El difícil arte de poner límites a los chicos

2 mar. 2008 - Para Sandra D'Ovidio, mamá de Da- mián, de 6 años, la tarea es aún más complicada. “Fue un hijo muy busca- do que llegó en la madurez de ...
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Información general

Domingo 2 de marzo de 2008

LA NACION/Página 31

La generación que no conoce la palabra “no”: una actitud que origina el fenómeno de los niños tiranos

El difícil arte de poner límites a los chicos Los padres dicen que les cuesta marcarles pautas de conducta a sus hijos, pero para los especialistas es parte del aprendizaje Por Soledad Vallejos De la Redacción de LA NACION

FOTOS DE MAURO ALFIERI

Opiniones

“No”, tan válido como decir “sí” RA

Un recurso poco eficaz

Por Inés Moreno

Por Laura Gutman

Para LA NACION

Para LA NACION

Ser padres es mucho más que el hecho biológico. Implica la responsabilidad de educar a los hijos, además de asumir otros aspectos y necesidades básicas. Nadie nos enseña a ser padres: entre ensayos y errores, vamos construyendo el rol. En ese proceso, no siempre existe claridad respecto de los límites, y particularmente del papel del sí o del no en las respuestas que otorgamos a nuestros hijos. Pero hay que comprender que decir que no es tan válido como decir que sí. Las diferencias que generan una u otra frase son las que dificultan, en ocasiones, la asunción del rol. La segunda no ofrece resistencias y, por tanto, no trae mayores dificultades. La segunda requiere la fundamentación de la decisión, el sostenimiento ante las múltiples preguntas, comparaciones y cuestionamientos de nuestros hijos. Requiere dejar de lado nuestro cansancio o comodidad para dedicarle un tiempo y esfuerzo. Requiere asumir en plenitud el rol adulto. En más de una conferencia para padres he recibido este comentario: “Yo soy amigo de mi hijo, y eso me basta”. Tomemos conciencia de que nuestros hijos pueden tener muchos amigos, pero ninguno de ellos va a reemplazarnos en la tarea de padres. Cuando los padres no pueden decir que no a sus hijos, suelen depositar esa responsabilidad en el colegio. “Dígale usted que eso no se puede llevar a la escuela porque a mí no me hace caso”, es una frase que se escucha reiteradamente en diálogos de padres con docentes. Desde el punto de vista educativo, el límite es el que marca la libertad. Un niño necesita de los perímetros para saber cuál es la superficie por la que puede transitar. La libertad se conquista paso a paso, a medida que la persona crece. El “no” forma parte de ese aprendizaje.

No toques el enchufe. No saltes arriba de la cama. No le pegues a tu hermano. No revuelvas mis cajones. No me molestes. No grites. No atiendas el teléfono, que puede ser un cliente. No juegues con el control remoto de la tele. No te acerques a los CD. No llores. No te levantes de la mesa. No interrumpas. No mires los dibujitos. No te hagas pis. No despiertes a tu hermanita. No juegues con mi agenda. No desordenes tu cuarto. ¡No! ¡Te dije que no! Está claro que este sistema no sirve para nada. Podríamos, en cambio, reconocer las necesidades del niño y nombrarlas; luego, nombrar lo que nos pasa a nosotros y, por último, proponer acuerdos posibles entre las necesidades de unos y otros. El secreto es la comunicación y, por sobre todo, la verdadera intensión de comprender al otro en su diferencia. En todos los casos, somos los adultos quienes estamos en condiciones de aportar las palabras para nombrar lo que nos pasa. Esta actitud necesita un mínimo de dedicación. Porque los niños “terribles” son hijos de padres que miran para otro lado. No hay niños difíciles. Sin embargo, hay adultos que elegimos dar prioridad a otras cuestiones. Eso no significa que nunca vamos a decir que no a un niño. Sería un despropósito. Lo que sucede es que cuando el sí es recurrente y facilitador, el no aparece de vez en cuando, oportunamente. Así, es efectivo, si se refiere a un hecho puntual que el adulto desaprueba y que el niño comprende perfectamente, pues lo diferencia del no constante y sin sentido. Intentemos contar los noes que hemos enunciado en el día de hoy, y ofrezcámonos un mundo más amable.

La autora es licenciada en ciencias de la educación.

La autora es terapeuta y escritora.

CI ON /K RT

Con los adolescentes, la cuestión de los límites se presenta para los padres como una problemática mayor. “Es una etapa en la que los hijos se van alejando lentamente de los padres, lo que asusta mucho a los adultos. Aparecen temas como el alcohol, las drogas, las malas compañías. Y en el afán de apartar a sus hijos de todo eso, los padres los complacen. Tienen miedo de que, al poner límites, los hijos los desafíen o los dejen de querer”, explica Diana Rizzatto, de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar. En este caso, la psicóloga insiste en favorecer la comunicación. “Dejar que se expresen, escucharlos, interesarse por sus cosas y preocupaciones –enumera–, y algo muy importante: sentarse a negociar.”

Mariana Canudas, mamá de Facundo y Julián

ST

Una etapa difícil

Sandra D’Ovidio y Damián, de 6 años

ILU

Reconocen que en la educación de sus hijos poner límites es importante. Pero hoy existe una generación de padres a la que le cuesta ejercer su función de autoridad y decir que no. Los especialistas consultados por LA NACION admiten que es una situación recurrente entre las familias argentinas. “Un papá decía que le resultaba más fácil ponerle límites al personal de su fábrica que a su hijo de cinco años”, recuerda Eva Rotemberg, directora de la Escuela para Padres. Temor a la frustración, sentimiento de culpa o que los chicos los dejen de querer son algunos de los motivos que, según los especialistas, llevan a los padres a ser excesivamente permisivos y contemplar todos los deseos y caprichos de sus hijos. Pero ¿cuál es la manera de poner límites sin frustrar a los niños? “Justamente, hay límites que apuntan a que el niño aprenda a tolerar cierto grado de frustración. Esto también forma parte de la vida y los ayuda a crecer y madurar”, señala Rotemberg. Por su parte, la psicoanalista Alejandra Marroquín, docente del Centro Dos, explica: “No poner límites es una manera de desamparo, de abandono. Esto genera el fenómeno de los niños tiranos, que son los chicos que quieren todo, exigen sin límites a sus padres y no soportan escuchar un no como respuesta. Lo único que se logra con este consentimiento es hacerles daño”. Llanto, ira, pataleo... “Es normal que la primera reacción sea el enojo, pero inmediatamente después llega el alivio –dice Marroquín–. Esto los ayuda a desarrollarse en sociedad, a saber esperar, respetar normas y participar de una cultura.” Gabriel Longo tiene 35 años. El y Paola, su esposa, son padres de Luca, de 6 años, y Franco, de un año y medio. “Reconozco que no digo los noes que debería. Pero estoy fuera de casa la mayor parte del día, y cuando llego del trabajo lo último que deseo es enojarme con mis hijos. No quiero ser el papá ogro, y siempre termino negociando”. Sin embargo, Longo asegura que, cuando está convencido de que algo está mal, es inflexible. “Hay una escala de valores en la que no cedemos, como el respeto a los padres, a los mayores. Y si tengo que poner un castigo, prefiero decirle que no puede ver televisión antes que prohibirle alguna actividad mucho más enriquecedora para él, como ir a fútbol, por ejemplo”. Para Sandra D’Ovidio, mamá de Damián, de 6 años, la tarea es aún más complicada. “Fue un hijo muy buscado que llegó en la madurez de mi vida, y lo tuve sola. Poner límites me cuesta, pero lo hago. Entiendo que de esa manera lo estoy ayudando a crecer, a madurar, a enfrentarse mejor con los no de la vida. Pero hay tantas teorías que a veces prefiero mirar para adentro y hacerle caso a mi intuición de madre”, reflexiona.

Mariana Canudas sabe muy bien cómo actuar cuando de negociar se trata. Mamá de cuatro chicos de entre 6 y 14 años, aplica el método diariamente. “No me cuesta poner límites. Pero en todo lo que se puede, negocio. Ahora, el horario se transformó en el tema de discusión con el más grande. Pero siempre llegamos a un acuerdo”, manifiesta. ¿Cómo lo logra? “Si yo quiero que vuelva a las 23, arranco diciendo que el horario tope es a las 22. Así empieza el tira y afloja. Finalmente, llegamos a un punto intermedio, y él se va con la satisfacción de que, al menos, me ganó media hora”. Pero Canudas reconoce: “A diferencia de otras mujeres, como pude y quise dejar de trabajar, estoy con ellos la mayor parte del día. No tengo esa sensación de culpa que, a lo mejor, sienten los padres que trabajan mucho y no pueden compartir tanto tiempo con sus hijos”. Dada su experiencia como profesional, Marroquín señala la necesidad que hoy tienen muchos adolescentes a los que los padres no han sabido poner límites, de “buscar un freno en el exterior, con el peligro de exponerse a situaciones de riesgo”. “Los niños necesitan explorar y van probando hasta encontrar límites – concluye Rizzatto–. La familia es un lugar de contención y los padres tienen la responsabilidad de darles las herramientas para afrontar la vida adulta y vivir en esta sociedad.”

Consejos

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Comunicación Escuchar a los chicos, demostrar interés y dedicarles tiempo.

Firmeza Evitar el juego de poder. Decir que no con firmeza.

Decir que sí Cuando el sí es oportuno y facilitador, el no aparece escasamente.

Consultar Sin temor a un especialista; no significa hacer un tratamiento.

Negociar Proponer acuerdos entre las partes; conciliar, si se puede.