Drogas: se internan 117 adictos por día

117 por día– se internan en los 399 centros especializados .... Testimonios de padres de pacientes y ex consumidores que buscan superar la dependencia.
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INFORMACION GENERAL

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Lunes 7 de septiembre de 2009

UN FLAGELO QUE CRECE s LA ESTRUCTURA SANITARIA NO LOGRA CONTENER LA DEMANDA

Drogas: se internan 117 adictos por día Unos 130.000 buscan ayuda en centros de recuperación, pero 32.500 quedan excluidos de los tratamientos por la escasez de camas

Los jóvenes inician su consumo con marihuana

LORELEY GAFFOGLIO LA NACION Por año, unos 130.000 argentinos experimentan consumos abusivos de drogas ilícitas y 43.000 de ellos –117 por día– se internan en los 399 centros especializados para paliar su adicción. No obstante, la oferta sanitaria nacional en rehabilitación resulta insuficiente para el 25 por ciento de los adictos (32.5000 personas) a sustancias psicoactivas ilegales. Esa es la última medición de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), días después de que en su fallo de desincriminalización de tenencia de drogas, la Corte Suprema de Justicia llamara al Estado a garantizar la asistencia terapéutica a los adictos. La realidad contradice la intención del máximo tribunal. El titular de la Sedronar, José Granero, reconoció a LA NACION que “el Estado mantiene hoy una deuda pendiente en la atención a los drogadependientes”. Hace tiempo que las 2890 camas de internación, repartidas en sólo 109 centros especializados en todo el país, están cubiertas en su totalidad por la demanda de los llamados policonsumidores. Son en el 84,6 por ciento hombres de entre 15 y 29 años, que detentan dependencias psicofísicas a diversos tipos de drogas. La Argentina es el primer país de América latina en cantidad de policonsumidores de sustancias ilícitas, según las aciagas estadísticas de la Sedronar. Y ese fenómeno se da entre los más jóvenes, ya que a medida que se avanza en edad se incrementa el porcentaje de monoconsumidores. Entre la droga de inicio y la sexta consumida existen tres años de abuso de sustancias y en el grueso de los casos eso se da entre los 15 y 18 años. El cannabis es la puerta de inicio al consumo de sustancias ilegales en el 60,9% de los casos, secundados por la cocaína y el paco, con el 16,4%. Los consumidores problemáticos, el 54,3%, reciben tratamiento ambulatorio. En los casos aún más conflictivos, el 32,2% permanece internado durante un promedio de 27 días en las 37 comunidades terapéuticas y los 72 centros especializados del país. La recuperación insume, al menos, dos años de tratamiento. Y entre los que pugnan por mantenerse sobrios tras haberse “sobrepuesto” a la adicción, las recaídas se evitan en grupos de autoayuda o semirresidenciales. La provincia de Buenos Aires, con un total de 173 reparticiones, y la ciudad de Buenos Aires, con 65 centros, concentran el mayor número de centros de rehabilitación del país, según el censo 2008 de la Sedronar. Le siguen Neuquén (con 34), Córdoba (33), y Santa Fe (32). En el extremo de la oferta se ubica Formosa, con escasos cuatro centros. Pero la oferta sanitaria para las residencias –un ámbito perentorio para las desintoxicaciones y la reinserción social–, resulta a todas luces escasa, coinciden los especialistas. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, hay 7,9 camas destinadas a adictos cada 100.000 habitantes y 13,6 plazas para igual cantidad de personas en la demanda porteña.

Más dependencia Los expertos dividen a los consumidores de drogas entre los que hacen uso, abuso o son dependientes. Estos últimos se incrementaron 32,4% desde 1994, según la Sedronar, que los cuantificó a partir del relevamiento de los pedidos de ayuda terapéutica. “La despenalización de la tenencia de drogas por parte de la Corte recae justo cuando el país experimenta un aumento en el consumo y abuso de sustancias dañinas. Por cada adicto en tratamiento hay dos que no lo están”, afirmó José Rshaid, director de Casa del Sur, la mayor comunidad terapéutica del país, con 14 sedes, 500 camas de internación. Cuenta Marcelo Plotnik, psicólogo de ese centro especializado en adicciones, que los diversos organismos del Estado, prepagas y obras sociales que cubren las internaciones de los adictos muestran atrasos de hasta siete meses en los pagos. Pero, “lo más acuciante, es la falta de camas para pacientes que puedan esperar”, dice. Las comunidades terapéuticas reciben, en promedio, $ 2000 mensuales por tratamiento, a pesar de que Fonga, la ONG que las agrupa, estimó su costo en $ 3200 mensuales. “Se deben triplicar las camas de internación”, alerta Rshaid. Al tanto de esa demanda, Granero, que logró incrementar a $ 44,3 millones el presupuesto de su Secretaría, de los cuales $ 14,5 millones se destinan a subsidiar los tratamiento de adictos, dijo a LA NACION: “No es un problema de ahora. Hace tiempo que el sistema está saturado. El abuso de drogas creció pero el sistema público de salud sólo atiende parcialmente la internación de adictos. Hemos planteado que se deben incorporar camas a los hospitales públicos, sumar 1000 plazas más y mejorar toda la asistencia, también la privada. Pero, sobre todo, hay que hacer hincapié en los excluidos, que carecen de obras sociales y prepagas, y que son a los que el Estado hoy no acoge por falta de infraestructura.”

El 8,5% es tratado por su adicción al cannabis DANIEL GALLO LA NACION

MARIANA ARAUJO

En la sede de Belgrano de Casa del Sur, los adictos en recuperación asisten a terapias familiares para lograr su reinserción social

La dura senda de la recuperación Testimonios de padres de pacientes y ex consumidores que buscan superar la dependencia LAURA REINA LA NACION Ramón Ferreira está cansado de recorrer juzgados. Espera con impaciencia la orden de un juez que, bajo la figura legal de protección de personas, obligue a su hijo, Juan Benito, de 18 años, a reanudar un tratamiento por su adicción a la marihuana. El sospecha que también consume paco y otras drogas duras. “Mi hijo estuvo 10 meses en Casa del Sur, pero hace un mes empezó a consumir otra vez. No puedo irme a trabajar tranquilo porque está vendiendo todas las cosas de la casa. Incluso nos amenazó de muerte a mí y a mi señora, si no le damos plata para seguir consumiendo”, cuenta con la voz entrecortada. Ferreira es plomero y gasista; vive en Temperley con su mujer y otras dos hijas, de 13 y 9 años. Es un trabajador que saca el dinero justo para vivir. Está desesperado. La adicción de su hijo lo llena de impotencia. “Es una situación terrible para la familia porque nos culpamos unos a otros. Tener un adicto afecta mucho. Es un infierno. A mí me destruyó, arruinó mi apellido, mi dignidad, porque él sale a robar para conseguir droga. Yo alerto a mis vecinos si sé que anda dando vueltas por ahí.” La desesperación de Ferreira es tan grande que hasta prefiere que su hijo vaya preso antes de que siga consumiendo. “Lo único que puede ayudarlo ahora es ir a la cárcel”, dice. Ferreira está también preocupado por sus hijas. “Temo por ellas porque el hermano las invita permanentemente a consumir. Y también por mi mujer, que es la que está en casa. A ella la golpeó para sacarle plata.” Por eso, y para que su hijo encuentre una cura definitiva, Ferreira está recorriendo juzgados.

“En 15 días habrá novedades”, dice que le contestaron en la Justicia. Serán otros 15 días interminables, en vela y en alerta, y con la incertidumbre de no saber si a su hijo se le está acabando el tiempo. * * * Juan Cruz siempre fue un chico especial. Inquieto y con algunos trastornos de personalidad, como el 88 por ciento de los que tienen adicciones. Recibió apoyo psicológico desde que tenía cuatro años. Nunca pudo afianzarse en un grupo, cambió permanentemente de escuela y terminó el colegio a los 19. En el medio, tuvo tres internaciones psiquiátricas tras varios episodios de agresión. Empezó a consumir mientras cursaba el secundario. “La droga empeoró el cuadro. Aunque ya era agresivo, empezó a tener cambios bruscos de carácter; la relación entre nosotros era cada vez peor. Bajó mucho de peso, y se iba y no aparecía hasta el otro día. Ya no se podía hablar con él; no había diálogo”, cuenta Liliana Villalba, madre de Juan Cruz, de 23 años. Poper, ketamina, éxtasis, metanfetaminas y paco son algunas de las sustancias que pasaron por el organismo de Juan Cruz. “Primero fue la cumbia y después las fiestas electrónicas. Andaba con amigos que tenían armas. Y nos confesó haber robado una vez un quiosco para conseguir plata para consumir. Lo cuento y se me hiela la sangre”, dice Villalba, médica dermatóloga que vive en Flores. Después de este episodio, ella y su marido, Horacio, también médico, fueron al juzgado para pedir una orden de internación. Y llegaron a Casa del Sur. “A mí me lo salvaron ahí. Su destino era la cárcel o la muerte”, afirma Villalba. Después de casi un

digan que los padres no se ocupan. Hay una tendencia a culpabilizar a los padres, y esto no justo”, dice.

HERNAN ZENTENO

➾ Hay una tendencia

a culpabilizar a los padres, y esto no es justo ➵ Liliana Villalba MADRE DE UN ADICTO

año de internación, Juan Cruz salió en noviembre de 2008. “La internación fue espectacular. Ahora el tema es la adaptación afuera. Empezó a hacer un curso; tuvo varios trabajos, pero ninguno le dura. Está con tratamiento ambulatorio; tiene que ir todos los días, pero dice que ya no quiere seguir yendo. Mi marido fue al juzgado para que lo obligaran a cumplir el tratamiento. Anda con gente que consume; por eso no puedo asegurar que no haya vuelto a consumir”, se lamenta la mujer. “Antes me daba vergüenza decir que tenía un hijo adicto; ahora, no. Considero que está enfermo. Yo voy a seguir haciendo todo lo necesario para sacarlo de la droga. Que no

* * * Desde los 14 hasta los 32 años, Jorge Esteche vivió en una nebulosa: la que construyó sobre la base de cocaína, anfetaminas, marihuana y otras tantas sustancias que iban apareciendo en su camino. Pero aun en el pico de su adicción, una pequeña luz asomó entre tanta oscuridad. “La cocaína no llegó a matarme. Estuve cerca de la muerte, pero hubo algo, una luz, que no dejó que me muriera”, cuenta Jorge mientras colabora en el rodaje de un video en la sede de Casa del Sur, lugar en el que es coordinador terapéutico. A casi todo adicto le llega un momento en que toca fondo. A Jorge le llegó una noche, en el comedor de su casa, mientras su familia dormía. “Estaba sentado ahí, tratando de que algo de lo que tenía en la mano me surtiera efecto. Hice un cóctel con lo que tenía y tuve una sobredosis. Me interné solo. Pero me escapé y me encerré en mi departamento 15 días mientras mi familia estaba afuera, buscando un lugar para vivir. Después, ingresé en la comunidad terapéutica José María Jorge, de Burzaco, donde estuve internado casi dos años. Hoy estoy vivo gracias a ellos”. Cuando terminó el tratamiento, Jorge sintió que tenía que devolver algo de lo mucho que le habían dado: “Hice cursos; fui a congresos; me formé y trabajé en comunidades terapéuticas y en grupos de autoayuda. Y hace 3 años llegué a Casa del Sur”. “Aprendí a vivir –dice–. Hace 17 años que no me drogo. Perdí muchas cosas que no pude recuperar, pero ahora trato de no mirar atrás y devolver. La vida me dio otra oportunidad.”

Debate interno en los Estados Unidos El gobernador Schwarzenegger quiere legalizar la marihuana para cobrar impuestos a su venta SILVIA PISANI CORRESPONSAL EN LOS EE.UU. WASHINGTON.– Estados Unidos es uno de los países del continente que con más firmeza resisten la despenalización del consumo de drogas. Pero, sin llegar a extremos, esa posición es crecientemente cuestionada por sus escasos resultados políticos, a la vez que es atacada por autoridades regionales que, en contra del gobierno federal, piensan que la droga puede ser fuente de recursos. Y de salud. Con respecto al tema de los recursos, el caso más claro es el de California. El gobernador republicano Arnold Schwarzenegger pidió “debatir la legalización” de la marihuana a cambio de que se cobren impuestos a su consumo. “Hay que estudiar bien lo que ha ocurrido en otros países del mundo que ya legalizaron el consumo de marihuana y de otras sustancias y asumir los efectos que eso ha tenido”, dijo. Con eso abrió un debate con el que se diferenció de buena parte de sus colegas de partido, reacios –en

mayoría– a mostrarse benévolos con el consumo. Estimaciones privadas calculan que un impuesto a la marihuana podría redundar en no menos de 1000 millones de dólares anuales a las debilitadas arcas californianas. El gobierno local aprobó hace más de diez años el consumo de la hierba con fines médicos. California lideró la apertura regional hacia el consumo de droga. Tras ella, hoy son trece los estados que dieron pasos legislativos para permitir el consumo de drogas “con fines medicinales”. Esta misma semana se ventilaron dos casos en los tribunales del estado de Maryland por los que se autorizó el consumo de marihuana. Los pacientes están autorizados a comprarla sin riesgo. “Es un paso muy importante en favor de la libertad individual”, dijo el ex diputado republicano Robert Garr, uno de los promotores de la legislación en favor del consumo con objeto terapéutico. La cuestión es materia de legislación de cada uno de los estados. Y eso, muchas veces, choca con la

normativa federal, mucho más dura y basada en el concepto de “guerra total a la droga”. Pero todo eso viene siendo cada vez más discutido. Uno de los últimos episodios sucedió hace poco, cuando el nadador olímpico Michael Phelps corrió riesgo de cargos penales por ser sorprendido cuando fumaba una pipa de marihuana. El hecho ocurrió en Carolina del Sur. Y allí la legislación prevé un castigo de hasta 30 días de cárcel y una multa de 570 dólares por consumir drogas ligeras. Phelps se disculpó públicamente por lo que había hecho.

No demonizar Lo curioso del caso es que buena parte de los consultados se solidarizó con el nadador, por considerar “comprensible” que un joven de 23 años –fuera de competencia en ese momento– fumara marihuana. Y que, si bien no era el mejor ejemplo, tampoco tenía que ser demonizado por eso. Otros, en cambio, se sintieron francamente “decepcionados” por el deportista. El caso sirvió para que, una vez más, se abrieran intensos debates

sobre la cuestión. En mayo último, una encuesta de Zogby encontró que el 52% de los estadounidenses está a favor de la legalización de la marihuana, contra el 36 por ciento que se opone. Aunque el presidente Barack Obama negó que la legalización sea la vía por seguir, su nuevo “zar” antidrogas –responsable de la política en la materia– admitió que la discusión se hace sentir. Y ha optado por posiciones que, si bien mantienen la penalización, intentan ahondar en la recuperación del adicto en lugar de centrarse en el castigo. Así, el titular de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas –más conocido como “zar antidrogas”–, Gil Kerlikowske, ponderó especialmente la figura de las llamadas “cortes de droga”, que obligan a delincuentes adictos a someterse a tratamiento. “La verdad es que, hasta desde el punto de vista económico, mantener un adicto en la cárcel es más costoso que financiar un centro de habilitación”, dijo Kerlikowske poco después de aceptar el cargo que le confió el presidente Obama.

La marihuana es la principal droga ilegal de inicio de los jóvenes. Y puede llevar a niveles de consumo tan importantes que derivan en la necesidad de tratamientos. Así lo establece un informe del gobierno porteño realizado en 14 centros de asistencia, en el cual quedó demostrado que la marihuana actúa como puerta de entrada para la experimentación adolescente con otras drogas. Además, el 93 por ciento de los pacientes consumió por primera vez una sustancia piscoactiva entre los 11 y los 15 años. “La droga ilegal de inicio en varones y mujeres es la marihuana, y más de un cuarto de los pacientes varones, menores de 18 años, han incorporado desde los 13 años cinco drogas o más a su historia de consumo”, indica el documento de la oficina de Coordinación en Políticas Sociales en Adicciones de la Ciudad de Buenos Aires. El relevamiento en la Capital se efectuó a comienzos de este año para formar parte de un trabajo en todo el país, que encabeza la Sedronar, sobre la situación en los centros de tratamiento. El 24 por ciento de los pacientes fumó marihuana antes de haber probado alcohol o tabaco, dos drogas legales que también muestran fuertes niveles de prevalencia. “La droga que mayormente motiva el ingreso al tratamiento es el paco, en varones y mujeres de todos los grupos etarios. De todos modos, la marihuana, droga prevalente en el inicio, se continúa consumiendo con niveles de abuso y dependencia en el momento de iniciar los tratamientos”, se establece en el informe sobre uso de drogas en la ciudad.

Polémica El consumo de marihuana quedó envuelto en una polémica tras el fallo de la Corte Suprema que declaró la inconstitucionalidad de penar a personas que tengan en su poder esa sustancia para su uso personal. La decisión judicial fue cuestionada por la Iglesia, varias ONG y referentes políticos, a los que se agregó en los últimos días el gobernador misionero, Maurice Closs. Nueve senadores nacionales repudiaron la declaración del juez Eugenio Zaffaroni que argumentó su posición favorable a la desimputación de la producción casera de marihuana. En ese marco de convulsión política por la despenalización de la tenencia de drogas, dio el Gobierno pasos cortos en su anunciado proyecto de cambiar la ley antidrogas. En la reunión con diputados sólo se expusieron a grandes rasgos las necesidades de cambiar el sistema de atención de adictos. No se avanzó sobre proyectos concretos. La Corte Suprema, mediante el voto del juez Carlos Fayt, exigió un mayor compromiso del sistema sanitario en la atención de consumidores de drogas. De hecho, el informe sobre adicciones en la ciudad determina que sólo el 5 por ciento de los pacientes llegó a un centro de tratamiento por derivación médica. En cambio, es mayor la cantidad de consumidores que son obligados a recibir asistencia tras infringir la ley antidrogas: el 21 por ciento fue forzado a tratarse por indicación legal. En el documento del gobierno porteño también quedó en evidencia que la marihuana provoca, cuando ha sido la primera sustancia consumida, una adicción similar a las llamadas drogas duras: “Alrededor del 70 por ciento de los menores de 18 años que comenzó consumiendo marihuana o pasta base continúa consumiendo esa sustancia con frecuencias que indican abuso o adicción a las mismas, varias veces por semana o en forma diaria”. La diferencia en el tiempo que provoca daños físicos la marihuana –mediano plazo– y el paco –corto plazo– implica que esta última droga sea la que provoca la mayor parte de los tratamientos, el 65 por ciento. Sin embargo, el 8,5 por ciento de los pacientes es atendido solamente por el consumo de marihuana. No sólo los menores tienen inconvenientes con el uso de marihuana, sino que además el 67 por ciento de las personas entre los 26 y los 35 años que están en tratamiento la utilizaron como primera droga ilegal.