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El pueblo gitano procede proba- blemente del Punjab o, ... go de emigrar a Persia siguieron ha- cia Europa. ... Actualmente, ese pueblo disperso en cuatro ...
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| Domingo 27 De octubre De 2013

EL LARGO CAMINO DE LOS GITANOS A EUROPA Pueblo nómada por excelencia, los gitanos emigraron lentamente al Oeste desde sus remotos orígenes en el subcontinente indio

DESPLAZAMIENTO Avanzan hacia el centro y luego al sur de Europa, donde se asientan en el siglo XV

Origen Primeros destinos Asentamientos actuales

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PERSECUCIONES

Hacia el siglo X se establecen en Persia, actual Irán

A mediados del siglo XIV llegan a las actuales Turquía y Grecia

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Emigración

Habrían emigrado del Punjab para escapar de la conquista de los pueblos islámicos, y más tarde debieron irse de Persia a la llegada de los mongoles

Los gitanos comienzan a perfilarse como etnia en la región del Punjab, donde ahora confluyen la India y Pakistán

Siglos XIV a XIX

Fueron esclavizados en Rumania, donde estuvieron sometidos al servicio de reyes, la Iglesia y los terratenientes

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Nazismo

Los nazis diezmaron su población al aplicar sobre ellos sus doctrinas y prácticas genocidas: experimentos, esterilizaciones, cámaras de gas

el Mundo Edición de hoy a cargo de Inés Capdevila | www.lanacion.com/mundo

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la priMera Minoría de la ue | una semana en la mira Las polémicas sobre presunto secuestro o venta de chicos en Grecia e Irlanda pusieron la lupa sobre la vida de estos 12 millones de personas, en una Europa marcada por la crisis; un nuevo éxodo en marcha

Gitanos. Aún hoy bajo el acecho de los mitos y la discriminación Texto Luisa Corradini | Fotos AFP

L

os recientes episodios protagonizados por gitanos en Grecia, Irlanda y Francia alimentaron el fantasma de tráfico de seres humanos y corrupción que pesa sobre esa minoría de casi 12 millones de personas en Europa. Sus defensores, sin embargo, denuncian una persecución, alimentada por el racismo, que comenzó hace mil años y se prolonga hasta hoy. La última semana, el mundo siguió perplejo la historia de una pequeña rubia de unos cuatro años, hallada en un campamento de gitanos en Grecia. La apariencia física de la niña despertó las sospechas de la policía, que pensó que había sido secuestrada para ser vendida. Un caso similar estalló, a la vez, en Irlanda. Ambas polémicas electrizaron a una opinión pública mundial, ya sacudida por la expulsión de Francia de Leonarda, una adolescente gitana de 15 años, cuyos padres de origen kosovar no tenían papeles. El tratamiento de esos tres casos, tanto por parte de las autoridades como por la mayoría de los medios, respondió al arraigado estereotipo que arrastran desde hace siglos los gitanos y que hace de ellos unos taimados y ladrones de niños, mitos hoy alimentados por los extremismos generados por la crisis económica. El escritor italiano Alessandro Manzoni relata en Los novios un episodio medieval en el cual, en su esfuerzo por calmar la ira popular durante la epidemia de peste de 1629, el ducado de Milán decidió que los culpables eran los untori. El gobierno comenzó a explicar que esos personajes, que no existían, se dedicaban a untar barandas, picaportes u otros objetos con una sustancia blanca que transmitía la peste. Como era previsible, hordas humanas se lanzaron a las calles a perseguir sospechosos, que eran lapidados o quemados. A lo largo de la historia, los gitanos cumplieron con frecuencia el papel de chivos expiatorios. Algunos his-

toriadores suelen compararlos con los judíos, pero existen diferencias entre ambos. La más importante reside probablemente en que en sus 10 siglos de existencia nunca tuvieron un territorio y sobre todo jamás aspiraron a reunirse en un hogar nacional. Su mayor ambición consiste en perpetuar su nomadismo y poder desplazarse libremente por el mundo. “Romanistán está ubicada donde se encuentran mis dos pies”, afirma el escritor canadiense de origen gitano Ronald Lee. Por eso se sabe tan poco sobre su Holocausto en las tinieblas de la Segunda Guerra Mundial. Víctimas de la política de exterminio de las “razas inferiores”, unos 600.000 gitanos fueron asesinados entre el Báltico y el Mar Negro. Los descendientes de las víctimas se niegan a reabrir ese capítulo de la historia porque “la muerte tiene un poder negativo sobre los vivos”. De todos modos, salvo en la ferocidad y en la metodología científica del exterminio, su vida durante el nazismo no cambió demasiado en relación con la discriminación, los destierros y ultrajes que conocieron en toda su existencia desde que comenzó su éxodo en el siglo X. El pueblo gitano procede probablemente del Punjab o, en todo caso, de algún lugar entre los actuales territorios de la India y Paquistán. Luego de emigrar a Persia siguieron hacia Europa. En Andalucía, por ejemplo, donde reside una comunidad de 300.000 personas, comenzaron a instalarse a partir de 1462. Pero su tranquilidad duró pocos años. En la práctica, son perseguidos desde que pusieron un pie en el continente. De todos los agravios, los más difíciles de soportar son las humillaciones permanentes que reciben en la vida cotidiana, exacerbadas hoy por una crisis económica que alimenta los extremismos y el racismo en varios países de Europa. En Rumania todavía hay un pro-

verbio que dice: “Visto de lejos, un gitano parece un ser humano”. Los antropólogos afirman que Europa asiste actualmente a uno de los éxodos más importantes de la historia del pueblo gitano. Una de las principales corrientes moviliza a las grandes comunidades del Sudeste (Rumania, Bulgaria, Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina y Albania), que cruzan el Adriático a Italia y desde allí se extienden al resto del continente. Ese fenómeno no se diferencia en absoluto del éxodo que protagonizan las otras poblaciones más pobres de la región. Actualmente, ese pueblo disperso en cuatro continentes –Asia, África, Europa y América– reúne de 15 a 20 millones de personas. En los 28 países que integran la Unión Europea (UE), representa la primera minoría étnica del continente. Varios países de la UE lanzaron en los últimos años programas para tratar de asentar a esas poblaciones errantes a fin de darles un marco legal de existencia, educación, trabajo, atención médica y protección social. En cualquier país que vivan, salvo escasas excepciones, los gitanos aún son analfabetos, no poseen documentos de identidad, carecen de trabajo y de capacitación técnica para encontrar un empleo y no tienen domicilio fijo. Sólo 7% de los gitanos de Europa oriental terminaron sus estudios secundarios. Las estadísticas sobre la vida de esa comunidad en Europa oriental son escalofriantes: según Unicef, el 84% de los gitanos de Bulgaria, el 88% en Rumania y el 91% en Hungría viven por debajo del umbral de pobreza. En esos países, 15% sufre hambre casi todos los días. Por eso el gran éxodo. “Yo sé que es humillante pedir limosna en París o en Roma. Pero aun es peor vivir aquí sin nada y sometida al odio de todos”, explicó Marianna Maltche, otra adolescente que debió regresar a su pueblo búlgaro de Targovich luego de ser expulsada de Francia.ß

En los márgenes Las paupérrimas condiciones de vida de un pueblo estigmatizado En la menos desarrollada Bulgaria o en la rica Francia (centro), los gitanos sobreviven en las afueras de las ciudades, por lo general hacinados en viejas casillas o casas rodantes y, la mayoría de las veces, sin

agua potable ni electricidad. La pobre alfabetización y el lenguaje de muchos de ellos aumentan aún más la exclusión de una de las minorías más desfavorecidas de toda Europa.

La pobreza, compañera del difícil viaje desde el Este Aun en España, donde están más integrados, los gitanos llevan una vida de carencias Martín Rodríguez Yebra LA NACION

MADRID.– Las ratas corren en una montaña de basura. Agachados, con los pies en el barro, dos chicos juegan a tocarlas con una rama y se matan de risa cada vez que lo consiguen. Están a dos pasitos de su casa, un entramado de maderas, chapas y nylon, sin baño ni agua corriente. Un centenar de esas chozas endebles se amontonan a un costado de

la ruta que va de Madrid a Valencia, a 12 kilómetros de Plaza Mayor. Lo llaman El Gallinero y es uno de los asentamientos de inmigrantes romaníes más grande de Europa: unas 500 personas, más de la mitad niños, sobreviven allí en condiciones que recuerdan a las peores villas miseria del conurbano bonaerense. No hay letrinas ni alcantarillado, los desechos se acumulan durante semanas sin que nadie los recoja, sólo existe una fuente de agua potable para todo el poblado... Sin embargo, los habitantes de El Gallinero sienten que todo podría ser peor: aquí no conviven con el miedo de ser deportados con el que cargan los gitanos afincados en Francia ni sufren una persecu-

ción étnica como la que los movió a dejar su país de origen, Rumania. “Allí no hay trabajo ni comida. Nosotros queremos vivir mejor”, dice Marius, uno de los habitantes del poblado, que se gana unos euros limpiando vidrios en los semáforos. Cuenta que España no es la excepción a la discriminación que acompaña a los gitanos allí donde van. Que temen ser desalojados del asentamiento. Y que no siempre lleva a casa comida para sus hijos. Pero tiene esperanza. Todos los chicos de El Gallinero están escolarizados y hay una intensa actividad en el lugar de las ONG que trabajan para la integración social. “Desde las políticas públicas, a partir de la democracia, España

apostó por la inclusión y dio acceso a la población gitana a los beneficios del Estado de Bienestar. Eso hace que aquí la situación sea mejor a la de otros países de la Unión Europea”, dice Mayte Suárez, dirigente de la ONG FundaciónSecretariadoGitano(FSG). Mejor no significa buena. Según la FSG, el 70% de los gitanos mayores de 16 años son analfabetos, el 36% está desempleado y el 12% vive en viviendas precarias. Las cifras son mucho peores si se restringen a los inmigrantes romaníes del Este europeo. Además, según las encuestas del estatal Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los gitanos constituyen el grupo social más rechazado en España. Por ejemplo, el 40% señala

que les molestaría “mucho” o “bastante” tener a gitanos como vecinos. “La comunidad avanzó muchísimo en los últimos 30 años en cuanto a sus derechos, pero la discriminación sigue siendo muy fuerte”, señala Juan Reyes, de la FSG en Andalucía, donde se concentra la mayor cantidad de los 750.000 gitanos que viven en el país. Las organizaciones que trabajan con esta comunidad sostienen con datos los beneficios que ha tenido la inversión en programas de acceso a la educación y de capacitación laboral para disminuir los niveles de exclusión social. Y buscan que el “modelo español” se propague en la UE. A El Gallinero se llega por una calle semiasfaltada que sale de la autopis-

ta A3. Del Primer Mundo al Tercero en un parpadear. Los chicos revolotean entre pilas de basura. Las casillas con techos de chapa sostenidos por neumáticos parecen a punto de caerse. Algunas fueron reconstruidas hace poco, después de una de las habituales demoliciones municipales. El ayuntamiento intenta desalojar el asentamiento y trasladar a sus habitantes a albergues que administra una ONG, en las que preparan a los romaníes para asimilar el cambio de la vida “en viaje” a la convivencia en edificios. Pero son pocos los que aceptan salir de “su” lugar: con todas sus carencias El Gallinero es menos hostil que las escalas anteriores en el largo viaje desde el Este.ß