Economía y Sociedad, Weber Max. - Zoon Politikon Mx

www.fce.com.mx. FONDO DE CULTURA ECONóMICA DE EsPAÑA, S. ·L. ..... profesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894 ...... hasta entonces como dinero de tráfico libre, tanto a Francia, Suiza y otros países.
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MAX WEBER

ECONOMÍA Y SOCIEDAD Esbozo de sociología comprensiva Edición preparada por WINCKELMANN

J OHANNES

Nota preliminar de ]OSÉ MEDINA ECHAVARRÍA



FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA ESTADOS UNIDOS - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA

Traducción de ]OSÉ MEDINA ECHAVARR1A, ]UAN ROURA FARELLA, EUGENIO ÍMAZ,

EDUARDO GARClA MAYNEZ Y ]OSÉ FERRATER MORA

Primera edición en alemán, 1922 Cuana edición en alemán, 1956 Primera edición en español, 1944 Segunda edición en español, de la cuana en alemán, 1964 Primera reimpresión en FCE-España, 1993 Segunda reimpresión en FCE-España, 2002

Título original: Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Vmtehendn Soziologie © 1922, I.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tubinga DR.© 1944, 1964 FONDO DE CULTURA EcONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227. 14200 México, D.F. www.fce.com.mx FONDO DE CULTURA ECONóMICA DE EsPAÑA, S. ·L. Fernando el Católico, 86. 28015 Madrid www.fcede.es

I.S.B.N: 84-375-0374-4 Déposito Legal: M-6.906-2002 Impreso en España

NOTA A NUESTRA SEGUNDA EDICION EN ESPAISI'OL

En 1964 se celebra el primer centenario del nacimiento de Max Weber (1864-1920). Para conmemorarlo, el Fondo de Cultura Econ6mica decidi6 reeditar su Economía y sociedad de acuerdo con la cuarta edici6n alemana (p6rtuma) que tiene una disposici6n distinta e incluye una serie de trabajos y añadidos que no aparecían en las tres primeras ediciones alemanas. • El pr6logo de Johannes Winckelmann que reproducimos a continuaci6n da suficiente noticia de los cambios que se han hecho a erta obra. Aquí s6lo queremos rendir homena¡e al gran soci6logo de Erfurt, fundador de la sociología "comprensiwl'. De él podríanws decir, citando a S. Wright Müls, que es un "clásico" "que alcanza alturas notables". Para Mills "la apariencia del esfuerzo de la sociología puede advertirse también en los muchos clásicos de la sociología. . . Lo más importante, me parece, son las diversas obras de Max Weber. ¿Recuerdan urtedes la gran inclinaci6n por leer a Wrlfredo Pareto durante los treintas? Pues bien, como lo revela la falta de atenci6n generaliuzda hacia él en nuestros días, no la merecía. Max Weber sí la merece: su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto del siglo, le parecía volcado contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más elaborado revisionista del marxismo clásico".

• La traducción de dadidos y nuevos trabajos fue eucomendacb a Carlos Gerhard. El lndice Jasmin Reuter.

analítico estuvo a cargo de

PROLOGO A LA CUARTA EDICION ALEl'vlANA LA oBRA póstuma capital de Max Weber aparece aquí, desprendida del marco del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de la economía social") cuya tercera sección formaba hasta el presente, bajo nueva forma. Esta nueva edición se ha hecho con sujeción a los principios expuestos por el editor en la Zeitschrift für die gesamte Staatswissenschaft.l Su idea rectora es sencilla. La primera parte de la gran sociología de Max Weber, que contiene la teoría de los conceptos, fue concebida después de la primera Guerra Mundial, durante los años 1918 a 1920. La segunda parte del manuscrito, en cambio, fue redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con excepción de algunas adiciones posteriores, durante los años de 1911 a 1913. De la existencia de ese manuscrito anterior el autor sólo dio noticia por vez priJnera en la nota de introducción a su artículo sobre las categorías sociológicas, del año 1913.2 El plan de su contribución destinada al Grundriss der Sozialokonomik, sección tercera: "Economía v sociedad", Max Weber sólo lo publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior, en el resumen de la "división de la obra conjunta", que inicialmente se adjuntó en forma de suplemento a los distintos volúmenes que fueron apareciendo a partir del año 1914.s Como quiera que el manuscrito de la parte más antigua no fue objeto de refundición alguna, no debe sorprender que sus distintos elementos coincidan con el plan originario. Así, pues, éste pone de manifiesto el pensamiento relativo a la composición de la obra. A continuación, el manuscrito más reciente amplía la primera de todas las secciones hasta una teoría clasificadora comprensiva de las categorías que, sin embargo, permaneció incompleta. El propio plan de Max Weber para su Grundriss der verstehenden Sociologie, que se da más adelante a título de ilustración y para permitir la comparación, es el que ha servido de base al contenido de la presente edición. El hecho de haberse conservado para el libro el título de Economía v sociedad requiere unas palabras de justificación. La Einteílung des samtwerkes ("Distribución de la obra conjunta") muestra que la sección tercera llevaba la designación comprensiva de "Economía y sociedad" 4 pero es-

Ge-

1 "'Max Webers Opus Posthumum" ("La obra póstuma de Max Weber") (Z.f.d.g. StW.) ["Revista para la ciencia conjunta del Estado"}, vol. 105, 1949, pp. 368 ss.). 2 "Ober einige Kategorien der verstehenden Soziologic" ("Acerca de algunas categorías de b sociología comprensiva") (Logos, vol. IV, 1913, pp. 253 ss.), impresa en Gesammelte Au/siitze zur \Visscnscllaftslehre ("Articulas completos sobre la teoria de la ciem:d'), 2" ed., 1951, pp. '127 ss. 3 Una exposición totalmente detallada de la "división de la obra conjunta", con indicación de cada contribución particular y del autor previsto pura ella en cada caso, la proporciona además el infonne de publicación de la editorial J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), aparecido en 1915 y relativo al afio 1914 (pp. 9-13). La disposición de la contribución de Max Weber contenida en dicho informe corresponde literalmente a la impresión de la división en los distintos volúmenes del G~:ndr~ss der Sozia!Olconomilc o sea, pues, a aquello que con razón se puede designar como plan ongmano. 4 En forma análoga, p. ej. a la de las partes ~Economía y ciencia de la economía" "Economfa y natura]eza" "Eccn01nía y técnica". ' 9

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taba subdividida a su vez en dos secciones principales, de las cuales sólo la primera, con el título de Die Wirtschaft und die geseUschctftlichen Ordnungen und Miichte ("La economía y los ordenamientos y poderes sociales"),~ estaba a cargo de Max Weber. Así había de titularse en realidad la aportación de Max Weber al Grundriss der Sozialokonomik, que contenía su gran sociología. No obstante, esta última obra y al propio tiempo la más comprensiva de Max Weber ha adquirido fama mundial con el nombre de Wirtschaft und Gesellschaft ("Economía y sociedad"). En efecto, con la publicación de la portada definitivamente cambiada de la primera edición, se había renunciado a la incorporación de la segunda aportación a la sección tercera, y el título rezaba ahora: III. Abteilung. Wirtschaft und Gesellschaft. Bearbeitet von Max Weber ("sección tercera Economía y sociedad. Compuesta por Max Weber"). O sea que, a partir de su primera aparición en el año 1922, la contribución de Max Weber llenaba ella sola toda la tercera sección con su título de Economía y sociedad.6 Así, pues, si en el futuro se sigue conservando dicho título para la obra en su forma autónoma, independientemente de aquella obra conjunta, la razón de ello es doble. Desde el punto de vista objetivo es decisivo que en lo futuro el cuerpo principal de la obra, o sea la segunda parte entera, vuelve a llevar la designación de LA economía y los orderutmientos y poderes sociales, a la que sólo se antepone como parte primera la Soziologische Kategorienlehre ("Teoría sociológica de las categorías"), de origen posterior y no nombrada por el propio Max Weber, en tanto que el título de Economía y sociedad, que abarca las dos partes del libro, se presenta como objetivamente más indicado para éste. Y desde el punto de vista práctico, ese título se halla ya introducido para la sociología de Max Weber desde el principio, nombrándose y citándose usual y familiarmente en esta forma, con exclusión de toda otra. El plan originario se reproduce a continuación, bajo el titulo de la sección, para la sola contribución propia de Max Weber. ECONOMU Y SOCIEDAD

La economía y los ordenamientos y poderes sociales.

1) Categorias de los ordenamientos sociales. Economía y derecho en su relación de principio. Relaciones económicas de las asociaciones en general. 2) Comunidad doméstica, _oikos y empresa. 3) Asociación de vecindad, parentela y comunidad. -f.) Relaciones étnicas de la comunidad. 5) Comunidades religiosas. Dependencia de las religiones con respecto a las clases; religiones avanzadas e ideología económica. 6 Para la segunda parte de dicha sección se había previsto como colaborador a Eugen v. Pbilippowicb. Véanse los detalles en la nota 1 del estudio indicado. 11 En relación con una CllpOSición debllada ~emitimos a la disertación mencionada en la nob 1 de la p. vm, contenida en la Zeitscluift für die gesamte Staatswissenschaft ("Revista para la ciencia conjunta del Estado") y, en particular, a las pp. 370-71, 373, 376-77.

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6) La colectivización del mercado. 7) La asociación política.

Las condiciones de desarrollo del derecho. Profesiones, clases, partidos. La nación. 8) El dominio. a) Los tres tipos del dominio legítimo. b) Dominio político y hierocrá tico. e) El dominio ilegítimo. Tipología de las ciudades. d) El desarrollo del Estado moderno. e) Los partidos políticos modernos. Externamente, la nueva edición se aparta en su articulación del plan originario de Max Weber en varios aspectos. Los dos cuerpos de manuscritos figuran bajo temas distintos. En tanto que el manuscrito más reciente desarrolla la tipología de los conceptos, el más antiguo, en cambio, presenta una exposición de las conexiones y los desarrollos sociológicos. En el título de la primera entrega de Economía y sociedad, publicada todavía por el propio Max Weber y que daba a conocer el comienzo de las explicaciones conceptuales aún inacabadas, éstas se designan como "parte primera", lo que se subraya tanto por la remisión frecuente de la Teoría de las categorías a la "exposición detallada" posterior, corno por la observación, en la segunda parte, relativa a la "sociología general", distinta de la exposición detallada.7 Por consiguiente, la nueva edición ha experimentado una bipartición, en la Teoría sociológica de las categorías y en la exposición del sujeto con la designación de LA economía y los ordenamientos y poderes socíales.8 La primera parte reproduce inalterada la redacción de la primera entrega a cargo del propio Max Weber. Sólo que los subtítulos de Max Weber, que articulan el texto, se han intercalado también en el índice entre la división en parágrafos, añadiéndose además corno "anexo", después del capítulo IV, los esbozos de una tipología de las profesiones hallados entre los escritos póstumos. La segunda parte presenta el texto del manuscrito más antiguo en una disposición por materias que corresponde objetivamente al plan originario de Max Weber; sin embargo, la articulación a la que se ha procedido de esta segunda parte se distingue de la primitiva en cuatro puntos. En concordancia con las ediciones anteriores, las dos subsecciones restantes del número 1 del plan se han asignado a sendos capítulos autónomos; los números 2 y 3 se han reunido en un capítulo unitario, y la sociología del derecho, que se presentaba en forma autónoma completa, se ha antepuesto como capítulo independiente al que correspondía al número 7 restante del plan. De todo ello habrá resultado la situación del manuscrito póstumo en la edición anterior. Una última desviación con respecto al plan originario de Max Weber consiste en que en los números 8 d y e de éste se había previsto primero un tratamiento separado del desarrollo del Estado moderno y de los partidos políticos modernos. Sin embargo, en contraste con ello, en la Teoría de las Cf. p. 289. Cf. también Marianne Weber, Max Weber - Ein Lebensbild ("Max Weber - Biografla") ed. 1926, pp. 425, 675, 687 s., 709).

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categorías entregada en 1922 por él mismo a la imprenta, Max Weber relegó la exposición material de la estructura y función de los partidos a la sociología del Estado.0 Además, como quiera que los parlamentos caracterizan el tipo del moderno "Estado legal de constitución representativa" -tratándolos Max Weber por consiguiente en su peculiaridad como órgano estatal-,10 siendo así, por otra parte, que "no se explican a su vez sin la intervención de los partidos", 11 resulta que no es posible tratar separadamente las modernas formas estructurales del Estado, de los partidos y de los parlamentos. De ahí, pues, que los comentarios relativos al Estado racional, al parlamento y a los partidos se hayan reunido aquí en una sección unificada del capítulo que trata de la sociología del dominio. En estos cuatro puntos el plan originario de Max Weber puede considerarse, en virtud de sus propias declaraciones, como abandonado en realidad por él mismo. En la segunda parte, modificada en su disposición de acuerdo con las propuestas desarrolladas por el editor, los títulos anteriores de los capítulos y las indicaciones relativas al contenido de éstos y de los parágrafos han sufrido algunos cambios, en la medida en que la necesidad de la nueva articulación, en adaptación al plan originario, y la exigencia de una composición más lógica del contenido lo sugerían; por otra parte su redacción se aparta también parcialmente de la del plan originario, con objeto de adaptarse más estrictamente a la modalidad de expresión del texto, habiéndose formulado en ella algunos de dichos títulos, frente a las propuestas anteriores del que suscribe, con mayor precisión. Esto se aplica en particular a la sección octava del capítulo IX, cuyo título se ha restablecido con la concisión característica de Max Weber, en concordancia con el plan originario, ya que, después de admitida en adelante en la sección novena la indicación auténtica del autor,12 no puede subsistir ya duda alguna con respecto a su manera de interpretar el sentido de la categoría del "dominio ilegítimo"; éste surgió, en el círculo de la civilización mediterráneo-occidental antes que en otra parte, a consecuencia de la constitución política de las ciudades como comunidades autónomas "libres" -"libres: no en el sentido de la libertad frente al dominio violento, sino en el sentido de: ausencia del poder del príncipe, legítimo en virtud de tradición (por lo regular consagrada por la religión), como fuente exclusiva de toda autoridad". Por lo que se refiere al tratamiento propiamente dicho del texto, prescindiendo de las modificaciones de la articulación, de los títulos y del contenido que se acaban de mencionar, aquél se ha tomado de las ediciones anteriores. Se lo ha sometido, con todo, a una escrupulosa revisión. Con lo que se han eliminado todas las erratas manifiestas de imprenta, así como, ocasionalmente, descuidos del propio manuscrito, en parte después de detenido examen de las fuentes. Las correcciones del texto propuestas por Otto Hintze 13 han podido admitirse, con excepción de unas pocas. Por lo demás, aparte pp. 228 SS. p. llOI. p. 236. p. 1063. 13 En los comentarios a la 2~ ed. de Economía y sociedad (Schmcll. Jb. ["Anuario de Schmoll."), año 50, 1926, pp. 87·88). 9 10 11 12

Cf. Cf. Cf. Cf.

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de dichas correcciones necesarias, el texto mismo no se ha modificado en nada. Sólo en la sección sexta ( inacabada) del capítulo IX de la segunda parte se ha procedido, con objeto de conseguir una artic?l~ción ~oncl.usiva, a trasposiciones del texto en tres lugares. 14 El anexo musico-socwlógiCO se comparó con la primera edición de la obra particular del año 1921, comprobándose que tampoco ésta era absolutamente segura: Diversas de~icie~cias del texto de la investigación de Max Weber en relaciÓn con la rac1onahdad y la sociología de la música pudieron en esta forma eliminarse. Por la información amablemente proporcionada en relación con una serie de modismos extranjeros en materia indológica, orientalista y etnológica, así como por las múltiples molestias que a tal objeto se han tomado, quiero expresar también aquí mi más sincero agradecimiento a los señores pastor Dr. Ernst L. Dietrich, Wiesbaden; profesor Dr. Otto Eissfeldt, Halle-Saale; profesor Dr. Helmulth von Glasenapp, Tubinga; profesor Dr. Hellmut Ritter, Francfort del Meno; y profesor Dr. Franz Tcrmer, Hamburgo. Estoy asimismo cordialmente agradecido a los señores profesores Dr. Carl Schmitt, Plettenberg; profesor Dr. Rolf Stodter, Hamburgo; y antiguo profesor Dr. Carl Brinkmann, Tubinga, por la aclaración de algunos términos particulares. Finalmente, el profesor Dr. Walter Gerstenberg, Tubinga, se ha encargado, en forma por la que le estoy también muy obligado, de la revisión de diversos conceptos de la teoría de la música así como de la revisión final del texto de la Sociología de la música. El concurso desinteresado de todas las personas citadas es el que ha permitido conseguir un texto seguro de la obra principal póstuma de Max Weber. Y por último, vaya mi agradecimiento no menos sincero al editor, señor Hans C. Siebek, quien se ha decidido a aceptar la modificación en principio por mí propuesta de la obra y me ha confiado la tarea ligada a la ejecución de la misma, prestándome además la editorial su valioso concurso en dicha realización. El manuscrito de Economía y sociedad no pudo ser consultado, ya que no se encuentra y es posible que haya de considerarse como perdido. Si algún día se llegara a encontrar, entonces una nueva revisión del texto habrá de revelar si las lecciones y las diversas conjeturas formuladas, así como los títulos de los capítulos, secciones y parágrafos de la segunda parte pueden mantenerse o no. Es posible que en tal caso puedan colmarse asimismo eventuales lagunas de la presente edición. Los corchetes del texto, en la medida en que no figuren ya en las ediciones anteriores, designan adiciones del refundidor de la obra. Un índice de las lecciones informa acerca de las correcciones del texto a partir de la primera edición. Se han añadido aclaraciones críticas del mismo. La tabla de materias se ha refundido y ampliado considerablemente. Lo que precede no se aplica en modo alguno a la sección final del último capítulo añadida a la segunda parte a manera de conclusión. La sociología del Estado que Max Weber tenía en vista no se llevó a ejecución. Se ha efectuado aquí el intento -esencialmente desde el punto de vista del interés didáctico- de colmar dicha laguna mediante adición de las ideas 14

Cf. pp. 850-56, 875 s., 882-89.

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fundamentales de Max Weber en materia de sociología del Estado, a partir de su Wirtschctftsgeschichte ("Historia de la economía"), 1 ~ de edición póstuma también, así como de su tratado Parlament und Regierung im neugeordneten Deutschland ("Parlamento y gobierno en la nueva ordenación alemana") 16 y de la conferencia Politik als Beruf ("La política como profesión") .n Semejante atrevimiento suscita reparos considera bies y hubo de sopesarse cuidadosamente. En el artículo citado al principio,18 el refundidor ha señalado hasta qué punto el pensamiento y las actividades docentes y de conferenciante de la última época de Max Weber se habían dedicado a dicha problemática, cuya exposición en el marco de su sociología del dominio había de ser objeto todavía de elaboración, de modo que existen inclusive impresas algunas partes aisladas de la misma, aunque esencialmente a título de trabajos preliminares. La penetración, orientada por completo hacia la claridad de visión del proceso sociológico de plasmación del "Estado" racional en las ilustrativas secciones y los comentarios teóricos relativos al Estado contenidos en las tres obras antes citadas, recoge en su concreción el material ideológico de los conceptos y ternas de la obra principal y los anima con una visión interior, para documentar en esta forma al propio tiempo el lugar de las consideraciones sistemático-intelectuales. Las ideas fundamentales sobre la sociología del Estado elaboradas por Max Weber en los últimos años y preformadas en las obras mencionadas se adaptan en forma sorprendente, aun sin haber recibido por parte del autor su formulación definitiva de cara a la obra principal, a la concepción conjunta aparente en la nueva edición de Economia y sociedad, e ilustran la conexión unitaria del pensamiento de aquél a propósito del conjunto de la sociología del dominio. De la inteligencia de dicha conexión interna resulta al propio tiempo la articulación lógica de los comentarios relativos a la sociología del Estado añadidos al final de la obra principal en la subdivisión efectuada. El título principal de la novena sección expresa el propósito efectivamente expuesto en el mismo, en coincidencia lógica con el plan originario y con la propia terminología de Max Weber. La segunda división en parágrafos y la elección de los títulos hubo de practicarlas el refundidor. A tal disposición se han adaptado la selección y la sucesión de las partes, practicando muchas ~rasposiciones y dejando de lado todos aquellos comentarios que no se refieren a los aspectos estructural y fundamental. Con excepción de una frase insignificante de transición, de la que difícilmente podía prescindirse, el texto es también aquí el de Max Weber, habiéndose eliminado únicamente los puros juicios de valor y transportándose reiteradamente la formulación del modo de elocución al de enunciado. Corno quiera que las obras originarias se encuentran a disposición del público, no se formularán contra la forma de tratamiento del texto para los fines particulares de la presente edición reparos contundentes. He de agradecer particularmente al propietario de la Editorial Ducker & Humboldt, señor Dr. Hans 15 Wirtschaftsgeschichte. Abriss der universalen Sozial - und Wirtschaftsgeschichte ("Historia de la economía. Compendio de la historia universal social y económica"), 1~ ed. 1923; 2~ ed. 1924. 16 Redactado en el verano de 1917, publicado en refundición en 1918. 11 Conferencia sustentada el invierno de 1918, impresa en otoño de 1919. 18 Z.f.d.g. StW. ("Revista para la ciencia conjunta del Estado"), vol. 105, pp. 372, 376, 386.

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Broennann, editor de las obras consultadas para la selección, la amable autorización de la reproducción de los pa~ajes escogidos del texto. Por supuesto, no ha de subsistir duda alguna en cuanto a que se trata en esta empresa de un sucedáneo, y que aquello que en la selección practicada se ha ordenado desde puntos de vista sistemáticos figura corno pctTs pro toto, de modo que los comentarios existentes no agotan en modo alguna los ternas de una sociología del Estado. Habrá que aceptar, además, cierta falta de uniformidad en materia de dicción. f:sta no se funda únicamente en el hecho de la modificación parcial del enunciado originario mediante adición y eliminación. Debe alegar en justificación de la misma que las obras póstumas, que sólo nos trasmiten la palabra de Max Weber de manera indirecta, ya están de todos modos publicadas, y que en la sección añadida nada figura que no haya sido ya impreso y documentado -en su irregularidad estilística- con el pensamiento y la convicción de Max Weber. Añádese a ello, antes bien, el carácter cambiante del estilo del pensarnienta de las digresiones esparcidas por el texto, las cuales, introducidas por el investigador en el respectivo lugar ocasional a título de aclaración y fundamentación, se vuelven a colocar ahora, conforme a su origen teórico, en el "lugar tipológico" correspondiente del conjunto. Recuérdese, además, que también los distintos estratos del manuscrito de Economía y sociedad pertenecen a periodos de tiempo distintos y que, en él, las formas de pensamiento sintético-tipológica, genético-analítica y polémica figuran por doquier una al lado de otra, como corresponde a la manera de trabajar y al impulso intelectual de Max Weber. Hay que tener en cuenta, finalmente, que la novena sección comporto~ (aunque en extracto) órdenes de ideas fundamentales de Max Weber a propósito de la sociología del Estado que han sido tornados de otras obras v, en parte, de apéndices, y que dichas ideas figuraban originariamente en otra conexión, no habiendo sido concebidas como contribución a Economía v sociedad, por lo que las partes reproducidas de Parlament und Regierung ("Parlamento y gobierno"), en particular, presentan un carácter políticoprogramático. En su comentario previo a esa "crítica política de la burocracia y los partidos'', del año 1918, subraya Max Weber que "nada dice de nuevo para un estadista, pero que tampoco coincide con la autoridad de um ciencia. Porque las últimas actitudes del querer no se pueden decidir con los medios de la ciencia". Sus exposiciones del tratado en cuestión culminan con la elaboración de una determinada forma de Estado y la torna de posición deliberada en favor de la misma, a saber: la de la democracia parlamentaria, tal como se ha desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo xrx; y el punto de vista desde el cual para ello se juzga no es el puuto de vista estrictamente empírico de la "ciencia, neutral" 19 frente a las aditudes sociales confirmadas. Es de aplicación, en este sentido, la propia sentencia de Max Weber: "Para toda opinión de partido -p. ej. también para la mía- se dan hechos sumamente incórnodos." 20 Max Weber se habría negado decididamente a admitir en su obra, en esta forma, las opiniones 1!1

Cf. pp. !58

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Wisscusd•afslcllrc ("Teoría de ];¡ ciencia.'), 2'.1 ccl., p. 587.

S.

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XV

suyas que acabamos de reproducir y que no fueron formuladas como científicas en el sentido de la "sociología libre de valores"; 21 manifestó claramente su punto de vista al respecto en ocasión del tratamiento crítico del gobierno parlamentario de gabinete por Wilhelm Hasbach.22 Y si pese a ello aquí se hace de todos modos, aunque con las reservas expresas que se acaban de formular, es porque estas manifestaciones de principio de Max Weber ponen de relieve en forma plástica su pensamiento en materia de sociología del Estado, pudiendo atribuírseles en consecuencia un valor aclaratorio tal que, por muy fielmente que se quiera proceder no se las puede con todo sustraer, en su "lugar tipológico" correspondiente, a aquel que trata de penetrar en el pensamiento de la sociología de Max Weber como un todo. Si se admiten esos puntos de vista, entonces podrá aparecer como justificado el intento de proporcionar, por razones didácticas y como complemento de la obra, una visión de la concepción y la materia conjuntas, procurando así que las opiniones teóricas fundamentales de Max Weber en materia de sociología del Estado racional, diseminadas en diversos lugares fuera de la obra principal, no pasen inadvertidas o sean ignoradas en la conexión sistemática de significado universal en que se hallan en verdad. Estos pensamientos y la admisión en extracto de determinadas secciones parciales, a la que aquí se ha procedido, no han de conducir a pasar por alto la importancia propia de la conferencia de Max Weber sobre Politik als Beruf ("La política como profesión") en su conjunto. En efecto, ésta sólo ofrece explicaciones teóricas de los supuestos sociológicos de la actividad racional del Estado y de los partidos modernos a título preparatorio, en tanto que su propósito específico, expresado en el título, está en la particular situación de conflicto en que, en las condiciones de existencia del siglo xx, el político profesional se encuentra inevitablemente colocado. En tanto que el peso espiritual de la conferencia misma carga en las posibilidades y consecuencias de la vida política profesional y, ante todo, en los comentarios filosófico-morales acerca de los conflictos internos entre la política y la ética, desde el punto de vista de una sociología teórica, en cambio, sólo interesan las ideas básicas científico-sociales. En consecuencia, la temática peculiar de aquella obra no corresponde precisamente al ámbito de la exposición presentada como "sociología del Estado". De ahí que nada se haya recogido aquí de este objeto esencial de la célebre disertación. Todos los esfuerzos dedicados a la articulación y la conformación del texto de Economía y sociedad no logran alterar el hecho de que, al morir, Max Weber dejara sin terminar su gran sociología. Esto es así tanto por lo que se refiere al plan conjunto como a todas las porciones no concluidas de las partes primera y segunda, y en esta última, en particular, a la sociología del Estado 28 y a la exposición de la teoría de las revolucione5.24 Pero es así también, y no en menor grado, en relación con el hecho de que ya no le fue dado a Max Weber incorporar al resto del manuscrito -que desde el 21 22 23 2-4

Cf.' Cf. Cf. Cf.

p. p. p. p.

193. 237. 230. 213.

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punto de vista de la terminología reproduce todavía la posición mental del artículo contemporáneo de 1913 .:;obre las categorías- el aparato conceptual adquirido por él después de 1918 en la teoría de las categorías de la parte primera.25 De ahí que las disquisiciones del manuscrito acerca de los conceptos fundamentales en él examinados se presupongan siempre, en lugar de la tipología conceptual de la primera parte, para la comprensión de la segunda. En consecuencia, sólo puede presentarse aquí el marco de la concepción conjunta en la medida en que ha sido llenado. Sin embargo, dentro de los límites trazados en esta forma, se espera de todos modos haber logrado obtener un texto lógicamente articulado que aclare la estructura interna de la obra y la contextura de su pensamiento como un todo coherente. En cuyo caso se habrá conseguido el objetivo perseguido por el refundidor, a saber: abrir a una comprensión mayor la obra prinCipal de Max Weber, mediante una mayor facilidad de lectura de la nueva edición y un acceso más fácil al curso lógico de su pensamiento, en beneficio de la investigación, de la enseñanza y la cultura. JoHANNES WINCKELMANN

Oberursel, verano de 1955

25

Wisxnscbaftslehre ('"Teoria de la ciencia"),

Z~

ed., pp. 427 ss.

NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICION EN ESPANOL EL NOM;BRE de Weber tiene hoy un prestigio universal. Sin embargo,. algo como un destino adverso le persigue aun en su propia gloria, pues nimba las más de las veces a lo que es en realidad una figura desc'?nocida ante la que sería tan incorrecto como delatador omitir gestos reverenciosos. Y todavía peor, lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de Max Weber suele ir unido casi con .exclusividad al esquema de su interpretación de los orígenes del capitalismo. Pero ese esquema, a fuerza de arrastrarse por los manuales, llega al público menudo convertido en un auténtico disparate que se reitera con la desenvoltura a que convida toda simplicidad. Cierto que aquí se repiten los azares que lleva consigo la popularización de pensamientos complejos y plantea una vez más el problema de los peligros de toda cultura aguada para hacerla asimilable. Pero en el caso de M. Weber la deformación se remonta a fuentes secundarias que, obra de investigadores muy estimables, surgieron, sin embargo, con un pecado de parcialidad. Y esto en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de visión prejuzgada por intereses polémicos. Die protestctntische Ethik und der Geist des Kapítalismus (La Etica protestante y el espíritu del capitalismo}, libro que le abrió a la fama universal y uno de los dos traducidos hasta hace bien poco a otros idiomas (la excelente versión inglesa de Talcott Parsons es de 1930), se prestaba por sí a interpretaciones falseadas y más si se le desligaba del resto de su obra, en particular de sus otros estudios sobre la moral económica de las religiones universales, recogidos en sus Gesammelte Aufsatze zur Religionssoziologie. No pretendo ahora entrar en más detalles; me interesaba asentar un hecho y deducir para mí en estos momentos la debida lección. El hecho es deplorable; la lección, clara. El primero consiste en la creencia vulgar que atribuye a M. Weber la "teoría" de que el protestantismo es la causa del capitalismo. La segunda aconseja me limite hoy en estas líneas a unos breves datos y eluda la posibilidad de una presentación más acabada. El lector tiene ya abiertas las páginas del maestro y aunque a algunos pudiera series útil una guía que les orientara en el estudio de lo que tienen ante sí y les completase la visión de lo que les falta, en la medida en que ésta tendría que ser de modo inevitable una "interpretación" sujeta a errores, juzgo irreverente ampararla con el cuerpo que guarda la propia voz del pensador. No por eso renuncio al intento, y espero realizarlo alguna vez con responsabilidad desamparada. Fuera, además, de todo escrúpulo, la complejidad y riqueza del pensamiento weberiano obligarían a una extensión tal que habría de colmar la paciencia del lector afanoso por abrir cuanto antes su camino. Por otra parte, Economía y sociedad, con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el esfuerzo íntegro de la vida ele Weber y en él se hallan todos los temas de sus preocupaciones centrales.

XVIII

. NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN

Los datos externos de la vida de Max Weber dibujan la escueta biografía poco romántica de un profesor. Nace en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su padre, de igual nombre, fue Stadtrat de Berlín y diputado al Reichstag y al Landtag por el partido liberal nacional. Su madre, Helena Fallenstein, era mujer de religiosidad profunda y espiritualidad delicada. El joven Weber nace así en un hogar típicamente burgués, saturado de preocupaciones políticas e intelectuales. De sus hermanos, Alfredo había de conquistar también elevado renombre. Bachiller, Max, en 1882, comienza en seguida sus estudios en derecho, siguiendo la profesión de su padre, pero no deja de trabajar con igual ahinco la economía, la historia y la filosofía. Esos estudios los realiza con el rigor típico de aqueiios días dorados de la Universidad alemana. En 1892 consigue su Habilitation para profesar los derechos mercantil y romano. En 1893 es profesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894 le nombra la Universidad de Friburgo (de B.) profesor ordinario de Economía, y la de Heidelberg le otorga igual cátedra en 1897. En 1903 una grave crisis nerviosa le separa por muchos años de la función docente. Concluida la guerra, acepta la cátedra de Sociología en la Universidad de Viena, que abandona en seguida por reintegrarse a su patria. En 1919 es profesor de Sociología y Ciencias del Estado en Munich, donde le sorprende la muerte el 14 de junio de 1920. Esas secas fechas y tales acontecimientos grisáceos encierran, sin embargo, una vida estremecida y rica, gastada con fervores de alta tensión. La biografía en profundidad por ellos enmarcada la escribió con piadosa inteligencia Mariana Weber, su esposa. El libro de esta mujer admirable (Max Weber. Eín Lebensbild, 1926) es documento imprescindible para los que quieran saber cómo fue el hombre y la atmósfera de su tiempo. Tejido con las innumerables cartas de su marido -época en que el género epistolar era todavía manifestación de una vida íntima hoy casi perdida-, el recuerdo amoroso de Mariana no amengua la lucidez de los trazos, ni le impide pasar del plano cotidiano en que sacuden las tormentas de una existencia apasionada al nivel abstracto y sutil en donde se devanan las ideas del pensador. No hace mucho, la publicación de las cartas juveniles de Weber (Max Weber, Jugendbriefe, ed. Mohr) ha contribuido a completar la imagen que podemos formarnos de su persona. Los simples datos antes apuntados bastan ya para sugerir la trayectoria de su dedicación intelectual. Quien empezó por la enseñanza del derecho acaba, a través de la docencia económica, profesando una disciplina que es en sus manos un instrumento con que apoderarse de la historia universal. Mas,· tomado a la letra el esbozo de esa trayectoria, no sólo sería insuficiente sino expuesto a una mala interpretación. Pues no se trata de un "catedrático" que varía sus intereses docentes ni de un camino recorrido por sucesivas exclusiones. El esfuerzo de Weber nada excluye; antes bien, en su titanismo, lo integra sin residuos, y su sentido total se encuentra ya preformado desde el principio. Y, sobre todo, porque nada sería más falso que destacar en él los rasgos del profesor. La actividad académica, dentro de sus artificiosas divisiones, es en Weber un aspecto tan sólo de su personalidad desbordante.

NOTA PRELIMINAR DE LA PRII\-IERA EDXCIÓN

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La frecuencia con que hoy se afirma la actualidad de los escritos weberianos, o mejor dicho, el acudir a ellos como fertilizante depósito de inspiración por muchos de los que se afanan por entender los oscuros fenómenos de nuestros días, tiene su explicación en la lucidez intelectual con que Max \Veber percibió el carácter transitorio de la realidad tn que vivía, y en la fuerza con que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que en ella se proyectaban ya hacia el futuro. Fue, de los hombres de su generación, uno de los que más claramente se dieron cuenta de la divisoria en que todavía estamos y que, por lo mismo que rechazó toda profecía -y más si era ésta demagógica y de milenario-, pudo señalar sin ilusiones algunos de los hechos fatales frente a los que hoy nos debatimos. Mas ¿dónde están las raíces de aquella lucidez? No basta para explicarla la pasión por el conocer, si a ésta no se une la pasión por la acción. Y la acción es lo que el hombre puede y debe hacer en una circunstancia dada con plena aceptación de su responsabilidad, es decir, con la conciencia asequible de todas sus posibles consecuencias. El rigor con que Weber concibió la misión del hombre y la forma en que en su propia vida la actualizó, son el mejor punto de partida para entender el sentido de su tarea intelectual. Porque Weber se esforzó en todo momento por señalar lo que era posible y hacedero, la forma en que el hombre podía cooperar con inteligencia en su propio destino, tuvo que contemplar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal aetitud indivisa ante la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador de pretensiones gigantes. Así lo presenta Jaspers: "Si Max \Veber es político, investigador y filósofo, no, sin embargo, una cosa junto a otra. Es el hombre entero el que se encara con un mundo de enormes dimensiones desde el fondo de su alma, afanosa de verdad. Como filósofo es político, y como político, investigador." Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupación activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una determinada constelación de fuerzas mundiales, Max Weber fue desde siempre y ante todo un político. Pero la política es, además, otras cosas que el pensador conocía muy bien y que comprobó .duramente en su existencia. lloy podemos contemplar las pretensiones políticas de Weber y su fracaso desde diversos ángulos. Uno, el más alejado de las consideraciones intelectuales de estas líneas, consistiría en imaginar lo que hubiera sido la historia alemana, y, por ende, la europea y la mundial, de haber prevalecido algunas de sus opiniones y consejos. Nada más lejos de la presente barbarie que el destino cultural que \Veber señalaba a su patria, intensa y noblemente querida. Otro nos tienta a ver en Weber el ejemplo patético del destino del intelectual en la política. Sabía muy bien -y nadie como él ha dibujado la imagen del auténtico hombre de Estado- que la política lleva consigo el pragma de la fuerza, y que no bastan ni la actitud responsable, ni la fe y el conocimiento de los hechos fundamentales. Pero no sólo falló en él la voluntad ~e po~e;ío si?o el adelgazamie~to extremado de su moral de responsabilidad. Es qmza pos1ble despertar aquella y aceptarla con la conciencia de su instru-

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NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA ECICIÓN

mentalidad necesaria, pero está condenada a extinguirse sin remedio si se la somete a la tremenda presión de una responsabilidad moral e intelectual de consecuencia ilimitada. El fracaso de Weber, a que está expuesto todo intelectual verdadero, estuvo en su incapacidad de compromiso, en su negativa a pactar con las fuerzas subterráneas y demoniacas que rodean al poder, y sobre todo en su desdén por la mentira, el engaño dorado y las falsas ilusiones. Lo grave es que Weber percibiera que tal situación tenía cabalmente su máximo dramatismo en la sociedad de masas de nuestros días. Pero aquello en que más debiera insistir, si me permitiera ser infiel a mis propósitos, es la conexión que tiene en Weber esta su pasión "política" con su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíprocamente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilidades de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto de la "ética de responsabilidad" antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja metodología. Los estudios filosóficos de Weber, si bien surcados con profundas visiones, caen propiamente en el campo fronterizo de la metodología. Y, sin embargo, Jaspers -y no es el único- ha dicho que él fue para su tiempo "el filósofo verdadero". El pensador existencialista nos da de ello una razón existencial: "Max Weber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía." Y en este sentido fue filósofo negando a la Filosofí~. En una época de decadencia y de predominante escolástica filosófica, en la que quizá es ya imposible la aparición del gran sistema y con él la reanudación de su misión iluminadora, Weber buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales con medios distintos de los especulativos, con el instrumento del saber empírico de la historia. Para ello quizá bastaba con fundamentar "la objetividad del conocimiento histórico social". Las publicaciones de Weber abarcan temas tan dispares que en su conjunto pueden dar la impresión de una completa falta de unidad. Pero si descartamos determinados estudios rigurosamente técnicos ( Zur Psychophysik der industrieUen Arbeít, por ejemplo, y algunos otros) y, sobre todo, si partimos de lo que se ha llamado su segunda fase -desde la crisis de su enfermedad (1903)-, puede sostenerse que toda la investigación de Weber está orientada por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno significado, actual e histórico. Su af!m de comprensión, que es al mismo tiempo de orientación -o mejor, fundado en éste-, se traduce en su extremo rigor en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación: ¿Qué es lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental? Desde la música armónica al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida este hecho singular? Al cabo, de manera abstracta y como hipótesis de interpretación de nuestra historia, se impone averiguar el origen y desarrollo progresivo del predominio de lo racional en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionalización, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargado de destino. Pero

NOTA PREI.Il\IINAR DE LA PRIMERA EDICION

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si tratarnos de captar sus manifestaciones singulares, hay alguna de entre ellas que pudiera parecer decisiva. De ahí el terna más conocido de las investigaciones weberianas: el de la formación y peculiaridad de "nuestro" capitalismo. Pero es cabalmente el análisis de este problema lo que lleva a Weber a una de las dilataciones más fecundas del ámbito de sus pesquisas, al estudio sociológico de las grandes religiones. Lo que hoy día llamamos sociología de la religión, más allá de sus expresiones "primitivas", tiene en esos estudios su verdadero origen. Y, asimismo, puede considerarse impulsado por idéntico afán de conocimiento su trabajo sobre la situación agraria en la Antigüedad ( Agrarverhiiltní.sse im Altertum, Hwb. der Staatswissenschaften), que es propiamente un "análisis sociológico completo del mundo antiguo contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del presente inmediato" ( Salomon). La respuesta a la pregunta fundamental antes formulada no alcanzó en \Vcber un desarrollo sistemático y acabado. La· mayor aproximación se encuentra, sin embargo, en Economía y sociedad. El libro que el lector tiene ahora entre sus manos es para muchos la obra cumbre de la sociología alemana o, si queremos evitar polémicas, una de entre las cuatro o cinco más importantes. Y, sin embargo, Weber eludió siempre el nombre de sociólogo. De ello cabe aducir razones diversas que conviene apuntar. Sin duda alguna, está ante todo la repugnancia de todo hombre auténtico -no del personaje- en verse clasificado y maniatado por motejos y encamisado con títulos adversos a la renovación permanente del espíritu. Por otra parte, Max Weber no quería engañar a los demás. "La mayor parte -dice- de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología es pura patraña." No es difícil imaginar las reacciones de su rigurosa conciencia científica, con su extremada precisión de los hechos y los conceptos, ante el caos vagaroso de tanto escrito hecho pasar por sociológico. Lo que en él era una disciplina arraigada en sus más profundos intereses de conocimiento, era en otros una moda aprovechada en el logro de una situación o instrumento falseado con fines extracientíficos. De Weber acá las cosas han variado bastante y a ello contn'buyó él mismo en buena medida. Pero queda todavía suficiente patraña -"camelo" verdadero, en lenguaje madrileño- para que muchos, muy lejos de la talla de Weber, vean con horror que alguna vez cae sobre ellos aquel imponente calificativo. Una última razón tiene particular interés. Weber se resignaba, sin duda, a ser llamado por el título de su cátedra, pero en el caso de la sociología ocurría lo siguiente: que era, según él, una disciplina que no podía enseñarse en cuanto tal. Veía con justeza que la 50ciología es un término y no un principio de la ciencia social, y que para llegar a ella se requería una experiencia considerable en otros campos de las ciencias sociales particulares. Puede esto ser discutido. Pero no cabe duda que aquí se ofrece un problema de enseñanza en el que no se han parado nunca a meditar los ideadores de nuestros curricula universitarios, empeñados en encajar la "asignatura", con regularidad sorprendente, en los primeros años de las "carreras".

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NOTA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN

Creo poder afirmar sin error que de \.Veber sólo existían hasta estos momentos dos traducciones castellanas: su ensayo La decadencia de la cultura antigua (Die sozialen Gründe des Untergangs der antíken Kultur, 1896), publicado por la Revista de Occidente (ni? xxxvii, p. 25) y su Historia económica general (\Vírtschaftsgeschíchte), traducida por Manuel Sánchez Sarto y publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1942. Tampoco creo equivocarme si digo que Economíct y sociedad (\Virtschaft und Gesellsclzaft, 1922) es la primera vez que aparece íntegramente traducida en lengua alguna. La anunciada versión inglesa de Talcott Parsons -uno de los mejores conocedores actuales de Max Weber- sólo comprenderá la primera parte. Por eso mismo, ahora que la suerte está echada, no puedo evitar cierta aprensión de temor. Economía y sociedad es un libro póstumo que editara Mariana Weber luego de una trabajosa compulsa, ayudada por Melchior Palyi, del manuscrito legado por su marido. De ella procede la ordenación de los capítulos. La obra se encuentra inacabada en algunas partes y habría tenido seguramente otra factura -eliminación de ciertas repeticiones, etc.- si Max \.Veber hubiera podido dar cima a sus planes. Elestilo en que está escrita parece responder en sus mayores proporciones a una sola preocupación, la del rigor conceptual Pero ello lo hace sumamente difícil, como todo aquel que pasara alguna vez por el original alemán sabe perfectamente. Pues bien, cuando el Fondo de Cultura Económica se decidió con notorio valor a emprender la tarea de esta versión, tuvo que encararse con algunos problemas. No era posible, por lo pronto, encargar la obra a una sola persona, si no se quería aplazar en algunos ai'ios su publicación. Hubiera sido, además, improbable -aunque sólo sea por la variedad de especializaciones científicas que en ella se contiene- que nadie hubiera aceptado para sí tan pesada carga. Se decidiÍ>, pues, entregar la traducción a distintos especialistas. Pero entonces surgía el otro problema de la unificación estilística y de tem1inología. Creo que ambos se han resuelto de modo satisfactorio. Si a mí se me excluye, bastan los nombres de las personas que colaboraron en la traducción para que el lector pueda esperar con confianza que se haya alcanzado el nivel de seriedad requerido. Los señores Juan Roura Parella, Eduardo Carda Máynez, Eugenio 1maz y José Ferrater Mora, de conocidos merecimientos en el mundo intelectual, no regatearon esfuerzo alguno y a ellos van ante todo los mejores agradecimientos del editor. El pro· blema de unificación aludido ha sido, por eso, mucho menor de lo que se creyó y me parece suficientemente logrado. JosÉ

MEDINA ECUAVARRÍA

DEL PROLOGO A LA PRil\1ERA EDICION

L.... l't:liLICACIÓN de esta obra póstuma principal del autor presentaba lógicamenh; muchas dificultades. No se disponía de plan alguno para la construcción del todo. Sin duda, el que se halla esbozada en las páginas x y XI del volumen primero del Grundriss der Sozialokonomik ("Elementos de la economía social") proporcionaba algunos puntos de referencia, pero dejaba a un lado, en cambio, otros esenciales. Algunas secciones son incompletas y han de permanecer en tal estado. La indicación del contenido de los capítulos sólo se había fijado para la Rechtssoziologie ("Sociología del derecho"). Algunos de los ejemplos utilizados para la ilustración de procesos típicos importantes se repiten varias veces, aunque siempre bajo una nueva luz. Es posible que si le hubiera sido dado refundir en forma coherente la obra conjunta, el autor habría dejado de lado algunas cosas. Sin embargo, el refundidor sólo ha podido tomarse esta libertad en unos pecas pasajes. -El descifrado de los manuscritos, cuyo mérito corresponde en gran parte al linotipista de los editores, en particular por lo que se refiere a las grafías correctas de los numerosos vocablos especializados de origen extranjero, dio lugar a muchas dudas y encuestas, y es posible que a pesar del amable concurso de diversos especialistas se haya incurrido en algunas discrepancias. MARIANNE

\V EDER

Heidelberg, octubre de 1921

PR(>LOGO A

LA

SEGUNDA EDlCIOI'\

LA OBRA se ha depurado de las erratas de impresión y se ha dividido, para su manejo más fácil, en dos tomos. Además se ha añadido a manera de apéndice la disertación músico-sociológica, pero sin incorporar su contenido al registro de materias, cuya refundición no fue posible en aquel momento. Parecía indicado integrar dicho complicado trabajo, aparecido primero como opúsculo aislado con un prólogo del profesor Th. Kroyers, a quien corresponde el mérito de una revisión esmerada de las expresiones técnicas, en la obra sociológica de l\1ax Weber con la que tiene mayor conexión, aunque indirecta. Constituye la primera piedra de una sociología del arte que el autor tenía en proyecto. Lo que en la primera investigación de las construcciones musicales del Oriente y del Occidente le impresionó ante todo fue el descubrir que también y precisamente en la música -el arte que al parecer fluye con mayor pureza del sentimiento- juega la ratio un papel tan importante, y que su peculiaridad occidental, lo mismo que la de la ciencia '" de todas las demás instituciones estatales v sociales en dicha área, se lnlh.~· condicionada por nn racionalismo de natuialcza específica. Duran-

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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

te su estudio de esa esquiva materia comentaba en 1912 en una carta: "Es probable que escriba algo acerca de ciertas condiciones sociales de la música, a partir de las cuales se explica que sólo nosotros poseamos una música 'armónica', siendo así que otros círculos de cultura tienen un oído mucho más fino y una educación musical mucho más intensa. Y, ¡cosa curiosa!, es, como habremos de verlo, una obra de los monjes." ::\fARIAN:SE \VEBER

Heidelberg. marzo de 1925

A la memoria de mi madre ELENA WEBER DE FALLENSTEIN

1844-1919

Primera Parte TEORlA DE lAS CATEGORtAS SOCIOLóGICAS

l. CONCEPTOS SOCIOLóGICOS FUNDAMENTALES Advertencia preliminm: El método de esta introductoria definición de conceptos, de la que no puede prescindirse fácilmente no obstante ser de modo inevitable abstracta y lejana, al parecer, de la realidad, no pretende novedad en modo alguno Al contrario, sólo desea formular -teniendo la esperanza de haberlo conseguido- en forma más conveniente y correcta (quizá por eso con cierta apariencia pedante), lo que toda sociología empírica entiende de hecho cuando habla de las mismas cosas. Esto aun allí donde se empleen expresiones al parecer no habituales o nuevas. En relación con mi artículo en Logos (IV, 1913, pp. 253 ss.) la terminología ha sido simplificada en lo hacedero, y modificada muchas veces con el propósito de hacer fácil su comprensión en la mayor medida posible. Desde luego, la exigencia de una vulgarización absoluta no es siempre compatible con la de una máxima precisión conceptual y ésta debe predominar sobre aquélla. Sobre el concepto "comprender'' (Verstehen) cf.la obra de K. Jaspers: Allgemeine Psychopathologie, "Psicopatología general" (también algunas observaciones de Rickert en la segunda edición de Grert%en der nttturwissenschaftlichen Begriffsbildung, "Límites de la formación conceptual de las ciencias naturales", y particularmente de Simmel en Probleme der Geschichsphilosophie, "Problemas de filosofía de la historia", corresponden a la cuestión) . Metodológicamente remito aquí, como se ha hecho con frecuencia, al antecedente de F. Gottl en S!l obra Die Hemchaft des Worts, "El imperio de la palabra", escrita ciertamente en un estilo difícil y que quizá no lleva hasta su plenitud el pensamiento en ella encerrado. Y por lo que respecta al contenido, al bello libro de F. Tonnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, "Comunidad y sociedad". Por último, a la equivocada obra de R. Stammler: Wirtschaft und Recht ("Economía y Derecho". Trad. esp. Reus) y a su crítica contenida en mi artículo del Archiv für So%údwissensclutft (XXIV, 1907), que ofrece en gran medida los fundamentos de lo que ,.a a ser expuesto. De la metodología de Simmel (en la Sociología [trad. esp. Rev. Occ.] y en Filosofía del dinero) difiero en la separación que llevo a cabo, siempre que ha sido factible, entre "sentido" mentado y "sentido" objetivamente válido, los cuales Simmel no solamente no distingue siempre, sino que con frecuencia permite de modo deliberado que se deslicen confundidos.

§ l. Concepto de la sociología y del "significado" en la acci6n social. Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados) : una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de e5a manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. For "acción" debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La "acción social", por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo.

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CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES

J.

FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS

l. Por "sentido" entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de la acción, bien a) existente de hecho: a) en un caso históricamente dado, fJ) como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos: bien b) como construido en un tipo ideal con actores de este carácter. En modo alguno se trata de un sentido "objetivamente justo" o de un sentido "verdadero·· metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las ciencias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dogmática, jurisprudencia, lógica, ética, estética, las cuales pretenden investigar en sus objetos el sentido "justo" y "válido". 2. Los límites entre una acción con sentido y un modo de conducta simplemente reactivo (como aquí le denominaremos), no unido a un sentido subjetivamente mentado, son enteramente elásticos. Una parte muy importante de los modos de conducta de interés para la sociología, especialmente la acción puramente tradicional, se halla en la frontera entre ambos. Una acción con sentido, es decir, comprensible, no se da en muchos casos de procincul::tdo ::t ella; es decir, es::t proposición logra un::t "conexión de sentido" comprensible para nosotros (comprensión racio~al por motivos). Compr~ndemos al leñador o al que apunta con un arma, no solo de un modo actual, smo por sm motivos, cuando sabemos que el primero ejecuta esa acción por ganarse un salario o para cubrir sus necesidades o por diversión (racional) o porque "reaccionó de tal modo a una excitación" (irracional), o que el que dispara el arma lo hace por una orden de ejecutar a alguien o de defensa contra el enemigo (racional) o bie~ por venganza (afectiva y, en este sentido, irracional). Compre?demos, por úlhmo, un acto de cólera por sus motivos cuando sabemos que detras de él hay celo~. vanidad enfermiza u honor lesionado (afectivamente condicionado: comprensión irracional por motivos). Todas éstas representan conexiones de sentido comprensibles, la comprensión de las cuales tenemos por una explicación del desarrollo real de la acción. "Explicar" significa, de esta manera, para la ciencia que se ocupa del sentido de la acción, algo así como: captación de la conexión de sentido en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de s~ sentido "subjetivamente ment-ado". (Sobre In significación causal de este "exphcar" cf. n9 6.) En todos estos casos, también en los procesos afectivos, entendemos por sentido subjetivo del hecho, incluso de la conexión de sentido, el sentido "mentado" (apartándonos del uso habitual, que suele hablar únicamente de "mentar", en la significación aludida, con respecto a las acciones racionales e intencionalmente referidas a fines) . 6. Comprensión equivale en todos estos casos a: captación interpretativa del sentido o conexión de sentido: a) mentado realmente en la acción particular (en la consideración histórica); b) mentado en promedio y de modo aproximativo (en la consideración sociológica en masa); e) construido científicamente (por el método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenómeno frecuente. Semejantes construcciones típico-ideales se dan, por ejemplo, en los conceptos y leyes de la teoría económica pura. Exponen cómo se desarrollarla una forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un modo unívoco por un solo fin (el económico). Pero la acción real sólo en casos raros (Bolsa), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construid,\ c11 el tipo ideal (respecto a la finalidad de tales construcciones, cf. Archiv. f. Sozialmiss., XIX, pp. 64 ss., e infra, el n9 8). Toda interpretación persigue la evidencia. Pero ninguna interpretación de sentido, por evidente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evidencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que una hipótesis causal particularmente evidente. a) Con frecuencia "motivos" pretextados y "represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de manera que el propio testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso la tarea que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, aunque no haya sido elevada a conciencia o, lo que ocurre las más de las veces, no lo haya sido con toda la plenitud con que fue mentada en concreto: un caso límite de la interpretación de sentido. b) Manifestaciones externas dé la acción tenidas por nosotros como "iguales" o "semejantes" pueden apoyarse en conexiones de sentido muy diversas en el actor o actores; y "comprendemos" también un actuar fuertemente diverso, a menudo de sentido cabalmente opuesto, frente a situaciones que juzgamos "semejantes" entre sí. (Ejemplos en Simmel: Probl. der Geschicht.~phil.) e) En situaciones dadas los hombres están sometidos en su

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CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS 1-'Ur..'DAMENTALES

acción a la pugna de impulsos contrarios, todos ellos "comprensibles". Cuál sea la intensidad relativa con que se manifiestan en la acción las distintas referenci9s significativas subyacentes en la "lucha de motivos", para nosotros igualmente comprensibles, es cosa que, según la experiencia, no se puede apreciar nunca con toda seguridad y en la mayor parte de los casos ni siquiera de un modo aproximado. Sólo el resultado efectivo de la lucha de motivos nos ilustra sobre ello. Como en toda hipótesis es indispensable el control de la interpretación comprensiva de sentidos por los resultados: la dirección que manifieste la realidad. Sólo en los escasos y especialmente adecuados casos de la experimentación psicológic-.t puede lograrse un control de precisión relativa. También por medio de la est1dística, y con extraordinarias diferencias en la aproximación, en los casos (también limitados) de fenómenos en masa susceptibles de cuantificación y correlación. En los demás casos, y como tarea importante de la sociología comparada, sólo queda la posibilidad de comparar el mayor número posible de hechos de la vida histórica o cotidiana que, semejantes entre si, sólo difieran en un punto decisivo: el "motivo" u "ocasión", que precisamente por su importancia práctica tratamos de investigar. A menudo sólo queda, desgraciadamente, el medio inseguro dd "experimento ideal", es decir, pensar como no presentes ciertos elementos con5titutivos de la cadena causal y "construir" entonces el curso probable que tendría la acción para alcanzar asi una imputación causal. La llamada "ley de Gresham", por ejemplo, es una interpretación racional evidente de la conducta humana en determinadas condiciones y desde el supuesto típic(}-ideal de una acción estrictamente racional con arreglo a fines. Hasta qué punto la conducta real concuerda con la construcción es cosa que sólo puede enseñarnos una experiencia (expresable, en principio, en alguna forma estadística) que compruebe en las relaciones económicas la desaparición efectiva de la moneda de más valor; ello nos instruye sobre la amplia validez de la le~·. En realidad, la marcha del conocimiento es ésta: primero existieron las obscn·aciones de la experiencia y luego vino la fórmula interpretativa. Sin esta interpretación conseguida por nosotros hubiera quedado insatisfecha nuestra necesidad causal. Pero sin la prueba, por otra parte, de que el desarrollo idealmente construido de los modos de conducta encarna en alguna medida también en la realidad, una ley semejante, tan evidente en sí como se quiera, hubiera sido una construcción sin ,·alor alguno para el conocimiento de la acción real. En este ejemplo es concluyente la concordancia entre adecuación de sentido y prueba en1pírica, y los casos son lo suficientemente numerosos para tener la prueba como suficientemente segura. La hipótesis de Eduard Mayer sobre la significación causal de las bat1llas de Maratón, Salamina y Platea respecto de la peculiaridad del dcsarrol la cultura helénica (y, con ella, de la occidental) -hipótesis inferida por ar ción de sentido y apoyada ingeniosamente en hecl10s sintomáticos ( actit los oráculos y de los profetas helénicos para con los persas)- sólo puede tortalecerse con la prueba obtenida de los ejemplos de la conducta seguida por los persas en los casos de victoria (Jerusalén, Egipto, Asia Menor) y, por tanto, en muchos aspectos tiene que permanecer incompleta. La evidencia racional interpretativa de la hipótesis tiene aquí que sen·ir forzosamente como apoyo. En otros muchos casos de imputación histórica, al parecer de gran evidencia, ni siquiera cabe la prueba del caso citado. Por consiguiente, la imputación queda dcfiniti,·amente como una simple hipótesis. 7. Llamamos "motivo" a la conexión de sentido que para el actor o el observador aparece como el "fundamento" con sentido de una conducta. Decimos que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es "adecuada por el

FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS

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sentido", en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos constituye una "conexión de sentido" típica (o, como solemos decir, "correcta") a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario, que una sucesión de hechos es "causalmente adecuada" en la medida en que, Sl'gún reglas de experiencia, exista esta probabilidad: que siempre transcurra de igual manera. (Adecuada por su sentido es, por ejemplo, la solución correcta de un problema aritmético, de acuerdo con las normas habituales del pensamiento y del cálculo. Es causalmente adecuada --en d ámbito del acontecer estadístico-- b probabilidad existente, de acuerdo con reglas comprobadas de ,la experiencia, de una solución "correcta" o "falsa" -desde el punto de vista de nuestras normas habituales- y también de un "error de cálculo" típico o de una confusión de problemas también típica.) La explicación causal significa, pues, esta afirmación: que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad -cualquiera que se;1 el modo de calcularla y sólo en casos raros e ideales puede ser según datos mensurables-, a un determinado proceso (interno o externo) observado sigue otro proceso determinado (o aparece juntamente con él). Una interpretaci6n causal correcta de una acción concreta significa: que el desarrollo e.xterno y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo tiempo comprendidos con Sl'ntido en su conexión. Una interpretación causal correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y puede también ser comprobado como ca.usalmente adecuado (en algún grado). Si falta la adecuación de sentido nos encontramos meramente ante una probabilidad estadística no susceptible de comprensi6n (o comprensible en forma incompleta); y esto aunque conozcamos la regularidad en el desarrollo del hecho (tanto exterior como psíquico) con el máximo de precisión y sea determinable cuantitativamente. Por otra parte, aun la más evidente adecuación de sentido sólo puede considerarse como una proposición causal corrcct:t para el conocimiento sociológico en la medida en que se pruebe la existencia de una probabilidad (determinable de alguna manera) de que la acción concreta tomará de hecho, con determinable frecuencia o aproximación (por término medio o en el caso "puro"), la forma que fue considerada como adecuada por el sentido. Tan sólo aquellas regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado "comprensible" de una acción constituyen tipos de acción susceptibles de comprensión (en b significación aquí usada); es decir, son: "leyes sociológicas". Y constituyen tipo: sociológicos del acontecer real tan sólo aque)las construcciones de una "conduct1 con sentido comprensible" de las que pueda observarse que suceden en In realidad con mayor o menor aproximación. Ahora bien, se está muy lejos de poder afirmar que paralelamente al grado inferible de la adecuación significativa crezca la probabil!dad. efectiva de la frecuencia del desarrollo que le corresponde. Sólo por la experiencia externa puede mostrarse que éste es el caso. Hay estadísticas lo mismo de hechos ajenos al sentido (mortalidad, fatiga, rendimientos de máquinas, cantidad de lluvia) que de hechos con sentido. Estadística sociológica sólo es, empero, la de los últimos (estadística criminal, de profesiones, de precios, de cultivos). (Casos que incluyen ambas, estadísticas de cosechas, por ejemplo, son naturalmente frecuentes.) 8. Procesos y regularidades que, por ser incomprensibles en el sentido aquí empleado, no pueden ser calificados de hechos o de leyes sociológicos, no por eso son menos importantes. Ni tan siquiera para la sociología en el sentido por nosotros adoptado (que implica la limitación a la "sociología comprensiva", sin que por ello deba ni pueda obligar a nadie). Sólo que pertenecen a un lugar distinto

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-y esto metodológicamente es inevitable- del de la acción comprensible: al de las "condiciones", "ocasiones", "estímulos" y "obstáculos" de la misma. 9. "Acción" como orientación significativamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas in-

dividuales. Para otros fines de conocimiento puede ser útil o necesario concebir al indi,·iduo, por ejemplo, como una asociación de "células", o como un complejo de reacciones bioquímicas, o su vida "psíquica" construida por varios elementos (de cualquier forma que se les califique). Sin duda alguna se obtienen así conocimientos \'a liosos (leyes causales). Pero no nos es posible "comprender" el comportamiento de esos elementos que se expresa en leyes. Ni aun en el caso de tratarse de elementos psíquicos; y tanto menos cuanto más exactamente se les conciba en el sentido de las ciencias naturales; jamás es éste d camino para una interpretación derivada del sentido mentado. Ahora bien, la captación de la conexión de sentido de la acción es cabalmente el objeto de la sociología (tal como aquí la entendemos; y también de la historia). Podemos observar (en principio, al menos) el comportamiento de las unidades fisiológicas, las células por ejemplo, o cualesquiera elementos psíquicos, tratar de obtener inferencias de esas observaciones, formular reglas ("leyes") para esos comportamientos y "explicar" causalmente con su ayuda procesos particulares, es decir, incluirlos bajo esas leyes. La interpretación de la acción, sin embargo, sólo se interesa en tales hechos y leyes en igual forma y medida en que lo hace respecto a cualesquiera otros hechos (por ejemplo: hechos físicos, astronómicos, geológicos, meteorológicos, geográficos, botánicos, zoológicos, fisiológicos, anatómicos, psicopatológicos ajenos al sentido; y condiciones cien tífico-nahuales de los hechos técnicos) . Para otros fines de conocimiento (p. ej., jurídicos) o por finalidades prácticas puede ser conveniente y hasta sencillamente inevitable tratar a determinadas formaciones sociales (estado, cooperativas, compañía anónima, fundación) como si fueran individuos (por ejemplo, como sujetos de derechos y deberes, o de determinadas acciones de alcance jurídico). Para la interpretación comprensiva de la sociología, por el contrario, esas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de esto, la sociología no puede ignorar, aun para sus propios fines, aquellas estructuras conceptuales de naturaleza colectiva que son instrumentos de otras maneras de enfrentarse con la realidad. Pues la interpretación de la acción tiene respecto a esos conceptos colectivos una doble relación: a) se ve obligada con frecuencia a trabajar con conceptos semejantes (que a menudo llevan los mismos nombres) con el fin de lograr una terminología inteligible. Lo mismo el lenguaje jurídico que el cotidiano se refieren, por ejemplo, con el término estado tanto al concepto jurídico como a aquellas realidades de la acción social frente a las cuales la norma jurídica eleva su pretensión de validez. Para la sociología la realidad "estado" no se compone necesariamente de sus elementos jurídicos; o, más precisamente, no deriva de ellos. En todo caso no existe para ella una personalidad colectiva en acción. Cuando habla del "estado", de la "nación", de la "sociedad anónima". de la "familia", de un "cuerpo militar" o de cualquiera otra fonnación semoiante se refiere únicamente al desarrollo, en una forma detenninada, de la acción social de unos cuantos individuos, bien sea real o construida como posible; con lo cual introduce en el concepto jurídico, que emplea en méritos de su precisión y uso general, un sentido completamente distinto; b) la interpretación de la acción debe tomar nota del importante hecho de que aquellos conceptos empleados tanto por

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el lenguaje cotidiano como por el de los juristas (y también por el de otros profesionales), son representaciones de algo que en parte existe y en parte se presenta como un deber ser en la mente de hombres concretos (y no sólo de jueces \ burócratas, sino del público en general), la acción de los cuales orientan realmente; y también debe tomar nota de que esas representaciones, en cuanto tales, poseen una poderosa, a menudo dominante significación causal en el desnrrollo de la conducta humana concreta. Sobre todo, como representaciones de algo que debe ser (y también que no debe ser). (Un estado moderno ~omo complejo de una específica nctuación humana en común- subsiste en parte muy considerable de esta forma: porque determinados hombres orientan su acción por la represenurción de que aquél debe existir o existir de tal o cual forma; es decir, de que poseen valide% ordenaciones con ese carácter de estar jurídicamente orientadas. Sobre esto, cf. infra). Y aunque sería posible, no sin cierta pedantería y prolijidad, que la terminología de la sociología eliminara estos conceptos del lenguaje usual, que se emplean no sólo para la normatividad jurídiCa, sino para el acaecer real, sustituyéndolos por palabras de nueva creación, quedaría, al menos, excluida esta posibilidad para un hecho tan importante como el que tratamos. e) El método de la llamada sociología "organicista" (tipo clásico: el ingenioso libro de Schaffle, Bau und Leben der sozialen Korpers, "Estruchua y vida del cuerpo social") pretende explicar partiendo de un "todo" (p. ej., una economía nacional) el actuar conjunto que significa lo social; por lo cual, dentro de ese todo se trata al individuo y su acción análogamente a como la fisiología trata de la situación de un "órgano" en la economía del organismo (desde el punto de vista de su "conservación"). (Cf. la famosa frase de un fisiólogo:"§ X. El ba%o. Del bazo, señores, no sabemos nada. ¡Es decir, del bazo propiamente y en cuanto tal!" En realidad la persona en cuestión sabía del bazo bastantes cosas: situación, volumen, forma, etc. -tan sólo la "función" le era desconocida y a esta incapacidad le llamaba "no saber nada".) No puede ser dilucidado aquí hasta qué punto en otras disciplinas tiene que ser definitiva (necesariamente) esta consideración funcional de las "partes" de un "todo"; de todos modos, es cosa conocida que la ciencia bioquímica y biomecánica no quisiera contentarse fundamentalmente con esa consideración. Para una sociología comprensiva tal modo de expresarse: 1) Puede servir para fines de orientación provisional y de ilustración práctica (siendo en esta función altamente útil y necesario, aunque también perjudicial en caso de una exageración de su valor cognoscitivo y de un falso realismo conceptual). 2) En determinadas circunstancias sólo ella puede ayudamos a destacar aquella acción social cuya comprensión interpretativa sea importante para la explicación de una conexión dada. Mas en este punto comienza precisamente la tarea de la sociología (tal como aquí la entendemos). Respecto a las "formas sociales" (en contraste con los "organismos"), nos encontramos cabalmente, más allá de la simple detcrmill':lción de sus conexiones y "leyes" funcionales, en situación de cumplir lo que está permanentemente negado a las ciencias naturales (en el sentido de la formulación de leyes causales de fenómenos y formaciones y de la explicación mediante ellas de los procesos particulares) : la comprensión de la conducta de los individuos partícipes; mientras que, por el contrario, no podemos "comprender'' el comportamiento, p. ej., de las células, sino captarlo funcionalmente, determinándolo con ayuda de las leyes a que está sometido. Este mayor rendimiento de la explicación interpretativa frente a la observadora tiene ciertamente como precio el carácter esencialmente más hipotético y fragmentario de los resultados alcanzados por la interpretación. Pero es precisamente lo específico del conocimiento sociológico.

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Hasta qué punto puede sernas comprensible por ~u sentido la conducta de los animales y al contrario -ambas cosas en un sentido altamente impreciso y problemático en su extensión- hasta qué punto puede darse, por lo tanto, una sociología de las relaciones del hombre con los animales (animales domésticos, animales de caza) es un problema que no puede desarrollarse ahora (muchos animales "comprenden" órdenes, cólera, amor e intenciones agresivas; reaccionando ante esas actitudes no sólo de un modo mecánico sino muchas veces de tal manera que parece consciente del sentido y orientada por la experiencia). En sí la medida de nuestra sensibilidad ante la conducta de los hombres primitivos no es esencialmente superior. En la fijación de la situación subjetiva del animal los medios a nuestra disposición o no existen o son muy insuficientes; como es sabido, los problemas de la psicología animal son tan interesantes como espinosos. Existen y son particularmente conocidas, sociedades animales de la más varia especie: "familias" monógamas y polígamas, rebaños, traíllas y "estados" con división de funciones. (El grado de la diferenciación funcional de estas sociedades animales no marcha en modo alguno paralelo con el grado de la diferenciación evolutiva organológica y morfológica alcanzado por las especies en cuestión. Así, la diferenciación funcional existente en los termes y, por consiguiente, la de sus artefactos, es mucho mayor que entre las hormigas y las abejas.) Es evidente que aquí la investigación tiene que contentarse, aceptándola por lo menos por el momento como definitiva, con la consideración puramente funcional, es decir, con el descubrimiento de las funciones decisivas que tienen los tipos particulares de individuos (rey, reinas, obreros, soldados, zánganos, reproductores, reinas sustitutas) en la conservación de la sociedad animal, o sea en la alimentación, defensa, propagación y renovación de esas sociedades. Todo lo que excedió de esa consideración fueron por mucho tiempo puras especulaciones o im·estigaciones sobre la respectiva medida en que herencia y medio participan en la formación de esas "disposiciones" sociales. (Así, particularmente, las controversias entre Weisman y Gotte, en las que el primero fundamentó su "omnipotencia de la fuerza del medio" con muchas deducciones extra empíricas.) Sin embargo, el acuerdo es completo entre los investigadores rigurosos respecto al carácter forzoso, por el momento, de la aludida limitación al conocimiento funcional, esperándose no obstante que esto sea provisional ( cf. para el estado actual de las investigaciones sobre los termes la publicación de Escherich, 1909). Ahora bien, seria de desear no solamente el hacerse cargo del "valor para la conservación" de las funciones de cada uno de aquellos tipos diferenciados -cosa relativamente fácil- y el explicar aquella diferenciación, tanto si no se admite el supuesto de la herencia de las capacidades adquiridas, como si, al contrario, se le admite (y en este caso, cualquiera que sea el modo de interpretar ese supuesto), sino también el poder saber: 1) qué es lo que decide el comienzo de la diferenciación en individuos originariamente neutrales o indiferenciados, y 2) qué es lo que ocasiona que el individuo diferenciado se conduzca (en el promedio) en la forma que de hecho es útil al interés de conservación del grupo diferenciado. Siempre que se ha adelantado algo en esta dirección ha sido por la demostración experimental (o sospecha) de la existenci:1 de excitaciones químicas o situaciones fisiológicas (procesos digestivos, castración parasitaria, etc.) en los individuos en cuestión. Hasta qué punto subsiste la esperanza problemática de mostrar como verosímil, por medios experimentales, la ex~stencia de una orientación "p~icológica" y :·e~~ sentido", es cosa que ni los m1smos expertos pueden hoy dcc1r. Una descnpcwn controlable de la psique de estos animales sociales. sobre la base de .la "col!lprensión" de sentido, no parece que se pueda lograr, m aun como meta 1deal, smo dentro de muy estrechos Hm.i-

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tes. En todo caso, no puede esperarse de ahí la inteligencia de la acción social humana, sino más bien al revés: se trabaja y debe trabajarse allí con analogías humanas. Quizá podamos esperar que esas analogías nos sean alguna vez útiles en la resolución del siguiente problema: cómo apreciar en el estadio primitivo de la diferenciación social humana la relación entre el campo de la diferenciación puramente mecánico-instintiva y lo que es producto de la acción indh·idual con sentido y lo que posteriormente ha sido creado de un modo consciente. La sociología comprensiva debe tener en cuenta con toda claridad que también para el hombre, en los estadios primitivos, predominan los primeros componentes y que en los estadios posteriores de su evolución siguen éstos cooperando siempre (y a veces de un modo decisivo). Toda acción tradicional (§ 2) y anchas zonas de la carismática (cap. m) en su calidad de núcleos del "contagio" psíquico y portadores, por tanto, de "estímulos de desarrollo" sociológicos, están muy próximas, y en gradaciones insensibles, de aquellos procesos que sólo pueden ser captados biológicamente y que no son explicables por sus motivos, ni comprensibles, sino muy fragmentariamente, por su sentido. Pero todo esto no libera a la sociología comprensiva de la tarea que le es propia y que sólo ella puede cumplir, aunque tenga conciencia de los estrechos límites en que se encuentra encerrada. Los distintos trabajos de Othmar Spann -con írecuencia ricos de pensamientos aceptables al lado de equivocaciones, sin duda ocasionales, y sobre todo de argumentos apoyados en juicios de valor que no pertenecen a la investigación empírica- aciertan sin duda, al subrayar la significación, por nadie negada, del carácter previo de la problemática funcional (lo llamado por él método "universalista") para toda sociología. Ciertamente necesitamos saber primero cuál es la importancia de una acción desde el punto de vista funcional para la "conservación" (y también antes que nada para la peculiaridad cultural) y desenvoh-imiento en una dirección determinada de un tipo de acción social, antes de poder preguntarnos de qué manera se origina aquella acción y cuáles son sus motivos. Precisa que sepamos qué servicios presta un "rey", un "funcionario", y un "empresario", un "rufián", un "mago"; o sea qué acción típica (aquello por lo que se le incluye en una de esas categorías) es importante para el análisis y merece ser considerada antes de que podamos comenzar el análisis propiamente dicho ("referencia al valor" en el sentido de H. Rickert). Mas sólo este análisis nos proporciona lo que la comprensión sociológica de la acción de los individuos típicamente diferenciados (y sólo de la acción humana) puede y debe ofrecernos. En todo caso deben eliminarse tanto el eúorme equívoco implicado al pensar que un método individualista significa una valoración individualista (en cualquier sentido) como la opinión de que una construcción conceptual de carácter inevitablemente (en términos relativos) racionalista significa una creencia en el predominio de los motivos racionales o simplemente una valoración positiw1 del "racionalismo". También una economía socialista tendría que ser comprendida por la acción de los individuos -los tipos de "funcionarios" que en ella existan-, o sea con igual carácter "individualista" que caracteriza la comprensión de los fenómenos de cambio con ayuda dcl mdodo de la utilidad marginal (o cualquiera otro análogo en este sentido, de considerarlo mejor). Porque también en ese caso la investigación empírico-sociológica comienza con esta pregunta: ¿qué motivos determinaron y determinan a los funcionarios y miembros de esa "comunidad" a conducirse de tal modo que ella pudo surgir y subsiste? Toda construcción conceptual funcional (partiendo de un "todo") sólo cumple una tarea previa a la auténtica problemática; lo cual no significa que no se considere indiscutible su utilidad y su carácter indispensable, cuando se lleva a cabo del modo adecuado.

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10. Las "leyes'', como se acostumbra a llmnar a muchas proposiciones de la sociología comprensiva -por ejemplo, la "ley" de Gresham-, son determinadas probabilidades típicas, confirmadas por la observación, de que, dadas determinadas situaciones de hecho, transcurran en la forma esperada ciertas acciones sociales que son comprensibles por sus motivos típicos y por el sentido típico mentado por los sujetos de la acción. Y son claras y comprensibles, en su más alto grado, cuando el motivo subyacente en el desarrollo típico de la acción (o que ha sido puesto como fundamento del tipo ideal construido metódicamente) es puramente racional con arreglo a fines y, por tanto, la relación de medio a fin, según ensefia la experiencia, es unívoca (es decir, los medios son "ineludibles"). En este caso es admisible la afirmación de que cuando se ha actuado de un modo rigurosamente racional, así y no de otra manera ha debido de actuarse (porque por razones "técnicas", los partícipes, en servicio de sus fines -claramente dados-, sólo podían disponer de estos medios y no de otro alguno). Precisamente este caso muestra lo equivocado que es suponer a una psicología cualquiera como fundamento último de la sociología comprensiva. Cada quien entiende hoy por psicología cosa distinta. Razones de método justifican cumplidamente, para una dirección científico-naturalista, la separación entre lo "psíquico" y lo "físico", cosa completamente extraña, en este sentido, a las disciplinas que se ocupan de la acción. Los resultados de una ciencia psicológica que únicamente investigue lo psíquico en el sentido de la metódica de las ciencias naturales y con los medios propios de esas ciencias y no se preocupe de interpretar la conducta humana por su sentido -con lo cual tendriamos ya algo completamente distinto- interesan a la sociología, cualquiera que sea la metodología particular de esa psicología, como pueden interesarle los de cualquiera otra ciencia, y en casos concretos pueden alcanzar a menudo una eminente significación. Pero no existe en este caso una relación más estrecha que la que guarda con otras ciencias. El error está en este concepto de lo "psíquico": todo lo que no es "fisico" es psíquico. Sin embargo, el sentido de un cálculo aritmético, que alguien mienta, no es cosa "psíquica". La reflexión racional de un hombre sobre si para el logro de determinados intereses está exigida o no una cierta acción, en mérito de las consecuencias que de ella se esperen, y la decisión que deriva del resultado de esa reflexión, son cosas cuya comprensión en modo alguno nos facilitan las consideraciones "psicológicas". Ahora bien, sobre tales supuestos racionales construye cabalmente la sociología (incluida la economía) la mayoría de sus "leyes". Por el contrario, la psicología comprensiva puede prestar sin duda alguna decisivos servicios a la explicación sociológica de los aspectos irracionales de la acción. Pero esto para nada altera la situación metodológica fundamental. 11. La sociología construye conceptos-tipo -como con frecuencia se da por supuesto como evidente por sí mismo- y se afana por encontrar reglas generales del acaecer. Esto en contraposición a la historia, que se esfuerza por alcanzar el análisis e imputación causales de las personalidades, estructuras y acciones individuales consideradas cu.lturalmente importantes. La construcción conceptual de la sociología encuentra su material paradigmático muy esencialmente, aunque no de modo exclusivo, en las realidades de la acción consideradas también importantes desde el punto de vista de la historia. Construye también sus conceptos y busca sus leyes con el propósito, ante todo, de si pueden prestar algún servicio para la imputación causal histórica de los fenómenos culturalmente importantes. Como en toda ciencia generalizadora, es condición de la peculiaridad de sus abstracciones el que sus conceptos tengan que ser relativamente vacíos frente a la realidad concreta de lo histórico. Lo que puede ofrecer como contrapartida

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es la univocidad acrecentada de sus conceptos. Esta acrecentada univocidad se alcanza en virtud de la posibilidad de un óptimo en la adecuación de sentido, tal como es perseguido por la conceptuación sociológica. A su vez, esta adecuación puede alcanzarse en su forma más plena -de lo que hemos tratado sobre todo hasta ahora- mediante conceptos y reglas racionales (racionales con arreglo a valores o arreglo a fines). Sin embargo, la sociología busca también aprehender mediante conceptos teóricos y adecuados por su sentido fenómenos irracionales (místicos, proféticos, pneumáticos, afectivos). En todos los casos, racionales como irracionales, se distancia de la realidad, sirviendo para el conocimiento de ésta en la medida en que, mediante la indicación del grado de aproximación de un fenómeno histórico a uno o varios de esos conceptos, quedan tales fenómenos ordenados conceptualmente. El mismo fenómeno histórico puede ser ordenado por uno de sus elementos, por ejemplo, como "feudal", como "patrimonial" por otro, como "burocrático" por alguno más todavía, por otro como "carismático". Para que con estas palabras se exprese algo unívoco la sociología debe formar, por su parte, tipos puros (ideales) de esas estructuras, que muestren en si la unidad más consecuente de una adecuación de sentido lo más plena posible; siendo por eso mismo tan poco frecuente quizá en la realidad -en la forma pura absolutamente ideal del tipo- como una reacción física calculada sobre el supuesto de un espacio absolutamente vacío. Ahora bien, la casuística sociológica sólo puede construirse a partir de estos tipos puros (ideales). Empero, es de suyo evidente que la sociología emplea también tipos-promedio, del género de los tipos empíricoestadísticos; una construcción que no requiere aquí mayores aclaraciones metodológicas. En caso de duda debe entenderse, sin embargo, siempre que se hable de casos "típicos", que nos referimos al tipo ideal, el cual puede ser, por su parte, tanto racional como irracional, aunque las más de las veces sea racional (en la teoría económica, siempre) y en todo caso se construya con adecuación de

sentido. Debe quedar completamente en claro que en el dominio de la sociología sólo se pueden construir "promedios" y "tipos-promedio" con alguna univocidad, cuando se trate de diferencias de grado entre acciones cualitativamente seme¡antes por su sentido. Esto es indudable. En la mayor parte de los casos, sin embargo, la acción de importancia histórica o sociológica está influida por motivos cualitativamente heterogéneos, entre los cuales no puede obtenerse un "promedio" propiamente dicho. Aquellas construcciones tfpico-ideales de la acción social, como las preferidas por la teoría económica, son "extrañas a la realidad" en el sentido en que -como en el caso aludido- se preguntan sin excepción: 1) cómo se procedería en el caso ideal de una pura racionalidad económica con arreglo a fines, con el propósito de poder comprender la acción codeterminada por obstáculos tradicionales, errores, afectos, propósitos y consideraciones de carácter no económico, en la medida en que también estuvo determinada en el caso concreto por una consideración racional de fines o suele estarlo en el promedio; y también 2) con el propósito de facilitar el conocimiento de sus motivos reales por medio de la distancia existente entre la construcción ideal y el desarrollo real. De un modo completamente análogo tendría que proceder la construcción típico-ideal de una consecuente actitud acósmica frente a la vida (por ejemplo, frente a la politica y a la economía) místicamente condicionada. Cuanto con más precisión y univocidad se construyan estos tipos ideales y sean más extraffos en este sentido, al mundo, su utilidad será también mayor tanto terminológica, clasificatoria, como heurísticamente. En realidad, no procede de otra forma la imputación causal concreta que hace la historia de determinados acontecimientos:

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por tjcmplo, quien quiera explicarse el desarrollo de la batalla de 1866 tiene que a\·criguar (idealmente), lo mismo respecto de Moltke que de Benedek, cómo hubieran procedido cada tmo de ellos, con absoluta racionalidad, en el caso de nn conocimiento cabal tanto de su propia situación como del enemigo, para compararlo con la que fue su actuación real y explicar luego causalmente la distancia entre ambas conductas (sea por causa de información falsa, errores de hecho, equivocaciones, temperamento personal o consideraciones no estratégicas). También aquí se aplica una (latente) construcción racional típico-ideal. Los conceptos constructivos de la sociología son típico-ideales no sólo externa, sino también internamente. La acción real sucede en la mayor parte de los casos con oscura scmiconscicnci:t o plena inconsciencia de su "sentido mentado". El agente más bien "siente" de un modo indeterminado que "sabe" o tiene clara idea; actúa en la mayor parte de los casos por instinto o costumbre. Sólo ocasionalmente -y en una masa de acciones análogas· únicamente en algunos indi\"id uos- se eleva a conciencia un sen ti do (sea racional o irracional) de la acción. Una acción con .sentido efectivamente tal, es decir, clara y con absoluta