WORK IN PROGRESS | RAÚL PERRONE Una inmersión, de la mano del artista, en el proceso creativo de la obra en construcción
El hombre suburbano Ganador del premio al mejor director en el último Festival de Buenos Aires, Perrone, una de las miradas más singulares del cine argentino, ya está embarcado en el rodaje de un nuevo film que probablemente jamás llegue a estrenarse POR MARCELO PANOZZO De la Redacción de La Nacion
“U
n daiquiri de durazno.” Son las cuatro de la tarde de un viernes de invierno. “No sé si tengo.” En la TV de 29 pulgadas (reglamentaria) del bar se puede ver un partido de tenis sin argentinos. “¿Baccardi tenés?” De un lado del bar, la estación Ituzaingó. Del otro, el cine Gran Ituzaingó. El mozo mira por sobre el hombro derecho, escanea el estante de las bebidas espirituosas y asiente en silencio. La chica del comienzo, sentada frente a su novio (reglamentario) vuelve a hablar: “Si tenés Baccardi, tenés daiquiri. Uno de durazno… por favor.” La pausa antes del “por favor” es de impaciencia. Siguiente paso: un hombre que se encuentra detrás de la caja, tras un breve cuchicheo con el mozo, deja su lugar y sale del bar. Vuelve a los cinco minutos; trae en la mano la indisimulable forma de una lata de duraznos dentro de una bolsa blanca (reglamentaria) de súper chino. “Ya marcha tu daiquiri, eh.” Buena escena para una película de Raúl Perrone. Acaso un momento fugaz de poesía suburbana, protagonizado por una pareja, en un bar, a deshora; personas alejadas del mundo y a la vez fatalmente conectadas con ese Planeta Ituzaingó. “Estación del Ferrocarril Sarmiento, distrito del Partido de Morón –define el crítico Fernando Martín Peña en el librito que acompaña la flamante edición de ‘la trilogía’, coqueta caja con tres films de Perrone en DVD: Labios de churrasco, Graciadió y 5 pal’peso–, espacio suburbano del Oeste por el que circulan (los personajes) sin poder salir.” Pero Perrone no está en ese bar; su cámara se mueve a gusto en los pasillos y los sótanos del cine contiguo, filmando otra cosa. Bonus track se llama la película que está terminando de rodar, una nueva polaroid de la vida juvenil en Ituzaingó, registro documental con algunas incrustaciones de ficción. ¿Qué cómo es eso? 34 I adn I Sábado 25 de agosto de 2007
EL MÉTODO. Perrone (sentado) en acción: filma en apenas un par de jornadas y en video de alta definición FOTOS: GUSTAVO SEIGUER
adn PERRONE Imparable e independiente. A espaldas del mundillo del cine local y de sus centros de poder, el director fue armando su carrera. Entre el registro documental y los pequeños estallidos de ficción, retrata la vida tal como tiene lugar en su propio país privado: Ituzaingó
Bonus track nació en el taller de cine que Perrone dicta en su ciudad hace ya seis años: después de las actividades, alumnos y profesor suelen reunirse a tomar algo en el bar del daiquiri, y por la ventana Perrone siempre veía a un grupo de pibes yendo y viniendo por la plaza en skate. Esa visión, sumada al entusiasmo de los alumnos y sazonada con los ecos de la edición de “la trilogía” en DVD, puso en marcha el asunto: el retrato de un grupo de adolescentes skaters que toman un cine vacío y pasan horas allí dentro, patinando
y soñando (¿¡patinando por un sueño!?), fumando, charlando, enamorándose. Dice Perrone: “Encontré muchas cosas actuales mis viejas películas, que a su modo son documentos de una época, sobre cómo eran los pibes en la década del 90. Y pensé: ¿qué pasa ahora con eso?, ¿cómo puedo abordar de nuevo a los pibes? A la vez, recordé que antes de ser adquirido y refaccionado por el Estado, el Gran Ituzaingó siempre estaba copado por pibes. No eran okupas, eran pibes y pibas que saltaban la tapia y se metían ahí a pasarla bien. Entonces, a partir de eso, decidí que el espacio tomado no fuera una plaza, sino un cine abandonado”. –¿Puede ser que, antes de llegar a Bonus track, te hayas ido ocupando paulatinamente de personajes más grandes en edad? –Nunca fue consciente. Hay dos o tres cosas que no hago y especular es una de ellas. Soy un pasional de mierda, bah. Ahora que salió en DVD, se habla de “la trilogía”, pero creo que se trata de una trilogía inconsciente. En mis películas siem-
pre hay personajes jóvenes; lo que pasa es que acá quería abordar el tema desde el modo en que lo veo a mi edad. Creo entender muy bien a los pibes, mucho más que los tipos jóvenes. –¿A qué se lo adjudicas? –A que yo en el fondo soy un pendejo. No puedo estar con tipos de mi edad, me aburren. Escuchan tango y lloran. Las primeras escenas de la jornada involucran a un grupo de seis chicos que van de aquí para allá con sus tablas por los pasillos del cine y por la enorme explanada en que, limpia de butacas, se transformó la sala. Hablan de cosas importantes y de algunos quebrantos, hacen competencias de saltos, llegan las chicas, coquetean, poco más. “Es fácil hacer una película sobre adolescentes metiendo celulares, Playstation, Internet, fiestas, drogas, música, embarazos, problemas con los padres. No quería esas cosas en la película y el desafío era: ¿cómo contar una historia sin eso?”, dice Perrone. El trabajo previo al rodaje tuvo que ver con la búsqueda de los chicos, con largas charlas