EL PUEBLO ROSA Y EL CASTILLO AZUL Había una vez un castillo azul en lo alto de un pueblo rosa. El castillo era azul porque era tan alto que se confundía con el cielo y porque desde el castillo se veía todo el mar azul. El pueblo era rosa y olía a fresa porque una vez estalló la fábrica de chicle y de chucherías que había en el pueblo. Cuando estalló, el pueblo se quedó para siempre con el color rosa de los chicles y con el olor a fresa de las piruletas. En el castillo vivía un chico que se llamaba Sergio, que era muy goloso y que siempre iba a la fábrica a comprarse golosinas y chicles. Un día, cuando iba a la fábrica, se encontró por el camino a una chica que vivía en el pueblo rosa y que también era muy golosa. La chica se llamaba Sofía. Sofía y Sergio se presentaron y estuvieron un buen rato hablando. Al finar se hicieron amigos. Sergio le dijo a Sofía que él iba a la fábrica a comprar golosinas porque a él y a su caballo les daban una fuerza superior. Además, el caballo iba más veloz y se cansaba menos. Sofía se quedó muy sorprendida de lo que Sergio le estaba contando. Después de comprar las golosinas y los chicles, cada uno se fue a su casa. Se lo había pasado muy bien juntos. Por la noche, Sergio se escapó de su castillo para ir al pueblo rosa a ver si encontraba a Sofía. Quería que Sofía fuera con él a pasear con su caballo a la luz de la luna. Pero cuando Sergio llegó al pueblo, algo terrible le esperaba: ¡Sofía no estaba en casa! Y, además, nadie sabía nada de ella desde esa mañana que se había ido a la fábrica. Sergio estaba muy preocupado por Sofía, así que decidió ir a buscarla con su caballo veloz. Preguntó por ella en todo el pueblo y en el pueblo de al lado. Sergio iba explicando a las personas cómo era Sofía: tenía el pelo moreno y largo, los ojos claros y grandes, llevaba un traje de color rojo con un dibujo de pájaros y unos zapatos blancos con un lazo rojo como el traje. Pero nadie había visto a Sofía. Sergio estaba muy triste y empezó a buscar por todos los rincones. De repente, en un camino, se encontró un trozo de tela del traje de Sofía. Sergio pensó que estaba en peligro. Tenía que encontrarla. Llevó el trozo de tela a uno de los guardias del castillo que tenía un perro. Se le ocurrió que podía dar al perro el trozo de tela para que lo oliera y así el perro podría encontrar a Sofía. Estuvieron un rato caminando y encontraron un castillo. En el castillo había un parque y niños jugando. Sergio y el guardia les dijeron a los niños que si podían quedarse cuidando al caballo mientras ellos entraban en el castillo a buscar a Sofía. Los niños les dijeron que sí y estuvieron cuidando y acariciando al caballo. Entraron al castillo y estuvieron buscando por todos los rincones, pero allí no había nadie. Sergio volvió triste y cansado al pueblo. Cuando el pueblo se enteró de que Sofía todavía no había aparecido, quedaron todos para ir a buscarla por el bosque con un grupo de perros. Cuando llegaron al bosque se fueron por un atajo para llegar a la cabaña del leñador Jorge. El pueblo le preguntó a Jorge que si había visto a Sofía. El leñador les dijo que no, pero les ayudó a buscarla por todo el bosque. Estuvieron toda la noche buscando y no la encontraron. Como estaban cansados, se fueron a dormir. Al día siguiente, se fueron a buscarla a la playa. Andando encontraron una cueva inmensa y muy limpia. Dentro de la cueva había un anciano mayor que se llamaba Pepe y que tenía una bola de cristal mágica. El pueblo le preguntó al anciano que si podía ayudarles. El mago Pepe les dijo que sí y pronunció las palabras mágicas para que Sofía apareciera en la bola.
Pasado un rato, Sofía salió en la bola. Estaba bañándose en un río, pero estaba en peligro porque había caimanes. Sergio le dio las gracias al mago Pepe y salió corriendo con su caballo veloz al río, porque él sabía dónde estaba. Sergio dio a su caballo un puñado de chucherías para que fuera más veloz y él se comió otro puñado para tener más fuerza. Cuando llegaron al río, Sergio cogió unos palos para salvar a Sofía de los caimanes. Como tenía fuerza, gracias a las chucherías, Sergio consiguió poner un palo en la boca a cada caimán para que no mordieran a Sofía. Cuando Sofía pudo salir del agua, le dio un beso a Sergio. Llegaron al pueblo en el caballo veloz y el pueblo les recibió con aplausos. Después de un mes, Sergio y Sofía se casaron y vivieron feliceds para siempre en el Castillo Azul del Pueblo Rosa.