ayuda mutua, etc., con la capacidad de las personas para hacer­ se cargo de otras, se acaba por destmir su autonomía asistencial, su sen­ tido de la solidaridad del dar y del recibir. La disminución de la duración del trabajo, suprimiendo la falta de tiempo, disminuirá la necesidad de los servicios profesionales domés­ ticos, los gastos que los remuneran y la posición subalterna que ellos imponen. Estos servicios, llamados “de proximidad”, podrían entonces -en sinergia con los servicios públicos disminuidos- ser autoorganizados en los municipios, los barrios, los inmuebles, sobre la base de cooperativas de intercambio de servicios, de redes de ayuda y de asis­ tencia mutua. Es por este desarrollo de las actividades de relación, de comunicación y cooperativas, desprofesionalizadas y desmonetizadas, por lo que la sociedad salarial podrá ser superada y por lo que las “acti­ vidades superiores” sin fin económico podrán convertirse en prepon­ derantes. La disminución de la duración del trabajo es una de las prin­ cipales palancas de esta transformación. Esta no acarrea necesariamente una disminución del sueldo de los asalariados (8). Ello debe permitir a cada uno adquirir derechos en la sociedad, con un trabajo directa­ mente útil a la misma y que su remuneración se hace universalmente

(8) Suponiendo que la producción nacional aumente el 8% en cuatro años y la pro­ ductividad del trabajo el 12%, es posible, en principio, reducir la duración del tra­ bajo en el 12% y aumentar los efectivos empleados en el 8%, permaneciendo cons­ tantes los salarios. Yo he discutido la traducción práctica de esta clase de políti­ ca en Capitalisme, Socialisme, Ecologie, París, Galíleé, 1 9 9 1 , capítulo 9 .

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intercambiable; debe permitir, junto al trabajo remunerado en la esfe­ ra pública, actividades privadas y públicas, individuales y cooperati­ vas, que tienen por objeto, no su remuneración, sino el desarrollo de relaciones interpersonales y la creación de opinión. La disminución de la duración del trabajo no podrá, en consecuen­ cia, ser una medida\ es preciso concebirla como un conjunto de políti­ cas portadoras de un proyecto de sociedad que no estará nunca acaba­ do definitivamente. La reducción de la duración semanal del trabajo (32 horas serían actualmente realistas; las 20 horas por semana o las 16 horas ya previstas por KEYNES en 1931, no tendrán nada de irrealistas más ade­ lante) no es necesariamente la mejor fórmula. Interesa especialmente a las personas empleadas a tiempo total durante todo el año. Ahora bien, nosotros hemos visto que estas personas están en camino de convertir­ se en minoritarias. Por eso, para redistribuir lo mejor posible el trabajo, el tiempo disponible para actividades no económicas y las riquezas social­ mente producidas, el tiempo de trabajo deberá reducirse según una gran variedad de fórmulas: a nivel del mes, del año, del septenio, con objeto de permitir formas de trabajo intermitente o años sabáticos, sin pérdida de ingresos durante los periodos no trabajados; según la fórmula del dere­ cho a un permiso a los padres de, por lo menos, un año por cada niño, sin pérdida de ingresos (9); por el derecho a un permiso indemnizado para ocuparse de un niño, de un amigo, de un pariente, de un vecino enfermo, etc. El carácter intermitente de una considerable proporción de los empleos, podrá dejar de ser un sino padecido por los asalariados, para convertirse en la fuente de una nueva libertad; la libertad para cada per­ sona de administrar su tiempo, a nivel del semestre, del año o del quin­ quenio, en función de un proyecto de vida, quedándole asegurados sus ingresos durante los períodos no trabajados, a condición de que ella rea­ lice un mínimo de trabajo en el curso de un determinado período (año o quinquenio). Por otra parte, yo he demostrado que todo esto no es incompati­ ble, ni con la mayor libertad de los ciudadanos, ni con la competitividad interna o externa de las empresas (10). Lo que importa aquí es que.

(9) En Suecia, cada nacimiento da derecho a un permiso de 12 meses, con el 90% del salario, permiso que los padres pueden repartirse, funcionar o escalonar a su gus­ to durante seis años. En Checoslovaquia, el permiso de los padres era, hasta 1989, de tres años, con el 70% del salario.

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de todos modos, el volumen del trabajo remunerado está llamado a con­ traerse, el propio trabajo a convertirse en una actividad cada vez más discontinua e irregular. Esta discontinuidad, que actualmente es una fuente de inseguridad, puede transformarse en una gran libertad de elec­ ción, acompañada de la seguridad de los ingresos.

(10) A condición de introducir unos ingresos binomios: los salarios directos se redu­ cen proporcionalmente al número de horas trabajadas, pero las pérdidas de sala­ rio son compensadas por unos ingresos sociales financiados principalmente por impuestos indirectos.

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Desafios del empleo y del trabajo Juan N. García-Nieto París Fundació Utopia d’Estudis Socials del Baix Llobregat

INTRODUCCION

¿Qué duda cabe que, tanto el trabajo como el empleo, constituyen uno de los desafíos más serios con los que nos enfrentamos en nues­ tro mundo desarrollado? Por un lado la crisis golpea de nuevo a las sociedades industria­ les avanzadas: ciclos económicos que se repiten, desajustes moneta­ rios, caída de la demanda, deuda, déficit público, consolidación de una división internacional del trabajo insolidaria, nuevas pobrezas y situa­ ciones extremas de exclusión social. Estado de bienestar en entredi­ cho, etc. Por otro los cambios cada vez más rápidos en las estructuras productivas, debido fundamentalmente a las mutaciones tecnológicas, provocan la desaparición de gran cantidad de puestos de trabajo y la aparición de otros cuyo alcance y contenido no es fácil determinar*.

* Por razones metodológicas nos referimos exclusivamente a las zonas desarrolladas del planeta. El tema de la división internacional del trabajo y de la necesidad de un Nuevo Orden Económico Internacional solidario no es éste el momento ni el objeto de la refle­ xión que se nos ha encargado. Pero, en todo caso, bebe estar presente en cualquier aná­ lisis serio que se haga.

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Se trata de una realidad tan compleja frente a la que conviene ser cautos. A pesar de todo es posible aceptar como válida la siguiente hipótesis: la actual crisis económica, y por tanto del trabajo y del empleo, tiene una fuerte dosis de crisis cíclica coyuntural. Y junto a ella coexiste otra crisis estructural que permite añadir otra hipótesis: más del cincuenta por ciento del desempleo actual corresponde a puestos de trabajo que se han destruido que no volverán a recuperarse. Necesidades productivas diferentes, cambios sustanciales en el aumen­ to de la productividad a causa de la innovación tecnológica, etc. son factores, entre otros, que explican las nuevas estructuras que afectan y afectarán cada vez más a nuestra sociedad. El otro tanto por ciento correspondería a puestos de trabajo que posiblemente volverán a recu­ perarse, en el momento en que se dé una lógica recuperación econó­ mica. Pero, en ningún caso, serán los más. ¿Qué puede pasar, qué está pasando ya, con esos puestos de tra­ bajo irrecuperables, con el desempleo estructural incrustado, y en cons­ tante aumento? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias, -están siendo ya-, de marginación, precariedad, exclusión social si el desempleo se cronifica como algo definitivamente permanente? Estos interrogantes no son nuevos. Desde hace años nos los esta­ mos planteando no pocos economistas, sociólogos, sindicalistas... Sin embargo para muchos el solo hecho de hacerse estos planteamientos era entrar en elucubraciones que rozaban con lo utópico o con la cien­ cia ficción. El mismo TOEFLER en sus célebres y lúcidos análisis sobre La tercera olay posteriores publicaciones profetizaba una sociedad ple­ namente informatizada, cercana al Mundo feliz de HUXLEY. ¿Qué duda cabe que los rapidísimos avances en el campo de la microelectrónica, de la telemática, de la biotecnología, o del desarrollo aeroespacial daban pie para ello. Y, sin embargo, el tema del futuro del empleo y del tra­ bajo era prácticamente soslayado. ¿Temor? ¿Optimismo? Por suerte las cosas están cambiando. No sé si decir que se nos está dando la razón.*

* Autores como ADAM SCHAFF, ANDRÉ GORZ, JACQUES ROBIN, TOM BOTTOMORE, ALEXANDER KING. ROGER SUE, EDUARDO ROJO, JUAN N. GARCIANIETO, entre otros muchos más, han publicado monografías de gran interés. Ahora bien, en estos momentos la reflexión en tomo al futuro del empleo y del trabajo (en concre­ to en torno al “ñn del pleno empleo”) ha adquirido notable resonancia e interés. Véanse por ejemplo las aportaciones en la revista internacional “El socialismos del futuro” sobre el Futuro del trabajo (1993) y los mismos escritos más recientes de Schaff, Gorz y otros.

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Baste con constatar el hecho de que el tema del trabajo del futuro está presente en numerosos foros de discusión y es tema de análisis entre politólogos, economistas, sociólogos, y sindicalistas*. La primera tesis de la reflexión que presentamos en este artículo es muy precisa: empleo y trabajo son dos conceptos concebidos como una actividad mercantil asalariada productiva, y como un instrumento inseparable y necesario para percibir una retribución económica. Sin embargo, estos dos conceptos se ven sometidos en la actualidad a muta­ ciones que afectan sustancialmente a su contenido y a su función social y productiva. El empleo, para amplios sectores de la sociedad, se trans­ forma en desempleo y el trabajo se informatiza y robotiza de forma espectacular. Cambia de contenido. La segunda tesis trata de mostrar cómo la destrucción de empleo y la croniflcación del desempleo estructural nos conduce necesaria­ mente a una conclusión: el pleno empleo, tal como lo hemos entendi­ do hasta ahora, no es posible. El empleo directamente productivo para todos a tiempo completo ya no es posible. Por el contrario, el concepto de plena actividad, de una actividad más rica y más llena de sentido, de una ocupación diferente, se maniñesta como una alternativa posi­ ble e innovadora. Dicho con otras palabras, se trata de analizar y dis­ cutir los instrumentos que harán posible, teórica y prácticamente, el paso del pleno empleo a la plena actividad. Dedicaremos una primera parte a resumir las hipótesis de partida de la tesis primera: el empleo, para amplios sectores de la sociedad, se transforma en desempleo y el trabajo se informatiza y robotiza defor­ ma espectacular. En una segunda parte (segunda tesis) intentaremos describir y analizar el concepto y contenido de plena actividad como alternativa al pleno empleo-, las ocupaciones socialmente útiles, nue­ vos valores y modelos de crecimiento alternativos. En la tercera parte sugeriremos pistas sobre las estrategias y propuestas alternativas para apoyar, fom entar y potenciar ocupaciones alternativas socialmente útiles en las perspectiva de la plena actividad’. SUPERANDO EL CONCEPTO CLASICO DE TRABAJO Y DE EMPLEO El trabajo y el empleo, decíamos, han sido y continúan siendo obje­ to de análisis estadísticos. Se analizan las cifras, se proyectan obser­

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vatorios del mercado de trabajo. Disponemos de un amplio material estadístico de gran utilidad. En estos momentos, sin embargo, experi­ mentamos la necesidad de ir más a fondo en el concepto del trabajo y del empleo. El paro creciente, con las secuelas de marginación y pobreza, los cambios tecnológicos que desplazan la mano de obra, las mutaciones culturales, etc. Todo ello invita a analizar más cualitativa­ mente la nueva realidad que contemplamos y, por eso, necesitamos de cierta reformulación y sistematización de estos conceptos y de su evo­ lución, a la luz de las nuevas aportaciones y previsiones de futuro. En breve síntesis he aquí una sistematización del escenario que se está perfilando en torno a la actual coyuntura sociolaboral. De ningu­ na manera pretendemos elevar a categoría de definitiva la formulación del mismo. Pero creemos que constituye un perfil correcto de las con­ clusiones a las que están llegando numerosos economistas, sociólo­ gos y sindicalistas de reconocida solvencia. Son ideas, por otro lado, que hemos intentado desarrollar nosotros mismos durante estos últi­ mos años. - El desempleo actual, el paro, tanto el coyuntural pero sobre todo el estructural va acompañado por situaciones de gran precariedad, según los casos: volumen, larga duración, eventualidad, incertidumbre, marginación, desmotivación, desestructuración familiar, degradación psicológica, incluso física, delincuencia, drogodependencia... El nivel de estudios, la preparación ocupacional y profesional, sexo, condi­ ciones de vivienda, localización geográfica son, entre otras, variables que infiuyen negativamente en el comportamiento de la persona o la familia afectada por el paro estructural. Estadísticas y análisis sobre el paro y su evolución existen en abundancia {Estadísticas Laborales, Ministerio de Trabajo, Encuesta de la Población Activa, INE, etc.). - Las mutaciones tecnológicas han sido, continúan y continuarán siendo factores determinantes en los procesos por los que se elimina a gran escala la intervención humana en la producción de bienes y servicios. Es decir, las antiguas formas de producción de masa se encuentran a punto de desaparecer o han desaparecido ya, así como las grandes concentraciones industriales y de trabajadores relativamente homogéneas. -Robots, ‘Transfers\ Círculos de Calidad, JustinTim e’, Toyotismo’, ‘islas de trabajo \ estructuras y series productivas programadas a la car­ ta, fábrica difusa, procesadores y ordenadores de sexta generación

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(inteligencia artificial), terminales en la propia casa, circuitos infor­ máticos a gran escala, etc, son manifestaciones de los avances espec­ taculares e irreversibles en el campo de la microelectrónica y de los sistemas de organización. El fordismo y el taylorismo son ya, de hecho, una prehistoria de los sistemas productivos clásicos. El papel del tra­ bajo humano, el volumen de producción y la calidad del mismo, el aumento de la productividad son otros tantos factores que repercuten en el tipo de fábrica, en la disminución o desaparición de mano de obra no cualificada, y en el aumento, más bien escaso, de trabajado­ res con preparación tecnológica muy selectiva. - Durante los últimos cuarenta años la duración del trabajo se ha reducido en su conjunto, más o menos, en una tercera parte, mien­ tras que la producción ha aumentado más del doble. Esta afirmación se vincula necesariamente a la dificultad que experimentan numero­ sos trabajadores y trabajadoras, sobre todo en el caso de aquellos que carecen de una adecuada cualificación profesional o han alcanzado una edad que hace difícil una recualificación profesional. Solamente los tra­ bajadores con una cualificación tecnológica muy selectiva podrán gozar de una cierta estabilidad en el trabajo. El resto se ve y se verá someti­ do a regulaciones, a una constante movilidad o eventualidad cuando no a un paro masivo. Disponemos, también, de datos y de estadísti­ cas y no es éste el caso reproducirlas*. - Por otro lado no pocas estructuras productivas, manufactureras o de transformación, en el sector siderúrgico, textil, automoción, quí­ mica, construcción naval, alimentario o agrícola, emigran a zonas de mano de obra más barata. Se produce, así, una deslocalización de plantas industriales, incluso de servicios, hacia zonas periféricas con mano de obra más competitiva. Un simple, pero significativo y recen­ tísimo botón de muestra, de entre los muchos que podrían aportarse. Según un informe de la Comisión Europea (octubre, 1993) el sector

* A título de ejemplo reproducimos un párrafo del último In fo rm e S obre D esa rro llo 7993 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD), “Crecimiento sin Empleo: La necesidad de un nuevo enfoque es evidente si se advierten los altos nive­ les de desempleo prevalecientes en todo el mundo.En los países de la OCDE el desem­ pleo se mantuvo por encima del 6% a lo largo del decenio de 1980 y llegó a un máxi­ mo del 6,9% en 1991, lo cual implica que había más de 30 millones de personas sin tra­ bajo. El desempleo entre los miembros europeos de la OCDE se triplicó al pasar del 3% a mediados del decenio de 1970 a aproximadamente el 10% en 1992” (Pg. 42) hum ano

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de la automoción perderá 400.000 puestos de trabajo hasta el año 2000. Es decir, la actual fuerza de trabajo del sector del automóvil europeo, formada por unos 940.000 empleados quedará reducida en un 40%, debido a diversos factores, entre otros, a los cambios tecnológicos y a los niveles de productividad y de competitividad. Otro botón de muestra: 9.000 puestos de trabajo de la Factoría de SEAT, de la Zona Franca (Barcelona), van a desaparecer, según los planes de la casa madre VOLKSWAGEN, y cerca de 100.000 de empleo inducido es posi­ ble que se encuentren en la misma situación en el cinturón industrial de Barcelona, sobre todo en el Baix Llobregat. Factorías que desapa­ recen, puestos de trabajo que se eliminan por el efecto dominó en las empresas auxiliares... No es aventurado añrmar que los puestos de tra­ bajo que desaparecerán en el sector de la automoción, tan sólo en el seno de la Unión Europea, puede superar los dos millones de perso­ nas, por lo menos. No es difícil anticipar lo que va a ocurrir en otros sectores. - De una sociedad con unas estructuras productivas de base ener­ gética pasamos a una sociedad de base informacional y relacional. La comunicación, la comprensión, la iniciativa, la creatividad constitu­ yen la base de la innovación tecnológica y de sus formas productivas, dominadas, hasta el momento, por el núcleo directivo que controla los procesos productivos y los canales informáticos y de comunicación. Nos enfrentamos, pues a complejas mutaciones de signo muy diver­ so, a veces, incluso, contradictorias, que afectan de lleno a importan­ tes transformaciones y desajustes cualitativos en el campo del com­ portamiento cultural y humano ante el trabajo o ante la carencia del mismo. Esta constatación nos conduce a una conclusión importante: el trabajo pierde el sentido de centralidad para la actividad humana, por muy contradictoria que pueda parecer tal conclusión. Valgan como ilustración las siguientes palabras de JACQUES ROBIN: “Después de la Segunda Mundial, el trabajo concebido y prac­ ticado como una obligación natural deja de ser, en la práctica, el gran recurso de la sociedad industrial. La actividad profesional, vivida como fuente de satisfacción, sigue siendo, con seguridad, una motivación muy importante en la vida humana. Pero en nuestra sociedad en proceso de mutación, la realización personal, con todas sus ambigüedades, se convierte de un anhelo mayor que se trata de abordar con otros medios además del trabajo. Satisfacer la curiosidad, satisfacer el propio nicho ecológico, desplegar una actividad creadora autónoma, ejercer las múlti-

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pies facultades, son todos aspectos que ponen en la picota la concep­ ción tradicional del trabajo”. Lo que nos dice ROBIN no deja de ser sugerente. Pero su visión es sólo una cara de la moneda. Para él el trabajo deja de ser una carga y se transforma en motivo de satisfacción y enriquecimiento personal. No tanto por el trabajo en sí mismo cuanto por lo que puede hacerse fuera del trabajo: “satisfacer la curiosidad, satisfacer el propio nicho eco­ lógico, desplegar una actividad creadora autónoma, ejercer las múlti­ ples facultades...”. Se trata, como decimos, de algo enormemente suge­ rente, pero que, ni mucho menos, está al alcance de la mayoría. Representa, sin embargo, una pista para descubrir la reconversión del trabajo “encadenado” a espacios abiertos a la creatividad y a la realiza­ ción personal. Existe otra cara de la moneda: las actuales previsiones a corto y medio plazo nos colocan ante la evidencia de un horizonte confuso y pesimista: la escasez, la carencia de empleo o, incluso, la degradación del proceso productivo, conducen, a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras y a sus propias familias, a situaciones de desmotivación, pasividad o insatisfacción. A sensaciones de vacío y de falta de senti­ do frente a la precariedad o la ausencia de trabajo, con pocos recursos culturales o con una preparación profesional y ocupacional de niveles bajos. El miedo a no encontrar trabajo o a perder el que se tenía. La insatisfacción ante un trabajo repetitivo, impuesto, alienado. La inca­ pacidad para poder prever o imaginar soluciones alternativas a su vida profesional. En ambos casos (los satisfechos y los preocupados o insatisfechas ante el futuro del trabajo) se experimenta, por motivos distintos, cómo el trabajo ha perdido su carácter de centralidad. Dicho con otras pala­ bras, el trabajo deja de cumplir el papel que tenía asignado hasta aho­ ra. Siempre habíamos actuado, salvo excepciones, presuponiendo que el trabajo constituía el centro de la actividad humana: nos preparamos profesionalmente para ejercer un trabajo, descansamos para recupe­ rar fuerzas para trabajar, trabajamos para “ganarnos la vida” y subsis­ tir. Todo ha estado girando en torno a la actividad profesional o labo­ ral. Pero las cosas ya no son igual: para bien o para mal. Para bien, porque para los que tienen trabajo, buena rentas labo­ rales y disponen de un nivel cultural elevado ocurre lo que señala Robín y otros autores (GOR2, SUE, ROBERSTON, LA EARGUE en su

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DERECHO A LA PEREZA...): “en nuestra sociedad en proceso de muta­ ción, la realización personal, con todas sus ambigüedades, se convierte en un anhelo mayor que se trata de abordar con otros medios además del trabajo”. Recordémoslo una vez más: “Satisfacer la curiosidad, satis­ facer el propio nicho ecológico, desplegar una actividad creadora autó­ noma, ejercer las múltiples facultades, son todos aspectos que ponen en la picota la concepción tradicional del trabajo”. Para mal, porque la realidad a que se ve sometida la desaparición de una buena parte de puestos de trabajo, debido no tanto a la crisis como a las mutaciones tecnológicas, deja al descubierto una enorme cantidad de personas. Una mayoría de ellas carece de recursos eco­ nómicos suficientes para hacer frente a la nueva situación y, lo que es peor, no tienen la preparación cultural y profesional para buscar y encontrar salidas alternativas. Problema subjetivo y problema objeti­ vo: no hay demanda de trabajo porque desaparecen muchos puestos de trabajo y no hay oferta porque los trabajadores desempleados no se encuentran preparados para buscarse y encontrar otro tipo de ocu­ pación o actividad. Lógicamente, urgentes y serios interrogantes se plantean de inme­ diato. ¿Cuál es la posible salida alternativa?. Las actuales estructuras económicas, sociales y culturales, ¿son capaces de diseñar y de ofre­ cer esa alternativa? Interrogantes inquietantes que llevan a evocar aque­ llas proféticas y dramáticas palabras de ADAM SCHAEF que tantas veces hemos repetido: “El 25 por ciento de los que hoy están trabajando en trabajos directamente productivos tendrán que ser despedidos antes de fin de siglo. Si esto no se prevé será un crimen para los que hoy son niños... Esperar a que los ajustes espontáneos arreglen la situación de todos estos millones de personas, sobre todo jóvenes, significará con­ denarlos a la frustración, a la patología social (...), a no ser que se les ofrezca una alternativa real' (el subrayado es nuestro). “Decenas de millones de hombres y mujeres se encuentran en medio de una crisis profunda, pero, también, en el umbral de unos acontecimientos socio-cultural-económicos con posibilidades todavía imprevisibles” (FR. BLANCHARD, antiguo Director de la OIT). Pero ¿somos realmente conscientes de que en la nueva etapa de desarrollo tecnológico las destrezas, habilidades y conocimientos profesionales no son, en gran medida, inservibles?. He aquí, pues, un problema, ya insinuado anteriormente, que se superpone y al que hay que dar una respuesta urgente y eficaz.

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Es cierto que no son pocos los que en medio de la crisis del hura­ cán de tecnologías saben sacar provecho: cuadros técnico de élite, tra­ bajadores con buena preparación profesional en tecnologías punta y avanzadas... Pero para los otros colectivos más desfavorecidos, con escasa preparación profesional, jóvenes, determinados sectores de mujeres, de trabajadores adultos en situación de paro de larga dura­ ción y trabajadores del campo, las perspectivas de ocupación, en el sen­ tido clásico son, sin ningún género de duda, extremadamente peque­ ñas, cuando no imposibles. Conclusión: empleo y trabajo han sido dos conceptos concebidos hasta ahora como una actividad mercantil asalariada productiva de la actividad humana, y como un instrumento inseparable y necesario para percibir una retribución económica. Hoy, sin embargo, se ven some­ tidos a mutaciones que afectan sustancialmente a su contenido y a su función social y productiva. Por un lado, el empleo, se transforma en desempleo y el trabajo precario se informatiza y robotiza de forma espectacular. Por otro, el ideal de pleno empleo, tal como lo hemos entendido hasta ahora, no es posible. El empleo directamente pro­ ductivo para todos, a tiempo completo, no es posible: ''la ocupación estable, a pleno tiempo, tiende a transformarse en un privilegio, en algo excepcionaV (André Gorz).

DEL “PLENO EMPLEO ”A LA “PLENA ACTIVIDAD” Ante una conclusión que se maniñesta como deñnitiva: “No es posi­ ble el pleno empled\ sólo cabe preguntarse ¿qué alternativa existe?. Nuestra respuesta únicamente puede ser esta: la "plena actividad, como alternativa válida, sí que es posible”. Plena actividad que va más allá del pleno empleo y que se perfila como algo más rico, más lleno de sentido: ocupación, trabajo diferente concebido como una alternativa posible, necesaria e innovadora. Nos proponemos, pues, analizar y discutir el camino y los instrumentos que harán posible, teórica y prácticamente, el paso del pleno empleo a la plena actividad. Dos consideraciones previas de tipo cautelar y conceptualmetodológico:

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En primer lugar, un interrogante, una duda, que tienen, que tene­ mos, sindicalistas, políticos, miembros de la Administración, sociólo­ gos, educadores y enseñantes: ¿estamos de veras a la altura para ir al fondo de los retos planteados? ¿tenemos una voluntad política y cul­ tural para llevar a la práctica las nuevas exigencias, al menos como pro­ puesta?, Respuesta: ‘Todos los agentes sociales, entidades supranacionales, gobiernos nacionales, autonómicas y de forma especial los agentes locales de desarrollo han de asumir con urgencia la tarea de enfrentarse a las convulsiones que están experimentando, en esta últi­ ma década del siglo, el mercado de trabajo, un mercado de trabajo que se ha transformado en algo totalmente diferente de lo que hemos conocido hasta ahora” (Fr. Blanchard). En segundo lugar, una consideración simplemente conceptual. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de pleno empleo en oposición a plena actividacP ¿Es sólo un simple matiz semántico?, claro que no. Si se acepta seriamente como algo verificado la hipótesis de que, por lo menos durante los próximos treinta o cuarenta años, el modelo eco­ nómico básico e industrial no se diferenciará sustancialmente del que conocemos, necesariamente hemos de aceptar como algo evidente, la existencia de una mano de obra “sobrante”. Y a eso lo llamamos paro, no coyuntural sino estructural. Es posible que cuando medie el siglo XXI, dentro de treinta o cuarenta años, sea impensable hablar de empleo y ocupación en el marco de las coordenadas que hoy conocemos. Pero hoy no: el paro contemplado como no-empleo, como espacio vacío, como tiempo vacío, como un bien necesariamente escaso, está presente e incrustado definitivamente en el sistema económico. Tiempo vacío que puede suponer, por desgracia, falta de hori­ zonte humano personal, frustración, deslizamiento a la marginación y exclusión social, imposibilidad de alternativa profesional, por des­ motivación, por ausencia de preparación ocupacional, por nula o escasa capacidad de creatividad, de imaginación, por no haber teni­ do acceso a ningún tipo de reconversión, por pertenecer a uno de los muchos ghettos de desierto cultural en los que se encuentran muchos sectores atrapados por el paro endémico-estructural etc., etc. La lista no se acaba. Pero aún hay más. Aunque nos encontremos con personas sin empleo, pero con características diferentes: personas motivadas, acti­ vas, creativas, buena preparación cultural, etc., pero enfrentadas a una demanda de trabajo huía, el problema continúa siendo el mismo. El

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tiempo vacío se cronifica irremediablemente, por muchas compensa­ ciones culturales que puedan existir. El punto de inflexión habrá de surgir a través de un parámetro dife­ rente, paradójico, pero lógico: transformemos el concepto de tiempo vacío por el de tiempo “liberado”. Esta no es una idea nueva. La hemos utilizado en más de una ocasión. Tiempo “liberado ”por la máquina para poderse dedicar a ocupaciones alternativas, mientras la máquina trabaja. Tiempo “liberado”áe la actividad rutinaria (en no pocos casos, servil, alienante), para dedicarse a una actividad donde la creatividad, la iniciativa, la estética, la solidaridad, el servicio social, la vida fami­ liar, el arte, la literatura, los actividades culturales, la enseñanza, el aprendizaje etc. jugarían un papel totalmente distinto. Tiempo “libe­ rado en definitiva, para dedicarse a las llamadas ocupaciones social­ mente útiles o de ocio creativo, para poder desarrollar en definitiva, un trabajo diferente. Somos conscientes de que estamos entrando en un terreno que para muchos puede parecer simple utopía. Pero cuando llegamos a la conclusión de que no hay más remedio que aceptar que no hay otra alternativa: o tiempo vacío o tiempo liberado, la utopía se transforma en perentoria y urgente necesidad. Sobre todo cuando para millones de personas el tiempo vacío se llama pobreza, marginación y exclu­ sión social.

BUSCANDO ESTRATEGIAS Y PROPUESTAS OPERATIVAS Iniciamos la última parte de nuestra reflexión, que bien podría lla­ marse parte operativa a medio y lago plazo, no sin advertir de ante­ mano, que la búsqueda deberá ir necesariamente acompañada por medidas a cortísimo plazo como respuesta inmediata a las situaciones de pobreza y de precariedad que no admiten ningún tipo de espera (enfermedad, falta total de recursos, colectivos jóvenes víctimas del fra­ caso escolar, proclives a situaciones de marginación aguda: hambre, drogodependencia, delincuencia, ancianos...). De sobras conocemos lo mucho que se está haciendo en este terreno, aunque posiblemente todavía no sea suficiente. Desgranemos las medidas operativas, medidas que en cualquier caso serán complementarias unas de otras. Unas corresponden a medi­

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das operativas para poner en práctica de forma inmediata. Otras reque­ rirán un tratamiento progresivo. Pero todas deberán programarse y pla­ nificarse adecuadamente y ser consensuadas democráticamente por los agentes sociales. Cada una de las siguientes propuestas analizadas aisladamente ten­ drían, pues, poco sentido. No así si se entrecruzan constituyendo un nuevo modelo de oferta cultural y educativa abierto a cada una de las situaciones de desempleo potencial. Más aún, el conjunto de las pro­ puestas que se ofrecen constituyen un modelo audaz, vinculado y arti­ culado necesariamente a valores culturales diferentes, a nuevos esti­ los de vida, incluso a niveles y pautas de consumo diversos de los que hoy son considerados como imprescindibles para los estandars de vida al uso. Valores que tienen mucho que ver con valores de solidaridad, de compartir, etc. No es aventurado afirmar que se trata de enfrentar­ se a modelos de vida y de desarrollo fuera de lo establecido. A gran­ des retos, respuestas audaces e imaginativas. Si el objetivo final puede parecer demasiado lejano y lleno de dificultades en realidad lo que se propone es empezar poco a poco, aunque teniendo siempre claros los objetivos, partiendo en definiti­ va de un convencimiento, de una hipótesis: o emprendemos el cami­ no y ponemos las bases de este nuevo orden o, recordando las pala­ bras de ADAM SCHAFF, “...la situación de todos estos millones de per­ sonas, sobre todo jóvenes, supondrá condenarlos a la frustración, a la patología social (...), a no ser que se les ofrezca una alternativa real”. 1. En primer lugar deberán armonizarse progresivamente los pro­ gramas de educación y de formación ocupacional capaces de ofrecer puestos de trabajo, sobre todo a jóvenes, en el terreno de las ocupa­ ciones socialmente útiles ya mencionadas anteriormente y, a las que dedicaremos una especial atención al finalizar el presente análisis. Esto exige una exquisita preparación para crear hábitos de iniciativa, crea­ tividad, solidaridad... 2. En segundo lugar, readaptación eficaz de los trabajadores y tra­ bajadoras, sobre todo adultos, que han perdido su trabajo a causa de la innovación tecnológica (desocupación estructural). Es éste un capí­ tulo, del que se habla, sobre el que se intenta hacer algo, pero del que estamos sencillamente en la prehistoria, muy lejos de las necesidades cada vez mayores. Las propuestas que se hacen sobre la reforma del

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mercado de trabajo, los programas de formación continua, a nuestro entender, no van al fondo del problema. 3 . En tercer lugar: con carácter urgente, debe procederse a un aumento en la asignación de recursos para la capacitación de peque­ ños empresarios, autónomos, empresas intermedias de economía social y para fomentar el reflotamiento de las zonas más crepusculares o sumergidas del sector informal, como es el caso de pequeños oñcios hoy en decadencia y que todavía pueden ser objeto de demanda. 4 . En cuarto lugar, prestar especíñca atención a los colectivos que se encuentran al margen de la oferta de formación ocupacional for­ mal. No nos referimos tanto a los colectivos mencionados anterior­ mente, situados en la franja de la marginación, exclusión social y pobre­ za severa, sino a aquéllos que por diversas razones no han tenido opor­ tunidad de recibir ningún tipo de formación y ahora se encuentran sin posibilidades de acceso al mercado laboral. Pensamos sobre todo en las mujeres jóvenes que quieren entrar por primera vez o reentrar en el mercado laboral, en algunos sectores de trabajadores adultos en situa­ ción de paro de larga duración, o en situación de regulación fácilmente susceptible de transformarse en paro permanente. Es precisamente en torno a estos colectivos donde podrá encontrarse un terreno abonado para su inserción en las ocupaciones socialmente útiles. 5. En quinto lugar: el estudio y puesta en práctica de forma pau­ latina y pedagógica del trabajo a tiempo parcial o del reparto de tra­ bajo en sus diversa posibilidades: jornadas laborales diarias reducidas, semanales, anuales, períodos sabáticos. Una vez más volvemos al con­ cepto de tiempo “liberado ”que deberá ser utilizado para que pueda ser alcanzada la plena actividad. Conscientemente no entramos ni en los detalles ni en la forma cómo deberían organizarse estas modalida­ des de reparto de trabajo. Ni entramos en uno de los aspectos más con­ trovertidos de la reducción de jornada o del reparto del trabajo: la fin a n ­ ciación del tiempo parcial o total de las ocupaciones llevadas a cabo fuera del ámbito del trabajo formal productivo. No entramos en este aspecto, del que no negamos su importancia, pero al que ya se han dedi­ cado otras reflexiones y a las que, por otra parte, en breve dedicare­ mos una atención especíñca. Solo quisiéramos decir que no faltan pro­ puestas operativas. Pienso, por ejemplo, en las recientes ideas expues­ tas por ADAM SCHAEE, ANDRÉ GORZ, JACQUES ROBIN, Seminario organizado por la Universidad París XII (18 y 19 de setiembre, 1992), en la propuesta del “Salario Ciudadano” o del “Segundo Cheque”, etc.

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Desde luego no negamos que se trata de un problema de no fácil solu­ ción. 6. En sexto y último lugar, nada de los dicho hasta ahora tendría sen­ tido si no fuera acompañado por una propuesta operativa sobre el sig­ nificado y contenido de las ocupaciones socialmente útiles. O lo que es lo mismo, el paso del pleno empleo a h plena actividad solo puede tener sentido si se encuentran y se proponen ocupaciones alternativas de uti­ lidad social al tiempo vacío. Los cambios socioculturales a que nos refe­ rimos ofrecen posibilidades insospechadas para el aumento de la demanda de ocupaciones hasta ahora consideradas como marginales o simplemente irrelevantes. Tales ocupaciones darán respuesta, están ya dando respuesta, a necesidades cada vez más urgentes, sobre todo en el ámbito del desarrollo local, bien porque aparecen necesidades nue­ vas, bien porque se incrementa la demanda de los ciudadanos ante expec­ tativas de todo tipo: de educación, de ocio creativo, de cultura, de aper­ tura a la cooperación internacional, bien por las enormes deficiencias todavía existentes en el campo de la protección y bienestar social. No es una osadía afirmar (más bien se trata de algo seriamente analizado) que las exigencias culturales, educativas, sanitarias, medio­ ambientales, de atención a situaciones de marginación y pobreza, de cooperación, etc, exigen tantos o más puestos de trabajo (remunera­ dos o voluntarios) que los que se pierden por las reconversiones tec­ nológicas o por la desaparición de ocupaciones obsoletas. Por ejem­ plo, mejora del hábitat y del medioambiente, de la renovación del territorio; servicios a las personas ancianas; inserción de personas y grupos con dificultades laborales y educativas; reanimación de zonas rurales; conservación del patrimonio cultural; creación de nuevos ámbitos de cultura y de arte plástico y musical; preparación para las situaciones de paro, de prejubilación y de jubilación; educación de adultos, etc., etc. Nada podrá conseguirse, sin embargo, para impulsar e incrementar la demanda de tales ocupaciones si no se hace un esfuerzo por crear iniciativas educativas coherentes, bien pensadas, bien planificadas; si la Administración no pone los medios suficientes y operativos; si la ini­ ciativa privada no está persuadida de esta necesidad y colabora efi­ cazmente. Pero tan importante es crear iniciativas en el campo de la cultura y de la educación como buscar los instrumentos para que todos los ciudadanos, jóvenes y adultos, se sientan motivados. Y de todo esto estamos todavía, por desgracia, a años luz.

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CONCLUSION El mensaje que hemos intentado transmitir en las reflexiones que preceden, que, en todo caso, merecen un tratamiento más extenso, se reduce a muy pocas palabras; El sentido del trabajo se ha transformado y, por tanto, deben trans­ formarse el tipo y los modelos de desarrollo, las relaciones de poder, los valores sociales y culturales... Es necesario insistir urgentemente en la necesidad de reducir el tiempo de trabajo, de repartir el trabajo, de “liberar” el tiempo de trabajo.... Si no se opta por esta alternativa, lo repetimos una vez más, “el 25 por ciento de los que hoy están trabajando en trabajos directamente pro­ ductivos tendrán que ser despedidos antes de ñn de siglo. Si esto no se prevé será un crimen para los que hoy son niños... Esperar a que los ajustes espontáneos arreglen la situación de todos estos millones de per­ sonas, sobre todo jóvenes, signiñcará condenarlos a la frustración, a la patología social (...), a no ser que se les ofrezca una alternativa real” (ADAM SCHAEE). Y pensar que estas frases fueron escritas hace ya casi quince años, y se las llevó el viento... ¿Llegaremos a tiempo?

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Estado y sociedad. El futuro de un dilema Joaquín Garda Roca Profesor de la Universidad de Valencia

La configuración del espacio social en sede a una zona pública que finalmente se sustancia en el Estado y a otra privada que cristaliza en la sociedad, pertenece ya a la historia de las simplificaciones; seguir reduciendo a sólo dos espacios el estatuto de la realidad social com­ porta tal grado de encubrimiento que inevitablemente produce serias consecuencias teóricas y prácticas. Cuando el espacio social se divide en dos territorios habrá quien cense a TERESA DE CALCUTA y a MARIO CONDE en el mismo esce­ nario, del mismo modo que la empresa MC DONALD y las iglesias cae­ rán de la misma parte, e incluso como advierte CALEANO habrá quien coloque en el mismo plano la libertad de expresión de los poetas y la libertad de espectaculación de los banqueros. La distribución entre público y privado se ha sustanciado finalmente en la contraposición entre Estado y sociedad, que forma parte del mapa socio-político convencional y es aquí donde ha mostrado sus últimas consecuencias. Aparece abiertamente el carácter meramente reactivo de la distinción en cuanto que la verdad de cada término la recibe exclu­ sivamente de su oposición al contrario. ¿Qué tienen de común los ele­ mentos que integran la zona de la sociedad? Exclusivamente la condi­ ción de no ser Estado. ¿Qué tienen de común los elementos que cons­ tituyen el escenario del Estado? Decididamente la condición de no ser sociedad. Cada uno de estos espacios subsume y abarca realidades tan hete­ rogéneas que difícilmente tienen nada en común salvo la exclusión del contrario; de esta forma, el dilema entre público y privado, ha sido inca­

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paz de comprender las variadas y múltiples manifestaciones en las que se expresa la riqueza de cada uno de ellos e impide advertir la profunda pluralización de la realidad, así como las formas diversificadas de titu­ laridad que trascienden los dos espacios tradicionales. Al situar todas las manifestaciones de lo social como formas particulares de uno de los espacios, no sólo se fuerza la realidad sino que impide compren­ der fenómenos esenciales hoy. Una vez establecido el dilema, lo que no tiene cumplida existencia en alguno de esos territorios, no tiene vigencia ni estatuto social. El dilema tiene ya una carga ideológica obvia en cuanto que no sólo reduce en exceso la diferenciación social sino que enfatiza el posible enemigo según la orientación del analista. Hay quien se enfrenta a la sociedad como el lugar primordial de los intereses privados y hay quien identifica sistemáticamente al Estado como una especie de Ogro filan­ trópico ante el cual es necesario defenderse en primera instancia. Todavía hoy la perspectiva de clonar embriones humanos ha traído a la memoria algunos las visiones de un Mundo Eeliz, en el cual masas de personas idénticas se convierten en autómatas que funcionan para el beneficio del Estado; para otros, por el contrario, ha despertado la capacidad destructiva que anida en las empresas multinacionales a la hora de comercializar el invento. ¿Quién podría asegurar hoy que el enemigo fundamental es el Estado y no las corporaciones multinacio­ nales que nacen en la esfera del mercado? ¿Por qué en la clonación de seres humanos se teme más al Estado que a la posible comercializa­ ción y mercantilización del cuerpo humano? No cabe duda que el giro de siglo va a necesitar otro equipaje, otro esquema interpretativo, otra geografía de los social. La alternativa debe­ rá tener en cuenta los valores que se promocionaron a través de la dis­ tinción ya que pertenecen en gran medida a la historia de la emanci­ pación humana, pero así mismo se deberán activar los itinerarios a tra­ vés de los cuales se abren paso otros modos de consideración de lo social. 1. PUBUCO Y PRIVADO EN LA fflSTORIA DE LA LIBERTAD La distinción entre público y privado es, ante todo, un capítulo esen­ cial en la historia de la libertad y de la dignidad humanas. A través de

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la separación entre ambos amaneció un impulso de humanización. El espacio social dejó de representarse como un todo orgánico e integrado, y los distintos niveles de la realidad social dejaron de vivirse como indisociables. Al delimitar dos zonas específicas con sus respectivos domi­ nios se engendraban unas libertades nuevas en cada uno de ellos. El muro que marcaba las fronteras de ambos espacios creaba una esfera de actividad privada y otra de actividad pública. Lo privado se libera­ ba de toda forma de coerción pública y de intromisión por parte de lo público: amanecía una zona que pertenecía a la decisión particular de cada cual y se creaba la esfera de la libertad individual, el espacio fami­ liar, y la intimidad. Sin este muro no hubiera sido posible la libertad sexual, ni el mundo de la amistad, ni siquiera el hogar donde se pue­ den leer libros, caminar en zapatillas o cultivar el jardín sin vigilancias ni castigos del público. Sucedió lo mismo con la sociedad civil y la comunidad política. Cuando se diferenciaron ambas realidades, nació la esfera de la con­ currencia económica, de la libre empresa, del mercado, de la produc­ ción, distribución y consumo. Compradores y vendedores quedaban así libres de entenderse sin interferencias de las Administraciones públi­ cas. Evidentemente que podrá ser engañado en los precios y en los pro­ ductos comprados, pero este riesgo es menor que el causado por la intromisión del funcionario. Nadie, que quiera defender la libertad, propone hoy renunciar a esta adquisición que produjo lo que WALZER ha llamado el arte de la separación, más bien ha aumentado su actualidad y su vigencia. Vivimos tiempos que exigen amortiguadores ante las continuas inva­ siones y las sutiles colonizaciones que sufren tanto la vida privada como la vida pública; estimar y apreciar el papel de los límites y de los domi­ nios específicos es una tarea más necesaria que sencilla; subsiste la nece­ sidad de mantener la creación de amortiguadores, de resistencias y de dominios específicos como puede verse en la reciente cultura de la post­ modernidad; al reivindicar los vínculos comunitarios en forma de amis­ tad, vecindad o ejercicio solidario, se postula una potente energía para neutralizar o amortiguar los olvidos de la modernización social sobre todo la desagregación y el anonimato. Igualmente la vasta y amplia eco­ nomía social, que se ha convertido en un fénomeno mundial de gran­ des consecuencias, puede observarse como el despliegue de resisten­ cias familiares y comunales ante la modernización económica. La emer­ gencia de significativos movimientos sociales que no pueden llamar­

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se ni públicos ni privados son auténticos amortiguadores de la moder­ nización cultural. Sin embargo es necesario replantear el sentido de la diferenciación en el interior de una realidad que ha cambiado substancialmente, a par­ tir fundamentalmente de dos hechos excepcionales que orientan las fuerzas sociales de nuestro tiempo. En primer lugar es un hecho deci­ sivo la interdependencia esencial que existe hoy entre las distintas esferas así como los nexos y vínculos que existen entre ellas: los mer­ cados son garantizados por los estados, los hogares son colonizados por los mercados, los estados no se ven libres de las grandes corpora­ ciones. En las sociedades complejas no existe una zona privada abso­ lutamente liberada del dominio público y quizá se ha hecho realidad aquella intuición de MARX que veía incluso en el egoísmo del indivi­ duo un producto de las relaciones sociales. La separación, en conse­ cuencia, es sólo una parte de la realidad pero en ningúna caso es el estatuto de lo social. El Estado y la Sociedad han dejado de existir como realidades sociológicamente observables, como si se tratara de países en un mapa. ¿Dónde esta hoy el mercado sin Estado o el hogar sin mer­ cado cuando éste penetra absolutamente todos los ámbitos de la vida? Recrear al Estado y a la Sociedad desde la interdependencia entre ellos es la tarea decisiva en los próximos años. En segundo lugar, existe el hecho decisivo de la pluralización de los actores y de los escenarios sociales. En nuestro tiempo se han aca­ bado los sujetos únicos y todo lo que es único ha fracasado. Hemos pasado de la centralidad de los agentes únicos a la riqueza de los suje­ tos plurales. Ante la interdependencia y la pluralización, los esfuerzos más acre­ ditados se orientan a superar las contraposiciones simples, no en fun­ ción de una vuelta a la sociedad tradicional que desconocía la distin­ ción, sino en razón de una nueva ilustración. La esencia de esta racio­ nalidad emergente consiste en considerar a todos los elementos de la realidad como sistemas conectados e integrados conectados; lo rele­ vante son los nexos a través de los cuales surgen nuevos modos de relacionar los factores y de concebir la dirección del conjunto. Esta nue­ va racionalidad permite replantear el sentido del dilema entre lo públi­ co y lo privado desde la pluralización actual de aquellos actores socia­ les, que no caen en ninguna de las partes, y desde la interdependen­ cia potencial de los escenarios sociales.

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El despliegue de esta nueva racionalidad se desarrolla hoy en dis­ tintos frentes; unos están dirigidos a desmontar la mentalidad que sus­ tenta al dilema, otros a enfrentarse a las propuestas que resultan manifestamente insuficientes, y otros a replantear las relaciones entre ellos. Veamos cuáles son los itinerarios que presentan un mayor interés.

2. LA MENTALIDAD SUMA CERO

Los dilemas público-privado y sociedad-estado se han sostenido sobre una mentalidad que ha sido identificada como ‘1a mentalidad de suma cero” para significar su carácter excluyente y antagónico. Cada uno de sus términos crece a costa del otro, desarrolla lógicas opuestas y se substancia en prácticas enconadas a causa de su agu­ da divergencia. La terca mentalidad de suma cero, como la califica HIRSCHMAN (1991) postula que si unos ganan otros tienen que perder; las ganan­ cias del vencedor son matemáticamente iguales a las pérdidas del per­ dedor: si en juego hay diez pesetas y gano ocho, alguien las ha tenido que perder. La imagen que es predominante en el mundo de los jue­ gos, tiene una poderosa influencia en la imaginación colectiva de modo que planea hoy sobre todos los ámbitos de la realidad, incluida la orga­ nización social. Se acepta resignadamente que “a más Estado, menos Sociedad”, o al contrario “a más Sociedad, menos Estado”, y no resul­ ta difícil encontrar abundantes argumentos que abonan ambas tesis. El inmenso poder de la mentalidad suma cero expresa la fuer­ za de la racionalidad económica que impone su dominio sobre la cul­ tura, las vidas y las haciendas. Su éxito mayor ha sido imponerse inclu­ so allí donde se ha querido superar la polarización, de suerte que las complejas relaciones entre Estado (E) y Sociedad (S) no han podido escapar a los principios rudimentarios de “a más E, menos S”, “a más E, más S”, “am ásE , igual S”. La cuestión hoy es saber si no hay alguna manera de escapar a la mentalidad de la suma cero en la estructuración de los espacios socia­ les, si acaso la geografía de lo social cuando queda reducida exclusi­ vamente a dos polos (estado y sociedad) no violenta gravemente el esta­ tuto de lo social; cualesquiera sean los elementos que la integran

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¿podrán coexistir, acaso complementarse o incluso dotarse de apoyos mutuos? El problema, en consecuencia, consiste en saber cómo se pue­ den relacionar distintas esferas de la realidad al tiempo que se man­ tienen como realidades diferenciadas. Se ha abierto un frente de reflexión que intenta comprender la rela­ ción que crea a la vez autonomía y complementaridad. Integrar lo dife­ rente sólo es posible si la diferencia se practica como sinergia. El con­ cepto de sinergia evoca la capacidad de evitar el aislamiento de las dis­ tintas dimensiones y la posibilidad de incrementar la conexión, la corres­ pondencia, la coordinación y el enriquecimiento recíproco. “Sinergia es sinónimo de constante cooperación, de interacción empática y fun­ cional de los factores y actores implicados en la resolución de un pro­ blema. Se trata de combinarlos de manera que su actuación acrecien­ te la aportación potencial de cada elemento” (DONATI, 1991) A través de la sinergia es posible profundizar en las relaciones entre los distin­ tos factores, entre los procesos locales y los globales. La sinergia es nece­ saria para asegurar que el sistema social es capaz de evitar las caracte­ rísticas negativas de la burocracia de los estados, evitar el fetichismo de la mercancía y evitar igualmente la desigualdad social así como la marginalidad de los individuos, familias y grupos primarios.

3. LA INSOPORTABLE GRAVIDEZ DEL ESTADO Junto a la mentalidad de suma cero, se ha impuesto una lógica incremental por la cual cada uno de los elementos de un conjunto está afectado de gravidez. Cualquier factor social se somete de este modo a un impulso interior que le llevaba a crecer sin límites, a rom­ per sus propios territorios y a invadir los espacios ajenos a través de un instinto de maximización. Así les sucedió a los factores que nuclean los espacios públicos y los privados. La aventura del Estado moderno se ha desarrollado a través de un crecimiento por ampliación de factores, que agrega nuevos dispositi­ vos a los ya existentes y se mantiene sumando nuevos ingredientes a las viejas estructuras. Las Administraciones públicas, en el mejor de los supuestos, intentan solucionar los problemas identiñcando más fac­ tores, respondiendo con más medios y añadiendo más presupuestos;

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en el peor de los supuestos, intentan solucionar los problemas dismi­ nuyendo los prepuestos, simplificando los factores y reduciendo los medios. Ambos itinerarios son víctimas de la ilusión cuantitativa, que reduce el problema del Estado a una cuestión de más o de menos Estado. La lógica incremental practicada por el Estado ha roto el equilibrio entre los actores sociales en función de su protagonismo. En términos generales, dos alternativas existen: o bien se sigue como hasta ahora por la vía de agregar sumando o desagregar restando nuevos disposi­ tivos a los ya existentes, o bien se plantea un salto cualitativo para ges­ tionar los nuevos problemas. El primer itinerario centra el problema actual del Estado en aumentar o disminuir los departamentos, agregar o reducir las prestaciones, en crecer o decrecer en funciones. Para el gobierno el éxito mayor de su política se mide en cifras y en presu­ puestos; para la oposición la promesa más creíble consiste en dismi­ nuir los ministerios, reducir la presión fiscal y aligerar el presupuesto público. Un segundo itinerario presta atención a las interacciones de los pro­ blemas y a las situaciones esencialmente mutantes y complejas, en lugar de un crecimiento incremental por ampliación de lo existente propo­ ne un salto cualitativo en los modos de ser estado; la fragmentación de las instituciones se sustituye por la elasticidad para responder a nece­ sidades en rápido cambio. Esta segunda vía requiere una revisión pro­ funda del modelo de Estado, ya que como propone el CLUB DE ROMA, “ el desafío no es adaptarse de una vez por todas a una nueva situa­ ción, sino ingresar en un estado de adaptación para poder afrontar la incretidumbre, las nuevas dimensiones de complejidad y las potenciales oportunidades” (1991, p. 198) La vía incrementista es decididamente ilusoria porque parte del supuesto que existe un conjunto estable y constante de factores que pueden ser identificados mediante procedimientos burocráticos. Si el número de factores es indefinido y cambian su propio perfil, la lógica unívoca de las Administraciones no está en condiciones por sí sola de acometer las soluciones. Por otra parte, la ilusión multifactorial esconde, pospone y aplaza la imperiosa necesidad de encontrar nue­ vos modelos administrativos, de representarse el papel del Estado de modo diverso y de organizar de otra manera sus competencias. La ilu­ sión multifactorial del Estado se asemeja al espejismo que sufre el maes­ tro cuando quiere vencer el fracaso escolar de su alumno a base de

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aumentar las horas de clase, en lugar de revisar los métodos de apren­ dizaje y las formas del saber; pronto descubre que si dos factores no explican una acción desviada tampoco lo harán si se suman dos más. Mientras el escenario administrado confía en la simple, reductiva y estéril lógica sumatoria, el modelo necesario postula una organiza­ ción que cambia la naturaleza misma de los elementos. ¿En qué pue­ de consistir este cambio cualitativo? El problema hoy se ha planteado en torno al “Estado de Bienestar”; por el cual el Estado desempeña un papel activo en la protección social, en la distribución de los bene­ ficios colectivos y en la compensación de las desigualdades. Su éxito histórico está en la extensión de los servicios públicos y en la reduc­ ción de las diferencias económicas. La creación del Estado de Bienestar a pesar de sus profundas insuficiencias, pertenece a la historia de la emancipación humana. En el interior de esta transformación del Estado hubo un efecto per­ verso que originaría finalmente su propia crisis. Fue la tentación del exceso y la transgresión del límite. Su propio éxito se convertiría en su propia amenaza, que hace muy incierto su futuro. ¿Dónde estu­ vo el exceso?. ¿Dónde se sobrepasó el límite? Allí donde el Estado se constituye en el sujeto central y casi único de la protección y de la segu­ ridad, de la distribución y de la gestión de servicios hasta situar al indi­ viduo sólo frente al Estado. Por una parte se sitúa el individuo con sus derechos y sus productos, con sus expectativas y su creatividad, con sus iniciativas y sus organizaciones; y por otra parte se va creando el escenario del Estado con sus administraciones y sus reglamentos, con sus leyes y sus instituciones, sus burocracias y corporaciones. Una vez creada la polarización entre individuo y Estado, el creci­ miento de uno significa la disminución del otro; ya sólo quedaban dos alternativas: o crecer por la parte del individuo que originaría la pre­ potencia y exasperación de la sociedad mercantilizada, o crecer por la parte del Estado que generaría la prepotencia y exasperación de la socie­ dad administrada. Cuando el Estado transgrede el límite, se incapacita para gestionar las necesidades humanas en una sociedad compleja. El Estado protector se convirtió muy pronto en Estado-providencia, y éste intentó “sustituir la incerteza de la providencia religiosa por la certe­ za de la providencia c5í¿3í¿^/''(ROSENVALLON). La solución no vendrá por la retirada del Estado, ni siquiera por su adelgazamiento como proponen los neoliberales y conservadores.

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sino por recrear sus competencias y ejercer como Estado de otra mane­ ra. Un estado modesto que no se coloca en el centro de la vida social ni se constituye en el sujeto único que “sateliza” al resto de los agen­ tes. Se necesita dignificar la experiencia del límite para lograr una mayor combinación de la autonomía de cada actor social y la coo­ peración entre ellos. Tres tipos de actores adquieren, entonces, una importancia deci­ siva cuando se renuncia a la centralidad del Estado: los individuos como ciudadanos que recrean su propia responsabilidad social, las organizaciones solidarias que actúan como estructuras intermedias, y las nuevas iniciativas de economía social que producen servicios públicos. No se trata de eliminar ni de fragilizar el compromiso social del Estado, más bien lo contrario; tampoco de entronizar el merca­ do, más bien lo contrario; se trata de lograr un mayor nivel de huma­ nización a través de mayores sinergias y reciprocidades entre los nue­ vos actores sociales.

4. EL FETICHISMO DE LA MERCANCIA Si la lógica incremental ha pervertido el escenario del Estado, el feti­ chismo del mercado ha fragilizado el escenario de la así llamada socie­ dad civil, como fue advertido admirablemente por M arx. El mercado se ha constituido en el agente decisivo que coloniza los propios dina­ mismos de la sociedad civil y en la institución social que regula las demás relaciones. Basta observar hasta qué punto han quedado debi­ litadas las relaciones de donación, de cooperación, y de reciprocidad. Su fuerza es tal que es capaz de orientar y canalizar la índole de las nece­ sidades humanas a través de la demanda inducida. De este modo comienza a impregnar prácticamente todos los espacios de la vida coti­ diana y a configurar a las propias personas en la medida que los redu­ ce a compradores y vendedores. Como todo poder dominador es también capaz de producir vícti­ mas, ya que favorece las desigualdades: el fuerte y el débil no están en igualdad de condiciones, lo cual hace que el fuerte sea capaz de impo­ ner su voluntad, sin que le quede al débil más alternativa que some­ terse o salir del mercado. Las naciones poderosas imponene a las débi­ les aquellas leyes de mercado que le son favorables. Cuando la soja cae

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dos puntos en la bolsa de Londres o Nueva York, crece un 2% la mor­ talidad infantil en la ciudad brasileña de Sao Paulo (BOFF, 376) El mercado capitalista se ha revestido de tanto poder que ha colo­ nizado incluso las zonas de autonomía personal donde se genera y se celebra el sentido de la vida, hasta revestirse de una forma moderna de religión que promete felicidad vida y sentido al mundo. Por los mun­ dos vitales circulan tanto su dogma fundamental de que el dinero lo puede todo y rige de manera invisible los destinos del mundo, como su ética básica del interés individual.

5. LA ILUSION COMUNITARIA El proceso de modernización estructuró el espacio social en dos territorios: la comunidad y la sociedad, hasta el punto de convertirse en tipos ideales de carácter valorativo. La salida de un mundo rural, cohesionado por vinculaciones de autoridad y asentado en enclaves ecológicos, se convirtió en el ideal implícito del mundo industrial que iba a caracterizarse por un modelo cosmopolita de producción y con­ sumo. Dos interpretaciones eran posibles: quienes vivieron este pro­ ceso como el paso del paraíso original al infierno civilizado, y quienes, por el contrario, lo vivencian como la entrada en la gran utopía de la modernidad. Unos y otros comparten el mismo espejismo: confundir la historia de la humanidad con la pequeña historia de un enclave occi­ dental, y suponer que hay un proceso continuo que está dirigido ya sea de manera ascendente o descendente La sociedad tradicional según este esquema se hizo equivalen­ te a proximidad cercanía, ligámenes afectivos e identificaciones fami­ liares y locales; se identificó como comunidad o como grupos prima­ rios que encarnan con gran fidelidad las costumbres y se cohesionan mediante una solidaridad mecánica con capacidad de programar la exis­ tencia de sus miembros. La sociedad moderna, por el contrario evo­ ca la aglomeración, el anonimato y el egoísmo generalizado; se iden­ tificó como sociedad que se cohesiona a través de las tareas que se rea­ lizan en su interior. La diferenciación social en razón de las tareas con­ duce a la separación tajante entre el espacio de la intimidad y el ámbito de los rituales públicos. La cohesión social se basa en una sociedad fun­

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cional que es la consecuencia de la organización de las actividades diversas (económicas, ideológicas, bélicas, políticas) El vasto proceso de modernización, impulsado por la creciente industrialización ve en la llegada de la era industrial el resultado de una larga marcha de la humanidad como destino inevitable. De este modo se declaró a la sociedad como el instrumento de emancipación fren­ te a la comunidad orgánica. La sociedad es la cuna del individuo, don­ de se cultiva el deseo de autonomía. La ciudad nacía como un espacio de libertad y de intercambio frente al pueblo mral que representaba un espacio de constricciones. La sociedad moderna que se cristaliza­ ba en la ciudad potenciaba las oportunidades, enriquecía las posibili­ dades y desvinculaba al individuo de su territorio; mientras la vincula­ ción a la tierra producía el acoso de las tradiciones, no tener territorio era un signo de libertad. Este prejuicio modernizador se impuso en todos los productos típi­ cos de la modernización. Quizá la expresión más contundente se mos­ tró en las políticas sociales que nacen de este modo des-territorializadas, fascinadas casi exclusivamente por al creación de instituciones. La contraposición entre la comunidad y la sociedad con la conse­ cuente enfatización de los elementos societarios por parte de la modernidad, ha provocado recientemente un movimiento de carácter alternativo que agranda el valor de los factores comunitarios. Este movi­ miento ha tenido tanto un carácter desmodernizador como un carác­ ter post-moderno. En ambos casos se mantiene el carácter simétrico pero esta vez concentrado en el polo contrario. La tarea actual de mayor alcance consiste en romper la polariza­ ción y superar el dilema entre comunidad y sociedad. Ya no es posi­ ble que el espacio social quede configurado en torno a dos territorios que profundizan los abismos, agudizan sus diferencias y abren conti­ nuamente nuevas brechas; en el fin de siglo parece que no estamos con­ denados a elegir entre uno u otro de los escenarios. La comunidad ya no es siempre ni en todos los sitios un hogar de inocencia, ni espacio comunicativo. El mérito de la postmodernidad ha sido precisamente haber subrayado el valor del otro extremo que había sido olvidado por la modernidad. La reivindicación post-moderna de la comunidad ha sido oportuna y conveniente como amortiguadora de la exaltación de la sociedad, pero quedaba víctima de la polarización entre ambos. Mientras el proceso de modernización apostó por uno de los espacios.

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el proyecto de la postmodernidad apostó por el otro espacio. Ser moder­ no ha significado defender al Estado, apostar por lo público y vincu­ larse a la sociedad; ser post-moderno significa defender la comunidad y enfatizar lo privado. La solución a los problemas que tenemos planteados actualmente no podrá venir de ninguno de los escenarios mentados si se plantean como excluyentes y contrapuestos. Si seguimos pensando en base a estas polarizaciones, nos incapacitamos para abrir caminos de futuro. Ni la comunidad es sólo proximidad, cercanía y generosidad como pre­ tenden ciertos posicionamientos ideológicos, ni la sociedad es la encar­ nación de todos los males sociales como desearían otros analistas. Como ha señalado recientemente TOURAINE es necesario recombinar “a la manera de un puzzle, lo objetivo y lo subjetivo, lo instrumental y lo ínti­ mo. Hay que evitar la dualización y combinar la identidad cultural con los elementos instrumentales”.

6 . EL FUTURO DE UN DILEMA El problema de los próximos años no será tanto identificar los fac­ tores que componen el espacio social cuanto establecer las relaciones entre ellos. El carácter plural y complejo de la configuración de lo social ha sido ampliamente documentado desde distintos observatorios. Las investigaciones de POLANYI desde la perspectiva histórica, las de EASTON desde la perspectiva política, las de RAZETO desde la perspec­ tiva económica y las de HABERMAS desde la perspectiva filosófica, son aportaciones decisivas para superar la polarización entre lo público y lo privado, entre el Estado y la Sociedad civil. Yo mismo he intentado cuestionar el dilema y desarrollar sus con­ secuencias a partir de las políticas sociales (1992). Para ello he recu­ perado las tres matrices en que se sustancian los sistemas de protec­ ción: el don, el intercambio y el derecho. Desde esta perspectiva, la sociedad puede representarse como un sistema de creación y distri­ bución de bienes sociales, que se diversifica en razón de la naturaleza de los bienes; no se crean ni distribuyen de la misma manera los bie­ nes educativas que los sanitarios, la protección que la seguridad, las pensiones de jubilación que el subsidio de desempleo, la autoridad que

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la amistad. La distinción tripartita permite superar el dilema entre pri­ vatización y estatización, y asimismo se puede evitar que todos los bie­ nes sean bienes de mercado o que todos queden fuera de él, que todos sean bienes administrados o que ninguno lo sea. Aparecen entonces tres lógicas fundamentales para la asignación de recursos: la lógica de la donación, la lógica del intercambio y la lógi­ ca del derecho. Hay bienes que no pueden ser administrados, ni some­ terse a la lógica de mercado; por lo mismo hay bienes que deben ser administrados por el Estado y otros que deben abandonarse a las pre­ ferencias individuales en el contexto del mercado; y hay bienes que sólo son tales si nacen de la gratuidad. Como modelos ideales cada uno de ellos tiene su racionalidad propia. La lógica del don se sustancia en el escenario de los Mundos Vitales y crea los espacios comunitarios. Se estructura como alianza, se sostiene sobre estrategias cooperativas, y tiene su base moral sobre los sentimientos de solidaridad, autoañrmación y ayuda mutua. Sus vir­ tualidades organizativas las recibe de la auto-organización. Sin el refe­ rente a la comunidad no hay política social, ya que entre ésta y los mun­ dos vitales hay una afinidad estructural y una connaturalidad históri­ ca. La lógica del don se reivindica para distribuir ciertos bienes socia­ les por la vía de la proximidad, la comunicación y la personalización. En el escenario del don, el sujeto social es primariamente un socio. Se rige por las necesidades humanas y para funcionar requiere dos con­ diciones: el reconocimiento del otro en su diferencia. De este modo, en el hogar habitan el fuerte y el débil, el niño y el viejo, el sano y el enfermo... y cada uno es reconocido en su diferencia que asegura la existencia de la comunidad. La lógica del intercambio se sustancia en el escenario del Mercado y crea los espacios mercantilizados, que se estructuran sobre la nego­ ciación contractual regulada por acuerdos o convenios. Ha puesto de manifiesto la necesidad de una eficiencia económica basada en la com­ petencia y el incentivo y es pertinente en aquellos casos en que la pre­ ferencia pertenece a la naturaleza del beneficio social. En el escenario del intercambio, la persona es primariamente vendedor o comprador. Se rige por las necesidades del mercado y para funcionar requiere dos condiciones: la libertad para producir o consumir y la indiferencia ya que paga el mismo precio quien puede y quien no puede. La liber­ tad y la indiferencia aseguran la existencia del mercado.

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La lógica del derecho se sustancia en el escenario del Estado y crea los espacios administrados, que se estructuran como función regu­ ladora y distribuidora. El Estado representa sólo el sub-sistema de las garantías jurídicas universales, la protección de un mínimo universalizable, y la redistribución. En el escenario del derecho, la persona es primariamente un ciudadano. La ciudadanía es ante todo la afirmación de los derechos individuales, civiles y sociales. Se rige por el recono­ cimiento de la dignidad humana y para funcionar requiere dos condi­ ciones: la seguridad y el ejercicio del derecho. La protección de los derechos civiles, políticos y sociales legitiman la existencia del Estado democrático. Las tres lógicas son hoy piezas fundamentales en la gestión de las necesidades sociales. Si las políticas sociales se privan de la lógica del don que se enraízan en los mundos vitales y en las motivaciónes éti­ cas se precipitan en el pragmatismo político. Si por el contrario, carecen de organizaciones libres y de ofertas significativas se precipitan en un mundo inhumano. Cuando las polí­ ticas sociales fragilizan las instituciones solidarias y los mecanismos pro­ tectores universalizables se precipitan en un zoo inmersericorde. La tarea fundamental de los próximos años consistirá en com­ prender teóricamente y en articular prácticamente un sistema mixto cuyos componentes (Estado, Mercado, Mundos Vitales) ya no se encuentran nunca en estado puro. Existen ya esfuerzos loables para pensar la complementariedad de las tres lógicas, que no resulta fácil lograr en situaciones de complejidad como la actual. Los intentos se orientan en tres direcciones según se declare al Estado, al Mercado o a los Mundos Vitales en el elemento central de la articulación. Resañaré tan sólo aquellas que rompen la inadmisible dicotomía entre público y privado, entre Estado o sociedad, y abren las mejores perspectivas. Hay razones suficiente y bien fundadas para articular los tres esce­ narios a partir de los Mundos Vitales - los grupos primarios, la familia, los amigos, las iglesias, las asociaciones desinteresadas y los movi­ mientos sociales- que se constituyen de este modo en el eje de la arti­ culación. “La socieda civil que necesitamos no es la que se mueve por intereses particularistas sino la que desde la familia, la vecindad, la amis­ tad, los movimientos sociales, los grupos religiosos, las asociaciones movidas por intereses universalistas, es capaz de generar energías de solidaridad y justicia que quiebren los recelos de un mundo egoísta y

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a la defensiva” (CORTINA). “Es desde el mundo vital desde donde es preciso recordar al poder político que se legitima por intereses uni­ versalistas; es pues desde el mundo vital desde donde habría que recor­ dar al sistema económico que está al servicio de los afectados” (CONILL); los reductos éticos de esperanza, que no se dejan instrumentalizar por el dinero, pero tampoco por el poder político se encuen­ tran en los mundos vitales y en “los espacios de asociación humana y en el conjunto de la trama de relaciones que llenan este espacio” (WAL2ER). desde los espacios no estatales de cooperación voluntarias entre individuos y grupos iguales que han sido liberados del trabajo social­ mente necesario(GORZ). Existen igualmente razones serias para postular la centralidad del Estado en la articulación del espacio social. Para éstos, confiar en el Estado es preferible a confiar en la sociedad civil “porque los poderes estatales son más localizables que los privados y gozan de mayor racio­ nalidad gracias a su legitimidad democrática”. (CALERO) No faltan razones para reivindicar la centralidad del Mercado. Si fun­ ciona el mercado, todo lo demás se da por añadidura, se postula desde todos los rincones del neo-liberalismo; garanticen la libertad del merca­ do, no le pongan trabas, supriman las reglas que le impiden funcionar y tendremos la piedra angular en torno al cual girarán no sólo las activi­ dades productoras de riqueza sino también la justicia necesaria. En mi opinión la solución más prometedora es precisamente la que niega la centralidad de cualquiera de los factores para articular el espa­ cio social y en su lugar sitúa la interrelación activa y sinérgica entre ellos; en lugar de la centralidad hay que colocar las interrelaciones mismas. La categoría básica, en consecuencia, es la relación entre los distintos componentes, siendo los elementos decididamente secundarios, ya que la importancia la reciben las transacciones. El problema no consiste en averiguar quien tiene la preeminencia sobre los otros, sino en saber qué tipo de relación es la adecuada. Si no se reconoce ninguna centralidad tampoco es posible atribuir en exclusiva ciertos valores a alguno de los componentes. Ni el Estado es universalista de suyo ni la sociedad civil es necesariamente particu­ larista, ni la universalidad es patrimonio del Estado en un sistema mix­ to, ni la solidaridad es patrimonio de los Mundos Vitales, ni la libertad anida sólo en el mercado. El Estado no tiene la patente de lo universal aunque debe caracterizarse primariamente por el intento de universalizar los derechos y los bienes sociales, sino que hay Mundos Vitales y

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Mercados que pueden y deben perseguir intereses universalizables y generalizables. Los Mundos Vitales no tienen la patente de.la solidari­ dad, aunque deben caracterizarse primariamente por el intento de crear un mundo de la solidaridad positiva, que se sabe responsable de cualquier otra persona. Sólo de este modo se podrá “reconocer que el Estado es necesario,pero no el lugar sagrado monopolizador de lo uni­ versal, que lo público no se identifica con lo político y que la sociedad civil encierra de hecho y de derecho un fuerte potencial de universa­ lismo y solidaridad” (CORTINA). El mercado de este modo puede dis­ tanciarse de sus imágenes demonizadas ya que es posible rescatarle como realidad humana y por tanto eminentemente social, con capaci­ dad de responder a las demandas de la vida humana. Ninguno de los elementos (Estado, Mercado, Mundos Vitales) pue­ de funcionar hoy independiente de los demás ya que se da entre ellos una conexión compleja; cada uno está asociado al otro de algún modo, e intercambian infiuencias recíprocas y transacciones. BIBLIOGRAFIA CITADA AA.W. Sociedad civil y Estado. ¿Reflujo o retorno de la sociedad civil? Eundación Ebert, Madrid 1988 B off , i . El mercado y la relwión del mercantilismo, en Concilium 241 (1992) C ortina , A. Etica aplicada y democracia radical. Tecnos. Madrid 1993 Easton , D Esquema para el análisis político, Amorrortu, Buenos Aires

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Presencias inquietantes en el final de siglo: Fundamentalismos y esoterismos LLuis Duch Fenomenólogo de la Religión

Existe una rara coincidencia entre el final de siglo y la crisis global de los criterios y actitudes que, prácticamente desde la finalización de la segunda guerra mundial habían servido en el marco occidental, ni que fuera aproximadamente, para la configuración de la existencia indi­ vidual y colectiva. Son muchos los que tienen la impresión de que nos encontramos inmersos en una situación que posee muchas coinci­ dencias con la que se impuso en Europa durante los años veinte y trein­ ta de nuestro siglo. Años aquellos en los que la desorientación gene­ ralizada reinó en casi todos los pueblos e instituciones de Europa, que desembocó en la más sangrienta de las guerras que han conocido los siglos. No es necesario insistir en el hecho de que hablar de coinci­ dencias comporta al propio tiempo la presencia de numerosas dife­ rencias que, en algunos casos, pueden llegar a ser muy importantes.

1. DESAFILIACION Se ha dicho hasta la saciedad que el desencanto constituye el ras­ go más característico de esta época finisecular. Como acontece con las crisis decisivas, se trata de una situación que no es parcial, perceptible en determinados sectores sociales, sino que, con intensidades variables, puede detectarse en todos los ámbitos y niveles de nuestra sociedad. En la religión y en la política, en los movimientos socio-culturales y en las entidades deportivas, en la familia, la escuela y la universidad, en

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el estado y en los partidos políticos y los sindicatos, se detecta una fortísima y peligrosa desmotivación que contrasta vivamente con la eufo­ ria religiosa, política y cultural de los sesenta y setenta. Una desmoti­ vación, debe añadirse, que, por lo general, propicia unos comporta­ mientos y actitudes individuales y colectivos profundamente marcados por la apatía y la reclusión narcisista en una privacidad gris y suave­ mente melancólica. Las grandes preguntas y los proyectos regeneracionistas de hace tan sólo unas pocas décadas han sido sustituidos por un «¡sálvese quien pueda!» individualista y, en el fondo, conocedor que la única salvación posible consiste en un ir tirando mediocre y sin gran­ des alardes. La consecuencia de ese estado de cosas se concreta en una desa­ filiación que alcanza la casi totalidad de los sectores de nuestra socie­ dad. Casi resulta obvio apuntar que la desafiliación acostumbra a ser el fruto del desengaño, de la frustración ante la mediocridad de lo obte­ nido en relación con lo que se había conjeturado y deseado. No debe olvidarse que los actuales procesos de desafiliación no son monocausales, sino que se producen a causa de factores muy diferentes como pueden ser, por ejemplo, la bancarrota del estado de bienestar, que oca­ siona un cambio radical en las expectativas de futuro de los ciudada­ nos, la falta casi total de salidas laborales para sectores importantes de la sociedad (el paro como expresión suma de la actual conflictividad), la subversión de los ideales políticos que inspiraron algunos de los movimientos de resistencia a la dictadura y que ahora se han conver­ tido en las exactas reproducciones de lo que antaño combatieron (paso, por ejemplo, del socialismo democrático al más descarado neoliberalismo: la «moral del camaleón» de que habla ADELA CORTINA), la cre­ ciente desconfianza ante la política y los políticos, la profundísima frus­ tración de muchos cristianos ante el invierno gélido que ha seguido a aquella prometedora primavera del papa Juan XXIII y del concilio Vaticano II, la imparable fragmentación de la vida actual y la consi­ guiente pérdida de la comunidad como consecuencia final de la implan­ tación casi sin excepciones del individualismo, que se inició en Occidente a partir del final del siglo XVII, etc. Son muchas las causas. El efecto, sin embargo, es el mismo: caren­ cia generalizada de compromiso, pragmatismo exacerbado, general incapacidad de compadecer (la antipatía en el sentido de MAX SCHELER), la falta de solidaridad ante los sectores marginados de nues­ tra sociedad, la edificación de comportamientos sociales sobre el endeu­

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damiento, el fraude y los vacuos modelos de relación social impues­ tos por la propaganda masiva y la jet society, etc.

2. ANGUSTIA

La desafiliación, porque comporta inevitablemente la pérdida o, al menos, la profunda erosión de la comunidad, acarrea notables dosis de perplejidad e, incluso con mucha frecuencia, de angustia. Este extre­ mo es perceptible sin mayores dificultades en la extraordinaria canti­ dad de consultas terapéuticas de carácter -psico» que se han instalado hasta en los más pequeños rincones de nuestro país. La exclusiva (y excluyente) centración en sí mismo conlleva una atención desmesu­ rada, a menudo patológica, que no sólo obstaculiza irreparablemente la salida hacia los otros (la misericordia), sino que limita peligrosamente la propia vida dentro del estrecho campo de los tics, conjeturas, sue­ ños, frustraciones del propio yo. El yo reducido y atenazado de esa manera, sin caminos saludables hacia el exterior, privado de la comu­ nicación del amor y de la solidaridad, es la presa fácil de la angustia, la desesperación y la conciencia, que aumenta día a día, de la propia irrelevancia e inutilidad. Una sociedad cínica y conflictiva como la nues­ tra no puede formalizar unas adecuadas praxis comunicativas, aun­ que disponga de gigantescas redes informativas, las cuales, en el fon­ do, actúan como agentes directos de un gigantesco lavado de cerebro colectivo. Conviene no olvidar que la calidad comunicativa de una sociedad o de un grupo concreto y no la cantidad de noticias que con­ sumen constituye el síntoma más elocuente de la salud física, psíqui­ ca y espiritual de esa sociedad o grupo. No resulta aventurado afirmar que las informaciones y los espectáculos que, por lo general, transmi­ ten los distintos medios de comunicación no propician en modo algu­ no la auténtica comunicación, sino que son más bien los desencade­ nantes de los sentimientos más torvos y psicológicamente desajusta­ dos de la población, de tal manera que, con las excepciones de rigor, se les puede calificar de prensa y mass media «amarillistas». En el momento actual, desde ópticas y posiciones vitales e inte­ lectuales distintas, no se vislumbran salidas gratificantes y humanizadoras a la crisis global que padecemos, sino que, por el contrario, son

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muchos quienes ponen radicalmente en duda la eficacia de la razón de procedencia ilustrada, sobre la cual se ha edificado eso que por comodidad denominamos modernidad, para configurar proyectos de futuro realizables. La quiebra de la modernidadocciáenvú, cuyos ante­ cedentes, realizaciones y límites sería oportuno analizar pormenorizadamente para comprender con algo de rigor la situación que nos toca vivir, marca el ritmo de la desafiliación y de la angustial a las cuales nos hemos referido.

3. RESPUESTAS PATOLOGICAS A LA CRISIS ACTUAL El desencanto y la angustia, como síntomas agudos de !a crítica situación en que nos hallamos, no pueden mantenerse largo tiempo: provocan estados realmente insoportables e invivibles. Casi mecáni­ camente, el ser humano se ve compelido a encontrar salidas a la falta de horizontes materiales y espirituales en que se encuentra, aunque esas salidas comporten la renuncia e, incluso, la aniquilación de algunos aspectos importantes de su propia humanidad. A nuestro modo de entender, en la hora actual afloran en nuestra sociedad dos soluciones opuestas, a menudo lastradas con acusadas connotaciones patológicas, para dar salida a la crítica situación que afecta a una gran mayoría de nuestra sociedad. Creemos que ambas soluciones, tal vez a causa de motivaciones distintas, incidirán negativamente en la convivencia de estos últimos años del siglo XX. Se trata, por un lado, de los procesos de fundamentalización y, por el otro, de la presencia en numerosos sectores de nuestra sociedad de la nebulosa místico esotérica, para uti­ lizar la expresión de FRAN^OISE CHAMPION; nebulosa místico-eso­ térica que, por regla general, se distingue por una pasividad total ante los graves problemas que nos preocupan. Conviene tener muy presente que ambas «soluciones» aunque fenomenológicamente sean harto dis­ pares, reciben el impulso decisivo de la misma situación de crisis glo­ bal que, actualmente, nos afecta. 3.1. P r o c eso s d e ftin d a m en ta liza ció n Como «fenómeno moderno», el fundamentalismo de nuestros días que es perceptible no sólo en el campo religioso, sino también en la

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política, la ciencia, los sindicatos y la filosofía, representa una reacción al miedo, al aislamiento y a la pérdida de los puntos de referencia indi­ viduales y colectivos, y, consecuentemente, el deseo áe acceder de una forma inmediata a lo sagrado, para reconstituir una comunidad de sen­ timientos religiosos y políticos en medio del individualismo más exas­ perado. Se trata, en definitiva, de volver a plasmar un nuevo consen­ so social que sea a la vez efectivo y afectivo. Porque es un hecho indu­ dable que las actuales estructuras sociales, basadas en la burocratización y el anonimato, ofrecen una faz sumamente gélida que, muy a menudo y como reacción, impulsa a los individuos a buscar comuni­ dades cálidas, en las que sea posible algo de comunicación e intimi­ dad. Ya hace algunos años PETER BERGER designó a la sociedad moderna con la expresión «mundo sin hogar», la cual constituye una buena descripción de la situación psíquica y espiritual de nuestro entor­ no social, político y religioso. En una sociedad móvil y privada de puntos de referencia como actualmente es la nuestra, se vislumbra un futuro fundamentalista de enormes dimensiones. No cabe la menor duda de que la relación con el tiempo ha representado -y representa- uno de los factores más deci­ sivos, negativa y positivamente, en la constitución del ser humano a nivel individual y colectivo. Las distorsiones en la relación con el tiem­ po (y lo mismo podríamos decir en relación con el espacio) que aflo­ ran en la sociedad moderna son un poderoso acicate para los movi­ mientos fundamentalizadores que actúan en nuestra sociedad. Vivimos inmersos en una civilización del olvido: olvido del pasado, pero tam­ bién olvido del futuro, lo cual significa que la fuerza de la utopía y de lo aún-no-acontecido, para hablar como ERNST BLOCEI, en términos generales, no ejerce su saludable efecto reconciliador y terapéutico en los miembros de la sociedad actual. Inmersos en esa situación, que debería describirse con una mayor precisión y matización, resulta obvio que quienes propugnan una recu­ peración de un pasado capaz de solucionar sin el menor resquicio de error las urgencias del presente, encuentren una acogida muy favorable entre quienes, a causa de las notorias insuficiencias efectivas y afectivas de la sociedad actual, desean suprimir la angustia de sus vidas. Naturalmente, esta «solución», como la gran mayoría de las soluciones «holísticas», exige renuncias muy importantes como, por ejemplo, la de la propia libertad y autonomía. Ya hace algún tiempo que ARANGUREN escribía que «casi siempre, el hombre prefiere la seguridad a la libertad»...

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Los gmpos y movimientos fundamentalistas se proponen el resta­ blecimiento de unas relaciones aconflictivas con el tiempo. Para ello se imponen la tarea de poner entre paréntesis las movilidades e incon­ sistencias del momento presente con la ñnalidad de que se imponga la plenitud de un pasado, de una «edad de oro» considerados como para­ digmáticos y normativos para cualquier situación posterior. Un pasa­ do, en deñnitiva, que no se encuentre sometido a los vaivenes de los procesos históricos y de la contingencia que radicalmente afecta al ser humano. El recurso a ese pasado ajeno a las urgencias, errores y varia­ ciones de los tiempos se lleva a cabo con el concurso del «principio del líder», cuyo carácter infalible consituye la garantía absoluta del éxito moral (y, en algunos grupos, también económico) y también de la supe­ ración de la angustia. No debe olvidarse tampoco que el «principio monoteísta» o, si se quiere utilizar la expresión de ERIK PETERSON, el «monoteísmo como problema político», es el marco teórico y práctico en cuyo interior se sitúan el pensamiento, la acción y los sentimientos de los adeptos de los distintos grupos y tendencias fundamentalistas. La divisa un solo Dios (o principio absoluto), un solo príncipe (o líder o secretario general) permite, en el interior de los mencionados gru­ pos y tendencias, la completa «regulación ortodoxa» (DECONCHY) de todos los aspectos de la convivencia y la regulación sin el menor atis­ bo de error o perplejidad de la totalidad de la existencia individual y colectiva. El fundamentalismo, como ha escrito ENZO PACE, es un produc­ to modernísimo de la (posOmodernidad. De una modernidad que cier­ tamente, ha tenido consecuencias altamente beneñciosas para el con­ junto de la humanidad, pero que también ha provocado enormes sufri­ mientos, desvarios y, sobre todo, amplias y profundas expectativas que no han llegado a culminarse dejando, como aquél que dice, a la gen­ te con la miel en los labios. Una profunda crisis ideológica, como la que ahora se experimenta en el campo religioso, cultural, social y político, aliada y potenciada con una crisis económica de desenlace mas que problemático, es - y seráel campo abonado para el crecimiento y añanzamiento en el futuro de numerosos movimientos con caracteres fundamentalistas. Por ello, ante­ riormente, señalábamos las indudables semejanzas que poseía el momento presente con la situación europea de los años de entregue­ rras ( 19I 8-I 939). Teniendo en cuenta el cúmulo de circunstancias nega­ tivas que ahora mismo rodean a la vida europea como, por ejemplo.

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la galopante desestmcturación de los antiguos países que antaño se encontraban sometidos al yugo soviético, la masiva afluencia de inmi­ grantes procedentes de Asia y Africa, la casi total falta de competitividad de los productos europeos, la falta de incidencia de las iglesias cris­ tianas en la mayoría de la población europea, la notable incapacidad de compadecer de que hacemos gala los actuales europeos, el racis­ mo como producto de angustias ancestrales ahora reactivadas por la crisis global que padecemos, la precaria situación laboral de buena par­ te de la población del Viejo Continente, etc., creemos que en los pró­ ximos años la incidencia de los fundamentalismos, especialmente los religiosos y los políticos, será trágicamente decisiva y con desenlaces imprevistos, pero que nos parecen muy poco favorables para una fra­ ternal convivencia. 3.2. La n e b u lo sa m ístic o -eso té ric a Estos últimos años se ha escrito muchísimo sobre el «retorno de los dioses o de lo sagrado» a una sociedad que, en las décadas posteriores a la ñnalización de la segunda guerra mundial (1945), parecía haberse secularizado de manera completa e irreversible. Es innegable que unos hechos tan positivos como son la preocupación ecológica, los avances del feminismo, la búsqueda de la paz y la creciente desconñanza ante la idea de progreso (el «catecismo laico» del siglo XIX) han contribui­ do a un replanteamiento de muchas cuestiones que la mentalidad ilus­ trada y postilustrada consideraba como deñnitivamente cerradas. Por ello nos apresuramos a afirmar que no todos los esoterismos actuales son igualmente peligrosos: se impone en el sentido más directo del vocablo un discernimiento de los espíritus. Los abigarrados y, muy a menudo, inclasificables movimientos e inspiraciones que por comodidad se agrupan bajo el epígrafe new age («nueva era») son, por regla general, el producto de una dinámica que, hace muy pocos años el fallecido JACOB TAUBES, describía con el con­ curso de un triple movimiento. El insigne profesor judío afirmaba que cuando fracasaban la escatología, los afanes utópicos, la ardorosa bús­ queda, ya en esta tierras, del reino de Dios, aparecía la apocalipsis con su inevitable pesimismo, el cual se traducía en un estado general de angustia, ante la inminencia del final del mundo y del aniquilamiento de las relaciones religiosas, culturales y sociales que habían configu­ rado un determinado ámbito socio-cultural. Se trata, en suma del apo-

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calypse nowque en la década de los ochenta se concretaba en la posi­ ble guerra de las galaxias, la crisis petrolífera a escala mundial, los con­ flictos interétnicos, la posibilidad que tenía el ser humano de destruir el planeta, etc. La apocalipsis como actitud vital del ser humano, sin embargo, no resulta sostenible durante períodos demasiado largos. Paulatinamente, en pleno auge apocalíptico se torna perceptible la pre­ sencia de la gnosis (esa «religión mundial» (G. QUISPEL) que, desde los lejanos días de los siglos I-II a.C. ha surgido en Occidente en medio de las crisis más agudas). Tanto la escatología como la apocalíptica, a pesar de sustentarse en actitudes vitales contrapuestas (optimista la primera, claramente pesimista y negativa la segunda), tienden decididamente hacia la exteriorización y la acción de los humanos, mientras que la gno­ sis, sea cual sea el matiz que adopte, se distingue por una rotunda reti­ rada de la plaza pública con la flnalidad de sumergirse en la propia inte­ rioridad personal o, tal vez mejor individualista (el «santuario de la vida privada», para utilizar una expresión cara al liberalismo). La escatolo­ gía y la apocalipsis, aunque de formas que diñeren algo entre sí, acen­ túan la importancia de la comunidad, de las relaciones interpersona­ les como instancias decisivas que aproximan o, por el contrario, sepa­ ran a los individuos entre sí. La lógica de la gnosis es completamente distinta: lo que se busca por encima de todo es la autosalvación, por mediación de la anulación del tiempo y de la historia, que en términos más actuales puede traducirse por «realización» o «concienciación». Es preciso no olvidar que los movimientos con matices gnósticos ser soteriologías solipsísticamente centradas en el individuo, que vive solo, se salva solo y, casi siempre, se condena en gmpo. Por ello no resulta extra­ ño el cariz elitista que presentan los grupos y tendencias gnostizantes que pululan en nuestra sociedad. Los momentos en los que irrumpen profundas crisis religiosas, sociales y políticas son especialmente propicios para la eclosión de gmpos con caracteres gnósticos y también, como hemos indicado ante­ riormente, para el añanzamiento de numerosas agrupaciones (que, en algunos casos, pueden ser económica y políticamente muy poderosas) con características fundamentalistas. Las crisis normativas casi siempre se resuelven de una manera traumática para el conjunto de la socie­ dad. Los grupos con talante fundamentalista pretenden una interven­ ción total en la vida pública que se ha de traducir en una regulación minuciosa de todas las cuestiones que afectan al individuo y a la socie­ dad en su conjunto, porque están convencidos de poseer de manera

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ilimitada la verdad absoluta, que no admite componendas porque no es una variable de la historia, ni se encuentra sometida a la transacción, al pacto, a las siempre benéficas consecuencias del auténtico diálogo. El intervencionismo máximo de estos grupos contrasta vivamente con la pasividad de los grupos adscritos a la nebulosa místico-esotérica ante las cuestiones que afectan a la sociedad en su conjunto. De la misma manera que los grupos anteriores tampoco creen en la historia y afir­ man que la «realización» del individuo consiste precisamente en la abo­ lición del tiempo histórico que, desde antiguo, es considerado como la cárcel del alma. Las consecuencias que sacan son, sin embargo, dia­ metralmente opuestas: no merece la pena inteivenir en los asuntos y realizaciones de este mundo, porque, fundamentalmente, son caducos y abocados a la destrucción. Resumiendo mucho la temática podría­ mos decir que las tendencias fundamentalizadoras muestran hasta el exceso las consecuencias del talante occidental, mientras que los gru­ pos proclives al new age adoptan un talante francamente oriental (y aquí sería muy interesante desarrollar lo que histórica e ideológicamente ha significado el Oriente, el real y el soñado, en Occidente, cuando éste se ha encontrado en una situación de crisis global). Los esoterismos que, a menudo, propugnan una visión ampliamen­ te politeísta de la realidad, acostumbran a distinguirse por su pasivi­ dad. Conviene sin embargo tener muy en cuenta que, en algunas oca­ siones, pueden incidir peligrosamente en la vida pública tal como acon­ teció antaño, por ejemplo, con el nacionalsocialismo y, ahora mismo, con la denominada «nueva derecha». No nos cabe la menor duda de que esos grupúsculos, si el proceso de degradación económica, social y cultural avanza, pueden constituir un gravísimo peligro, cuyo alcan­ ce no puede evaluarse.

4. FUNDAMENTALISMOS Y ESOTERISMO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI La panorámica que tan brevemente hemos descrito no ofrece dema­ siados motivos para la euforia, sino que posee rasgos realmente inquietantes. Según nuestra opinión, la fundamentalización y el esoterismo actuales no sólo se encuentran en sectores muy concretos e identificables de nuestra sociedad, sino que la mayoría de la población participa con grados diferentes de aceptación en las mencionadas acti-

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ludes. Y ahí se encuentra precisamente la gravedad, del problema. La razón es muy sencilla: los fundamentalismos y los esoterismos son res­ puestas a la crisis global de la sociedad moderna; una crisis que no es selectiva, que no es percibida y sufrida exclusivamente por unos pocos elementos radicales marginales, sino que, de maneras harto diferen­ ciadas, todos los miembros de la sociedad actual son, al mismo tiem­ po, elementos activos y pasivos de esa situación de desestructuración simbólica. A tenor de lo expuesto conjeturamos que el futuro que se nos ave­ cina ofrece un rostro problemático y preñado de enormes dificultades de todo tipo. Si la dinámica de la crisis se acentúa (y todo parece indi­ car que la crisis en su conjunto, en un futuro más o menos próximo, no remitirá), los procesos de fundamentalización y de «esoterización» también alcanzarán a sectores más amplios de nuestra sociedad, por­ que previamente habrá crecido hasta límites insoportables la angustia y la desesperación de un notable contingente de población. Los ante­ cedentes históricos más próximos (la grave crisis europea de los vein­ te y los treinta de nuestro siglo) no auguran precisamente el mejor de los mundos para nuestros hijos. E inclusive, si se mantiene la peligro­ sa dinámica del actual desencanto, resulta pensable una inversión de la vida cotidiana como la que se produjo en Europa en el período ante­ rior a la segunda guerra mundial. Los efectos nocivos del caudillismo y de los líderes carismáticos se potencian en aquellas sociedades que, por las razones que sea, deben hacer frente a una crisis total, a una desestructuración simbólica general, a una banalización de los valores, sin ningún atisbo de confianza en lo que el futuro pueda deparar a los ciudadanos. Una sociedad de alto riesgo como la nuestra acostumbra a ser sensible a las aventuras más descabelladas: nuestra pasada his­ toria reciente evidencia sobradamente este extremo.

5. ANTIDOTOS CONTRA EL FUNDAMENTALISMO Y LA «ESOTERIZACION» Estamos plenamente convencidos de que la crisis de la sociedad actual es, por encima de todo, una crisis pedagógica. La transmisión de la ciencia y de la sabiduría, habitual mente llevada a cabo por las instituciones que son competentes para ello (familia, escuela, iglesia, estado), resulta increíble para la mayoría de los individuos relaciona-

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dos con estas instituciones, porque con antelación esas mismas insti­ tuciones se habían mostrado ineficaces, por encima de todo, increíbles. Un cortocircuito de profundísimas consecuencias se ha producido en el proceso de transmisión efectuado por las instituciones tradicionales, que ha dado lugar a una desconfianza creciente y, sobre todo, a la bús­ queda, vía fundamentalismo o vía «esoterización», de instancias alter­ nativas que ofrezcan mayores garantías, aunque, a menudo y de for­ ma casi exclusiva, se limiten al plano sentimental y afectivo. ¿Cómo reparar el actual estado de cosas para evitar que el funda­ mentalismo, por un lado, y los movimientos y tendencias adscritos al new age, por el otro, sean las únicas alternativas viables para un con­ tingente de población importante? ¿Cómo infundir esperanza en la des­ motivada sociedad finisecular? ¿Será posible que el «principio espe­ ranza», el «principio responsabilidad» y el «principio solidaridad» tomen cuerpo real en el momento que nos toca vivir? El hipercriticismo que puso en circulación la conciencia de raíz ilus­ trada, con frecuencia, ha producido, por reacción, una falta de capa­ cidad crítica inmensa, ya que cuando todo se cuestiona, es posible, des­ pués de un breve espacio de tiempo, que nada se cuestione. En este sentido resulta muy significativo que muchos líderes de movimientos fundamentalistas y también de grupo esotéricos hayan surgido en los Estados Unidos (sobre todo en California) y en los países científica y tecnológicamente más avanzados. Además, muy a menudo, han sido reclutados entre los individuos que más activamente han conocido los progresos científicos y tecnológicos modernos. GILIES KEPEL ha pues­ to de manifiesto que un gran contingente de directivos de grupos fundamentalista proceden del ámbito de las llamadas «ciencias duras» (mate­ máticas, física, ingeniería). HARTMUT 2INSER, por su parte, ha seña­ lado que una gran mayoría de los adeptos a movimientos esotéricos procede de las profesiones liberales con un alto grado de especialización. Resulta preocupante, como lo hemos podido comprobar por pro­ pia experiencia, que una gran cantidad de exmilitantes, exreligiosos, exsindicalistas, casi estamos a punto de escribir de exluchadores por la libertad haya pasado a engrosar las filas sobre todo de diferentes gru­ pos esotéricos, pero también, aunque en menor medida, de las agru­ paciones con cariz fundamentalista. Si de verdad se desea evitar el curso fatal que parece tomar la mar­ cha de los acontecimientos, se impone una praxis pedagógica que sepa aunar creativamente la ciencia (scientia)y la sabiduría (sapientiaX Eso

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equivale, en el fondo, a una formación integral del individuo, que no olvide que los vacíos normativos acostumbran a producirse o bien por­ que el /o^05 ocupa con exclusividad todo el espacio pedagógico o bien porque este cometido se atribuye también en exclusiva al mytos. Expresando lo mismo de otra manera: se impone una pedagogía que sepa otorgar lo suyo tanto al concepto, como a la imagen. Lo que acabamos de señalar puede causar la impresión de que pro­ pugnamos algo excesivamente teórico y formalista. Creemos, sin embargo, que no es así, ya que una tal pedagogía, que no olvida ni la dimensión lógica ni tampoco la dimensión mítica del ser humano, va encaminada al ejercicio práctico de la solidaridad; una solidaridad, cuya efectividad no se limite a los del propio grupo como suele acontecer en los grupos fundamentalistas, sino que posee una cierta incondicionalidad como, por ejemplo, la propone Jesús por mediación de la parábola del buen samaritano (Le 10, 30 37). Debe añadirse que una pedagogía que promueva la solidaridad se basa en la primacía que otor­ ga a la categoría prójimo, la cual no tan sólo es fundamental en la tra­ dición cristiana, sino que también aparece con fuerza en la tradición socialista. Los fundamentalismos y los actuales esoterismos han encontrado un favorable caldo de cultivo en la sociedad actual a causa del agudo olvido de sus tradiciones constitutivas (y en modo alguno me estoy reñriendo a los nefastos «tradicionalismos» que han contribuido grande­ mente a la falta de convivencia y solidaridad en nuestro país). Ese olvi­ do ha ocasionado un peligroso mutismo, que, finalmente, ha desarmado moralmente a grandes sectores de la población. Resulta penoso com­ probar, tanto desde una perspectiva cristiana como socialista, cómo el mencionado olvido y el consecuente mutismo han destruido o, al menos, herido de gravedad la praxis de la solidaridad, tan típica de ambas tradiciones. De esta manera, la comunidad crítica, que se halla en constante búsqueda de criterios para transitar por la vida, se ha vis­ to gravemente afectada, obligando a muchos de sus miembros a bus­ car, de acuerdo con el talante personal de cada cua], salidas funda­ mentalistas o esotéricas. En una sociedad formalmente democrática resulta imprescindible la educación de los ciudadanos para la desobediencia civil Nuestras tradiciones religiosas y políticas no se han distinguido precisamente por llevar a cabo la formación de la capacidad autocrítica de sus miembros. El coraje civil como fruto de la desobediencia civil, sin embargo, acos-

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tumbra a ser el antídoto más eficaz contra las comprensiones holísticas de la realidad y de la propia existencia humana. Y conviene no olvi­ dar que tanto los fundamentalismos como los esoterismos son visio­ nes del mundo holísticas, que expresamente abarcan la totalidad de la existencia y, en consecuencia, de todo lo que en ella puede pensar, hacer y sentir el ser humano. ' La pedagogía (o, si se quiere, la filosofía práctica) fue el centro neu­ rálgico del pensamiento ilustrado. Los ilustrados incidieron de una manera muy especial en la educación del género humano como antí­ doto contra las supersticiones y como acicate para el progreso y la feli­ cidad de los humanos. En algunos de sus aspectos, el proyecto ilus­ trado se ha agotado. Se impone, por consiguiente, la necesidad de una nueva pedagogía que instruya a los hombres y mujeres en la capaci­ dad de autolimitación voluntaria, en la solidaridad y la simpatía (capa­ cidad de observar y juzgar desde la perspectiva del otro), en la felici­ dad. Sólo así, creemos, se truncará la actual dinámica ascendente de la fundamentalización y de la «esoterización», la cual comporta riesgos incalculables para los individuos concretos y para el conjunto de los grupos humanos. La misericordia activa, como fruto de la justicia y la libertad, engen­ dra la auténtica solidaridad, vence la angustia, respeta las diferencias, promueve la conciencia de unidad en la pluralidad. Para eso debemos adoptar como lema del cotidiano vivir y convivir las palabras de Jesús: «Mejor es dar que recibir» Lfechos 20, 35).

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Los valores que se transmiten Jesús Conill Agustín Domingo

1. LA ORGANIZACION SOCIAL Y ECONOMICA TRANSMITE UNOS DETERMINADOS VALORES En el tipo de sociedad moderna en que nos encontramos el valor básico que rige en la conciencia y en el modo de ser es el de la auto­ nomía: la condición soberana de tener capacidad para regirse por leyes propias. La reivindicación de la autonomía equivale a poner en marcha la propia razón como expresión de la libertad de cada cual en el pensamiento y en la acción. Esta es la forma oficial de presen­ tar el ideal moderno. (1) Las formas de transmisión son principalmente los mecanismos de socialización existentes en esta forma de sociedad. En primer lugar, la familia. En segundo lugar, la escuela. En ella se transmite la confianza en la fuerza de la razón científica en todas sus vertientes. Se aprenden sabe­ res que permiten dominar las fuerzas naturales y, por tanto, se asimi­ la una mentalidad científica y técnica con enormes repercusiones en el modo de entender a su vez la libertad. Porque mediante el uso cien­ tífico y técnico de la razón el hombre se siente cada vez más libre. En tercer lugar, las instituciones económicas. Estas se han conver­ tido en lo decisivo de la interacción en la vida moderna. La racionali­ dad económica dice promover la libertad individual y transforma la interdependencia en un asunto de mercado, por el que se regula la pro-

1.

C

o n il l

,

El enigma del animal fantástico, Madrid, Tecnos, Cap.

7.

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ducción y el consumo. Los valores “producción” y “consumo” adquie­ ren en nuestra sociedad la más alta cotización. Las empresas, en las que los hombres concretos trabajan, tienen que regirse por dichos valores para planificar sus actividades. Nuestra sociedad se concibe a sí mis­ ma como “sociedad de consumo”. En cuarto lugar, los mecanismos del Estado han ido transmitiendo el valor de la seguridad y del bienestar, reforzados por las institucio­ nes jurídicas. Pero lo que está legitimando es el bienestar, más que las garantías de los derechos individuales y sociales. Y, por supuesto, el representacionismo político ha ido eliminando el ideal participativo. De ahí que el aparato administrativo del Estado haya aumentado sus competencias hasta límites insospechados, mediante una politización y juridificación de la vida social e incluso individual. Con ello se ha extendido el paternalismo estatal y su inevitable coerción autoritaria. En quinto lugar, la opinión pública transmite una sensación de autosuficiencia progresiva. El hombre moderno se siente dueño y señor del universo, confía en el progreso indefinido, a pesar de las constantes crisis y contrariedades que experimenta. Confía en que a través de la razón funcional y la presión social se podrán ir solu­ cionando los diversos problemas sociales. Los valores racionales de eficacia, rentabilidad y manipulabilidad se consideran los prevalentes dentro del universo simbólico producido por la creciente “tecnologización” de la vida humana. Este nuevo universo simbólico ha logrado la hegemonía porque se ha convertido en la fuerza de pro­ ducción preponderante y en ideología dominante, incluso en hori­ zonte utópico, por la confianza en su ilimitado progreso; la razón cientifico-técnica se vislumbra como el mejor camino para resolver con eficacia los problemas (máximo rendimiento y mínimo costo) La consecuencia de esta auténtica transmutación de los valores en el universo tecnológico es la crisis y cambio de valores. Los valo­ res religiosos y morales dejan de ejercer su función propia de cohe­ sión social y de unificación del sentido. Incluso la cultura se convierte en un mercado de preferencias y en una ampliación del campo de la razón funcional. Esta razón se pone al servicio de los valores del bienestar y de la libertad. Sin embargo, los valores morales se trans­ miten como impedimentos (obstáculos, límites) del progreso en bie­ nestar y libertad. Han cambiado los valores que orientan y diseñan las formas de vida.

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Un cambio profundo se produce al haberse escindido la visión uni­ ficada del mundo de los valores. La novedad cultural de las socieda­ des modernas consiste en vivir de la desintegración axiológica: los valo­ res que se transmiten (verdad, bien, justicia, belleza) discurren por esfe­ ras separadas y presuntamente independientes. Los valores intelec­ tuales, morales, religiosos, vitales y utilitarios se transmiten y se viven en completa disociación. Se transmite, pues, un “politeísmo axiológico”, que fomenta la desintegración social o, al menos, la carencia de sentido compartido del mundo (¿anarquía axiológica?). Han dejado de transmitirse los valores tradicionales y su jerarquización.

2. DESINTEGRACION DE VALORES Y NECESIDAD DE SENTIDO

2.1. F ragm en tació n m o ra l y d eb ilid ad d e tra d icio n es. Esta desintegración de los ámbitos vitales en los que se hacen pre­ sentes los valores es un fenómeno constatado en los recientes estudios que sobre la sociedad española ha realizado la Fundación Santa María (2). En tal sentido, el equilibrio, la armonía y el orden social son ficti­ cios, se trata de un orden casi anestésico y generado desde fuera de la misma sociedad. Ello se debe no sólo a la falta de asociacionismo y al interés por lo público, sino a la debilidad de las estructuras sociales. Las pocas fuerzas entregadas a lo público carecen de garra innovado­ ra y desembocan en aldeanismos, particularismos y regionalismos. En el fondo, asistimos a un acelerado cambio en el escenario cultural que está afectando tanto a los agentes sociales como a los papeles que éstos desempeñan. La aceleración con la que hemos asimilado la Modernidad, la Secularidad, la Europeidad y el Atlantismo nos ha colocado en una situa­ ción para la que aún no tenemos el guión preparado. Nos damos cuen-

2. V id . F. A nd rés , L o s n u e v o s v a lo re s d e los esp a ñ o les, SM, Madrid 1991; V illalain /A. B asterea / J.M. del V alle , La s o c ie d a d e s p a ñ o la d e los 9 0 y su s n u e v o s v a lo ­ res, SM, Madrid, 1992.

J.L.

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ta de que el nuevo decorado exige nuevos papeles y aún no los sabe­ mos. Para evitar conflictos en la representación hemos preferido dejar a un lado los papeles sin saber muy bien todavía la naturaleza de la obra que vamos a ejecutar. ¿Drama, comedia, entremés, sainete? Unos se han aprendido rápidamente los nuevos y breves guiones, logran­ do salir airosos de las nuevas situaciones escénicas. Otros aún no se los han aprendido pero se fían del apuntador que en forma televisi­ va les indica cómo administrar su permanencia en la escena. La gran mayoría vive entre la improvisación, la incertidumbre y la perpleji­ dad. En el fondo, son muy pocos los que desean saberse el papel “de memoria”. Este particular modo de entender el relativismo moral se ha con­ cretado en los siguientes rasgos: a) Una progresiva homogeneización en valores, normas y orien­ taciones básicas sobre la vida y el mundo. Por ello no es de extrañar que se haya incrementado el grado de ajuste y adaptación intergene­ racional. Es un proceso al que no se ha llegado por la propia evolu­ ción social, sino por la importación de modelos culturales que se impo­ nen a sociedades más o menos aculturadas. b) Una progresiva heterogeneidad de valores, normas y orienta­ ciones en el ámbito privado. Estas diferencias se hacen más claras en el ámbito de la moral religiosa y familiar donde se ha producido un importante proceso de privatización C3). La convergencia de estos procesos también ha repercutido en la moral laboral de modo que nos interesan mucho más las dimensiones materiales del trabajo que su vinculación con nuestra autorrealización personal. Ahora interesa más el trabajo como un medio por el que obte­ nemos ciertos recursos materiales para ir tirando, que como el medio por el que nos desarrollamos como personas o somos útiles a la socie­ dad. Por otro lado, mientras se ha producido una homogeneización de los ámbitos laborales, los ámbitos de esparcimiento y ocio se han con­ vertido en ámbitos de transgresión; ámbitos de ruptura con una cotidianeidad penosa y estandarizada.

3. Ver nuestro estudio “Tiempo de construir, ¿a la ética por la estética?”: M isión jo v e n , 194 (1993), 13-22.

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2.2. La p e r v e r sió n d e la a u to n o m ía y e l u n iv e r sa lism o m o ra l Aparentemente nos encontramos con dos dinámicas de valoración escindidas, dado que mientras el ámbito de autorrealización personal se ha particularizado y privatizado, el ámbito de realización comuni­ taria queda sometido a una lógica independiente de la propia libertad. Mientras en la moral personal, familiar y sexual se ha extendido un plan­ teamiento individualista por el que aún pretendemos ser dueños de nuestras propias costumbres, vemos cómo se escapan las posibilida­ des de cambiar la moral social, laboral, económica o política. Estas últi­ mas han sido dejadas en manos de expertos puesto que sólo ellos pue­ den administrar la elevada complejidad de nuestras sociedades. Esta escisión ha pulverizado las tradiciones y ha fragmentado la posibilidad de integrar en una cosmovisión unitaria los ámbitos en los que un individuo desarrolla comunitariamente su vida. El aumento de posibilidades que encontramos en los ámbitos económico-mercantiles y burocrático-estatales contrasta con la vulnerabilidad de los ámbitos vitales, con la debilidad de nuestras creencias, con su plasticidad y adap­ tabilidad a los imperativos de las nuevas situaciones. ¿Cómo seguir encontrando sentido a nuestras actividades en un mundo que no valo­ ra las tradiciones?¿Dónde encontrar el criterio de valor que alumbre la elección de fines que necesariamente tenemos que realizar? Para evitar estas fragmentaciones que producen unos sujetos vul­ nerables e inermes, tendremos que preguntarnos si es posible tender algún puente entre la moral personal y las morales comunitarias. Para ello debemos enfrentarnos a dos perversiones que están alterando nues­ tras orientaciones de valor. Por un lado la perversión de la autonomía, es decir, la identificación de la libeitad personal con la arbitrariedad en la elección de los fines. Por otro, la perversión del universalismo, esto es, la construcción ideista de una moral planetaria que se ofrece como la antítesis de las tradiciones dificultando la apertura, evolución, modi­ ficación y transformación de las matrices culturales de sentido. Tanto una como otra tienden a generar sujetos frágiles, sin raíces desde las que responder histórica y creativamente a situaciones nuevas (4).

4. Para un planteamiento adecuado cfr. A. C ortina , E tica a p lic a d a y d e m o c r a c ia ra d i­ Tecnos, Madrid 1993, cap. 8.

cal,

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Con ello no estamos ofreciendo pistas para la evasión de los pro­ blemas que se plantean en las sociedades post-industriales. Tampoco pretendemos volver a tiempos donde las tradiciones garantizaban {manu militari) el desorden social. No se trata de redescubrir nada, no se trata de volver al pasado. Se trata de que la modernidad y la post­ modernidad no produzcan indigestiones y, por ello, es conveniente una sana clarificación. Proceso éste que debe realizarse con gran discerni­ miento y con gran capacidad de crítica para poder distinguir el trigo de la paja. Discernimiento que nos debe sensibilizar para la profundización de una ética civil (5) (común), pero que no debe hacer que des­ cuidemos nuestras tradiciones morales. Más que nada porque las éti­ cas de mínimos funcionan bien cuando hay tradiciones y motivacio­ nes éticas sustantivas de las que echar mano (6).

3. CLAVES PARA EL DISCERNIMIENTO VALORATIVO a. La b ú sq u ed a d e la c o h e r e n c ia Uno de los criterios que más nos pueden ayudar a discernir es la coherencia ética en las propuestas morales. Y una coherencia que debe empezar por el adecuado planteamiento de la ética. Unas veces es plan­ teada sólo como un obstáculo y dificultad para la autorrealización del individuo; como una obligación impuesta y no asumida en el desa­ rrollo personal. Hablar de ética es hablar de límites y constricciones de una individualidad. Otras veces es planteada sólo como potenciadora y multiplicadora de las capacidades individuales. Hablar de ética es hablar de un horizonte de posibilidades y caminos inexplorados para la vida moral. Una identidad personal madura no puede plantearse de una forma tan simple dado que la ordenación de las capacidades pasa, también y necesariamente, por un momento comunitario donde se reco­ nocen los límites de la propia acción y las posibilidades de que la feli­ cidad salga al encuentro (7). 5. A. D om ingo -B. B enassar : “Etica civil” en C o n ce p to f u n d a m e n ta l d e é tic a teo ló g i­ Trotta, Madrid, 1991. Quizá, en lugar de hablar de una ética civil sea preciso hablar de una ética “común” (T. González Vila) 6. A. H ortal , “M o r a l p r iv a d a y m o r a l p ú b l i c a ”: R a z ó n y fe , 224 (1991), pp. 433-447. 7. Ver nuestro trabajo “Felicidad”, en A. Cortina (ed.). D ie z con cep to s c laves d e la Etica, Verbo Divino, en prensa. ca,

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Desde la perspectiva de una moral social, la ética no puede ser un arma arrojadiza con la que unos y otros intentemos imponer nuestros criterios morales. Lo realmente lamentable es acudir a la ética para, por un lado legitimar la permisividad y arbitrariedad de la moral personal y, por otro, legitimar todas las restricciones sociales que hagan falta. Esto se puede ver en el caso de la solidaridad. Los españoles declara­ mos una mayor solidaridad social, pero ésta se practica menos y sólo con las personas “normales” (no con colectivos a los que se imputan comportamientos marginales o susceptibles de ser delictivos). En este caso se trata de una solidaridad para con los que son semejantes a uno mismo. Y esta no es verdadera solidaridades). Esta falta de coherencia es uno de los rasgos dominantes en una cultura individualista a la que podemos responder activando unos dina­ mismos valorativos que potencien una cultura con más memoria y unas comunidades con una identidad menos fragmentada y más esperan­ zada. Por ello, además de una voluntad de diálogo estamos obligados a conocer mejor las tradiciones con el fin de que a los testimonios y a las formas de vida se añadan los argumentos que las fundamentan y legitiman. (9)

b. La b ú sq u ed a d e las m atrices cu ltu rales Antes de preguntarnos por el tipo de humanismo más adecuado para defender esta coherencia, no estaría de más que en lugar de ate­ nernos a matrices de valoración económica o política, nos atengamos a matrices de valoración cultural. Nos referimos a fuentes de valora­ ción que están determinando el modo de enfocar las orientaciones de valor. Por ejemplo, hay quienes plantean los problemas sociales como problemas económicos, para ellos la clave de interpretación del orden y del cambio social están en el intercambio económico que se realiza desde el mercado. Esta clave de interpretación somete la política y la

8. Cfr. La s o c ie d a d e s p a ñ o la en los n o v e n ta , op. cit., p. 84. Ver también nuestro tra­ bajo E co lo g ía y s o lid a r id a d , Sal Terrae-Fe y Secularidad, Madrid, 1991 9. Ver nuestro estudio C o m u n id a d c r is tia n a y f o r m a c ió n p o lític a , Imdosoc, México, 1991.

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cultura a variables cuantitativo-económicas. Cuando el liberalismo es única y exclusivamente un liberalismo economicista siempre es el mer­ cado quien ordena los valores de una sociedad. Tampoco escasean los que plantean los problemas sociales en tér­ minos estrictamente políticos, entendiendo lo político sólo desde la ópti­ ca del poder estatal. Para ellos, la clave de interpretación está en las estructuras de poder político con el que controlar la legalidad. El Estado y, sobre todo, la Administración se convierte en el único eje desde el que plantear todo orden valorativo.. La matriz que proponemos es una matriz que podríamos llamar “cul­ tural” dado que su referencia central se encuentra en la potenciación de la autonomía de los sujetos. Y una autonomía rectamente entendi­ da, es decir, solidariamente responsable. Como se puede suponer, la clave de interpretación no se encuentra ni en el Mercado ni en el Estado sino el mundo-de-vida, es decir en el mundo de la cultura y de la res­ ponsabilidad compartida donde las personas de buena voluntad se encuentran a gusto. Un mundo más cercano a la espontaniedad de las relaciones primarias y de las solidaridades cálidas. La reivindicación de esta perspectiva cultural se ha convertido en una de las tareas éticas más urgentes, dado que las instancias econó­ micas, administrativas y comunicativas, tienden a reducir sus discursos a términos de poder económico o de poder político, sin pensar que hay también un patrimonio cultural común irreductible a variables eco­ nómico-mercantiles o político-administrativas. ¿Cómo articular las tres claves?. Esa es la tarea pendiente de una transformación cultural que aún está por hacer y que requiere una profunda revisión de las estra­ tegias culturales que estamos llevando a cabo. Pero las transformaciones culturales no surgen de la nada. Para algu­ nos como M ac I ntyre(IO ), la mejor forma de cambio consiste en la crea­ ción de comunidades críticas capaces de impulsar unas prácticas socia­ les basadas en los ideales de sinceridad y libertad. Comunidades que tendrían un carácter alternativo y contra-cultural, lugares de referen­ cia para una vida virtuosa donde sería posible la coherencia y conti­ nuidad entre una moral personal y una moral comunitaria. Para otros la tarea es más sub-cultural, actuando de fermento en todas y cada una

10. A. M ac I n tyre , Tras la v irtu d , Crítica, Barcelona, 1986.

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de las instituciones que tenemos a nuestra disposición y que compar­ timos con grupos de tradiciones distintas. Sin embargo, la dinámica del cambio cultural requiere también la combinación de tareas “intra-” “Ínter-”y “trans-culturales”Ú2iáo que la simplicidad de un planteamiento “contra” y “sub-cultural” estaría exigiendo una moral casi-heroica.

c) La c la r ific a ció n de u n m atriz h u m a n ista Olvidadas ya las disputas entre humanistas y anti-humanistas, tene­ mos pendiente la tarea de pensar y construir de nuevo una propuesta humanista. Esto es, una propuesta que ordene y clarifique las distintas ofertas éticas que se nos ofrecen en el supermercado cultural. Para ello, deberíamos comenzar indicando que nos encontramos con dos formas de plantear el humanismo que conllevan dos modos de entender la razón humana como valorativa. Por un lado aquella forma en la que el pensar humano es un pensar que permite dominar, controlar y dirigir tanto la naturaleza como la sociedad. Este modo de pensar llega a iden­ tificar pensar con dominar; se genera así una razón valorativa de la que el hombre se sirve para imponer su señorío. Entre el gremio de los filósofos este tipo de pensar es llamado un pensar instrumental, estra­ tégico, técnico y calculador. Es una racionalidad que se ha adueñado de todos los ámbitos de nuestra vida y que M. W eber caracterizaba como una racionalidad de los medios. Cuando los investigadores de la his­ toria de la ciencia y de la tecnología se han dado cuenta de las conse­ cuencias éticas de este tipo de racionalidad, han llegado a enunciar una sentencia de gran alcance ético: “La ciencia descubre. La industria apli­ ca. El hombre se conforma” (J. Sanmartín). La “sensatez” de algunos filósofos y la gravedad de las circunstan­ cias han colaborado a que junto con este modo de pensar se vaya ins­ talando otro de mayor alcance ético. Se trata de identificar el pensar con el cuidar. La tarea propia de la razón humana como valorativa iría más allá del control, del dominio y la dirección de la naturaleza, la socie­ dad o la historia. Valorar ya no sería someter a un criterio instrumental que podría llegar a establecerse por mayorías epistemológicas (ciencia), estéticas (reality sohw) o políticas (nazismo). Entre el gremio podría­ mos decir que estaríamos ante una racionalidad comunicativa donde valorar es respetar, promocionar, cuidar, mimar. Esto no significaría un olvido de la racionalidad de medios en detrimento de una racionalidad

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de fines. Significaría una correcta ordenación de la racionalidad de medios a la racionalidad de fines porque no se trataría de minusvalorar los adelantos del progreso científico-técnico. ¡Dios nos libre! También se trataría del valorar como un dominar pero... de un dominar no despótico. La razón que valora sólo instrumentalmente es una razón despótica y tirana. Sin embargo, la razón que valora comunicativamente dorrwna democráticamente; esto es, teniendo cla­ ra la división de poderes, de capacidades y de facultades, teniendo claro que todo hombre es un fin-en-sí y no un medio. Un dominio que facilitaría el juego de los agentes, es decir, un dominio donde el jugador humano buscaría conocer las reglas para respetarlas y hacer buenos partidos. Ello no significaría dejar la Historia humana en manos de las fuer­ zas ocultas de la naturaleza o el cosmos. Tampoco significaría una deja­ ción o pasividad ante las enormes responsabilidades que conlleva el juego de la humanización. Conocer las reglas de juego y jugar bien no tiene por qué identificarse con dejar que a uno le ganen. Significa res­ ponsabilizarse para evitar que los índices de barbarie, miseria, ham­ bre y estupidez no sigan aumentando; para resistir a los procesos de idiotización colectiva que pueden generar los medios de comunicación social; para jugar bien la aventura humana es decir, para llegar a ser una auténtico “bien-aventurado”. Pero claro, este tipo de discurso ya suena a meta-relato filosófico y nuestros tiempos no están para estos trotes morales (11). El dominio de la racionalidad comunicativa es también el dominio de la palabra y por ello en esta aventura no se trata sólo de ex-poner unas ideas, sino de ex-presarlas.Lo que dicho con otras palabras sig­ nifica que la comunicación no puede entenderse sólo como una mos­ tración, presentación o manifestación de pareceres que tenemos “a mano”, sino como una exteriorización y esfuerzo que afecta a nuestro mismo existir. Porque los valores de los que estamos hablando no son objetos de los que podamos disponer como si fueran artefactos fabri­ cados que podamos repartir o colocar delante. El humanismo valorativo al que nos referimos exige unas grandes dosis de esfuerzo, de tra­ bajo y de autodisciplina para que salga, también, lo mejor que cada uno lleva dentro. El humanismo que andamos buscando no se basa en una 11. G alindo

Ver nuestro trabajo “Justicia y responsabilidad en la ética de P. R ic o eu r ”, en A. (ed.), La p r e g u n ta p o r la ética , Ed. Univ. Pontificia, Salamanca, 1992.

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mecánica de la comunicación, sino en la mística de la responsabilidad que convierta el obrar humano en un obrar valorante. En definitiva, un humanismo comunicativo así entendido no rea­ lizará una disociación a la que nos estamos acostumbrando; la diso­ ciación entre conocimiento y saber: . .no hay duda de que poseemos más datos que nunca sobre nosotros mismos, y que nuestra capacidad de transformar el ámbito de nuestra vida no ha dejado de aumentar en muchos sentidos. Falta saber, no obstante, si somos más sabios.” (12) ¿Cómo se concreta hoy este humismo?¿Cómo podemos contrares­ tar comunicativamente el dominio despótico de la racionalidad instru­ mental? ¿Contamos con alguna propuesta que nos permita seguir man­ teniendo argumentos para la esperanza. Sin tener miedo a recuperar aquellos elementos más propios de una filosofía de historia planteada en clave humanista; y, sobre todo, sin tener miedo a que califiquen nues­ tra propuesta de meta-relato, procedamos a una descripción somera de las formas en las que hoy se nos pueden plantear las posibles ofer­ tas de humanización. 4. ETICAS PARA EL FIN DE SIGLO: ¿APOCALIPTICOS O INTEGRADOS? La ética que más “a mano” tenemos es la hedonista, es decir, aque­ lla que identifica la felicidad con el placer. Es la ética propia de una sociedad de artefactos regida por el principio del consumo: “consumo, luego existo”. Nos propone una felicidad plastificada, pequeña, mate­ rial y dispersa. La realización humana se consigue en la salita de estar, junto al televisor; en la cesta de la compra, junto al supermercado; en la paga extra, junto a los escaparates; en nuestra sensibilidad plastifi­ cada, junto a las tarjetas de crédito. A la luz de este planteamiento, esta­ mos comenzando a creer que tanto el puesto de trabajo del vecino como el nuestro dependen de la capacidad para consumir. Es una felicidad que se expresa en términos de IPC y PIB. Se trata de una felicidad para el presente, ya vendrán después las facturas y las crisis post-expo. El autocontrol, la moderación y las limi­ taciones quedan para el futuro. El hedonista pierde la continuidad de 12. S. G in er , E n sa yo s civiles, Península, Barcelona, 1987, p. 153

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la memoria, su tiempo sólo se conjuga en presente. Lejos del hedonista la preocupación por un horizonte universal de justicia o felicidad. El hedonismo genera individuos homogéneos y fragmentados que se cre­ cen con una receta exclusiva para la felicidad. Son personas que con­ funden la autorrealización con la felicidad. En la autorrealización hay una ordenación de las actividades y los tiempos, en virtud de la cual el placer puede ser un móvil pero no el móvil que rige la acción. El hori­ zonte de autorrealización conlleva la participación en un proyecto moral asumido y en virtud del cual la historia personal se inscribe en una his­ toria compartida en la que, además de haber espacios para la felicidad, los hay para la justicia. Contamos también con la ética del pragmatismo. Me adapto, lue­ go voy tirando. No hay princios, normas o deberes que no puedan adap­ tarse a las nuevas situaciones, es la moral del camaleón (13). Siempre es la situación la que determina los principios, de ahí que la clave esté en ir adaptándose hábilmente. No hay ideales morales, tan sólo situa­ ciones morales. La persona moral no llega a tener una historia propia o un proyecto moral que lo identifique; nunca es un protagonista, siem­ pre es un extra de la película. Es la máxima expresión del conformis­ mo en la época científico-técnico; confiemos en los expertos y con­ formémonos con los que hay. También hay aquí una carencia de memo­ ria dado que no hay un proyecto compartido de alcance universal. Desde el punto de vista de la moral social, el pragmatismo identi­ fica el orden con la estabilidad. Una estabilidad que se logra median­ te el cálculo de los contentamientos, es decir, con la promoción social del conformismo y la adaptación. Para ello es fundamental proporcio­ nar a cada clase o grupo social lo que les gusta y agrada, buscar un equi­ librio en las satisfacciones con el fin de que las estadísticas no indiquen agresividad, desórdenes o desequilibrios en las expectativas. Es una éti­ ca segregada de una sociedad post-industrial dirigida por managers, terapeutas e ingenieros sociales; la buena gestión de las situaciones es la que permite ir gestionando los ideales. El homo ideológicas es una especie a extinguir, es un animal que ha perdido su Biblia. El lema del pragmatismo simplista no es el '‘¡sapere aude!”(¡Atrévete a pensar!), sino el “¡saperefuge!”{\Cu\áaáo con pensar!). La estabilidad del hedo­ nismo y del pragmatismo es una estabilidad ficticia porque genera con-

13. Cfr. A. C ortina , La M o r a l d e l C a m a le ó n , Espasa-Calpe, Madrid 1991

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tinuas expectativas que se plantean como privilegios (derechos) que no conllevan ningún tipo de responsabilidades (obligaciones) (14). Otra ética que está llegando y que si no es heredera directamente del pragmatismo (y que tiene con ella cierto grado de parentesto), es la que nace de la “religión civil”. Está comenzando a ser habitual que el referente moral por excelencia sea la constitución. Pero no sólo como fuente y criterio en la ordenación de la legalidad, sino como fuente y ordenación de la civilidad. Se trata de una “mística” constitucional en la que el ordenamiento jurídico es arropado por un conjunto de hábi­ tos y prácticas ciudadanas que mantienen activados los sentimientos nacionales y las emociones patrias. Cuando el consenso constitucional se desea trasladar a otros ámbitos como los culturales o los ciudadanos con el fin de crear un “sen­ tir común”,para ello no se duda en rendir culto a héroes civiles, o en ritualizar ciertas prácticas cívicas. Estos fáciles consensualistas quizá olvi­ dan que la grandeza del consenso constitucional fue plantearse como un “consenso para el disenso”. Además, estaría por ver si quienes defien­ den esta religión civil desde el control de la administración, están dis­ puestos a defenderla desde la “leal” oposición. Como han señalado pres­ tigiosos especialistas, este tipo de religiosidad es un nuevo “opio del pueblo”(15) Como respuesta a los planteamientos individualistas se ha produ­ cido una reacción comunitaria. El comunitarismo denuncia un sujeto sin raíces, sin tradiciones y sin identidades comunitariamente media­ das. La crítica al individualismo liberal no ha generado personas sino átomos que se desentienden de las tradiciones de la comunidad en la que viven. Esta defensa de las tradiciones se ha planteado por algunos tratadistas como una reivindicación moral que busca recuperar las tra­ diciones, las virtudes y los hábitos morales. En lugar de dejar todo en manos de una moral de actitudes que confiase en la liberalidad de los sujetos para la construcción de un patrimonio moral común, los defen­ sores de la ética de las virtudes quieren recuperar una moral en la que la interioridad moral se corresponda con la exterioridad vital. Es decir, los comunitaristas buscan una coherencia entre los principios que una

14. Cfr. G. Sartori, La d e m o c r a c ia d esp u é s d e l c o m u n ism o , Alianza, Madrid, 1993 15. Cfr. A C ortina , La m o ra l d e l c a m a le ó n , p. 86 ss.

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comunidad proclama teóricamente y las formas de vida en las que se concreta históricamente. Independientemente de los matices a los que cabe someter esta tra­ dición, sus propios planteamientos suponen una denuncia del emotivismo moral. Según el emotivismo denunciado por M ac I ntyre (16), el lenguaje moral se reduce a expresar sentimientos subjetivos y a inten­ tar persuadir a otros para que sientan lo mismo. Decir que algo es jus­ to no sólo es decir que esto es justo para m í y desear que también lo sea para usted, sino afirmar que puede ser justo para cualquier ser racio­ n a l El emotivismo reduce el discurso moral a un discurso persuasivo en lo que se pone el acento en el hablar. Por el contrario, los defenso­ res del comunitarismo defienden un lenguaje moral que no sólo ex-ponga preferencias, sino que ex-prese convicciones profundas. Y en esto tienen razón los comunitaristas puesto que el lenguaje no consiste úni­ camente en saber hablar, sino en tener algo que decir, y decirlo en serio, esto es, asumiendo los compromisos y las palabras dadas (17). Llevado al ámbito de la moral social el comunitarismo puede desem­ bocar en el provincianismo moral al limitar el horizonte moral al hori­ zonte de la comunidad más inmediata, olvidándose de la comunidad humana en tanto que comunidad universal. En este sentido, los defen­ sores del universalismo moral sostienen que no podemos ignorar los principios morales universales que ha alcanzado la humanidad, prin­ cipios a los que se convierten en el criterio de validez desde el que poder juzgar toda comunidad concreta. De ahí que los “hábitos del corazón” pueden ser utilizados con más habilidad para defender una moral vigen­ te que una moral válida. Partidario de un comunitarismo moderado y defensor de un huma­ nismo centrado en la persona se encontraría el personalismo comuni­ tario (18). Quienes hoy defendemos esta versión del humanismo clá­ sico nos sentimos insatisfechos con el comunitarismo no universalista

16. Cfr. Tras la v irtu d , op. cit. 17. Para un acertado planteamiento de las relaciones del comunitarismo con el indi­ vidualismo y sus posibles aplicaciones al suelo patrio, cfr. E.G. M artínez N avarro “La p o lé m ic a d e R a w ls c o n los c o m u n ita r is ta s ”, Sistema, 107 (1992), 55-72. Ver también A. C ortina , E tica sin M oral. Tecnos, Madrid, 1992 18. Ver nuestro estudio Un h u m a n is m o d e l sig lo XX: e l p e r so n a lism o . Cincel, Madrid, 1990, 2^ ed.

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y con el individualismo atomista, de ahí que andemos, como sostiene C. D íaz “corriente arriba” (19). Independientemente de que defenda­ mos un personalismo utópico-profético, dialógico o hermeneútico, par­ ticiparíamos de una defensa radical de la persona como fin en sí en un proyecto moral cuyo horizonte es un horizonte de universalidad his­ tórica. Sería esta universalidad la que haría del personalismo un pro­ yecto memorante. Esto no significa mantener acríticamente una tradi­ ción como la ofrecida en estas líneas. Para ello quizá sea preciso recu­ perar dos claúsulas a las que someter no sólo nuestras convicciones, sino las de cualquier otro: la claúsula de la tolerancia y la claúsula de la solidaridad. (20) En palabras del A. H ortal, “La claúsula de tolerancia salvaguarda de unos mínimos, sin llegar a constituir una ética de mínimos. Etica no hay sino en la medida en que uno asume responsabilidades de cara a sus semejantes y las desempeña conforme a las propias convicciones libremente asumidas. Pero para que haya ética no basta con que haya libertad. Tiene además que haber solidaridad. La claúsula de solidari­ dad exige que preguntemos a cada postura y a cada tradición qué apor­ ta y cómo contribuye al bien de los otros, de todos, especialmente de los desfavorecidos”.

19. Cfr. C o rrien te a rrib a , Encuentro, Madrid, 1985; La p e r s o n a c o m o p r e s e n c ia c o m u ­ Editorial CCS, Madrid, 1991 20. Cfr. A. H ortal, op. cit., p. 447

n ic a d a ,

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Reflexiones críticas en torno al modelo de sociedad producido por las tecnologías para la información Santiago Lorente Profesor de Sociología Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación

“¿Dónde está la vida que hemos perdido en el vivir'? ¿Dónde está la sabidu ría que hemos perdido en el conocim iento ? ¿,Dónde está el conocimiento que hemos perdido en lainformación? ¿Dónde está lainform ación que hemos perdido en los datos?



T.S.Elliot, “The Rock”.

El objetivo de este artículo es aportar algunos juicios críticos sobre el modelo de sociedad a que nos están llevando las Tecnologías para la Información. Y adviértase, desde el inicio, que por juicios críticos no se va a entender negativos o contrarios a las Tecnologías para la Información, ni tampoco favorables a las mismas. Crítica se va a enten­ der aquí en el más puro sentido etimológico (del griego “krínein”, eva­ luar, juzgar, sopesar, verbo posiblemente tomado de la cultura agríco­ la que significaba separar el grano de la paja). MARIA MOLINER, en su Diccionario, define crítica, desde el punto de vista etimológico, como “juicio formado sobre algo después de analizarlo cuidadosamente”. Difícilmente hoy nadie en sus cabales daría por bueno un análisis sociológico de la segunda mitad del siglo XV si no tuviera en cuenta el inicial pero contundente impacto que la imprenta de GUTENBERG (1454) tuvo sobre la difusión de mensajes, informaciones y conoci­ mientos. Paralelamente, y de forma análoga, hoy no cabría concebir un aná­ lisis riguroso y completo, desde el punto de vista sociológico, del últi­

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mo tramo del siglo XX que no incluyera como una (si bien no la úni­ ca) de las variables causales o explicativas más relevantes de lo que está ocurriendo a las Tecnologías para la Información. Pero no solamente en el siglo XV o en el XX. Numerosos auto­ res, en lo que constituye ya un lugar común de la literatura especia­ lizada, han mostrado y demostrado la permanente interrelación entre Tecnología y Sociedad, y cómo ésta puede explicarse e interpretar­ se justamente a partir de los sucesos tecnológicos(l). El propio ORTEGA Y GASSET, a quien nadie podrá tachar de estrafalario, esta­ ba permanentemente preocupado por el papel de la técnica y de los técnicos, como lo demuestra, por ejemplo, su libro “Meditación de la Técnica”(2). Las herramientas tecnológicas siempre generan filias y fobias. Y grandes. Entre los primeros se puede citar a JAMES MARTIN(3), JONEHI MASUDA y su “Computopía”(4) y otros muchos para quie­ nes las Tecnologías para la Información son algo así como la pana­ cea para todo. Entre las fobias caba citar, sobre todo, el conocido ejem­ plo de los luditas. Éstos eran bandas de obreros británicos que, des­ de 1811 a 1818 se organizaron para destruir máquinas, a las que acu­ saban de provocar el paro forzoso. El movimiento ludita, originario de Nottingham, causó estragos en la industria de géneros de punto en Inglaterra septentrional y oriental. Estas bandas seguían a un per­ turbado llamado NED LUDD, de Leicestershire quien, según parece, destruyó en 1779 una serie de máquinas (“selfactinas” o telares “auto­ máticos” -para su época-). Hacia 1818 el movimiento se desintegró cuando el descontento social se canalizó hacia el radicalismo políti­ co. En España, este movimiento se inició años después (en los años 20) en Campodrón, Alcoy, y tuvo especial virulencia en Cataluña, don­ de en 1835 fue quemada la fábrica Bonaplata y en 1855 fueron des-

1 L f.w is M um fo rd , T é cn ica y C iv iliz a c ió n . h \i 2in z 2i, 1987. (Edición original. Harcourt, Brace & World, Incx. 1934). Ver también Santiago Lorente , E lectro-T ecn ologías y E lectroG ente, Base de Datos de FUNDESCO. 1986 2 J. O rtega y G asset M e d ita c ió n d e la T écn ica , Colección Austral Espasa Calpe 1965. 3 J ames M artin La S o c ie d a d In te r c o n e c ta d a , Madrid FUNDESCO TECNOS 1980. 4 JONEHi M asuda L a S o c ie d a d in fo r m a tiz a d a c o m o S o c ie d a d P o st-id u stria l, Madrid FUNDESCO/Tecnos 1984.

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truídas las selfactinas(5). Consecuentemente, por “ludismo” se entien­ de toda reacción primitiva y espontánea contra el uso de la máquina y el progreso que representaba la industrialización. Pero es igualmente cierto que no todo era salvajismo. El movimiento Indita es un fenó­ meno más complejo en el que la máquina es vista como competidor, por lo que surge cuando se hace una aplicación muy clespersonalizada y rígida de la legislación laboral, lo cual permitía al patrono todo tipo de abusos y arbitrariedades, propias de la revolución industrial y del sistema capitalista(6). Otros autores prefieren hablar de cierto dualismo, como JULIAN MARIAS, en su libro “Cara y Cruz de la Electrónica”!?), y EREDERICHS y SCHAAE, en su Informe al Club de Roma, titulado “Microelectrónica y Sociedad, para Bien y para Mal”(8), en el sentido de que ni todo es bueno, ni todo es malo en las Tecnologías para la Información. Evidentemente que esta postura ecléctica es siempre acertada. Según ADOLEO CASTILLA(9) existen tres perspectivas sobre la naturaleza de las Tecnologías para la Información: la continuista, la transformistay laestructuralista. Según la primera, las Tecnologías para la Información suponen simplemente un estadio actual del largo y continuado proceso de desarrollo de la capacidad tecnológica del ser humano. Reclamar para ellas el carácter de “revolucionarias” es exce­ sivo. La velocidad de difusión de estas tecnologías es y lo será más, mucho más lento de lo que indican las diversas partes implicadas. Habrá con seguridad muchos errores, fallos, y experiencias desmora­ lizadoras.

^Cf Diccionario Larouse “Luditas” I saac A simov C ro n o lo g ía d e los D e sc u b rim ie n to s, Ariel Ciencia 1990, p. 317. N er Historia Universal, Vol. VIII, Europa y Norteamérica s. XIX, Salvat. 1980, pp. 86­ 87. Para una discusión más de la relación entre tecnología y sociedad en ese momento ver Mumford Op. cit. cap. 4, La fase paleotécnica pp. 171-232. ^Madrid Espasa Calpe 1985. Hay que decir por cierto que el autor tan competente en otos terrenos muestra en este libro una sustancial carencia de conocimiento del objeto que está evaluando ^Editorial Alhambra, 1982. '^"Impactos en la Sociedad y su Evaluación: La Cultura, la Empresa y el Nuevo Orden Mundial”, en Sociedad de la Información: 1992, ¿Un año de inflexión?, SIMO, 16 de noviembre de 1992, pp. 120-121.

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Según la perspectiva transformista, las Tecnologías para la Información constituyen una revolución tecnológica de gran impor­ tancia, basada en la capacidad sinérgica y en el rapidísimo y sin pre­ cedente avance en los ordenadores y en las telecomunicaciones. Los efectos producidos por demostraciones positivas y por el éxito de muchas de sus aplicaciones en la resolución de nuevas necesidades eco­ nómicas y sociales producirá una rápida difusión de estas tecnologías y una creciente adaptación en las organizaciones a ellas. Por fin, según la perspectiva estructuralista, las Tecnologías para la Información tienen implicaciones revolucionarias para la estructu­ ra económica y social, y pueden llevar al rediseño de muchas áreas de actividad en la sociedad humana. La difusión de las Tecnologías para la Información será desigual por ciertos países y sectores, respondiendo a ellas mejor que otras en la capitalización de su potencial. La postura que se mantiene en el presente artículo es fundamen­ talmente (aunque no exclusivamente) la última, esto es, la estructuralista. Las Tecnologías para la Información están aquí, de manera muy sólida, más de lo que sospechamos, y están contribuyendo de forma muy esencial a moldear la sociedad actual en prácticamente todos los ámbitos, tanto económicos, como políticos y sociales, aunque mues­ tran lagunas importantes, como se comentará al final del artículo.

DEFINICION Y AMBITO DE LAS TECNOLOGIAS PARA LA INFORMACION Parece preciso, en este momento, definirlas brevemente con obje­ to de que escritor y lectores tengamos una unívoca conceptualización de las mismas. Las (mal llamadas) “Nuevas Tecnologías” incluyen los recientes hallazgos científicos y aplicaciones tecnológicas en los cam­ pos de la electrónica y fotónica (y sus derivadas de Telecomunicaciones e Informática), la biotecnología, los nuevos materiales (fibras de car­ bono, nuevos polímeros, cerámicas especiales) y las energías renova­ bles^^. Son mal llamadas “nuevas”, porque este adjetivo es relativo al

M anuel Castells et

al., El D e sa fío T ecn o ló g ic o y la s N u e v a s T ecn ologías, Madrid,

Alianza, 1986, pp. 23-76 .

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tiempo, y el tiempo es relativo, con lo que nunca se sabe cuándo dejan de ser nuevas. Sin embargo, hay que reconocer que el uso social así las denomina, por más que incluso los sectores cultos no sepan exac­ tamente cuál es su ámbito. Las Tecnologías para la Información constituyen una parcela de las Nuevas Tecnologías y son unos peculiares y complejos modos hum anos o procesos de hacer cosas con los mensajes, la información y el conocimiento, que son básicamente los de la captación, transpor­ te, almacenaje, procesado y difusión, y que se sustentan sobre la posi­ bilidad técnica de manipular como herramienta el electrón, la onda radio-eléctrica y el fotón (lo que constituye el objeto de la microelec­ trónica y la fotónica). Los soportes en los que se basan son tanto físi­ cos (“hardware” o “cacharrería”) como lógicos (“software” o ideas o programas). Sus manifestaciones visibles son la Micro-electrónica, las Telecomunicaciones, las Informáticas (son muy variadas en sus pará­ metros) y el Audio-visual o multimedia. Son tecnologías porque inclu­ yen simultáneamente m odos hum anos soportados por herramien­ tas. Cada sector tecnológico se especializa en una fase de este proce­ so: las telecomunicaciones, en transportar; la informática, en almace­ nar y tratar; los medios de comunicación y el audio-visual, en difundir. Aunque stricto sensu aquí no se incluya, hay que reconocer que la robótica es también tecnología para la información en cuanto que un robot capta una información, la procesa, y actúa consecuentemente según el programa almacenado. Pero de toda esta sincrética definición, en donde tantas y tan­ tas cosas se han agolpado inmisericordemente, lo más importante a retener es la preposición “para”, con lo cual se quiere subrayar el carácter instrumental, e incluso vicario, de las herramientas frente a la información en el sentido humano antes expresado. Son, pues. Tecnologías para la Información y no de la Información por cuan­ to hay que considerarlas como simples herramientas, como instan­ cias vicarias, respecto a lo único importante que es la información y el conocimiento. De ahí que a lo largo de todo este artículo se las denomine Tecnologías para la Inform ación. La información es lo único humano y lo que la humanidad ha sabido hacer, en verdad, desde los albores de su existencia en las estepas africanas. Se ha usa­ do el tam-tam, el humo, las banderas, se usan los semáforos, los faros, los apretones de manos, los besos, las palmadas en la espalda... sig­ nos y símbolos, en fin, para hacer cosas con la información: para cap­

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tarla, para transportarla, para almacenarla, para procesarla y para difundirla y comunicarla. La modulación del electrón y del fotón se han unido, sólo muy recientemente en la historia de la humanidad (en telefonía, desde 1876, en informática, desde 1946) a la lista inmensa de los signos para facilitar el trabajo del tratamiento de la información. Aún hoy se siguen mezclando las herramientas electrofotónicas con las tradicionales: seguimos leyendo libros, seguimos teniendo reuniones de trabajo y familiares, se siguen distribuyendo periódicos, se siguen aparcando aviones con ayuda de unas bande­ rolas, se siguen haciendo guiños al jugar al mus, se guardan y trans­ miten mensajes en los omnipresentes papelitos amarillos “Post-it”, y hablando de “amarillos”, se siguen consultando teléfonos profesio­ nales en las páginas amarillas de todas las Telefónicas del mundo..., y en un valle de Asturias todavía los campesinos pliegan con distin­ tos patrones una sábana para enviar mensajes a sus esposas que están en el pueblo en lo alto del cerro, y hasta hace muy poco, los reyes españoles, en sus palacios de Aranjuez, recibían mensajes que les eran mandados por el telégrafo óptico que arrancaba del templete de la Puerta del Sol de Madrid (tantas veces visto en Televisión los finales de año), en el cual se controlaba el movimiento de una bola para codificar el mensaje. MORSE, en vez de una bola, recurrió al pun­ to y a la raya metidos en un circuito eléctrico. Está claro que lo que importa es la información, y no tanto las herramientas con las que se hace algo con la información. La revolu ción de la in form ación tiene que ver con el carác­ ter “súbito” con que estas herramientas se han desarrollado (vál­ vula, diodo, transistor, chip, microprocesador..., todo ello cada vez más integrado y por tanto más potente a igualdad de dimensión) y en su subsiguiente capacidad para procesar números (cantida­ des), letras (textos), imágenes (estáticas y dinámicas) y voz (y soni­ dos en general). Sociedad de la información, pues, y revolución de la información son descripciones coloquiales de una sociedad con unas peculiares características y con un proceso de cambio acelerado. La tesis, hoy incontrovertida, es que estos peculiares y complejos modos humanos, soportados por técnicas específicas, han provocado un salto gigante, tanto cuantitativo como cualitativo, en la capacidad del ser humano para hacer cosas con los mensajes, la información y el conocimiento.

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CONFUSION EN TORNO A LA INFORMACION” Cuando se habla de Tecnologías para la Inform ación surge, de inmediato, un conjunto de acepciones que contribuyen a crear confu­ sión. De ahí que sea importante dedicar unas líneas a su esclarecimiento. Desde distintas disciplinas se usan distintas acepciones. Ciencias de la Información, para los periodistas. Los ñlósofos hablan de información como parte integrante del conocimiento(ll)) Para los matemáticos (SHANNON, principalmente), la información constituye la base de toda una teoría, como lo es para la cibernética(l2). Lo importante es entender que en el lenguaje coloquial se mez­ cla todo. Por información se malentiende los datos y mensajes, que son los elementos básicos de la estructura informadonal. Un conjunto de datos y mensajes puede formar una información. A su vez, la infor­ mación, en cuanto entendida y asimilada por el ser humano, e inte­ grada en el resto de sus informaciones bajo una cierta estructura lógi­ ca, se convierte en conocimiento o saber. El culmen del saber lo cons­ tituye la filosofía, el logos. “Sin la materia, nada existe; sin la energía, nada sucede; sin la información, nada tiene sentido’TB). Aquí se pue­ de releer con provecho los versos de T.S. ELLIOT citados al principio del artículo. Por qué se ha hecho esta breve disgresión en torno a lo que es la información, se verá justiñcado a lo largo del artículo. En resumen, se puede adelantar que lo que estas tecnologías están haciendo es hacer que lo que la humanidad ha hecho siempre, lo haga ahora con una nota­ ble mayor rapidez, una notable mayor capacidad y para un notable mayor núm ero de beneficiarios. La humanidad, ya lo hemos dicho, siempre ha captado, transportado, almacenado, procesado y difundido información, pero jamás lo ha hecho con la rapidez, capa­ cidad y beneñcio con que lo hace ahora merced al recurso de las posi­ bilidades de cambio de estado del electrón, la onda radio-eléctrica y el fotón. Pero aún queda mucho camino por recorrer.

^^Nuria Amat, D e la In fo rm a c ió n a l Saber. FUNDESCO, 1990. ^^Norbert W iener, C ib ern ética , Madrid, Guadiana, 1971.

^^1984 Program on Information Resources Policy, Han/ard University. Citado en A nthony G. O etting ,. “The In fo rm a tio n E vo lu tio n : B iiild in g B lo ck s a n d B u rstin g B u n d le s ”,

Harvard University, p.5.

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Desde el punto de vista sociológico, esto se llama “Sociedad de la Información”. ¿Qué se entiende por ella? Unas coordenadas concretas, de tiempo y espacios sociales, en que parece que se da una habilidad especial para captar, transportar, procesar y difundir mensajes de todo tipo, pero fundamentalmente mediante al recurso de estas técnicas electrofotónicas mencionadas. Parece como si las redes de Teleco­ municaciones, operativas desde 1844 con el telégrafo, y desde 1876 con el teléfono, y los ordenadores, en explotación desde 1946, se fusiona­ ran para realizar una fenomenal cerebración de los procesos hum a­ nos que aquí denomino con el neologismo de “M entefactura”. El cua­ dro adjunto presenta sucintamente cómo se articulan los distintos sec­ tores económicos en relación con la información y el papel predomi­ nante que, cada vez más, están teniendo las tecnologías para la Información. En los sectores primario y secundario (agricultura, ganadería, pes­ ca, minería, industria y construcción), las materias primas, mediante el

SECTORES ECONOMICOS E INFORMACION LA -MENTEFACTURA"

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proceso de manufactura, con la intervención del capital y del trabajo, se convierten en productos. En el sector clásico de servicios (el tercia­ rio), la información se procesa con inteligencia para ofrecer semcios (transporte, hostelería, banca...). No hay ya manufactura, sino traba­ jos de agregación de datos para ofrecer información. Pero los autores^^ hablan ya de un sector cuaternario, en el que la información bru­ ta (los mensajes, los datos) es “mentefacturada conjuntamente” por personas y por las Tecnologías para la Información, para a partir de ahí ofrecer información un grado más agregada y, en muchas ocasio­ nes, incluso “conocimiento” (como se verá después, caso de los siste­ mas expertos). Esta elaboración de información se convierte tanto en un producto como en un servicio, y está siendo cada vez más solicita­ da, y por la que se están pagando cada vez más ingentes cantidades de dinero. Captar, transportar, almacenar, procesar y difundir infor­ mación se está convirtiendo, efectivamente, en un buen negocio.

PRINCIPALES EFECTOS DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION SOBRE LOS INDIVIDUOS En la segunda parte del artículo se va a hacer un sucinto repaso a lo que son los principales efectos de las Tecnologías para la Información. Para empezar, lo que los españoles dicen saber de las Tecnologías para la Información sigue teniendo unas connotaciones electrónicas, informáticas, médicas y lúdicas, pero no telecomunicacionales o informacionales(15) Se trata de un conocimiento fragmen­ tado, limitado, aunque suficientemente veraz. La valoración de la socie­ dad española respecto a las Tecnologías para la Información es des-

(14) Ver, entre otros muchos autores, Y onehi M asuda , o p . cit ., y D aniel B ell , El A d v e n a m ie n to d e la S o c ie d a d In d u stria l, Madrid, Alianza, 1986 (versión original, 1973). (15) Ver DATA, S.A., E s tu d io C o r r ie n te s S o c io -C u ltu r a le s, 1984; FUNDESCO, R e c e p tiv id a d a n te la s N u e v a s T ecn o lo g ía s d e la In fo rm a c ió n y D e m a n d a P o te n c ia l d e N u evo s Servicios, Informe elaborado por lOPE-ETMAR, 1984: STOETZEL, ¿ Q u é p e n s a ­ m os los EuropeosF Tá. Mapire, 1984: EL PAIS, E n c u esta In te r n a c io n a l 30-mayo-1985, pp. 8-9‘. E stu d io G e n e r a l d e M edios, diversas oleadas; Santiago L o ren te , “Las N u eva s T ecn o lo g ía s v ista s d e s d e la S o c ie d a d ”, en Documentación Social, n° ó5, OctubreNoviembre 1986, pp. 55-68; Fundación GIRES. “Actitudes ante la Ciencia y la Tecnología”, marzo 1992, en La R e a lid a d S o c ia l en E sp a ñ a , 1 9 9 1 -1 9 9 2 , pp. SlC N T ó.

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proporcionalmente alta: se observa toda una connotación mental de progreso, de modernidad, de bienestar, aunque se las asocia con des­ humanización y control por parte del Estado, y causantes de desem­ pleo, tema especialmente sensible en los últimos años. Si es cierto, como parece, que las Tecnologías para la Información van a influir en prácticamente todos los ámbitos de la vida social, la sociedad española parece de momento poco consciente. ¿Dónde están, y cómo se pueden valorar los efectos de las Tecnologías para la Información en la sociedad? Evidentemente, men­ cionar dónde están los impactos es relativamente sencillo. Valorarlo depende de los juicios de valor que el autor posea. De ahí que esta segunda parte implique una toma de postura pública de los valores del autor, y es esto lo que se va a hacer aquí(l6).

A b o lic ió n d e F r o n te r a s La construcción relativamente reciente de las Naciones Estado en la humanidad, con unas fronteras bien deñnidas, y con soñsticados medios de defensa militar para defender el territorio, se han visto súbi­ tamente sacudidas por las Tecnologías para la Información. Efectivamente, las fronteras físicas asisten impasibles al paso febril, tan­ to legal como en ocasiones fraudulento, de eletrones y ondas radioeléctricas. Me LUHAN fue el que introdujo el concepto de la “Aldea Global’’(17) como unidad tribal de la especie humana, y fue el premo­ nitor de la destrucción de las fronteras por mor de las Tecnologías para la Información. Nótese que lo que discurre por las ondas y los cables son mensajes, en ocasiones neutrales (por ejemplo, conversaciones entre familiares la noche de Navidad), pero en otras ocasiones son flu-

(16) Para la relación de los efectos, se va a seguir fundamentalmente el esquema del trabajo de J erem y M itchell y L o ved ay M urley (eds.), The I n fo rm a tio n Society, A S tra te g y f o r C o n su m ers, Report to the World Consumer Report to the Wold Consumer Congress, Bangkok, diciembre 1984, así como la publicación del SIMO, ya citada. (17) M arshal M cL u h an , U n d e r sta n d in g M e d ia : The E x te n sio n s o f M a m , Toronto: University of Toronto Press, 1962.

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jos de informaciones financieras, militares y políticas que hacen del ser humano un auténtico títere en manos de los nuevos poderes. Además, es paradójico observar cómo se han dado dos tendencias dia­ metralmente distintas: a mayor mptura de fronteras, mayor sentimiento nacionalista, con lo que resulta, efectivamente, problemático consta­ tar que las Tecnologías para la Información hayan supuesto ningún avance de fraternidad en esta tribal especie humana que, por ejem­ plo, por interferir el espacio aéreo entonces soviético, fue capaz de derrumbar un Jumbo y matar a más de 500 pasajeros coreanos, o a ase­ sinar a 799 personas, como ha hecho ETA hasta el 19 de Octubre de 1993, por motivos de feroz nacionalismo.

F a lta d e p r i v a c i d a d d e l in d iv id u o

GEORGE ORWELL, autor británico nacido en la India, escribió en 1949 su famosa novela “1984”, de carácter anticipatorio, en la que dibu­

ja un desesperado cuadro del futuro de la humanidad, prisionera de las formas totalitarias del Estado. En ella crea el perfil del “Big Brother”, ese gran y ominoso “hermano mayor Estado” que ejerce una omnipo­ tente acción controladora de los individuos. ORWELL sigue así, de algún modo, la tradición del Leviatán o estado todopoderoso que postuló, cua­ trocientos años antes, el filósofo también británico THOMAS HOBBES. Para muchos —este autor que escribe incluido—, los paradigmas de HOBBES y ORWELL son potenciados mediante el control que las modernas Tecnologías para la Información ejercen sobre los indivi­ duos. Cuanto más moderno y tecnificado es un Estado, más informa­ ción sobre cada ciudadano dispone en los ficheros de su Administración pública. Piénsese lo que un Ministerio de Hacienda de cualquier país desarrollado sabe sobre cada individuo, y piénsese lo que va a saber, dentro de muy poco, sobre temas de salud, incluidos hábitos sexua­ les, por ejemplo, una vez que los ficheros informáticos empiecen a fun­ cionar. Pero no es solamente los macro-ficheros de los Estados. Piénsese también en los ingentes ficheros de los grandes bancos donde los datos sobre la economía de los individuos bailan un loco baile electrónico (los grandes discos de los grandes ordenadores están permanentemente

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girando) de donde los magnates de la banca extraen, para opresión más que para ayuda, como se está viendo- de sus clientes, las infor­ maciones que estas máquinas transforman en acertadísimo conoci­ miento sobre los mismos. Concesión de préstamos, tipificación de clien­ tes y tantas otras acciones son llevadas a cabo por los bancos en fun­ ción de la información que disponen de nosotros. La gran conquista que supuso salir del control del pequeño entorno rural para disfrutar del anonimato urbano se ha roto en añicos, gracias al control que las Tecnologías para la Información ejercen sobre nosotros.

I m p a c to en lo s m o d e lo s d e e m p le o Toda nueva tecnología (recuérdese que esto significa toda forma humana de hacer cosas mediante el uso de herramientas) desplaza, por definición, a las anteriores formas humanas de hacer cosas. Cada nue­ va generación de “hacer cosas” se entiende que cambia en el sentido de una mayor eficacia, con unas herramientas más adecuadas. Piénsese en los millones de esclavos que desplazó la rueda, en los cientos de amanuenses que desplazó la imprenta, en los miles de proveedores de paja para los caballos de las diligencias con la aparición del automó­ vil. Es, admítase, un hecho consustancial con el devenir (no sabemos si con el progreso, en el sentido de “mejora”) de la especie humana. Consecuentemente, afirmar que las Tecnologías para la Información desplazan empleo no es sino afirmar un gran, inmenso y vulgar lugar común. El modelo del impacto de las Tecnologías para la Información sobre el empleo ha sido ya suficientemente estudiado. SCHAAE^^ lo inició hace más de una década, y numerosos autores han continuado la labor^^. Según todos los indicios, las Tecnologías para la Información han des­ plazado inicialmente un gran contingente de empleo administrativo, pero a medio plazo están demandando un nuevo tipo de empleo, aun(18) Op. cit.. pp. 275-284. (19) Primeras Jomadas de Investigación sobre las Relaciones entre Ciencia, Tecnología, Economía y Sociedad (RICTES), San Lorenzo de El Escorial, 14-15 Octubre 1991 . Ver también OCDE y Ministerio de Industria y Energía. La M ic ro e le c tró n ic a , la R o b ó tic a y el E m pleo, 1 9 8 5 .

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que más cualificado. El drama parece estar en un doble plano: pri­ mero, en la incapacidad de reciclar a un gran número de trabajadores, por lo que se convierten, en acertada expresión de SCHAAF, en “inocupables”; segundo, en la incapacidad del sistema educativo form al, de éste y de casi todos los países, en proveer el caudal de conocimientos y expertías necesarias para cubrir los huecos (los “nichos”, como se llaman ahora por una mala traducción del inglés) de mercado de tra­ bajo que desesperadamente están demandando las Tecnologías para la Información, tanto en materia de soporte físico como de soporte lógi­ co, y que se caracterizan por una más que notable cualiñcación y complejización. El primero de los dramas, el de los inocupables, tiene una evidente derivada moral: ¿qué hacer con ellos? Pues bien, el sistema (político, social, económico y, consecuentemente, moral) de cada cul­ tura da una solución de acuerdo a sus valores. Occidente, hasta el adve­ nimiento de la “crisis” actual, proveyó una solución técnica eficaz, aun­ que humanamente insolidaria: dar dinero (de malísima gana) al Estado, para que éste subvenga a los inocupables. Otras culturas, como la japo­ nesa —en la cual el paro encubierto es el más alto del mundo, senci­ llamente porque es la sociedad que más ha introducido de golpe las Tecnologías para la Información— solucionan el problema mediante el valor social de “compromiso permanente de la empresa con el tra­ bajador”. En Japón se da una especie de maridaje fidelísimo entre la empresa y trabajador, y ninguna parte es infiel a la otra de por vida. Aunque el trabajador no tenga nada que hacer sustantivo, se le man­ tiene en la empresa. Con el transcurso de la crisis actual, todo hace pensar que Occidente no sólo va a mantener su actitud insolidaria (pues nunca la tuvo solidaria), sino que va a dar al traste con su solución de eficacia: el subsidio al desempleo, para llegar al más rabioso “laissez-faire, laissez-passer”. Por su lado, los sistemas educativos formales no parece que estén reaccionando con la premura suficiente como para abordar los retos de demanda de empleos que las Tecnologías para la Información están generando. Las carreras universitarias siguen siendo, en Europa, y mucho más en los países mediterráneos, demasiado largas, demasia­ do “eruditas”, y el alumno se pudre consumiendo los mejores momen­ tos de su vida en las tareas de adquisición de conocimientos sin una directa utilidad a las demandas reales del mercado. Por otro lado, en la enseñanza media se les enseña a los alumnos más ciencia que tec­

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nología, y nada, o casi nada, de lo que son y lo que están haciendo las Tecnologías para la Información en la sociedad actual. El reto es, pues, para las empresas. ¿Qué papel les cabe, cuando los Estados fallan? Claramente, el de reconvertirse ellas también. Se han de dar cuenta que la variable que realmente explica el desarrollo eco­ nómico y el mayor (no sabemos si “pleno”) empleo es la formación. Si el Estado no lo hace, alguien lo tendrá que hacer. Aquí tienen las empre­ sas una ocasión de oro para demostrar que su objetivo no es únicamente el lucro, por lícito que éste sea, sino también el bien colectivo, aun­ que no sea más que por egoísmo: si no hay bien colectivo, como se está demostrando, tampoco hay bien particular (ni a nivel empresa, ni a nivel familia). Muerto el comunismo, y bien muerto está —descanse en paz—, un nuevo fogonazo ha explosionado en el mundo: ¡viva el capitalismo! Con dos años de fervor capitalista, ahí están los desastrosos resultados. Es obvio que hoy, más que en el mayo del 68, hace falta buscar vías alternativas. Las Tecnologías para la Información aparecen ante muchos como los auténticos chivos expiatorios... para acallar las conciencias de individuos, empresas y Estados.

E l d e c re m e n to — v ir tu a l a n u la c ió n



d e l f a c t o r d is ta n c ia

Uno de los componentes fundamentales de las Tecnologías para la Información, y el más antiguo históricamente, es el de las teleco­ municaciones. El telégrafo y, sobre todo, el teléfono después. Éste, con sólo siglo y medio, ha logrado instalarse en el planeta como una de las técnicas (y tecnologías) más gigantes, más potentes y, al mismo tiem­ po, más sencillas y amigables: una persona, incluso sin formación, con sólo un dedo, pulsando secuencialmente doce pequeños botones, pue­ de en segundos establecer comunicación de voz, datos —^y muy pron­ to de imagen— con sus antípodas, dando media vuelta al mundo, haciendo cabalgar a su voz en forma de electrones, ondas y fotones por líneas de cobre o por cables de fibra óptica —subterráneos, aéreos y submarinos—, por microondas aéreas entre repetidores o entre satélites y antenas terrenales, pasando por decenas de centrales de conmutación mecánicas, electromecánicas o electrónicas. Toda una ingente, inconmensurable y gigantesca malla de complejidad al servi­ cio de lo más simple y bellamente humano: el comunicarse. ¿Se atre‘ verá alguien, que no esté demente, a levantar la voz contra lo que es.

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I6l blemente, el más hermoso de los hallazgos técnicos humanos?(20). Las redes telefónicas son, ante todo, redes sociales, como bellamente las califican WELLMAN y WORTLEY(21). Las Telecomunicaciones, además de potenciar la comunicación, potencian la actividad. Hoy el decremento y virtual desaparición del factor distancia está haciendo que casi todo se pueda hacer o gestio­ nar a distancia. El tele-banco (los cajeros, los sistemas de recuperación de información para el cliente...) son ya una realidad tecnológica tan asentada como lo pueda ser el coche o el frigrorífico. El tele-traba­ jo, o trabajo fuera del lugar tradicional (en casa, en centros especializa­ dos...) está empezando a ofrecer posibilidades reales que cuajarán, sólo para ciertas profesiones o actividades, a corto plazo. Varias comunidades de monjas de clausura de España trabajan para bancos introduciendo datos en los terminales de los grandes ordenadores, terminales que están, obviamente, detrás de las rejas de los conventos. Las empresas de radio-taxi de Estocolmo están todas fuera de la ciudad, a una dis­ tancia no menor de 50 Kms. El futuro, recuérdese, va a dar mucho que hablar del tele-trabajo, por más que los luditas actuales, lobos con piel de cordero, se empeñen en sacar a la luz sólo las desventajas del mis­ mo. Y hablando de otras experiencias de rotura de distancias, un robot ha operado ya, con éxito, manipulado desde Italia por un médico, a un cerdo en California, a través de las líneas telefónicas. Y los últimos premios Nobel de Eísica lo han sido por detectar radiaciones a 15.000 años-luz. Un último ejemplo de rotura de distancias (y por tanto, de pre­ sencias) merece la pena ser analizado: una parte de las líneas 903, las eróticas (o calientes o rosas) y las “party-line” (o de reunión telefóni­ ca). Por motivos conocidos, y comprensibles, fueron suprimidas, y hoy se podrá acceder a ellas sólo previo consentimiento del abonado. El discurso social que ha emergido ha sido probablemente erróneo, esto es, el de culpar a las Telecomunicaciones (y a Telefónica) por ello. Más bien habría que hipotetizar si no es la urbe, y su capacidad de generar soledad, la verdadera causante de la necesidad de contactos y compa-

(20) Ver Santiago Lorente y T eodor o H ernández , “S o c io lo g ía d e la s en Telos, n° 22, Junio-agosto 1990, pp. 105-111. (21) W. W ellmann, y S. W ortley, “H ow Telephone Networks keep Social Networks Going”. American sociological Asociation, 1909T e le c o m u n ic a c io n e s ”,

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162

ñía, incluso sexual. No hay que confundir el síndrome con el síntoma, y sobre todo con los remedios. Un remedio orientado a paliar un sín­ toma no resuelve el problema del síndrome de la soledad.

A c tiv id a d e c o n ó m ic a y T e c n o lo g ía s p a r a la I n fo rm a c ió n Los datos, los mensajes, la información y el conocimiento, cuanto mejor ordenados, mejor clasificados, más adaptados a las necesidades, mejor y más rápidamente transportados y difundidos, adquieren un valor añadido que empieza a ser evaluado en términos macroeconómicos, por lo que la información tiene una creciente importancia en el PNB de los países. La información (para englobar desde los datos hasta el conocimiento) empieza, pues, a ser concebida como un pro­ ducto, como una mercancía, además de como un servicio, por el que se pagan ingentes cantidades de dinero. El asunto está en que la mani­ pulación de ella se ve notabilísimamente optimizada mediante el recur­ so a las Tecnologías para la Información, por lo que éstas se están con­ virtiendo, a su vez, en elementos estratégicos de las economías de los países. Quizá el ejemplo más paradigmático del poder de la información mediante el uso intensivo y extensivo de las Tecnologías para la Información lo tengamos en los modernos especuladores. En la hora de intervalo que transcurre desde el cierre de la Bolsa de Nueva York y la apertura de la de Tokyo, los grandes, y pocos, especuladores se reúnen frenéticamente, delante de potentes ordenadores unidos a inter­ nacionales líneas telefónicas, para captar datos, procesarlos y tomar decisiones. ¿Qué decisiones? Todos las estamos padeciendo, inclui­ dos los Estados. Las recientes convulsiones monetarias han sido posi­ bles por existir la telemática. Digamos aquí lo de las líneas eróticas: las Tecnologías para la Información están potenciando, amplificando, las grandes realidades humanas, sea la de la necesidad de la comuni­ cación íntima, sea la de la especulación. “Nihil novum sub solé”, excep­ to que con mayor eficacia y rapidez. Dentro de la actividad económica ejercida a través de las Tecnologías para la Información, conviene citar también los actuales sistemas de dinero, crédito y pago. El dinero de monedas simbólicas

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163

(esto es, sin valor facial) y de billetes desplazó hace mucho a las mone­ das de valor real, y éstas al trueque. Pero, a su vez, el dinero “electró­ nico” está desplazando a las monedas y a los billetes. El dinero es hoy, cada vez más, una parte transacción conceptual, espiritual, abstracta­ mente vestida de electrones, fotones y ondas radio-eléctricas, registros fríos de bits y bytes. El dinero es aquello en que se han convertido las economías de los países: potentísim as ideas. Y son estas ideas las que son inmensamente mejor manipuladas con las Tecnologías para la infor­ mación.

B ie n v e n id a s la s T ecn o lo g ía s p a r a la In fo rm a c ió n , p a r a la SO'lad En medicina, de todos los notables progresos en la detección de enfermedades mediante las Tecnologías para la información, tales como scanners, resonancia magnética, y hasta los ya clásicos y tradicionales (¡en qué poco tiempo una moderna Tecnología para la Información se ha hecho tradicional!) rayos X. También es preciso mencionar los innu­ merables “sistemas expertos en medicina” o programas que asisten al experto (al médico) a tomar decisiones en base a muchos datos. Hay que decir que todas las encuestras realizadas en nuestro país y en otro apuntan a la medicina como uno de los lugares de mayor beneficio y aceptación social de las Tecnologías para la Información (22). Pero también hay que señalar que las Tecnologías para la Información son uno de los factores que más han contribuido (si bien no las únicas) en lo que AMANDO DE MIGUEL llamó la “revolución silenciosa de la medicina”. Hacia el primer tercio del siglo XIX la huma­ nidad, en millón y medio de años aproximadamente de existencia sobre el planeta, había logrado superar la cota de los mil millones de habi­ tantes. En sólo 150 años, se ha multiplicado por casi seis: somos cerca de 6.000 millones sobre el planeta. Este milagro se debe a una serie de factores (invención de sulfamidas, antibióticos, asistencia sanitaria...), pero tam bién a la introducción de las tecnologías para la Información, sobre todo en el plano de la detección de enfermedades. El milagro ha consistido en reducir drásticamente los ratios de defunciones, por lo

(22) Ver nota 15 sobre la bibliografia sobre la que este aserto descansa

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164

que, a igualdad de nacim ientos, ha crecido exponencialmente el número de habitantes. Independientemente del discurso (falso) sobre la capacidad de alimentos del planeta, es evidente, como prim er coro­ lario de esta explosión demográfica el inconmensurable crecim ien­ to de com plejidad de los procesos humanos, complejidad que sólo es posible controlar a duras penas con las Tecnologías para la Información. Se da, pues, un conocido sistema realimentado entre com­ plejidad y Tecnologías para la Información: éstas cooperan en incre­ mentar la complejidad sólo puede ser razonablemente acotada median­ te la implantación y la complejidad de las Tecnologías para la Información. D e fe n s a y O fe n sa M ilita r con T e c n o lo g ía s p a r a la In fo rm a c ió n , La industria y la actividad de la defensa y la ofensa militar están haciendo uso intensivo y extensivo de la información y de las posibi­ lidades de rápida comunicación de las Tecnologías para la Información para hacer notables avances. Desde el radar, invento claramente bus­ cado en el entorno militar durante la II Guerra Mundial (aunque hoy se usa más para la paz que para la guerra), cantidad de innovaciones ofensivas y defensivas se ven notablemente beneficiadas por las Tecnologías para la Información: cohetes teledirigidos, satélites de comunicaciones, aviones con visión nocturna, simulación asistida por ordenador... La aplicación de estas Tecnologías para la Información ha expli­ cado, en fuerte medida, el éxito fulgurante de la Guerra de las Malvinas y el no menor de la Guerra del Golfo. Las aplicaciones de las Tecnologías para la Información a la ofen­ sa y a la defensa militar son las que m enos consideración social tie­ nen en el mundo, y sobre todo en España, como lo demuestran las encuestas varias veces citadas ya anteriormente. E l H o g a r y la s T e c n o lo g ía s p a r a la In fo rm a c ió n , e s p e c ia lm e n te e l o c io Por último, hay que decir que, entre los principales efectos de las Tecnologías para la Información en la sociedad hay que citar, en el ámbi­

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l6 5

to doméstico, el ocio y tiempo libre. El hogar —incluido el español— empieza a ser ya un lugar de concentración informo-tecnológica: el telé­ fono (presente ya en un 77.5% de los hogares), el PC (en un 93%), el vídeo (en un 48.7%), la vídeo-cámara (en un 53%) y, sobre todo, el tele­ visor en color y con telemando en un 99.2%) constituyen ya una reali­ dad incontestable del notable papel que, casi sólo para el ocio (y ocio pasivo, todo hay que decirlo) las Tecnologías para la Información están teniendo en la actualidad para el hogar (23). Sin embargo, hay que manifestar que poco o casi nada se está haciendo todavía por introducir las Tecnologías para la Información en el hogar que no sea para la comunicación y el ocio pasivo. Toda la gestión técnica del hogar podría verse notablemente encumbrada y favorecida por las Tecnologías para la Información: sensores y actuadores para realizar operaciones de supervisión (de niveles de agua, de control de temperatura, de presencia de humos para en prevención del fuego, supervisores de intrusos, coordinación de electrodomésti­ cos, información sobre dietas, sobre pagos de impuestos, sobre primeras curas, ...). La técnica está preparada. La tecnología aún no, por falta de voluntad. Mientras el sistema social siga primando la gestión sólo huma­ na, con presencia sobre todo femenina, las Tecnologías para la Información no harán su introducción triunfal en el hogar, como sería conveniente.

A MODO DE CONCLUSIONES Las Tecnologías para la Información, se ha visto, tienen una corta historia: poco más de un siglo el teléfono, menos de medio siglo la infor­ mática. Con todo, notables avances se han hecho, tanto en su caminar por separado como, desde los años 70, en su convergencia en lo que inicialmente se llamó “Telemática”.

(23) Los datos están tomados del Estudio General de Medios (EGM), noviembre de 1992. En otro orden de cosas, y por mor de cierta jocosidad, la Real Academia de la Lengua acaba de aprobar el término para el uso intensivo del telemando, denominándolo “zapeo”, que se define como “cambio de canal de televisión con el mando a distancia en busca de un programa más atractivo”

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166

En el artículo hemos querido decir en primer lugar Tecnologías, esto es, modos humanos de hacer cosas con herramientas técnicas, y en segundo lugar, para la Inform ación, dando así el carácter instaimental que tienen. No son un fin, son claramente un medio. ¿Dónde y por qué han florecido las Tecnologías para la Información? Ahí donde los seres humanos han querido aplicar modos humanos de hacer cosas con estas herramientas, y que son fundamentalmente en el mundo del control político, en el mundo del dinero, en el mundo de la guerra, en el mundo de la salud, y en el mundo del ocio pasivo. Cabría decir, en el plano sólo científico, que también están teniendo una repercusión prodigiosa en el macro-mundo de la Física (la Cosmología), en el micro-mundo de la misma (la Física de Partículas), y en el mundo de la Biología (Ingeniería Genética). Este plano cientí­ fico, por apasionante que resulta, no ha sido objeto de estudio en el presente artículo, por falta de espacio. El impacto de estas herramientas, pues, está en los campos deci­ didos por el ser humano indistintamente de los campos en los que las herramientas tienen potencialidades. Están en los mundos que se han descrito en el párrafo anterior, por voluntad de algunos, y no están (casi) en el mundo de la educación, en el mundo de la gestión del hogar, en el mundo de la legislación y jurisprudencia, y en tantos otros. Si se fija el lector, y con la excepción de la medicina, las Tecnologías para la Información están más intensamente introducidas en los campos don­ de el poder de unos (pocos) humanos sobre otros (muchos) huma­ nos es mayor, y donde el beneficio social integral (y no solamente el económico) es menor. La primera conclusión es, así, una conclusión relativa a la dom inación, en el sentido más marxista de la palabra. La dominación se ha incrementado merced a las Tecnologías para la Información. Unos pocos tienen la información, el conocimiento y, con­ secuentemente, el poder. La segunda conclusión es una derivada de la primera. Los datos, la información y el conocimiento no se están distribuyendo universal­ mente, ni al interior de los Estados, ni entre los Estados. Además de las desigualdades en materia de posesión de bienes m ateriales (discurso clásico en torno a la pobreza), está emergiendo una notabilísima desi­ gualdad de p osesión de datos, inform ación y conocim iento. ¿Cabe culpar a las Tecnologías para la Información de estos dese­ quilibrios? Se dice, y es una mentira gigantesca, que las tecnologías son neutras. Como tampoco son neutras las técnicas, las herramientas.

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167

¿Quién osaría decir que un revólver es neutro? O, del otro lado, ¿es neu­ tro un sistema experto para detectar cáncer? Las tecnologías son modos humanos, tal y como aquí se ha deñnido, y éstas ni han sido nunca, ni son, ni jamás serán, neutras. Por tanto, de los beneficios sociales (esca­ sos) que producen, del poder que generan, y de la desigualdad en la posesión de datos, información y conocimiento, hay que achacar clarísimamente una causalidad a las Tecnologías para la Información, porque detrás de ellas están los hombres y mujeres que, con la ayuda de estas herramientas, producen los beneñcios, el poder y la desi­ gualdad. Concluyamos citando nuevamente a DANIEL BELL(24). Este autor distingue dos grandes eras axiales. La primera se desarrolló en el mile­ nio anterior a Cristo, y destacó por la extraordinaria transformación de la conciencia (religiosa, espiritual y filosóñca). Eue una era que creó ideales y promesas permanentes. Por el contrario, la segunda era axial es desde 1800 hacia el próximo milenio. Su sustrato es la tecnología. Esta era crea fuerzas y temores permanentes derivados de la revolu­ ción industrial, de la revolución dem ocrática y de la revolución del conocim iento. La primera era axial creó una sed de significados espi­ rituales y religiosos que no pueden ser fabricados. La segunda era axial fabrica (lo que antes llamamos “mentefacturación”) bienes y provee ser­ vicios. T ero la tecnología —concluye BELL—, con todos sus pode­ res, no puede reemplazar a los dioses, y esto puede ser la adverten­ cia de la primera era axial a la segunda”.

(24) 179-180.

Cf. Leonardo, La E ra d e los d e s c u b rim ie n to s 1 9 9 2 . Suplemento de EL PAIS, pp.

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Composición y distribución de la riqueza de los hogares españoles(*) José Manuel Naredo Pérez Fundación Argentaría

Ha sido habitual, entre los economistas, analizar la desigualdad social a través de la distribución del ingreso y del gasto, pero no de la riqueza, habida cuenta la falta de datos que sobre esta última se obser­ va entre las estadísticas económicas del país. Sin embargo, durante la coyuntura alcista de la segunda mitad de los ochenta, la economía espa­ ñola acusó una disociación sin precedentes entre la evolución de la ren­ ta y la del valor de ciertos activos patrimoniales, lo cual recorta el poder explicativo de los ingresos corrientes sobre el consumo de los hoga­ res, sobre las diferencias en su nivel de vida y, en general, sobre la evo­ lución de la coyuntura reciente. De ahí que, ahora más que nunca, resul­ te importante completar el análisis de la distribución de la renta y del gasto con otro sobre la riqueza. Y de ahí que tratemos de paliar el vacío de información existente recurriendo a fuentes tributarias en el marco del Convenio de colaboración que suscribió la Fundación Argentada con el Instituto de Estudios Fiscales. Este artículo resume algunos de los resultados a los que se ha podido llegar, en los proyectos de inves­ tigación sobre la riqueza contenidos en el Convenio, que vieron la luz en la Ponencia presentada con este mismo título en el Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza organizado por la Fundación Argentaría en Madrid del 24 al 28 de mayo. Para estudiar la distribución personal de la riqueza hemos empe­ zado por constaiir la cuenta de patrimonio de los hogares (cuyo deta­ lle y metodología figuran en la Ponencia citada) a fin de encuadrar en (*) Publicado en Cuadernos de Actualidad, con autorización del autor. 6/1993 (año IV).

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170

ella las dos únicas fuentes de datos que hoy por hoy pueden arrojar alguna luz sobre el tema a escala nacional: la estadística del Impuésto Extraordinario sobre el Patrimonio de las Personas Físicas (IPPF) y el panel de declarantes de este impuesto y del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) que mantiene el Instituto de Estudios Fisales. Los Cuadros 1, 2 y 3 nos informan sobre la composición del patri­ monio total de los hogares e instituciones privadas sin fines de lucro el gran peso que han ganado los activos reales y el inmobiliario, mer­ ced a la revalorización observada en este último y a recientes correc­ ciones a la baja de las acciones. Con las limitaciones de las fuentes apuntadas, cabe suponer que los declarantes del IPPF (que van desde cerca de medio millón en 1992 a un millón en 1990) constituye un colectivo que representa bastante Cuadro 1. Estructura porcentual del patrim onio de los hogares

Patrimonio total...........

1984

1985

1986

1987

1988

1989 1990

1991

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

A c t i v o s r e a l e s ............................

72,48

71,44

69,68

71,66

74,13

75,69

76,62

75,87

A c t i v o s f i n a n c i e r o s ...............

27,52

28,56

30,32

28,34

25,87

24,31

23,38

24,13

D e u d a ..............................................

12,57

12,38

11,40

10,62

10,05

9,82

10,39

10,85

P a t r i m o n i o n e t o .......................

87,43

87,62

88,60

89,38

89,95

90,18

89,61

89,15

4,25

4,20

4,41

5,25

5,91

6,61

6,26

5,98

R a tio s : A c t. r e a l e s / R e n t a d i s p o n i b l e A ct. f i n a n c i e r o s / R e n t a d i s p .

1,61

1,68

1,92

2,08

2,06

2,12

1,91

1,90

A ct. t o t a l e s R e n ta d i s p o n i b l e

5,86

5,88

6,33

7,33

7,97

8,73

8,17

7,88

D e u d a / R e n t a d i s p o n i b l e ......

0,74

0,73

0,72

0,78

0,80

0,86

0,85

0,85

P a t r i m o n io n e t o / R e n t a d is p .

5,12

5,15

5,60

6,55

7,17

7,88

7,32

7,03

Fuente: Cuadro A.2 del Anexo Estadístico de la ponencia de J.M. Naredo «Composición y distribución del patrimonio de los hogares españoles», I Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza, Fundación Argentada, Madrid, 24 a 28 de mayo de 1993

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171

Cuadro 2. Estructura porcentual activos reales de los hogares

Activos Reales...............

1984

1985

1986

1987

1988

1989 1990

1991

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0 100,0

100,0

Inmobiliario u rb a n o .........

72,15

72,28

73.59

77.27

80,32

82,73

83,97

84.87

Inmobiliario ru ra l.............

16,45

16,49

15,92

13,90

12,44

11,02

9,91

8,99

triales y com erciales.........

9,18

9,09

8,37

7,08

5,83

5,00

4,90

1,92

Ajuar doméstico y otros ...

2,21

2,15

2,13

1,74

1,42

1,25

1,23

1,22

1991

Bienes de act. indus­

F uente:

Cuadro A. 2 del Anexo

Cuadro 3. Estructura porcentual activos financieros de los hogares

Activos financieros....

1982

1983

1984

1985

1986

1987

1988

1989 1990

100,0

100,0 100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0 100,0 100,0

Efectivo, depó.sito y otros depósitos...........

64,67

64,23

63,50

61,23

51,87

49,78

49,83

49,4^

54,10

53,24

Atulos y obligaciones....

4,58

5,98

6,44

7,94

8,83

6,93

5,63

6,21

6,27

5,45

Acciones.......................

15,04

14,23

15,87

17,13

26,87

30,44

30,32

29,7í

23,81

21,80

Pré,stamos......................

11,82

10,83

9,95

8,66

6,82

6,27

5,40

5,4=

5,52

5,65

3,90

4,73

4,24

5,04

5,60

6.59

8,81

9,OS

10,30

13,85

Fondos de inversión, seguros y otros.............

Fuente:

Cuadro A. 2 del Anexo

bien a las personas más ricas del país. El primer paso que podemos dar para hacernos una idea de cómo se distribuye la riqueza en el país, es comparar el patrimonio de este colectivo con el del conjunto de los hogares. Sin embargo, antes de abordar esta comparación hemos de darnos cuenta de que el patrimonio declarado no sólo está sujeto a ocul­ taciones difíciles de precisar, sino que viene mediatizado por la nor­ mativa misma del impuesto que indica el procedimiento de cálculo a adoptar. Así, por ejemplo, esta normativa prevé que los bienes inmue­ bles de naturaleza urbana, y los rústicos, con ciertas correcciones y sal­ vedades, se declaren atendiendo a sus valores catastrales. Lo cual, habi­

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172

da cuenta de la importancia del patrimonio inmobiliario y de las reva­ lorizaciones a las que se ha visto sometido, nos obliga a corregir los valores declarados para aproximarlos a los de mercado, si queremos que la comparación se acerque mínimamente a la realidad. A la luz de las estimaciones corregidas de la manera indicada pode­ mos decir que los declarantes del IPPF en 1985 representaban sólo el 4,1% de los perceptores de rentas (1) y decían disponer de más del 25% del patrimonio neto de los hogares españoles. En cifras absolutas, los 674.812 declarantes con patrimonio neto positivo poseían en 1985 como mínimo por ese concepto 26,8 billones de pesetas, es decir, la cuarta parte del patrimonio que habíamos estimado en ese año para el total de los hogares e instituciones privadas sin ñnes de lucro (104 billones de pesetas). Habida cuenta que no podemos conocer la importancia del sesgo a la baja que introducen la ocultación y las exenciones en el patrimonio de los declarantes, ni deducir el patrimonio de las institu­ ciones privadas sin ñnes de lucro del total con el que lo estamos com­ parando, el porcentaje antes indicado del 25% sólo nos da una indica­ ción mínima de la concentración personal de la riqueza en España que no permite hacer comparaciones internacionales. Por ejemplo, en Francia, informaciones estadísticas más solventes permiten construir una curva completa de concentración de la riqueza, observando que el 5% de los hogares más afortunados poseía en 1986 el 42,7% del patrimo­ nio (2). Lo mismo que en Estados Unidos se ha constatado que en 1983 el 5% poseía el 52% del patrimonio (3). Sin embargo, la estadística del IPPF nos permite avanzar en el cono­ cimiento de la distribución de los distintos elementos que componen el patrimonio de los hogares. En efecto, en el Cuadro 4 nos advierte sobre las marcadas diferencias en la distribución que existen entre las

(1) Los declarantes no corresponden con los hogares y personas recogidas en las esta­ dísticas demográficas: una misma declaración puede corresponder a un individuo o a un hogar con varias personas. Por ello, se ha comparado el número de declarantes con el de declarantes potenciales de IRPF (con la metodología y fuentes que se detallan en la Ponencia de referencia). (2) Vid. D. Kessler et A. Masson: «Le patrimoine des Franjáis: faits et controverses», y S. Lollivier et D. Verger, «Le patrimoine aujourd'hui», en Données Sociales, n- 4, Revenus et patrimoine, INSEE, 1990. (3) Vid. Edward N. Wolff: «Changing inequality of wealth», The American Economic Review, vol. 82, n-2, mayo, 1992

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Cuadro 4. Porcentaje del patrim onio de los hogares que poseen los declarantes del IPPF en 1985 Importe Yo del patrimonio % respecto .„ declarado declarado de declarantes al total del IPPF de perceptores (billones respecto al total de los hogares de ptas.) (miles) de renta 1. Inmobiliario urb an o .................

643

3,8

13,31

21,5

2. Inmobiliario rú stic o .................

192

1,2

5,81

35,0

3. Participación en sociedades...

362

3,44

58,8

4. Cuentas en entidades de d e p ó s ito .....................................

546

1,73

8,2

5. Patrimonio to ta l.

675

4.1

27,50

23.9

6. D eu d as................

188

1.1

0,73

4.9

7. Patrimonio n e to ..

675

26,77

Pronúemoria: Total de unidades preceptoras de rentas en 1985 = 16.502.300 F uente: Elaboración propia a partir de la Estadística del IPPE y los Cuadros A.2 y E del Anexo de mi Ponencia citada en la nota al Cuadro I.

principales rúbricas que integran el patrimonio de los hogares. Mientras que la participación en sociedades y el patrimonio inmobiliario rústi­ co muestran una concentración muy elevada, lo contrario ocurre con la propiedad inmobiliaria urbana y las cuentas en entidades de depó­ sito. Sólo con mirar el número de personas que declaran poseer los ele­ mentos patrimoniales indicados, se aprecia que la posesión de inmue­ bles urbanos y cuentas bancadas está mucho más extendida entre los declarantes que la participación en sociedades o la propiedad de ñncas rústicas: el 95% de los declarantes se reconocen poseedores de inmuebles urbanos y el 81% de cuentas bancadas (4) pero sólo decla­ ran tener acciones y fincas rústicas el 54 y el 28% respectivamente. A su vez, el porcentaje que la propiedad de los declarantes supone sobre el conjunto de estos bienes que poseen los hogares indica que la pro­ piedad de inmuebles urbanos y cuentas corrientes está más extendi­ da, no sólo entre los declarantes, sino entre el conjunto de la pobla(4) Llama la atención que haya más propietarios de inmuebles que de cuentas ban­ cadas entre los declarates. Posiblemente ello se deba a que no se declaren cuentas ban­ cadas de escasa importancia, que pueden abundar dado que la normativa del impues­ to establece que se deduzca del saldo medio la parte destinada a pago de deudas o inver­ siones.

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ción que la de acciones o fincas rústicas. Los declarantes propietarios de acciones representan sólo el 2,2% del total de perceptores y el valor que declaran por este concepto alcanza el 58% de las acciones de los hogares e instituciones privadas sin fines de lucro. Aunque esta cifra señala ya una concentración importante, cabe suponer que en la rea­ lidad sea bastante más acentuada, no sólo por las razones generales antes expuestas, sino porque el 73% del importe declarado en esta rubri­ ca correspondía en 1985 a sociedades que no cotizaban en bolsa, cuya valoración cabe suponer esté fuertemente sesgada a la baja en la esta­ dística del impuesto. En lo referente a las fincas rústicas, la elaboración realizada indica que el 1,2% de los perceptores posee el 35% del patri­ monio de esta rúbrica, mostrando también una concentración apreciable (5) y en cualquier caso muy superior a la del patrimonio inmobiliario urbano. Lo que concuerda con otros análisis que advierten la elevada concentración de la propiedad de la tierra en España a los que remiti­ mos al lector interesado (6). Sin embargo, el hecho de que los declarantes con inmuebles urba­ nos y cuentas corrientes, que suponían el 3,8 y el 3,3% de los percep­ tores de rentas, respectivamente, dispusieran sólo del 21,5 y del 8,2% del valor de estas rúbricas propiedad de los hogares (e instituciones privadas sin fines de lucro) muestra la propiedad mucho más extendi­ da de estos elementos patrimoniales. Otro dato significativo es que los declarantes del IPPF están, en media, más endeudados que el conjunto de los hogares: siendo el 4,1% de los perceptores, deciarán el 4,9% de la deuda de los hogares (sólo el 28% declara deudas) y en este caso no cabe suponer que exista ocul­ tación. Lo cual denota que quienes más patrimonio tienen, disponen de una mayor capacidad de tomar dinero o préstamo. (5) La concentración de propiedades inmobiliarias rústicas entre los titulares de las mayores fortunas del país, recogidas por el IPPF, denota que la tierra, más que un sim­ ple factor de producción, es algo deseado por sí mismo e indicativo de «status». Esta con­ centración se vería acentuada si se incluyeran también en este apartado las fincas rústi­ cas familiares constituidas en sociedades, que engrosan actualmente la participación en sociedades de los declarantes. (6) Vid. Luis Ruiz-Maya, «Sobre el origen histórico de la concentración de la tierra» y «Evolución de la concentración de la tierra» en Agricultura y Sociedad, números 9 y 44, respectivamente, y, del mismo autor, «La concentración económica de las explotaciones agrarias españolas». Revista de Estudios Agro-Sociales, n- 151, 1990. Los índices de Gini calculados para el total de tierras, a partir de los datos de los Censos Agrarios, alcanzan valores próximos al 0,8 y, para las tierras labradas, al 0,7.

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La subida del mínimo exento del IPPF en 1988 establece una rup­ tura en la estadística de este impuesto que la invalida como instru­ mento para estudiar la evolución temporal de la distribución del patri­ monio. Sobre todo cuando tal ruptura se produce en mitad del pro­ ceso de re valorizaciones y endeudamientos antes mencionados. No obstante, hemos preparado un cuadro similar al que estamos comen­ tando, con datos de 1990, con el fin de cotejar los datos de 1985 con el panorama que ofrece la estadística del impuesto en 1990, que ade­ más de ser el último año disponible, remata el pasado ciclo alcista de la economía española.

Cuadro 5. Porcentaje del patrim onio de los hogares que poseen los declarantes del IPPF en 1990 Importe % del patrimonio % respecto declarado declarado al total de declarantes respecto al total (billones del IPPF de perceptores de los hogares de ptas.) (miles) de renta 1. Inmobiliario urb an o .................

558

2.8

34,18

18,7

2. Inmobiliario rú stic o .................

137

0,7

6,99

32,4

3. Participación en sociedades...

325

1,6

7,92

50,0

4. Cuentas en entidades de d e p ó s ito .....................................

502

2,5

4,49

12,5

5. Patrimonio to ta l.......................

590

3,0

59,82

21,0

6. D eu d as.......................................

157

0,8

1,52

5,1

7. Patrimonio n e to .......................

590

3,0

58.30

22,8

Promemoria: Total de unidades perceptoras de rentas en 1990= 19.767.700. F uente: Elaboración propia a partir de la Estadística del IPPE y los Cuadros A.2 y E del Anexo

Los datos del Cuadro 5 conñrman para 1990 los comentarios que suscitó el Cuadro 4 sobre las marcadas diferencias en la concentración de la propiedad observadas entre los elementos patrimoniales que com­ ponen el cuadro. Los declarantes del impuesto supusieron en ese año un porcentaje del patrimonio neto de los hogares ligeramente inferior (22,8%) al registrado para 1985, pero también del porcentaje de decla­ rantes potenciales (3,0%), lo que no permite aventurar conclusiones sobre si, en 1990, la riqueza está más o menos concentrada que cinco

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años antes. Ello no sólo en razón de las limitaciones ya expuestas que son inherentes a las fuentes manejadas, sino también porque el fuerte crecimiento de los planes de pensiones y los fondos de inversión, exen­ tos de impuesto, podrían explicar, en parte, la menor concentración de patrimonio registrado entre los declarantes. Al igual que la pérdida rela­ tiva de peso de los tres primeros tipos de patrimonio recogidos en el cuadro, se explica, en alguna medida, por la mayor importancia que adquieren los depósitos entre la riqueza de los declarantes. Lo cual refle­ ja que el desplazamiento de activos financieros en favor de los depó­ sitos de alta rentabilidad se produjo entre los declarantes con mayor intensidad que para la media de los hogares. De la comparación de los declarantes del IPPF y el IRPF para los escalones más altos de renta y patrimonio contenidos en la estadística de ambos impuestos, se concluye que la riqueza está mucho más con­ centrada que la renta (suponiendo que los niveles de ocultación no sean mucho mayores en renta que en patrimonio, cosa que en principio no hay razones para suponerlo). Por ejemplo, según la estadística de los dos impuestos mencionados en 1985, el 2,9% de los perceptores de ren­ tas más elevadas declaraba sólo el 10% de las rentas totales de los hoga­ res, mientras que el 2,6% de los más afortunados en patrimonio decía poseer el 23% del patrimonio neto total. Y en 1990, el 2,3% de los per­ ceptores seguía declarando recibir el 10% de la renta, pero el 2,5 decía poseer el 22% del patrimonio. Podemos anticipar que la observación de que el patrimonio esté más concentrado que la renta concuerda con lo ocurrido en otros países. Por ejemplo, en Francia las investigacio­ nes a las que hicimos referencia permiten construir paralelamente la curva de concentración de la riqueza y de la renta de los hogares y con­ cluir que si el 5% más afortunado en patrimonio poseía el 43% de éste, el 5% con rentas más elevadas percibía el 17% de las rentas. Con ánimo de sintetizar los rasgos más sobresalientes que se obser­ van en la distribución por tipos y tramos de patrimonio ofrecida el Anexo Estadístico de la Ponencia citada, hemos preparado los siguien­ tes gráficos El Gráfico I muestra que, como cabía esperar, los activos reales pier­ den peso en favor de los financieros a medida que aumenta el patri­ monio de los declarantes. Pues cuando aumenta la riqueza de las per­ sonas, va dejando de plasmarse en bienes tangibles (negocios, vivien­ das, fincas, yates...) para adoptar formas cada vez más abstractas que encarnan en la amplia gama de activos financieros existentes.

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Gráfico I Porceotaff ile Activos Reales y Firiafickros d t los Ho|am s sobre el Patrimonio Total por tramos

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de las PersofMS Fmcas

Asimismo, se observa cómo la revalorización del patrimonio inmo­ biliario hace ganar peso entre 1985 y 1990 a los activos reales en todos los tramos de patrimonio. El Gráfico 2 muestra la evolución contrapuesta que dentro de la riqueza real siguen los inmuebles urbanos y los rústicos: mientras que la proporción de los primeros en el patrimonio total decae, la de los segundos aumenta con la riqueza de los declarantes. Respecto a los bie­ nes afectos a los negocios y actividades profesionales o familiares, se observa que cobran más peso en escalones intermedios de patrimonio para decaer luego en las grandes fortunas. El Gráfico 3 da cuenta de la evolución contrapuesta que también observan los dos componentes principales de la riqueza financiera: los depósitos y las acciones. Mientras los depósitos constituyen la princi­ pal riqueza financiera que poseen los patrimonios más bajos, la parti­ cipación en sociedades supone más del 80% en los tramos más eleva­ dos de patrimonio. Hay que advertir que la fuerte concentración que observa la participación en sociedades afecta por igual a las acciones con y sin cotización bursátil. El resto de los activos financieros obser­ va una concentración superior a los depósitos, pero inferior a las accio-

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Gráfico 2 Porcentaje del Patrimonio Urbano y Rustico de tos Hogares sobre el Patrimonio Real por tramos

Gráfico 3 Porcentaje de Depósitos y Acciones de los Hogares sobre el Patrimonio Financiero por tramos ICX)

90 » 70 60

90

4 40 30

20 lO

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nes, como tendremos ocasión de confirmar más adelante con los datos del panel del IPPF. Por último, los Gráficos 4 y 5 nos ilustran sobre el endeudamien­ to de los hogares por tramos de patrimonio. En ellos se observa cómo el porcentaje de endeudamiento disminuye, tanto respecto al patri­ monio total como al financiero, a medida que aumenta la riqueza. Sin embargo, se aprecia que el porcentaje de declaraciones con deudas aumenta también con la riqueza de los declarantes, lo cual denota el distinto papel que juega el endeudamiento en los hogares con distin­ tos niveles de fortuna: en los tramos más bajos, el endeudamiento apa­ rece forzado por la necesidad de financiar gastos de consumo o de inversión en vivienda o negocio propio, mientras que el endeudamiento de los más elevados responde a un deseo de suplir faltas de liquidez dentro de un proceso de diversificación de activos. Los Gráficos 4 y 5 muestran cómo el aumento del endeudamiento de los hogares afectó a todos los escalones de patrimonio, pero se con­ centró sobre todo en los más bajos. El cambio observado entre la situa­ ción en 1985 y la de 1990 reflejado en los gráficos resulta suficiente­ mente elocuente. Además, el Gráfico 5 indica cómo, en 1990, la deu­ da media de los declarantes menos afortunados superó el importe de sus activos financieros, cosa que no ocurría en 1985, confirmando la interpretación anterior de que en estos casos el endeudamiento viene forzado por el gasto. Después de explotar la información que sobre la distribución del patrimonio ofrece la estadística del IPPE, pasaremos a cotejar los resul­ tados hasta ahora expuestos con la elaboración más formalizada que permite el panel de declarantes de este impuesto que mantiene el Instituto de Estudios Fiscales. Para ello corregiremos primero los valo­ res inmobiliarios del panel para acercarlos a las cotizaciones de mer­ cado, tal y como hicimos para la Estadística del IPPF. El Cuadro 6 recoge los resultados que se derivan de calcular sobre el panel corregido los índices de desigualdad más usuales por tipos de patrimonio y para el total del patrimonio neto que recoge la base impo­ nible del IPPE. Este cuadro presenta los índices para 1985 y una pro­ yección para 1990 (realizada aplicando las tasas de variación que obser­ va para el quinquenio 1985-1990 el valor de cada uno de los tipos de patrimonio observados en la estadística corregida del IPPE al patrimo­ nio de los declarantes recogido en el panel en 1985). La mptura en la

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Gráfico 4 Porcentaje de Deuda de los sobre ei Patrimonio Total fior tramos

Gráfico 5 P orcm a^ de Dettcbi sobre Activos Financiaos en las (kcl^^actoi^ cim por tramos

fuente f;stafj!Sí!C3 del Impuesío wb