editorial

El cajón de sastre Por Ángela Morón Directoria de Experiencias Escolares

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CRÉDITOS

l nuevo ministerio de Educación ha pasado a llamarse Ministerio de Educación, Deporte y Asuntos Sociales, asumiendo, claro está, estas competencias, pero perdiendo, por contra, una tan propia como fundamental en el sistema educativo, la Universidad (que pasa a ser gestionada por Ciencia e Innovación). A priori, no se me ocurre ningún motivo lógico por el que este cambio pueda estar justificado. ¿Por qué quitar un eslabón fundamental de la cadena y romper así con la planificación educativa en su conjunto? ¿Por qué se ha hecho esta curiosa mezcolanza de políticas educativas y dependencias sociales? Se barajan dos argumentos. El primero, que con las transferencias educativas a las comunidades autónomas, Educación ha perdido peso. Es una cartera devaluada, y por ello se le adjuntan las políticas sociales, con la costosísima Ley de Dependencia. Sin embargo, no parece apropiado asumir desde arriba esta posición de debilidad, más cuando la dirección de la política educativa es un aspecto sustancial en cualquier Estado y de la que en buena medida depende el futuro de sus habitantes. No parecer lógico quitarle peso a un ministerio que debe enfrentarse en los próximos años a un problema tan grave como es el altísimo fracaso escolar. Un problema que sólo se podrá resolver con una sólida vertebración de toda la política educativa, y, por supuesto, también de la universitaria. El segundo argumento que justifica esta extraña mezcla es el de la inspiración del modelo británico ideado por la Tacher con su ‘Departamento

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para niños, escuelas y familias’, que reduce la educación pública a un campo prácticamente asistencial e impone un modelo psicopedagógico basado en la ausencia de esfuerzo y contenidos y en el constructivismo (aprender sólo por uno mismo). Un modelo que, en cambio, resulta difícil defender pues ha demostrado ya su fracaso y el propio estado británico lo ha modificado sustancialmente en la última década. Lo más probable es que el nacimiento de este batiburrillo no responda a ninguno de estos argumentos, sino a uno más sencillo. ¿Una cuestión de Márketing, tal vez? ¿De innovación? (palabra tan de moda) o de desviar la atención a otras cuestiones más relevantes? Quizás ha sido más una suerte de descartes que de idoneidad. Es como si después de crear los otros dieciséis ministerios, no hubiera espacio para dos o tres más y todo lo que se había quedado colgado fue a parar al mismo cajón. También podría haberse optado por repartir las tres carteras entre lo que ya existía, dejando Asuntos Sociales con Trabajo e Inmigración, y Deporte con Cultura. Pero entonces la Educación se hubiera quedado tan pequeñita (sin su bolsa de Universidades) que el reparto no hubiera sido equitativo. Supongo que la nueva ministra de Igualdad reprochó el agravio que se le iba a hacer a una de sus compañeras mujer, Mercedes Cabrera, que después de soportar duras críticas tras la aprobación de la LOU, ni siquiera iba a tener la oportunidad de desarrollarla. En fin, habrá que esperar para ver cómo se gestiona este lío.

“Es como si después de crear los otros dieciséis ministerios, no hubiera espacio para dos o tres más y todo lo que se había quedado colgado fue a parar al mismo cajón”

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