El oficio de un extraviado - Moisés Delgado

como si los tocase, donde “se encuentran miradas perdidas todas las tardes”, niños .... con ausencia de tetas para ser amamantado sus primeros días con frío y ...
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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto editorial impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Editorial El Perro y la Rana, con el apoyo y participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela, tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. El sistema de imprentas funciona en todo el país, con el objetivo de editar y publicar textos de autores fundamentalmente inéditos. Cada módulo está compuesto por una serie de equipos que facilitan la elaboración rápida y eficaz de textos. Además, cuenta con un Consejo Editorial conformado por un representante de la Red Nacional de Escritores de Venezuela Capítulo Estadal y el especialista del libro y la lectura.

El Oficio de un Extraviado Moisés Delgado Vera

El Oficio de un Extraviado ©Moisés Delgado Vera, 2012 Colección de Poesía / Serie Resonancias © Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2012 Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Zulia-Venezuela 2012 Correo electrónico: [email protected] Facebook: Imprenta Zulia Comité Editorial Edición Fundación Editorial El Perro y la Rana, al cuidado de: Edgar Sánchez José Davalillo Gil Corrección Moisés Delgado Vera. Diagramación - Diseño de Portada José Davalillo Gil Impresión y acabado Edgar Sánchez José Davalillo Gil

ISBN: 978-980-14-2407-9 LF: 40220128004358 Capítulo Zulia, 2012.

Prólogo Presentar este primer libro del joven amigo Moisés Delgado, Comunicador Social y ante todo activista de las causas de nuestra juventud contemporánea, me llena profundamente de satisfacción, pues se suma a quienes pujan permanentemente por reivindicar la palabra como elemento sublime y amatorio de la humanidad. Y porque además esta obra, es la resulta de la perseverancia de experimentar con la palabra rehaciéndola persistentemente por más de doce años, en consecuencia, la misma es de algún modo, como una síntesis de su vida, el breve espacio de sus veintixxxx años; tiempo signado por la búsqueda, el descifrar acertijos, cabalgar en sueños y esperanzas. En sus versos se evidencia asombro ante un mundo aparentemente inescrutable, puesto que allí se encuentra extraviado, pero paradójicamente lo escudriña. Tarea a través de la cual se pasea como filósofo existencialista por la extrañeza de sí mismo, e identifica entornos como si los tocase, donde “se encuentran miradas perdidas todas las tardes”, niños desamparados, amigos que se han alejado, sus antepasados y su inmanente amor hacia la mujer. Con el ejercicio de “El Oficio de un Extraviado”, Moisés demuestra también, gran habilidad para hacernos pender en el tiempo, de un remoto al presente y a la inversa. En ese ir y venir denota intermitentemente mediante sus versos cual fotógrafo, la mixtura presente en nuestro entramado social diferenciado, donde algunos se resignan a vivir los ciclos de sus antecesores y otros se niegan; al mismo tiempo, se destacan elementos de nuestra identidad cultural pueblerina, religiosa, doméstica. Esta poesía joven madura que toca lo humano, sale a la luz dentro de los avatares de una sociedad que se propone reinventar una mejor forma de ser con el otro, por ello constituye una voz noble dentro de esta dinámica, que se propone compartir la esencia libertaria de su autor.

Aquileo Narváez Martínez

A mi madre, vientre de oro donde me cobijé 9 meses para luego dar paso a esta aventura de días que se asoman por las ventanas y atardeceres que el mañana siempre ofrece. A ella, por todas las veces que me atendió en la fiebre de mi infancia, me protegió del frío, los castigos, el berrinche. Por su esfuerzo para llevar el pan a la mesa de mi hogar, por su sudor y el amor que nunca tuvo limites, para ella este sueño, para ella que es mi luz.

Para que los pueblos del mundo mantengan el despertar del alma y la voluntad, con el fin de consolidar un hermoso mañana, serán necesarios lo poetas y la poesía para ofrendar el alimento de la conciencia en sus versos y rimas.

Moisés Delgado Vera.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

El oficio de un extraviado En el oficio de un extraviado se encuentran miradas pérdidas todas las tardes que me desgastan observando el movimiento de mis manos cuestionándome en la búsqueda intentando alcanzar el otro lado y ver titilar esa imagen del sueño que toma exhalaciones que se hace cuerpo vivo dentro de mí como un oficio de contrariedades para ver mi rostro en el espejo y saber que estoy aquí delante de las palabras y el arte del extravío. Me reitero vivo luego de varios días ante la ventana percibo que estoy aquí caminando lateral las paredes de la sala a la distancia el retrato de la mesita acompañado por esa luz que invade en mayo imaginando la preñez de una mujer que habitará mi hijo. Voy como nómada a espacios que pocos llegan pernotando en una calle con sombrero polveado y en el bolsillo una carta sin remitente para creer que alguien me piensa.

Editorial regional / ZULIA

Pared rayada A Rutilio Vera. La visita de los años llega con sigilosos pasos como un invitado que cruzó la puerta sin dejar rastro el eco arrastrado de tus caminos los huesos dejan la fiebre pudiente. Transitaste con la garganta ardiendo rayaste con tus uñas rancias la pared que cuenta tus días dormidos una cajita de fósforo en tu cartera una moneda que apenas alcanzaba al cigarrillo que te calmaba. La taza que comenzaste a dejar tu memoria se derramó en algún vaso de la noche cuando continuamente buscabas algún amigo extraviado quizás la amante que denominó la paridera. El olvido lloviznó ausencias en tus pestañas la vejez es un soporte que no acostumbra a usar hombros.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Visitas Por la casa circula un extravío de miradas correctas que repiten la insensatez del tiempo. Camilo Balza Donatti

Mis antepasados se reúnen en los marcos de la morada sin la capacidad del reflejo sobre el agua guindan y repiten la frase de todos sus días circulan extraviados y ajados de tiempo. Ellos acarrean todas las etnias mansas en su testa carecen de idioma y son como roedores buscan bordar su rostro en los objetos que las personas olvidan desertan hostiles de la luz son amorfos y de extremidades blandas las llagas entre sus cadenas no respiran. Asumo toda mi atención y me pregunto si necesitarán mi aliento solo me queda estar en el mesón visitar la silla delante del retrato antiguo sucumbir en realidades que se evaporan para ver si retumban y caen pero se niegan a mi saludo inocente.

Editorial regional / ZULIA

Séptimo amanecer En el séptimo amanecer de la semana puntualmente, suelen pasar los señores de la misma traza con el almidón y el bálsamo en busca del pan para el mesón y el hijo rendido en la espera con la paciencia de un día lluvioso. Allende los pasos entre la gente soy sus pies sé de la fiebre que padecen sus hombros la sucesión de todas sus interrogantes cuando levantan el aserrín del camino emiten una exhalación posada en ventanas. Las miradas del domingo son tristes en las mulatas con cabellos de lluvia siembran con afán su sombra para secarse y luego andar quedo allí, en el decurso en la quinta pared pregonando las noticias del pueblo sosteniendo unas piezas de virgen con velas y en el fondo, el canto de una cítara con su noche.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Días de barro Ella heredó lo fértil de la tierra los arados del zambo en el maizal con su candelabro y días de huellas deslumbrada se instaló mirando el atraso de las luces dejó el ruido y tomó agua para anhelar la visita de un hermano y así poblar sus años. Son tres semanas de barro lleva un vaivén que la hace isla hondea todo el sembradío pero la cosecha no ha dado lo esperado se cubre alborada y suele rezar vertical los martes con escapularios bañados de mañanas. Se llena los bolsillos de semillas se trenza en sus cintas de colores y empuña la arena del ayer.

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Morada viva El pórtico describía sus habitantes los reflejos infecundos del sol descansaban impacientes en paredes que se añejaron detrás de la traza una mecedora decoraba con lozas llenas del lodo cuando por la lluvia. Aún se logra escuchar el silbido del artesano por los cabellos de su india en la esquina. Él gastó sus nudillos para darle pan hizo vigilia en la noche cuidando su vientre cuando anunció compañía. El cuarto era una residencia a destiempo un lecho cuyas noches se envolvieron sábanas dobladas luego de cada encuentro corpóreo. La india fue reuniendo las hojas muertas del árbol contiguo con una caja enlutada por los meses de julio y él la decoraba con diadema de orquídeas con beso ritual antes fueron haciéndose con temblor de manos con arrugas y miradas escasas comenzaron alejarse las imágenes y lo demás se conocía a oscuras. Aún están los clavos y la madera en esta morada viva de quienes se adueñan todavía.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Señor El hombre primitivo hurga en uñas huye de los cristales con reflejo de sombra y retira todo el vestigio de los manteles floreados. Evoca en solitario el pasivo roce el bálsamo derretido de las velas la casa y el vestuario que pesaba. La reflexión del tiempo le ha enseñado que posee la edad de los besos secos que el telégrafo no funciona para llamar a Paris que el invierno queda adentro y no en la geografía su dorso blando ante el sol sus pasos y el bastón para cada faena. Alguna moneda invade el sombrero en la plaza ofrece historias de la guerra el chaval de la escuela lo sabe conoce las décadas que aguardan las campanas los sonidos que provienen de otra calle el transeúnte asustado por su mano extendida y la mirada que no saluda.

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Sitio de volver “Cuando estaba solo, José Arcadio Buendía se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la virgen de los remedios en la pared del fondo. Gabriel García Márquez.

Saber cuándo se debe girar la perilla sin antes tocar la madera y así tener como ritmo de edad la piel ajena. Seguir abriendo puertas bajo estos días claros oscuros con relojes de arena en la repisa anhelando ver las ciudades que no avanzan iré entonando palabras de García Márquez en constantes espacios que se repiten mis trazos bordados en siluetas otoñales buscarán reunir en las noches los cerrojos y su forma de invadir la sala. Entonces percatado del asunto asumiré morada en cada tregua aprenderé a ver con tus manos a dibujar líneas desnudas que llegan a ti en el oficio de otro día sin tener sitio de volver.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Nacerá Octavio Nacerá mañana un niño llamado Octavio con ausencia de tetas para ser amamantado sus primeros días con frío y unos ojos blanqueados después de su parto vendrá con el cuerpecito de ángel desamparado con el llanto que se hará interminable ante el hambre. Expuesto a un mundo con la dignidad ausente en los anaqueles del mercado vendrá como todo aquello que nace constantemente sumergido en el curso de lo irreversible en el eje que mueve los cuerpos atado a su antes y después condenado a la visita del señor tiempo de suntuosa vestimenta postura inexorable y ojos altivos. Nacerá Octavio con vocación de paisajes y extranjería crecerá y empuñará la vida tomará el atajo para llegar al domingo por la puerta incógnita de la habitación con dos historias secas y una semilla del campo y detrás de su piel toda su estirpe reiterada en él.

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Habitarme Amigos que por siempre nos dejaron, caros amigos para siempre idos, fuera del Tiempo y fuera del Espacio. Edgar Allan Poe Se fueron en aquella mañana y sin sonar las manos para ir a buscar pasos en otros lenguajes extensos se fueron con su bolso y papeles lleno de tinta se han ido con la excusa alterna del silencio. Dejaron una estancia arrinconada de cejas cruzadas de labios florecidos y palabras atadas al cuello en un niño que llegó y partió por la puerta de atrás con tiza en los pantalones los cordones desatados y un regaño en el recreo por perseguir pájaros. Se fueron a luchar por su credo yo tome por afinidad despertar y habitarme ver de cabeza abajo la acera del vecino en el pórtico asombrarme por ver las hebras de la niña con la cinta. Luego de tantos años pasaron por mi frente idos sin reconocerme sin pronunciar una frase.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Una ventana para mirarte Yo la esperé en las dimensiones donde habito sin peso en el sentido contrario a todo los que andan allí precisamente con el ritmo de un cuerpo asignado al calendario gregoriano que suma días bajo un orden contradictorio en el mandato de una silla bajo un matorral y unos papeles dedicados a ella que no concluyeron en el tintero. Yo le esperé con la mirada hacia la ventana ella fue compañera en la juventud nació como una vespertina visita bajo su nombre incierto dueña de adjetivos lujuriosos y silueta estilizada me dejaba la memoria en blanco. Mujer que observo por la ventana déjame tu voz lejana para hacer con pinceles trazos y cada poro que te compone decirles luz del día.

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Retratos Naceré tres veces con el llanto y la pupila blanca de la luz incandescente con la interrogante que acumula el otro. Comenzaré hacerme pequeño a ellos que poco saben de estas visitas que manejo por la cera del eterno descanso sacrifico mis noches por los sorbos de lectura y hoy los traje de vuelta pero con el retrato viejo. Pregunté por aquellos de la memoria encontré que Alida y Antonio navegan distantes que la cabaña no abre al mediodía que a Margot le han caído las arrugas y su voz suavizó el semblante pero en las tardes vigila horizontes encontrando barcos hundidos en el sol. Hoy caminamos detrás de nuestra ausencia la que otros dejan aunque poco a poco se abandona la densidad la cuadra no alberga los gritos de antes la escuela era una hoja uno de nosotros.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Ciclos Nuestro rol será cumplir las acciones que dejaron en otra edad algunos fueron herreros, hombres del campo algunas madres bajo el umbral de sus chozas lucharon para que no faltara el pan otros sin fortuna, conocieron las calles y el hambre. Algunos ocupados por el ejercicio de la palabra se quedaron mirando ventanas, tazas de café una dama cruzando las piernas algunos quisieron hablar y no pudieron casas que cayeron y otras que se levantaron para vivir las mismas situaciones de la familia anterior durante un tiempo, alguien se buscó y encontró otros lo intentaron. Heredamos cosas que emigraron con el prójimo de la plaza que se fue y dejó un espacio que otro habita repitiendo las mismas frases bajo otro sol. Nos negaremos en asumir la sobra del contrario compartir las manos para rozar paredes ajenas y ver así, como se reitera el saludo vespertino las paradas del tren y el silbato de Pedro por el callejón. Todo será un ciclo las frases de un tal vez / por aquí pasó o no lo he visto un gesto hacia ella o un beso nos harán saber que somos espejos proyectados para otros días inconclusos.

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Biografía al ausente Esto es el testimonio de los tiempos en sepia tendremos que silbar después de cada parto y bendecir las hojas que hierven en la zona tendremos que calzar los sueños y cuero en los pies para no ser vetustos antes de la tarde. Recoger la siembra como lo hizo el ausente para ver de nuevo el camino que mantiene las pisadas de chaval mover las cortinas polveadas y mirar la ventana cuando amanece. Hacernos pájaro en la hora azul tomar el vuelo de los que parten retirar el nombre que marca el asiento izquierdo comenzar otro ritmo, dormir de día y andar de noche. Llorar gotas mingas que expandan silencio en la casa y no cerrar del todo el frente por si aparece él. Se podrá escuchar los cuentos reiterados del prójimo porque viviremos calando los mismos pasos como ciclo incesante observaremos como en la casa la suma de las ausencias convergen en su nombre.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Las preguntas del que espera A ella le brotó en el cuerpo una cercanía de mujeres lejanas le florecieron los pechos con una ternura pincelada de dioses con un baldoneo en sus pasos y caderas creció en mi regazo, con su espalda natural y sus labios bajo el movimiento de mi cuerpo agitado fuimos sustento de amor y compañía para alejar toda sombra. Sin embargo tuvo que dejarme. Llegaron los días con frecuentes interrogantes en qué lugar quedaron las palabras que sembramos qué hicimos de ellas no germinaron y murieron antes de ser raíz dejando el perchero vacío y tu bálsamo cada uno por su lado con las preguntas del que espera. He optado por hacer el ejercicio de habitarte sin permiso alguno ataviarte en una imagen sobre mí verte atravesar las cortinas de la sala desnuda que nos acerquemos impregnando un silencio en la mirada como el mes de abril cuando las personas callan.

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A quién hablas Doña teresa está en el pórtico con su silencio de habitación abandonada con su rosario en la mano y bata de guajira ancestral con el asombro en el rostro ayer observó que el espejo de su cuarto se arrugo hace años ahora desnuda se cubre de espinos y profana en las noches contra el cristal. Ella dice alguien vendrá desterrando la mirada del hombre ceñido buscando memorias sosteniendo esa palabra. Vivir no es cerrar la puerta más despacio pensar el próximo paso evitando haciéndote raíz a cuatro paredes a sólo mirar una luz que varía su visita que siempre te llueven los trazos hermosa tú abanicándote en el zaguán se aparta del reflejo. Envejecieron los círculos de sus pechos donde celebró la boca del amado ya no es su cintura la interrogante pocos acompañarán su lenta despedida siendo la edad que avanza a la arena que se duerme en el camino.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Pisando viernes El vientre que debí anidar nació un siglo atrás se llamó Pilar tanto me buscó / me esperó en la silla que termino siendo cortesana ataviada de corsé púrpura. Pisaba los viernes con la mirada fúnebre vivió impar los días a veces era señora o roce marchito y llegó a confundirme con hombres. Fuimos cinco décadas de piel extranjera alguien nos reconoció ayer supe que amanecías espesa y costaba levantarte. En otro tiempo éramos ejes aliento agitado un lapso insurrecto movimientos en escenarios errados y sin embargo te fui dando forma en estas hojas. Pasaste cayendo como noviembre en lluvia las esquinas lo saben ella era símbolo a donde ir pero no llegamos.

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Surcándome Vengo de una extensión ignorada horizontes que se acercan a razón de tiempo hacen ocaso todo eco de voz. Mis comportamientos reiterados frente al vidrio buscando las bases de mis pies en el ayer para sujetarme a sus imágenes toco puertas ante los resultados del recorrido los vecinos señalan mi pérdida de piel. Incertidumbre dejé en aquellos parientes porque en sus descuidos yo descanso no en los objetos de la mesa y no en los harapos al borde de la cornisa. Haciendo caminos se encuentran las sombras que mis años sean ausencias reflejo de palabra y carne en mis ancestros.

Preparo mis surcos no tomaré atajos a los gritos que el espejo me devuelve.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Trizas al suelo Me buscarás con golpes de madera y seré un postigo, una semilla en la roca volveré un domingo nocturno cuando hallemos el credo que dedicabas para que ambos aprendamos, la retórica de los silencios la exaltación de los sentidos. Dejar el sudor en las paredes acostarme en el extremo desprenderme entre imprentas que abren ventanas allá donde sueles ir y rozarte con la brisa que va erizar tus poros. Partiré el pan a solas seré los restos que dejarás entre los folios amarillentos de mi escritorio pero es menester a seguir ciego con este síntoma de vivir en otro tiempo no doblaré los hierros del frente apretarás tus puños y te darás Beatriz. Nos recordaremos en la madrugada cuando juntamente acariciemos el suelo que pisamos.

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Días del cautivo Parece que aún tocan huyen audaces del sitio ajeno extasiados en busca de la armonía. Es cierto hay fechas que duelen que nos apagan la casa y sólo queda arroparnos guardar almanaques expresiones que se disipan sobre figuras señal de nuestras cejas. Conservo rostros contrarios al reposo un chaval que acumulaba piedras nunca pudo hacer su rayuela. Hago inexistencias posibles ante la desaparecida que muerde la tierra gastando el tejer de los tiempos en sus paredes. Alguna razón nos mantiene a bordo Comenzaré a aplazar los días a irme atado a ese roce alejándose alejándome.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Sebastián Pretendió dejarse convencerse que el pliegue era camino extenderse hacia Elena y colgar el sudor del campo. Hizo vejez en otra cosecha cree en la escasez de piel y la mano que posa la tierra los silbidos con fe del vecino en la mujer que no nace y su deidad en el éxodo que no se pronuncia. La sangre le ha madurado y endereza sus vértebras su carne se torna azabache y sueña la preñez de su madre con palma sobre mecedora soleada haciendo señales para un mañana. Ya no sugestiona los lugares que habita conoce el eje del tiempo asomado a su ventana sólo se alimenta del trigo en la canasta al lado izquierdo de las vigas que están por caer.

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Presagios Se hicieron espesos los mantos todo quedó taciturno en la vida silvestre aquellos poblados soñaban con la sed. Una dama cuyo tiempo arrastraba anunció lo que se musitaba a espaldas. el hueco que reposa en nuestra espera Aprenderemos después de cada partida esa trenza del zapato regado aguardará un peso en la mirada ajena. Los sucesos nos empolvarán con incertidumbre con incertidumbre de seco follaje volveremos a la necesidad del vientre a esa sangre que nos compone. Amanecerá bajo el tinte mentiroso como los reflejos del sol sobre el espejo la incertidumbre será personaje de rasgos étnicos. Pero volveremos circulando en otro paisaje bajo una materia inusitada.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Se extravió Ayúdenme a encontrar a un niño se llama Moisés y tiene 8 años. Para encontrarlo tome en cuenta los siguientes datos le gusta correr cuando va a la choza de Alida y Antonio tiene por mala costumbre perderse cuando juega a las escondidas tiene por afición guardar los días del calendario y no suele entregar las cartas que le escribe Anaiz, la niña de su escuela es de buen corazón, presta las canicas y habla de historias que no conoce tiene una luz en sus ojos, pero aún no sabe trenzar sus zapatos. A veces, saluda a personas que no conoce con el afán de haberlo visto en reiteradas ocasiones por favor, si lo encuentran, díganle que el almuerzo está listo que preparé la sopa de costumbre díganle que no estoy molesto por su ausencia que espero su travesura en la sala y su pelota está sin falta a las cuatro de la tarde en el patio. Recuérdenle que aún mantengo la promesa del papagayo que pidió y no he podido comprar.

Comenzó a llover.

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Señales de ayer Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Jorge Luis Borges. De tu densa voz se crea el ramaje de estos recuerdos que se cuelgan en las ventanas asaltan el sarcófago botando las flores se mecen ruidosos en el altar de las velas migran vestidos con una piel inconclusa la que aún no toma figura en mis visiones. Decido pernoctar supurando los abandonos de tu carne a ciegas distancias bajo la protección de una silla. Surgen exactas columnas con sombras de escenarios antiguos manteniéndome apartado volteo el rostro de otros buscando la última señal que quiebra. Estarás desprendiendo tu cuerpo dejando habitar tu cavidad no como antes supurando el sudor de otro aliento. Seguiré esquivando los andantes en el extremo disolveré la premura y mí partida ayer descubrió que en el mar no hay comienzo.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Cruzando el tiempo Soy amenaza para la huella ajena y voy haciéndome con otras soy el nacer inusitado de una masa abolida que se perpetúa en el costal y de brazos pesados que agudizan la morada vivo con el síntoma deshabitado. Soy hombre indefinible con variantes de sombra oficio de ver el movimiento de mis manos adopto posiciones encorvadas buscando escapar por mí ombligo. Me compruebo con el saludo a contraluz de la traza de ese señor que no cruza el umbral de ese que ha dejado tanto a un hermano desairado en la cuna a un vientre en diluvio contestando el teléfono. aún no distingo la voz que me llama Siempre he sido erróneo para cortejar y tras el hallazgo me apasiono a los besos de un maniquí que terminan dejándome entre letras que nunca leerán que lo impecune arroja saldo a la cuenta que marcho con soledades y preguntas los sábados no soy dueño de lo que toco sólo de la capacidad para atravesar paredes marcadas por un patriarca

Editorial regional / ZULIA

Peregrina La moribunda que me daba investidura no pasea vespertina por la calzada contraria ya su lamento se hizo extinto y hoy se bordea en el margen de sus pasos. La gente le tildaba oficio de catedrales con dioses que se posaban en su frente apartándole aguacero y paludismo. Las casonas de caña brava y un llano monte sumiso a la brisa eran caminos pregoneros de seres descalzos de pueblos que buscaban sus huellas mujeres con sus mantas cubre pechos niños detrás de la madera. Se marchaba temprano para evitar el rumor vecino su papel en la mano izquierda. Pasó y luego no volvió quizás la alcanzó la noche sin trigo y cansada soltó las amarras de su labor dejando la mirada tendida en los pájaros se fue desvaneciendo en algún árbol.

Amaneció hecha raíz.

El oficio de un extraviado / Moisés Delgado Vera

Regresar La grieta es un buen refugio para la tristeza para las sabandijas que vienen del solar. Ramón Elías Pérez

Para entender que por la grieta entran los cuerpos analizamos todos nuestros pasos encontrando algún infinito que se alberga lejos de los miedos derrotados. Nunca te atrapé en las escondidas me enseñaste el ejercicio de trazar mediterráneos juntando mis manos como una bóveda para un espacio que dejó colgando melodías. Cuantas veces fermentamos el triángulo deseado tus pestañas libidinosas el jadeo aún resuena en la casa. las cuatros paredes sólo detenían el techo La fe nos unió más allá del concreto de las palabras vivir sin los simulacros que sostienen los andantes sentirnos verdaderamente despiertos y no como los que creen estar vivos.

Editorial regional / ZULIA

Ninfa de polvo Ya los días de la dama han dado ocaso tropieza en una procesión distraída desairada de huellas y ansiada de rostro. No importa la espuma que deambule sus pies el mar ha delegado sal a su vientre se hizo respiro al descubierto cuando las aguas lo traían se contrajo en divinos olores. Por las noches danzó en las pisadas de la lumbre dejó su espalda en la lejanía de los ecos el destierro que se hizo adentro cuando desgarró cada pellejo del que fue. Su retina delineó el fresco aroma del anhelo a la orilla no llegaba la botella epistolar y entre sus pasos a la redonda el vahído. Llegó la época de dejarse ir Sin las fricciones atentas desprendió partes de su cuerpo Ninfa de polvo en el ayer los ojos suelen atarse.