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espectáculos
| Jueves 28 de marzo de 2013
El reto de nadar en otras aguas
cLaudia fontán. La actriz incursiona en el drama con La reconstrucción
Claudia Fontán, en el rodaje de La reconstrucción, junto con Juan Taratuto (director) y el protagonista, Diego Peretti Viene de tapa
“Cuando uno empieza a transitar el camino del cine, lo único que quiere es hacer cine... –cuenta Fontán–. Que te llame Juan Taratuto, que es uno de los directores argentinos que más respeto, hace que no tengas ninguna duda de que lo vas a hacer. Cuando leí el guión quedé sorprendida y emocionada, porque es absolutamente personal. Me llamó mucho la atención, tuve que volver a ver a ver si era de Juan, porque esperaba leer una comedia... Cuando vi que era un personaje más tirando a lo dramático, me interesó más todavía, porque uno tiene ganas de probarse en otras aguas”. Pese a que parece acostumbrada a que la asocien con el registro de comedia (Son amores, Sos mi vida y Los exitosos Pells son sólo algunos de sus trabajos más recordados en televisión), Fontán concibe la tarea del actor como un oficio que no admite distinciones de género. Quizá por eso, aun en “otras aguas”, logra cautivar. “Me parece que los personajes hay que actuarlos con ver-
dad... Hay una clave que se juega en la comedia que tiene que ver con el ritmo, con una mirada más exacerbada de un estado emocional, pero, a la larga, es lo mismo. Es absolutamente real lo que le pasa a mi personaje en la tira [Solamente vos] y también lo que le pasa a Andrea [su personaje] en La reconstrucción”. Los miedos y la pertenencia “Yo siempre quise ser actriz y no lo siento como un trabajo”, dice. Aunque cueste creerlo, pese a que acumula muchos años de continuidad como intérprete, nada parece desterrar el viejo miedo de que luego de que un proyecto concluye no surjan nuevas propuestas: “Siempre siento lo mismo”, revela. Lo cierto es que, con su permanencia, la actriz logró convertirse en una integrante clave de la “selección Pol-ka”, habiendo sido parte de varios éxitos de la productora. “He ido pocas veces a hacer cosas a otros lugares y siempre me hacen volver porque nos sentimos muy cómodos trabajando –cuenta–. Hay un código
que ya entendemos, conozco a toda la gente que trabaja acá [en Pol-ka] y eso te hace sentir muy en casa... El estar siempre en el mismo lugar te da una cosa de pertenencia”. Con un largo historial de roles coprotagónicos, Fontán no pierde el sueño por asuntos del ego. Quizá por eso no se muestre preocupada por sumar protagonismo. “El lugar del protagonista absoluto de la serie argentina se está dando cada vez menos, porque empiezan a ser más corales los programas. A veces el protagonista se lleva el peso de ser el personaje moral, de ser el personaje que tiene que ser más políticamente correcto. El que está al lado siempre es más inmoral y a mí me divierte mucho”, dice, y, con respecto a los rasgos que suelen compartir sus personajes, agrega: “A mí me gusta mucho hacer de perdedora: de la abandonada, de la que pierde. Además, el público se identifica más. Somos seres sufrientes que nos gusta transitar el melodrama y hacer de nuestros sufrimientos un mundo. Entonces, cuando tenés la
posibilidad de actuar un personaje así, es mucho mejor”. Si bien logró darse varios gustos en lo que va de su carrera, Fontán abraza, como tantísimas otras actrices, el sueño de ser dirigida por Pedro Almodóvar y por otras leyendas del cine: “La fantasía de Almodóvar tiene que ver con una época mía de los ochenta, cuando hacíamos obras de teatro para el Parakultural. Cuando vimos acá las primeras películas de Almodóvar, recién se innovaba con esa estética. Él mostró toda una manera de ver la comedia, que tiene que ver con pasarla por el drama, y a mí es una cuerda que me encanta”. La maternidad y el tiempo “¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?”, se le pregunta. “Yo me llevo cada vez mejor”, responde, sin dejar lugar a dudas. Basta sólo con ver la comodidad con la que exhibe su rostro a cara lavada para constatar que sus más de cuatro décadas están muy lejos de pesarle. “Estoy mucho mejor ahora que
antes. Hoy me doy cuenta mucho más de cómo me tengo que presentar en cámara y qué importancia tengo que darle al look. Estoy mucho más relajada, yo antes era mucho más hinchapelotas, de llegar una hora y media antes para maquillarme, para peinarme. Ponía tanta energía en esa parte que por ahí me quedaba poca energía para arrojarme a otras cosas. Hoy. al estar más segura actoralmente, también estoy más segura en lo estético. Me pongo más al servicio del personaje... Me gusta más lo que se ve de mí en cámara, es algo más verdadero. Me parece que una de las claves de verte joven es no hacerte nada, no empezar a inyectarte nada, no insegurizarte, porque ahí sí la cagaste: cuando te olvidás de quién eras”, dice y, entre risas, asegura: “Yo siempre digo que nunca me voy a hacer nada. Espero que estas palabras las recuerde siempre”. Sin dudas, para la actriz de La reconstrucción, uno de los mayores cambios en su percepción de sí misma vino con su incursión en un rol vitalicio: el de mamá. “Más que nada, me corrió de mi ego, me corrió de ese lugar en el que estaba tan obsesionada con mi estética y con mis tiempos... Te ayuda a limpiar un montón de cosas que tenías y decís: «Yo no necesito todas estas cosas para estar bien»”. Además de la actuación, Fontán pudo llevar a la pantalla chica otra de sus grandes pasiones: la cocina, de la mano de su viejo amigo Fernando Trocca. Junto con él, conduce en elgourmet. com Trocca alla Fontán, un ciclo que lleva ya tres temporadas en el aire. “Vengo de una familia de cocineros. Donde hay padres y abuelos cocineros al menos salen hijos que saben comer bien... A los 17, 18 años, yo tenía una compañera de elenco que se casó con Fernando [Trocca]. En las reuniones yo le decía a él que me encantaba cocinar y le preguntaba dónde podía estudiar cocina. Él me dijo: «Si alguna vez querés, vení a hacer una pasantía al restaurante donde estoy yo». Y así aprendí y con Fernando somos amigos desde esa época”. Ya sea actuando, cocinando o conduciendo, esta ex bailarina que devino en una de las grandes actrices de su generación parece llevar a todos lados su premisa vocacional: hacerlo todo “con verdad”. ß
Un director con el arrojo de probar un nuevo rumbo emociones. Taratuto asegura que “fue una filmación muy dura”
La suma de Juan Taratuto (director), Diego Peretti, Alfredo Casero y Claudia Fontán podría arrojar un resultado efectivo: una comedia, que, a juzgar por el precedente de No sos vos, soy yo y Un novio para mi mujer (anteriores películas del director), tendría favorables pronósticos. Pero no: el resultado fue La reconstrucción, un drama sobre Eduardo, un petrolero que se dispone a visitar a un viejo amigo, Mario (Casero), casado con Andrea (Fontán). Sin que lo espere, esa visita dispara un cambio radical en el protagonista, cuando debe asumir la tarea de recomponer el hogar de Mario luego de una pérdida irreparable. “Evidentemente, este guión surge como un resorte de una situación personal y por ahí mi tarea como guionista es esconderme detrás de una trama. Yo no tengo nada que ver con la trama, no es algo biográfico, pero sí tengo que ver con algo de los sentimientos, tengo que ver con algo de ese derrotero emocional”, reveló Taratuto a la nacion. El director, que hacía tiempo deseaba filmar lejos de su lugar de origen, asegura que no pudo imaginarse a otro actor para encarnar el rol protagónico. “Es muy cómodo trabajar con Diego, es muy pedagógico, yo aprendo mucho con él. Es un compañero de lujo y esto fue titánico por momentos. Fue una grabación muy dura, muy difícil para mí–dice–. El cine sirve como excusa para conocer gente. Claudia era una actriz que me encantaba, no la conocía personalmente, pero me había gustado la idea de trabajar con ella en algún otro momento y ahora surgió la posibilidad... Y con Alfredo lo mismo. Era un tipo al que quería conocer.” Con respecto a los desafíos que trajo consigo el rodaje del film, explica: “La película construye emocionalmente por acumulación. Y hay escenas donde parece que no pasa nada y encontrar ese «no pasa nada», esa cotidianeidad, esa casa en crisis, esos silencios, fue muy difícil. Es la película que por ahí menos tenía prearmada en la cabeza en cuanto al montaje o a la filmación”. ß
Fontán y Peretti, en Ushuaia
cine
Nuevas tierras para Taratuto La reconstrucción (argentina/2013). ★★★ buena. guión y dirección: Juan Taratuto. fotografía: Nico Hardy. edición: Pablo Barbieri. dirección de arte: Marlene Lievendag. sonido: Catriel Vildosola. elenco: Diego Peretti,
Claudia Fontán, Alfredo Casero, Maria Casali, Eugenia Aguilar y Ariel Pérez. distribuidora: Buena Vista International. duración: 93 minutos. calificación:
para mayores de 13 años.
C
on películas como No sos vos, soy yo, ¿Quién dijo que es fácil? y Un novio para mi mujer, Juan Taratuto se convirtió en uno de los guionistas y directores más exitosos dentro de esa comedia que tiene en el diálogo (y en el remate punzante y eficaz) su principal sustento. En su cuarto largometraje, el realizador se arriesga con un fuerte cambio de género, tono y registro. Si bien mantiene a Diego Peretti como protagonista, en La reconstrucción se sumerge en terrenos del melodrama, abandona la gran ciudad para viajar hasta la Patagonia profunda y aborda temas, conflictos y sentimientos inéditos hasta ahora en su filmografía. El resultado de semejante salto –un cambio saludable para un artista que ya había encontrado una fórmula reconocida y reconocible– es más que digno. Puede que La reconstrucción no sea todo lo “redonda” que sí fueron sus comedias, que especialmente durante la segunda mitad subraye demasiado los cambios de los personajes y “apure” un poco las
resoluciones, pero al mismo tiempo significa desde su trabajo como cineasta un indudable paso adelante: más áspera y exigente que sus trabajos anteriores, demandó una concepción, un diseño y una puesta en escena que rompen por completo con cierta estética “televisiva” con la que se minimizó a sus primeros tres films. La primera mitad –que transcurre bastante en exteriores y remite por momentos al cine “patagónico” de Carlos Sorín– prescinde prácticamente de la palabra (toda una audacia y una búsqueda rupturista para los antecedentes citados de Taratuto) para describir con imágenes –y los acertados gestos faciales y corporales de Peretti– el grado de soledad, desconexión, irritabilidad, desprecio y amargura que acumula Eduardo, un trabajador calificado de la industria petrolera que carga con una pesada “mochila” de dolor y frustración cuyo contenido conoceremos promediando el relato. Luego de múltiples insistencias por parte de Mario (Alfredo Case-
ro) y aprovechando unas vacaciones, Eduardo deja la zona de Río Turbio para trasladarse a Ushuaia, donde de a poco comenzará a interactuar con la familia de su amigo: su esposa, Andrea (Claudia Fontán), y sus dos hijas adolescentes. Hasta aquí lo que se puede contar, ya que en esa segunda mitad –en la que Taratuto retorna al imperio de los diálogos y se instala mucho en interiores– se producen los grandes cambios que la película sólo sugería en el prólogo. Es probable que cierto sector del público se sienta algo manipulado con algunos aspectos casi del terreno de la “autoayuda” que el film tiene a la hora de abordar temas como la muerte, el dolor, las segundas oportunidades o el valor de las familias sustitutas, pero Taratuto tiene la suficiente sabiduría, recato y sensibilidad como para evitar el golpe bajo y mantener la película a flote. Las actuaciones, los rubros técnicos y –quedó dicho– el tratamiento visual y la riqueza narrativa (sobre todo en la primera parte) hablan de un futuro alentador, con más matices, con mayor riqueza, para el cine de Taratuto. En La reconstrucción hay riesgo, cambios de rumbo y no pocos logros. Nuevas búsquedas que se reconocen y, en definitiva, se agradecen.ß
Diego Batlle