El papá de la geotermia

El papá de la geotermia. Kathia Cárdenas. Tras el imponente Volcán Miravalles, el viento sopla fuerte y no se ven más que potreros extensos llenos de ganado ...
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Alfredo Mainieri: Pionero de la geotermia en Costa Rica

El papá de la geotermia Kathia Cárdenas

Tras el imponente Volcán Miravalles, el viento sopla fuerte y no se ven más que potreros extensos llenos de ganado y casas de madera en cuyas paredes cuelga esperanzado el calendario de 1975. Tres hombres llegan al lugar, enviados a buscar un tesoro del que no se tiene certeza poder encontrar. Varios kilos menos y con el cabello más oscuro que hoy, los recién graduados Eduardo Granados, Rodrigo Corrales y Alfredo Mainieri, son los encargados de la misión de producir energía a través del vapor del interior de la tierra.

Ni medallas de oro ni trofeos, el mayor orgullo de Mainieri es mostrar las piedras volcánicas que guarda con cariño desde los inicios del proyecto Miravalles. Foto Nelson Dinartes.

Casi 40 años después, uno de ellos permanece cuidando del proyecto que se ha convertido en su hijo: El Proyecto Geotérmico Miravalles. En su oficina, Alfredo Mainieri Protti, luce como trofeos trozos de piedra volcánica que guarda desde los años ochentas. Cilíndricas y porosas o cuadradas finamente pulidas que asemejan ser de vidrio, estos trozos de piedra son los compañeros de Mainieri y los cómplices que le recuerdan el logro de dotar de energía limpia a un país, a partir de lo que muchos pensaron no era más que una ocurrencia. En tiempos donde la energía eléctrica sólo se producía por medio de petróleo o de fuentes hídricas, era poco más que descabellado pensar que la otra opción provendría del vapor que duerme muy por debajo de nuestros zapatos. ………………………………..

Este tico de raíces italianas es reconocido como el padre de la generación de energía geotérmica en el país, aunque bien podría considerarse el abuelito, ya que a sus 69 años

aún continúa al frente del proyecto que vio nacer. Y aunque hoy permanece en una oficina, siendo la mente estratégica que coordina las operaciones, no duda en aprovechar cada oportunidad para ir al campo y recorrer aquellos pastos que hoy se han convertido en pequeños bosques rodeados de tubería, por la que viaja vapor en medio del intenso olor a ¨huevo¨, característico del azufre. Un hombre que se enamoró y se casó a la vez con dos amores, hasta la fecha no ha podido desprenderse de ninguno. Aunque se considera firmemente un esposo fiel, la monogamia parece querer esconderse cuando habla de su otro amor. En 1973 con sólo 3 meses de casado y en espera de su primer hijo, partió a Italia a estudiar geotermia, en el Instituto per le Ricerche Geotermiche en Pisa, lo que lo convirtió en el primer costarricense en especializarse en esta materia. Nueve meses después volvió al país para conocer al pequeño Alejandro y dar vida a su otro hijo, llamado cariñosamente por él, solamente como ¨Miravalles¨. La quijotada. En 1974, Daniel Oduber ocupaba la presidencia del país, mientras los costarricenses coreaban canciones de grupos como Abracadabra o Mocedades y compraban queso tierno Dos Pinos a 2,5 colones la libra o una Coca Cola a 50 céntimos. En Costa Rica así como en la mayoría de países del mundo, se sentían los efectos de los altos precios del petróleo. Por lo que Teófilo de la Torre, quién era en ese entonces director de planificación eléctrica del ICE y su compañero el ingeniero Manuel Corrales, empezaron a cultivar una ¨semillita salvavidas ¨ llamada geotermia y buscaron tres jóvenes que pudieran ¨regarla¨. El joven geólogo Mainieri, que llevaba ya 4 años trabajando en investigaciones para los proyectos hidroeléctricos la Angostura y Arenal, fue seleccionado para ir a prepararse en geotermia a Italia, por medio de una beca. Un año después lo hace el ingeniero civil, Eduardo Granados. Ambos llegan en una década en la que Italia era carcomida por el germen de la inestabilidad social y política, con gobiernos temporales y síntomas de violencia. En un desconocido y pequeño pueblo lejos de casa, formar carácter y encarar retos no era nada menos que una obligación. Aunque para Mainieri Italia no era del todo extraña, ya que a sus 17 años se fue estudiar geología, en la Universidad de Pavia y

posteriormente en Modena, en donde se graduó como Doctor en Ciencias Geológicas en 1969 , ya

que en Costa Rica no se impartía esa carrera. A finales del siglo XIX muchos italianos emigraron a países de América, ya que la situación de pobreza, desempleo e inestabilidad política reinaba en Italia. El padre de Mainieri con sólo trece años y su abuelo, cruzaron el Atlántico para ¨probar suerte¨ en un pequeño país centroamericano llamado Costa Rica. Las mujeres de la familia se quedaron en Italia y eran visitadas cada medio año. Por eso, para continuar la filosofía de que hay que dejar lo que se tiene para encontrar algo mejor, el abuelo de Mainieri lo instó, luego de que terminó el colegio en el Liceo San José, a irse para ese país europeo y prepararse en

geología, ya que desde niño ¨siempre le gustaban las piedritas¨. Años después, en 1975, Mainieri, Granados y el químico Rodrigo Corrales iniciaron juntos, los recorridos por las zonas cercanas al volcán Miravalles y Rincón de la Vieja. Más allá del inicio de la construcción del proyecto geotérmico más importante del país, este trío logro construir una amistad que ha perdurado en el tiempo. Mainieri no lo piensa para afirmar, que aún hoy, sus mejores amigos siguen siendo esos mismos jóvenes ilusionados que lo acompañaron en la aventura, sólo que hoy con algunas más canas. En un pueblo a cientos de kilómetros de San José, lejos de la familia y sin conocer a nadie, no es de extrañar que este trío se convirtiera más que en compañeros y cómplices, en casi hermanos. Aunque los estudios se realizaron en los volcanes Tenorio, Miravalles y Rincón de la Vieja, se decidió construir el proyecto en la zona cercana al segundo porque había más población y más facilidad para instalar los campamentos. A pesar de eso, Guayabo y Fortuna de Bagaces, los poblados más cercanos, no pasaban de ser caseríos y grandes fincas ocupadas de ganado o sembradas de frijoles. Por eso este trío de compañeros y poco a poco cada vez más amigos, decidieron alquilar una casa en Liberia, aunque esto implicara hasta 4 horas diarias de viaje que podían ser más dependiendo del capricho de los caminos y del humor con que amaneciera el tiempo ese día. Granados cuenta que hasta los vehículos de doble tracción quedaban atrapados varias

horas a la interperie, en espera de poder salir del barro con la ayuda de, en el mejor de los casos un tractor, o al menos de una yunta bueyes. Tiempo después, esos viajes anecdóticos pasaron a ser historia y los tres se mudaron a los campamentos del ICE, en Guayabo. La electricidad provenía de una pequeñísima planta hidroeléctrica privada que cobraba según la cantidad de bombillas, por lo que era común no ver más de un par de bombillas por casa. No existían televisores, por lo que la diversión se concentraba en una de las dos cantinas del pueblo, en las cuales según recuerda Granados eran comunes las balaceras casi todos los fines de semana, por lo que la mejor opción era quedarse leyendo o continuar con el trabajo en la noche.

Las jornadas de trabajo en el proyecto de por sí ya eran cansadas, iniciaban apenas salía el sol y se extendían hasta al menos las 8 de la noche, a esto había que añadirle luchar contra los aguaceros y el viento que predominan en este valle guanacasteco. Además, en el caso de Mainieri, había que sumarle que tal como lo hace aún, casi cuatro décadas después, debía viajar a San José una vez por semana. Su esposa, Elizabeth y los pequeños Alejandro y Federico lo esperaban en casa. Al principio, el proyecto contaba con muy pocos recursos y cuando algo hacía falta no quedaba otra opción que tomar ¨prestados¨ materiales que ya no estaban en uso en otros proyectos como el Arenal. Esto le valió a Granados el apodo de ¨buhonero¨, por parte de Mainieri, en alusión a la práctica obligada de tener que recoger cuanto implemento viejo encontrara de utilidad en otras bodegas. El ICE parecía entonces una familia luchadora de escasos recursos en la cual se van heredando los zapatos viejos, ¨el buhonero¨ no tenía pena en ponérselos porque sabía que le permitirían caminar. Pero a pesar de todas las limitaciones económicas y técnicas, el mayor reto fue luchar contra la incredulidad. Incluso dentro del mismo ICE, existía resistencia a creer que se pudiese obtener energía de otra forma que no fuese la tradicional hidroeléctrica. Sin ninguna garantía clara de que valiese la pena la inversión y el esfuerzo, cayó como una patadita de la suerte encontrar potencial en los tres primeros pozos perforados. De no haber sido así muchos de los que veían con ojos desconfiados se habrían regocijado en la cobija

del conformismo pensando que tenían razón, mientras el vapor seguiría durmiendo debajo de las tierras guanacastecas y el viento seguiría soplando, riéndose, resguardando el tesoro del Miravalles. ¨El buhonero¨ partió diez años después a California donde se integró a trabajar en la compañía GeothetmEX y Corrales decidió dedicarse a proyectos personales. Mainieri continuó viendo crecer al naciente Miravalles, que fue inaugurado en 1994. ¨Él se enamoró tanto del proyecto que nunca le importó ni la plata ni nada, simplemente nunca pudo dejarlo ¨ dice con una sonrisa de orgullo y complicidad su esposa, Elizabeth Mora, una señorita coqueta de cabello corto y perfectamente maquillada. Doña Elizabeth tiene un brillo en los ojos y una sonrisa que no se apaga, su carácter paciente y esa sensación de tranquilidad que irradia, son en mucho la gasolina que ha mantenido encendido el motor Mainieri-Miravalles. Don Alfredo Perfeccionista, perseverante e impaciente, así se define este josefino de blancas pestañas. Camina despacio, con voz pausada, y el infaltable anillo de matrimonio en mano. Su compañero y amigo Eduardo Granados, con evidente admiración menciona que Mainieri es la mezcla ideal entre una persona seria y jocosa a la vez. Con un gran sentido del humor y a la vez un gran sentido de respeto y solidaridad por sus compañeros y amigos. De hecho, doña Elizabeth dice que ¨nunca ha visto a Alfredo sufrir tanto como cuando tiene que despedir a alguien¨. El trabajo es su gran pasión, ser trabajador su mayor virtud pero quizás también su defecto. Su esposa recuerda: ¨ la mamá de Alfredo me dijo que si quería estar con él tenía que aceptarlo porque así lo conocí, que él era muy bueno pero tenía el defecto de ser adicto al trabajo y además trabajar fuera de San José.¨. ¨Por eso yo no le reclamo, así lo conocí y así lo acepto¨ replica doña Elizabeth con un gesto de resignación. Esta pareja se ha acostumbrado a permanecer unida a pesar de la distancia. El trabajo en el ICE los unió, les permitió conocerse, pero a la vez siempre los ha separado. Desde su etapa de noviazgo se veían cada 15 días, luego Mainieri permanecía en casa 4 días y estaba fuera

13.Actualmente viaja todas las semanas desde Guanacaste para permanecer el fin de semana con su familia y compensar el tiempo que debe dedicar a su otro amor. ¨Claro que me hacía falta cuando se enfermaban los niños y en las reuniones, pero por dicha los

suegros

siempre me apoyaban. Aunque lejos, Alfredo siempre ha estado

pendiente de la familia eso sí¨, repite Mora mientras mira nostálgica las fotografía de Paola, su hija que se encuentra desde hace 10 años en Qatar acompañando a su esposo piloto y replica con sonrisa sarcástica, ¨ mis hijos siempre decían que no querían estudiar geología como el papá, mucho trabajo¨. Dicen en alusión también a Alejandro y Federico, sus otros dos hijos. Tienen también tres nietos, que sacan a flote al abuelo chineador, incluso en su billetera Mainieri guarda fotos de ellos y en el fondo de pantalla de la computadora de su oficina lo recibe una sonriente Franchesca, una de sus nietas. ¿El irremplazable?

A veces camina con bordón, producto de un desgaste en sus rodillas que no ha podido operarse según dice ¨esperando a la Caja¨. Su esposa culpa también este retraso en la atención a su salud, a que ha venido postergando su jubilación, que pudo darse desde hace 4 años. Pero es que el cariño que siente Mainieri por esta institución es tal que llega a afirmar: ¨Al ICE yo le debo todo, mi trabajo, mi esposa que ha sido mi brazo derecho y el acércame a la geotermia¨. El cariño es recíproco. Hoy es considerando en el ICE y en el Colegio de Geólogos casi como una leyenda viva. En el 2008, recibió un reconocimiento que lo distingue como “Miembro Emérito” del Colegio que incluso fundó, por ¨ el talento y amor hacia la geotermia¨. Mainieri siempre afirma que el mérito es para todo el equipo y no sólo para él, pero sí acepta que su logro es haber estado a lo largo de todo el proceso. Con una sonrisa tímida, acepta que su mayor virtud es ser constante y si se quiere hasta terco. De no ser así difícilmente habría logrado alcanzar objetivos que parecían imposibles. Su posible salida del ICE implica el alejar a dos enamorados. Mainieri se ha enamorado del proyecto y a muchos les cuesta concebir al proyecto sin Mainieri. Su otro amigo, Antonio Yock , quien trabajó más de 20 años en el ICE, menciona que los conocimientos

de Mainieri trascienden a la geotermia e incluyen la geofísica, geoquímica, ingeniería de yacimientos y perforación, ¨ difícilmente se puede encontrar en el país otra persona con el nivel de conocimiento y experiencia con que cuenta Don Alfredo¨. Pero ya los años pesan y todos coinciden que es hora de que se dedique a descansar, todos menos Mainieri. Tan sólo con mencionar la palabra retiro, su semblante cambia y se confiesa en un conflicto. Sabe que es tiempo de pensionarse para descansar y dedicarse a recuperar su salud, sabe que debe retirarse porque para la sociedad agotó la cuota. Pero pensar en descansar genera más temor que tranquilidad en un hombre que está acostumbrado a pasar su vida encarando retos. ¨Me da miedo pensar en irme y estar sin hacer nada, me pone triste alejarme de la geotermia¨, afirma con voz pausada y grave.

Aunque su cuerpo se muestra cansado, su

mente se encuentra intacta y como colibrí en época de verano, está deseoso de correr hacia la próxima flor, hacia el próximo reto. Hoy la lucha es contra sí mismo, para convencerse que acabó un ciclo, cuando por dentro se siente apenas en el inicio. Es desapegarse de un gran amor, justo en el momento en que en el país se vislumbra la geotermia como la mejor opción de energía limpia y se discute la posibilidad de explotar geotermia en territorios pertenecientes al parque Nacional Rincón de la Vieja. De concretarse, esta constituiría otra pequeña gran batalla encabezada por Mainieri y el inicio de otra etapa que evidentemente no quiere perderse. Tantos años en los que ha sacrificado incluso en algunos momentos a su familia o su salud, tienen una recompensa. ¨A Alfredo lo admiran, le tienen cariño. Él no quiere pensionarse pero yo digo que debe descansar¨, dice su esposa con un brillo en los ojos de imaginar que por fin tendrá cerca a su esposo y ¨poder dedicarnos a pasear¨.

Para ella todo el

conocimiento de su esposo podría ser aprovechado y así evitaría estar ¨sin hacer nada¨, si diera asesorías o cursos, pero a la vez recuerda que ¨Alfredo siempre dice que no le gusta enseñar, que no tiene vocación¨ El vacío se empieza a sentir también Miravalles. Sus secretarias, le dicen ¨papᨠy Mainieri las llama ¨hijas¨. ¿qué va a hacer el ICE sin don Alfredo? Le han manifestado a doña Elizabeth, ante lo cual ella responde ¨nadie es indispensable, hay otra gente capaz, aunque tal vez no tienen tanta experiencia en los proyectos. Alfredo ha dedicado su vida al

proyecto, no es indispensable, pero obviamente a él le va a hacer falta al proyecto y él le va a hacer falta al ICE¨. Todos coinciden que llenar los zapatos que por años ha calzado no es algo tan fácil. Mainieri es de los que se paran frente a un gentío y dice ¨no estoy de acuerdo¨, con tal poder de convencimiento que hace que todos los demás sigan sus pasos. Es un líder callado, que toma el timón cuando debe hacerlo, pero del que siempre está pendiente. La geotermia lo absorbió, lo enamoró. Y hoy Mainieri se siente casi incapaz de abandonar a su amor, tanto que menciona sin titubear, que su deseo es ¨más tiempo para seguir trabajando¨. En parte porque lo desea, porque en su cabeza probablemente replica la pregunta de sus secretarias: ¿ qué va a hacer Miravalles sin don Alfredo? Y en parte porque él probablemente también se pregunte ¿Qué voy a hacer sin la geotermia?, olvidado que, para su tranquilidad, lo que no ha podido sacar de su mente en 40 años difícilmente podrá hacerlo ahora. Mainieri, ha pasado su vida amando intensamente a dos amores, en una sociedad que exige monogamia. Ese es quizás su mayor problema hoy, el ir contra lo que se considera ¨debe ser¨. Mientras doña Elizabeth mira con ilusión el por fin ¨recuperar ¨a su marido, Mainieri se debate en la forma más sana de separarse de su otro amor. Él es un hombre fiel, tan fiel que su mente todavía no concibe desprenderse de ninguna de sus pasiones.