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Tenemos que recordar que no podemos salvar a nadie. Somos mensajeros. Vale repasar el papel del Espíritu Santo en el proceso de la salvación. Tiene dos ...
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EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO EN EL EVANGELISMO CON EL INCONVERSO Por Dr. Gerardo Laursen Usado con permiso

Tenemos que recordar que no podemos salvar a nadie. Somos mensajeros. Vale repasar el papel del Espíritu Santo en el proceso de la salvación. Tiene dos ministerios principales al respecto: penetra la depravación del hombre, y le convence de la verdad. Si usted se encuentra en ocasiones en un debate (cortés) sobre lo espiritual con un incrédulo, no se preocupe si él es astuto y preparado. Siempre “ganamos”, porque el Espíritu perfora su alma y memoria con nuestras informaciones. El fruto puede resultar mucho más tarde. A. El Espíritu penetra la depravación del hombre. 1. El hombre no busca a Dios. a. No entiende a Dios. Para algunos, les parece imposible que Dios vino en la carne o que alguien murió en nuestro lugar hace unos dos mil años, o que un buen caballero es un pecador ante Dios. (Ro. 3:11) b. Está muerto espiritualmente. Un cadáver no puede tomar decisiones. Así estuvimos espiritualmente ante Dios. Es Dios, pues, quien toma la iniciativa (Ef. 2:1-3). c. No da la bienvenida a las cosas de Dios. Sin embargo, hay prominentes evangelistas que viajan por el mundo y dicen que los incrédulos buscan a Dios por todos lados. ¿Hay una contradicción? No. Es cierto que un muerto no puede buscar a nadie. Pero Dios derrama una gracia general sobre todos (así tomando la iniciativa) a tal nivel que hasta un “muerto” puede entender el plan de salvación. Es Dios quien hace la búsqueda (1 Co. 2:14) 2. Dios busca al hombre. a. El Padre planificó la salvación. El desarrolló este plan. Efesios 1:4, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.” Juan 6:44, “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” b. El Hijo proveyó la salvación. Conforme al plan, el Hijo pagó nuestra deuda. Hebreos 10:12, “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.” Lucas 19:10, “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

c. El Espíritu Santo produce la salvación. Nos regenera y nos hace aptos para entrar en el cielo. Juan 3:5, “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Vemos que todos miembros de la Santa Trinidad están involucrados en la salvación de los perdidos. B. El Espíritu convence al inconverso. Capítulo 16 de Juan contiene en resumen de este ministerio. Jn. 16:7-8, “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” 1. Convence de pecado. El despierta la conciencia de culpa. Uno es condenado ante Dios por el simple hecho de no creer en Cristo. (Jn. 16:9) 2. Convence de justicia. (Jn. 16:10) Mirar la justicia perfecta es mirar a Jesucristo. Pero ya que no está en la carne, el Espíritu Santo nos revela qué es justo. Usa la conciencia, la Escritura, experiencias, creyentes modelos, etc. Dos jóvenes que trabajaban para la fábrica de aviones Boeing un día robaron una lanchita doblada y compacta de hule para emergencia de un avión. Días después la abrieron y estaban gozándose en el río de un parque nacional. Repentinamente llegó un helicóptero. Al abrir estas lanchas de avión hay una señal radial automática, que pide rescate. El helicóptero de rescate respondió a “la emergencia” y los jóvenes fueron arrestados. En cierta forma similar, no hay secretos de pecado ante Dios. Números 32:23 dice: “Sabed que vuestro pecado os alcanzará”. 3. Convence de juicio. (Jn. 16:11) El diablo es un perdedor condenado. Por el momento, por decirlo así, Satanás está libre bajo fianza. Su cadena comienza al final del reino milenial. Si el más astuto y más poderoso no puede escapar el juicio de Dios, ¿cómo puede el débil pecador? Muchos inconversos sienten su culpabilidad. Es la voz del Espíritu Santo. Me acuerdo hace años que oí un testimonio por Bill Bright, fundador de la Cruzada Estudiantil. Explicando el plan de salvación a cierto señor, ese protestaba con comentarios como: “Pero no creo en Dios” o “Pero no creo en la Biblia.” Sin embargo, Bill continuaba hasta el fin, cuando este señor macho comenzó a llorar. Resultó que aceptó a Cristo. Sus reacciones eran una fachada y excusa de no seguir, porque sentía culpa incómoda. El Espíritu penetra.

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Ahora bien, hay casos en que las protestas son dudas legítimas, y nuestro papel es de contestar, clarificar y defender la verdad. En el caso de arriba hubiera sido en el dar evidencias por la existencia de Dios y por la autenticidad de las Escrituras. Siga su guía interior por el Espíritu Santo, para determinar si es necesario cubrir las protestas o simplemente continuar con explicar cómo ser salvo. (Si su disputa es complicada, mejor decirle algo como: “Permítame terminar mi presentación, y al final podemos volver a su pregunta, si todavía lo quiere. ¿Está bien?”) El papel del Espíritu Santo en el evangelismo con el inconverso es de penetrar la depravación del hombre y de convencerle de la verdad. A cierto punto entramos nosotros para modelar la justicia y ser mensajeros fieles. Dios está buscando a los perdidos, y nos usa, enviándonos a la búsqueda. ¿Estamos cumpliendo? No hay lugar para la jactancia cuando alguien recibe a Cristo por nuestro ministerio, porque nuestro papel es pequeño en comparación con el de Dios. ¡Qué privilegio tener parte alguna!

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