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El Quijote en una línea. Relaciones intertextuales entre Don Quijote de la Mancha y los microrrelatos hispánicos Basilio Pujante Cascales Universidad de Murcia

1. Introducción En 2005 se celebró, de manera notoria, el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Entre el maremágnum de libros conmemorativos, hubo uno que ponía de manifiesto la actualidad del libro de Cervantes en un género tan reciente como el microrrelato. Este volumen, publicado por la editorial Thule de Barcelona y titulado MicroQuijotes, corrió a cargo del chileno Juan Armando Epple y recogía cincuenta minicuentos relacionados, de distintas formas, con Don Quijote de la Mancha. Nuestra aportación tiene como objetivo analizar cómo se produce este diálogo entre una novela del siglo XVII y un género tan vinculado a nuestra contemporaneidad. Antes de introducirnos de lleno en este tema, creemos que es necesario aclarar algunos conceptos sobre el microrrelato, género cuya definición aún no ha quedado completamente establecida. Debemos considerar esta forma literaria como un texto narrativo caracterizado, entre otros rasgos, por su hiperbrevedad. La extensión máxima del microrrelato, caballo de batalla eterno de los especialistas en minificción, se puede situar, de manera laxa, en torno a las dos páginas. La indefinición en el estudio de esta forma narrativa es cada vez menor, pero aún persisten estériles debates, como el que se centra en su nomenclatura. Desde nuestra perspectiva términos como microrrelato, minicuento, relato hiperbreve o minificción se pueden considerar como sinónimos. En cuanto a sus rasgos estructurales, este tipo de narraciones brevísimas se caracterizarían por la importancia del título, la concisión, el estilo elíptico, lo unitario de sus argumentos y su carácter transgresor. Este último aspecto, ponderado por Epple en el prólogo de MicroQuijotes, tiene en el uso de la intertextualidad una de sus derivaciones más frecuentes.1 El diálogo con el Quijote no es sino una de los muchas relaciones que se establecen entre este género, tan aficionado a la parodia, y las obras clásicas.

2. La intertextualidad y El Quijote en el microrrelato No se puede considerar a la intertextualidad como un rasgo intrínseco a la minificción, ni tampoco exclusivo de ella. Sin embargo, los abundantes ejemplos de mi1. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 10.

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crorrelatos intertextuales nos muestran la perfecta adecuación de este mecanismo al género. Ya hemos señalado el carácter transgresor como uno de los elementos básicos del minicuento; este aspecto explicaría las frecuentes parodias de textos clásicos que encontramos en los libros de minificción. Otro de los rasgos citados, el estilo elíptico, también estaría detrás de esta fructífera relación. El microrrelato demanda un lector activo, avezado en los mecanismos de recepción literarios. Esto se debe al carácter virtual de las narraciones brevísimas, cuyo contenido semántico ha de ser aportado por el lector en mayor porcentaje que en el resto de los géneros. Las referencias a otros textos conocidos por los lectores, ayudan a los autores a conseguir la tan ansiada concisión, al no tener que explicitar ciertos conocimientos, aportados por la enciclopedia lectora del receptor. Por ello, no sorprende comprobar que en la minificción escrita en español las obras y las tradiciones con las que mayor diálogo intertextual se establece son las que forman la base del acervo cultural hispánico. Entre ellas destacan la Biblia, la mitología clásica y el Quijote. La incidencia de la intertextualidad varía, como es lógico, de un autor a otro, pero podemos afirmar que son pocos los escritores de minicuentos que no emplean las enormes posibilidades que ofrece al género. Entre los autores hispánicos podemos considerar al argentino Marco Denevi como el gran maestro de la parodia de otros textos literarios. En libros como El jardín de las delicias (1992) y, sobre todo, Falsificaciones (1966) ofrece un amplio muestrario de variaciones sobre historias de diversas tradiciones. La presencia del Quijote en el microrrelato abarca, como queda reflejado en la antología de Juan Armando Epple, todas las etapas de la historia del género. Uno de los antecedentes más directos, Rubén Darío, abre MicroQuijotes con «D.Q.», un relato sobre un trasunto del caballero cervantino en la Guerra de Cuba.2 A juicio de la mayoría de los especialistas, el verdadero inicio del microrrelato se produce hacia mediados del siglo XX, con autores de la talla de Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso o Enrique Anderson Imbert. Los tres siguen esta tradición de realizar parodias de episodios de la novela de Cervantes. En la época de madurez del minicuento, que comienza en los años ochenta, el diálogo intertextual con el Quijote aumenta sobremanera. Buena prueba de ello son las narraciones de autores como Ana María Shua, Pía Barros o José María Merino, o de otros de generaciones más recientes como Fabián Vique. El minicuento, por su hiperbrevedad, es una forma literaria que se acomoda perfectamente al formato de los blogs. Son muchos los que recogen narraciones de eco quijotesco, pero nos hemos centrado, por la imposibilidad de abarcar toda la blogosfera, en la bitácora Químicamente impuro. Este blog publica minicuentos en español, tanto de autores consagrados como, sobre todo, de escritores noveles. Entre estos últimos hemos encontrado varios ejemplos que hemos incorporado a nuestro corpus. Otro gran medio de difusión de la minificción son los concursos, que en los últimos años se han multiplicado en todos los ámbitos culturales imaginables. Uno de ellos, organizado en verano de 2009 por la Biblioteca Severo Ochoa del Instituto Cervantes de Chicago, retaba a redactar un texto de menos de 500 2. Ibid., pp. 17-20.

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palabras con este inicio: «Yo nunca he leído El Quijote, pero...». Este arranque ofrece una perspectiva exterior, lectora, de la obra de Cervantes; enfoque que estudiaremos en la minificción al final del siguiente capítulo. Esta fructífera relación entre ambas realidades literarias ha tenido también su eco en la crítica especializada, con varios artículos que son los antecedentes directos de nuestra aportación. El primero que, al menos de manera sistemática, se acercó a la relación entre el microrrelato y Don Quijote de La Mancha, fue Fabián Vique. Este escritor y crítico argentino publicó en el número 9 de la revista El cuento en red el artículo «Minificciones quijotescas», donde ofrecía una reflexión sobre el tema y una brevísima antología de textos.3 Juan Armando Epple, en el prólogo de la ya citada antología MicroQuijotes, presenta los rasgos básicos de la minificción y expone las razones de la tan acusada presencia de la obra de Cervantes en el género. Más reciente, pero en la misma línea, es la intervención de Fernando Valls en el V Congreso Internacional de Minificción, celebrado en Neuquén (Argentina) en Noviembre de 2009, titulada: «Los microrrelatos cervantinos. De Rubén Darío a José María Merino, pasando por Kafka».

3. Diez juegos intertextuales Nuestro corpus de minificciones quijotescas está formado por las narraciones de MicroQuijotes, junto con otras tomadas de libros de autores contemporáneos, de blogs o de la antología La Cervantiada. El estudio de estos minicuentos, sesenta y ocho en total, nos ha mostrado la fecunda y heterogénea relación existente entre la minificción hispánica y el Quijote. Buscando hacer más eficaz nuestra labor, hemos agrupado las apariciones de la obra cervantina en este género hiperbreve en diez clases de juegos intertextuales, término que tomamos del citado artículo de Fabián Vique. Hemos de comenzar, por lógica, por el título, frontispicio de todo texto. Elemento paratextual a menudo obviado en los estudios literarios, el título adquiere, sin embargo, una importancia máxima en la minificción. La reducción de contenido textual aumenta la carga semántica de cada parte de los microrrelatos, incluido también el título, que establece una relación dialéctica con el texto. Este paratexto no sólo actúa como referencia al texto, sino que con gran frecuencia ayuda al lector a comprender el significado del relato. Esta alta densidad semántica que encontramos en el título aumenta si cabe en los casos de los microrrelatos intertextuales, como los quijotescos que aquí estudiamos, en los que las referencias al hipotexto pueden ser explícitas o implícitas. En el caso de las primeras, el título adelanta al lector la vinculación intertextual del microrrelato con el Quijote, facilitando así que desde el mismo inicio aporte sus conocimientos sobre esta obra literaria. Son muchos los casos de este tipo de alusión explícita en los títulos de nuestro corpus; pongamos un ejemplo de una de las más significativas: «Teoría de Dulcinea» de Juan José Arreola.4 3. Vique, Ramón Fabián, «Minificciones quijotescas», El Cuento en Red, nº 9 (2004), 18 pp. 4. Epple, op. cit., p. 25.

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El otro tipo de referencias intertextuales en los títulos, las implícitas, poseen mayor valor significativo, porque dosifican el conocimiento del hipotexto al lector y porque inciden en un elemento concreto que el receptor reconocerá tras la lectura del relato. Veámoslo en un ejemplo concreto. Un título como «El flaco», de Ana María Mopty de Kiorcheff, es, a priori, de una gran vaguedad.5 Se refiere a un atributo físico, pero poco más podemos saber del personaje antes de leer el microrrelato. Tras la lectura del mismo, descubrimos, por la referencia a Sancho, que este adjetivo define a Don Quijote, personaje enjuto como es bien sabido por todos. Otro tipo de referencias intertextuales con el Quijote son, como veremos a lo largo de nuestro ensayo, las estilísticas. Se trata de imitar el estilo literario del Quijote o de la prosa del Siglo de Oro, uniéndolas a la parodia de personajes o episodios concretos. También encontramos este mecanismo en los títulos de nuestro corpus. Algunos de ellos retoman los extensos encabezamientos de las obras literarias de la época; esto es lo que hace Augusto Monterroso en «Manuscrito encontrado junto a un cráneo en las afueras de San Blas, S. B., durante las excavaciones realizadas en los años setenta en busca del llamado Cofre, o Filón».6 En otras ocasiones lo que se imita en el paratexto es la forma de titular de Cervantes; en uno de sus minicuentos José Cardona toma la estructura de los títulos de los capítulos del Quijote: «Que trata de la indagatoria al ingenioso caballero don Miguel».7 Al igual que las referencias a temas o personajes de otras obras literarias, en la minificción también es muy frecuente la reproducción o modificación de frases concretas. La amplísima difusión del Quijote ha incorporado muchos de sus fragmentos al acervo cultural hispánico; este hecho es aprovechado por los escritores de microrrelatos, a la búsqueda siempre de cualquier elemento reconocible por los lectores sobre el que pivotar su recreación. La oración inicial del Quijote es conocida por una parte importante de los hablantes hispánicos, hayan leído o no la obra. Su relevancia ha provocado, de manera lógica, que sea sin duda alguna la frase más reproducida en la minificción de tema quijotesco. Algunos autores optan por copiarla al inicio de su relato, como hace David Lagmanovich en «Don Quijote y Dulcinea».8 Otros, de manera más original, optan por ir reproduciéndola a lo largo de todo el texto; es lo que encontramos en el ya citado relato de José Cardona. El espíritu transgresor del género también fomenta las modificaciones de la oración inicial de la novela cervantina. En nuestro corpus tenemos sendos ejemplos en el ya citado «Teoría de Dulcinea» de Arreola y en «Homenaje a los primeros astronautas» de Raúl Aceves.9 Una última forma de penetración de la frase que da comienzo al Quijote en este género la encontramos

5. Ibid., p. 65. 6. Ibid., p. 46. 7. Ibid., p. 68. 8. Ibid., pp. 59-60. 9. Ortega, Julio (ed.), La Cervantiada, Madrid, Ediciones Libertarias, 1993, p. 147.

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en los títulos. Dos de los minicuentos analizados llevan por nombre «En un lugar de La Mancha»: uno es de José Emilio Pacheco,10 y el otro de Raymundo Ramos.11 La otra frase cuya cita textual podemos hallar en el microrrelato aparece justamente en el otro extremo del libro, en el último capítulo de la segunda parte. Se trata de «ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño», pronunciada por un Don Quijote que se encuentra en su lecho de muerte.12 Juan Armando Epple la utiliza por partida doble, ya que la reproduce en «Don Aldonzo»,13 y la recorta para formar el título de su minicuento «Nidos de antaño».14 Tras estos juegos con los títulos y con el texto, el siguiente mecanismo que observamos es la creación en los microrrelatos de un episodio que no aparecía en el hipotexto cervantino. Los más frecuentes son aquellos que proponen una continuación del Quijote, partiendo de donde Cervantes dejó la historia. Este ejercicio narrativo tiene una gran tradición en la Literatura escrita en español; entre las continuaciones más destacadas podemos citar Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895), del ecuatoriano Juan Montalvo, y la más reciente Al morir Don Quijote (2004), de Andrés Trapiello. En nuestro corpus, encontramos sendas continuaciones en las que los personajes secundarios siguen la estela de Don Quijote. Sancho Panza protagoniza «Sanchijote» de Enrique Hoyos,15 mientras que «La trabajosa perdurabilidad del Quijote» de Fabián Vique cuenta nuevas aventuras del resto de personajes.16 Diferente es el microrrelato de José María Merino titulado «La cuarta salida», en el que un profesor descubre que el último capítulo del Quijote es apócrifo y relata el auténtico final del libro, en el que Don Quijote sigue viviendo en un mundo maravilloso.17 A pesar de las posibilidades que ofrecen los personajes secundarios del Quijote, un autor de minificción como Rogelio Ramos Signes crea un nuevo rol: el sastre. Este supuesto modisto del caballero manchego es el protagonista de «Acerca de los duros tiempos que corren para la costura».18 Una forma más común de intertextualidad quijotesca es la creación en los minicuentos de teorías «pseudoensayísticas» sobre el libro. Así, Marco Denevi ofrece, en «Proposición sobre las verdaderas causas de la locura de Don Quijote»,19 una explicación nueva de la demencia del protagonista, y fabula, en «Epidemia de Dulcineas en el Toboso»,20 con que todas 10.������ Epple, op. cit., p. 37. 11.�Ibid., pp. 57-58. 12.����������������������� Cervantes, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Madrid, Planeta, 1997, p. 1096. 13. Epple, ����� op. cit., p. 53. 14. Epple���������������� ��������������������� , Juan Armando, Con tinta sangre, Barcelona, Thule, 2004, p. 38-39. 15. Epple����������������������� ���������������������������� , Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 72. 16. Ibid., p. 45. 17. Merino, José María, La glorieta de los fugitivos, Madrid, Páginas de Espuma, 2007, p. 101. 18.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/07/acerca-de-los-duros-tiempos-que-corren-html (2/11/2009) 19. Epple����������������������� ���������������������������� , Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 27. 20. Ibid., p. 33.

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las mujeres de este pueblo manchego creen ser la amada imaginada por Alonso Quijano. Jorge Luis Borges, en «Un problema», ofrece tres hipótesis de cómo reaccionaría Don Quijote si matara a alguien.21 Por último, David Lagmanovich teoriza en «Don Quijote y Dulcinea» sobre la posibilidad de que en realidad Alonso Quijano y Aldonza Lorenzo fueran dos cortesanos haciéndose pasar por campesinos.22 Todas estas recreaciones, continuaciones y teorías no son sino una muestra de las enormes posibilidades que abre un libro tan lleno de virtualidades como es el Quijote. Lo mismo ocurre con el cuarto juego intertextual: la modificación del hipotexto. De nuevo el afán de los autores de minificción por fagocitar historias clásicas, en este caso la de la novela de Cervantes, les lleva a ofrecer nuevas perspectivas de episodios conocidos por todos los lectores. Es lo que Fabián Vique llama en su artículo la «corrección imposible»,23 y que podemos observar, por ejemplo, en «La última aventura» de David Roas.24 Este minicuento ofrece una nueva versión del final del libro, imaginando a un Don Quijote que, después de muerte, quiere seguir batallando junto a Sancho. Otra fórmula de modificación de la trama del hipotexto es ofrecer una perspectiva distinta de la diégesis quijotesca, dando el protagonismo a un personaje secundario. Así, Marco Denevi, en «Dulcinea del Toboso» resume la historia del Quijote pero protagonizada por Dulcinea;25 Luis Correa-Díaz, en «La emperatriz del mundo se confiesa»,26 expone la perspectiva de Aldonza; mientras que Raymundo Ramos da el protagonismo de «En un lugar de La Mancha» a la mujer de la venta que Don Quijote imagina un castillo.27 Como vemos, los tres personajes secundarios sobre los que versan los argumentos de estos microrrelatos son mujeres; más adelante nos detendremos en este nuevo protagonismo dado por la minificción a los personajes femeninos. La peripecia de los molinos y los gigantes, uno de los episodios más reconocibles del Quijote, es sin duda el fragmento del libro que más vueltas de tuerca ha sufrido en la narrativa brevísima. La tónica general de estas reinterpretaciones es invertir lo que es real y lo que es imaginario, de tal forma que los molinos son gigantes tanto en «Donde, una vez más, el ingenioso hidalgo incordia y ataca» de Rogelio Ramos Signes,28 como en «Sólo ese caballero» de Olga A. Linares.29 Algo similar ocurre, aunque cambiando a los protagonistas cervantinos por un padre y su hijo, en 21. Ibid., p. 23. 22. Ibid., p. 59-60. 23. Vique, op. cit., p. 15. 24. Roas, David, Horrores cotidianos, Palencia, Menoscuarto, 2007, p. 99-100. 25. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 29. 26. Ibid., p. 59. 27. Ibid., p. 48. 28.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/07/donde-una-vez-ms-el-ingenioso-hidalgo.html (2/11/2009) 29.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/06/slo-ese-caballero-olga-de-linares.html (2/11/2009)

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«XXIV» de Javier Tomeo, donde lo lógico es que los molinos sean gigantes.30 Una perspectiva más realista es la que ofrece Epple en «Razones son amores»;31 según este microrrelato Don Quijote no quería luchar contra los gigantes, versión ideada a posteriori por Sancho, sino morir contra las aspas de los molinos, al sentirse triste por el rechazo de la molinera. Una clase de modificación es la que afecta al cronotopo, y que supone la quinta de las diez fórmulas de relación intertextual con el Quijote que analizaremos en nuestro estudio. La ubicación de los protagonistas del libro en un espacio y un tiempo diferente al suyo es un mecanismo que aparece con frecuencia en nuestro corpus. De esta forma, encontramos a Don Quijote y Sancho caminando por las calles de una ciudad actual, en «El flaco» de Ana María Mopty de Kiorcheff,32 o al primero impartiendo conferencias por el IV Centenario de la publicación de la obra de Cervantes, en «Don Quijote 2005» de Diego Muñoz Valenzuela.33 En otras ocasiones los personajes se encuentran en un medio totalmente ajeno como puede ser una pista de tenis, en «Molinos de viento» de Miguel Dorelo,34 o en La Pampa argentina en «Llanura» de Sergio Gaut Vel Hartman.35 En otras ocasiones el cambio de cronotopo tiene una finalidad más profunda, ya que se ubica a Don Quijote en acontecimientos históricos terribles como la caída de la bomba nuclear en Hiroshima, en «Viento del Sur» de Carlos M. Gutiérrez,36 o en la Guerra Civil española, en «Error» de Luciano G. Egido.37 Las potencialidades abiertas por Cervantes en la creación de sus personajes secundarios son aprovechadas por los autores de minificción, que les otorgan nuevo protagonismo. Especialmente destacada es, como ya señaló Juan Armando Epple, la importancia que adquieren los roles femeninos del Quijote en los microrrelatos.38 Se nos ofrece la perspectiva de personajes como Teresa Panza, en «Realismo femenino» de Marco Denevi.39 Pero las mayores posibilidades de este protagonismo dado a las mujeres lo ofrecen Aldonza Lorenzo y Dulcinea. Las dos caras de la campesina de El Toboso centran varios microrrelatos. En algunas ocasiones sólo aparece Aldonza, como en «Don Aldonzo» de Juan Armando Epple,40 o Dulcinea, como en «La mujer ideal no existe» de Denevi.41 En otros casos se produce un des30.���������������� Tomeo, Javier, Historias mínimas, Barcelona, Anagrama, 1996, p. 63. 31.���������������������� Epple, Juan Armando, Con tinta sangre, Barcelona, Thule, 2004, p. 97. 32. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 64. 33. Ibid., p. 65-66. 34.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/06/molinos-de-viento-miguel-dorelo.html (2/11/2009) 35.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/11/llanuras-sergio-gaut-vel-hartman.html (2/11/2009) 36. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, pp. 75-76. 37. Egido, Luciano G., Cuentos del lejano Oeste, Barcelona, Tusquets, 2003, pp. 61-62. 38. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p 12. 39. Ibid., p. 30. 40. Ibid., p. 53. 41. Ibid., p. 31.

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doblamiento de ambos personajes, «Habla Aldonza» de David Lagmanovich,42 o la misma unión que existía en la mente de Don Quijote, en «Dulcinea del Toboso» de Denevi.43 Varios personajes de la minificción escrita en español repiten el comportamiento de Alonso Quijano, que se cree durante casi todo el libro un caballero llamado Don Quijote de La Mancha. Esta doble personalidad es el séptimo de los juegos intertextuales cervantinos que hemos hallado en el microrrelato. En «Parábola de la literatura, la locura, la cordura y la ventura», Andrés Gallardo nos presenta a un hombre con triple personalidad, ya que pasa de creerse Don Quijote, a Alonso Quijano, y después Ignacio Rodríguez Almonacid, su verdadero nombre.44 La locura está en la raíz de la transformación de muchos de estos personajes, que llegan a confundir su identidad por el mismo camino que Don Quijote: por el exceso de lectura. Este es el itinerario que siguen los protagonistas de «En resolución» de A. White,45 y de «Reencarnación» de Pía Barros.46 La escritora chilena Lilian Elphick aporta una vuelta de tuerca a este tema en «Doble personalidad», microrrelato en el que quien sufre el trastorno del título es el propio Miguel de Cervantes, que se cree Don Quijote.47 En otras ocasiones, las reescrituras no se centran en personajes o en episodios del libro, sino en el mismo acto de escribirlo. Este juego metaliterario ofrece varias ficciones sobre cómo Cervantes escribió el Quijote. El comienzo de la composición del libro es el momento que relata David Lagmanovich en «La primera palabra».48 Marco Denevi realiza una irónica crítica a Cervantes por olvidarse en el resto de su obra del mozo que cita en la primera página, «Crueldad de Cervantes».49 Por último, Juan José Arreola juega con la biografía de Cervantes y fabula en «Cervantes» con una obra paralela titulada Antiquijote.50 Uno de los aspectos más destacados del Quijote es el inteligente juego que hace Cervantes con el concepto de autor. Los escritores de minificción han encontrado en las distintas entidades autoriales del libro un material de gran valor para sus recreaciones quijotescas. Encontramos diversas variaciones sobre el concepto de autoría del Quijote, comenzando por las que los minicuentos de nuestro corpus ofrecen sobre el propio Cervantes. Éstas van desde atribuirle al escritor alcalaíno la autoría del Quijote de Avellaneda, como hace Ángel Olgoso en «El incidente

42. Ibid., p. 62. 43. Ibid., p. 29. 44. Ibid., p. 42. 45. Ibid., p. 47. 46. Ibid., p. 79. 47. Ibid., p. 67. 48. Lagmanovich, David, Los cuatro elementos, Palencia, Menoscuarto, 2007, p. 88. 49.����������������������������� Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 32. 50. Ibid., p. 36.

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Avellaneda»,51 hasta fabular con que no escribió nada tras la batalla de Lepanto, «Juegos de azar» de Olga A. Linares.52 El autor ficticio del libro, Cide Hamete Benengeli, protagoniza sendos microrrelatos del venezolano Armando José Sequera: «¿Qué te parece, Zoraida?»,53 y «Últimas palabras de Cide Hamete».54 José Emilio Pacheco va más allá en «En un lugar de La Mancha», donde fabula con que el libro es, en realidad, obra de un porquerizo llamado Sancho Panza, al que Cervantes homenajea poniéndole su nombre a uno de los protagonistas.55 Uno de los más ilustres coetáneos del autor del Quijote, William Shakespeare, sería, en el minicuento «Shakespeare cervantino» de José Ramón Vila, el autor de una versión del Quijote ambientada en Inglaterra.56 Estos juegos literarios sobre la autoría del Quijote tienen un antecedente directo en la narrativa hispánica en «Pierre Menard, autor del Quijote» de Jorge Luis Borges. Dos escritores de minificción, imbrican el relato borgeano en sus minificciones de tema quijotesco, dando así como resultado un relato a tres bandas sobre la autoría del libro. Ana María Shua crea una «Máquina del tiempo», gracias a la cual Cervantes podría haber viajado al futuro para copiar la obra de Pierre Menard.57 Mario Levrero va un paso más allá y fabula con que Borges tomó su cuento de un autor italiano apellidado Grozzo, pseudónimo en realidad de Italo Calvino; el microrrelato se titula «Giambattista Grozzo, autor de «Pierre Menard, autor del Quijote».58 La última de estas diez fórmulas intertextuales se ocupa del libro de Cervantes desde una perspectiva externa: la lectura del Quijote por parte de alguno de los personajes. El acto de leer el libro puede simbolizar la unión de un padre y una hija, «Don Quijote» de Rogelio Guedea,59 o el fundamentalismo religioso, al provocar la quema del libro, como ocurre en «De cómo el Quijote fue quemado en Morano» de Julia Otxoa.60 En otras ocasiones más hilarantes los personajes se comen el libro, provocando consecuencias disparatadas como que una vaca se convierta en profesora universitaria, «De cómo una vaca pinta ocupa la cátedra de literatura española en la universidad» de Raúl Renán,61 o que el protagonista vomite molinos y gigantes, «En la ínsula prometida» de Alberto Paz.62 51.���������������� Olgoso, Ángel, Astrolabio, Granada, Cuadernos del Vigía, 2007, p. 43. 52.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/06/juegos-de-azar-olga-de-linares.html (2/11/2009) 53. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 57. 54. Ibid., p. 58. 55. Ibid., p. 36. 56.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/10/shakespeare-cervantino-jos-ramn-vila.html (2/11/2009) 57. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p. 43. 58. Ortega, Julio (ed.), La Cervantiada, Madrid, Ediciones Libertarias, 1993, p. 59. 59. Epple, Juan Armando, (ed.), MicroQuijotes, Barcelona, Thule, 2005, p.74. 60. Ibid., p. 54. 61. Ibid., p. 44. 62.http://quimicamenteimpuro.blogspot.com/2008/07/en-la-nsula-prometida-alberto-paz.html (2/11/2009)

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Basilio Pujante Cascales

4. Conclusiones Una vez analizados estos diez juegos intertextuales de los autores de minificción con el Quijote, podemos concluir que la obra de Cervantes está, en los comienzos del siglo XXI, más viva que nunca. Porque no sólo las nuevas lecturas e interpretaciones sobre el texto contribuyen a su actualidad, también el hecho de que siga siendo fuente de inspiración para autores de un género tan reciente como el microrrelato, es una de las pruebas más fehacientes de su inabarcable trascendencia. Las razones de esta fructífera relación entre Don Quijote de La Mancha y la minificción hispánica son, desde nuestra perspectiva, varias. En primer lugar, el Quijote se ha convertido, especialmente en el ámbito de la cultura en español, en el libro por excelencia, leído por muchos, y conocido por casi todos. Este hecho les permite a los autores de minicuentos trabajar con un hipotexto fácilmente reconocible y al que una mera alusión abre una gran fuente de conocimientos compartidos. Tampoco debemos olvidarnos de los valores propios del texto cervantino. Se trata de una obra enormemente polisémica y con un valor potencial que los escritores de microrrelatos han sabido captar, por ejemplo dando protagonismo a personajes secundarios. El penúltimo y el antepenúltimo de los juegos que hemos repasado, sobre la autoría y la metaficción, nos mostraban otro de los puntos en común entre el Quijote y el microrrelato. Éste es un género de escritores para escritores, donde son innumerables los guiños al oficio del escritor y a otras obras literarias; se trata ésta de una tendencia de clara estirpe cervantina. Por todo ello, creemos que los autores de minificción son fieles a la tradición quijotesca y han sabido reinventar el libro de Cervantes para condensar su espíritu en una página o en una línea.

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