El sol del poder: simbología política entre los muiscas del norte de los ...

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FAMILIA Y VIDA COTIDIANA EN CARTAGENA DE INDIAS SIGLO

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* Revista Tempo, Rio de Janeiro, No. 8, diciembre de 1999. Edición para la que el profesor Ronaldo Vainfas realizó una traducción y sugerencias inestimables.

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nlosmesesdemayojunioyjuliode 1777 los comisarios de los barrios de Cartagena, cumpliendo órdenes del virrey Don Manuel Guirior, realizaron el primer empadronamiento de su población. El documento que lo contiene comprende 356 folios y se conserva en el Archivo General de la Nación en Santafé de Bogotá.' Los padrones de los barrios son piezas sumamente ricas en información social sobre la ciudad y sus habitantes, además de ser documentos de un indudable atractivo estético. Los padrones de los barrios de Cartagena se hicieron con los mismos criterios y la información registrada sólo varía en el diseño de las columnas para acopio de los datos. Como la mayoría de los padrones hispanoamericanos de la época registran el nombre de cada persona, su edad, oficio, estado civil, la calidad y su relación con el jefe de la casa. De manera especial, los padrones de Cartagena indican si la casa era de una o dos plantas, si una persona padecía una enfermedad notable, si el marido de una señora estaba de viaje, si la había abandonado, si se habían divorciado, y si el propietario de una pulpería vivía en otro barrio. En 1777 Cartagena estaba dividida en cinco barrios: Nuestra Señora de la Merced, Santa Catarina, San Sebastián, Santo Toribio y Getsemaní. De éstos el más poblado era Getsemaní, que reunía 4.072 personas; Santo Toribio tenía 3.163, La Merced 1

Archivo General de la Nación: en adelante AGN. Padrón del barrio Getsemaní: AGN, Censos Varios, vol. 8, fols. 75-134; Padrón del barrio San Sebastián: AGN, Miscelánea, vol. 44, fols. 945-957; Padrón del barrio Santo Toribio: AGN, Miscelánea, vol. 41, fols. 1004-1079; Padrón del barrio La Merced: AGN, Censos Varios, vol. 8, fols. 132-164.

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1.611 y San Sebastián 1.608. Lamentablemente, el padrón de Santa Catarina se ha extraviado y nadie tiene conocimiento de su paradero. Santa Catarina debía tener entonces cerca de 2.500 habitantes y era cuna de buena parte de la élite peninsular y criolla de la ciudad. En Santa Catarina residían también 250 artesanos de los más variados oficios.2 En conjunto la ciudad tenía algo más de 13.000 almas. En Cartagena de Indiasflorecióuna de las arquitecturas más esplendorosas de todas las ciudades de Hispanoamérica. Además de construcciones civiles y religiosas, en barrios como Santa Catarina y La Merced más de la mitad de las casas eran de dos pisos, o como se decía en la época de "alto y bajo".3 Los dos niveles de estas casas estaban unidos por una escalera y cada piso estaba conformado por un anillo de cuartos o alcobas que daban a un corredor. En estos barrios también existía una casa más modesta, propia de comerciantes y agricultores medianos. Era una construcción de una sola planta, de piso adoquinado, el techo en teja de barro y de tres o cuatro habitaciones que hacían una L o una U en tomo a un único patio.

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Con relación al barrio Santa Catarina existen dos documentos muy interesantes; "Lista de los artesanos que comprende el Padrón General del Barrio de Santa Catarina, año de 1780", en AGN, Censos Varios, vol. 6, fols. 615-619. "Relación de los individuos del Comercio de España y del País que existen en esta Plaza, con expresión de sus Dependientes, casa y calle de su habitación...", en AGN, Censos Varios, vol. 6, fols. 77-78. 3 La arquitectura doméstica de Cartagena de Indias ha sido una de las pocas estudiadas en detalle en el Nuevo Reino de Granada. Al respecto pueden verse los libros del arquitecto e historiador Germán Téllez: Arquitectura doméstica en Cartagena de Indias (1984) y Casa Colonial: la arquitectura doméstica neogranadino (Villegas editores, 1995). También el libro clásico de Enrique Marco Dorta: Cartagena de Indias, Puerto y Plaza Fuerte. Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1988,3a. Edición.

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En los barrios de Santo Toribio y Getsemaní la vivienda común era de un piso, compuesto por una o dos alcobas y una cocina. Las más pobres eran un bohío o rancho de paredes de bahareque y techo cubierto con hojas de palma. La gente que vivía en estas casas era la más humilde de la ciudad. En las más estrechas, que eran las de la gente negra y mulata vivían menos de 10 personas. En estos barrios proliferó un tipo de vivienda peculiar: en un solar se construía una ramada alargada con subdivisiones que llegaban a conformar 20 o más cuartos. Allí vivían esclavos y negros libres. Cerca de estos solares, no deberíamos olvidarlo, estaban las casas de Cabildo de las etnias Carabalí, Luango, Fofo, Arará, Lucumí y Chala.4 En las casas de San Sebastián y La Merced, según fuera la construcción podían llegar a vivir hasta 50 personas. Este fenómeno fue frecuente en la segunda mitad del siglo XVIII cuando distintas familias blancas venidas a menos optaron por alquilar cuartos a artesanos, pequeños tratantes, forasteros y gente sin vivienda.5 Un caso puede servir para ilustramos mejor al respecto. En el piso superior de una de las casas de la calle Nuestra Señora de las Angustias del barrio La Merced, vivía el presbítero Don Joseph de Mendoza en compañía de su hermana

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Cabildo étnico era una especie de hermandad oficial de los negros de Cartagena. Los africanos provenientes de una misma etnia procuraban asociarse en solidaridad y ayuda mutua. En algunas ciudades eran organizaciones clandestinas o semiclandestinas (por ejemplo, en Cartago). Se trata, no obstante, de un asunto poco estudiado por los historiadores colombianos. 5

En los documentos estas habitaciones son llamadas assesorias (accesoria). Casi siempre tenían una ventana y una puerta hacia la calle, lo que las hacía muy apropiadas para los artesanos. Aparte de los artesanos las ocupaban viudas, madres solteras y forasteros. Casi siempre gente pobre.

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Eugenia, asistidos por seis esclavos de distintos sexos y edades. En ese mismo piso vivía su hermano, el recaudador del derecho de Sisa de la ciudad,6 Don Felipe de Mendoza, con su esposa, cuatro hijos y tres esclavos. En el primer piso vivía el oficial de contaduría don Joseph de Paz con su esposa, Doña Teresa de Mendoza, hermana de aquellos, con sus siete hijos y dos esclavos. En un costado lateral del piso vivía Doña Melchora de Paz, hermana del anterior, abandonada de su marido pero acompañada de cinco esclavos. En un rincón y hacia el patio posterior, estaba la alcoba de una mulata ya anciana, sostenida por su hijo José Olivo, oficial de sastrería y acompañada de una mujer de treinta años y de un niño expósito que habían recogido tiempo atrás. Más al fondo, se encontraba se encontraba un cuarto donde vivía el mulato Anastasio Galindo, dedicado a la carpintería, con su esposa y una hijita de ocho años. Una última alcoba era utilizada por unos comerciantes para guardar sus mercaderías. En esta casa, que no era excepcional en Cartagena, convivían 41 personas blancas, mulatas, pardas y esclavas. Conformaban seis familias, varias con un origen muy próximo, y otras simplemente anexadas a esta gran comunidad doméstica.7 Como se observó anteriormente, el número de personas que habitaban las casas de Cartagena variaba notablemente. Fueron las casas principales las que albergaron el mayor número de personas. También fueron casas centrales de cada barrio donde 6

Derecho de Sisa: impuesto sobre los comestibles, esto es sobre el abastecimiento de la ciudad. 7

Linda Greenow, geógrafa e historiadora, a partir de los Padrones de Getsemaní, Santo Toribio y San Sebastián, elaboró mapas muy sugestivos sobre la concentración de la población y de los grupos familiares de la ciudad, según grupos étnicos. Family, household and home: a microgeographic análisis of Cartagena (New Graanda),in 1777. Discusión Papers, 1976. Department ofGeographic, Syracuse University.

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se alquilaban cuartos las que llegaron a acoger grupos de más de 40 personas. En Santo Toribio y Getsemaní había solares que también reunían grupos numerosos. Con todo, lo corriente era que en una vivienda cartagenera residieran menos de diez personas. El 33% de las casas estaban habitadas por grupos de 1 a 5 personas y otro 33% de 6 a 10. El patrón de residencia en Cartagena al finalizar el siglo XVIII tendía a la unifamiliaridad. En el barrio La Merced que tenía 160 casas, el 46% estaban habitadas por una sola familia, el 48% hasta por 3 y el 6% hasta por 11. En San Sebastián este patrón era más fuerte. Allí había 219 casas, de las que sólo el 28% eran habitadas por varias familias. La residencia de una sola familia en cada casa se hacía era más frecuente en los barrios pobres y modestos de la ciudad. Este hecho estaba relacionado con el tamaño de las familias cartageneras. Aunque tenemos la idea de que en el pasado todas la familias eran numerosas, valdría la pena precisar su real dimensión. El número promedio de personas por familia era de 3.9. Esto quiere decir que la mayoría de los hogares estaban conformados por una viuda y un hijo, o una pareja y uno, dos o tres hijos. Por supuesto que había las familias numerosas que tenían entre 10 y 15 hijos. Pero estos eran casos excepcionales y casi siempre correspondían a familias blancas residentes en San Sebastián y La Merced. Parecería que las familias de los mulatos y los negros veían reducir su prole por factores muy diversos, que incluían la mortalidad infantil y las separaciones obligadas por sus amos. De acuerdo con los padrones estudiados, en Cartagena había 2.300 hogares que tenían estructuras muy variadas. Las formas de estos hogares poseían características que merecen un comentario particular. El rasgo más sobresaliente era el de que el 60% de estos hogares tenían una estructura nuclear. Es decir, que tenían o habían tenido su origen en una pareja. De éstos, las 99

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parejas con hijos eran los más numerosos (40%), sin hijos 10%, viudas con hijos 8% y viudos con hijos 2%. La mayoría de los cartageneros vivían en un grupo de parentesco restringido. El hogar extendido que reunía tres generaciones e incluía tíos y primos era bastante limitado. Esta forma de hogar apenas representaba el 6% en la ciudad, cifra que contrasta con la imagen habitual de la familia cartagenera del pasado: zagas familiares que reunían abuelos, padres, nietos, bisnietos y tías solteras. Un tipo de hogar que sorprende es el conformado por personas solitarias o que no tenían vínculos conyugales ni de paternidad. Esta modalidad familiar que ha llegado a pensarse como propia de las sociedades posmodemas, en la Cartagena del siglo XVIII alcanzaba el 26% de todos los hogares. Los hogares de solitarios casi siempre estaban conformados por dos hermanos o dos hermanas solteras, o por dos ancianas que vivían solas, o por una anciana y una esclava, o por una persona que vivía sin ninguna compañía. Finalmente, otra forma de hogar que sobresale en el caso de Cartagena es el construido por varias familias. Al grupo doméstico llamado polinuclear o múltiple casi siempre se le asocia con el inquilinato surgido en el siglo XX.8 Particularmente, en Cartagena fue notorio el número de casas en las que vivían varias familias, llegando a comprender el 9% de los hogares de la ciudad. Casos como el de la familia Mendoza se sucedieron en todos los barrios de la ciudad, especialmente en los grandes caserones aledaños a sus plazas principales. Las familias nucleares pese a su significación, parecerían sufrir una fácilfractura.La muerte de uno de los cónyuges había tocado al 17% de las familias cartageneras. Ahora, la viudez era un fenómeno básicamente femenino. Por cada viudo había cinco

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En Brasil surgieron en la misma época y fueron llamados "corticos".

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viudas. Esto es explicable, principalmente, por las diferencias de edad entre los esposos al contraer las nupcias. Al menos el 30% de los maridos superaban a sus esposas por 10 y hasta 35 años, y otro 30% entre 6 y 10 años. También ocurría que las posibilidades de contraer nuevas nupcias eran menores para las viudas. Especialmente cuando se trataba de mujeres cargadas de hijos y pobres. Poco interés debía existir en contraer con una de estas mujeres sin una dote que lo ameritara. En cambio, uniones consensúales duraderas o pasajeras bastante a la mano de estas mujeres. El padrón de los barrios de Cartagena enseña además el madresolterismo o la jefatura femenina de familia. En Cartagena había 311 madres solteras que constituían el 20% de todas las madres de la ciudad.9 Estas mujeres eran sobre todo mulatas, negras y esclavas, pero también había algunas blancas. Más de la mitad eran madres de un solo hijo, otro grupo notable tenía dos y tres hijos, y algunas, aunque pocas, habían dado a luz hasta nueve hijos. Si se suman las madres solteras y las viudas encontraremos un hecho preocupante: casi el 40% de las madres de la ciudad carecían de un cónyuge o compañero "visible".10 Este perfil sociofamiliar que acabamos de describir ocurría en una Cartagena que hacía cerca de siglo y medio era uno de 9

Esto en parte era consecuencia del carácter portuario de la ciudad. En el Archivo General de la Nación de ciudad de México constaté que el principal delito perseguido por el Tribunal de Inquisición fue el de la bigamia. Por lo menos 60 casos del siglo XVI11 se referían a personas que contrajeron nupcias en varias ciudades. Por ejemplo, primero en La Habana, luego en Cartagena y luego en Veracruz o ciudad de México. 10

Virginia Gutiérrez de Pineda indicó muy bien que todas esas mujeres sobrevivían gracias al apoyo y solidaridad que encontraban en sus parientes y vecinos: "La familia en Cartagena de Indias", en Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Banco de la República, vol. 24, No. 10,1987.

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los tres puertos más importantes del Caribe," además de ser la puerta de entrada al interior del continente. Este hecho permitió la acumulación de riqueza en la ciudad y la expresión de un cierto barroquismo en su vida cotidiana. Más aun, la reciente creación del virreinato del Nuevo Reino de Granada, 1739, estimuló en Cartagena la exaltación de formas cortesanas desconocidas. Recepciones a los virreyes y sus comitivas,fiestasde juramento y proclamaciones alcanzaron una fastuosidad totalmente desconocida en las ciudades del interior. Esta particularidad de Cartagena la volvía más próxima a La Habana, por ejemplo, que a Veracruz o Callao. Una de las mercaderías más preciadas que dejaban los galeones en sus playas eran los esclavos africanos. Muchos de estos esclavos eran adquiridos, en gruesas cuadrillas, por representantes de mineros y hacendados de las Provincias del interior. Pero muchos otros se quedaban en la propia ciudad, bien porque no lograran ser vendidos o bien porque despertaban interés en algún vecino de la ciudad. Cartagena al retener parte de estos esclavos fue adquiriendo un carácter racial negro y mulato inocultable. Los viajeros que llegaron a la ciudad en el siglo XVIII se mostraron asombrados por esta particularidad. Según el padrón realizado en aquel año el 63% de la población era mulata, el 15% esclava, el 6% negra libre, el 15 % blanca y el 1 % peninsular. Si se suman los porcentajes de los tres primeros grupos encontramos que el 84% de la población tenía ascendencia africana inmediata o próxima. Esta característica 1

' Los otros dos eran Veracruz, en México y La Habana, en la Capitanía General de Cuba, ambos igualmente importantes en el ir y venir de las mercaderías entre España y América. Sin hablar de Portobelo, en el Istmo de Panamá, que junto con Veracruz y Cartagena, fueron durante casi trescientos años los únicos puertos autorizados para recibir las mercaderías de carrera española a Indias.

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social de Cartagena se hacía más fuerte en Getsemaní, el bamo de la gente pobre. Allí, los blancos y peninsulares apenas representaban el 2%. No obstante, en La Merced, el barrio de los comerciantes, hacendados y funcionarios, la situación era apenas un poco distinta, los blancos representaban el 22% de sus habitantes. La población negra, mulata y esclava de Cartagena no estaba reducida a unos barrios de la ciudad, aún en los de la gente blanca tenían una fuerte presencia cotidiana. Esto se debe a que la nosesión de esclavos era una de las formas distinguidas de exaltar el status personal y familiar. Tener una corte numerosa de esclavos para el servicio de la casa indicaba éxito y prosperidad. En todo el Caribe los esclavos de compañía para las mujeres y los hombres nobles eran una obligación. Fray Juan de Santa Gertrudis, agudo observador, comenta que los lujos de las señoras de Cartagena consistían en dos cosas: "La primera es que cuando la señora sale vayan tras ella, una tras otra, todas las esclavas que tienen blancas y negras. La segunda es que para mandar algún recaudo o regalito, a la esclava que lo lleva la engalanan con mucha gargantilla, zarcillos y cadenas de oro, manillas de perlas, y todo lo que lleva va tapado con un paño muy rico todo bordado en seda de variados colores".12 Relatos de la Caracas del siglo XVIII comentan, en igual sentido, que "los verdaderos ricos llevan cuatro o cinco esclavos, y si una persona de la casa va a otra iglesia, lleva igual número de esclavos".I3 12

Fray Juan de Santa Gertrudis, Maravillas de la Naturaleza, T. 1, pp. 65-66, Santafé de Bogotá, Biblioteca V Centenario de Viajeros por Colombia, 1994. 13

Wilmer González, "La esclavitud doméstica al servicio de prestigio social en e! Valle de Caracas", en Tiempo y Espacio, año VIII, No. 15, Centro de Investigaciones Históricas "Mario Briceño Iragori", Caracas. 1991.

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En los cuatro hamos de Cartagena estudiados había 1.671 esclavos que constituían el 15% de la población. Estos esclavos pertenecían y vivían en 331 hogares de los 2.300 que había en la ciudad. Aunque podría pensarse que los esclavos eran un monopolio de las familias blancas, las familias mulatas eran poseedoras del 33% y familias de negros acomodados poseían el 2% de los esclavos de la ciudad. Si para la nobleza blanca la posesión de esclavos podía significar servicio y realce de status, para los mulatos y los negros adquirir esclavos era, además, una pequeña inversión en un ser que podía ofrecer un ingreso monetario por su alquiler.'4 Conviene tener presente también, que la posesión de más de cinco esclavos de servicio doméstico, incluso grupos de 20 a 30, era privativo de las familias más encumbradas. Mientras que los blancos de condición modesta, los mulatos y los negros poseían solamente uno o dos esclavos. Seguramente debido a los oficios en que se los empleaba en casa, el 60% de los esclavos de Cartagena eran mujeres. Los esclavos de casa no tenían una estructura familiar fácilmente reconocible. En ocasiones había un núcleo familiar compuesto por padre, madre e hijos. Pero más frecuente era la presencia de mujeres de distintas edades y estado, muchas de ellas con hijos. Lo que resulta claro al observar las dimensiones de la esclavitud cartagenera es que esta tenía una fuerte presencia en el ámbito doméstico y una incidencia sobre la vida familiar. De otro lado, Cartagena de Indias era la ciudad con más aire cosmopolita del virreinato del Nuevo Reino de Granada. Su 14

Fray Juan de Santa Gertrudis comenta al respecto: "Las señoras sus haciendas son los esclavos. De mañana los despachan, de 10 años para arriba hombres y mujeres, a buscar la vida. Ellos se han de mantener, y a la noche cada uno ha de llevar un real a su amo. Este estilo, más dijera que abuso, es un fomento de pecados". Maravillas, I, 67. En Brasil se los conocía como "escravos de ganho", o "ao ganho". Es decir, de renta, de lucro.

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importancia portuaria se reflejaba en la variedad de mercaderías que a ella arribaban y en la multitud de oficios que en ella se cumplían. Las actividades del mar ocupaban buena parte de la población masculina. Había capitanes, tenientes, subtenientes, secretarios y distintos oficiales de la Marina. Los marineros que ejecutaban distintas tareas en las embarcaciones. En tierra estaban quienes administraban la oficina de contaduría y la gente que embodegaba y enfardelaba las mercaderías. Otros se ocupaban en reparar las embarcaciones y declaraban los oficios como los de armadores y carpinteros. También había canoeros y pescadores que abastecían los mercados. Los oficios de la ciudad eran sumamente variados. Los más competidos eran los de carpintería, zapatería, sastrería, albañilería, pulpería, carnicería, platería, herrería, cerrajería, tomo, fundición y pintura de brocha gorda. A estos le seguían los que se ocupaban de las letras, el saber y el espíritu: clérigos, canónigos, presbíteros, capellanes, acólitos, abogados, sacristanes, jueces, abades y abadesas, monjas, escribanos, notarios, maestros de escuela, impresores y vendedores de libros. Otros se ocupaban de la medicina: médicos, cirujanos, practicantes de medicina, sangradores y boticarios. Había también los que se dedicaban a actividades artísticas: músicos, pintores, talladores y escultores; los que hacían monigotes, figuras de plumas, cohetes de pólvora y cometas de elevar en verano. Oficios más llamativos y novedosos eran los de relojero y fabricante de boquillas para fumar. En cada barrio había, además, una o varias personas dedicadas a cuidar perros. Los panaderos y confiteros, y los barberos y peluqueros constituían gremios, pero entre ellos había una distinción, en cada caso los últimos eran blancos y de calidad.15 15

Oficios no nombrados en estos documentos y que existían en ciudades como Lima, México, La Habana y Cartagena eran los

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El padrón de los barrios de Cartagena no se ocupa en ¡lustrar los oficios de las mujeres, y sólo excepcionalmente aparecen anotadas algunas como cigarreras y pulperas. Los oficios domésticos de quienes se dedicaban a cocinar, lavar, planchar, bordar, tejer, en casa o a domicilio, parecen no haber tenido especial significación para los comisarios. Por alusiones de cronistas y viajeros sabemos que ya en el siglo XVIII muchas mujeres, especialmente mulatas, se ocupaban en las ventas callejeras. Vendedoras de frutas, pescado frito y dulces actuaban a nombre propio o de sus amos.16 Sin embargo, las mujeres de la ciudad no tuvieron un campo de producción a la manera de las hilanderas y textileras de Tunja o Santafé de Bogotá. A diferencia de nuestros días, en el siglo XVIII los oficios eran realizados en casa y vinculaban a la familia. A excepción de los marineros y los hortelanos, los artesanos trabajaban en casa y estaban enterados de cada uno de los sucesos del hogar. Pero también, estos oficios creaban linaje. Normalmente el primogénito seguía la profesión de su padre. A su muerte heredaba sus herramientas, su técnica, su clientela y su buen nombre. También podían participar sobrinos y muchachos entregados por sus padres para que aprendieran un oficio. Muchachos de ocho y saltimbanquis, acróbatas, curanderos, adivinos y quirománticos. Perseguidos por el Tribunal de Inquisición un siglo atrás, aparecían ahora en los días de fiesta. Otros eran las prostitutas y, más olvidados, pero siempre presentes, eran los que en medio del bullicio de los mercados les gritaban: "mariquitas!", y los que en medio de la noche se travestían. 16 Fray Juan de Santa Gertrudis dice que a estas mujeres las llamaban "gateras negras". Y añade: "Así se llaman las mujeres que venden en las plazas sentadas en la tierra, y alineadas formaron una plaza, cada una con sus comistrajos de comer para vender a los negros y forzados. Reparamos también que algunas negras venían llevando sobre sus cabezas unos platones grandes de una a otra parte". Maravillas, I, 57. En estos platones cargaban ñame frito, cocadas, plátano frito, pinas y cante salada.

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diez años aparecen en el padrón con el oficio de albañil, sastre o panadero. Las familias de Cartagena de Indias tenían ciertas particularidades que resultan llamativas. Una de ellas es que eran altamente endogámicas. Es decir, que comúnmente nacían de uniones en el mismo grupo étnico. Al menos el 80% de los matrimonios de los peninsulares, blancos, mulatos y negros se realizaban con iguales. No obstante, vale la pena indicar que la endogamia racial en Cartagena era menor a la que se presentaba en las ciudades del interior del Virreinato.17 El escaso margen de uniones exogámicas que se presentaba en cada ciudad ocurría entre los mestizos, los mulatos y los negros. En Cartagena, el hecho excepcional era que había cierta exogamia entre los peninsulares y los blancos. No son desconocidos los matrimonios de algunos peninsulares y criollos con mulatas y negras de los barrios Santo Toribio y Getsemaní. Se trataba casi siempre de jóvenes que arribaban en algún barco a la ciudad, sin destino fijo y muy poco dinero en sus bolsillos, tiempo después terminaban uniéndose a mulatas emprendedoras. La movilidad poblacional y social parecerían suavizar en Cartagena los prejuicios raciales prevalentes entre las élites.18 Aunque, es claro que también aquí el mestizaje fue producto principalmente de la unión consensual y no del matrimonio católico. La vida social en Cartagena era intensa y ruidosa. La algarabía y el colorido de los mercados matinales se prolongaban hasta el

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En Buga, el matrimonio entre las familias de la élite era tan reiterado que se hizo famoso este estribillo; "En Buga, Ciudad Señora, donde todos son ausentes, ninguno nace Cabal, todos son Sanclemente". 18 Virginia Gutiérrez de Pineda hizo comentarios muy inteligentes y detallados sobre la endogamia familiar en Cartagena. Ver su artículo "La familia en Cartagena de Indias", citado arriba.

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anochecer. Según el relato del Obispo Joseph Díaz, todas las noches en las calles, en patios particulares y aún fuera de la ciudad, se formaban fandangos donde los negros y mulatos bailaban una danza lasciva llamada "bunde".19 Para el Obispo Díaz, los "bundes"eran muy distintos de los bailes de Galicia, pues en ellos la gente del pueblo se reunía en grupos que bailaban al mismo tiempo, sin separación de sexos. Hombres y mujeres se mezclaban en la danza, algunos tocaban tambores, otros danzaban, otros cantaban versos eróticos, mientras movían sus cuerpos en forma indecente. Los fandangos eran animados con buena dosis de aguardiente y chicha,20 especie de aguardiente de destilación casera. Para muchos oficiales, los fandangos de Cartagena existían por la poca atención que los amos prestaban a sus esclavos y por la criminal exigencia que les hacían de conseguir un salario diario, sin importar la forma y lugar. En la practica, los amos estimulaban a sus esclavas negras y mulatas a la prostitución y a una indigencia que no pasó desapercibida a los cronistas ilustrados de Cartagena. Conclusión Por lo visto hasta aquí, concluimos que la vida cotidiana y familiar de Cartagena tuvo rasgos propios que nacieron de su carácter portuario y esclavista. Movilidad elevada de la población, oscilación de la economía y oferta abundante de esclavos incidieron en las formas de residencia, en las modalidades

''' Fandango era una danza española típica que incluía canto y zapateado. En el mundo hispanoamericano se les llamó "hundes" (palabra de origen bantú), algo próximos, por las característica de su baile, a las batucadas luso-brasileras. 20

Carta del Obispo Joseph Díaz al Rey, Archivo General de Indias, Santa Fe, códice 1004,

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familiares y en su relativaflexibilidadexogámica. Es muy probable, también, que estos factores hayan presionado sobre el tamaño de las familias, reduciendo el número de hijos y favoreciendo la unión consensual. La fuente principal de este estudio, los padrones de población de los barrios, son una especie de instantánea en la vida de la ciudad. Indican realidades que pueden analizarse con algún fundamento. No obstante, los cambios y transformaciones profundas en la vida cotidiana y familiar sólo podrán ser analizadas en la medida que formulemos nuevas preguntas, incorporemos nuevos métodos e integremos nueva información.

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