El espíritu franciscano inspira a Roma

La difícil lección de las pruebas PISA. El rostro de Dios. José María Poirier-Lalanne. —PARA LA NACION—. Andrés Oppenheimer. —PARA LA NACION—.
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OPINIÓN | 19

| Martes 24 de dicieMbre de 2013

mensaje navideño. Como cuando era arzobispo porteño,

en sus primeras Fiestas como papa, Bergoglio volvió a manifestar su cercanía con los más castigados

El espíritu franciscano inspira a Roma José María Poirier-Lalanne —PARA LA NACION—

C

ómo será para el papa Francisco su primera Navidad como pontífice en Roma? Cuando era arzobispo de Buenos Aires, siempre atento a los más pobres y al dolor de los excluidos, en esta fiesta solía destacar la fragilidad del Niño, la cercanía de Dios y su ternura para con nosotros. Así refieren quienes lo acompañaron en su tarea evangelizadora en las “periferias existenciales”. La fiesta que nos aprestamos a conmemorar esta noche es, junto con la Pascua y Pentecostés, una de las tres mayores solemnidades del cristianismo. En efecto, recuerda el misterio del nacimiento de Jesús en Belén junto a su madre, María, y a José, acompañados por los animales del establo. Allí, según refiere la tradición, los pastores con sus ovejas y los magos con sus regalos fueron a adorar al recién nacido, alfa y omega de la historia. Señalaba San Agustín en uno de sus sermones, con estupenda prosa, que el Creador se hizo hombre “para que tuviese hambre el pan y sed la fuente, para que durmiese la luz y el camino se fatigase en el viaje..., para que la Verdad fuese acusada por falsos testigos y el juez de vivos y muertos fuera juzgado por el juez mortal, y la justicia, condenada por los injustos”. Muy probablemente en la existencia de este papa haya dos espiritualidades medulares: la de Francisco y la de Ignacio. Porque si bien por un lado se propone encarnar el ideal profético y universalista del Poverello, por otro deja ver la capacidad de gobierno y de estrategia que caracterizaron a Loyola. Fue precisamente el santo de Asís el primero en organizar los pesebres vivientes, donde surgió la costumbre de los actuales. En 1223, cuenta San Buenaventura, teólogo franciscano y doctor de la Iglesia, Francisco

“sintió el deseo de rememorar la Natividad de Cristo para mover a las gentes a devoción. Y dispuso llevar esto a la práctica en el Castillo de Grescio, con la mayor solemnidad que fuera posible, previa la debida licencia del papa; y obtenida esta licencia, hizo venir allí el buey y el asno; y muchos frailes y otra buena gente”. Paralelamente al espíritu franciscano que distingue al Papa desde la elección de su nombre mismo, sobrevuela el perfil de Ignacio, en cuya emblemática orden fue formador de novicios. Según anota Horacio Bojorge, jesuita uruguayo, Ignacio de Loyola “siempre unió en su piedad la Eucaristía a la Navidad y el pesebre”. En efecto, “quería decir su primera misa en la gruta de Belén y, como no pudo ir a Jerusalén, la celebró en el altar del pesebre de Santa María la Mayor en Roma”. A esa basílica sobre el monte Esquilino, el templo más antiguo dedicado a la Virgen María en Occidente, fue a rezar Francisco al día siguiente de su elección. Otra figura de la Iglesia a la que repetidamente hace referencia Bergoglio, hasta el punto de que, durante su viaje a Brasil, dijo llevar un libro sobre ella en el maletín, es santa Teresa de Lisieux. No pueden ser extrañas a él ciertas palabras de la joven carmelita. Escribía Teresa explicando su “conversión” el 25 de diciembre de 1886: “Era necesario que Dios realizara un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro fue el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz... En esta noche, en la que él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, una carrera de gigante”. En el progreso del abandono, Teresita fue construyendo su camino espiritual

y dijo no temer a las caídas ni a la debilidad porque sabía que Cristo la asistía en cada instante. Algunos amigos de Bergoglio coinciden en señalar que él les asegura que está en paz y que se siente protegido por la asistencia del Señor. Como obispo de Roma, apenas cumplidos sus 77 años, Francisco confirmó su desvelo por los menos favorecidos y, a través de monseñor Konrad Krajewski (el mismo que invitó a cuatro personas sin techo a festejar con el Papa su cumpleaños) dispuso el envío de pequeños regalos navideños para los necesitados de su diócesis. Atento a los sufrimientos reales de muchos extracomunitarios, sus obsequios son boletos de subte y ómnibus,

tarjetas telefónicas y una estampilla de correos vaticana. Los dos mil sobres se están distribuyendo en los comedores populares a cargo de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta en Roma. Pocos días atrás, en otro gesto sorprendente, grabó un mensaje a todos los cartoneros y recicladores del mundo. Manifestó su proximidad hacia las personas más castigadas y subrayó, al mismo tiempo, la importancia ecológica de reciclar, de cuidar la naturaleza. En un tiro por elevación, dijo que hay que ser austeros, porque “hoy en día no nos podemos dar el lujo de despreciar lo que sobra”. En la línea de la reciente exhortación apostólica Evangeii Gaudium, reafirmó: “Vi-

vimos en una cultura del descarte, donde fácilmente hacemos sobrar no sólo cosas, sino personas”. El sábado pasado, durante su primera felicitación navideña, en la imponente sala Clementina, entre mármoles y frescos ornamentales, dirigiéndose a su propia tropa vinculó la Navidad con el servicio: “Cuando la actitud no es de servicio a las iglesias particulares y a sus obispos, crece entonces la estructura de la curia como una pesada aduana burocrática, controladora e inquisidora”. Parecía reflejar su propia y sufrida experiencia con el gobierno central. Para el Papa, la burocracia puede ser uno de los peores pecados porque esconde la inercia y la falta de responsabilidad de los funcionarios y, al mismo tiempo, deja a la gente librada a su suerte. Tiene previsto un breve viaje a Tierra Santa para fines de mayo; Francisco cuenta con celebrar misa en Belén. Allí, en esa pequeña ciudad en los montes de Judea, al sur de Jerusalén, hoy bajo la administración de la Autoridad Palestina pero rigurosamente controlada por el gobierno israelí, se festeja la celebración navideña el 25 de diciembre para los católicos y el 6 de enero para los cristianos orientales. Cuestiones de almanaques y antiguos cálculos. Festividad que coincide con el solsticio de invierno en el hemisferio norte, que para los romanos era el nacimiento del sol invicto y para los nórdicos el de Frey, dios de la lluvia y la fertilidad, de donde nos viene el árbol navideño. La más antigua y rica tradición de los pesebres es la napolitana. En ella se congregan, junto a las figuras convencionales, los diferentes personajes del pueblo: el pescador, el herrero, la que vende gallinas... Acaso sea éste el mejor escenario para la Navidad de Francisco. Porque, como escribía un gran místico jesuita francés, Pierre Teilhard de Chardin, en la Navidad de 1933: “Parecía, en otro tiempo, no haber más que dos actitudes geométricamente posibles para el hombre: amar el Cielo o amar la Tierra. Ahora, en cambio, en el nuevo espacio se nos descubre una tercera vía: ir al Cielo a través de la Tierra”. En expresión más llana, entendía que el misterio cristiano de la encarnación une el cielo y la tierra: eso es Navidad. Y, no sin razón, Francisco acaba de afirmar que esta “suele ser una fiesta ruidosa y nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”. © LA NACION El autor es director de la revista Criterio

El rostro de Dios Abraham Skorka —PARA LA NACION—

E

l Dios de la Biblia es incorpóreo y sus fieles tienen proscripto realizar imagen alguna que lo represente. Si bien múltiples versículos mencionan el “rostro de Dios” que se torna hacia aquellos que siguen sus preceptos y el “ocultamiento de su rostro” para quienes los desechan, la interpretación simple del término “rostro” es que refiere a Su presencia. Los templos paganos se caracterizaban por las estatuas que representaban a las deidades, delante de las cuales se ofrendaban los sacrificios. En el templo de Jerusalén no había imagen alguna que representase al Creador. Se ofrendaban sacrificios a un Dios que no puede ser contemplado ni representado a la vista humana. El pagano iba a su templo a ver la imagen de su ídolo. A Jerusalén el fiel iba a “revelarse” a “mostrarse” delante del rostro invisible de Dios. El objetivo no era ir a ver a la deidad, sino ser visto por Dios. Ésta es la gran diferencia entre el pensamiento pagano y el bíblico. En el primero, parte del ídolo se encuentra al alcance de los sentidos del hombre. Su imagen es susceptible de ser vista, tocada, destruida. En el segundo, la presencia de Dios pasa a percibirse exclusivamente por el sentimiento, su imagen ya no es susceptible de ser des-

truida directamente, sólo puede afectarse a través de la destrucción de su obra, del odio y la ignominia. En tal caso, el rostro de Dios se oculta. O tal vez deba interpretarse que es el hombre el que le da la espalda, por lo que parece oculto. En el libro de los Salmos, que refiere en muchas oportunidades a la luz que emana del rostro de Dios, hay un versículo que da la pauta de cómo percibirlo. Dice: “Yo con justicia veré Tu rostro”. Del mismo resulta que la percepción de Dios se halla en la relación que se desarrolla con el prójimo, quien de acuerdo al relato del Génesis posee, al igual que uno mismo, una imagen y semejanza que refieren a Dios. En la concepción bíblica el templo es el lugar en el que la comunidad se reúne para revelarle a Dios lo acaecido con el alma. El templo no es la morada del Creador, como lo expresó Salomón en el discurso de inauguración del templo de Jerusalén: “Los cielos, los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¿cuánto menos esta casa que he edificado?”. Es el lugar donde Él presta atención a los que buscan, mancomunadamente, Su presencia a través de la justicia, la rectitud y el amor. En el presente hay quienes, en las distintas religiones, pretenden haber visto y se arrogan el conocimiento del rostro de Dios.

Son los fundamentalistas que en nombre de su dios desprecian la vida de sus semejantes al igual que la propia. Consideran que ya poseen una verdad revelada que no requiere de consideraciones ni análisis subsiguientes y transforman a la misma en base de un neopaganismo. Los avances de las ciencias y las técnicas, hacen pensar a otros que el real templo y su deidad se encuentran en todo aquello que ameniza materialmente a su ser y su existencia. Que el dominio por sobre las cosas los transforma a ellos mismos en partícipes de lo divino o en cuasi divinos. Se encuentran también aquellos que desean desentrañar los aspectos ocultos de la realidad. El estudio de cuestiones esotéricas es demandando crecientemente desde los finales del siglo pasado y en el presente. Anhelan ver los misterios de la existencia más que al artífice de los mismos. Muchos retornan a prácticas religiosas que se concentran frecuentemente en rituales, recitaciones repetitivas de los antiguos textos, sin permitirse un análisis exhaustivo de los mismos. El vínculo con el otro, que no comulga con su misma fe o punto de vista, resulta generalmente muy endeble y suspicaz, y a veces intemperante y odioso. Rinden pleitesía a un dios estático, que no acepta cambios, ni pasiones, ni repro-

ches, ni quejas. Un dios que resulta extraño a la visión de Job y aun a la del salmista. El Dios de la Biblia es hallado en la vida misma. David lo define como “Dios de vida” y en el libro de los Salmos como: “Fuente de vida”. Más allá de la experiencia extática, mística, el texto bíblico propone la conducta que sabe de la justicia, la rectitud y el afecto hacia el prójimo como base para hallar Su presencia en la existencia. Por otra parte, el segundo elemento básico en esta búsqueda del rostro de Dios, es el de la modestia. Moisés llegó a conocer Su rostro como ninguna otra persona, explica el texto bíblico, por su gran modestia. El homo sapiens tendrá conocimiento de su Creador en la medida en que deponga su arrogancia por los logros obtenidos, percatándose de los incognoscibles misterios que siguen acompañando a sus limitados conocimientos. Cada generación tuvo su propia experiencia en la búsqueda del rostro de Dios. En nuestros días, un compatriota ungido Papa brinda sus máximos esfuerzos para despertar el sentimiento bíblico referido en el corazón y la mente de su grey. En el mundo de la supercomunicación del presente, en el que el planeta se ha transformado en una aldea, los logros espirituales de los unos incentivarán, seguramente, a otros.

Especialmente cuando la base es común, como la Biblia hebrea, que sabe ser texto sagrado para judíos, cristianos y musulmanes. En 1965 Arturo Capdevila, seguramente apreciado por Bergoglio, publicó un libro de poesías que tituló: “Dios otra vez”. En su tapa, cual introducción que sabe definir a todo el texto, puso la siguiente estrofa: “Dios otra vez. . . ¿Quién podrá estarse esquivo? / ¿Quién dudará de lo que viendo está? / La historia se ha llenado de Dios vivo. / Algo pasa muy grande. Y seguirá.” Todo poeta posee algo de profeta. Tal vez sus versos refieran a este tiempo y sean cual oración para el éxito en la gestión de otro argentino que se esfuerza para que “pase algo muy grande en la historia”. Durante muchos años, al acercarse Navidad solía escribirle unas líneas al entonces Arzobispo de Buenos Aires, con el deseo de que en las festividades de fin de año pueda hallar junto a su grey momentos de elevación espiritual. Sirvan estas reflexiones cual cálido saludo y los mismos deseos, hacia él y su grey, que con epicentro en Roma, abarca ahora a gran parte de la humanidad. © LA NACION Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer y rabino de la Comunidad Benei Tikva

claves americanas

La difícil lección de las pruebas PISA Andrés Oppenheimer —PARA LA NACION—

L

o más preocupante para América latina de las recientes pruebas PISA (Programa Internacional para la Evaluación Estudiantil) no es que los resultados de la región hayan sido pésimos, sino que algunos países ni siquiera admiten que tienen un problema serio. Desde que se dieron a conocer los resultados del test PISA a principios de mes, se ha escrito mucho sobre el hecho de que los países latinoamericanos que participaron en la prueba –Chile, México, Uruguay, Costa Rica, Brasil, Argentina, Colombia y Perú– salieron en los últimos puestos de la lista de las 65 naciones participantes. Pero muy poco se ha hablado sobre los países que se retiraron de la prueba a último minuto, como Panamá, o los que directamente no participaron –quizá porque temían sus resultados–, como Cuba, Vene-

zuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras y República Dominicana. Las pruebas PISA se toman cada tres años y miden el conocimiento de los jóvenes en matemáticas, ciencia y comprensión de la lectura. Según los expertos, se trata de la prueba estudiantil más respetada. Este año, como en años anteriores, los estudiantes de China y otros países asiáticos sacaron el mejor puntaje en las tres categorías. En matemáticas, la ciudad china de Shanghai salió en primer lugar, seguida por Singapur, Hong Kong, Taipei, Corea del Sur y Japón. Más abajo en la lista de puntajes están Suiza (9), Finlandia (12), Alemania (16), Francia (25), España (33), Rusia (34), Estados Unidos (36), Suecia (38), Chile (51), México (53), Uruguay (55), Costa Rica (56), Brasil (58), Argentina (59), Colombia (62) y

Perú (65). Los resultados en ciencias y comprensión de lectura fueron similares. En casi todos los países europeos y en Estados Unidos, los gobiernos asumieron la responsabilidad por sus puntajes relativamente malos y los interpretaron como un llamado de atención para mejorar. Afortunadamente, algunos gobiernos latinoamericanos, como los de México, Brasil, Colombia y Perú, hicieron lo mismo. Pero otros gobiernos latinoamericanos siguieron la política del avestruz y trataron de minimizar el problema o de negarlo por completo. El ministro de Educación de la Argentina, Alberto Sileoni, quien en años anteriores culpó a la metodología del PISA por los malos resultados de su país, esta vez admitió que los resultados fueron malos y que hay que tratar de mejorarlos. Sin embargo, en lugar de utilizar el test

PISA para movilizar el país y tratar de revertir la debacle educativa de la Argentina, Sileoni relativizó los resultados. La reacción más payasa, sin embargo, fue la de Bolivia, cuyo ministro de Educación, Roberto Aguilar, apareció en los medios diciendo que su país no participó en la prueba porque se trata de una “imposición neoliberal”. Cuba, que afirma tener un sistema educativo de alto nivel, no explicó por qué no participó en la prueba. Tampoco Venezuela. Los críticos señalan que ambos países no participan por temor a que los resultados contradigan la imagen de éxito que proyectan sus propagandas oficiales. Otros países que se autoproclaman socialistas, como China y Vietnam, no sólo participan en la prueba PISA, sino que la usan como un medidor clave de sus programas educativos.

Mi opinión: aunque los países latinoamericanos que participaron en la prueba PISA están siendo criticados en los medios por sus malos resultados, son los más valientes. Están haciendo lo correcto: cuando uno tiene un problema, lo mejor que puede hacer es identificarlo, cuantificarlo, asumirlo y hacer algo al respecto. Por suerte, algunos países que no participaron, como Ecuador, Guatemala y Panamá, están reconsiderando su posición, y podrían participar en 2015. Pero aquellos que se niegan a participar en la prueba, como Bolivia, Cuba y Venezuela, están escondiéndose detrás de eslóganes ideológicos y otras excusas banales para negar su deterioro educacional. Son los que merecen las mayores críticas. © LA NACION Twitter: @oppenheimera