LAS RADIOS COMUNITARIAS EN EL CENTRO DE LA EXPERIENCIA DE LA COMUNICACIÓN ALTERNATIVA. EMERGENCIA, DIVERSIDAD, ESENCIA, ASPIRACIONES Por Rodrigo Campos Alvo y María Lobo1 “Un hombre que tiene algo que decir y no encuentra oyentes, está en una mala situación. Pero todavía están peor los oyentes que no encuentran quien tenga algo que decirles.“ Bertolt Brecht “Teoría de la radio” (1933)
Una aproximación a las radios populares, comunitarias y alternativas En el contexto de las prácticas alternativas de comunicación, y en el seno de los movimientos por la identidad y la liberación de los pueblos, la América Latina de mediados del siglo XX es el escenario de aparición de las experiencias radiofónicas alternativas. Tan diversas como los contextos políticos que les dan origen, estas radios van a ser designadas y reconocidas como alternativas, comunitarias o populares, sin que estas denominaciones permitan deducir una sinonimia. La historia les otorga un motivo de emergencia que, con las décadas, se ve transformado y su eje desplazado: las radios populares se constituyeron como una herramienta de educación liberadora, como un espacio de identidad de los oprimidos, y como estrategias de emancipación y de construcción de identidad del campesinado. Sin embargo, desde sus inicios, la esencia de esta clase de radios es la de ser medios de comunicación con un destino transformador. Para dar una idea sintética, diremos con Pablo Ramos que las radios comunitarias impulsan modelos alternativos desde el campo de la comunicación y la cultura como ámbitos modelantes de la sociedad (Ramos, 2008, p.69). Y siguiendo a Anna Ammann (Amman y Da Porta, 2008, p.13) podemos precisar que el carácter de un medio se cifra en su discurso –como práctica socio discursiva- ya que sin discurso alternativo no hay medio alternativo. Esto dicho sin desestimar en lo absoluto otros factores tales como el régimen de propiedad o la estructura del medio, tal como veremos en el último apartado de este capítulo, como así también y en forma relevante, las prácticas radiofónicas de quienes se instituyen como actores socio-político-culturales de estos medios.
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Rodrigo Campos Alvo es Auxiliar Docente de Grado de Comunicación Radiofónica y Comunicación Alternativa. María Marta Lobo es Auxiliar Docente de Grado de Comunicación Radiofónica, Comunicación Alternativa, Guión y Narración……….FFyL-UNT
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Las radios alternativas de nuestro país tuvieron su auge en los años 80 con el retorno de la democracia2; luego encontraron un contexto multiplicador con la crisis social, política y económica de 2001. Los conceptos de “radio popular” y “radio comunitaria”3 resurgieron a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que estipuló nuevos regímenes de licencias para las emisoras sin fines de lucro al otorgarles el 33% del espectro radiofónico4. La Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, fue aprobada por el Congreso de la Nación en octubre de 2009 y promulgada en misma fecha durante la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. El proyecto estaba basado en una propuesta de 21 puntos que había sido presentada por la Coalición por una Radiodifusión Democrática en 2004 –como una deuda de la democracia hacia la sociedad argentina- y debatida en diversos foros que se desarrollaron en distintos puntos del país. Dicha normativa fue modificada en diferentes oportunidades por el gobierno de Mauricio Macri vía decretos y resoluciones del Ministerio y del ente gubernamental ENaCom5 (ex AFSCA6), entre 2015 y 2018, con el objetivo de suspender la aplicación de determinados artículos de la LSCA relacionados a la concentración mediática.7 En la circulación de experiencias radiofónicas puede advertirse que democracia, crisis social y nueva ley son expresiones que dan cuenta de la complejidad que subyace al concepto de radio popular no solo en nuestro país, sino en América Latina toda. En estas páginas, proponemos sintetizar algunas de las 2
Como precedente se puede citar las producciones radiofónicas en los 70 de INCUPO (Instituto de Cultura Popular) destinadas a los campesinos del NOA y NEA argentino. Como centro de producción radiofónica con base en Reconquista, provincia de Santa Fé, en Tucumán sus micros se escuchaban a través de LV 12 Radio Independencia y de Radio El Clavillo en Concepción. 3 Para un recorrido más profundo de la historia de estas denominaciones en cada etapa histórica política de América Latina, ver a Adrián Pulleiro (2012) La radio alternativa en América Latina. Experiencias y debates desde los orígenes hasta el siglo XXI, Cooperativa Gráfica El Río Suena, Buenos Aires. 4
La Ley vigente hasta ese entonces – Ley 22.285 sancionada por la última Dictadura Militar- sólo contemplaba dos tipos de prestatarios: público (estatal) y privado (comercial) 5 El Ente Nacional de Comunicaciones (ENaCom) es un ente autárquico y descentralizado que funciona en el ámbito del Ministerio de Modernización de Argentina. Creado por un DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) durante el actual gobierno de Mauricio Macri, eliminó a los los organismos de control designados por las leyes previamente mencionadas, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y la Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (AFTIC). 6 La Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) fue un organismo estatal argentino creado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como autoridad encargada de la aplicación de la misma. Sucedió al Comité Federal de Radiodifusión (COMFER). 7 Para profundizar en las polémicas alrededor del tema puede consultarse el blog del Dr. Martín Becerra (investigador UNQ/UBA), que aborda críticamente la temática de políticas y tecnologías de la comunicación. Asimismo su libro en co autoría con Guillermo Mastrini, (2017) La concentración infocumunicacional en América Latina 2000-2015 editado por la UNQ.
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particularidades de los procesos radiofónicos contra-hegemónicos, a partir de aquellas ideas y prácticas que marcaron las prácticas de las radios populares en el continente. Radio, educación y transformación. Primeras experiencias en América Latina Como dijimos inicialmente, ya sean nacidas en el seno de los procesos de transformación de la educación popular, ya sean pensadas como herramienta para el desarrollo de la conciencia crítica, las radios populares atravesaron cambios y actualizaciones en los que predominó, desde sus inicios, la diversidad. Aunque existe un antecedente de las transmisiones de las llamadas “radios libres” en la Europa de la década del 70 (Prado, 1981, p.237), las radios populares están vinculadas a un proceso común a los países de América Latina: en un continente fragmentado y marcado por la pobreza extrema y la desigualdad, la radio emergió como un instrumento de transformación de esas realidades locales y como una posibilidad de alcanzar sociedades más justas y democráticas8. De esta manera, la radio representa uno de los lenguajes más expresivos de la Comunicación Alternativa, sea en su dimensión educativa, o como espacio para los procesos de democratización de las sociedades latinoamericanas. Como lo señala Kaplún (1999, p.22), en 1977 la CEPAL9 advertía a los gobiernos de la región que más de cien millones de latinoamericanos subsistían en condiciones de pobreza extrema. Todos los programas diseñados hasta entonces para revertir los flagelos de la pobreza habían fracasado, en gran medida, porque muchos de ellos no habían sabido contemplar a los sujetos latinoamericanos como agentes protagonistas de su propio desarrollo. En ese contexto, la UNESCO10 planteaba la necesidad de iniciar programas de educación; ya a fines de la década del 70, el rol de la comunicación en la educación 8
El capítulo I de este libro describe de manera sintética la historia de tensiones de las radios alternativas y las vertientes que hubo en torno a las experiencias radiofónicas: aquellas vinculadas a la Iglesia Católica y las radios pertenecientes a comunidades y organizaciones políticas que tenían como finalidad la transformación social. En ambos casos, radio y educación popular son parte de la médula de las experiencias radiofónicas alternativas. 9 La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es el organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas responsable de promover el desarrollo económico y social de la región. Sus labores se concentran en el campo de la investigación económica. 10 La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) es un organismo especializado de las Naciones Unidas. Se fundó en 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.
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empezaba a ser indiscutible. Así fue como la radio apareció como una herramienta esencial para los procesos educativos y de transformación social: era el medio de mayor penetración y tenía la ventaja de que, para recibir los mensajes, no era necesario saber leer. Además, tenía llegada a las zonas rurales, que era donde precisamente se concentraban las mayores poblaciones analfabetas y de extrema pobreza. En cuanto a la penetración que la radio era capaz de ejercer para la época, Kaplún (1999, p.23) señala lo siguiente: Hacia 1970 existían en América Latina 153 receptores de radio por cada mil habitantes. Cinco años más tarde -esto es 1975-, la cantidad de receptores existentes alcanzaba en cifras absolutas los 60 millones de aparatos, lo que elevaba el índice relativo a 205 receptores por cada mil habitantes. En solo cinco años se había operado, pues, un aumento del 34 por ciento. Esta densidad de receptores permite estimar que la radio llega actualmente al 61 por ciento de la población latinoamericana, lo que la hace con mucho el medio más popular y difundido.
Estas radios -que aprovecharon la penetración como una herramienta para revertir la pobreza y la desigualdad- estuvieron vinculadas desde sus orígenes a la educación popular. En ese sentido, aquellas experiencias radiofónicas representaron una posición antagónica a la radio tradicional: a nivel de objetivos, de productores, de metodologías, de producción (López Vigil, 1984, p.41). Las radios contestatarias proponían no solo temáticas alternativas, sino también un nuevo productor de contenidos y metodologías dialogales y participativas. En el centro, el propósito de utilizar la radio para la educación y el desarrollo de la conciencia crítica en el sujeto latinoamericano. Esta relación profunda entre la radio y la educación popular obliga a revisar de qué manera emergió esa conciencia en torno a la educación y la comunicación; Huergo sitúa esa relación en el centro de los debates que entre 1960 y 1985 problematizaron el concepto de educación popular en América Latina (Huergo, 2006). Este investigador explica que, en verdad, la necesidad de educar -y de hacerlo a través de la comunicación- aparece a partir de un programa de política norteamericano, la Alianza para el Progreso11, cuyo objetivo visible era “mejorar la vida de todos los habitantes del continente”, y de forma
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La Alianza para el Progreso fue un programa de ayuda económica, política y social de EE. UU. para América Latina efectuado entre 1961 y 1970. Las principales medidas eran; la reforma agraria en función de mejorar la productividad agrícola, libre comercio entre los países latinoamericanos, modernización de la infraestructura de comunicaciones, reforma de los sistemas de impuestos, acceso a la vivienda, mejora de las condiciones sanitarias a fin de elevar la expectativa de vida, mejora en el acceso a la educación incluyendo la erradicación del analfabetismo, precios estables dentro del control de la inflación y cooperación monetaria. El programa fracasó debido a que, tras el asesinato de Kennedy, sus sucesores limitaron la ayuda financiera a la par que su implementación encontraba cada vez mayores
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solapada evitar la expansión de los movimientos revolucionarios por nuestro continente que tenían como referencia a la Revolución Cubana. Desde la mirada de los Estados Unidos, América Latina debía “evolucionar hacia una sociedad moderna”, y para ello resultaba crucial erradicar el analfabetismo. Se entendía que la comunicación, y en particular la radio, podían funcionar como instrumentos de alfabetización. Sin embargo, ese propósito de la política norteamericana encuentra su resistencia en los movimientos políticos que ya habían iniciado un camino sin retroceso en América Latina. De la mano de Paulo Freire, la relación entre comunicación y educación discutió ese concepto de evolución hacia una sociedad moderna pretendida por los Estados Unidos. Para Freire, la educación debía alcanzar la construcción de una identidad latinoamericana, el desarrollo de la conciencia crítica en un proceso de diálogo, participación colectiva, desnaturalización del lenguaje hegemónico. Así, la educación que se desarrolló en las radios populares respondió a este modelo de educación también popular, liberadora, problematizadora. Una educación que, en palabras de Kaplún (1999, p.32), destaca la importancia del proceso de transformación de las personas y de las comunidades; no se preocupa tanto por la materia a ser comunicada ni por los resultados, sino más bien por la interacción dialéctica entre las personas y su realidad, y el desarrollo de la capacidad intelectual y la conciencia social. Promediando el siglo XX, en América Latina la radio se posicionó como el medio más efectivo para llevar adelante estos procesos de educación problematizadora que pretendía llevar a los sujetos a una reflexión profunda acerca de su realidad para así transformar sus condiciones de desigualdad12. Muchas de las radios populares que se gestaron en aquella época estaban focalizadas en el trabajo con comunidades de campesinos. Como respuesta al problema del subdesarrollo, las radios ofrecían programas que enseñaban técnicas agrícolas más eficaces. Esta educación cuyo énfasis estaba puesto en mejorar resultados fue cediendo poco a poco frente a la idea de una educación problematizadora con énfasis en los procesos, que fuera capaz de ayudarle a los sujetos a desarrollar la conciencia crítica y la inteligencia para intervenir en sus realidades.
resistencias en las comunidades empobrecidas de América Latina que veían en su implementación el único objetivo que tenía EE. UU. de vender su maquinaria agrícola-industrial y sostener la dependencia. 12 Véase Kaplún, M. (1999). Producción de programas de radio. El guión-La realización, Quito: Ciespal.
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En la herencia de estos propósitos, las primeras radios populares se definieron como aquellas que lograron motivar y fortalecer la expresión de sectores normalmente marginados de los medios industriales; que contribuyeron a desarrollar nociones y actitudes políticas orientadas a la supresión de la injusticia y la discriminación; que acompañaron el surgimiento de múltiples organizaciones populares de carácter reivindicativo; que informaron desde ópticas enfrentadas al poder (Mata, 1993, p.7). Siguiendo a Mata, podemos señalar algunos de los rasgos que caracterizaron a las primeras experiencias de radios populares en América Latina:
Fueron medios alternativos y democráticos donde los sectores e ideas no hegemónicas se expresaban y se fortalecían: Las emisoras populares iban acercándose a problemáticas juveniles, antes marginales (delincuencia, drogadicción), a sectores medios o terciarios que antes no se consideraban significativos.
Promovieron la rearticulación del campo popular fragmentado y debilitado: las emisoras buscaban vincular diferentes espacios regionales; en otros, fomentaban el reconocimiento de las múltiples etnias o nacionalidades que coexistían en un mismo país.
Pretendían intervenir eficazmente en la generación de la opinión pública: alentaban al debate, a legitimar la discusión de ideas, a cuestionar los valores neoliberales
Intentaban fortalecer la calidad de vida de las grandes mayorías: las radios populares intentaban ser útiles a sus oyentes, desarrollando campañas de salud, de nutrición, de educación, de protección del medio ambiente; al mismo tiempo, se convertían en canales de difusión de actividades colectivas que estimulaban la organización y la acción popular.
De la educación a la diversidad En Argentina, las radios comunitarias aparecen con fuerza de la mano de la democracia, que permitió a los sectores excluidos tener un espacio de libre expresión. Aunque sus inicios fueron a través de
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transmisiones clandestinas13 porque no tenían autorización legal para sus contenidos, entre 1987 y 1989 se empezaron a expandir de manera masiva y podría decirse que hubo para aquella época una “explosión y revolución” de radios alternativas por todo el país. Como lo explica Ramos (2008, p.70), la génesis de una gran cantidad de proyectos de carácter alternativo durante la década del 80 puede obedecer al fracaso de los intentos por establecer políticas nacionales de comunicación de carácter democrático, basadas en conceptos de acceso y participación, impulsando la reflexión sobre las prácticas de comunicación comunitaria. También, como lo señala Lamas (1987), fue esa imposibilidad de los partidos políticos en tanto motivadores de la efervescencia por la democracia lo que quizás explique este auge de medios alternativos y radiofónicos, que fueron conducidos por jóvenes convencidos de la necesidad de fortalecer la democracia argentina. Más allá de estas variables en el período inicial de las radios populares, el espíritu de estas emisoras que emergieron para transformar la realidad podría sintetizarse en esta reflexión de Claudia Villamayor: “Su raíz hay que buscarla en el deseo popular de hablar, de contar, de gritar, de disfrutar, de hacer oír, de ser un canal de expresión de una pluralidad de voces diferentes. Pluralidad política, pluralidad sexual, pluralidad religiosa. (…) Las radios comunitarias argentinas fueron, desde la apertura democrática, una esperanza de producción radiofónica y de comunicación alternativa que funda un espacio de expresión necesario y demandado, luego de los años de censura y de autoritarismo de la dictadura militar”. Educación problematizadora, medios alternativos y democráticos, rearticulación del campo popular fragmentado, intervención en la opinión pública, fortalecimiento de las grandes mayorías, democratización, transformación de las realidades… Cada una de estas cualidades bien podría describir, en mayor o menor medida, el conjunto de las experiencias de las radios populares en América Latina. Sin embargo, con el paso de las décadas, esas expresiones para definir a las radios populares fueron modificándose. En tanto experiencias culturales, son los contextos los que actualizan y tensionan las
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Para caracterizar el surgimiento de estas emisoras al margen de sistema de radiodifusión vigente al retorno a la democracia en los años 80 del siglo pasado, la investigadora y docente Larisa Kejval toma el significante “truchas”. Según el diccionario de lunfardo de Adolfo Enrique Rodríguez, este término designa “cualquier objeto o cosa falsa o de mala procedencia”. Claramente no es esta la forma propia de nombrarse ni reconocerse de estas radios emergentes, identificadas con el campo de la comunicación alternativa, popular y comunitaria.
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definiciones. Como lo advierte Kejval (2009, p.83), los proyectos político-culturales de las radios que se autodenominan comunitarias, alternativas o populares no pueden reducirse a una lista de concepciones y objetivos definidos de una vez y para siempre. Hay en las radios comunitarias una esencia de coyuntura, de un hacer radiofónico en un aquí y ahora, de respuesta a unas problemáticas que son variables, movedizas. Las radios populares son proyectos de Comunicación Alternativa y esa palabra -proyectoimprime una idea de dinamismo: un proyecto se piensa en relación a un campo social y al tipo de relaciones que se suceden en esos contextos. La radio es experiencia de Comunicación Alternativa y esto también supone movimiento: no hay definiciones estables acerca de qué es lo alternativo, y así podemos entender lo alternativo como una relación conflictiva con el orden hegemónico, pero también como un rol confrontativo ejercido por una determinada organización política, o como una posición coyuntural en un contexto específico. De esta manera, si bien el concepto de radio popular aglutinó -en sus inicios- a una serie de experiencias radiofónicas alternativas con un propósito pedagógico y transformador, a partir de las actualizaciones de los contextos, es otra la palabra que ha caracterizado la vida de las radios populares: la diversidad. Diversas fueron las experiencias que se sucedieron en el campo cultural de toda América Latina; experiencias todas que atendieron a las problemáticas de un tiempo, de una época, de un espacio social. Como lo explica Kejval (2009, p.85): Realizadores, militantes e investigadores afirman una y otra vez que las radios son diversas. Diversos son los contextos locales en los que intervienen. Diversas son las organizaciones de las cuales emergen. Diversas son sus definiciones políticas e ideológicas. Diversos son los sujetos que les dan vida cotidianamente. Diversos son los temas que priorizan en sus agendas. Diversas son las mujeres y los hombres a quienes quieren interpelar. Pero afirmar la diversidad no resulta suficiente en el momento de delinear caminos para una acción. La complejidad de los contextos actuales nos enfrenta al desafío de nombrar -o tal vez renombrar- la diversidad. He aquí una tarea.
Radios populares, alternativas y comunitarias: entre las aspiraciones y la identidad Más allá del dinamismo y la coyuntura, las radios populares pueden definirse por una serie de proyectos, discusiones, enfrentamientos (Kejval, 2009: pp.86-95). Y las aspiraciones que resumimos a continuación, seleccionadas de entre otras tantas posibles, bien podrían entenderse como las características de las radios populares en contextos actuales:
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Las radios populares producen y reproducen discursos contrainformativos. Resulta impensable un proyecto de radio popular que no esté centrado en una discusión a la información que circula por los medios hegemónicos: en la esencia de un proyecto radiofónico popular está la problematización de aquello que se naturaliza a nivel de discurso social. Aparecen así en las radios populares los discursos contrainformativos con todo lo que ello implica: la contrainformación discute la idea de independencia y reconoce su carácter dependiente de un proyecto ideológico y político; pone en evidencia los mecanismos de manipulación para dejar al descubierto quién está detrás de cada proceso manipulatorio; critica la información oficial desde la óptica de las clases excluidas; construye una agenda propia que pueda ir más allá de las informaciones oficiales y dar cuenta de las problemáticas que impiden a las clases excluidas su propia transformación social.
Suponen un replanteo del concepto de “lo alternativo” y proponen la noción de “comunicación autónoma”. La Comunicación Alternativa se definió, desde sus orígenes, desde una concepción que vinculaba lo alternativo con la verdad o lo verdadero. En efecto, en tanto se oponía a lo hegemónico, era posible asociar la alternatividad den términos de “la comunicación verdadera” o “la comunicación de los excluidos”. Desde este lugar, se desprendía también la idea de un enfrentamiento entre la comunicación dominante y la comunicación verdadera. Frente a esto, Kejval señala que hoy es preferible hablar de una comunicación autónoma, en el sentido de despegar la noción de alternatividad en relación al enfrentamiento con el discurso dominante. Comunicación autónoma es aquella comunicación que puede traducir el deseo del cuerpo social, y ello va más allá de la discusión con los discursos dominantes. De hecho la construcción de una agenda propia es el mayor desafío de las propuestas comunicacionales alternativas, según lo abordado en el Capítulo III. Este concepto de autonomía resulta interesante en tanto independiza a la comunicación alternativa, y a las radios populares, de sus relaciones con las asociaciones políticas. Un proyecto autónomo, sencillamente, apunta a profundizar y a priorizar la relación con el cuerpo social. Kejval (2009, p.88) afirma que se trata de experiencias que aspiran a tomar decisiones
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cada vez más independientes de fuerzas exteriores a ellas, a autodeterminar sus objetivos y sus acciones, a construir en su seno relaciones definidas por las mismas personas que las realizan, reivindicando la capacidad de desear y la libertad como utopía.
Las radios comunitarias buscan movilizar la normalidad. Hay una búsqueda por introducir interferencias en el consenso social que ha naturalizado ciertas relaciones de poder y de dominio. Se trata de mostrar que el hecho de adaptarse a lo que se considera normal es solo una decisión, y no una necesidad ineludible. Para ello, las radios comunitarias pueden poner en funcionamiento distintas estrategias que permiten esta movilidad de lo normalizado: poner en evidencia los mecanismos evaluadores de los medios hegemónicos, utilizar el humor y la ironía, como potentes herramientas de cuestionamiento acerca del modo en que el discurso hegemónico naturaliza las decisiones arbitrarias.
Se proponen reconstruir las condiciones de escucha, de creación, de libre pensamiento. En este sentido, se hace evidente la necesidad de revalorizar el silencio frente al “ruidoso” espectro mediático. En un mundo aturdido por la construcción de lo hegemónico y la superabundancia de discursos naturalizados, las radios comunitarias pueden recuperar este silencio, y con ello encontrar identidades que están por fuera de lo construido. En la contienda por reconstruir las identidades de los excluidos, la radio aparece como un medio privilegiado: al no estar intervenida por la imagen, ofrece una mayor posibilidad de escucha y de silencio reconstitutivo. En palabras de Kejval (2009, p.90), es el silencio de la visión, silencio de la música en relación a la información; eso no significa estar callados, sino escapar del ruido de la comunicación de masas y reconstruir las condiciones para la escucha de un cuerpo.
Las radios comunitarias pretenden hacer efectivo el ejercicio del derecho a la comunicación. Como lo señala Kejval (2009, p.92), las radios populares, hace más de treinta años, se propusieron ser la voz de los sin voz, y en su caminar junto a hombres y mujeres, indígenas, negros y blancos, junto a los pobres del continente, se dieron cuenta de que no podían ser la voz de los sin voz, sino trabajar para que ellos recuperasen el derecho a la palabra.
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A través de las radios comunitarias, se legitiman personas e ideas. Aunque la opresión favorezca la sensación de “no existir”, el discurso radiofónico va en la búsqueda de poner en la escena pública a los niños, a las mujeres, a los jóvenes, como actores sociales.
Las radios populares se constituyen en foros democráticos. En tanto ejercen el rol de mediación entre los actores sociales que integran el campo de la cultura, y en cuanto espacio de construcciones políticas, las radios tienen la posibilidad de asumir una perspectiva y defenderla, pero también de funcionar como el espacio donde sea posible construir consensos. Lo señala Barrezueta (1999, pp. 107-118) al decir que las radios populares reconocen que su rol no pasa solo por la lucha o la confrontación, sino también por la negociación y el consenso. Por ello, crean un espacio de discusión entre los diferentes actores de la región.
Las radios comunitarias desarrollan una tarea formativa. Esta mirada en torno a la educación ha dejado de estar vinculada exclusivamente al trabajo formativo que en efecto realizaban las primeras radios populares. Para Kejval (2009, p.93), en la actualidad, el rol educativo de las radios es el de empoderar a la ciudadanía desde una perspectiva educativa, tan emancipatoria como apasionante, devolviéndole el ejercicio del poder político. Aparece en esta labor, finalmente, la necesidad de que las radios populares sean capaces de motivar el pensamiento a partir de discursos contrahegemónicos que discutan lo establecido.
Algunas dimensiones para pensar los proyectos radiofónicos alternativos Del mismo modo en que las aspiraciones definen la esencia de las radios comunitarias, es posible establecer cuatro dimensiones que componen la identidad de estos proyectos alternativos. En las reflexiones de “Rutas alternativas de la comunicación”, Ramos (2008, pp.71-73) propone una serie de caracterizaciones que forman parte de la identidad y el deber ser de las radios comunitarias:
Lo institucional. Toda radio alternativa es una propiedad colectiva no solo en términos de los propietarios de las emisoras, sino también de la comunidad a la que esa radio pertenece. En este sentido, y en relación con las problemáticas y uno de los nudos centrales de la Ley de
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Servicios de Comunicación Audiovisual, las radios comunitarias siempre estuvieron ligadas a la parcela menos competitiva de los sistemas de radiodifusión, por fuera de la tendencia dominante del entretenimiento masivo. Esta dimensión institucional, entonces, hace referencia a los propietarios de las radios, a la comunidad en tanto propietaria, y al hecho de que esa relación con el espacio social al que representa ha originado la escasa competitividad de las radios populares.14
El sentido. Cuando hablamos de sentido en las radios populares, nos referimos al discurso que estas impulsan desde su espacio radiofónico. Las radios populares son emisoras de contenidos regionales, siempre con un interés comunitario, reflejo de la diversidad cultural de su entorno social. Y entre esos contenidos, subyace una esencia discursiva: las radios populares se encuentran en constante disputa por el sentido de la comunicación en la sociedad. Están en la búsqueda de los discursos dados, de las formas en que se consolida el statu quo, y ponen en circulación discursos que ponen en evidencia y discuten esos sentidos establecidos cultural y hegemónicamente.
Lo dialógico. Es una característica esencial de las radios comunitarias el cuestionamiento del proceso comunicativo tradicional. En los proyectos radiofónicos alternativos –del mismo modo que en la experiencia alternativa audiovisual- aparece una discusión al modelo de emisor-medioreceptor, en el que el primero de los polos es activo y la recepción permanece pasiva y receptiva. Por el contrario, la radio popular propone un interlocutor-oyente activo en términos no solo de identidad sino de participación efectiva. Esa relación entre los polos del proceso, entonces, resulta de carácter dialogal. En palabras de Ramos (2008, p.73), lo que caracteriza a
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Aspecto de gran complejidad en tanto señala los objetivos políticos de la organización a la que esa radio pertenece. Para profundizar en estos temas ver las tesis de FFyL-UNT “Prácticas de Comunicación Alternativa en el Movimiento Campesino de Santiago del Estero: La FM del Monte” de Estefanía Cajeao, (2012), “El proyecto político-cultural de la radio comunitaria: diferencias y similitudes en las radios comunitarias de los departamentos San Martín y Rivadavia de la provincia de Salta” de Carla Wilig, (2016), “La Audiencia Radiofónica en la Comunicación Popular: de las significaciones a las re significaciones. El caso de FM Galpón” De Emiliano Vargas (2016).
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los medios alternativos es que son antimediadores, intransitivos, que fabrican intercambio, como un espacio recíproco, reconstituyendo la capacidad de respuesta.
Lo político. Como todo proyecto alternativo, las radios populares constituyen una experiencia política en cuanto proponen la transformación de la realidad en la que intervienen. Ramos (2008) explica que este propósito político excede a cualquier proyecto radiofónico alternativo, pues más allá de la diversidad o la particularidad de cada radio, esa intención transformadora está en su horizonte. Puede decirse que lo político constituye un objetivo extra-comunicacional de cualquier práctica alternativa. En la dimensión política, las radios populares expresan esa vocación de cambio de una situación determinada, esa oposición al statu quo.
Problemáticas y desafíos de las radios comunitarias Para Pierucci (2004, pp.19-20), el principal desafío de los medios comunitarios estriba en proponer un conjunto de visiones emancipatorias que rompan con lo establecido por los medios hegemónicos, en lugar de convertirse en una simple lectura “alternativa” del recorte de hechos impuesto por la agenda mediática de los poderes concentrados. Este autor nos recuerda que las radios populares no precisaron para sus inicios de marco regulatorio alguno –aunque ciertamente el contexto era otro y las radios tenían un carácter claramente insurgente- y polemiza con algunos grupos políticos que impulsaron la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, al advertir que la inclusión del sector sin fines de lucro en la ley de radiodifusión puede derivar en la cooptación de los medios nacientes que terminarían cediendo terreno en sus contenidos críticos para asegurarse conseguir financiación estatal. Así, advierte Pierucci (2004, p.21), “los contenidos y el formato se uniforman, el tono de la voz se vuelve grave y seductor, se eliminan las tonadas locales, las voces de la disidencia se apagan ante la posibilidad (incierta) del reconocimiento estatal”. Sin embargo, para el director de Fes Media Latinoamérica de la Fundación Friedrich Ebert Omar Rincón, el rol del estado se torna insustituible cuando los actores del campo comunicacional son tan desiguales en su poderío y convergencia y advierte que todo temor de “cooptación” constituye una desvaloración de la capacidad crítica de las organizaciones sociales en particular y de toda la sociedad civil en general. Desde otra perspectiva, Villamayor y Lamas (2008: p. 179) señalan acertadamente que “las radios comunitarias y ciudadanas tienen la opción de diseñar estrategias comunicativas para relacionarse con las dependencias estatales interesadas- o bien captar su interés-, articularse con ellas y constituirse en instituciones confiables para colaborar con el Estado sin perder coherencia con sus propios principios y
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valores.” Entonces ni adhesión incondicional, ni rechazo anticipado: se trata definir cuál puede ser una agenda de interés común, poner los temas en discusión, y negociar. Volviendo al objeto de este parágrafo: ¿cuáles, entonces, serían las problemáticas y desafíos de los medios radiales comunitarios? Pierucci (2004) sugiere analizar el “todo” en sus elementos constitutivos: la propiedad, la gestión, el financiamiento, los contenidos, la participación, la adaptación y la apropiación tecnológica, y –finalmente- la integración con los movimientos sociales y políticos. Avancemos esquemáticamente sobre ellos. 1) la propiedad: Desde su mirada de militante político y social Pierucci (2004) no duda: no hay propiedad privada que no busque la obtención de utilidades (ánimo de lucro). Ergo, una radio popular y comunitaria tiene que pensarse también como una alternativa a la propiedad privada, es decir plantea la propiedad colectiva del medio. Desde sus contenidos también promocionará el servicio comunitario para generar prácticas de vínculos solidarios y nuevas formas de relación social dentro del sistema capitalista. La visión de Villamayor y Lamas (1998) es un poco más amplia en este punto, al afirmar que la concentración de la propiedad de los medios implica una restricción del espacio público y constituye un límite a la pluralidad de opiniones, de identidades, de intereses y de voces, convirtiéndose a la vez en un límite a la democracia y la vigencia de los derechos humanos. Respecto de las radios comunitarias, los autores proponen pensar que la democracia interna (toma de decisiones) solo es posible cuando la propiedad del medio es una co-propiedad, o propiedad social, en igualdad -sostenida por políticas públicas-.con los medios de comunicación privados y los estatales. Esto es, en definitiva, lo que debería entenderse cuando la Ley menciona a las instituciones del tercer sector o sin fines de lucro. 2) la gestión: en los medios de comunicación tradicionales, las tareas de gestión son delegadas a un “gerente” o “administrador profesional”. Pierucci (2004) denuncia que este modelo reproduce la división social del trabajo: los que diseñan y conciben por un lado, por otro los que producen y ejecutan. Villamayor y Lamas (2008: p.12), por su parte, nos recuerdan que “la radio, como toda organización, se constituye por el conjunto de sus partes (departamentos, áreas, equipos, etc.) y a través de las personas (cada una con sus aportes personales y su diversidad) necesita ordenar adecuadamente sus recursos,
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sus esfuerzos e iniciativas. Alcanzar esta meta es el resultado de la combinación adecuada entre sueños, utopías, objetivos, recursos y posibilidades.” A la vez, los autores nos advierten que no debemos naturalizar el modelo de gestión como administración, organización o conducción de un organismo, ya que ese enfoque, así como las herramientas y recursos metodológicos importados del mundo empresarial y/o del marketing están imbuidos de una perspectiva ideológica y una concepción de mundo ajenas a los fines de una radio comunitaria. Esto no significa desconocer los problemas de gestión que aquejan a nuestras instituciones (improvisación, espontaneísmo, asambleísmo, etc.), pero sí implica hacer en forma colectiva y representativa un recorrido profundo y sistemático de la propia historia y del proyecto institucional, y estar dispuesto a cuestionarlo, resignificarlo y –si es necesario- hasta reformularlo. 3) el financiamiento: es un gran obstáculo para cualquier emprendimiento comunicacional. Villamayor y Lamas (2008) nos recuerdan que las radios populares son instituciones sin fines de lucro, lo cual no significa que sus principales sostenes deban ser los propios organizadores, o que se regalen o subsidien espacios que pueden –y deben en muchos casos- ser compensados económicamente. Sí en cambio, significa que los beneficios que eventualmente obtenga la emisora tienen que ser reinvertidos para el cumplimiento de los fines estipulados, y de ninguna manera apropiados por cualquiera de los productores. Una radio ciudadana aspira a encontrar la sustentabilidad económica para cumplir sus servicios a la comunidad, por ello la venta parcial de espacios es una primera opción de fuente de ingresos junto a las pautas publicitarias. Como los contenidos pueden terminar siendo condicionados por el contexto de la publicidad, Pierucci (2004) sugiere buscar el financiamiento de organizaciones sociales y políticas, que participen en la elaboración de la agenda y sus contenidos. 4) los contenidos: para Pierucci (2004) los temas, las notas o programas abordados deben mantener una coherencia interna, ser la búsqueda de lo popular, la constitución del discurso de los sectores sociales en lucha y contener pluralidad. Estos aspectos son esenciales a la hora de planificar la programación. No obstante, para una radio popular es deseable también plantearse la re semantización de la realidad, es decir resignificarla, cuestionar la constitución discursiva de la realidad tal como los medios hegemónicos la ponen en circulación. Villamayor y Lamas (2008, p. 173) sugieren que esto “implica tomar los relatos y las explicaciones que circulan para repensarlos, reformularlos y producir cambios a nivel simbólico,
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cambios en las formas de percepción y de argumentación, cambios en la forma de relatar la realidad”. Por otra parte, no podríamos pensar en contenidos alternativos sin detenernos a ponderar nuevos lenguajes estéticos, una diversidad de formatos, músicas, voces y sonidos que revitalice el espacio público y ponga a consideración de los oyentes las propuestas de programación de una manera interesante y atractiva. 5) la adaptación y la apropiación tecnológica: a esta altura sabemos que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no son una cuestión simplemente de moda, como pudiera creerse algunas décadas atrás. La adaptación y apropiación tecnológica forma parte del camino hacia el ejercicio pleno del derecho a la comunicación. Además la digitalización de las producciones permitirá generar a mediano y largo plazo, archivos sonoros que pueden servir de referencia a otras instituciones locales, o al mismo equipo de la radio ya que se convierte en los hechos en una suerte de “memoria institucional”. Hoy en día poseer un equipo de audio, producción y transmisión de nivel profesional, no es un lujo sino una necesidad. Un espacio propio en las redes sociales con actualización constante de información local; una página web institucional de calidad y con posibilidades de escuchar la emisión en vivo en formato streaming o emisiones pasadas como audioblog o podcast, hacen a la proyección profesional de la institución. 6) la integración con los movimientos sociales y políticos: Villamayor y Lamas (2008) advierten la presencia de dos fenómenos simultáneos. Por un lado la emergencia de una nueva concepción de ciudadanía donde el ejercicio de la participación social se entrelaza con la comunicación, el sistema de medios se convierte en un ámbito potencial de debate de diferentes realidades, y el uso de la palabra en acción política. Por otro lado, los tradicionales partidos políticos han dejado de representar una pluralidad de voces, conformando una argamasa donde muchas veces cuesta reconocer las plataformas originales y las diferencias tienden a desvanecerse para convertirse en meros matices. En este marco las propuestas comunicacionales de una radio popular, comunitaria y alternativa, deben poder ser apropiadas por el público al cual están dirigidas. Para ello, el medio no puede no integrarse con los movimientos sociales y los procesos de lucha. A su vez, los sectores sociales en lucha pueden ser productores y protagonistas de sus propias realidades, difundiendo un mensaje propio a través del colectivo comunicacional.
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A modo de cierre A punto de cumplir cien años, y luego de ser declarada muerta por casi cincuenta de ellos, la radio atraviesa una de sus mayores crisis y por lo tanto, mayores desafíos. Los desarrollos tecnológicos dejaron obsoleto hace tiempo al “aparato radio”, que fue primero absorbido por el teléfono móvil manteniendo la recepción analógica, y recientemente por las nuevas plataformas de streaming digitales. Si observamos lo ocurrido en los medios tradicionales, vemos que han cambiado notoriamente las modalidades de consumo de contenidos. El cine fue virtualmente fagocitado por la visualización de series a través de plataformas on-line. La prensa escrita debió reconvertirse a fin de hacer frente a la notoria (e inexorable) tendencia a la baja de la venta de periódicos en papel. La televisión abierta languidece con programación solo sostenida a fuerza de escándalos mediáticos o incluso de falsas noticias. La radio no genera nuevos oyentes, y la audiencia pre-existente la enciende solo en horario matutino a los fines informativos locales. La opinión y el entretenimiento se mudaron a otros confines mediáticos. No se nos escapa que la brecha tecnológica es un atolladero del que el voluntarismo de las agrupaciones sociales no podrá salir ni resolver en forma sencilla. Esto no solo en tanto la convergencia de medios depende de una infraestructura básica ajena a ellos (compañías telefónicas multinacionales, servidores de internet radicados en el extranjero, grandes alianzas que generan procesos de acumulación monopólica), sino que la brecha digital profundiza las desigualdades de acceso a estas tecnologías, y su posesión no asegura igualdad de oportunidades si no es acompañada por la mejora en la educación y la capacitación en su uso. El contexto actual está lleno de contradicciones, de riesgos, y –por supuesto- de posibilidades. ¿Están dispuestos los movimientos sociales y políticos que luchan por la construcción de una alternativa al poder hegemónico a profundizar el uso –y el estudio- del despliegue de redes alternativas de comunicación en articulación con las nuevas herramientas tecnológicas? En sus manos –y en las nuestras como institución formadora de comunicadores e investigadores- está el futuro de las radios populares, alternativas y comunitarias.
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