P al eont ol ogí a
Dinosaurios en México
Playas del
Cretácico Hace unos 70 millones de años parte del territorio
ESCENA PREHISTÓRICA. Hace 70 millones de años México fue la zona costera de Norteamérica.
A
unos 330 kilómetros de la ciudad de Saltillo, en el norte del estado de Coahuila, se ubica el municipio de Ocampo, atravesado de extremo a extremo por el desierto. En sus alrededores un grupo de hombres y mujeres excavan con ahínco el terreno. Aunque la zona guarda grandes yacimientos de minerales, ellos van tras otro tipo de tesoros: fósiles de dinosaurio. Hasta la década de 1910 se ignoraba que estos gigantescos animales prehistóricos habían existido en lo que hoy es nuestro país; ahora los numerosos fósiles que desde entonces se han recuperado permiten contar una historia poco conocida y única: hace unos 70 millones de años (Ma), durante el periodo Cretácico Tardío
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(entre 99 y 65 Ma), el norte de México fue una extensa playa. Una suerte de paraíso tropical repleto de dinosaurios que dominaban la vida en la superficie mientras en las profundidades de las aguas, que cubrían el resto del territorio y la actual Centroamérica, nadaban todo tipo de enormes reptiles marinos. De ahí que entre los aficionados a la paleontología, el norte de México sea conocido como las ‘playas del Cretácico’.
Realidad fosilizada Los dinosaurios gobernaron la Tierra durante 160 millones de años. Esta etapa es designada Mesozoico (que inició en el Triásico, hace 225 Ma atrás, continuó en el Jurásico y finalizó en el Cretácico, hace 65 Ma). En ese tiempo los enormes reptiles emergieron,
evolucionaron y colonizaron con gran éxito los cinco continentes, cuando aún estaban unidos en un bloque conocido como Pangea. México, sin embargo, “durante mucho tiempo y en particular a finales del Mesozoico estuvo parcialmente sumergido”, explica el biólogo José Luis Gudiño Maussán, de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Si bien eran aguas poco profundas, tal escenario esclarece por qué en gran parte del centro y sur de nuestro país los huesos o huellas de dinosaurios son escasos o inexistentes. En el noroeste, la historia fue muy diferente; sobre los territorios de Baja California, Sonora, Chihuahua y Coahuila, el agua poco a poco dejó paso a la tierra firme, ello permitió que en esas ‘costas prehistóricas’
FOTO: GETTY IMAGES
que hoy ocupa nuestro país estaba bajo el mar; las regiones secas del norte fueron el hogar de enormes criaturas. Por Sarai J. Rangel diversas especies de flora y fauna proliferaran , entre ellas los dinosaurios. Para los actuales pobladores de estas áreas, su antigua condición ribereña es evidente dada la enorme cantidad de vestigios de vida marina fosilizada, como conchas y caracoles, que les es posible encontrar. Justo ahí paleontólogos como Héctor Rivera-Sylva, del Museo del Desierto, en Saltillo, han realizado varios hallazgos que permiten formar el rompecabezas de cómo era México hace millones de años y, quizá más importante aún, quiénes lo habitaron. Una de esas piezas fue descubierta en 2009 cuando, en el citado municipio de Ocampo, el investigador dio con el diente de un dinosaurio herbívoro. Los estudios revelaron que perteneció a un paquicefalosaurio,
bípedo que vivió hace 75 Ma y que se caracterizaba por su cráneo con forma de casco. “Es la primera vez que se tienen vestigios de esa especie en nuestro país, por lo que el número de dinosaurios que hoy sabemos habitaron aquí, aumenta”, dice Rivera.
Cálido edén Hallazgos como el anterior permiten a los expertos hacer especulaciones sólidas sobre el ambiente que reinaba durante el Cretácico mexicano: “En esa región costera el clima que imperaba pudo ser el tropical; quizá comparable al del Caribe actual”, detalla el investigador. Coahuila era el delta de un río, una especie de pantano cercano al mar, donde el agua dulce se mezclaba con la salada y predominaba una exuberante
vegetación. Árboles como las arecáceas (palmas) y el Striatornata sanantoniensis –el plátano más antiguo que se conoce– abarcaban amplias extensiones de terreno. Toda esta flora pudo alcanzar grandes tamaños, dado que la atmósfera presentaba entonces una mayor oxigenación. Por su parte, aparecieron las primeras plantas con flor junto con los insectos que las polinizaban; esto último ayudó a que se extendieran muy rápido por el mundo. De acuerdo con el paleontólogo “hay mucha evidencia de polen y semillas del Cretácico que respaldan esto”. También se han encontrado algunas semillas fosilizadas muy semejantes a las actuales, como es el caso de la Strelitzia reginae o flor ave del paraíso, originaria de África. muyinteresante.com.mx 39
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LUGAR PARADISIACO. Así concibe el Cretácico en México el biólogo Ángel Alejandro Ramírez Velasco, del Departamento de Paleontología de la UNAM.
Planeta cambiante El norteño estado de Tamaulipas, una zona carente de restos de dinosaurios del Cretácico, tiene en cambio el registro de los dinosaurios más antiguos que se han encontrado en el país. Se trata de un predador y un herbívoro bípedos, conocidos respectivamente como Syntarsus y Heterodontosaurio. Ambos han sido datados en el Jurásico Temprano, hace 200 millones de años, y sólo se les ha localizado en México, Estado Unidos y, por extraño que parezca, en Sudáfrica. Esto último, explica el biólogo del IPN José Luis Gudiño, es porque “a principios del Jurásico todavía existía un solo bloque de masa continental conocido como Pangea”. Nuestro país estaba en el extremo occidental de ese mundo y posiblemente la zona donde hoy se ubica Tamaulipas era tierra firme. Así, estos saurios antiguos pudieron recorrer los cinco continentes sin que existieran barreras físicas que se los impidiera. “Pero poco después ocurrió el primer gran cambio en la configuración de las placas continentales”, refiere Gudiño. “Pangea se fraccionó en dos enormes bloques de tierra: Laurasia al norte y Gondwana al sur, y tanto tierra como animales quedaron divididos”. Por eso se pueden encontrar similitudes entre los saurios de estas épocas en lugares tan distintos como México y Sudáfrica. Con el tiempo tal separación orilló a que algunas especies tomaran nuevos y diferentes caminos evolutivos, y otras tantas mantuvieran grandes semejanzas entre ellas.
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dulce o en las costas. Héctor Rivera comenta que eran la versión prehistórica de las cebras; vivían en grupos y se desplazaban de modo continuo buscando nuevos follajes para alimentarse. También se trató de uno de los animales más comunes en Norteamérica, Asia y Europa, como muestran sus múltiples restos encontrados.
Bajo las aguas
El hecho de que México estuviera hundido durante el Jurásico y el Cretácico limitó las áreas donde es posible encontrar vestigios de dinosaurios. “En cambio, en estas zonas contamos con una rica variedad de muestras de vida marina de aquel tiempo”, señala José Luis Gudiño. En alrededor de 100 millones de años las aguas del mar de Tetis, de menos de 50 metros de profundidad, cubrieron las tierras bajas, en tanto que las zonas altas se mantuvieron como penínsulas o islas. Fue en ese ambiente donde los grandes reptiles marinos evolucionaron y se diversificaron. Entre ellos los ictiosaurios (lagartos peces), que habitaron los mares de Norteamérica, y los plesiosaurios, presentes en todos los océanos. En 1985, por ejemplo, el llamado monstruo de Aramberri, un plesiosaurio que vivió hace unos 150 millones de años, en el Jurásico Superior, fue localizado en Nuevo León. Otro gran monstruo marino, el mayor ictiosaurio encontrado en México hasta ahora, fue desenterrado en Coahuila en 2006.
que algunos miembros de los tiranosáuridos, familia que engloba a los temidos Tyrannosaurus rex , merodearan por los pantanos y playas mexicanas. Tal es el caso del Gorgosaurus, gigante de ocho metros cuyos restos han sido hallados en Baja California, Sonora y Coahuila. Es el carnívoro de mayor tamaño localizado hasta ahora en esta parte del planeta.
Orgullos nacionales
Drama de dinos Precisamente una vértebra de hadrosáurido, desenterrada por este paleontólogo en la localidad La Salada, al norte de Coahuila, permite por sus condiciones recrear una situación quizá común en aquella época: un espécimen juvenil de ‘pico de pato’ pacía en una zona cercana al delta de un río; de pronto, percibe a sus espaldas la agitación del agua. Apenas le da tiempo para reaccionar. Un enorme lagarto Deinosuchus riograndensis , uno de los mayores cocodrilianos que han existido –su tamaño iba de los 8 a los 15 metros–, abandona el sigilo para alzarse, mientras abre sus poderosas fauces, y desde las aguas suelta la feroz mordida. La presa es pescada por los cuartos traseros. El hadrosáurido, deduce Rivera a partir de los vestigios, tuvo dos posibles
PALEONTÓLOGOS del Museo del Desierto en Coahuila desentierran un fósil de hadrosaurio. En la entidad existen vestigios de vida prehistórica.
LOS ICTIOSAURIOS,como el de la imagen, fueron un orden extinto de grandes reptiles marinos cuyo aspecto era una mezcla de pez y delfín.
Fuente: “El estudio de los dinosaurios de México: historia, registro y perspectivas”, de Rubén A Rodríguez de la Rosa
FOTO: MUSEO DEL DESIERTO, LUCÍA ALFARO ORTÍZ
Entre los canales y playas se paseaban tortugas y cocodrilos primitivos, uno de ellos era el enorme Deinosuchus (lagarto terrible). En cuanto a los dinosaurios, era posible ver grupos de ornitomímidos (animales omnívoros muy semejantes a las avestruces), grandes cuello largo parecidos a Alamosaurus y pequeños clanes de Centrosaurus y Chasmosaurus; estos últimos eran ceratópsidos, es decir de la familia de los dinosaurios con cresta y cornudos como los triceratops. Los Centrosaurus tenían un par de pequeños cuernos arriba de los ojos y uno grande en la punta de la nariz. Durante el cortejo, es probable que su enorme cresta vascularizada se coloreara, ofreciendo un espectáculo único. En el caso del Chasmosaurus, su cresta plana presentaba la forma de un corazón, debido a las dos ‘ventanas’ de músculo que tenía en la parte central. Tan sólo su cráneo medía dos metros de longitud. Al igual que otros herbívoros, vivía en manadas para proteger a sus crías de los depredadores. Los dinosaurios ‘pico de pato’ –o hadrosáuridos– componían los grandes rebaños de la época. Eran un grupo de herbívoros que apacentaban en las zonas donde había más vegetación, en las fuentes de agua
finales: o fue desmembrado, o escapó –después de ser atacado en la cola– incluso con las fauces del cocodrilo cerradas. Es lo que sugieren las marcas de dientes que coinciden con el Deinosuchus halladas en los restos del joven dinosaurio . De todas maneras su final estaba escrito: la herida fue letal y murió a los pocos días del ataque, tal vez por la sangre perdida o porque la herida se infectó antes de cicatrizar. Fósiles de este tipo significan una ventana al pasado a través de la cual se sabe no sólo que ambas especies (Deinosuchus y hadrosáuridos) convivieron en la zona, sino que otros dinosaurios también fueron presa de este gigante cocodrilo prehistórico. Pero el Deinosuchus no fue el único carnívoro que fustigó las costas del Cretácico. Otro que posiblemente se alimentó de la carne de los grandes herbívoros fue el Saurornitholestes , un raptor bípedo de tamaño menor al de un ser humano pero con garras tan afiladas (una con la forma de hoz) que le permitían despellejar a sus víctimas. Varios de sus dientes se han encontrado en México y Canadá. El Troodon , cuyo nombre significa ‘diente que hiere’, alcanzó un tamaño de hasta 1.75 metros. Este depredador era un especialista en cazar crías. También es posible
Este año se cumplirá un siglo de que se publicara el primer estudio sobre dinosaurios encontrados en México. Fue realizado por el geólogo Erich Haarmann, de la Universidad Humboldt de Berlín, acerca de fósiles descubiertos en Coahuila. Sin embargo, no sería sino hasta 1987 cuando este país volvería a ver ‘de pie’ a una de sus extintas criaturas: un hadrosáurido de seis metros de largo que ha pasado a la historia como ‘Isauria’ y que se exhibe en el Museo del Instituto de Geología de la UNAM, en la Ciudad de México. El paleontólogo René Hernández Rivera y un nutrido grupo de especialistas realizaron la colección, preparación y su montaje. Precisamente a finales de 2012 y comienzos de 2013 Isauria volvió a tener encima los ojos del mundo, pues se descubrió que se trata de una especie hasta ahora sólo encontrada aquí. Fue identificada como Latirhinus uitstlani, que significa ‘nariz ancha del sur’, porque su principal característica son los prominentes huesos nasales que se arquean sobre su hocico. Pero no es el único ejemplar netamente mexicano, señala Hernández Rivera en su laboratorio del Instituto de Geología de la UNAM mientras a su alrededor algunos de sus estudiantes observan bajo el microscopio terrones de arena traída de las canteras.
Gran parte del territorio actual de México emergió durante el Mesozoico, frente al mar de Tetis, cuando la forma de los continentes era muy diferente. Buscan ‘microfósiles’, explica uno de ellos, es decir restos fosilizados de organismos de ínfimo tamaño como dientes de vertebrados o polen. Al fondo de la habitación, sobre una repisa, descansan varias figuras de no más de 20 cm de alto; son representaciones de los ‘dinos’ que vivieron aquí. Aunque México comparte con Estados Unidos y Canadá muchas especies, debido a que forman parte de una misma placa continental, así como otras con el resto del mundo (de cuando su territorio era parte de Pangea), se han detectado especímenes que hasta donde se sabe no habitaron en ningún otro lugar. Además de Latirhinus, indica el paleontólogo, se puede mencionar al también recientemente nombrado Magnapaulia laticaudus, un tipo de hadrosáurido de gran tamaño (aproximadamente 12.5 metros de largo) localizado en Baja California. También hay una especie propia de dinos cornudos, el Coahuilaceratops magnacuerna. Fue al sur del estado de Coahuila, en la
Sabías que... ›Pese › a que los grandes reptiles voladores, los pterosaurios, convivieron con los dinosaurios durante casi todo el Mesozoico, no son considerados como tales. Hace poco en el semidesierto del estado de Puebla se encontraron huellas de este animal alado.
llamada Formación Cerro del Pueblo, donde se desenterraron los restos de este animal y de otro espécimen más joven, junto con gran cantidad de ‘picos de pato’. Lo primero que sorprendió a los investigadores fue el enorme par de cuernos que Coahuilaceratops ostentaba: cada uno medía poco más de un metro de largo; son probablemente, al menos hasta ahora, los de mayor tamaño en este tipo de saurios. Otro herbívoro hadrosáurido que caminó por la costa mexicana fue el Velafrons coahuilensis. Su nombre viene de la cresta ósea que tenía en la frente y cuyo cráneo fue extraído en 2003. Por último, Labocania anomala es el primer depredador descubierto (en Baja California, en 1970); es muy posible que haya estado emparentado con los tiranosáuridos, aunque era mucho más chico: apenas medía unos seis metros.
Lagartos del sur Si bien la gran mayoría de los registros fósiles han tenido como escenario el norte del país, en algunas zonas del sur también se ha encontrado rastros de estos seres. Para los paleontólogos, el hallazgo de restos en sitios como Puebla, Michoacán, Chiapas y Oaxaca denota los continuos cambios en la morfología del territorio a lo largo del Mesozoico, durante el cual algunas áreas pudieron haberse sumergido y más tarde emergido. Sin embargo, no hay consenso sobre si se trataba de islas o islotes. No sería sino hasta finales muyinteresante.com.mx 41
P al eont ol ogí a B Titanosauridae
Tierra de
Baja California
gigantes A
A Tyrannosauridae
A D F I
A G I Sonora
K
Hombre A B
pesar de que los hallazgos de dinosaurios en México son relativamente recientes, en todo el territorio se han encontrado yacimientos de fósiles de diferentes épocas, sobre todo del Cretácico. A través del estudio de sus huesos es posible conocer qué tipo de animales vivieron aquí y cómo era la relación entre ellos y su ambiente. Si bien la mayoría de los vestigios se han localizado en la zona norte del país, en el sur también hay rastro de ellos, lo que abre para los paleontólogos una oportunidad de descubrir nuevas piezas de este emocionante rompecabezas prehistórico.
G Chihuahua
A
G
C
H
D
I
F
K
C Pachycephalosaurus
D
E Coelophysoidea
G Ceratopsidae
H Dromaeosauridae
J Heterodontosauridae
K Troodontidae
Ornithomimidae
Coahuila
F Ankylosauridae
México hace 70 millones de años
E J Tamaulipas
Aguas poco profundas
I
Tierra firme
Hadrosauridae
México posee alrededor de 15 familias y cerca de 21 especies de dinosaurios (10 identificadas formalmente), que datan del Jurásico Temprano al Cretácico Tardío.
50 metros de profundidad en zonas continentales
Puebla B
Huellas
Durante unos 100 millones de años la mayor parte de México estuvo inundada por un mar poco profundo. Fue hasta el Cenozoico que tomaría su forma actual.
Aguas profundas
Era Mesozoica:
Triásico
Theropoda
Sauropoda Ornithopoda
H Chiapas
Jurásico
199 a 145.5 Ma 145.5 a 65 Ma
Agradecemos la colaboración, para la realización de este artículo, del Museo del Desierto y del biólogo Ángel Alejandro Ramírez Velasco del Departamento de Paleontología de la UNAM.
Aunque nuestro país es rico en fósiles, muchos de ellos son despedazados debido a la continua actividad telúrica en el subsuelo. Por ello, difícilmente se encuentran esqueletos intactos como ha ocurrido en otros lugares. Sólo cuando se obtiene suficiente material fósil es posible identificar a qué especie pertenece o, como en los casos de nuestros dinosaurios nativos, si se trata de un nuevo género o especie. Esto ha permitido que huesos localizados en Puebla aún sean un completo misterio. “De tan
GRÁFICO: FRANCISCO GONZÁLEZ Y GARCIA
Chiapas es una de las últimas sorpresas que la paleontología mexicana ha tenido para el mundo. Hace un par de años, en la Formación Ocozocoautla, ubicada en la zona centro del estado, fue hallado el diente de un dinosaurio carnívoro que en 2011 fue identificado con la especie Richardoestesia isosceles, un tipo de minirraptores de los que sólo se conoce su dentadura. Se trata, de acuerdo con Héctor Rivera, del “primer registro de dinosaurio para todo el sureste”.
Oaxaca
1 a 199 Ma
Cretácico
Fuente: “Review of the dinosaurian record from Mexico”, de Rivera-Sylva, H.E., Rodríguez-de la Rosa, R.A. y Ortíz-Mendieta, J.A., 2006.
del Cretácico que la región tomó su forma actual. Por ejemplo, durante el Jurásico Tardío, hace 160 millones de años, Oaxaca fue una zona seca. Entonces lo habitaron algunos tipos de dinosaurios carnívoros que dejaron sus huellas en el terreno. En Michoacán, donde además se detectaron marcas de iguanodontes de hace 150 Ma, vivió un nuevo género de hadrosáurido, el Huehuecanauhtlus tiquichensis, uno de los miembros más primitivos de esta familia que data de hace 86 millones de años.
Hasta el momento no se han hallado vestigios del Triásico en nuestro país.
I Michoacán
fragmentados que están sólo hemos podido deducir que datan de finales del Jurásico y principios del Cretácico. Durante ese tiempo Puebla posiblemente era un pedazo de isla”, expresa Rivera-Sylva. Pero hay una cosa más. Se han hallado unas singulares huellas del Cretácico que podrían pertenecer a saurópodos, es decir, animales de cuello largo. Sin embargo, éstas son de tamaños muy pequeños. Bien podrían haber sido hechas por individuos jóvenes; “la otra opción es que fueran dinosaurios enanos,
tal como ocurrió en Rumania”, afirma el paleontólogo. Se refiere a los animales que habitaron en Hateg a finales del Cretácico, cuando era una isla de la mitad del tamaño de Inglaterra. Debido a lo limitado del espacio y de los recursos, los dinosaurios tuvieron que adaptarse para sobrevivir, por lo que su morfología se redujo hasta unas ocho veces. Esto bien pudo haber ocurrido aquí, y en lugar de que esos cuello largo alcanzaran tallas de hasta 20 metros, apenas lograban los 4 u 8 metros. No obstante,
antes de poder dar la última palabra es necesario ahondar en investigaciones. Es posible que aún queden muchos vestigios por desenterrar, valiosa información que ayudará a completar los fascinantes capítulos en la historia de los grandes saurios, extintos moradores de lo que hoy es México.
Para saber más www.museodeldesierto.org Página web del Museo del Desierto en el cual se puede realizar una visita virtual.
Fuente: “Los dinosaurios en México”, de René Hernández Rivera; El registro fósil de los dinosaurios de México (Revisión bibliográfica), de José Luis Gudiño Maussán; geologia.unam.mx
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