IV Trimestre de 2013 El santuario
Notas de Elena G. de White Lección 9
30 de noviembre de 2013
El Juicio previo al Advenimiento Sábado 23 de noviembre En los atrios celestiales, Cristo intercede por su iglesia, intercede por aquellos para quienes pagó el precio de la redención con su sangre. Los siglos de los siglos no podrán menoscabar la eficiencia de su sacrificio expiatorio. Ni la vida ni la muerte, ni lo alto ni lo bajo, pueden separamos del amor de Dios que es en Cristo Jesús; no porque nosotros nos asimos de él tan firmemente, sino porque él nos sostiene con seguridad. Si nuestra salvación dependiera de nuestros propios esfuerzos, no podríamos ser salvos; pero ella depende de Uno que endosa todas las promesas. Jesús, precioso Jesús, “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éxodo 34:6, 7). ¡Oh, cuán privilegiados somos porque podemos venir a Jesús tal como somos y podemos descansar en su amor! No tenemos esperanza fuera de Jesús. Solo él puede tomamos con su mano y sacamos de las profundidades del desánimo y la impotencia para colocar nuestros pies sobre la Roca. Aunque el alma humana puede aferrarse a Jesús comprendiendo desesperadamente su gran necesidad, Jesús se aferrará de las almas compradas con su propia sangre con mayor firmeza aunque la del pecador que se aferra de él (A fin de conocerle, p. 82). Recursos Escuela Sabática ©
Domingo 24 de noviembre: La visión y el Juicio [Se cita Daniel 7:9,10] Así se presentó a la visión del profeta el día grande y solemne en que los caracteres y vidas de los hombres habrán de ser revistados ante el Juez de toda la tierra, y en que a todos los hombres se les dará “conforme a sus obras”. El Anciano de días es Dios, el Padre. El salmista dice: “Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Salmo 90:2). Es él, Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el Juicio. Y “millares de millares... y millones de millones” de santos ángeles, como ministros y testigos, están presentes en este gran tribunal (El conflicto de los siglos, p. 533). Los libros del cielo, en los cuales están consignados los nombres y los actos de los hombres, determinarán los fallos del Juicio. El profeta Daniel dice: “El Juez se sentó, y los libros se abrieron”. San Juan, describiendo la misma escena en el Apocalipsis, agrega: “Y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20:12). El libro de la vida contiene los nombres de todos los que entraron alguna vez en el servicio de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: “Gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (S. Lucas 10:20). San Pablo habla de sus fíeles compañeros de trabajo”, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Filipenses 4:3). Daniel, vislumbrando un “tiempo de angustia, cual nunca fue”, declara que el pueblo de Dios será librado, es decir, “todos los que se hallaren escritos en el libro” (Daniel 12:1). Y San Juan dice en el Apocalipsis que solo entrarán en la ciudad de Dios aquellos cuyos nombres “están escritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27). Delante de Dios está escrito “un libro de memoria”, en el cual quedan consignadas las buenas obras de “los que temen a Jehová, y de los que piensan en su nombre” (Malaquías 3:16, V. M.). Sus palabras de fe, sus actos de amor, están registrados en el cielo. A esto se Recursos Escuela Sabática ©
refiere Nehemías cuando dice: “¡Acuérdate de mí, oh Dios mío... y no borres mis obras piadosas que he hecho por la Casa de mi Dios!” (Nehemías 13:14, V. M.). En el “libro de memoria” de Dios, todo acto de justicia está inmortalizado. Toda tentación resistida, todo pecado vencido, toda palabra de tierna compasión, están fielmente consignados, y apuntados también todo acto de sacrificio, todo padecimiento y todo pesar sufridos por causa de Cristo. El salmista dice: “Tú cuentas los pasos de mi vida errante: pon mis lágrimas en tu redoma: ¿no están en tu libro?” (Salmo 56:8, V. M.). Hay además un registro en el cual figuran los pecados de los hombres. “Pues que Dios traerá toda obra ajuicio juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:14, V. M.). “De toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán cuenta en el día del juicio” —dice el Salvador— “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36, 37, V. M.). Los propósitos y motivos secretos aparecen en el registro infalible, pues Dios “sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones” (1 Corintios 4:5, V. M.). “He aquí que esto está escrito delante de mí... vuestras iniquidades y las iniquidades de vuestros padres juntamente, dice Jehová” (Isaías 65:6, 7, V. M.) (El conflicto de los siglos, pp. 534, 535). Lunes 25 de noviembre: Modelo del Juicio El examen que de los convidados a la fiesta hace el rey, representa una obra de juicio. Los convidados a la fiesta del evangelio son aquellos que profesan servir a Dios, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. Pero no todos los que profesan ser cristianos son verdaderos discípulos. Antes que se dé la recompensa final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir la herencia de los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá su galardón consigo, “para recompensar a cada uno según fuere su obra”. Antes de su venida, pues, habrá sido determinado el carácter de la obra de todo hombre, y a cada uno de los seguidores de Cristo le Recursos Escuela Sabática ©
habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con sus obras. Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la obra del Juicio investigador en los atrios del cielo. Delante de Dios pasa el registro de la vida de todos sus profesos seguidores. Todos son examinados según lo registrado en los libros del cielo, y según sus hechos queda para siempre fijado el destino de cada uno (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 251, 252). En el Juicio se examinará el empleo que se haya hecho de cada talento. ¿Cómo hemos empleado el capital que el cielo nos concediera? A su venida ¿recibirá el Señor lo que es suyo con interés? ¿Hemos perfeccionado las facultades que fueran confiadas a nuestras manos, a nuestros corazones y a nuestros cerebros para la gloria de Dios y provecho del mundo? ¿Cómo hemos empleado nuestro tiempo, nuestra pluma, nuestra, voz, nuestro dinero, nuestra influencia? ¿Qué hemos hecho por Cristo en la persona de los pobres, de los afligidos, de los huérfanos o de las viudas? Dios nos hizo depositarios de su santa Palabra; ¿qué hemos hecho con la luz y la verdad que se nos confió para hacer a los hombres sabios para la salvación? No se da ningún valor a una mera profesión de fe en Cristo, solo se tiene por genuino el amor que se muestra en las obras. Con todo, el amor es lo único que ante los ojos del Cielo da valor a un acto cualquiera. Todo lo que se hace por amor, por insignificante que aparezca en opinión de los hombres, es aceptado y recompensado por Dios (El conflicto de los siglos, p. 541). En 1844, nuestro gran Sumo Sacerdote entró en el Lugar Santísimo del Santuario celestial para comenzar la obra del Juicio investigador. Han estado siendo examinados delante de Dios los casos de los muertos justos. Cuando se complete esa obra, se pronunciará juicio sobre los vivientes. ¡Cuán preciosos, cuán importantes son estos solemnes momentos! Cada uno de nosotros tiene un caso pendiente en el tribunal celestial. Individualmente hemos de ser juzgados de acuerdo con lo que hicimos en el cuerpo. En el servicio simbólico, cuando la obra de expiación era realizada por el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo del Santuario terrenal, se demandaba que el pueRecursos Escuela Sabática ©
blo afligiera su alma delante de Dios y confesara sus pecados para que pudieran ser expiados y borrados. ¿Se requerirá algo menos de nosotros en este día real de expiación, cuando Cristo, en el Santuario de lo alto, está intercediendo a favor de su pueblo, y se ha de pronunciar en cada caso una decisión final e irrevocable? (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 145, 146). Martes 26 de noviembre: El tiempo del Juicio La obra del Juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean borrados antes del fin del Juicio en que sus vidas han de ser examinadas. Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los creyentes serán borrados “cuando vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo” (Hechos 3:19, 20). Cuando el Juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus obras (El conflicto de los siglos, p. 539). En el día del Juicio final, cada alma perdida comprenderá la naturaleza de su propio rechazamiento de la verdad. Se presentará la cruz y toda mente que fue cegada por la transgresión verá su verdadero significado. Ante la visión del Calvario con su Víctima misteriosa, los pecadores quedarán condenados. Toda excusa mentirosa quedará anulada. La apostasía humana aparecerá en su odioso carácter. Los hombres verán lo que fue su elección. Toda cuestión de verdad y error en la larga controversia quedará entonces aclarada. A juicio del universo, Dios quedará libre de toda culpa por la existencia o continuación del mal. Se demostrará que los decretos divinos no son accesorios al pecado. No había defecto en el gobierno de Dios, ni causa de desafecto. Cuando los pensamientos de todos los corazones sean revelados, tanto los leales como los rebeldes se unirán para declarar: “Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y engrandecerá tu nombre?... Porque Recursos Escuela Sabática ©
tus juicios son manifestados” (El Deseado de todas las gentes, p. 40). Miércoles 27 de noviembre: Cuándo terminará el Juicio “Y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad, e hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino no se corromperá” (Daniel 7:13, 14). La venida de Cristo descrita aquí no es su segunda venida a la tierra. El viene hacia el Anciano de días en el cielo para recibir el dominio y la gloria, y un reino, que le será dado a la conclusión de su obra de mediador. Es esta venida, y no su segundo advenimiento a la tierra, la que la profecía predijo que había de realizarse al fin de los 2.300 días, en 1844. Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el Lugar Santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a ella (El conflicto de los siglos, pp. 533, 534). “Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:9). El gran plan de la redención dará por resultado el completo restablecimiento del favor de Dios para el mundo. Será restaurado todo lo que se perdió a causa del pecado. No solo el hombre, sino también la tierra será redimida, para que sea la morada eterna de los obedientes. Durante seis mil años, Satanás luchó por mantener la posesión de la tierra. Pero se cumplirá el propósito original de Dios al crearla. “Tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre” (Daniel 7:18). “Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová” (Salmo 113:3)... Los sagrados estatutos que Satanás ha odiado y ha tratado de destruir, serán honrados en todo el Recursos Escuela Sabática ©
universo inmaculado. Por medio de la obra redentora de Cristo, el gobierno de Dios queda justificado. El Omnipotente es dado a conocer como el Dios de amor. Las acusaciones de Satanás quedan refutadas y su carácter desenmascarado. La rebelión no podrá nunca volverse a levantar. El pecado no podrá nunca volver a entrar en el universo. A través de las edades eternas, todos estarán seguros contra la apostasía. Por el sacrificio abnegado del amor, los habitantes de la tierra y del cielo quedarán ligados a su Creador con vínculos de unión indisoluble (¡Maranata: El Señor viene!, p. 370). El reino de la gracia de Dios se está estableciendo, a medida que ahora, día tras día, los corazones que estaban llenos de pecado y rebelión se someten a la soberanía de su amor. Pero el establecimiento completo del reino de su gloria no se producirá hasta la segunda venida de Cristo a este mundo. “El reino y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo” serán dados “al pueblo de los santos del Altísimo”. Heredarán el reino preparado para ellos “desde la fundación del mundo”. Cristo asumirá entonces su gran poder y reinará (El discurso maestro de Jesucristo, p. 93). El Juicio final es un acontecimiento sumamente solemne y terrible. Se desarrollará delante del universo entero. El Padre ha delegado todo el juicio en el Señor Jesús. El será quien declare la recompensa que recibirán los que hayan sido leales a la ley de Jehová. Dios será honrado y su gobierno reivindicado y glorificado, y ello en presencia de los habitantes de los mundos no caídos. El gobierno de Dios será reivindicado y exaltado en la mayor medida posible. No se trata del juicio de una persona o de una nación, sino de todo el mundo. ¡Oh, qué cambio se producirá entonces en el entendimiento de todos los seres creados! Allí se percibirá el valor de la vida eterna (Cada día con Dios, p. 296).
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Jueves 28 de noviembre: Seguridad responsable Nuestro precioso Redentor está delante del Padre como nuestro intercesor... Los que quieran alcanzar la norma divina, escudriñen por sí mismos las Escrituras para que tengan un conocimiento de la vida de Cristo y la comprensión de su misión y obra. Contémplenlo como a su Abogado, que está dentro del velo, teniendo en su mano el incensario de oro, del cual asciende a Dios el santo incienso de los méritos de su justicia en favor de los que oran a él. Si ellos pudieran contemplarlo, experimentarían la seguridad de que tienen un Abogado poderoso e influyente en las cortes celestiales, y que su caso está ganado ante el trono de Dios... Cuando confesáis vuestros pecados, cuando os arrepentís de vuestras iniquidades, Cristo toma vuestra culpabilidad sobre sí mismo y os imputa su propia justicia y poder. Para los contritos de espíritu, da el áureo aceite del amor y los ricos tesoros de su gracia. Entonces es cuando podéis ver que el sacrificio del yo ante Dios, mediante los méritos de Cristo, os hace de infinito valor, pues revestidos con el manto de la justicia de Cristo, os convertís en hijos e hijas de Dios. Los que se acercan al Padre, reconociendo el arco iris de la promesa, y piden perdón en el nombre de Jesús, recibirán lo que piden. Con la primera expresión de arrepentimiento, Cristo presenta la petición del humilde suplicante delante del trono como si fuera su propio deseo en favor del pecador. Dice: “Yo rogaré al Padre por vosotros” (Juan 16:26) (A fin de conocerle, p. 79). El pecador ve la espiritualidad de la ley de Dios y sus eternas obligaciones. Ve el amor de Dios al proveer a un sustituto y una seguridad para el hombre culpable, y ese sustituto es Alguien igual a Dios. Esta manifestación de gracia para con el mundo en el don de la salvación llena al pecador de asombro. Este amor de Dios hacia el hombre derriba toda barrera. El hombre viene a la cruz, que ha sido puesta a mitad de camino entre la divinidad y la humanidad, y se arrepiente de sus pecados de transgresión, porque Cristo ha estado atrayéndolo hacia él. El no espera que la ley lo limpie de pecado, Recursos Escuela Sabática ©
porque no existe ningún elemento perdonador en la ley para salvar a los transgresores de ella. El mira el sacrificio expiatorio como su única esperanza, en virtud del arrepentimiento delante de Dios –porque las leyes de su gobierno han sido violadas– y considera la fe en nuestro Señor Jesucristo como lo único que puede salvar al pecador y limpiarlo de toda transgresión... Los pecadores pueden ser justificados por Dios únicamente cuando él perdona sus pecados, los libra del castigo que merecen, y los trata como si fueran verdaderamente justos y como si no hubieran pecado, recibiéndolos en el favor divino y tratándolos como si fueran justos. Son justificados únicamente por la justicia de Cristo que se acredita al pecador. El Padre acepta al Hijo, y en virtud del sacrificio expiatorio de su Hijo, acepta al pecador (Mensajes selectos, tomo 3, pp. 220, 221).
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