10 / INFORME: MENDOZA DEFIENDE EL AGUA
¿Quién paga los platos rotos? Mendoza y más allá, la insensatez Según informes internacionales, los pozos de agua potable cercanos a zonas de fracturación hidráulica tienen altos niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas. Las poblaciones que la consumen tienen 66% de probabilidad de contraer cáncer. Eso sin contar la toxicidad y los riesgos de accidentes a los que están sometidos los trabajadores del sector. Además, debido al deterioro ambiental que provoca, la tierra queda inhabilitada para desarrollar otras actividades económicas como la ganadería o la agricultura. En las zonas más vulnerables, las poblaciones incluso se ven afectadas para trasladarse debido al deterioro del asfalto que generan los viajes diarios de camiones de gran tonelaje. Si al menos el método fuera económico, pero no: el fracking es muy costoso. “El fracking no sólo requiere de zonas de sacrificio sino que presenta mayores costes operativos, son más difíciles de extraer, más contaminantes y sus yacimientos presentan una vida útil inferior respecto de otros tipos de energías”, dice Viale. Y las empresas no pagan esos costos porque gozan de exenciones impositivas, libre disponibilidad de sus divisas y están excluidas de la responsabilidad ambiental. Si al menos fuera productivo, pero no: el saldo energético del fracking es negativo. Eso quiere decir que la energía invertida para explotar el yacimiento es superior a la obtenida en el proceso de extracción. Una locura por donde se lo mire.
“En Mendoza se producen uvas, peras y manzanas; cereza, damasco, durazno, membrillo, granada, moras, ajos, cebollas, tomate. Esa fruta que comés tiene un sabor increíble, por el sol, el agua, el aire. Ojalá esto sea un estímulo para repensar la matriz energética”, dice Virginia Leopardi, productora de vinos naturales e integrante de la Asamblea por el Agua.
Atados al petróleo Cuestión de matriz “Los gobiernos pretenden atarnos a la quema de combustibles fósiles para justificar el fracking y sostenerlo. Argentina tiene una matriz energética desde hace 50 años basada en 90% de quema de combustibles fósiles y una matriz eléctrica dependiente en 65% de la misma fuente”, dicen los periodistas Eugenia Segura y Federico Soria en su artículo: “Del fracking al tarifazo en un solo paso”. Ante esto y con el cambio climático golpeándonos cada vez más fuerte (en Mendoza crisis hídricas, disminución de nevadas
invernales y retracción de glaciares en la cordillera; tormentas fuertes y aluviones desastrosos, sequías en verano), el Estado debería estar erogando dinero y líneas de investigación y formación profesional para reconvertir la matriz energética a energías limpias, libres y gratuitas, en lugar de seguir destinandólos al sostenimiento de este modelo depredador. Cuando uno carga nafta, abre la llave de gas o enciende la luz, o se sube al colectivo u otro no tiene forma de diferenciar si esos combustibles se obtienen a partir de hidrocarburos convencionales o no convencionales. Por
ende, los tarifazos son una estafa ya que se cobran todos los combustibles a valor fracking, a pesar de que hoy en Argentina sólo se extrae 28% del gas y 10% del petróleo mediante esta técnica. “El Consenso del Fracking no permite las disidencias ni tolera tampoco el pensamiento crítico. No sólo clausura el camino para pensar en otras matrices energéticas, basadas en las energías limpias y renovables sino también obtura el doble camino del debate y la democratización de las decisiones”, remata Viale.